CARNE, SANGRE Y TIMIDAS ESPERANZAS “La enseñanza es uno de los oficios nobles en los que no hay que olvidar nunca que se trabaja con una materia prima hecha de carne, de sangre y de tímidas esperanzas” (1). Es una frase vulgar, en mente de todos la tenemos y la sabemos. Me gustaría quitarla, lanzarla al viento de la conciencia y preguntar: ¿sabemos jugar con esas esperanzas?. Los porcentajes de fracasos escolares son cada vez más aterradores y uno de los factores más significativos es la falta de afectividad, de cariño. Nosotros, como pedagogos, tenemos el deber de ayudar a que cada uno logre su pleno desarrollo. No tenemos ningún derecho a destruir nada, a atropellar nada, sino todo lo contrario, debemos intentar sacar a la superficie todas las virtualidades. Según Bergson tendríamos que tratar a todos los alumnos como si tuvieran pasta de maestros. Si somos humildes, podremos reconocer que en ocasiones, quizás en muchas, no los tratamos como maestros y, lo que es peor, no sabemos las reglas del juego de las esperanzas. El stres no nos deja un minuto para hablar y reír con ellos. Mantenemos las barreras que decreta nuestro rol de profesor. Qué fácil es sentarnos en la poltrona y arrinconar nuestra vieja vocación de Educador. Ch. Baudouin dice: “¿y si fuera el amor el único camino?. Para llegar a ser un conocedor de hombres, lo que haría falta sería tener para todos y para cada uno la mirada enamorada, la mirada animada de una parcialidad llena de asombro, porque ella es la que ve”. JOSE IGNACIO HERNANDEZ MORALES (1) MICHAEL BARLOW “Diario de un profesor novato”