MUNDO ANTIGUO El metal de los Los egipcios esculpieron en bronce bellas figuras consagradas a dioses y faraones. E n el crepúsculo de la antigua civilización egipcia, antes de la llegada de los Ptolomeos, surgieron unas figurillas en metal, bronces en su mayoría, que representaban a deidades, sacerdotes y personajes de la corte real. Se conservan numerosos ejemplos en los museos arqueológicos, además de ser piezas habituales en las subastas. Su rango de precios es amplísimo: de los 300 o 500 euros de un dios Osiris, hasta los 1,5 millones de euros pagados el año pasado en subasta por la figura de gato. Los antiguos egipcios conocían numerosos metales, aunque no todos se emplearon del mismo modo ni en el mismo período. El oro y el cobre fueron los más utilizados. Sin embargo, sólo entraron en contacto con el bronce mucho más tarde, durante el Imperio Medio, cuyo uso no se difundió hasta el Imperio Nuevo. Este retraso fue debido, tal vez, al hecho de que en el país no hubiera estaño, imprescindible para obtener el bronce, compuesto por la aleación de este metal con una mayor proporción de cobre. No fue hasta la Baja Época cuando la capacidad de fabricación de la escultura de metal se desarrolló por completo. El faraón de cobre Las estatuas de metal más antiguas que conocemos son las figuras del faraón Pepi (Fiope I) y de su hijo Merenre de la Dinastía VI (2345 – 2173 a.C.), halladas en el Templo de Horus, en Hieracómpolis, y conservadas en el Museo Egipcio del Cairo. Se les dio forma martilleando placas de cobre y a partir de un núcleo Diosa Isis. Egipto, Baja Época, 664 – 323 a.C. Bronce. Galería J. Bagot Arqueología – Ancient Art (Barcelona). 54 de madera. En manos y pies se empleó la fundición y los moldes por su dificultad de ejecución. El faldellín y la corona de la imagen del faraón tal vez fueron de oro, hoy perdidos. Esto demuestra que no se había experimentado el uso del metal en la fabricación de estatuas. En la elección del material se tuvo en cuenta el efecto decorativo y no el ahorro de mano de obra, puesto que había una floreciente industria de fabricación de armas y herramientas de cobre en el Imperio Antiguo. Incrustaciones de oro y plata Con la caída del Imperio Nuevo, cuando el faraón ya no podía garantizar la seguridad de sus súbditos, crecieron las solicitudes de protección de los dioses. Los devotos se dedicaban estatuas a sí mismos o a un dios, con el nombre del donante, que luego se erigían en los espacios públicos de los templos para agradar a la deidad. Estas estatuas se hacían a menudo de bronce. Genuinas obras maestras se producen en la Dinastía XXI y XXII, incluyendo estatuas donde la escritura o los adornos corporales, vestidos y ojos han sido incisas y completadas con incrustaciones de hilos de oro y plata y pasta vítrea de colores. El mejor ejemplo es la estatua de la dama Takushit (Museo Arqueológico de Atenas), aunque de la dinastía XXV. Conserva las incrustaciones en plata por todo el cuerpo. Las estatuas así eran muy costosas y no estaban al alcance de todo el mundo. Durante la Baja Época, conforme Egipto se iba empobreciendo, la población se involucró más en los rituales del templo. Se disparó la demanda de ofrendas votivas para los piadosos peregrinos que visitaban los festivales religiosos en los grandes templos. Los artesanos se vieron obligados a recurrir a una nueva tecnología, y el bronce era el material perfecto para satisfacer esta demanda. s dioses Exvotos para los dioses Las estatuillas eran adquiridas principalmente por particulares. Quizás había talleres cerca de los santuarios más grandes, donde los creyentes podían hacer su elección. Se les ofrecía la posibilidad de grabar una inscripción con su nombre y un texto religioso para obtener el amparo de los dioses. Las inscripciones ofrecen información sobre la gente que compró estas figuras. La mayoría incluía sencillamente sus nombres, sin ningún título, para no presumir. Los padres son mencionados con frecuencia para hacerles partícipes de los beneficios de la ofrenda votiva. Las figuras de bronce más costosas a veces llevan el nombre de los reyes, y probablemente fueran obsequios reales a la nobleza. Las figurillas votivas de bronce eran ofrecidas al santuario por los creyentes. El donante tal vez deseaba agradecer al dios un favor o asegurarse su protección en el futuro. Dada la gran cantidad de donaciones, los santuarios las enterraban bajo el suelo sagrado, puesto que en excavaciones modernas se han encontrado numerosos depósitos en el subsuelo de los espacios de culto. Rara vez se encuentran en las casas; se sabe muy poco acerca de la posible presencia de altares domésticos, aunque dada la popularidad de estas figuras así como de los dioses representados, es natural creer que tuvieran algunas en el hogar para rendirles culto. También se depositaban estatuas de deidades en bronce en las tumbas como parte del ajuar funerario. Las deidades más representadas son la Tríada Osiríaca, compuesta por el dios Osiris, de figura humana, gobernante en el Más Allá, su esposa Isis, una bella dama mágica con corona compuesta por el disco solar entre cuernos de vaca, y su hijo Harpócrates, representado comúnmente como un niño llevándose el dedo índice de la mano derecha a la boca en señal de hablar. A partir de aquí se abre un amplio número de deidades del panteón egipcio; la diosa Neith, el dios creador Ptah, la diosa de la guerra Sekhmet, con cabeza de leona, la diosa de Con estas figuras se agradecía al dios un favor o se solicitaba su amparo Dios Harpócrates. Egipto, Baja Época, 664 – 323 a.C. Bronce. Galería J. Bagot Arqueología – Ancient Art (Barcelona). 55 la justicia Maat, reconocible por la pluma en la cabeza, el dios Horus, con cabeza de halcón, o Anubis, con cabeza de chacal, el patrón de los embalsamadores. Sus precios en el mercado son dispares. Un Osiris común puede estar alrededor de los 1.500 euros, y el precio sube en paralelo a la calidad y el tamaño. Cuando se trata de representaciones más escasas, como Maat o Anubis, se piden cifras más elevadas. Próximamente Christie’s licitará una escultura de 23 centímetros en bronce del dios Nefertum, con una excelente procedencia, estimada entre 60.000 y 80.000 euros, que seguro desbordará su estimación. Junto con las deidades encontramos sacerdotes u oferentes que se muestran delante de la figura, así como imágenes del faraón. En la última edición de la feria Tefaf Maastricht la galería Harmakhis presentaba una extraordinaria figura en bronce, de 25 centímetros de altura, de un faraón en actitud de marcha. Los más de 800.000 euros que se pedían se justificaban por su rareza. Oro, carne de los dioses Por su naturaleza incorruptible, el oro en el Antiguo Egipto se consideró mágico y metáfora de eternidad. De oro eran los rayos del sol, de oro se recubrían las puntas de los obeliscos, y la diosa Hathor tenía el sobrenombre de “la de Oro”. Los dioses tenían la carne de oro, los huesos de plata y el pelo de lapislázuli. El oro se extraía en la zona desértica entre el Nilo y el Mar Rojo, y también en Nubia. La plata se importaba del Asia occidental y el lapislázuli llegaba por las relaciones comerciales con Mesopotamia. De la aleación del oro y la plata se obtenía el electro; aún se conservan figuras hechas con este metal precioso. El Museo Egipcio de Turín exhibe el “Mapa de los Mineros”: un papiro de la dinastía XX (1186 – 1069 a.C.) en el que se traza la ruta que atravesaba una sucesión de minas de oro en Nubia y en el Desierto Oriental. Todo el oro extraído en las minas era propiedad del Estado, y destinado a los templos y a la familia real. Los objetos de superficie dorada adquirían “vida divina” según los egipcios: por este motivo solían figurar en los ritos religiosos, y en ajuares de faraones. La producción de estos objetos en oro se concentraba en los talleres de los templos. De oro puro y macizo se realizaron las estatuas de las deidades principales de cada templo que eran colocadas en el punto más sagrado, la capilla o sancta sanctorum. No se conserva ninguna de estas imágenes de culto, únicamente en una de las salas del Metropolitan de Nueva York puede verse una bellísima representación del dios Amón en oro puro, de 17,5 centímetros de altura, que posiblemente estuvo situada en el naos de un templo dedicado a su culto. Esta estatuilla la adquirió Lord Carnarvon en El Cairo hacia 1917, y nueve años más tarde fue comprada por el museo a sus descendientes. Además de estatuas, estos metales nobles se usaron para la confeccionar amuletos, instrumentos musicales y joyas. Animales sagrados El auge del culto a los animales sagrados se tradujo en la producción de figuras de animales en bronce de características realistas y con unas medidas de 3 a 25 centímetros. Son raros los ejemplos que superan estas dimensiones y si lo hacen acostumbran a tratarse de gatos, en referencia a la diosa Bastet, protectora del hogar. Los gatos son muy deseados por coleccionistas. También se recrearon toros, animal sagrado del dios Apis, (un bello ejemplar remató en Christie’s por 56.000 euros en 2010); halcones en asociación con el dios Horus; íbices y babuinos, en honor a Thot (uno de estos simios del famoso coleccionista de animales Leo Mildenberg se entregó en Christie’s en 2004, por 38.000 euros); peces oxirrinco; cobras como emblemas reales, y más escasamente el león, muy representado en el período Ptolemaico. Algunos de estos animales se colocaban sobre una base rectangular hueca dentro de la que se introducía una reliquia que hacía referencia al animal representado, dado que lo reducido del espacio impedía introducir al animal momificado. Estos depósitos aseguraban un contacto personal entre los dioses y el hombre. Dios Osiris. Egipto, Dinastía XXI – XXX, 1070 – 332 a.C. Plata. Colección particular (Barcelona). Oriol Carreras 56