José Alfredo Fuentes: la culpa fue mía

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LATERCERA Sábado 18 de junio de 2016
Sociedad
Espectáculos
COLUMNA
José Alfredo
Fuentes: la
culpa fue mía
Mauricio Jürgensen
Periodista de música
S
implemente dejó de llamarla y no la fue a ver
nunca más. Hoy, a más
de medio siglo de tamaño desaire con una pobre chiquilla llamada Mónica con la
que salió en la adolescencia, el
“Pollo” Fuentes lo admite sin
rodeos: “Me porté como el ajo
con ella”. Por eso compuso Te
Perdí, porque sabía muy bien
que la culpa era suya y porque
se dio cuenta muy tarde que
aún la quería.
La escribió “en un rato”, encerrado en el baño del departamento donde vivía en la Avenida
Santa María, de Santiago, justo al
frente de ese puente curvo, donde los enamorados de hoy encadenan candados y grafitean
mensajes. José Alfredo Fuentes,
un hombre muy de su época, era
de los que curtía la pena con
canto y por eso se metió enguitarrado a la tina de su casa de soltero para firmar una de las canciones chilenas más tocadas y
pedidas de 1966 y que con el
tiempo se convertiría además en
la pieza más significativa de su
carrera.
Eso pasó hace medio siglo, el
año además de su primer Caupolicán y de su consolidación artística con sólo 18 años de edad y
RR El “Pollo” Fuentes está celebrando 50 años de carrera. FOTO: ARCHIVO LA TERCERA
sólo tres singles estrenados en
radios. Pero no es el nombre del
“Pollo” el primero que salta a la
vista cuando se revisa la mejor
cosecha del 66. Tal como pasa en
el mundo anglosajón con el dato
duro e indesmentible de que fue
Frank Sinatra el más tocado de
esa temporada con Strangers in
the Night, la mirada del revisionismo más ilustrado se detiene
en los títulos de otros como The
Sounds Of Silence, de Simon &
Garfunkel; Pet Sounds, de The
Beach Boys; Revolver, de The
Beatles y Blonde on Blonde, de
Bob Dylan.
En Chile, ese 1966 también asis-
tió al debut homónimo de Víctor
Jara y Patricio Manns (Entre Mar
y Cordillera) y a la despedida discográfica de Violeta Parra (Las
Últimas Composiciones) en momentos en que la Nueva Canción
Chilena se consolidaba con justicia como un género definitivo
gracias a la alianza del mismo
Jara con Quilapayún y al segundo título original del olvidado
Rolando Alarcón. Y en ese mundo híper ideologizado, las cuitas
románticas del ídolo de las calcetineras no eran precisamente
bien vistas aunque la historia todavía da pruebas de la imbatibilidad de ese repertorio en el gus-
to popular.
Lo que se abre con la mirada de
estos meses a la música de hace
medio siglo es el viejo debate entre lo trascendente y lo frívolo,
entre lo esencial y lo desechable.
Un paradigma odioso y obsoleto
cuando por estos días es el mismo Dylan el que versiona a Sinatra y el “Pollo” Fuentes el que recuerda tímidamente esa vez en
que Víctor Jara se le acercó en un
café del centro de Santiago para
felicitarlo por cómo alegraba a la
juventud con su canciones. Una
lección de grandeza para revisar
con más justicia la música de
siempre.
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