Caroline Alexander La guerra que mató a Aquiles La verdadera historia de la «Ilíada» Durante siglos la Ilíada fue para poetas y pensadores objeto de lecturas e interpretaciones, así como un inestimable canto épico del guerrero, que preparaba a los jóvenes para una muerte gloriosa. Sin embargo, Aquiles, el personaje central de la epopeya homérica, el guerrero por antonomasia, es un héroe inquietante y controvertido, acérrimo detractor de Agamenón, el líder de los aqueos, que inició la guerra y permitió que se prolongase durante años sacrificando las vidas de soldados y civiles. Este extraordinario ensayo, lejos de centrarse en cuestiones tradicionales tratadas durante siglos por especialistas, pretende mostrar de manera radical aquello que la Ilíada nos revela sobre la guerra, una catástrofe que no sólo aniquila a los mejores guerreros sino que deja a niños huérfanos, destruye ciudades y arrasa civilizaciones enteras. ACANTILADO ACANTILADO Narrativa del Acantilado, 221 El978-84-15689-18-8 Acantilado, 304 978-84-16011-43-8 624 páginas 352 13 xpáginas 21 cm 13 21 cm 26xeuros 27 euros PRÓLOGO DE Traducción de PABLO MARTÍN SÁNCHEZ José Manuel Álvarez-Flórez A LA VENTA EL 30 DE NOVIEMBRE A LA VENTA EL 4 DE MARZO Caroline Alexander (Florida, 1956) es doctora en Clásicas por la Universidad de Columbia y fundadora del Departamento de Clásicas en la Universidad de Malawi, donde enseñó entre 1982 y 1985. Ha escrito en The New Yorker, National Geographic y Granta, y es autora de diversos libros. «Sería difícil hallar un estudio más sólido, más vivo y más audaz de la Ilíada» The New York Times «Un valioso homenaje al poema de Homero: compasivo, necesario, siempre estimulante». The Guardian En la época de Homero, resultaban visibles para cualquier viajero las ruinas de lo que habían sido en tiempos las sólidas murallas de Troya, que dominaban el Helesponto, que era como se llamaba entonces el estrecho de los Dardanelos; la descripción detallada que en la Ilíada se da de la Tróade, la región que rodeaba Troya, parece indicar que el poeta conocía personalmente el territorio. Así pues, la guerra era real, no mítica, para Homero y su público. Los principados griegos importantes que según el poema participan en la guerra también existieron. Sus ruinas eran visibles para cualquier viajero. El conocimiento de Troya y de la época de Troya ha ido revelándolo la arqueología. Pero la guerra de Troya conflagración que desarraigó naciones enteras, sigue siendo misteriosa. Independientemente de cualquier hecho que descripción inequívoca que hace el poema de lo que aquella guerra significó realmente permanece inalterable. Homero, antigua historia, había captado una verdad feroz y perdurable. Contada por él, la vieja historia de aquel conflicto bélico Bronce se convirtió en una amplia y sublime evocación de la devastación que supone cualquier guerra de cualquier época. […] en concreto, la terrible pueda salir a la luz, la profundizando en su ya concreto de la Edad del Dentro de la Ilíada hay muchas pruebas que indican que Aquiles era originariamente un héroe popular con dotes y rasgos mágicos que lo hacían invulnerable, y que se lo incorporó a la épica en una fecha relativamente tardía. En la Ilíada ostenta los rasgos indelebles de sus orígenes populares previos pero ha sido despojado de todos los poderes mágicamente protectores. El Aquiles de Homero, hijo de la diosa Tetis y del héroe Peleo, es completamente mortal, y de hecho uno de los firmes polos en torno al cual gira la epopeya es justamente su mortalidad. Aquiles es el vehículo de la grandeza de la Ilíada. Son sus discursos los que precipitan los acontecimientos decisivos, sus interrogatorios contundentes los que dan al poema su poderoso significado: «Yo, por mi parte, no vine aquí por causa de los lanceros troyanos, | a luchar contra ellos, porque a mí ellos no me han hecho nada […]; vinimos, oh, gran desvergonzado, por tu causa, por hacerte un favor», dice furioso a su comandante en jefe, Agamenón, en el ardor de la disputa que pone en marcha la epopeya. Néstor, el anciano consejero de los aqueos, intentando contenerle, dice: «Hijo de Peleo, no te atrevas a compararte con el rey, | pues nunca es igual que las demás la porción de honor | de aquel que empuña el cetro, al que Zeus otorga majestad». Aquiles, sin hacer caso al viejo Néstor y hablando directamente a Agamenón, responde: «Pusilánime, en verdad, y cobarde se me podría llamar si accediese a cumplir todas las órdenes que tú quieras darme. | Puedes mandar a otros que hagan esas cosas, pero no me des más órdenes a mí, | pues no tengo ninguna intención de obedecerte». Así pues, la Ilíada, bebiendo de su larga tradición, utilizó héroes y acontecimientos de la épica convencional para desafiar la visión heroica de la guerra. ¿Está justificado alguna vez el combatiente para desafiar a su comandante? ¿Debe sacrificar su vida por la causa de otro? ¿Cómo se puede permitir que se inicie una guerra catastrófica… y por qué no se le puede poner fin si todas las partes lo desean? ¿Traiciona un hombre a su familia cuando da su vida por la patria? ¿Ven los dioses con buenos ojos la carnicería que la guerra causa? ¿Queda compensada la muerte de un guerrero por la gloria que alcance? Éstas son las cuestiones que se plantean en la Ilíada. Éstas son también las que plantea la guerra actual. Y tanto en la vida como en la épica nadie las ha contestado mejor que Homero.