El pluralismo religioso de los jóvenes LA RELIGIOSIDAD DE LOS JÓVENES ESPAÑOLES: NUEVAS IDENTIDADES CATOLICAS Y PERFIL SOCIAL Jose Javier Callejo González Dpto. De Sociología y Trabajo Social Universidad de Valladolid e-mail: [email protected] Resumen/Abstract El proceso de privatización experimentado en las últimas décadas por la religiosidad de los jóvenes españoles ha dado lugar a cierto pluralismo relgioso dentro del ámbito de la religión católica. Este pluralismo “suigéneris” puede identificarse a patir de las clásicas categorías de “católicos practicantes”, “católicos no practicantes” y “no creyentes”. El análisis del perfil social de los jóvenes que se ubican en cada una de estas categorías permite acercarse a algunos aspectos de su identidad religiosa a partir de los contextos culturales y socioeconómicos en los que se mueven. Ello plantea la existencia de formas de privatización religiosa alternativas a la del “individualismo religioso” que plantean aquellos autores que han tenido como referencia los análisis e interpretaciones procedentes de sociedades, como las anglosajonas y las de el norte de Europa. Palabras clave: Religiosidad, jóvenes, privatización, modernidad 1 La privatización de las relaciones sociales. 1. Privatización y persistencia de la religión entre los jóvenes. El cambio y modernización experimentado por la sociedad española en el último tercio del siglo XX se ha reflejado también, como no podía ser de otra forma, en el ámbito de la religión. En el transcurso de unos pocos años hemos asistido en España a una transformación radical de las relaciones entre la religión, el Estado y la sociedad dando lugar a un “fulgurante1” proceso de secularización. En el transcurso de tres décadas (1960-1990) los cambios socioeconómicos y políticos operados en España han transformado por completo el modo de vida de los españoles, socavando con ello las bases sociales y culturales en las que se asentó tras la Guerra Civil un anacrónico modelo de relaciones entre la Iglesia Católica, el Estado y la sociedad española, conocido como el “Nacional-Catolicismo” Númerosos estudios y encuestas han puesto de manifiesto que la secularización y modernización de la sociedad española se ha saldado con un acusado alejamiento de los jóvenes de la institución eclesiástica y sus representantes, desplazando a su vez su religiosidad al ámbito privado de sus vidas. Ese distanciamiento2 entre la iglesia y los jóvenes ha sido interpretado como un claro indicador de la desinstitucionalización de su religiosidad. Pero este proceso de privatización y desinstitucionalización de la religiosidad de los jóvenes no ha supuesto un declive sustancial, y mucho menos la desaparición, de la dimensión religiosa en la vida de los jóvenes, sino que ésta se mantiene vigente para amplios sectores de la población juvenil. Se ha podido comprobar a través de datos de encuesta qué porcentajes significativos de jóvenes españoles afirman creer en Dios, oran con relativa frecuencia o se declaran creyentes (Callejo, 2010). Sin embargo es obvio que la privatización y desinstitucionalización experimentada por la religiosidad de los jóvenes, así como los profundos cambios económicos, políticos, sociales y culturales que ha experimentado la sociedad española a lo largo del último tercio del siglo XX ha tenido necesariamente que modificar el carácter, el contenido y las características de la religiosidad de los jóvenes en particular y de los españoles en general, dando lugar inevitablemente a nuevas formas sociales de Así, dice Davie Grace1 (2001: 121) “lo que ha durado cerca de un siglo en casi toda Europa se ha producido en España en sólo una generación”. 2 Calificado por González-Anleo (2005:297) deseclesisación de la juventud española 1 2 El pluralismo religioso de los jóvenes religión frente a la expresión tradicional, anacrónica3 y totalizante4 que adquirió durante el franquismo. El propósito de esta comunicación es analizar las nuevas expresiones que la religiosidad católica adota actualmente entre los jóvenes españoles. 2. La emergencia de “cierto plurarismo religioso” en el ámbito católico. Uno de los indicadores más utilizados para rastrear los cambios en la religiosidad de los individuos ha sido la autodefinición religiosa. Este indicador se basa en la identificación que cada encuestado hace de sí mismo en un campo social específico de su vida como es la dimensión religiosa, lo cual ha dado lugar a las conocidas categorías religiosas de “católicos practicantes”, “no practicantes”, “indiferentes”, “ateos” o “creyentes de otra religión”. Si seguimos a Herbert Mead (1982) la identidad es un reflejo social, es la imagen que de nosotros mismos vemos proyectada en los demás. Pedir a alguien que se defina religiosamente es, pues, preguntarle por la posición social que en cuanto a su religiosidad cree ocupar frente a los demás, es decir en un contexto socioreligioso determinado5. Partiendo de esta premisa interpretativa, la evolución de este indicador a lo largo de las últimas décadas revela, no sólo el crecimiento o reducción de los porcentajes que arrojan estas categorías religiosas, sino también y sobre todo la emergencia de nuevas formas de religiosidad entre los jóvenes españoles. Así, desde una situación de partida en los años 60, donde el catolicismo oficial contemplaba una sola forma de vivir la religiosidad, a partir de los años 70 van emergiendo posiciones y vivencias religiosas diversas. 3 Miguel Requena (2005:323) la califica a la religiosidad de la España Franquista como cultura Católica hermética, monolítica y anacrónica. Producto del monopolio religioso y de su capacidad para intervenir decisivamente en la vida social y cultural del país. 4 Así la califica Pérez Díaz (1987: 430) 5 Estas posiciones son las que recogen las encuestas, al tiempo que contribuyen a crearlas instituyéndolas como socialmente relevantes (Fernando Conde, 1994). Por ello, aunque las categorías que recogen las encuestas hayan permanecido inalterables, las posiciones y significados que cada una de ellas encierra han ido cambiando con la transformación del contexto socioreligioso, de tal manera que ser católico practicante hoy, donde los católicos practicantes son minoría, es diferente a ser católico practicante hace 30 años cuando no había alternativas legítimas a esta opción, y los católicos practicantes eran abrumadora mayoría. 3 La privatización de las relaciones sociales. La distribución religiosa de los jóvenes que hace la primera encuesta de juventud en 1960, así como las categorías utilizadas en ella, revelan el predomino casi absoluto en la época de una religiosidad practicante que se consideraba “normal”, en torno a la cual se contemplan otras dos formas que derivan de la anterior por exceso (“Católico ferviente”) o por defecto (“tibio”). Frente a ello, la opción religiosa “no practicante” con 8% de los jóvenes varones y el 1,6% de las mujeres, se revela como una opción “anómala”, sin legitimidad social. No existían, pues, entonces otras opciones legítimas y sociológicamente significativas, como ponen de manifiesto los datos y la elocuente ausencia en la tabla de categorías que recojan las posiciones agnósticas o ateas. Tabla 1 AUTODEFINICIÓN RELIGIOSA A juzgar por las practicas religiosas que realizas ¿Cómo te consideras? AUTOIDENTIFICACIÓN RELIGIOSA DE LOS JÓVENES Año 1960 (Jóvenes 16-20 años) Año 1967 (Jóvenes 15-29 años) Católico ferviente Varones Mujeres 6,7 17,5 Católicos practicantes 67 Normal 68,7 74,9 Católicos no practicantes 17 Tibio 15,8 8,6 Creyentes de otra religión - No practicante 7,7 1,6 No creyentes e indiferentes 3 Otra religión 0,1 -- N 1.104 N (1.316) (415) Fuente:1960: Encuesta sobre presupuestos mentales de la juventud española, pág 241 . 1967: CIS nº 1020. 1980. Sin embargo, a partir de entonces las opciones se abren dando lugar a un cierto “pluralismo” en la forma de vivir la religiosidad. En 1967, la panorámica de la religiosidad de los jóvenes españoles que se ofrece en al segunda encuesta de juventud parece haber cambiado bastante. Primero por que las categorías del indicador cambian en consonancia, se supone, con la transformación de la realidad religiosa del país. Ahora es el carácter “practicante”, y no la intensidad de la vivencia religiosa, lo que distingue a unos católicos de otros y se añade la categoría de “no creyente o indiferente”. Y segundo porque los “los católicos no practicantes” que ya aparecían en la encuesta de 1961, ahora se duplican. Desde entonces hasta la actualidad este indicador ha permanecido en gran medida inalterado ofreciendo una fehaciente panorámica de la evolución de la religiosidad de los jóvenes españoles. La reconstrucción de esta panorámica se presentan en la siguiente tabla 4 El pluralismo religioso de los jóvenes Tabla 2 EVOLUCIÓN DE LA IDENTIFICACIÓN RELIGIOSA. (Jóvenes 15-29 años) 1967 1980 1987 1988 67 33 24 26 Católicos practicantes 17 43 55 52 Católicos no practicantes 1 6* 1 Creyentes de otra religión 3 20 9 19 No creyentes e indiferentes N 1.104 6.811 2.072 5.249 1989 28 53 1 16 1992 26 56 1 14 1996 19 54 2 23 2000 28 44 2 24 2005 14 49 3 29 17.266 5.000 6.000 (6.492) (5.014) 2008 12 50 8 29 Los datos de 1980 se refieren a jóvenes de 18-29 años. 1967: CIS nº1020. 1980. CIS nº 1259. 1987:CIS nº 1698. 1988: Encuesta de Juventud 1988. 1989: CIS nº 1813. 1992: Encuesta de Juventud 1992. 1996: Encuesta de Juventud 1996; 2000: Encuesta Juventud 1999; 2005: Encuesta Juventud 2005. Fuente: INJUVE, Informe: Juventud en España 2000 y 2005. Madrid. En la serie se observa un importante cambio en la identificación religiosa de los jóvenes consistente en un descenso de los jóvenes que se declaran “católicos practicantes” y un incremento de los jóvenes que se declaran católicos no practicantes y no creyentes. El cambio es fuerte en los años 60 y 70. En esos años se podría decir que se da una auténtica revolución en la religiosidad de los jóvenes coincidiendo con los intensos cambios sociales y políticos que en esos años vive la sociedad española. A lo largo de los años 80 y 90 los datos muestran, con las fluctuaciones lógicas de unas encuestas a otras, cierta estabilidad y asentamiento, como si el proceso de cambio religioso hubiese tocado fondo. A lo largo de estas décadas los católicos practicantes se sitúan en torno al 25%, los católicos no practicantes en torno al 50% y los no creyentes en torno al 20%. En cambio los años finales de la década de 1990 y los primeros años del tercer milenio parecen romper esa tendencia a la estabilidad y apuntan a un nuevo descenso de los católicos practicantes que repercute sobre todo en un aumento de los que se declaran “agnósticos” o “indiferentes”, manteniéndose en cambio los jóvenes “catolicos no prácticantes” en torno al 50%6. La interpretación general de la evolución de la autoidentificaicón religiosa ha sido siempre la de un claro declive de la religiosidad de las y los jóvenes, y de un fuerte y rápido proceso de secularización de la sociedad española, que se ha basado en la idea unas veces implícita y otras explícita de que las categorías intermedias contempladas 6 Es de destacar también que, a lo largo de estas décadas los porcentajes de jóvenes pertenecientes a otra religión se han ido incrementando modestamente hasta alcanzar en la actualidad una cifra nada despreciable del 8%, sobre todo si se tiene en cuenta que el % de catolicos prácitcantes se ha reducido hasta el 12% 5 La privatización de las relaciones sociales. en este indicador recogían grados diversos de desafección religiosa constituyendo en este sentido pasos previos hacia el agnosticismo y la increencia (González-Anleo y González Blasco, 1992: 25; Pérez-Agote et alii, 1993:276). No obstante, la evolución de este indicador a lo largo de las últimas décadas, a parte de reflejar el declive efectivo de una forma específica de religiosidad, la de la religiosidad católica “tradicional”, institucionalizada y regenerada durante el franquismo, pone de manifiesto la emergencia de nuevas formas de religiosidad. Así, desde una situación de partida caracterizada por la existencia con anterioridad a los años 60 de una sola forma de vivir la religiosidad, el “catolicismo oficial”, emergen a partir de los años 70 al menos tres posiciones religiosas perfectamente legitimas: La de los “católicos practicantes” en la que se sitúan en torno a un 10-15% de los jóvenes españoles, la de los católicos “no practicantes” ( un 40 ó 50%) y la de los no creyentes (otro 25 ó 30%). Ello ha dado lugar, efectivamente, a un cierto pluralismo religioso en la España moderna Se trata ciertamente de un pluralismo sui géneris ya que se mueve dentro de un universo definido por la cultura y la tradición católica, que puede ir desde el clericalismo, de las posiciones más conservadoras, hasta el anticlericalismo de las posiciones ateas y laicistas. Sólo en los últimos años, coincidiendo en cierto modo con la revisión de la tesis de la secularización y la constatación de la persistencia de las creencias religiosas en el conjunto de la sociedad pero sobre todo entre los jóvenes, se empieza a reconocer por parte de la sociología la posibilidad de que una parte importante de los católicos no practicantes, e incluso de los indiferentes presenten un tipo de religiosidad cualitativamente distinta que no conduzca necesariamente a la increencia o al agnosticismo (Estruch, 1995:10; Bericat, 2008)7 aunque obviamente, presupone un tipo de religiosidad diferente a la tradicional o a la que propugna la Iglesia Católica. Así, autores como González-Anleo, que siempre han visto el panorama religioso dividido en dos partes, la de los creyentes, donde se integran los católicos practicantes que observan los preceptos y las prácticas de la ortodoxia católica, y la de los no creyentes, formada por ateos, agnósticos, indiferentes y católicos no practicantes que estarían en vías de serlo, dibuja en el último Informe sobre los 7 Bericat define la religiosidad de los no practicantes como una forma postmoderna basada en la duda, más que en la indiferencia. 6 El pluralismo religioso de los jóvenes Jóvenes Españoles de la Fundación Santa María un mapa religioso de la juventud española que siguiendo a otros autores Europeos (Fulton, 2000; Campiche, 1977) contempla tres polos o tipos de religiosidad que se corresponden a grandes rasgos con los tres tipos que viene a identificar la autodefinición religiosa (Católicos practicante, católicos no practicantes y indiferentes o no creyentes). En este mapa religioso se viene a reconocer implícitamente que los “católicos no practicantes” son portadores de un tipo específico de religiosidad, la que Campiche denomina el “cristianismo cultural”. Este se caracterizaría por estar constituido por cristianos de práctica irregular y ritualista, limitándose a la participación en los principales ritos de pasaje y a ciertas ceremonias, para quien Dios es una fuerza superior y la religión y la Iglesia cuentan poco, pero para los que el cristianismo es aún una importante fuente de identidad y sentido (González-Anleo, 2005: 252-254). Se trata en este caso de una religiosidad o una situación, que Pérez Agote, en una descripción del proceso de secularización del País Vasco, ya dejaba entrever, aún decantándose por esa visión dicotómica de la realidad religiosa: “En medio [ del polo representado por la religiosidad tradicional y del representado por el laicismo militante se encuentra] la gran masa de la población vasca que se desacraliza, que se aleja progresivamente de una dependencia firme de los grandes doseles sagrados de la religión y la política. Ello significa, posiblemente una creciente privatización de la vida, más acá de la implicación directa en el mundo de la efervescencia política, y una tendencia progresiva a la fabricación ad hoc por cada individuo de una construcción ad hoc de sentido, realizada con los fragmentos resultantes de la explosión de los universos esféricos y herméticos de la política y la religión” (Pérez-Agote et alii, 1993:281). Así pues, los jóvenes españoles presentan en la actualidad y en ese contexto de privatización de la religión, al menos, tres modos de enfrentarse ante el hecho religioso. Dos de ellos son claramente religiosos y católicos aunque uno de estos no responda en absoluto ni a la religiosidad tradicional del catolicismo español, ni tampoco a la ortodoxia que actualmente proponen las instituciones eclesiásticas. Pero, al margen de que estas posiciones sean religiosas o no desde el punto de vista de la Iglesia Católica o la sociología religiosa, sí plantean la existencia entre los jóvenes españoles de universos de sentido, formas de implicación con los demás y 7 La privatización de las relaciones sociales. estilos de vida distintos que apuntan a diversas formas de sociabilidad y privatización de las relaciones sociales. El perfil social de los jóvenes que se ubican en cada uno de estos tres polos permite un acercamiento a esa realidad social y a los rasgos que definen la pluralidad de opciones religiosas entre los jóvenes españoles. 3. PERFIL SOCIAL DE LAS DISTINTAS IDENTIDADES RELIGIOSAS: CLASE SOCIAL, IDEOLOGÍA Y ÁREA SOCIO-CULTURAL Clase social La clase social ha sido siempre un factor a tener en cuenta en la afiliación religiosa de los individuos. Algunos estudios realizados en Francia así lo atestiguan y ponen de manifiesto, además, que la relación entre religión y clase social no se ha dado siempre en el mismo sentido, sino que ha variado dependiendo de la coyuntura social y política de cada época (Elzo 1989: 264). En la actualidad en España la relación entre clase social y religiosidad no tiene el peso que tuvo en el pasado (Amando de Miguel, 1994:427; González Anleo, 2004: 43; 2005: 254), siendo en la actualidad muy débil8. Aún así, el análisis de los datos recogidos en las encuestas revela que el grado de asociación entre ambas variables, aunque es bajo, es consistente, ya que en todas las encuestas apunta en la misma dirección: una asociación positiva entre nivel de religiosidad y status social. (vease en este sentido los distintos informes de la Fundación Santamaria de 1984:255; 1994:163; 1996: 443; 2002:45) 8 Ello se debe probablemente a la conjunción de varios factores: por un lado, el éxito obtenido en la “recatolización de la sociedad española” durante el franquismo difundió una religiosidad homogénea en el conjunto de la población que hizo desaparecer las grandes diferencias de clase que anteriormente se daban en torno a la religión (Pérez Díaz, 1987:433-434). Posteriormente la transformación de la sociedad española en una sociedad de amplias clases medias con un alto nivel de vida y de consumo, ha hecho que las diferencias de clase al menos en el plano ideológico, se hayan difuminado. Por otro lado la metodología utilizada para clasificar a la población en diferentes clases sociales, generalmente la autoubicación del entrevistado o su adscripción en función de unas categorías de ocupación muy generales, no parece ser muy sensible, ya que la inmensa mayoría termina por situarse en las “indefinidas”·clases medias. No obstante, la clase social es probable que se situé detrás de otras variables que tienen una incidencia mayor sobre la religiosidad, como es la ideología política, o la propia autoidentificación religiosa. 8 El pluralismo religioso de los jóvenes La siguiente tabla procedente de la Encuesta del Instituto de la Juventud del año 2000, permite matizar un poco esta apreciación general. En ella puede verse que son las “viejas” clases medias las que arrojan los mayores porcentajes de católicos practicantes, mientras que las “nuevas” clases medias presentan un porcentaje de católicos practicantes sensiblemente inferior. TABLA 3 AUTOIDENTIFICCAIÓN RELIGIOSA POR CLASE SOCIAL SUBJETIVA AÑO 2000 (15-29 AÑOS) CAT. PRACT CAT. NO PRACT NO CREYENTE ALTA / MEDIA-ALTA 28* 40 29 VIEJAS CLASES MEDIAS 33 44 21 NUEVAS CLASES MEDIAS 26 46 24 OBREROS CUALIFICADOS 23 48 26 OBREROS NO CUALIFICADOS 27 46 * Porcentajes horizontales Fuente: Informe Juventud 2000. Instituto de la Juventud, pág. 617. 21 La explicación de este hecho requiere hacer mención a la distinción entre “viejas” y “nuevas” clases medias: la “viejas clases medias”, o también llamadas por otros “clases medias patrimoniales” (Orti, 1987; Alonso y Conde 1994: 83; Moran, 1997:367) suelen incluir a pequeños empleadores y autónomos no profesionales, así como agricultores, pescadores, etc. que se caracterizan, entre otras cosas, por poseer bajos niveles de educación formal (Giner y Sarasa, 1993:78), estar ocupados en sectores económicos y áreas geográficas donde los procesos de modernización y secularización han sido menos intensos y haber sido uno de los sectores sociales afines al régimen franquista (Carmona9, 2004: 259). Las nuevas clases medias se refieren por contraste a profesionales técnicos, directivos y supervisores no manuales (Requena, 2005 :275) que suelen tener, porque sus empleos lo requieren, un elevado nivel de educación formal y por estar ocupados en sectores económicos y vivir en zonas muy urbanizadas en los que la incidencia de la modernización es mucho mayor. Por ello las viejas clases medias presentan mayores índices de religiosidad que las nuevas, debido a que se ubican en entornos socioculturales menos secularizados, en los que el mantenimiento del status exige con frecuencia su presencia en rituales religiosos públicos. 9 Carmona habla concretamente de “clases medias tradicionales” 9 La privatización de las relaciones sociales. En conjunto estos datos permiten establecer una relación débil pero clara entre la “identidad practicante” y las clases medias y medias- altas, y dentro de ellas con aquellos sectores cuyo estilo de vida, ocupación, cultura y posición social conecta, o es heredera, en cierto modo, de las clases y colectivos sociales que sustentaron el “nacionalcatolicismo”. Por el contrario, los “católicos no practicantes”, presentan siempre los mayores porcentajes en las clases medias-bajas y bajas. Por lo general, las diferencias entre las distintas clases en relación con el porcentaje de católicos no practicantes son muy reducidas, ya que en todos los estratos en torno al 50% se declaran así desde el punto de vista religioso. Sin embargo, las diferencias crecen significativamente en aquellas encuestas en las que el estrato social más bajo se define como “clase trabajadora”. En estos casos, se observa como el porcentaje de personas pertenecientes a esta clase social que se definen como “católicos no practicantes” llega hasta el 58% en 1984 y alcanza el 64% en 1994 y 2002. Parece pues, que el catolicismo no practicante encuentra en las clases bajas, y especialmente en la clase trabajadora, un estilo de vida y una cultura algo más propicia que en las clases sociales más elevadas. Ello conecta también probablemente, con la tradicional desafección religiosa de las clases trabajadoras españolas comentada ya por Duocastella en los años 60. 10 El pluralismo religioso de los jóvenes Tabla 4 AUTODEFINICIÓN RELIGIOSA POR CLASE SOCIAL CATÓLICOS PRACTICANTES (muy buenos católicos/ católicos practicantes) 1984 1994 1996 2002 27 6 25 23 16 22 18 21 18 Alto Alta/Media-alta 24 Media Media-baja 20 Bajo Trabajadora Diferencia status más alto/status más bajo 14 18 15 13 9 12 16 9 -10 CATÓLICOS NO PRÁCTICANTES (católicos no practicantes y católicos no muy practicantes) Alto Alta/Media-alta 50 Media 41 30 51 49 51 49 53 55 57 58 Trabajadora 58 64 Diferencia status más alto/status más bajo -8 -13 Media-baja Bajo 50 59 64 -18 -34 28 58 25 26 31 27 26 21 21 NO CREYENTES (indiferentes, agnósticos, ateos) Alto Alta/Media-alta 24 Media Media-baja 25 Bajo Trabajadora 34 19 25 21 15 Diferencia status más alto/status -1 4 9 43 más bajo 1984: Clase social subjetiva/ Jóvenes 15-24 años. Los jóvenes españoles 84. Fundación Santa María 1984, pág. 255. 1994: Clase social ocupacional del padre / Jóvenes 15-24 años. Los jóvenes españoles 94. Fundación Santa María 1994, pág. 163. 1996: Clase social subjetiva/ Jóvenes 15-29 años/ Informe Juventud 96. Instituto de la Juventud 1996, pág.443. 2002: Clase social subjetiva / Jóvenes 13-24 años. Jóvenes 2000 y Religión. Fundación Santa María 2004, pág. 45. Los no creyentes, en cambio ofrecen un perfil de clase en principio muy similar al de los católicos practicantes. Presentan una asociación positiva con el nivel de estatus. Las diferencias que arrojan los no creyentes entre las categorías de status alto y bajo es positiva como sucedía en el caso de los católicos practicantes. 11 La privatización de las relaciones sociales. Ahora bien, la evolución de estas diferencias a lo largo de las encuestas contempladas en la tabla presenta una peculiaridad que indica la existencia de un cambio significativo en la composición social de este colectivo a lo largo del las últimas décadas. En 1984 la diferencia entre la clase alta y la clase trabajadora da un saldo mínimo, pero negativo, en cambio en los años sucesivos este saldo cambia de signo y se incrementa. Ello apunta a que hasta 1984 la no creencia y el ateismo se sitúa más en las clases bajas (en la clase trabajadora probablemente), pero a partir de esa fecha los no creyentes crecen entre las clases medias y entre la clase alta, reflejo probablemente de los cambios generados en la composición social de estas clases, al sumarse, a las viejas clases medias y altas nuevos colectivos (profesionales y nuevos empresarios) (Moran, 1997:367) que portan una religiosidad diferente, lo cual incrementa los índices de secularización y agnosticismo de las clases medias y altas, mientras que las clases bajas y trabajadoras, en una época de escasa conflictividad social, y difuminación de los alineamientos político-ideológicos optan más por una religiosidad no practicante. Ideología política La ideología política ha presentado siempre una fuerte asociación con la identidad religiosa. Por ello, el cruce de ambas variables se ha convertido en un clásico en los informes de la Fundación Santa María, apareciendo en todos ellos bien en un intento por definir el perfil social de las diferentes identidades religiosas, o a la inversa, cuando se trata de identificar el perfil de aquellos que se sitúan en las diferentes posiciones político-ideológicas. En todos los informes en los que se muestra este cruce se observa una fuerte asociación entre las posiciones de derecha y la identificación con el catolicismo practicante, y a la inversa entre las posiciones de izquierda y los no practicantes, los indiferentes y los no creyentes. Esta asociación no parece cambiar ni declinar con el paso del tiempo. Es probable que la asociación entre los extremos de la tabla haya crecido como consecuencia de la moderación política experimentada por los jóvenes españoles a lo largo de las últimas décadas que habría permitido que en los extremos de la escala ideológica permaneciesen los más radicales también en sus posiciones religiosas. En cambio, en las posiciones centrales la asociación entre ambas variables es posible que en la actualidad aparezca más difuminada que en el pasado. 12 El pluralismo religioso de los jóvenes En la siguiente tabla procedente del el Informe de la Fundación Santa María de 1999 pueden verse los datos de esta asociación. Puede verse, que la mayoría de los que se definen como “católicos practicantes” se sitúan en posiciones de centro-izquierda (el 37%) y de derecha (el 31%). Los católicos no practicantes, en cambio se sitúan en el centro izquierda (42%) y en la extrema izquierda (22%). Los no creyentes, por otra parte, se sitúan en la mayoría de los casos en la extrema izquierda (43%). Tabla 5 Autoidentificación religiosa por autoubicación política. Año 1999 (Jóvenes 15-24 años) Escala ideológica (1 ext Izq, 10 extr derecha) Media 1-2-3 4-5 6-7 8-9-10 Ns/nc Católico practicante/ muy buen católico 5,46 12 37 16 15 19 Católico no practicante 4,99 17 37 16 8 21 Católico no practicante 4,53 22 42 15 4 17 Indiferente/agnóstico 4,12 30 41 7 4 18 No creyente/ateo 3,64 43 28 8 3 18 muy * Porcentajes horizontales. Jóvenes españoles 1999, pág 102. Aún así, no hay que olvidar que en todas las categorías religiosas salvo en la de no creyentes, en torno al 50% de los que se definen ideológicamente se sitúan en posiciones de centro izquierda, una posición que constituye en realidad el centro ideológico de la sociedad española y que, por ello, define poco a los que se sitúan en él. Área sociocultural La importancia del contexto sociocultural en la religiosidad de los individuos se constata en todas las encuestas y estudios que se detienen en ello al comprobar que los distintos índices de religiosidad presentan variaciones importantes de unas regiones o comunidades autónomas a otras. Se trata de variaciones significativas, superiores en la mayoría de los casos a las que introducen otras variables como la case social, el sexo o la edad (Elzo 1989:304). En Europa algunos estudios socioreligiosos han puesto de manifiesto que las formas religiosas que se dan en un determinado área geográfica vienen determinadas en 13 La privatización de las relaciones sociales. gran medida por la propia trayectoria histórica de la región, sus transformaciones socioeconómicas y sus tradiciones culturales (González Blasco y González-Anleo 1992: 38). G. Le Bras, citado por Blasco y González-Anleo 1992, señala concretamente como factores determinantes de la religiosidad de una región la estructura socioeconómica, las tradiciones o movimientos históricos religiosos, la influencia de las grandes ciudades en su entorno regional y los movimientos migratorios. En España, el análisis de las relaciones entre religiosidad y área sociocultural ha sido abordado de forma esporádica y fragmentaria. Entre estos estudios destacan el ya clásicos estudio de Rogelio Duocastella en los años 60, y algunas aproximaciones realizadas en los primeros Informes FOESSA (González Blasco y González-Anleo 1992: 38). Entre los estudios de Juventud destaca el análisis realizado por Javier Elzo en el informe de 1989 en el que ofrece una panorámica relativamente exhaustiva de la religiosidad que se da en las distintas comunidades autónomas a partir de los indicadores disponibles (autoidentificación religiosa, asistencia a misa o la iglesia, creencias). El resto de los informes se limitan por lo general a constatar las enormes diferencias que se dan entre las comunidades en relación con el porcentaje de “católicos practicantes” “no practicantes y no creyentes. En relación a este aspecto de la religiosidad, los datos que se encuentran en las distintas encuestas son abundantes, pero el análisis de los mismos se enfrenta a algunos obstáculos importantes. Por un lado en la mayoría de las encuestas los márgenes de error que ofrecen los datos cuando se desagregan por comunidades son muy altos, debido al reducido tamaño de la muestra. Por otro lado, y debido en parte a esta circunstancia los valores religiosos que arrojan las distintas comunidades varían enormemente de unas encuestas a otras haciendo muy difícil percibir las tendencias y peculiaridades que presenta cada área sociocultural. No obstante, a pesar del baile de cifras, algunos rasgos y tendencias quedan relativamente claros. El mapa religioso español, en el contexto de un intenso proceso de secularización general y de fuerte caída de los índices clásicos de religiosidad, parece haber cambiado sustancialmente desde los años 70 hasta la actualidad. 14 El pluralismo religioso de los jóvenes En el informe FOESSA de 1970 se describía la existencia de “tres Españas” en función de la religiosidad que presentaban los españoles: la España del Norte con una religiosidad alta, a excepción de tres zonas con fuerte presencia proletaria e industrial, la Galicia costera, Asturias y Barcelona. En estas zonas la asistencia dominical a misa oscilaba10 entre el 89% de Bilbao y el 99% de Navarra. La España central, incluida Asturias y Murcia, que presentaba una “religiosidad media”, con porcentajes de asistencia a misa los domingos que oscilaba entre un 80 y 90%. Y finalmente la España del Sur con Valencia, Madrid y Barcelona, que presentaba una “religiosidad débil”. Estas zonas arrojaban entonces tasas de asistencia a misa que iban desde el 57% de la ciudad de Barcelona hasta el 77% de la Andalucía oriental. Se trata de un ámbito geográfico que coincide en gran medida, dice González-Anleo, con la España liberal y de izquierdas (González Blasco y González-Anleo 1992: 38). Tabla 6 PORCENTAJE FESTIVOS DE ASISTENCIA A MISA POR LO MENOS LOS DOMINGOS Y 1970 Barcelona 57 Andalucía Occidental y Extremadura 67 Valencia 70 Madrid 73 Andalucía oriental 77 Galicia costera 79 Asturias 81 Centro (sin Madrid) 82 Murcia 85 País Vasco 89 Castilla la Vieja 92 Baleares 92 Resto de Cataluña 93 León 95 Aragón 96 Galicia Interior 97 Navarra 99 Total 83 FUENTE: INFORME SOCIOLÓGICO. FOESSA 1970, PÁG.451. 10 El análisis y clasificación de las tres áreas religiosas se basa en una encuesta realizada a amas de casa 15 La privatización de las relaciones sociales. A pesar de que este mapa religioso fue construido a partir de una encuesta realizada a amas de casa, el mapa religioso actual que muestran las encuestas realizadas a los jóvenes desde los años 80 presenta importantes variaciones que se han ido consolidando a lo largo de las tres últimas décadas, como puede comprobarse en la siguiente tabla. En 1982 el ranking de católicos practicantes por comunidades autónomas muestra ya algunos rasgos de cambio, junto a otros rasgos de continuidad con el mapa religioso de 1970. Madrid, Cataluña y Extremadura siguen siendo áreas de religiosidad débil. Pero el País Vasco se ha descolgado ya del grupo que presentaba en los años 70 una religiosidad fuerte y aparece en los últimos puestos de la tabla. Andalucía se podría decir que asciende en el ranking hasta situarse en la media española, con un 34% de “católicos practicantes”. También asciende claramente en el ranking Castilla y León, que desde una religiosidad media en los años 70, se sitúa a ahora a la cabeza de la clasificación junto a Navarra. En los años posteriores, en las encuestas de la Fundación Santa María de 1989 y 1994 y en la encuesta nacional de Juventud del Instituto de la Juventud de 1992, estas tendencias, descendentes en unos casos y ascendentes en otros, se consolidan, a pesar de los datos muestran variaciones significativas en las mismas comunidades entre unos encuestas y otras. Así, en 1989 Castilla y León se mantiene en los primeros puestos del ranking y Madrid , el País Vasco y Cataluña en los últimos puestos. Pero lo sorprendente es que el primer lugar lo ocupa en esta encuesta Andalucía, que muestra de esta forma una fuerte tendencia ascendente. Esta posición es probablemente coyuntural, producto probablemente de las variaciones muestrales, no obstante su tendencia ascendente se corrobora en las encuestas de 1992 y 1994, donde se sitúa en ambos casos por encima de la media nacional. Es de destacar en este sentido también que Extremadura se sitúa en 1992 ligeramente por encima de la media nacional , cuando en 1982 ocupaba el último puesto. 16 El pluralismo religioso de los jóvenes TABLA 7 “CATOLICOS PRACTICANTES” por Comunidades Autónomas AÑO 1982 (15-20) TOTAL AÑO 1989 (15-24) AÑO 19921 (15-29) AÑO 19942 (15-24) AÑO 2002(13-24) AÑO 2005 (15-24) 34 TOTAL 19 TOTAL 26 TOTAL 18 TOTAL 15 TOTAL 10 CAST Y LEÓN 54 ANDALUCÍA 27 NAVARRA 43 CAST Y LEÓN 28 ANDALUCÍA 33 CASTI Y LEÓN 13 NAVARRA 50 C. VALENCIA 23 CAST Y LEÓN 42 GALICIA 28 CAST Y LEÓN 21 ANDALUCÍA 12 ASTURIAS 46 CAST Y LEÓN 21 CANTABRIA 41 C. VALENCIANA 23 P. VASCO 15 MADRID 11 CAST LA MANCHA 43 GALICIA 17 RIOJA 37 ANDALUCÍA 20 MADRID 14 C. VALENCIANA 8 MURCIA 42 PAÍS VASCO 15 CAST LA MANCHA 32 MADRID 16 C. VALENCIANA 8 GALICIA 8 GALICIA 42 MADRID 12 GALICIA 30 P. VASCO + NAVARRA 13 CATALUÑA 4 PAÍS VASCO 8 RIOJA 40 CATALUÑA 6 ANDALUCÍA 28 CATALUÑA 7 CATALUÑA 3 SANTANDER 39 ARAGÓN 27 ARAGÓN 38 EXTREMADURA 27 CANARIAS 38 ASTURIAS 27 C. VALENCIANA 34 CANARIAS 26 ANDALUCÍA 34 MURCIA 25 BALEARES 28 MADRID 23 PAÍS VASCO 28 BALEARES 22 MADRID 23 C. VALENCIANA 21 CATALUÑA 21 PAÍS VASCO 19 EXTREMADURA 20 CATALUÑA 15 COMUNIDADES 17 En la mayor parte de los informes sólo se ofrecen los datos relativos a aquellas comunidades donde la submuestra es lo suficientemente grande como para ofrecer resultados mínimamente fiables, de ahí que solo aparezca una selección de aquellas comunidades con mayor población. En los años 1982 y 1992 se contabilizan los que se definen como Católicos practicantes frente a los católicos no practicantes, indiferentes, agnósticos, ateos y creyentes de otra religión. En los años de 1989, 1994 y 2002 Se contabilizan los “muy buen católico” + “católico practicante”, frente a los católicos no practicantes, indiferentes, agnósticos, ateos y creyentes de otra religión. En 2005 se contabilizan los “muy buenos católicos” + “católicos practicantes” en una escala que contiene estas categorías y la de “católicos no muy practicante”, “indiferente”, “agnóstico”, “ateo” y “creyente de otra religión”. Fuente: 1982: Quinta Encuesta de Juventud 1982. Informe Juventud Española 1960-1982. Fundación Santa María, pág. 132. 1989 Jóvenes españoles 89, pág 309. 1992: Informe Juventud en España 1992. Instituto de la Juventud, pág. 222. 1994: Jóvenes españoles 94, pág 164. 2002: Jóvenes españoles y religión 2000. Fundación Santa María, pág 45. 2005: Jóvenes españoles 2005. Fundación Santa María, pág 256. Estas tendencias observadas a lo largo de los años 80 y 90 han dado lugar en la actualidad a un mapa religioso muy diferente al de los años 70. En las encuestas realizadas a los jóvenes por la Fundación Santa María en 2002 y 2005, el mapa religioso, siguiendo el esquema analítico de 1970, sería el siguiente: Por un lado una España interior, formada por Andalucía, Extremadura, Castilla y León, Castilla la Mancha, que muestra mayores índices de religiosidad institucional (González-Anleo 2005: 256), como puede comprobarse por otra parte en las dos siguientes tablas. Se trata de áreas socioeconómicas quizás menos expuestas al influjo exterior de la modernidad, en las que ésta ha sido menos lesiva para la tradición católica, e incluso puede que haya favorecido la expresión y desarrollo de algunas formas religiosas de carácter popular11 y social, como la Semana Santa, las romerías, o la pervivencia de altas tasas de practica religiosa con motivo de acontecimientos sociales y vitales especiales, como fiestas patronales, celebraciones o ritos de paso. Todo ello, explicaría los mayores porcentajes de autodefinición como católicos de estas áreas, bien como católicos practicantes o como católicos no practicantes. 11 Para González Anleo (2004: 44) lo que explica la persistencia de índices relativamente elevados de religiosidad en estas regiones se debe a lo que denomina el catolicismo popular. Según él “verdadero antídoto de la secularización que refresca la memoria religiosa de la gente”. El pluralismo religioso de los jóvenes Tabla 8 IDENTIFICACIÓN RELIGIOSA DE LOS JÓVENES EN ALGUNAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS Año 2005 (Jóvenes 15-24 años) Muy bue n cató lico Católico practi cante Católico no muy practica nte Indifer Agnóst ente ico Ateo Otra relig ión N Castilla y León 4 9 40 18 4 19 4 1 Andalucía 2 10 48 16 5 15 2 2 Valencia -- 8 42 19 5 24 2 -- Galicia -- 8 40 14 10 20 1 7 Madrid 2 9 35 19 19 20 2 5 País Vasco 2 6 24 29 6 28 1 3 Cataluña -- 3 29 26 9 27 2 5 C Fuente: Los jóvenes españoles 2005. Fundación Santa María, pág. 256. Tabla 9 ASISITENCIA A LA IGLEISIA DE LOS JÓVNES POR COMUNIDADES AUTÓNOMAS Año 1999 (Jóvenes 15-24 años) Regular Ocasional Nunca N Galicia 34 36 29 234 C. la Mancha 31 31 40 145 Andalucía 29 28 51 692 Castilla y León 29 32 43 216 Rioja 29 44 38 99 Extremadura 26 35 42 102 Asturias 23 33 44 100 Canarias 18 45 52 160 Cantabria 18 58 34 98 Madrid 18 26 60 485 Aragón 17 44 53 104 Baleares 17 40 48 100 País Vasco 17 15 70 197 Murcia 16 28 65 112 C. Valenciana 14 21 70 360 Navarra 12 40 51 97 Cataluña 10 40 57 552 Fuente: Los jóvenes españoles 99. Fundación Santa María, pág. 270. 19 En el otro extremo, se situaría la España más secularizada, Cataluña, El país Vasco, Madrid y la Comunidad Valenciana donde se dan las mayores tasas de no creyentes, ya se identifiquen como indiferentes, agnósticos o ateos, y donde se dan también la mayores tasas de jóvenes que no asisten nunca a la Iglesia . Se trata en todos los casos de zonas muy expuestas al influjo de los procesos modernizantes aunque con trayectorias y desarrollos muy diferentes. Cataluña ha sido tradicionalmente, en especial el área de Barcelona12 , una zona más liberal, industrializada y secularizada que además también ha estado tradicionalmente enfrentada a un nacionalismo español que es identificado en parte con la Iglesia Católica Española. Este último hecho, por ejemplo, es probablemente determinante en la evolución de la religiosidad en el País Vasco quien de una situación preeminente en el plano de la religiosidad con anterioridad a los años 70, ha pasado a ocupar los últimos puestos del ranking (Elzo 1989:310). Madrid por su parte, refleja probablemente mejor que ninguna otra región, los cambios y transformaciones experimentados por la estructura social española: emergencia de nuevas clases medias y altas y declive social y cultural de las viejas clases medias. Un proceso en principio similar quizás al vivido por la comunidad Valenciana. Entre medias, aparecen un grupo un tanto indefinido de comunidades que muestran además de unos valores medios en cuanto a la autodefinición religiosa, tasas relativamente altas de asistencia ocasional como Canarias, Cantabria, Aragón o Baleares, donde persistiría un catolicismo cultural (asistencia ocasional a ceremonias religiosas, identidad católica aunque no religiosos, etc.). En definitiva el mapa religioso actual de España refleja por un lado el fuerte cambio religioso operado, pero por otro lado refleja al mismo tiempo la continuidad o la persistencia del influjo de tradiciones culturales y viejas estructuras sociales que han determinado la evolución de las distintas identidades religiosas. Como dice Navarro y Mateo (1992: 222) “las diferencias regionales en los índices de identificación religiosa permite reconocer la persistencia de pautas tradicionales, que arrancan de diferencias muy arraigadas entre la religiosidad de las áreas tradicionalistas y liberales; agrarias e industrializadas; urbanizadas y rurales”. 12 Barcelona tiene una influencia grande sobre los índices de religiosidad en Cataluña debido a su volumen de población. El pluralismo religioso de los jóvenes Así, aquellas regiones que han accedido a la modernidad más tardíamente o en las que la modernización ha sido menos intensa, han conservado mayores índices de identificación católica, tanto en la modalidad practicante como en la modalidad no practicante, independientemente de que algunas de éstas presentasen en el pasado una menor afección religiosa, como Andalucía y Extremadura. De hecho, se puede entender que las nuevas formas de religiosidad que presentan en la actualidad el conjunto de los jóvenes españoles encaja perfectamente con la tradicional desafección y distanciamiento religioso que en el pasado se daba en estas zonas. Todo ello, pone de manifiesto, a su vez, la importancia que tiene actualmente en la configuración de las distintas identidades religiosas de los jóvenes españoles la dimensión social y cultural de la religión, por encima de opciones personales y al margen de los procesos de individualización y fragmentación de las identidades que detectan en otros lugares y ámbitos sociales los sociólogos de la postmodernidad. Conclusión La diferenciación, privatización y desinstitucionalización de la religión ha permitido la emergencia de cierto pluralismo religioso entre los jóvenes españoles. Se trata, como se ha visto, de un pluralismo “sui generis” en el sentido de que las diferentes opciones y posicionamientos de los jóvenes frente al hecho religioso se mueven dentro de un universo cultural definido por el catolicismo. Este pluralismo se puede concretar, a partir de los datos disponibles en tres posiciones frente al hecho religioso, cada una de las cuales con un perfil social y un tipo de religiosidad específicas. El perfil social que presentan los “católicos practicantes” apunta más hacia un tipo de religiosidad heredada, fuertemente institucionalizada e imbricada en un estilo de vida y en unos “cleavajes” de identidad social y política que se reproduce en contextos socioculturales de corte conservador o tradicional. Su ubicación preferente en lo que algunos denominan las viejas clases medias y medias altas, su escoramiento hacia las posiciones ideológicas y políticas del centro derecha y su mayor persistencia en regiones y áreas geográficas que han accedido a la modernidad sin grandes rupturas con la estructura social y las tradiciones culturales existentes 21 con anterioridad a los años 60, son rasgos de su identidad social que darían cuenta de ello. Por otra parte, el perfil social de los “católicos no practicantes” y el escaso éxito de la implantación en España de nuevas creencias de origen oriental o esotéricas hace poco probable que entre ellos esté arraigando un individualismo religioso de corte místico o panteísta. Su ubicación preferente en las clases medias bajas, y por lo tanto, con bajos niveles de instrucción, sus orientaciones políticas e ideológicas moderadas y situadas en el indefinido centro izquierda, una posición que se ha consolidado como el centro ideológico de la sociedad española, y en consecuencia no precisamente “vanguardista”, así como su persistencia preponderante en aquellas áreas geográficas y comunidades autónomas de la España interior, que han accedido a la modernidad sin grandes rupturas con la estructura social y las tradiciones culturales del pasado reciente, hace pensar que el tipo de religiosidad que presentan los católicos no practicantes tiene poco que ver con el moderno individualismo expresivo, ya que este tipo de individualismo suele arraigar entre sectores de las nuevas clases medias y altas, con altos niveles de instrucción y una mayor exposición a los procesos modernizantes (Bellah, 1989). Mas difícil, debido a la carencia de datos y dimensiones de análisis, resulta definir o vislumbrar el tipo de privatización al que apunta el perfil de los jóvenes que se ubican en las categorías de la “increencia”. El acercamiento a este colectivo requiere de entrada distinguir entre los indiferentes y agnósticos por un lado y los ateos por otro. Los que se identifican como “ateos” presentan algunas similitudes con los católicos practicantes como es su preferente ubicación en las clases sociales medias, y medias altas y un claro alineamiento con los viejos “cleavajes” de la política clásica, en este caso, claro esta, con las posiciones de izquierda y el laicismo militante. Este último rasgo, sobre todo, permite pensar que este colectivo juvenil, como heredero y continuador de esas tradiciones ideológicas y culturales, mantiene, un clara propensión a la participación social y a la asunción de compromisos públicos, de donde surgirá una red de relaciones sociales y comunitarias no compatibles en principio con ninguna de las tesis de la privatización de las relaciones sociales, El pluralismo religioso de los jóvenes especialmente en sus versiones política y cultural. Aunque ciertamente, como plantea Bellah para el caso de los activistas políticos americanos, este compromiso con lo público podría estar teñido en la actualidad de referentes y justificaciones individualistas y personales que darían pie a una concepción débil de la res pública, en la medida en que pueda estar siendo concebida como un simple agregados de individuos con interés, inquietudes y estilos de vida particulares que habría que tolerar y, en última instancia, hacer que sean compatibles (Bellah, 1989: 247-248). Por otra parte, los que se identifican como “indiferentes” o agnósticos presentan una clara cercanía con los “católicos no practicantes” en el perfil social e ideológico y en su desafección o indiferencia respecto a la religión institucional, probablemente también en cuanto a su distanciamiento de los referentes ideológicos y culturales de la primera modernidad. Pero carecerían en principio de ese plus de sociabilidad privada que la religión aporta a los “católicos no practicantes”. Por ello aparecen, en principio, como el colectivo juvenil más susceptible de asumir los referentes culturales de la postmodernidad y de dejarse llevar por las estructuras y procesos de individualización que en ella se dan. 23 BIBLIOGRAFÍA Alonso, Luis Enrique y Conde, Fernando (1994): Historia del consumo en España: una aproximación a sus orígenes y primer desarrollo, Madrid, Debate. Bellah, Robert N; Madsen, Richard; Sullivan, William M; Swidler, Ann; Tipton, Steven (1989): Hábitos del corazón, Madrid, Alianza Universidad. Bericat Alastuey, Eduardo (2008): “Duda y postmodernidad: el ocaso de la secularización en Europa”, REIS 121. Callejo González, J. 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