CUADERNOS HISPANOAMERICANOS DE PSICOLOGÍA, Vol. 10 No. 2, 61-74 EL ROL PSICÓLOGO EN LAS POLITICAS PÚBLICAS ACERCA DE LA EUTANASIA Gloria del Pilar Cardona, 1 Ángela Nicole Cabal, Clarena Zuluaga Álvarez.2 Universidad El Bosque Recibido: Octubre 13 de 2009. Aceptado: Enero 14 de 2010. Resumen Esta revisión tiene como propósito llevar a cabo un análisis crítico sobre las políticas de salud relacionadas con la sedación con fines terapéuticos y la eutanasia, estableciendo el rol del psicólogo frente a estos actos. Después del análisis de las políticas existentes a nivel nacional e internacional, así como de los factores psicosociales y culturales asociados, el papel del psicólogo se considera indispensable en el desarrollo de políticas públicas normativas, como en discusiones sobre el tema en aspectos psicosociales y existenciales relacionados. El psicólogo necesita ser parte del grupo de apoyo en el proceso de la eutanasia, en aspectos como la evaluación, diagnóstico, soporte emocional para los actores implicados, orientación en toma de decisiones, diseño de protocolos e investigación. Se concluye que la psicología es una disciplina indispensable para regular esta práctica y permitir su humanización. Palabras clave: Eutanasia, políticas publicas, psicología paliativa. Abstract The purpose of this review is to carry out a critical analysis about health policies related to therapeutic sedation and euthanasia, establishing the psychologist’s role in these acts. After analyzing the national and international existing policies as well as the psychosocial and cultural associated factors, it is established the psychologist’s role seems to be essential to develop health regulation policies. Moreover, the psychologist plays an important role in discussions about the psychosocial and existential issues around the subject. So, it is important to consider the psychologist’s participation in the support team –especially, in aspects such as assessment, diagnosis, emotional support for the actors involved, making decisions orientation, protocols design and research-. In conclusion, psychology is a relevant field in order to regulate this practice and allow its humanization. Key words: Euthanasia, public policies, palliative psychology. 1 2 Psicólogo, Ms. Mg. Director del trabajo de grado, Universidad El Bosque. Correo electrónico: [email protected] Psicólogas que optan por el título de especialistas en psicología médica y de la salud. Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología 61 Gloria del Pilar Cardona, Ángela Nicole Cabal, Clarena Zuluaga Álvarez. En los años recientes, ha habido un creciente interés a nivel nacional e internacional por las temáticas relacionadas con la etapa final de la vida, en especial con aquellos aspectos relacionados con el “buen morir”; estos incluyen temas tan discutidos como la eutanasia y la sedación terminal. Muchos países han llevado a cabo este debate desde hace algunos años, y solo algunos han aceptando la eutanasia como opción; la mayoría de políticas públicas internacionales rechazan esta alternativa o están aún en proceso de incluir proyectos de ley al respecto. En Colombia, a diferencia de otros países latinoamericanos, la eutanasia no es penalizada y existe en la actualidad un proyecto de ley que busca regular su práctica. La psicología; por su parte, a aportado muchos de sus conocimientos sobre la conducta humana hacia el final de la vida en los debates sobre el tema. En esta investigación se llevará a cabo una revisión y análisis crítico sobre la eutanasia y la sedación con fines terapéuticos, incluyendo su legislación, conceptualización y aspectos biopsicosociales para; finalmente, establecer el rol del psicólogo en la experiencia y acto de la eutanasia. La enfermedad terminal, los cuidados paliativos y el final de la vida Para empezar a establecer cuál es el rol del psicólogo durante el proceso de toma de decisiones en la etapa final de la vida, y específicamente frente a la opción de la eutanasia dentro del marco de salud pública, es importante aclarar inicialmente conceptos relacionados con el tema, los cuales permitan una mejor comprensión, discusión y análisis. Inicialmente, es necesario definir a qué nos referimos cuando hablamos de pacientes en fase terminal. Para esto, es importante llevar a cabo una diferenciación conceptual con otros estados en los que se pueden encontrar los pacientes según su grado de severidad. Teniendo en cuenta lo anterior, podemos hablar de cinco tipos de pacientes: críticos, crónicos, preterminales, terminales y moribundos. De acuerdo 62 con Mendoza-Vega (2005), un paciente crítico es aquel que por su condición puede morir en minutos u horas si no recibe tratamiento preciso y oportuno. En este caso, se requieren cuidados intensivos y monitoreos continuos de las funciones vitales, con el propósito de detener las alteraciones y sostener la vida mientras se recupera. Por su parte, un enfermo crónico es aquel que padece una enfermedad que se desarrolla a través del tiempo; ésta causa continuo deterioro físico y mental, e incluso mortalidad (Velasco y Sinibaldi, 2001). Estos pacientes generalmente han pasado por diversos tratamientos que, en ocasiones, no logran curar la enfermedad. Es así como una persona puede pasar de un estado crónico a uno terminal o, incluso, crítico si hay complicaciones graves. En este caso, las intervenciones médicas actuarían como mediadores para evitar condiciones más cercanas a la muerte (Mendoza-Vega, 2005). Así, se tiene que definir el concepto de paciente terminal: “aquel estado que atraviesa un paciente con un diagnóstico confirmado de enfermedad irreversible, con pronóstico fatal a corto plazo y con un deterioro notable de la calidad de vida” (Gallar, 2001, p. 245). Por su parte, Fonnegra (2002) considera que un enfermo terminal es “un ser humano que sufre una enfermedad progresiva y deteriorante, para la cual ya han sido agotados todos los recursos disponibles y con una prospección de vida no mayor de seis meses” (p. 8). Franco (1997) plantea que la fase terminal comienza cuando la muerte se siente como una realidad próxima y los médicos dirigen todo su afán exclusivamente a aliviar los síntomas, renunciando a la curación. Este autor describe las fases por las cuales atraviesa el paciente de la siguiente manera: 1. Fase I, donde la terapia está orientada exclusivamente a fines curativos; 2. Fase II, cuando se han agotado los tratamientos de la fase I y la expectativa de vida es al menos de seis meses (el paciente puede estar asintomático o tener mínimos síntomas y permanecer estable); y Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología PSICÓLOGO Y POLITICAS PÚBLICAS DE LA EUTANASIA 3. Fase III, cuando la expectativa de vida es menor de dos meses, se presenta insuficiencia en órganos y sistemas; además, aparecen complicaciones finales irreversibles. El 90% de los pacientes en fase III, de acuerdo con este autor, padecen cáncer, SIDA, insuficiencia cardiaca congestiva, insuficiencia renal crónica, etc. Basándonos en estas fases, se puede aclarar qué se entiende por paciente pre-terminal; éste se ubica entre las fases II y III descritas por Franco (1997), lo que se comprende como un período intermedio, donde el paciente comienza a presentar síntomas invalidantes que deterioran su calidad de vida. En este momento, el tratamiento únicamente tiene fines paliativos, pues la expectativa de vida no supera los dos meses. Teniendo en cuenta lo anterior, se puede definir los cuidados paliativos como aquellos que buscan aliviar el sufrimiento cuando ya es imposible curar. El objetivo final de éstos es mejorar la calidad de vida de los pacientes cuya enfermedad no puede ser eliminada (Jaramillo, 1993). Además, se debe hacer referencia a las definiciones de los términos cuidar y paliar que aparecen en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Según éste, cuidar es “poner atención y solicitud en la ejecución de una cosa, asistir, guardar, conservar, mirar uno por su salud, darse buena vida”. Así mismo, la palabra paliar viene del latín palliare, que significa “aliviar las fatigas del cuerpo o aflicciones del ánimo, dar mejoría al enfermo” (Fonnegra, 1999, p. 20). A su vez, estos autores establecen que ¨la ciencia, habilidad y destreza de quienes trabajan en el área de los cuidados paliativos, se focalizan en el alivio de los síntomas y el sufrimiento asociados con una enfermedad incontrolable, a través de un cuidado activo, flexible e interdisciplinario…La meta es ayudar al paciente a continuar la vida en la forma más cercana posible a lo normal… De ahí que la necesidad de que el equipo sea realmente interdisciplinario: médicos, psicólogos, enfermera, sacerdote o apoyo espiritual y terapista ocupacional. Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología Cada uno de estos profesionales debe contar con un entrenamiento adecuado y exigente que les permita enfrentar las necesidades cambiantes del paciente y la familia” (Fonnegra, 1999, p. 20). Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2007) define los cuidados paliativos como la atención activa total a aquellas personas con enfermedad avanzada que no responden al tratamiento curativo. Aquí, el control de síntomas, y en particular el dolor, constituyen la base de su manejo. El objetivo es mejorar la calidad de vida de los enfermos y sus familias. Los cuidados paliativos reafirman la vida y la muerte como parte de un proceso normal (p.7). De igual manera, el comité de consejeros de la Fundación de cuidados paliativos de Canadá (citado por Álvarez y Velásquez, 2005) define los cuidados paliativos como “el cuidado activo y compasivo del paciente terminal cuando su enfermedad no responde al tratamiento tradicional, buscando la curación o prolongación de la vida y cuando lo más importante es el control de los síntomas físicos, emocionales y espirituales” (p. 3). Si hablamos de cuidados paliativos en un paciente en estado terminal muy cercano a la fase final de su vida, entonces es necesario abordar el concepto de muerte, uno de tantos tabúes en nuestra sociedad occidental. Según Laín (1995, p.6), existen tres momentos en “la realidad del morir humano”: a) la muerte como hecho (hecho físico de morir), b) la muerte como acto (la aceptación o repulsión de ésta por parte del moribundo, lo cual se manifiesta en sus actitudes previas al hecho) y c) la muerte como evento (dado por los ritos sociales). 1. La muerte como hecho implica la finalidad del cuerpo. Desde el punto de vista médico-legal, existen tres tipos de muerte, a saber: la muerte aparente, la muerte real y la muerte cerebral. 2. La muerte aparente, también llamada muerte clínica, es aquel estado en el que no hay signos aparentes de vida; sin embargo, esto no quiere decir que la persona esté muerta (Gallar, 2001, p. 245). 63 Gloria del Pilar Cardona, Ángela Nicole Cabal, Clarena Zuluaga Álvarez. 3. La muerte real o somática es la verdadera muerte; es decir, el cese total y definitivo de las funciones vitales. Finalmente, la muerte cerebral es un coma profundo e irreversible; el paciente no presenta respiración espontánea, tiene flacidez generalizada, ausencia de respuesta a la estimulación de los nervios craneales y electroencefalograma isoeléctrico (plano) de al menos 30 minutos de duración. En esta situación, es posible mantener vivo al sujeto a través de medios artificiales; se produce una desconexión neurológica que impide definitivamente el estado de conciencia y se conservan activos algunos centros nerviosos que mantienen las funciones vitales, (Gallar, 2001) Según Escobar (1998), para establecer la muerte existen dos signos clínicos: el detenimiento de la respiración y del corazón, así como tres condiciones: a) a nivel clínico, se presenta arreflexia total, hipotermia progresiva, apnea definitiva, midriasis bilateral y ausencia de respuesta a los cardioestimuladores; b) en el plano radiológico, se presenta detenimiento de la circulación en la arteriografía carotídea; y c) desde el punto de vista eléctrico, se presenta trazado llano en el electroencefalograma bajo estímulos, en registros de varios minutos repetidos durante 24 a 48 horas. Los signos precoces, de acuerdo con este mismo autor, están dados por “pérdida de las funciones cerebrales y los signos semitardíos (enfriamiento del cuerpo y deshidratación); rigidez y lividez cadavérica, además de los signos tanato-oftalmológicos” (p. 44). Las formas de morir también son importantes para comprender a fondo el tema que estamos tratando. De acuerdo con Fonnegra (1999), la muerte se puede presentar como muerte natural repentina, muerte natural anticipada, homicidio, muerte accidental y el suicidio. La muerte natural repentina es súbita, sin síntomas previos. La muerte natural anticipada resulta de una enfermedad fatal inmodificable (Fonnegra, 1999). El homicidio es una muerte con características violentas que viola el derecho a la vida. La muerte accidental se presenta de manera 64 súbita o repentina e imprevisible; se presume que el individuo estaba sano antes del evento. El suicidio; por su parte, se define como una actuación humana –ya sea activa o pasiva- cuyo fin es causar la propia muerte con el propósito de salvarse a sí mismo (Fonnegra, 1999). En este orden de ideas, también es importante hablar de las fases del morir. De acuerdo con Buckman (1993), dichas fases son tres: a) cuando el paciente se entera de la amenaza de muerte; b) cuando se encuentra en la etapa avanzada de la enfermedad; y c) la fase final, cuando se acerca la muerte. Estas fases del morir serán de gran importancia para orientar el rol que cada uno de los miembros del grupo de apoyo tendrá en relación con el paciente y su familia, puesto que en cada una de ellas, las acciones podrían ser diferentes. Eutanasia y sedación El tema de la eutanasia y la sedación, en sus diversas dimensiones, ha cobrado mayor importancia en la actualidad; de hecho, se ha convertido en un tema de gran relevancia a nivel académico y de salud pública, tanto nacional como internacionalmente. Para poder comprender mejor este tema, campos tan diversos como el clínico, legal, jurídico, espiritual, sociocultural y psicológico, entre otros, han venido aportando desde hace algunos años atrás su conocimiento para lograr una visión multidimensional en la toma de decisiones. Dentro de las temáticas de discusión actual se encuentran temas como la eutanasia, la sedación paliativa, la sedación terminal, la distanasia, la adistanasia, el homicidio piadoso y el suicidio asistido. Se comienza explicando a qué hace referencia el término eutanasia, y luego se pasará a aclarar otros términos relacionados. La eutanasia, de acuerdo con Fonnegra (2006), ha de entenderse como un acto voluntario, no improvisado ni irreflexivo, que tiene como fin terminar la vida de una persona que lo pide conscientemente, Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología PSICÓLOGO Y POLITICAS PÚBLICAS DE LA EUTANASIA debido a que su sufrimiento es intolerable y conoce que se encuentra en etapa terminal e irreversible de su enfermedad. Estos autores consideran que hay cuatro condiciones fundamentales, sin las cuales no se puede hablar de eutanasia: a) la intención de cortar la vida de un ser humano; b) el sufrimiento de ese ser humano es tan intenso e insoportable que ya no sirve ningún tratamiento; c) hallarse en estado terminal; y d) la petición consciente y reiterada que hace la persona para que se le acorte la vida y así se ponga fin a su sufrimiento. De acuerdo con Da Costa (2005), la historia de la eutanasia reporta su primer uso médico en los siglos XVI y XVII, cuando fue utilizada para lograr un buen morir físico. En la modernidad, la eutanasia se vuelve un concepto confuso por la diversificación terminológica; de hecho, surgieron conceptos como eutanasia agónica, eutanasia social o eugenésica (propiciada por motivos políticos), un término generalizado de eutanasia y una eutanasia económica. Sin embargo, no se considera apropiado el uso de conceptos como eutanasia eugenésica y eutanasia económica puesto que en ellos, el Estado se impone sobre la víctima, quien no desea morir. El uso adecuado del término eutanasia permite distinguir dos clases: la pasiva y la activa. La eutanasia pasiva u ortotanasia es, de acuerdo con Da Costa (2005), aquella que emplea medios excepcionales para prolongar la vida. Dentro de este concepto, se incluyen los casos en los cuales, una vez iniciada la aplicación de los medios excepcionales, se abandonan o se procede a la desconexión. Según Escobar (1998), la ortotanasia se presenta con la buena muerte, en el sentido de muerte en el momento biológico adecuado. Es importante aclarar que, desde el momento de la desconexión hasta el deceso del paciente, la muerte del sujeto no representa una ausencia de dolor, razón por la cual tampoco sería exacto hablar de eutanasia. La eutanasia activa es la muerte provocada con una o varias conductas activas; dentro de éstas se encuentran la directa y la indirecta. En la eutanasia Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología activa indirecta, o también llamada cacotanasia, se trata de paliar los dolores que sufre el enfermo y se busca acortar el período de vida. Aquí, la intención es la dulcificación de la muerte y no directamente su causación. La eutanasia activa directa; en cambio, se caracteriza por la intención de ayudar al enfermo a poner fin a sus dolores de forma inmediata y sin sufrimientos. Según el autor, este concepto es más acertado al sentido de eutanasia, también llamado muerte o suicidio asistido. La distanasia; por su parte, se refiere a la práctica médica que tiene como fin alejar lo más posible la muerte por medio de diferentes medios. En la mayoría de los casos, la distanasia representa un alto costo económico para la familia y el paciente (Da Costa, 2005). Para Escobar (1998), ésta tiene que ver con la prolongación artificial de la vida biológica de un paciente con enfermedad irreversible o terminal. Esto se realiza por medio de tecnología médica ordinaria o proporcionada, en el caso de que se dé algún tipo de beneficio al paciente; y extraordinaria o desproporcionada cuando su beneficio es nulo. La adistanasia o antidistanasia; en cambio, hace referencia al “dejar morir en paz” al paciente (Da Costa, 2005), a la suspensión de la prolongación artificial de la vida, dejando que el proceso patológico termine con ella (Escobar, 1998). Finalmente, se habla de la autotanasia, en donde el paciente por voluntad e iniciativa propia se priva de hidratación y nutrición. Ésta no se considera un modo de suicidio, pues al paciente se le continúan brindando los cuidados necesarios para evitarle sufrimientos. De acuerdo con Escobar (1998), hay estudios que demuestran que, en estas condiciones, el paciente no padece impulsos incontrolables de hambre o sed. Ligado a los conceptos de eutanasia, se hace necesario hablar de la sedación. Este concepto se puede dividir en dos para mayor comprensión: sedación paliativa y sedación terminal. Sin embargo, para entender a qué nos referimos con la sedación y cuál es su verdadero propósito, se hace indispensable tener en cuenta el principio del doble efecto; 65 Gloria del Pilar Cardona, Ángela Nicole Cabal, Clarena Zuluaga Álvarez. el Papa Pío XII introdujo este concepto en 1957 y es descrito por Escobar (1998) como: ¨el principio que tradicionalmente sostiene que ante la necesaria conveniencia causal de los males que se presentarán necesariamente, se optará por la acción que causa el mal menor” (p. 116). Según este autor, existen cuatro condiciones que han de cumplirse para que un tratamiento pueda brindarse y sea considerado positivo: a) que alivie los síntomas refractarios del paciente, aun cuando exista el riesgo de aceleración de la muerte (como lo es el propósito de la sedación). Esta acción se basa en la ley del grado de beneficio proporcional; b) procurar brindar la opción adecuada a los pacientes y obtener un consentimiento informado debidamente diligenciado, bien sea del paciente o su representante legal; c) la sedación no se empleará al inicio del manejo de los pacientes que requieran cuidados paliativos pero, al progresar su condición y en aras del confort, es probable que la sedación sea un medio para disminuir el estrés físico y existencial del paciente (Levy y Cohen, 2005). Levy y Cohen (2005) aclaran que inicialmente se utilizó el termino sedación terminal para esta intervención, pero posteriormente se abandonó debido a su falta de claridad con respecto a si terminal se refería al paciente o a la meta del procedimiento. Por otra parte, estos autores describen el término sedación conciente como un tipo de sedación temporal y reversible, la cual se realiza durante procedimientos invasivos o cirugía menor. Finalmente, aclaran que los conceptos de sedación intencional, terapéutica o paliativa fueron rechazados pues no permitían una distinción clara entre la sedación conciente y la sedación paliativa. Lo anterior porque la sedación conciente es, al mismo tiempo, intencional, terapéutica y paliativa. Es por esto que los autores consideran que la sedación en el cuidado paliativo es distinta a la empleada en intervenciones invasivas o durante el retiro de la ventilación mecánica; consideran que los términos más aceptables en cuidado paliativo incluyen: sedación total, sedación paliativa y sedación para el distrés en el paciente 66 moribundo, o el termino utilizado por el Centro para Cáncer Fox Chase: sedación para el alivio de los síntomas refractarios ante la eminencia de muerte. Una definición integral es empleada por Levy y Cohen (2005), quienes describen la sedación paliativa como la inducción deliberada de sueño liviano o profundo temporalmente; en este caso, no se causa deliberadamente la muerte a pacientes terminales o con síntomas refractarios específicos; la sedación paliativa se proporciona en intervalos, con tiempo de prueba, para permitir al equipo de salud, la familia y, de ser viable, al paciente, un período de reflexión y discusión acerca de los beneficios y obstáculos del procedimiento. Fonnegra (2006) afirma que “en la sedación terminal se emplean hipnóticos (barbitúricos) y analgésicos para llevar al paciente a un estado de inconciencia y de no-percepción de los estímulos dolorosos endógenos (internos). Estos son ocasionados por la evolución natural del proceso patológico en la proximidad de la muerte. La sedación terminal tiene como objetivo central evitar la agonía (sufrimiento pre-mortem) de la persona, debido a que el proceso con frecuencia adopta un curso tórrido, con gran sufrimiento (p. 243). La sedación paliativa o terminal ha de entenderse como un proceso distinto al suicidio asistido, el cual se ha definido como un acto que proporciona al paciente los medios y las instrucciones específicas para cometer un suicidio. Éste es considerado por los profesionales de la salud como innecesario y contrario a su labor (Levy y Cohen, 2005). Sin embargo, como argumenta Fonnegra (2006), cuando hay un empobrecimiento radical en la calidad de vida debido al sufrimiento inaguantable por varios síntomas o cuando la persona no quiere ser tratado mediante la medicina paliativa, la muerte del paciente aparece como la única salida a una vida que no se puede disfrutar, casi ni siquiera vivir. Se opta por anticipar la muerte en condiciones dignas y con la garantía del mínimo dolor y sufrimiento… Esto se llama suicidio médicamente asistido, en el cual el Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología PSICÓLOGO Y POLITICAS PÚBLICAS DE LA EUTANASIA médico prescribe abiertamente los barbitúricos en la dosis necesaria para que el paciente mismo, en uso de su autonomía, los ingiera y ponga fin a su vida cuando él lo decida” (p. 257). Sin embargo, Levy y Cohen (2005) argumentan que el suicidio médicamente asistido trunca: a) la creatividad de profesional de la salud para aliviar el sufrimiento del paciente, b) elimina la posibilidad de que el paciente trascienda su propio sufrimiento, c) no permite utilizar el tiempo de ensayo para evaluar los beneficios mientras se alivia el dolor, d) puede estimular su sobre uso debido al bajo costo que representa, y e) disminuye la confianza de las personas en el sistema de salud. Finalmente, estos autores establecen que “la intención del suicidio asistido continúa siendo la muerte, mientras que la intención de la sedación paliativa es el alivio del sufrimiento, y los dos son; por tanto, ni moralmente, ni éticamente, ni médicamente equivalentes” (p. 240). Las ciencias de la salud frente a la eutanasia y sedación De acuerdo con Frankl (2003), las ciencias de la salud, como la medicina y la psicología, necesitan de una re-humanización, que podría llevarse a cabo por medio de una aproximación holística al ser humano. Así bien, “quien se comporta como un médecin technicien, lo único que prueba es que ve en el enfermo a un homme machine; en cambio, el medicus humanus percibe al homo patiens, ve detrás de la enfermedad al hombre que sufre, percibiendo lo humanissimum: la voluntad de sentido” (Frankl, 2003. p. 8). Partiendo de lo anterior, y como se ha venido mencionando, se hace evidente que la aproximación al individuo enfermo ha de hacerse de manera holística e integral. Por otra parte, se requiere un nuevo modelo médico para entender la naturaleza multidimensional de la enfermedad y de la fase final de la vida. Éste es el modelo biopsicosocial propuesto por Escobar Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología (2000), en el cual se tienen en cuenta los determinantes multicausales de la enfermedad. Dentro de esta comprensión multicausal se hace necesario comprender las actitudes de los profesionales de la salud frente a diversas temáticas relacionadas con el morir. Es así como en los últimos 50 años, con la expansión de la tecnología médica, las actitudes hacia la muerte y el proceso de muerte han cambiado, pues se ha incrementado la recuperación funcional después de una enfermedad seria. La literatura médica ha desarrollado criterios objetivos para determinar la muerte, así como escalas para la predicción objetiva del pronóstico, incrementando, a su vez, la discusión sobre los aspectos éticos, médicos, políticos y económicos relacionados con el inicio, retiro y la continuidad de intervenciones agresivas y tecnológicas (Escobar, 2000). Sin embargo, un médico que permite que ocurra la muerte sin luchar, podría afrontar sentimientos de culpa. Un 25% de médicos y estudiantes de medicina consideran que el retiro de la intervención médica es asesinato o eutanasia; la educación médica actual se centra en el conocimiento de las técnicas que permitan recuperar o preservar la vida, más que en el asistir o manejar el proceso de muerte. Esto evita que los médicos sirvan de guías capaces durante dicho proceso (Escobar, 2000). El retiro o la limitación de esfuerzos terapéuticos de pacientes sin esperanza de recuperación – con frecuencia llamada eutanasia pasiva– es aceptable dentro del gremio médico. Por el contrario, la mayoría se opone al concepto de suicidio asistido o de eutanasia activa, aunque muchos médicos están dispuestos a suministrar dosis letales de medicamentos para aliviar el dolor, siempre y cuando la muerte no sea la intención primaria. Sin embargo, los médicos afrontan un dilema ya que; por ejemplo, la Asociación Médica Británica no apoya de manera voluntaria la eutanasia; destaca, más bien, el principio ético de beneficencia, haciendo alusión, a la vez, a la aceptación general de no tener obligación absoluta de “prolongar la vida a toda costa, 67 Gloria del Pilar Cardona, Ángela Nicole Cabal, Clarena Zuluaga Álvarez. puesto que la muerte es una realidad inevitable”. Entonces, es claro que la toma de decisión depende de cada caso en particular (British Broadcasting Corporation, 2002). Por otra parte, como no sólo los médicos están en contacto con el paciente terminal, se hace necesario incluir al personal de enfermería. Es claro que aunque la acción terapéutica es decisión de los médicos, la conducta es ejecutada, en la mayoría de los casos, por parte de enfermeros y auxiliares de enfermería. Por esta razón, el Acta Belga de Eutanasia (Bersh, s.f) menciona la importancia de incluir al personal de enfermería en la toma de decisiones relacionadas con la eutanasia. En dicha acta se afirma que: “si existe un equipo de enfermería que atiende regularmente a un paciente, el médico ha de discutir cualquier solicitud de eutanasia hecho por parte del paciente con dicho equipo”. Bersh (s.f), en su artículo acerca de las actitudes del personal de enfermería hacia la eutanasia, hace referencia a la importancia que tiene en el personal la calidad de vida y el respeto por la autonomía. Con relación a las emociones que pueden ser experimentadas, Van der Werf et al. (2005, citados por Berghs, Dierckx de Cástrele, y Gastmans, 2005) señalan que el personal de enfermería también llega a sentir culpa, ira, temor y una sensación de estar involucrados en el evento. Por lo tanto, viven de una manera más íntima la decisión tomada por haber permanecido en mayor contacto con el paciente y la familia. En este orden de ideas, cabe anotar que las creencias éticas y los derechos legales del paciente sirven de guía para estructurar la conducta y actitudes del personal de enfermería hacia la eutanasia. Es así como, según el estudio de Musgrave y Soundry (2000, citado por Berghs et al., 2005, p.442), si bien es cierto que “inicialmente un 70% de enfermeras/ parteras están de acuerdo con la eutanasia, un 64% se quedaría con el paciente, pero sólo el 36% estaría dispuesto a administrar la droga letal”. 68 Después de evaluar el rol que asumen los profesionales de la salud en el proceso y comprensión de la eutanasia como opción para el final de la vida, también es importante incluir la visión de las ciencias sociales, en especial de la antropología social, a partir de la cual se han llevado a cabo varios estudios de tipo etnográfico sobre lo que este fenómeno representa para sus actores en diversas culturas. Foucault (1995, citado por Norwood, 2007); afirma que la eutanasia se presenta o es experimentada como un diálogo entre equipo médico, familiares y paciente y; por lo tanto, debe ser estudiada y entendida como tal y no como un acto relacionado con el final de la vida. Este estudio demuestra que, en la cultura holandesa, la eutanasia está compuesta por cinco fases: a) la solicitud inicial de la eutanasia, b) la declaración escrita, c) la cita para la segunda opinión, d) la programación de la eutanasia y; finalmente, e) la muerte por eutanasia. En las dos primeras fases, de acuerdo con Norwood (2007), el médico asume un rol de facilitador de la discusión y del proceso en sí mismo. En este estudio se encontró que las familias, en estas fases, describen un vínculo especial con el equipo médico. Por el contrario, en otras culturas menos colectivistas, como Estados Unidos, los médicos se distancian del paciente cuando la fase de tratamiento se ha terminado y “no hay nada más que hacer” (Battin y Quill, 2004, citados por Norwood, 2007). Como en todo diálogo, la eutanasia también posee normas de exclusión e inclusión para sus actores. Muchas veces se excluye por: a) ausencia de participación de miembros de los miembros de la familia, b) conflictos intrafamiliares no resueltos, c) pacientes que padecen una enfermedad no somática o inespecífica y solicitan la eutanasia, d) signos de depresión, e) pacientes no naturales del país o con dificultades para comunicarse en el idioma oficial, son excluidos por las leyes holandesas. Teniendo en cuenta lo anterior, se puede afirmar que el diálogo de la eutanasia es producto del Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología PSICÓLOGO Y POLITICAS PÚBLICAS DE LA EUTANASIA discurso socio-cultural en donde ésta se aplica, así como el de las políticas públicas que existen en cada país en relación a este tema. Estos factores podrían estructurar de forma explicita o implícita las fases de la eutanasia, el rol de los actores en el proceso, las normas de inclusión o exclusión en el discurso y los sentimientos, pensamientos y acciones de los participantes incluidos en el proceso. Políticas de salud nacionales e internacionales relacionadas con la sedación con fines terapéuticos y la eutanasia La legalización de la eutanasia y la sedación con fines terapéuticos ha sido un tema de discusión por parte de diferentes sectores y grupos sociales. Por lo tanto, ha desencadenado un gran debate público en cada uno de los países del mundo por parte de expertos y legos. En el territorio septentrional de Australia se aprobó, en 1995, una ley sobre los derechos de los enfermos, que legalizaba la eutanasia y el suicidio médicamente asistidos. Así, Australia se convirtió en el primer país del mundo donde estos se legalizaron. En Holanda, la legalización de la práctica de la eutanasia se aprobó en el año 2001, para casos de sufrimiento físico inaguantable; en la actualidad, está en camino de regular también la sedación terminal paliativa como alternativa a la eutanasia. Por su parte, Bélgica también entró a hacer parte de los primeros países en legalizar la eutanasia. Esto ocurrió en septiembre del año 2002. Sin embargo, la ley belga, a diferencia de la holandesa, permite la aplicación de la eutanasia en casos no sólo de sufrimiento físico, sino también psicológico, siempre y cuando estén asociados a una condición médica sin solución (Recuero, 2004). En Estados Unidos, el estado de Oregón, en 1994, aprobó el suicidio médicamente asistido (aunque no la eutanasia); sin embargo, éste es el único estado que lo permite. Actualmente se está tramitando una ley a nivel nacional - The Pain Relief Promotion Act- la cual está pendiente de aprobación por parte del Senado. Dicha ley impediría, a nivel federal, Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología el empleo de sustancias letales como medios para practicar el suicidio asistido. En Canadá, la eutanasia aún no está legalizada; sin embargo, se han presentado varios casos que han buscado asistencia médica para el suicidio. En la actualidad, se desarrolla un debate para reglamentar algo al respecto. En el Reino Unido, de acuerdo con Dunsmuir y Tiedemann (2007), la eutanasia es ilegal; no obstante, se admite en ciertos casos para no mantener innecesariamente tratamientos que prolongan la vida de los pacientes. Hace algunos años, se redactó un proyecto de ley llamado “Muerte asistida para enfermos terminales”; pero fue rechazado por el Senado en el año 2006. Por su parte, en Francia, en 1978, se presentó un proyecto de ley que buscaba evitar los cuidados médicos desproporcionados. Dunsmuir y Tiedemann (2007) refieren que, en agosto del año 2004, el Ministro de Salud de este país reabrió el debate sobre la eutanasia, proponiendo legalizar el derecho a morir dignamente. Sin embargo, esto aún no ha sido legalizado. En Italia, la Federación de Colegios de Médicos, Cirujanos y Odontólogos redactó, en el año 2007, un documento en el que se oponen claramente a la eutanasia. En lo que respecta a Japón, en Marzo de 1995, la corte enuncio cuatro condiciones bajo las cuales permitiría la eutanasia: a) que el paciente padeciera un dolor físico inaguantable, b) que la muerte fuera inminente, c) que ya se hubieran tomado todas las medidas para eliminar el dolor, y d) que el paciente hubiera expresado su consentimiento para realizar esta acción. En otros países como Dinamarca, Letonia, Checoslovaquia y Suiza, desde la mitad del siglo XX, se admite perdón judicial en los casos de eutanasia (Recuero, 2004). En España, el homicidio eutanásico o suicidio eutanásico asistido justificado tiene una pena menor. El congreso de este país ha rechazado en varias ocasiones la ley que pretende despenalizar la eutanasia. Así mismo, el Consejo de Colegios Médicos y la Organización Médica Colegial se han opuesto a su legalización (Recuero, 2004). En 69 Gloria del Pilar Cardona, Ángela Nicole Cabal, Clarena Zuluaga Álvarez. términos generales, los demás países no nombrados castigan en sus códigos penales el homicidio eutanásico y la cooperación a éste, haciéndolo de una forma más benigna que la punición al homicidio y a la ayuda al suicidio ordinario. Por su parte, en América latina, la eutanasia continúa siendo un tabú que genera diferentes reacciones en cada uno de los sectores de la sociedad. Sin embargo, en la actualidad, existen proyectos de ley que buscan reglamentar o legalizar los actos médicos hacia el final de la vida y el derecho a morir dignamente. En Colombia, la eutanasia fue despenalizada en 1997, cuando la Corte Constitucional determinó que no resultaría punible la conducta acordada entre el médico y un paciente con enfermedad terminal que solicitase de forma deliberada la intervención médica para poner fin a su existencia. Aunque no es castigada en Colombia, la eutanasia no ha sido regulada aún, razón por la cual el 24 de agosto de 2006, el Senador Armando Benedetti presenta al Congreso el Proyecto de Ley Estatuaria 100. En éste se establecen las características de los casos que podrían considerarse como válidos para optar por la eutanasia como opción: a) ser mayor de edad con enfermedad terminal, b) estar en pleno uso de las facultades mentales para decidir, c) experimentar un intenso dolor físico no curable, y d) solicitar el procedimiento de forma libre, informada, por escrito y reiteradamente. Todo lo anterior podría llevar a certificar un deseo no momentáneo y sólido, el cual podría ser considerado para aprobar la eutanasia. Este proyecto de ley también establece los requerimientos que ha de cumplir el médico tratante, incluyendo también la acción directa del psicólogo en dos momentos: a) en el diálogo frente a la solicitud, para evaluar la madurez y racionalidad del juicio del paciente y los aspectos relacionados con su voluntad de morir, y b) durante la valoración, para confirmar que el paciente cuenta con todos los elementos necesarios para tomar un decisión. El Proyecto de ley propuesto tiene que pasar por cuatro debates antes 70 de ser aprobado; sin embargo, Armando Benedetti, senador líder de este proyecto, lo retiró del senado el 11 de noviembre de 2007 antes de su primer debate. Lo anterior con el fin de realizar algunas modificaciones y ajustes antes de ser debatido; se espera que éste se presente nuevamente en el año 2008. Benedetti concluyó que por ahora no insistirá en presentar nuevamente la iniciativa y que esperará a conocer la nueva conformación en el 2010, sólo hasta ese momento refiere que considerará nuevamente presentar el proyecto de ley, como se puede observar en la página web del senado, en la cual se informa sobre la importancia de regular la prestación de servicios medios paliativos y la importancia de empezar a posicionar el tema de muerte digna en aquellas personas en las cuales su calidad de vida se ve afectada por procesos de alud enfermedad. Papel del psicólogo dentro de las políticas públicas sobre eutanasia El papel del psicólogo en la discusión de las políticas públicas con respecto a la eutanasia y en su rol en el cuidado paliativo, ha sido ignorado por largo tiempo. De acuerdo con Block y Billings, 1995; Chochinov y Wilson (1995, citados en Galbraith y Dobson, 2001), la mayoría de los estudios existentes en el tema se han centrado en el rol del psiquiatra. Por su parte, las contribuciones del psicólogo han sido ignoradas, en especial en aspectos relacionados con la eutanasia y el suicidio asistido. Para Mitchell y Owens (2000), la psicología ha dejado claro cómo puede contribuir al debate sobre la eutanasia, aclarando aspectos tan controversiales e importantes de la discusión como el tema de la autonomía. Así mismo, les ayuda a entender a las demás disciplinas la importancia de la psicología paliativa al final de la vida y el efecto de los proyectos de ley en la dimensión psicosocial del contexto donde se formulen. Algunas investigaciones han aclarado la gran importancia de los aspectos psicológicos en la de- Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología PSICÓLOGO Y POLITICAS PÚBLICAS DE LA EUTANASIA cisión sobre la eutanasia. Un estudio llevado a cabo en Holanda demuestra que solo un 5 % de los casos que requieren eutanasia lo hacen con base al dolor como problema primario (van der Wal y Dillmann, 1994, citados por Mitchell y Owens, 2000). De acuerdo con estos investigadores, esto significaría que otros aspectos, como las necesidades psicológicas o emocionales (el llamado dolor psicológico), podrían ser las principales causas para la solicitud de la aceleración de la muerte en pacientes terminales. Esto confirmaría la relevancia del papel del psicólogo en el proceso de la eutanasia. Entre los factores emocionales, el más prevalente en pacientes terminales que solicitan eutanasia o suicidio asistido, es la depresión (Zaubler & Sullivan, 1996, citados por Galbraith y Dobson, 2001). Un reporte sobre la depresión en pacientes terminales mostró que entre el 13% y 26% de ellos sufren de depresión; ésta es mucho mayor en aquellos que expresan su deseo de morir (Brown et al. 1986; Chochinov et al. 1995; citados por Galbraith y Dobson, 2001). Por lo tanto, la evaluación de la depresión en pacientes terminales que solicitan la eutanasia debe ser primordial y necesita ser realizada por un profesional en salud mental. Por otra parte, Mitchell y Owens (2000) proponen que es muy importante que los psicólogos consideren las siguientes acciones en el tema de la eutanasia y los cuidados hacia el final de la vida: a) incluir la eutanasia en el contexto de los cuidados paliativos, b) incluir el tema de la autonomía y la contribución de la psicología en este debate, c) evaluar o interpretar la solicitud de asistencia a la muerte sin degradarla, d) desarrollar y explicar el rol de la evaluación psicológica en el cuidado hacia el final de la vida, e) considerar la solicitud de muerte en el contexto social en el que tendrá lugar, y f) considerar a importancia de la psicología paliativa para cubrir la necesidades psicológicas de la persona moribunda y de los cuidadores. Para incluir la eutanasia en el contexto de los cuidados paliativos se hace necesario que el psicólogo, Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología una vez legalizado este procedimiento, participe activamente en la realización de protocolos o guías de manejo que permitan una acción estructurada. Weisstub, 1990; Farrenkopf y Bryan, (1999, citados por Galbraith y Dobson, 2001), refieren que si el suicidio asistido es legalizado, es esencial incluir la evaluación psicológica del paciente terminal. Es claro que esto requeriría psicólogos experimentados y con entrenamiento en este tipo de evaluaciones y con protocolos claros a seguir. Mitchell (1999, citado por Mitchell y Owens, 2000), comenta que, en Holanda y nueva Zelanda, el psicólogo sigue los siguientes pasos cuando un paciente terminal solicita la eutanasia: a) entablar un diálogo para explorar problemáticas y el fundamento de la decisión, b) discutir los problemas relacionados con la solicitud de muerte, incluyendo el hecho de evaluar con el paciente otras opciones, y c) educar al cuidador y a la familia para que fomente el sentido de autonomía y control del paciente. Con respecto a la autonomía, desde la psicología, decidir entre un rango de opciones que posiblemente incluyan la eutanasia, podría ser un requisito para que tanto el paciente terminal, como sus familiares, sientan un grado de autonomía y control personal. En este punto, para poder orientar una decisión, el psicólogo necesita conocer las opciones disponibles, así como los fundamentos biopsicosociales y espirituales que impulsan al paciente a optar por la eutanasia. Además, debe evaluar el nivel de entendimiento por parte del solicitante de la irrevocabilidad de la opción y; por supuesto, se hace indispensable identificar la competencia de la persona para tomar decisiones tan cruciales como ponerle fin a la vida. De acuerdo con Werdi y Cobia (1995, citados por Mitchell y Owens, 2000), la competencia para tomar decisiones se ha asociado a si el fundamento de la decisión se basa en una lógica racional y no en psicopatología o fundamentos de poco peso. Sin embargo, la llamada muerte racional es un término que ha generado mucha controversia, razón por la cual estos autores consideran la importancia de esta- 71 Gloria del Pilar Cardona, Ángela Nicole Cabal, Clarena Zuluaga Álvarez. blecer criterios claros para determinar con precisión la racionalidad en las decisiones cuando se desean la eutanasia o el suicidio asistido como opciones. Un estudio realizado por Werdi y Liddle, (1994, citados por Galbraith y Dobson, 2001) estableció que una gran mayoría (81%) de los miembros de la APA, de la división 20 de psicoterapia, pensaba que el suicidio asistido podría ser una decisión racional bajo circunstancias específicas. Entre éstas se incluían: a) cuando la persona está actuando por voluntad propia, b) cuando es competente para hacer juicios, y c) cuando son pacientes terminales. Farberman (1997 citado por Galbraith y Dobson, 2001) agrega que otro punto importante para determinar que una decisión es racional es que no se debe estar tomando bajo presiones externas. Con respecto a la tercera acción, evaluar la solicitud de paciente, se ha dicho que todo intento de exploración del deseo de morir limita la decisión autónoma de éste (Allen, 1998, citado por Mitchell y Owens, 2000). Otros autores consideran que la solicitud de morir necesita ser evaluada para acceder a los múltiples significados que ésta tiene para la persona, factor frente al cual la psicología está de acuerdo. Finalmente, es importante anotar que el rol del psicólogo es de gran importancia en dos ámbitos. El primero corresponde a los debates para la aprobación de políticas públicas relacionadas con decisiones como la eutanasia. Es claro que el psicólogo puede aportar a la discusión para que se consideren aquellas necesidades psicosociales, existenciales y espirituales, las cuales podrían apoyar o, en algunos casos, negar el derecho a la muerte digna de las personas en estado terminal. Durante esta formulación de políticas, el psicólogo necesita participar activamente, dejando claro y exigiendo con argumentos sólidos su participación dentro del grupo interdisciplinario (en caso de ser aprobada la eutanasia). También puede argumentar que su presencia es importante ya que juega el rol de facilitador y evaluador en la toma de decisiones 72 vitales; así mismo, se puede desempeñar como educador del paciente y la familia en lo que atañe a aspectos relacionados con el cuidado paliativo. Además, puede servir como agente facilitador del afrontamiento y del bienestar emocional-existencial de los diferentes actores que viven el proceso de la eutanasia. Finalmente, el psicólogo también sería un importante actor para determinar cuáles casos realmente podrían optar por esta opción debido a su competencia en lo que respecta a la evaluación de toma de decisiones, con bases racionales. Así bien, está en capacidad de justificar la petición del paciente y determinar la ausencia de otros factores psicopatológicos asociados, lo cual contribuiría a que la eutanasia no se sobre-utilice. Esto le da al psicólogo el rol de regulador, si se le puede llamar así. Además, no se debe desconocer la importancia y responsabilidad que tienen las leyes que regulan el Plan Obligatorio de Salud (POS) en Colombia. Éstas deben comenzar a incluir dentro de sus actividades los cuidados paliativos para aquellos pacientes que lo requieran. Cabe anotar que la solicitud de estos servicios está supeditada al criterio de las empresas promotoras de salud, lo cual afecta la calidad de vida de las personas. Conclusiones y discusión El debate acerca de la eutanasia y del suicidio asistido tiene carácter internacional e interdisciplinario pues incluye expertos de diferentes disciplinas y legos de todo el mundo. Estos, desde su visión ideológica y moral, opinan sobre el tema. Aunque la profesión médica ha rechazado estas prácticas desde los tiempos de Hipócrates, debido a que el objetivo de la medicina siempre ha estado dirigido a mantener la salud y la vida, en la actualidad y con el desarrollo de la medicina paliativa, los profesionales de la salud se han orientado no solo a curar para mantener la vida, sino también a procurar un buen morir. El derecho a la muerte no ha sido regulado constitucionalmente, como sí lo ha sido el derecho a la Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología PSICÓLOGO Y POLITICAS PÚBLICAS DE LA EUTANASIA vida. De hecho, solo hasta hace poco se empezó a considerar que si la vida era un derecho, tampoco se podría imponer como un deber y mucho menos en personas con enfermedades terminales. Por esta razón, la eutanasia se encuentra aprobada en países como Australia septentrional, Holanda, Bélgica, el estado de Oregón en Estados Unidos y Japón. Sin embargo, en términos generales, los demás países castigan, en sus códigos penales, el homicidio eutanásico y la cooperación a éste, de una forma más benigna que la punición al homicidio y la ayuda al suicidio ordinario. En Colombia, al ser la eutanasia despenalizada y estar en fase de aprobación el proyecto de ley para regular su práctica, se hace necesaria la participación de los psicólogos en los próximos debates sobre el tema. Dicha participación podría llevarse a cabo por medio de acciones directas, tales como incluir el tema de la autonomía y facilitar la compresión de las necesidades psicosociales, existenciales y espirituales, las cuales podrían apoyar la muerte digna en personas que se encuentran en estado terminal. En caso de legalizar la práctica de la eutanasia en Colombia, los psicólogos deberían participar activamente dentro de la formulación de protocolos de regulación, dejando claro y exigiendo con argumentos sólidos su participación dentro del grupo interdisciplinario en acciones como: a) evaluación de la solicitud de asistencia a la muerte (justificación racional del deseo de morir y significado de ésta para el paciente); b) evaluación de la competencia para la toma de decisiones (factor indispensable para aprobar su solicitud), c) valoración del estado mental, social y familiar del solicitante, lo cual es importante como base de aprobación y de apoyo durante el proceso, d) intervención en el proceso de apoyo emocional, tanto para el paciente como para la familia, e) orientación en toma de decisiones durante el proceso, tanto para el personal médico, como para los familiares y el paciente, f) educación del cuidador y la familia para fomentar sentido de autonomía y control, g) diseño y validación de pro- Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología tocolos o guías de manejo que permitan estructurar y evaluar la eficacia de las acciones anteriores, y h) investigación psicosocial sobre los casos presentados para una mejor comprensión de este fenómeno en Colombia. Así, con la inclusión de la psicología dentro del entendimiento de la eutanasia como alternativa para el final de la vida, podremos acercarnos al lado humano que necesitamos incluir en las decisiones con respecto a su regulación por medio de políticas públicas; más allá de los dogmas, creencias o ideologías de cualquier tipo, se logrará entender los aspectos emocionales, existenciales, sociales y espirituales que en ella influyen, para finalmente tomar decisiones, a partir de un entendimiento profundo del ser humano y de su relación con los ciclos de vida y muerte. Referencias Alvarez, T. y Velásquez, O. (2005). Aproximación al Concepto y Evolución Histórica de los Cuidados Paliativos. En Vélez, H., Rojas, W., Borrero, J. y Restrepo, J. (Eds.), Dolor y Cuidados Paliativos. Buenos Aires: Corporación para Investigaciones Biológicas. Berghs, M., Dierckx de Cástrele, B. y Gastmans, C. (2005). The Complexity of Nourses Attitudes Toward Euthanasia: a review of the Literature. 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