Sospecho que la presencia del Fiscal General del Estado en un acto como éste podría ser contemplada, en principio, con cierta perplejidad. Campos electromagnéticos y sociedad, el título de estas jornadas, anuncia un tema que, probablemente, haría pensar en cualquier cosa menos en el Ministerio Fiscal. Salvo que -si me permiten la broma- leyendo la presentación del curso, en la que se habla sobre todo de la implantación y desarrollo de la telefonía móvil, pueda intuirse un vínculo fácil de establecer. No les quepa la menor duda de que el Fiscal General del Estado se encuentra, más de fuerza que de grado, entre los más fieles y constantes usuarios más de esa nueva tecnología. En cualquier caso, podría explicar mi participación en este evento acudiendo al terreno personal. Me honra hacer pública exhibición de mi amistad y mi admiración por el profesor Antonio Hernando, director de este curso. De esos sentimientos de amistad y admiración podría hablarles largamente. De sus méritos en el ámbito de la física y el magentismo, sería absurdo que intentara siquiera hacerlo, puesto que, por formación, la mayor parte de ustedes los conocen y, sobre todo, los saben valorar mucho mejor que yo. Sin embargo, con haber pesado mucho en mi decisión de aceptar su amable invitación, detrás de mi aparentemente atípica comparecencia ante ustedes hay algo más que ese nexo cordial de proximidad con el profesor Hernando. Y es que, pese lo sorprendente que pueda resultarle al doblemente profano (es decir, al profano en la ciencia de ustedes, y en la ciencia jurídica), resulta que al Fiscal sí le interesa –y no poco- el tema de los campos electromagnéticos. 1 En realidad, con la Constitución en la mano al Ministerio Fiscal le interesa todo lo que interesa o afecta a los ciudadanos. Porque se nos encarga velar por el interés social y por la protección de los derechos de todos. Así que detrás del título que antes leía, Campos electromagnéticos y sociedad, es precisamente la conexión entre ambos conceptos lo que me trae ante ustedes, no en mi condición de amigo, sino de Fiscal General del Estado. Saben, obviamente, de qué estoy hablando. La polémica cuestión suscitada acerca de lo que ciertos sectores de la doctrina jurídica ha dado en denominar contaminación electromagnética. No exento, en algún momento, de tintes polémicos, este debate, intermitentemente volcado en los medios, puede potencialmente entrar de lleno en el ámbito de actividad del Fiscal. Ha existido, incluso, algún caso de considerable resonancia pública en que se ha llegado a cuestionar la posible exigencia de responsabilidades penales derivadas de una supuesta afectación de bienes jurídicos como la salud o la integridad física, supuestamente derivada de la proximidad de antenas o repetidores. Y en todo caso, ya no en clave penal, pero sí relacionada con la protección jurídica de determinados intereses colectivos, contamos con alguna reciente resolución judicial que ha clarificado algunos aspectos muy importantes acerca de un punto clave de esta cuestión, como es el de determinar hasta dónde y a partir de qué límite está justificada o no la inquietud social que puedan suscitar este tipo de emisiones. Sé que va a hablarse aquí extensamente de esa resolución, y me consta además que lo va ha hacer el propio compañero, Magistrado del Tribunal Supremo, que actuó como ponente; así que no voy a entrar con detalle en el terreno que, lógicamente, él está mucho más autorizado que yo para recorrer con todos ustedes. 2 Pero sí quiero apuntar, en lo que creo que es la misma línea hacia la que conduce esa resolución judicial, alguna reflexión acerca de nuestro punto de vista y de nuestra actuación como Fiscales. En primer lugar, quiero llamar su atención sobre el esfuerzo de especialización que está haciendo en los últimos años el Ministerio Fiscal español. Esfuerzo que cuenta entre sus más destacadas prioridades, precisamente, la de la protección del medio ambiente. Protección frente a toda clase de agresión capaz de poner en riesgo serio –lo suficientemente serio como para tener relevancia penal- no sólo la vida o la salud de los ciudadanos, sino, además, y no sé si decir sobre todo, el futuro de un entorno vital que tenemos la responsabilidad de transmitir a nuestros hijos en condiciones que les permitan, a ellos también, disfrutar de un medio que razonablemente pueda calificarse de habitable. El equilibrio entre el progreso y la preservación de ese medio es un objetivo para el Fiscal, porque en la misión de promoción del interés social que la Constitución nos atribuye se incluye también el valor de la mejora de las condiciones de existencia, aprovechando las ventajas que nos ofrecen las nuevas tecnologías. Eso que se ha llamado desarrollo sostenible constituye, con seguridad, el punto medio en el que, como afirma el prudente juicio popular, suele estar la virtud. Por eso precisamente nos esforzamos en que nuestra aproximación a cuantas materias afectan a esos valores se realice sobre la base de un estudio riguroso, de un conocimiento lo más preciso y lo más extenso posible no sólo de las leyes o de la Jurisprudencia que las interpreta, sino también de la realidad a la que debemos aplicar esas normas. 3 De ahí el esfuerzo especializador al que me refería, que no sólo se ha traducido en la creación de una nueva figura, un Fiscal de Sala -la máxima categoría de la Carrera- encargado de coordinar a nivel estatal, desde la Fiscalía General del Estado, toda nuestra actividad en el terreno medioambiental. También hemos generado un impulso sin precedentes que lo relativo a dotación de medios materiales y humanos, con especial atención a la formación. Para ello, gracias a la colaboración del Estado y de muchas Comunidades Autónomas, hoy existe una red de Fiscales de medio ambiente extendida por todo el territorio nacional cuya misión es observar, estudiar y analizar la problemática medioambiental, acercándose para ello, en lo posible, a los últimos conocimientos científicos y técnicos capaces de arrojar luz sobre cualquier aspecto de la materia que pueda exigir nuestra intervención. Y ésta es precisamente la segunda observación que quería hacer. Para el Ministerio Fiscal, vigilante atento y preocupado de una realidad compleja, la aproximación al conocimiento técnico y científico es condición inexcusable e imprescindible para poder cumplir correctamente su misión de defender los derechos de todos. Lejos de prejuicios o posiciones maximalistas o fundamentalistas, el Ministerio Público tiene la obligación –y creo que, además, la vocación- de escuchar con atención y con buen cuidado lo que los especialistas en cada materia tengan que decir. Señalaba por eso hace un instante que nuestra actitud, mi actitud como Fiscal General del Estado, ante un encuentro en el que se habla de impulsos electromagnéticos y sociedad, se identifica sustancialmente con el prisma analítico de la Sentencia del Tribunal Supremo al que antes me refería. Dicho en términos simples, escuchemos a los técnicos: hagámoslo con la imparcialidad que nos impone la Constitución, y con 4 la que naturalmente deriva de su mayor dominio y nuestra correlativa ignorancia de la materia. Estudiaremos sus conclusiones con atención y cuidado, y tendremos bien presente que si el progreso tecnológico es a veces enemigo del auténtico bienestar, no hay avance sin riesgo, y que los mejor cualificados para marcar las coordenadas en las que establecer la frontera de lo socialmente permitido, son, en asuntos como éste que va a ocuparles las próximas jornadas, aquéllos que con rigor científico acreditado, como el profesor Hernando, iluminan con luz propia el horizonte de la ciencia y la tecnología de nuestro país. Así que, dicho lo dicho, a nadie extrañe la presencia del Fiscal General en este acto, con el mayor interés, y, ahora, además, con la mayor gratitud hacia el propio Antonio Hernando, por su amistad y por su invitación, y hacia ustedes por su atención y su paciencia. Muchas gracias. 5