Los dos imperios estaban muy ocupados, como así también el resto

Anuncio
El peronismo
Rubén Calligo
El Estado Interventor
A partir de 1930 afloraron en América Latina dictaduras militares que tarde o temprano
condujeron, por ruptura o continuidad, a la creación de alianzas “populistas”
multiclasistas caracterizadas por el surgimiento de una elite industrial y la vitalización
de los movimientos obreros. Así encontramos el ejemplo de Getulio Vargas en Brasil a
finales de la década del 30; Lázaro Cárdenas, en México y Juan Domingo Perón, en
Argentina a partir de 1945.
Del mismo modo en que la crisis del 29 en los Estados Unidos marcó el camino para el
comienzo de la Década Infame en nuestro país, la coyuntura internacional abierta por la
Segunda Guerra Mundial influyó sobradamente en el ascenso político de la clase obrera
y la consolidación del Estado Interventor-Benefactor.
Ya desde la finalización de la Primera Guerra, se venía desarrollando un proceso de
industrialización por sustitución de importaciones (ISI) que buscaba alentar la
producción de manufacturas nacionales. Con la Segunda Guerra, los dos grandes
imperios (Inglaterra y Estados Unidos) al igual que otros países centrales, disminuyeron
sus exportaciones y fue ese el impulso final que en la Argentina permitió pasar de un
modelo agroexportador a uno de industrialización; aunque sin dejar de comerciar con
Gran bretaña productos como la carne y los cereales. Por supuesto que con una gran
caída en los precios y en el volumen.
Otra medida para fortalecer el mercado interno fue la aplicación de barreras arancelarias
y los altos precios para los productos importados.
El ascenso de la clase obrera
El acceso del peronismo al poder comienza con el golpe militar de 1943, comandado
por el GOU (Grupo de Oficiales Unidos) contra el presidente Castillo. A partir de ese
momento, desde la novísima Secretaría de Trabajo y Previsión Social, Perón puso en
práctica sus políticas apuntadas a mejorar la calidad de vida de los trabajadores y a
acrecentar su participación pública a través de la figura del sindicato. Ahora, los obreros
podrían negociar convenios con los patrones y con el estado, o elevar sus protestas
frente a las políticas gubernamentales.
La popularidad de Perón pronto se encontró en claro ascenso y afianzando cada vez más
su relación con las organizaciones obreras. Es por esto que, imbuido por diversas
presiones desde el Departamento de Estado, una parte del ejército depuso a Perón de su
cargo y lo recluyó en la Isla Martín García.
A partir de este hecho, aquellos que habían encontrado en el coronel un líder detrás del
cual encausarse, se organizaron y el 17 de octubre de 1945 colmaron la Plaza de Mayo
exigiendo la liberación del caudillo. En efecto, Perón fue puesto en libertad y el
gobierno convocó a elecciones para febrero de 1946. Finalmente la fórmula PerónQuijano se impuso con el 51 por ciento de los votos, a la Unión Democrática, una
híbrida coalición entre radicales, demócratas progresistas, socialistas, comunistas y
conservadores, apoyados por el embajador norteamericano Spruille Braden.
Braden había llegado a Buenos Aires en mayo de 1945 con la idea fija de que había sido
elegido por la providencia para derrocar el régimen de Farrell y Perón. Estados Unidos
veía a la Argentina como un refugio para los criminales nazis fugados de Europa y el
gobierno local había hecho esfuerzos para evitar investigaciones a empresas vinculadas
a las potencias del Eje. Lo que más enojó a los norteamericanos fue que la Argentina
declaró la guerra a Alemania sólo 37 días antes de la capitulación de Berlín, cuando ya
la victoria aliada era irreversible.
Durante todo su primer mandato (1946-1952), Perón contó con el apoyo de dos
instituciones conservadoras fundamentales, que hasta ese momento conformaban la
esencia de la identidad nacional: el ejército y la iglesia. Sin embargo, estas adhesiones
no le prohibieron convertirse en una figura populista o carismática (esto puede notarse
en las recurrentes manifestaciones en Plaza de Mayo, donde el líder entraba en contacto
directo con el pueblo). Para muchos analistas cercanos al movimiento, Perón le
devolvió a los trabajadores la dignidad que desde siempre les habían negado; era el líder
por el cual ellos pasaron de ser hombres a ser ciudadanos de hecho y derecho.
En contrapartida, hay quienes afirman que el gobierno peronista tuvo muy poco de
republicano y de pluralista, porque pasó por encima al Congreso y a los partidos
políticos, removió jueces de su cargo arreglando las cuestiones de Estado directamente
con los distintos sectores de la sociedad (Iglesia, empresariado, sindicatos, Fuerzas
Armadas) y fundiendo las estructuras estatales con las partidarias. Sumado a esto y a
medida que transcurrió el tiempo, alguno aseguran que se ejerció un poder cada vez más
autoritario, represivo e intolerante bajo la forma del estado-partido: asesinatos de
opositores, violencia policial, torturas.
Los cambios socioeconómicos
Durante este período se logró una mayor autonomía de los países desarrollados; además,
la clase obrera llegó a absorver el 50 por ciento del ingreso nacional, un record
histórico.
Para continuar con la política de intervención, se nacionalizaron sectores clave de la
economía casi sin endeudamiento externo (el Banco Central y los ferrocarriles pasaron a
manos del Estado, se repatrió la deuda externa, se creó la empresa estatal del Gas y se
construyó el gasoducto Buenos Aires-Comodoro Rivadavia, se compró la Unión
Telefónica, se impulsó la siderurgia nacional, se creó el IAPI (instituto Argentino de
Promoción e Intercambio) a través del cual el Estado tomó control de la
comercialización de las cosechas, entre otras medidas.
En este sentido, fue fundamental la reforma de ciertas leyes. Por ejemplo, el artículo 40
de la Constitución Nacional de 1949 (conocida como la Constitución peronista) donde
se deja sentado que “...los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de
carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los
vegetales, son propiedades imprescriptibles e inalienables de la Nación (...) Los
servicios públicos pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán
ser enajenados o concedidos para su explotación”.
Por otra parte, la composición de los actores sociales cambió profundamente durante
este período: no sólo fue creciendo la organización y el número de la clase obrera, sino
que la industrialización trajo aparejada la consolidación de una clase que sería otro de
los pilares de la economía junto al Estado y los trabajadores: la burguesía industrial, el
capitalismo empresarial.
A su vez, se generaron nuevos espacios de sociabilidad alentados por el Estado. Por
ejemplo, la vida comenzó a desarrollarse en torno al trabajo. Ser obrero empezó a tener
sus beneficios reales: una obra social, un sindicato en que apoyarse y que contaba con
campings o instalaciones de veraneo, vacaciones pagas, un equipo de fútbol, facilidades
de vivienda y muchas otras cuestiones que pueden parecer nimias; y sin embargo,
tuvieron un peso enorme en la experiencia cotidiana de los hombres y mujeres en este
contexto.
La industrialización precisó mayor mano de obra, por lo que en esta época, se registró
un importante éxodo desde el campo hacia la ciudad (tal vez pueda establecerse una
relación entre estas migraciones y algunos tangos de época, por ejemplo en “Adiós,
Pampa mía”, escrita en 1945 por Ivo Pelay y musicalizada por Francisco Canaro y
Mariano Mores...“¡Adiós, Pampa Mía!...Me voy...Me voy a tierras extrañas”). A raíz de
este fenómeno, se renovaron viejos prejuicios dicotómicos que eran sostenidos por
buena parte de la elite intelectual: civilización/barbarie, campo/ciudad.
La importancia de la mujer
Durante esta etapa histórica, se produjo de forma gradual, la incorporación de la mujer a
la esfera pública. Durante el siglo XX, las mujeres en el mundo fueron cobrando mayor
participación como actores sociales, desempeñandose en diversas tareas y profesiones:
maestras, médicas, actrices, abogadas. Pero en América Latina, este proceso fue más
lento que en otros lugares, por ejemplo, en Argentina el sufragio universal femenino fue
recién reconocido en 1947.
Esta conquista es indisociable del rol jugado por Eva Duarte, la muchachita de orígenes
humildes nacida en un pequeño pueblo del interior bonaerense, que en cierta medida,
recreó la historia de la cenicienta y fue fuente de orgullo para muchísimas mujeres.
Eva fue tan importante para el peronismo que pronto se convirtió en el foco del odio de
los opositores. De alguna manera, era el nexo más concreto entre el pueblo y el
gobierno.
A través de sus funciones en la Obra Social, asistió a los que en aquel momento más
necesitaban del abrigo estatal. La muerte temprana la alcanzó en 1952 y es claro que
este suceso debilitó la capacidad combativa del gobierno, su fuerte impronta social, su
faceta más asociada a la izquierda.
Por aquellos tiempos en que la mujer estaba socialmente constreñida a la vida privada,
al ámbito familiar, a la atención del marido y los hijos, el Partido Peronista Femenino
empezó a tener incidencia en la política y muchas mujeres obreras llegaron a ser
delegadas sindicales.
El intelectualismo
Los recurrentes conflictos bélicos durante las primeras décadas del siglo XX
obstaculizaron el tráfico de literatura entre los países europeos que resultaban más
atractivos (Francia e Inglaterra principalmente) y los países curiosos del tercer mundo
como la Argentina. Esta merma extranjera generó mayor espacio para los relatos
fantásticos de paisanos como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Victoria
Ocampo. Y fue desde la revista Sur, dirigida por ésta última, que distintos intelectuales
se pronunciaban en contra del peronismo a través de ensayos o ficciones.
Borges, por ejemplo, recibió con entusiasmo el golpe de estado de 1955 y fue nombrado
Director de la Biblioteca Nacional, por intermediación de Victoria Ocampo con el
gobierno de la (mal nominada) Revolución Libertadora.
Sin embargo, algunos intelectuales se embanderaron detrás de la figura de Perón y
fueron dejando de colaborar con la revista para comenzar a ridiculizar a los escritores
antiperonistas. Tal es el caso que deja plasmado Leopoldo Marechal en Adán
Buenosayres.
Estas son apenas algunas de las características que intentan explicar la situación
argentina de aquellos años. Claro es que para comenzar a comprenderla es fundamental
entender los fenómenos que fueron moldeando un movimiento tan amplio y polimorfo
como el peronismo. Que, en síntesis, es la aparición de un Estado Interventor fuerte a
partir de 1930 y hasta 1970, cuando nuestro país conocerá las políticas neoliberales
implantradas a partir de 1976 por la dictadura militar.
Fuentes:
- Trias, Vivian. Tres rostros del populismo, Vargas, Perón y Batlle Berres-Herrera.
- Skidmore, Thomas y Smith, Peter. Historia Contemporánea de América Latina.
- Romero, Luis Alberto. “Las raíces de la dictadura” en revista Puentes, marzo de 2001.
- Diario Página 12. “Historia de la literatura argentina”.
- Diario Perfil. “El Braden de K” por Jorge Lanata, domingo 21 de mayo de 2006.
Descargar