TEMAS DE COMPOSICIÓN ARQUITECTÓNICA. POSMODERNIDAD Y OTROS EPÍGONOS Juan Calduch Título: Temas de Composición Arquitectónica: Posmodernidad y otros epígonos. Autor: © Juan Calduch Fotos Portada: Escuela de Arquitectura de Alicante, (Dolores Alonso, arq.) fotos de la autora. I.S.B.N.: 84-8454-112-6 Depósito legal: A-1583-2001 Edita: Editorial Club Universitario www.ecu.fm Printed in Spain Imprime: Imprenta Gamma Telf.: 965 67 19 87 C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante) www.gamma.fm [email protected] Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información o sistema de reproducción, sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. El contenido de este libro corresponde a uno de los temas del curso de Composición II impartido en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Alacant. Es, por lo tanto, en ese contexto y para esa finalidad, como hay que entenderlo. A los alumnos de ese curso va dirigido y dedicado. ÍNDICE 1.- INTRODUCCIÓN: LA CRISIS ACTUAL DE LA ARQUITECTURA.. 7 2.- LA CRISIS DE LA MODERNIDAD ..................................................... 11 2.1.- Contexto: el fin de la modernidad. ............................................. 11 2.2.- El fracaso de la modernidad...................................................... 14 2.3.- La crítica a la modernidad: la utopía moderna....................... 16 2.4.- La cultura posmoderna.............................................................. 19 2.4.1.- Los nuevos valores: ética circunstancial; individualismo; erótica del poder; pragmatismo cínico. ............................................. 19 2.4.2.- Características: el populismo; el escapismo; la fragmentación ecléctica; la renuncia a la alusión.............................. 20 3.- LA ARQUITECTURA POSMODERNA............................................... 29 3.1.- Del neo-modernismo al posmodernismo. ................................. 29 3.2.- Posmodernismo como neo-eclécticismo: la primacía del problema formal. ............................................................................... 32 3.3.- El fracaso del movimiento moderno: pero ¿qué movimiento moderno?............................................................................................ 33 3.4.- La crítica al movimiento moderno............................................ 34 3.5.- Características del posmodernismo en arquitectura............... 38 3.5.1.- El populismo en arquitectura .................................................. 38 3.5.1.1.- Pop y Kitsch. ...................................................................... 38 3.5.1.2.- Arquitectura vernácula. ...................................................... 42 3.5.2.- La técnica como super-modernidad: el escapismo hacia delante. .............................................................................................. 49 3.5.3.- La disciplina como refugio. .................................................... 55 3.5.3.1.- La cuestión disciplinar en la modernidad........................... 55 3.5.3.2.- La cuestión disciplinar en la posmodernidad. .................... 56 3.5.4.- La renuncia a la alusión en la arquitectura posmoderna ....... 59 3.5.4.1.- De la deconstrucción a lo informe...................................... 60 3.5.4.2.- El grado cero de la arquitectura: minimalismo e 5 inmaterialidad.................................................................................. 65 3.5.4.3.- Características comunes. .................................................... 69 3.5.5.- La situación actual de la arquitectura...................................... 70 4.- LA METRÓPOLIS POSMODERNA..................................................... 75 4.1.- La alarma de la crisis urbana.................................................... 75 4.2.- Utopía y fracaso de la ciudad funcional: Los límites disciplinares del modelo. .................................................................... 78 4.3.- Características y diagnóstico de la metrópolis posmoderna... 81 4.3.1.- El control frente a la planificación.......................................... 81 4.3.2.- La caricatura y el rechazo. ...................................................... 82 4.3.3.- La disolución de la imagen urbana. ........................................ 84 4.3.4.- el cambio como esencia: cambio y movilidad (¿Heráclito revisitado?)..................................................................... 86 4.3.5.- La ciudad esquizofrénica: el papel de la tecnología. .............. 88 4.3.6.- La ciudad cibernética: local y global. El tiempo sincronizado. ............................................................................................................ 89 5.- EL ARQUITECTO COMO BRICOLEUR.............................................. 93 5.1.- Artesano, técnico, artista, bricoleur. ......................................... 93 5.2.- La especificidad del bricollage respecto a la ciencia y la técnica .................................................................................................. 95 5.3.- Similitud de manipulación de la realidad del bricoleur y el arquitecto..................................................................................... 97 6.- CONCLUSIÓN : PANORAMA DESDE EL PRESENTE..................... 99 6 1.INTRODUCCIÓN: ARQUITECTURA. LA CRISIS ACTUAL DE LA El pensamiento actual ha abandonado la ilusión de enunciar amplias teorías en ningún campo, puesto que son sólo un espejismo. Aspectos parciales van construyendo, como piezas o teselas, un mosaico que sabemos que nunca estará completo ni será totalmente coherente, porque las piezas se sitúan en planos distintos, se solapan o se oponen. Componen un rizoma1, sin centro, como una malla continuamente recomponiéndose como la tela de Penélope. También el pensamiento arquitectónico se nos presenta hoy, en su conjunto, como un aglomerado y no como una estructura. Si la historia nos aporta la imagen de lo que la arquitectura es y está dejando de ser, la crítica debe desvelar lo que la arquitectura aún no es y está deviniendo. La historia nos muestra, como un corte geológico, lo que se ha ido sedimentando a lo largo del tiempo, el presente de la arquitectura. Por su parte, la crítica debe ser capaz de sacar a la luz la actualidad de la arquitectura. No es, pues, un discurso entre el pasado y el futuro, sino entre lo presente y lo actual. Una diferenciación que aclaran Deleuze y Guattari remitiéndose a Foucault cuando escriben: “Para Foucault lo que cuenta es la diferencia del presente de lo actual. Lo nuevo, lo interesante es lo actual. Lo actual no es lo que somos, sino más bien lo que devenimos, lo que estamos deviniendo, es decir el Otro, el devenir otro. El presente por el contrario, es lo que somos, y por ello mismo, lo que estamos dejando de ser. No sólo tenemos que distinguir la parte del pasado y la del presente, sino más profundamente, la del presente y la de lo actual. No porque lo actual sea una prefiguración incluso utópica de un porvenir de nuestra historia todavía, sino porque es el ahora de nuestro devenir”.2 Y entre ambas, el proyecto arquitectónico se revela como la charnela que une el presente (lo que ha sido y esta dejando de ser) con la actualidad (lo 1 Sobre este concepto véase: DELEUZE, Gilles, GUATTARI, Felix, RIZOMA (UNA INTRODUCCIÓN), pre-Textos, València, 1997. 2 DELEUZE, Gilles, GUATTARI, Felix, ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?, Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 114. 7 que está deviniendo)3. Las bases epistemológicas y teóricas son lo que nos permite entender todo este proceso. Éste sería, en mi opinión el papel que juega la enseñanza de la Composición Arquitectónica. Un papel que se convierte en el elemento dialéctico de la práctica. Pero, además, un papel que sólo adquiere sentido en ese proceso dialéctico, y por lo tanto que no se puede establecer con independencia o al margen de esa práctica. Desde esta perspectiva, intentar entender lo que ha pasado en la arquitectura los últimos cuarenta años, admite un análisis desde diferentes enfoques: histórico, teórico y crítico. Aquí no voy a enfocar estos episodios de la arquitectura más reciente desde la historia (conocer lo que ha ocurrido y cual es el estado presente), ni desde un enfoque crítico (hacia donde apunta este proceso), sino bajo un enfoque que pretende ser teórico, o sea, que pretende desvelar algunas claves para su comprensión e interpretación. Es evidente que esta manera de abordar la arquitectura reciente será, inevitablemente histórica en determinados aspectos4 y crítica en otros. Un trabajo crítico que pretendiese encontrar los fundamentos concretos sobre los que se apoyan las obras de arquitectura recientes, y a la vez, poner en evidencia los aspectos en los que esas obras los trasgreden apuntando al surgimiento de otros distintas, un estudio crítico que indagase las relaciones entre la estética actual y la emergente, a partir de las características particulares y las poéticas utilizadas en las obras, está fuera del interés que aquí me he marcado. Lo que ahora intento es abrir un enfoque teórico, que sin soslayar los aspectos históricos y críticos que exija, no quiere centrarse en ellos. Este es el objetivo de este tema dirigido hacia lo ocurrido en la arquitectura de las últimas décadas. En mi opinión, el argumento o la base que comparten todas las obras de este periodo y que en cierta forma las unifica es la clara conciencia de la crisis de la modernidad en arquitectura como un reflejo más de la crisis de la cultura moderna en su conjunto. Una conciencia de la crisis que intenta, además, entender por qué esta cultura (y arquitectura) modernas han fracasado, y quiere superar y salir de la tela de araña de la modernidad que atenaza al hombre (y al arquitecto) actuales. 3 ARGAN, Giulio Carlo, en “La fortuna del Palladio”, Bolletino del Centro Internazionale di Studi di Architettura Andrea Palladio (BICSA) núm. XII, 1970, refiriéndose al modo de proyectar de Palladio lo califica como: “... el procedimiento propio de la arquitectura moderna: la metodología de la proyectación entendida como análisis y crítica de una tradición histórica con el fin de afrontar una problemática actual” no siendo el proyecto, según Argan, otra cosa que “... el vuelco de la perspectiva histórica del pasado al futuro, pasando naturalmente a través de la realidad concreta y flagrante del presente”. Pág. 9 y 23. 4 DELEUZE, Gilles, CONVERSACIONES 1972-1990, Pre-Textos, València, 1996, escribe: “Si tomamos una línea cualquiera de investigación, hallamos que es histórica en ciertas partes de su recorrido, en ciertas regiones, lo que no impide que sea, por otra parte, ahistórica o trans-histórica”. Pág. 51. 8 Es pues sobre esta idea, la de la crisis de la modernidad que arrastra consigo la crisis de la arquitectura moderna, sobre la que voy a centrarme. Una situación que se plantea desde los supuestos, los fracasos y las consecuencias de la cultura moderna intentando sustituirla, y que por lo tanto, sólo se puede entender en relación con esa modernidad y nunca al margen de ella. Es pues una situación posmoderna, en el sentido que sólo es explicable como alternativa a la modernidad. Y en este mismo sentido, una arquitectura posmoderna que únicamente adquiere sentido en relación con la arquitectura moderna. Arquitectura posmoderna que, por lo tanto, desde mi punto de vista, engloba todas las manifestaciones de los últimos decenios y no sólo aquellas que la crítica, de la mano de Charles Jencks5 identifica con estilo posmoderno y que caracterizó la arquitectura durante las décadas 1960-1970 principalmente, aunque en gran medida sigue aún vigente. Entiendo que esta corriente responde mejor a lo que sería un neo-eclecticismo que, incluido dentro de toda la arquitectura posmoderna, ilustra sólo algunos de sus aspectos o características pero no otros. 5 JENCKS, Charles, EL LENGUAJE DE LA ARQUITECTURA POSMODERNA, Gustavo Gili, Barcelona, 1980; ARQUITECTURA TARDOMODERNA Y OTROS ENSAYOS, Gustavo Gili, Barcelona, 1982; MOVIMIENTOS MODERNOS EN ARQUITECTURA, Hermann Blume, Madrid, 1983; por citar los títulos más conocidos existentes en su traducción castellana. El calificativo posmoderno en relación con la arquitectura lo utilizó Jencks en 1977 aunque él mismo cita antecedentes. Usa este calificativo entre otros posibles que baraja (como tardo-moderno, neo-moderno, etc.) para designar un tipo de arquitectura en la que tienen relevancia los aspectos formales que se remiten a lenguajes históricos. Siguiendo lo señalado por LLORENS, Tomás, PIÑÓN, Helio en su artículo “Eclecticismo e ideología” (ARQUITECTURAS-BIS, núm. 8, julio 1975) yo llamo a esta arquitectura neoecléctica. 9 2.- LA CRISIS DE LA MODERNIDAD Si la arquitectura es una manifestación que refleja las condiciones sociales en la que surge, parece evidente que para entender la crisis de la arquitectura moderna que el posmodernismo ha sacado a la luz se hace necesario entender previamente como se manifiesta, al menos en sus aspectos relevantes, la crisis de la cultura moderna que la cultura posmoderna ha puesto en evidencia. No se trata tanto de hacer un análisis cultural, social o de cualquier otro tipo sobre la situación del mundo posmoderno, sino de subrayar aquellas características de ese mundo que nos puedan dar claves para entender la arquitectura.6 2.1.- Contexto: el fin de la modernidad. Las condiciones que condujeron a la II Guerra Mundial pusieron en evidencia que las ideas sobre las que se apoyaba la cultura moderna habían conducido a una situación de colapso que ponía en peligro a toda la humanidad. Si los horrores totalitarios, las periódicas y catastróficas crisis económicas del sistema capitalista (empezando por el crack del jueves negro de la bolsa de Nueva York en 1929) que arrojaban en la miseria a amplias capas sociales, o la posibilidad real y la amenaza de destrucción nuclear del globo terrestre, eran resultado de dos siglos de compartir los ideales de la cultura moderna, esto significaba que algo había fracasado en esa cultura moderna característica de occidente. Un fracaso que se manifestaba tanto en el campo de la política, como en el de la producción y distribución de la riqueza, o en el ámbito cultural7. La crisis de la sociedad industrial del siglo XIX que desembocó en la I Guerra Mundial, había sido interpretada como una crisis de crecimiento. Era el modelo industrial imperialista lo que había que rectificar pero esto no significaba dudar de la validez de los principios en los que se asentaba la cultura moderna. Surgirán así modelos alternativos que plantearán 6 En relación con este enfoque me remito a la abundante bibliografía existente de autores como HABERMAS, TOURAINE, VATTIMO, WELLMER, etc. y de la que al final del tema se recogen algunos títulos. 7 Theodor W. ADORNO y la escuela de Frankfurt serían los primeros pensadores en centrar su análisis en este sentido. 11 sociedades igualitarias (socialistas o comunistas) pero que compartían con las sociedades capitalistas, al menos como principios básicos de unas y otras, los valores modernos de racionalidad, igualdad, progreso, crítica sistemática, libertad. Es evidente que estos valores planteaban conflictos entre sí (libertad con igualdad, racionalidad con progreso, etc.) pero esto se interpretaba como situados en otro plano que era necesario abordar de manera particularizada. Era esto, precisamente, lo que daba pie al surgimiento de regímenes políticos distintos y enfrentados. Valores modernos incuestionados, y estrategias o modos de aplicarlos diferenciados es lo que se producirá como resultado de aquella contienda en las sociedades más desarrolladas. La crisis tras la II Guerra Mundial, anticipada por la crisis productiva tras el crack de 1929 y el auge de los regímenes totalitarios de los años 30, puso en evidencia que eran los mismos valores de la modernidad los que había que replantearse. No era, por lo tanto un reajuste lo que se necesitaba sino un replanteamiento donde todo lo aceptado hasta ese momento debía ponerse en tela de juicio. Durante los años 1960-1970 esa crisis de valores afloró de manera consciente y generalizada, extendiéndose en todos los ámbitos de la cultura la idea de que la modernidad, como proyecto conjunto de toda la humanidad, había llegado a su fin. Y esta constatación quedó además ensombrecida al comprender que, si esos valores modernos ya no eran válidos, sin embargo, no había nada que viniese a sustituirlos. No habían surgido nuevos valores capaces de embarcar en un proyecto conjunto a toda la humanidad. Los nuevos valores se entendían más como contravalores respecto a los que habían caracterizado la modernidad que como algo positivo. El mayo del 68 en Francia y su repercusión a otros puntos europeos, la contracultura californiana en torno a la universidad de Berkeley, los movimientos revolucionarios latinoamericanos, los movimientos sociales urbanos en las capitales de los países occidentales, las dictaduras con sus secuelas de represión, la guerra del Vietnam, la independencia de las colonias africanas, la guerra fría, etc. no son sino reflejos de esta crisis de valores y la búsqueda de alternativas en esas décadas. La crisis del petróleo, provocada por la guerra del Ion Kippur (1968) con sus consecuencias del cierre del canal de Suez, y el consiguiente encarecimiento del comercio mundial, marcará el fin de la ilusión de un crecimiento productivo sin límites. Ya no se sabía qué podía pasar y el proyecto moderno del progreso quedó definitivamente cancelado. Una ansiedad por vivir al día ante un panorama que se revelaba cada vez como más problemático, vino a sustituir la moral de preparar el futuro característica del hombre moderno. 12 Los valores modernos se reformulan entonces como contravalores: la igualdad, por ejemplo, se convierte en la reivindicación de la diferencia; el progreso de toda la humanidad es sustituido por algo así como una caridad internacional a traves de ONG’s y otras instituciones similares. Todo esto lo que evidencia es que, a pesar de todo, la cultura actual sigue teniendo, como punto de referencia, la cultura moderna para negarla, superarla o transgredirla. Será, por lo tanto, una cultura posmoderna que se presenta como anti-moderna, contra-moderna, sobre-moderna, super-moderna, neomoderna, ultra-moderna. En cualquier caso, siempre como fondo, la cultura moderna y la conciencia de su fracaso. Marc Jiménez escribe: “La posmodernidad no es un movimiento ni una corriente artística. Más bien constituye la expresión momentánea de una crisis de la modernidad que acomete a la sociedad occidental y particularmente a los países más industrializados del planeta. Más que una anticipación de un futuro que se niega a afrontar, aparece, sobre todo, como un síntoma de un nuevo ‘malestar de la civilización’. (...) Cada época experimenta ese sentimiento de ser un momento de bisagra, oscilando entre la nostalgia de lo ‘ya visto’ y el deseo de lo ‘nunca visto’; periodo de incomodidad y de incertidumbre en el que los antiguos valores periclitados aún no han sido reemplazados por los nuevos; instante de confusión tan profunda que (según Adorno) ‘la humanidad proyecta inconscientemente su deseo de sobrevivir en la quimera de las cosas nunca conocidas, pero esta quimera se parece a la muerte’.”8 La cultura posmoderna se caracteriza, pues, por una clara conciencia del fracaso del proyecto moderno y de los valores en los que se sustentaba. Unos valores (racionalidad, igualdad, libertad, progreso...) que, precisamente por no haber sido alcanzados aún, siguen seduciendo al hombre actual que se resiste a abandonarlos. Y una conciencia de que esos valores todavía no han encontrado sustitutos puesto que lo que hasta ahora viene a suplantarlos es simplemente su negación. Según Jean François Lyotard, hoy: “se observa una especie de decadencia o declinación en la confianza que los occidentales de los dos últimos siglos experimentaban hacia el principio de progreso general de la humanidad. Esta idea de un progreso posible o necesario se arraigaba en la certeza de que el desarrollo de las 8 JIMÉNEZ, Marc, ¿QUÉ ES LA ESTÉTICA?, Idea Books, Barcelona, 1999, pág. 286. 13 artes, de las tecnologías, del conocimiento y de las libertades sería beneficioso para el conjunto de la humanidad”.9 La crisis, parece que definitiva, de la cultura moderna, emergente desde hace unos cincuenta o sesenta años, y conscientemente asumida desde la década de los años 60 del s. XX, se sustancia pues en dos aspectos: 1) la conciencia del fracaso de las bases y valores de la cultura moderna; y 2) la crítica a esos valores que, sin embargo, aún no han sido totalmente superados. Dos aspectos que definen lo que sería la situación actual, o la condición posmoderna de la cultura (por utilizar el término que emplea el mismo Lyotard). El sentido de que esos valores periclitados, dado que aún no han sido alcanzados, siguen vigentes, viene a introducir un nuevo grado de complejidad a la situación actual. Surge así una especie de defensa numantina de la modernidad, que se concreta en la necesidad de cambiar radicalmente la manera en que se ha manifestado históricamente, precisamente para garantizar su continuidad como proyecto común válido todavía. Esta postura que entiende que la continuidad de la modernidad implica su cambio radical, no deja de ser otra versión de la condición posmoderna, otra vertiente de esa misma postura. El fracaso de los valores modernos, la crítica a esos valores intentando comprender el por qué de ese fracaso, y la reformulación de nuevos valores (o de los mismos valores moderno en una versión cambiada y actualizada para superar los escollos que los condujeron al fracaso), serían los tres aspectos que explican la condición posmoderna en la cultura occidental, y que nos permiten entender como han contaminado la condición posmoderna en la arquitectura.10 2.2.- El fracaso de la modernidad. En este trabajo no trato de entrar detalladamente a analizar como esa conciencia del fracaso de la modernidad ha ido aflorando en la cultura actual. Bastará aludir a algunos de los aspectos mas evidentes donde los valores de la cultura moderna se han desvirtuado hasta llegar a convertirse en contravalores. 9 LYOTARD, Jean François, LA POSMODERNIDAD (EXPLICADA A LOS NIÑOS), Gedisa, Barcelona, 1990, pág. 91. 10 MANCHÁN FIZ, Simón, ‘LA CONDICIÓN POSMODERNA’ DE LA ARQUITECTURA, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1982. Este título alude al libro de LYOTARD sobre la ‘condición posmoderna’. 14 Si la razón y la racionalidad (paradigmáticamente expresada por la racionalidad científica) era prácticamente el único criterio de valoración y de juicio del hombre moderno en su búsqueda de la verdad, en su evolución histórica, esa racionalidad (científica, económica, social) ha sido paulatinamente puesta al servicio de unos fines irracionales. Una Razón (con mayúscula hegeliana) que se antepone así a los propios hombres sometidos a ‘razones´ políticas, económicas, productivas. En el momento en que se someten medios racionales y eficaces (científicos, técnicos, productivos) a fines no racionales (el poder, la dominación, la explotación, la destrucción), la razón moderna queda reducida a una razón instrumental.11. La guerra científica, desde la II Guerra Mundial a las guerras cibernéticas actuales, sería el ejemplo más flagrante de una racionalidad de medios eficaces puestos al servicio de fines no racionales e incluso ilícitos. Pero no es el único. La destrucción científica y sistemática del planeta (fauna, flora, reservas naturales, capa de ozono...) puesta al servicio del despilfarro energético de unos pocos a costa de la supervivencia de la mayoría, es otro ejemplo ampliamente conocido. En definitiva, el fracaso de la racionalidad moderna es consecuencia de su puesta al servicio de fines no racionales, de su transformación en una racionalidad instrumental. El fracaso de la libertad, otro de los mitos de la cultura moderna, ha venido por su devaluación al quedar reducida al puro capricho individualista y personal. Se es libre siempre que esa libertad se ejerza en el ámbito personal y no ponga en cuestión el orden establecido. Se es libre siempre que se acepte resignadamente la dependencia tecnológica, económica, social. Pero nada de revoluciones de cualquier tipo que puedan poner en crisis el orden o el poder. Es pues una caricatura, un espejismo de libertad que permite mantener las cosas como están, la estructura del poder inalterada. En definitiva, se puede aceptar libremente el sometimiento ideológico, político y económico, y es sólo en ese aspecto en el que se nos deja ejercer nuestra libertad condicionada. Es evidente que hoy, nadie mínimamente informado, defendería que realmente todos los hombres son iguales. Está claro que hay ciudadanos del mundo de primera, de segunda y de tercera clase conviviendo entre sí y aceptando resignadamente esta situación. Que legalmente se siga manteniendo la utopía moderna de que todos los hombres son iguales no es óbice para que todo el mundo sepa y acepte que eso no es así, que cada vez lo es menos y que parece que nunca lo será. La frase de Orwell de que 11 Esta es, precisamente la crítica a la razón de ADORNO. Véase WELLMER, Albrecht, SOBRE LA DIALÉCTICA DE MODERNIDAD Y POSTMODERNIDAD. LA CRÍTICA DE LA RAZÓN DESPUÉS DE ADORNO, Visor, Madrid, 1993. 15 “todos los animales son iguales, pero hay unos que son más iguales que otros” (George Orwell, Rebelión en la granja, 1946), aunque referida al estalinismo, se ha convertido hoy en una trágica realidad. Lyotard escribe: “La humanidad está dividida en dos partes. Una de ellas se enfrenta al desafío de la complejidad, la otra, la más vieja, ha de habérselas con el terrible desafío de su propia supervivencia. Éste es, quizás, el principal aspecto del fracaso del proyecto moderno que, te recuerdo, valía en principio para la humanidad en su conjunto”.12 Sobre el fracaso del concepto de progreso entendido como un avance histórico de toda la humanidad hacia el bienestar y la mejora en las condiciones de vida, este mismo autor escribe: “El desarrollo de las tecnologías se ha convertido en un medio de acrecentar el malestar (... y la desigualdad...), no de calmarlo. Ya no podemos llamar a este desarrollo progreso”.13 Un desarrollo tecnológico que es un mecanismo de destrucción del medio y una amenaza para la supervivencia, con la sensación agravante de la impotencia para parar este proceso. No vale la pena seguir enumerando cómo los diferentes valores que sustentaban la cultura moderna han sido tergiversados hasta ser irreconocibles en la actualidad. Los temas apuntados nos dan una idea clara de ese fracaso de la modernidad tal como históricamente se ha realizado a lo largo de los dos últimos siglo y que en las últimas décadas ha experimentado un proceso de aceleración. La constatación de este fracaso condujo, desde mediados del siglo XX, a buscar las causas y a plantear posibles explicaciones. Surgirá así una crítica a la modernidad. 2.3.- La crítica a la modernidad: la utopía moderna. Ante la evidencia del fracaso las preguntas que surgen son: ¿No eran válidos los valores e ideas sobre los que se asentaba la cultura moderna? ¿Eran válidos para ya no lo son? ¿Siguen siéndolo? ¿Por qué han fracasado? Todo esto nos conduce a plantear los términos en los que se ha concretado la 12 13 LYOTARD, J. F., op. cit., pág 92. Ibídem, pág. 92 16 crítica a la modernidad. Una crítica centrada en desvelar los aspectos utópicos que se encierran en la cultura y el proyecto modernos. Lyotard escribe: “La idea misma de modernidad está estrechamente atada al principio de que es posible y necesario romper con la tradición e instaurar una manera de vivir y de pensar absolutamente nueva”.14 Una manera nueva de vivir y pensar que se enlaza con la convicción de que alumbrará un mundo y una sociedad mejor a los que se llegará gracias a la racionalidad, la tecnología y el progreso. Ese mundo y esa sociedad mejor es posible anticiparlo hoy mismo acelerando el cambio, avanzando en la transformación de la situación actual, en definitiva construyendo hoy el futuro. Recordemos la idea del arte defendida por Schiller15: el arte libera al hombre porque le anticipa el mundo libre futuro.16 En definitiva, la modernidad plantea siempre su meta a alcanzar en el futuro y aquí está precisamente su utopía puesto que para planificar el futuro sólo disponemos de las herramientas (conceptuales, sociales, económicas, culturales, políticas) del presente. El futuro se presenta así, y no puede ser de otra manera, como una simple proyección lineal del presente. Se pretende imaginar ese futuro a partir de las imágenes, los ideales y los valores del presente, de forma que se interpreta como un presente idealizado. Todo lo actual queda condicionado a esa imagen del futuro que, en realidad no puede ser más que un presente ideal. Según Colin Rowe y Fred Koetter, en la cultura moderna: “El futuro reina como un valor presumiblemente absoluto”.17 Pero proyectar linealmente los valores del presente hacia el futuro significa negar la posibilidad de que el futuro pueda elaborar sus propios valores. Esta es la clave para entender el utopismo y el fracaso del proyecto moderno. Porque supone hacer un traslado determinista e ingenuo de la historia que, en última instancia, se revela como ineficaz. Rowe y Koetter escriben: “Mientras la forma (...social, económica, política, espacial...) del futuro dependa de ideas futuras, no debe (... en realidad no puede...) ser 14 15 Ibídem, pág. 90 Véase SCHILLER, Johann Cristof Friedrich, CARTAS SOBRE LA EDUCACIÓN ESTÉTICA DEL HOMBRE, (1795). Edición en castellano Anthropos, Barcelona, 1990. 16 Sobre esta estética romántica véase ARNALDO, Javier (antología y ed.), FRAGMENTOS PARA UNA TEORÍA ROMÁNTICA DEL ARTE, Tecnos, Madrid, 1987. 17 ROWE, Colin, KOETTER, Fred, CUIDAD COLLAGE, Gustavo Gili, Barcelona, 1981, pág. 99. 17 anticipada.” Y por lo tanto esa fusión “... entre utopismo e historicismo sólo puede actuar para restringir cualquier evolución progresiva, cualquier emancipación genuina”. 18 Pretender forzar ingenua y utópicamente que el futuro se ajuste a nuestros valores presentes que proyectamos sobre él, no solamente significa negar que el futuro pueda plantearse sus propios valores, sino que hace que el racionalismo se convierta en represor, cuando algo se desvía de esa meta, el igualitarismo niegue cualquier diferencia (de sexo, raza, cultura) que evidencia las diferencias reales, la libertad coarte cualquier manifestación de libertad no ajustada a los patrones preestablecidos, el reparto de la riqueza y la producción no admita ningún otro sistema que no sea el vigente, etc. En definitiva, la crítica a la cultura moderna, se centra en desvelar el utopismo implícito en sus raíces que niega al futuro la capacidad de construirse según sus valores futuros y no según la proyección lineal de los valores presentes, y que implica la represión de todo aquello que se desvíe de ese proyecto futuro establecido. Rowe y Koetter llaman la atención de esta situación tan singular de la cultura moderna. Escriben: “ ... en épocas anteriores esto era raro: el futuro era algo que, de todos modos, iba a ocuparse de sí mismo”.19 Según estos autores, ese futuro predeterminado desde el presente es consecuencia de confundir la idea de crecimiento con la idea de cambio. El crecimiento significa que el futuro es un simple desarrollo o prolongación de lo que ahora ocurre. Algo así como un presente ampliado o perfeccionado. Por el contrario el cambio presupone que ese futuro es realmente algo distinto al presente y surgirá como consecuencia de situaciones e ideas nuevas e impredecibles. El mito del crecimiento y la negación implícita del cambio es lo que convierte al proyecto moderno en un proyecto utópico. Con la circunstancia agravante añadida que ese futuro, que de hecho no es mas que una proyección determinista del presente, sin embargo, condiciona todo lo actual. Se produce la paradoja de que el presente, por un lado, prefigura el futuro, y por el otro se ve condicionado por él. Concluyen: “Lo imposible redirige lo real”.20 18 Ibídem, pág. 122. Ibídem, pág. 99. 20 Ibídem, pág. 99. 19 18 Todo esto hace que el purismo y la creencia en los principios (la fe en la razón y la ciencia) se transforme en puritanismo moral y ética del sacrificio, el racionalismo se convierta en utilitarismo al servicio de fines irracionales, el igualitarismo se convierta en xenofobia o racismo, la libertad quede constreñida al orden vigente. 2.4.- La cultura posmoderna. 2.4.1.- Los nuevos valores: ética circunstancial; individualismo; erótica del poder; pragmatismo cínico. Frente a esta constatación la cultura posmoderna va a redefinir sus propios valores entendidos como la negación de lo anterior. Un eclecticismo ético y moral, basada en las circunstancias cambiantes en cada caso y no en principios generales, un individualismo exacerbado, hedonista y egoísta como única manifestación de libertad que elude cualquier compromiso, una valoración exclusiva del poder (con frecuencia sustentado sobre el poder económico) como fin supremo se superpone sobre cualquier atisbo de racionalidad. Estos serían algunos de los principios sobre los que se sustenta la cultura posmoderna. Una cultura que, de un modo cínico, se presenta como garante de los valores modernos (libertad, racionalidad, igualdad) pero que de hecho funciona con estos contravalores posmodernos (eclecticismo, hedonismo, erótica del poder...). Se dice asumir unos valores que contradicen lo que realmente se hace. Un pragmatismo cínico que tiñe todos los ámbitos de la cultura actual. La complejidad de intereses contrapuestos que caracteriza esta condición posmoderna hace que sea imposible abarcarla en este trabajo. Parece, sin embargo, oportuno enumerar, al menos, aquellos aspectos emergentes que están tiñendo de una manera particular la situación actual. Giandomenico Amendola los describe así: “Características constantes de la experiencia urbana postmoderna son: indeterminación (ambigüedad, indeterminación y fracturas); fragmentación (la ruptura de los metarrelatos, la valoración de las diferencias, la fragmentación, el patchwork y el bricolage proyectual); decanonización (deslegitimación masiva de los códigos y las convenciones, de los metalenguajes, desmitificación y el ‘parricidio’ de masas, subversión y revuelta); crisis del yo y falta de profundidad (la identidad como problema y la difusión de identidades ligeras y cambiantes); hedonismo y búsqueda de la belleza (sustitución del principio de utilidad con el de placer, afirmación de la belleza como 19 valor difundido); valoración de lo impresentable y de lo no representable; ironía; hibridación; parodia; travestismo; pastiches (la reducción del pasado al presente y la reproducción de la equitemporalidad heideggariana en clave irónica y postmoderna); carnavalización (la vida como juego, el antifaz y la fiesta); protagonismo y participación (la ciudad como work in progress abierto a los significados de cada uno); subjetivismo (la primacía de la construcción individual, el individuo partidario de sí mismo, coexistencia de diversas hipótesis, incluso en conflicto, del mundo); casualidad y estocástica (caída de la previsibilidad y de la predeterminación, primacía de la casualidad y de la probabilidad)”.21 2.4.2.- Características: el populismo; el escapismo; la fragmentación ecléctica; la renuncia a la alusión. La manera en que todo esto se concreta en la práctica actual se puede resumir, entre otras, en las siguientes actitudes: una mitificación populista que adopta una doble vertiente: por un lado la estrategia de “dadles lo que quieran” y, por otro, la idea de que “todo lo que existe está bien”. La siguiente característica es la generalización de un escapismo pretendiendo salir de las redes de la modernidad bien mediante una huida hacia delante (supermodernismo), bien mediante una mirada nostálgica hacia atrás (antimodernismo). Un tercer aspecto, reflejo de esa ética de circunstancias es el carácter fragmentario y ecléctico de todas las manifestaciones de la cultura y el pensamiento actuales. Diseminación, fragmentación, collage como cualidad de cualquier manifestación posmoderna. Por último, en el campo de la estética, lo que Lyotard define como la renuncia a la alusión. Puesto que todas estos aspectos van a tener un reflejo evidente en la arquitectura actual posmoderna parece oportuno analizarlos con un poco más de detalle. En gran medida la estrategia del hombre posmoderno (el político, el comunicador, el arquitecto, el urbanista) se basa en una especie de espejismo de democracia que se justifica con la idea de ‘dadles lo que quieran’. Si el hombre moderno pretendía justificar sus acciones en la razón (política racional, ciudad racional, etc.) ahora es el puro pragmatismo lo que conduce las acciones. Un pragmatismo que se concreta en dos alternativas en gran medida complementarias22: un realismo pragmático (“todo lo que es, está bien”) y un populismo mitificado (“vox populi, vox dei”: lo que el pueblo 21 22 AMENDOLA, Giandomenico, LA CIUDAD POSTMODERNA, Celeste, Madrid, 2000, pág. 72,73 Estoy siguiendo lo señalado por ROWE, Colin, KOETTER, Fred en el libro anteriormente citado. 20 quiere son órdenes). Refiriéndose a esta actitud en el campo de la arquitectura, pero extrapolable a otros campos de la actividad social, Rowe escribe: “Los partidarios arquitectónicos del populismo están por la democracia y la libertad (... pero...) se hallan poco dispuestos a especular acerca de los necesarios conflictos de la democracia con la justicia (...) Los populistas (...) llenos de generosidad se rinden a una entidad abstracta llamada ‘pueblo’ y mientras hablan de pluralismo (...) no están dispuestos a reconocer cuán múltiple es el ‘pueblo’ en realidad, y por consiguiente, cuanta necesidad tienen sus componentes de protegerse unos de otros, cualquiera que sea su voluntad”. Y concluye: “al proclamar la primacía del ‘pueblo’ lo que probablemente ocurre es que se construye un monolito tan intolerable como el que podría resultar de una insistencia en el método y en la idea”. 23 Si el método, la idea, la razón, se inscriben dentro de la utopía moderna y ya he comentado algunas de sus consecuencia que la han hecho insoportable, resulta que el populismo posmoderno conduce a una situación similar. Hablando de las consecuencias a las que conduce este populismo en el campo de la planificación urbana Rowe y Koetter escriben: “Es difícil decir hoy cual de estas dos perspectivas programáticas –el despotismo (... moderno...) de la ‘ciencia’ o la tiranía (... posmoderna...) de ‘la mayoría’- es la más revulsiva (...) También parece superfluo decir que estas alternativas –dejemos que la ciencia construya la ciudad o dejemos que la gente construya la ciudad- son profundamente neuróticas”.24 El mismo concepto de gente como destinatario de referencia de todo tipo de propuestas, cambia también su estatuto como ente social idealizado y adquiere un realismo inexistente anteriormente. Rowe y Koetter añaden: “el parámetro gente hace referencia a la gente por lo que es y no por lo que tendría que ser”25 En otro orden de cosas, al hombre posmoderno le pesa como una losa la cultura moderna e intenta huir de la tela de araña en la que se siente 23 24 25 Ibídem, pág. 97, 98. Ibídem, pág. 12. Ibídem, pág. 70. 21 prisionero. Borges aludía a esta sensación cuando decía que estamos condenados a ser contemporáneos sin poder rechazar la modernidad por lo que no nos queda mas que reinterpretarla. Este es el sino del hombre actual: reinterpretar la modernidad, revisándola o criticándola (posmodernidad), negándola o rechazándola (antimodernidad), exasperándola y llevandola hasta el límite (sobremodernidad), buscando una continuidad que supere sus contradicciones (neomodernidad). Desde todas estas posturas, lo que resulta evidente es que estamos en una especie de fin de fiesta que dura ya más de cuarenta años. Montaner, refiriéndose a la arquitectura posmoderna actual escribe: “La gran pluralidad de posturas que se dan –más fielmente modernas, más eclécticas, más historicistas o más antimodernas- no se pueden dar más que bajo la sombra del movimiento moderno y sus cabales aportaciones metodológicas y formales, pero también con sus esquematismos y falsificaciones del propio pasado y presente”.26 Un escapismo de la modernidad, en cierta medida frustrante y fracasado, que adquiere dos versiones aparentemente contrapuestas pero realmente complementarias. Una huida hacia atrás, hacia lo premoderno, hacia la nostalgia. Y un salto hacia delante, supermoderno, tecnológico y tecnocrático. La película de S. Kubrick “2001 odisea del espacio” presenta como un círculo cerrado esta doble postura. Por su parte Marchán Fiz escribe: “El posmodernismo (...) se está manifestando en dos tendencias contrapuestas, a saber, como premoderno, es decir, en cuanto exaltación nostálgica del mundo tradicional, o como supermoderno, esto es, en cuanto fe en las posibilidades ilimitadas que, vía una ‘revolución’ tecnológica y tecnocrática, puedan cambiar las sociedades dejando intactas y legitimadas las actuales estructuras de dominación”.27 Si cada una de estas posturas (nostalgia premoderna del pasado o anticipación supermoderna del futuro) por sí solas reflejan un escapismo inútil, Colin Rowe y Fred Koetter plantean como una vía de superación su complementariedad. Se preguntan: 26 MONTANER, Josep Maria, “L’ombra del moviment modern” en: MONTANER, Josep Maria (ed.), LA CRISI DEL MOVIMENT MODERN (QÜESTIONS D’ARQUITECTURA CONTEMPORÀNIA), Barcanova, Barcelona, 1992, pág. 151. 27 MARCHÁN FIZ, S., op. cit., pág. 9, 10. 22