PPersonalidad C_18º Página 1 de 18 CAPÍTULO 18º: INDIVIDUALIDAD Y COHERENCIA COMPORTAMENTAL 1. INTRODUCCIÓN La creencia de que la personalidad cambia poco a lo largo de la vida está presente en numerosas expresiones de la vida cotidiana, y es el supuesto que tomamos como referencia de nuestro comportamiento. Asumimos que seguimos siendo la misma persona. Varias son las razones en lasque se apoya esta creencia generalizada. En primer lugar, la confianza en que la personalidad sea estable es lo que permite predecir la conducta propia y ajena. La confianza en que la personalidad cambia poco a lo largo de la vida, nos permite establecer compromisos de desarrollo personal. Por otro lado, influye en aspectos nucleares de las relaciones que mantenemos con las demás personas, en la medida en que gran parte de nuestra vida depende de nuestra interacción con los demás, el ser capaz de imaginar cómo me van a responder en el futuro es esencial. En segundo lugar, posibilita anticipar y planificar el futuro. En la medida en que podemos anticipar cómo seremos dentro de 40 años y cómo serán los que nos rodean, podemos anticipar nuestro futuro, preparar nuestra jubilación, hacer planes... En tercer lugar, es la base del sentido de la propia identidad y el hilo conductor, el factor unificador, que da sentido y coherencia a nuestras vidas. Uno va formando la imagen que tiene de sí mismo en la medida en que identificar como propios y definitorios, como auténticas señas de identidad personal, un núcleo de características que uno percibe que se mantienen relativamente estables a lo largo de la vida. Aunque uno perciba que cambia y que no es exactamente la misma persona a los 40 años que cuando se observa en el recuerdo a los 10 años, que no reacciona de la misma manera a los acontecimientos, existe una tendencia bastante común a identificarse como uno mismo a través de todo el ciclo evolutivo. Cuando en la edad adulta hacemos balance del pasado, lo que se valora es el grado de cumplimiento de los intereses, motivaciones, que han guiado nuestra vida y que constituyen una parte esencial de nuestra personalidad. El que el estilo de conducta del adulto pueda predecirse a partir de sus características y estilos de afrontamiento en etapas evolutivas anteriores, evidencia la existencia de un hilo conductor que, siendo esencialmente el mismo, puede plasmarse en manifestaciones fenoménicamente tal vez diferenciadas, pero con un mismo significado y valor funcional. 2. ¿ES ESTABLE LA PERSONALIDAD? 2.1 Estrategias de investigación Para analizar si la personalidad se mantiene estable o cambia con el paso de los años, en paralelo al proceso de maduración biológica y social, se ha considerado [email protected] PPersonalidad C_18º Página 2 de 18 esencialmente dos criterios: primero, si cambian con la edad las diferencias individuales en personalidad. El procedimiento de análisis comúnmente empleado para responder a esta cuestión ha consistido en calcular la correlación entre las mediciones de personalidad efectuadas sobre la misma población en distintos momentos temporales. Siguiendo con la dimensión de extraversión, lo que se haría es medir tal dimensión a un grupo de sujetos cuando tienen, por ejemplo, 20 años, volver a efectuar la medición pasado un tiempo, digamos, 30 años, y calcular el coeficiente de correlación entre ambas mediciones. Hablaríamos de estabilidad, si el coeficiente de correlación test-retest es elevado; diríamos que la personalidad ha cambiado durante el intervalo temporal tomado como referencia, si el coeficiente de correlación es bajo. Un segundo criterio es ver si producen cambios en los niveles medios poblacionales en las variables de personalidad asociados a la edad. Lo que interesa ahora es ver si se producen cambios en términos absolutos en las variables de personalidad paralelos a la edad. Para dar respuesta a esta cuestión, se han empleado dos estrategias de análisis, correlacionar las puntuaciones en las variables de personalidad con la edad de los sujetos, o, alternativamente, calcular si difieren significativamente las puntuaciones medias en las dimensiones de personalidad de grupos de sujetos que se diferencian en edad. En el primer caso, mientras más pequeño sea el coeficiente de correlación personalidad-edad, mayor diríamos que es la estabilidad de la personalidad. La segunda estrategias de análisis, diríamos que la personalidad se mantiene estable, o ha cambiado poco, si no existen diferencias, o éstas son insignificantes en los niveles que presentan sujetos de distintas edades. Para recoger los datos sobre los que haremos los análisis comentados hasta aquí, se han empleado dos grandes tipos de estrategias o diseños de investigación: estudios transversales y estudios longitudinales. Cada una de estas estrategias de diseño tiene sus ventajas e inconvenientes. Los estudios transversales resultan relativamente cómodos de realizar, los datos se obtienen rápidamente y se puede disponer de resultados en un período corto de tiempo. Presentan un punto débil, que en estos estudios pueden estarse confundiendo los efectos madurativos con los generacionales. Los resultados de estos estudios no permiten destacar que otros factores que también hayan podido cambiar con los años, estén contaminando las diferencias observables en personalidad entre distintos grupos de edad, que, además de diferir en edad, se diferencian igualmente en esos otros factores que han ocurrido y cambiado con los años. Para obviar estas debilidades se emplean los diseños longitudinales, en los que, lo que se hace es seguir a una misma muestra de sujetos durante un número de años, tomando evaluaciones de personalidad en distintos momentos a lo largo del período global de seguimiento. Estos estudios no se daría el efecto generacional. De esta manera nos garantizamos que los más significativos factores conductuales afectan de la misma manera a todos los sujetos de la muestra. Tendríamos así mayor apoyo para afirmar, en caso de que se produjesen cambios en las variables de personalidad evaluadas, que tales cambios se debían al proceso de maduración [email protected] PPersonalidad C_18º Página 3 de 18 asociado al crecimiento en edad y no a otros factores ajenos a este proceso evolutivo. Es preciso señalar, que esta certeza nunca sería absoluta, por cuanto aun en el caso de que supiésemos controlada la incidencia de los factores conductuales, ello no impediría que se den diferencias, en el modo en que tales factores afectan y condicionan el proceso de maduración psicosocial de cada uno de los individuos de la muestra. La principal limitación de los estudios longitudinales viene asociada a su extensión temporal. Requieren una infraestructura económica y humana sustancialmente más costosa que un estudio transversal, la posibilidad de control sobre la muestra es mucho menor debido básicamente a la inevitable pérdida de sujetos que se producirá a lo largo del período de seguimiento. 2.2 2.2.1 Evidencia empírica ¿Estabilidad de las diferencias individuales? Lo que se discute aquí es si el nivel que cada persona alcanza en las variables de personalidad, en relación a su grupo de referencia, se mantiene o cambia a lo largo de la vida. Se han empleado diseños longitudinales, como el llevado a cabo por Costa y McCrae. En este estudio se evaluaron, en una muestra de adultos de 25 a 84 años de edad, las dimensiones de Neuroticismo, Extraversión y Apertura Metal, con un intervalo de 6 años entre la 1ª y 2ª medición, tomando datos de autoinforme y heteroinforme. Adicionalmente y con un intervalo entre evaluaciones de 3 años se tomaron datos de autoinforme sobre las dimensiones de Afabilidad y Tesón. Las dimensiones de personalidad evaluadas muestran una significativa estabilidad, tanto cuando se consideran los datos aportados por los propios sujetos, como cuando se tomaron las evaluaciones ofrecidas por los/as esposos/as de los sujetos, que de esta forma reforzarían los resultados basados en los autoinformes. Cuando estos coeficientes se corrigieron para atenuar la potencial falta de fiabilidad de las medidas, todos ellos eran superiores a 0.90, indicando que la personalidad, representada aquí en las cinco dimensiones evaluadas, presentaba una extraordinaria estabilidad temporal. Análisis complementarios pusieron de manifiesto que estos índices de estabilidad fueron similares en la submuestra de hombres y en la de mujeres, así como en los sujetos más jóvenes, como en los mayores. Así, cuando se dicotomizó la muestra en torno a la edad de 56 años, formando dos subgrupos y se realizaron los datos de autoinforme, ambos grupos mostraron una significativa estabilidad, oscilando los coeficientes test-retest entre 0.60 y 0.87 para el grupo más joven y entre 0.55 y 0.86 en el de más edad. Estos resultados no descartan que se haya producido cambios asociados a la edad, pero indicarían que tales cambios se han debido [email protected] PPersonalidad C_18º Página 4 de 18 producir en toda la población, de forma que la posición relativa de cada individuo en las variables en estudio permanece estable. A conclusiones semejantes puede llegarse del balance que estos mismo autores llevaron a cabo de estudios longitudinales desarrollados en los últimos 20 años, en los que se ha evaluado la personalidad con distintos instrumentos, en muestras de ambos sexos y que abarcan un rango de edad de los 17 a los 84 años. El coeficiente medio de estabilidad, tomando intervalos test-retest de entre 2 y 30 años fue de 0.58, con un rango de 0.34 a 0.77; datos todos ellos sin corregir la incidencia de la potencial falta de fiabilidad de las medidas, lo que permite afirmar que los valores objetivos, reales, de los coeficientes de estabilidad arrojados por estos estudios deben ser significativamente más elevados a los informados en los promedios presentados en este balance. Contraste entre cambio subjetivo y estabilidad objetiva La idea de que la personalidad es fundamentalmente estable en la edad adulta resulta contra intuitiva para algunas personas que tal vez perciban un gran cambio en su personalidad. Estas impresiones subjetivas de cambio en la personalidad con el paso de los años, son sin embargo inconsistentes con los datos objetivos que vienen a demostrar que no hay grandes cambios en personalidad asociados a la edad. Resultados ofrecidos por Costa y McCrae indican que la mayoría de los sujetos percibían una gran estabilidad en su personalidad, lo que sería consistente con los datos objetivos, procedentes de las evaluaciones auto y heteroinformadas. Mientras hay otros sujetos que piensan que han cambiado mucho, aunque esta percepción no recibe apoyo de los datos objetivos, que vienen a indicar que, de hecho, han cambiado tan poco como aquellos que efectivamente pensaban que habían cambiado poco o nada. Resultados similares se alcanzaron en otra investigación. De nuevo la personalidad parecía haberse mantenido estable, pese a que parte de los sujetos estimaban subjetivamente que se había producido algún cambio, por pequeño que fuese. ¿Quieren estos datos decir que no hemos madurado?. De ninguna manera; lo que sucede es que la maduración no necesariamente se ha de traducir en un cambio cualitativo de nuestra estructura de personalidad, sino en que hacemos un unos distintos, probablemente más ajustado a la realidad, de nuestros recursos y potencialidades adaptativas que constituye la parte sustancial de nuestra personalidad. Desde esta perspectiva, la sensación de que nuestra personalidad cambia con el paso de los años, está en gran medida condicionada por el hecho de que nos enfrentamos a situaciones y roles distintos. [email protected] PPersonalidad C_18º 2.2.2 Página 5 de 18 ¿Cambian los niveles medios de las variables de personalidad? La evidencia comentada antes indica que la personalidad es bastante estable, al menos cuando se toma como indicador el nivel que cada individuo mantiene en relación a la población que le sirve de referencia. Al mismo tiempo estos datos nos permiten descartar que se hayan producido cambios en términos absolutos en las características de personalidad en función de la edad. Veamos cuál sería el problema: una persona que a los 25 años se sitúa en una determinada característica de personalidad por encima del 25% de la población de referencia puede seguir manteniendo el mismo nivel relativo a los 60 años, aunque su puntuación absoluta haya cambiado. Para estudiar esta segunda forma de estabilidad, se ha empleado dos estrategias. La primera, asociada a los estudios transversales, ha consistido en calcular el coeficiente de correlación entre ladead de los sujetos y los valores que obtienen en las variables de personalidad en estudio. La segunda, asociada a los estudios longitudinales consiste esencialmente en calcular la diferencia entre las puntuaciones en personalidad que obtienen los sujetos en los distintos momentos de evaluación que se lleven a cabo a lo largo del período de seguimiento de la muestra. Un ejemplo de la primera estrategia en base a las mayores dificultades ya comentadas para llevar a cabo estudios longitudinales, se ofrece en el estudio de Costa y McCrae, indicando que ciertamente se produce algún cambio en la personalidad asociado a la edad, aunque sí atendemos al escaso peso absoluto de los mismos, cabe pensar que el cambio producido debe ser pequeño. Resultados similares son procedentes del análisis transversal de los datos correspondientes a la primera evaluación llevada a cabo en el estudio mencionado anteriormente de Costa y McCrae, correlacionando personalidad y edad. Como puede observarse, aunque la mayoría de los coeficientes son significativos, la magnitud absoluta de los mismos es pequeña. La tendencia que indican estos resultados sugiere que los pequeños cambios producidos se orientan en una disminución con la edad de los valores medios en Extraversión, Neuroticismo y Apertura Mental y, por el contrario, un cierto incremento en las dimensiones de Afabilidad y Tesón. Esta evolución parece lineal, salvo en el caso del Neuroticismo donde los datos mostraban una cierta asociación curvilínea, indicando que el Neuroticismo descendía hasta aproximadamente la edad de 75 años, para iniciar un ascenso a partir de esa edad. [email protected] PPersonalidad C_18º Página 6 de 18 Siguiendo la otra estrategia, los datos de que hoy disponemos tienden a indicar que efectivamente se produce cambio en aspectos diversos de la personalidad a lo largo de la vida, aunque estos cambios, aun siendo estadísticamente significativos en la mayoría de los contrastes, suelen ser pequeños en términos absolutos. En paralelo con los datos aportados por los estudios transversales, las principales conclusiones de este balance de investigación longitudinal indican que efectivamente se producen cambios en las diversas facetas de personalidad evaluadas, de forma que las personas mayores, cuando se les contrasta con sus evaluaciones a edades más jóvenes, tienden a presentar mayores niveles de autocontrol, responsabilidad y cooperación, mientras al mismo tiempo presentan una menor flexibilidad y habilidad e interés para la interacción social. En la misma dirección apuntan los datos presentados por McCrae y colaboradores en un estudio. Podemos apreciar en él que efectivamente se producen cambios en los niveles medios absolutos de las distintas dimensiones en función de la edad de los sujetos, si bien resulta al mismo tiempo evidente que tales cambios son pequeños. En un segundo lugar los resultados de este estudio refuerzan los de otras investigaciones comentadas anteriormente que indican que con el avance de la edad se produce un incremento paulatino en los niveles de las dimensiones de Afabilidad y Tesón, mientras tiende a producirse un cierto descenso en Neuroticismo, Extraversión y Apertura Mental. En resumen, hay que hacer dos afirmaciones: primera, existe una notable estabilidad por lo que respecta a las diferencias individuales en personalidad; esto es, el nivel relativo que caracteriza a cada individuo en las diversas características de personalidad cambia poco con el paso de los años. Segunda, sin embargo, disponemos hoy ya de suficiente evidencia que indica con claridad que el peso absoluto medio de las distintas variables de personalidad cambia con la edad; salvan las diferencias individuales, ello quiere decir que, en general, a medida que uno se va haciendo mayor va mostrando menor número, o con menor intensidad, de indicadores de extraversión, o tiende a mostrar un comportamiento más responsable, por citar dos de los aspectos de personalidad citados en este tema. Estos cambios parece difícil cuestionarlos, ya que están avalados por evidencia procedente tanto de investigaciones transversales, como longitudinales. Hay un par de cuestiones estrechamente relacionadas entre sí que han atraído la atención de los investigadores y estudiosos de la personalidad: ¿puede decirse en algún momento que la personalidad está consolidada, o está en permanente cambio?, ¿los cambios se [email protected] PPersonalidad C_18º Página 7 de 18 producen por igual en las distintas etapas evolutivas o, por el contrario, hay momentos de mayor intensidad y otros de mayor quietud? 2.3 ¿Cuándo esta consolidada la personalidad? Varias hipótesis se han manejado a la hora de fijar un punto en el curso vital de las personas, en el que podríamos decir que la personalidad está consolidada, sólidamente establecida; momento en el que se supone se habría alcanzado el nivel de máxima consistencia. Entre estas hipótesis, una de las más aludidas históricamente hablando ha sido la psicoanalítica, que vienen a sugerir que la personalidad está estructurada en la infancia, en torno a los cinco años de edad. La abundante evidencia empírica de que hoy disponemos, permite descartar esta hipótesis. Una segunda hipótesis parte del supuesto de que la personalidad está consolidada en la edad adulta y que ésta se alcanza en torno a los 20 años. Sin embargo, la propia investigación de Bloom, tras revisar la evidencia aportada por 10 estudios longitudinales, le llevó a aceptar que a la edad de 20 años se seguían produciendo cambios en la personalidad, que presumiblemente se extenderían a etapas posteriores del desarrollo vital del individuo. Posteriormente, el grueso de la investigación sobre estabilidad de los rasgos de personalidad, liderada en gran medida por Costa, McCrae y colaboradores, llevó a pensar que la máxima estabilidad se alcanzaba en torno a los 30 años, aunque pudiesen presentarse cambios en edades posteriores, aunque siempre de muy escasa importancia. Concluían que si se toman conjuntamente los resultados de los estudios transversales y longitudinales, todo parece apuntar a que hay poco cambio durante la mayor parte de la edad adulta en los niveles medios de los rasgos de personalidad. Para mantener esta conclusión, sería preciso demostrar que la personalidad no cambia a partir de los 30-35 años, tanto si se toma como criterio la estabilidad en el rango que cada uno ocupa en las diversas variables de personalidad, como si se consideran los niveles medios poblacionales que pueden observarse en personalidad en diversos tramos de edad posteriores a los 30-35 años. Tomando este segundo criterio se siguen apreciando cambios en distintos aspectos de la personalidad incluso cuando se han tomado poblaciones mayores de 60 años. Pero lo mismo parece ocurrir cuando analizamos la estabilidad de las diferencias individuales. La hipótesis de los 30 años sería apoyada si pudiéramos observar que los coeficientes de estabilidad alcanzados en torno a esa edad mantienen en edades más avanzadas. El estudio llevado a cabo por Roberts y DelVecchio en el que llevaron a cabo un metaanálisis de 152 estudios longitudinales, en líneas generales la estabilidad de la personalidad crece de manera escalonada en paralelo a la edad, alcanzando sus niveles más bajos en la infancia. Parece claro que la personalidad se mantiene flexible a lo largo de todo el ciclo vital, posibilitando la introducción de cambios que, por una parte, serían fruto del [email protected] PPersonalidad C_18º Página 8 de 18 esfuerzo adaptativo del individuo y por otra, suponen el reajuste de las competencias, potencialidades y recursos desde los que el individuo seguirá haciendo frente a los retos futuros. 2.4 Cambio y períodos críticos Datos como estos, que muestran un cierto escalonamiento de la evolución de los índices de estabilidad de la personalidad, con momentos de estancamiento, ha llevado a muchos a pensar que existen fases de transición, períodos críticos, en los que se producen mayor cantidad de cambios. La idea que parece aceptable y está presente en algunos de los estereotipos más comunes con los que se describe el curso vital, en el que se identifican momentos críticos, suele estar asociada al entendimiento de la evolución vital como una sucesión de etapas cronológicamente pautadas, por las que se supone pasan todas las personas en ciclos de edad más o menos prefijados. Esta sugerencia no posee apoyo empírico, sobre todo cuando se la hace dependiente de la evolución cronológica. Tiene sentido señalar que el modo en que se hace frente a determinadas circunstancias influye en la personalidad, produciendo cambios de mayor o menor intensidad y duración, en función de la naturaleza de la situación y de los recursos personales desde los que uno la afronta. 2.4.1 Personalidad y cambio contextual En el primer estudio que queríamos comentar, Eccles, Wigfield, Flanagan, Miller, Reuman y Yee se plantearon las siguientes cuestiones: ¿cambia la personalidad en los períodos de transición?; fase de transición que, además, coincide con el inicio de la adolescencia; ¿se producen cambios en : autoestima, y autoconcepto, relativo a la percepción que tiene el sujeto respecto de su competencia en distintos ámbitos, como las relaciones interpersonales, áreas escolares o actividades físicas?. El período de transición en el que nos basaremos es el ciclo académico, cambiar de colegio, marchar al Instituto... Para dar respuesta a estas cuestiones se tomaron los siguientes criterios: - presencia o ausencia de cambio grupal en las variables mencionadas, a lo largo de las distintas fases en que se evaluó el efecto de la transición. - Estabilidad de las diferencias individuales en cada una de las variables, en los distintos momentos temporales del proceso de transición. - Objetividad o subjetividad del cambio, esto es, si el sujeto informa, una disminución en la percepción de competencia en alguno de los ámbitos, ¿es real tal disminución? ¿se producen cambios reales, o más bien son sujetivos?. ¿Se producen cambios globales en diversas facetas evaluadas?. En general, parece que sí: el nivel de Autoestima disminuye al pasar a la nueva situación, aunque se recupera a lo largo del nuevo periodo, por lo que respecta a los [email protected] PPersonalidad C_18º Página 9 de 18 distintos aspectos del Autoconcepto, la evolución varía según la faceta concreta evaluada, social, académica, deportes... Los patrones de cambios tienden a ser parecidos en chicos y chicas. Estabilidad de las diferencias. La cuestión es, junto a los cambios globales, asociados al cambio en la situación, que hemos comentado anteriormente, ¿el nivel de autoestima de cada individuo, o el autoconcepto en sus diversas facetas, cambian significativamente a lo largo del período de transición?. Estaríamos midiendo en este aso, estabilidad relativa. Para dar respuesta a esta cuestión global, se contrastaron las correlaciones, para cada una de las variables evaluadas, entre las evaluaciones 1-2, con la 2-3 y con la 3-4. El balance de estos análisis indica que, por lo que respecta a Autoestima, no sólo no parece haber deterioro, sino que la estabilidad se incrementa a lo largo del 2º año, a medida, al mismo tiempo, que los sujetos crecen en edad. Los datos relativos a las distintas facetas del Autoconcepto evaluadas indican que: el cambio contextual, asociado a la transición de uno a otro ciclo escolar, produjo una significativa inestabilidad en la percepción de competencia Académica, aunque a lo largo del 2º año se recuperaron los niveles previos al cambio contextual, de ahí que no hubiese diferencias entre los niveles de estabilidad correspondientes al curso previo al cambio y al posterior al cambio. Este efecto resultó ser especialmente significativo en las chicas. En la percepción de la competencia en Deportes, no parece haber efecto significativo del cambio de situación; aunque en general la estabilidad se va incrementando a medida que aumenta la edad. Por lo que concierne a la esfera Social, los datos tienden a indicar que esta faceta también incrementa su estabilidad a medida que los sujetos se van haciendo mayores; este efecto es significativo en los chicos, mientras que en las chicas penas hay cambios. Estos datos, en resumen, vendrían a sugerir que, pese al cambio situacional, el autoconcepto, la identidad personal, continúa consolidándose durante este período de la vida de los sujetos. Parece que en términos generales, la estabilidad de los diversos criterios evaluados parece incrementarse incluso durante este período de transición. Cuando la transición provoca un cambio significativo, ello suele ocurrir en aquellos ámbitos en los que la situación ha cambiado más significativamente, dando lugar a que cambien de manera sustantiva las experiencias del individuo en las que basa su autoconcepto. Globalmente consideradas las diversas facetas, los chicos parecen mostrar mayor estabilidad que las chicas, aunque las diferencias son escasamente significativas, si exceptuamos el ámbito de percepción de competencia deportiva. ¿Son estos efectos algo puramente subjetivo, o se corresponden con la realidad, de forma que coincidirán con la valoración que de los mismos aspectos hiciera una persona que observa al sujeto? En general, los datos tienden a mostrar de nuevo que la certeza con la que los sujetos, más los chicos que las chicas, se evalúan a sí mismos se incrementa a lo [email protected] PPersonalidad C_18º Página 10 de 18 largo del período de evaluación. Esto iría en la misma dirección comentada de aumento de maduración y consolidación de la identidad personal. 2.4.2 Personalidad y situaciones traumáticas A diferencia de lo que puede ocurrir en transiciones o períodos de cambio suaves, otras situaciones pueden producir cambios más significativos en la personalidad y en la vida de las personas y sus efectos podrían rastrearse aunque haya transcurrido un número importante de años. Este puede ser el caso de experiencias traumáticas severas, como por ejemplo, el seguimiento de los sujetos que habían entrado ya en la década de los 60, aproximadamente 40 años después de la experiencia de combate. Un segundo indicador analizado del impacto psicosocial fue la posible incidencia sobre aspectos diversos de su personalidad. Para ello se contrastaron datos sobre la personalidad de los sujetos procedentes de evaluaciones efectuadas en la adolescencia, con las nuevas evaluaciones llevadas a cabo cuando tenían 40 años. También en esta nueva esfera del funcionamiento psicosocial del individuo se apreció una significativa incidencia de la experiencia por la que había pasado unos 20 años atrás. Así, en comparación con la personalidad adolescente, quienes habían sufrido la experiencia de combate habían incrementado su nivel de asertividad, capacidad y flexibilidad adaptativa, capacidad de esfuerzo y autocontrol, y se mostraban significativamente más seguros de sí mismos y con capacidad para hacer frente a las dificultades. 3. ¿EXISTE CONSISTENCIA CONDUCTUAL? 3.1 Problemática El punto de partida para el análisis de la consistencia de la conducta puede cifrarse en la constatación que cada uno puede tener de dos hechos: por una parte, que nuestra conducta varía de acuerdo con la situación en que nos encontramos, y al mismo tiempo, seguimos sintiéndonos la misma persona. Es decir, las variaciones en la conducta no parecen interferir con el sentimiento de que a través de las diversas manifestaciones conductuales existe una misma persona. Indudablemente, las situaciones incide sobre el individuo y produce cambios sobre su conducta. Lo que aquí nos preguntamos es si existe regularidad y continuidad en la conducta, por encima de la variabilidad situacional, o si, por el contrario, la variabilidad es la nota dominante en la conducta de los seres humanos. Para hacernos una idea basta con tener presente tres datos, el mismo concepto de personalidad se asienta sobre la existencia de continuidad en la conducta; la personalidad, en gran medida, hace referencia a la existencia de patrones regulares de conducta, en base a los cuales se define característica y diferencialmente a cada individuo. Por una lado, la existencia de regularidad y continuidad en la conducta es un factor decisivo para el desarrollo y mantenimiento del sentimiento de propia identidad. [email protected] PPersonalidad C_18º Página 11 de 18 Uno se define a sí mismo a partir de la observación de su conducta en diversas situaciones y momentos temporales, pero, para que esta observación permita elaborar una imagen armónica de sí mismo, es preciso establecer nexos de continuidad entre unas manifestaciones conductuales y otras. En tercer lugar la existencia de patrones regulares de conducta parece una condición importante para poder anticipar y predecir la propia conducta y la de los demás, propiciando el desarrollo de conducta adaptativa. Por estas razones no es sorprendente que el tema de consistencia de la conducta se haya convertido en una cuestión importante para la teoría e investigación en psicología de la personalidad y, al mismo tiempo, una cuestión en la que han polemizado vivamente los defensores de las distintas alternativas teóricas, desde las alternativas internalista y situacionista, surgiendo la alternativa interaccionista como intento de solución de esta polémica. 3.2 Supuestos teóricos En gran parte, la polémica sobre la consistencia de la conducta queda enmarcada en una controversia más amplia acerca de la naturaleza real de los determinantes del comportamiento. El problema de la consistencia es una nueva manifestación de la dicotomía entre dos posicionamientos metateóricos, que sustentan, visiones del sujeto de comportamiento y explicaciones de su conducta, aparentemente al menos, contrapuestas: los enfoques organísmicos y mecanicista. El reflejo de esta situación en el estudio de la personalidad nos viene dado en el enfrentamiento entre planteamientos internalistas-personalistas y situacionistas, que ha polarizado durante largo tiempo la investigación en personalidad. • Planteamientos internalistas. Desde una perspectiva organísmica, la primera nota que define los planteamientos internalistas es, el marcado énfasis que se hace en la determinación de la conducta por variables que están dentro del individuo, por variables personales. En el supuesto de que tales características personales sean estables y duraderas, se asume que la conducta presentará un alto grado de consistencia transituacional y estabilidad temporal. Si las características de la situación no son los determinantes más importantes del comportamiento; si éste deriva esencialmente del bagaje de características propias y peculiares del individuo, cabe esperar que su conducta presente un grado notable de continuidad, similaridad, a lo largo de diversas situaciones y/o momentos temporales. • Planteamientos situacionistas. Estos planteamientos en la investigación en personalidad van a hacer énfasis en el valor determinante de la situación, especificidad de la conducta y conveniencia de estudiar sistemáticamente los parámetros que definen la situación. El análisis explicativo se traslada al contexto situacional en que la conducta se desarrolla. La conducta viene determinada por las condiciones ambientales en que aquella tiene lugar, y cambia a medida que varían tales factores situacionales. Se define el carácter específico y variable de la conducta. Esta cambiará, de una [email protected] PPersonalidad C_18º Página 12 de 18 situación a otra y de un momento temporal a otro en base a las peculiares características que definen la situación en que tiene lugar el comportamiento. Si en algún punto de la conducta muestra regularidad, ésta se explicará a partir de regularidades existentes en el contexto, más que en función de características y condiciones internas del sujeto de comportamiento. 3.3 Hitos de la polémica Como resumen de la extensa evidencia empírica nos fijaremos en las principales aportaciones de los estudios de Mischel, Bem y Allen y Epstein que sentaron las bases para la voluminosa investigación desarrollada e esta área desde entonces. 3.3.1 Balance de investigación En la importante revisión que sobre el tema lleva a cabo Mischel, analiza la evidencia disponible acerca de la consistencia transituacional de la conducta, llegando a las siguientes conclusiones: en primer lugar, por lo que respecta a conductas asociadas a variables intelectuales y cognitivas, los datos de investigación tienden a mostrar niveles aceptables de consistencia. De los datos considerados no se infieren la existencia de una dimensión subyacente generalizada, a la que se pudiera atribuir la responsabilidad de la consistencia observada. Por otro lado, los datos de investigación analizados ponen claramente de manifiesto la necesidad de tomar en consideración la incidencia de factores situacionales y factores ligados a los instrumentos de medida, que parecen modular los niveles de consistencia observados. Los resultados analizados sugieren que la consistencia, incluso en estas variables de naturaleza cognitiva, desciende a medida que cambian las situaciones en que se analiza la conducta. De igual manera, parece que parte al menos de esta consistencia, podría explicarse por la presencia de elementos comunes en los instrumentos empleados para estudiar la conducta en cuestión. Por lo que hace, en segundo lugar, a las expresiones conductuales de las diversas variables de personalidad analizadas, las situaciones es algo más desalentadora. La consistencia en este caso es mucho menor que la encontrada para variables intelectuales y cognoscitivas. Así, la evidencia analizada no parece apoyar la existencia de dimensión subyacentes generalizadas. Por último, los niveles de consistencia tienden a ser más elevados cuando los datos proceden de informes que cuando se analiza la conducta directamente. Esto podría significar que la consistencia informada puede ser más un efecto de sesgos perceptivos en el observador de la conducta que algo predicable de la conducta real mismo. Mischel viene a sugerir en este trabajo ya clásico, la conveniencia de que se produzca un cambio paradigmático en la investigación en personalidad, que a partir de estos datos debería prestar mayor atención al estudio cuidadoso de las [email protected] PPersonalidad C_18º Página 13 de 18 características de la situación y del modo en que el individuo reacciona peculiar a idiosincrásicamente a las mismas. Las conclusiones a que llegó Mischel desencadenaron réplicas de todo tipo, entre las líneas de argumentación destacan las de naturaleza metodológica, entre las que comentaremos brevemente las formuladas por Bem y Allen y Epstein. 3.3.2 Diferencias individuales en consistencia La base argumental de que parten en la investigación Bem y Allen sostiene que en la investigación tradicional en personalidad se han cometido dos errores, a los que hace referencia Allport cuando habla de “falacia nomotética” en la investigación en personalidad. Por tal se entiende la aceptación de dos supuestos: primero, la creencia en la supuesta universalidad de las dimensiones de personalidad, y segundo, el supuesto de escalabilidad, es decir, que las diversas conductas que definen un rasgo ponderan igual y significan lo mismo para todos los individuos y en todas las situaciones. Frente a esta concepción nomotética de la investigación, Bem y Allen proponen un acercamiento idiográfico, desde el que la investigación se asienta en dos supuestos básicos: primero, para cada individuo unos rasgos son relevantes y otros no, y no necesariamente los mismos; segundo, la interpretación del rasgo y las conductas que le sirven de índices significativos tampoco han de ser siempre equivalentes para todos los individuos. Desde este punto de vista, el análisis de la consistencia, promediando los datos de una muestra de sujetos, puede reflejar que los individuos no son consistentes de la misma manera, no que existe inconsistencia. Desde el supuesto nomotético, se observara consistencia en la conducta de una muestra de sujetos sólo cuando se cumplan los dos requisitos antes fijados, que para todos los sujetos sea igualmente relevante el rasgo en estudio y que en todos los sujetos sean igualmente pertinentes las conductas teóricamente definitorias del rasgo en cuestión. Cuando estos dos requisitos no se cumplen, la aparente inconsistencia indicada en los datos de investigación puede reflejar que los sujetos no son consistentes de la misma manera. Los individuos difieren en la medida en que son consistentes en diversos rasgos, en las situaciones en que son consistentes y, en tercer lugar, en la medida en que le son aplicables las conductas supuestamente indicativas del rasgo. Lo que se está sugiriendo es que la consistencia puede entenderse como un auténtico factor de diferenciación individual. La consecuencia inmediata de esta propuesta es que aparecerá consistencia transituacional en un determinado rasgo cuando se evalúe en sujetos consistentes en dicho rasgo, mientras que no aparecerá cuando se tomen sujetos clasificables como inconsistentes, o cuando se tomen grupos mezclados. Desde la base argumental idiográfica, la investigación de Bem y Allen se dirigió al contraste entre sujetos, que se definen a sí mismos como consistentes o variables en diversos rasgos, llegando a las siguientes conclusiones: [email protected] PPersonalidad C_18º - - Página 14 de 18 la utilidad predictiva de la medición de rasgo es aceptable para aquellos individuos y en aquellas ocasiones en que se definen a sí mismos como consistentes. Cuando lo definitorio del individuo es la variabilidad la mejor predicción se puede hacer desde el conocimiento de las características de la situación. Entendiendo que la variabilidad no es necesariamente sinónimo de impredictibilidad, sino que puede ser indicativo de una alta facilidad discriminativa, habilidad para responder apropiadamente a los cambios producidos en las contingencias situacionales. En conclusión, lo que Bem y Allen están proponiendo es que la consistencia de la conducta viene modulada por una serie de factores en los que cada individuo pondera peculiar y diferencialmente, que obligarían a tomar como referencia al individuo, al considerar cualquier fenómeno conductual, como, por ejemplo, la consistencia o especificidad del comportamiento. 3.3.3 Representatividad de la muestra de conducta Epstein sostiene que en la mayoría de los estudios en los que se señala inconsistencia de la conducta, dicha inconsistencia tiene mucho que ver con el inadecuado muestreo de índices de conducta y de ocasiones y/o situaciones en que se observa la conducta. Si a esto se añade lo apuntado por Bem y Allen, en el sentido de que no todos los índices de conducta son igualmente significativos en todos los individuos, y en todas las situaciones, podría ocurrir que, al tomar una gama limitada de índices de conducta y situaciones en las que se observan, estemos tomando datos que no sean los más significativos y representativos de la conducta del individuo. En este sentido, la escasa representación de los datos comúnmente empleados en la investigación tradicional sobre consistencia podría explicar por sí sola la falta de consistencia en la conducta y sus limitadas posibilidades de generalización. Para paliar esta situación, Epstein propone incrementar la fiabilidad y validez de la investigación, mediante el empleo de tácticas de agregación, que suponen tomar como datos de conducta el promedio de una gama amplia de índices conductuales, observados en un rango igualmente extenso de ocasiones y situaciones. Empleando esta estrategia metodológica, llevó a cabo una serie de investigaciones, donde los resultados más significativos son: - cuando los datos proceden de un rango limitado de observaciones, los índices de estabilidad con frecuencia estaban por debajo de 0.30. - a medida que los datos procedían de un número cada vez más amplio de observaciones, los índices de estabilidad de la conducta se incrementaban igualmente, llegando en ocasiones a superar el 0.90. - estas altas correlaciones aparecen para todos los datos, no sólo cuando se toman medidas subjetivas; de esta manera se descarta la crítica efectuada en ocasiones en el sentido de que la consistencia conductual no es más que [email protected] PPersonalidad C_18º Página 15 de 18 un reflejo de sesgos perceptivos existentes en el observador de la conducta. Resumiendo, estos datos sugerirían que la no demostración de consistencia en otras investigaciones puede deberse al empleo de muestras inadecuadas de conducta y/o a que ésta es observada en un rango muy restringido de ocasiones. 3.4 Reformulación interactiva En este contexto, las formulaciones interaccionistas suponen un intento de integración de las distintas posturas, relativas a la naturaleza de los determinantes de la conducta. Esta integración supone reorientar la cuestión, desde la formulación polarizada que hasta aquí hemos comentado, hacia la consideración de la interacción de las variables personales y situacionales como la unidad de análisis y explicación de la conducta. En apoyo de esta sugerencia integradora, se aporta un creciente volumen de investigación en la que se pone claramente de manifiesto que la conducta se debe a los factores de diferenciación individual, en parte, a las características del individuo y características de la situación en la que tiene lugar la conducta. 4. COHERENCIA COMPORTAMENTAL 4.1 Planteamiento del problema Hasta aquí hemos visto que la personalidad presenta una notable estabilidad a lo largo de la vida, sobre todo cuando se analiza en términos de diferencias individuales; pero también en términos absolutos. No obstante, observamos al mismo tiempo que esta estabilidad de la personalidad no se traduce en estabilidad comportamental; la conducta del individuo puede variar de un momento a otro de una situación a otra, sin embargo, seguimos identificándonos como la misma persona, continuamos aceptando las diversas expresiones conductuales como propias, y los demás siguen reconociéndonos como la misma persona pese a la variabilidad conductual. ¿Cómo explicar esta paradoja? ¿es que la personalidad no tiene nada que ver con la conducta?, esta no es la cuestión. Nadie duda que su conducta es en gran medida reflejo de su modo de ser, de su personalidad. La confusión puede surgir cuando asumimos que la personalidad no es más que un conjunto de tendencias generalizadas de conducta, independientes del contexto. Pero, la Personalidad no se identifica sólo por constituir una agregación de disposiciones generalizadas y acontextualizadas de conducta, sino, esencialmente, por el dinámico sistema de interrelaciones codeterminantes entre procesos psicológicos y factores ambientales, desde el que el individuo se relaciona con el entorno y conduce su vida. Las personas difieren en: [email protected] PPersonalidad C_18º Página 16 de 18 a) contenido, accesibilidad y activación de procesos cognitivos y afectivos que condicionan el modo específico y peculiar con el que cada uno se posiciona ante las diversas situaciones que definen su realidad cotidiana. b) En el modo en que valoran las situaciones y de manera especial en las características de la situación que activan estos procesos cognitivos y afectivos. c) Difieren en el sistema de interrelaciones existentes entre estos procesos psicológicos, y entre estos procesos y las características y demandas de la situación, que da lugar al patrón idiosincrásico de conducta coherente y predecible peculiar y definitorio de cada persona. Desde esta perspectiva no debería sorprender la variabilidad conductual. Lo que define e identifica la coherencia del comportamiento es el perfil de estabilidad y cambio discriminativo que muestra el individuo en su conducta en los diversos contextos y escenarios en que se desenvuelve su vida diaria. El comportamiento no viene regido por disposiciones generalizadas, absolutas, de conducta, del tipo, por ejemplo, “si es extravertida, tenderá a comportarse de manera extravertida en la mayoría de las situaciones”; sino por disposiciones condicionales. Estas reglas condicionales recogen la variabilidad situacional y explican la plasticidad y variabilidad discriminativa observable en la conducta. Es más, lo que caracteriza a la personalidad es precisamente esta flexibilidad adaptativa, asociada a la capacidad discriminativa del ser humano, que se traduce en patrones de estabilidad y variabilidad. Patrones que se van consolidando y estabilizando a partir de las experiencias por las que cada uno va pasando en el curso de su desarrollo, introduciendo coherencia en el comportamiento, que varía de un contexto a otro, pero no de manera arbitraria y errática, sino de forma pautada y predecible. Entender al individuo, supone conocer el conjunto de relaciones de contingencia que subyacen y dan coherencia a su conducta y definen de manera peculiar su vida y experiencias. 4.2 Evidencia Pasando del ejemplo hipotético a resultados empíricos de investigación, comentaremos el estudio llevado a cabo por Shoda, Mischel y Wright, en el que esencialmente analizaron tres cuestiones, la primera la presencia de perfiles diferenciales de conducta, la segunda la estabilidad y coherencia de estos perfiles, y la tercera el papel que juegan las características definitorias de la situación. Si observamos manifestaciones, por ejemplo, de conducta extravertida de dos personas en una serie de situaciones, podemos: • comparar la puntuación media de ambas personas en tal categoría de conducta, y a partir de tales puntuaciones medias, afirmar que una es más extravertida que la otra porque ha desarrollado con mayor frecuencia o [email protected] PPersonalidad C_18º • Página 17 de 18 intensidad tal tipo de conducta, la estrategia común en la psicología de rasgos. O bien, podemos analizar el comportamiento extravertido de cada persona en cada una de las situaciones y contrastar a ambas personas, tanto en cada situación, como en el perfil situación-conducta que las caracteriza, estrategia sugerida por el acercamiento cognitivo-social. Este segundo tipo de análisis podría mostrarnos que, aun cuando ambas personas tuviesen una misma puntuación media en la conducta en estudio, tales puntuaciones medias pueden corresponder a perfiles situación-conducta claramente diferenciados. El análisis de estos perfiles mostraría que las personas pueden diferir, tanto en tipo específico de situación en que se comportan de manera extravertida, como en la intensidad con que tales situaciones reaccionan extravertidamente; es más, podría observarse que en cada perfil destaca la incidencia de una o varias situaciones concretas, cuyo estudio detenido podría aportarnos datos muy valiosos para entender la dinámica cognitivo-afectivamotivacional que está a la base del comportamiento extravertido. Una segunda aportación importante del acercamiento social-cognitivo al estudio de la personalidad y la conducta, es que tales patrones discriminativos situaciónconducta son estables y predecibles, en la medida en que: 1. existe estabilidad en el sistema de procesos psicológicos que constituye la personalidad; 2. conozcamos las características psicológicas de la situación que activan tales procesos psicológicos. Es precisamente en estos patrones estables y discriminativos de interacción persona-situación, que dan lugar a perfiles de variabilidad intraindividual en la asociación entre características de la situación y la conducta, donde se puede observar con claridad la presencia de coherencia en la personalidad y en la conducta. En este contexto, en la investigación de Shoda, Mischel y Wright se observó durante seis semanas una serie de conductas de 84 niños de ambos sexos, con un rango de edad de 6 a 13 años, cuando se encontraban en las cinco situaciones interpersonales siguientes: cuando algún compañero se les acercaba para iniciar algún tipo de relación, cuando algún otro niño les fastidiaba, cuando recibían algún tipo de elogio por parte de una adulto, cuando algún adulto les reñía y cuando eran castigados por un adulto. Los datos obtenidos indican que el nivel de consistencia de la conducta se incrementaba a medida que aumentaba el número de características psicológicas importantes para el individuo que compartían las situaciones. Si hubiésemos tomado en consideración únicamente el promedio de conducta del individuo en todas las situaciones, prácticamente no aparecería consistencia. Cuando se compara la conducta del individuo teniendo en cuenta la similitud existente entre las situaciones, la consistencia puede ser notable cuando las situaciones en las que se contrasta la conducta comparten la mayor parte de sus elementos significativos psicológicamente. [email protected] PPersonalidad C_18º Página 18 de 18 Por otro lado, este tipo de resultados está indicando la conveniencia de conceptuar y evaluar el impacto de la situación en términos de los ingredientes, características y elementos de la situación que el individuo cree relevantes para su vida, para guiar su conducta en cada caso concreto. La dinámica por último, que media el tipo de conducta que se desarrolla en una situación, puede generalizarse a otras situaciones en la medida en que tales situaciones compartan los mismos ingredientes activos que son relevantes para el individuo. [email protected]