VIOLENCIA POLÍTICA Y SIMBÓLICA EN LAS INDIAS. Un ensayo sobre el abordaje del derecho indiano al encuentro de culturas. UNIVERSIDAD ACADEMIA HUMANISMO CRISTIANO. MAGISTER DE ANTROPOLOGIA PROFESOR Álvaro Bello ALUMNO Nicolás Junqueras Castro La llegada de los españoles a América es uno de los acontecimientos más relevantes del último tiempo, el nacimiento de la antropología americana, los viajes y descubrimientos vienen a transformar radicalmente el panorama y las identidades étnicas, con el conquistador arriban su afán de ganancias y de poder, con el clero sus variadas visiones de tratamiento a los aborígenes en las empresas de evangelización que comenzarán, el poder político se va estableciendo con diversas influencias de los pensamientos, las ideas predominantes son las medievales que se encontraban dominando la cuales se van modernizando, el encuentro con el nuevo mundo viene a producir nuevos cuestionamientos, nuevos discursos y la libertad de los indígenas y la igualdad de ellos ante Dios se disputan un lugar en las concepciones jurídicas para la dominación. En este ensayo pretendo describir como las filosofías que influencian al derecho indiano en la relación autoridad política o el naciente Estado, con el sometimiento de los indígenas, la situación del uso de la violencia y represión a sus derechos como patrón inicial, que siendo la génesis de estos vínculos viene a condicionar de manera inquebrantable las posteriores intenciones de acercamiento entre el Estado y los araucanos. Los Reyes de España tuvieron que justificar imperativamente su conquista en América ante el clero y los demás países Europeos, sobre todo si consideramos que el mandato que tenían los conquistadores era Real y por lo tanto en esos tiempos Divino. El tratado de Tordesillas firmado entre Portugal y España viene a formalizar estas intenciones. Las distintas denuncias que se realizaron en contra de los conquistadores por la violencia desplegada en contra de los indígenas provocaron muchos cuestionamientos a la legitimidad de la dominación Española en América, se buscaron razones para poder justificar la violencia en las campañas de sometimiento así nace la institución de la encomienda, un conjunto de leyes que regula la relación entre los aborígenes y los conquistadores. ¿Habrá sido suficiente esta legislación para poder controlar los excesos del colonizador, en razón de las grandes aberraciones a los indígenas? Lo que realmente estaba sucediendo en América toma por sorpresa a la legislación, las reales motivaciones para la conquista se encontraban en el oro, las tierras y la propagación de la religión, para lo que se realizaban enormes éxodos de indígenas a trabajar en las minas, en la tierra y una forzosa intervención cultural en su sistema de creencias, por lo que se modifican sus ritos, simbología y son obligados a aceptar el dogma de la iglesia católica. Fueron casi 100 años de prácticas de coerción, en la cual la monarquía no ejercía prácticamente ningún control verdadero en este territorio, la vulneración de derechos ínfimos o básicos fue tal que marcaría para siempre la correspondencia autoridad/indígena. “El siglo XVI fue un período de continuos ensayos administrativos y jurídicos, en los que se forjaron las instituciones coloniales. Éstas llegaron a su madurez en la década de 1570, cuando se implantaron de manera definitiva las instituciones sociales y administrativas básicas de la sociedad colonial en gran parte de América, como la Real Audiencia que se ocupó de velar por el cumplimiento del derecho indiano. En el caso chileno, la transición demoró un poco más, debido a la inestabilidad que generaba la guerra de Arauco”i. En un principio, esto es, en la introducción del Estado y sus potestades, se traslado el Estado Castellano al Estado de Indias, el dominio de la teología también había llegado a América y establecía al poder de Dios como supremo pilar filosófico. En este contexto, el origen y finalidad del dominio político español en América, tenía fuertes influencias del derecho medieval y las empresas realizaban sus cometidos en nombre de la religión y la corona. Esta es una de las fuentes principales de la violencia, y de la fuerza con se imponen las costumbres de los conquistadores, en nombre de Dios y del Rey. Los cuestionamientos y reflexión sobre los reales propósitos del Rey en América, vienen a modificar en parte importante las corrientes filosóficas de pensamiento reinante, y con ello las normas jurídicas, sociales y étnicas. Constantemente de aplicaban normas de Castilla, las cuales confrontaban y no encontraban motivos concretos en los territorios americanos. Podemos decir que con el tiempo se fue incorporando, según la práctica, las decisiones jurídicas que van saliendo de sus insularidades y se da un carácter más unitario e integral a la conquista Española, saliendo lentamente del vicio ensayo y error. “El poder de repartir tierras, conferido en 1497 a Cristóbal Colón, ha sido transmitido a los posteriores Gobernadores de la Española, y figura luego en las diversas capitulaciones. El derecho a encomendar indios, que se practicaba desde la época de Colón y Bobadilla, es sancionado por los Reyes en 1503; pero, desde 1511, y particularmente desde las leyes de 1512-13, Fernando el Católico lo reserva como una regalía, prohibiendo que lo use Diego Colón; en su nombre proceden a encomendar los Jueces Repartidores enviados en 1514; en Cuba recibe dicho título el mismo teniente de Gobernador, Diego de Velázquez. Pero esta reserva se refiere solamente al distrito jurisdiccional de los Colón; Pedrarias Dàvila lleva el poder de encomendar en 1513”.ii Con todo, la institución de la encomienda, debido a la entrega indefinida en el tiempo de los aborígenes, fomentó el establecimiento del español en estas tierras, dando comienzo a la conformación de la sociedad criolla. Una de las características más relevantes en las empresas conquistadoras y que provocó que los incentivos fueran el castigar con la mayor severidad a los indígenas, fue que la Corona española no financió estas campañas coloniales, por lo que el autofinanciamiento de los colonialistas y su tributación a la monarquía, de alguna manera impulsaba a los españoles a darse sus propias reglas de esclavitud y evangelización con los aborígenes. Rigió así la iniciativa privada en las conquistas y el principio patrimonial y colonial en la retribución de las justicias. Sin la pretensión de fundamentar algún atisbo de benevolencia en la conquista y colonia, se puede corroborar que sí se produce un cambio relevante en las concepciones filosóficas, y consecuentemente en su aplicación jurídica en las instituciones de derecho indiano, para socorro de las relaciones entre indígena/español, además de la aparición incipiente de un Estado que comienza la búsqueda del bienestar. “La protección de los indios era el objetivo primero de la Audiencia: el fiscal debía pedir en su defensa todas las veces en que lo necesitaren, lo mismo debía acudir a favor de la Real Hacienda y del bien común”.iii Asimismo, el Virrey desplegaba variadas funciones que involucraban a los naturales de América, entre ellas se pueden nombrar la doctrina y conversión de los indígenas, información en referencia a la encomienda perpetua que se estaba proyectando, cambios de tributos de aborígenes a dinero, establecer corregidores en los pueblos indígenas, construir caminos y puentes para el transporte de los “indios”, fijar la tasa de tributos y excluir de los servicios personales de encomienda que se fueran concediendo, procurar la elección de los alcaldes nativos para defensa de los pueblos originarios, sobretodo se les encarga el cumplimiento de las “Nuevas leyes sobre tratamiento de los indios” que es el hecho que marca un primer paso a la regulación de la violencia, la esclavitud y los atropellos contra los araucanos. Citaremos ahora como se realiza el requerimiento de obediencia a los indígenas, contextualizando así el predominio de la teología en la filosofía y su aplicación práctica en el derecho indiano; “todas las expediciones llegadas a nuevas tierras debían leer a los indios el Requerimiento, en que se exponía la donación pontificia y sus fundamentos, de acuerdo con la doctrina güelfa del dominio universal del Papado, y, en seguida, se les hacia un llamado a la obediencia, pidiéndoles que deliberaran y acordaran someterse como era justo. Se les prometía la conservación de su estatuto de libertad, y la concesión de mercedes si así lo hacían; pero si resistían al justo titulo real, debía hacérseles la guerra, cayendo los prisioneros bajo esclavitud, conforme al Derecho de Gentes medieval, que condenaba a esa pena a los infieles que hacían la guerra a los cristianos”iv. El desconocimiento de las civilizaciones existentes en América, su cultura, y si además tomamos en consideración la incertidumbre del encuentro y el descubrimiento de nuevas formas de vida, fueron todos factores que produjeron temor tanto en los españoles como en los nativos americanos; con el propósito del derecho medieval en las expediciones armadas y el fundamento de que los “indios” deberían subyugarse al Rey del España, la violencia fue el camino más bárbaro, sencillo, “eficaz”, y a la mano para conciliar el encuentro de estos dos mundos. Desde el primer día en que se descubrió América se establecieron relaciones de intercambio con los nativos, y se tuvo la sensación de que la conversión de los aborígenes al cristianismo seria pacifica. Si bien en la diversidad de los pueblos americanos se encontraban indígenas bondadosos viviendo en un entorno natural paradisiaco, se revive una tradición que habla de una raza humana libre del pecado original, esto da inicio al mito del “buen salvaje”. Sin embargo, con el avance en los viajes de Colon, la percepción tanto de él como de los conquistadores comienza a transformarse, el reflejo de la imagen de los “indios” difundida en Europa también, el ímpetu de la conquista también forma una mayor resistencia de la población aborigen que resultaba muy difícil de dominar, y más aun en la colonia cuando las rebeliones eran permanentes. El mítico juicio hacia el “buen salvaje” muta hacia un retrato negativo, considerando que algunas prácticas de canibalismo y sexualidad eran condenadas desde la cultura Occidental Europea, la alteridades se atenúan en la visión de los “indios” como “gente muy mansa y muy temerosa, desnuda como dicho tengo, sin armas y sin ley” decía Colón, “los indios eran considerados seres humanos inválidos que solo podían tener lugar en la sumisión política y cultural”v. La lucha de concepciones jurídicas alrededor de este problema se desarrolla completamente a lo largo de la guerra de Arauco, que se extendió desde 1546 hasta fines del siglo XVII. Es por esta razón que podemos otorgar un mayor valor al caso de los araucanos, ya que constantemente se confrontan el principio del tratamiento riguroso de los indígenas, conforme al derecho estricto, con el principio equitativo que privilegia su libertad y una mayor integridad. Sin embargo, como veremos los reales inconvenientes de la ejecución de un derecho indígena más justo se encontrarían en la naturaleza de la conquista; “La juridicidad definida por el Estado y por la doctrina teológica, encuentra resistencia en el sentimiento del mérito ganado en la guerra. De allí los graves problemas colectivos de conciencia que se plantean en algunos momentos por las predicaciones, las exigencias de daños y tributos mal llevados, las negativas de absolución sacramental a los conquistadores, las peticiones de obtener bulas o indulgencias para purificarse de las faltas que los concilios americanos imputaban a los vecinos; pero también las alegaciones y representaciones de estos ante el Consejo, el encargo a algunos letrados para que escribieses obras en defensa de los justos títulos y de la servidumbre natural de los indios, etc.”vi Incluso con la aplicación de la recopilación de las leyes de indias, que tendió privilegiar una concepción más equitativa sobre el dominio de los pueblos originarios, se hallaron brutales violaciones a los derechos más básicos de los aborígenes, debido a que estas leyes están delegadas en los mismos conquistadores, ni los eclesiásticos ni el sistema de administración de justicia indiano pudieron poner freno a la intimidación provocaba el español. Es así como la disparidad de criterio, en las empresas conquistadoras tanto de guerreros como de eclesiásticos, fue el imperativo, debido a que dependía más bien de los objetivos de la campaña, de la moralidad individual de sacerdotes e hidalgos incluso de su animosidad, así el indígena siempre se encontró en distintas situaciones, relegadas al albedrio y discrecionalidad del español, sin un criterio uniforme relegadas a las salvajes leyes de la guerra. Sin embargo, la dinámica filosófica, que desencadena el descubrimiento de América, las nuevas relaciones interculturales, las concepciones sobre la violencia y la esclavitud, se ven enormemente modificadas produciendo esfuerzos jurídicos a favor de los araucanos y demás aborígenes. “La legislación indiana no consideraba injusta en general la esclavitud, pues ella existía en el Derecho Común: pero si se la consideraba injusta en el caso de los indios, cuya debilidad hacía imposible separar en la realidad la esclavitud justa de la injusta. Entre el peligro de violar la propiedad de los dueños y el de hacer perder la libertad a indígenas que gozaban de tal condición, la equidad imponía la solución favorable a la libertad. Donde no existía esa misma situación, como en el caso de los negros, la esclavitud fue generalmente aceptada: los problemas que también a este respecto empiezan a plantear algunos teólogos no llegaron a afectar al Derecho. Aquí se marca la gran distancia entre el jusnaturalismo escolástico del siglo XVI y el racionalista del XVIII. El primero tendía a la igualdad y a la libertad, operando con las categorías del Derecho Común, el segundo partía de una igualdad y una libertad abstractamente construida, independientemente de todo nexo con el Derecho Romano”.vii Sin restar la relevancia que tuvo el establecimiento de las colonias para un dominio económico, lograr los dividendos para la Corona de España, y el constante intercambio de mercancías; son las corrientes filosóficas las que más importancia y predominio han desarrollado y han determinado el rol de lo público como autoridad en su mediación étnica, desde la Corona, pasando por la incipiente República, y hasta el actual Estado Nacional. ¿Es la violencia uno de los patrones, que por ser el inicial, ha condicionado el comportamiento tanto estatal como indígena en la historia nacional? Nos hemos referido a la violencia en sus aspectos relacionados con las instituciones políticas y como se ha ejecutado a través de la potestad de ejercicio de aplicación de normas su efecto más práctico. Si bien esto es central, no es menos importante nombrar la guerra simbólica en la que América y Europa combaten, y que como circunstancia inicial de un encuentro viene a establecer características determinantes para los vínculos entre el mapuche, los españoles y la sociedad criolla. Como la alteridad es un estado permanente, las comunicaciones muchas veces eran por señas, como la palabra y la escritura, las imágenes tomaron un protagonismo para difundir los mensajes ya que eran el vehículo para transmitir todas las vivencias y poderes, así en la cosmovisión del español las imágenes no tardaron en encontrar una utilidad como instrumento de dominación y aculturación. Se llevaban planes concretos por parte de los españoles en los cuales aniquilaban (en principio) y sustituían los ídolos de los indígenas por imágenes cristianas. viii“Trueque, regateo, compensación, sustituciones, intercambios, reinterpretaciones: la circulación de objetos jugó con las identidades, los valores y los sentidos. A la larga, nadie salió indemne de esta aceleración de la historia, precipitada por la conquista de América y practicada hoy a escala mundial. “Ídolos” e imágenes se hallaban en el meollo de una operación de negación y de redistribución de lo divino en que se asomaba ya, en el trasfondo de la occidentalización, la sombra de la secularización”. De tal magnitud y complejidad fueron los primeros encuentros entre los españoles y los indígenas que vinieron a condicionar para siempre las ideas y acciones, tanto del poder político, como de las rebeliones sociales indígenas, desde allí en adelante. Los errados juicios, la simplificación de los problemas, el permanente estado de guerra con la Araucanía y las motivaciones de la conquista, con el celo territorial mapuche confrontan y se disputan diversidad de derechos que ninguna institución puede hacer valer sin que no esté la violencia de por medio. Sabido es el hecho del permanente estado militar de la Capitanía General de Chile, la pacificación de la Araucanía, el surgimiento de las demandas Latinoamericanas e internacionales en relación a la cuestión indígena, el permanente estado de alerta en los conflictos mapuche en el sur de Chile. Considerando la multitud de factores que implicado una suerte de creaciones e inventos en referencia a los ensayos de la Corona Española en América, la autoridad criolla y colonialista y los posteriores programas de gobiernos, no se ha tomado en consideración la cultura para el desarrollo de las sociedades originarias; el desconocimiento territorial, las malas gestiones en agricultura y ganadería, el recién citado problema de la sustitución iconográfica de la religión mapuche, son todas vertientes claves para el diseño de políticas públicas más adecuadas. Con todo, resoluciones y decisiones informadas y comunicadas, son iniciativas que permitirán establecer formas de diálogos más abiertos, claras y con una fuerte participación cultural. Este uno de los caminos a tomar si es que intentamos revertir la violencia con la que ha venido funcionando la acción pública en el histórico conflicto mapuche. “No cabe duda que las relaciones entre sociedad mapuche y el Estado han sido y son de una enorme complejidad. Frente a la demanda mapuche el Estado ha actuado más con la represión que con una actitud de diálogo, a pesar de los falsos diálogos que cada Gobierno inaugura con mucha pompa. Una enorme reguera de presos y tres jóvenes mapuche muertos ha sido el resultado de esta ausencia de sensibilidad política y del intento de manejar la situación exclusivamente con la policía., la acusacion de terrorismo, y por tanto el menosprecio. Es un mal balance –desde este fundamental punto de vista- el que se puede hacer de este periodo”ix. También se espera un aporte del derecho internacional, el que quizás pueda revisar el derecho indiano y combatir los atisbos de violencia política, social, racial y simbólica. Al igual que en la Colonia, los tiempos que ha tomado la ejecución de los convenios internacionales, han sido largos, sin embargo se ha ido judicialización el conflicto indígena en general y el mapuche en particular. Así entramos en una nueva etapa en que los movimientos indígenas deben ser integrados por los Estados desde una política pública diseños con y para los pueblos originarios. i Página web http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-598.html. Góngora Mario, “El Estado en el derecho Indiano”, Instituto de investigaciones histórico-culturales, Universidad de Chile, 1951.Pág. 48 iii Ob. Cit. Pág. 60 iv Ob. Cit. Pág. 93 v Krotz, Esteban. “La otredad cultural entre utopía y ciencia” un estudio sobre el origen, el desarrollo y la reorientación de la Antropología. Fondo de Cultura Económica México.2002. Pág. 193. vi Ob. Cit. Pág. 98 vii Ob. Cit. Pág. 104 viii Gruzinski, Serge. “La guerra de las imágenes”, Fondo de Cultura Económica México. 1994. Pág. 52. ix Bengoa, José. Caniguan, Natalia. Durán, Daniela. Alliende, María de los Ángeles. Gervain, Maud. Villarroel, Francisca. Rojas, Luis Emilio. Araos, Isabel. Gajardo, Paloma. “Mapuche” procesos, políticas y culturas en el Chile del Bicentenario. Colección Identidades. Pág. 20. ii