Consecuencia semántica: la noción de verdad La definición de la relación de consecuencia semántica ofrecida en [15] dice proceder de un análisis de nuestras intuiciones más básicas al respecto. Es cierto que en el discurso ordinario rechazar que un determinado enunciado sea consecuencia de una clase de ellos entendidos como premisas puede ajustarse a lo que se dice en [15]. Sin embargo, mientras que en este último caso hablamos de la verdad o falsedad de ciertos enunciados, en la definición semiformal que se ha ofrecido aquí la noción de verdad aparece en un contexto un tanto extraño. Se habla de la verdad o falsedad de fórmulas, no de enunciados. Las fórmulas de LE han servido hasta el momento para representar la estructura de los enunciados del lenguaje ordinario, pero ¿pueden recibir un valor de verdad? ¿Es esta una categoría que pueda ser correctamente predicada de las fórmulas de un lenguaje como LE? Si bien es cierto que los restos de gramaticalidad que se conservan en las fórmulas de LE –“p→q” se lee “si p, entonces q”- permiten que sean interpretadas como enunciados peculiares, y por tanto, como entidades que pueden tener un valor de verdad, no es obvio en absoluto el modo de otorgarles uno. Durante algún tiempo distó mucho de estar claro cuál podía ser el significado de una expresión de estas características, debido en parte, a la inexistencia de criterios claros acerca de los recursos idóneos para acometer esta tarea. ¿Qué herramienta podemos emplear para asignar valores de verdad a las fórmulas de LE? La respuesta a esta pregunta va a depender en buena medida de ciertas decisiones previas acerca de la noción de verdad. No es cierto que la Lógica imponga un análisis del concepto de verdad, como tantas veces se afirma, sino que en vez de esto lo que Lógica de Enunciados hace es traducir en términos absolutamente precisos decisiones previas de orden intuitivo. Una de las ventajas del uso de la Lógica para el estudio de problemas de orden intuitivo es que la imputación de la responsabilidad en las consecuencias de una decisión no se diluyen fácilmente. La forma más simple que hay de distinguir objetos dentro de una clase previamente dada es considerar alguna propiedad que esos elementos puedan poseer propiamente para proceder a continuación a concedérsela a algunos de ellos, pero no a todos. Para que la clasificación sea perfecta desde un punto de vista epistemológico hay que exigir que no haya objetos dudosos o en zona de penumbra. Esto es, no ha de haber objetos de los que quepa afirmar tanto que poseen la propiedad en cuestión como que no la poseen, ni tampoco objetos a los que no quepa asignar la propiedad, pero tampoco afirmar que no les conviene. La noción de verdad que es empleada en los tipos más elementales de análisis lógico se limita a ver en ella una noción que satisface los requisitos que se acaba de exponer a la hora de distinguir entre enunciados. Si esto es o no un análisis de la noción ordinaria de verdad es algo que no corresponde analizar ahora. Creo que no es incorrecto afirmar que hay un cierto uso de esa noción que coincide exactamente con el que se seguirá aquí, aunque también creo correcto sostener que no es el único. El modo en que decimos que un enunciado es verdadero responde, al menos en parte, a una intención clasificatoria que es, por un lado, la más simple que cabe imaginar, y por otro, completamente satisfactoria, ideal, incluso. No habrá ningún enunciado, pues, que sea a la vez verdadero y no-verdadero, o que no sea verdadero y tampoco no-verdadero. La clasificación es exhaustiva y excluyente. Una vez asumido todo esto no importa ya hablar de verdadero y falso como los valores de verdad que adoptarán las fórmulas de LE, entendiendo, eso sí, que falso no es un valor de verdad por completo independiente, sino la contrapartida de verdadero bajo las condiciones indicadas. Las relaciones de dependencia entre verdad y falsedad son tan obvias que rara vez se mencionan de manera explícita. Esto hace que se hable de la existencia de dos 110 Consecuencia semántica valores de verdad -verdadero ,falso- como de los únicos elementos primitivos de un cierto conjunto de valores de verdad. Esta forma de proceder puede resultar confundente ya que lleva a ocultar la existencia de las conexiones implícitamente asumidas entre esos valores. Tal vez sea esta la razón por al que en los últimos años es cada vez más frecuente referirse a la existencia de un cierto espacio valuacional del que se extraen los valores que cabe asignar a las fórmulas de un lenguaje formal. Un espacio valuacional es, entonces, el resultado de indicar de forma explícita las relaciones que guardan entre sí los elementos de un cierto conjunto de valores. Profundizar más en este tema lleva a plantearse problemas de mayor alcance del previsto, así que abandonaré por ahora su discusión. Me contentaré con esta especie de aclaración para asumir en lo sucesivo lo que ha venido siendo común, considerar que los valores de verdad se extraen de un conjunto de valores de cuya estructura interna no se informa en principio. ¿Hay alguna herramienta idónea para asignar estos valores de verdad de forma que se respeten esas relaciones que implícitamente estamos asumiendo? Las funciones que son habituales en Matemáticas asignan un valor y sólo uno a todos y cada uno de los elementos en su dominio, ¿por qué no servirse de ellas en este caso? [1] Una función de verdad es cualquier función cuyo dominio sea el conjunto LE y su rango incluya al menos el conjunto formado por {V,F}. Las funciones de verdad son, por tanto, funciones del tipo: f: LE→{V,F}. Cada una de estas funciones representa una de las infinitamente muchas formas que hay de atribuir valores de verdad a los enunciados de LE. Entre ellas encontraremos, por ejemplo, las siguiente: [2] i. fi(p→q)=V, fi(p)=F, fi(p&q)=F, fi(q)=F, fi(pvq)=V... ii. fj(p→q)=V, fj(p)=F, fj(p&q)=F, fj(q)=V, fj(pvq)=V... 111 Lógica de Enunciados fi y fj continúan indefinidamente asignando un valor y sólo uno a cada fórmula en LE operando, quizá, según una hipotética enumeración. ¿Son las funciones así descritas asignaciones de valor de las que podamos fiarnos? Sin duda que no. fi se muestra completamente incoherente con el significado ordinario que asignamos a la conectiva simbolizada por “v” desde el momento en que asigna el valor falso tanto a p como a q, mientras que dice de pvq que es verdadera. f j, por el contrario, no presenta, al menos hasta donde ha sido descrita, ningún problema de este tipo. Las funciones de verdad introducidas en [1] parecen contener, en consecuencia, muchas más de las que realmente estamos dispuestos a considerar seriamente. Y todo ello por la violación de lo que parece ser una interpretación previa del modo en que las conectivas determinan el valor de verdad de un enunciado complejo a partir del valor de verdad de los enunciados simples que ellas mismas conectan. Se impone conseguir que esas interpretaciones sean respetadas en todas y cada una de las funciones de verdad con que se vaya a trabajar en lo sucesivo. Parece descartada la opción consistente en revisar una por una todas las valuaciones introducidas en [1] eliminando de la lista aquellas que no respetan la conducta que intuitivamente atribuimos a las conectivas presentes. No parece, desde luego, algo que quede al alcance de nuestras limitadas capacidades, aunque sí lo esté, tal vez, al alcance de las de un Dios omnipotente. Por otra parte, ¿en qué consiste esa conducta que parecen poseer las conectivas y que hemos de respetar a todo trance? Puesto que no parece que seamos capaces de eliminar aquellas valuaciones que sobran, tal vez, sí que podamos construir sólo aquellas que, en realidad, estamos dispuestos a considerar admisibles. Y dado que el criterio de admisibilidad consiste en respetar la conducta que las conectivas poseen en relación a la noción de verdad, lo que parece necesario es construir cada posible valuación garantizando que respeta esos criterios. Esto sólo se puede hacer conectando los pasos de dicha construcción con reglas o normas que expongan el comportamiento de cada conectiva. Cada una de esas reglas, normas, o como se las quiera llamar, constituyen implícitamente un análisis formal de la partícula en cuestión. El procedimiento que voy a exponer a 112 Consecuencia semántica continuación para el caso de la Lógica de Enunciados –para lo que empezaré a considerar a partir de ahora como Lógica de Enunciados Clásica- es notable porque constituye el modelo básico que la Lógica adopta para estudiar y desarrollar la conducta de una partícula formal en relación a su significado, verdad en este caso. Es en cierto modo irónico, y desde luego muy significativo del modo en que logramos superar nuestras propias limitaciones, que la imposibilidad de manipular colecciones infinitas de objetos sea la que conduzca a un análisis en el que el aumento de conocimiento es evidente. A continuación voy a enumerar las cláusulas que habremos de utilizar en la definición del subconjunto del conjunto de funciones de verdad que interesa identificar: [3] c 0) Si A es una variable de enunciado, entonces v(A)∈{V,F}, donde v es una función definida que asigna valores en {V,F} c 1) v(¬A)=V syss v(A)=F c 2) v(A&B)=V syss v(A)=V y v(B)=V c 3) v(AvB)=V syss v(A)=V o V(B)=V c 4) v(A→B)=V syss V(A)=F o v(B)=V. De nuevo nos encontramos ante una definición de aquellas que en su momento califiqué como recursivas o inductivas. La cláusula c 0 establece que el valor que cada una de estas nuevas asignaciones otorga a los átomos son valores de verdad y más en concreto, verdad –V- y falsedad –F-. Establece, además, que el modo de llevar a cabo tal asignación es por medio de una función. Cada átomo recibe uno y sólo uno de estos valores. El resto de ellas establecen las condiciones necesarias y suficientes –si y sólo si, simbolizado mediante syss- para que una fórmula en la que la correspondiente conectiva actúa como conectiva principal sea verdadera. Como se puede ver, todas estas cláusulas, salvo la del condicional, utilizan las partículas que hemos asociado de forma canónica a las cláusulas que se analizan. La impresión que puede producir esta maniobra es de una cierta circularidad. Sin embargo, habremos de reconocer que no se trata de un problema especialmente grave ya que el uso de estas cláusulas basta para construir unas tablas o matrices en las que se desarrollan 113 Lógica de Enunciados todas las posibles asignaciones de valor conformes a los criterios introducidos en [56]. Esto da lugar a lo siguiente: [4] Matrices para {¬,&,v,→} A ¬A A B A&B AvB A→B V F V V V V V F V V F F V F F V F V V F F F F V La confección de estas tablas muestra el modo en que las cláusulas ofrecidas en [3] fijan por completo el significado de cada conectiva, al menos en el sentido que aquí importa: su uso permite determinar el valor de verdad de un cada enunciado complejo para cada una de las posibles combinaciones que presentan los enunciados simples involucrados –lo que son sus subfórmulas inmediatas-. Esta forma de actuar ilustra a la perfección uno de los principios constitutivos de la Lógica: el principio de composicionalidad . Dado que se trata de una máxima regulativa más que de un procedimiento concreto, su presentación presentación tiene que ser necesariamente vaga. El principio de composicionalidad viene a postular que cada propiedad o atributo que quepa predicar de una entidad compleja es el resultado directo de las propiedades y atributos que se hayan asignado previamente a las partes que la integran. No cabe duda de que lo anterior es un inmejorable ejemplo de este principio. De las cláusulas anteriores, la que finalmente provoca problemas es aquella que desde un cierto punto de vista menos razones tendría para ello. Me refiero a la del condicional material, que es la única que no hace uso de la partícula canónicamente asociada a su interpretación informal, es decir, “si...entonces...”. Que no se sirva de 114 Consecuencia semántica ella es, en realidad, una consecuencia del problema. Un breve análisis de esa partícula canónica informal indica la existencia de considerables dificultades a la hora de construir la matriz correspondiente en [4]. El punto que suele suscitar más discrepancias entre aquellos que se encuentran por primera vez con este problema es el que se refiere al valor que adquiere A→B cuando A es falso: en ese caso A→B es verdadero. Sin embargo, ¿qué otra decisión se puede adoptar? La búsqueda de alternativas a una tabla como la que se ofrece en [4] pronto muestra que las modificaciones imaginables chocan con la intuición de formas más crudas aún, o bien, hacen que el condicional se comporte como alguna otra conectiva ya identificada. Pero, ¿cómo se llega, entonces, a definir una cláusula tan peculiar para el condicional? Pese a que no nos sintamos por entero satisfechos de las circunstancias bajo las cuales un condicional es verdadero, nada hay que objetar a aquellas en que sostenemos que es falso. Una fórmula del tipo A→B es falsa sólo cuando dándose el antecedente A comprobamos que el consecuente B no se da. ¿Por qué habríamos de rechazar un condicional cuando la circunstancia crítica, que el antecedente sea verdadero, no se cumple? Esto lleva al siguiente razonamiento: [5] i. v(A→B)=F syss v(A)=V y v(B)=F. Ahora bien, puesto que falso no es sino no-verdadero, ii. v(A→B)≠F syss No [v(A)=V y v(B)=F], lo cual se traduce tras un breve análisis en iii. v(A→B)≠F syss v(A)≠V o v(B)≠F, lo que reemplazando “≠V” por “=F” y “≠F” por “=V” da lugar a iv. v(A→B)=V syss v(A)=F o v(B)=V. No cabe otra opción dentro del estrecho margen que se ha trazado aquí. Si el tratamiento del condicional aún no nos convence tal vez hagamos bien en considerar que aquello que resulta insuficiente es algo que va más allá de la noción de verdad tal y como se ha venido manejando aquí. Esto no quiere decir que este análisis del condicional sea inadecuado, sino que describe sólo parte de lo que es la conducta de partículas más complejas emparentadas directamente con la que ahora se ha descrito. 115 Lógica de Enunciados A continuación me voy a servir de [56] para definir el conjunto de funciones de verdad que se manejará en lo sucesivo. [6] El conjunto de las interpretaciones admisibles o valuaciones para LE, Iv en símbolos, consiste en Iv ={v/ v ha sido construida de acuerdo con las instrucciones reunidas en [3]}. Una vez queda fijado el comportamiento de las constantes lógicas que integran la Lógica de Enunciados mediante la definición del conjunto Iv , se tiene algo que a buen seguro va más allá de una simple decisión acerca de los componentes básicos de la estructura lógica de los enunciados del lenguaje. Se trata de algo específico que nos compromete con interpretaciones precisas de sus elementos. Lo mismo cabe decir de la decisión que afecta al número y comportamiento de los valores de verdad. Todas estas decisiones, resumidas aquí en la definición de Iv , nos sitúan en el contexto de aquello que la tradición ha querido denominar Lógica Clásica de Enunciados, o Lógica Proposicional Clásica. Por el momento nos limitaremos a desarrollar las consecuencias y efectos de esta lógica particular. La existencia de este conjunto Iv , así como el modo en que ha sido construido, permite imaginar su uso para clasificar y comparar fórmulas a través de su comportamiento en relación a la noción de verdad. A este fin se emplea un recurso que recibe el nombre de tablas de verdad. Una tabla de verdad es una matriz en la que se reúnen todas las posibles combinaciones de valores de verdad que pueden darse a partir de los átomos presentes en una fórmula –o conjunto de ellas- para hallar, a continuación, el valor de verdad que la fórmula en cuestión recibe en cada caso. Para ello se procede a examinar, en primer lugar, las subfórmulas de menor grado lógico determinando, con la ayuda de las matrices expuestas en [4], el valor de la fórmula de la que forman parte, repitiendo entonces la operación hasta llegar a la fórmula original. Si se toma la fórmula ((qvp)&¬q)→p como ejemplo, se obtiene: 116 Consecuencia semántica [7] Tabla de verdad para ((qvp)&¬q)→p p q qvp ¬q (qvp)&¬q ((qvp)&¬q)→p V V V F F V V F V V V V F V V F F V F F F V F V Es obvio que el número de posibles distribuciones distintas de valores de verdad en cada una de estas tablas depende sólo del número de átomos distintos en la fórmula o fórmulas que se analizan de manera simultánea. Ahora bien, ¿basta una de estas tablas para caracterizar completamente cada fórmula en LE desde el punto de vista semántico? La respuesta a esta pregunta es, como cabe fácilmente imaginar, positiva. No obstante, perderé algún tiempo estableciendo una serie de demostraciones absolutamente precisas. [8] Teorema: Los valores de verdad que posee una fórmula fbf de LE sólo depende de los valores de verdad de las fbfs que forman el conjunto de subfórmulas de la fórmula original. Esquema de demostración: Se trata del primer teorema que establecemos en este curso, por lo que conviene prestar atención al modus operandi. Aprovecharemos la construcción inductiva del conjunto L E para proceder de fórmulas de menos complejidad a otras de mayor complejidad. A este tipo de demostraciones se les denomina con frecuencia inductivas. Base de inducción: A es atómica. En ese caso es obvio que el valor de verdad v(A) sólo depende por la cláusula c 0 en [3] del valor que v asigna a A, a la sazón único miembro del conjunto de subfórmulas. Paso de inducción: En realidad estableceremos algo más fuerte: que v(A) sólo depende del valor que v asigna a su subfórmulas inmediatas. 117 Lógica de Enunciados Caso 1: A=¬B. En tal caso, por c 1, v(A) vemos que sólo depende de v(B), y puesto que la única subfórmula inmediata de A es B, el teorema se cumple. Caso 2: A=B→C. En tal caso por c 4 en [3], se obtiene lo mismo que en el caso anterior, y puesto que B y C son las subfórmulas inmediatas de A, de nuevo vemos que se cumple el teorema. Los casos restantes son idénticos, y puesto que el conjunto de subfórmulas de una fbf puede considerarse como la unión de cada una de las subfórmulas inmediatas de grado lógico menor a las anteriores hasta llegar a los átomos de la fórmula original, se puede considerar demostrado el teorema. Este resultado es trivial, pero ilustra perfectamente la técnica de prueba por inducción. La división en una base, donde se establece el resultado para el caso más simple, y un paso de inducción, en el que se analiza si el resultado se cumple para cada posible modo de complicar los casos más simples, es la característica principal de este procedimiento. Más adelante ya tendremos oportunidad de estudiar otros casos de mayor interés y complejidad. Lo que sigue es también trivial y sirve, simplemente, para justificar las dimensiones de la tabla de verdad que se ha construido en [7]. Es común referirse a cada línea en esa tabla como a una valuación –a veces se emplea el término mundo posible, pero me parece mejor reservarlo para otros fines- produciendo una confusión fácil de evitar. Según lo dicho en [6] una valuación es una función de verdad que cumple con los requisitos introducidos en [3] para cada conectiva. Sucede entonces que cada valuación asigna de hecho un valor y sólo uno a cada fórmula de LE . En consecuencia, no resulta posible representar finitamente ninguna valuación. Lo que sí se puede representar de ese modo es una especificación parcial de una valuación, entendiendo por tal la relación de una serie finita de las asignaciones de valor que esa valuación efectúa a ciertas fórmulas. Todo esto lleva a lo siguiente: 118 Consecuencia semántica [9] Teorema: Dado un conjunto finito X de fórmulas, el número especificaciones parciales de cada valuación que hay que analizar para determinar completamente el valor de verdad de las fbf en X es 2n, donde n es el número de átomos distintos en las fbfs de X consideradas simultáneamente. Esquema de la demostración: Por el teorema anterior sabemos que cada fórmula queda completamente determinada por el valor de verdad de sus subfórmulas. No es difícil darse cuenta que esto lleva, en realidad, a que cada fórmula depende sólo del valor de verdad de sus átomos, lo cual lleva a considerar todos los posibles modos de asignar valores distintos a los átomos de cada fbf en X. Un razonamiento combinatorio elemental lleva a que ese número es 2n, donde 2 indica, simplemente el número de valores de verdad. El uso de tablas de verdad para analizar expresiones de LE demuestra que el tratamiento que la Lógica hace del significado –verdad- puede ser empleado de forma rigurosa para clasificar y distinguir fórmulas: una tabla es un procedimiento que finaliza en tiempo finito situando bajo la fórmula principal una columna de valores de verdad que la identifica a todos los efectos. Si nos tomamos en serio esta observación, las propiedades que puedan predicarse de las columnas de valores asociadas a una fórmula en la tabla correspondiente, podrán ser empleadas para clasificar de manera efectiva esas mismas fórmulas. Dicho de otra forma, los teoremas [8] y [9] permiten que muchas de las propiedades de fórmulas relacionadas con los conceptos semánticos que culminan en la noción de “valuación” sean efectivas. Es decir, existe un modo de determinar en un número finito de pasos si una fórmula posee o no una de esas propiedades. Las siguientes definiciones son un ejemplo de ello: [10] i. Aquellas fórmulas que toman el valor de verdad V para toda interpretación admisible reciben el nombre de tautologías. 119 Lógica de Enunciados ii. Aquellas fórmulas que toman el valor de verdad F para toda interpretación admisible, reciben el nombre de antilogías o contradicciones. iii. Las fórmulas que no se encuentra en ninguno de los dos casos anteriores, reciben el nombre de fórmulas contingentes. El uso de tablas de verdad permite identificar de manera efectiva cada una de estas circunstancias. Pero estas no son las únicas nociones que tiene sentido introducir una vez se considera el comportamiento semántico –en relación al significado, valor de verdad en este caso- de una fórmula. Por desgracia, ya no se puede garantizar que su posesión pueda ser determinada con la misma facilidad de antes. [11] i. Una fórmula es consistente o satisfacible si existe al menos una interpretación admisible que le otorga el valor de verdad V. ii. Un conjunto de fórmulas es consistente, satisfacible o simultáneamente satisfacible si existe al menos una interpretación admisible que hace verdaderas cada una de las fórmulas en ese conjunto. Por último, también es posible emplear este tipo de criterios a la hora de comparar una fórmula con otra distinta. En esta ocasión decimos que, [12] Dos fórmulas A y B son lógicamente equivalentes si para toda interpretación admisible sucede que v(A)=v(B). El objetivo de este apartado era analizar el tratamiento formal de la noción de verdad con el fin de ofrecer una definición absolutamente precisa de la relación de consecuencia semántica. En la sección anterior se aludía a una serie de circunstancias en las que si las premisas son todas ellas verdaderas la conclusión también ha de serlo. Esta era, básicamente, la definición de la consecuencia 120 Consecuencia semántica semántica. Parece claro que esas circunstancias no son sino las valuaciones, o interpretaciones admisibles, que forman el conjunto Iv definido en [6]. Esto permite obtener una relación de consecuencia la cual resume todas las decisiones adoptadas hasta ahora: [13] Consecuencia semántica para LE (consecuencia clásica): X√ E A syss para toda interpretación v∈Iv sucede que si para toda fórmula xi∈X, v(xi)=V, entonces v(A)=V. Dado un lenguaje formal L y una clase de interpretaciones admisibles definidas sobre las expresiones de ese lenguaje siempre parece posible aplicar alguna definición como la anterior destinada a establecer la extensión de la relación de consecuencia. La reunión de todas las decisiones adoptadas a la hora de definir un cierto lenguaje formal, junto con aquellas que permiten establecer la relación de consecuencia semántica da lugar a un concepto que cada vez es más frecuente presentar de forma independiente: [14] Un sistema formal es el par formado por un lenguaje formal L y una relación de consecuencia semántica definida sobre dicho lenguaje, en símbolos, <L,√>. El caso que nos ocupa ahora viene dado por el par <LE, √ E>, en el cual quedan subsumidas todas las decisiones adoptadas acerca del modo en que un lenguaje como LE analiza la estructura de un argumento, así como aquellas otras que tienen que ver con la noción de verdad y su comportamiento respecto a las conectivas presentes. No hay un nombre suficientemente representativo para este emparejamiento de componente así que me abstendré de brindar uno. La formulación de [14] intenta no ligar en exceso la existencia de una cierta relación semántica de consecuencia con el lenguaje sobre el que opera. En el estado 121 Lógica de Enunciados actual del desarrollo de la Lógica no se puede proceder de otro modo. El sistema formal que se acaba de introducir es uno de los muchos que pueden considerarse para el lenguaje LE. Eso implica la posibilidad de considerar otros conjuntos de interpretaciones admisibles diferentes de Iv , o incluso definiciones de la consecuencia semántica ligeramente distintas a la que figura en [13]. De todos modos, aún no ha llegado el momento de hablar de estas cosas. A veces se emplea el término Lógica Clásica de enunciados para hacer referencia a este sistema formal particular. No es un uso impropio, ciertamente, pero quizá sea preferible usar en tales casos la expresión sistema formal asociado a la Lógica Clásica de enunciados. Ya he dicho, no obstante, que no deseo acuñar terminología nueva, así que aceptaré cualquiera de estos términos con tal de que no haya confusión posible. Para terminar esta presentación general de la consecuencia semántica para LE, haré uso del teorema [9] para establecer un resultado absolutamente conocido: [15] Teorema: Dado un conjunto finito X de fórmulas de LE y una fórmula A, también en LE, siempre existe un procedimiento finito capaz de determinar si es o no el caso que X√ E A. Esquema de la demostración: Por el teorema [9] se sabe que el número de especificaciones parciales de valuaciones que es preciso considerar para analizar completamente la conducta de una fórmula es siempre finito. Extender esto al conjunto finito de fórmulas formado por XW{A} es inmediato. La condición impuesta en [13] para afirmar que A es consecuencia semántica de X se reduce a revisar los valores de verdad de las premisas y la conclusión, con lo que siempre es posible establecer si X√ E A es o no el caso mediante una tabla de verdad. Un ejemplo ayudará a ver cómo se abordan estos asuntos en general: 122 Consecuencia semántica [16] p→q, ¬q√ E ¬p p q p→q ¬q ¬p V V V F - F V F F V - F F V V F - V FF FF VV V V Si V V La tabla de verdad anterior se diseña teniendo en cuenta de forma simultánea los átomos que aparecen tanto en las premisas como en la conclusión. Una vez construida la tabla, cada fórmula se evalúa por separado. A continuación se analiza cada una de las líneas que resultan de esa tabla buscando si alguna de ellas hace verdaderas todas y cada una de las premisas. Si es así se identifica de algún modo, mediante un recuadro, por ejemplo. Las líneas recuadradas se analizan a su vez comprobando en tal caso si la conclusión es verdadera o falsa. En el caso anterior, la única línea recuadrada satisface la condición relativa al valor de verdad de la conclusión, de donde se desprende que el argumento analizado es aceptable. O lo que es lo mismo, que la conclusión es consecuencia semántica de las premisas. Es frecuente hablar en tales casos de argumentos válidos, entendiendo por tales aquellos en los que la conclusión resulta ser consecuencia semántica de las premisas. Una rápida ojeada a este tipo de procedimientos sugiere una forma alternativa de analizar la validez de un argumento cuyo conjunto de premisas sea finito. La definición de la consecuencia semántica ofrecida en [13] hace uso de partículas del castellano identificadas aquí con conectivas. En particular, afirma que para cada 123 Lógica de Enunciados valuación ha de darse el caso de que si la primera premisa es verdadera, y la segunda premisa es verdadera, y ....la n-ésima premisa es verdadera, entonces, la conclusión es verdadera. Esto permite afirmar lo siguiente: [17] Sea X un conjunto finito de fórmulas de LE y sea A asimismo una fórmula de LE. X√ E A es válido syss la fórmula x1&x2&...xi→A es una tautología. Este resultado puede llevar fácilmente a una conclusión errónea: que todo argumento del tipo considerado aquí puede ser analizado o puesto en relación con una fórmula como la que se introduce en [17]. Esto es obviamente falso en los casos en los que X no es finito, circunstancia que aunque pueda resultar ideal desde un punto de vista práctico, no ha sido descartada aquí. Un conjunto infinito de premisas no da lugar a fórmula alguna ya que toda fórmula está formada por una cantidad finita de expresiones extraídas de un cierto vocabulario. Pero también es incorrecto si consideramos que uno de los posibles conjuntos de premisas a tener en cuenta es el conjunto vacío, ι, en símbolos. Si se examina la definición [66], se aprecia sin especial dificultad que en tal caso, que las premisas sean el conjunto vacío, los únicos argumentos válidos son aquellos en los que la conclusión A es verdadera para cada posible valuación. Esto da lugar a lo siguiente: [18] Una fbf A es una verdad lógica syss √ E A, es decir, syss A es verdadera para toda valuación. 124 Consecuencia semántica Orientación bibliográfica [Quesada, 1985], cap. 4. Secc. 5, [Badesa, Jané y Jansana, 1998]¸ cap. 9 de la Segunda Parte, [Garrido, 1974], cap. XI, secc. 8, etc. En esta sección casi cualquier referencia de las habituales nos sirve. Para profundizar un poquito más sin dejar de entender los contenidos fundamentales está [Hunter, 1969], Tercera parte, secc. 39. Este es un manual centrado en la exposición de resultados de tipo metateorético, pero con eso y con todo, es inteligible. Merece la pena entrar ya en contacto con él. Como referencia histórica, [Tarski, 1930] y [Tarski, 1936]. 125 Lógica de Enunciados 126