Follet, Ken - La caída de los gigantes

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- Dos informes. -Dupuys señaló el mapa-. Nuestro reconocimiento aéreo indica que
Von Kluck está avanzando en dirección sudeste, en dirección al río Marne.
Aquello fue una confirmación de la información que habían dado los ingleses.
Siguiendo esa trayectoria, el I Ejército se trasladaría hasta el este de París. Y, puesto que
Von Kluck es taba al mando del ala derecha alemana, todas sus fuerzas evitarían el paso
por la ciudad.
¿Acabaría París librándose de la invasión?
Dupuys prosiguió:
- Y tenemos un informe de un soldado de la patrulla de reconocimiento de la división
de caballería que sugiere lo mismo.
Fitz asintió con expresión reflexiva.
- La teoría militar alemana se basa en destruir el ejército enemigo y tomar posesión
de las ciudades más adelante.
- Pero ¿es que no lo ve? -preguntó Dupuys de forma exaltada-. ¡Están dejando ex
puesto su flanco!
Fitz no había pensado en eso. Se había concentrado en el destino de París. En ese mo
mento se dio cuenta de que Dupuys estaba en lo cierto, y de que esa era la razón de tanta
euforia. Si el servicio secreto no se equivocaba, Von Kluck había cometido un error
militar clásico. El flanco de un ejército era más vulnerable que su cabecera. Un ataque
por el flanco era como una puñalada por la espalda.
¿Por que había cometido un error así Von Kluck? Debía de creer que la debilidad de
los franceses era tal que no podían contraatacar.
En tal caso, estaba equivocado. Fitz se dirigió al general.
- Creo que esto puede interesarle mucho, señor -dijo, y le pasó el sobre que llevaba en
cima-. Es nuestro informe del reconocimiento aéreo de esta mañana.
- ¡Ajá! -exclamó Galliéni con entusiasmo. Fitz se acercó al mapa.
- ¿Me permite, general?
El militar hizo un gesto de asentimiento. Los ingleses no eran populares, pero
cualquier información secreta era bienvenida.
Tras consultar el original en inglés, Fitz dijo:
- Los nuestros han situado al ejército de Von Kluck aquí. -Clavó un nuevo alfiler en
el mapa-. Y moviéndose en esta dirección. -Aquello confirmaba lo que ya pensaban los
franceses.
Durante un instante, los presentes en la sala permanecieron en silencio.
- Entonces es cierto -comentó Dupuys en voz baja-. Han dejado expuesto el flanco.
Al general Galliéni le brillaron los ojos bajo sus quevedos.
- Pues bien -dijo-, es nuestro momento de atacar.
II
Fitz se puso de un humor terriblemente pesimista a las tres de la madrugada, acostado
junto al delgado cuerpo de Gini, cuando terminó el acto sexual con la chica y descubrió
que añoraba a su esposa. Entonces pensó, muy abatido, que, seguramente, Von Kluck se
habría dado cuenta de su error y habría dado marcha atrás.
Sin embargo, a la mañana siguiente, el viernes 4 de septiembre, para deleite de los de
fensores de los franceses, Von Kluck siguió avanzando hacia el sudeste. Con eso bastó
al general Joffre. Dio órdenes al VI Ejército francés de salir de París a la mañana
siguiente y atacar a Von Kluck por la retaguardia.
Pero los ingleses siguieron batiéndose en retirada.
Esa noche, Fitz estaba desesperado cuando se encontró con Gini en Albert’s.
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