Domingo 24º Tiempo durante el año. Ciclo B. domingo 16 de septiembre de 2012 Is 50, 5-9 a Stgo 2, 14-18 Mc 8,27-35 “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban” “La fe, sino va acompañada de las obras, está totalmente muerta” “Pedro respondió: Tu eres el Mesías” Evangelio Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: « ¿Quién dice la gente que soy Yo?» Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas». «Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?» Pedro respondió: «Tú eres el Mesías». Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: « ¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará». Comentario La confesión de Fe de Pedro En este pasaje del evangelio, Jesús, lleva a sus discípulos a un lugar fuera de Galilea, de las fronteras hebreas, zona en su mayoría de paganos, alejado de la presión social y del ámbito judío, en los poblados de Cesaréa de Filipo. Es el momento de preguntar. El Señor, tiene el arte, el don de preguntar, la capacidad y habilidad de llegar a interrogar al corazón del hombre. Quiere saber en primer lugar, cual es la opinión de la gente sobre el hijo del Hombre. La respuesta es desacertada y confusa. Creen que es Juan el Bautista, Elías o alguno de los profetas. Este comentario seguramente se debía a que la gente sencilla, no estaba cerca del Señor, no lo habían tratado, o no habían hablado con El. Si hiciéramos hoy una encuesta con la misma pregunta, tendríamos una gran variedad de respuestas, hasta encontrarnos con algunos que dirían, no sabe no contesta. Pero la segunda pregunta apunta a los propios apóstoles, los que sí estuvieron con el, lo trataron, escucharon, compartieron estos años con su persona. ¿Quién dicen que soy yo?; y será Pedro, en esta versión de San Marcos, que responda: Tú eres el Mesías. Es decir tú eres el que esperamos, el anunciado por los profetas, el Cristo, traducción del griego, que significa, el Ungido. En el Antiguo Testamento, los reyes, sacerdotes y profetas eran ungidos con óleo perfumado, para la consagración de la nueva misión. En la conciencia colectiva del pueblo de Israel, el Mesías, tenía una dimensión temporal, para este tiempo, particular, para un pueblo concreto y político, al estilo del Rey David, liberador de la opresión del Imperio Romano. Pero Jesús anuncia que este Mesías, debe, verbo importante, es decir es necesario, pasar por el misterio del sufrimiento, la muerte en la cruz, y resucitar al tercer día. Por lo tanto inaugurara un Mesianismo Eterno, universal y espiritual. Por eso no entiende este discurso el mismo Pedro, que había confesado la fe en Jesús Mesías. Es la razón de la reprensión del Apóstol y la respuesta dura del Señor, como una tentación del demonio, que quiere apartarlo de la humillación y la cruz: “Retírate, ve detrás de mí, Satanás”. En el primer versículo del capítulo 1, del Evangelio de San Marcos, que se lee en la liturgia de la Misa, en este año, como ciclo B, dice el autor, quien es Jesús: “Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios” La respuesta de Pedro, está justo en la mitad del evangelio, en el capítulo 8, de los 16 que tiene el libro, y la segunda respuesta la da el Centurión Romano; al final, diciendo: “Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39) Jesús aclara el verdadero sentido de creer en el Mesías, un nuevo título del Señor. “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y me siga”. Dice el respecto el Padre Rainero Cantalamessa: “El título «Cristo» se convirtió en un segundo nombre de Jesús. Se encuentra más de 500 veces en el Nuevo Testamento, casi siempre en la forma compuesta «Jesucristo» o «Nuestro Señor Jesucristo». Pero al principio no era así. Entre Jesús y Cristo se sobreentendía un verbo: «Jesús es el Cristo». Decir «Cristo» no era llamar a Jesús por el nombre, sino hacer una afirmación sobre Él”. El seguimiento del Señor La primera lectura, presenta en el cántico del Siervo sufriente, un anuncio profético de la pasión del Señor, que trae Isaías, y que se cumplirá en Jesús Mesías. Por eso el discípulo del Señor, el que quiera ir detrás de El, no delante, sino atrás, como una invitación amorosa, no una obligación, tiene que estar dispuesto a aceptar el camino y las exigencias del evangelio, tiene que renunciar a sí mismo, es decir renunciar o rechazar el propio pecado, y el egoísmo, abnegarse, liberarse de la comodidad y del facilismo, cargar con la cruz, la de cada día, la de las contrariedades, limitaciones, o condicionamientos, llevados con alegría y entereza, y seguirlo, entre caídas y esperanzas, pero seguirlo al Él, por el camino de la Fe, en su Iglesia. Este seguimiento del Señor, o enamoramiento, no está reñido con la atención a los hermanos, al contrario, es su complemento y plenitud, es vivir el mandamiento nuevo. Por eso dice la carta de Santiago, que la fe tiene que estar unida a las obras, no se puede confesar la Fe en Jesús y olvidarse de su presencia en el prójimo: “¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: «Vayan en paz, caliéntense y coman», y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta”. Dice un dicho popular: “Que ser católico a su manera es la peor manera de ser católico”. Por eso la vida cristiana, nos compromete a tener una fe coherente, jugada, entregada. La tentación es caer en la comodidad y la tibieza. Esto se ve en los cristianos que viven solo la fe los domingos, y se olvidan de ser católicos los otros días. No podemos ser católicos week-end, ni part-time, sino fulltime. La exigencia de la fe, toca también el corazón y da una respuesta de amor al Señor, llevando la cruz, no como una maldición, sino como una bendición, como el signo más, donde Jesús nos pide algo más, sea algo más de oración, de caridad, de servicio, de limosna, de misericordia, de ayuno, de abstinencia, de paciencia, de justicia, u otras pequeñas exigencias de la vida cotidiana. Cuanto más estemos cerca de la comunidad, del grupo, cuando mas comprometamos nuestra vida, vamos a tener una comunión más estrecha con el Señor, y podremos ir corrigiendo esas visiones humanas de Jesús, y adherirnos con fe a su palabra y a sus exigencias, que plenifican el alma y dan paz al corazón. Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario