'Hay voces contra los diálogos que solo buscan beneficios políticos' Por: EDULFO PEÑA | 27 de Abril del 2013 –EL TIEMPO Silvia Rucks, jefa del PNUD en Colombia, y el catedrático Alejo Vargas están al frente del foro sobre participación política. Nicanor Restrepo cree que el país está ante su mejor oportunidad para lograr la paz. Ahora Nicanor Restrepo Santamaría, el otro hombre fuerte del poderoso Sindicato Antioqueño, reparte su tiempo entre París y Medellín en la preparación de su tesis posdoctoral en sociología y las clases que imparte como profesor de posgrado en esta materia en la Universidad Nacional de Antioquia. (Lea también: Comienza en Bogotá el foro sobre participación en política). Y no es que ya no se interese por el crecimiento de la economía, o no se deleite con una noche de tangos, ni sufra por la suerte de su partido (el Conservador), sino que ha encontrado una disciplina que le prodiga mayor felicidad: el cultivo del conocimiento. (Lea también: ¿Una rendija para las víctimas? / Análisis). Y ahí, entre trasnochos y madrugadas de insomnio, Restrepo sueña con la Colombia en paz por la que ha trabajado casi toda su vida. Por eso aceptó hablar del tema con EL TIEMPO. (Lea también: La reinserción peligra por prejuicios: Gobierno). ¿Qué lectura tiene de la Colombia de hoy en términos políticos? Estoy convencido de que lo que está ocurriendo en Colombia, con un optimismo moderado, es una coyuntura muy especial que nos acerca, quizá como nunca, a lo que es el fin de un conflicto que viene desangrando, produciendo víctimas, atraso, desplazamiento, dolor y miseria. Por primera vez veo, con una esperanza moderada, que hay señales positivas que nos permitirían, ojalá, ponerle fin a este conflicto. ¿Por qué subraya y reitera la expresión ‘moderada’? Hablo de moderación porque en el conflicto colombiano ha habido una historia larga de frustraciones y desengaños, aunque también ha habido momentos en que grupos que participaban en el conflicto interno se amnistiaron y se reincorporaron a la vida civil. Ha habido éxitos y fracasos, por eso prefiero ponerle ese filtro y mirar el proceso con un optimismo respetuoso. Y ojalá podamos llegar ahora al final del conflicto, pero por su misma naturaleza hay circunstancias que a veces lo hacen dudar a uno del buen resultado. Rudolf Hommes y Juan Mario Laserna creen que si hay un acuerdo de paz, el PIB podría crecer por lo menos dos puntos adicionales. ¿Usted piensalo mismo? Pienso que sí. Esa cifra del 2 por ciento adicional de crecimiento se viene agitando desde hace mucho tiempo; yo no sé bien cuál es el fundamento macroeconómico, pero igual me uno a esos pronósticos. Además, hay otra parte importante: más allá de esa cifra, podría haber un crecimiento más armónico en la medida que el país pueda dedicar más recursos a la educación, a la salud, pues habría un proceso de inclusión social, de mejoramiento de las condiciones colectivas de vida y por consiguiente una perspectiva de mayor crecimiento económico. ¿La violencia todavía frena mucho el progreso? Sí. La inversión podría ser mucho más activa en el sector agrario. Colombia tiene un enorme potencial desde el punto de vista de la producción de alimentos, en un mundo que va a requerir cada vez más de estos. Sin lugar a dudas en el momento en que haya un ambiente de paz y de concordia habrá inversión nacional e internacional en el sector agrario y pecuario y se van a generar muchas posibilidades de empleo y riqueza colectiva. ¿Hacer la paz justifica tragarse todos los ‘sapos’ ? Hay que hacer esfuerzos grandes, primero que todo, por perdonar, por reparar a las víctimas, por preservar la memoria para que no se repitan los hechos que nos han llevado a estos decenios de tristeza, de muerte, de violencia, de desplazamientos. Y todos esos esfuerzos significan sacrificios. Posiblemente en lo político hay que hacer algunas concesiones y esfuerzos. En los procesos de justicia transicional habrá que buscar algún mecanismo que permita que la justicia impere, pero que al mismo tiempo en aras de un proceso colectivo de paz y de concordia se puedan suavizar las consecuencias de esas penas como ha ocurrido en el pasado y como ocurre en el mundo entero. Hay que hacer algunos esfuerzos y sacrificios, y Colombia tiene históricamente, hablando, una tradición de hacerlo con firmeza y con grandeza. ¿Algunas observaciones de la comunidad internacional podrían limitar el logro de la paz? Tiene que haber unos mínimos como el respeto a la justicia, a las víctimas, la reparación, el reconocimiento de las faltas, un proceso que permita que el perdón y la justicia puedan convivir dentro de una estructura constitucional y jurídica tanto nacional como del derecho internacional. De manera que esos sacrificios hay que hacerlos pero naturalmente tienen límites que sean aceptables tanto para la sociedad colombiana como para la justicia internacional. Tengo la impresión de que esa dificultad es superable. Usted participó del gobierno de Belisario Betancur (1982-1986), que hizo un gran esfuerzo por la paz. Después tomó parte en otros ejercicios de este tipo. ¿Qué cree que hay diferente ahora? La Ley 35 de 1982 no tiene precedentes en la historia reciente de Colombia. Fue una amnistía sin limitaciones: perdón y olvido. Fue un acto de una extraordinaria generosidad que lamentablemente no prosperó. Ahora es necesario un mecanismo que permita conciliar una transición entre perdón y justicia, recuperar en un tiempo, con una pena, seguramente moderada, la libertad y los derechos civiles de quienes están combatiendo al Estado. ¿Por qué creerles a las Farc hoy? Alcanzo a interpretar muchas señales positivas; todo lo que se ha logrado desde que se inició el proceso de constitución de la agenda para las negociaciones tiene señales a mi modo de ver muy muy fuertes en el sentido de que hay una voluntad de paz; la composición de las mesas que van rotándose y donde van apareciendo figuras muy importantes de las Farc es un buen signo; hay que decir, además, que el equipo del Gobierno es de una altísima calidad y confiabilidad para los colombianos; hay muchas señales que indican que hay condiciones tanto internas como externas que favorecen una solución negociada del conflicto. Usted está entre quienes creen que esta vez sí será... Sí, porque además, entre otras curiosidades, es esta la primera vez que el punto de partida de la negociación es poner fin al conflicto. Hay elementos que le permiten a uno ser optimista de que por primera vez el propósito central de la negociación sí es ponerle fin al conflicto. Algunos sectores se oponen al proceso de La Habana. ¿Cuáles de esas expresiones le han valido consideración? Algún sector de la sociedad cree que no es posible llegar a una solución política y sigue creyendo en la solución estrictamente militar, lo cual la historia se ha encargado de desmentir. Hay voces que también se oponen a La Habana que son más políticas que de cualquiera otra naturaleza, que apenas persiguen beneficios políticos. ¿Cuál es la posición del empresariado antioqueño frente a La Habana? Hay unidad alrededor del propósito del Jefe de Estado de garantizar la paz y la concordia interna, a favor de la búsqueda de una solución política del conflicto. Además de la violencia, ¿qué otros problemas cree que habría que priorizar para enfrentar? El país necesita hacer esfuerzos muy grandes para combatir la corrupción que es el cáncer que hace más daño y altera la vida social. Y tiene que haber también esfuerzos grandes para buscar mayor inclusión social. ¿Lo conmueve que su partido (el Conservador) haya dejado de ser opción de poder? Sí, no solo me conmueve sino que me duele que sea un partido que haya perdido su norte, tal vez se ha quedado en los quehaceres de la burocracia y de la milimetría que le permite mantener unas posiciones de gobierno, pero sin que represente, a mi modo de ver, muchas una opciones políticas.