CÓMO UN NUEVO ESTILO DE DIRECCIÓN Y UNA CULTURA DE LIDERAZGO SE TRADUCEN EN UNA MEJORA DE LA PRODUCTIVIDAD por Tomas Baladrón Director Asociado de MOA BPI Group e-mail: [email protected] Tomado de la revista Training & Development Digest, Septiembre 2005, p. 62 ¡Suscríbase a la revista con People’s Advantage, Inc llamando al (787) 763-7171! _________________________________________________________________________________________________ Una de las principales preocupaciones que tienen las empresas a la hora de invertir tiempo y recursos en programas de formación destinados a potenciar el liderazgo y el compromiso de sus directivos reside en la productividad. Más allá de una exposición puramente teórica de las bondades que los nuevos estilos de dirección aportan a las compañías, la cuestión más importante se encuentra, una vez más, en cómo se traduce esta cultura del liderazgo en una mejora de los resultados del negocio. Desde que hace años se impuso la necesidad de implantar un nuevo estilo de dirección orientado a impulsar la autonomía de los “managers” las exigencias de las empresas a la hora de invertir en procesos destinados a tal fin han estado centradas en que las herramientas aplicadas no se conviertan en papel mojado, sino que estén directamente relacionadas con un incremento de la productividad. Y demostrar esto no siempre resulta sencillo. De hecho, una de las principales dificultades a las que se han enfrentado y se enfrentan las empresas ha sido precisamente el cómo “medir” de una manera efectiva los resultados que se obtienen tras haber llevado a cabo, por ejemplo, un determinado programa de formación personalizada entre un grupo de directivos. Tras una breve etapa en la que todo parecía valer y el fantasma del oportunismo y la falta de rigor amenazaba con desvirtuar determinadas prácticas construidas sobre la base del acompañamiento personalizado, las empresas han retomado el camino de la reflexión y optan por aquellos procesos que les demuestren que desarrollar programas destinados a transformar las formas de dirigir equipos están directamente orientados a resultados. Y que esos resultados se pueden medir. El objetivo ha dejado de ser, por tanto, el de impartir únicamente una formación tradicional -de contenidos- que dé respuestas estandarizadas a las necesidades prácticas de las empresas, y es ahora mucho más completo. Pero el hecho de que el objetivo sea ahora más amplio y, sobre todo, más profundo y complejo, no nos debe apartar de la necesidad fundamental: la orientación hacia una mejora de la productividad. En este sentido, la estrategia que propone MOA BPI Group para la gestión de los recursos humanos en las organizaciones incorpora una nueva filosofía sustentada en la secuencia Conocer-Comprender-Actuar, que tiene por finalidad lograr, a través del conocimiento de uno mismo y de los demás, una profunda revisión de las formas de trabajar y dirigir, y que pretende a su vez potenciar la autonomía de los “managers” y de sus colaboradores, obteniendo con ello una mejora de su rendimiento y de sus resultados. De hecho, los beneficios que van a obtener las organizaciones con esta filosofía son perfectamente tangibles. El compromiso de lograr un cambio en la cultura empresarial ha de quedar reflejado en un cambio en las personas, logrando que cada directivo muestre una nueva actitud de apertura y aprendizaje y haga propio un nuevo estilo de “management” que sea capaz de poner en práctica. Para ello, cuando se diseñan y desarrollan proyectos basados en este tipo de modelos de acompañamiento personalizado (como “coaching” o “manager-coach”), es fundamental determinar una serie de indicadores de mejora que vayan ligados a indicadores de negocio y que permitan comprobar que los datos de progreso se traducen en resultados. De nada sirve constatar que “los trabajadores estén más contentos o motivados” si eso no se refleja en cambios que mejoren los resulados de su trabajo. En este sentido, resulta fundamental relacionar los objetivos personales de mejora con los objetivos de negocio. Como ejemplo diremos que el cambio de actitud de un “manager” con respecto a su colaborador pasó de la gestión tradicional de apagafuegos de problemas y de no tener tiempo para los subordinados a sentarse con su colaborador teniendo una actitud de escucha activa desde la comprensión y llegar a un diagnóstico compartido de la problemática, logrando definir los objetivos de mejora del colaborador: dejar de realizar funciones de técnico y gestionar a su equipo, unidos por supuesto a los de negocio, logrando reducir en un 55% los tiempos de espera de las líneas de producción que a principios de año estaban en tres horas. Una de las principales claves de este proceso reside en una cultura empresarial sólida, basada en un nuevo estilo de liderazgo que se traduzca, como venimos diciendo, en una mejora de la productividad. Sin una cultura empresarial firmemente asentada no habrá desarrollo del potencial y sin compromiso personal no se producirá ese salto hacia los resultados y todo esfuerzo se disolverá sin dejar poso. El reto vuelve a ser conseguir que cada persona sepa en cada momento lo que tiene que hacer, que cada trabajador asuma un grado de responsabilidad y de compromiso que le lleve a alcanzar un nivel de implicación cada vez mayor. Numerosos estudios y encuestas han demostrado que uno de los problemas y preocupaciones más frecuentes y presentes en el ámbito profesional es que los “managers” “no son capaces de transmitir a sus colaboradores la motivación necesaria” para lograr ese punto de autonomía y compromiso. Traspasar la línea que separa el “ordeno y mando” del “piensa y actúa” es un paso fundamental en la consecución de este objetivo. Uno de los grandes retos de la gestión de los recursos humanos en nuestros días es precisamente mejorar la capacidad de adaptación de los mandos a las necesidades de sus equipos. Hoy día, los profesionales demandan otros valores de su empresa, además de la tan ansiada estabilidad y de un salario competitivo. El nuevo escenario laboral hace años que ha incorporado nuevas exigencias como la flexibilidad, la conciliación de la vida personal y profesional o la formación continua enfocada al desarrollo personal y profesional. Los “managers” tienen que saber adaptarse a las nuevas necesidades y ser capaces de motivar a las personas jóvenes que llegan con nuevas metas, sin olvidarse de los demás, ya que sólo desde la motivación real por un proyecto se puede obtener un auténtico compromiso que, a su vez, se traduzca en una mejora de la productividad. Y para que un “manager” sea capaz de motivar debe haber desarrollado primero un camino en el que escuchar y conocer siempre será el primer paso. La motivación hacia el cambio por parte de los directivos resulta fundamental para vencer cualquier resistencia (consciente o inconsciente) que pueda surgir ante un cambio. Preparar el camino hacia la revisión permanente de los estilos de dirección es parte de la base sobre la que se debe trabajar si queremos contribuir a la mejora de la competitividad de una organización y, sobre todo, de los profesionales que la forman. Es un criterio común en las organizaciones que el factor fundamentalmente motivador y por tanto desmotivador está en los mandos. Es posible comprobar cómo equipos de trabajo con funcionamientos y entornos similares dentro de la misma organización obtienen resultados claramente dispares. Un análisis de las formas de gestión de sus responsables nos muestran comportamientos que no sólo dificultan el trabajo en equipo sino que son causa directa de unos buenos o malos resultados e inciden inmediatamente en la compañía. Hablar del método experimental de la gestión de personas en la empresa no es inicialmente complicado, ser capaces de comparar los resultados de manera constante en el tiempo, con equipos equivalentes, en los que la variable objeto de estudio sea el estilo de liderazgo de los responsables de aquellos y analizar cuáles son las características de los estilos de gestión nos da la pauta de los mecanismos correctores que deben ser implementados. Comprobará, si hace el ejercicio, que en la medida en que su organización altera alguno de sus estilos de gestión, la productividad puede aumentar; escoja un criterio cuantificable (ventas, producción de unidades, gestión de servicios..) y haga la prueba. En la medida en que un “manager” sea capaz de motivar y generar autonomía en las personas estará obteniendo mejores resultados y haciendo que su equipo sea más productivo cada día.