93 LATERCERA Sábado 18 de junio de 2016 Sociedad Espectáculos COLUMNA José Alfredo Fuentes: la culpa fue mía Mauricio Jürgensen Periodista de música S implemente dejó de llamarla y no la fue a ver nunca más. Hoy, a más de medio siglo de tamaño desaire con una pobre chiquilla llamada Mónica con la que salió en la adolescencia, el “Pollo” Fuentes lo admite sin rodeos: “Me porté como el ajo con ella”. Por eso compuso Te Perdí, porque sabía muy bien que la culpa era suya y porque se dio cuenta muy tarde que aún la quería. La escribió “en un rato”, encerrado en el baño del departamento donde vivía en la Avenida Santa María, de Santiago, justo al frente de ese puente curvo, donde los enamorados de hoy encadenan candados y grafitean mensajes. José Alfredo Fuentes, un hombre muy de su época, era de los que curtía la pena con canto y por eso se metió enguitarrado a la tina de su casa de soltero para firmar una de las canciones chilenas más tocadas y pedidas de 1966 y que con el tiempo se convertiría además en la pieza más significativa de su carrera. Eso pasó hace medio siglo, el año además de su primer Caupolicán y de su consolidación artística con sólo 18 años de edad y RR El “Pollo” Fuentes está celebrando 50 años de carrera. FOTO: ARCHIVO LA TERCERA sólo tres singles estrenados en radios. Pero no es el nombre del “Pollo” el primero que salta a la vista cuando se revisa la mejor cosecha del 66. Tal como pasa en el mundo anglosajón con el dato duro e indesmentible de que fue Frank Sinatra el más tocado de esa temporada con Strangers in the Night, la mirada del revisionismo más ilustrado se detiene en los títulos de otros como The Sounds Of Silence, de Simon & Garfunkel; Pet Sounds, de The Beach Boys; Revolver, de The Beatles y Blonde on Blonde, de Bob Dylan. En Chile, ese 1966 también asis- tió al debut homónimo de Víctor Jara y Patricio Manns (Entre Mar y Cordillera) y a la despedida discográfica de Violeta Parra (Las Últimas Composiciones) en momentos en que la Nueva Canción Chilena se consolidaba con justicia como un género definitivo gracias a la alianza del mismo Jara con Quilapayún y al segundo título original del olvidado Rolando Alarcón. Y en ese mundo híper ideologizado, las cuitas románticas del ídolo de las calcetineras no eran precisamente bien vistas aunque la historia todavía da pruebas de la imbatibilidad de ese repertorio en el gus- to popular. Lo que se abre con la mirada de estos meses a la música de hace medio siglo es el viejo debate entre lo trascendente y lo frívolo, entre lo esencial y lo desechable. Un paradigma odioso y obsoleto cuando por estos días es el mismo Dylan el que versiona a Sinatra y el “Pollo” Fuentes el que recuerda tímidamente esa vez en que Víctor Jara se le acercó en un café del centro de Santiago para felicitarlo por cómo alegraba a la juventud con su canciones. Una lección de grandeza para revisar con más justicia la música de siempre.