Universidad de Valencia Departamento de Historia del Arte Historia y gestión del patrimonio artístico Prof. Dr. Luis Arciniega García El obelisco de Tutmosis III en Nueva York Il. 1 Pier Stuker Álvarez [email protected] [email protected] 0034 618 169 069 Índice 1. El origen de la Aguja de Cleopatra 2. El "obsequio" a la ciudad de Nueva York 3. El desmontaje del obelisco y las preparaciones para el viaje 4. El viaje transatlántico 5. El desembarco y el montaje en Central Park 6. La conservación del obelisco Listado de ilustraciones y bibliografía p. 3 p. 4 p. 5 p. 8 p. 8 p. 11 p. 12 2 1. El origen de la Aguja de Cleopatra Hace alrededor de 3500 años durante el reinado de Tutmosis III se construyeron a partir de mármol rojizo de Asuán dos obeliscos para conmemorar su mandato.1 Se estima que fueron finalizados en el año 1443 a.C. y erigidos a modo de escolta delante de uno de los templos de la antigua ciudad de Heliópolis. La construcción de estos monumentos fue una tarea ardua y costosa. Plinio el viejo le dedicó un pasaje de su Historia Natural a su construcción y al transporte de los numerosos obeliscos que fueron llevados a Roma durante la anexión de Egipto. Ya el primer paso, el de encontrar una cantera adecuada, tuvo que ser sumamente complejo, pues las formaciones de granito tenían que ser suficientemente largas y solidas, y no presentar fractura alguna a lo largo de sus 21 metros de longitud. Tras esculpir todos los lados del obelisco fueron extraídos del suelo y arrastrados hasta el Nilo con enormes trineos, para poder ser transportados en barco hasta Heliópolis. Ahí fueron levantados delante del templo del sol con muchísimo cuidado, durante una ceremonia especial. Ahí permanecieron alrededor de 1500 años. Los únicos cambios fueron las inscripciones auto-­‐glorificantes que añadieron Ramsés II dos siglos más tarde, y Osorkon I seis siglos más tarde, en los espacios vacíos de los laterales y de la base respectivamente. En el 525 a.C. los persas entraron victoriosos en Heliópolis, y según Plinio lo quemaron todo menos los obeliscos, de la impresión que les causó.2 Sin embargo se sabe hoy en día que incluso los obeliscos fueron derribados y quemados por los persas, a pesar de lo cual se mantuvieron completos y en buenas condiciones.3 Otros cinco siglos más tarde los romanos habían conquistado Egipto y en su admiración por el pasado egipcio expoliaron numerosos tesoros, entre ellos varios obeliscos. En torno al 10 a.C. César Augusto mandó a transportar los dos obeliscos de Tutmosis desde Heliópolis hasta Alejandría, para posiblemente ser transportados más adelante a Roma, cosa que sin embargo no llegó a ocurrir. De estos tiempos viene el sobrenombre de Agujas de Cleopatra, un extravagante apodo sin mucho fundamento, ya que Cleopatra había muerto unos 20 años antes de que los obeliscos llegaran a Alejandría. Los obeliscos permanecieron desde entonces y hasta el siglo XIX en Alejandría flanqueando el Caesareum, el templo dedicado a Julio César (y/o a Marco Antonio). En el año 1301 Alejandría sufrió un fuerte terremoto que precipitó uno de los obeliscos al suelo, aunque por suerte sin causarle daños mayores.4 1 Manniche 1994, p. 141. 2 Julien 1893, pp. 106 -­‐107. 3 Winkler 1980, pp. 94 -­‐ 100. 4 D'Alton 1993, pp. 6 -­‐ 8. 3 2. El "obsequio" a la ciudad de Nueva York En 1801 el gobierno Egipcio regaló aquel obelisco caído a Inglaterra en agradecimiento por su ayuda a la hora de expulsar al ejército de Napoleón de sus tierras. El regalo se oficializó en 1820 con la firma de Mohamed Alí Pasha, aunque hasta 1877 los ingleses no decidieron comenzar con el traslado. Para ello construyeron una especie de barco circular en forma de tubo alrededor del obelisco, que luego rodaron hasta el mediterráneo y remolcaron hasta Londres. Por su parte los americanos, y en especial los neoyorquinos, observaron este hecho con cierta envidia. En 1881 se pudo leer en el New York Herald: "It would be absurd for the people of any great city to hope to be happy without an Egyptian obelisk. Rome has had them this great while and so has Constantinople. Paris has one. London has one. If New York was without one, all those great sites might point the finger of scorn at us and intimate that we could never rise to any real moral grandeur until we had our obelisk."5 Hay que tener en cuenta que durante el siglo XIX las Agujas de Cleopatra se habían convertido en parada obligatoria para aquellos arqueólogos, artistas, intelectuales y flâneurs que ampliaban el Grand Tour hasta el norte de Egipto. Fue una época de gran fascinación por la cultura y la estética oriental, y bajo este contexto hay que entender aquel recelo de los americanos por no contar con uno de los obeliscos egipcios repartidos por el mundo. Durante estos años reinaba en Egipto el jedive Ismail Pasha, que en su afán por las grandes construcciones había llevado al país al borde de la bancarrota. Para atraer capital y ganar influencias vendió muchas antigüedades de gran valor, y la entrega de la segunda Aguja de Cleopatra a Estados Unidos le habría podido servir de igual manera. Sin embargo Ismail Pasha se consiguió con muchas voces opositoras que le exigían que conservase el patrimonio nacional. Los americanos continuaron ejerciendo presión por vías diplomáticas hasta que en 1879 Ismail Pasha empezó a perder el control y la autoridad política en el país. Probablemente en un intento por mantener contentos a sus aliados, cedió regalar el segundo obelisco a la ciudad de Nueva York bajo el pretexto de afianzar los lazos amistosos entre los dos países. Una carta del 18 de mayo de 1879 sirvió como documento legal y oficial para el traspaso de derechos sobre el obelisco: "The Government of the Khedive having taken into consideration your representations and the desire which you have expressed in the name of the Government of the United States of America, consent, in fact to make a gift to the city of New York of the obelisk known as Cleopatra's Needle which is at Alexandria on the sea-­‐shore."6 Apenas un mes después de esto el jedive Ismail Pasha tuvo que abdicar en favor de su hijo Tewfik Pasha, pero gracias al documento escrito que formalizaba el regalo, el nuevo gobierno no pudo deshacer el acuerdo. 5 D'Alton 1993, p. 11. 6 Gorringe 1885, p. 19. 4 3. El desmontaje del obelisco y las preparaciones para el viaje La figura clave a partir de este momento fue el ingeniero y marine estadounidense, el teniente coronel Henry Honeychurch Gorringe, que fue el elegido para dirigir la compleja operación de desmontaje y traslado del obelisco. Por su parte, los costes de la operación fueron asumidos por el filántropo multimillonario William Henry Vanderbilt. Gorringe estudió los anteriores transportes de obeliscos y aprovechó algunos conocimientos, aunque esta expedición tenía algo que lo complicaba todo mucho más, el transporte transatlántico. Gorringe no podría simplemente remolcar el obelisco sino que tendría que encontrar o construir un barco en el que pudiesen guardarlo en el interior y bajo el nivel del mar. Pero antes de esto tenían que idear un plan para desmontar el obelisco, de 21 metros de altura y casi 200 toneladas de peso, que no había sido movido en casi dos mil años, y llevarlo hasta el puerto de Alejandría. Para ello Gorringe mandó a construir una grúa especial y un sistema hidráulico para descenderlo hasta el nivel del suelo. Il. 2 Cuando Gorringe y su equipo llegaron a Alejandría se encontraron con tantas dificultades y oposiciones hostiles hacia el proyecto, que tuvieron que viajar al Cairo antes de empezar para volver con un escrito del jedive Tewfik Pasha al gobernador de Alejandría para ordenar la entrega pacífica del obelisco. Pero los problemas y las resistencias no habían hecho más que empezar, pues a los pocos días apareció un ciudadano que alegaba que el terreno sobre el que estaba el obelisco era de su propiedad. Para evitarse más problemas Gorringe decidió simplemente alquilarle estas tierras durante el período de desmontaje. 5 El siguiente contratiempo vino por parte de un funcionario del Gobierno que apelaba ante el tribunal internacional el traspaso, solicitando para ello una indemnización. Su intención era retrasar toda la operación a través de un bloqueo burocrático, en el que se tendría que haber esperado meses o años a una resolución del caso. Gorringe resolvió esto de una manera mucho más autoritaria, colocando una bandera americana sobre el obelisco y anunciando su convicción de defenderlo y defender el proyecto bajo cualquier concepto y con cualquier medio necesario, además de acelerar al máximo el proceso de desmontaje.7 "To put an end to these annoyances I determined to push the work of removal forward as rapidly as possible by working night and day, so as to get the obelisk off its pedestal. Every effort was devoted to this end, and it was accomplished within a month from the day the turning structure arrived."8 Se comenzó con la excavación del pedestal y la pequeña escalinata que le precedía, mientras que se montó la grúa y el sistema de seguridad. Todo marchó sin grandes peligros ni errores a pesar de que los intentos por bloquear el proyecto persistían, algunos con mayor impacto que otros. Por ejemplo les exigieron precios desorbitados por la madera, un material sumamente escaso en Alejandría. El peor contratiempo sin embargo fue la prohibición por parte de los empresarios que poseían los derechos sobre las calles de Alejandría de atravesar la ciudad para llegar al puerto. Alegaban que el peso del obelisco podría dañar los canales de agua. Ante esto Gorringe tuvo que cambiar la ruta y transportar el obelisco flotando por el mar alrededor de la ciudad hasta el puerto. La ruta por mar fue casi 10 veces más larga de lo que habría sido la terrestre, y supuso además una nueva serie de dificultades logísticas. Il. 3 7 D'Alton 1993, pp. 20-­‐21. 8 Gorringe 1885, p. 39. 6 Mientras que las maniobras de descender e introducir el obelisco en el barco que lo remolcaría hasta el puerto progresaban, se iban haciendo las preparaciones necesarias para su embarco en el Dessoug. Este buque fue comprado expresamente al gobierno egipcio para el transporte del obelisco a Nueva York. Había sido usado por el servicio postal egipcio y abandonado en el puerto junto a otros buques en una especie de trama de corrupción, según explica Gorringe en sus memorias.9 Nuevamente se intentaron poner trabas al proceso de traslado. Algunos empresarios locales trataron de evitar la compra, a lo que Gorringe negoció la compra y el día de la transferencia en secreto para coger desprevenidos a sus detractores. Además hizo que un representante del servicio postal egipcio le acompañase a bajar la bandera egipcia y elevar la estadounidense. Gorringe fue más allá, mandando a colocar letreros en varios idiomas que prohibían a riesgo de muerte, el acceso al buque sin autorización explícita.10 No obstante, el buque no podría navegar con la bandera americana. Según las leyes marinas estadounidenses del momento el buque no podía ser registrado como americano. Navegar con la bandera egipcia tampoco era una opción dadas las amenazas locales, y una bandera europea tampoco era posible si se querían evitar problemas burocráticos en torno a la propiedad del barco. De esta forma Gorringe decidió que emprendería el viaje sin bandera ni registro, yendo abiertamente en contra de la ley. Para minimizar el peligro planeó una única parada para cargar carbón en Gibraltar. El único documento legal que llevó consigo fue un pequeño recibo de compra: "ALEXANDRIA, 2d December, 1879, 12 o'clock noon. In consideration of the sum of £5,100 sterling paid by Captain Gorringe, the Director-­‐General of Posts, duly authorized by the Egyptian government, transfers the S. S. "Dessoug", with her equipment, into his possession, and recognizes that he is the sole proprietor from this moment. The Director-­‐General of Posts, CAILLARD." Aunque Gorringe se había mostrado pertinaz a la hora de resolver todos los obstáculos que le ponían, en especial empresarios europeos, éstos no cesaron hasta el último momento. Las autoridades portuarias consiguieron poner excusas para evitar el traslado del buque de los almacenes al puerto, y retrasaron con ello otras cinco semanas la operación. Sin embargo cuando éste llegó al puerto ya no había marcha atrás. Día y noche se trabajó en la preparación del agujero en el casco de estribor, a través del cual rodarían el obelisco hacia el interior del buque. Esta última maniobra resultó la más sencilla y pudo ser terminada en una sola jornada de trabajo. 9 Gorringe 1885, p. 58. 10 Gorringe 1885, p. 61. 7 4. El viaje transatlántico Uno de los mayores retos antes de zarpar tuvo que ver con el reclutamiento del personal marine para la travesía. Gorringe cuenta como hasta 48 marines se enlistaron solemnemente y desertaron rápidamente antes de la partida. La tripulación que había llevado anteriormente el Dessoug estaba compuesta por alcohólicos que tampoco querían enlistarse. Finalmente Gorringe consiguió marineros gracias a que el Dessoug, al carecer de nacionalidad, permitía el viaje de desertores sin ser arrestados. El destacable inconveniente de esto fue que a parte de los cabos, solo cuatro marineros de toda la tripulación hablaban inglés. El último de los impedimentos fueron las agencias aseguradoras que, aprovechándose de la situación de desventaja de Gorringe, se negaron a asegurar el barco a menos de que se abonasen tasas desorbitantes. Tras intentar negociar de manera razonable, Gorringe puso un precio fijo y anunció que partiría al día siguiente sin seguro si ninguna aseguradora lo aceptaba. Ese mismo día accedieron varias compañías al precio fijado, y el contrato se realizó inmediatamente por telégrafo. Al día siguiente, el 12 de junio de 1880 y 8 meses después de haber comenzado las maniobras de desmontaje del obelisco, el Dessoug zarpó, para alivio y satisfacción de Gorringe, del puerto de Alejandría con rumbo a Gibraltar. Después de cargar carbón y realizar algunas reparaciones en el puerto de Gibraltar continuaron rumbo a Nueva York bordeando las islas Azores. El mayor problema lo tuvieron cuando el 6 de julio los motores dejaron de funcionar abruptamente. Tardaron una semana hasta que pudieron arreglarlos y continuar su marcha. Gracias a un buque mercante que pasó cerca suyo, pudieron cargar sacos de pan para suplir la manutención perdida con el retraso. A partir de aquí el viaje continuó sin más percances hasta que finalmente atracaron en Staten Island el 20 de julio. 5. El desembarco y el montaje en Central Park De entre varias posibilidades se había elegido Graywacke Knoll, el punto más alto de Manhattan, en Central Park para la instalación del obelisco. La razón principal fue la de erigir el monumento en un lugar dónde nunca fuese infravalorado por altos rascacielos. Conociendo el posterior desarrollo de la ciudad en el siglo XX esta decisión resulta tan irrisoria como la segunda razón por la cual eligieron este emplazamiento: Pocos meses antes se había trasladado el Metropolitan Museum of Art a esta zona y el obelisco se suponía que ayudaría a promocionar la visita al museo, ahora en una localización un tanto "periférica y alejada" del centro. Primero se descargaron el pedestal y la escalinata y se trasladaron con el único camión disponible en Nueva York capaz de transportar 50 toneladas de carga. El montaje de la base en su conjunto fue toda una ceremonia. Se fabricaron cajitas de 8 plomo de diferentes tamaños para llenar los espacios que quedaban vacíos en el fundamento y que quedarían enterradas bajo el pedestal y el obelisco. En estas cajas se colocaron varios artículos que habían enviado los departamentos gubernamentales y algunos individuos de la alta sociedad. Según Gorringe llegaron peticiones de todo el país, algunas motivadas por pura vanidad, otras por propaganda, aunque la mayoría por el sentido común de querer perpetuar algunos ejemplos de la civilización del momento. Entre todas las cosas que se enterraron bajo el pedestal las más significativas fueron la declaración de independencia, objetos conmemorativos del ejército americano, un mapa para llegar a Egipto, la biblia, la obra completa de Shakespeare, y una serie de emblemas masónicos. Los masones tenían una gran presencia en esta época en Nueva York, prácticamente todos los hombres de altos rangos políticos o económicos pertenecían a esta sociedad. Estos tenían un gran interés por el obelisco ya que asociaban su simbología a la suya propia. Para la colocación del pedestal que enterraría definitivamente las cajas de plomo realizaron una procesión hasta aquel sitio, que contó con la presencia de nueve mil masones. Los neoyorquinos se enorgullecían de tener el único de los obeliscos expatriados que contara con absolutamente cada pieza del pedestal y la escalinata de manera idéntica al emplazamiento original. Gorringe explica en sus memorias que "la base fue reemplazada tal y como había estado en Alejandría, cada pieza en la misma posición relativa a las demás y a sus coordenadas geográficas. [...] Las piezas fueron unidas por medio de abrazaderas de hierro y acero similares a las que habían sido utilizadas por los romanos."11 Por su parte, el obelisco fue extraído del buque y transportado con algunas dificultades, sobre bolas de cañón que se hacían rodar sobre rieles de tren. El mayor problema fueron los giros. Después de que el primer giro les costara 6 días y noches de duro trabajo, Gorringe diseñó y mandó a construir un aparato que facilitó esta tarea a solo 4 horas por giro. Las adversidades climáticas también complicaron el traslado puesto que fue uno de los inviernos más fríos que se habían registrado hasta el momento.12 A pesar del mal tiempo los neoyorquinos se acercaban en masa a observar el traslado. El NewYork Herald anunciaba: "The huge Egyptian stone was the focus of thousands of eyes. [...] All day long, their number gazed up at the obelisk."13 Finalmente y tras más de 3 meses desde su llegada a Nueva York, el obelisco alcanzó el 5 de enero de 1881 su destino final en Central Park, listo para el último paso de montaje: Para asegurarse un éxito sin sobresaltos, Gorringe convocó a 5 trabajadores de confianza dos días antes del montaje oficial, a medianoche para hacer un simulacro. A pesar del terrible frío el simulacro resultó exitoso, de manera que el 22 de enero, el día de la ceremonia, Gorringe pudo, desde una cómoda distancia, dar una simple orden con la mano para que los trabajadores 11 Gorringe 1885, p. 78, traducido. 12 D'Alton 1993, p. 53. 13 D'Alton 1993, p. 54. 9 tiraran de las palancas que colocaban el obelisco en vertical. Unas diez mil personas acudieron al acto, para presenciar el hecho histórico. Sólo cinco minutos tomaron las operaciones para girar y poner en posición el obelisco, ante los aplausos del público y la mirada reconfortante de Gorringe: "It was to me an inexpressible relief to feel that my work was completed and that no accident or incident had happened that would make my countrymen regret that I had been intrusted with the work of removing and re-­‐erecting in their metropolis one of the most famous monuments of the Old World and the most ancient and interesting relic of the past on the American Continent."14 Il. 4 Durante los siguientes diez días procedieron a retirar la maquinaria y a instalar los nuevos cangrejos de bronce, replicas de aquellos que habían sido instalados por los romanos. Estos nuevos cangrejos fueron grabados con pasajes de la historia del obelisco desde su creación hasta la instalación en Nueva York. Cómo ya explicó la periodista Mary Houston Warren en 1911, en un artículo dedicado a estos cangrejos, su función no fue únicamente ornamental sino que también sirvieron para estabilizar el obelisco sustituyendo los bordes rotos de las esquinas y proporcionando así una distribución del peso más firme. Warren también explica que la procedencia simbólica de los cangrejos no proviene de Egipto sino de los romanos y la mitología clásica, relacionándose con Apolo, el dios del sol.15 TURNING THE OBELISK Plate XXVII a 14 Gorringe 1885, p. 109. 15 Warren 1912, pp. 288 -­‐ 291. 10 6. La conservación del obelisco En 1980 el profesor experto en deterioro y preservación de materiales pétreos Erhard M. Winkler escribió un detallado artículo explicando todos los procesos relacionados con el granito del obelisco hasta ese momento. Apenas 4 años tras haber sido montado el obelisco ya se empezaron a notar los efectos negativos de los fríos inviernos neoyorquinos sobre el granito del obelisco. La primera investigación en 1885 demostró que había habido pequeños desprendimientos de piedra, además de que habían crecido bacterias sobre su superficie. Winkler relata como ante este hecho los responsables decidieron encargar la aplicación de una capa de parafina para aislar la piedra. El tratamiento causó el alarmante desprendimiento de hasta 350 kg de granito, pero resultó ser muy efectivo a la hora de proteger el obelisco. En 1965 se realizaron varias pruebas, cuyos datos fueron corroborados en 1978. El resultado de ambas pruebas fue positivo y demostró que el material era estable y que había cesado su proceso deterioro. Estas pruebas también evidenciaron que la polución de la ciudad no dañaba el granito aunque había causado su oscurecimiento debido a los microdepósitos de carbono. Otro resultado de estos análisis sirvió para evidenciar que, en contra de lo relatado por Plinio, el obelisco había sido abatido y quemado durante la conquista persa. Al yacer en el suelo durante unos 500 años, hasta que los romanos lo transportaran a Alejandría, las inundaciones periódicas de la región causaron la creación de cristalizaciones de sal dañinas para la superficie del granito. Según Winkler la sal fue la causa de que los fríos y húmedos inviernos en Nueva York deteriorasen el granito y provocasen los desprendimientos.16 En el año 2011 el periódico español El Mundo publicó una noticia en la que se afirma que Zahi Hawass, secretario general de la Corte Suprema de Antigüedades, envió cartas a los responsables del mantenimiento del obelisco en Nueva York pidiendo una mejor conservación, o en su defecto una devolución del monumento. Estos respondieron señalando a las pruebas mencionadas anteriormente que demostraban que cualquier deterioro fue anterior al siglo XX. Además de esto, el artículo critica la poca atención que recibe el obelisco por parte de los ciudadanos o los millones de turistas que visitan Nueva York.17 Aparentemente la amenaza por parte de las autoridades egipcias dio fruto, puesto que desde el 08.12.2013 y hasta el 08.06.2014, el Metropolitan Museum of Arts dedica una exposición temporal al obelisco para aumentar su visibilidad18, a la vez que se hacen las preparaciones necesarias para un nuevo proyecto de conservación. La página oficial del Central Park anuncia para la primavera de 2014 el saneamiento y la estabilización de la superficie de granito del obelisco.19 16 Winkler 1980, pp. 94 -­‐ 102. 17 Aguirregomezcorta 2011. 18 <http://www.metmuseum.org/en/exhibitions/listings/2013/cleopatras-­‐needle>, link activo el 05.01.2014. 19 < http://www.centralparknyc.org/about/news/central-­‐park-­‐news/modern-­‐treatment-­‐for-­‐ an.html>, link activo el 05.01.2014. 11 Listado de lustraciones20 Il.1: El obelisco en Central Park, en: <www.metmuseum.org/en/exhibitions/listings/2013/cleopatras-­‐needle> Il.2: Elevación lateral: Preparación del mecanismo de descarga. Alejandría: Fotograbado en: Gorringe 1885, p. 17. Il.3: Mapa de la ciudad y el puerto de Alejandría: La ruta por tierra y la ruta por agua. Fotograbado en: Gorringe 1885, p. 45. Il.4: Emplazamiento del obelisco a 45 grados. Nueva York: Fototipia en: Gorringe 1885, p 123. Bibliografía21 Aguirregomezcorta 2011 Gonzalo Aguirregomezcorta, "La soledad de 'La aguja de Cleopatra' de Nueva York", en El Mundo, Nueva York: <http://www.elmundo.es/america/2011/01/09/estados_unidos/1294532420.ht ml 08/01/2011>. Charola 1995 A. Elena Charola "Water-­‐Repellent Treatments for Building Stones: A Practical Overview", en APT Bulletin, Vol. 26, No. 2/3, Nueva York: Association for Preservation Technology International, 1995, pp. 10-­‐17, en: <http://www.jstor.org/stable/1504480>. Christenson 1989 Andrew L. Christenson, Tracing Archaeology's Past: The Historiography of Archaeology, Illinois: SIU Press, 1989. D'Alton 1993 Martina D'Alton, "The New York Obelisk or How Cleopatra's Needle Came to New York and What Happened When It Got Here", in The Metropolitan Museum of Art Bulletin, Vol. 50, Nº. 4, Nueva York: MET, 1993, pp. 1-­‐72, en: <http://www.jstor.org/stable/3258768>. Gorringe 1885 Henry H. Gorringe, Egyptian Obelisks, London: John C. Nimmo Publisher, 1885. 20 21 Todos los enlaces activos: 06.01.2014 Todos los enlaces activos: 06.01.2014 12 Heckscher 1995 Morrison H. Heckscher, "The Metropolitan Museum of Art: An Architectural History", en The Metropolitan Museum of Art Bulletin, Vol. 53, Nº. 1, Nueva York: MET, 1995, pp. 1-­‐80, en: <http://www.jstor.org/stable/3259465>. Julien 1893 Alexis A. Julien, "The Misfortunes of an Obelisk", en Journal of the American Geographical Society of New York, Vol. 25, Nº. 1, Nueva York: American Geographical Society, 1893, pp. 66-­‐137, en: <www.jstor.org/stable/197035>. Mustoe 2003 Anne Mustoe, Cleopatra's Needle: Two Wheels by the Water to Cairo, Nueva York: Random House, 2003. Warren 1911 Mary Houston Warren, "Cleopatra's Needle: The Bronze Supports", en Art and Progress, Vol. 2, Nº. 10, Nueva York: AFA, Agosto 1911, pp. 288-­‐291, en: <http://www.jstor.org/stable/20560447>. Weiss 1995 Norman R. 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