LAS REVOLUCIONES DE 1820 España: el pronunciamiento de Riego marcó el comienzo de las oleadas revolucionarias en Europa, estimuladas también por el triunfo de los movimientos independentistas y liberales de la América española Italia: en Nápoles, los carbonarios, sociedad secreta de signo liberal, iniciaron la sublevación de Nola (1820) contra el absolutismo de Fernando I de las Dos Sicilias (1816- 1825). El monarca tuvo que jurar una Constitución casi idéntica a la española de 1812. El movimiento nacionalista se extendió al norte de Italia y el príncipe Carlos Alberto de Piamonte, regente desde 1821, otorgó una Constitución. En los congresos de Troppau y Laybach (1821), la Santa Alianza decidió la intervención de Austria contra los nuevos regímenes constitucionales italianos, y el absolutismo se restauró de nuevo en Nápoles y Piamonte. Portugal: en 1820, una sublevación militar en Oporto obligó a Juan VI (1816-1826) a promulgar una Constitución (1822), pero al año siguiente un golpe de Estado acabó con el régimen liberal. Grecia: en 1821 comenzó la guerra de liberación contra el yugo turco y, con el apoyo de Inglaterra, Francia y Rusia, los griegos alcanzaron la independencia (1830). Rusia: insurrección de los decembristas (1825), duramente reprimida. LAS REVOLUCIONES DE 1830 Son de mayor relevancia y trascendencia que las de 1820. Incorporan reivindicaciones nacionalistas (Bélgica, Polonia, Italia y Alemania) con liberales (Francia). En ellas tuvieron un papel destacado las sociedades secretas, con conexiones internacionales de fuerte presencia en la oficialidad del ejército. Su objetivo era realizar una “revolución universal contra la tiranía”. De entre esas asociaciones destacaron la de los masones y sus herederos más activos, los carbonarios. Las revoluciones fracasaron por la intervención de las potencias absolutistas Rusia, Prusia y Austria, excepto en Francia y Bélgica, dónde triunfaron. En Francia Carlos X de Borbón había restablecido el absolutismo monárquico. Tras las revueltas de 1830 se vio obligado a abdicar en la figura de Luis Felipe de Orleans (1830-1848) quien instauró un régimen político liberal de signo doctrinario (moderado) con sufragio censitario, con lo que se alcanzaban las aspiraciones de la burguesía. Bélgica sé independizó del Reino de los Países Bajos al que se había incorporado a partir del Congreso de Viena (1815) como “Estado-Tapón” frente a Francia. Se constituyó como un nuevo estado basado en las doctrinas liberales: monarquía constitucional representada por Leopoldo I. Polonia, Alemania e Italia unieron en sus levantamientos reivindicaciones nacionalistas y liberales. En estos países las revoluciones no tuvieron éxito. Fueron aplastadas por los regímenes absolutistas, aunque tanto para Alemania como para Italia van abriendo camino hacia la Unificación. Por otro lado, la mayoria de los liberales y nacionalistas de estos países tuvieron que exiliarse lo que favoreció el contacto entre los revolucionarios de distintos países que comenzaron a soñar con un gran movimiento revolucionario para unir a toda Europa.