LA HISTORIA DEL HOMBRE MISTERIOSO Erase una vez una

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LA HISTORIA DEL HOMBRE MISTERIOSO
Erase una vez una historia entrañable. En una ciudad pequeñita había un
centro humilde de pobres que no tenía nombre y acogía a todo los necesitados
con un sinfín de miserias.
Los días pasaban sin ningún contratiempo hasta que un buen día
nublado otoñal, como otro cualquiera vieron entrar a un hombre serio con una
gran mochila con un aspecto misterioso y con voz muy seria y casi susurrando
dijo “buenos días, ¿este es el centro donde ayudan a todo tipo de personas con
necesidades?”. A lo dicho le contestó una mujer que le atendía: “sí, este es el
hogar para el pobre necesitado y el buen caminante que va de paso sin hogar”.
“¿Sería tan amable de dejarme estar alojado aquí unos días? vengo de
muy lejos caminando y traigo una mochila cargada de valores y vivencias
personales, necesito tener unos días de reposo”.
La mujer sin pedir más explicaciones le contestó: “¡cómo no!, está usted
de suerte, hoy mismo acaba de marchar un anciano y tenemos una cama libre y
podrá tener un baño de agua caliente y un plato de comida”.
Después se acercó otra mujer que trabajaba en el hogar y ya dentro le
dijo: “esta será su habitación y ahora le enseño el resto de la casa. Puede dejar
su mochila aquí”, “¡no!”, contestó el hombre con voz tajante “la mochila es mi
herramienta de trabajo, sin ella sería como sentirme vacío. Respete que la lleve
conmigo”. “Está bien”, contestó la trabajadora, “nos saltaremos las normas de la
casa pero esperemos que no nos dé un buen susto con lo que lleve ahí
dentro….” El hombre le contestó “no, no haré uso de ella hasta que llegue el
momento oportuno”.
“Pero dígame, ¿en este buen hogar qué valores se desempeñan y qué
valores se dan a los que vienen aquí?”
“Yo le cuento, aquí ayudamos un poco y les damos apoyo y ayuda
necesaria para que encuentren el mejor camino para su bienestar y necesidades
y cariño, compañía en su soledad”
“Y ¿qué más pide el humilde pobre y cansado cuando se aloja en este
humilde hogar?”, sigue preguntando el hombre y con un asombro intrigado le
contesta la buena mujer:
“Pues piden que le curen las heridas de los pies, por tanto caminan sobre
todo sin rumbo y vienen de muy lejos o traen heridas superficiales”
“Y dígame, para las heridas más profundas, esas que no curan, que
quedan las heridas del alma; esas que no son tan fáciles de borrar, para esas
¿qué remedios tienen ustedes?”
La mujer se quedó muy sorprendida, se quedó en blanco sin saber cómo
responder, sin dar sentido a su respuesta. Entonces, con una sonrisa amable le
dijo: “he venido a pasar unos días pero ya he visto y he oído suficiente para
saber lo que hay y lo que falta y qué dejaré cuando me vaya”.
Y así pasaron los días y el hombre misterioso pudo conocer y hablar con
los usuarios y contar sus vivencias; hasta que llegó la hora del final. “Bueno, he
de marchar, me habéis dado cariño y comprensión, acogéis personas de todo
tipo de clases y religiones, diferentes continentes, no hay impedimentos de
lenguas ni fronteras; me acogisteis y no preguntasteis ni mi nombre, lo primero
que hicisteis fue atender mis necesidades pues soy un humilde hombre con mi
mochila que recorre el mundo y sólo deja aquello que es necesario”.
En ese momento, abrió su mochila y dijo: “mi nombre quedará grabado
para siempre en todo aquello que hacéis y será un corazón sin fronteras”.
María del Rocío S. S.
CRPS-Badajoz
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