Si permito que mis condiciones actuales de vida determinen cómo me siento, nunca voy a asumir el control de mi vida Si me duele o me molesta algo que ha sucedido, estoy permitiendo que eso controle mi vida. Estoy aceptando que “el destino” o las acciones de otras personas determinen cómo me siento. ¡Qué cosa más fea sentir que “el destino” controla mi vida! “Eso lo acepto. Pero hay cosas que los demás hacen que simplemente me sacan de balance” ¡Exacto! En otras palabras, determinan cómo me siento. En otras palabras, permito que los demás controlen mi vida. “No, no es eso. ¿Es que cómo voy a negar lo que siento? Sería absurdo que pretenda que nada ha pasado.” Por donde quiera que lo vea, al permitir que yo me sienta mal por lo que otros hacen, les doy el control de mi vida. Ante cualquier cosa que suceda en mi vida, yo tengo la libertad de elegir qué pensar y qué sentir al respecto. Estando enfermo puedo sentirme deprimido o con esperanza. Pasando por una mala situación puedo sentirme derrotado o con determinación de surgir. Es mi elección cómo quiero sentirme al respecto. “Bueno, eso sí parece tener sentido.” Cuando sucede algo que no me gusta, automáticamente reacciono y lo condeno. De seguido, me siento enojad@, triste, con miedo o lo que fuera. Sabiendo lo que ahora sé, en ese momento puedo detener la reacción inmediata y preguntarme: ¿Puedo pensar en esto mismo de alguna manera que me construya en vez de destruirme? Por respeto a mí mism@... Detengo las reacciones automáticas ante las cosas que me “suceden” y reformulo mis pensamientos. Un día un amigo estaba quejándose de su matrimonio. Quería separarse porque no soportaba a sus hijastros. Era un círculo vicioso de desaprobación mutua. Le pedí que elevara su punto de vista a un nivel más amplio. Me respondió que ya lo había probado todo, que era inútil seguirlo intentando. Entonces le hablé de esas figurillas metálicas, que se unen como rompecabezas. Para lograr separarlas gentilmente, no se pueden utilizar los procesos de pensamiento comunes. Llegamos a la conclusión de que hay que pensar de una manera diferente a la normal para resolverlo. Es el mismo cuento famoso de que hay que sacar al pez del agua para que vea la realidad desde otra perspectiva. En ese momento él comprendió la relación entre ambas historias. No podría resolver su problema, pensando de la misma manera como lo ha venido haciendo. Le pregunté: Si te atrevieras a soñar, ¿cómo quisieras que fuera la relación con tus hijastros? Empezó a hablar sobre tolerancia, y se movió un poco hacia armonía y aceptación. ¿Se sienten mejor esos pensamientos? “Sí claro, pero eso no es alcanzable, no lo veo posible” Bien, pero diste un paso hacia delante y dos hacia atrás. Piensa por ejemplo: Si tan solo yo pudiera hacerlos sentirse aceptados y reconocerles su valor, ¿cambiaría eso su disposición hacia ti? ¿No sería fabuloso si tú pudieras vivir tu vida de una manera tan radiante, que ellos se sintieran intrigados por esa energía tan especial? Posiblemente querrían saborear un poco de eso tan bueno que verían en ti. Unos cuantos de estos pensamientos constructivos fueron suficientes para que mi amigo se entusiasmara en ponerlos en práctica. ¿Tú qué harías? Esquivel, R.