Ontología del lenguaje Comentario de libros Ontología del lenguaje Autor: Rafael Echeverría Comunicaciones Noreste Ltda., 2011 (Reimpresión), Santiago, 433 pp. (Rev GPU 2012; 8; 2: 122-124) Hernán Villarino S iempre se agradece un esfuerzo tan denodado como supone la realización de un texto como éste. En él se pasa cumplida revista a muchas tendencias filosóficas modernas y se propone una concepción novedosa de la realidad humana, la que se define como posmetafísica. La humanidad, dice nuestro autor, ha conocido una edad premetafísica, la de la transmisión oral y los poetas; una segunda, propiamente metafísica, posibilitada por la invención del alfabeto y la escritura, y una tercera, la actual, cuya raíz radica en el lenguaje. Esta distribución de la historia humana en tres periodos es notablemente parecida a la que en el siglo XIX propuso Comte, aunque en su caso la tercera de las edades era la de la ciencia positiva. Desde entonces, cada uno a su manera y por sus propios motivos, se ha propuesto el fin de la metafísica y la entrada en un mundo nuevo, posmetafísico. A nuestro entender, en el pórtico de todos estos intentos está Kant, para quien la metafísica era la crónica de todos los absurdos humanos, pero a diferencia de todos los que le siguieron, estimaba también que era una necesidad inevitable de la razón humana, además de su vocación y plenitud. Entre los defensores de la naturaleza periódica de la historia quizá el primero fue Vico, y uno de los más conocidos, Spengler. Pero junto a ellos están los que la niegan, entre los cuales podemos contar a Jaspers y Toynbee. El inglés, para entender el que en periodos distantes y en civilizaciones ajenas se produzcan obras de todo tipo que son equiparables incluso en el detalle de algunas frases y expresiones aunque los autores no tuvieran noticia unos de los otros, hablaba de la contemporaneidad filosófica de la experiencia 122 | Psiquiatría universitaria humana, independientemente del tiempo y el lugar donde ocurriera. De modo que en la historia no hay novedad absoluta sino énfasis en esto o en aquello de acuerdo con la situación vivida por los actores; nada puede ser olvidado, ninguna página es la última, tampoco la primera, porque lo que hoy no es eficaz puede volver a serlo mañana. Jaspers dice que no podemos saber ya nada, aparte conjeturas, de cómo se constituyó el hombre en la dilatada prehistoria donde se vivieron y resolvieron experiencias decisivas que conformaron a la humanidad del presente, pero, agrega, los hombres de estos últimos diez mil años son contemporáneos entre sí, cualesquiera sean sus diferencias están todos ellos en comunicación y mutuamente concernidos, aunque la vertiente material de esta “globalización” sea reciente. En todo caso, difícilmente se podrá negar la similitud estructural, comunicación, contemporaneidad filosófica y vinculación de la obra de Vico (S. XVI), Comte (S.XIX), Spengler (S. XX) y Echeverría (S. XXI). Por metafísica se entiende la pregunta por lo más real y radical de la realidad, pregunta que probablemente se han hecho los hombres en todos los tiempos y lugares. Claro que unos dicen que lo más radical es esto y otros que esto otro, por eso Kant consideraba que la metafísica era un puro desvarío aunque no por ello la razón podía eximirse de seguir preguntando por el fundamento. La ontología, que mienta el ser, es un término relacionado con la metafísica, lo que Echeverría reconoce, pero cuyo sentido es ahora contraído, como dice el autor, “a nuestra comprensión genérica –nuestra interpretación– de lo que significa ser humano”. Ontología Hernán Villarino del lenguaje significa, entonces, que el lenguaje es lo más real y radical del ser humano. Para Heidegger, cuyos pasos sigue Echeverría, lo más radical del ser humano es su ser, ser que es comprensor. Pero que sea comprensor no quiere decir que tenga virtudes mágicas en virtud de las cuales lo comprende todo, sino que la comprensión es lo primero y positivo; por eso, cuando no es capaz de comprender, defectivamente comprende que no ha comprendido. No comprender es también una forma de comprender, a saber, comprender que no se ha comprendido, del mismo modo que no se puede mentir si previamente no se conoce la verdad. (Brentano ha hecho una inolvidable reflexión sobre esa capacidad única que tiene el hombre de negar y decir no). Ahora bien, puesto que ontológicamente, a priori, el ser del Dasein es comprensor, es posible, ónticamente, a posteriori, hallar una serie de entes que materializan su comprensión y con los que primeramente nos topamos. En primer lugar el lenguaje cotidiano, y luego todos los otros lenguajes, como el artístico, el religioso, el matemático, el lógico, el científico, etc. Ninguno de estos lenguajes nos dirían nada, como nada dicen a los animales si no fuéramos, primeramente, comprensores. La comprensión no se deriva del lenguaje, sino que el lenguaje, que es óntico, de la comprensión, que es ontológica; caso contrario, deberíamos suponer que cuando nuestros antepasados bajaron de los árboles los estaba esperando un idioma, listo y terminado, y no que ellos lo crearon. (A riesgo de proclamar una herejía, nos parece que Heidegger no dice nada distinto de lo que dice Aristóteles cuando asienta que el hombre es el animal racional, es decir, el que comprende la realidad, aunque la forma de encontrarlo y fundamentarlo sea totalmente distinta en cada caso.) Sin embargo, ¿hemos comprendido bien el texto comentado? En la página 31 expone el autor los tres postulados básicos de su doctrina, a saber: 1º que la ontología del lenguaje interpreta a los seres humanos como seres lingüísticos; 2º que interpreta al lenguaje como generativo, y 3º que interpreta que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él. Ahora bien, es distinto decir que el ser humano es comprensor a decir que es lingüístico, ya que no es comprensor porque sea lingüístico sino que es lingüístico porque es comprensor. El lenguaje tiene que ser comprendido como lenguaje. Por lo demás, cuando decimos lingüístico decimos un ente, y lo primero que debería aclararse es de cuál ente estamos hablando: ¿del lenguaje cotidiano, religioso, científico, etc.? Ninguno de estos lenguajes, aunque compartan estructuras comunes, es el mismo que el otro, porque lo comprendido en ellos es radicalmente distinto en cada caso. Que el lenguaje y la comprensión no son coextensivos o, si se quiere, que los conceptos ser humano y lenguaje no son equivalentes, a nuestro juicio se puede demostrar empíricamente. Por lo pronto, el lenguaje cotidiano es el objeto máximamente inteligible, y lo prueba el que cualquiera puede aprender cualquiera de ellos desde niño y sin ninguna necesidad de estudios especiales, basta con haber nacido en esa comunidad de hablantes. Pero el hombre, ¿es también lo máximamente inteligible? ¿Siempre se lo puede comprender como al lenguaje? Respecto del primer postulado de la obra, enunciado más atrás, es evidente que la palabra lenguaje tiene muchos sentidos, pero también es evidente que en ninguna de sus acepciones se fatiga ni le duelen las muelas, lo que sí les ocurre a los seres humanos. En la psiquiatría se opone la transparencia del comprender, que es todo lo que se puede entender como un lenguaje, a la opacidad del explicar, que el lenguaje puede describir pero que no es lingüístico. Y si estamos hechos y somos las dos cosas, la parte no puede ser lo mismo que el todo. Por otro lado, la psicopatología revela aquellas experiencias, por ejemplo del despertar, donde aún no se ha producido la escisión sujeto-objeto, y que son por ende a-lingüísticas pero son reales. La incomprensibilidad de las experiencias límites, como por ejemplo la muerte, aunque nos son comunes a todos no pueden ser traducidas en lenguaje. Similar a esto es lo que ocurre en la mística, en cuya explicitación, a través de la coincidentia oppositorum, el lenguaje es llevado al sinsentido, y en su límite, al silencio. Ésta es una experiencia de la que no se puede hablar porque de ella no hay palabras ni comunicación sino indirectamente; sin embargo, no cabe dudar de su realidad repetida durante milenios, aunque no podamos comprenderla a través del lenguaje. La metafísica lleva también el pensar y el lenguaje a sus límites, donde todo lo dicho, como afirma Jaspers, no es más que un símbolo o cifra de lo que no puede ser dicho. Sócrates, con su arte mayéutica, lejos de hablar o de impartir doctrinas pretendía que cada cual pariera la verdad indecible que llevaba impresa más allá de las palabras. Platón, en la alegoría de la caverna, asegura que lo dicho y pensado no es lo real sino una sombra de lo real. El hombre arrojado, de Heidegger, nada sabe ni puede decir de su decisivo arrojamiento. Wittgenstein, a quien Echeverría cita como precursor, decía que de lo que no se puede hablar es mejor guardar silencio; su proyecto lo define nuestro autor como ético; sin embargo, una de aquellas cosas que Wittgenstein consideraba indecibles era justamente la ética, lo cual no significaba que no fuera real o Psiquiatría universitaria | 123 Ontología del lenguaje carente de importancia. Según el primer Wittgenstein, todo lo esencial es inefable. No hace falta ponderar la importancia del lenguaje; con todo, lo fundamental del hombre pareciera no caber en él. Respecto del segundo postulado, que el lenguaje sea generativo y no sólo descriptivo es un hecho indudable. Con las palabras hacemos cosas, afirmaba Austin, pero también creamos realidades, como asegura Echeverría. Una palabra dicha a tiempo, dice con razón, sin duda que cambia la realidad. Sin embargo, también Orwell ha descrito cómo se puede crear la realidad con palabras. Los diversos totalitarismos e ideologías del siglo XX, y sus sucesores contemporáneos, son un magnífico ejemplo de creación e invención de la realidad a través del lenguaje. El hombre caído, para Heidegger, es justamente el que malogrando su ser se entretiene en habladurías y a todo le encuentra un sentido, pero porque el lenguaje sirve para eso, y sobre todo para eso. Pero si esto es así, entonces el lenguaje no es lo último: anteriores a él son, por decir algo, la verdad o la mentira en que va inserto. Los disfraces y engaños 124 | Psiquiatría universitaria con que nos cubrimos están urdidos con palabras, por eso, es verdad, como dice el tercer postulado de Echeverría, que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje, y a través de él. Sin embargo, nuestra ficción lingüística, ¿es nuestra realidad radical? ¿Y cómo podríamos hablar de ficción lingüística si fuéramos lenguaje y no pudiéramos medirla con ninguna otra cosa que no fuera lenguaje? Nada de lo comentado debiera desorientar el lector ni pretender que entendemos este libro como cosa juzgada. La variedad de datos e ideas es notable, la claridad de la exposición, en un tema tan diverso y confuso como éste, permite pensar al hilo de la lectura sin tener que concentrar toda la energía en desentrañar la oscuridad del discurso, como es frecuente en nuestra época, pero, además, otra serie de virtudes y aciertos, que el lector descubrirá a su tiempo, hacen de su lectura una experiencia enriquecedora. Mas, el que la esencia del hombre sea lingüística, es decir, máximamente inteligible, o que esté constituido como un lenguaje, no sólo es un asunto discutible sino que puede ser discutido.