Renunciar a la venganza

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Renunciar a la venganza
La venganza es una tentación con la que todos estamos familiarizados. Es una parte de nuestra
vida que surge cuando nos agravian. Podemos ver su evidencia en muchos lugares de nuestro
mundo. Hay páginas web dedicadas exclusivamente a contar historia tras historia de venganza.
En una búsqueda reciente encontré citas de este tipo en páginas web de "venganza":
• ¡Únase a los miles de personas que han utilizado nuestros servicios para vengarse!
• ¡Su hogar para todas sus necesidades de venganza!
• ¡Estamos dispuestos a ayudarle a obtener venganza y que esos individuos sepan
exactamente lo que piensa de ellos!
• La venganza le devuelve el control y le garantiza que la otra persona llega a
experimentar el dolor y la humillación que usted ha sufrido.
La venganza a menudo sale en las noticias. Incluso es el tema principal de muchas de las
películas populares que se muestran en los cines hoy en día. Pero no solo se encuentra por ahí,
está aquí. . . en nuestros corazones.
Puede tratarse de una venganza violenta, o de una venganza agresiva pasiva. Puede consistir
en retirar el amor o en aminorar tus esfuerzos en el trabajo. Puede consistir en guardar rencor
durante años y negarte a perdonar a tu cónyuge, tus parientes o tu jefe. Puede ser
chismorrear, jactarse, o algo tan simple como "te lo dije." La venganza tiene muchas caras,
muchas causas y muchas respuestas. La venganza parece atraernos naturalmente. A nuestra
manera todos somos almas heridas y amargadas anhelando que las cosas se hagan bien.
Anhelamos justicia. Deseamos que las personas obtengan lo que se merecen.
En contraste con el deseo natural de venganza en el mundo, leemos estas palabras de las
Escrituras:
Mateo 5:38-42 "Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’ Pero yo os
digo: No resistáis al que os haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha,
vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también
la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al que te
pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda."
1 Tesalonicenses 5:15-18 "Aseguraos de que nadie pague mal por mal; más bien,
esforzaos siempre por hacer el bien, no sólo entre vosotros sino a todos."
Levítico 19:18 "No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu
prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor."
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Romanos 12:14,17-20 "No paguéis a nadie mal por mal… Procurad hacer lo bueno
delante de todos. Si es posible, y en cuanto dependa de vosotros, vivid en paz con todos.
No os venguéis, hermanos míos, sino dejad el castigo en las manos de Dios, porque está
escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré’, dice el Señor."
Estas palabras de la Escritura suenan a locura para el mundo. La Palabra de Dios nos llama a
amar a los demás como Cristo nos amó y esto incluso incluye a nuestros enemigos. Nunca
debemos tomar la venganza en nuestras propias manos. Hay varias razones para ello. Dios es
el responsable último de la justicia, la disciplina y la venganza. Somos pecadores entre los
pecadores. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a otra persona? Éramos enemigos de Dios.
Sin Cristo, ninguno de nosotros es bueno. Ninguno de nosotros busca a Dios. Pero Dios
muestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Es a través de este increíble regalo del perdón que debemos tratar a aquellos que han pecado
contra nosotros con la misma misericordia. Es similar al sirviente en Mateo 18. Él debía al rey
"millones", pero el rey le había perdonado toda la deuda. Podríamos pensar que el sirviente
ahora se convertiría en un hombre muy amable, pero al dejar el palacio vio a otro siervo que le
debía unos pocos euros, y comenzó a estrangularlo y, a continuación, mandó echarlo a la
cárcel.
Esa historia está dominada por la codicia, el egoísmo y el juicio. Pero ¿no hacemos lo mismo?
Pecan contra nosotros y nos enrabietamos contra ellos. No tomamos en cuenta que teníamos
una gran deuda que nos ha sido perdonada y que Cristo ha borrado nuestros pecados.
Dios nos llama a dejarlo correr y a descansar en su gracia, y a confiar en que Él se encargará de
ello. Sí, la gente ha pecado contra nosotros, pero un hijo de Dios no debe responder con
venganza. Si elegimos renunciar a nuestro derecho de venganza y elegimos el amor en su
lugar, la promesa es que "el Señor nos recompensará".
Ahora bien, a algunos de nosotros nos puede resultar difícil la idea de la venganza de Dios. ¿No
es Dios todo amor? Sí, pero este amor tiene diferentes vertientes. Dios es misericordioso y
también es santo, pero su santidad y su integridad exigen justicia.
El equilibrio entre las diferentes características de Dios se encuentra en Isaías 61:1-2: "Me ha
enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los
prisioneros, a pregonar el año del favor del Señor y el día de la venganza de nuestro Dios,
a consolar a todos los que están de duelo."
Esta venganza va mano a mano con sanar los corazones heridos, proclamar la libertad, liberar
de la oscuridad, y consolar a los que lloran. Dios es misericordioso, pero también es el Juez
santo que va a disciplinar a aquellas personas que se han rebelado contra él. Esta idea se ve
reforzada en Gálatas 6:7-10:
"No os engañéis: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que
siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará
destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.
No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos
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damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a
todos, y en especial a los de la familia de la fe. "
Decir "no" a la venganza no tiene sentido según nuestra manera de pensar, pero Dios nos está
llamando a salir de nuestra realidad y nos invita a vivir en la suya. ¿Esto niega la justicia?
Definitivamente no. Simplemente elegimos reconocer el hecho de que el reino de Dios ha
venido y solo el rey tiene la autoridad para juzgar a otro.
No nos vengamos porque Dios juzgará a los demás y por lo tanto no tenemos que hacerlo
nosotros. No nos vengamos porque elegimos perdonar como hemos sido perdonados. No nos
vengamos por obediencia a nuestro Señor y Salvador Jesucristo. No nos vengamos por el
hecho de ser un testimonio para aquellos que han pecado contra nosotros. No nos vengamos
porque estamos sanos y somos estables en Cristo, que ya nos concedió el valor, el amor, el
poder y el dominio propio. No nos vengamos porque hemos muerto a nuestro egocentrismo y
ahora estamos vivos en Cristo.
Un ejemplo moderno de decir "no" a la venganza se demostró en Egipto hace unos años. La
población en general protestaba en la plaza principal de la ciudad en contra del gobierno de
Egipto. Era la hora de la oración musulmana. Los manifestantes ya habían sido atacados por la
policía del gobierno y / o militares en varias ocasiones. Para los manifestantes musulmanes
rezar podía ser peligroso, porque cuando se postraran no podrían ver ni defenderse ante
cualquier posible agresor. A pesar de la reciente persecución e incluso algunas muertes a
manos de los musulmanes, los manifestantes cristianos formaron un "escudo humano" en
torno a los musulmanes que rezaban, para que estuviesen protegidos. Estos cristianos habían
optado por dejar su derecho a la venganza y habían elegido el camino del amor.
En la cruz, nuestro valor fue asegurado, por lo que ya no tenemos que luchar por nuestra
dignidad y control. En la cruz vemos que Dios hace rendir cuentas al pecado. Hoy Dios te está
pidiendo que dejes tu derecho a la venganza. Para vivir en su realidad. Para confiar y obedecer
y experimentar la sabiduría de Dios.
"¡Pero tú no sabes lo que me hicieron!" Déjalo correr. "¡Me niego a ser tratado de esa
manera!" Déjalo correr. "¡Me merezco algo mejor!" Déjalo correr. Dios tiene el control, por lo
tanto tú ya no tienes que controlar nada.
Leonardo Da Vinci una vez tuvo una violenta discusión con uno de sus colegas pintores. Esto
fue justo antes de que comenzara su famoso cuadro de La última cena. A causa de su enojo,
Leonardo Da Vinci decidió que iba a poner la cara del otro pintor en la figura de Judas en su
obra. De esta manera su venganza perduraría a través de los siglos. Leonardo Da Vinci siguió
adelante con este plan y todo el mundo pudo reconocer fácilmente lo que había hecho.
Leonardo Da Vinci continuó con las otras caras del cuadro. Sin embargo, cuando llegó el
momento de pintar el rostro de Cristo, algo no estaba bien. A pesar de sus esfuerzos, no podía
encontrar la manera correcta de pintar el rostro de Cristo. Entonces recordó la cara de su
enemigo retratado como Judas. Este era el motivo de su frustración.
Leonardo regresó a la figura de Judas y le quitó la cara de su enemigo. Solo entonces pudo
pintar con éxito el rostro de Cristo que ha perdurado durante tantos siglos.
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Cuando Leonardo da Vinci renunció a su derecho de tomar venganza, rompió el poder del
odio y permitió que el amor de Cristo tuviera la última palabra.
¿La venganza te aleja de lo mejor de Dios? ¿La ira, el orgullo, un falso sentido del honor o un
corazón crítico te impiden conocer a Cristo más íntimamente? ¿La falta de voluntad para
perdonar te está haciendo esclavo de la amargura? ¿La falta de fe en Dios te hace tomar las
cosas en tus propias manos y de alguna manera hacerle pagar a alguien por lo que te hizo?
Déjalo correr hoy. Rechaza la venganza y ofrece gracia. En este acto de obediencia, descubrirás
que puedes ver a Cristo más claramente.
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