Fraternidad Cristiana de Guatemala “Una Iglesia Cristiana para la Familia”. Tema para la red de Familiares 2011 # 39 Cuando el amor se enfría Serie: Cada hogar es una iglesia Tesis No importa cuántas cosas hagamos para Dios, si no con qué pasión y amor lo hagamos. Objetivo Que cada uno de nosotros reconozca la necesidad de volver a tener amor y pasión por todas las cosas que hagamos para Dios. Introducción Éfeso. Apocalipsis 2: 1-7. Éfeso era la ciudad más importante de la provincia romana de Asia proconsular, centro postal y administrativo, casi tan importante como Antioquía. Éfeso era el paso obligado para ir a Roma. En tiempo posterior, cuando conducían a los cristianos desde Asia para echárselos a los leones en el circo romano, Ignacio de Antioquía llamó a Éfeso el “Camino Real de los Mártires”. Su ubicación convertía a Éfeso en la ciudad más rica e importante de Asia, y se la ha llamado adecuadamente “La Feria de las Vanidades del mundo antiguo”. La ciudad era llamada: “La guardiana del Templo”, es decir, del templo dedicado a la diosa Diana (Artemisa), como diosa de la fertilidad (Hechos 19:35). El Templo de Artemisa era una de las siete maravillas del mundo antiguo.Tenía también otros templos dedicados a los emperadores Claudio, Adriano y Severo. Éfeso era un centro famoso de superstición pagana. Era famosa por las cartas efesias, amuletos y encantamientos que se tenían por remedios infalibles contra la enfermedad, la esterilidad y la mala suerte en los negocios. Venía gente de todo el mundo para comprarlas. La población de Éfeso era muy mezclada. Sus ciudadanos estaban divididos en seis tribus. Formaban una los descendientes de los primeros habitantes del país; otra, los descendientes de los primeros colonizadores venidos de Atenas; tres, los otros griegos, y la otra, probablemente, los judíos. Además de ser un centro de culto, el Templo de Artemisa era también una guarida de crimen y de inmoralidad. El área del templo tenía derecho de asilo: cualquier criminal era inmune si podía llegar a ella. El templo tenía centenares de sacerdotisas, que eran en realidad una especie de prostitutas sagradas. Todo esto se combinaba para hacer de Éfeso un lugar notoriamente malo. A Heráclito, uno de los filósofos presocráticos más famosos, que era de Éfeso, se le conocía por el mote de « el filósofo llorón.» La explicación que daba de sus lágrimas era que no se podía vivir en Éfeso sin llorar su inmoralidad. Fue hacia el año 52 cuando penetró el cristianismo por el ministerio de Priscila y Aquila, y fue Pablo el fundador de aquella iglesia. Pablo hizo allí una estancias de 2 años, posteriormente, el apóstol Juan se afincó allí, quién tenía bajo su apostólica supervisión tanto esta iglesia como las otras seis que se mencionan después. Lea Apocalipsis 2:1-7. 1. Siempre hay algo bueno en nosotros, la alabanza del Señor. Apocalipsis 2:2 Lo primero que notamos es que los creyentes eran activos, no eran holgazanes. Se hacían cosas, se realizaban planes. No solo había allí buenas obras, sino que trabajaban arduamente, fatigosamente. La fatiga no los había rendido, vencido, desmayado. Los fieles de Éfeso habían pasado por la amarga prueba del influjo y de la nociva enseñanza de los falsos maestros. Cuando se habla de probar a los que se dicen ser “apóstoles y no lo son” se refiere a discernir actos de hipocresía, apariencia de piedad con negación práctica de una piedad eficaz, la cuál era muy corriente en los maestros imbuidos de gnosticismo y que, como se ve en las cartas de Juan, pululaban en las iglesias. No se excluye la posibilidad de graves errores doctrinales, como las denunciadas en 1 de Juan. Junto a estos se menciona el no soportar a los malos, es decir, los lobos que habían entrado a la congregación. La alabanza concluye con que no habían desmayado, la fatiga no los había vencido y seguían adelante. 2. Activismo estéril. Apocalipsis 2:4 A continuación viene una amarga queja de parte de Cristo. La rutina de cada día llega a dar lugar al enfriamiento del amor inicial, del fervor del noviazgo, de la luna de miel del matrimonio. Suele ser un proceso lento, pero desemboca en una crisis tremenda. ¿Cómo llega a suceder esto? En palabras del teólogo Grau: “La obra de Dios, dice, cobra más importancia que el Dios de la obra; la iglesia de Cristo, que el Cristo de la iglesia”. De forma maravillosa lo expresa B. Marsenkovski: El verdadero cristianismo no consiste en recordar el amor pasado, sino en mantener el mismo amor ardiente a Cristo, esa actitud reverente hacia El. El pan puesto sobre la mesa de oro del templo debía ser fresco, no pasado. Así debe ser el amor del cristiano, siempre nuevo, porque el amor es el alma del cristianismo. Cuando el cristianismo carece de amor hacia Cristo, se torna sin alma, muerto. Recuerde, el activismo no es señal de espiritualidad y amor genuino. Dios no se impresiona por la cantidad de acciones que realicemos, sino por la actitud y el amor con que las hacemos. 3. Reproche y exhortación amorosa. Apocalipsis 2:5 Viene una exhortación a volver en sí, a reflexionar, a considerar el propio estado (como el hijo pródigo, Lucas 15:17). Se nos estimula a dar media vuelta en el camino de extravío que llevamos, volver al fervor de la espiritual luna de miel con el Señor (o con los demás), apartando de ti todo lo que sea un estorbo en la íntima comunión con tu Esposo y Señor. No necesitas hacer obras distintas de las actuales, sino las mismas como fruto de un amor igual al primero, no se trata de un cambio en la cantidad, sino el la calidad. Conclusión Dios se define como un “Dios celoso” y exige de su esposa una fidelidad y lealtad entera e incondicional. A los ojos de Dios no escapa nada, no solo escrutan lo malo que hay en nosotros, sino cualquier detalle bueno, por insignificante que pudiera parecer. Las recompensas están listas para todos los que atienden al llamado de Dios y acuden a Él con arrepentimiento. Reto a la acción 1. Pídale perdón a Dios por la pasividad, la falta de amor y falta de búsqueda de Él. 2. Pídale a Dios que lo ayude, reconozca que necesita la ayuda de Él y actúe. 3. Comprométase con Dios a ser una persona “enamorada” de Él y apártese de todo lo que le “enfría”. 4. Vuelva al primer amor en su familia, con su cónyuge, con sus hijos, en fin, en todo lo que haga, así, glorificará a Dios y marcará la diferencia en la sociedad. ¡Haga el llamado!