NOCHE Y NIEBLA Viaje al horror Por Marc Angrill Jordà En 1955, Resnais estrenó un breve pero profundo documental sobre la realidad de los campos de concentración y exterminio alemanes, los cuales estuvieron en marcha durante toda la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Supuso todo un ejemplo de cómo tratar una de las mayores tragedias humanas sin cometer los típicos errores que se derivan de un tema tan sensible como trascendente. Diez años después del fin de la matanza mundial, el mensaje venía a recordar que lo sucedido no debería caer en el olvido ni pensar que nunca más podría volver ocurrir. La crudeza de las imágenes y la incómoda verdad de la connivencia de la Francia de Vichy con los ocupantes alemanes abrieron de nuevo algunas heridas que algunos no querían reabrir. El gobierno francés y la embajada alemana fueron algunos de los organismos que trataron de censurar e incluso vetar la película. A pesar de ello, ésta se convirtió en un referente para la gran cantidad de documentales que posteriormente se han hecho sobre el tema, además de influenciar por igual a la ficción. Grandes películas como La vida es bella (Roberto Benigni, 1997), el famoso cómic Maus (Art Spiegelman, 1991) o el best-seller El niño con el pijama de rayas (John Boyne, 2006), son ejemplos de ello. En este film, Resnais nos ofrece un viaje a los campos de concentración y exterminio con el que descubrimos los vestigios ruinosos y las pruebas fílmicas del horror nazi. Usando una combinación de material visual conseguido de la Alemania nazi, de los aliados y de su propio material rodado por su equipo, el documental nos contrasta el aspecto campestre y tranquilo que presentaban en ese momento (y aun en la actualidad) los campos, con las imágenes de lo que ocurría en ellos durante la guerra y lo que se grabó al ser liberados por las tropas aliadas. Las tomas propias se distinguen por ser a color, mientras que el material recopilado es en blanco y negro. Las primeras se usan para invitarnos al lugar de los hechos y para darnos una visión en perspectiva de la actualidad siempre sin gente, solo paisaje; mientras que los fragmentos en blanco y negro sirven para mostrarnos seguidamente las imágenes de parte del horror que fue filmado. Mediante travellings y tomas aerias vemos los campos de concentración ya desiertos, algunos medio en ruinas y reverdecidos por la hierba, que ya no parecen ser el terrible destino que fueron para los presos pocos años antes. Por contra, las imágenes de archivo muestran multitudes famélicas, personas abatidas, rostros de desesperación y miedo, muestras detalladas de las atrocidades cometidas y evidencias del tratamiento denigrante que recibían los prisioneros. El texto poético del narrador -locutado por Michel Bouquet- que nos conduce hacia los campos y entre el presente y el pasado fue escrito por Jean Cayrol, que fue uno de los supervivientes del campo de Mauthausen. Su contratación para la película fue clave para que Resnais decidiera hacerla, puesto que en un principio no le convencía la idea. Con un tono cínico, a veces irónico, otras veces triste, el narrador empieza contextualizando cómo aparecen los campos de concentración tras el auge del nacional-socialismo y el ascenso de Adolf Hitler al poder. Con unas pocas frases, o más bien lemas, que acompañan las imágenes de la liturgia nazi nos ilustra el pensamiento que motivó todo aquello. Luego, describe rápidamente cómo se proyectaron y construyeron los campos, relacionando todo el proceso con el que se sigue para cualquier edificación. En menos de dos minutos ya nos han resumido el origen de los complejos de exterminio por trabajo forzado, mofándose -de paso- de la variedad de estilos arquitectónicos y excentricidades que éstos presentaban. El relato sigue explicando exhaustivamente, más con imágenes que con palabras, las deportaciones y el funcionamiento de los campos, llegando hasta los aspectos más terribles como los métodos de exterminio y los experimentos macabros. En realidad, la narración recae sobre las imágenes, y la voz sirve como apoyo para resaltar el significado de estas o sugerir una reflexión. Cada fragmento de película contiene por si solo mucha información y posee muchas connotaciones que inevitablemente invitan a la reflexión y suscitan emociones cada vez más intensas según aumenta la crudeza del relato. Aunque Resnais se mostró muy preocupado en que la saturación de visiones impactantes acabara por insensibilizar al espectador, el tono in crescendo y la brevedad de la pieza en su conjunto consiguen transmitir el mensaje de forma clara y muy directa sin que el carácter sobrecogedor de lo mostrado llegue a hacerse-nos monótono. El documental se centra en el campo de Auschwich -probablemente el más famoso de todos- pero también muestra imágenes de otros grandes campos, comparando sus características y destacando sus peculiaridades. El funcionamiento interno de estos complejos se nos explica de forma escueta y veloz, explicando el proceso de criba de los recién llegados, indicando la jerarquía que imperaba dentro del campo, la clasificación de los presos mediante una simbología cosida en sus uniformes, mostrando las infraestructuras, la rutina diaria, las atrocidades a las que eran sometidos los reos, etc. Merece especial mención la explicación de la figura del “Kapo”, un jefe de entre los propios presos al que se le concedían toda clase de privilegios. Suele pasarse por alto que a veces eran más cruele los prisioneros que ostentaban el poder que los propios SS. Así pues, se muestra y explica la sociedad que surgía paralelamente dentro de estos espacios de muerte, donde la comida y los cigarrillos eran la divisa vigente, y en donde lo mejor y lo peor de las personas salía a la luz irremediablemente. Respecto al acompañamiento musical, podemos decir que cumple bien su función sin destacar especialmente. Se trata de una composición constante de ritmo lento, que básicamente se mueve entre pasajes solemnes y agridulces diferenciados por el predominio de instrumentos de viento graves o agudos en los respectivos momentos. Sin duda, el elemento de más peso en importancia que contiene la película es el discurso, sobretodo la reflexión final. La razón de su importancia recae en lo profundo de su planteamiento filosófico, que huye de valoraciones poco maduras sobre la culpabilidad. El discurso no se pierde en el sentimentalismo o el reproche, sino que sitúa a la humanidad, no solo a los alemanes, como los sujetos susceptibles de cometer actos tan terribles. Es decir, el filme no señala a los alemanes como un pueblo peligroso más propenso que otros a llegar a este extremo de maldad sino que lo plantea como un peligro de la condición humana. Ésto se ve claro en la reflexión final: «¿Quienes entre nosotros vigilan desde esta extraña atalaya para advertir de la llegada de nuevos verdugos? ¿Son sus caras realmente diferentes a las nuestras? […] como si el viejo monstruo yaciese bajo los escombros […] como si de verdad creyésemos que todo esto ocurrió sólo en una época y en un solo país.» El impacto que produjo en las mentes modernas el descubrimiento de las atrocidades cometidas desde las mismas instituciones del Estado, industrializando el exterminio, tuvo que ser necesariamente analizado tras la guerra, y el principal tema fue claramente el de la culpabilidad. Los juicios de Nuremberg fueron la escenificación más clara de éste debate. Años después, en la magnífica película Vencedores o vencidos (Stanley Kramer, 1961) se plantea en profundidad este tema tratando los argumentos de fiscalía y defensa en dichos juicios, cuyas bases filosóficas bebían de las corrientes etnocentristas del romanticismo alemán (Herder, Goethe, etc.) y las ideas universalistas heredadas directamente de la Ilustración, respectivamente. Básicamente, la cuestión es si los que participaron o no hicieron nada son culpables por ello, o si no se les puede condenar por estar simplemente cumpliendo ordenes sin cuestionarlas, tal y como se los ha educado. Respecto a la cuestión de la maldad, Hannah Arendt llegó a la conclusión de que quienes estaban detrás de este horror no eran necesariamente perversos, ni tenían patologías ni razones ideológicas, sino que simplemente carecían de la capacidad de juicio, estaban anulados mentalmente como individuos críticos. «El criminal del totalitarismo no es un monstruo ni un alienado, tampoco un loco, es simplemente alguien a tal punto superfluo que se vuelto incapaz de dar respuesta a una situación moral conflictiva desde su propio juicio». Por eso, Arendt llama a este fenómeno “banalidad del mal”, pues tras él no hay más que superficialidad. Este concepto se opone al concepto moderno de “mal radical”, acuñado por Kant, que hace residir el mal en «una incapacidad intrínseca a la naturaleza humana de conciliar el deseo de su inclinación sensible con el mandato de su máxima racional», tal impotencia sería natural al hombre y sólo se subsanaría con el progreso de su razón. Pero lo cierto es que en pleno siglo XX la razón se desvaneció en más de una ocasión y éste “monstruo” despertó cuando muchos pensaban que por fin la razón había triunfado. Lejos de ser una recopilación morbosa de imágenes desagradables, Noche y niebla consigue un equilibrio entre la necesidad de mostrar el horror y la importancia de no bombardear al espectador con información escabrosa, entre un estilo poético y un discurso profundo, entre un relato estructurado y conciso frente al extenso material visual. No se trata de un documental acusador que fomenta el desprecio hacia el régimen nazi ni busca tocar la sensibilidad del público; es un resumen de lo allí que pasó, una invitación a la reflexión profunda del porque de todo aquello con la firme voluntad de que no sea olvidado para que no se repita. BIBLIOGRAFIA: http://pacopuntodoc.wordpress.com/2010/10/30/noche-y-niebla-alain-resnais-1955/ http://hannaharendt.cl/Filosofa.html http://en.wikipedia.org/wiki/Night_and_Fog_(1955_film) http://segundaguerramundialenelcine.blogspot.com.es http://peliculasdelholocaustojudio.blogspot.com.es http://www.academia.edu/565022/El_mal_en_Kant