La carestía de los alimentos: crisis y oportunidades Sheila Sisulu Directora Ejecutiva Adjunta del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA) Traducción de Carlos Guevara Mann Sabemos que la desnutrición puede causar daños mentales y físicos irreversibles en las niñas y niños desde su nacimiento hasta la edad de tres años. También sabemos que estos daños tienen un impacto profundo en la vida productiva de las niñas y niños y limitan sus aportes a la sociedad. El año pasado, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la CEPAL publicaron un estudio de seis países centroamericanos y la República Dominicana que demostró que el costo promedio de la desnutrición infantil equivale a más del 6 por ciento del producto interno bruto (PIB). La actual crisis alimentaria tiene potencial para incrementar significativamente ese porcentaje. Simultáneamente, hemos sido testigos de la inestabilidad social causada por el alza en los precios de los alimentos. Haití recientemente se sumó a la lista de países donde se han producido violentas protestas como resultado de la carestía de los productos de consumo básico. No se requiere demasiado discernimiento para concluir que, en el futuro, pueden ocurrir disturbios semejantes, lo que a su vez podría tener graves consecuencias económicas y políticas y pérdidas innecesarias de vidas. Nuestro desafío hoy es identificar los medios más idóneos para proteger a las poblaciones pobres con hambre y asegurar que se destinen recursos necesarios a esa tarea. Con esto quiero destacar que la manera usual de operar no será ya suficiente. La comunidad internacional tendrá que asumir un papel crítico en el suministro de recursos financieros a los organismos de la cooperación internacional, como el PMA, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el Fondo de las 31 Sheila Sisulu La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha estimado que los niveles actuales de precios podrían empujar a unas diez millones de personas a la pobreza extrema o indigencia. Al mismo tiempo, podríamos esperar aumentos equivalentes en los niveles de morbilidad, como resultado del debilitamiento físico de las poblaciones pobres a causa del hambre. Sin cuidados especiales, podríamos presenciar un aumento en el número de muertes relacionadas con el hambre, particularmente en la niñez. Adicionalmente, otros diez millones podrían caer en situaciones de hambre y desnutrición, como resultado de cualquier alza futura en los precios de los alimentos. En resumen, la crisis alimentaria no sólo amenaza con generar condiciones catastróficas para millones de personas, sino también con anular los importantes adelantos logrados a través de los programas de desarrollo. Directora Ejecutiva Adjunta del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA) Nos hemos reunido aquí en un momento crítico. El mundo se encuentra en las fases iniciales de una crisis alimentaria mundial que pone en riesgo el bienestar de decenas de millones de las personas más vulnerables del planeta. Lo cierto es que las instituciones internacionales de la postguerra nunca han enfrentado una crisis humanitaria alimentaria similar, en magnitud, complejidad y alcance geográfico. En menos de dos años, los precios internacionales de los alimentos han aumentado, en promedio, en un 83 por ciento. Según los indicios que poseemos, dichos precios no sólo podrían seguir incrementando, sino además permanecer altos durante muchos años. Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Los países de la región, a su vez, tendrán que implementar acciones enérgicas y sin precedentes. Si hemos de evitar una tragedia sin sentido, nuevas prioridades programáticas y presupuestarias tendrán que ser adoptadas. Los Gobiernos tendrán que tomar difíciles decisiones que implicarán otorgar menor importancia a proyectos redituables desde una óptica política y conceder prioridad al alivio de la crisis alimentaria y nutricional que gradualmente avanza en la región. Si los Gobiernos no actúan de manera convincente frente al alza en los precios de los alimentos en las fases iniciales de esta crisis, podrían verse inhabilitados para responder a las consecuencias que se desencadenarán en etapas posteriores. Para contribuir a nuestro plan de trabajo actual, el PMA ha solicitado aportes adicionales de los Gobiernos donantes por la suma de 756 millones de dólares. Estos 756 millones de dólares adicionales nos permitirían cerrar la brecha entre el costo original estimado de nuestras operaciones para alimentar a setenta millones de personas y el costo actual. Esta suma no toma en cuenta las necesidades de poblaciones adicionales que necesitarán ayuda como resultado de nuevas emergencias o porque los altos precios de los alimentos les impiden acceder a un consumo calórico mínimo. En estos momentos estamos evaluando las necesidades adicionales y examinando, con nuestros aliados y asociados, planes para proveer respuestas más amplias. Como es sabido, el Presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, ha convocado a la implementación de un nuevo Plan Marshall y una respuesta coordinada de las instituciones de Bretton Woods y agencias clave del Sistema de Naciones Unidas. Debemos reaccionar a esta gran escala si queremos tener éxito en nuestras gestiones para erradicar el hambre. En adición al alza en los precios de los productos básicos, América Latina y el Caribe enfrentan la posibilidad de un aumento en el número de situaciones de emergencia causadas por desastres naturales. La más reciente temporada de huracanes tuvo mayor duración que las anteriores y fue particularmente severa. La temporada inició con dos tormentas excepcionales, de categoría 5 y un gran número de eventos adicionales a lo largo del período. Además de graves daños a los cultivos y la actividad agrícola, estos fenómenos acentúan la inseguridad alimentaria y la vulnerabilidad de más y más personas— especialmente mujeres, niñas y niños—y amenazan con revertir los logros de la región en materia de desarrollo. De acuerdo con un pronóstico de la Universidad del Estado de Colorado (Colorado State University), habrá en la región por lo menos ocho huracanes en 2008, cuatro de ellos de categoría 5. En el PMA, lo mismo que en otras agencias de las Naciones Unidas, nuestra principal preocupación es el impacto de la crisis alimentaria en el deterioro de las condiciones nutricionales de niñas, niños, mujeres embarazadas y madres lactantes. En tanto que los Gobiernos de América Latina y el Caribe ejecuten acciones inmediatas para atender los efectos de la actual crisis, esta situación brinda una 32 oportunidad para fortalecer las redes de seguridad social, las intervenciones nutricionales y de salud materno-infantiles y los programas de alimentación escolar que priorizan el bienestar nutricional de grupos vulnerables y renuevan el compromiso y la determinación de la región de erradicar la desnutrición infantil. De acuerdo con la FAO, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) y el Banco Mundial, los precios de los alimentos permanecerán altos en 2008 y 2009. Es más, es probable que hasta por lo menos el 2015 los precios de la mayoría de los cultivos comestibles se sitúen por encima de los niveles alcanzados en 2004. Debemos asegurar que frente a esta crisis, los adelantos logrados en la región, en lo que respecta a la reducción de la desnutrición infantil, sean salvaguardados y que los grupos vulnerables reciban protección adicional contra estas dificultades. El Instituto Internacional de Investigación de Políticas Alimentarias (International Food Policy Research Institute, IFPRI) ha hecho un llamado a la implementación de medidas “comprensivas de protección social e iniciativas alimentarias y nutricionales para responder a las necesidades de los pobres a corto y mediano plazo”, lo mismo que a la ejecución de políticas agrícolas y comerciales a largo plazo para enfrentar el desafío. Entre tanto, el Banco Mundial ha determinado que debe dársele alta prioridad a la aplicación de políticas que eviten los impactos nutricionales negativos que la carestía de los alimentos producirá en los ingresos reales de las familias más pobres. A su vez, este desenlace podría afectar la efectividad de los programas de alimentación complementaria y reducir el acceso a la salud y las medicinas, lo que agravaría las condiciones nutricionales de algunos sectores. Todas y todos los que en mayo de 2008 asistimos a la Conferencia Regional Ministerial de Santiago de Chile tenemos una función muy importante que desempeñar hacia el logro de la misión que tenemos por delante. Pido a cada participante que persuada a su Gobierno acerca de la necesidad de adoptar una conducta activa a nivel internacional. Necesitaremos su apoyo, especialmente en la esfera diplomática. Es necesario desplegar esfuerzos intensos para convencer a los países donantes acerca de la importancia de involucrarse plenamente en esta lucha lo más pronto posible. Debe quedar muy claro que éste no es un asunto fugaz o momentáneo. Mientras los precios permanezcan exageradamente altos, se necesitará apoyo financiero sostenible. Los Gobiernos también tendrán que adoptar una conducta activa a nivel nacional. Esta es una región rica en experiencias en el combate a la desnutrición infantil. Muchos de sus países ya han implementado políticas y programas sólidos que han puesto redes efectivas y bien focalizadas de seguridad social al alcance de poblaciones vulnerables. La situación mundial actual destaca la importancia y relevancia de estas redes. Esta es una región rica en experiencias en el combate a la desnutrición infantil. Muchos de sus países ya han implementado políticas y programas sólidos que han puesto redes efectivas y bien focalizadas de seguridad social al alcance de poblaciones vulnerables. Durante la Conferencia Regional Ministerial se nos presentó el reto de desarrollar un inventario de experiencias y mejores prácticas derivadas de programas de nutrición infantil implementados hasta la fecha; establecer una red de instituciones y gestores responsables de la implementación de programas contra la desnutrición infantil en la región; identificar áreas de Cooperación Sur-Sur y colaboración triangular en apoyo de programas nacionales para erradicar la desnutrición infantil; y adoptar un mecanismo para facilitar la transferencia de conocimientos, experiencias y mejores prácticas. El PMA está preparado para trabajar con los concurrentes a la Conferencia Regional Ministerial de Santiago de Chile. Nuestra Iniciativa Regional “Hacia la Erradicación de la Desnutrición Infantil en América Latina y el Caribe” ha recibido apoyo político al más alto nivel, promovido intercambios técnicos a nivel regional y nacional y convocado a ejecutores de políticas y programas en eventos como éste. otras partes interesadas, diseñado una plataforma de administración del conocimiento y creación de redes para promover la Cooperación Sur-Sur y la colaboración triangular en respaldo de políticas nutricionales y programas basados en alimentos. Entre otras tareas, podemos ayudar a diseñar mecanismos mejorados de respuesta a emergencias. Podemos también aprovechar esta crisis para dar seguimiento efectivo a la implementación de la Iniciativa Regional “Hacia la Erradicación de la Desnutrición Infantil en América Latina y el Caribe”. Abrigo la esperanza de que esta Conferencia conducirá al desarrollo de un plan de acción de rápida implementación en este momento urgente, en que no podemos postergar el combate al hambre. También hemos desarrollado metodologías y herramientas para apoyar a los Gobiernos en la erradicación de la desnutrición infantil, tales como los Estudios del Costo del Hambre y el Atlas del Hambre y la Desnutrición; suministrado apoyo técnico para combatir insuficiencias de vitaminas y minerales; y, en conjunto con gobiernos y 33 34