Trastorno por déficit de atención/hiperactividad Trastorno por déficit de atención/hiperactividad y síndrome de piernas inquietas en niños Milagros Merino-Andreu Resumen. El síndrome de piernas inquietas (SPI) pediátrico es un trastorno frecuente y en muchos casos se asocia al trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH), pero es ‘el gran desconocido’ en pediatría. Habitualmente no se piensa en él cuando se evalúa a un niño con problemas de sueño, e incluso se tiende a negar su existencia en niños. El TDAH y el SPI tienen síntomas comunes y comparten una etiopatogenia común en muchos casos (ferropenia). Aunque se han realizado importantes avances en los últimos años en la investigación de ambos trastornos, es necesario realizar más estudios relacionados con diferentes tratamientos o con otros aspectos del SPI en la población pediátrica. Palabras clave. Movimientos periódicos de las piernas. Pediatría. Síndrome de piernas inquietas. SPI. TDAH. Trastorno por déficit de atención/hiperactividad. Trastornos del sueño. Servicio de Neurofisiología Clínica. Unidad Pediátrica de Trastornos de Sueño. Hospital Universitario La Paz. Madrid, España. Correspondencia: Dra. Milagros Merino Andreu. Servicio de Neurofisiología Clínica. Unidad Pediátrica de Trastornos de Sueño. Hospital Universitario La Paz. P.º de la Castellana, 261. E-28046 Madrid. E-mail: [email protected] Introducción El trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH) es uno de los trastornos comportamentales más frecuentes en la infancia, con una prevalencia estimada del 5-7% aproximadamente [1]. De acuerdo con los criterios diagnósticos del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, cuarta edición, texto revisado (DSM-IV-TR), los síntomas aparecen antes de los 7 años de edad y se caracteriza por síntomas de inatención inapropiados para la edad, hiperactividad y/o impulsividad, con repercusión en dos o más medios (casa, escuela) [2]. Los problemas de sueño son muy frecuentes en niños con TDAH y afectan hasta a un 55% de estos pacientes [3]. De todos ellos es necesario analizar con especial énfasis la relación con el síndrome de piernas inquietas (SPI), cuyos síntomas se confunden con el TDAH, y con mucha frecuencia coexisten ambos trastornos en el mismo paciente. El SPI se describió por primera vez en la población pediátrica en 1994 [4]. Desde entonces se ha incrementado de forma exponencial el interés por este trastorno, que clásicamente siempre se había supuesto como una entidad propia de la edad adulta. Dentro de los trastornos del sueño del niño, constituye un auténtico reto, en gran parte derivado del escaso conocimiento que poseemos tanto sobre sus causas como sobre sus posibles tratamientos. El SPI es un trastorno neurológico crónico que se caracteriza por una necesidad urgente de mover las piernas habitualmente acompañada de una www.neurologia.com Rev Neurol 2011; 52 (Supl 1): S85-S95 sensación desagradable, síntomas que mejoran con el movimiento y empeoran en reposo y al final del día. En la última década, el interés creciente en esta patología ha llevado al International Restless Legs Syndrome Study Group (Grupo Internacional de Estudio del Síndrome de Piernas Inquietas) a definir unos criterios diagnósticos específicos en la población pediátrica [5] porque el SPI tiene un gran impacto sobre la calidad de vida, con mayores consecuencias en el sueño, cognición, atención y estado de ánimo [6,7]. Se ha observado que en niños y adolescentes provoca insomnio, fatiga diurna, disminución de la atención e hiperactividad paradójica y, en casos graves, excesiva somnolencia diurna. Muchos adultos con SPI presentaron los primeros síntomas en la infancia o adolescencia sin que se hubiesen diagnosticado en ese período. A estos pacientes, de niños, probablemente se los catalogó como ‘inquietos’, ‘hiperactivos’ o, más comúnmente, se dijo que sufrían de ‘dolores de crecimiento’. Un estudio de prevalencia realizado en la población pediátrica general en Estados Unidos e Inglaterra, aplicando los criterios específicos para niños y adolescentes, ha concluido que el SPI está presente en un 1,9% de los niños y en un 2% de los adolescentes, muchos de ellos con síntomas graves [8]. Cuando se analiza a los niños que acuden a una consulta médica, se ha observado que un 1,3% de los pacientes que acuden a consultas de pediatría y un 5,9% de los niños que acuden a una unidad pediátrica de sueño describen síntomas de SPI [9]. Aceptado tras revisión externa: 20.01.11. Cómo citar este artículo: Merino-Andreu M. Trastorno por déficit de atención/hiperactividad y síndrome de piernas inquietas en niños. Rev Neurol 2011; 52 (Supl 1): S85-95. © 2011 Revista de Neurología S85 M. Merino-Andreu Tabla I. Criterios diagnósticos del trastorno por movimientos periódicos de piernas (MPP). Polisomnografía: movimientos en extremidades inferiores repetitivos y estereotipados (MPP) Índice de MPP patológico (superior a 5/hora de sueño en menores de 13 años) Trastorno del sueño o fatiga diurna Los MMP no están provocados por otros trastornos del sueño, problemas médicos o psiquiátricos, fármacos o tóxicos Clínica La presentación típica del SPI en adultos se caracteriza por una necesidad urgente de mover las extremidades, habitualmente provocada por una sensación desagradable ‘casi dolorosa’ en las piernas, preferentemente en las pantorrillas (menos frecuentemente en los brazos). Se manifiesta por una inquietud motora (nightwalkers) que se agrava en situaciones de reposo físico y mental y durante la última parte del día: es mucho más intensa entre las doce y las cuatro de la madrugada, independientemente de la hora a la que se acuesta el sujeto. Aunque el término ‘dolor’ se emplea habitualmente para describir el SPI y puede estar presente por debajo de las rodillas con una distribución simétrica o asimétrica, podemos afirmar que los síntomas motores son predominantes a cualquier edad. La forma de aliviar los síntomas es moviéndose, levantándose, caminando, etc., y los esfuerzos para detener esos movimientos son eficaces durante un corto período. En niños, el SPI es difícil de diagnosticar porque éstos describen de forma imprecisa los síntomas, que pueden aparecer en cualquier momento del día, especialmente cuando están sentados en clase, en el coche o viendo la televisión. Movimientos periódicos de las piernas Los movimientos periódicos de las piernas (MPP) son sacudidas estereotipadas que ocurren durante el sueño y están caracterizadas clínicamente por extensión del pulgar, dorsiflexión del tobillo y, en ocasiones, de la rodilla y la cadera. Se detectan objetivamente mediante un polisomnograma (PSG) [1013]. Estos movimientos provocan un alertamiento o ‘interrupción’ del sueño y un incremento de la frecuencia cardíaca [14]. En niños se considera patológico un índice ≥ 5 MPP por hora de sueño, y un nú- S86 mero excesivo de MPP se describe en un 63-74% de los niños con SPI [9,15-17], frente a un 80% de los pacientes adultos. Otros trastornos primarios del sueño –la narcolepsia, el trastorno de comportamiento en sueño REM (rapid eye movement) y el síndrome de apneahipopnea obstructiva de sueño– también se acompañan de un incremento de MPP, que no son específicos del SPI [13,18-22]. Clínicamente, los MPP constituyen una de las características del ‘trastorno por MPP’ o TMPP [10, 13,23-26], que puede preceder al diagnóstico de SPI, sobre todo en aquellos niños que no son capaces de describir los síntomas. En estos pacientes se deben conocer las características de la enfermedad cuando se plantea el diagnóstico y tener en cuenta la elevada variabilidad del número de MPP [27,28] (Tabla I). Etiopatogenia La fisiopatología del SPI es compleja y no del todo bien comprendida, aunque, como en adultos, también existen formas de primarias y secundarias. Dopamina La respuesta mayoritaria al tratamiento dopaminérgico y el empeoramiento con fármacos antagonistas de los receptores de dopamina avalan la hipótesis dopaminérgica, aunque ésta no explica por completo algunas formas de SPI secundario. Parece que existe una disfunción postsináptica en el receptor D2 de la dopamina, con participación de estructuras anatómicas que se sitúan a nivel subcortical (tálamo) y en la médula espinal (neuronas responsables de reflejo flexor). Hierro y ferritina La dopamina y el hierro se hallan estrechamente relacionados porque este último interviene en la síntesis de dopamina como cofactor de la tirosinhidroxilasa, responsable de la conversión de la tirosina en levodopa (precursora de la dopamina), y facilita la fijación de los receptores D2 [29]. Recientes estudios anatomopatológicos, de neuroimagen y de análisis del líquido cefalorraquídeo demuestran la relación entre el SPI, los MPP y el hierro [30-32]. La concentración sérica de ferritina constituye el mejor marcador de déficit de hierro en sus depósitos naturales (hígado, bazo, médula ósea), aunque al inicio de la enfermedad éste puede ser el único hallazgo, incluso con una sideremia dentro de límites nor- www.neurologia.com Rev Neurol 2011; 52 (Supl 1): S85-S95 Trastorno por déficit de atención/hiperactividad males. En adultos, niveles inferiores a 50 μg/L se consideran patológicos y también se relacionan con la gravedad del SPI [33]. En los niños, hasta un 89% de los pacientes con SPI tiene niveles inferiores a esta cifra, y un 75% muestra valores de ferritina inferiores a los valores medios ajustados a la edad [9,34]. Se ha demostrado que el aporte de suplementos orales de hierro mejora los síntomas del SPI en adultos y en la población pediátrica [35-38], por lo que, en estos últimos, se recomienda iniciar un tratamiento con derivados orales de hierro cuando se encuentra una concentración de ferritina sérica inferior a 35 μg/L [38]. Genética El SPI de inicio precoz (antes de los 40 años de edad) tiene un fuerte componente genético, con familiares afectos hasta en un 90% de los casos [39-41]. Se dice que un niño con SPI lleva a identificar a los padres con SPI. En el estudio poblacional realizado por Picchietti et al [8] se han descrito antecedentes familiares en un 71% de los niños y en un 80% de los adolescentes. Los estudios genéticos han encontrado una elevada concordancia en gemelos monocigóticos, aunque la edad de inicio y la gravedad de los síntomas no son idénticas. Inicialmente se ha sugerido una herencia mendeliana autosómica dominante [41], pero, en la actualidad, parece que existen evidencias que demuestran un modo de herencia bimodal en función de la edad de presentación de los síntomas: así, las formas de inicio precoz presentan un patrón autosómico dominante, con participación de diferentes genes, mientras que en las formas tardías se describe un patrón autosómico recesivo. Parece ser que existen variantes que traducen un riesgo de padecer SPI y que, en combinación con factores ambientales, determinan la expresión clínica de la enfermedad. Estudios realizados en adultos reflejan una asociación con variantes genéticas BTBD9, MEIS1, MAP2K5/ LBXCOR, PTPRD y A2BP1. El gen BTBD9, presente en el cromosoma 6, también se asocia a los MPP, con un riesgo relativo cuatro veces mayor en individuos con alelos homocigóticos [42-44]. En la población pediátrica, un 87% de niños y adolescentes con SPI y antecedentes familiares tiene las variantes MEIS1 y MAP2K5/LBXCOR, pero no BTBD9 [16]. Comorbilidad En niños con SPI se describen –con mayor frecuencia que en la población general– síntomas de ansie- www.neurologia.com Rev Neurol 2011; 52 (Supl 1): S85-S95 dad y depresión, y en muchos de ellos el SPI coexiste con un TDAH. Ansiedad y depresión En adultos es muy frecuente la asociación entre SPI y síntomas de ansiedad y depresión. Picchietti et al han descrito síntomas depresivos en más de un 6,5% de los niños con SPI y cuadros de ansiedad en más de un 9% de ellos [8,34]. Trastorno por déficit de atención/hiperactividad Los problemas de sueño son muy frecuentes en niños con TDAH y afectan incluso a más de la mitad de ellos [3]. Aunque la creencia general es que los trastornos del sueño en niños con TDAH están provocados únicamente por la medicación estimulante (que es uno de los tratamientos más utilizados en el TDAH), es cierto que los problemas de sueño existen per se y están ligados a la propia enfermedad, en incluso, en ciertos casos mejoran algunas manifestaciones que aparecen durante el sueño [45]. En algunos trabajos se ha demostrado que las quejas subjetivas (evaluadas mediante cuestionarios y escalas) no quedaban confirmadas por los estudios objetivos (PSG, actigrafía, test de latencias múltiples de sueño) realizados en estos pacientes [3,46] porque valoran diferentes aspectos de este trastorno. Un reciente metaanálisis [47] revela que el problema del sueño en niños con TDAH es mayor que lo que manifiestan los padres, y existe, en relación con controles, mayor resistencia a acostarse, más despertares a lo largo de la noche, más eventos respiratorios durante el sueño, mayor dificultad para despertar por la mañana y somnolencia diurna. Cuando se realizan estudios objetivos (PSG, actigrafía), se encuentra una mayor latencia de sueño nocturno, más despertares nocturnos, mayor índice de apneas-hipopneas y menor latencia media de sueño (en el test de latencias múltiples de sueño). Estos resultados sugieren que los problemas de sueño relatados por los padres no se deben a una deficiente interacción padre-hijo, sino que forman parte del trastorno y tienen un origen multifactorial [48]. La asociación TDAH-trastornos del sueño ha inspirado una serie de trabajos [48] para analizar la prevalencia del SPI en este grupo de pacientes, los mecanismos implicados en esta asociación y el beneficio potencial de tratamientos farmacológicos comunes. El TDAH y el SPI coexisten en un mismo paciente con mucha frecuencia y la interrelación en- S87 M. Merino-Andreu tre ambas entidades es mutua: aproximadamente un 25% de los niños con SPI tiene criterios diagnósticos de TDAH [8] y un 12-35% de los niños con TDAH presenta síntomas de SPI [49-51]. De todas formas, es necesario realizar más estudios, con muestras poblacionales amplias y con una metodología común basada en los nuevos criterios diagnósticos [5]. Para explicar la asociación entre las dos entidades se han postulado varias hipótesis [49]: – Probablemente el trastorno del sueño asociado al SPI repercute negativamente en la función cognitiva del niño. – Las manifestaciones diurnas del SPI se confunden con síntomas del TDAH (algunos niños con SPI son incapaces de permanecer sentados en clase, se muestran como ‘hiperactivos’ y no atienden, por lo que recibe un diagnóstico de TDAH). – Existe un mecanismo fisiopatogénico común, que implica a la dopamina y a los depósitos de hierro [49,52-54]. El hierro participa en la síntesis de la dopamina y también en la mielinización y en el desarrollo neurológico infantil [9]. Habitualmente se han descrito cifras de ferritina más bajas en niños con TDAH que en la población general y sus síntomas mejoran con aportes de suplementos orales de hierro [55-58], con una mayor gravedad de los síntomas del TDAH cuando la ferritina es inferior a 45 µg/L [52]. En pacientes con TDAH, cuando se comparan niños con SPI y sin SPI, se han observado cifras inferiores de ferritina en el subgrupo TDAH-SPI, aunque este hallazgo no se ha confirmado en otros trabajos [50, 56,57]. Por último, los estudios genéticos no aportan datos concluyentes que vinculen estos dos trastornos [59]. Desde el punto de vista clínico, el SPI puede agravar los síntomas del TDAH. Los niños con SPI se sienten incómodos al final del día y no quieren acostarse porque ‘no pueden dormirse’ a causa de la sensación desagradable en las piernas, y ésta es la principal diferencia con los niños que se resisten a ir a la cama porque ‘no quieren dormirse’, como expresión de una actitud oposicionista [60]. Por otra parte, también existe un empeoramiento del SPI provocado por los síntomas del TDAH [61], y es muy recomendable realizar un cribado en ambos sentidos, para descartar la existencia del SPI en todos los niños con TDAH y del TDAH en los pacientes con diagnóstico de SPI. En relación con los MPP, se sabe que existe una asociación con el TDAH [23, 62], con mayor prevalencia del TMPP en niños con TDAH (10,2%) frente a una ausencia total en la población pediátrica general [63]. S88 Diagnóstico El diagnóstico del SPI es clínico, pero es mucho más difícil por la atipicidad de los síntomas en niños. Disponemos de otras herramientas que pueden ayudar en algunos casos, como la objetivación de los MPP mediante PSG o actigrafía. El International Restless Legs Syndrome Study Group [5] ha desarrollado unos criterios específicos para niños de 2-12 años de edad y define tres categorías: SPI definitivo –para diagnóstico clínico asistencial y estudios de prevalencia– y el SPI probable y posible –sólo para estudios de investigación– (Tabla II). En general, la mayoría de los niños con SPI reúne criterios de ‘SPI definitivo tipo 1’ (Tabla II). Es necesario precisar, ya que a veces la ‘necesidad urgente de mover las piernas’ es descrita por los niños como una ‘sensación desagradable’ [64]. Por otra parte, algunos niños refieren empeoramiento durante el día y ausencia de un agravamiento vespertino, lo que no los identifica como pacientes con ‘SPI definitivo’. En estos casos es muy posible que el empeoramiento diurno esté provocado por la obligación de permanecer sentados en clase, donde no se les permite moverse [34]. Los síntomas ‘de apoyo’ son muy útiles para incrementar la certeza clínica en el diagnóstico del SPI: los antecedentes familiares (padres biológicos o hermanos gemelos con diagnóstico de SPI), el trastorno del sueño (insomnio de conciliación o de mantenimiento que identifican al SPI como un ‘ladrón de sueño’) y un índice patológico de MPP en el PSG. Se deben plantear diferentes abordajes para realizar una correcta anamnesis, porque con frecuencia estos pacientes suelen describir los síntomas con sus propias palabras, y sólo es posible reconocer los síntomas cuando el niño expresa correctamente lo que siente (habitualmente a partir de los 6 años). En niños más pequeños debemos recurrir a los datos de la historia clínica (antecedentes familiares, trastorno del sueño) y al PSG para detectar los MPP. Anamnesis La entrevista es un procedimiento diagnóstico que debe ser individualizado, en el que se han de aplicar los criterios diagnósticos correctos. Para mejorar la comunicación con niños y adolescentes debemos establecer siempre un ambiente amigable, empleando un lenguaje claro, con los términos y palabras que ellos suelen utilizar. La mayoría de los niños y adolescentes prefieren que los padres estén presentes mientras les planteamos las preguntas, pero, en www.neurologia.com Rev Neurol 2011; 52 (Supl 1): S85-S95 Trastorno por déficit de atención/hiperactividad algunas de ellas, es el niño quien debe responder, siempre con su propio lenguaje y evitando preguntas cuya repuesta sea simplemente ‘sí, no’. La entrevista debe centrarse en el síntoma cardinal (necesidad urgente de mover las piernas), aunque a menudo se enfatiza en primer lugar en el ‘discomfort en las piernas’ para valorar el resto de los síntomas (empeoramiento vespertino o en situaciones de reposo, mejoría con el movimiento). Es recomendable profundizar progresivamente, iniciando el cuestionario con preguntas sencillas (‘¿cómo has dormido anoche?’, ‘¿te molestan las piernas por la noche?’). Es difícil que un niño comprenda qué significa ‘necesidad urgente’, pero será más fácil comenzar a preguntarle si siente dolor en las piernas o si percibe algo raro, insistiendo si esa sensación es agradable o desagradable. Si nos queda alguna duda, será necesario pedir al niño que ‘cuente algo más’ [59]. Pruebas complementarias Como se ha comentado, el diagnóstico del SPI es fundamentalmente clínico, pero, en la población pediátrica y cuando se plantea la posibilidad de iniciar un tratamiento farmacológico, es necesario realizar algunos tests que ofrezcan mayor información. Analítica de sangre La determinación de las cifras de ferritina y sideremia es fundamental para evaluar si es necesario iniciar un tratamiento con suplementos orales de hierro. Con esta prueba es posible detectar la presencia de problemas médicos que pueden ser causa de una polineuropatía (diabetes mellitus, insuficiencia renal crónica, etc.) o miopatía (incremento de CPK). Como se ha comentado, la concentración sérica de ferritina es el mejor marcador de déficit de hierro en sus depósitos naturales, y cifras inferiores a 35 μg/L en niños o adolescentes con SPI plantean la necesidad de iniciar un tratamiento con suplementos orales de hierro. Polisomnograma Es una prueba funcional incruenta, que no precisa de la administración de ningún fármaco y que permite la identificación de los episodios de vigilia, diferenciar las fases de sueño y reconocer los eventos asociados (apneas, hipopneas, MPP, etc.). El estudio PSG consiste en el registro simultáneo de la actividad eléctrica cerebral (electroencefalograma), los movimientos oculares (electrooculograma) y el tono muscular en músculos axiales o mentón (electromiograma). Estos parámetros permiten la identificación de los episodios de sueño y vigilia, aunque www.neurologia.com Rev Neurol 2011; 52 (Supl 1): S85-S95 Tabla II. Criterios diagnósticos del síndrome de piernas inquietas (SPI) en niños de 2-12 años. Criterios esenciales del SPI en adultos (A + B + C + D) A.Urgencia para mover las piernas, generalmente acompañada por sensaciones desagradables en las piernas B.Los síntomas comienzan o empeoran durante períodos de reposo o inactividad C. Las molestias mejoran total o parcialmente por movimientos como caminar, agacharse, estirarse, etc., y mientras dicha actividad continúa D.Los síntomas empeoran por la tarde o por la noche o sólo ocurren entonces Criterios para el diagnóstico de SPI definitivo en niños (A + B o A + C) SPI definitivo 1: A.El niño cumple los cuatro criterios esenciales del SPI en adultos B.El niño describe con sus propias palabras un malestar en las piernas (el niño puede usar términos como ‘querer correr’, ‘arañas’, ‘cosquillas’, ‘pataleos’ o ‘demasiada energía en mis piernas’ para describir los síntomas) SPI definitivo 2: A.El niño cumple los cuatro criterios esenciales del SPI en los adultos C. Están presentes dos de los tres siguientes criterios de apoyo: a. Alteración del sueño en relación con su edad b. Un padre o hermano biológico con síntomas de SPI definitivo c. El niño tiene un índice de movimientos periódicos de piernas, documentado por polisomnografía, de 5 o más eventos por hora de sueño Criterios para el diagnóstico de SPI probable en niños (A + B o C + D) A.El niño cumple todos los criterios esenciales de SPI en adultos a excepción del criterio 4 (urgencia de movimiento o sensaciones que empeoran durante la tarde o por la noche, más que durante el día) B.El niño tiene un padre o hermano biológico con SPI C. El niño tiene manifestaciones conductuales con malestar en las extremidades inferiores cuando está sentado o acostado, acompañadas de movimientos en la extremidad afectada. El malestar empeora durante el reposo, se alivia con el movimiento y empeora al final del día D.El niño tiene un padre o hermano biológico con SPI para identificar los eventos asociados se recomienda monitorizar otras variables biológicas: respiración nasooral, movimientos respiratorios, saturación de O2, electrocardiograma o electromiograma en los músculos tibiales anteriores (Figura). El PSG revela si existe una dificultad para conciliar el sueño o una excesiva fragmentación de éste. Además, en estos pacientes suelen registrarse MPP o movimientos estereotipados en las extremidades inferiores, definidos por las siguientes características: tienen una duración de 0,5-10 s, poseen una amplitud mínima 8 µV mayor que la amplitud basal, aparecen en agrupamientos de cuatro o más sacudidas y ocurren a intervalos de 5-90 s (habitualmente unos 15-40 s) [10-13]. Estos movimientos se acompañan S89 M. Merino-Andreu Figura. Ejemplo de un episodio de sueño con movimientos periódicos en las piernas. Éstos se han marcado en amarillo y los arousals generados por estos movimientos, en morado. den coexistir con el SPI, y en estos casos es necesario precisar el diagnóstico con mayor exactitud. Discomfort posicional Se produce generalmente con las piernas cruzadas y mejora al cambiar de postura. Dolores de crecimiento Son molestias mal definidas, a veces dolorosas, en las piernas (muslo, pantorrilla, rodilla) sin limitación funcional ni inflamación. Tienen en común con el SPI el patrón circadiano y una mayor frecuencia cuando existen antecedentes familiares, no se alivian con los movimientos y sí lo hacen con el masaje, con analgésicos e incluso con agonistas dopaminérgicos en dosis reducidas. Hasta un 61% de los niños con SPI definitivo han tenido alguna vez ‘dolores de crecimiento’ [65]. Tics motores de un alertamiento o ‘interrupción’ del sueño y un incremento de la frecuencia cardíaca [14]. Estas interrupciones del sueño o arousals no son percibidas por el paciente, quien describe únicamente las consecuencias diurnas de la falta de sueño. En niños, un índice ≥ 5 MPP por hora de sueño se considera patológico, y son muy frecuentes en estos pacientes. Una característica de los MPP es su elevada variabilidad noche a noche [27,28], por lo que es necesario conocer con exactitud las características de la enfermedad con el fin de evitar diagnósticos erróneos. Actigrafía Es una prueba que permite diferenciar episodios de reposo (identificados como ‘sueño’) y actividad motriz durante períodos prolongados mediante un sensor colocado en una pierna durante varios días. Podría ser muy útil en los niños y evitaría la variabilidad de los MPP noche a noche objetivada en los estudios PSG que se realizan durante una noche. Diagnóstico diferencial Una serie de trastornos son semejantes al SPI y pueden confundirse con él, aunque en la mayoría existe una sensación de dolor sin ‘necesidad urgente de mover las piernas’. Algunas de estas entidades pue- S90 Son el trastorno del movimiento más frecuente en la edad pediátrica. Consisten en movimientos corporales rápidos, bruscos y repetidos sin aparente control, que se intensifican con la ansiedad o el cansancio. Aunque son involuntarios, pueden ser temporalmente suprimidos con esfuerzos voluntarios. Pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo y suelen afectar a uno o más grupos musculares. No son dolorosos, ni tienen patrón circadiano. Suelen existir antecedentes familiares de tics y de trastornos neurocomportamentales. En varios estudios realizados en niños con tics, se ha descrito una asociación con el TDAH, que aparece hasta en un 60% de ellos [66]. Dolores musculares El síntoma predominante es el dolor. Suelen estar relacionados con el ejercicio o actividades físicas intensas, no tienen patrón circadiano y no se alivian con el movimiento. Dermatitis Provoca sensaciones desagradables, aunque suele presentarse en otras áreas y no existe necesidad urgente de movimiento. Calambres musculares Son contracciones bruscas, breves e involuntarias, palpables, localizadas y dolorosas que afectan so- www.neurologia.com Rev Neurol 2011; 52 (Supl 1): S85-S95 Trastorno por déficit de atención/hiperactividad bre todo a los músculos de la pantorrilla, en general de una extremidad. Suelen ocurrir durante el reposo, especialmente por las noches, y se resuelven espontáneamente, al contraer los músculos antagonistas o bien con un ligero masaje. Suelen ser relativamente frecuentes en niños, pero, al contrario que el SPI, no se acompañan de necesidad urgente para moverse. Patología ósea Enfermedad de Osgood-Schlatter Resulta muy común en la pubertad, especialmente en varones activos y deportistas entre los 9 y 14 años. Se manifiesta con dolor a la palpación de la región anterior de la tibia o tumefacción de tejidos blandos, y se confirma con radiología. El tratamiento consiste en reducir la actividad física, aplicación de frío y administración de analgésicos. No tiene patrón circadiano, no se alivia con los movimientos y no se acompaña de ninguna urgencia para moverse. Condromalacia patelar Es el ablandamiento y degeneración del cartílago que se encuentra por debajo de la rótula. Suele presentarse con sensibilidad en la rodilla y dolor que empeora al extender la rodilla, subir o bajar escaleras. Acatisia Es un trastorno sensitivomotor con sensación de intranquilidad localizada en las extremidades inferiores, que aparece estando sentado (no tumbado) y se alivia con el movimiento. Se manifiesta como hipercinesia, balanceo del tronco, movimientos continuos en las piernas con abducción y aducción repetidas. En niños aparece tras la administración de fármacos neurolépticos y se acompaña de un mayor número de MPP. Menos frecuente es la aparición de otras patologías con síntomas similares: artritis, polineuropatía periférica, radiculopatía, mielopatía, miopatía o fibromialgia [64]. Diagnóstico de intensidad La frecuencia e intensidad de los síntomas del SPI es fundamental para determinar el impacto clínico de la enfermedad y la necesidad de tratamiento. Además, es necesario conocer la repercusión de la enfermedad en el sueño, en el estado de ánimo, en el comportamiento diurno y en la función cognitiva www.neurologia.com Rev Neurol 2011; 52 (Supl 1): S85-S95 del niño [8]. Picchietti y Picchietti [64] recomiendan iniciar un tratamiento farmacológico si existen problemas de sueño. El PSG o la actigrafía resultan herramientas muy útiles para valorar esta complicación. Recientemente se ha elaborado una escala de gravedad del SPI en población pediátrica [67], aunque es necesario realizar un cribado para descartar o confirmar la existencia de depresión, ansiedad o TDAH. Tratamiento Tratamiento no farmacológico Es fundamental en todos los niños –con el objetivo de tratar los problemas de sueño o evitar que éstos aparezcan– establecer unas adecuadas normas de sueño. En los pacientes con SPI, además será necesario precisar algunos aspectos dirigidos específicamente a minimizar los síntomas. Los niños deben dormir el tiempo suficiente y necesario para tener un comportamiento y un rendimiento adecuados a la edad, que les permita participar activamente en actividades lúdicas. En líneas generales [64]: – Deberían dormir unas 12 horas al día a los 2 años, 11 horas a los 5 años, 10 horas a los 10 años y 9 horas en la adolescencia. – Se debe establecer un horario regular de sueño, evitar cenas copiosas o el ejercicio intenso en las horas previas a acostarse – Deben reducirse las actividades estimulantes antes de acostarse, como ver la televisión o los videojuegos. – Es aconsejable realizar ejercicio de forma moderada porque mejora los síntomas del SPI, disminuye la ansiedad y la depresión y favorece el sueño [68,69]. – Se debe evitar todo aquello que incrementa el SPI: falta de sueño, ferropenia, cafeína, algunas medicaciones (antihistamínicos, antidepresivos serotoninérgicos, neurolépticos). El apoyo familiar es muy importante en cualquier patología médica, y en estos niños es fundamental para el mantenimiento de una adecuada higiene de sueño y en la comunicación con los profesores, para que entiendan que el niño se mueve porque ‘necesita moverse’ y no por un desajuste comportamental. Medidas simples, como permitirle que salga a dar un paseo durante una clase o que cambie de posición con frecuencia si lo necesita, son suficientes para reducir el discomfort en las piernas. S91 M. Merino-Andreu Suplementos de hierro Como ya se ha descrito, uno de los factores que intervienen en la aparición y agravamiento de los síntomas del SPI son los niveles reducidos de hierro o ferritina en sangre. En adultos se recomiendan suplementos orales de hierro cuando existe una ferritina sérica inferior a 50 µg/L [70], mientras que en los niños y adolescentes con SPI el tratamiento se debe iniciar cuando la ferritina sérica es inferior a 35 μg/L [38]. El tratamiento con suplementos orales de hierro mejora los síntomas e incrementa las cifras de ferritina sérica [38,58], pero se debe prescribir con precaución. Además, hay que interpretar de forma rigurosa los valores obtenidos, porque la ferritina es un reactante de fase aguda y se incrementa hasta cuatro semanas después de un proceso infeccioso agudo [64]. En niños de más de 6 años se recomienda un aporte de 50-65 mg de hierro elemental una o dos veces al día durante 2-3 meses para normalizar los depósitos de hierro. Posteriormente, se deben realizar controles hematológicos periódicos, aunque es muy difícil mantener cifras de ferritina por encima de 50 µg/L por problemas de absorción relacionados con la edad, crecimiento, menstruación, etc. El tratamiento debe administrarse en ayunas (evitando en las siguientes dos horas la ingesta de derivados lácteos) y preferentemente junto con vitamina C para favorecer su absorción. Tratamiento farmacológico La decisión de usar una mediación en la población pediátrica es difícil. En los trastornos del sueño en menores de 18 años no existen tratamientos aprobados por ninguna agencia de medicamentos (FDA estadounidense, EMEA europea, AEMPS en España), incluso en el caso de que se haya descrito un impacto muy negativo de ciertas enfermedades cuando no se tratan correctamente [65]. En niños y adolescentes se debe valorar el riesgo potencial y el beneficio que puede aportar en la calidad de vida. En cuanto al SPI pediátrico, existen suficientes referencias bibliográficas que apoyan el uso de tratamientos farmacológicos en los casos de media o gran intensidad. Éstos son los siguientes: – Fármacos dopaminérgicos. Son el tratamiento de primera elección en adultos con SPI. El ropinirol, el pramipexol y la rotigotina son agonistas dopaminérgicos no ergóticos que están aprobados por las agencias de medicamentos (FDA, EMEA y AEMPS) para el tratamiento del SPI en adultos [70-72]. Aunque no existen estudios con- S92 – – – – – trolados, se han publicado varios trabajos que avalan la eficacia de los fármacos dopaminérgicos en el SPI pediátrico [9,34,73,74]. Entre los posibles efectos adversos se incluyen el ‘aumento’ o agravamiento de los síntomas después del inicio de la medicación con estos fármacos [72, 75], diferente de la exacerbación de los síntomas por otras causas. En estos pacientes se debería reducir la dosis de dopaminérgicos e investigar las cifras de ferritina, porque la existencia de ferropenia puede provocar esta complicación [72]. Otro posible efecto secundario es la aparición de conductas compulsivas, que se han descrito únicamente en adultos [76]. De todos modos, existen pocos estudios que hayan analizado los datos referentes al uso de dopaminérgicos a largo plazo en la población pediátrica. Clonidina. Se ha administrado como tratamiento antihipertensivo y ha demostrado su eficacia para el insomnio de conciliación en niños con TDAH [77]. Es muy útil cuando existe una marcada dificultad para iniciar el sueño en el SPI pediátrico y se administra, en niños escolares, en una dosis de 0,2-0,4 mg a la hora de acostarse. Este fármaco es muy útil como antihipertensivo cuando existe esta complicación provocada por los MPP [14]. Gabapentina. Es un antiepiléptico muy utilizado en niños. No obstante, en el SPI sólo ha demostrado su utilidad para reducir el discomfort en las piernas [78]. Temacepam y zolpidem. Son útiles en adultos con SPI y se podrían considerar como una opción en pediatría, para niños y adolescentes con graves problemas de sueño [70,79]. Otros tratamientos. En los últimos años se está investigando el uso de la pregabalina [80,81] y compresores neumáticos [82]. Tratamiento de los trastornos comórbidos: a) Depresión, ansiedad: se aconseja el uso de bupropión, que inhibe la recaptación de dopamina [83,84] o de los propios agonistas dopami­ nérgicos, con propiedades antidepresivas [73]. b) TDAH: se ha demostrado que el tratamiento con levodopa o agonistas dopaminérgicos es muy útil y mejora los síntomas del TDAH, incluso en niños tratados previamente que no respondieron a estimulantes [85], y, por otra parte, la medicación estimulante utilizada en niños con TDAH no empeora los síntomas del SPI ni el sueño [23,45,86]. Hay que insistir que, cuando existe ferropenia, la administración de suplementos de hierro ha demostrado su utilidad en ambos trastornos [58]. www.neurologia.com Rev Neurol 2011; 52 (Supl 1): S85-S95 Trastorno por déficit de atención/hiperactividad Respecto a los MPP en niños con TDAH, no existen estudios concluyentes que demuestren un efecto beneficioso con el uso de dopaminérgicos, aunque disminuyen con suplementos orales de hierro [38]. 8. 9. Conclusiones El SPI pediátrico es un trastorno frecuente y, en muchos casos, se asocia al TDAH, pero es ‘el gran desconocido’ en pediatría. Habitualmente no se piensa en él cuando evaluamos a un niño con problemas de sueño e inquietud motriz porque existe la creencia generalizada de que el SPI es una enfermedad de adultos y se tiende a negar su existencia en niños. Además, el TDAH es un trastorno que permanece 24 horas y la disrupción del sueño por el TDAH contribuye a empeorar la sintomatología diurna. El TDAH y el SPI tienen síntomas comunes y comparten una etiopatogenia común en muchos casos (ferropenia). Un diagnóstico y tratamiento precoces, con suplementos orales de hierro o con otros fármacos si es necesario, permiten reducir el impacto del SPI en la calidad de vida de estos niños y de sus familias, en el sueño, cognitivo y comportamentalmente, y va a prevenir consecuencias adversas en los años siguientes. De todos modos, aunque se han logrado importantes avances en los últimos años en la investigación de estos dos trastornos, es necesario realizar más estudios relacionados con diferentes tratamientos o con otros aspectos del SPI en la población pediátrica. Bibliografía 1. Polanczyk G, De Lima MS, Horta BL, Biederman J, Rohde LA. The worldwide prevalence of ADHD: a systematic review and metaregression analysis. Am J Psychiatry 2007; 164: 942-8. 2. American Psychiatric Association. Diagnostic and statistical manual of mental disorders, fourth edition, text revision. 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