Damnatio memoriae o el Sínodo del terror (UNA HISTORIA

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Damnatio memoriae o Sínodo del terror
Damnatio memoriae o el Sínodo del terror
Era el año 891. Se trataba entonces de elegir su sucesor para la silla vacante
de San Pedro en Roma. Reunidos los obispos y notables del clero, hombres
notorios de la Iglesia y todas las clases del pueblo, eligieron como sucesor al
anciano y virtuoso obispo Formoso, quien hacía tiempo era Obispo de Porto.
Porto era un antiguo puerto del Lacio en la orilla derecha del Tíber y en su
desembocadura. Lo había construído el emperador Claudio y más tarde
Nerón le dió el nombre de Portus Augustu. De este puerto tomó nombre la Vía
Portuensis que de Roma llegaba hasta la moderna Ponte Gala.
El hecho es que la elección de Formoso era una contravención del Derecho
Canónico que prohibía el traslado de una sede a otra. Además, Formoso, a
quien sus contemporáneos reconocían como un hombre de increíble pureza
de costumbres para lo que se acostumbraba y estilaba en su tiempo en que
ser disoluto era la regla para clero y seglares, era hombre de extremada
austeridad, cualidad que conservó toda su vida. Sin embargo, según algunos
cronistas, era hombre ambicioso de poder. Ya siendo obispo de Porto había
tenido problemas con el Papa Juan VIII. En abril de 876, Juan VIII condenó "in
absentia" a los cabecillas de una rebelión romana y con ellos al Cardenal
Obispo Formoso de Porto que al parecer estaba de alguna manera
relacionado con ellos.
El Papa le depuso de su cargo y le reprendió severamente. En otras crónicas
se dice que el año 867 Formoso había sido enviado a Bulgaria como
misionero por el Papa Nicolás I, pero siendo contrario a Carlos el Calvo, fué
desterrado el año 876 y privado de su obispado por Juan VIII. Pero Formoso,
humildemente, se presentó ante Juan VIII que le absolvió de sus culpas, pero
haciéndole jurar que no pondría más los pies en Roma, bajo ningún pretexto.
Realmente por lo que se trasluce de las escasas informaciones de las
crónicas llegadas hasta nosotros, Juan VIII veía en Formoso a un rival.
Más tarde moriría asesinado el 15 de diciembre del 882.
A su muerte es elegido como Papa, Marino. A él se dirige Formoso para que
le levante su juramento de no ir a Roma. Marino le relevó de éste,
restituyéndole a su sede de Porto. Muere al poco tiempo el Papa Marino y el
año 885 es elegido papa Esteban V y quien le consagró fué precisamente el
obispo Formoso. Algunos historiadores de la Iglesia sitúan después de Esteban
V, a Adriano III, pero en aquellos tiempos en que en 10 años hubo 11 Papas y
con la escasez de documentación de la época, siempre ha habido dudas
en estas sucesiones.
Sea Esteban o Adriano, a su muerte asciende a la Cátedra de Pedro, como
ya dijimos, el Obispo Formoso el 19 de septiembre del 891. Formoso hereda
los mismos problemas de sus predecesores. El Emperador Guido de Espoleto
el año 892 pidió al Papa Formoso que diese a su hijo la corona imperial. Su
preocupación era que su hijo se asegurase la sucesión. Formoso no tuvo más
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Damnatio memoriae o Sínodo del terror
remedio que hacerlo en contra de su voluntad. El 30 de abril de aquel año,
Formoso se trasladaba a Rávena y colocaba la corona en la frente de
Lamberto de Espoleto, aunque de muy mala gana, forzado por las
circunstancias y como ya habían hecho sus predecesores, para evitar una
guerra ya que consideraba a los espoletanos como "malos cristianos",
usurpadores de derechos del Estado eclesiástico y autores de muchas
vejaciones a la Iglesia. En 893, Formoso muy disgustado con los espoletanos,
pensó en invitar a Arnolfo, Rey de Alemania, para que viniese a Italia a
defender la herencia de San Pedro "contra la tiranía de aquellos malos
cristianos". Entonces Arnolfo, envió tropas al Norte de Italia, aterrorizando la
región, llegando hasta Piacenza, retirándose después sin razón aparente
para ello.
En 894 muere el Emperador Guido de Espoleto. Su hijo Lamberto no gozaba
del prestigio del padre. Este momento, lo aprovecha Formoso para enviar
nuevos emisarios a Alemania. Dumas, uno de los analistas del Papado de
aquellos tiempos, señala que "esto era un juego peligroso del Papa...doblez
más bien". Por un lado afirmaba su afecto por Lamberto y por otro enviaba
emisarios a Alemania para ver si encontraba quien acabase con él y su
familia.
Arnolfo cuyo deseo era reconstruir el Imperio de Carlomagno, atraviesa los
Alpes, llega a Pavía en 895 y en febrero está ante las puertas de Roma. Pero
los espoletos vienen a las puertas de la capital para defenderla contra los
alemanes. Sin embargo, al ver el número y aparato de las fuerzas germanas
prefirieron dar media vuelta y retirarse para su feudo. Los alemanes fueron
recibidos por el Papa ceremonialmente en 896. Formoso acoge a Arnolfo en
el atrio de la Basílica de San Pedro y pone sobre su cabeza la corona imperial
de Carlomagno.
El siguiente paso era obtener la sumisión del otro "emperador", Lamberto,
pero la madre de éste, Agiltrude, que era más brava que su hijo, se niega a
que acepte tal sumisión. Arnolfo se disponía a lanzar sus fuerzas contra los
Espoleto, cuando repentinamente cae víctima de una parálisis, que según
señala Huber, "era la enfermedad hereditaria de los carolingios orientales".
Esta enfermedad le obliga a retirarse y salir de Italia, ocasión que
aprovechan Lamberto Espoleto y su madre para entrar en Roma con sus
huestes.
¿Qué sucedió entonces? Las crónicas de la época son muy parcas al
respecto, pero el día 4 de abril del 896, día de Pascua, dicen que el Papa
Formoso "moría de muerte violenta". Sus restos fueron enterrados junto con los
de sus predecesores en el atrio de San Pedro. Se organiza un movimiento
popular que eleva a la silla papal a un sacerdote de nombre Bonifacio, que
asciende con el nombre de Bonifacio VI. Reinó sólo 15 días. Parece que "un
ataque de gota" acabó con él. Entonces el voto de los electores recayó
sobre el obispo de Aguani, Esteban, que se convierte así en Esteban VI.
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Damnatio memoriae o Sínodo del terror
Esteban era descendiente de una familia noble de Roma, pariente y
discípulo del obispo y famoso bibliotecario Zacarías.
Esteban VI se ve en las manos de Lamberto y su agresiva madre. Estos,
vengativos, quieren hacer algo que suene y quede marcado para siempre
en la historia. Quieren acabar con la memoria de Formoso al que odiaban
profundamente. Y la venganza fué, según todos los recopiladores de aquella
época, "lo más horrendo que jamás haya podido contar la Historia". Una
profanación sacrílega y la aplicación de la "damnatio memoriae" en un
escenario macabro.
Las fuentes para conocer aquellos hechos no son muchas: las Actas,
bastante alteradas, de un Concilio romano que tuvo lugar en 898 y según
otros autores en 904, los escritos del sacerdote alemán Auxilius, seudónimo
tras el que se escondía el verdadero nombre del autor, que fué sin duda una
jerarquía eclesiástica ordenada en Roma por Formoso y la "Historia
Imperatorum et Regum", llamada Antapodosis.
La damnatio memoriae ya se conoció en la antigua Roma, recayendo en el
pasado contra Nerón (68), Julián (193), Máximo (238) y Cómodo. Nerón,
después de una vida de locuras infinitas, acabó suicidándose. Llevó a la
dinastía Julia Claudia a un fin ignominioso y por ello fué el primer emperador
que sufrió la aplicación de la "damnatio memoriae" por medio de la cual su
reinado fué oficialmente borrado de los Anales de la Historia oficial de Roma
por el Senado. Igual ocurrió con Julián, Máximo y Cómodo, que fué
asesinado por incompetente y caprichoso el último día del año 192 y luego
sometido a la esponja borradora de la Ley llamada "damnatio memoriae".
Pero en el caso del Papa Formoso, la damnatio memoriae no se concretó a
deshacer lo hecho por él y tampoco a borrarle de la Historia del Papado.
Querían sus enemigos disfrutar con un espectáculo verdaderamente
terrorífico.
Hacía nueve meses que Formoso había muerto. La damnatio memoriae
exigía llevarle ante un tribunal reunido con un sínodo presidido por el propio
Papa Esteban VI en la Basílica Constantiniana. A este sínodo se llamó desde
entonces Sínodo del Terror, Concilio cadavérico o Concilio de la muerte, en
todos los libros de historia de la Iglesia. Corría el mes de febrero o marzo del
año 897. Un grupo de facinerosos conjurados, enviados por quienes querían
llevar adelante el proceso, penetró en el Vaticano, violó y profanó la tumba
del Patriarca. Primero buscaron tesoros que creían escondidos en ella y que
no hallaron y luego sacaron el cuerpo en avanzado estado de putrefacción
y en parte momificado, de Formoso.
El Concilio romano de 898 dice en su Canon 1º claramente: Esteban hizo
colocar el cuerpo de Formoso ante un tribunal. Con escuetas palabras nos
da una idea de lo que debió ser aquella escena. Un hedor terrible emanaba
de los restos cadavéricos. A pesar de todo ello, se le llevó ante el Tribunal,
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Damnatio memoriae o Sínodo del terror
revestido de sus ornamentos sagrados, con la mitra papal sobre la cabeza
casi esqueletizada donde en las vacías cuencas pululaban los gusanos
destructores, los trabajadores de la muerte. Sentaron a la momia
semiputrefacta de Formoso, revestido, en un sillón, atándolo para que no
resbalase. Un diácono fué nombrado como abogado de oficio para que
hablase en nombre del difunto, de pie junto al cadáver. Los clérigos y
jerarquías eclesiásticas se sentaron en sus sitiales. El Papa Esteban VI en su
silla, presidía el Concilio de la Muerte.
Comenzó el juicio. Un escribano tomaba cumplida nota de cuanto se decía.
Comenzaron las acusaciones, seguidas del interrogatorio al cadáver del
antiguo Papa. La más grave de todas las acusaciones era: Por una ambición
culpable, Formoso había cambiado su sede episcopal de Porto por la sede
de Roma. El diácono defensor y vocero, temblando y con voz apenas
audible, respondía con voz balbuciente. La sesión se prolongaba. Las Actas
aumentaban de volumen con los cargos, los interrogatorios, las respuestas.
Allí se sacó a la luz toda la vida del austero Formoso buscando en ella cuanto
pudiera pesar en la sentencia. Se le echó varias veces en cara su "ambición
desmedida", sus disputas siendo obispo de Porto con el Papa Juan VIII y se le
tachó de perjuro, se dijo que juraba en vano, se sacaron a relucir leyes
canónicas olvidadas y después de muchas horas de aquella horrible sesión
de pesadilla, se dejó la causa lista para sentencia. Poco pudo hacer el infeliz
diácono a quien tocó aguantar a pie firme junto al cadáver, para defender
a su representado.
...Y se dictó la sentencia: Se consideraba y proclamaba que el acusado
había sido indigno servidor de la Iglesia, que había llegado a la silla papal en
forma irregular y que por lo tanto... era un Papa ilegítimo y que... todo cuanto
había hecho, decretado y ordenado durante su papado era nulo de toda
nulidad, incluídas claro está, las ordenaciones. Había que destruir todo lo
escrito y dictado por él, revocar sus decretos y borrarle de la Historia como si
no hubiese existido.
Seguidamente, continuando con el ceremonial previsto para aquella
damnatio memoriae excepcional, la horrible momia fué despojada de todas
sus vestiduras, símbolos o signos de su jefatura eclesiástica que le fueron
arrancados violentamente. Sólo se le dejó adherido al putrefactro cuerpo el
cilicio que el infeliz Papa llevó siempre en vida y en la muerte como
penitencia voluntaria. Se le cortaron los tres dedos con que había impartido
tantas bendiciones y se quemaron arrojando sus cenizas al Tiber. Un grupo de
soldados cogió el cadáver y lo arrojó a una fosa maldita en la que yacían los
cuerpos de varios condenados a muerte y algunos desconocidos. No
contentos los salvajes partidarios de los Espoleto, rugiendo de odio, asaltaron
aquella otra tumba, cogieron de nuevo el cadáver de Formoso y lo arrojaron
al río Tíber.
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Damnatio memoriae o Sínodo del terror
Esteban VI exigió a los eclesiásticos ordenados por Formoso su renuncia por
escrito. Se sucedieron los acontecimientos de aquel entonces velozmente,
tanto que no ha quedado ni siquiera una relación documental y fehaciente
de lo que pasó. Parece cierto, sin embargo, que una gran parte del pueblo
romano, partidaria de Formoso, cuando supo lo que habían hecho Esteban y
los suyos y quienes le apoyaban, entraron en el Vaticano (era el año 897),
cogieron a Esteban VI y le llevaron violentamente después de desnudarle en
vivo como él había ordenado hacer con Formoso muerto, a una prisión
subterránea. Le echaron sobre los hombros un manto de fraile y quedó
encerrado en la obscura prisión. Poco después fué estrangulado en aquel
siniestro calabozo. Dice Fodoardo de Reims, célebre historiador del s. X, que
fué un justo castigo por el sacrilegio cometido sobre el cadáver de Formoso.
Su epitafio hace alusión al género de muerte que sufrió.
Ese mismo pueblo, agresivo y violento, llevó a la silla papal, entregándole el
poder, al Cardenal de San Pedro in Vincoli, de nombre Romano y como
Papa Romano se sentó en la silla de San Pedro. Poco duró también Romano.
No era muy apetecible ser Papa en aquellos tiempos. A los cuatro meses
moría, también al parecer de muerte violenta. Le sucedió Teodoro II, quien
moriría tres semanas después de ser elegido Papa, asesinado también. Pero,
en tan poco tiempo de Papado, tuvo la oportunidad de convocar
rápidamente un Sínodo en el curso del cual devolvió sus derechos a los
eclesiásticos ordenados por Formoso, destruyendo las cartas de renuncia
exigidas por Esteban VI. Rehabilitó a Formoso e hizo quemar las Actas de
aquel siniestro "Concilio cadavérico".
¿Qué sucedió mientras tanto con el cadáver del Papa Formoso? Las crónicas
han recogido parte del suceso. Una crecida del Tíber arrastró el cadáver de
Formoso que quedó varado río abajo entre algunas ramas o vegetación de
la orilla, siendo encontrado por un humilde y piadoso ermitaño que lo
recogió dándole cristiana sepultura. Esta noticia fué comunicada al Papa
Teodoro II, quien se apresuró a organizar una procesión para ir en busca del
ahora venerado cuerpo, que fué nuevamente desenterrado y colocado en
una caja con todos los ornamentos de su rango y llevado solemnemente
hasta el Vaticano donde se le dió sepultura entre las tumbas de los Papas, en
el atrio de San Pedro, como cuenta el cronista Auxilius.
Roma ardía en luchas sangrientas entre los partidarios del Papa Formoso y los
contrarios a él, formándose dos partidos entre los que durante mucho tiempo
fueron frecuentes las muertes violentas. La subida, en medio de aquellas
luchas, al solio papal de Juan IX, acabaría rehabilitando definitivamente la
memoria del Papa Formoso, quemándose los papeles que aún quedaban
después de los que ya destruyó Teodoro II y perdonando a la mayoría de
quienes habían intervenido en el Concilio cadavérico, en aras de la paz
definitiva entre ambas facciones.
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Damnatio memoriae o Sínodo del terror
EL SÍNODO DEL CADÁVER:
EL JUICIO MÁS EXTRAÑO DE LA HISTORIA
Publicado en Flagpole Magazine, p. 8 (31 de Octubre, 2001).
Mil ciento cuatro años atrás un juicio criminal tuvo lugar en Italia, un juicio tan
macabro, tan horripilante, tan espantoso que fácilmente se lo puede
calificar como el más extraño y terrible en la historia humana. En este juicio,
llamado el Sínodo del Cadáver, un difunto papa, arrancado de su tumba
fue llevado hasta una corte de Roma, donde en presencia del papa sucesor,
trataron de encontrarlo culpable, y luego, según las palabras de K Horace.
Mann en Las Vidas de los Papas en los inicios de La Edad Media (1925),
“subordinado a la violencia más bárbara.”
El período que transcurre desde mediados del siglo IX hasta mediados del
siglo X es frecuentemente señalado como la edad de hierro del papado.
Este período, de acuerdo a Richard P. McBrien en “Life of the popes” (1997),
“fue empañado por la corrupción papal (incluyendo la compra y venta de
cargos eclesiásticos, sobrinazgos, esplendorosos estilos de vida, concubinato,
brutalidad, e incluso asesinatos) y adicionandole la dominación del papado
por reyes alemanes y por poderosas familias romanas.
Durante esa edad de hierro, Eamon Duffy escribe en “Saint and Sinners: a
history of the popes” (1997) “la silla de San Pedro se volvió el trofeo de tiranos
y bandidos, y un trono asqueado por feroces oleadas de crimen y
libertinaje… [y] el papado se convirtió en la posesión de las grandes familias
romanas, ya que el mismo era un boleto para la dominación local, por el
que los hombres estaban preparados para violar, matar y robar”.
“Los candidatos más inútiles e inadecuados eran puestos por la fuerza en la
silla de San Pedro”, Mann Adds. “todo poder real [en Roma] estaba en
aquella época en manos de las grandes familias, las cuales a través de sus
conexiones con la milicia local, fueron convirtiéndose prácticamente en una
aristocracia feudal.
Todas estas familias estaban envidiosas unas de otras, y se pasaban
luchando perpetuamente unas contra otras por una supremacía. El objetivo
de cada grupo, perseguido por cada recurso de violencia e intriga, era
tomar el control sobre la silla de San Pedro. Su ocupante debía ser uno de los
suyos sin importar los costos”.
Durante la edad de hierro del papado, la sucesión de Papas que se observó
se llevó a cabo con una rapidez desconcertante. En 94 años, de 872 hasta
965, hubo 24 Papas; Y durante nueve años entre 896 y 904 se sucedieron
nada menos que nueve Papas. (En cambio, hubo un total de sólo nueve
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Papas en el siglo XX, y uno de ellos, Juan Pablo I, reino durante 33 días
únicamente.)
En la edad de hierro del papado, según Matthew Bunson en “La enciclopedia
Papal” (1995), las familias más poderosas que dominaron Roma no sólo
tomaron medidas para elegir a sus Papas, sino que también “si tenían en sus
manos a los pontífices ... a los que habían removido del cargo, entonces los
mataban por aspiraciones políticas ... o como venganza por alguna acción
tomada por el Papa que los ofendió o les fue inconveniente a alguno de sus
planes.” Como consecuencia, de esos 24 Papas que estaban en funciones
de 872 hasta 965, siete de ellos – casi de una tercera parte – murieron
violentamente o bajo condiciones desconocidas. Cinco Papas fueron
asesinados en su propia oficina, o destronados y luego fueron muertos. Juan
VIII, el primer Papa asesinado, fue envenenado por su cortejo; Cuando el
veneno no actuó lo suficientemente rápido, su calavera se dejó abatir por los
golpes de un martillo. Esteban VII y Leo V fueron a los que se removió del
cargo, ambos fueron detenidos, y estrangulados. Juan X fue removido del
cargo, fue detenido, y asfixiado con una almohada. Esteban IX fue
detenido, horrendamente mutilado, quitado sus ojos, su nariz, sus labios, su
lengua y sus manos, y afligido en sus lesiones. Otros dos Papas, también
murieron en las condiciones muy sospechosas: Según dichos, Adrián III habría
sido envenenado, y de Juan XII, las fuentes nos dicen, que bien murió de un
paro cardíaco padecido en la cama con una mujer casada o fue fracturado
hasta morir por el marido indignado de la mujer.
La edad de hierro del papado produjo un número de desafortunados
“primeros” para el papado. Como notable citado, el primer asesinato papal
tuvo lugar para Juan VIII; Esto sucedió el 16 de diciembre del año 882. Hacia
el 896 Bonifacio VI se convirtió en la primera (y único) persona en ser elegida
Papa después de haber sido dos veces degradado por órdenes sagradas
para la inmoralidad. En 904 Sergio III se convirtió en el primer (y único) Papa
en ordenar el asesinato de otro Papa; De conformidad con su orden, Leo V,
quien previamente había sido removido del cargo, se estranguló en prisión.
En 931 Juan XI se convirtió en el primer (y único) hijo ilegítimo de un Papa en
ser elegido Papa; Su padre fue Sergio III. En 955 Juan XII se convirtió en el
primer (y único) adolescente en llegar a ser Papa electo; Él tuvo 18 años de
edad en tal circunstancia.
Va sólo en contra del telón de fondo de este siglo oscuro en la historia del
papado que es posible para hacer sentido del Sínodo del Cadáver. Si, como
McBrien afirma, la edad de hierro del papado fue el período “más bajo” en
la historia del papado, entonces sin lugar a dudas el Sínodo del Cadáver no
fue sólo el punto más bajo en esa edad de hierro, sino que también, como
Bunson mantiene, “el punto más indigno en la historia del papado.”
El Sínodo del Cadáver ocurrió en alguna ocasión en enero de 897 en la viña
del Señor de St. John Lateran, la iglesia oficial del Papa en su aptitud como
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Arzobispo de Roma. El acusado enjuiciado fue Formosus, un Papa avanzado
en edad que después de un reinado de cinco años había muerto el 4 de
abril, en 896 y. (Según P. G. Maxwell-Stuart Crónica de los Papas (1997), el
nombre Formosus significa “elegante” en latín.) El juicio de Formosus fue
ordenado por el pontífice reinante, Esteban VII, quien había sido inducido a
emitir la orden por una poderosa dinastía romana y otras facciones políticas
anti-Formosus, y aparentemente, también estaba personalmente motivado
por lo que El diccionario Oxford para Papas (1986) decía, “casi un histérico
odio a Formosus.” Aunque Formosus había sido, según McBrien, “un hombre
de inteligencia excepcional, habilidad, y casi santo, se había hecho algunos
enemigos políticos que se encontraban resentidos con el... sumándole a uno
de sus sucesores, Esteban VII.”
Ninguna trascripción existe del juicio del Sínodo del Cadáver. No obstante, es
lo que razonablemente sucedió. Estando sentado sobre un trono, Esteban VII
personalmente presidió el proceso. También presente como co-juzgado
asistió un número significativo del clero romano que estaba allí presente, un
poco por compulsión y un poco por el miedo. La prueba comenzó cuando
el exhumado cadáver de Formosus fue llevado a la sala de tribunal. Esteban
VII hizo el pedido del cadáver putrefacto, el cual había estado yaciendo en
su tumba por siete meses, estaba vestido en ornamentos pontificales. El
cadáver fue entonces apoyado en el respaldo de una silla en la cual yacía
un clérigo menor de edad, temblando con aprensión, quién fue aquel cuya
responsabilidad, poco envidiable, fue defender a Formosus, hablando en su
patrocinio. El juez que presidía, Esteban VII, luego leyó los tres cargos.
Formosus fue acusado de (1) perjurio, (2) codiciar el papado, y (3) violar
cánones de la iglesia cuando él fue elegido Papa.
El juicio fue completamente dominado por Esteban VII, quien intimidó la
multitud con sus acaloradas peroratas.
Mientras el clero asustado
silenciosamente observaba el horror, Esteban VII gritó y deliró, arrojando
insultos y burlándose del pútrido cadáver. Ocasionalmente, cuando el
torrente furioso de aborrecimientos y las denigraciones se reducían
momentáneamente, el clérigo tartamudearía unas pocas palabras
débilmente negando los cargos. Cuando la farsa grotesca concluyó,
Formosus fue condenado respecto a todo por el tribunal. La sentencia
impuesta por Esteban VII fue que todos los actos de Formosus y las
ordenaciones como el Papa fueran deshabilitados, que los tres dedos de la
mano derecha de Formosus que solieron dar bendiciones papales fueran
cortados, y que el cuerpo sea despojado de sus ornamentos papales, y
vestido en prendas de vestir baratas de una persona laica, y sepultado en
una fosa común. La sentencia fue rigurosamente ejecutada. (El cuerpo
estaba al poco tiempo desenterrado y tirado en el Tiber, pero un monje lo
sacó del río.)
El odio fanático de Esteban VII a Formosus, su decisión extraña de convocar
al Sínodo del Cadáver en primer lugar, su decisión aun más extraña de traer
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el cadáver de Formosus hasta el tribunal, su conducta maníaca durante
grotesco proceso, y su juicio barbárico en el que el cadáver fuera abusado y
humillada, hace difícil estar en desacuerdo con los historiadores que dicen
que Esteban VII fue insensible, loco de atar.
El Sínodo del Cadáver fue la causa de la rápida y precipitada caída de
Esteban VII. La prueba abrumadora y el maltrato salvaje del cadáver de
Formosus provocaron tanta cólera e indignación en Roma que luego de unos
pocos meses se desató una revolución en el palacio y Esteban VII fue al que
se removió del cargo, despojado de la vestidura Papal fue obligado a
vestirse como un monje, encarcelado, y, algún día de agosto de 897,
estrangulado.
Tres meses más tarde otro Papa, Teodoro II, cuyo pontificado duró solo 20
días, todo durante el mes de noviembre del año 897, convocó a un sínodo
que anuló el Sínodo del Cadáver y completamente rehabilitó a Formosus.
Teodoro II también ordenó que el cuerpo de Formosus fuera
respetuosamente sepultado nuevamente. Por consiguiente, según S. Joseph
Brusher en Popes Through the Ages (1980), el cadáver fue “traído de regreso
a la Basílica de San Pedro en una procesión solemne. Una vez más arropado
en los ornamentos pontificales, el cuerpo fue antepuesto al Confesionario [la
parte alta del altar donde eran depositadas las reliquias sagradas] de San
Pedro. Allí, en presencia del Papa Teodoro II, una Misa fue dada por el alma
de Formosus, y su pobre y magulló cuerpo devuelto a su tumba.”
El siguiente Papa, Juan IX, cuyo pontificado duró de 898 hasta 900, también
anuló el Sínodo del Cadáver. En dos sínodos convocados por Juan IX, uno en
Roma, el otro en Ravenna, los pronunciamientos del sínodo de Teodoro II
estaban confirmados, y cualquier prueba futura de un muerto fue prohibida.
Increíblemente, sin embargo, éste no fue el fin de disputas acerca de la
legalidad del Sínodo del Cadáver.
Sergio III, quien fue Papa de 904 hasta 911, revirtió las decisiones de los
sínodos de Teodoro II y Juan IX convocando a un sínodo que invalidó sus
invalidaciones del Sínodo del Cadáver y reafirmando la convicción a cerca
de Formosus y su primer juicio. Sergio III llegó a colocar un epitafio en la
tumba de Esteban VII que demostraba en forma evidente irritación y
desprecio hacia Formosus. Según El Diccionario Oxford de Papas, Sergio III
fue un “repudiador violento de Formosus” y había sido Papa elegido por una
“facción anti-Formosan.” De hecho, Sergio III, mientras era un obispo,
realmente había tomado parte en el Sínodo del Cadáver donde él estuvo de
clero forzado a servir de co-juzgado con Esteban VII. Sergio III, será
recordado, fue también el único Papa que ordenó el asesinato de otro Papa,
y también del único Papa que crió un hijo ilegítimo que se convirtió luego en
Papa. Es con razón, por consiguiente, que los historiadores como Farrow
describen el pontificado del asesino Sergio III tan “deprimente y deshonroso.”
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Damnatio memoriae o Sínodo del terror
Aunque los decretos del sínodo de Sergio III marcaron el último
pronunciamiento formal por la Iglesia Católica Romana en la legalidad del
Sínodo del Cadáver (cuál en latín, el lenguaje de la viña del Señor, es
conocido como el sínodo horrenda), hoy allí es un consenso casi unánime
entre estudiosos y teólogos, ambos dentro y fuera de la viña del Señor, que el
Sínodo del Cadáver fuese una monstruosidad ilegal y que Formosus quede
enteramente reivindicado, libre de todos los cargos en contra de él. Por otra
parte, es apenas asombroso eso, como nota McBrien, “nunca ha habido un
Papa Formosus II, aunque Pietro Cardinal Barbo tuvo que ser disuadido
llevando el nombre en 1464. Él llevó el nombre Pablo II en lugar de éste.”
Aunque el Sínodo del Cadáver es frecuentemente mencionado en diversos
libros de historia, ha encontrado su forma en la única obra literaria de gran
envergadura, la obra maestra de poesía inglesa de Robert Browning The Ring
and the Book, un poema enorme consistente en 21,116 versos. Browning tuvo
una comprensión integral del Sínodo del Cadáver porque su padre, Sr. Robert
Browning, tuvo, según The Poetical Works of Robert Browning (1998),
publicado por la Universidad Oxford, “llegó a ser un experto en las muy
conflictivas vidas de los Papas a finales de los novenos y tempranos siglos
décimos.”
Habiendo hecho investigación histórica extensiva en las
bibliotecas de París, el mayor de los Browning “supo todo acerca del sínodo
del cadáver de 897, cuando el cadáver del Papa Formosus fue puesto en la
corte y abusado y sentenciado... por su sucesor, Esteban VII, resultante en
una controversia que atravesó corriendo varios pontificados.” Mientras The
Ring and the Book estaba siendo escrito el mayor de los Browning había
presentado para su hijo, el poeta, los resultados de esta histórica
investigación, que llenó cuarenta cuadernos de apuntes, e incluida “una lista
de muchas narrativas interesantes, incipientes con ' El notable juicio del
cadáver de Formosus.'”
La historia del Sínodo del Cadáver ocupa sólo 134 renglones del libro The Ring
and the Book, pero Browning fue todavía capaz, con exactitud asombrosa,
relatar los acontecimientos del juicio así como también los hechos básicos
acerca de la sentencia y asesinato de Esteban VII, los empeños de Teodoro
IX y Juan II para reivindicar a Formosus, y los esfuerzos de Sergio III para
afirmar el juicio del Sínodo del Cadáver.
Es apropiado, por consiguiente, concluir el artículo presente en la prueba
más bizarra de la historia, el Sínodo del Cadáver, citando dos brillantes líneas
del libro The Ring and the Book:
Lea – Cómo una vez hubo un espantoso juicio
De un muerto por uno vivo, y ambos, Papas.
http://www.geocities.com/anlimai/papas.html
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