Esquizofrenia y disfunción dopaminérgica M. Bernardo*, A. Edo*, R. Deulofeu** *Institut Clínic de Neurociències. **Centre de Diagnòstico Biomèdic. Hospital Clínic. Barcelona RESUMEN Desde la década de los 50 se conoce la implicación de la dopamina en la esquizofrenia, tanto por la capacidad psicotomimética de los agonistas dopaminérgicos, como por el mecanismo de acción de los antipsicóticos clásicos, que actúan antagonizando los receptores D2. La primera teoría dopaminérgica postulaba que la principal anormalidad de esta enfermedad era un exceso de dopamina. En los últimos años se ha refinado esta teoría clásica, concluyendo que los síntomas positivos de la esquizofrenia están causados por un aumento de la liberación fásica de dopamina en el área mesolímbica, mientras que los síntomas negativos se deben a una disminución de la liberación tónica en áreas corticales. También se están realizando diversos estudios con otros neurotransmisores que pueden estar implicados en la aparición y evolución de la esquizofrenia como glutamato, GABA, serotonina, noradrenalina o acetilcolina. Palabras clave: Esquizofrenia. Dopamina. Acción antipsicótica. DOPAMINA Y ESQUIZOFRENIA Evidencias de diferente índole sugieren una implicación del sistema dopaminérgico en la fisiopatología de la esquizofrenia. La administración de dosis altas de anfetaminas u otros agentes con capacidad para aumentar la capacidad dopaminérgica provocan cuadros psicóticos. Por otra parte, los antipsicóticos clásicos usados en el tratamiento de la esquizofrenia son antagonistas del receptor dopaminérgico D2. Estos hechos apoyan la teoría clásica de que la esquizofrenia estaría causada por un exceso de transmisión dopaminérgica. Sin embargo, una serie de pruebas clínicas y experimentales ha llevado a la reevaluación de esta hipótesis. En primer lugar, la esquizofrenia es una enfermedad compleja en la que hay alteraciones en el neurodesarrollo de varias áreas cerebrales (corteza, globo pálido, ventrículos laterales…). En segundo lugar, los antagonistas de los receptores D2 no mejoran la sintomatología negativa y afectiva de la esquizofrenia. Finalmente, es posible inducir cuadros psicóticos mediante la administración de antagonistas de los receptores glutamatérgicos NMDA, lo que sugiere que otros neurotransmisores pueden estar implicados en esquizofrenia. Desde los años 70 se han realizado numerosos estudios con el objetivo de establecer el papel de la dopamina en la esquizofrenia. Muchos de ellos han resultado incompletos por la falta de métodos o instrumentos para valorar de forma eficaz y precisa la fisiopatología de la dopamina. La técnica más aceptada y utilizada para determinar la actividad dopaminérgica es la determinación del ácido homovanílico (HVA) en fluidos corporales, como principal metabolito de la dopamina. Se han observado niveles elevados de HVA en pacientes psicóticos, con trastornos de la conducta alimentaria y en esquizofrénicos deficitarios (Nibuya y cols., 1995) y con sintomatología negativa (Zhang y Figura 1. Vía metabólica catecolaminérgica Tirosina 4 → Dopa → Dopamina ↓ HVA → Noradrenalina ↓ MHPG → Adrenalina ↓ ác. vanililmandélico Psiquiatría y Atención Primaria, Diciembre 2006 cols., 2001). Sin embargo, pacientes esquizofrénicos con predominancia de síntomas positivos presentan una disminución en los niveles de HVA (Davidson y Davis, 1998), con respecto a individuos control. También se ha comprobado que en pacientes esquizofrénicos los niveles de HVA plasmáticos aumentan con la gravedad de la patología y se ha demostrado que el HVA es un buen indicador de la respuesta al tratamiento, ya que en los pacientes con una buena respuesta se produce una disminución en las concentraciones de HVA (Koren y cols. observaron esta disminución en la primera semana de tratamiento y Davidson y cols. corroboraron que la disminución de los niveles de HVA se hacía más notable en pacientes en la quinta semana de tratamiento). Por tanto, la monitorización de las concentraciones plasmáticas de HVA por cromatografía líquida de alta resolución (HPLC) puede ser muy útil para identificar la evolución de los pacientes así como para evaluar la eficacia de nuevos tratamientos. TEORÍA DOPAMINÉRGICA DE LA ESQUIZOFRENIA La hipótesis inicial dopaminérgica proponía un exceso de la actividad dopaminérgica como la principal anormalidad en esta enfermedad (Carlsson y Lindqvist, 1963). Esta se basó en la observación de que los antipsicóticos típicos mejoraban los síntomas psicóticos antagonizando los receptores dopaminérgicos D2 y que los agonistas dopaminérgicos (como la anfetamina) producían síntomas psicóticos. Esta hipótesis original se formuló en la creencia que la dopamina sólo inervaba regiones subcorticales y que estas regiones eran hiperestimuladas por una excesiva transmisión dopaminérgica (Seeman y Lee, 1975; Creese y cols., 1976) Sin embargo, los avances en técnicas bioquímicas y comportamentales permitieron la identificación de proyecciones dopaminérgicas corticales adicionales (Thierry y col., 1973) que respondían de manera diferente a los sistemas dopaminérgicos subcorticales. Estudios posteriores mostraron una regulación opuesta y recíproca de los sistemas dopaminérgicos corticales y subcorticales, permitiendo llegar a una nueva hipótesis dopaminérgica: La fundamental lesión neuroquímica en la esquizofrenia se debía a un déficit de la función dopaminérgica frontal cortical y un incremento de la función dopaminérgica subcortical (Pycock, 1980). Continuando estos primeros hallazgos, estudios de neuroimagen y test neuropsicológicos demostraron la existencia de hipofrontalidad en pacientes esquizofrénicos (Weinberger y Berman, 1996), una correlación de los síntomas negativos con una disminución de la actividad dopaminérgica (Weinberger y cols., 1988) y una disminución de los niveles del receptor D1 en esquizofrénicos (Abi Dhargam y Moore, 2003). Estos estudios sirvieron para corroborar la hipótesis de Pycock que proponía que una hiperactividad dopaminérgica mesolímbica (subcortical) sería la causante de los síntomas positivos de la esquizofrenia, mientras que una Psiquiatría y Atención Primaria, Diciembre 2006 disminución en la actividad dopaminérgica mesocortical (cortical) estaría implicada en los síntomas negativos. De ahí que los antipsicóticos típicos que antagonizaban los receptores D2 disminuyendo el efecto dopaminérgico no sirvieran para mejorar los síntomas negativos. Esta hipótesis se ha perfilado en los últimos años, dando lugar a la teoría más aceptada actualmente: la liberación fásica y tónica de la dopamina. Ésta postula que la causa de los síntomas positivos sería un aumento de la liberación de dopamina fásica (o transitoria) en el área mesolímbica mientras que los síntomas negativos se deberían a una disminución de la liberación tónica (o continuada) en el córtex temporal y prefrontal. La dopamina no es el único neurotransmisor implicado en la esquizofrenia. El desequilibrio dopaminérgico puede ser secundario a aberraciones en otros lugares, incluso quizá un fenómeno compensatorio. Durante años el mayor interés ha estado focalizado en el posible papel del glutamato en la esquizofrenia, ya que el PCP (polvo de ángel), que puede inducir una psicosis similar a los esquizofrénicos, es un potente antagonista de un receptor del glutamato, el NMDA (Miller y Abercrombie, Svenson y Carlsson, 1992). Al principio se pensó que la acción psicotogénica de los antagonistas glutamatérgicos era mediada por un aumento de la actividad catecolaminérgica ya que las neuronas dopaminérgicas son controladas por neuronas glutamatérgicas, que pueden actuar como frenos o aceleradores. La hipoglutamatergia puede, por tanto, incrementar o disminuir la función dopaminérgica. Si una deficiencia glutamatérgica es un mecanismo patogénico relevante en la esquizofrenia y si esto incluye a las vías de asociación cerebral, causará importantes consecuencias como trastornos cognitivos, pérdida de flexibilidad, ambivalencia y otras aberraciones comportamentales. La hipofrontalidad característica de la esquizofrenia se puede producir también por un fallo en las vías de asociación corticales. Se cree que un fallo glutamatérgico en los ganglios basales podría ser el responsable de los síntomas positivos de la esquizofrenia, mientras que un fallo en el control glutamatérgico podría contribuir a la compleja sintomatología negativa. Carlsson propuso, en la década de los 90, que la actividad psicomotora y la psicopatogénesis dependían de una relación entre las vías dopaminérgicas y glutamatérgicas que proyectan al estriado. Estos neurotransmisores son antagonistas y actúan activando o in- Figura 2. Arvid Carlsson. Premio Nobel de Medicina, 2000 5 hibiendo a las neuronas gabérgicas del estriado. Estas proyecciones gabérgicas ejercen una acción inhibitoria sobre las neuronas glutamatérgicas talamocorticales, protegiendo al córtex de un estado de hiperactivación. Una hiperactivación dopaminérgica o hipofunción de la vía glutamatérgica corticoestriada pueden reducir esta acción protectora de las neuronas gabérgicas, provocando un estado de psicosis. Esta teoría se refiere a las vías corticoestriadas indirectas, que tienen una influencia inhibitoria en el tálamo. Al contrario, las vías directas son excitatorias. El equilibrio entre vías directas e indirectas (ambas controladas por fibras glutamatérgicas) varía, dependiendo del estado del sistema. Mientras que la actividad de las vías indirectas es predominantemente tónica, la de las vías directas es principalmente fásica. Esta diferencia puede tener importantes consecuencias en una respuesta diferencial a diferentes fármacos. La futura investigación debe dirigirse a los acontecimientos relacionados con los receptores, que permitan optimizar los fármacos antipsicóticos, que actuarían sobre un receptor específico, minimizando los efectos secundarios. Otros neurotransmisores como GABA y neuropéptidos deben ser estudiados más profundamente, para ver su posible implicación en esta compleja red neural en esquizofrenia. Históricamente, el énfasis de la acción antipsicótica se ha centrado en el bloqueo del receptor dopaminérgico D2 (antipsicóticos típicos), a pesar de sus efectos secundarios extrapiramidales y su poca acción contra los síntomas negativos. Para mejorar la eficacia de estos fármacos antagonistas D2 se ha complementado este mecanismo de acción con una acción en la trasmisión serotoninérgica (antipsicóticos atípicos). El bloqueo del receptor serotoninérgico 5-HT2A, junto con un débil bloqueo del receptor D2 contribuye a la habilidad de los antipsicóticos atípicos a aumentar los niveles dopaminérgicos en el córtex medial prefrontal mientras tienen un efecto menor en el flujo dopaminérgico del sistema límbico. Este mecanismo produce mejoras en cognición, síntomas negativos y actividad antipsicótica. ANTIPSICÓTICOS Y DOPAMINA La primera hipótesis dopaminérgica de la esquizofrenia se postuló en el año 1952 con el descubrimiento de neurolépticos. Sin excepción, los antipsicóticos efectivos realizan como mínimo un ligero antagonismo de los receptores dopaminérgicos. El hecho de que para bloquear la actividad adenilato ciclasa (mediada por receptores D1) sean necesarias concentraciones de neurolépticos muy superiores a las necesarias para ocupar sus lugares de unión indica que los neurolépticos ejercen sus acciones básicamente a través de los receptores D2. Estudios de ocupación de receptores de neurolépticos mediante PET así lo confirman. En 2001, Kapur y Seeman probaron que fármacos de baja afinidad con efectos modestos sobre los receptores D2 antagonizaban el sistema de manera que preservaba la transmisión endógena de dopamina, de manera fisiológica. Otro motivo de discrepancia es la diferencia en6 tre el rápido bloqueo de D2 producido por los antipsicóticos y la gradual remisión de los síntomas psicóticos. Aunque la introducción de fármacos antipsicóticos produjo un gran avance en el tratamiento de diversas enfermedades, no todos son eficaces y pueden producir graves efectos adversos. Por tanto, hay que investigar la obtención de nuevos fármacos más selectivos de determinadas regiones o capaces de modular el sistema dopaminérgico a través de la acción de sistemas alternativos, como serotoninérgico y glutamatérgico. Ejemplos de estas alternativas son los fármacos llamados atípicos como clozapina (bloquea los receptores D4, serotoninérgicos y muscarínicos), risperidona (bloquea receptores 5-HT2), amisulpiride, quetiapina u olanzapina. Gracias a ellos se ha logrado una ligera mejoría en los síntomas negativos de la esquizofrenia y una disminución de los efectos adversos producidos por los antipsicóticos convencionales. En los últimos años se han abierto nuevas vías alrededor del potencial terapéutico de los agonistas parciales de receptores dopaminérgicos. Un agonista parcial se encuentra entre un efecto de antagonismo total y agonismo total y su acción sobre el receptor varía dependiendo del ambiente: en presencia de agonistas con elevada actividad intrínseca, realizan una función antagonista y por su cuenta actúan como agonistas. Los agonistas parciales del receptor D2 representan una clase de fármacos con nuevas propiedades ya que su mecanismo de acción, variable dependiendo de la concentración de dopamina, estabilizaría el desequilibrio dopaminérgico característico de la esquizofrenia y evitaría los efectos secundarios de los antipsicóticos típicos. El aripiprazol, por ejemplo, realiza este efecto estabilizador por su acción sobre los receptores presinápticos (autorreceptores) y postsinápticos D2. PERSPECTIVAS Actualmente, después de las diversas hipótesis que se han ido sucediendo, se puede concluir que el sistema neurotransmisor que mejor explica la complejidad de la esquizofrenia es el dopaminérgico. Aunque esta base es la misma que la de la hipótesis inicial dopaminérgica, han tenido lugar ciertos avances como la extensión del concepto de hiper- o hipodopaminergia al de modulación dopaminérgica o el de antagonistas y agonistas totales al de antagonistas y agonistas parciales o el descubrimiento de distintos receptores dopaminérgicos de efectos opuestos, complementarios o permisivos y de sistemas específicos dopaminérgicos cerebrales con distintas funciones. Las posibilidades de futuro son esperanzadoras ya que gracias al desarrollo tecnológico y bioquímico que tendrá lugar en los próximos años se podrá llegar a obtener un mapa de la distribución cerebral de los diferentes receptores y circuitos neuronales. Este avance nos permitirá llegar a entender los mecanismos implicados en los diferentes síntomas que se dan en esquizofrenia y conociendo los neurorreceptores se podrán diseñar nuevos fármacos más selectivos para los diferentes síntomas y con menos efectos indeseables. Psiquiatría y Atención Primaria, Diciembre 2006 BIBLIOGRAFÍA 1. Artigas F, Implicaciones del Sistema Dopaminérgico en las funciones del Sistema Nervioso Central, Dopamina y Esquizofrenia 2004 Ed. Mayo; 4: 45-59. 2. Artigas F. Sinapsis acetilcolinérgicas y monoaminérgicas. Ed. Delgado y cols., eds. Manual de neurociencia. Madrid: Editorial Síntesis, 1998; 201-229. 3. Palomo T, Esquizofrenia y Dopamina, Dopamina y Esquizofrenia 2004 Ed. Mayo; 7: 77-87. 4. Bernardo M, Baeza I, Deulofeu R, Mateos JJ, Evidencias de anomalías dopaminérgicas en esquizofrenia, Dopamina y Esquizofrenia 2004 Ed. Mayo; 11: 141-147. 5. Meana JJ, Callado LF, Sisrtema dopaminérgico y nuevos antipsicóticos; 1. 6. Corripis I, Pérez V, Puigdemont D, Aportaciones de la neuroimagen a la teoría dopaminérgica de la esquizofrenia, Actualización en Esquizofrenia; 1. 7. Weinberger DR, Biological bases of schizophrenia, J. Clinical Psychiatry Monograph 1997; 15: 2-10. 8. 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