No anteponer los sentimientos a la razón: Los sentimientos son muy importantes en la vida del ser humano, nunca debemos menospreciarlos, sin embargo, es muy importante ubicarlos en su justo lugar y no anteponerlos a la fuerza de la razón y de la fe en Cristo. Es alarmante observar cómo a veces pensamos que los sentimientos son más fuertes que la razón porque cuando solo nos reducimos a los sentimientos, eliminando toda razón, caemos en errores que muchas veces nos llevan a padecer dolores que se pueden evitar. El ser humano a lo hora de tomar decisiones debe considerar a sus sentimientos pero nunca de un modo absoluto, es decir, nunca debemos anteponer los sentimientos a la fuerza de la razón y a lo que Dios nos quiera decir, pues sí hacemos esto nuestra decisión no será clara sino confusa y muchas veces negativa. La fe incluye a los sentimientos, sentimientos de amor, de comprensión, de alegría pero combinándolos con la fuerza de la razón y de la fe, que dirigen todos esos sentimientos a un punto sano, a un punto que realmente nos hace bien. El sentimiento es un don de Dios por eso nunca debe ser reprimido, sino bien encausado con la fuerza de la razón y de la fe. Una persona sentimental que elimina de su vida a la fe y a la razón se queda en el sentimiento y desemboca en una confusión que no le permite tomar los caminos adecuados para seguir adelante en su vida. Los sentimientos de las personas son algo que debemos respetar, que debemos valorar, porque realmente Dios nos regalo los sentimientos pero también nos ha dado la fuerza de la razón y de la fe para encausarlos adecuadamente hacía nuestro desarrollo como personas. El sentimiento es y será algo bueno siempre y cuando nos lleve a vivir el amor de Dios, es decir, a vivir sus enseñanzas. Cuando se nos presenta un sentimiento negativo, debe prevalecer la fuerza de la razón y la fe porque si perdiéramos estos dos elementos podríamos tomar acciones que realmente serían peligrosas no solo para nosotros, el sentimiento necesita una dirección para no perderse y la dirección nos la proporciona la razón y la fe. Si reprimimos los sentimientos nos dañaremos y nos convertiremos en personas indiferentes a todo, lo cual no agrada a Dios, lo que él nos pide no es reprimir sino encausar adecuadamente nuestros sentimientos para que no nos dominen y nos hagan sufrir. Durante muchos siglos los sentimientos han sido motivo de represiones, se han visto como algo que no lleva a nada bueno, sin embargo, el cristianismo nos lleva a no reprimir los sentimientos sino a encausarlos teniendo especial entusiasmo en ir arreglando aquellos sentimientos contrarios a lo que nuestro Dios nos ha enseñado, dichos sentimientos negativos se irán eliminando conforme tengamos una relación de oración con Dios y conforme los vayamos controlando de tal forma que no hagamos el mal a los demás aunque el sentimiento resulte negativo.