FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO E (25 de enero) María de Guadalupe González Pacheco n camino a Damasco, a la cabeza de un grupo de fanáticos que buscaban acabar con los cristianos, iba un hombre de alrededor de 30 años, Saulo, de raza judía, que hablaba con fluidez el griego, el arameo y el hebreo. Era ciudadano de Tarso y de Roma a la vez. Poco tiempo atrás, había cuidado las vestiduras de aquellos que lapidaron a San Esteban, estando plenamente de acuerdo con esa acción. En esta ocasión, llevaba un mandato oficial para perseguir a los cristianos de Damasco. Pero, «cuando estaba camino de Damasco, se vio de repente rodeado de una luz del cielo y, al caer por tierra, oyó una voz que decía: “Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer”. Los hombres que lo acompañaban quedaron atónitos al oír la voz y no ver a nadie. Saulo se levantó de la tierra y con los ojos abiertos, nada veía» (Hech 9, 3-8). Sus acompañantes lo llevaron a Damasco, donde permaneció tres días, sin comer ni beber. Ahí se encontró con un discípulo llamado Ananías que, previamente había sido instruido por Dios mediante una visión, para que Detalle del vitral de la Capilla de la CEM primero le impusiera las manos y así recobrara la vista, y luego lo bautizara. Ante la renuencia de Ananías, Dios le dijo que Saulo era para Él un “vaso de elección para llevar su nombre a todas las naciones y los reyes y los hijos de Israel” (v. 15). BOLETÍN • 2013 • 17 Toda la doctrina de San Pablo se derivará de ese extraordinario encuentro con Jesús. Ahí se da cuenta, con absoluta claridad, que la Iglesia y Cristo forman una unidad. Esta convicción pasará a ser la base de toda su teología y eclesiología. Por otra parte, percibe la certeza absoluta de la resurrección de Cristo, pues es una Persona viva quien —con toda la gloria de su divinidad— se comunica con él en el camino a Damasco. A partir de este acontecimiento, para Pablo ya sólo cuenta la vida en Cristo, y el apóstol pasará a considerar “pérdida” y “basura” todo aquello que antes constituía para él el máximo ideal, la razón de su existencia (cf. Flp 3, 7-8). “Toda la doctrina de San Pablo se derivará de ese extraordinario encuentro con Jesús. Ahí se da cuenta, con absoluta claridad, que la Iglesia y Cristo forman una unidad”. 18 • BOLETÍN • 2013 “Desde entonces, Pablo será no sólo un convertido, un cristiano, sino un apóstol y el Apóstol por excelencia, que asombrará al mundo y será la admiración de todos por los siglos debido a sus escritos sublimes e insLa ceguera de Saulo ante el es- pirados, a sus santas audacias, a sus plendor del Resucitado era un trabajos, a las maravillas de su apossímbolo exterior de lo que se es- tolado y a la gloria de su martirio”, taba verificando en su interior: nos dice el Papa Benedicto XVI (25 se puso de manifiesto su ceguera de enero de 2009). con respecto a la verdad, a la Luz de Cristo, ceguera que fue venci- Entre otras cosas, la conversión de da por la gracia del Bautismo. Y San Pablo nos permite ver que, a el Bautismo, a Pablo le transmi- pesar de todos los esfuerzos que él tió también la enseñanza de que hizo por erradicar a los seguidores no bastaba con ver al Resucitado, de Cristo, el Poder de Dios se lo la Cabeza de la Iglesia; había que impidió, por una parte protegiendo entrar también en sintonía con a los cristianos, y, por otra, recupesu cuerpo, entrando por la puer- rando a la “oveja perdida” en la perta de la jerarquía establecida por sona de Pablo. Este acontecimiento Él en los apóstoles. Sólo en esta pone de manifiesto que el poder de comunión podía ser un verdadero la gracia divina puede alcanzar a apóstol. cualquier pecador, llegando a rea- La conversión de San Pablo por Luca Giordano, Nápoles 1634. Museo de Bellas Artes de Nancy lizar un cambio tan radical en él como para convertir en apóstol a un encarnizado perseguidor. Y también que los llamados de Dios preceden a cualquier pecado en el que podamos caer y persisten a pesar de éste. Pablo estaba llamado, desde la eternidad, a ser “vaso de elección para llevar su nombre a todas las naciones y los reyes y los hijos de Israel”, y ese llamado no cesó por haber éste desviado el camino que lo conducía a ese destino glorioso. Si creemos verdaderamente en el Evangelio, si vemos las cosas a la Luz de Cristo, como San Pablo, nuestra jerarquía de valores tiene que cambiar necesariamente, permitiéndonos ver que las cosas que el mundo tiene en máximo aprecio: poder, riqueza, distracciones, etc. son “basura”, una “basura” que reluce con un esplendor falso para ocultarnos lo que vale, para des- circunstancial, Jesús Resucitado se viarnos del Camino, de la Verdad, sigue apareciendo por nuestros cade la Vida. minos, llenándonos con la Luz de la Verdad en los acontecimientos, La frase que se volverá el centro de en los encuentros, en la liturgia, la vida y la teología de San Pablo: e invitándonos continuamente, “Yo soy Jesús, a quien tu persigues” como a este santo apóstol, a dejar (Hech 9, 5) tiene una gran profun- de perseguirlo en la persona de los didad y riqueza de interpretaciones que nos rodean, para, en unión con que pueden ser aplicadas a nuestra la Iglesia y con la gracia de Dios, vida diaria. Vista desde este Año vivir para anunciarles con nuestra de la Fe, específicamente, ¿cree- vida la Vida del Resucitado. mos verdaderamente que cuando perjudicamos, de la manera que sea, a nuestro prójimo, estamos realmente perjudicando a Jesús? ¿Somos conscientes de que lo que Él nos dice en la Sagrada Escritura “Yo soy Jesús, a quien tu persigues” (a quien tu dañas, a quien tu perjudicas) es algo actual y vivo, que se aplica en nuestra vida cotidiana? Pero, como a San Pablo, si no de manera espectacular, sí de manera st-paul-medallion BOLETÍN • 2013 • 19