O.J.D.: 126508 E.G.M.: 770000 Tarifa: 6559 € Fecha: 22/10/2011 Sección: OPINION SÁbado Páginas: 2215 dE oCTUbRE dEl 2011 El final de la violencia de ETA no invocar a las víctimas en vano Unos pocos presos están dando los primeros pasos de un proceso que lleva de la memoria al perdón REYES Mate L a declaración solemne del «cese definitivo de la actividad armada» por parte de ETA disimula mal el reconocimiento de que no puede seguir matando. Reconocen su derrota, algo que ya sabíamos, de ahí que nos preguntemos si el último comunicado representa algún cambio. Un cambio político, desde luego, pues cambian las armas por los votos y en lugar de luchar contra la democracia deciden jugar a ella. Cambio moral, ninguno. Ninguna crítica a la violencia que ahora abandonan. Al contrario, entienden que «la lucha de largos años ha creado esta oportunidad». Como no quieren reconocer el fracaso de su lucha armada tienen que recurrir a la extraña lógica de tener razón cuando practicaban la violencia y ahora que la despiden. Esta actitud que ETA comparte con su entorno anuncia que no será fácil la integración del nacionalismo radical (¿por qué seguirles en lo de izquierda aberzale cuando lo único que les importa es el nacionalismo?) en un democracia como la vasca cargada de exigencias específicas debido a la existencia del terrorismo. El fin de la violencia, en efecto, no significa la clausura de las cuentas pendientes. Hay un pasado de sufrimiento que, gracias a la memoria de las víctimas, se hace presente como una demanda de justicia. El terrorista puede pensar que el precio del abandono de las armas es el sobreseimiento. La garantía de la vida de los vivos, bien vale, se dicen a sí mismos, el olvido de los muertos que ya no viven. Eso fue así para todos los es- tados, también para el Estado de Felipe González y de José María Aznar, pero ya no es posible porque las víctimas se han hecho visibles. Esa novedad con la que ETA y su entorno no cuentan es, sin embargo, determinante para la democracia española. Olvidarlas es reconocer la legitimidad de una política construida sobre cadáveres y escombros. Eso ha sido así, pero no puede seguir siéndolo. Es significativa la referencia de todos los políticos a las víctimas. Nadie ha descuidado ese detalle en las reacciones al comunicado de ETA. Lo que no está claro es qué entienden por ello. UrlEonaRd bEaRd kullu, por ejemplo, coloca en la misma frase la La garantía de la vida, dicen memoria de las víctimas y la conveniencia de pa- los terroristas, bien vale el olvido sar página; otros confun- de los muertos que ya no viven den el cumplimiento de las penas con la justicia a las víctimas; y tampoco sabemos si objeto de daños físicos, morales y polas asociaciones de víctimas que exi- líticos. De esos daños unos son repagen arrepentimiento a los victima- rables y otros irreparables. Hacer merios están dispuestas a otorgarles el moria es reparar lo reparable y hacer perdón. Estamos ante una situación memoria de lo irreparable. ¿Quién? nueva que obliga a un tiempo de re- ETA y su entorno, por supuesto, peflexión. ro también todos los demás, de ahí la importancia de un relato verdadeaclarar que la in- ro que se perpetúe en las calles y se vocación de las víctimas es muy exi- cuente en las escuelas. gente porque equivale a reconocer Pero la violencia también ha hela vigencia de las injusticias que se cho daño a la sociedad dividiéndola les hizo y, por tanto, el compromi- y empobreciéndola. Prueba de su diso de hacer justicia. No es difícil re- visión es la frialdad, por ser suave, conocer que la violencia terrorista con la que la mayoría de ese nacionaha causado injusticias o daños a per- lismo radical se expresa sobre las vícsonas determinadas, pero también timas causadas por ETA, como si no a la sociedad vasca. Los asesinados, fuera con ellos, o hubiera sido inevitorturados o amenazados han sido table, o no tuviera importancia. Em- Conviene pobrecida ha quedado la sociedad vasca con el silenciamiento de las víctimas, la penalización de los victimarios, por no hablar de los que tuvieron que hacer el camino del exilio interior o exterior. Esa sociedad vasca dañada pide justicia, es decir, pide que se haga frente a la fractura y al empobrecimiento de la sociedad. Una respuesta justa a la injusticia social requiere plantearse la recuperación para la sociedad de las víctimas y de los victimarios. Ambos son necesarios. La nueva sociedad es impensable sin el reconocimiento de las víctimas, pero también son fundamentales los victimarios. Esto deben saberlo. La recuperación de los victimarios y sus próximos es evidentemente compleja pues supone un proceso que empieza por reconocer el daño que han hecho –lo que hicieron no fueros gestas heroicas, sino acciones dañinas– y que debería concluir en la solicitud del perdón, que es gratuito, pero no se da gratis. Es gratuito porque la víctima puede otorgarlo o no; pero no es gratis porque exige el reconocimiento y reparación del daño causado. no se puede pues hablar de memoria de las víctimas en vano. Convocar esa memoria significa estar dispuesto a no pasar página, a dar importancia al sufrimiento del victimario, a promover la cultura de la memoria de las víctimas, a no caer en la trampa de la venganza. Se comprende que la declaración de ETA haya acaparado todos los focos, pero quizá lo más decisivo para el futuro esté ocurriendo en algunas cárceles españolas y francesas donde unos pocos presos están dando los primeros pasos de ese proceso que empieza en la memoria y acaba en el perdón. H Filósofo e investigador del CSIC.