«Mientras tanto, los convidados se habían retirado a sentarse junto a las mujeres al pie de las quinchas, y los músicos permanecieron de pie en la parte opuesta al estrado. Después de servidos bailando los mazatos y la chicha, de que sólo participan los priostes y sus mujeres, se levantaron ellos y ellas y formando dos filas (seis de los nuevos priostes y ayudantes y sus mujeres) cinco y el Gobernador con los seis que habían bailado el mazato y la chicha (los restantes músicos estaban a un lado), así bailaron sus tonos y después cambiaron los salientes con las mujeres de los entrantes y v i c e v e r s a s «Al hacer esos cambios, uno de los indios colocó sobre la cabeza del prioste principal un sombrero con tres largas cintas, que e s , sin duda, el distintivo del priostazgo. Así bailaron cuatro o cinco tonos. Concluidos, el Gobernador echó una arenga, desaparecieron las nuevas priostas y puede decirse que con esto dio fin la ceremonia de la fiesta, porque se continuó solamente con la ronda de tamboriles y la distribución de chicha a todas y a todos a discreción.» «Por la tarde llegó una comparsa de indios a la residencia del Gobernador, y comenzó a bailar con una de las de la casa. Venían a comprometerla para ayudante de las fiestas del año próximo venidero; aceptó después de un corto baile y de beber bailando chicha y mazato. También de noche, y después de acostado el Gobernador, Vinieron con pitos y tamboriles a dejar a una que había sido ya ayudante. Baile, chicha y despedida con arenga.» «Si la desconfianza es un carácter entre los superlativos de estos indios, entre los de San J o s é llega al último extremo. Son los gallegos de esta región de Oriente. Si se les da una cantidad en moneda menuda la cuentan y recuentan hasta convencerse de que está justa. A esta condición unen la de ser formales, honrados y serviciales con agrado.» «El Vestido de fiesta consta de la ropa más nueva, mejor blanca: ponchos de algodón pintados, calzón largo y sombrero de paja o de fieltro de ordinario.» «Las mujeres se ponen pachas blancas de tocungo, que les sientan mejor que las moradas.» «Ellas no llevan más adornos que los ordinarios, pero ellos