30 LATERCERA Domingo 6 de diciembre de 2015 Nacional [TRADICION UNICA] Navegan por semanas entre islotes de Aysén buscando el ciprés, madera resistente y aromática utilizada para cubrir las casas del fin del mundo. Por Ximena Bertin P ESE a sus 70 años, Ramón Carimoney luce mucho menor, casi de 60. Dice que es gracias a la activa vida que lleva como artesano en el archipiélago de Las Guaitecas, un conjunto de 300 islotes ubicados en el límite de las regiones de Aysén y Los Lagos. En el lugar crece una rara especie, el ciprés de Las Guaitecas, considerada la mejor y más duradera madera nativa para fabricar las singulares tejas que revisten las construcciones chilotas. Una técnica ancestral de la que quedan sólo dos cultores de calidad superior: Carimoney y su colega y amigo José Colivoro (66). De 50 centímetros de largo y 10 de ancho, cada una de las tejas se ensambla una sobre otra formando un entramado resistente y clásico. Juntos desde sus inicios como artesanos, construyeron la iglesia local, obviamente con madera de FOTO: JAVIER GODOY Los últimos tejueleros de Las Guaitecas RR José Colivoro y Ramón Carimoney, los dos artesanos en ciprés de Guaitecas, al sur de Chiloé. ciprés en sus vigas, porque además aguanta bien la humedad. Según cuentan, las tejas de ciprés son un excelente aislante y pueden durar más de 30 años sobre los techos, y más de 50 en las paredes. Jamás se pudre y resiste estoicamente los embates del agua, el sol, el viento, los insectos, los hongos y prácticamente todos los enemigos naturales. Es también más aromática que el alerce. La hija de José Colivoro, en estos días afectado de salud, habla con orgullo del conocimiento de su padre, con 50 años de experiencia como artesano. “Muy poca gente trabaja el ciprés, pero es un oficio bien pagado porque es sacrificado y se trabaja con la mejor madera, que no es fácil de conseguir. Mi padre y don Ramón son los que más saben de esta artesanía y son felices con lo que hacen”, cuenta Adelina Colivoro. Tradición y modernidad Hoy los cipreses que quedan están RR Carimoney cortando un tronco para reducirlo al tamaño de las tejas. FOTO: JAVIER GODOY más lejos de Melinka, una de las tres islas habitadas del archipiélago, y es más difícil conseguirlos. Son semanas enteras en que los maestros pasan fuera de sus casas, navegando en un clima donde llueve cuatro mil milímetros al año y se levantan fuertes vientos. Navegan de islote en islote buscando el producto y en el mismo lugar faenan los troncos botados. Con un golpe certero de sus afilados machetones, en un punto que sólo la experiencia precisa, obtienen la lonja de madera que dará vida a cada tejuela. “Luego hay que emparejarlas, darles el groso exacto, una por una, para que queden iguales. Es bien demoroso y todo a mano. Y cuando se hace de noche, hacemos unas lámparas de petróleo para seguir emparejando y avanzar lo más posible para vender y que no nos falte el billetito”, explica Carimoney. Una casa promedio requiere entre tres mil a cuatro mil tejuelas. “Este es un arte de la construcción de los años 60 y 70 y una oportunidad para que nuestra comuna se abra turísticamente al país, ya que no se conoce mucho y mucho menos este arte”, puntualiza el alcalde Guaitecas, Cristian Alvarado. En tiempos de modernidad, de imitación de madera y materiales sintéticos, tener una casas recubierta con tejas de ciprés artesanales es casi un exclusivo lujo de quienes valoran lo natural y los materiales nobles que la tierra produce. Es también un honor, reconocido por la Unesco y el Consejo de la Cultura que declaró el trabajo de Ramón y José como Tesoro Humano Vivo, categoría patrimonial protegida por el Estado. “Lo que estamos buscando es tratar de que estos oficios puedan empezar a circular por Chile pese a las dificultades de conectividad. Se trata de cómo nos ponemos a disposición para que la gente disfrute de las maravillas que ellos hacen”, dice el ministro de Cultura, Ernesto Ottone.b