EL HÉROE COMO LITERATO Thomas Carlyle 1795-1881

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LA HOJA VOLANDERA
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EL HÉROE COMO LITERATO
Thomas Carlyle
1795-1881
Thomas Carlyle (nació el 4 de diciembre
en Ecclefechan, Escocia; murió el 5 de
febrero en Londres, Inglaterra) fue un
filósofo que “convirtió en influyentes las
ideas que formuló sobre ética, política y
economía”. Se le recuerda por sus
obras: Historia de la Revolución Francesa (1837), El cartismo (1839) y Pasado y presente (1843). Recogemos aquí
un fragmento de la quinta conferencia
del ciclo titulado Los héroes y que dictó
en 1841.
El Arte de la Escritura es el más maravilloso ideado por el hombre. Las Runas de
Odin fueron la primitiva forma de la labor
del Héroe; los Libros, las palabras escritas,
son milagrosas Runas perfeccionadas; en
ellos reside el alma de todo el Pasado, la
voz articulada y audible del Pasado, cuando
la sustancia corporal y material se ha desvanecido como ensueño. Estimables y magníficas son las poderosas flotas y ejércitos, los
puertos, arsenales, inmensas ciudades de
elevadas cúpulas y admirables fortificaciones, pero ¿qué son para el tiempo? Agamenón, los muchos Agamenones, Pericles y
su Grecia trocáronse en ruinosos fragmentos, mudos y tristes restos, montones de piedra, mientras en los Libros Griegos vive
Grecia literariamente para los pensadores
que la evocan. No hay Runa más extraña
que un Libro; todo cuanto hizo, pensó, lo-
gró, o fue la Humanidad reside mágicamente conservado en sus páginas; por eso es posesión predilecta del hombre.
Los Libros obran milagros, como se decía de las Runas, puesto que persuaden a los
hombres. Hasta la despreciable novela por
entregas que las alocadas muchachas de la
perdida aldea leen con avidez influye en los
convenios matrimoniales y en los hogares.
Así lloró Celia, así obró Clifford, y el disparatado Teorema de la Vida, grabado en
los jóvenes cerebros, se convierte en sólida
práctica un día. Considerad si hubo Runa
que obrase en la más impetuosa imaginación de un Mitólogo las maravillas que algunos Libros han operado en la tierra firme.
¿Quién erigió la construcción de la catedral
de San Pablo? Si penetramos al corazón de
la cosa, descubriremos fue aquel divino Libro Hebreo, en parte, la palabra de Moisés,
el desterrado que conducía a sus Madianitas
por las soledades del Sinaí hace cuatro mil
años; aun siendo la más extraña de las cosas
no por ello deja de ser cierto. Con el arte de
la Escritura, del que la Imprenta es simple,
inevitable e insignificante corolario, inicióse el verdadero reino de los milagros para la
humanidad. Enlazó el Pasado Remoto con
el Presente en tiempo y lugar con sorprendente contigüidad y perpetua intimidad, todas las épocas y lugares con nuestro Aquí y
Ahora, alterándolo todo, variando todas las
prácticas en las importantes funciones del
hombre: la enseñanza, la predicación, el gobierno, todo.
Marzo 10 de 2001
Veamos la enseñanza, por ejemplo. Las
Universidades son un notable, respetable
producto de los tiempos modernos. También su existencia ha sido modificada hasta
la base, debido a los Libros. Surgieron las
Universidades cuando todavía no era posible procurárselos con facilidad, cuando un
hombre, para obtener un solo Libro tenía
que dar un trozo de tierra. En esas circunstancias, si alguien tenía que comunicar algún conocimiento, reunía a sus oyentes y lo
manifestaba. Para saber lo que Abelardo sabía, había que ir donde estuviera y escucharlo, siendo treinta mil los que fueron a
oír de sus labios su teología metafísica,
ocurriendo otro tanto con todo profesor que
tuviera algo propio que manifestar, porque
allí disponía de local, al que acudían muchos miles ansiosos de ciencia; luego presentábase un tercer profesor, aprovechando
la coyuntura, aumentando en importancia a
medida que afluían los maestros; entonces
el Rey, ante aquel nuevo fenómeno, combinó o reunió las varias escuelas, concediendo
edificios, privilegios, facilidades, llamando
a dichos centros Universitas o Escuelas de
todas las Ciencias; surgió luego la Universidad de París con su carácter esencial, modelo de las sucesivas Universidades que, durante seis siglos, fueron fundándose una tras
otra. Así creo se originaron las Universidades.
Salta a la vista que debido a la facilidad
en adquirir libros cambiaron las cosas por
completo, que con la invención de la Imprenta quedaron metamorfoseadas las Uni-
versidades, reemplazándolas, porque el
Maestro no necesitaba reunir a la gente para
comunicarle su saber, sino imprimir un libro y de este modo todos los estudiosos podían adquirirlo por poco dinero, leyéndolo
ante su chimenea, propagándose el saber.
No pongo en duda la virtud del Discurso;
hay escritores que creen conveniente dirigir
la palabra al público en algunas circunstancias, como yo en estos momentos. Mientras
el hombre tenga lengua habrá y debe haber
delimitación de dominios entre el Discurso
y la Escritura o Imprenta, respecto de muchas cosas, entre ellas las Universidades; lo
que ocurre es que aún no se señalaron o indicaron los límites, no pudiéndose poner en
práctica, no existiendo todavía Universidad
que adopte este nuevo hecho de la existencia de los Libros Impresos, basando en ellos
por completo la enseñanza en el siglo XIX,
como basó la suya en la palabra la de París
en el XIII. Si reflexionamos observaremos
que la Universidad, o cualquier Escuela Superior, no puede hacer por nosotros más de
lo que hizo la Escuela primaria, es decir,
enseñarnos a leer, porque en ella aprendemos a leer en varios idiomas, diferentes
ciencias, aprendiendo el alfabeto y letras de
toda suerte de libros, acudiendo a ellos en
busca de conocimiento, aun el teórico, dependiendo nuestra sabiduría de nuestras
lecturas, después que toda clase de Profesores se esforzaron por instruirnos. La verdadera Universidad de estos días es una Colección de libros.
Fuente: Thomas Carlyle, De los héroes, estudio preliminar de Jorge Luis Borges, CONACULTAOcéano, México, 1999, pp. 144-146.
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