editorial El «acuerdo» entre Grecia y la Eurozona Aunque este mismo año ya dedicamos un comentario editorial sobre la crisis griega 1, los últimos acontecimientos ocurridos durante el verano (corralito en junio, acuerdo en julio, dimisión de Alexis Tsipras en agosto, elecciones generales en el horizonte de septiembre) nos llevan a volver a esta cuestión con el deseo de ofrecer unas líneas de análisis y algunas pistas de propuesta. Mucho nos tememos, por otro lado, que seguiremos pendientes del país heleno y sus relaciones con la Unión Europea, porque el asunto dista mucho de estar resuelto o, ni siquiera, enfocado. El cambio de gobierno y las negociaciones Grecia-Eurozona En enero de 2015, Syriza (coalición electoral de partidos de izquierda) gana las elecciones legislativas griegas defendiendo un programa muy crítico a la actuación de las instituciones comunitarias. Tras su triunfo y la formación de un nuevo gobierno presidido por Alexis Tsipras y con Yanis Varoufakis como ministro de finanzas se retoman las negociaciones entre Grecia y las instituciones comunitarias para dar vía libre al último tramo del segundo rescate financiero. La situación financiera del gobierno griego, afectada negativamente por la incidencia de las elecciones en la recaudación fiscal, le impide prescindir de los préstamos comunitarios para afrontar los pagos pendientes. Cf. «Grecia: salir del atolladero, no salir del euro»: Razón y Fe, t. 271, n.º 1396 (febrero de 2015), 133-143. 1 Razón y Fe, 2015, t. 272, nº 1403, pp. 99-108, ISSN 0034-0235 99 editorial En los meses siguientes, las negociaciones avanzan lentamente con una discrepancia frontal entre el gobierno griego y las instituciones comunitarias. Éstas, en su papel de acreedores de Grecia, exigen el cumplimiento de los compromisos contraídos por los anteriores gobiernos griegos, es decir, las medidas de austeridad presupuestaria y la aplicación completa de las reformas estructurales y privatizaciones del patrimonio público griego. Por su parte, el gobierno griego pone de relieve el fracaso de los planes de rescate comunitarios y exige a las instituciones comunitarias el abandono de la política de austeridad, un calendario más inteligente de reformas estructurales y privatizaciones, así como la reestructuración de la ingente deuda pública griega, considerada impagable. Las negociaciones no trascurren en el mejor clima, salpicadas por cruces de declaraciones entre Varoufakis y algunos colegas del Eurogrupo, destacando, entre ellos, la figura de Wolfgang Schäuble, el ministro alemán de finanzas. A esta atmósfera de recelo y de desconfianza, debe añadírsele la cercanía del gobierno de Tsipras a Rusia con ocasión de proyectos energéticos. El plante de Grecia y la convocatoria del referéndum A pesar de todo, sin embargo, próxima ya la fecha límite del segundo rescate (30 de junio), tratando ambas partes de evitar el Grexit —la salida de Grecia del euro—, se da un tipo de acercamiento más pragmático que ideológico. Si el 25 de junio las instituciones comunitarias presentaban su «última propuesta» a Grecia, el 26 de junio, cuando todo parecía indicar que se iba a producir un acuerdo, surgía el plante de Grecia. Así, Tsipras suspendió las negociaciones y convocó un referéndum para el 5 de julio de forma que el pueblo griego fuese quien decidiese si aceptaban o no la última propuesta de los acreedores, declarando de paso que como partido político iba a votar un «no». De antemano, los motivos del plante no son transparentes. Por un lado, los argumentos del gobierno heleno versaban en las exigencias, de última hora, de los acreedores; exigencias humillantes para Grecia. Por otro lado, otras interpretaciones 100 Razón y Fe, 2015, t. 272, nº 1403, pp. 99-108, ISSN 0034-0235 El «acuerdo» entre Grecia y la Eurozona apuntan a que el plante de Tsipras buscaba recabar apoyo político en Grecia antes de firmar un acuerdo que chocaba frontalmente con el programa electoral con el que Syriza había ganado las elecciones. Tras el plante de Tsipras, el Presidente de la Comisión Europea se quejó de esta poca transparencia por parte de las autoridades griegas al no decir toda la verdad del asunto y, en consecuencia, manifestó su sentirse traicionado por Tsipras. Las medidas del BCE, el corralito y Grecia «en mora» Ante la ruptura de las negociaciones, el Banco Central Europeo (BCE) decidió no ampliar la línea de liquidez de emergencia (ELA, por sus siglas en inglés) a los bancos griegos. Dada la intensa fuga de depósitos que éstos venían sufriendo los últimos meses, la medida del BCE asfixió las entidades bancarias griegas. Ante la aceleración de la retirada de depósitos (muy intensa ya desde el mes de diciembre de 2014) y la fuga de capitales al exterior, el gobierno griego optó por el cierre temporal de los bancos griegos y de la Bolsa griega, la limitación de la retirada de depósitos bancarios (a 60 euros diarios por persona y entidad), así como el control de los movimientos de capitales al exterior (los pagos de residentes a no residentes). Tales decisiones agravaron aún más la recesión que venía dándose ya en la primera mitad de 2015. Mediáticamente, la prensa recogió una serie de declaraciones sobre la posible suspensión de pagos del Estado griego, la quiebra de los bancos griegos, la salida del euro de Grecia y la emisión de una moneda local. Sin embargo, Tsipras declaró que, por un lado, Grecia no saldría del euro por sus fatales consecuencias que tendría para la población helena y que, por otro lado, estaría dispuesto a litigar ante los Tribunales de la Unión Europea (UE) la salida del euro de Grecia. Por su parte, el 1 de julio, el Fondo Monetario Internacional (FMI) confirmaba que Grecia no había hecho frente a un vencimiento de 1.600 millones de euros y que, en consecuencia, se declaraba al país «en mora». Razón y Fe, 2015, t. 272, nº 1403, pp. 99-108, ISSN 0034-0235 101 editorial El resultado del referéndum y el «acuerdo» En un ambiente confuso en el que el «no» significaba cosas distintas para unos y otros (para los críticos con Tsipras, la salida de Grecia del euro; para Tsipras, el respaldo en su negociación con los acreedores), el 5 de julio triunfó el «no» a la denominada última propuesta de los acreedores, con el apoyo de más del 60% del electorado griego. Tras el resultado del referéndum, se reanudaron las negociaciones entre Grecia y los acreedores comunitarios en un clima de gran desconfianza que endureció su postura negociadora abriendo incluso la puerta de salida del euro a Grecia. El 9 de julio, Tsipras, ante la perspectiva inminente de Grexit, defendida por el ministro alemán Schäuble, claudicó y aceptó el compromiso con las instituciones comunitarias, mucho más duro que la propuesta inicial previa al referéndum celebrado. El acuerdo suponía aceptar el 100% de la propuesta comunitaria rechazada en el referéndum y algunas exigencias adicionales, tal vez humillantes pues implicaban una tutela a los helenos por parte de las autoridades comunitarias. Varoufakis, en radical desacuerdo con la claudicación de Tsipras, presentó su dimisión como ministro de finanzas griego. Tras la aprobación por parte del Parlamento griego del acuerdo, el BCE elevó el tope de la línea de liquidez de emergencia (ELA) a los bancos griegos y el Eurogrupo aprobó un crédito-puente (7.000 millones de euros) para que, mientras se negociase el detalle del Memorándum de Entendimiento del tercer rescate, «se pusiese al día» con el FMI e hiciese frente vencimientos de deuda pública en poder del BCE. El contenido del acuerdo Una vez delineada la cronología de sucesos, queremos destacar aunque sea sucintamente, los cinco puntos más relevantes del acuerdo logrado. En primer lugar, el acuerdo insiste en la austeridad presupuestaria, si bien algo suavizada respecto a la exigida en anteriores rescates, exigiendo superávits primarios 102 Razón y Fe, 2015, t. 272, nº 1403, pp. 99-108, ISSN 0034-0235 El «acuerdo» entre Grecia y la Eurozona (antes del pago de intereses de la deuda) crecientes (0,25% del PIB en 2015; 0,5% del PIB en 2016; 1,75% del PIB en 2017; y 3,5% del PIB en 2018). No obstante, no tiene demasiado en cuenta la recesión en la que ha vuelto a caer la economía griega en 2015 y sus consecuencias negativas en la recaudación fiscal. Por ello, el logro de tales superávits primarios parece dudoso, pues con una economía en recesión la recaudación fiscal caería y habría que reducir todavía más el gasto público griego, con nuevos efectos recesivos en la economía griega. El acuerdo ignora, por lo tanto, una enseñanza básica para la historia económica: sin crecimiento económico es muy poco probable que las finanzas públicas resuelvan sus problemas de déficit y endeudamiento. Un segundo punto del acuerdo señala la creación de un fondo de privatizaciones, en manos del gobierno griego pero bajo la tutela de las instituciones comunitarias. Éstas gestionarían todo el patrimonio público susceptible de ser privatizado hasta 2045, como empresas del Estado, infraestructuras públicas, activos inmobiliarios y recursos naturales, generando, así, 50.000 millones con un triple destino: el 50%, la recapitalización bancaria; el 25%, la financiación de inversiones productivas; y el 25%, la amortización de deuda pública. La estimación de los ingresos que se obtendrían por el fondo parece muy optimista, teniendo en cuenta que una venta masiva y apresurada del patrimonio público lo devaluaría por debajo de su valor potencial. En tercer lugar, el acuerdo fija un calendario muy estricto y acelerado de reformas estructurales (con una estrecha tutela a cargo de las instituciones). Tales reformas afectan a distintos ámbitos de la economía griega: el sistema de pensiones, el mercado laboral, los mercados de productos, las administraciones públicas, el sistema financiero, el sistema fiscal, etc. Un cuarto punto lo contiene una promesa de reestructuración de la deuda pública griega en otoño (reducción de intereses, alargamiento de vencimientos, descartando la quita), condicionada al cumplimiento de las condiciones impuestas. Razón y Fe, 2015, t. 272, nº 1403, pp. 99-108, ISSN 0034-0235 103 editorial Finalmente, el acuerdo alude a un plan de inversiones de 35.000 millones (en tres años), dinero que proviene de la fusión en la participación de Grecia en los diferentes fondos estructurales comunitarios ya presupuestados. Cabe decir, pues, que al acuerdo no contiene el ambicioso plan de inversiones (digamos, un plan Marshall) que impulse la demanda en Grecia y que afronte la mejora la competitividad del sistema productivo. La débil posición negociadora de Grecia Tanto en la cronología sucedida como en el acuerdo finalmente pactado muestran un dato muy significado: en las negociaciones entre Grecia y el Eurogrupo ha estado siempre presente el desigual poder negociador de Grecia y de las instituciones comunitarias, así como la amenaza de Grexit. La posición negociadora griega se ha ido debilitando por la intensa fuga de depósitos de los bancos griegos (estimada en la cuarta parte del total de depósitos durante el periodo negociador), fuga que ha dado lugar a una creciente dependencia de los bancos griegos a los préstamos del BCE. También el retorno de la recesión de la economía griega en 2015 y su efecto negativo en la recaudación fiscal han debilitado su poder negociador. De ello ha dado fe el necesario auxilio financiero comunitario y negado por los mercados financieros. De modo que, más allá de la dispar estrategia argumental utilizada, el resultado de las negociaciones ha estado muy condicionado por las urgencias financieras griegas. Así las cosas, más que de un acuerdo, cabría hablar de una imposición de condiciones al gobierno griego. El acuerdo no convence ni a unos ni a otros Aparte de duro y exigente, el acuerdo no convence ni a unos ni a otros. Por ejemplo, Tsipras nada más firmar el acuerdo manifiesta su escepticismo y a la vez su resignación para aceptarlo con el fin de evitar males mayores para la ciudadanía helena. Varoufakis lo considera inaceptable y contraproducente para la economía griega sin que ello evite una futura salida del euro. Sin embargo, 104 Razón y Fe, 2015, t. 272, nº 1403, pp. 99-108, ISSN 0034-0235 El «acuerdo» entre Grecia y la Eurozona de igual manera, no es satisfactoria para el ministro alemán Schäuble quien habría preferido la salida del euro por parte de Grecia —aspecto que no excluye en un futuro—. Al respecto, expertos de primera fila como Paul Krugman, Joseph Stiglitz o Charles Wyplosz, por citar sólo algunos, disienten del acuerdo porque impulsa una filosofía fallida de los anteriores planes de rescate. La lógica de los acreedores: frente a la deuda, austeridad y reformas Siendo Alemania la potencia dominante en la Eurozona, su tesis se ha impuesto en el resultado de las negociaciones: «frente a la deuda, austeridad y reformas». Según esta lógica, la economía nacional y las finanzas públicas de cualquier país no pueden gastar reiteradamente mucho más de lo que ingresan, porque ello conduce al endeudamiento insostenible, que paraliza e impide el crecimiento económico. Las finanzas públicas griegas se encuentran profundamente endeudadas, creándose una situación financiera insostenible. ¿Qué hacer? Grecia debe afrontar su grave endeudamiento mediante ajustes y recortes de gasto público, subida de impuestos, un conjunto de reformas modernizadoras y un programa de privatizaciones del patrimonio público griego. Las medidas de austeridad y las privatizaciones permiten obtener superávits presupuestarios con los que afrontar las consecuencias del endeudamiento (el pago de intereses y los vencimientos de la deuda), recuperando la confianza perdida de los mercados financieros. Además, siguiendo la lógica germana, detrás de los problemas griegos no sólo subsiste un patrón de gasto excesivo, sino también un problema de competitividad del sistema productivo. El valor de las exportaciones es muy inferior a lo que Grecia necesita importar. Ello es la otra cara del exceso de gasto de la economía griega y de su endeudamiento exterior. Para que la economía griega recupere su crecimiento es preciso un amplio conjunto de reformas estructurales modernizadoras del sistema económico y de las instituciones con las que ganar competitividad. Entre ellas Razón y Fe, 2015, t. 272, nº 1403, pp. 99-108, ISSN 0034-0235 105 editorial cabe destacar: a) la reforma laboral que ajuste los salarios a la evolución de la productividad; b) la reforma de los mercados de productos que incremente la competencia y evite comportamientos corporativos contrarios al interés general; c) la reforma del sistema de pensiones (edad de jubilación, cuantía de la pensión, etc.); d) la reforma de las instituciones que haga frente a la corrupción; e) la reforma de la administración pública que reduzca el excesivo número de funcionarios y los haga más eficientes; f) la mejora del registro de la propiedad y del sistema estadístico; g) la reforma fiscal que incremente la capacidad recaudatoria y reduzca el fraude fiscal, y h) la despolitización de la administración tributaria. Una lógica alternativa: sin crecimiento no se afronta la deuda Pero la aparentemente impecable lógica de las tesis alemanas no han dado buenos resultados en el conjunto de la Eurozona. La muy endeudada Grecia se encuentra atrapada en un complejo bucle donde interactúan las finanzas públicas, los bancos y la economía real, con un resultado final de ausencia de crecimiento, mucho paro y gran desigualdad social. Además, un círculo vicioso difícil de superar: la estimulación del crecimiento opera con ayuda externa y medidas excepcionales que estimulen la demanda agregada y reestructuren la deuda. Su enorme deuda impide el crecimiento y sin éste es casi imposible reducirla. El problema de la ingente deuda griega no puede resolverse sólo con medidas de austeridad presupuestaria, subidas de impuestos, privatizaciones y reformas estructurales. Estas medidas son necesarias, pero hay que graduarlas y aplicarlas de modo que no ahoguen la economía, no anulen el crecimiento económico y, en todo caso, deben ser acompañadas por medidas estimulantes de la demanda que eviten la recesión, el paro y el empobrecimiento. La excesiva austeridad exigida a Grecia la ha debilitado profundamente provocando una intensa caída del PIB, un aumento enorme del paro y de la desigualdad a la vez que la deuda pública griega ha aumentado. Además, las reformas estructurales programadas, aunque necesarias, requieren no sólo tiempo sino también una adecuada secuencia. 106 Razón y Fe, 2015, t. 272, nº 1403, pp. 99-108, ISSN 0034-0235 El «acuerdo» entre Grecia y la Eurozona En consecuencia, para recuperar el crecimiento, Grecia necesita otra austeridad presupuestaria, más inteligente. También precisa una aplicación más inteligente de las reformas estructurales priorizando aquéllas que tengan una mayor incidencia en el crecimiento a corto y medio plazo. Por ejemplo, es un error primar una reforma laboral que deprima salarios y facilite despidos, y, en cambio, no primar la reforma de los mercados de productos (el fomento de la competencia y la lucha contra los múltiples corporativismos griegos). Grecia necesita urgentemente una reestructuración de su impagable deuda pública que haga soportable (es decir, compatible con el crecimiento) la pesada carga financiera del endeudamiento. A ello debe añadírsele, la también urgencia necesaria de un amplio programa de estímulos al crecimiento que dinamicen la inversión productiva (tanto endógena como exógena) y la creación de empleo (al estilo del viejo plan Marshall de la posguerra europea). De igual manera, dicho programa —dada la situación financiera griega— debe contar con el apoyo exterior. ¿Una Grexit temporal? La penosa situación griega se ha ido agravando progresivamente en los últimos meses. Paralelamente, también han cambiado las potenciales consecuencias de una eventual salida del euro de Grecia. La insolidaria fuga de capitales al exterior, la brutal retirada de depósitos bancarios, el grave deterioro de las finanzas bancarias y la vuelta a la recesión, resultan efectos esperados y temidos de una eventual Grexit pero que, fácticamente, se han ido produciendo. De esta realidad, apuntamos dos sucesos: a) la simple expectativa de Grexit ya ha generado una parte notable de sus efectos negativos (puede hablarse de profecía autocumplida); b) los también temidos efectos-contagio sobre los países periféricos se han reducido desde el anuncio del BCE de «hacer lo que hiciese falta» para evitarlos. Por consiguiente, la confianza en la irreversibilidad de la adopción del euro ya casi nadie se la cree. De este modo, los efectos negativos futuros que provocaría una salida de Grecia Razón y Fe, 2015, t. 272, nº 1403, pp. 99-108, ISSN 0034-0235 107 editorial del euro no añadirían demasiado a la tragedia griega, ni a la desacreditada Eurozona. Establecido el control de capitales y limitada la retirada de depósitos, con bancos exhaustos por falta de liquidez y prácticamente quebrados, con el retorno de la recesión y con altísimas tasas de paro, pobreza y desigualdad, Grexit no añadiría mucho al daño ya sufrido por la maltrecha economía griega. Liberada del corsé que impone la pertenencia a la Eurozona, Grecia recuperaría autonomía para aplicar medidas monetarias y presupuestarias acordes con su situación. Sin olvidar las reformas estructurales ni la necesidad de ajustar sus finanzas públicas a largo plazo, Grecia podría recuperar su moneda con un tipo de cambio más ajustado a su débil coyuntura. Fuera de la Eurozona, de acuerdo con el FMI y con sus acreedores comunitarios, el Estado heleno podría obtener una reestructuración de su impagable deuda pública más ambiciosa que la que obtendría dentro de la Eurozona. A modo de colofón, con distintos discursos y argumentos se han alzado voces discrepantes del acuerdo de julio entre Grecia y el Eurogrupo. También con distintos discursos y argumentos se oyen voces que defienden que, hoy en día, lo menos malo para Grecia sería su salida de la Eurozona, al menos temporal; voces tan opuestas como la del ministro alemán Schäuble y la del griego Varoufakis, pero también las de expertos como Krugman o Stiglitz. Una cosa está clara, la tragedia griega no parece concluir con la firma de este somero acuerdo entre Grecia y la Eurozona ni mucho menos con el anunciado tercer rescate. El triste serial griego continúa. n 108 Razón y Fe, 2015, t. 272, nº 1403, pp. 99-108, ISSN 0034-0235