Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Derecho del Trabajo DIRECTOR Francisco José González de Lena Álvarez SUBDIRECTOR Francisco Javier Andrés González COORDINADOR DE LA SERIE Alfredo Montoya Melgar SECRETARÍA Subdirección General de Información Administrativa y Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Agustín de Bethencourt, 11 28003 Madrid Telf.: 91 363 23 45 Fax: 91 363 23 49 Correo electrónico: [email protected] Internet: http://www.mtas.es La Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales no se responsabiliza de las opiniones expresadas por los autores en la redacción de sus artículos. Se permite la reproducción de los textos siempre que se cite su procedencia. RET: 05-2145 Edita y distribuye: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Subdirección General de Información Administrativa y Publicaciones Agustín de Bethencourt, 11. 28003 Madrid NIPO: 201-05-024-6 ISSN: 1137-5868 Depósito legal: M-12.168-1998 Diseño cubierta: CSP Diseño interior: C & G Imprime: Solana e Hijos, A.G., S.A. Telf. 91 610 90 06 Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Derecho del Trabajo XXV AÑOS DEL ESTATUTO DE LOS TRABAJADORES SUMARIO EDITORIAL, Alfredo Montoya Melgar, 7 ESTUDIOS El ámbito subjetivo del Estatuto de los Trabajadores. José Luján Alcaraz, 13 Cambio y continuidad en el régimen jurídico del salario. Fermín Rodríguez-Sañudo, 41 La regulación de la jornada de trabajo en el Estatuto de los Trabajadores. Francisco Pérez de los Cobos Orihuel y Erik Monreal Bringsvaerd, 57 Movilidad funcional y modificación sustancial de condiciones de trabajo. Joaquín García Murcia, 79 La movilidad geográfica. Tomás Sala Franco, 99 El principio de estabilidad en el empleo: crisis y claves para su recuperación. Faustino Cavas Martínez, 115 La estabilidad en el empleo y su garantía jurisdiccional y administrativa. Alfredo Montoya Melgar, 137 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 3 La contratación temporal y el Estatuto de los Trabajadores: cuestiones generales. Antonio V. Sempere Navarro, 153 El artículo 43 del Estatuto de los Trabajadores: Empresas de Trabajo Temporal y cesión de trabajadores. María Luisa Pérez Guerrero y Miguel Rodríguez-Piñero Royo, 187 El régimen jurídico de la transmisión de empresa 25 años después de la promulgación de la Ley del Estatuto de los Trabajadores. Salvador del Rey Guanter, Daniel Martínez Fons y Raquel Serrano Olivares, 223 El tratamiento de los despidos económicos no colectivos en la evolución normativa y jurisprudencial. Federico Durán López, 289 Negociación colectiva. Jesús Mª Galiana Moreno, 301 La representación colectiva de los trabajadores en la empresa. Carmen Sáez Lara, 317 La representación unitaria: el «faux ami». Antonio Ojeda Avilés, 4 345 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 Editorial ALFREDO MONTOYA MELGAR Editorial ALFREDO MONTOYA MELGAR* Q ue una norma cumpla un cuarto de siglo, máxime cuando esa norma pertenece a una rama jurídica tan móvil como el Derecho del Trabajo, es un acontecimiento que merece celebración. La permanencia de esa norma en nuestro caso, la Ley del Estatuto de los Trabajadores, el texto legal básico del ordenamiento laboral español ha sido posible gracias a su continuado esfuerzo de adaptación a las situaciones y necesidades que han ido aflorando en el mundo de las relaciones laborales a lo largo de los últimos veinticinco años. Lejos de petrificarse, lo que hubiera condenado a la norma primero al alejamiento de su función y luego a su inevitable derogación, el Estatuto de los Trabajadores ha sabido adaptarse, como pide el Código Civil al intérprete de la norma, a la realidad social de los distintos tiempos en que se viene aplicando; de este modo, la ley se aproxima y se pone en armonía con las necesidades sociales y la opinión pública, «que van siempre delante del Derecho» como enseñaba H. Sumner Maine en su obra clásica sobre El Derecho antiguo. Delante del Derecho (y delante, pues, del Estatuto de los Trabajadores) va, en efecto, la vida social, económica y política, planteando con sus muchas y urgentes solicitaciones las reformas legales que los cambios de la realidad exigen. Destinatarios, intérpretes y aplicadores de la norma ejercen su valiosa labor de valoración de ésta y de propuesta de las reformas que en cada momento entienden que requiere el sistema social. La evolución de los contenidos del Estatuto de los Trabajadores es una muestra clara de cómo la estabilidad y la eficacia de una norma pueden alcanzarse por la vía de su capacidad de adaptación a las nuevas situaciones y necesidades. Si recordamos las razones de las grandes reformas del Estatuto vemos que éstas han querido atender a los cambios económicos, a las exigencias del empleo y de los avances tecnológicos, a las nuevas concepciones sobre el papel de la empresa y de la gestión del trabajo en ella, a la aspiración de los agentes sociales a un mayor protagonismo en la regulación de las relaciones laborales No son, naturalmente, ajenas a esas reformas las necesidades de adecuación de nuestro sistema jurídico laboral a las prescripciones del marco comunitario europeo, ni tampoco los propósitos de perfeccionamiento técnico de la norma. Tomando como ejemplo el extenso y profundo esfuerzo de reforma del Estatuto llevado a cabo en 1994, cabe recordar cómo la Ley 10/1994, de 19 de mayo, sobre medidas urgentes de fomento * Catedrático de la Universidad Complutense. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 7 EDITORIAL de la ocupación, exponía, como motivos de las modificaciones por ella introducidas en el propio Estatuto y en otras normas legales, «la gravedad de la situación económica y su incidencia en el mercado de trabajo», y la necesidad de «luchar contra el paro y potenciar nuestra capacidad generadora de empleo» así como de «recuperar la senda del crecimiento económico y mejorar la competitividad de las empresas». El instrumento para alcanzar tales objetivos no podía ser otro sino «la reforma del marco de relaciones laborales», en la línea de «la permanente adaptabilidad a las circunstancias cambiantes de los procesos productivos y las innovaciones tecnológicas». Por su parte, la muy importante Ley 11/1994, de 19 de mayo, modificativa del ET, de la LPL y de la LISOS, insistía, refiriéndose a los factores motivadores de la reforma de 1984, en «los cambios en la situación económica derivados de la crisis de los años setenta y las perspectivas cada vez más cercanas de integración de la economía española en la europea», a los que añadía nuevas situaciones precisadas de atención legislativa: «la progresiva internacionalización de la economía ( ), las exigencias de convergencia económica en el contexto europeo, la aceleración del proceso de innovación tecnológica ». Con insistencia, la Ley aludía a la necesidad de inspirarse en el «criterio de adaptabilidad en el desarrollo de la relación laboral», en el «objetivo de adaptabilidad y flexibilidad en las relaciones laborales», así como en la finalidad de «potenciación de la negociación colectiva y la mejora de sus contenidos». Consustancial a las reformas laborales es también su propia movilidad; si su labor es la modificación de la situación legal precedente, su destino lógico está también llamado a la atención de las nuevas exigencias. Así se explica la cascada ininterrumpida de leyes reformadoras del Estatuto, iniciada en los años 1983-1984 y continuada por las Leyes 42/1994, 63/1997, RDL 15/1998, Leyes 39/1999, 12/2001, 45/2002, 22/2003 y 62/2003, entre las más importantes, hasta llegar a la por ahora última reforma, la llevada a cabo por la LO 1/2004, de 28 de diciembre, de medidas de protección integral contra la violencia de género. Ahora bien; las reformas, aun siendo numerosas y en muchos casos de hondo calado, vienen operando dentro de un marco de estabilidad institucional presidido por los que la Exposición de Motivos del Proyecto de Ley del Estatuto de los Trabajadores llamaba los «tres pilares básicos» sobre los que la Constitución funda el «nuevo modelo laboral» correspondiente al «nuevo modelo político por ella instaurado, a saber: «la contraposición de intereses en el mundo del trabajo, la autonomía colectiva de las partes sociales y el otorgamiento al Estado de la correspondiente potestad normativa en materias laborales». Por ello, y con razón, la citada Ley 11/1994 dejaba claro que su propósito reformador había de operar dentro del mantenimiento de las líneas básicas del cuadro institucional: «La revisión y la reforma de la normativa laboral debe hacerse conservando los elementos diferenciadores de la cultura política europea, que se expresan en términos de libertad sindical, negociación colectiva y protección social». El presente número de la Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales quiere conmemorar los veinticinco años del Estatuto de los Trabajadores mediante la publicación de un conjunto de estudios jurídicos en los que se reflexiona sobre nuestra principal norma laboral y su evolución, atendiendo a un buen número de materias centrales: el ámbito subjetivo del Estatuto (profesor Luján Alcaraz), el régimen del salario (profesor Rodríguez-Sañudo), el de la jornada (profesores Pérez de los Cobos y Monreal Bringsvaerd), la movilidad funcional y las modificaciones sustanciales de condiciones de trabajo (profesor García Murcia), la movilidad geográfica (profesor Sala Franco), la estabilidad en el empleo en su dimensión general (profesor Cavas Martínez) y en su garantía judicial y administrativa (profesor Montoya Melgar), la contratación temporal (profesor Sempere Navarro), las empresas de trabajo temporal y la cesión de trabaja- 8 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ALFREDO MONTOYA MELGAR dores (profesores Pérez Guerrero y Rodríguez-Piñero Royo), la transmisión de empresas (profesores Del Rey Guanter, Martínez Fons y Serrano Olivares), los despidos económicos no colectivos (profesor Durán López), la negociación colectiva (profesor Galiana Moreno) y, en fin, la representación de los trabajadores en la empresa, abordada tanto desde el punto de vista de nuestro Ordenamiento (profesora Sáez Lara) como desde un plano que incorpora el Derecho comparado (profesor Ojeda Avilés). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 9 Estudios El ámbito subjetivo del Estatuto de los Trabajadores JOSÉ LUJÁN ALCARAZ* 1. EL ÁMBITO SUBJETIVO DEL ESTATUTO DE LOS TRABAJADORES Y LA DELIMITACIÓN NORMATIVA DE LOS CONCEPTOS DE TRABAJADOR Y DE CONTRATO DE TRABAJO 1.1. El «ámbito de aplicación» del Estatuto de los Trabajadores A diferencia de las precedentes leyes sobre Contrato de Trabajo de 1931 y 19441, pero siguiendo la pauta marcada en la Ley de Relaciones Laborales2, la Ley 8/1980, de 10 de marzo, por la que se aprobó el Estatuto de los Trabajadores (ET), comienza su articulado con una cláusula general destinada a delimitar su ámbito subjetivo. De este modo, y conforme establece el primer apartado de su art. 1, dicha ley «será de aplicación a los trabajadores que voluntariamente presten sus servicios retribuidos por cuenta ajena y dentro del ámbito de organización y dirección de otra persona, * Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad Politécnica de Cartagena. 1 Ley de 21 de noviembre de 1931, de Contrato de Trabajo (en adelante, LCT-1931) y Texto Refundido del Libro I de la Ley de Contrato de Trabajo aprobado por Decreto 26 enero 1944 (en adelante, LCT-1944). 2 Ley 16/1976, de 8 abril, de Relaciones Laborales (en adelante, LRL). física o jurídica, denominada empleador o empresario»3. Esta fórmula, en la que son reconocibles las clásicas notas definidoras de la relación laboral trabajo voluntario, personal, depen- 3 Actualmente, art.1.1 Texto Refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores aprobado por RDleg. 1/1995, de 24 marzo. Frente a la solución acogida en el ET, las citadas leyes de 1931 y 1944 comenzaban su articulado con una definición de contrato de trabajo (art.1), seguida de la identificación de su objeto (art.2). En concreto, el art. 1 LCT-1944 consideraba «contrato de trabajo, cualquiera que sea su denominación, aquel por virtud del cual una o varias personas participan en la producción mediante el ejercicio voluntariamente prestado de sus facultades intelectuales y manuales, obligándose a ejecutar una obra o a prestar un servicio a uno varios patronos o empresarios o a una persona jurídica de tal carácter bajo la dependencia de éstos, mediante una remuneración, sea la que fuere la clase o forma de ella». Por su parte, el art. 2 cifraba el objeto del contrato «a que se refiere esta Ley (en) todo trabajo u obra que se realice por cuenta y bajo dependencia ajenas, o todo servicio que se preste en iguales condiciones». De los sujetos trataba, en cambio, y de manera muy poco rigurosa, el art. 4, muy similar al del mismo ordinal de la ley de 1931. A su tenor, «los sujetos que celebren el contrato, tanto empresarios como trabajadores, podrán ser, bien personas naturales o individuos, bien personas jurídicas o colectivas» (sic). La solución legal se completaba con un listado enunciativo de trabajadores incluidos (art. 6: aprendices, obreros a domicilio; obreros y operarios; encargados de empresas, etc.) y de trabajos (art. 2) y trabajadores excluidos (arts. 7 y 8). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 13 ESTUDIOS diente, por cuenta ajena y retribuido4 es, en realidad, la trasposición legal de la caracterización que del contrato de trabajo habían hecho la jurisprudencia y la doctrina durante los años sesenta y setenta del pasado siglo para comprender su singular naturaleza; especialmente, y tras la promulgación de la Ley 21/1962, de 21 de julio, para resolver las dudas suscitadas por la relación de trabajo de los llamados profesionales liberales5. Pese a este sustrato jurisprudencial, la variedad de matices con que se manifiestan las relaciones de cooperación social basadas en el trabajo hace que en la práctica la calificación del contrato de trabajo y su distinción de los modelos contractuales adyacentes no sea tarea sencilla. Y, por tanto, que la función integradora de la definición legal que corresponde a los Jueces y Tribunales siga siendo muy necesaria; más aún en la medida en que la realidad social subyacente al contrato de trabajo es esencialmente dinámica y, como demuestra lo acontecido en los últimos veinticinco años, muy adaptable a las transformaciones del sistema productivo6. 4 Por todos, MONTOYA MELGAR, A., Derecho del Trabajo, 25 ed., Tecnos, Madrid, 2004, págs. 34 y ss. 5 Esta ley dispuso la modificación del art. 6 LCT1944 para, por un lado, calificar expresamente a los sujetos a los que iba destinada como trabajadores por cuenta ajena, «distinguiéndolos así de los que trabajan sin sujeción a un contrato que los ligue en la clásica relación laboral» (Exposición de Motivos); y, por otro, para añadir un importantísimo segundo párrafo al precepto con el fin de solucionar diversos problemas planteados en la práctica de la contratación laboral en una economía en desarrollo. En su virtud, desde entonces se consideraron «también trabajadores, aunque no se hallen sujetos a jornada determinada o vigilancia en su actividad, las personas naturales que intervengan en operaciones de compraventa de mercancías por cuenta de uno, o más empresarios, con arreglo a las instrucciones de los mismos, siempre que dichas operaciones exijan para su perfeccionamiento la aprobación o conformidad del empresario y no queden personalmente obligados a responder del buen fin o de cualquier otro elemento de la operación». 6 Con carácter general, sobre la delimitación del ámbito de aplicación del contrato de trabajo, puede 14 Ciertamente, el legislador estatutario tuvo muy presente este carácter dinámico de la materia social disciplinada por el Derecho del Trabajo y, por tanto, del ámbito de aplicación subjetivo del contrato de trabajo. Prueba de ello es que, nuevamente siguiendo el modelo ofrecido por la Ley de Relaciones Laborales (cfr. su art. 2), el mismo art. 1 ET cuida de advertir en su apartado 3 sobre la existencia de ciertas relaciones de trabajo que «se excluyen» su ámbito de aplicación o, dicho de otra manera, que no conforman verdaderos contratos de trabajos. A saber: el trabajo de los funcionarios públicos y del personal al servicio del Estado, las Corporaciones locales y las Entidades públicas autónomas; las prestaciones personales obligatorias; la actividad propia de los consejeros y miembros de los órganos de administración en las empresas; los trabajos realizados a título de amistad, benevolencia o buena vecindad; los trabajos familiares; la mediación mercantil con asunción del riesgo y ventura; y desde Ley 11/1994, de 19 mayo la actividad de transporte. Se trata de este modo de facilitar la tarea al intérprete y al aplicador de la norma mediante el simple expediente de declarar la no laboralidad de un elenco muy representativo de relaciones de trabajo. Como es sabido7, la doctrina suele clasificarlas en dos verse LUJÁN ALCARAZ, J., La contratación privada de servicios y el contrato de trabajo. Contribución al estudio del ámbito de aplicación subjetivo del contrato de trabajo, MTSS, Madrid, 1994. También la obra colectiva en homenaje a CABRERA BAZÁN, editada por CRUZ VILLALÓN, J., Trabajo subordinado y trabajo autónomo en la delimitación de fronteras del Derecho del Trabajo, Tecnos, Madrid, 1999; LÓPEZ GANDÍA, J., Contrato de trabajo y figuras afines, Tirant lo Blanch, Valencia, 1999; GARCÍA PIQUERAS, M., En las fronteras del Derecho del Trabajo, Comares, Granada, 1999. Más recientemente, insiste sobre los mismos temas REVILLA ESTEVE, E., La noción de trabajador en la economía globalizada, Aranzadi, Pamplona 2003. 7 Véase LUJÁN ALCARAZ, J., La contratación privada de servicios y el contrato de trabajo, cit., págs. 210 y ss, así como las referencia bibliográficas allí contenidas. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ grupos principales según que sean: a) exclusiones constitutivas, esto es, impuestas por norma con rango normativo suficiente para ordenar la expulsión del ámbito de aplicación del ET de una relación materialmente laboral (en realidad, el único supuesto es el previsto en el art. 1.3 a) ET; y quizá también el que afecta a ciertas manifestaciones de la actividad de transporte ex art. 1.3 g) ET), o b) exclusiones declarativas o justificadas por la falta de uno o varios requisitos de laboralidad. Una tercera categoría sería la de las exclusiones ilegales que dicen de la exclusión de una verdadera relación de trabajo asalariado dispuesta, directa o indirectamente, por norma con rango insuficiente para hacerlo8. Sin embargo, parece bastante dudoso que en la actualidad tal solución normativa rinda los frutos esperados. En primer lugar, porque la enumeración mira más al pasado 8 Tal fue en su momento el caso de los empleados de notarías (SSTS 16 enero 1986 [RJ 1986, 232]; 17 abril 1986 [RJ 1996, 2193]; 11 mayo 1987 [RJ 1987, 3670]; 22 septiembre 1987 [RJ 1987, 6257]), de los registros de la propiedad (SSTS 19 marzo 1990 [RJ 1990,2174]; 3, 9 y dos 16 julio 1990 [RJ 1990, 6048, 6078, 6404, 6408]) o de los empleados de Cámaras de Comercio, Industria y Navegación (STS 13 julio 1992 [RJ 1992, 5610]). Posiblemente, en la actualidad el caso más flagrante de este tipo de exclusiones ilegales sea el que ofrecen las numerosísimas convocatorias de becas de trabajo ofrecidas a postgraduados, muy habituales en la Administración Pública. Sobre todo porque la mayoría de ellas olvidan que «la finalidad perseguida en la concesión de becas no estriba en beneficiarse de la actividad del becario, sino en la ayuda que se presta en la formación profesional» (STS 7 julio 1998 [RJ 1998, 6161]). En este sentido, pueden verse a mero título de ejemplo STSJ Madrid 19 mayo 2003 (AS 2003, 3423), que declara como relación laboral una aparente beca de prácticas establecida por Telefónica España para alumnos de la Fundación Universidad Empresa, o STSJ País Vasco 18 marzo 2003 (AS 2003, 2567), sobre unos becarios, en realidad trabajadores asalariados, que prestaron servicios como licenciados universitarios en la Universidad del País Vasco y las Juntas Generales de Álava. que al presente o al futuro del Derecho del Trabajo; no en vano la lista llega al ET a través del art. 2 LRL y a éste desde los muy similares arts. 2, 7 y 8 LCT-1944 y LCT1931. En segundo lugar, porque el grupo de relaciones de trabajo excluidas es muy heterogéneo y los criterios de exclusión no están suficientemente definidos. Y, en tercer lugar, y como objeción más importante, porque, veinticinco años después, son quizás mayores los problemas que plantea la interpretación de algunas fórmulas de exclusión que los que provocaría la inexistencia de la precisión legal aclaratoria. Aunque otros ejemplos pudieran aportarse, sin duda el más evidente es el que ofrece la exclusión de «la actividad que se limite, pura y simplemente, al mero desempeño del cargo de consejero o miembro de los órganos de administración en las empresas que revistan la forma jurídica de sociedad y siempre que su actividad en la empresa sólo comporte la realización de cometidos inherentes a tal cargo» (art. 1.3 c ET). Y es que, la distinción teórica entre el desempeño de estos «cometidos inherentes» a los miembros de los órganos de administración de las sociedades y el ejercicio de «poderes inherentes a la titularidad jurídica de la empresa» a que se refiere el RD 1382/1985 para definir la relación laboral especial de los altos cargos de las empresas «no existe en la legislación (mercantil) española»9. Antes al contrario, lo habitual es que el consejero o administrador, en cuanto integrante de los órganos titulares de los poderes originarios de administración, no sólo esté llamado a cumplir funciones de mera deliberación y fijación de pautas, criterios y directrices para la actuación social, sino que también contribuya de manera decisiva a la formación de la voluntad social. En resumen, resulta «equivocado y contrario a la verdadera esencia de los órganos de administración de la sociedad entender que los mismos se han de limitar a llevar a cabo funciones 9 STS 27 enero 1992 (RJ 1992, 76). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 15 ESTUDIOS meramente consultivas o de simple consejo u orientación, pues por el contrario, les compete la actuación directa y ejecutiva, el ejercicio de la gestión, la dirección y la representación de la compañía»10. 1.2. Funcionalidad de las relaciones laborales especiales en la definición del ámbito subjetivo del contrato de trabajo Con igual intención clarificadora, el art. 2 ET incorpora un listado de las denominadas STS 3 junio 1991 (RJ 1991,5123). Lo que se está diciendo en definitiva es que «los cometidos inherentes a un miembro del órgano de administración social, son en principio todos los correspondientes a la administración y representación de la sociedad», de modo que al mismo «corresponden funciones de administración en sentido estricto (internas) y de representación (externas), comprendiendo las primeras, en principio y a reserva de previsiones estatutarias (...), la gestión de los intereses sociales y la dirección de la actividad de la sociedad, sin que nuestra legislación recoja con carácter general la separación existente en otros ordenamientos entre dirección y gestión» (STS 21 enero 1991 [RJ 1991, 65]). Dicho de otra manera, «las actividades de dirección, gestión, administración y representación de la sociedad son las actividades típicas y específicas de los órganos de administración de las compañías mercantiles, cualquiera que sea la forma que éstas revista» (STS 3 junio 1991 [RJ 1991, 5123]). Véase igualmente STS 20 noviembre 2002 (RJ 2003, 2699). Para un estudio detenido de la cuestión, con enorme repercusión en la delimitación del ámbito de aplicación del RGSS y del RETA, sobre todo tras las SSTS 4 y 6 junio 1996 (RJ 1996, 4882 y 4996), 27 enero 1997 (RJ 1997, 640) y las reformas de la LGSS ordenadas primero por disposición adicional 43ª Ley 66/1997, 30 diciembre, y luego por art. 34 Ley 50/1998, de 30 diciembre, puede consultarse, entre otros, LUJÁN ALCARAZ, J., «Encuadramiento en el sistema de Seguridad Social de socios trabajadores y miembros de los órganos de administración de las sociedades mercantiles capitalistas», Aranzadi Social, núm. 1998-V, págs 95 y ss.; DESDENTADO BONETE, A. y DESDENTADO DAROCA, E., Administradores sociales, altos directivos y socios trabajadores. Calificación y concurrencia de relaciones profesionales, responsabilidad laboral y encuadramiento en la seguridad social, Editorial Lex Nova, Valladolid, 2000. 10 16 relaciones laborales especiales. Esto es, de verdaderos contratos de trabajo de acuerdo con la definición del art. 1.1 ET, pero que por criterios de política legislativa no siempre claros no se regulan por el ET, sino por normas reglamentarias a las que aquél simplemente exige que respeten «los derechos básicos reconocidos por la Constitución» (art. 2.2 ET). No se trata, sin embargo, de una propuesta original del legislador estatutario. La existencia de relaciones especiales es una constante en nuestro Derecho del Trabajo justificada en la idea de que «bien por la cualidad de las personas que lo prestan, bien por la sede donde se realiza el trabajo, bien por el tipo de funciones que se realizan»11, ciertas relaciones de trabajo parecen apartarse del modelo común de contrato de trabajo y requieren ciertas peculiaridades en su regulación jurídica12. Y ello pese a que, en puri- 11 STC 56/1988, 24 de marzo. Según esta importante resolución «no es contraria al art. 14 de la Constitución la existencia de regímenes jurídicos distintos para los diferentes colectivos de trabajadores por cuenta ajena, siempre que ello esté justificado por las características especiales de cada tipo de trabajo. La existencia de relaciones especiales de trabajo (...) ha sido tradicional en el Derecho del Trabajo, que no en vano es un sector del ordenamiento caracterizado, precisamente, por su fuerte veta sectorial y profesional». 12 En realidad, ya el Código de Trabajo de 1926, junto a un contrato de trabajo regulado «en general» (Libro 11, Título I), reguló separada y singularmente los contratos «de trabajo en relación a las obras y servicios públicos» (Título II) y «de embarco»(Título III), reservando su libro 2º al llamado «contrato de aprendizaje». Las Leyes de Contrato de Trabajo (1931 y 1944) distinguirían, además, entre unas «modalidades especiales del contrato» (contratos de trabajo en común, en grupo, relación de auxilio asociado, servicios u obras públicas y una confusa hipótesis de «contrato colectivo acerca de las condiciones del trabajo») y unos contratos especiales (así, el de aprendizaje, a cuya regulación especial se remitían). Sobre los distingos legales acabaría por formarse doctrinalmente una teoría de las relaciones especiales, cuyo ejemplo más notable es el que representa la obra colectiva Catorce lecciones sobre contratos especiales de trabajo, Servicio de Publicaciones e Intercambio de la Facultad de Derecho, Universidad de Madrid, 1965. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ dad, «todos los contratos de trabajo o las relaciones laborales son en cierto sentido especiales si se atiende al objeto de la prestación del trabajador, esto es, al tipo de trabajo»13, por lo que, en realidad, «de lo que cabe hablar con mayor precisión, es de la existencia de una regulación básica, común a la generalidad de los contratos, con independencia de la normativa sectorial específica que resulte de aplicación a cada uno de ellos»14. Este Derecho común de la contratación «cede, sin embargo, en el supuesto de determinadas relaciones laborales que oponen su especialidad incluso frente a la ordenación básica o común», la mayoría de las cuales son las calificadas legalmente como especiales15. Así entendidas, las relaciones laborales especiales han cumplido tradicionalmente una función integradora de relaciones de trabajo ubicadas en las zonas grises del contrato de trabajo, ampliando el ámbito de aplicación del Derecho del Trabajo sin forzar el más estrecho de su principal norma reguladora. Sin duda, el mejor ejemplo de ello es el que ofrece la LRL que, como es sabido, devolvió a los empleados de hogar la condición de sujetos del contrato de trabajo perdida con la LCT-1944 y extendió la misma calidad a ciertos altos cargos de las empresas (cfr. arts. 3.1,k y 2,c LRL y 7 LCT). Sin embargo, no parece que el legislador estatutario hiciese una valoración detenida de la contribución que la diversificación de estatutos jurídico-laborales a través del establecimiento de relaciones laborales especiales podía tener en orden a la adapta- 13 ALONSO OLEA, M., «Ámbito de aplicación. Relaciones incluidas y relaciones excluidas. Relaciones laborales especiales», en Diecisiete lecciones sobre la Ley de Relaciones laborales, Sección de Publicaciones e Intercambio Científico, Facultad de Derecho, Universidad de Madrid, 1977, pág. 49. 14 MONTOYA MELGAR, A., Derecho del Trabajo, cit., pág. 499. 15 MONTOYA MELGAR, A., Derecho del Trabajo, cit., págs. 499-500. ción del Derecho del Trabajo a los cambios económicos, técnicos y productivos que ya se estaban produciendo en el momento de ser promulgado. Ni siquiera puede responderse con seguridad qué criterio o criterios sustentan su selección o por qué no están en ella ciertas relaciones de trabajo materialmente tan especiales o más que las designadas16. En efecto, el catálogo de doce relaciones especiales contenido en la LRL, fue reducido en 1980 a seis por el ET. A saber (art. 2 ET): alta dirección17; penados en instituciones penitenciarias 18 ; empleados de hogar 19 ; deportistas profesionales 20 ; artistas 21 y mediadores mercantiles22. Posteriormente, y en uso de la autorización contenida en el art. 2. g) ET, se añadieron las relaciones laborales especiales de los trabajadores minusválidos en Centros especiales de empleo23 y de los Sobre la cuestión, ampliamente, MONTOYA MELA., «Sobre las relaciones especiales de trabajo y su marco regulador», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 109, 2002. 17 RD. 1382/1985, 1 agosto, por el que se regula la relación laboral de carácter especial del personal de alta dirección. 18 Ley Orgánica 1/1979, 26 septiembre, General Penitenciaria y RD 190/1996, 9 febrero. En particular, el RD 782/2001, de 6 julio, regula la relación laboral de carácter especial de los penados que realicen actividades laborales en talleres penitenciarios y la protección de la Seguridad Social de los sometidos a penas de trabajo en beneficio de la comunidad. 19 RD. 1424/1985, 1 agosto, por el que se regula la relación laboral de carácter especial del servicio del hogar familiar. 20 RD. 1006/1985, 26 junio , por el que se regula la relación laboral especial de los deportistas profesionales. 21 RD. 1435/1985, 1 agosto , por el que se regula la relación laboral especial de los artistas en espectáculos públicos. 22 RD. 1438/1985, 1 agosto , por el que se regula la relación laboral de carácter especial de las personas que intervengan en operaciones mercantiles por cuenta de uno o más empresarios, sin asumir el riesgo y ventura de aquéllas. 23 Ley 13/1982, 7 abril, de Integración Social de Minusválidos; desarrollada a este respecto por RD. 1368/1985, 17 julio. 16 GAR, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 17 ESTUDIOS estibadores portuarios24, actualmente identificadas como tales en el art. 2 TRLET1995. Y todavía en fecha más reciente se han incorporado al catálogo de relaciones laborales especiales la de los menores internados en el ámbito de aplicación de la LO 5/2000, 12 enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores sometidos a la ejecución de medidas de internamiento25 y la de los médicos residentes26. En cambio, no tuvo éxito el intento de la Ley 37/1988, 28 diciembre, de Presupuestos Generales del Estado para 1989 por definir una «relación laboral especial de los jóvenes que colaboren en el trabajo para su inserción profesional». materialmente especiales ciertas relaciones laborales que, como la del personal civil no funcionario al servicio de establecimientos militares, pese a no ser nominadas como tales por el Estatuto de los Trabajadores, poseen connotaciones que las separan de la relación común28 . Incluso los Tribunales parecen orientarse en esta dirección como demuestra, entre otras, STS 31 octubre 2000 (RJ 2000, 9627) al afirmar que es «materialmente especial» el vínculo que surge entre los profesores de religión católica y la Administración Educativa que los designa, por períodos anuales, a propuesta del Obispado. Se entiende así que la doctrina, al tiempo que avisa de los riesgos inherentes a la proliferación de estas relaciones frente al núcleo duro del contrato de trabajo, haya asumido una cierta función racionalizadora y sistematizadora del confuso panorama que ofrece el diseño legal de las relaciones laborales especiales. No solo sugiriendo criterios unificadores27, sino incluso reputando En cualquier caso, conviene recordar que el de las relaciones laborales especiales es un problema condicionado por el más amplio debate que el impacto de la crisis económica y las transformaciones tecnológicas y productivas ha originado en torno a la misma definición del ámbito aplicativo del contrato de trabajo. Sobre todo, porque la especialidad de una relación de trabajo sólo puede establecerse por referencia a un «género cuyos rasgos fundamentales comparte»29 y son precisamente estos rasgos del género contrato de trabajo los que, como se ha de ver en el presente trabajo, son difíciles de precisar en la actualidad. Ley 32/1984, 2 agosto; desarrollada en este punto por RD-Ley 2/1986, de 23 de mayo, sobre el servicio público de estiba y desestiba de buques, parcialmente modificado por Ley 27/1992, 24 noviembre, de Puertos del Estado y de la Marina Mercante. 25 Así lo dispuso el art. 39 Ley 53/2002, 30 diciembre, de medidas fiscales, administrativas y del orden social. La relación se regula por la citada LO, así como por las normas que el Gobierno pueda aprobar para establecer «el marco de protección de Seguridad Social» al que se refiere la citada Ley 53/2002. 26 La disposición adicional 1ª Ley 44/2003, 21 noviembre, de ordenación de las profesiones sanitarias define, en efecto, una nueva «relación laboral especial de residencia» «aplicable a quienes reciban formación dirigida a la obtención de un título de especialista en Ciencias de la Salud, siempre que tal formación se realice por el sistema de residencia previsto en el art. 20, en centros públicos o privados, acreditados para impartir dicha formación». La ley prevé que el Gobierno regule mediante real decreto dicha relación. 27 Véase, entre otros, OJEDA AVILÉS. A., «Las relaciones laborales especiales. Una perspectiva unitaria», Relaciones Laborales, 1990-I, págs. 237 y ss. 24 18 28 Véase SÁNCHEZ TRIGUEROS, C., La relación laboral del personal civil no funcionario al servicio de establecimientos militares: coordenadas y peculiaridades de su régimen jurídico, Universidad de Murcia, 1996, especialmente págs. 183-184. Otras relaciones materialmente especiales para la doctrina son establecidas por los socios de trabajo de las cooperativas y los socios trabajadores en las cooperativas de trabajo asociado, el personal de seguridad privada, los aparceros, los trabajadores a domicilio, los trabajadores del mar, porteros de fincas urbanas, los trabajadores ferroviarios, o los trabajadores en el sector aeronáutico. Sobre la cuestión, véase CARDENAL CARRO, M., «A los quince años de existencia de las relaciones laborales especiales. Un balance y una propuesta» (I y II), Aranzadi Social, 2000-V. 29 FERNáNDEZ LÓPEZ, M.F., «Relaciones especiales de trabajo y Estatuto de los Trabajadores», Revista de Política Social, núm. 139, 1983, pág. 243. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ En resumen, con mejor o peor fortuna, el Estatuto de los Trabajadores delimita su ámbito personal de aplicación mediante el juego combinado de tres preceptos. En primer lugar, y como cláusula general, con una enumeración de los requisitos típicos que caracterizan a los trabajadores incluidos (art.1.1 ET). Seguidamente, con una enumeración de relaciones de trabajo expresamente excluidas (art. 1.3 ET), ya por no reunir todos o parte de aquellos requisitos (exclusión declarativa), ya porque, reuniéndolos, el legislador ha optado por regularlas al margen del Derecho del Trabajo (exclusión constitutiva). Y, por último, listando un heterogéneo grupo de relaciones de trabajo (art. 2 ET) respecto del que, por una parte, se afirma su carácter laboral pese a las dudas que alguna de ellas suscita en este sentido y, por otra, se difiere su regulación a normas reglamentarias. Conviene insistir en que lo que de este modo hace la ley es delimitar su propio ámbito de aplicación. Dicho de otra manera, el ET no define directamente qué sea contrato de trabajo y quién sea trabajador asalariado. Es cierto que a una y a otra definición es muy fácil llegar de la mano de sus arts. 1.1, 1.3 y 230. Pero eso es algo que el legislador deja al intérprete. No debe sorprender por ello que la disposición adicional 1ª ET, tras declarar en perfecta concordancia con lo previsto en aquellos preceptos que «el trabajo realizado por cuenta propia no estará sometido a la legislación laboral», considere conveniente precisar que de dicha regla se exceptúan «aquellos aspectos que por precepto legal se dis- Tal facilidad ya la hizo ver ALONSO OLEA respecto de la solución similar adoptada por la LRL; y es como tanto el ET como esta última son leyes «de contratos de trabajo (...) la delimitación del ámbito no puede hacerse sino con un ensayo de definición del propio contrato de trabajo» (ALONSO OLEA, M., «Ámbito de aplicación. Relaciones incluidas y relaciones excluidas... cit., pág. 37). ponga expresamente». Y es que, el Estatuto de los Trabajadores es tan solo, y nada menos, que la ley básica reguladora del trabajo asalariado. Es verdad que también un buen número de trabajadores autónomos necesitan una protección muy similar a la que las normas laborales en general y el ET en particular brindan a los sujetos del contrato de trabajo; sobre todo las nuevas categorías de trabajadores autónomos cuya dependencia económica respecto de la persona que les da trabajo es similar o incluso más acentuada que la del trabajador-tipo sujeto del contrato de trabajo. Ahora bien, su justa aspiración a disponer de un estatuto protector puede instrumentarse a través de vías diversas sin forzar las fronteras naturales del contrato de trabajo o alterar sustancialmente su significado31. 2. EL ART. 1.1 ET Y LA CUESTIÓN DE LAS NOTAS DE LABORALIDAD 2.1. La novedosa fórmula del art.1.1 ET Para delimitar su ámbito de aplicación, el art. 1.1. ET ofrece una fórmula que desde el punto de vista de nuestra legislación histórica resulta bastante original. En efecto, con precedentes en la Ley de Accidentes de Trabajo de 1900 y, sobre todo, en la Orden de 15 enero 1920, sobre jornada máxima legal, tanto las leyes de Contrato de Trabajo (1931 y 1944), como posteriormente la Ley de Relaciones Laborales (1976) identificaron como principal rasgo distintivo y elemento definidor de la laboralidad las relaciones de trabajo, la situación de dependencia del trabajador respecto de su empleador. El legislador del ET, sin embargo, optó por prescindir de 30 31 RIVERO LAMAS, J., «El trabajo en la sociedad de la información», Aranzadi Social, núm. 16, 2001, págs. 50 y ss. Sobre la cuestión véase también MONTOYA MELGAR, A., «Sobre el trabajo dependiente como categoría delimitadora del Derecho del Trabajo», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 91, 1998, pág. 723. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 19 ESTUDIOS la referencia expresa a dicho elemento, quizá persuadido de que, a la sazón y «como consecuencia de la elaboración doctrinal y jurisprudencial», su sentido era ya «muy distinto del que tenía en 1944»32. En su lugar, y aprovechando «al máximo la herencia del pasado próximo»33, el legislador estatutario vino a exigir precisamente aquello que la jurisprudencia había identificado como contenido de la dependencia; esto es, que la prestación de los servicios debía desarrollarse «dentro del ámbito de organización y dirección» del empresario. En este sentido, conviene recordar cómo ante la definición del contrato de trabajo de la LCT-1944, el Tribunal Supremo y el desaparecido Tribunal Central de Trabajo asumieron a lo largo de la década de los años sesenta y primeros setenta del pasado siglo XX un papel protagonista en la definitiva configuración del ámbito de aplicación del contrato de trabajo. Sobre todo, al ser capaces de reconducir a los cauces laborales las novedosas formas de realización del trabajo surgidas como consecuencia de los cambios en el sistema productivo y caracterizadas por la debilitación de los rasgos típicos de laboralidad. Señaladamente, las desarrolladas por mediadores mercantiles, profesionales liberales, ejecutores de obra, mandatarios, socios industriales, o pequeños trabajadores autónomos que reclamaron para sí la protección propia del trabajador asalariado, sobre todo frente a la extinción de sus contratos y en materia de seguros sociales. Y es que, como la satisfacción de sus demandas tenía siempre como presupuesto la efectiva existencia de un contrato de trabajo, la jurisprudencia se vio nuevamente obligada a 32 Así glosaba ALONSO OLEA en 1977 el tenor literal del art. 1.1 LRL que todavía se refería expresamente a la nota de dependencia («Ámbito de aplicación ...», cit., pág. 37). 33 DE LA VILLA GIL, L.E., «El concepto de trabajador (En torno al art. 1.1.)», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 100, 2000, pág. 45. 20 afrontar «el problema, de índole sustantiva o material, de la naturaleza jurídica del contrato de trabajo»34. Se trataba, pues, de atribuir significado a cada uno de los elementos estructurados dentro de la proposición normativa contenida en el art. 1 LCT a la luz de la nueva realidad de la contratación del trabajo. Y para ello, los Tribunales laborales realizaron una interpretación progresiva de la definición legal de contrato de trabajo que les permitió actualizar y flexibilizar el viejo sistema indiciario para adaptarlo a los nuevos modos de producción característicos de una economía en desarrollo. En este sentido, su mérito principal fue suavizar la tradicional y rígida exigencia del requisito de dependencia. Ésta ya no podía ser entendida al modo clásico, como sujeción estrecha al dónde, cuándo y cómo de la prestación del trabajo; y es que, aunque sustancialmente «sigue siendo la más característica de las que distinguen la relación jurídico laboral, ha sufrido una evidente relajación al incluirse en ésta ciertas profesiones incompatibles con la sujeción que tradicionalmente aquélla demanda»35. 34 ALONSO OLEA, M., La materia contenciosa-laboral, Instituto García Oviedo, Universidad de Sevilla, 1959, págs. 33-34. 35 STS 21 enero 1964 (RJ 1964, 460). Esta actitud judicial era especialmente útil en el caso de las llamadas profesiones liberales respecto de las que, como considera STS 29 enero 1966 (RJ 1966, 462), «la alta calidad científica de los servicios facultativos no se compagina con la naturaleza propia de los de aquellos otros que prestan los trabajadores que miden su rendimiento por el tiempo de permanencia en la oficina, taller, fábrica y demás lugares de trabajo, sino que (...) precisan de mayor independencia, no sólo en cuanto se refiere a la función, sino también al lugar y tiempo de ejecutarla». «Es decir, que subsistiendo la nota de dependencia, ha de interpretarse con laxitud». En general, sobre la evolución de la contratación de servicios de profesionales liberales, puede verse el estudio de MARTÍNEZ GIRÓN, J., La contratación laboral de servicios profesionales, Universidad de Santiago de Compostela, 1988. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ Consecuencia de ello es que los indicios considerados expresivos de las notas legales de laboralidad no tienen que concurrir siempre y en todo caso en cada relación laboral; que si su presencia es reveladora de la efectiva existencia del contrato de trabajo, la falta de uno o varios de ellos no es, sin embargo, demostrativa de la inexistencia de dicho vínculo. Y ello porque la dependencia debe entenderse como el «lazo necesario entre el ejecutor de un trabajo y el que lo dirige para obtener el resultado previsto»36, de modo que basta «para que concurra con que el trabajador se halle comprendido en el círculo organicista, rector y disciplinario de aquel por cuya cuenta realice una específica labor»37. Esta interpretación se vio favorecida decisivamente por una adecuada utilización de la presunción de laboralidad contenida en el art. 3 LCT. Bajo la premisa de que «el contrato de trabajo se supone siempre existente entre todo aquel que da trabajo o utiliza un servicio y el que lo presta», los tribunales no dudaron en arrastrar al ámbito laboral cualesquiera relaciones de trabajo de dudosa calificación. La idea la expresó con claridad STS 23 febrero 1965 al declarar que dicha presunción «convierte en regla ordinaria en nuestros días, lo social, rama del Derecho aplicable a todos aquellos supuestos de prestación de servicios, regla- STS 16 febrero 1966 (RJ 1966, 1277). STS 13 abril 1966 (RJ 1966, 1719). En el mismo sentido, entre otras, SSTS 19 abril 1966 (RJ 1966, 2145); 11 enero 1967 (RJ 1967, 636). De especial interés es STS/CONT 4 diciembre 1967 (RJ 1967, 4928), cuyo Considerando 8º realiza un completo y documentado repaso del problema que ahora se estudia, desde el original desmembramiento del contrato de trabajo del arrendamiento civil de servicios, hasta la relajación de la nota de dependencia fundada «en el carácter eminentemente progresivo del Derecho Social en constante evolución y perfeccionamiento», pasando por la etapa intermedia en que se trató de determinar el concepto jurídico de dependencia «destacando los datos que revelan la existencia de la relación tipificadora». 36 37 mentados o no, sin más excepciones que las contenidas en los arts. 2, 7 y 8 (LCT) y algunas otras, muy escasas, de negocios jurídicos encuadrados expresa y terminantemente en normas civiles, mercantiles o administrativas»38. Tal es, en definitiva, el sustrato sobre el que se construye la nueva formulación del ámbito subjetivo del contrato de trabajo incorporada en 1980 al Estatuto de los Trabajadores. Como explica muy bien STS 19 enero 1987 (RJ 1987, 59), tras su promulgación, «sólo puede afirmarse la existencia de un contrato de trabajo cuando en la relación jurídica se localizan las notas de voluntariedad, retribución, servicio por cuenta ajena y sobre todo integración de una empresa, de forma tal que la actividad voluntaria y retribuida para otro se produzca dentro del ámbito de organización y dirección de quien paga los salarios que es el empleador o empresario». Y ello porque, «en la actualidad y conforme a muy reiterada y constante doctrina jurisprudencial (...), la integración o no en este círculo rector empresarial es el dato decisivo para distinguir el contrato de trabajo del arrendamiento de servicios y aun del arrendamiento de obras del Derecho Civil. A ello ha quedado en cierta manera reconducida la vieja idea de la dependencia que cobra hoy unos perfiles de especificidad decisivos. En otro caso, todo contrato de servicios y aun de empresa u obra habría de vivir intramuros del Estatuto de los Trabajadores lo que no es correcto». 38 RJ 1965, 780. La presunción de laboralidad, en cuanto típico instrumento procesal, nació en nuestro Derecho en el art. 5.2 de la Ley de Tribunales Industriales 19 mayo de 1908, desde donde pasaría, primero al art. 2 del Código de Trabajo 23 agosto 1926 y más tarde al art. 3 de la LCT 21 noviembre 1931, ordinal que conservaría en la LCT aprobada el 26 enero 1944. Sobre esta evolución, LUJÁN ALCARAZ, J., La contratación privada de servicios y el contrato de trabajo, MTSS, Madrid, 1994, págs.263 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 21 ESTUDIOS 2.2. Virtualidad delimitadora de las notas de laboralidad El ET vino, pues, a positivizar la interpretación que de las notas de laboralidad había hecho la jurisprudencia a partir de los años sesenta del pasado siglo XX al declarar, por ejemplo, que dependencia era la integración del trabajador en el «círculo rector, organicista y disciplinario de aquel por cuya cuenta se realiza una específica labor»39. Sin embargo, ni siquiera de este modo se han resuelto a plena satisfacción los problemas que plantea en la práctica la consideración de la persona que realiza un trabajo por cuenta ajena como sujeto del contrato de trabajo, ya sea a efectos meramente laborales, ya por las importantes implicaciones que esta calificación tiene en materia de Seguridad Social. Prueba de lo que se dice es la reiteración con que la necesidad de clarificar la naturaleza de una determinada relación de trabajo se sigue planteando en los juzgados y tribunales. Y es que ni aquella innovadora definición del contrato de trabajo llevada al Estatuto de los Trabajadores de la mano de la jurisprudencia, ni la existencia de un cierto consenso doctrinal sobre el significado de sus elementos configuradores bastan para impedir que, en la práctica, la distinción entre el contrato de trabajo y los contratos a él afines sea, en muchos casos, un problema casi irresoluble. Sin duda, mucha culpa de ello tiene el hecho de que el contrato de trabajo naciera al mundo del Derecho en fecha relativamente reciente, y lo hiciera precisamente para encauzar jurídicamente formas de cooperación social ya reguladas por otros modelos 39 STS 13 abril 1966 (RJ 1966, 1719), entre otras muchas. Sobre la concepción de la empresa como «círculo de actividades regido por una idea organizadora del empresario», puede verse ya en GARRIGUES, J., Derecho Mercantil, 1ªed. 1936, tomo I, pág. 439. 22 contractuales de larga tradición (especialmente, el contrato de arrendamiento de servicios). Dicho de otra manera, el contrato de trabajo no aparece para disciplinar una parcela de la realidad social enteramente desconocida por el Derecho, sino que debe coexistir con los varios modelos contractuales que hasta su irrupción cumplían la función reguladora que reclama como suya. Ello explica por qué «la línea divisoria entre el contrato de trabajo y otros de naturaleza análoga, como el de ejecución de obra, el de arrendamiento de servicios, el de comisión, etc., regulados por la legislación civil o mercantil, en su caso, no aparece nítida, ni en la doctrina científica y jurisprudencial, ni en la legislación, ni siquiera en la realidad social»40. Y también explica el casuismo propio de esta materia que obliga a prestar singular atención a las específicas circunstancias de cada caso concreto. Sobre todo si se tiene presente que la ley, de la manera antes expresada, esto es, haciendo suyas las elaboraciones jurisprudenciales define el contrato de trabajo de manera abstracta, en contemplación de un tipo ideal de relación de trabajo o de trabajador, siendo así que, precisamente por ello, tal delimitación resulta insuficiente para cobijar la rica variedad de supuestos que la realidad ofrece. Por otra parte, la original función de las notas de laboralidad como elementos delimitadores del ámbito aplicativo de una ley, y por extensión del contrato que dicha ley regula, se complica en la medida en que los mismos conceptos jurídicos son utilizados en otras áreas o parcelas del Derecho; por ejemplo en Seguridad Social, Derecho Sindical, o en la normativa sobre prevención de riesgos laborales41. La doctrina emanada del TS en los años noventa en relación al encuadramiento en Seguridad Social de los consejeros 40 SSTS 27 mayo 1992 (RJ 1992, 3678), 14 febrero 1994 (RJ 1994, 1035). 41 Sobre la cuestión, DE LA VILLA GIL, L.E., «El concepto de trabajador (En torno al art. 1.1.)», cit., pág. 47. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ y administradores societarios expresa muy bien lo que se dice42. Sobre todo al sostener que «el administrador social, que trabaja para la sociedad en cuanto órgano de la misma, es un trabajador por cuenta ajena, con independencia de que el régimen de su relación de servicios sea mercantil». Y ello porque mientras que la legislación de Seguridad Social alude «sin más a trabajadores por cuenta ajena», el art. 1.1 ET «menciona, además de la nota de la ajenidad del trabajo, la nota de la dependencia del mismo»; y siendo así, es posible concluir que «el campo principal de aplicación de la legislación laboral debe referirse de manera más precisa a los trabajadores asalariados, fórmula que incluye las dos notas indicadas más la de retribución de los servicios». En cambio, «la normativa de protección social de los trabajadores por cuenta ajena comprende a todos los que lo son en el sentido estricto de la expresión, incluyendo a aquellos que, como los administradores sociales ejecutivos, no prestan su trabajo en régimen de dependencia y no se rigen por la normativa laboral»43. Sea como fuere, la casuística que rodea esta materia hace recaer sobre los órganos judiciales la responsabilidad última de decidir en cada concreto supuesto cuál es la línea fronteriza entre el contrato de trabajo y las figuras afines. Además, este casuismo dificulta en grado sumo la unificación de la doctrina emanada de las Salas de lo Social de los diferentes Tribunales Superiores de Justicia, pues sólo en casos muy excepcionales podrá apreciarse la identidad de supuestos de hecho exigido por el art. 217 LPL. Ello no quiere decir, sin embargo, que el TS no haya 42 Art. 97.2, a) y k) y disposición adicional 27ª LGSS., en redacción que procede de Ley 50/1998, de 30 diciembre, luego modificados nuevamente por Ley 55/1999, 29 diciembre. 43 STS 29 enero 1997 (RJ 1997, 649). En parecido sentido también pueden verse, entre otras, SSTS 30 enero 1997 [RJ 1997, 1836], 4 marzo 1997 [RJ 1997, 2244], 5 marzo 1997 [RJ 1997, 2252], 3 julio 1997 [RJ 1997, 6135]). tenido ocasión de pronunciarse en estos últimos años respecto de los elementos que configuran la laboralidad de las relaciones de trabajo; pero sí que en la actualidad su quehacer en esta materia es cuantitativamente menor que en etapas anteriores. 2.2.1. La nota de trabajo personal La «primera nota tipificadora de la relación laboral» es que el trabajo sea realizado personalmente por el trabajador44. Por eso, y contra lo que los legisladores de las leyes de Contrato de Trabajo pudieron creer, las personas jurídicas no celebran contrato de trabajo como sujetos trabajadores. La exacta determinación de lo que debe entenderse por trabajo personal, a los precisos y muy concretos efectos del art. 1.1 ET, exige tener en cuenta que no hay verdadero trabajo personal «por dos distintas razones: (a) la de no ser realizado el trabajo únicamente por el mismo trabajador, y (b) la de venir aplicada la remuneración no sólo a la prestación de un trabajo o servicio personal, sino también a la utilización de (medios de trabajo)»45. En cuanto a lo primero, la idea parece simple: si el trabajo objeto de contratación laboral es el que personalmente realiza el trabajador («sus servicios»), fuera del mismo quedarán las prestaciones de naturaleza fungible en las que éste es intercambiable y, por ello, su intervención personal irrelevante jurídicamente. Dicho de manera muy simple: el contrato de trabajo «se celebra en consideración al servicio que el (trabajador) personalmente preste, por lo que cuando aquel trabajo pueda ser y se realice por otra persona, la calificación aplicable a tal figura jurídica ya no es la (laboral)»46. Y, respecto de lo 44 45 46 STCT 24 abril 1986 (RTCT 1986, 2769). STCT 24 abril 1986 (RTCT 1986, 2769). STS 20 octubre 1983 (RJ 1983, 5129). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 23 ESTUDIOS segundo, también habrá que admitir que no es trabajador asalariado quien profesionalmente se dedica a la explotación de bienes, maquinarias o medios de producción 47. Y ello, porque en el contrato de trabajo lo normal es que el trabajador ponga «sólo su trabajo, de la manera personal que (sea) exigida»48. El problema es que en la práctica las cosas no son tan sencillas. Ante un caso concreto, la decisión sobre la concurrencia o no de la nota en cuestión exige tener muy presente que del contrato de trabajo no se derivan necesariamente obligaciones infungibles. Y que, salvo en los casos en que la obligación comprometida lo sea, el efecto destipificador de la laboralidad que provoca la eventual sustitución del trabajador sólo se produce cuando, por su entidad o por sus características, dicha sustitución resulta incompatible con el ejercicio de los poderes empresariales; siempre que, además, no se dé vida a un nuevo contrato de trabajo entre el sustituto y el empresario. Por eso, lejos de negar la existencia del contrato de trabajo, el TS ha entendido que la sustitución de un trabajador por su esposa durante el periodo en que el primero estuvo de baja no afecta a la laboralidad del contrato, sino que tácitamente dio lugar a un nuevo contrato de trabajo entre ésta y la empresa49. Y también ha sostenido que «la facultad confiada a (cierta trabajadora) para designar persona idónea que la sustituyera en vacaciones (no altera la laboralidad de su relación de trabajo, pues es mera) consecuencia de su titulación profesional que la capacitaba para hallar quien fuera idó- neo»50. Alguna resolución llega incluso más lejos al entender que la facultad de contratar personal prevista en el contrato que «no tiene efectividad alguna y sólo sirve en su caso para que familiares o conocidos presten ayudas de buena vecindad» no afecta a la naturaleza laboral de la relación51, como tampoco lo hace, sino que más bien «acentúa» dicho carácter, la intervención de un familiar como «auxiliar asociado» del trabajador (art. 10.3 ET)52. En cambio, STS 22 enero 2001 [RJ 2001, 784]), entiende que el médico que presta sus servicios profesionales en RENFE y que en caso de fuerza mayor, asistencia a congresos, vacaciones, enfermedad y otras situaciones similares, podía y así consta que sucedió enviar un sustituto que remunera «a su cargo» no celebra un contrato de trabajo. Además de otros indicios de autonomía profesional (retribución por acto médico, libertad de organización), la razón de ello es que su prestación no era «de naturaleza «personalísima»»; conclusión que ni siquiera empaña el hecho de que los sustitutos debieran ser aceptados por la empresa. Y es que, con toda razón, aprecia el Tribunal que la retribución del sustituto a cargo del médico «es nota inequívoca indicadora de la prestación de los servicios profesionales en régimen de autonomía»53. En definitiva, que el trabajo comprometido laboralmente es personal significa que es debido por el trabajador y que «fluye inseparablemente de su personalidad»54. Pero, sal- STS 10 abril 1995 (RJ 1995, 3040). STS 15 junio 1998 (RJ 1998, 5260). 52 STS 20 julio 1999 (RJ 1999, 6839). 53 En el mismo sentido se pronuncia STS 23 octubre 2003 (RJ 2003, 9075) en el caso del médico que trabaja para el Patronato Militar de la Seguridad Social a cuyo cargo corría la cobertura del servicio así como las retribuciones de los suplentes en sus ausencias. 54 GIERKE, O., Las raíces del contrato de servicios, traducción y comentario de G. BARREIRO GONZÁLEZ, Madrid, 1982, pág. 55. 50 51 Por ejemplo, quien celebra un contrato de comisión y stocks de mercancías y para su ejecución contrata personal por su cuenta, según puede verse en STS 7 marzo 1994 (RJ 1994, 2210). 48 STS 26 enero 1994 (RJ 1994, 380) que afirma la laboralidad de la relación de trabajo de los encuestadores. 49 STS 21 marzo 1989 (RJ 1989, ¿??). 47 24 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ vo casos excepcionales, dicha exigencia no equivale a infungibilidad. Y por ello «la sustitución esporádica», típicamente por familiares y característica de ciertos trabajos «en los que la continuidad en el servicio prima sobre la prestación personal, constante y sin excepción del trabajo» (vgr: limpieza de inmuebles, empleados de fincas urbanas) no implica «ausencia del carácter personal de la prestación»55. Dicho de otro modo, «la posibilidad de ser sustituido el trabajador por otra persona en caso de enfermedad o ausencia, no destruye la naturaleza personal de la prestación de aquél, (cuando) frente a la presencia de rasgos laborales inequívocos, a la luz del art. 1.1 (ET), y a la continuada y real prestación del trabajo, (no se acredita) que tal posibilidad ha tenido en la ejecución del contrato una aplicación efectiva y de entidad suficiente para evidenciar que la persona del trabajador constituía un elemento indiferente en el establecimiento y desarrollo de la relación contractual»56. 2.2.2. Las notas de ajenidad y retribución La ajenidad que caracteriza el contrato de trabajo se refiere a una «cesión anticipada del resultado del trabajo»57 que es adquirido ab initio por el empresario58. Trabajar por cuenta ajena equivale, por tanto, a hacerlo tras ceder a otro la utilidad o los frutos del trabajo propio59. STS 25 enero 2000 (RJ 2000, 1312). STS 28 septiembre 1987 (RJ 1987, 6402). 57 STS 31 marzo 1997 (RJ 1997, 3578). 58 STS 9 octubre 1988 (RJ 1988, 7552). 59 En algunos casos, como el estudiado por STS 31 marzo 1997 (RJ 1997, 3578) (fotógrafo y empresa editorial de un periódico) puede apreciarse una «modalización de la ajeneidad» que no obsta a su concurrencia. Así «cuando el resultado del trabajo es una obra de autor (tal modalización consiste en) que la cesión de dicho resultado no tiene por qué abarcar a la integridad de los derechos de propiedad intelectual, sino sólo a los principales o más relevantes, que son, respecto de las obras de fotografía periodística, los de explotación 55 56 La primera y más elemental consecuencia de esta noción es que no puede apreciarse el requisito de ajenidad en los casos en que «aunque se trabaja para otro, no se trabaja por cuenta de otro»60. Por ejemplo, «cuando lo que se produce es una aportación en común de bienes e industria con ánimo de partir las ganancias que genera un vínculo asociativo entre las partes»61; y, de manera muy destacada, «en la relación jurídica de los miembros de los órganos de administración (de las sociedades), ya que éstos ( ) son parte integrante de la propia sociedad, es decir de la propia persona jurídica titular de la empresa de que se trate»62. De todos modos, y con carácter general, la decisión sobre el momento en que se produce la transferencia de utilidades no es sencilla. Los órganos judiciales vienen prestando especial atención a estos efectos a ciertas manifestaciones de la prestación del trabajo humano expresivas del modo jurídico en que la misma quedó comprometida. Por ejemplo, parece evidente que si el trabajador ostenta la propiedad de los medios de producción difícilmente podrá ser tenido por asalariado63. Y es que, en estos casos, no hay un de las mismas en atención a su actualidad». En concreto, la «diversidad y elasticidad de contenido del derecho de propiedad intelectual lleva consigo que la verificación de si existe o no ajeneidad en una relación de servicios de autor haya de depender de que los derechos cedidos incluyan los principales derechos de explotación dentro del giro o tráfico económico de la profesión y sector de actividad, o por el contrario tengan una importancia económica accesoria dentro de ellas». 60 STS 9 febrero 1990 (RJ 1990, 886). 61 STS 4 julio 1987 (RJ 1987, 5077). 62 STS 22 diciembre 1994 (RJ 1994, 10221). Se trata, obviamente, de la exclusión definida en el art. 1.3 c) ET. Sobre ésta, supra I. 63 Tal es la tesis que en su día planteó ALBIOL MONTESINOS, I., «En torno a la polémica ajenidad-dependencia», Cuadernos de Derecho del Trabajo, Valencia, núm.1, 1971. Cfr., no obstante, STS 23 marzo 1995 (RJ 1995, 2769) para la que no altera la extralaboralidad de la relación de un agente de seguros (Ley 9/1992, de 30 abril), que además realiza funciones de «captación, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 25 ESTUDIOS empresario interpuesto entre el trabajador y el mercado de bienes y servicios al que éste cede anticipadamente la utilidad de su trabajo64, sino que el mismo trabajador es un empresario cuyo «objetivo de lucrar un rendimiento por el capital invertido prevalece sobre la obtención de una renta por el trabajo realizado»65. Ahora bien, semejante conclusión solo resultará válida en la medida en que previamente se haya diferenciado entre lo que sean auténticos medios de producción y los útiles y herramientas tradicional y habitualmente aportados por el trabajador asalariado a la realización de su trabajo. Esto es, aportaciones que «contempladas en el conjunto de la relación contractual no tienen con toda evidencia entidad económica suficiente para convertir al (trabajador) en titular de una explotación o empresa»66. La jurisprudencia formación, entrenamiento y supervisión de nuevos agentes», el «hecho de que la producción se haya realizado utilizando medios materiales y personal administrativo de la (empresa)». 64 Para la tesis sobre la ajenidad en el mercado, ALARCÓN CARACUEL,M.R, «La ajenidad en el mercado. Un criterio definitorio del contrato de trabajo», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 28, 1986. Una referencia a esta teoría puede verse en STS 31 marzo 1997 (RJ 1997, 3578). Conforme a la misma, la laboralidad de la relación estudiada se fundamenta, entre otras razones, en la circunstancia de que «el colaborador o reportero gráfico demandante no hace los trabajos fotográficos por propia iniciativa y para sí mismo, con propósito de ofrecerlos luego en el mercado de la información, sino que los realiza atendiendo a precisas indicaciones temáticas o de objeto de una empresa periodística, que tiene la facultad de seleccionar a precio preestablecido las fotografías que más le interesan de los reportajes realizados, y que adquiere así el principal resultado del trabajo, que son los derechos de explotación y publicación en prensa de las fotografías seleccionadas». La misma idea en STS 29 diciembre 1999 (RJ 2000, 1427). 65 STS 31 marzo 1997 (RJ 1997, 3578). 66 STS 31 marzo 1997 (RJ 1997, 3578) que estudia el caso de un reportero fotográfico que aporta a la realización de su trabajo su propia cámara fotográfica y utiliza su vehículo para desplazarse. Véanse en este sentido arts. 26.2 ET y 109.2 c) LGSS. 26 relativa a los transportistas con vehículo propio, que acoge el que se ha llamado criterio del «desmerecimiento de los medios materiales respecto de la prestación de actividad»67, ofrece magníficos ejemplos de lo que aquí se dice68. Tampoco parece cuestionable que de la dejación en favor del empresario de la utilidad del trabajo debe seguirse que sea también este último quien asuma el riesgo de la explotación69. En cambio, la asunción de los riesgos por el trabajador pone de relieve la naturaleza extralaboral de su relación. Por ejemplo, cuando se ven afectados los «bienes personales» del trabajador que debe responder ante la empresa de la solvencia de los clientes responsabilizándose de los fallidos; y es que, en estos casos, se produce una disminución del patrimonio personal del trabajador en proporción al resultado de su trabajo70. Con la cuestión de la asunción del riesgo conecta, además, el problema del lucro, pues si bien la consecución de un «beneficio propio» del trabajador no impide la existencia del contrato de trabajo71, la obtención de una compensación más que proporcional a la utilidad de su esfuerzo parece obstaculizar la laboralidad del vínculo. En este sentido, precisamente porque no existe ajenidad en el riesgo, sino ánimo de lucro, el art. 1.3 f) ET excluye del ámbito de aplicación de la ley a los mediadores mercantiles que intervienen «en operaciones mercantiles por cuenta de uno o más empresa67 DE LA VILLA GIL, L.E., «El concepto de trabajador (En torno al art. 1.1.)», cit., pág. 53. 68 Entre otras muchas, pueden verse SSTS 26 febrero 1986 (RJ 1986, 834), 27 enero 1994 (RJ 1994, 383), 29 septiembre 1993 (RJ 1993, 7090), 25 mayo 1993 (RJ. 1993, 4121), o 5 septiembre 1995 (RJ 1995, 6711). 69 Por todas, SSTS 21 mayo 1990 (RJ 1990, 4993), 26 enero 1994 (RJ 1994, 380), 20 septiembre 1995 (RJ 1995, 6784). 70 Entre otras, SSTS 7 marzo 1994 (RJ 1994, 2210), 15 junio 1998 (RJ 1998, 5260). 71 SSTS 10 abril 1995 (RJ 1995, 3040), 29 diciembre 1999 (RJ 2000, 1427). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ rios, siempre que queden personalmente obligados a responder del buen fin de la operación asumiendo el riesgo y ventura de la misma». En cambio, no hay mayor problema en aceptar como sujetos del contrato de trabajo, bien que como relación laboral especial, a las personas que intervienen «en operaciones mercantiles por cuenta de uno o más empresarios sin asumir el riesgo y ventura de aquéllas» (art. 2.1 f ET). Adviértase, no obstante, que el art. 1 Ley 12/1992, de 27 mayo, sobre Régimen Jurídico del Contrato de Agencia Mercantil, define también al agente mercantil como el sujeto que interviene en operaciones de comercio «sin asumir, salvo pacto en contrario, el riesgo y ventura de tales operaciones», lo que ha venido a complicar gravemente aquella distinción propuesta por el Estatuto de los Trabajadores. Y es que, en estos casos, el criterio diferenciador entre el agente mercantil y mediador laboral ya no puede ser el criterio de la ajenidad en el riesgo, sino el de la dependencia o, más ampliamente, el de la inserción del trabajador en la organización productiva empresarial72. La consecuencia natural y más inmediata de la prestación del trabajo por cuenta ajena es su retribución. Tanto que se ha podido decir que «no existe relación de trabajo sin retribución»73. Ahora bien, desde la perspectiva de la calificación de la relación de traba- Sobre la cuestión puede verse STS 2 julio 1996 (RJ 1996, 5631) y más recientemente, entre otras, STS 23 marzo 2004 (RJ 2004, 3419). En la doctrina, CÁMARA BOTÍA, A., «Contrato de trabajo y agencia mercantil. ¿Modificación de las fronteras del contrato de trabajo?», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 77, 1996, págs. 449 y ss.; PÉREZ CAMPOS, A.I., Representación comercial, contrato de trabajo o agencia mercantil: distinción conceptual entre el representante de comercio y el agente comercial, Editorial Laborum, Murcia, 2002; CAIRÓS BARRETO, D.M., Contratos de mediación laboral y de agencia mercantil. Un estudio sobre el objeto del contrato de trabajo y sus transformaciones, Lex Nova, Valladolid, 2004. 73 Entre otras, SSTS 27 junio 1984 (RJ. 1994, 3963), 18 octubre 1985 (RJ 1985, 5165), 29 noviembre 1984 (RJ 1984, 5915). 72 jo, la falta de retribución no puede llevar a excluir apriorísticamente del ámbito laboral a quien realiza un trabajo por cuenta ajena sin percibir compensación alguna, sino a poner especial cuidado en la calificación del supuesto para, en su caso, afirmar el derecho al salario del trabajador. A estos efectos conviene advertir que no obsta a la existencia del contrato de trabajo la mayor o menor cuantía de la retribución74, aunque en algún caso se ha entendido que desaparece el vínculo si la remuneración, en realidad mera gratificación o compensación de gastos, es insuficiente para constituir el medio de vida del trabajador75. E igualmente habrá que tener muy presente que la distinción entre salario y retribución extrasalarial (comisiones, igualas, honorarios) no responde a una diferencia sustancial entre ambas formas de pago, sino a la diversa naturaleza de la prestación de trabajo que remunera cada una de ellas. Por eso, como a tenor del art. 26.1 ET salario es la totalidad de las percepciones económicas de los trabajadores, «el que éstas sean satisfechas parte de ellas bajo la denominación de salario y otras como honorarios, no alteran el hecho de ser ambas el estipendio con el que se retribuyen los trabajos profesionales»76. Y, por la misma razón, ni obsta a la existencia del contrato de trabajo la retribución en especie77, ni «desvirtúa la naturaleza laboral del contrato, el que el (trabajador sea remunerado) por acto»78, «por tarifas fijadas por la empresa con IVA»79 o STS 21 mayo 1990 (RJ 1990, 4993). STS 18 octubre 1985 (RJ 1985, 5165). En cambio, es un indicio de laboralidad de gran valor que los únicos ingresos recibidos por el trabajador sean satisfechos por la empresa a la que presta sus servicios: STSJ Madrid 30 septiembre 1999 (AS 1999, 3321). 76 SSTS 21 abril 1983 (RJ 1983, 1857), 24 septiembre 1987 (RJ 1987, 6384), 20 septiembre 1995 (RJ 1995, 6784). 77 STS 25 enero 2000 (RJ 2000, 1312). 78 STS 7 junio 1986 (RJ 1986, 3487). 79 SSTS 10 abril 1995 (1995, 3040), 29 diciembre 1999 (RJ 2000, 1427). 74 75 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 27 ESTUDIOS mediante «retribución a la pieza»80. En cambio, en la medida en que verdaderamente respondan a su finalidad de favorecer el estudio y no persigan la incorporación de «los resultados del estudio o trabajo de formación realizados al patrimonio de la persona que la otorga», las becas no son verdadero salario81. Cosa distinta es que siendo la «relativa uniformidad y periodicidad (de las cantidades recibidas) indicativos de la laboralidad»82, la concurrencia de las notas de ajenidad y retribución pueda cuestionarse cuando las cantidades percibidas por el trabajador no vengan medidas por tiempo, ni sean fijas en su cuantía y periódicas en su abono. Sobre todo cuando la retribución por unidad de obra concurre con otros elementos destipificadores de la laboralidad. Un acabado ejemplo de ello es el que suministra STS 22 enero 2001 (RJ 2001, 784) que rechaza la laboralidad de la relación de servicios establecida por los médicos especialistas que prestan sus servicios en dependencias de RENFE «con autonomía e independencia del criterio de la empresa, ya que en ésta no se pueden dictar órdenes o instrucciones sobre la forma de ejecutarlo» y con posibilidad de enviar un sustituto previa comunicación y aceptación de la demandada (por ejemplo, en caso de fuerza mayor, asistencia a congresos, vacaciones, enfermedad u otras similares), siendo así que «también la forma retributiva (por el sistema de iguala o por acto médico realizado) excluye la relación laboral y confirma el contrato de arrendamiento de servicios, pues si bien era una cantidad fija mensual, lo era en concepto de «renta-canon o iguala», no percibiendo por tanto ninguna clase de pagas extraordinarias, ni retribución en el período que tomase vacaciones, 80 STS 31 marzo 1997 (RJ 1997, 3578), STS 19 julio 2002 (RJ 2002, 9518). 81 STS 7 julio 1998 (RJ 1998, 6161). 82 SSTS 29 enero y 23 abril 1991 (RJ 1991, 190 y 3382). 28 pues durante éste tenía que designar y pagar a un sustituto para que realizase sus servicios». 2.2.3. La nota de dependencia y la integración del trabajador asalariado en la organización empresarial Referido al contrato de trabajo, el requisito de dependencia alude a un modo de prestación por cuenta ajena del trabajo humano. En concreto, expresa la incorporación del trabajador a una organización ajena, y, como consecuencia, la intervención o «mediatización»83 de su trabajo por un tercero que actúa desde una posición de supremacía. Lógicamente, también hace referencia a un singular modo de estar del trabajador; un estar a disposición de un ajeno a quien se ha cedido previamente la utilidad del trabajo propio. Como es sabido, en su momento la elección del criterio de la dependencia tuvo que ver con su aptitud para expresar las características definidoras de los primeros destinatarios de la legislación industrial, trabajadores rigurosamente subordinados al empresario que decidía el qué, el cómo, el cuándo y el dónde de su trabajo. La posterior flexibilización del concepto, exigida por la propia evolución del sistema productivo, permitió traspasar las fronteras del contrato de trabajo a una buena parte de relaciones de servicios hasta entonces ubicadas en el ámbito civil. Y es que, conforme el ordenamiento laboral ganaba solidez y el sistema productivo se hacía más moderno, la dependencia dejó de ser entendida «como una subordinación rigurosa e intensa», para pasar a ser consideraba, «primero por la jurisprudencia y luego por las propias normas legales, en un sentido flexible y laxo, bastando con que el interesado se encuentre dentro del ámbito 83 STS 20 octubre 1982 (RJ 1982, 6209). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ de organización y dirección de otra persona (art. 1 ET)»84. rido por el empresario no puede hablarse de contrato de trabajo. Quiere decirse, en definitiva, que la «característica esencial (del contrato de trabajo) es la dependencia o subordinación del que presta un servicio a las personas a favor de quien se ejecuta»; pero que para afirmar su concurrencia basta «que el trabajador se halle comprendido en el círculo organicista rector y disciplinario del empleador por cuenta de quien realice una específica labor»85. Ahora bien, en la medida en que el ET se vale de la definición jurisprudencial de dependencia para exigirla, el problema tradicional planteado por su interpretación se desplaza hacia los elementos que integran la definición misma. Dicho de manera muy simple: dependencia es hoy, trabajar «dentro del ámbito de organización y dirección de otra persona», pero ello no significa que se sepa con certeza qué es ese «ámbito» y cuándo puede entenderse que una persona trabajo para otro dentro del mismo. Tal es, en última instancia, la verdadera duda que suscita el tenor literal del art.1.1 ET. En un verdadero contrato de trabajo, pues, debe apreciarse, con mayor o menor relieve, un poder de mando empresarial y un correlativo deber de obediencia del trabajador88. Bien entendido que las órdenes e instrucciones deben versar, precisamente, sobre la relación laboral, pues el fundamento de su obligatoriedad está en la propia estructura causal del contrato de trabajo. Su límite es, en este sentido, lo que resulta del trabajo a realizar, sin exclusión previa del ámbito laboral de los trabajos caracterizados por la alta autonomía de ejecución, pues si bien es cierto que la estricta sujeción del trabajador a las órdenes del empresario decide su condición dependiente, no lo es, en cambio, que el escaso ejercicio del poder sea necesariamente demostrativo de independencia. En realidad, la libertad del trabajador y la permanencia del vínculo de dependencia es una cuestión de grados. Aceptado que el contrato de trabajo es compatible con ciertas dosis de independencia, la libertad de trabajo contraria al vínculo laboral equivale a la no sujeción a la disciplina organizativa del empresario. En este sentido, se advierte que si «el requisito de la dependencia resulta de estar encuadrado el (trabajador) en la organización de la empresa bajo la dirección del empresario»86, de modo que es éste «quien dirige toda la actuación (de aquél) y, lógicamente, imparte instrucciones»87, la existencia de órdenes empresariales puede tomarse como manifestación típica de dependencia laboral y la puesta a disposición del empresario como el primero y más elemental de los deberes del trabajador. Por ello, si el trabajador es libre para ejecutar el trabajo reque- STS 21 mayo 1990 (RJ 1990, 4993). STS 9 febrero 1990 (RJ 1990, 886). En el mismo sentido, entre otras, SSTS 2 julio y 21 octubre 1996 (RJ 1996, 5631 y 8177). 86 STS 27 junio 1988 (RJ 1988, 5470). 87 SSTS 21 julio 1988 (RJ 1988, 6214), 26 enero 1994 (RJ 1994, 380). 84 85 Por ello, aunque el control directo sobre los trabajadores pueda tomarse como un dato indiciario de dependencia89, la proposición 88 En este sentido, STS 19 julio 2002 (RJ 2002, 9518) considera que existe dependencia en la relación entre empresa y fotógrafo en la medida en que aquella encarga los reportajes fotográficos, aunque no existan instrucciones concretas. 89 Claramente lo explica STS 22 abril 1996 (RJ 1996, 3334) cuando afirma que «no sólo el seguimiento de unas determinadas directrices uniformadoras en la realización del trabajo encomendado sino, también y fundamentalmente, el ulterior control de dicho trabajo ( ), la penalización en el retraso de su conclusión y la asignación de zonas geográficas para su desarrollo constituyen datos reveladores de una sujeción al poder directivo de la empresa que encomienda la realización de los servicios, todo lo que pone de relieve una innegable situación de dependencia propia del contrato de trabajo». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 29 ESTUDIOS inversa no es correcta. Sobre todo porque una vez admitida la flexibilidad de la nota de dependencia, ni la inexistencia de control de tiempos de trabajo (horario), ni de control espacial de los trabajadores (lugar de trabajo) impiden, sin más, la existencia del contrato de trabajo90. Otra cosa es que, si bien cumplir una jornada y horario prefijado «no es esencial para la laboralidad»91, sí que es una «nota que frecuentemente concurre en el mismo»92. Y algo parecido puede decirse de otros indicios típicos de la laboralidad, como «la continuidad temporal del trabajo para una sola empresa y la aplicación de un régimen de dedicación personal que hace en la práctica imposible la oferta de servicios para el mercado»93. Ejemplo de ello son «las labo- Claramente lo explica STS 22 abril 1996 (RJ 1996, 3334) cuando afirma que «no sólo el seguimiento de unas determinadas directrices uniformadoras en la realización del trabajo encomendado sino, también y fundamentalmente, el ulterior control de dicho trabajo ( ), la penalización en el retraso de su conclusión y la asignación de zonas geográficas para su desarrollo constituyen datos reveladores de una sujeción al poder directivo de la empresa que encomienda la realización de los servicios, todo lo que pone de relieve una innegable situación de dependencia propia del contrato de trabajo». 90 Con toda claridad si además resulta que la libertad de horario es «relativa y más teórica que práctica» (STS 29 diciembre 1999 [RJ 2000, 1427]). En cambio, no hay contrato de trabajo si «la empresa no puede establecer libremente un horario de prestación de servicios, sino que para fijarlo se requiere el acuerdo de las partes» (STS 22 enero 2001 [RJ 2001, 784]). 91 STS 26 enero 1994 (RJ 1994, 380). 92 STS 27 junio 1988 (RJ 1988, 5470). 93 STS 29 enero 1991 (RJ 1991, 190). Los requisitos de habitualidad y profesionalidad deben ser entendidos en el sentido de que el medio de vida del trabajador es su capacidad para atribuir a un ajeno tanto el dominio sobre la utilidad que reporta la especificación de su energía de trabajo, como la posibilidad de dirigir el proceso de especificación. Y por ello tampoco la prestación del trabajo para varios empresarios impide necesariamente la subsistencia del vínculo laboral, pues ni «la exclusividad es requisito de la relación laboral, en cuanto puede trabajarse en ocasiones por cuenta de varios empresarios, ni extraña a determinados contratos civiles en el área del arrendamiento de obras 30 res intelectuales (que) pueden desempeñarse en régimen de dependencia, que se demuestra por la concurrencia, en mayor o menor tiempo a las dependencias de la empresa, pero con habitualidad y horario que podrá o no ser flexible pero exigible porque se encuentra dentro del ámbito de organización, dirección y disciplina de la empresa y por tanto ha de ser cumplido por quien ha contratado con tal carácter sus servicios»94. En cambio, se opone a la nota de dependencia que quede a la libre voluntad del trabajador «la elección del momento y tiempo, incluso asistir o no (a la empresa)»95, del mismo modo que «quiebra la nota de dependencia o subordinación», ya que los servicios no se prestan «dentro del ámbito de organización y dirección de otra persona», sino que se llevan a cabo con autonomía e independencia del criterio de la empresa», cuando ésta no puede dictar órdenes o instrucciones sobre la forma de ejecutar el trabajo96. En definitiva, la nota de dependencia debe ser entendida «como una sujeción a las órdenes e instrucciones del empresario necesarias para el buen desarrollo de la actividad o quehacer convenido en el vínculo contractual»97, sujeción que «va más allá del deber de cumplimiento propio de toda obligación, siendo esta nota la que singulariza el contrato de trabajo distinguiéndolo de otro tipo de relaciones jurídicas»98. Por ello, cuando «no se establecen ni fijan ni siquiera por aproximación, referencia o denominación de la función qué servicios son los que ha de prestar y servicios y apoderamiento» (STS 23 mayo 1985 [RJ 1985, 2747]). 94 STS 17 noviembre 1987 (RJ 1987, 7995). 95 STS 17 noviembre 1987 (RJ 1987, 7995). 96 STS 22 enero 2001 (RJ 2001, 784) que analiza la cláusula del contrato entre empresa y médico en la que se dispone que los servicios «serán prestados con total independencia y espontaneidad, siguiendo los dictados de la buena fe y con sujeción a las normas deontológicas de la profesión». 97 STS 15 junio 1987 (RJ 1987, 4349). 98 STS 13 noviembre 1989 (RJ 1989,8041). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ (el trabajador, su actividad debe considerarse excluida) de manera patente y casi palpable del ámbito de organización y dirección empresarial»99. Así caracterizada, la idea de dependencia en el contrato de trabajo subraya su naturaleza complementaria e interdependiente del requisito de ajenidad. Y es que, en realidad, cada uno de ambos elementos es causa y a la vez consecuencia del otro, de acuerdo con el carácter do ut des del contrato de trabajo. Además, como en las relaciones extralaborales también puede hablarse de trabajo por cuenta ajena (vgr. en la relación del agente mercantil como afirma Ley 12/1992, de 27 mayo), la que es típica y exclusiva del contrato de trabajo queda suficientemente individualizada en cuanto que sólo ella implica la cesión anticipada por el trabajador de los frutos o utilidades de su trabajo al objeto de que el empresario adquirente pueda dirigir su especificación de acuerdo con sus propios intereses. Lo que se está diciendo en definitiva es que, como advierte muy bien STS 21 mayo 1990 (RJ 1990, 4993), «existe una fuerte conexión o correlación entre la dependencia y la ajenidad, habiéndose llegado a decir que la dependencia es algo implícito en la ajenidad y que el trabajar por cuenta de otro exige normalmente que el que trabaja esté controlado por aquel para el que trabaja». Y tanto es así que, llevando la conclusión al extremo, dicha resolución considera que puesto que en la relación in casu examinada existió ajenidad, entonces «lo lógico es entender que también existe dependencia». 99 STS de 25 noviembre 1991 (RJ 1991,8261). Sobre la impartición de instrucciones como algo que «denota sometimiento al ámbito organicista y rector de la empresa» (STS 26 enero 1994 (RJ 1994, 380) insisten numerosísimas resoluciones. Por ejemplo, SSTS 10 abril 1995 (RJ 1995, 3040), 2 julio 1996 (RJ 1996, 5631), 31 marzo 1997 (RJ 1997, 3578), 13 mayo 1997 (4647), 20 julio 1999 (RJ 1999, 6839), 29 diciembre 1999 (RJ 2000, 1427). Además, esta «conexión» entre dependencia y ajenidad resulta ser el «carácter vertebral que se viene perfilando como el más decisivo en la relación laboral»100; siendo así que, como la doctrina supo ver en su momento, «la esencia de las relaciones jurídicas de trabajo se sitúa conjuntamente en la atribución (inicial) al empresario de la utilidad patrimonial del trabajo y del poder de disponer de este trabajo»101. O dicho de otra manera, «se trabaja de forma subordinada precisamente para hacer verdaderamente efectiva la utilidad del trabajo en favor del empleador o empresario»102. En este sentido, junto con la tradicional exégesis de las notas de trabajo personal, dependiente y por cuenta ajena y retribuido, la idea organizativa de la empresa que incorpora el texto del art. 1.1 ET ha abierto nuevas posibilidades para la delimitación del ámbito de aplicación subjetiva del contrato de trabajo. Sobre todo, una vez que la jurisprudencia ha advertido que «las dos primeras notas de retribución y alienidad de la prestación de servicios al ser también de esencia, según el artículo 1.544 del Código Civil, para el contrato civil de arrendamiento de servicios, han de estimarse como genéricas; y sólo la especificidad de la apuntada inserción en el ámbito propio del empleador es lo que caracteriza al contrato de trabajo»103. Por lo pronto, porque la falta de la persona que ocupa en la relación jurídica que nace STS 14 mayo 1990 (RJ 1990, 4314). MONTOYA MELGAR, A., Sobre la esencia del Derecho del Trabajo, Escuela Social de Murcia, 1972, pág.13. La misma idea en «Sobre el trabajo dependiente como categoría delimitadora del Derecho del Trabajo», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 91, 1998. 102 MARTÍN VALVERDE, A., «El discreto retorno del arrendamiento de servicios», en AA.VV. Cuestiones actuales de Derecho del Trabajo. Estudios ofrecidos por los catedráticos españoles de Derecho del Trabajo al profesor Manuel Alonso Olea, MTSS, Madrid, 1990, pág.231. 103 STS 16 julio 1984 (RJ 1984, 4175). 100 101 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 31 ESTUDIOS del contrato la posición típica de empresario esto es, la falta de un sujeto organizador de distintos medios de producción con el fin de aportar bienes y servicios al mercado aleja la posibilidad del vínculo laboral. Así sucede cuando el presunto trabajador resulta ser autoorganizador de su trabajo que concierta una ejecución de una obra o un contrato mercantil de comisión o agencia, salvo que tras la aparente autonomía del trabajador se esconda una verdadera relación de dependencia104. De acuerdo con esto último, adquiere carácter decisivo para la calificación de una concreta relación de trabajo la circunstancia de que los servicios prestados sean propios de la actividad principal y razón de ser de la empresa, pues ello actúa como hecho base de una cierta presunción de integración del trabajador en el ámbito de organización y dirección empresarial. Se trata de un criterio que si bien no es enteramente novedoso, sí parece revitalizado en la jurisprudencia postestatutaria. Por ejemplo, STS 10 abril 1995 (RJ 1995, 3040) apoya su opinión acerca de la naturaleza laboral de la relación de trabajo de ciertos guías de turismo en la constatación de que «la actividad permanente (de éstos) es la propia de la empresa y no de ellos mismos». Y lo mismo hace STS 29 diciembre 1999 (RJ 2000, 1427) cuando del examen de los distintos elementos fácticos examinados concluye que «los clientes no eran del (trabajador) sino de la empresa» y que «la actividad permanente de (éste) era la propia de la empresa y no la de él mismo». También STS 19 julio 2002 (RJ 2002, 9518) concluye que existe contrato de trabajo en el caso de cierto fotógrafo en la medida en que las fotos pasan a propiedad de la empresa editorial con independencia de que se publiquen o no. Entre otras muchas, puede verse como ejemplo de lo que se dice STS 15 junio 1998 (RJ 1998, 5260). 104 32 3. EL ÁMBITO SUBJETIVO DEL CONTRATO DE TRABAJO Y LA TRANSFORMACIÓN DEL SISTEMA ECONÓMICO-PRODUCTIVO Como se viene repitiendo, la definición del ámbito de aplicación del Estatuto de los Trabajadores incorporada en 1980 al art.1.1 ET no es más que la trasposición legal de la caracterización que del contrato de trabajo habían hecho la jurisprudencia y la doctrina de los años sesenta y setenta del pasado siglo XX. Y por ello se construye en función del modelo típico de contratación laboral característica de los «años dorados del Derecho del Trabajo»105, aunque, paradójicamente, dicho modelo comienza a entrar en crisis justamente coincidiendo con su recepción normativa. En efecto, el contrato de trabajo había sido definido históricamente mediante la identificación de los rasgos típicos de la clase de trabajo propio del sistema de producción construido en torno a la gran fábrica fordista106. A su vez, el convencimiento sobre los beneficios intrínsecos de la regulación legal de las relaciones de trabajo así definidas había justificado su extensión generosa (en vía legal y jurisprudencial) a determinadas categorías de trabajadores cuya prestación laboral no se ajustaba por completo al viejo patrón107. Y en el horizonte parecía estar RODRÍGUEZ PIÑERO, M., «Derecho del Trabajo y crisis económica», en El Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la década de los 80 (III Coloquio sobre Relaciones Laborales, Jaca, 1982), Instituto Universitario de Relaciones Laborales, Universidad de Zaragoza, 1983, págs. 247-248. Véase también sobre esta caracterización, PALOMEQUE LÓPEZ, C., «Un compañero de viaje histórico del Derecho del Trabajo: la crisis económica», Revista de Política Social, núm. 143, 1984, pág. 15. 106 RIVERO LAMAS, J., «El trabajo en la sociedad de la información», Aranzadi Social, núm. 16, 2001, pág. 48. 107 GONZÁLEZ ORTEGA, S., «La difícil coyuntura del Derecho del Trabajo», Relaciones Laborales, 1987-II, pág. 278. 105 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ incluso el ideal de una futura aplicación del Derecho del Trabajo entendido al modo tradicional a todas las relaciones de trabajo deducidas contractualmente108. Modernamente, sin embargo, el cambio radical en la realidad socio-económica que venía soportando al contrato de trabajo ha obligado a reconsiderar tanto los presupuestos sustantivos sobre los que aquél se había construido, como su misma tendencia expansiva. Y es que, frente al viejo modelo de corte fordista basado en la concentración de un gran número de trabajadores en un mismo espacio físico y sujetos al control riguroso del empresario, la irrupción masiva de las nuevas tecnologías ha afectado de manera decisiva e irreversible tanto a los modos de producir, como al desenvolvimiento de las relaciones en la empresa109. La actual transformación del trabajo es, en este sentido, un cambio radical no solo de las herramientas e instrumentos de trabajo y de su organización, sino también, y fundamentalmente, una mutación del modo en que tradicionalmente se han manifestado las relaciones de cooperación social basadas en la aportación de trabajo humano a los procesos de producción de bienes y servicios110. En este sentido, la reorganización del sistema productivo y las distintas medidas instrumentadas para superar la crisis económi- Véase en este sentido, BAYÓN CHACÓN, G., «Del contrato de trabajo al contrato de servicios profesionales», en Catorce lecciones sobre contratos especiales de trabajo, Universidad de Madrid, Facultad de Derecho, Sección de Publicaciones e Intercambio, Madrid, 1965, págs. 361 y ss. 109 Sobre la informática, como pilar fundamental de la llamada tercera revolución industrial y elemento diferenciador de la sociedad actual, véase CASTELL, M., La era de la información. Economía, sociedad y cultura, Alianza Editorial, 3 vol. Madrid 1999-2000. 110 Puede verse, entre los muchos estudios dedicados a la cuestión, CASTELL, M. y ESPÓNG-ANDERSEN, G., La transformación del trabajo, Libros de la Factoría, Barcelona, 1999. 108 ca y recuperar y consolidar el crecimiento han terminado por poner en cuestión la bondad intrínseca de aquél modelo y, por tanto, la conveniencia de su expansión. Y no sólo eso, el incremento de la competencia nacional e internacional, el proceso de integración a nivel mundial de las economías nacionales, la potenciación de la innovación tecnológica, la expansión del sector terciario, la reconversión y racionalización de los sistemas productivos o la difusión de un modelo de organización flexible del trabajo son fenómenos que han venido a debilitar «los vínculos de solidaridad entre capital y trabajo que, para asegurar la dignidad y libertad de los trabajadores en las empresas y en la sociedad civil, se habían ido forjando, de forma gradual y sucesiva, por el intervencionismo estatal, el impulso de doctrinas e ideologías correctoras del capitalismo y la acción de los agentes sociales a través de la negociación colectiva a lo largo de los años»111. RIVERO LAMAS, J., «El trabajo en la sociedad de la información», cit., pág. 48. La doctrina laboralista viene registrando desde hace ya algunos años las tensiones que sobre el Derecho del Trabajo clásico produce esta transformación del aparato económico-productivo. Véanse, por ejemplo, los análisis de PÉREZ DE LOS COBOS, F., «Sobre la globalización y el futuro del Derecho del Trabajo», Documentación Laboral, núm. 60, 1999; PURCALLA BONILLA, M.A., «Globalización económica, Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social y retos sindicales: notas para el debate», Aranzadi Social, 2001; DURÁN LÓPEZ, F.; «Globalización y relaciones de trabajo», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 92, 1998; APARICIO TOVAR, J., «Los derechos sociales ante la internacionalización económica», en AA.VV.: La reforma del marco normativo del mercado de trabajo y el fomento de la contratación indefinida: puntos críticos, Comares, Granada, 1999; BAYLOS GRAU, A., «Globalización y Derecho del Trabajo. Realidad y proyecto», Cuadernos de Relaciones Laborales, núm. 15, 1999; ROMAGNOLI, U., «Globalización y Derecho del Trabajo», Revista de Derecho Social, núm. 5, 1999; PÉREZ AMORÓS, F., «Globalización de la economía e internacionalización del Derecho del Trabajo», Revista Técnico Laboral, núm. 71, 1997; OZAKI, M., «Relaciones laborales y globalización», Relaciones Laborales, 1999-I; AA.VV., Trabajo y empleo. Transformaciones del trabajo y futuro del Derecho del Trabajo en Europa, Tirant lo Blanc, Valencia, 1999. 111 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 33 ESTUDIOS De este modo, en los últimos veinticinco años se ha asistido al reajuste o redefinición de los límites subjetivos del contrato de trabajo en función de presupuestos desconocidos en el Derecho del Trabajo clásico. Incluso se ha llegado a plantear la retirada de la disciplina laboral de la lucha por ocupar las zonas grises de la contratación del trabajo ante el embate, primero, del contrato de arrendamiento de servicios y, luego, de los más variados y originales modelos de contratación no laboral. Reducido a un esquema básico, este cuestionamiento del modelo contractual laboral responde a un doble impulso. De una parte, el de las tradicionales tendencias centrífugas o elusivas del modelo laboral caracterizadas por la negación respecto de una concreta relación de los elementos tipificadores del contrato de trabajo, tendencias modernamente reforzadas con los nuevos argumentos jurídicos y no jurídicos que ofrece el cambio del entramado productivo y las exigencias de competitividad y flexibilidad. De otra parte, y desde luego con mucho más fundamento, se sitúan las innovadoras formulaciones directamente excluyentes de la asalarización del modelo de producción postindustrial. 3.1. Las modernas tendencias centrífugas Además de las actuales y muy numerosas manifestaciones de la tradicional huída del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social propia de la economía sumergida y el empleo clandestino, especialmente intensa en los últimos años a causa de inmigración ilegal, la principal vía de escape del ordenamiento laboral sigue siendo la que se produce en zonas grises del contrato de trabajo. Es sabido que los contratos civiles y mercantiles de arrendamiento de servicios, ejecución de obra, mandato, comisión y agencia, sociedad o transporte siempre han contendido con el modelo laboral por la regulación del 34 trabajo humano. Y también que tradicionalmente éste había salido mejor librado; no en vano su proceso de expansión consistió en «un proceso inverso de reducción de otras figuras contractuales civiles y mercantiles»112. Sin embargo, desde hace ya más de dos décadas la tendencia parece haberse invertido, y lo que en un primer momento pudo calificarse como un «discreto retorno del arrendamiento de servicios»113, es hoy un abierto despertar del Derecho Común a la nueva realidad de la contratación del trabajo humano en la sociedad de la información114. En este sentido, en los últimos veinticinco años las fronteras de la laboralidad han vivido en permanente estado de ebullición a causa de las posibilidades que los actuales medios de producción y las originales formas de organización de los recursos humanos ofrecen a los empresarios para evitar la contratación laboral. Así, contratos como el arrendamiento de servicios, hasta hace unos años limitado a la contratación de servicios de los llamados profesionales liberales, o como los de ejecución de obra, mandato o sociedad han adquirido en la realidad de la contratación del trabajo un renovado protagonismo. Planteado en estos términos, sin embargo, habrá que convenir que estamos ante la mera manifestación de un problema viejo en Derecho del Trabajo: el de acotar en función de la realidad social circundante los linderos del contrato de trabajo. Y siendo así, también es claro que las pautas para su solución sólo pueden ser las marcadas por el legislador al definir qué sea este contrato. 112 MONTOYA MELGAR, A., Sobre la esencia del Derecho del Trabajo, cit., pág. 17. 113 MARTÍN VALVERDE, A., «El discreto retorno del arrendamiento ...», cit págs. 209 y ss. 114 SIMITIS, S., «La giuridificazione dei rapporti di lavoro», Diritto del lavoro e di Relazioni Industriali, núm. 30, 1986, págs. 236 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ Así lo han entendido los Tribunales laborales que actuando bajo el doble presupuesto de que la calificación de los contratos es función privativa de los órganos judiciales y de que lo relevante para esta calificación no es el nomem iuris otorgado por las partes, sino el que «se deduce de su propio contenido obligacional y del conjunto de prestaciones y contraprestaciones que se desarrollan durante su vigencia»115, siguen mostrando su capacidad para reintegrar al seno de lo laboral diferentes relaciones de trabajo excluidas por la sola voluntad de sus sujetos; unas veces con apoyo en normas sin rango suficiente que lo autorice (exclusión ilegal) y, otras la mayoría bajo una discutible interpretación de los requisitos legales de laboralidad. En este sentido, deben destacarse los esfuerzos judiciales realizados dotar de contenido a la nueva y flexible definición de contrato de trabajo incorporada al art. 1.1 ET. El reconocimiento de la laboralidad de una variada tipología de prestaciones de servicios realizados por transportistas116, encuestadores117, guías turísticos118, profesionales de la enseñanza119; psicólogos al servicio de 115 7090). Por todas, STS 29 septiembre 1993 (RJ 1993, 116 La corriente jurisprudencial que en este sentido inicia STS 26 febrero 1986 (RJ 1986, 834) se vió, sin embargo, radicalmente afectada por la nueva letra g) incorporada al art. 1.3 ET por Ley 11/1994, de 1994; y es que en la práctica la misma se presenta como una verdadera exclusión constitutiva. Sobre la cuestión puede verse LUJÁN ALCARAZ, J., «La deslaboralización de la actividad de transporte: antecedentes, intervención normativa, problemas derivados y solución constitucional», en Aranzadi Social, núm. 1, 1999, págs. 11 y ss. 117 SSTS 27 mayo 1992 (RJ 1992, 3678), 26 enero 1994 (RJ 1994, 380); 14 febrero 1994 (RJ 1994, 1035). 118 STS 10 abril 1995 (RJ 1995, 3040). 119 Especialmente interesante, y reiterado, ha sido el problema planteado por la determinación de la laboralidad de la relación entre los profesores de religión católica y la administración educativa que los nombra a propuesta del Obispado. Entre otras, pueden verse SSTS 16 junio 1996 (RJ 1996, 5387), 30 abril 1997 (RJ centros de reconocimiento de conductores120; periodistas y reporteros gráficos 121 , subagentes de seguros122, falsos contratistas de obra y prestadores de servicios auxiliares123, socios trabajadores124, médicos al servicio de 1997, 3557), 27 abril 2000 (RJ 2000, 4255), 17 septiembre 2002 (10648), 4 y 8 julio 2002 (9202 y 9209), 12 junio 2002 (7198). Sobre el carácter laboral y no administrativo de la relación de trabajo de los profesores de Escuelas Universitarias no estatales y de Colegios Universitarios, SSTS 6 junio 1990 (RJ 1990, 5029), 9 febrero 1994 (RJ 1994, 2471), 7 diciembre 1999 (RJ 1999, 9692), 18 marzo 1992 (RJ 1992, 5209, Sala General), 5 junio 2002 (RJ 2002, 8132). 120 STS 20 septiembre 1995 (RJ 1995, 6784). 121 SSTS 31 marzo 1997 (RJ 1997, 3578), 19 julio 2002 (RJ 2002, 9518). 122 Por todas, STS 15 octubre 2001 (RJ 2002, 1503). 123 Por ejemplo, STS 22 abril 1996 (RJ 1996, 3334) aprecia la existencia de contrato de trabajo en el caso de la persona que se dedicaba a elaborar informes comerciales para una empresa; STS 29 diciembre 1999 (RJ 1999, 1427) hace lo propio en el caso del contrato celebrado entre una empresa propietaria de máquinas de refrescos y la persona encargada de su conservación; STS 20 julio 1999 (RJ 1999, 6839) considera que la prestación de servicios en locutorios públicos bajo la apariencia de contrato civil no altera la verdadera naturaleza laboral de la relación; STS 24 octubre 2000 (RJ 2000, 1414) declara laboral la relación mantenida entre una sociedad y un trabajador que anteriormente fue socio de la misma; STS 10 julio 2000 (RJ 2000, 8326) considera laboral la actividad de un perito tasador de segurados cuando se da en ella las notas de ajenidad y dependencia; STS 25 enero 2000 (RJ 2000, 1312) califica también como laboral el vínculo de quien se encarga de limpiar los elementos comunes en un edificio de vecinos, pese a que esporádicamente era sustituido por un familiar y percibía como retribución el disfrute de una vivienda. Véanse también STS Galicia 16 mayo 2000 (AS 2000, 1355) que considera que existe contrato de trabajo y no arrendamiento de servicios en el caso de cierta secretaria de los cursos Organizados por una Universidad. Por su parte, STSJ Cataluña 5 noviembre 2003 (AS 2003, 4120) afirma la existencia de contrato de trabajo frente al contrato aparente de ejecución de obra en un típico supuesto de subcontrata en el sector de la construcción. 124 STS 29 septiembre 2003 (RJ 2003, 7816), en el caso del socio trabajador cuya participación social es minoritaria y no ostenta el control efectivo de la sociedad. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 35 ESTUDIOS clínicas privadas125 y un largo etcétera, es claro ejemplo de la vitalidad actual de la jurisprudencia social. Otra cosa es que el excesivo casuismo que caracterizaba a esta materia, unido a los rígidos requisitos de contradicción exigidos en el recurso de casación para unificación de doctrina, esté impidiendo una mayor intervención del Tribunal Supremo en este tipo de problemas 126 . Y también lo es que la transmutación del escenario económico sobre el que tradicionalmente se han desarrollado las relaciones de trabajo condiciona actualmente cualquier intento delimitador de su naturaleza jurídica, que deberá realizarse dentro de unas coordenadas nuevas en las que la difusión de modelos contractuales no laborales parece consecuencia inevitable de las nuevas formas de organización productiva. Ejemplifican bien lo que se dice los casos planteados ante los Tribunales en relación con ciertas formas de teletrabajo caracterizadas por la «dependencia informática»127; así el las «teleoperadoras»128 o el de los «maquetadores de revistas»129. 125 Entre otras, SSTSJ Madrid, 14 diciembre 2001 (JUR 2001, 94643), País Vasco, 15 enero 2002 (AS 2002, 1198), Canarias/Las Palmas, 16 junio 2004 (AS 2004, 1447). 126 Sobre esta dificultad para atender a la unificación de doctrina se reiteran las manifestaciones del TS. Entre otras pueden verse SSTS 26 marzo 2001 (RJ 2001, 3406); 14 febrero 2000 (RJ 2000, 2037); 10 febrero 2000 (RJ 2000, 1752); SSTS 17 enero y 28 febrero 2000 (RJ 2000, 919 y 2247), 26 marzo 2001 (RJ 2001, 3406), 5 diciembre 2001 (RJ 2002, 10159), 17 octubre 2003 (RJ 2003, 7585), 9 febrero 2004 (RJ 2004, 2893). 127 SEMPERE NAVARRO, A.V. y SAN MARTÍN MAZZUCCONI, C., Nuevas tecnologías y relaciones laborales, Aranzadi, Pamplona, 2002, págs. 114 y ss. 128 Sobre la cuestión, SELMA PENALVA, A., «Teleoperadora de líneas eróticas y contrato de trabajo. Comentario a la STSJ de Andalucía de 5 febrero 2002», Aranzadi Social, núm. 7, 2002. La STS 9 febrero 2004 (RJ 2004, 2893) ofrece un buen ejemplo de esta forma de trabajo, aunque finalmente no puede pronunciarse sobre su naturaleza jurídica al faltar el requisito de contradicción. 129 STSJ Madrid, 30 septiembre 1999 (AS 1999, 3321). Sobre esta sentencia, entre otros, PURCALLA BONI- 36 Y es que, aunque «las nuevas tecnologías (...) no fueron tomadas en consideración por el legislador cuando se redactó el Estatuto de los Trabajadores en 1980», es incuestionable que han «abierto nuevas e insospechadas posibilidades en las relaciones humanas, tanto a nivel personal como a nivel comercial y que obviamente propician contrataciones (...) en las que basta que por parte del trabajador se disponga de un equipo informático suficiente y que el mismo se conecte a Internet, para que pueda realizar sus funciones en su propio domicilio, pero estando en todo momento presente virtualmente en la empresa, de manera que la comunicación que permite la nueva tecnología es contínua, pudiendo la empresa controlar el trabajo, dar directamente instrucciones, recibir al instante el fruto del mismo, dirigirlo, modificarlo, etc., y todo ello, sin tener físicamente en la sede patronal a la persona que lo realiza, sin que ello impida que concurran todas y cada una de las notas que configuran el contrato de trabajo, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 1.1 del Estatuto de los Trabajadores»130. 3.2. La crisis del modelo contractual de trabajo dependiente por cuenta ajena En último término, sin embargo, no puede pasarse por alto cómo, frente a la jurisprudencia que a mitad del siglo XX interpretó generosamente las notas la laboralidad con la finalidad de extender el ámbito de aplicación de las leyes laborales al mayor número de trabajadores posible, la jurisprudencia actual se muestra mucho más cautelosa y acepta sin traumas que la utilización de modelos contractuales no laborales en el LLA, M.A. y BELZUNEGUI ERASO, Á., «Marcos jurídicos y experiencias prácticas de teletrabajo», Aranzadi Social 2003-V, págs. 1333, espec. 1341 a 1349. 130 STSJ Madrid, 30 septiembre 1999 (AS 1999, 3321). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ moderno sistema de relaciones de producción es algo absolutamente normal; especialmente porque «unos mismos servicios, considerados en la pura objetividad de la prestación en que consisten, pueden ser objeto de un contrato de trabajo o de uno civil»131. Desde esta perspectiva, la verdadera quiebra actual del modelo contractual laboral se presenta con connotaciones hasta ahora desconocidas. En realidad, ya no se trata de enmascarar una prestación de servicios laborales bajo ropajes civiles o mercantiles, sino, desde una perspectiva diversa y mucho más amplia, de negar la utilidad del modelo para satisfacer la actual demanda de fuerza de trabajo que exige el sistema productivo. El desarrollo de las nuevas tecnologías propicia la creación de un tipo de empresa en el que la productividad deja de depender de la utilización intensiva de mano de obra, para hacerlo de su mayor o menor integración en los procesos de innovación tecnológica. Además, las nuevas tecnologías favorecen la fragmentación y descentralización de los procesos productivos hasta límites nunca antes imaginados. Y así, en el escenario de la llamada nueva economía, la empresa aparece ante el Derecho en general, y ante el Derecho del Trabajo en particular, como una realidad nueva que exige ser contemplada desde presupuestos jurídicos también originales. Frente a la pura y simple incorporación masiva de trabajadores a los procesos productivos típica de la era industrial, en la actualidad el desarrollo de las nuevas tecnologías y el valor de la información, la globalización de algunas actividades, el funcionamiento en red de las empresas y la descentralización productiva, el aumento de los niveles de incertidumbre y la empresa flexible, la proliferación de las pequeñas empresas y el trabajo autónomo, y la aparición del tercer sector caracterizado por la difusión 131 ATS 23 julio 1992 (RJ 1992, 5613). del trabajo no lucrativo son factores que marcan «la nueva identidad de las empresas en el contexto económico creado por la Sociedad de la Información»132 y que parecen exigir otros modos de relación jurídica distinto del que regula el contrato de trabajo. Desde luego, los contratos entre empresas, ya en su forma tradicional (contratas y subcontratas de obras y servicios), ya bajo innovadoras fórmulas (vgr. outsourcing, franquicia133, filializaciación)134. Pero muy especialmente, y con singular trascendencia para el Derecho del Trabajo, el trabajo autónomo. Sobre todo porque rompiendo la rígida separación entre trabajo dependiente por cuenta ajena y trabajo autónomo por cuenta propia, la descentralización productiva y el auge de las modernas tecnologías de la información y la comunicación han favorecido el nacimiento de un nuevo tipo de trabajador autónomo: el que presta sus servicios, generalmente muy especializados en el sector terciario, sin integrarse físicamente en la organización empresarial y cuya relativa autonomía técnico-funcional contrasta con su efectiva sujeción económica respecto de la empresa o 132 RIVERO LAMAS, J., El trabajo en la sociedad de la información», cit., págs. 52 y ss. 133 Por ejemplo, excluye la existencia de relación laboral en el caso de un vendedor de pan mediante el sistema de franquicia, STSJ País Vasco 8 febrero 2000 (AS 2000, 246). 134 Véanse al respecto los diferentes estudios incluidos en AA.VV. Descentralización productiva y nuevas formas organizativas del trabajo, Asociación Española de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.MTAS, Madrid, 2000. También, los incluidos en la obra colectiva bajo la dirección de DEL REY GUANTER, S., Descentralización productiva y relaciones laborales: problemática jurídica actual, Lex Nova, Valladolid, 2001. Entre los tratamientos monográficos de la cuestión pueden verse MERCADER UGUINA, J.R., Derecho del Trabajo, nuevas tecnologías y sociedad de la información, Lex Nova, Valladolid, 2002; SEMPERE NAVARRO, A.V. y SANMARTÍN MAZZUCCONI, C., Nuevas tecnologías y relaciones laborales, Aranzadi, Pamplona, 2002; LÓPEZ ANIORTE, M.C., La descentralización productiva y su incidencia sobre la relación individual de trabajo, Ediciones Laborum, Murcia, 2003. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 37 ESTUDIOS empresas beneficiarias de su trabajo. Son los denominados trade, cuyos ejemplos más acabados se están dando, como antes se advirtió, en el ámbito del teletrabajo135. Ciertamente, el Derecho del Trabajo siempre ha conocido de la existencia de colectivos cuya aparente autonomía contrasta con su situación de subprotección real136; incluso ha tratado de integrarlos bajo su manto protector ya mediante una interpretación elástica de la nota de dependencia, ya a través de fórmulas más elaboradas en la línea de lo postulado por la disposición adicional 1ª ET137. Sin embargo, actualmente el 135 Sobre el teletrabajo como nueva forma de incorporación del trabajo a los procesos productivos y sus diversas implicaciones jurídico laborales, véase THIBAULT ARANDA, J., El teletrabajo. Análisis jurídico-laboral, CES, Madrid, 2000. 136 Como ejemplo más característico, pueden citarse la actitud doctrinal favorable a la laboralización del contrato de ejecución de obra sustentada ya desde los años sesenta del pasado siglo. «La inclusión de estos ejecutores de obra en la legislación laboral señalaba en 1966 BAYON siquiera sea a través de un tipo o contrato especial, parece una exigencia social ineludible y no es justificación suficiente para su desamparo la negación de su calidad de trabajadores dependientes» (BAYON CHACON, G., «El ámbito personal de las normas de Derecho del Trabajo», Revista de Política Social, núm.71, 1966, pág. 16. En la misma dirección, SAGARDOY BENGOECHEA, J.A., «El contrato de ejecución de obra», Revista de Política Social, núm. 71, 1966, pág. 175. 137 Aparte el ejemplo más sobresaliente que ofrece la obligatoria inclusión de los trabajadores autónomos en el Sistema de Seguridad Social, puede señalarse como la Ley de Descanso Dominical de 3 de marzo de 1904 prohibió el trabajo en domingo tanto para «el trabajo material por cuenta ajena», como para «el que se efectúe con publicidad por cuenta propia». Modernamente, el art. 3.1 LOLS reconoce el derecho de los «trabajadores por cuenta propia que no tengan trabajadores a su servicio» a afiliarse a las organizaciones sindicales, y el art. 3.1 LPRL precisa que de la misma pueden derivarse «derechos y obligaciones (...) para los trabajadores autónomos». En este sentido, cabría cuestionarse incluso si no es acaso una protección desde el ordenamiento laboral de relaciones no laborales la que se instrumenta mediante el complicado expediente de calificar como relaciones laborales especiales ciertas prestaciones de servicios de difícil encaje en el art. 1.1 ET 38 problema presenta perfiles nuevos a causa de la generalización de esta clase de trabajo, del contexto económico y empresarial en que se desarrolla, y, fundamentalmente, de las dudas que suscita la extensión del patrón tutelar típico del Derecho del Trabajo138. En este sentido, no deja de ser llamativo que la exclusión del Derecho del Trabajo de la función reguladora de estas manifestaciones de contratación del trabajo humano como las que realizan los altos directivos o los empleados de hogar. 138 Sobre la cuestión pueden verse los diferentes estudios incluidos en la obra colectiva editada en homenaje al profesor José Cabrera Bazán, Trabajo subordinado y trabajo autónomo en la delimitación de fronteras del Derecho del Trabajo, Tecnos, Madrid, 1999. También, entre otros, LUJÁN ALCARAZ, J., «Reflexiones sobre el papel del Derecho del Trabajo en la actual revitalización del trabajo autónomo», Aranzadi Social, núm. 15, 2001, págs. 9 y ss. y, más recientemente, «El empleo de los trabajadores autónomos», Documentación Laboral, núm. 69, 2003, págs. 151 y ss.; RODRÍGUEZ-PIÑERO, M. y CASAS BAAMONDE, M.E.,«El trabajo autónomo y el Derecho del Trabajo», Relaciones Laborales, núms.7/8, 2000, págs. 1 y ss.; PALOMEQUE LÓPEZ, M.C., «El trabajo autónomo y las propuestas de refundación del Derecho del Trabajo», Relaciones Laborales, núms.7/8, 2000, págs. 49 y ss. DEL REY GUANTER, S., y GALA DURÁN, C., «Trabajo autónomo y descentralización productiva: nuevas perspectivas de una relación en progresivo desarrollo y dependencia», en Relaciones Laborales, núms.7/8, 2000, págs. 65 y ss.; VALDÉS ALONSO, A., «El trabajo autónomo en España: evolución, concepto y regulación», Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, núm. 26, 2000, págs. 13 y ss.; C AVAS M ARTÍNEZ , F., «Los trabajadores autónomos dependientes: una nueva encrucijada para el Derecho del Trabajo», Aranzadi Social, núm. 14, 2004, págs. 9 y ss.; SAGARDOY BENGOECHEA, J.A., Los trabajadores autónomos: hacia un nuevo Derecho del Trabajo, Editorial Cinca, Madrid, 2004. Especialmente valiosa es a este respecto la Propuesta para una regulación del trabajo autónomo a cargo de J. CRUZ VILLALÓN (Fundación Alternativas, Madrid, 2003, especialmente págs. 32 y ss. Puede consultarse en versión informática en http://www.fundacionalternativas.com). En este sentido, téngase en cuenta que cuando se redacta este trabajo hay presentadas varias iniciativas parlamentarias dirigidas a regular un «estatuto» protector de los trabajadores autónomos dependientes. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOSÉ LUJÁN ALCARAZ venga siendo sancionada incluso en el terreno normativo, como ponen de manifiesto la ampliación del concepto de agente comercial independiente por Ley 12/1992, de 25 mayo, de Régimen Jurídico del Contrato de Agencia, la concepción netamente mercantil de la actividad de mediación en la producción de seguros propugnada por la Ley 9/1992, 30 abril, sobre la Actividad de Mediación en los Seguros Privados139, o la ya misma deslaboralización de la actividad de transporte de mercancías que resulta del art. 1.3 g) ET. Incluso podría afirmarse que ya desde la promulgación del Estatuto de los Trabajadores en 1980 podían intuirse los cambios, pues, como finalmente se ha demostrado, en absoluto debía considerarse inocua la reformulación de la tradicional presunción de laboralidad contenida en su art. 8.1. Claramente lo afirmó STS 3 abril 1992140 al señalar que «el art.3.2 LCT y el art. 8.1 ET presentan diferencias de redacción significativas que impiden su consideración como fundamento sustancialmente igual de las peticiones deducidas en uno y otro litigio; mientras que el art.3.2 LCT limitaba el hechobase del que se desprendía la pretensión de laboralidad a la prestación de trabajo por cuenta ajena, el art.8.1 describe un hechobase más completo en el que se integran (...) otros elementos». Y «siendo así, no puede ser acogida la (tesis conforme a la cual) los casos de dudosa calificación deban ser resueltos recurriendo a la referida presunción de laboralidad de la prestación de servicios» 141. Actualmente Texto Refundido de la Ley de Ordenación y Supervisión de los Seguros Privados aprobado por RDleg. 6/2004, 29 octubre (BOE 5 noviembre 2004). RJ 1992, 2593. Sobre estas cuestiones, Véase GONZÁLEZ ORTEGA, S., «La presunción de existencia del contrato de trabajo», en AA.VV., Cuestiones actuales de Derecho del Trabajo, Estudios jurídicos ofrecidos por los catedráticos españoles de Derecho del trabajo al profesor Manuel ALONSO OLEA, cit., págs. 785 y ss., RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, M., La presunción de existencia del contrato de trabajo, Civitas, Madrid, 1995; LUJÁN ALCARAZ, J., La contratación privada de servicios y el contrato de trabajo, cit., págs.263 y ss. 140 141 139 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 39 ESTUDIOS RESUMEN 40 Constituye el presente estudio un acercamiento a los problemas que plantea la definición del ámbito subjetivo del contrato de trabajo. A tal efecto, se parte de la solución adoptada en 1980 por el Estatuto de los Trabajadores para delimitar su propio ámbito de aplicación, consistente, como es sabido, en el juego combinado de tres preceptos: el art. 1.1, que enuncia los requisitos típicos caracterizadores de los trabajadores a los que la ley se dirige (aquellos que prestan sus servicios de manera voluntaria, personal, dependiente, por cuenta ajena y retribuida); el art.1.3 que incorpora una relación no exhaustiva de trabajadores excluidos, ya por no reunir todos o parte de aquellos requisitos (exclusión declarativa), ya porque, reuniéndolos, el legislador consideró oportuno regular su relación de trabajo al margen del Derecho del Trabajo (exclusión constitutiva); y, por último, el art. 2, que lista un heterogéneo grupo de relaciones de trabajo «especiales» respecto del que, por una parte, se afirma su carácter laboral y, por otra, se difiere su regulación a normas reglamentarias. La solución era tributaria de la acogida pocos años antes por la Ley de Relaciones Laborales de 1976. Sin embargo, a diferencia de ésta, y como principal y más llamativa novedad, el legislador estatutario optó por omitir la expresa referencia al requisito de dependencia y exigir, en su lugar, que los trabajadores destinatarios de la ley estuviesen incluidos «dentro del ámbito de organización y dirección» del empresario. De este modo, el Estatuto de los Trabajadores vino a positivizar la interpretación que de las notas de laboralidad había hecho la doctrina y la jurisprudencia de mitad del siglo XX al declarar que la dependencia exigida como requisito más cualificado del contrato de trabajo equivalía a la integración del trabajador en el círculo rector, organicista y disciplinario de aquel por cuya cuenta se realiza una específica labor. Sin embargo, no por ello la determinación de la existencia del contrato de trabajo ha dejado de ser una operación técnicamente muy problemática. Sin duda porque una vez incorporada a la norma, lo que hasta entonces era interpretación jurisprudencial de un requisito legal (dependencia) se convierte, a su vez, en objeto de interpretación; y también porque dada la variedad con que se manifiestan las relaciones de trabajo, la concurrencia o no de las notas de laboralidad debe decidirse de acuerdo con las peculiaridades de cada caso concreto. Pero sobre todo porque, primero la crisis económica, y luego la revolución tecnológica han terminado alterando la realidad social, económica y productiva sobre la que se levanta la definición del ámbito de aplicación del Estatuto de los Trabajadores. En función de estas premisas, el trabajo expone cómo en los últimos veinticinco años la jurisprudencia ha debido ajustar los contornos del contrato de trabajo para salir al paso de las más variadas tendencias centrífugas, especialmente aquellas que se apoyan en los originales argumentos que ofrecen los nuevos modos de producir, el uso masivo de las tecnologías de la información y de la comunicación y las exigencias de competitividad y flexibilidad. Sin embargo, también se advierte de que el peligro mayor para el Derecho del Trabajo procede de las modernas formulaciones excluyentes de la asalarización del modelo de producción postindustrial, formulaciones para las que la difusión de las más diversas figuras no laborales muy especialmente el trabajo autónomo es consecuencia inevitable de unas originales formas de organización productiva incompatibles con el modelo contractual de trabajo dependiente por cuenta ajena definido en el art. 1.1 ET. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 Cambio y continuidad en el régimen jurídico del salario FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO* 1. INTRODUCCIÓN P retende este trabajo, en el contexto más amplio dedicado a presentar y valorar el proceso de los veinticinco años transcurridos desde la aprobación del ET, ofrecer un panorama general del punto de partida y de la transformación posterior de la regulación de la retribución del trabajo en esa Ley. Es ésta, como se sabe, una de las materias centrales del régimen jurídico de la relación laboral; pero que encuentra en la ley, como se ha de confirmar a lo largo de esta exposición, sólo una parte de su regulación, la correspondiente a las líneas maestras de la institución; ello es así y esta circunstancia es también suficientemente conocida porque el resto, el más detallado y también más próximo a la relación jurídica, se encuentra ordenado por las normas paccionadas y, en una medida menor, por el contrato de trabajo. La regulación legal, por lo tanto, cuenta con esta última ordenación y se autolimita, ofreciendo un mínimo entramado de derechos y garantías sobre las que el convenio colectivo y el contrato completan y desarrollan los aspectos prácticos que de manera directa han de aplicarse a la relación laboral en concreto. Con la finalidad de conseguir una perspectiva adecuada de la situación existente en el ** Catedrático de Derecho del Trabajo. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. momento de la aprobación del ET, a la exposición de lo que en su momento fué el contenido original de la Ley preceden unas indicaciones mínimas sobre la regulación inmediatamente anterior; únicamente las imprescindibles para poder contar con un punto significativo de comparación. A partir de 1980, la regulación por parte del ET de la materia salarial ha sufrido no pocas reformas, todas ellas más de detalle que generales o de conjunto. Su exposición no se va a realizar siguiendo un orden cronológico que, por otra parte, estaría plenamente justificado, sino sobre la base de identificar cuáles han sido las principales líneas de transformación, tanto desde el punto de vista de sus causas como de las materias afectadas en cada caso. Seguramente es un punto de vista de mayor interés que el de la simple presentación de las sucesivas reformas por su estricto orden de aprobación. 2. PRECEDENTES DE LA REGULACIÓN DEL ET Hasta la aprobación del ET continuó la vigencia formalmente plena, pero seriamente afectada en algunos de sus preceptos, entre otras razones por la aprobación de la Constitución de la Ley de Contrato de Trabajo de 1944; norma derogada por la Disposición final 3ª ET junto a otras dieciséis del período entre 1942 y 1978; a lo que la Disposición REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 41 ESTUDIOS final 4ª añadió la continuidad de la vigencia «en calidad de normas reglamentarias» de las «disposiciones con rango de ley» en materia salarial, entre otras, no reguladas por el propio ET; lo que en su momento pudo plantear más de un delicado problema de vigencia y de rango normativo. Bajo la rúbrica «Del salario», el Capítulo V del Título I de la LCT 1944 había ofrecido en sus artículos 37 a 59 una regulación poco sistemática, en la que se combinaban preceptos de más importante contenido y de más amplia aplicación (como, por ejemplo, la descripción de lo que se había de considerar como salario del artículo 37 o las reglas de preferencia aplicables al crédito salarial en concurrencia con otros distintos, en el artículo 59, por no mencionar más que algunos) y otros de contenido referido a cuestiones mucho más concretas (caso de la participación en beneficios de los artículos 44 y 45 o del mantenimiento del derecho al salario en el supuesto de nulidad del contrato de trabajo del artículo 55). Fuera del mencionado Capítulo V se encontraban otros preceptos referidos a distintas cuestiones concretas (así, la retribución por invenciones del trabajador, el derecho al salario en vacaciones, licencias y permisos, la retribución en el trabajo a domicilio y en el contrato de aprendizaje, entre otras). La LCT 1944 reproducía casi en su integridad y casi literalmente en la materia salarial pero también en otras el contenido de la LCT 1931, conservando incluso el mismo orden de las materias. En otras palabras, la Ley de 1944 se limitó a trasladar prácticamente en bloque y sin significativas variantes la regulación de 1931. Operación que, como es sabido, contrastaba con las materias de índole colectiva, las relacionadas, por ejemplo, con la libertad sindical la negociación colectiva, inexistentes ambas en aquel momento y que, por consiguiente, fueron suprimidas del texto legal de 1944. Contempladas desde la perspectiva actual, seguramente cabría apreciar en el conjunto 42 de uno y otro precedente especialmente en la Ley de 1931 un exceso intervencionista o reglamentista, con atención a cuestiones de detalle que en una época posterior habrían de corresponder a la actividad negociadora colectiva y que en aquellas otras se encontraba o muy poco desarrollada (caso de los años treinta) o no existía en absoluto (caso de la primera etapa del franquismo, por lo menos hasta 1958). Por otra parte, en la regulación de 1944 se habían eliminado algunas otras materias que habían quedado obsoletas, correspondiendo a situaciones ya desaparecidas o muy poco frecuentes en el marco de la relación laboral. Tal situación de debilidad e incluso de inexistencia de la negociación colectiva quedó superada con la aprobación de la primera Ley de Convenios Colectivos de 1958, a partir de la cual los convenios entraron con decisión y de una forma cada vez más extensa e intensa en la materia salarial, ofreciendo una regulación detallada y minuciosa de los múltiples aspectos de la retribución, entre ellos y especialmente el de la estructura y composición del salario, con atención a los numerosos complementos percibidos por el trabajador, causados por las muy diferentes circunstancias presentes en la relación laboral. Debe recordarse también que durante la última fase del período de vigencia de la LCT 1944 se aplicaron dos normas reglamentarias de cierta importancia: el Decreto 2380/1973, de 17 de agosto y la Orden de 22 de noviembre de 1973, reguladores ambos de la estructura del salario y otras cuestiones de la retribución. Normas cuya vigencia habría de prolongarse bastante más allá del momento de la derogación de aquella Ley, al ser eliminadas, como se recordará más adelante, en 1994. 3. LA REGULACIÓN INICIAL La sección 4ª del Capítulo II del Título I del ET 1980 contiene ocho artículos (del 26 al 33) dedicados al «Salario y garantías salariales», REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO con un esquema que en general recuerda en más de un punto al de las Leyes de 1931 y 1944, aunque sensiblemente reducido, con eliminación de no pocas cuestiones, como se acaba de recordar. Así, se reproduce una parte de la descripción de lo que debe considerarse salario (art. 26), determinadas obligaciones del empresario respecto de su pago (29) o la retribución de las gratificaciones extraordinarias (31). Aparecen por otro lado materias nuevas, como son: el régimen jurídico del salario mínimo interprofesional (27), el principio de igualdad de remuneración por razón de sexo (28) o la regulación del Fondo de Garantía Salarial (33), algunas de ellas procedentes de otras normas. De una manera similar a lo apreciado en la LCT 1944, se integran en otras partes del ET preceptos de importancia en materia retributiva, como son los relativos al salario del trabajo a domicilio (art. 13), de las horas extraordinarias (35), de las fiestas y licencias (37) y de las vacaciones (38); y los principios de percepción puntual (4.2), de no discriminación (17) y promoción económica del trabajador (25). Seguramente que la inclusión o no de estas últimas reglas en la sección dedicada al salario no debe interpretarse como indicio de mayor o menor importancia de la materia sino que se explica por simples razones sistemáticas, por su inserción en otras cuestiones, como señaladamente ocurre en la del tiempo de trabajo. También es apreciable en este punto una cierta línea de continuidad por parte del ET en relación con la LCT 1944 incluso, en menor medida, en relación con la LCT 1931 a pesar de las grandes diferencias en el contexto en el que aquél fue aprobado. A pesar de todo, la extensión de la sección dedicada al salario en el ET es bastante más reducida que la correspondiente a las dos leyes anteriores. Se debe esto fundamentalmente a la supresión en la nueva norma de gran parte de cuestiones que no se corresponden ya con la realidad de las relaciones laborales del último tercio del siglo; y también al importante desarrollo de la negociación colec- tiva en el momento de aprobación del ET, que supuso una primera retracción de la ley en beneficio del convenio, operación que aún habría de acentuarse más tarde, como en su momento habrá que recordar. La relación que acaba de señalarse entre los dos órdenes normativos el legal y el convenido es ocasión para subrayar que con el exclusivo conocimiento de los preceptos del ET dedicados a la materia salarial no es factible alcanzar una información completa sobre su régimen jurídico en Derecho español; observación, por supuesto, que es válida para la redacción del 1980 y para la actual, tras las sucesivas reformas producidas que más adelante han de comentarse. Ello es así, debe recordarse, porque la ley sólo contiene unas líneas básicas de regulación, mientras que el convenio colectivo contiene por su parte una ordenación completa, sobre todo en los dos aspectos fundamentales de extensa y directa aplicación a las relaciones de trabajo: la composición y la cuantía de la retribución, una y otra diversificadas para la totalidad de grupos y de categorías profesionales que existen en los distintos sectores y empresas. A ello ha de añadirse la subsistencia de las normas reglamentarias sobre ordenación del salario de 1973, que en su momento fueron aprobadas como reglamentos de la LCT 1944 y que a partir de 1980 lo fueron del ET, evitando a éste una regulación de más detalle sobre la composición del salario. 4. LAS REFORMAS POSTERIORES Esta regulación inicial de la materia salarial y la observación, obviamente, es aplicable a otras muchas de las contenidas en su texto no ha permanecido invariable a lo largo de los veinticinco años transcurridos desde su aprobación. No sería fácil establecer, respecto de la totalidad de esas materias, una ordenación según su respectiva sensibilidad a los factores externos que han podido influir en las sucesivas modificaciones producidas. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 43 ESTUDIOS Quizás pueda bastar en este momento indicar que la salarial, en cuanto condición de trabajo central en el marco de la relación de trabajo y también como elemento de especial trascendencia en el empleo y en la organización y la actividad de la empresa en la que aquélla se inserta, es materia expuesta, más que otras, a la influencia efectiva de las líneas de reforma que han operado en las dos últimas décadas. Con todo, es cierto que si se realiza una comparación entre la redacción original del ET y la vigente no se puede advertir una alteración total del diseño inicial de 1980. Por un lado, se mantiene el número de preceptos de la sección principal y la misma ordenación de materias; y varios de tales preceptos permanecen invariables en su redacción. Junto a esta línea de continuidad aparece otra de modificación, con alteraciones menos numerosas, aunque ciertamente de no menor importancia. A la vista de esta primera impresión general, no está de más reiterar que otras alteraciones o modificaciones, con seguridad de mayor calado, habrían de ser investigadas y, en su caso, comprobadas, en la regulación contenida en los convenios colectivos, precisamente la de más directa aplicación en sectores y empresas, como respuesta a las exigencias y conveniencias de unos y otras; y de las que en el texto reformado del ET solamente pueden encontrase algunos reflejos o previsiones generales. La identificación de los factores principales que han podido actuar en las aludidas reformas, el momento en que éstas se han producido y el examen de su contenido concreto conforman el desarrollo de los siguientes apartados que, como es lógico, constituyen la parte central y más extensa de este trabajo. 4.1. Factores de impulso de las reformas Es claro que los factores o causas actuantes en las modificaciones operadas en la 44 materia salarial no han operado exclusivamente sobre ésta sino que han extendido su acción a otras distintas de las relaciones de trabajo, aunque con una intensidad y significación distinta de la que ahora interesa. Se trata, por otra parte, de factores de muy diversa naturaleza y también de distinto origen, también con grados diferentes de consecuencias sobre la respectiva ordenación jurídica. En cualquier caso, no se pretende que el orden de su presentación signifique una jerarquización por su importancia real en las modificaciones producidas; ni tampoco se intenta agotar el comentario de cada uno de ellos, siendo suficiente en este lugar una somera indicación de su presencia. La integración de España en la Unión Europea, producida sólo seis años después de la aprobación del ET, ha sido sin duda uno de los factores de reforma más característicos, por lo que ha supuesto de necesaria adaptación o modificación del ordenamiento español. Posiblemente no se cuenta la materia retributiva entre las más afectadas por esta adaptación al ordenamiento comunitario, habiendo sido otras distintas las que han necesitado reformas de mayor importancia. Sólo algunas cuestiones concretas referidas al régimen jurídico de la retribución han necesitado algún retoque, lo cual es buen índice de la proximidad, incluso de la coincidencia, del ordenamiento español anterior a la integración en la Unión Europea con respecto al de esta última. La intensificación reciente de las líneas de actuación a favor de la igualdad de derechos del hombre y de la mujer en el marco de la relación laboral, que lógicamente se extiende a aspectos muy diversos del empleo y de las condiciones de trabajo, encuentra en el de la retribución una especial aplicación; y ello por ser éste, como se sabe, uno de los que la realidad muestra una tendencia más fuerte hacia la aparición y mantenimiento de las diferencias de trato. Existían ya en la redacción del ET 1980 normas dirigidas a hacerlas desaparecer, pero el ordenamiento sigue abriendo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO otras vías de mejora en el mismo sentido; con lo cual se trata de perfeccionar la acción normativa destinada a conseguir la igualdad de trato para el hombre y la mujer trabajadores en materia salarial. Sin duda, una de las líneas de reforma de mayor extensión material de aplicación y también de mayor significado en el conjunto de las relaciones de trabajo y que, por descontado, afecta también a la materia que se considera, es la que desde hace algún tiempo se identifica como tendencia, presión o movimiento a favor de la flexibilización de la regulación; lo cual conlleva una reducción o eliminación de las que se han denominado rigideces acumuladas en esa ordenación a lo largo de las pasadas décadas, con el paralelo favorecimiento de otra más flexible, que permita a las organizaciones productivas adaptarse mejor a las cambiantes circunstancias de su entorno económico, especialmente a las condiciones del mercado y de la competitividad. No es por supuesto éste el mejor lugar para entrar en la valoración de esta tendencia ni en la de las pretendidas repercusiones favorables que ello podría tener sobre la deteriorada situación del mercado de trabajo. Baste indicar que algunas de las reformas producidas en el período que se estudia se han justificado de manera expresa, como en su lugar se recordará, por esta causa; y no solamente referidas a la materia salarial, sino también a otras distintas. El propósito de mejora o perfeccionamiento en el funcionamiento del mercado de trabajo no ha pretendido cumplirse exclusivamente por medio de esta operación flexibilizadora. Otras actuaciones con ese mismo objetivo sobre el empleo se han producido por otras vías distintas, como puede ser el de la potenciación de los mecanismos de acceso al mercado de trabajo: son las medidas especialmente favorecedoras de los grupos situados en peores condiciones para lograrlo. Entre ellos, por ejemplo, se encuentra el de los contratos formativos, con la vista puesta en los jóvenes en busca de su primer empleo. También del con- trato a tiempo parcial, modalidad contractual que puede ofrecer oportunidades de empleo a personas para las que el contrato de trabajo a tiempo completo está cerrado o resulta de más difícil utilización. Aunque la materia retributiva no se ha encontrado en el centro de estas reformas, es lo cierto que también ha sufrido una cierta alteración refleja como consecuencia de aquellas medidas. En algunos otros casos, también los factores que han producido reformas en el ET se han centrado en materias diferentes pero que a la postre también han conllevado modificaciones de alguna importancia en la del salario. Tales reformas se han podido situar en el terreno laboral estricto (como es el caso, por ejemplo, del despido o de alguna de las vicisitudes de la relación laboral) o fuera de él (caso de la nueva Ley Concursal, con la consiguiente modificación del régimen jurídico de las preferencias salariales en la situación de concurrencia con otros créditos frente al empresario). Alguna mención debe hacerse, para terminar esta sucinta relación, a otros dos elementos impulsores de algunos de los cambios producidos. Es el primero el de las más que probables líneas de modernización y transformación de las organizaciones productivas, con su inevitable reflejo en la ordenación de las relaciones laborales existentes en ellas. Es claro que el contenido de esta ordenación y sus sucesivos cambios producidos en el proceso de adaptación a la realidad económica han de encontrarse en los convenios colectivos. Pero tal regulación convenida termina convirtiéndose, a su vez, en un elemento con cierta influencia reformadora, a más o menos largo plazo, de determinados preceptos legales. El segundo de los elementos de cambio a que se alude, éste seguramente de efectos más reducidos en el período que se considera, es el que ha procedido de algunas iniciativas del Gobierno introduciendo determinadas mejoras de carácter técnico en la regulación existente: su importancia es desde luego bas- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 45 ESTUDIOS tante menor que la apreciable en la mayoría de las producidas por obra del resto de los factores anteriormente identificados. 4.2 . Contenido de las reformas Se ha señalado ya que el diseño general de la sección dedicada al salario en la versión 1980 del ET ha permanecido prácticamente invariable hasta este momento, con el mismo número de preceptos y casi las mismas materias reguladas. Las modificaciones producidas han afectado a unos pocos puntos concretos de esta regulación pero sin alterar sus líneas generales. Conviene ahora detenerse en la exposición de las más significativas reformas introducidas en los veinticinco años transcurridos, siquiera sea esquemática y sin detenerse in extenso en ninguna de ellas, por obvias razones de espacio. El resultado final de este proceso es el de una ordenación que, a pesar de lo que se acaba de indicar sobre su esquema general, no es la misma que la realizada en 1980. La materia salarial, en consecuencia, ha sufrido con alguna intensidad la acción de los factores que en al apartado anterior se han recordado. Comparado hoy el contenido de la sección dedicada al «Salario y garantías salariales» y valorada cada una de las alteraciones producidas, no parece errado afirmar que el tratamiento que presenta actualmente el ET ofrece diferencias de una cierta entidad en puntos de indudable importancia material. Y todo ello sin que pueda negarse, por otra parte, que se mantienen inalteradas otras materias también significativas. Todo ello puede comprobarse en los apartados siguientes, en los que se agrupan las distintas materias que han sido afectadas por las sucesivas reformas. a) La estructura y composición del salario Se ha recordado en un apartado anterior cómo el ET 1980 redujo significativamente el 46 número de preceptos dedicados al salario por la precedente LCT 1944; tal reducción afectó en especial a algunas de las modalidades o de los componentes de la retribución, sobre los que esta última ley dictó reglas a veces muy detalladas, como por ejemplo, el salario a tiempo, por unidad de obra y por tarea, los destajos o determinadas modalidades de salario en especie, sobre las cuales el ET no volvió a regular nada. Bien es verdad que tras la aprobación de este último continuaron en vigor las normas reglamentarias de 1973, ya mencionadas. La materia habría de quedar inalterada en el texto del ET hasta la modificación introducida por la Ley 11/1994, 19 de mayo, que alteró el contenido de buen número de sus preceptos, además de algunos otros de la Ley de Procedimiento Laboral y de la Ley de Infracciones y Sanciones. Por la importancia numérica de estas reformas y también por su importancia de fondo, ha sido seguramente la norma de 1994 la que ha realizado una acción de mayor extensión y calado sobre el texto del ET. Importa recordar ahora, de su extensa Exposición de Motivos, algunas de las líneas justificativas que expresa. Como «primera explicación» de la reforma se alude ya desde su primer párrafo a «los aspectos fundamentales del marco institucional del mercado de trabajo» e inmediatamente después a la «importante contribución» que «para el objetivo del empleo» supone contar con una regulación laboral, al mismo tiempo garantizadora de los derechos de los trabajadores e instrumento de gestión de los recursos humanos para los empresarios. Esta conexión con la todavía insatisfactoria situación del empleo y el necesario esfuerzo a realizar para su mejora se enriquece luego con la mención de las «notables diferencias» del marco económico existente en 1980 al entrar en vigor el ET, la integración de España en la Unión Europea, la «progresiva internacionalización de la economía» y la consiguiente necesidad de adoptar medidas eficaces «para fortalecer nuestra REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO economía a través de una mejora de la competitividad de las empresas españolas». En un plano ya más cercano a la materia que ahora interesa, la misma Exposición de Motivos señala que la reforma del ET «se mueve en una doble dirección: potenciar el desarrollo de la negociación colectiva, como elemento regulador de las relaciones laborales y las condiciones de trabajo, e introducir mecanismos de adaptabilidad equilibradamente repartidos entre las distintas fases de la relación laboral». En cuanto a lo primero, «espacios hasta ahora reservados a la regulación estatal pasan al terreno de la negociación colectiva»; en cuanto a lo segundo, «se busca fundamentalmente incidir en los aspectos relacionados con una gestión más flexible de los recursos humanos en la empresa en temas como la ordenación ( ) del salario, por considerar que una actuación en estos términos puede ser en muchos casos un mecanismo preventivo frente al riesgo de pérdida de empleo». Idea en la que se insiste luego al subrayar que «el proceso de cesión de la norma estatal a favor de la convencional ( ) es especialmente perceptible en aspectos tales como la ordenación de la estructura del salario ( )». Se han reproducido tan prolijas citas de la Exposición de Motivos de la Ley 11/1994 para destacar que las modificaciones que introdujo en materia salarial no se encuentran seguramente entre las que con mayor intensidad habrían de contribuir a los objetivos de mejora de la situación del empleo a través de la flexibilización de la regulación estatal. Como sí ocurre, por citar sólo algunas otras materias, con las novedades introducidas en el procedimiento de modificación de condiciones de trabajo, en la ordenación del tiempo de trabajo o en el procedimiento de los despidos colectivos. Obsérvese que, efectivamente, la Ley que se comenta introdujo en el artículo 26 ET un nuevo apartado, con remisión ahora al convenio colectivo o, en su defecto, al contrato indi- vidual, de la determinación de «la estructura del salario», con sus componentes de salario base y complementos, añadiendo una indicación sobre las clases de estos últimos en función de su origen y otra sobre su carácter consolidable. En la regulación de la «promoción económica» (artículo 25) eliminó las reglas sobre tramos o niveles del complemento de antigüedad, permaneciendo únicamente la remisión al convenio colectivo o contrato individual como origen de su ordenación. En la retribución de las horas extraordinarias (artículo 35) eliminó la regla del incremento mínimo del 75 por ciento sobre el valor de la hora ordinaria. Y finalmente, pero no lo menos importante, derogó las dos normas reglamentarias aprobadas durante la vigencia de la LCT 1944 mantenidas hasta ese momento en vigor por el propio ET en 1980, el Decreto 2380/1973 y la Orden de 22 de noviembre del mismo año. No se quiere desde luego minimizar la importancia de estas modificaciones, pero sí de ajustarlas a su correcta dimensión. Baste recordar para ello que la negociación colectiva venía regulando ya desde hacía años, con evidente extensión y detalle, todo el complejo conjunto de la estructura salarial. La nueva redacción del artículo 26 ET, siendo importante en el contexto de la operación flexibilizadora de la Ley 11/1994, no venía sino a consagrar y consolidar acaso a incrementar en alguna medida un proceso iniciado mucho antes. En otras palabras, la respuesta que el convenio colectivo podría ofrecer a la flexibilización de la estructura salarial y a su adaptación al mejor funcionamiento de la empresa era ya un hecho anterior a la reforma de 1994. No se puede decir por lo tanto que esta Ley redujera drásticamente la regulación legal del salario y abriera al mismo tiempo a la negociación colectiva un terreno hasta ese momento inédito o, al menos, poco transitado por los acuerdos entre trabajadores y empresarios. Importa añadir en este punto que el Real Decreto-ley 1/1986, 14 de marzo, adelantán- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 47 ESTUDIOS dose en cierta medida a las más extensas intervenciones de la citada Ley 11/1994 y en la misma línea de introducción de elementos de flexibilización con el objetivo de mejorar la situación del empleo, modificó la regulación de las horas extraordinarias del artículo 35 ET: manteniéndose en aquel momento la regla de incremento mínimo en la retribución de esas horas según el texto original que, como se acaba de indicar, habría de ser eliminada por la Ley de 1994 introdujo la novedad de la posible compensación de ese tiempo por horas de descanso. b) El principio de igualdad de la retribución La redacción inicial del artículo 28 ET había establecido ya, como en su lugar se ha recordado, la obligación del empresario de «pagar por la prestación de un trabajo igual el mismo salario, tanto por salario base como por los complementos salariales, sin discriminación alguna por razón de sexo». En dos ocasiones sucesivas será reformado este texto. La primera se realizó por obra de la ya comentada Ley 11/1994 y consistió en la sustitución de la expresión «trabajo igual» por la de «trabajo de igual valor». En contraste con la mayoría de las modificaciones debidas a aquella norma, ninguna explicación adelantaba su Exposición de Motivos sobre ésta que ahora se comenta. Desde luego no se trata de una medida que pudiera contribuir a la flexibilidad de la normativa laboral, ni se potenciaba con ello en ningún sentido la negociación colectiva. Parece evidente, en contraste, que se realizaba con ello una adaptación a las correspondientes normas de la Unión Europea, más concretamente a lo dispuesto en el artículo 141 del Tratado, que, al referirse a la obligación de los Estados miembros de garantizar la aplicación del principio de igualdad de la retribución para hombre y mujer, emplea la expresión «para un mismo trabajo o trabajo de igual valor». Es claro que esta última expresa mejor la relación de corres- 48 pondencia entre el servicio realizado por el trabajador o la trabajadora y la correspondiente retribución, quedando referida, no necesariamente, al mismo trabajo materialmente considerado sino también a dos diferentes pero de la misma valoración económica. Al producirse la mejor adaptación del texto legal al comunitario se conseguía también una norma más ajustada y más conforme con el objetivo que se trata de realizar en la igualdad de tratamiento salarial para hombre y mujer. La siguiente modificación del mismo artículo 28 se inscribió también a la línea de la más correcta adaptación de su texto a la normativa comunitaria, en esta ocasión con expresa mención de esta causa: se realizó por la Ley 33/2002, de 5 de julio, que no tuvo otro contenido que el de esta reforma del citado precepto del ET. Su Exposición de Motivos indicaba un propósito que se situaba en la misma línea apreciable en la reforma anterior, pero ahora mencionado de manera expresa: su adaptación al artículo 141 del Tratado, al que en esta ocasión, igualmente de forma explícita, se añadía el contenido de la Directiva 75/117/CEE, de 10 de febrero; uno y otro texto, según aquella Exposición, ofrecían «un ámbito de aplicación material más amplio que el que sugiere nuestro Estatuto de los Trabajadores, interpretado en su literalidad». Resultado de este propósito de más correcta transposición del Derecho comunitario es la nueva redacción del precepto que se comenta, en la que la referencia al trabajo de igual valor queda ahora conectada con la «satisfecha directa o indirectamente, y cualquiera que sea la naturaleza de la misma, salarial o extrasalarial, sin que pueda producirse discriminación por razón de sexo en ninguno de los elementos o condiciones de aquélla». No es dudoso que el texto resultante guarda una mejor correspondencia con los de origen comunitario; pero también es cierto que no se consiguió un buen estilo de redacción; el contenido final del artículo no es tan REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO complejo como para impedir una más llana y transparente. c) Reforma de algunas modalidades contractuales A diferencia de la mayoría de las reformas aquí tratadas, que en cada momento han tenido a la retribución o a alguno de sus aspectos principales en el centro de la operación, en otras ocasiones las modificaciones o novedades en la materia salarial han sido un resultado menor de las producidas en otras instituciones. Tal es el caso de las reformas sucesivas que han sufrido algunas de las modalidades contractuales reguladas por el ET, reformas que en alguna ocasión han conllevado adiciones o novedades en la correspondiente retribución del trabajador. Tres son las que deben comentarse. La primera de ellas fue la llevada a cabo por la Ley 32/1984, 2 agosto, norma que se marcaba ya, a través de las novedades que iba a introducir en el texto del ET, objetivos en relación con la necesaria mejora del mercado de trabajo: «dotar al marco legal de una mayor claridad y estabilidad para reducir la incertidumbre empresarial de las actuaciones que conduzcan a la creación de nuevos puestos de trabajo y en el necesario ajuste de la demanda a las características de la oferta de trabajo». Fueron tres las modalidades contractuales cuyo régimen jurídico se modificó en esta ocasión, todas con probables efectos en ese intento de incrementar los puestos de trabajo: los dos tipos de contratos formativos (contrato en prácticas y contrato para la formación) y el contrato a tiempo parcial. Para los dos primeros, la redacción originaria del ET no ofrecía prácticamente ninguna regulación sobre el salario; ahora en el artículo 11.1.c) se puntualiza para el primero que la retribución será la acordada en convenio «sin que en su defecto (pudiera) ser infe- rior a la base mínima de cotización de la categoría profesional correspondiente; y para el segundo (artículo 11.2.) que la retribución sería «la que legal o convencionalmente (correspondiera) al trabajador en proporción a las horas de trabajo efectivo». Para el contrato a tiempo parcial, se integra en él el «contrato de relevo» y precisamente para éste se ordena que se reduce la jornada y el salario en un 50 por ciento, compatible este último «con la pensión que la Seguridad Social reconozca al trabajador hasta que cumpla la edad establecida con carácter general por el Sistema» (artículo 12.5). Sobre esta reforma habría de añadirse algunos años más tarde la introducida por el Real Decreto-ley 18/1993, de 3 de diciembre, de medidas urgentes de fomento de la ocupación. Su propia denominación indicaba ya que su contenido se inscribía, como el de la disposición anterior, en la mejora del empleo: su Exposición de Motivos destacaba el objetivo de «luchar contra el paro y potenciar nuestra capacidad generadora de empleo» y, más específicamente, «facilitar la inserción de los jóvenes» y «convertir el contrato a tiempo parcial, tal como ocurre en los países de nuestro entorno, en factor que favorezca el incremento de las tasas de ocupación». Sólo en los contratos formativos se produjo en esta ocasión alguna novedad en materia retributiva. La redacción dada por la anterior Ley 32/1984, que acaba de comentarse, es nuevamente retocada ahora: para los contratos en prácticas se dispone que la retribución sería la acordada en convenio colectivo «sin que, en su defecto, (pudiera) ser inferior al 60 o al 75 por ciento durante el primero o el segundo año de vigencia del contrato, respectivamente, del salario fijado en convenio para un trabajador que desempeñe el mismo o equivalente puesto de trabajo» [artículo 3.1.e) RDL 18/1993]; y para el contrato de aprendizaje, que la retribución «será la fijada en convenio colectivo, sin que, en su defecto, (pudiera) ser inferior al 70, al 80 o al 90 por ciento del salario mínimo interprofesional durante, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 49 ESTUDIOS respectivamente, el primero, el segundo o el tercer año de vigencia del contrato, salvo lo que se disponga reglamentariamente en virtud del tiempo dedicado a formación teórica» [artículo 3.2.f) del mismo RDL]. Una y otra norma son ahora más favorables para el trabajador contratado a través de estas modalidades contractuales que las resultantes de la modificación producida en 1984. Por su parte, también resultó modificado algún aspecto del contrato a tiempo parcial y contrato de relevo tal como habían quedado por obra de la Ley 32/1984, pero la materia de la retribución no sufrió alteración alguna. Sí habría de modificarse el artículo 12 ET, relativo a esta última materia, por el posterior Real Decreto-ley 15/1998, de 27 de noviembre, de mejoras urgentes para la mejora del mercado de trabajo, que volvió a enmarcar la reforma del ET, como su propia denominación lo expresaba, en la preocupación por la situación del empleo y necesarias medidas para reaccionar frente a ella. Con independencia de determinadas reformas de la protección social de los trabajadores a tiempo parcial, que ahora deben quedar al margen, el nuevo artículo 12 ET de una extensión a partir de este momento que lo convierte en el más largo de todo el texto de la Ley retocó varios puntos de la regulación anterior: se ordena en ese momento que estos trabajadores «tendrán los mismos derechos que los trabajadores a tiempo completo», derechos que «serán reconocidos en las disposiciones legales y reglamentarias y en los Convenios Colectivos de manera proporcional, en función del tiempo trabajado» [artículo 12.4.d)], lo que encuentra aplicación, entre otras materias, en la salarial; también se dispone que no podrán realizar horas extraordinarias, pero sí las ahora denominadas «horas complementarias», que «serán retribuidas como ordinarias» [artículo 12.5.g)]. Por lo que al contrato de relevo se refiere, la reducción del salario del trabajador sustituido será «de entre un mínimo del 30 por ciento y un máximo del 77 por ciento», manteniéndose 50 la regla de compatibilidad entre esta retribución y la pensión que la Seguridad Social reconozca hasta el cumplimiento de la edad general para causar derecho a la de jubilación. d) Movilidad funcional y despido del trabajador De forma similar a lo señalado en las reformas del régimen jurídico de las modalidades contractuales, otras que han afectado a determinadas vicisitudes de la relación laboral han tenido igualmente algún reflejo en la materia retributiva. Concretamente, se ha producido tal efecto en la regulación de la movilidad funcional y en la de las consecuencias jurídicas del despido nulo y del despido improcedente. El artículo 39 ET, regulador de la movilidad funcional del trabajador, recibe a partir de la Ley 11/1994, ya citada en apartados anteriores, un tratamiento mucho más extenso y desarrollado que el que tuvo en su origen. Entre otras novedades que ahora no interesan, se atiende en el nuevo apartado 3 del artículo a aquellos supuestos en los que el cambio de categoría o de grupo profesional conlleve para el trabajador la realización de funciones inferiores, «en los que se mantendrá la retribución de origen», esto es, la correspondiente a la categoría o grupo de mayor nivel; implícitamente, para el cambio a una función superior, se ordena que el trabajador tendrá derecho «a la retribución correspondiente a las funciones que efectivamente realice», no por lo tanto a la que realizaba hasta ese momento. Una y otra regla favorecen claramente el interés del trabajador afectado, al garantizar en ambos casos la retribución más elevada de entre las que corresponden al superior o inferior nivel profesional. En materia de despido, dos reformas sucesivas afectan a los llamados «salarios de tramitación»; que se traen a este comentario por REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO su proximidad a la materia que se está tratando, con independencia de que su naturaleza no coincida con la de la retribución de la prestación laboral en su sentido más estricto. La primera de estas reformas se produce por el artículo 2 del Real Decreto-ley 5/2002, de 24 de mayo, de medidas urgentes para la reforma del sistema de protección por desempleo y mejora de la ocupabilidad. Al margen de esas medidas de protección, que se traducen en ciertas modificaciones de la Ley de Seguridad Social, aquella disposición altera el texto del artículo 56 ET y añade un nuevo artículo 57, ambos relativos a la readmisión del trabajador en los casos del despido nulo y del despido improcedente, cuya definición había sido modificada con anterioridad por la Ley 11/1994. La novedad afecta a la deducción, de las cantidades pagadas por los salarios de tramitación, de la cotización a la Seguridad Social que el empresario debe ingresar por el período correspondiente a esos mismos salarios cuando el trabajador hubiera percibido en él prestaciones por desempleo. e) Reglas protectoras del crédito salarial Las modificaciones legales que en este último apartado se van a recordar no han afectado, como las anteriores, al régimen jurídico del salario en su aspecto material (composición, cuantía o condiciones de su percepción, principalmente) sino a su regulación adjetiva, cuyo objetivo no es otro que el de garantizar la efectiva percepción por el trabajador de las cantidades debidas por el empresario, unas veces en concepto de salario en sentido estricto y otras en concepto de indemnizaciones, excluidas por el artículo 26.2 ET, como se sabe, el concepto de salario. Aunque se haga ahora de una manera escueta, conviene añadirlas a las anteriores para cerrar la relación de las alteraciones realizadas en el texto del ET en estos veinticinco años. La Ley 11/1994 llevó a cabo una reforma parcial del artículo 32 ET, más concretamen- te de su apartado 3, referido a los créditos salariales no protegidos por los apartados 1 y 2 del mismo precepto, esto es, los que tienen la condición de «singularmente privilegiados», los correspondientes a «los últimos treinta dias de trabajo y en cuantía que no supere el doble del salario mínimo interprofesional» y aquéllos otros aplicados a «los objetos elaborados por los trabajadores mientras sean propiedad o estén en posesión del empresario». La novedad consistió en la limitación de la protección de estos créditos singularmente privilegiados a la «cuantía que resulte de multiplicar el triple del salario mínimo interprofesional por el número de dias de salario pendientes de pago». El contenido del artículo 33 ET, ordenador del Fondo de Garantía Salarial, ha merecido por su parte hasta cinco modificaciones sucesivas, expresión de un grado de inestabilidad normativa no alcanzado probablemente por ningún otro precepto de esta ley. La serie comienza con la Ley 32/1984, de 2 de agosto, que en este punto pretendió «colmar las lagunas legales detectadas y evitar situaciones de sobreprotección que se encuentra en el origen de los desequilibrios financieros del Fondo», según expresaba su Exposición de Motivos. La norma ajustó las cantidades tenidas por salario, limitó en alguna medida las cantidades a abonar por el Fondo y suprimió la reducción del 20 por ciento de la indemnización legal que para el caso de despido improcedente había ordenado el artículo 56.4 ET para las empresas de menos de veinticinco trabajadores, pero manteniendo al mismo tiempo la aportación del 40 por ciento de esa misma indemnización a cargo del Fondo de Garantía Salarial (artículo 33.8 ET). La Ley 42/1994, de 30 de diciembre, de medidas fiscales, administrativas y de orden social, volvió a retocar el texto del artículo 33.8. Su Exposición de Motivos no relacionaba su contenido con la situación o la regulación del mercado de trabajo, pero sí lo hacía REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 51 ESTUDIOS con los «objetivos de política económica» de la Ley de Presupuestos para el año 1995 a la que acompañaba. La operación realizada en el texto del citado precepto del ET consistió en extender el pago por el Fondo de Garantía Salarial del 40 por ciento de la indemnización legal por extinción de los contratos en empresas de menos de veinticinco trabajadores: además de los producidos por aplicación del artículo 51 ET (despidos colectivos, ya reconocidos), se aplicó a partir de este momento a los resultantes de la causa prevista en el artículo 52.c) ET (amortización de puestos de trabajo por las mismas causas previstas en el artículo 51.1 pero en número inferior al que en éste se establece). Tres años más tarde, la Ley 60/1997, 19 diciembre, declaraba en su Exposición de Motivos que el artículo 33.2 ET ya en la redacción integrada en el Real Decreto legislativo 1/1995, 24 marzo, texto refundido de la Ley aprobado según las previsiones de la Ley 11/1994 contenía una «laguna legal» ( ) con cuya interpretación literal o restrictiva se (venía) produciendo recientemente un claro perjuicio a un número importante de trabajadores y un agravio comparativo respecto a otros». Situación que se había producido con la aprobación de la anterior Ley 42/1994 que se acaba de recordar. El punto que ahora se corrige es el de establecer de manera expresa que con ocasión de los despidos producidos en virtud de lo previsto en el artículo 52.c), y no solamente en los derivados de la aplicación de los artículos 50 y 51, los trabajadores también tienen derecho a que el Fondo de Garantía Salarial, en su caso, les abone «las indemnizaciones reconocidas como consecuencia de sentencia o resolución administrativa ( ) con el límite máximo de una anualidad, sin que el salario diario, base del cálculo, pueda exceder del duplo del salario mínimo interprofesional». Una última alteración, pero en este caso doble y de opuesto sentido, lo cual deja el texto del artículo 33 ET sin modificación, es la 52 que tuvo su origen en el Real Decreto-ley 5/2002, de 24 de mayo, de medidas urgentes para la reforma del sistema de protección por desempleo y mejora de la ocupabilidad. Aparte de otras modificaciones en su lugar comentadas, esta norma retocó el texto del apartado 1 del artículo 33. De la redacción que de este precepto había realizado la Ley 32/1984, el RDL eliminó las «indemnizaciones complementarias por salarios de tramitación que en su caso acuerde la jurisdicción competente» de entre las cantidades que habría de abonar el Fondo en los casos de insolvencia, suspensión de pagos, quiebra o concurso de acreedores del empresario. La anterior reforma, sin embargo, quedaría eliminada meses más tarde, cuando el artículo 2 de la Ley 45/2002, 12 diciembre, modifica de nuevo, ahora en sentido inverso al del RDL 5/2002, el artículo 33.1: mediante esta operación se incluye de nuevo en la consideración de cantidades a abonar en su caso por el Fondo de Garantía Salarial «los salarios de tramitación en los supuestos en los que legalmente procedan» y se vuelve a la regulación que había establecido en su momento la Ley 32/1984, 2 agosto. La última de las reformas del régimen de protección del crédito salarial ha sido sin ninguna duda la más importante, debida a la Ley 22/2003, 9 julio, Concursal. La mayor proximidad temporal de esta norma quizás pueda justificar que su contenido sea traído a este trabajo de una forma muy resumida, a pesar de la mayor complejidad de su contenido. La novedad más importante que introduce la Ley de la que derivan las demás es la diferenciación, a efectos de la ubicación del crédito salarial en el orden de prelación cuando concurre con otros créditos frente al empresario, entre el caso de que este último haya sido declarado en concurso y el que no sea así. Para el primer caso, la Ley Concursal contiene cuatro reglas: inclusión entre los «créditos contra la masa» de los «créditos por REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO salarios por los últimos treinta dias de trabajo anteriores a la declaración del concurso y en cuantía que no supere el doble del salario mínimo interprofesional» y los «créditos laborales» que hayan sido «generados por el ejercicio de la actividad profesional o empresarial del deudor tras la declaración del concurso» (artículo 84); inclusión entre los «créditos con privilegio especial» los de «los trabajadores sobre los objetos por ellos elaborados mientras sean propiedad o estén en posesión del concursado» (artículo 90); inclusión entre los «créditos con privilegio general» de los «créditos por salarios que no tengan reconocido privilegio especial, en la cuantía que resulte de multiplicar el triple del salario mínimo interprofesional por el número de días de salario pendientes de pago», así como las indemnizaciones por extinción de contratos (artículo 91; por último, si queda alguna parte del salario no satisfecha, queda clasificada como «crédito ordinario», cuyo pago «se efectuará con cargo a los bienes y derechos de la masa activa que resten una vez satisfechos los créditos contra la masa y los privilegiados» (artículo 157.1). En el caso del empresario no declarado en concurso, la Disposición final 14ª de la misma Ley Concursal ha dejado vigentes, prácticamente en su integridad, las reglas anteriores del artículo 32 ET, hasta tanto no se apruebe «la ley reguladora de la concurrencia y prelación de créditos en caso de ejecuciones singulares», norma prevista por la Disposición final 33ª de la misma Ley. 5. CONCLUSIÓN El recorrido que acaba de hacerse por las sucesivas modificaciones producidas en el ET en la materia permite ya obtener una visión de conjunto de la evolución de su texto en el período de sus primeros veinticinco años de vigencia. La primera consideración conclusiva quizás deba ser que, a pesar de las numerosas modificaciones que el texto de la sección dedi- cada al salario ha registrado, otros preceptos de ésta y también otros referidos al salario incluidos en distintas partes de la Ley han permanecido inalterados a lo largo del período estudiado. Y no se trata ciertamente de materias de segundo o menor orden, todo lo contrario: la descripción, tanto en sentido positivo como negativo, de lo que se considera salario (artículo 26.1 y 2), la regla de absorción y compensación (26.3), el régimen jurídico del salario mínimo interprofesional (27), las normas sobre liquidación y pago (29), la garantía del derecho al salario en el caso de imposibilidad de la prestación laboral (30) y la regulación general de las gratificaciones extraordinarias (31) permanecen en la redacción originaria de 1980; a lo que han de añadirse otros preceptos, también en materia retributiva, situados en otras partes del ET. Comparados todos estos preceptos en cuanto a su volumen e importancia material con aquellos otros que, según lo expuesto en los apartados anteriores, han sido modificados, algunos incluso en varias ocasiones, puede decirse que los factores de continuidad y de cambio en esta materia presentan un cierto equilibrio; o, expresado en otros términos, que las sucesivas reformas no han afectado más que a una parte del régimen jurídico salarial establecido en el ET, permitiendo al mismo tiempo la continuidad de otra parte, también de importancia. En una consideración global de las reformas introducidas y esto sería otra de las observaciones de cierre de todo lo expuesto no se advierte un plan de conjunto, que pudiese vertebrar o, desde otro punto de vista, explicar la totalidad de los cambios. Como en su lugar se ha expuesto, los factores que a lo largo de este tiempo han operado en la modificación del texto legal son de variada naturaleza y de distinto origen y cada uno de ellos ha actuado en su momento sin conexión con los demás. Solamente el factor relacionado con el propósito de mejorar la gestión de los recursos humanos de la empresa, conectado a su vez con la situación del mercado de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 53 ESTUDIOS trabajo y del empleo, que como se ha comprobado, explica una buena parte de las reformas, permite relacionar entre sí algunas de ellas; pero también ha quedado comprobado que el resto de los factores no guardan conexión entre sí, habiendo actuado en cada momento con independencia de los demás. . La mención que de nuevo se hace ahora de la reforma del régimen salarial para favorecer la actividad empresarial y el empleo lleva a otra observación conclusiva. Puede afirmarse que ninguna de las modificaciones operadas ha actuado al menos de forma explícita a favor de la más intensa productividad del trabajo que, a través de la retribución abonada al trabajador, pretendiera mejorar la competitividad de la organización productiva y con ello el crecimiento de los puestos de trabajo que ésta ofrece. Ello es así probablemente porque, como insistentemente se ha señalado en los apartados anteriores, ésta es una cuestión en la que la ley deja el más amplio campo de regulación al convenio colectivo. Desde luego es éste el que mejor puede articular los medios para que, a través del salario dejando ahora de lado otros factores que actúen en la misma dirección se mejore el rendimiento del trabajo y con ello los resultados económicos de la empresa: no es una norma legal, al mismo tiempo general, aplicable a la totalidad de estas últimas sino las normas específicas de cada sector o de cada empresa las que, teniendo en cuenta las 54 características de cada actividad económica, incluso de cada tipo de trabajo, puede tratar de introducir los instrumentos necesarios para conseguirlo. Con todo, no sería calificable como intromisión ilegítima por parte de la ley en el espacio propio de la negociación colectiva el que aquélla contuviese una indicación de impulso de la mejora de la productividad en la empresa. De lo cual, conviene recordarlo, existe ya un dato en el artículo 64.1.11º del mismo ET, cuando establece, entre las competencias del comité de empresa, la de «colaborar con la dirección de la empresa para conseguir el establecimiento de cuantas medidas procuren el mantenimiento y el incremento de la productividad, de acuerdo con lo pactado en los convenios colectivos». Este precepto se sitúa en la línea de lo que ahora se indica, pero no cubre la totalidad de la sugerencia realizada. El análisis del conjunto de las reformas producidas en el texto del ET y, en definitiva, el conocimiento de su redacción actual como consecuencia de aquéllas siguen siendo, como se ha señalado ya con relación a la redacción originaria, una información absolutamente insuficiente para conocer el contenido de la regulación de la materia salarial en Derecho español. Sin la información que proporcionan los convenios colectivos sólo es posible acercarse, como se ha comprobado en las páginas anteriores, a algunas de las líneas básicas de esa ordenación. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO RESUMEN Se desarrolla en este artículo una exposición del proceso de modificaciones llevadas a cabo en el texto de la Ley del Estatuto de los Trabajadores desde su aprobación en 1980 hasta la actualidad. El punto de partida es una comparación entre esta regulación y sus precedentes, las Leyes de Contrato de Trabajo de 1931 y 1944, lo cual permite comprobar que el Estatuto conservó en buena parte la regulación de aquéllas, aunque al mismo tiempo con eliminación de determinadas materias, ya obsoletas en el momento de su aprobación. La parte central y más extensa del trabajo se dedica a la consideración de los factores que han impulsado las reformas en la materia y el contenido material de estas últimas. Entre los primeros destaca la preocupación por la mejora del funcionamiento del mercado de trabajo y el objetivo de incremento del empleo, que ha justificado varias modificaciones sucesivas, tanto en la materia salarial estricta como en otras diferentes pero con reflejo en ésta. Sobre lo segundo, se exponen las modificaciones en relación con la estructura de la retribución, el principio de igualdad de trato por razón de sexo, los aspectos retributivos de algunas modalidades contractuales, de la movilidad funcional y del despido, para terminar con las operadas en el régimen de protección del crédito salarial. En conjunto, el texto actual de la Ley muestra tanto cuestiones modificadas, incluso en sucesivas ocasiones, como otras que han quedado inalteradas, con un cierto equilibrio de unas y otras desde el punto de vista de su respectiva importancia. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 55 La regulación de la jornada de trabajo en el Estatuto de los Trabajadores FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL* ERIK MONREAL BRINGSVAERD** 1. LA JORNADA: CONDICIÓN DE TRABAJO ESENCIAL Y SIGNIFICATIVA E l tiempo de trabajo es una institución legal referida al encuadramiento temporal de la deuda de actividad a cargo del trabajador1; de ahí que «tiempo de trabajo» y «jornada de trabajo» sean expresiones comúnmente sinónimas2. Esta institución ha servido históricamente para delimi- ** Catedrático de Derecho del Trabajo. Universidad Autónoma de Barcelona. ** Profesora Titular (EU) de la Universidad de las Islas Baleares. 1 En el mundo del trabajo, el tiempo es relevante porque determina la clase de relación jurídico laboral por tiempo indefinido o determinado-; porque determina la modalidad de contrato de trabajo a jornada completa o a jornada parcial-; y también, y es la faceta que centra este estudio, porque conforma el objeto del contrato de trabajo, vid., S. GONZÁLEZ ORTEGA: «El tiempo de trabajo», T.L., núm. 4, (1985), pág. 74; y M. R. ALARCÓN CARACUEL: La ordenación del tiempo de trabajo, Madrid, 1988. pág. 29. 2 Vid., en el mismo sentido, F. DURÁN LÓPEZ: «Ordenación del tiempo de trabajo», en AA.VV., El ordenamiento laboral español y los límites a la autonomía de las partes y a las facultades del empresario, Madrid, 1987, pág. 151. tar la cantidad máxima de horas de trabajo debidas al empresario, a efectos de ofrecer al trabajador una protección mínima frente a los riesgos que representan una duración excesivamente prolongada del trabajo o corta de los descansos3. En este sentido, la historia de la lucha obrera por la reducción legal de la jornada, que entre nosotros tuvo su último jalón en la modificación de la Ley del Estatuto de los Trabajadores de 1980 operada por la Ley 4/1983, refleja muy bien la historia del propio Derecho del Trabajo en cuanto ordenamiento protector del trabajador. Pero la historia del diseño legal de esta condición de trabajo también da cuenta de una evolución desde esta visión, exclusivamente centrada en sus aspectos cuantitativos, a otra más compleja y rica que atiende también a los aspectos cualitativos de la jornada. En esta última visión concurren, de una parte, el interés de la empresa en contar 3 Por todos, I. GARCÍA NINET: Jornada de trabajo, horario y horas extraordinarias, Jaén, 1977, pág. 5; y J. MONTALVO CORREA: «La jornada y la reducción del tiempo de trabajo en el Acuerdo Marco Interconfederal», en AA.VV., Comentarios al AMI sobre negociación colectiva, Zaragoza, 1980, pág. 117. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 57 ESTUDIOS con una distribución del tiempo de trabajo que responda a sus necesidades4, y de otra, el interés del trabajador en conciliar su vida laboral y su vida personal y familiar5. No es difícil, como veremos, detectar esta tendencia de nuestro ordenamiento, como no es difícil detectarla en el Derecho comunitario, que en los ultimos tiempos està jugando un papel pionero en la tutela de nuevos valores. En efecto, si la Directiva 2003/88/UE (D 2003/88 UE), sucesora de la D 93/104 UE6 , sobre tiempo de trabajo7 se ocupa, a la par, de pro- 4 «La crisis de los 70» marcó el comienzo del fin de la época caracterizada por la uniformidad y estandarización del tiempo de trabajo, vid., J. E. RAY: «La flexibilité du temps de travail», en AA.VV., Le Droit du travail: hier et demain, Paris, 1990, pág. 187, fenómeno que se acentúa a partir de las dos últimas décadas del siglo XX, con C. ARENAS POSADAS: Historia económica del trabajo (siglos XIX y XX), Madrid, 2003, pág. 241. 5 Vid., F. VALDÉS DAL-RÉ: «La flexibilidad del tiempo de trabajo: un viejo, inacabado y cambiante debate», R.L., Tomo I-1999, pág. 11. 6 La D 93/104 excluyó de su ámbito de aplicación determinadas actividades, pero con el paso del tiempo ello se reveló insatisfactorio. Por esta razón la Unión incluyó esas actividades y algunas más en el ámbito de aplicación de la Directiva original a través de su modificación por la Directiva 2000/34/CE. De ahí que el Considerando primero de la D 2003/88 UE justifique su aprobación sobre la base de que «... la Directiva 93/104/CEE (...) ha sido modificada de forma significativa [y] en aras de una mayor claridad, conviene proceder, por tanto, a la codificación de las disposiciones en cuestión». Recalcando que ésta es una norma bifronte porque por un lado atiende a la protección de la salud del trabajador mientras que por otro ni mucho menos descuida la protección del interés empresarial, vid., P. RABANAL CARVAJO: «La Directiva 93/104/CE, sobre ordenación del tiempo de trabajo», A.L., núm. 23, (2000), marg. 405. 7 El plazo para la transposición de la D 93/104 UE finalizó el 23 de noviembre de 1996; respecto de las previsiones incorporadas por la D 2000/34 UE, lo hizo el 1 de agosto de 2003, mientras que en el caso de los médicos en período de formación, lo ha hecho el mismo día de 2004. A día de hoy, existe una Propuesta de Directiva del Parlamento europeo y del Consejo por la que se modifica la D 2003/88 UE vid., Bruselas 22/9/2004 (Com. 2004) 607 final, cuya finalidad es la revisión de extremos como las excepciones al periodo de referencia para calcular la duración del trabajo semanal, la opción por excluirse voluntariamente de la apli- 58 teger la salud del trabajador y de permitir la gestión empresarial eficaz del tiempo de trabajo, las Directivas 92/85/CE, de 19 de octubre, sobre medidas para promover la mejora de la seguridad y salud en el trabajo de la trabajadora embarazada, que haya dado a luz o en periodo de lactancia, y 96/34/CE, de 3 de junio, relativa al Acuerdo marco sobre permiso parental, pretenden garantizar al trabajador el disfrute de una vida familiar normal. A nadie se le escapa, en fin, que en la deuda de tiempo de trabajo también quedan implicados otros bienes jurídicos concernientes al trabajador como la educación, la libertad religiosa o el ejercicio de derechos cívicos, además del propio derecho a desarrollar actividades incardinadas en el estricto ámbito de la intimidad8. Por consiguiente, revisitar una instituciòn clàsica como es la jornada de trabajo cobra hoy particular interés porque la jornada ha estado y está en el centro de las políticas legislativas sobre flexibilidad laboral, porque constituye uno de los elementos fundamentales de la relación laboral que más profundos cambios viene experimentado9 y porque, en consecuencia, se erige en un buen observato- cación de la jornada máxima comunitaria, o aspectos diversos del concepto tiempo de trabajo. En esta propuesta, a mayor abundamiento, se hace constar que los interlocutores sociales europeos han rechazado iniciar ellos mismos sus propias negociaciones para llegar a un acuerdo europeo en este ámbito. 8 Vid., R. ESCUDERO RODRÍGUEZ: «Significación del tiempo de trabajo, fuentes reguladoras y dinámica de la negociación colectiva», R.L., núm. 4, (1999), pág. 8; A. RECIO: «La jornada laboral: una cuestión multiforme», en AA.VV., Sindicatos y cambios económicos y sociales, coords. A. GARCÍA LASO y W. SANGUINETTI RAYMOND, Salamanca, 2002, págs. 171-175; R. MORÓN PRIETO: «La ordenación flexible del tiempo de trabajo como instrumento de gestión empresarial», en AA.VV., La negociación colectiva en España. Una visión cualitativa, coord. R. ESCUDERO RODRÍGUEZ, Valencia, 2004, pág. 479. 9 Junto con la problemática de las unidades productivas, la noción de subordinación y el propio status profesional, según E. GONÁLEZ POSADA: «El trabajo y las formas jurídicas», R.L., núm. 10, (2003), págs. 14 y 17. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL y ERIK MONREAL BRINGSVAERD rio del modo en que se materializa en la práctica la opción de política legislativa plasmada en el actual sistema de articulación entre fuentes jurídico laborales. En este sentido, probablemente no esté de más señalar que en el reciente Informe de enero de 2005 de la Comisión de expertos para el diálogo social10, se incide en que la flexibilidad del tiempo de trabajo es un instrumento esencial de competitividad de la empresa cuyo régimen jurídico, no obstante ello, debe necesariamente conciliarse con las necesidades biológicas y sociales de todos los trabajadores11. 2. EL ESTATUTO DE LOS TRABAJADORES DE 1980, O EL MODELO FORDISTA DE REGULACIÓN DE LA JORNADA La base industrial sobre la que construyó la regulación del tiempo de trabajo venía caracterizada por la estandarización y sincronía, auténticos puntos cardinales del sistema de organización del trabajo a partir de los cuales el Estado articulaba un horario fijo y colectivo a tiempo completo12. El modelo productivo que constituía el soporte de esta normativa puede ser identificado con el tayloris- Vid., Más y mejor empleo en un nuevo escenario socioeconómico: por una flexibilidad y seguridad laborales efectivas, web del MTAS, págs. 44-46. 11 El Informe que se cita, a mayor abundamiento, recoge en este punto lo que vienen disponiendo con relación al tiempo de trabajo las directrices comunitarias sobre políticas de empleo de los Estados miembros, vid., Decisión del Consejo de 18 de febrero de 2002, relativa a las directrices sobre políticas de empleo para 2002, así como los similares derroteros que observan las directrices para 2004, vid., Decisión del Consejo, de 22 de julio de 2003, relativa a las Directrices para las políticas de empleo de los Estados miembros para 2004, mantenidas en sus propios términos para 2005 por Decisión del Consejo, de 4 de octubre de 2004, y en particular su directriz específica tercera Abordar el cambio y promover la adaptabilidad y la movilidad en el mercado de trabajo. 12 Vid., en los mismos términos, J. E. RAY: «La flexibilité...», cit. págs. 187-188. 10 mo-fordismo13, y ahí la norma del Estado se erigió, por sus caracteres de generalidad y uniformidad, en el instrumento idóneo para ocuparse del régimen jurídico de la jornada. Consecuencia de esta opción política, el criterio articulador de la relación normativa originada entre el Estado y las partes sociales era el conocido como principio de norma mínima14. A la fecha de aprobación de la Ley del Estatuto de los Trabajadores de 1980, los efectos de la crisis se dejaban sentir notablemente sobre el mercado de trabajo, pero el modelo resultante de regulación de la jornada por el que optó el legislador no dejó de ser un modelo fordista. En este sentido, el ET80 fue un continuum de la LRL76. Probablemente este «anacronismo» del Estatuto no fue, sin embargo, sino una muestra de buen sentido por parte de sus redactores. Se es siempre injusto cuando se hace historia retrospectiva y es fundamental esforzarse por no serlo. Lo prioritario en aquel momento era consolidar el cambio político que la Constitución del 78 había consagrado, asegurar la transformación democrática de las estructuras institucionales del Derecho del Trabajo que se había producido15, y, para ello, el limitado «conservadurismo» del que hicieron gala los redactores del Estatuto en 1980, perceptible también en materia de tiempo de trabajo, fue un ejercicio de inteligencia política. 13 Vid., J. E. MEDINA CASTILLO: Crisis de la sociedad salarial y reparto del trabajo, Granada, 1999, págs. 93 y 102. 14 Vid., M. R. ALARCÓN CARACUEL: «Un concepto clásico de la relación entre ley y convenio colectivo», en AA.VV., Las relaciones laborales y la reorganización del sistema productivo, Córdoba, 1983, pág . 51. Esta opción política conectaba con un modelo de negociación colectiva centrado en la lógica concesivo adquisitiva y con valor cuasi legal que se limitaba a reducir la duración del trabajo o aumentar la de los descansos, vid., M. RODRÍGUEZ PIÑERO: «El valor cuasilegal de los convenios colectivos», R.L., Tomo I-1987, pág. 54. 15 Vid., Mª. E. CASAS BAAMONDE, A BAYLOS GRAU y R. ESCUDERO RODRÍGUEZ: «Flexibilidad legislativa y contractualismo en el Derecho español del Trabajo», R.L., núm. 23, (1987), págs. 11-12. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 59 ESTUDIOS En cualquier caso, la visión fordista de la jornada en el ET del 80 quedaba de manifiesto en muchos y diversos aspectos. Así, por ejemplo, la existencia de sendas jornadas máximas diaria y semanal, legalmente dispuestas desde la inteligencia de que los procesos productivos observan los mismos ritmos temporales con independencia de la empresa o sector de actividad, obligaba a solucionar los problemas sobre extensión temporal del trabajo mediante las horas extraordinarias; la definición de la jornada partida por referencia a una pausa que debía reconocerse con carácter mínimo y uniforme en todos los sectores y actividades; la identificación del puesto de trabajo, a efectos de computar la jornada, con un lugar físico dentro de los locales de la empresa; la exigencia de visado administrativo del calendario laboral de todas las empresas del territorio nacional; la conceptuación de la hora extraordinaria como toda hora de exceso sobre la semana ordinaria de trabajo; los topes diario y semanal a la prestación de horas extraordinarias, que evidenciaban una nota de absoluta previsibilidad de las exigencias de la demanda productiva de aquel momento; y también cabe aludir, en esta misma línea, a la contemplación legal del horario flexible desde la perspectiva del trabajador, lo que volvía a poner de manifiesto que en ese momento era difícilmente pensable por innecesario un horario flexible en beneficio del empresario. Pronto, sin embargo, se harían necesarios los retoques. El modelo legal del texto de 1980 resultó, en efecto, modificado a través del RDLey 1/198616, que introdujo con carácter de emergencia, pero anticipando lo que habría de venir más tarde, algunas medidas hoy consolidadas. En este sentido y en materia de tiempo de trabajo, esa norma suprimió el 16 Vid., J. GARCÍA MURCIA: «Un nuevo paso en la flexibilización del mercado de trabajo. (Breve análisis del Real Decreto-Ley 1/1986, 14 marzo, de medidas urgentes administrativas, financieras, fiscales y laborales)», A.L., núm. 23, (1986), págs. 1187-1190. 60 visado administrativo del calendario laboral y reconoció competencia a la empresa para elaborarlo; definió la hora extraordinaria por referencia a la jornada anual en lugar de la semanal; suprimió los topes diarios y semanales a la prestación de horas extraordinarias; redujo a ochenta el tope anual de estas horas y también dio carta de naturaleza a su compensación con descansos. A resultas de estas modificaciones, las horas de exceso sobre la jornada ordinaria semanal no necesariamente debían ser calificadas como extraordinarias; los convenios colectivos podían disponer jornadas anuales respetando los límites de nueve horas de trabajo al día y de doce horas al menos de descanso entre jornadas; además de que tanto el pacto colectivo como el individual quedaron legitimados para utilizar las horas extraordinarias como elemento de distribución flexible de las horas de trabajo. Este paquete de actuaciones del Estado, sin embargo, no fue lo contundente que hubiera debido para hacer de la jornada una condición acercable a la realidad del entorno productivo17. En efecto, el régimen jurídico de esta condición de trabajo continuó acreditando lo que en definitiva pueden ser considerados como importantes elementos de rigidez, por ejemplo y señaladamente los siguientes: 1º) La previsión legal que fijaba una jornada máxima ordinaria infranqueable de nueve horas al día; 2º) La reducción del tope anual de horas extraordinarias de cien a ochenta; 3º) La misma existencia de dicho tope; 4º) El régimen retributivo de las horas extraordinarias, que contemplaba un incremento del setenta y cinco por cien o bien sobre el valor 17 Vid., F. RODRÍGUEZ SAÑUDO: «Flexibilización de la jornada de trabajo: normas legales y convenidas», D.L. núm. 22, (1987), pág. 17, quien manifestaba que en una valoración de conjunto resultaba difícil afirmar que el régimen legal era rígido en exceso, bien que lo cierto era que la negociación colectiva intensificaba las vías de flexibilización de los tiempos de trabajo más allá de las previsiones legales. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL y ERIK MONREAL BRINGSVAERD de la hora ordinaria o bien sobre la duración del reposo compensatorio; 5º) El régimen retributivo del trabajo en horario nocturno, estructurado sobre un incremento mínimo del veinticinco por cien sobre el salario base; y, 6º) También constituía un importante factor de rigidez la previsión legal que canalizaba las decisiones modificativas del empresario en materia de jornada, horario y turnos a través del acuerdo con los representantes laborales o, en su defecto, por medio de la autorización administrativa. En la práctica, a mayor abundamiento, evidenciando que los caracteres de uniformidad y generalidad de la norma mínima del Estado dificultaban una regulación satisfactoria de los aspectos implicados en la vertiente cualitativa de la jornada, y evidenciando asimismo que los retoques de emergencia no bastaron para satisfacer las necesidades empresariales en juego, durante los años 80 comenzaron a aparecer actuaciones del convenio colectivo de corte contra o praepter legem, y también actuaciones del pacto individual en contra o en ausencia del convenio colectivo que testimoniaban muy a las claras la insuficiencia de los presupuestos normativos clásicos, o fordistas, para definir el régimen jurídico de la jornada de trabajo. Las regulaciones convencionales contra o praepter legem más características consistían en pactar jornadas ordinarias de más de nueve horas al día18; en reconocer al empresario la posibilidad de utilizar horas flexibles, colocándolas cuando conviniese a la empresa y compensándolas con descansos19; en prever regímenes remuneratorios de las horas 18 Vid., apoyándose en que la jornada semanal no sufría alteración y convalidando las regulaciones convencionales de jornadas ordinarias de más de 9 horas al día, STCT 15/3/89 (Ar. 2086); STSJ Madrid 27/5/91 (Ar. 2983); STSJ Madrid 28/4/94 (Art. 1611); STSJ Madrid 1/3/95 (Ar. 1252). Zanjando dicha línea, vid., SSTS 29/9/94 (Ar. 7258), 30/9/94 (Ar. 7267), 14/11/1994 (Ar. 9072), 14/1/95 (Ar. 351), 27/2/95 (Ar. 1262). 19 Vid., J. CRUZ VILLALÓN: «La flexibilidad en la distribución del tiempo de trabajo», R.L., núm. 10, (1989), págs. 225-33. extraordinarias que rebajaban indebidamente el valor de la hora ordinaria a efectos de aplicar el recargo legalmente exigido20; también en sortear la aplicación de la norma mínima que fijaba el recargo retributivo de las horas nocturnas previendo la naturaleza estructuralmente nocturna de todos los trabajos21; en disponer la obligación de trabajar en festivo o de prestar guardias y retenes u otros compromisos sobre prolongación de la jornada en concepto ordinario, aunque materialmente se tratara de horas extraordinarias22; y también comenzaron a proliferar cláusulas que atribuían al empresario la posibilidad de modificar el horario del convenio en contra de la voluntad del trabajador y sin necesidad de sujetarse al procedimiento legal23. Como es obvio, muchas de estas prácticas convenidas fueron tenidas muy en cuenta por el legislador de 1994 cuando rediseñó el régimen jurídico de la jornada de trabajo. Por otra parte, con relación a la virtualidad histórica del pacto individual como instrumento de gestión flexible de las horas de trabajo, entre nosotros no son desconocidas ni las cláusulas contractuales de fortalecimiento del poder de dirección empresarial suscritas en ausencia de convenio colectivo que por ejemplo hacían posible el paso de un horario partido a otro continuo por la simple decisión del empresario24, ni tampoco lo son las 20 Vid., por todos, S. GONZÁLEZ ORTEGA: «La retribución de las horas extraordinarias: la problemática del módulo para el cálculo de su valor», R.P.S., núm. 126, (1980), pág. 274. En nuestra jurisprudencia, vid., STS 13/1/92. 21 Vid., F. VALDÉS DAL-RÉ: «Jornada nocturna», en AA.VV., Estudios sobre la jornada de trabajo, cit. pág. 247. En la jurisprudencia, vid., STS 30/11/1994 (Ar. 10337). 22 Vid., F. RODRÍGUEZ SAÑUDO: «Flexibilización...», cit. págs. 21-22 y 27. 23 Vid., Mª. Fª. FERNÁNDEZ LÓPEZ: «La negociación colectiva y las modificaciones sustanciales de las condiciones de trabajo», R.P.S., núm. 143, (1984), pág. 200. 24 Vid., a favor de estas prácticas, SSTCT 26/1/87 (Ar. 2036), 4/6/87 (Ar. 12257): «... el empresario, haciendo uso de la facultad conferida en el contrato, no está REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 61 ESTUDIOS medidas empresariales consistentes en ofertar a sus trabajadores horarios distintos del recogido en el convenio colectivo sin que el propio convenio colectivo contemplase esta circunstancia25. A este respecto, no parece aventurado afirmar que uno de los pilares sobre los que se ha erigido la teoría doctrinal y judicial sobre la «individualización de la relación laboral», que desde la perspectiva del empresario reconduce su significado al recurso al pacto individual como mecanismo de flexibilización de las condiciones de trabajo26, ha sido el régimen jurídico del tiempo de trabajo y, en concreto, del horario de trabajo. 3. EL MODELO FLEXIBLE DE JORNADA NACIDO EN 1994 La profunda reforma laboral del año 94, que vino a suplir el «anacronismo» del Esta- variando su contenido o modificando las condiciones estipuladas sino actuando dentro de lo previsto o convenido...», y 6/10/88 (Ar. 6122); STSJ Galicia 23/1/91 (Ar. 69); STSJ Navarra 28/11/91 (Ar. 6059); STSJ Galicia 24/5/94 (Ar. 2265); STSJ Cataluña 12/5/95 (Ar. 1962). En contra, argumentando sobre la base de la naturaleza imperativa del art. 41 ET, SSTCT 25/1/89 (Ar. 457), 27/2/89 (Ar. 1313), 28/4/89 (Ar. 2785) y 19/5/89 (Ar. 3372); STSJ País Vasco 3/12/91 (Ar. 6865); STSJ Cataluña 26/4/93 (Ar. 1874); STSJ Galicia 1/12/93 (Ar. 5204). 25 El órgano judicial estimó que además de suponer una mejora, tales pactos no vulneraban el convenio porque el horario en él pactado permanecía intacto para quienes no aceptasen el propuesto por el empresario, vid., SSTCT 7/3/88 (Ar. 102), 16/3/88 (Ar. 118), 26/10/88 (Ar. 497), 7/12/88 (Ar. 605) y 15/3/89 (Ar. 119); STSJ Sevilla 5/6/92 (Ar. 6521). Vid., sobre el particular, F. PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL: «Autonomía individual y determinación del objeto del contrato de trabajo», A.L., núm. 21, (1992), págs. 337 y ss. 26 Por todos, alertando sobre los significados de dicha teoría, vid., F. DURÁN LÓPEZ y C. SÁEZ LARA: «Autonomía colectiva y autonomía individual en la fijación y modificación de condiciones de trabajo», R.L., núm. 20/21, (1991), pág. 107, quienes explicaban que el término «individualización» va más allá de la recuperación del papel regulador del contrato de trabajo e incluye un nuevo juego de pactos y acuerdos colectivos de empresa o de centro de trabajo tendentes a posibilitar la modificación de las condiciones de trabajo. 62 tuto del 80, no podía sino afectar de modo incisivo a la regulación del tiempo de trabajo, como efectivamente así fue. La opción fundamental de política del Derecho del legislador en aquel momento, que sigue siendo la de la ley vigente, fue la de flexibilizar el régimen jurídico de la jornada mediante el establecimiento de una coordinación normativa entre ley y negociación colectiva diferente de la imperante en el contexto productivo fordista, en la que se atenuó la intensidad de la protección legal dispensada al trabajador y se afirmó la responsabilidad de los grupos sociales que fijan las pautas temporales de la obligación de trabajar27. La instalación de la flexibilidad como componente estructural del sistema de fuentes de la jornada implica, en efecto, un retroceso de las normas estatales imperativas en beneficio de otras normas que van a trasladar al régimen jurídico de esta condición de trabajo las exigencias de la lógica de un sistema económico basado en el beneficio empresarial28. Como enseguida veremos, no es que el Estado se desentienda a partir de 1994 de garantizar el derecho del trabajador a observar una jornada limitada. Pero entrega a los agentes sociales muchas parcelas del régimen jurídico de esta condición de trabajo con el objetivo político de que mediando una gestión consensuada del tiempo de trabajo, sea posible extraer el máximo rendimiento de la fuerza de trabajo. La ley se encarga de regular los aspectos generales de la jornada jornadas máximas, descansos mínimos y otras previsiones de naturaleza tuitiva, por ejemplo en materia de horarios especiales pero envía a la negociación colectiva la regulación de los aspectos contractuales de la jornada, es 27 Con carácter general, J. R. MERCADER UGUINA: «Sistema de fuentes y globalización», R.E.D.T., núm. 119, (2003), pág. 679-680. 28 Vid., al respecto, M. RODRÍGUEZ PIÑERO: «Derecho del Trabajo y crisis económica», en AA.VV., El Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la década de los 80, Zaragoza, 1983, pág. 258. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL y ERIK MONREAL BRINGSVAERD decir, aquellos que están abiertos al pacto y resultan más susceptibles de modalización en función del contexto productivo donde vayan a surtir vigor por ejemplo el régimen jurídico de la distribución de la jornada o el horario-. Esta nueva perspectiva supone un cambio fundamental en la función atribuida a la negociación colectiva con respecto a la regulación anterior. Si antes de 1994 el papel desempeñado era el de mejorar en beneficio del trabajador los derechos que le reconocía la regulación legal, ahora la negociación colectiva cumple un rol esencial de desarrollo y adaptación de las normas legales sobre tiempo de trabajo. El régimen jurídico de la jornada es ahora, en consecuencia, un territorio normativo en el que la norma imperativa del Estado ha perdido peso y en el que el principio de norma mínima ya no es ni mucho menos hegemónico en la relación ley/convenio. El poder social debe ahora interiorizar y canalizar las necesidades económicas de la empresa, traducidas en el imperativo de gestión ágil del tiempo de trabajo, compaginándolas con la tutela del trabajador. De ahí, la negociación colectiva debe constituirse en la fuente por excelencia no ya del régimen jurídico del tiempo de trabajo sino de la propia organización del trabajo y de su tiempo de prestación en la empresa. El cambio normativo inexorablemente comportará cambios de comportamiento: la negociación colectiva debe pasar de estar centrada en la lógica consesivo adquisitiva a descansar en una lógica transaccional, que tome en consideración todas las necesidades, incluidas las económicas, que impone el interés general29. La dinámica de confrontación propia de la etapa pre- 29 Vid., M. R ODRÍGUEZ P IÑERO : «La negociación colectiva y el sistema de relaciones laborales tras veinte años de vigencia del Estatuto de los Trabajadores», en AA.VV., Veinte años de negociación colectiva: de la regulación legal a la experiencia negocial, XII Jornadas de estudio sobre la negociación colectiva, Madrid, 2000, págs. 77-78. cedente va a ceder paso, en efecto, a otra de colaboración y gestión compartida de la relación laboral que en modo alguno significa negar la existencia de una contraposición ontológica de los respectivos intereses de trabajador y empresario30. Obedeciendo a estas pautas, el legislador de 1994 modificó el régimen jurídico legal de la jornada, estableciendo nuevos criterios, legales y convencionales, dirigidos a coordinar de forma eficaz convenios y pactos colectivos, en los términos que ahora se examina. Los grupos normativos que estructuran el régimen jurídico de la condición de trabajo que se cita son cuatro: el primero tiene que ver con la duración de la jornada (1), el segundo con su distribución (2), el tercero con el horario (3) y el último con los mecanismos legalmente previstos para controlar el cumplimiento de la jornada31. Nuestro estudio se centrará en los tres primeros. 3.1. La duración de la jornada de trabajo El Estado se ocupa de la vertiente cuantitativa de la jornada fijando una jornada ordinaria máxima diaria, una jornada ordinaria máxima semanal promediable anualmente y también ocupándose del trabajo en tiempo extraordinario y de la forma de computar la duración del trabajo. 3.1.1. La jornada máxima diaria es de nueve horas, pero puede ser sustituida por otra colectivamente dispuesta siempre que el convenio o pacto colectivo respete el descanso mínimo de doce horas entre jornadas art. 34.3.2º ET. 30 Conflicto y colaboración social son tipos ideales tras los cuales en realidad existe un continuum, con L. MENGONI: Diritto e valori, Bologna, 1985, pág. 320. 31 Sobre el particular vid., en general, E. MONREAL BRINGSVAERD: La jornada de trabajo: la relación ley/convenio colectivo, en prensa. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 63 ESTUDIOS 3.1.2. La formulación de una jornada máxima semanal de cuarenta horas incorpora la novedad de su encuadramiento en un módulo anual art. 34.1.2º ET. El Tribunal Supremo y la doctrina judicial vienen confirmando que esta fórmula legal, en conjunción con la definición de la hora extraordinaria por referencia a la jornada máxima convencional o contractual art. 35.1 ET, consiente a la negociación colectiva fijar jornadas máximas más reducidas que la legal y prever para las horas de exceso sobre la jornada reducida hasta la máxima legal un régimen jurídico diferente del dispuesto para las horas extraordinarias32. 3.1.3. La duración real de la jornada, obtenible tras adicionar a la jornada ordinaria todas las horas extraordinarias remuneradas en metálico, queda regulada como sigue: 3.1.3.1. Una hora extraordinaria es todo tiempo trabajado excediendo los parámetros dispuestos con arreglo al artículo 34 ET art. 35.1 ET33. Esta calificación depende de criterios cuantitativos, es decir, de si la jornada máxima ordinaria aumenta o no, y de criterios cualitativos, es decir, de si esa concreta hora ha sido trabajada fuera de los módulos previstos para delimitar los márgenes de la jornada ordinaria, aunque ésta no experimente un aumento en cómputo anual o en cómputo inferior34. 3.1.3.2. La remuneración en metálico de las horas extraordinarias está regulada a tra- 32 Vid., STS 18/1/00 (A.L., 1005/2000); STSJ Castilla y León 28/6/90 (Ar. 3362); STSJ Castilla y León 21/11/95 (Ar. 4123); STSJ Madrid 19/12/99 (A.L., 602/2000). También, STSJ La Rioja 28/3/00 (Ar. 1728); STSJ Madrid 23/1/03 (Ar. 111536). 33 Esta fórmula determina que tanto la jornada convencional como, en su caso, la contractual jueguen a modo de presupuestos identificadores de las horas extraordinarias, vid., I. GARCÍA NINET: «Jornada», cit. pág. 72. 34 Vid., F. J. TOROLLO GONZÁLEZ: Tiempo de trabajo y contrato ferroviario, Madrid, 1995, pág. 414. En nuestra doctrina judicial, STSJ Comunidad valenciana 23/3/99 (Ar.1517), y STSJ Asturias 24/9/99 (Ar. 2676). 64 vés de un mínimo legal art. 35.1: el precio de la hora ordinaria. La reforma de 1994, en este punto, eliminó el recargo del setenta y cinco por ciento anteriormente previsto, pero puso fin a a las prácticas convencionales, de dudosa legalidad, que pretendían eludirlo y dejar de aplicarlo35. Hoy, por consiguiente, no es admisible que un trabajador cobre por la hora extraordinaria un precio inferior al de la hora ordinaria36. 3.1.3.3. El tenor literal del artículo 35.4 ET cuando regula el carácter de la prestación de estas horas dibuja una presunción de voluntariedad37. Presunción que no obstante ello, puede ser eliminada indistintamente por pacto colectivo o por pacto individual sin que lege data, según acredita nuestra doctrina judicial38, la negociación colectiva deba especificar las causas de prestación obligatoria de horas extraordinarias39. 3.1.3.4. La prolongación de la jornada en caso de fuerza mayor es obligatoria para el trabajador40, y el tiempo de exceso no compu35 Prácticas que llegaron a contar con el aval de la jurisprudencia, vid., STS 13/1/92; STS 30/11/1994 (A.L., 408/1995); y STS 27/2/95 (Ar. 1259). 36 Vid., I. GARCÍA NINET: «Ordenación del tiempo de trabajo», en AA.VV., Comentarios a las leyes laborales. La reforma del Estatuto de los Trabajadores, coord. E. BORRAJO DACRUZ, Madrid, 1994, pág. 59. En la práctica judicial, vid., STS 18/3/03 (Ar. 142215), y STSJ País vasco 29/5/01 (Ar. 1651). 37 Vid., M. C. PALOMEQUE LÓPEZ: «Voluntariedad y obligatoriedad en la prestación de las horas extraordinarias», en AA.VV., Estudios sobre la jornada de trabajo, cit. pág. 417. En la doctrina judicial, vid., STSJ Asturias 22/12/95 (Ar. 4598); STSJ Baleares 22/11/96 (Ar. 3842); STSJ Baleares 24/9/97 (Ar. 3440); STSJ Madrid 18/12/97 (Ar. 4589); STSJ Navarra 22/3/00 (Ar. 811); STSJ Galicia 11/4/03 (Ar. 2962); STSJ Comunidad valenciana 29/10/03 (Ar. 4142). 38 Vid., STSJ País vasco 22/5/01 (Ar. 303536). En sentido no del todo coincidente, STSJ Cataluña 2/11/99 (A.L., 273/2000). 39 Vid., R. ESCUDERO RODRÍGUEZ: «Horas extraordinarias (En torno al artículo 35 ET)», R.E.D.T., núm. 100, (2000) pág. 756. 40 Obligación que deriva del deber de diligencia en el cumplimiento de la obligación de trabajar, vid., por REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL y ERIK MONREAL BRINGSVAERD ta como extraordinario art. 35.3 ET41. La ley habla claramente de fuerza mayor y no de caso fortuito. Ocurre sin embargo que la negociación colectiva asimila el uno a la otra ensanchando el ámbito de aplicación de la previsión legal42. A nuestro juicio, si se quiere preservar el derecho del trabajador a observar una jornada limitada, no debe darse al caso fortuito el mismo tratamiento que a la fuerza mayor de cara a dejar de incluir en la jornada el tiempo trabajado para solucionar la emergencia43. 3.1.4. Para computar la jornada, la ley proporciona sendos criterios, tendentes el uno a concretar cuándo comienza y finaliza este cómputo art. 34.5 ET44, y el otro a todos, F. VALDÉS DAL-RÉ: «Jornada laboral y horario de trabajo», en AA.VV., Diecisiete lecciones sobre la LRL, Madrid, 1977, pág. 273. 41 En cualquier caso, dado que el art. 35.3 ET incluye una regulación excepcional que abre facultades excepcionales al empresario, la negociación colectiva no puede ir más allá de la posibilidad de proporcionar ejemplos de lo que en cada caso pueda entenderse por fuerza mayor, vid., STS 18/7/95 (Ar. 6308). 42 Vid., F. RODRÍGUEZ SAÑUDO: «Flexibilización de la jornada...», cit. pág. 23. 43 Alertando sobre el riesgo de identificar a estos efectos fuerza mayor con caso fortuito, J. LÓPEZ GANDÍA: «Las horas recuperatorias por fuerza mayor», R.L., Tomo I1988, págs. 433-434. En contra, A. L. MARTÍN SERRANO: «Horas por necesidades urgentes y por fuerza mayor», en AA.VV., Estudios sobre la jornada de trabajo, pág. 403. 44 La jornada se inicia cuando el trabajador accede a su puesto y está listo para trabajar, mientras que finaliza cuando aún está trabajando; de ahí que el tiempo de las actividades previas o posteriores al comienzo o fin del trabajo no compute como jornada, con M. IGLESIAS CABERO: «Cómputo de la jornada efectiva de trabajo», en AA.VV., Estudios sobre la jornada de trabajo, cit. pág. 296. En nuestra jurisprudencia, STS 23/6/92 (Ar. 5022). La norma legal, sin embargo, no proporciona pautas para determinar cómo hay que computar el tiempo que transcurre mientras el trabajador realiza actividades previas o posteriores a la jornada que constituyen parte integrante de ésta, por ejemplo el tiempo que transcurre desde que el vigilante de seguridad recoge el arma en el armero hasta que llega al lugar de prestación de los servicios, vid., incluyéndolo en la jornada, STS 18/9/00 (A.L., 34/2001); también, STSJ Andalucía 4/10/96 (Ar. 4311), STSJ Cataluña 16/6/97 (Ar. 2458). especificar el tiempo que computa como jornada, o «tiempo de trabajo efectivo» art. 34.1.2º ET45. Este término, sin embargo, no deja de constituir un concepto jurídico indeterminado que a la postre debe ser concretado por la negociación colectiva46. A efectos de programar un cómputo de la jornada con garantías, en cualquier caso, de este esquema legal se siguen varios datos: 3.1.4.1. La presencia del trabajador en su lugar de trabajo activa existe al respecto acuerdo doctrinal47 y judicial48 una presunción iuris tantum de existencia de trabajo efectivo49. Presunción, por lo demás, acorde con la doctrina judicial comunitaria que asimila a prestación de trabajo situaciones en las que estando el trabajador en su lugar de trabajo y a disposición del empresario no hay propiamente trabajo efectivo, por ejemplo el tiempo invertido en desplazarse a un lugar indicado por el empresario para ocuparse de un vehículo, o el tiempo invertido por los médicos en guardias de presencia física en el centro sanitario aunque eventualmente no exista prestación efectiva de servicios, o aunque eventualmente se pernocte en el centro durante la guardia50. Con esta norma en la mano, en línea de principio, si no hay trabajo efectivo el tiempo que transcurre no computa como jornada, vid., L. F. ROA RICO: «El nuevo régimen jurídico de las horas extraordinarias», en AA.VV., Comentarios a las Leyes laborales. La Reforma del Estatuto de los Trabajadores, cit. págs. 111-117. 46 En el mismo sentido, vid., AA.VV., El estado actual de la negociación colectiva en España. Balances y perspectivas, dtor. S. DEL REY GUANTER, Madrid, 2003, pág. 333. 47 Vid., A. MONTOYA MELGAR: «El marco jurídico de la jornada laboral», en AA.VV., Ordenación de las jornadas de trabajo, Madrid, 1983, pág. 17. 48 Vid., STSJ País Vasco 8/7/97 (Ar. 2321). 49 Lo cual obliga al empresario a demostrar que no hubo prestación de trabajo si no quiere que computen como extraordinarias las horas que excedan la jornada prevista, vid., en similares términos, M. ALONSO OLEA: «Jornada de trabajo y temas conexos», R.P.S., núm. 141, (1981), pág. 92. 50 Vid., SSTJCE 18/1/01, 3/10/00 y 9/9/2003. Al respecto, N. Mª. MARTÍNEZ YÁÑEZ: «Tiempo de trabajo y periodo de descanso en la Directiva 03/88/CE y en la 45 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 65 ESTUDIOS 3.1.4.2. Hallándose el trabajador en su puesto de trabajo, no parece que el tiempo perdido por circunstancias inevitables objetivamente imputables al empresario deba quedar incluido en la duración de la jornada, aunque el empresario esté obligado a remunerarlo51. Este tiempo, así pues, podría ser objeto de recuperación posterior, nuevamente retribuida, pero sin originar horas extraordinarias52. Cuando el trabajador está a disposición del empresario fuera de su puesto de trabajo, en tal caso resulta una obligación accesoria de la de trabajar; de ahí que el tiempo invertido, siendo retribuido, no compute como jornada ni, por ello, dé lugar a horas extraordinarias53. En contraposición, el tiempo de presencia en el puesto de trabajo por causas relativas a la actividad productiva, en la medida en que claramente forma parte del objeto del contrato de trabajo54, no debería quedar excluido inmatizadamente de su consideración como jornada trabajada55. jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas», R.D.S., núm. 25, (2004), pág. 132. 51 No parece que la función del art. 30 ET de garantizar los derechos económicos del trabajador deba significar también la consideración de este tiempo improductivo, que es inevitable, como jornada trabajada. 52 Vid., resolviendo el supuesto de forma no plenamente coincidente por cuanto se entiende que el corte del suministro eléctrico no constituye fuerza mayor porque la empresa tiene concertado un contrato de suministro que contempla la posibilidad de que existan cortes de estas características, STSJ Andalucía 1/10/02 (Ar. 4146). 53 Vid., SSTS 11/7/90 (Ar. 6094), 24/6/92 (Ar. 4669) y 29/11/94 (Ar. 9246); STSJ Galicia 28/2/03 (Ar. 149332). Sin embargo, caso de que llegue a ser necesaria la prestación de los servicios el tiempo trabajado sí quedará incluido en la jornada, vid., por todas, STS 31/10/01 (A.L., 336/2002). 54 Vid., por ejemplo, declarando ajustada a derecho una jornada diaria de 24 horas del personal contra incendios con horas de trabajo efectivo y de presencia, STCT 12/1/89 (Ar. 322). Igualmente, STSJ Madrid 6/11/91 (Ar. 6148); STSJ Sevilla 2/12/91 (Ar. 7003); STSJ 7/3/95 (Ar. 1177); STSJ Murcia 12/2/98 (Ar. 5268). 55 Vid., STS 18/9/01 (Ar. 7931). 66 3.2. La distribución de la jornada de trabajo El régimen jurídico de la distribución de la jornada queda ordenado en dos niveles. Uno se estructura mediante límites en forma de descansos mínimos, y el otro mediante llamamientos a la negociación colectiva y en algún caso al pacto individual o al empresario para colocar las horas de trabajo según convenga. 3.2.1. Los límites a la colocación de las horas de trabajo vienen dados por la pausa en las jornadas de más de seis horas ininterrumpidas, el descanso diario, el descanso semanal, las fiestas y las vacaciones en los términos que ahora se examina: 3.2.1.1. La pausa mínima de quince minutos en toda jornada ininterrumpida de, como mucho, seis horas art. 34.4 ET56, demuestra cómo el concepto «tiempo de trabajo efectivo» viene referido a los planos retributivo y temporal57. Con arreglo a la ley, la pausa no es tiempo de trabajo efectivo y, consecuentemente, ni es retribuida ni reduce la jornada58; si el convenio o el contrato le asignan tal carácter, entonces será retribuida y reducirá la jornada; y cabe también configurar la pau- 56 Pausa que obedece a la intención de «... romper la permanencia del esfuerzo laboral durante más de seis horas y proporcionar un tiempo libre para un refrigerio...», vid., STS 3/6/99 (Ar. 5064). La norma reguladora dispone que la pausa ha de ser efectiva «durante» la jornada, naciendo de ahí una línea jurisprudencial que determina que la pausa deba reconocerse a lo largo de la jornada, «... como corresponde a su naturaleza de interrupción de la actividad...», no al comienzo o término de la misma «... porque en tal caso (...) se trataría (...) de una reducción de la jornada», vid., STS 6/3/00 (Ar. 2598). 57 Que esta pausa sea retribuida «... no debe comportar de manera ineludible que (...) deba calificarse como de trabajo efectivo [siendo necesario] deslindar los conceptos de descanso, con o sin retribución, y el de jornada laboral...», vid., STS 21/10/94 (Ar. 8102); STSJ Castilla y León 14/05/91 (Ar. 3339). 58 Vid., Y. GARCÍA VALDEOLIVAS: «Pausas intrajornadas y descansos interjornadas», en AA.VV., Estudios sobre la jornada de trabajo, cit. pág. 276. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL y ERIK MONREAL BRINGSVAERD sa como retribuida sin incluirla en la jornada, o viceversa59. Lo que a la vista de la literalidad de la norma legal, y a la vista también de su ratio60, no parece de recibo es dejar de disfrutar la pausa teniendo derecho a ello61. 3.2.1.2. El descanso diario art. 34.3.1º ET constituye un límite a la duración real de la jornada, por lo que, en principio, la prestación de horas extraordinarias tiene como límite infranqueable el derecho a descansar un mínimo de doce horas62. Lo que la ley no aclara es si este descanso puede sufrir una reducción si se prolonga la jornada por causa de fuerza mayor63. A este respecto, utilizando la pauta interpretativa que supone el artículo 17.3.f) D 2003/88 UE quizás pueda con- Si la pausa no queda asimilada a trabajo efectivo un trabajador que durante su jornada descanse 15 minutos deberá retrasar otros tantos la salida si quiere cobrar el salario íntegro con M. ALONSO OLEA: «Jornada de trabajo...», cit. pág. 85; y STSJ Cantabria 31/12/01 (A.L., 590/2003). Si se ha previsto que la pausa sea retribuida pero sin computar como jornada, esos 15 minutos de prolongación deberían ser retribuidos pero no generarían horas extraordinarias. A la inversa, si ha existido asimilación a tiempo de trabajo efectivo y el empresario exige trabajo durante la pausa, se caería en la realización de horas extraordinarias en proporción al tiempo no descansado, con I. GARCÍA NINET: «El descanso de media hora en las jornadas continuadas de ocho horas», R.T., núm. 44/45, (1973/74), págs. 45 y 84 y ss). 60 Vid., T. SALA FRANCO: «Configuración jurídica del derecho a media hora de descanso en el régimen de jornada continuada de ocho horas», R.P.S., núm. 94, (1972), págs. 106-109. 61 Y no parece problemático entender, por lo demás, que en ausencia de pacto el empresario podrá decidir cuándo hacer efectivo el descanso, con J. E. LÓPEZ AHUMADA: «Los descansos comprendidos dentro de la jornada: su aplicación a las relaciones ordinarias de trabajo», Base de datos La Ley Laboral, R.L., núm. 22, (2004), pág. 4 de 25. 62 En términos similares, Y. VALDEOLIVAS G ARCÍA: «Pausas intrajornadas...», cit. pág. 285. 63 Para unos autores el trabajador conserva el derecho a descansar las doce horas, vid., Y. VALDEOLIVAS GARCÍA: «Pausas intra-jornadas...», cit. pág. 285; A. L. MARTÍN SERRANO: «Horas por necesidades urgentes...», cit. pág. 408. En contra, F. FITA ORTEGA: Límites legales..., cit. págs. 53-54. 59 cluirse que cabe la reducción siempre que medie compensación con descanso posterior. 3.2.1.3. El descanso semanal de al menos día y medio art. 37.1.1º ET64, o de treinta y seis horas65, se caracteriza por la circunstancia de que debe disfrutarse de forma ininterrumpida. La posibilidad de fraccionarlo, por tanto, sólo podrá, en su caso, ser efectiva por la vía del Decreto de las jornadas especiales. 3.2.1.4. El régimen jurídico de las fiestas laborales art. 37.3 ET se edifica básicamente sobre un mínimo de catorce al año66, que vienen a jugar como días naturales67, y 64 El art. 37.1.1º ET previene como regla general que el descanso semanal incluirá el domingo y la tarde del sábado o, en su caso, la mañana del lunes. Sin embargo, es ésta una previsión legal que a tenor de su propia literalidad, queda exenta de imperatividad, vid., J. L. GIL Y GIL: «El descanso semanal», en AA.VV., Estudios sobre la jornada de trabajo, cit. pág. 614; STSJ Cataluña 12/11/03 (Ar. 18809). 65 Y es que el reconocimiento del día y medio de descanso «... viene referido a las treinta y seis horas que de modo ininterrumpido han de transcurrir desde la finalización de una jornada hasta el inicio de la siguiente, y no necesariamente desde la mitad del sábado (las 12 horas) hasta las 0 horas del lunes», doctrina con la que el Tribunal convalida la medida empresarial de ordenar trabajo en sábado hasta las 14,20 horas para iniciar la jornada a las 6,00 horas del lunes, vid., STSJ Comunidad valenciana 4/5/00 (Ar. 292504). 66 La prohibición legal de aumentar los días de libranza retribuidos afecta a las entidades territoriales y locales, por lo que pese a que el tenor literal de la norma es rotundo los festivos «no podrán exceder», no es dudoso que autonomía colectiva y, en su caso, autonomía individual quedan al margen de tal prohibición, vid., I. GARCÍA PERROTE: Ley y autonomía colectiva. Un estudio sobre las relaciones entre la norma estatal y el convenio colectivo, Madrid, 1987, pág. 302. 67 Nuestra doctrina judicial enseña que si nada se pacta, y siendo el objeto del festivo el permitir la celebración de una determinada conmemoración con C. L. ALFONSO MELLADO y S. PEÑA OBIOL: Vacaciones, fiestas y descanso semanal, Valencia, 1996, pág. 85, si éste cae en día no laborable el trabajador pierde el derecho a librar otro día, vid., STSJ Galicia 30/10/91 (Ar. 5407); STSJ Castilla y León 28/9/92 (Ar. 4688); STSJ Castilla y León 3/6/97 (A.L., 287/1998); STSJ País vasco 16/7/97 (Ar. 2330); STSJ Baleares 9/3/99 (Ar. 1449). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 67 ESTUDIOS sobre la previsión que declara que son retribuidas y no recuperables. Sin embargo, este carácter de los festivos resulta matizado primeramente por el artículo 47 RD 2001/1983, derogado en 1994 pero resucitado por el Decreto de 1995, que habilita al empresario para ordenar el trabajo en festivo con carácter excepcional y causalizado. Pero además de esta vía, la realidad de los hechos demuestra que la negociación colectiva regula el asunto del trabajo en día de fiesta con carácter de perfecta normalidad, situación que quizás debiera ser asumida por el legislador68. Así, por ejemplo, con apoyo en la práctica judicial69, está demostrado que la naturaleza de la actividad productiva puede exigir a día de hoy trabajar todos los días festivos sin necesidad de observar los requisitos que impone la norma reglamentaria antecitada, siendo el caso muy especialmente de los procesos productivos que no pueden interrumpirse por motivos técnicos70, o el de las actividades del sector terciario71. 68 Vid., L. MELLA MÉNDEZ: «Tiempo de descanso», en AA.VV., La ordenación del tiempo de trabajo, coord. J. CABEZA PEREIRO, Santiago de Compostela, 2004, pág. 141, manifiesta que la existencia del art. 47. RD 2001/83 «parece servir de influencia a la negociación colectiva para flexibilizar el régimen de uso de tales días [festivos] e introducir otros supuestos en los cuales también es posible trabajar durante los mismos». 69 Vid., por ejemplo, STS 15/10/97 (A.L., 524/1998); STSJ Castilla-La Mancha 5/2/03 (Ar. 2163); STSJ Cataluña 28/2/02 (Ar. 139382); STSJ Madrid 23/7/01 (Ar. 282266); STSJ Galicia 26/1/98 (Ar. 10). Y es que si bien antes de la Ley 11/94 regía a título reglamentario la Ley de Descanso Dominical de 1940, que incluía las excepciones a la prohibición de trabajar en festivo, tras la derogación de esta Ley ya no existe prohibición expresa alguna de descansar los días de fiesta. 70 Por ejemplo, en departamentos de mantenimiento en la industria química, vid., STS 7/7/80 (Ar. 3296); STSJ Sevilla 24/4/90 (Ar. 3852); STSJ Asturias 5/12/91 (Ar. 6650). 71 Por ejemplo, restaurantes, salas de ocio o servicios de atención a viajeros en el propio medio de transporte, vid., STSJ Madrid 8/10/93 (Ar. 4646); STSJ Madrid 1/1/91 (Ar. 4018). 68 3.2.1.5. El diseño legal de las vacaciones art. 38 ET72 se completa con el Convenio 132 OIT73. El régimen jurídico de este derecho introduce claras garantías para su efectividad. Así, por ejemplo, una duración mínima de treinta días naturales, que puede mejorarse previendo que son laborables74; las prohibiciones de traducir a metálico vacaciones no disfrutadas75 o de sancionar disciplinariamente reduciendo su duración; también es 72 El reconocimiento de este derecho «... viene concebido en atención a la finalidad de procurar a todo trabajador el reposo necesario para que pueda recuperarse del desgaste físico y psicológico producido, proporcionando también al empleado un tiempo, más prolongado que los descansos diario y semanal, con el fin de posibilitarle un periodo lo suficientemente continuado para dedicarlo al esparcimiento y desalienación...», vid., STS 25/2/03 (R.L., 598/2003). En nuestra doctrina científica, vid., A. V. SEMPERE NAVARRO y P. CHARRO BAENA: Las vacaciones laborales, Navarra, 2003, pág. 11. 73 Ratificado por España en 1972. Este Convenio está dotado en algunos de sus extremos de eficacia o aplicabilidad directa, vid., al respecto, I. GARCÍA PERROTE: «Sobre el derecho a vacaciones (En torno al artículo 38)», R.E.D.T., núm. 100, (2000), pág. 812. Aunque ello sin perjuicio de que en la regulación de determinados aspectos el propio Convenio se remita a la discreción de los órganos legislativos de los Estados. Así, más que hablar de eficacia directa de este Convenio, parece más correcto hablar de la eventual eficacia directa de los preceptos que lo integran, con E. RODRÍGUEZ MARTÍN: «Nota a la S.T.Const. 254/1993, 20 julio», R.E.D.I., vol. XLVI, (1994), pág. 208. 74 Vid., STS 2/7/92 (Ar. 5571). Con carácter particular, el art. 6.1 C 132 OIT previene que los festivos no cuentan como parte de las vacaciones aunque coincidan con ellas. No obstante, tanto nuestra doctrina científica vid., J. GARCÍA ORTEGA: «Nacimiento, duración y disfrute del derecho a vacaciones», Tr.S., núm. 38, (1994), pág. 17 como la judicial vid., STSJ País Vasco 27/2/01 (Ar. 1278) advierten que dicho precepto va referido al mínimo de 3 semanas de vacaciones del art. 3.3 C 132 OIT mientras que el mínimo español es superior, considerando que el art. 6.1 C 132 OIT no surte efecto entre nosotros. 75 La conducta prohibida es trabajar en vacaciones para un mismo empresario, pues el Tribunal Constitucional ha tenido ocasión de afirmar que un despido debido a que el trabajador trabaja para otro empresario durante sus vacaciones vulnera el art. 35.1 CE, vid., S.T.Const. 192/203, 27 octubre. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL y ERIK MONREAL BRINGSVAERD una garantía el derecho a conocer las fechas de las vacaciones con dos meses como poco de antelación; o la obligación de exponer el calendario de vacaciones76, así como el procedimiento judicial sumario y preferente para ventilar el desacuerdo trabajador/empresario relativo a la fecha de las vacaciones77. En materia de remuneración de las vacaciones otra garantía hay que estar al artículo 7.1 C 132 OIT, que previene con eficacia directa78, y con valor indisponible para legislador y partes sociales79, que hay que incluir todos 76 La elaboración del calendario deberá ser realizada por el empresario conforme a las fechas previstas al efectuarse la planificación convencional de las vacaciones, y con absoluto respeto a los subsiguientes acuerdos individuales sobre determinación exacta de sus momentos de disfrute; además, la previsión legal que exige que el trabajador conozca las fechas de sus vacaciones al menos con 2 meses de antelación cumple la función de determinar indirectamente el momento en que habrá de encontrarse ultimado el calendario, con A. V. SEMPERE NAVARRO y P. CHARRO BAENA: Las vacaciones..., cit. pág. 148. 77 Vid., G. MOLINER TAMBORERO: «El proceso por vacaciones», Tr.S., núm. 38, (1994), págs. 51-62. Este procedimiento sólo es aplicable a las controversias sobre la fecha de las vacaciones, no siendo apto ni para resolver discusiones relativas al número de días de vacaciones ni para anular la programación vacacional dispuesta en convenio o pacto colectivo, vid., STS 29/3/95 (Ar. 2349); y STSJ Galicia 15/5/00 (Ar. 1151). 78 Vid., P. RABANAL CARBAJO: «Teoría jurídica sobre vacaciones», D.L., núm. 62, (2000), pág. 170. 79 Cierta línea jurisprudencial SSTS 21/1/92 (Ar. 59), 29/10/96 (Ar. 8181), 9/11/96 (Ar. 8414) y 7/7/99 (Ar. 6797), judicial STSJ Cantabria 13/3/97 (Ar. 1106); STSJ Sta. Cruz de Tenerife 1/4/98 (Ar. 1638); STSJ Burgos 3/4/00 (Ar. 1031) y doctrinal F. VALDÉS DAL-RÉ: «Jornada nocturna», cit. pág. 247 considera que la remisión que hace el art. 1 C 132 OIT a los convenios para dotar de ejecutividad a las previsiones del Convenio que se cita determina que la combinación de ese precepto con el art. 7.1 C 132 OIT esté reenviando primero al convenio el importe del salario vacacional. A nuestro juicio, no es dable confundir la eventual ejecutividad mediata de una norma con su valor dispositivo para otra, ya que cuando el art. 1 C 132 OIT dice que la legislación nacional dará efecto a las disposiciones del presente Convenio en la medida en que esto no se haga por medio de contratos colectivos, no permite disponer de lo establecido en el Convenio sino que señala vías para ejecutarlo, vid., F. PÉREZ DE LOS COBOS: «Sobre el carácter dispositivo del los conceptos salariales que el trabajador venga percibiendo con carácter de normalidad80. La planificación anual de las vacaciones es asunto remitido por el Estado a los convenios colectivos. Ello abre a la negociación colectiva grandes márgenes de actuación que se traducen, por ejemplo, en atribuir al empresario la facultad de llamar a trabajadores de vacaciones para que ejecuten trabajos indispensables81, o en habilitar a ese contratante para alterar la planificación reflejada en el calendario sin observar el expediente del artículo 41 ET82. De hecho, a mayor abundamiento, la remisión legal que se analiza determina que si la negociación colectiva deja de planificar las vacaciones, el empresario quede en disposición de imponer sus criterios organizativos, razonables y no arbitrarios, sobre los intereses del trabajador o de sus representantes83. 3.2.2. Por lo que respecta a la ordenación de la distribución de la jornada máxima ordinaria, hay que estar a las vías típicas y atípicas de distribución irregular84: Convenio 132 de la OIT (A propósito de la STCT de 3IV-87)», A.L., Tomo 1990-III, marg. 1541. 80 Con A. R. ARGÜELLES BLANCO: «La regulación del derecho a vacaciones: ¿una redefinición del papel del Convenio 132 de la OIT?», A.L., núm. 41, (1998), marg. 786. Esta postura ha sido confirmada en STS 30/5/00 (Ar. 5975); y SSTSJ Com. Valenciana 24/1/02 y Andalucía 25/2/02 (Ar. 3334 y 2278). 81 Vid., STS 3/5/94 (Ar. 3987). 82 Vid., STSJ Aragón 12/6/99 (Ar. 2407). Lo que jurisprudencia y doctrina judicial exigen para poder apreciar la validez de este tipo de prácticas es que los márgenes de flexibilidad que incluyen las correspondientes cláusulas consten de forma expresa, vid., STS 4/11/02 (A.L., 254/2003); y STSJ País vasco 12/12/00 (Ar. 3915). 83 Vid., STSJ Comunidad valenciana 10/3/03 (Ar. 642); STSJ Galicia 14/5/01 (A.L., 1394/2001); STSJ Cataluña 26/2/01 (Ar. 1022) y STSJ Cataluña 18/5/95 (Ar. 1984). 84 Vid., manifestando que horas flexibles y extraordinarias cumplen básicamente la misma función, AA.VV., La negociación colectiva en las PYMES: el proceso de adaptación al cambio estructural, dtor. J. L. MONEREO PÉREZ, Madrid, 2003, pág. 429-430. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 69 ESTUDIOS 3.2.2.1. La vía típica contempla el promedio anual de la jornada semanal a través de la negociación colectiva art. 34.2 ET. Por consiguiente, la negociación colectiva puede programar regímenes que impliquen prestar unas semanas más de cuarenta horas y otras menos con tal de que al cabo del año no se exceda el equivalente a cuarenta horas todas las semanas, pero el pacto individual no puede fijar semanas laborables de más de cuarenta horas85. La jurisprudencia ha entendido que este régimen lleva implícita la posibilidad de que la negociación colectiva atribuya al empresario márgenes de actuación unilateral, que normalmente se materializan en las conocidas como bolsas de horas flexibles86. El recurso empresarial a las horas flexibles, que deben ser objeto de pago por compensación dentro de los límites de la jornada ordinaria modular87, no necesariamente debe ser configurado por el convenio colectivo como una medida causalizada. En materia de distribución de la jornada, por último y también sucede con respecto a la cuantificación del trabajo diario, la ley se 85 Vid., STSJ Cataluña 16/5/00 (Ar. 2623). Este esquema legal permite a la negociación colectiva sustituir el módulo semanal por otro, mayor o menor, y asignarle un número de horas, o jornada modular, vid., STSJ La Rioja 9/11/99 (Ar. 4466). 86 Vid., SSTS 17/11/98 (A.L., 443/1999), 15/12/98 (Ar. 10510) y 27/12/01 (A.L., 715/2002). En nuestra doctrina judicial, vid., STSJ Castilla y León 2/5/00 (AL, 1113/2000); STSJ Baleares 9/12/97 (Ar. 4326); y STSJ Cataluña 7/3/95 (Ar. 1112). Por otra parte, es doctrina jurisprudencial el reconocer que no vulnera el principio de igualdad el que dos colectivos de trabajadores de una empresa disfruten de regímenes distributivos del tiempo de trabajo diferentes, uno rígido y otro flexible, siempre que ello traiga causa de un motivo objetivo y razonable como es la ganancia de estabilidad en el empleo de trabajadores hasta el momento temporales, vid., STS 24/10/02 (Ar. 458/2003) y la sentencia que le sirve de base, SAN 9/10/01 (Ar. 701/2002). 87 Bien que en ausencia de previsión convencional, la decisión sobre cuándo hacer efectivo este descanso, siempre a nuestro juicio dentro de la jornada modular, puede corresponder al propio empresario, vid., SAN 19/6/01 (A.L., 1745/2001). 70 remite al convenio colectivo y, en su defecto, al pacto de empresa, funcionalmente subordinado al convenio88. El objeto de estos pactos es potenciar la posibilidad de que si un convenio fija un régimen de jornada incompleto, se especifiquen a los niveles de empresa o centro de trabajo los criterios ordenadores de la distribución de la jornada89, encauzando el ejercicio del poder de dirección empresarial90. Interesa retener que estos pactos son subsidiarios, no modificatorios, del convenio colectivo. Y es que, mientras que el artículo 34.2 ET contempla la existencia de pactos de empresa subsidiarios del convenio sobre distribución de la jornada, el artículo 41 ET hace lo propio con los pactos modificatorios del horario del convenio. De ahí que esta opción legal obligue a tener clara la diferencia entre horario y distribución de la jornada91. En cualquier caso, nada impide que los convenios colectivos configuren su regulación sobre la distribución del tiempo de trabajo como dispositiva para unidades inferiores de contratación colectiva92. 88 Vid., Mª. Fª. FERNÁNDEZ LÓPEZ: «El papel del convenio colectivo como fuente del Derecho tras la reforma de la legislación laboral (I y II)», A.L. núm. 6, (1995), marg. 94; R. ESCUDERO RODRÍGUEZ: «Unidad y pluralidad en los acuerdos de empresa en la reforma de 1994», C.D.J., La negociación colectiva, II, Madrid, 1995, pág. 156. 89 Vid., R. ESCUDERO RODRÍGUEZ: «Ley, convenios colectivos y acuerdos de empresa», en AA.VV., La reforma del mercado laboral, cit. págs. 54-55; F. ELORZA GUERRERO: Los acuerdos de empresa en el Estatuto de los Trabajadores, Madrid, 2000, pág. 42. 90 Vid., Mª. F. FERNÁNDEZ LÓPEZ: «El papel...», cit. pág. 96. En la doctrina judicial, STSJ Navarra 31/10/01 (I.L., 2545/2001). Se habla de «encauzar» y no de «limitar» el poder empresarial, pues a través de convenios y pactos subsidiarios puede resultar un ius variandi empresarial cuya legalidad está fuera de dudas, vid., J. GORELLI HERNÁNDEZ y A. VALVERDE ASENCIO: «La reforma de 1994 y los acuerdos de empresa», R.L., núm. 22, (1995), pág. 33. 91 Vid., J. RIVERO LAMAS: «La flexibilización...», cit. pág. 36; J. MARTÍNEZ MOYA: «El tiempo de trabajo: una visión jurisprudencial», R.M.T.A.S., núm. 38, (2002), pág. 73. 92 Vid., SSTSJ Cataluña 9/3/99 (Ar. 385) y 26/11/99 (Ar. 3968); STSJ Andalucía 7/6/00 (Ar. 4292); STSJ REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL y ERIK MONREAL BRINGSVAERD 3.2.2.2. Las vías atípicas de distribución de la jornada consisten en pactar colectiva o individualmente la realización de horas extraordinarias a compensar con descansos93 (a), o en acumular, al límite bisemanalmente, el descanso semanal (b). (a) Atendiendo a la primera vía, la preferencia legal por la compensación de las horas extraordinarias es evidente en tanto en cuanto si nada se pacta en la negociación colectiva o, en su defecto, entre el trabajador y su empresario hay que compensar estas horas a más tardar en cuatro meses art. 35.1 in fine ET94, siendo de reseñar que de la ausencia de previsiones normativas se deriva que el empresario queda implícitamente legitimado para decidir el momento exacto de la compensación95. Un importante extremo del régimen jurídico de este mecanismo distributivo viene dado por la no contabilización en el tope legal de horas extraordinarias de las horas de esta naturaleza remuneradas con descansos a Comunidad valenciana 11/12/01 (Ar. 164368); STSJ Cantabria 20/11/03 (Ar. 81643). En nuestra doctrina científica, vid., J. CRUZ VILLALÓN: «El artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores tras la reforma de 1994, R.L., núm. 17/18, (1994), pág. 126. 93 Mientras que la programación de una distribución irregular típica aparece confiada en el art. 34.2 ET sólo a la negociación colectiva, la distribución irregular ex realización obligatoria de horas extraordinarias puede lograrse por pacto individual, tal y como se sigue del art. 35.4 ET en cuanto regula una presunción de voluntariedad de estas horas que puede destruirse alternativamente por pacto colectivo o individual, y del art. 35.1 ET, que preceptúa que el pago por compensación puede materializarse primero por pacto colectivo y, en su defecto, por pacto individual. 94 Entendiendo que el plazo es de caducidad, L. F. ROA RICO: «El nuevo régimen jurídico...», cit. pág. 125. Los incumplimientos empresariales consistentes en dejar transcurrir el citado plazo probablemente originen la necesidad de retribuir en metálico, vid., STSJ Castilla y León 18/1/99 (Ar. 1053). En contra, C. L. ALFONSO MELLADO y J. GARCÍA ORTEGA: Jornada y ordenación del tiempo de trabajo, Valencia, 1997, pág. 46; F. FITA ORTEGA: Límites legales..., cit. págs.48-49. 95 Vid., I. GARCÍA NINET: «Ordenación del tiempo de trabajo», cit. pág. 64. más tardar en cuatro meses art. 35.2.2º ET96. Esto, sin embargo, no significa que el trabajador no pueda ni deba saber en todo momento cuántas horas extraordinarias estaría, en su caso, obligado a prestar sobre la base del conocimiento previo de las horas extraordinarias ya realizadas gracias a la constancia de este extremo en el recibo mensual de salarios97 art. 35.5 ET. Como ha sido oportunamente afirmado, mientras la hora extraordinaria no devenga una «figura invisible» 98 , la misma disminuye el cupo anual y el compromiso del trabajador no se extiende más allá del total restante o disponible. (b) La otra vía distributiva atípica consiste en acumular, al límite bisemanalmente, el descanso semanal art. 37.1 ET. A falta de previsión convencional, la eventual acumulación del descanso queda legalmente atribuida de forma implícita al empresario de forma unilateral99. 96 Vid., manifestando que si el descanso compensatorio de cada una de las 80 horas extraordinarias tiene lugar dentro de los 4 meses siguientes al de ejecución de la primera, el contador se pone a cero y el empresario dispone ex lege de otras 80 horas extraordinarias, M. R. ALARCÓN CARACUEL: «Duración del contrato...», cit. pág. 176. 97 Una crítica doctrinal a la posibilidad de que el empresario tenga ex lege la oportunidad de disponer de una bolsa de 80 horas extraordinarias cada 4 meses viene dada por la circunstancia de que a efectos prácticos se permite que la deuda laboral derivada de un pacto de ejecución obligatoria de horas extraordinarias se renueve y quede intacta, lo que, según se argumenta, entraña una contradictio in términis, porque la ejecución del trabajo y su retribución liberan al trabajador del compromiso asumido, vid., H. MERINO SENOVILLA: «Jornada de trabajo», en AA.VV., La reforma del mercado laboral, dtor. F. VALDÉS DAL-RÉ, Valladolid, 1994, pág. 287. 98 En palabras de A. M ONTOYA M ELGAR et altri: Comentarios al Estatuto de los Trabajadores, Pamplona, 1995, pág. 169. 99 Vid., C. L. ALFONSO MELLADO y S. PEÑA OBIOL: Vacaciones, fiestas y descanso semanal, Valencia, 1996, pág. 78. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 71 ESTUDIOS 3.3. El horario de trabajo La problemática del horario queda legalmente estructurada en varios niveles. Uno relativo al horario en sentido propio. Otro se refiere a los horarios nocturno y a turnos. En un tercer nivel, se incluyen obligaciones empresariales relativas al calendario laboral. 3.3.1. El régimen jurídico del horario en sentido propio acredita varios extremos destacables: 3.3.1.1. La función del horario es hacer conocidas las horas diarias de entrada y salida del trabajo100. A partir de aquí, y a efectos de interpretar correctamente la conexión entre los artículos 34.2 ET y 41 ET, punto en donde a veces los tribunales fallan101, hay que diferenciar entre horario y distribución de la jornada. Tal distinción radica en que mientras que el primero se refiere a la colocación de las horas diarias de trabajo, sin aumentarlas o reducirlas, la distribución de la jornada atañe a la determinación de los momentos en que hay que trabajar en el marco natural del año102. Consecuentemente, la 100 Vid., Mª. D. ROMÁN DE LA TORRE: «La fijación del horario de trabajo», en AA.VV., Estudios sobre la jornada de trabajo, cit. pág. 585. En la jurisprudencia, vid., STS 19/2/01 (A.L., 1113/2001). 101 Vid., por ejemplo, convalidando una modificación del régimen jurídico de la jornada previsto en convenio estatutario al entender que la modificación vía pacto de empresa «... no afecta (...) a la jornada, pues ésta permanece inalterada en cómputo anual, sino a su distribución y, por tanto, lo que se ve modificado es el horario...», STSJ Sevilla 16/10/97 (A.L., 282/1998). Igualmente, STSJ Cataluña 26/2/98 (Ar. 1493); STSJ Andalucía 27/1/99 (Ar. 558); SAN 23/6/99 (Ar. 2979); STSJ Castilla-La Mancha 11/12/03 (Ar. 467/04). 102 Vid., similarmente, M. R. ALARCÓN CARACUEL: La ordenación..., cit. pág. 134. En la práctica judicial, vid., por ejemplo, STS 18/12/03 (A.L., 11406/2004), que previene que la redistribución empresarial de la jornada sin respetar los días de descanso compensatorio constituye una modificación de la jornada; SAN 8/10/02 (A.L., 59/2002), donde se hace constar que las cuestiones relativas a la pausa para el bocadillo constituyen asuntos propios de jornada; con claridad, evidenciando que la 72 opción estatal de hacer subsidiaria la intervención del pacto de empresa en las cuestiones relativas a la distribución de la jornada se coordina a la perfección con el artículo 41.2.3º ET. Y ello porque este último precepto prohíbe modificar la jornada, su duración y su distribución, si estos extremos vienen previstos en convenio o pacto colectivo estatutario, pero lo que no prohíbe es modificar el horario aunque venga regulado en ese mismo convenio o pacto colectivo, siendo, con todo, necesario referir el significado de esta condición de trabajo estrictamente al régimen aplicable sobre horas de entrada y salida del trabajo. 3.3.1.2. Dada la íntima conexión del horario con las particularidades de empresas, centros de trabajo y con las funciones de los trabajadores, la fijación del horario está remitida a la negociación colectiva, al pacto individual o, en su caso, al empresario103. Esta remisión desprovista de límites no merece una valoración positiva desde la perspectiva del derecho del trabajador a poder disfrutar de tiempo para dedicarlo al desarrollo de la vida íntima, incluido el tiempo para la familia. Reténgase, a este respecto, que el Tribunal Supremo interpretando teleológicamente el art. 37.5 ET y reconociendo el derecho a modificar el turno por motivos de cuidado de hijo104 y nuestra doctrina judicial vienen rectificando algunas decisiones empresariales relativas al señalamiento de las horas de entrada y salida del trabajo de trabajadores modificación de un régimen de descansos es modificación de la jornada y no del horario, STSJ Comunidad valenciana 25/6/99 (Ar. 3955); STSJ Cataluña 26/11/99 (Ar. 3968); STSJ Cataluña 26/6/98 (A.L., 24/1999). 103 Por todos, Mª. D. ROMÁN DE LA TORRE: «La fijación del horario de trabajo», cit. pág. 592. 104 Vid., STS 20/7/00 (Ar. 7209). Glosando esta sentencia y el razonamiento que con base en la misma sigue un Juzgado de lo social, vid., M. A. ALMENDROS GONZÁLEZ: «La modificación del turno de trabajo por circunstancias familiares: el cuidado directo de menor de seis años», Base de datos West Law, A.S., núm. 9, (2004), pág. 2-3 de 4. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL y ERIK MONREAL BRINGSVAERD con responsabilidades familiares no protegidas expresamente en el texto de la ley105. 3.3.1.3. La dinámica del horario constituye una de las hipótesis de gestión del tiempo de trabajo más individualizables en el funcionamiento de la empresa106. Este carácter del horario ha dado lugar a la proliferación de pactos individuales suscritos en ausencia o en contra del convenio que han determinado, y vienen haciéndolo, la formación de un cuerpo de doctrina jurisprudencial constitucional y ordinaria y judicial que hay que tener muy presente para enjuiciar las actuales fórmulas de articulación convenio colectivo/pacto individual/voluntad del empresario tendentes a conseguir adaptaciones perfectas del horario a necesidades puntuales de la empresa107. Este enjuiciamiento impone tener claras las exigencias de los artículos 1256 Ccivil, 1273 C civil y 3.1.c) ET cuando encauzan la función reguladora del pacto individual, y de los artículos 41 ET y 3.5 ET cuando hacen lo propio con la capacidad dispositiva de la autonomía individual108. El análisis de la jurisprudencia y doctrina judicial que se cita permite extraer una regla general: si la negocia- 105 Vid., STSJ 29/10/03 (Ar. 4142), que introduce como causa justificativa de la negativa a prestar horas extraordinarias, además de la mala planificación del ritmo de ejecución del trabajo por la empresa, «... las circunstancias personales de éste [el trabajador], expresadas en la necesidad de recoger, justo media hora después de terminada la jornada ordinaria de trabajo, a su padre enfermo de Alzheimer...». 106 Vid., en los mismos términos, J. CRUZ VILLALÓN: «El artículo 41...», ,cit. pág. 144. 107 Vid., S.T.Const. 105/1992, 1 julio; S.T.Const. 208/1993, 28 junio doctrina seguida en STS 30/4/94 (Ar. 3475) y STSJ Madrid 30/10/01 (Ar. 27885); S.T.Const. 107/2000, 5 mayo, (Ar. 107) doctrina seguida en STSJ Cataluña 23/3/00 (Ar. 1061) y STSJ Galicia 5/10/01 (Ar. 2950); y S.T.Const. 225/2001, 26 noviembre. 108 Vid., sobre la distinción entre «inderogabilidad» de la norma e «indisponibilidad» del derecho, A. OJEDA AVILES: La renuncia de derechos del trabajador, Madrid, 1971, pág. 77; Mª. I. RAMOS QUINTANA: La garantía de los derechos de los trabajadores (inderogabilidad e indisponibilidad), Valladolid, 2002, pág. 42. ción colectiva regula un horario con pretensión de uniformidad, difícilmente podrá el pacto individual desarrollar su función reguladora en beneficio del empresario al margen de lo convencionalmente dispuesto109 . La negociación colectiva, sin embargo, viene diseñando importantes medidas de flexibilidad, que pueden agruparse en dos categorías. Una consiste en organizar regímenes horarios flexibles (a), y otra en prever procedimientos modificatorios del horario más laxos que el legal (b): (a) Entre el primer tipo de prácticas, destaca la configuración del horario del convenio como dispositivo para la autonomía individual110. Esta práctica pudiera abrir la puerta a una eventual regulación individual masiva del horario, aunque con la jurisprudencia constitucional y alguna sentencia judicial en la mano, la habilitación convenida al pacto individual excluye, en línea de principio, la apreciación de ánimo antisindical en la conducta empresarial111. Otras prácticas de este estilo consisten en fijar un horario inconcreto 112 , lo que habilita al empresario para incluir en los contratos cláusulas de fortalecimiento de su poder organizativo en la materia113. Vid., STSJ Cantabria 13/3/95 (Ar. 1058). El pacto individual siempre puede mejorar en provecho del trabajador cada una de las cláusulas del convenio, vid., STSJ Castilla y León 9/6/03 (Ar. 178100). 110 Vid., STS 5/6/95 (Ar. 4753); STS 9/11/98 (A.L., 361/1998). 111 Existiendo habilitación desde el convenio al pacto individual para fijar, aun en masa, un horario diferente «... la conducta [de la empresa] no atenta contra la libertad sindical del sindicato (...) ya que los pactos individuales no pretenden desvirtuar, ni de hecho desvirtúan lo pactado en el convenio colectivo...», vid., STSJ Madrid 26/1/00 (Ar. 1294). 112 Vid., STSJ Navarra 14/11/97 (Ar. 3906); STSJ Castilla-La Mancha 26/2/04 (Ar. 839). 113 No siendo el horario una condición de trabajo mensurable puede resultar difícil concluir que el horario individual distinto del convencional perjudica al trabajador, vid., T. SALA FRANCO: «La funcionalidad del pacto individual como vehículo flexibilizador de las condicio109 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 73 ESTUDIOS (b) Las prácticas convencionales consistentes en fijar un procedimiento modificatorio del horario más laxo que el legal vienen siendo convalidadas por la jurisprudencia. A tal efecto, se estima que lo que hace el empresario es servirse cabalmente de la autorización que le confiere el convenio para modificar el horario 114, o que encajando la decisión empresarial en la previsión convencional, no existe modificación del convenio115. A la vista de esta doctrina, parece coherente considerar que este tipo de prácticas, más que atentar a la naturaleza mínima del artículo 41 ET116, condicionan el juego de esta norma legal a la modulación del régimen jurídico del horario convencionalmente efectuada, tal y como, por lo demás, ha podido apuntar el Tribunal Supremo117. En cualquier caso, el problema es de límites118, siendo de reseñar que nuestros tribunales laborales indican que estas facultades modifica- nes contractuales», Tr.S., núm. 36, (1993), pág. 9; A. BLASCO PELLICER: La individualización de las relaciones laborales, Madrid, 1995, pág. 224. En estos casos no cabe una respuesta general o abstracta porque sólo cabe la respuesta singular y concreta de los afectados, según M. ALONSO OLEA: «La negociación colectiva y la mejora de las condiciones de trabajo», R.E.D.T., núm. 63, (1994), pág. 142; y F. PÉREZ DE LOS COBOS: «La denuncia modificativa empresarial y el principio de condición más beneficiosa», A.L., núm. 21, (1996), pág. 429. 114 Vid., STS 17/7/00 (A.L., 219/2001); SSAN 2/11/00 (A.L., 711/2001) y 14/6/02 ( AL., 1344/2002). 115 Vid., STSJ Cantabria 8/3/00 (Ar. 967). 116 Vid., STSJ Comunidad valenciana 21/2/03 (Ar. 216452). 117 Quien ha dicho que «... la finalidad manifiesta del art. 41 ET es la de establecer reglas para la modificación de las condiciones de trabajo derivadas de convenio colectivo, pero no la de establecer limitaciones a los negociadores de estos convenios. Por lo tanto, el art. 41 ET podrá ser infringido por el empleador que intente modificar aquellas condiciones de trabajo sin seguir el procedimiento previsto en dicho precepto legal o en aspectos no permitidos por él, pero no por quines hacen uso de la autonomía colectiva que les confiere el art. 28 de la Constitución...», vid., STS 7/3/03 (Ar. 4499). 118 De forma similar, vid., J. RIVERO LAMAS: «Modificación de condiciones de trabajo establecidas en convenio colectivo», D.L., núm. 53, (1997), págs. 41-42. 74 torias del empresario deben venir convencionalmente previstas, y en su caso actuarse, de forma causalizada119. 3.3.2. El horario nocturno y el horario a turnos, al margen las obligaciones legalmente previstas en materia de salud laboral, quedan legalmente regulados como sigue: 3.3.2.1. El horario nocturno art. 36.1 ET se extiende, como poco, entre las diez de la noche y las seis de la mañana. Por otro lado, la norma que especifica quién es trabajador nocturno art. 36.1.3º ET120 debe ser interpretada en el sentido de que tanto la negociación colectiva como el pacto individual pueden reducir el número de horas que hay que prestar en horario nocturno para poder ser considerado trabajador nocturno y acceder así a los beneficios de la jornada nocturna121. De este horario también interesa apuntar que su régimen legal art. 36.1.2º ET abre la posibilidad de que exista una distribución irregular quincenal de la jornada máxima nocturna de ocho horas diarias por simple decisión del empresario122, siempre que la negociación colectiva no diga lo contrario. Este módulo promedio de quince días puede, a mayor abundamiento, resultar sustituido por otro mayor en ciertos casos reglamentariamente previstos; de la misma forma, la prohibición legal de prestar horas extraordinarias que rige para los trabajadores nocturnos art. 36.1.2º ET también puede resultar excepcionada en esos mismos casos. La última especialidad de este horario concierne al régimen retributivo de las horas 119 Vid., STS 5/6/02 (A.L., 1165/2002); STS 22/9/03 (A.L., 629/2003). También, SAN 1/3/01 (Ar. 149488); STSJ Baleares 26/10/95 (Ar. 3633); STSJ Canarias 14/1/97 (Ar. 770); STSJ Cataluña 1/3/97 (Ar. 1034). 120 Tal conceptuación la merece quien ejecute en horario nocturno una parte no inferior a 3 horas al día o a un tercio de la jornada anual. 121 Sobre la naturaleza compensatoria de la jornada nocturna, F. VALDÉS DAL-RÉ: «Jornada nocturna», cit. pág. 231. 122 Vid., STSJ Cataluña 16/4/98 (Ar. 5570). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL y ERIK MONREAL BRINGSVAERD nocturnas123, hasta 1994 normado a través de un mínimo cuya desaparición exige hoy una importante labor interpretativa si se quiere dotar de sentido a la norma en juego art. 36.2 ET124. A nuestro juicio, el tenor literal, además de su claro objeto flexibilizador, probablemente tenga por objeto erradicar las prácticas convencionales de antes de 1994, dirigidas a ahorrar el plus de nocturnidad declarando que los trabajos son nocturnos por su propia naturaleza125. Desde esta perspectiva, valdría interpretar que la norma sigue siendo mínima126, bien que lo que se ha tornado dispositivo para las partes sociales es el porcentaje de incremento a aplicar al mínimo legal que supone el precio de la hora diurna127. Las excepciones a la retribución específica de estas horas, en fin, consisten o en retribuir sin plus un trabajo nocturno por su propia naturaleza, es decir, que no puede ser realizado de día128, o en compensarlas con descansos. 123 Lo que constituye el objeto de la retribución específica no es el trabajo nocturno en sí sino las horas nocturnas, STS 1/12/97 (A.L., 694/1997); SSTSJ Sta. Cruz de Tenerife 24/5/99 (Ar. 2367) y 10/4/03 (A.L., 1308/2003). 124 Norma que previene que el trabajo nocturno tiene una retribución específica que se determinará en la negociación colectiva. Aunque su interpretación literal puede llevar a pensar que la cuestión de la retribución del trabajo nocturno queda remitida en bloque a la negociación colectiva vid., V. A. MARTÍNEZ ABASCAL: «La relación ley-negociación colectiva en la reforma de la normativa laboral: ¿Una adaptación del Derecho del Trabajo a la dimensión de la empresa?», R.L., núm. 15/16, (1995), pág. 82, consideramos, sin embargo, que los graves problemas dogmáticos y prácticos que se derivarían de la ausencia de regulación convencional del régimen remuneratorio del trabajo en horario nocturno desautorizan esta opción. 125 Vid., F. VALDÉS DAL-RÉ: «Jornada nocturna», cit., págs. 240-242. 126 Con M. R. ALARCÓN CARACUEL: «Duración del contrato...», cit. págs. 116-117; y L. MELLA MÉNDEZ: «Horario de trabajo», en AA.VV., La ordenación del tiempo de trabajo, cit. pág. 104. 127 Vid., Fª. FUENTES RODRÍGUEZ: El papel del convenio colectivo tras la reforma laboral, Valencia, 1995, pág. 79. 128 Con M. ALONSO OLEA: «Jornada de trabajo...», cit. pág. 85. En cualquier caso, el campo de actuación de los 3.3.2.2. El horario a turnos art. 36.3 ET, cuya implantación, como horario que es, es una decisión que en ausencia de convenio o previsión convencional puede adoptar el empresario siempre que no modifique un horario ya en vigor129, implica una ocupación sucesiva de los mismos puestos de trabajo por parte de trabajadores o equipos de trabajadores, con las consiguientes variaciones horarias130. Esta ocupación se efectúa con arreglo a un ritmo continuo o discontinuo, esto es, que tanto puede implicar descansos no coincidentes de los equipos como descansos simultáneos131. Con arreglo a la Directiva art. 2.5 D 2003/88 UE, el ritmo también puede ser rotatorio. Ello, a nuestro modo de ver, probablemente haga referencia a que exista alternancia, o no, en las funciones a realizar dependiendo del turno que corresponda. En cualquier caso, hoy el trabajo a turnos implica rotación horaria, lo que hace obligado compaginar interpretativamente la definición legal con otros preceptos de antes de 1994, cuando los turnos no implicaban rotación. trabajos nocturnos por su propia naturaleza, calificación que no es asunto disponible por los interlocutores sociales vid., SSTSJ Cataluña 28/11/02 (Ar. 4183) y 18/12/98 (Ar. 4701); STSJ Castilla y León 24/7/01 (I.L., 1776/2001) pasa a coincidir, casi de manera exclusiva, con funciones de vigilancia, asistencia o mantenimiento prestadas en circunstancias tales que permitan al factor nocturnidad desarrollar un relevancia tipificadora, vid., F. VALDÉS DAL-RÉ: «Jornada nocturna», cit. págs. 237 y 240. 129 Por todos, A. MONTOYA MELGAR: «Jornada en régimen de turnos», en AA.VV., Estudios sobre la jornada de trabajo, cit. pág. 149. En la doctrina judicial vid., STSJ Madrid 7/7/03 (Ar. 3489); STSJ País vasco 28/1/03 (Ar. 115357). Resolviendo sobre la validez de una cláusula convencional que obliga al empresario a instaurar turnos rotatorios y no le permite organizar turnos fijos, STSJ Andalucía 9/3/99 (Ar. 2715). 130 Estas variaciones horarias constituyen la nota tipificadora del trabajo a turnos, vid., STSJ Andalucía 26/3/03 (Ar. 162631); STSJ Murcia 10/1/00 (Ar. 14). En nuestra doctrina científica, A. MURCIA CLAVERÍA: «Trabajo nocturno, trabajo a turnos y ritmo de trabajo», en AA.VV., La reforma del mercado de trabajo, pág. 309. 131 Vid., J. GARCÍA GOMBAU: El trabajo a turno, Bilbao, 1991, pág. 36. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 75 ESTUDIOS Desde este entendimiento, el Tribunal Supremo ha reconocido al trabajador el derecho de preferencia a elegir turno para acudir a clases art. 23.1.a) ET aunque éste trabaje a turno fijo132. El Decreto de las jornadas especiales introduce importantes márgenes de flexibilidad para gestionar los descansos entre jornadas y semanal en el trabajo a turnos. Por lo que concierne al primer descanso art. 19.2 DJE, si el trabajador cambia de turno y no puede disfrutarlo íntegro, el mismo puede ser objeto de reducción de doce a siete horas debiendo existir compensación in natura posterior133. En cuanto al segundo descanso art. 19.1 DJE, cabe o bien acumular por periodos de hasta cuatro semanas el medio día de descanso semanal, o bien separarlo respecto del correspondiente al día completo para su disfrute otro día de la semana. Adviértase que la inexpresividad de ambas normas determina que estas opciones queden reconocidas, en ausencia de convenio o regulación convencional, al empresario. La ley exige que el empresario tenga en cuenta la rotación de los turnos en las empresas que permanezcan en funcionamiento todo el día art. 36.3.2º ET134, previsión que concreta la obligación empresarial a adecuar el 132 Vid., STS 25/10/02 (Ar. 10211). Con anterioridad, resolviendo un supuesto similar de forma diferente, STSJ Cataluña 10/1/00 (Ar. 5317). 133 Vid., STSJ La Rioja 23/10/97 (Ar. 3495); STSJ Sta. Cruz de Tenerife 17/11/98 (Ar. 4882). 134 Antes de 1994 se interpretaba que esta norma ni proscribía la adscripción a turnos fijos, con la excepción del nocturno, ni prescribía el sistema rotatorio, vid., A. MONTOYA MELGAR: «Jornada en régimen de turnos», cit. pág. 145. También se le criticaba que los turnos pueden cubrir períodos inferiores a 24 horas y resulta absurdo que en su organización no haya que considerar criterios relativos a su rotación, con V. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ: «El trabajo a turnos», cit. pág. 262. Con estas pautas interpretativas, nuestros Tribunales venían considerando que existiendo más de un trabajador que realiza los mismos cometidos no puede uno gozar con exclusividad del turno más favorable, vid., STSJ Madrid 23/1/91 (Ar. 850). 76 ritmo de trabajo a la persona del trabajador art. 36.5 ET. Mayor virtualidad probablemente tiene el derecho del trabajador art. 36.3.2º ET a no ocupar el turno nocturno más de dos semanas consecutivas a no ser que éste, no sus representantes, lo consienta expresamente135, siendo necesario interpretar no obstante que esta prohibición rige ante todo tipo de turnos y no sólo cuando la empresa está en marcha todo el dia136. La previsión imperativa, favorable al empresario, que le permite organizar turnos por semanas completas asignando trabajadores también por semanas completas art. 36.3.3º ET, ha devenido obsoleta porque hoy no es necesario exceptuar prohibición jurídica alguna de trabajo en domingos y festivos, cosa que sí ocurría antes de 1994. 3.3.3. Con relación al calendario laboral art. 34.6 ET, su función es dar publicidad a los criterios que rigen la ejecución temporal del trabajo. A partir de ahí, Tribunal Supremo y doctrina judicial aclaran que la derogación de la norma reglamentaria que delimitaba el contenido de dicho documento art. 4.3 RD 2001/1983 no debe interpretarse en el sentido de que la norma imperativa que exige que el empresario exponga un calendario en un lugar visible del centro de trabajo cumple una función meramente cosmética. Dada su función, en efecto, este documento debiera servir o bien para determinar anticipadamente horarios y demás condiciones de tiempo de trabajo, o bien, cuando el régimen jurídico de la jornada incluya medidas de flexibilidad, para anticipar un conocimiento más o menos exacto de los criterios que rigen la problemática de las horas de entrada y salida del trabajo137. En todo 135 Vid., L. MELLA MÉNDEZ: «Horario de trabajo», cit. pág. 112. 136 Por todos, A. MONTOYA MELGAR: «Jornada en régimen de turnos», cit. págs. 146-147. 137 Vid., STS 18/9/00 (Ar. 8297); STS 30/4/01 (Ar. 5133); STSJ Aragón 10/4/01 (Ar. 1203); STSJ Castilla y León 10/6/03 (Jur. 2003/185285). En la misma línea, vid., SSTSJ Galicia 17/7/98 y Navarra 27/7/98 (A.L., 1794 y 1727/1998). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL y ERIK MONREAL BRINGSVAERD caso, es fraudulento utilizar el calendario para que el empresario efectúe, a través del mismo, modificaciones importantes del horario hasta el momento en vigor138. El régimen jurídico de este documento, en fin, se completa con la norma que obliga al empresario a consultar a los representantes de los trabajadores antes de publicar el calendario DA 3ª.a) DJE. 138 Vid., STS 9/12/03 (Ar. 2003). Matizando esta afirmación, la práctica jurisdiccional evidencia que el calendario puede ser útil para suprimir ventajas horarias que no constituyan condiciones más beneficiosas, vid., STSJ Madrid 3/10/01 (Ar. 20564). Asimismo, ante una sucesión de convenios pueden existir desfases horarios, no siendo pocos los supuestos que demuestran que aunque la fijación empresarial del calendario comporte una alteración horaria, ésta no tiene por qué ser sustancial, vid., por ejemplo, STS 26/6/03 (A.L., 1379/2003); STS 23/9/97 (A.L., 242/1998); STSJ Castilla y León 22/9/03 (Ar. 1897/2004); SAN 4/10/99 (Ar. 4273). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 77 ESTUDIOS RESUMEN 78 La regulación de la jornada expuesta resulta, en general, a nuestro entender, acorde con las necesidades de tutela de los trabajadores y de funcionamiento del sistema productivo. No obstante, diez años en la vida de una norma laboral son hoy por hoy muchos y la regulación vigente presenta ya, a nuestro juicio, algunos aspectos de inadecuación u obsolescencia, que probablemente sea necesario abordar. Por lo pronto, y a salvo lo que resulte de la reforma recientemente emprendida de la Directiva sobre tiempo de trabajo, hay algunos aspectos en los que la norma española no se ajusta como debiera a la comunitaria. Es el caso, por ejemplo, y quizás la reforma de la Directiva en ciernes pueda dejar sin sentido esta crítica, del llamamiento inmatizado que la ley española hace a la negociación colectiva para programar regímenes anuales de jornada, que choca con la Directiva en la medida en que ésta habilita el promedio cuatrimestral y, en su caso, si el convenio es nacional o autonómico, el semestral, pero sólo consiente el promedio anual causalizadamente y si el Estado lo permite de forma expresa. En relación también con la Directiva, pero, sobre todo, en relación con la transformación del sistema productivo y con la asunción colectiva de nuevos valores, como la necesidad de conciliar vida laboral y familiar, hay instituciones que seguramente necesitan de algún retoque. Es el caso, por ejemplo también, del llamado tiempo de disponibilidad, esto es, el tiempo, cada día más frecuente en algunos trabajos, de permanencia inactiva del trabajador en su centro o lugar de trabajo, en cuya regulación probablemente deben concurrir la ley y la negociación colectiva. Y lo mismo cabe afirmar con relación al régimen jurídico de la distribución de la jornada y del horario, pues aunque los Tribunales vienen dando cuerpo a un principio interpretativo que obliga a tener presentes las necesidades de la vida familiar de todos los trabajadores, se echa en falta alguna previsión legal que atienda a esta necesidad. Hay aspectos, en tercer lugar, de la regulación legal que han sido desbordados por la negociación colectiva y en los que seguramente lo adecuado sería asumir en la ley lo que aquélla vive con normalidad. Ejemplos de lo que decimos son la posibilidad de pactar horas complementarias en los contratos a tiempo completo, la regulación del trabajo en día de fiesta o la posibilidad de que los convenios colectivos organicen sus propios regímenes de tiempo de trabajo sin necesidad de recurrir al expediente del art. 41 ET. Hay, en fin, instituciones cuya regulación probablemente no haya producido el resultado esperado y que requieran de algún ajuste para evitar situaciones de abuso, como es el caso de las horas extraordinarias. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 Movilidad funcional y modificación sustancial de condiciones de trabajo JOAQUÍN GARCÍA MURCIA* PRESENTACIÓN L as decisiones sobre movilidad y modificación sustancial de condiciones de trabajo no figuran, en apariencia, entre los aspectos más delicados de la relación de trabajo, que suelen identificarse con la duración del contrato (y, concretamente, con las posibilidades de contratación temporal), con las vicisitudes que pudieran afectar a su vigencia o continuidad (como el cambio de empresario, por señalar una de las de mayor envergadura), y, en general, con los procedimientos y formas de extinción (y sobre todo, claro está, con el despido). Pero no cabe ninguna duda de que, pese a ello, los cambios en la prestación de trabajo constituyen acontecimientos de singular trascendencia no sólo para la conformación del contrato sino también para su misma estabilidad, pues atañen a cuestiones tan decisivas como la clase de tareas que puede o debe realizar el trabajador, el lugar en el que el trabajo se ubica o los términos de realización de la prestación de trabajo (como la jornada, el horario o el régimen salarial). No es cuestionable tampoco el impacto de esos cambios en la clase de intereses que * Catedrático de Derecho del Trabajo. Universidad de Oviedo. habitualmente rondan en el contrato de trabajo, ni, por decirlo con mayor precisión, su capacidad de reflejo de las posiciones encontradas que por lo general ocupan los sujetos de la relación laboral. Es fácil de comprender, en efecto, que si la acomodación progresiva de la prestación de trabajo forma parte de las aspiraciones propias de todo empresario, la estabilidad en el empleo, entendida ahora en su sentido más amplio (es decir, como estabilidad no sólo en el contrato sino también en las condiciones de realización del trabajo) figura, por el contrario, entre los bienes más apreciados por el trabajador, no muy proclive seguramente a introducir alteraciones en su ritmo o modo de trabajo, y menos aún en su forma de vida, en su organización familiar o en sus relaciones sociales. El cambio en la clase o las condiciones de trabajo puede ser bueno, desde luego, para la organización productiva, y eventualmente para el trabajador, pero probablemente suponga para éste mayores trastornos e inconvenientes que para la empresa. Siendo así, las indicaciones o reglas que en este terreno imponga la legislación laboral nunca podrán ser inocuas o anodinas, entre otras razones porque tendrán que tomar partido, por su propia naturaleza, por alguno de aquellos intereses. Cabe decir, por ello, que las normas sobre movilidad y modificación de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 79 ESTUDIOS condiciones de trabajo están inevitablemente llamadas a engrosar la parte más sustanciosa o genuina del Derecho del Trabajo, en la medida en que su principal finalidad y razón de ser no podrá ser otra que la consabida composición de intereses entre los sujetos que contienden en el contrato de trabajo, y que, a la hora de fijar su contenido y alcance, el legislador no tendrá más remedio que conjugar una dosis razonable de tutela a favor del trabajador con la preservación de unos márgenes suficientes para el adecuado despliegue de los poderes empresariales de organización y dirección del trabajo. Ésta ha sido, a fin de cuentas, la orientación de la legislación española en la materia, especialmente desde que se empezó a tomar plena conciencia del problema. Algo que, por cierto, vino a coincidir en el tiempo con la concepción y preparación del Estatuto de los Trabajadores (ET), ya que la legislación precedente y, en especial, la que recorre el periodo comprendido entre la II República y la transición política no pasó de unas primeras indicaciones sobre el contenido de la prestación de trabajo y las posibilidades de variación del empresario en circunstancias extraordinarias, sin perjuicio de lo que se fue añadiendo (preferentemente, en materia de organización del trabajo, clasificación profesional y movilidad) por aquel cauce tan peculiar constituido por las reglamentaciones de trabajo y ordenanzas laborales. El Estatuto de los Trabajadores, a su vez, tuvo que reacomodarse con el paso de los años, precisamente por aquella constante necesidad de equilibrio entre las posiciones e intereses de una y otra parte de la relación de trabajo. LA SITUACIÓN PREVIA AL ESTATUTO DE LOS TRABAJADORES Por razones que en el fondo tal vez no sean muy difíciles de comprender, lo cierto es que, 80 como se acaba de decir, la legislación laboral de los primeros momentos no pareció muy preocupada ni por la fijación del contenido de la prestación laboral ni, en mayor medida aún, por su posible alteración como consecuencia de causas sobrevenidas o de nuevas necesidades de la organización productiva. Una buena muestra de ello puede encontrarse, si queremos identificar algún punto de partida, en el Código de Trabajo de 1926 (aprobado por RDL de 23 de agosto de ese año), en el que ni siquiera se hizo alusión a los poderes de variación del empresario, insertos, supuestamente, en sus facultades generales de dirección y organización del trabajo (de las que, por cierto, tampoco había un reconocimiento expreso en aquellas normas históricas). En realidad, en esta primeriza normativa laboral la atención hacia el contrato de trabajo parecía quedar limitada a los requisitos de su válida celebración y a sus posibilidades de vigencia en función de los términos acordados por las partes. De ahí que las normas de la época mostraran su mayor interés en todo lo relativo a la posible duración del contrato (abriendo a tal efecto las tres grandes opciones que desde entonces se conocen: sin tiempo fijo, por cierto tiempo o para obra o servicio determinado) y a sus posibles causas de extinción, sin perjuicio de que también se prestara alguna atención, naturalmente, a las condiciones más básicas de toda relación de trabajo, esto es, a la jornada y la retribución. Con el paso del tiempo, como era de esperar, la legislación laboral fue haciéndose cargo de otros muchos aspectos del trabajo asalariado, y fue introduciéndose, por lo que ahora nos interesa, en la determinación de los derechos, facultades, obligaciones o responsabilidades de las partes, lo que constituía ya una primera puerta de entrada para abordar el contenido y alcance de la prestación de trabajo, que, como fácilmente se comprende, es la base de operaciones para las decisiones de movilidad o modificación y, en consecuencia, para la afloración de las correspondientes REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA normas o directrices legales1. La Ley de contrato de trabajo de 1931 de 21 de noviembre, para más señas ilustra a la perfección esta nueva tendencia, al exigir como ya habían hecho algunos proyectos anteriores, dicho sea de paso2 la mención en el contrato de «la clase o clases de trabajo» que constituyeran su objeto (art. 20), y al disponer que en condiciones normales, y a falta de otra especificación en «disposiciones, bases, acuerdos o pactos colectivos», se prestará «el trabajo corriente» (art. 76), pero con la precisión de que en caso de «necesidades urgentes de prevenir grandes males inminentes o remediar accidentes sufridos» el trabajador habría de «prestar mayor trabajo u otro del acordado», bien es cierto que «de modo pasajero» (art. 77). Acogiendo asimismo reglas avanzadas con anterioridad en fase de proyecto, la LCT de 1931 empezó a imponer también la elaboración de un reglamento de trabajo en las fábricas o talleres de cierta dimensión (más de 50 trabajadores, en la industria o comercio), en el que se habrían de consignar las «disposiciones precisas» acerca, entre otras muchas cuestiones, de las «exigencias del trabajo» (art. 66), y en el que, por ello mismo, habría que proceder, presumiblemente, a la determinación del contenido de la prestación 1 Vid. J.CRUZ VILLALÓN, Las modificaciones de la prestación de trabajo, MTSS, Madrid, 1983, pp. 34 ss. 2 Esta básica despreocupación por todo lo relativo a la movilidad o la modificación de condiciones de trabajo se deja notar también en los sucesivos proyectos de ley de contrato de trabajo preparados en nuestro país desde los inicios del siglo XX (desde el proyecto Dávila de 1906, concretamente), que, con todo, progresivamente fueron mostrando alguna inquietud por el devenir del contenido del contrato, al exigir que figurara en el mismo «la determinación tan precisa como sea posible en cada caso del servicio contratado» o al consagrar la subordinación del trabajador a la «la autoridad del patrono» y, más concretamente, su obligación de trabajar en los casos de urgencia y circunstancias anormales de la obra por un tiempo mayor que el fijado para la jornada ordinaria. Los textos pueden consultarse en A. MARTÍN VALVERDE y otros, La legislación social en la historia de España. De la revolución liberal a 1936, Congreso de los Diputados, Madrid, 1987. inicial y a la previsión de sus posibles variaciones. La mayor densidad de la normativa laboral durante el régimen franquista iba a ser, en todo caso, terreno abonado para una reglamentación más detallada del trabajo y, especialmente, para una mayor precisión de las facultades empresariales en lo que empezó a llamarse «la ordenación de los elementos de la empresa»3. No podía extrañar, por lo tanto, que ya en la primera norma laboral auténticamente representativa de las orientaciones del nuevo régimen la Ley de reglamentaciones de trabajo de 16 de octubre de 1942 se incluyeran referencias claras y directas a la «organización del trabajo» y a la «clasificación del personal», ni tampoco que en el nuevo texto de la ley de contrato de trabajo aprobado por Decreto de 26 de enero de 1944se identificara como contenido necesario del «reglamento de régimen interior» (la nueva denominación del reglamento de empresa) todo lo relativo a la «organización y jerarquía en el trabajo», la ordenación de las «plantillas» o la «clasificación de personal» (arts.21 y 22). Por lo demás, la LCT de 1944 reiteraba que en el contrato debía consignarse «la clase o clases de trabajo» contratado (art. 16), y que el trabajador, obligado en principio a realizar la clase y extensión de trabajo marcada por las pautas normativas correspondientes (leyes, reglamentación del trabajo, contrato y, en su defecto, usos y costumbres, según el sistema de fuentes de la época) y a prestar «el trabajo «corriente», de forma pasajera «y por necesidad urgente de prevenir grandes males inminentes o de remediar accidentes sufridos», quedaba también obligado a realizar «mayor trabajo u otro del acordado, a condición de indemnizarle de acuerdo con las disposiciones legales» (art. 64). 3 Expresión que pertenece, como ya se habrá reparado, al Fuero del Trabajo de 1938, cuya Declaración III encomendaba al Estado, con carácter general, la fijación de las bases «para la ordenación del trabajo». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 81 ESTUDIOS Con esta regla, ya instaurada como vimos en la legislación republicana, se concedía al empresario un primer poder de «variación» respecto de «la clase y extensión» de la prestación de trabajo. Pero fue una disposición coetánea a la LCT de 1944, sin embargo, la que empezó a ocuparse en sentido estricto, y de forma mucho más explícita, de la posible introducción de cambios en el contenido o el alcance funcional de la prestación de trabajo. En efecto, mediante otro Decreto de 26 de enero de 1944, destinado a establecer un nuevo procedimiento de suspensión o extinción de los contratos de trabajo por crisis de la empresa en sustitución de una primera intervención estatal en el periodo de la II República (el Decreto de 29 de noviembre de 1935), se contempló de manera expresa la posibilidad de que el empresario también decidiera modificaciones, «por cualquier concepto», en «las condiciones en que se desenvuelven las relaciones laborales entre los elementos de la producción, tales como reducciones de plantilla, jornada de trabajo, establecimiento de turnos, o cualquier otra que implique alguna variación en el contrato de trabajo existente», exigiendo para ello, al igual que ya se venía haciendo para los casos de suspensión y extinción, el requisito de autorización previa por parte de la Administración laboral competente. A esas alturas, pues, ya estaba presente en la legislación laboral, de forma clara, una nueva categoría: la modificación de condiciones de trabajo por iniciativa empresarial. A ella harían referencia, como era de esperar, otras normas posteriores, con una orientación similar: en primer término, el Decreto 3090/1972, de 2 de noviembre, de política de empleo (desarrollado por Orden de 18 de diciembre de 1972), que reiteró la necesidad de autorización de los órganos competentes del Ministerio de Trabajo para «la modificación de las condiciones de trabajo», esto es, para la modificación de «las condiciones en que se desenvuelven las relaciones laborales en la empresa que impliquen variación en los 82 contratos de trabajo» (arts.8 y 9)4; posteriormente, la Ley de Relaciones Laborales de 1976 Ley 16/1976, de 8 de abril, que incluyó una regla similar en su art. 18, en el que también se mantenían las competencias de informe previo que ya habían sido reconocidas por la norma anterior en favor de la Organización sindical y de los jurados de empresa (o, de no existir éstos, de los enlaces sindicales)5. Fue precisamente esta última disposición legal la que incorporó al contenido de la legislación laboral otra de las categorías básicas en el ámbito de la movilidad o variación de condiciones de trabajo: el cambio de lugar de trabajo con cambio de residencia, que podía ser de carácter temporal o transitorio (desplazamiento) o, por el contrario, de carácter duradero o presumiblemente definitivo (traslado). A estos efectos, la LRL supuso también la introducción de algunas pautas y exigencias que abrirían una nueva línea de regulación para el futuro, como la necesidad de concurrencia de «probadas razones técnicas, organizativas o productivas» para entender justificada la correspondiente medida empresarial, el requisito de autorización administrativa en el traslado, la competencia de la autoridad laboral para dirimir los posibles conflictos entre trabajador y empresario, y el llamado «derecho de consorte» (art. 22). 4 Tal vez fuera ésta una de las primeras ocasiones en que la facultad de «variación» del contenido del contrato (o variación «en las condiciones de la relación jurídico--laboral», como aclaraba el precepto de referencia) consiguiese tener recepción legal expresa, y también una de las primeras en las que el propio legislador trata de dar significado a esa figura, al precisar que no existe tal variación «cuando el empresario actúe dentro de las facultades inherentes a la Organización del Trabajo que le reconocen las disposiciones legales», sin perjuicio de lo que al respecto establezcan las Ordenanzas de Trabajo o los Convenios Colectivos Sindicales» (art. 9 Decreto 3090/1972). 5 El precepto fue parcialmente modificado por el art. 45 del RDL 17/1977, 4 marzo, pero tan sólo en lo relativo a suspensión y extinción de las relaciones de trabajo, sin alusión a las decisiones de modificación de condiciones de trabajo. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA LA ENTRADA EN ESCENA DEL ESTATUTO DE LOS TRABAJADORES En todo caso, y como ha podido comprobarse, a la altura de 1980 la situación normativa en torno a las facultades de organización y dirección del trabajo y, en particular, en torno a las posibilidades del empresario de introducir cambios en la prestación de trabajo inicialmente contratada, era todavía un tanto precaria, necesitada de un diagnóstico adecuado de la amplitud del problema y, sobre todo, de un mínimo sistema. En buena medida, y cuando menos de modo implícito, la legislación del trabajo parecía reposar o bien en la propia inercia de la relación laboral (en la que seguramente el trabajador llevaba las de perder), o bien en la normativa sectorial, que en aquella época estaba representada sobre todo por las reglamentaciones de trabajo y ordenanzas laborales y que, tras declarar como premisa general que la organización del trabajo pertenecía a las competencias de la dirección de la empresa, solía proporcionar reglas acerca de la clasificación profesional, la movilidad funcional, los cambios de categoría, los ascensos, y los traslados o desplazamientos, normalmente para reconocer ciertas facultades al empresario, aunque también para preservar los derechos del trabajador afectado, e incluso para reconocer al personal algunas posibilidades de iniciativa o propuesta de cambios. En comparación con sus precedentes, la Ley 8/1980, de 10 de marzo, de aprobación del Estatuto de los Trabajadores representó ante todo una primera reconstrucción y sistematización de los poderes empresariales y, en concreto, de las posibilidades del empresario de proceder a la modificación del contenido o alcance funcional de la prestación de trabajo. Por lo pronto, esa primera versión del ET consagró el poder empresarial de organización y dirección del trabajo (art. 20) y el correlativo deber de obediencia del trabajador (art. 5.c), como una especie de habilitación general para la gestión del personal de la empresa. Pero además reconoció al empresario, en algún caso de manera implícita y en otros de manera expresa, facultades de movilidad funcional dentro de ciertos límites (art. 39, en conexión con el art. 23)6 y facultades de modificación «sustancial» de condiciones de trabajo (art. 41), incluidos traslados y desplazamientos (art. 40), siempre que ello estuviera justificado por razones técnicas, organizativas o de producción, es decir, cuando para el buen desarrollo de la actividad empresarial se hiciera necesario un reajuste o reacoplamiento (en sentido funcional o topográfico) de la plantilla 7 . A todo ello se añadía, como materias conexas, una referencia esencial al procedimiento de clasificación profesional (art. 16.4) y una regulación básica de los criterios y procedimientos de «ascenso» en el sistema de grupos o categorías profesionales, terreno éste en el que, por cierto, de nuevo se iba a reservar un espacio notable para «las facultades organizativas del empresario» (art. 24). Ciertamente, no podía decirse que fuese una regulación perfecta, ni siquiera una regulación acabada, por varias razones. Ante todo, por su deficiente ensamblaje, que se hizo a base de piezas sueltas y relativamente inconexas, y que parecía quedar a expensas de una posterior labor de montaje y de perfil, que obviamente tenía que corresponder a los intérpretes o aplicadores de la norma. Pero también por su carácter incompleto o limitado, tanto desde el punto de vista material 6 Una de las grandes novedades de esta nueva regulación fue la introducción de un concepto más moderno, el de «grupo profesional», como eje del sistema de clasificación profesional y como ámbito natural de la movilidad funcional, con el fin de superar las «estrecheces» del las tradicionales categorías profesionales. 7 En este punto, el ET fue desarrollado y completado por el RD 696/1980, 14 abril, que vino a sustituir al Decreto 3090/1972 en la ordenación de sobre expedientes de regulación de empleo, y que se ocupó de la modificación sustancial de condiciones de trabajo, incluido el traslado, en sus artículos 1 a 3. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 83 ESTUDIOS como desde el punto de vista subjetivo, pues, además de olvidarse del muy probable interés del trabajador en introducir cambios en la prestación de trabajo, cuando menos de forma circunstancial o por motivos ocasionales (como ya había dejado ver la normativa sectorial), tan sólo afrontaba los cambios «sustanciales» o de notable envergadura (como el cambio de categoría por un tiempo prolongado, o el cambio de lugar de trabajo con cambio de residencia), dejando fuera de su radio de acción otras variaciones tal vez no tan «dramáticas» pero de efectos igualmente sensibles para el trabajador (como el cambio de lugar de trabajo sin cambio de residencia pero con mayor tiempo de desplazamiento, o el cambio de ubicación de la empresa o de sus centros de trabajo, por poner algún ejemplo). Por otro lado, la primera versión del Estatuto de los Trabajadores que en esta parcela, dicho sea de paso, vio la luz prácticamente en los mismos términos en que había sido concebida en fase de proyecto8 era, acaso inevitablemente, muy tributaria de la regulación precedente, puede que no tanto en su presentación formal, ni siquiera en su contenido real, pero sí en sus principios inspiradores. Para el legislador de 1980 la gestión de personal (al menos, la adopción de medidas laborales en ese terreno) parecía concebirse como una competencia exclusiva de la dirección de la empresa, en la que apenas quedaba espacio 8 Sin perjuicio de los habituales cambios de numeración, en el Proyecto presentado ante el Congreso de los Diputados tan sólo se registran dos diferencias de relieve en comparación con el texto finalmente aprobado por las Cortes Generales: la inclusión de la referencia legal al procedimiento de clasificación profesional en el precepto dedicado a los cambios de categoría (y no en el de «ingreso al trabajo»), y la ausencia de una mención a los contratos de trabajo en centros móviles o itinerantes dentro del precepto dedicado a traslados y desplazamientos. El reajuste o la incorporación de estas previsiones, con vistas al texto final, tuvo lugar a lo largo de los trabajos de la correspondiente Comisión parlamentaria, de tal manera que dicho texto estaba ya perfilado cuando se emitió el Dictamen del Pleno y el proyecto pasó al Senado. 84 para los mecanismos de participación o representación colectiva, y cuyo ejercicio no parecía requerir demasiadas cautelas o previsiones, dando por hecho que los poderes de organización y dirección del trabajo ya comprendían muchas de esas facultades. La inercia respecto de la legislación precedente se dejaba notar, además, en la pervivencia de la intervención administrativa, que seguía jugando un papel esencial en las medidas de traslado o modificación sustancial de condiciones de trabajo; mantenía, incluso, su función arbitral en caso de oposición del trabajador a una orden de desplazamiento. La relación empresario y trabajador (o, a lo sumo, la relación empresario-plantilla), y la labor supervisora de la Administración de Trabajo, parecían agotar, así pues, los puntos de referencia para el legislador de esa época, sin perjuicio de que también contuviera algunas alusiones, más o menos relevantes, aunque casi siempre incidentales, a la representación legal de los trabajadoress9. LA REFORMA LABORAL DE 1994: HACIA UNA REGULACIÓN MÁS MADURA En parte por aquellos residuos de otra época, en parte por la entrada de nuevos aires en la ordenación legal del trabajo asalariado, lo cierto es que la regulación aportada por la Ley 8/1980 en materia de movilidad y modificación de condiciones de trabajo sería objeto de una revisión muy intensa con ocasión de la reforma laboral llevada a cabo por la Ley 9 Es difícil encontrar en este terreno influencias de lo que hoy en día llamaríamos «diálogo social», pese a que el Estatuto de los Trabajadores, globalmente considerado, fuera en buena medida una ley concertada (recientemente, F. VALDÉS DAL-RÉ, Pequeña historia de una gran Ley: en el XXV aniversario del Estatuto de los Trabajadores, RL, núm.6, 2005). En efecto, ni en los Pactos de la Moncloa de 1977, ni en los Acuerdos interconfederales de 1979 (ABI) y 1980 (AMI) figuran referencias a este tipo de medidas laborales, tal vez porque sus mayores preocupaciones caminaban por otros derroteros. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA 11/1994, de 19 de mayo, que afectó prácticamente a todos aquellos pasajes legales, con la única excepción de la cláusula general de reconocimiento del poder empresarial de organización y dirección del trabajo (art. 20 ET). Conociendo los objetivos y propósitos de esa profunda reforma laboral 10 , no podía extrañar en absoluto que también pusiera en su punto de mira los preceptos legales dedicados a la gestión de los recursos humanos en la empresa. Una mayor atención a los problemas, dificultades o vicisitudes de las organizaciones productivas conducía inexorablemente, como es fácil de comprender, a la revisión del espacio de juego de la iniciativa empresarial, así como del alcance real y de los márgenes de actuación de las facultades de organización y dirección del trabajo propias del empresario. También tenía que conducir, evidentemente, a un replanteamiento de la intervención administrativa y, en sentido opuesto, a una profunda reconsideración del papel de las representaciones colectivas. De todo ello vino a dar buena cuenta, por lo tanto, aquella importante reforma de la legislación laboral11. La reforma de 1994, sintomáticamente, afectó en primer lugar a las reglas que acotaban las posibilidades de movilidad funcional 10 Vid. M. ALONSO OLEA, «La reforma laboral de 1993-1994. Origen e idea general de su carácter», AAVV, Reforma de la legislación laboral. Estudios dedicados al Prof.Manuel Alonso García, Marcial Pons, Madrid, 1995, pp. 13 ss., y J. MATÍA PRIM, «Sentido y alcance de la reforma de la legislación laboral», AAVV (dir.Valdés Dalré, La reforma del mercado laboral, Lex Nova, Valladolid, 1994, pp. 15 ss. 11 Para una aproximación general sobre el impacto de la reforma en materia de movilidad y modificación, A. MONTOYA MELGAR, «La nueva configuración del poder de dirección del empresario», AAVV, Reforma de la legislación laboral. Estudios dedicados al Prof.Manuel Alonso García, Marcial Pons, Madrid, 1995, pp. 189 ss. Análisis más específicos pueden encontrarse en las colaboraciones de T. SALA FRANCO, J. GARCÍA MURCIA y J. CRUZ VILLALÓN dentro de La reforma del Estatuto de los Trabajadores (dir. VALDÉS DAL R É y C ASAS B AAMONDE ), La Ley, Madrid, 1994. dentro de la empresa y las consecuencias de una decisión en ese terreno; unas y otras fueron objeto, realmente, de una reformulación desde sus mismas premisas. Desde el punto de vista formal ello implicó bastantes innovaciones sobre la situación normativa anterior, y supuso, no sólo el añadido de nuevos pasajes legales, sino también algunos cambios significativos en la ubicación de las reglas correspondientes, que trataron de conjuntarse y sistematizarse a lo largo de dos artículos: el art. 22, que varió radicalmente de contenido para ocuparse de la determinación cualitativa de la prestación de trabajo y, particularmente, del sistema de clasificación profesional (absorbiendo así el pasaje inicialmente registrado en el art. 16.4 ET); el art. 39, que mantuvo su composición inicial pero engrosada con las reglas sobre cambio de categoría anteriormente comprendidas en el art. 23 (que, de esa forma, quedó «expulsado» de este cuadro normativo, por lo que fue destinado a la regulación del derecho a la formación y promoción profesional, que a su vez había sido desplazado de su lugar original), e incluso el art. 24, que dejaba de tener como punto de referencia, a efectos de ascenso, en la mera categoría profesional, para ubicarlo, más globalmente, en «el sistema de clasificación profesional». No hay duda de que con esta reorganización se logró una ordenación más razonable de la materia, aunque el objetivo quedó frustrado en parte por el «destierro» hacia un capítulo distinto de una regla esencial para toda esta problemática: nada menos que la regla sobre determinación del «contenido de la prestación laboral objeto del contrato de trabajo», que de momento quedó adscrita (ironías del destino) a un art. 16 ET totalmente remozado, bien es cierto que por poco tiempo, puesto que un año más tarde (mediante la refundición llevada a cabo por el Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 de marzo) esta regla extrañada volvió a formar parte de su sitio natural (art. 22 ET, al que se añadió el actual número 5). En todo caso, no era una mala regla desde el punto de vista de su orientación, entre otras razones porque con- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 85 ESTUDIOS sagraba como primer mecanismo de fijación del contenido de la prestación de trabajo el «acuerdo entre el trabajador y el empresario», que es sin duda el punto de partida en este tipo de operaciones. Atendiendo a su contenido, la reforma de la movilidad funcional en 1994 supuso, en síntesis, la inclusión en el Estatuto de los Trabajadores de unas pautas básicas no sólo para la adopción de medidas de movilidad o modificación, sino también para la fijación inicial o sucesiva del contenido de la prestación de trabajo. A fin de cuentas, la reforma trajo consigo la creación de una especie de sustrato normativo para la determinación del contenido funcional del contrato de trabajo y para la eventual introducción de cambios en el mismo, operaciones que desde ese momento habrían de tener su punto de partida (como decía el citado art. 16 ET, luego el art. 22.5 ET) en el acuerdo entre las partes, sin perjuicio de que éstas pudieran optar, y optaran habitualmente, por la «equiparación» del trabajador a la categoría, grupo profesional o nivel retributivo previstos en el correspondiente sistema de clasificación profesional. Por ello, la existencia de un sistema de clasificación profesional (que correspondía establecer al convenio colectivo o, en su defecto, al acuerdo de empresa, según el art. 22 ET) se iba a convertir en un elemento decisivo, y por ello mismo resultaba conveniente que la propia ley proporcionara unos indicadores mínimos para su construcción. Desde ese punto de vista, el art. 22 ET, además de consagrar la regla de igualdad y no discriminación por razón de sexo en esta materia, pretendió relanzar los criterios de clasificación que habían empezado a ponerse en circulación en el año 1980, superando incluso las previsiones iniciales. Dos buenas muestras pueden aportarse en ese sentido: por un lado, la preferencia del grupo profesional en la identificación legal de los ejes del sistema, sin perjuicio de que dentro de cada grupo se admitieran distinciones por categorías, funciones o especialidades profesionales (o «niveles retributi- 86 vos», como decía el art. 16 ET); por otro, la emergencia de un nuevo concepto, el de «categoría equivalente», que iba a permitir una asimilación entre categorías de diferente denominación o ubicación a efectos de movilidad o intercambiabilidad de funciones. Por otra parte, el art. 16 (luego trasvasado al propio art. 22 ET, como hemos dicho) aportó otro ingrediente que a fin de cuentas actuaba en esa misma dirección: la posibilidad de celebrar pactos de «polivalencia funcional», comprometiendo al trabajador a realizar funciones propias de dos o más categorías, grupos o niveles. El art. 39 ET, por su lado, amplió su contenido mediante la recepción de las reglas sobre trabajos de superior o inferior categoría (movilidad «vertical») procedentes del anterior art. 23, manteniendo el derecho de reclasificación ya reconocido anteriormente en similares circunstancias. Pero, aparte de esta primera ampliación, y de algunos retoques menores o más limitados, el precepto experimentó otras modificaciones de cierta envergadura. No sólo consagró el grupo profesional como unidad básica de movilidad funcional (con el consabido límite de la titulación académica o profesional), sino que potenció indirectamente su uso al disponer que «a falta de definición de grupos profesionales», dicha movilidad «podrá efectuarse entre «categorías profesionales equivalentes», utilizando así el nuevo concepto lanzado desde el art. 22 ET y ampliando, obviamente, las opciones del empresario en la gestión de personal. El art. 39 ET, en todo caso, también supuso la introducción de nuevas condiciones y nuevos límites en el ejercicio de estas facultades empresariales: la exigencia con carácter general de «razones técnicas u organizativas» para el ejercicio del poder de «variación» (más allá del grupo profesional o del más difuso recinto de las categorías equivalentes); la imposición de un tope general para las mismas (y no sólo para las de sentido «descendente»), cifrado en el «tiempo imprescindible»; la preservación de los derechos de dignidad y formación profesio- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA nal del trabajador afectado (con la prohibición expresa de despido por ineptitud o falta de adaptación), y la ampliación de las competencias de información de los representantes de los trabajadores. Con la nueva redacción del art. 39 ET se hacía la salvedad, finalmente, de que mediante pacto entre las partes o convenio colectivo, o, en última instancia, a través del procedimiento de modificación sustancial de condiciones de trabajo, podrían llevarse a cabo otros cambios distintos de los que directamente permitía ese precepto. La reforma introducida por la Ley 11/1994 también afectó, como era de esperar, a los arts.40 y 41 ET, esto es, a la regulación de la modificación sustancial de condiciones de trabajo, incluida la movilidad geográfica. La nueva configuración de estos dos preceptos siguió una orientación muy similar a la de los citados con anterioridad, y en términos generales puede decirse que estaba dirigida a facilitar la toma de medidas por parte del empresario ante una coyuntura difícil, o simplemente ante un cambio de circunstancias (de la economía, del mercado, de la competencia, etc.), sin descuidar los derechos e intereses legítimos de los trabajadores. Para alcanzar el primero de esos objetivos se procedió en primer término a una discreta reformulación de las causas que podían dar lugar a alguna de esas medidas (añadiendo expresamente la «razón económica») y a una pequeña ampliación del elenco de condiciones susceptibles de modificación (al que se incorporó el cambio de «funciones»), y para atender el segundo se ampliaron las opciones del trabajador afectado frente a la iniciativa o medida empresarial, reconociendo de modo expreso su derecho a impugnarla ante la jurisdicción social, lo cual supuso, a su vez, la apertura de una nueva modalidad procesal especial (regulada inicialmente en el art. 137 bis LPL y, tras la refundición de la legislación laboral procesal, en el art. 138 LPL)12. Pero la verdadera tras12 Antes de esa refundición, operada por el Real Decreto Legislativo 2/1995, 7 abril, el art. 137 bis LPL cendencia de esta nueva redacción de los arts.40 y 41 ET residía sin duda alguna en la recepción de una distinción que provenía en última instancia del Derecho social comunitario y que venía teniendo su principal campo de juego en el despido «económico»: la distinción entre medidas individuales y medidas colectivas. En efecto, con la nueva presentación formal de esos preceptos tanto las posibilidades de actuación por parte del empresario como el procedimiento que a tal efecto había de seguirse quedaban estrechamente condicionados (salvo en algún tipo de medida, como el desplazamiento temporal) por el alcance real de la medida, esto es, por su grado de afectación (en términos numéricos o porcentuales, principalmente) al conjunto de la plantilla, de tal manera que las medidas de afectación individual (o, a lo sumo, «plural») no requerían más que la concurrencia de la causa y la notificación al interesado (así como a sus representantes legales), mientras que las medidas de afectación generalizada («colectiva», para ser más técnicos) necesitaban la apertura de un periodo de consultas que en el fondo se había concebido como periodo para la negociación de la correspondiente iniciativa empresarial, aunque salvaguardando en último extremo la facultad del empresario de llevar adelante su propuesta en caso de falta de acuerdo (con alguna excepción, referida al cambio de condiciones previstas en convenio colectivo). Este nuevo esquema había de suponer también, como efectivamente ocurrió, un incremento espectacular del papel de las representaciones colectivas de los trabajadores (las encargadas de negociar la medida, en definitiva), y una reducción proporcional de la intervención administrativa, para la que tan sólo se reservó la posibilidad de retrasar el traslado colectivo cuando sus conse- sufrió una pequeña incidencia con la Ley 42/1994, 30 diciembre, que le añadió un número 7 para fijar los efectos de una eventual declaración de nulidad de la medida empresarial. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 87 ESTUDIOS cuencias económicas o sociales «así lo justifiquen»13. También supuso la apertura de la «acción colectiva», a través de la modalidad procesal de conflicto colectivo, para la impugnación de las medidas de movilidad o modificación de alcance colectivo. Con posterioridad a la Ley 11/1994 se han ido incorporando algunos otros retoques en este sistema normativo, aunque de menor calado, o, cuando menos, con un alcance personal o funcional mucho más reducido. El primero de ellos se llevó a cabo con la Ley 42/1994, de 30 de diciembre (art. 42), que introdujo un pequeño retoque en el art. 40.2 ET de carácter meramente formal, aunque sumamente aclaratorio, pues se dejó constancia de que el plazo de noventa días que figuraba (y sigue figurando) en el mismo no va referido a la duración del periodo de consultas sino al periodo computable para deslindar el traslado colectivo del individual. El segundo ha venido de la mano de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de medidas de protección integral contra la violencia de género, que ha añadido un número 3 bis al art. 40 ET para conceder a la trabajadora víctima de dicho tipo de violencia el «derecho preferente» a ocupar otro puesto de trabajo, del mismo grupo profesional o categoría equivalente, si la empresa registrara vacante en cualesquiera otro de sus centros de trabajo, con una duración inicial de seis meses y con la reserva mientras tanto del puesto de trabajo anterior14. Por lo demás, otras disposiciones 13 Aspecto desarrollado por los artículos 22 a 26 del RD 43/1996, 19 enero, que sustituyó al RD 696/1980 en la reglamentación de los «procedimientos de regulación de empleo». 14 Este pasaje ha sido introducido por la disposición adicional séptima de dicha LO, pero tiene su raíz en el art. 21 de esa misma disposición legal, en el que se reconoce un conjunto más amplio de derechos de movilidad y modificación de condiciones de trabajo: el derecho a «la reducción o reordenación del tiempo de trabajo», el derecho a «la movilidad geográfica» y el derecho «al cambio de centro de trabajo». Si el primero de ello está más próximo al art. 41 ET, estos dos últimos conectan 88 legales han influido de forma más o menos directa sobre este conglomerado normativo. Dejando a un lado ahora otras incidencias más bien colaterales 15 , así ocurrió en su momento con la Ley 31/1995, de 8 de noviembre, sobre prevención de riesgos laborales, cuyo art. 26 contempla varios supuestos de movilidad o modificación con fines de protección de la trabajadora en situación de embarazo o de parto reciente16, y así ha ocurrido más tarde con la Ley 22/2003, de 9 de julio, Concursal, que pese a no introducir cambios directos en este sistema legal, vino de hecho a precisar el alcance de alguno de sus preceptos17, al establecer para los casos de someti- sobre todo con el art. 40 ET, aunque desbordan claramente su habitual radio de acción: el derecho a la movilidad geográfica porque parece incluir no sólo el cambio dentro de la empresa sino el cambio de domicilio para buscar nuevo empleo (como se desprende de la disposición adicional decimosexta de la propia LO 1/2004), y el de cambio de centro de trabajo porque no parece requerir en sentido estricto cambio de domicilio sino únicamente la necesidad o conveniencia (a juicio de las instancias competentes) de que la trabajadora abandone «el puesto de trabajo en la localidad donde venía prestando sus servicios» para trabajar en otro centro de trabajo, aunque ello normalmente aconseje también el cambio de lugar de residencia. 15 Podrían citarse aún algunas otras incidencias, más bien colaterales, en los preceptos estatutarios dedicados a movilidad geográfica y modificación de condiciones de trabajo. Cabe citar en tal sentido el RD 1659/1998, de 24 de julio, sobre derechos de información del trabajador respecto de los elementos esenciales del contrato de trabajo (a cuyo art. 4 alude a la modificación de las condiciones de la relación laboral), y la Ley 45/1999, 29 noviembre, de trasposición de la Directiva 96/71/CE, sobre desplazamiento de trabajadores en el marco de una prestación de servicios trasnacional. 16 Sobre todo, tras su reforma por Ley 39/1999, 5 noviembre, de conciliación de la vida laboral y familiar, y la entrada en vigor del RD 1251/2001, 16 noviembre, de protección de las contingencias de maternidad y riesgo durante el embarazo. 17 La afectación al art. 41 ET es clara, pues el art. 64 LCo habla expresamente de las medidas de modificación sustancial de las condiciones de trabajo. Más discutible podría ser la afectación al art. 40 ET, aunque la consideración del traslado como modalidad de modificación sustancial conduciría a una respuesta afirmativa. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA miento de la empresa a una declaración formal de concurso una regulación paralela que aunque se asemeje en el fondo al esquema estatutario, hace valer mediante significativos matices la singularidad de dicha situación18. TRAYECTORIA NORMATIVA Y LÍNEAS DE TENDENCIA, ¿FLEXICURITY AVANT LA LETTRE? Como hemos podido apreciar, la regulación estatutaria de la movilidad (funcional y geográfica) y de modificación de condiciones de trabajo ha sufrido variaciones importantes con el paso del tiempo. Una primera característica de esa evolución una característica formal, pero con evidentes consecuencias de fondo es su progresiva extensión y complejidad, pues de una primera fase en la que la regulación era muy escasa e incluso un tanto precaria, limitada prácticamente a reconocer la facultad empresarial de variación y a preservar unos derechos mínimos del trabajador (sobre todo, derechos de contenido económico), se ha pasado con el transcurso del tiempo a una regulación muy sofisticada y notablemente ambiciosa, guiada en apariencia por el ánimo de prever todas las circunstancias que pueden conducir al cambio de condiciones, todos los pasos que a tal efecto debe seguir la dirección de la empresa, y todas las consecuencias que de ello pudieran resultar. Curiosamente, en la llamada época de la «desregulación», la normativa laboral al menos en este terreno de la movilidad y la modificación de condiciones de trabajo ha ido haciéndose más minuciosa y reglamentista; no sólo no ha desaparecido la intervención legal en esta materia, sino que se ha incrementado de manera notabilísima, con un aumento espectacular de las piezas e ingredientes del Vid. por ejemplo, I. GARCÍA-PERROTE ESCARTÍN, «Los efectos de la declaración del concurso sobre los contratos de trabajo y los convenios colectivos», AL, núm.10 (2004). 18 correspondiente engranaje normativo. La misma aprobación del Estatuto de los Trabajadores puso en marcha esta tendencia, luego reforzada con las sucesivas reformas. De cualquier modo, la intervención legal de los últimos tiempos, aunque más acusada desde el punto de vista de su extensión y alcance material, ha ido cambiando progresivamente su orientación respecto de sus primeras manifestaciones. Uno de los rasgos más significativos de toda esta evolución normativa es sin duda alguna la progresiva sustitución de la tradicional intervención administrativa, que arranca de los años cuarenta como tuvimos ocasión de ver, por mayores espacios para la participación de los trabajadores a través de sus representaciones profesionales. Ya con la entrada en escena de la Ley 8/1980 pudieron apreciarse signos evidentes de este cambio de orientación, que cobró fuerza sobre todo a partir de la reforma laboral de 1994, que llevó a cabo una transformación prácticamente absoluta del estado de cuentas anterior. Con la Ley 11/1994, en efecto, la autoridad laboral quedó enteramente desplazada de este terreno, con la única posibilidad, excepcional, de posponer los efectos de un traslado colectivo de gran impacto social o económica en el ámbito territorial correspondiente, todo ello sin perjuicio del inevitable mantenimiento de algunas competencias de «conocimiento» o «notificación» (por ejemplo, a propósito de la apertura de los periodos de consultas), y sin perjuicio, claro está, de sus facultades de control en alguno de estos trámites, de sus funciones generales de vigilancia en el cumplimiento de las normas, y, llegado el caso, de sus competencias de propuesta o imposición de sanciones19. El papel principal corresponde ahora, en definitiva, a la representación de los trabaja19 Por ejemplo, el art. 7.6 LISOS califica como infracción laboral grave «la modificación de las condiciones sustanciales de trabajo impuesta unilateralmente por el empresario, según lo establecido en el artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 89 ESTUDIOS dores, obviamente al lado del empresario. El realce de los mecanismos participativos, en todo caso, no es más que una consecuencia de la dimensión colectiva que el legislador ha conferido expresamente a muchas de las decisiones que el empresario puede tomar en este terreno (algo que, por cierto, a su vez va muy unido a la creciente trascendencia de la dimensión de la empresa para la legislación laboral, todo ello por influencia, tal vez, de las directrices y orientaciones del Derecho social comunitario y, en concreto, de la Directiva sobre despidos colectivos)20. En efecto, si en los cambios de trascendencia meramente individual (movilidad funcional, traslado individual, cambio de condiciones pactadas individualmente, etc.) basta con un simple notificación a los representantes de los trabajadores (y al propio trabajador, naturalmente), en las modificaciones de carácter colectivo el empresario ha de proceder a la apertura de un periodo de consultas con dicha representación en el que no solamente deben exponerse las causas y las consecuencias de la iniciativa empresarial sino que ha de actuarse con ánimo negociador, en la medida en que durante el mismo rige el deber de «negociar de buena fe, con vistas a la consecución de un acuerdo». Se trata, pues, de un trámite de consulta un tanto peculiar, muy reforzado desde la perspectiva de la representación de los trabajadores, sin perjuicio de que el acuerdo no sea preceptivo (salvo en un caso muy particular, por estar en juego las condiciones pactadas en convenio colectivo), y de que a falta de acuerdo el empresario puede tomar, subsidiariamente, la decisión pertinente. Pero no es ésta la única dirección apreciable en las reformas emprendidas en materia de movilidad y modificación de condiciones de trabajo. Es evidente que con tales reformas se han ensanchado también los márgenes de decisión o actuación empresarial, por varios 20 Vid. S.DEL REY GUANTER, La dimensión de la empresa en la reforma de la legislación laboral de 1994, Tirant lo Blanch, Valencia, 1995. 90 procedimientos y en distintas parcelas. En materia de movilidad funcional la extensión se produjo en un primer momento mediante la preferencia concedida, en el ámbito de la clasificación profesional, a la noción de «grupo profesional», que en sí misma supone ya una notable ampliación del contenido propio de la prestación de trabajo en comparación con los moldes tradicionales, pero se ha ido intensificando después mediante la introducción de conceptos complementarios o alternativos, como el de «categorías equivalentes» y el de «polivalencia funcional», que dilatan enormemente las posibilidades de asignación y cambio de funciones. En materia de modificación sustancial de condiciones de trabajo la extensión ha venido de la mano de la ampliación formal del elenco de causas justificativas, que ahora aparecen bajo la elástica fórmula de «razones económicas, técnicas, organizativas o de producción», y, sobre todo, de la recuperación para el empresa, sin interferencias administrativas, de la facultad íntegra de proceder a los cambios, ya sea de forma directa (cambios individuales o «plurales»), ya sea tras la constatación de falta de acuerdo con los representantes de los trabajadores (cambio colectivo). El interés de la empresa, si bien se mira, ha conseguido una presencia destacada en el trasfondo de toda esta regulación. La ampliación ha propiciado incluso la posibilidad de proponer e introducir cambios en condiciones de origen colectivo, incluidas las que derivan de un convenio colectivo de eficacia general, aunque en este caso se requiera, por su trascendencia, acuerdo entre la dirección de la empresa y la representación de los trabajadores. La incorporación o generalización de esta técnica el llamado «acuerdo de empresa»constituye, por cierto, otro de los rasgos con nombre propio en esta trayectoria normativa. Lejos ya de las pautas ordenancistas marcadas por la legislación preestatutaria y plasmadas en las reglamentaciones de trabajo y ordenanzas laborales, y a notable distancia también de lo que por sus REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA propias características entraña una regulación tan sólida y «codificada» como la del convenio colectivo, la legislación de los últimos tiempos ha hecho descansar sobre el acuerdo de empresa la determinación de muchos aspectos ligados a la toma de decisiones empresariales en el terreno de la asignación de funciones o la introducción de cambios en las condiciones de trabajo. El acuerdo de empresa es, concretamente, el instrumento ideado por el legislador para el establecimiento del sistema de clasificación profesional (art. 22 ET), para la fijación de los criterios y procedimientos de ascenso (art. 24 ET) y, en general, para la adopción de medidas de traslado o modificación de condiciones de trabajo de alcance colectivo (arts.40 y 41 ET). Agilidad, proximidad y mayor grado de participación de los sectores más directamente concernidos parecen haber sido las apuestas del legislador a la hora de promover e incentivar este tipo de instrumentos. La búsqueda de un mayor grado de flexibilidad ha sido, a fin de cuentas, una de las grandes constantes o líneas de acción de las reformas experimentadas en los años noventa por el Estatuto de los Trabajadores, e incluso de este mismo texto legal respecto de las normas precedentes. La flexibilidad, sin embargo, no es capaz de explicar por completo el tenor y el contenido de las reglas estatutarias dedicada a la movilidad y la modificación de condiciones de trabajo, que también han tratado de preservar un grado aceptable de protección de los intereses implicados, que fundamentalmente son los intereses de los trabajadores. El terreno, por decirlo de otro modo, no ha sido abandonado a la mera decisión o iniciativa empresarial, ni siquiera al juego de la autonomía colectiva; la propia ley ha impuesto una serie de exigencias, de fondo y de procedimiento, que tienen como elemento común la tutela del trabajador, ya sea en sí mismo considerado (salvaguarda de derechos básicos, plazos de preaviso, compensaciones económicas, instrumentos de reacción, etc.), ya sea como parte de un núcleo familiar (per- misos especiales, derecho de «consorte», etc.), ya sea, en fin, como representante de la plantilla (prioridad de permanencia). Visto el proceso con cierta perspectiva, podría decirse que el ordenamiento español ha avanzado hacia la modernización (o liberalización) de sus reglas, pero sin abandonar del todo su tradicional tendencia protectora: se ha reforzado el criterio empresarial, pero ni se han descuidado los intereses del trabajador ni, por supuesto, se ha procedido a una total retirada de la ley21. EL VERDADERO PAPEL DE LA LEY: SOPORTE EMPRESARIAL PARA CASOS DE DISCREPANCIA Si bien se mira, la función que principalmente viene a cumplir la ley en esta materia es la de remediar la falta de acuerdo entre las partes, como de manera más o menos velada ha venido a reconocer el propio legislador. Lo mismo que su fijación inicial, la alteración del contenido de la prestación de trabajo, del lugar de realización del trabajo o, en fin, de las condiciones en que el mismo se desarrolla, puede ser pactada por las partes del contrato de trabajo. Es decir, lo mismo que el «acuerdo entre el trabajador y el empresario» es apto, como dice el art. 22.5 ET expresamente, para establecer «el contenido de la prestación objeto del contrato de trabajo», y lo mismo que es apto también, aunque la ley no lo diga de forma tan clara, para determinar el lugar y las condiciones de trabajo, el acuerdo debe verse como cauce apropiado para la progresiva introducción de variaciones respecto de los términos iniciales en el propio contrato de trabajo, respetando siempre, como es de rigor, los mínimos legales; esto es, «sin que en ningún caso puedan establecerse en perjuicio del trabajador condiciones menos favorables 21 Vid. A. MONTOYA MELGAR, «Nuevas dimensiones jurídicas de la organización del trabajo en la empresa», RMTAS, núm.23 (2000), pp. 17 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 91 ESTUDIOS o contrarias a las disposiciones legales y convenios colectivos», según la cláusula general del art. 3.1.c) ET22. Estos pactos modificativos no serían, a la postre, más que una manifestación de las posibilidades de novación del «objeto o condiciones principales» del contrato reconocidas con carácter general en el art. 1203 del Código Civil. Este cauce de modificación de condiciones de empleo o de trabajo está abierto desde luego por la propia legislación laboral. No otra cosa quiere decir el art. 39.5 ET al precisar que «el cambio de funciones distintas de las pactadas no incluido en los supuestos previstos en este artículo requerirá el acuerdo de las partes». Es verdad que tal precepto se limita a la movilidad funcional, y es cierto también que reconoce esa posibilidad de manera indirecta o residual, pero no cabe ninguna duda de que está habilitando a las partes si es que hiciera falta una habilitación de ese tipo para introducir cambios en la prestación de trabajo, y tampoco es dudoso que si se aceptan cambios pactados en las funciones o en el puesto de trabajo asignado inicialmente al trabajador también se deben entender aceptables los cambios que afectan al lugar de trabajo o a otras condiciones laborales, aunque los arts.40 y 41 ET no se pronuncien de forma explícita sobre ello23. En el fondo, los cambios que preocupan al legislador no son los resultantes de un acuerdo entre las partes, sino los que se quieran introducir de forma unilateral 22 Vid. J. CRUZ VILLALÓN, Las modificaciones de la prestación de trabajo, MTSS, Madrid, 1983, pp. 336 ss 23 La virtualidad del acuerdo individual en estas otras parcelas se deriva de la cláusula general de habilitación de la «voluntad de las partes, manifestada en el contrato de trabajo» como fuente de regulación de la relación laboral (art. 3.1.c) ET), pero también de algunos pasajes legales más concretos, como el art. 40 ET, en el que se da por hecho que el contrato celebrado específicamente para prestar servicios en centros móviles o itinerantes (tendidos eléctricos, obras hidráulicas, infraestructuras para el tráfico rodado, etc.) entraña en sí mismo un acuerdo para cambiar el lugar o la ubicación geográfica del trabajo. 92 y, especialmente, los que tengan su origen en la iniciativa empresarial, que presumiblemente chocarán con la resistencia del trabajador afectado, entre otras razones porque implican una alteración no sólo del trabajo inicialmente ajustado, sino también, previsiblemente, de su régimen de vida. ¿Qué hacer con ese tipo de cambios, es decir, con los cambios promovidos unilateralmente por el empresario? Dos son, obviamente, las opciones posibles ante esta cuestión: o bien prohibir todo cambio de carácter unilateral, o bien permitirlos por interés de la empresa, con las cautelas, en su caso, que se estimen necesarias. La respuesta del legislador español, como era de esperar, coincide con esa segunda opción, entre otras cosas porque lo contrario será claramente irrazonable, e incluso contraproducente. La ley española, concretamente, ha habilitado al empresario para introducir cambios unilaterales en la prestación y las condiciones de trabajo siempre que concurran determinadas circunstancias y siempre que se respeten determinados requisitos, de fondo y de forma, con los que se trata de atender adecuadamente los intereses legítimos implicados, que son fundamentalmente intereses de dimensión individual (los del trabajador directamente afectado), pero que también pueden alcanzar dimensión colectiva. Se trata, por lo tanto, de una regulación que, por hipótesis, sólo entra en juego cuando no existe conformidad o acuerdo de las partes, aunque en última instancia la propuesta o iniciativa, como en todo asunto bilateral, provenga del lado empresarial. Justamente para estos casos se reconocen al empresario aquellos «poderes de variación», compensados por una especie de estatuto protector del trabajador afectado (y, en su caso, por las posibilidades de intervención que se abren a los representantes de la plantilla). Otra cosa es que, como parece inevitable, a resultas de esa intervención legal quede reacondicionado el espacio del que, a falta de regulación, podía en hipótesis disponer la autonomía privada. En efecto, una vez que la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA ley entra en escena e impone unas determinadas condiciones (de fondo y forma) para la admisibilidad de los cambios unilaterales en el contrato de trabajo, tendrán muchas dificultades de aceptación (no sólo en el plano personal, sino también en el plano jurídico) aquellos acuerdos que establezcan condiciones peores desde la perspectiva del trabajador. En ese nuevo escenario, tales acuerdos podrán ser vistos, no sin razón, como un subterfugio para facilitar la adopción de una medida que de otra manera tendría que sujetarse a unos requisitos más estrictos. En el fondo se estará vulnerando la regla general del art. 3.1.c) ET, que, como vimos, rechaza el pacto individual que establezca condiciones en perjuicio del trabajador o menos favorables que las establecidas en las disposiciones legales o los convenios colectivos. Debe tenerse en cuenta, por otro lado, que el sentido de la ley es en buena medida unidireccional, en la medida en que tan sólo aborda la hipótesis de cambio propuesto o introducido por decisión del empresario. En términos globales puede decirse, efectivamente, que los preceptos legales de referencia (arts. 39, 40 y 41, concretamente) son opacos al posible interés del trabajador en la modificación de sus funciones o de sus condiciones de trabajo; podrá proponerlas desde luego al empresario, pero, a diferencia de éste, no cuenta, salvo contadas excepciones, y por vías colaterales, con ningún soporte legal para hacer realidad sus aspiraciones. Se denota aquí, como en tantas otras ocasiones, la diferencia de posición de las partes en la relación de trabajo y la subordinación del trabajador al poder de dirección empresarial; se pone de relieve en estas normas, por decirlo con más precisión, que el punto crucial en este terreno no es otro que el interés de la empresa, y que la organización del trabajo y lo que ello supone desde el punto de vista de la gestión de la mano de obra es asunto eminentemente empresarial24. Las 24 Vid. J. RIVERO LAMAS, «Modificación de las condiciones de trabajo», AAVV (dir. Borrajo Dacruz), Comen- excepciones a esta regla, que sirven seguramente para confirmarla, se encuentran en aquellas normas que cuidan especialmente de la salud, la dignidad u otros derechos básicos del trabajador25, aparte de lo que a este respecto pudieran decir los convenios colectivos. Algo más complicado de acotar es, precisamente, el papel de la negociación colectiva en todo este contexto. Es claro que puede actuar como fuente complementaria de la ley, y de hecho en más de una ocasión la ley remite a la negociación colectiva para completar o precisar sus enunciados (sistema de clasificación profesional, procedimiento de ascensos, compensación por gastos en caso de traslado, etc.). Es verdad también que la negociación colectiva puede prever cambios de funciones más allá de los contornos acotados por el art. 39 ET (según se desprende del número 5 de ese mismo precepto legal), y que podría prever modificaciones por razones distintas de las legales, como el traslado (total o parcial) de las instalaciones empresariales o la «permuta» de puestos de trabajo entre trabajadores (con el consiguiente trueque del lugar de trabajo). Pero es más dudoso que pueda establecer mecanismos totalmente alternativos de la ley para proceder al traslado o la modificación de condiciones de trabajo, ya que los términos legales en muchas ocasiones parecen tener carácter imperativo, al menos en cuanto se dirijan a la tutela del trabajador. LIMITACIONES, FALLAS, ALGUNOS DEFECTOS DE EXPRESIÓN... EN RESUMEN, UN TEXTO LEGAL MEJORABLE Como hemos tenido oportunidad de ver, la regulación legal de la movilidad funcional y tarios a las leyes laborales. El Estatuto de los Trabajadores, Tomo VIII, Edersa, Madrid, 1988, pp.133 ss. 25 Como el art. 26 de la Ley de prevención de riesgos laborales, o el art. 21 de la más reciente Ley de medidas de protección integral contra la violencia de género. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 93 ESTUDIOS geográfica y de la modificación sustancial de condiciones de trabajo ha ido experimentando con el paso de los años reajustes y acomodaciones que seguramente han contribuido a la mejora así de su contenido como de su misma articulación o plasmación formal. Pero sigue siendo una normativa difícil y compleja, mucho más, resulte o no paradójico, desde que la reforma legal de 1994 introdujera aquellos nuevos criterios de regulación. Y sigue siendo, sobre todo, una normativa con un radio de acción limitado, no sólo porque se detenga, prácticamente, en las medidas de movilidad o modificación adoptadas o propuestas por el empresario, sino también porque no ha sido capaz de abordar, ni siquiera desde esa estrecha perspectiva, todas las hipótesis de cambio que cabría identificar en relación con la prestación de trabajo o las condiciones en que el mismo se ejecuta. Las normas sobre movilidad o modificación de condiciones de trabajo contemplan, en definitiva, determinados cambios de interés empresarial, pero dejan fuera de su ámbito de aplicación otras posibles variaciones de la prestación de trabajo. Quedan fuera, desde luego, muchos supuestos de cambio que han tenido tradicionalmente acogida dentro de la negociación colectiva y que, al menos de modo implícito, siguen remitidos a esta particular fuente de regulación, como el traslado por sanción, la permuta entre trabajadores o el cambio de ubicación que afecta no ya al trabajador, sino a las propias instalaciones empresariales. Pero quedan fuera también, con alguna pequeña excepción, algunas posibilidades o previsiones de cambio de más reciente afloración en la ley, como la readaptación de las condiciones de trabajo por razones de seguridad y salud en el trabajo, la reordenación de condiciones de trabajo por razones de protección frente a la violencia de género, o las decisiones sobre traslado al extranjero como consecuencia de una prestación de servicios trasnacional. Puede decirse, pues, que la regulación de este tipo de vicisitudes de la presta- 94 ción de trabajo está notablemente fragmentada, en parte por aquella tácita distribución de materias entre la ley y el convenio colectivo, y en parte por la progresiva apertura legal a hipótesis de cambio distintas del mero interés de la empresa. Las normas legales sobre movilidad o modificación de condiciones de trabajo presentan, por otra parte, abundantes problemas interpretativos, que lejos de haber desaparecido con las sucesivas reformas laborales parecen haberse incrementado. El más antiguo de esos problemas deriva de la mezcla en unos mismos textos legales (sobre todo en los arts.22 y 39 ET) de dos criterios de clasificación profesional, el grupo y la categoría profesional, que no sólo son diversos sino que pueden llegar a ser incluso divergentes o contradictorios. Otro problema importante tiene su origen en la falta de definición del «cambio de residencia», que siempre ha sido controvertido pero que lo es cada vez más a la vista de los progresos en los medios de transporte y desplazamiento, y a la vista de los nuevos modos de vida; no siempre es fácil de determinar, dicho de otro modo, si el cambio de residencia es necesario o no para el buen cumplimiento de la prestación tras un cambio de centro o lugar de trabajo. Una cuestión interpretativa de cierta trascendencia sigue suscitando, en fin, la rotulación del art. 41 ET, que aplica formalmente la cualidad de «sustancial» a la modificación pero que seguramente exige también esa misma característica para la condición afectada26. Cabe preguntarse, asimismo, si los cambios de lugar de trabajo y, en general, las modificaciones en las condiciones de trabajo que no tengan recepción legal expresa forman Ni siquiera en los textos legales hay uniformidad en este sentido, pues si el art. 41 ET (junto al art. 138 LPL) habla de «modificación sustancial» de condiciones de trabajo, el art. 7.6 LISOS, al contemplar la posible infracción de esas reglas, habla de modificación de «condiciones sustanciales». 26 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA parte o no del poder ordinario de organización del trabajo y, por lo tanto, si pueden ser decididos o no con plena libertad por parte del empresario. En el fondo ello es consecuencia de una falta de definición del terreno de juego. Es evidente que, de momento al menos, las preocupaciones de nuestro legislador laboral no llegan a todos los cambios posibles, sino únicamente a los cambios de cierta envergadura, o de especial repercusión en los intereses del trabajador. Pero en lugar de una declaración estricta en ese sentido tan sólo se aprecia en la ley una línea borrosa de separación entre el poder de dirección y organización del trabajo y el poder de variación, que a su vez está enunciado de forma asistemática y en dosis muy variadas, desde la que permite cambios ordinarios (dentro del grupo profesional, por ejemplo), a la que exige causa mayor y procedimiento riguroso (traslado colectivo, por ejemplo), pasando por las que, exigiendo causa, no imponen requisitos formales tan estrictos (como la movilidad «vertical» o el desplazamiento). La regulación estatutaria está falta, por lo demás, de un planteamiento más acabado acerca del papel de los cambios en la prestación de trabajo dentro de la programación general de la actividad empresarial, de la gestión de personal y, llegado el caso, de la reestructuración de la empresa27. Falta, en especial, una concepción más precisa acerca de la virtualidad de los cambios como instrumento preventivo o reparador en el contexto de crisis profundas de la empresa que lleven a plantearse la posibilidad de cierre parcial o reducción sustancial de la plantilla. Es cierto que la alusión a las razones económicas, técnicas, organizativas o de producción introduce en sí misma alguna percepción del problema, que resulta más clara aún en la alusión que muchos de aquellos preceptos hacen, a la 27 Una reflexión sobre ello, aunque anterior a las profundas reformas de 1994, en M. RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO-FERRER, La movilidad del trabajador dentro de la empresa», DL, núm.9 (1983), pp. 8 ss. hora de precisar la justificación de los cambios, a la mejora de la situación de la empresa y de su posición competitiva en el mercado. Es cierto también que, bien mirado, y aunque sea de modo tácito, el cambio de lugar o de condiciones de trabajo se inscribe en un sistema legal que va subiendo de tono hasta llegar a las medidas más incisivas, que no son otras que el despido. Pero se trata de conclusiones razonables y medianamente fundadas a partir de unas referencias legales que de modo explícito no se hacen cargo del problema; se trata, dicho de otro modo, de una especie de racionalización de las piezas diversas que dentro de nuestra legislación se ocupan de la gestión y acomodación de la mano de obra en la empresa. LA REGULACIÓN ESTATUTARIA EN EL CONTEXTO DEL DERECHO COMPARADO Como en tantas otras materias, la regulación estatutaria de la movilidad y la modificación de condiciones de trabajo es bastante singular en el panorama comparado. Ayuda a ello, desde luego, la peculiar formación y evolución de nuestra legislación laboral, acostumbrada a girar alrededor de una norma básica y especializada sobre la relación de trabajo, que no la hay en todos los países de nuestro entorno, y a un notable grado de intervención legal, que con frecuencia llega a terrenos en otros sitios reservados a la negociación colectiva. Vista desde una perspectiva más moderna, la singularidad se ve favorecida, asimismo, por la ausencia de directrices de armonización sobre estas materias dentro del Derecho social comunitario (más allá de aquella incidental influencia de las normas sobre despidos colectivos), con lo que ello supone de consolidación de las divergencias nacionales que se han se han ido generando o arrastrando a lo largo del tiempo. En cualquier caso, ninguna de esas razones quita sentido a un primer y preliminar contraste entre la legislación española y la legislación REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 95 ESTUDIOS de los países que habitualmente nos sirven como punto de referencia, en la que, por debajo de opciones normativas aparentemente muy dispares, podemos advertir, como era de esperar, preocupaciones cercanas, como suele ocurrir, por cierto, a la hora de afrontar los problemas del trabajo asalariado y, en particular, al trabajo que se realiza dentro de una empresa. Con toda seguridad, el mayor paralelismo con nuestra legislación se registra en la legislación portuguesa, hoy en día compendiada, prácticamente, en el Código de Trabajo aprobado por Ley 99/2003, de 27 de agosto. En efecto, los preceptos dedicados por este cuerpo legal a la movilidad y la modificación de condiciones de trabajo (arts. 313 a 317, básicamente) muestran una notable similitud con la regulación española tanto en su estructura como en su contenido, similitud que cabe apreciar, sobre todo, en la identificación de los objetivos principales de la norma (que se resumen en la «juridificación» de los cambios derivados de la decisión unilateral del empresario), en la descripción de las causas o circunstancias habilitantes del poder empresarial, en la distinción entre medidas de carácter temporal y medidas más estables, y en la práctica desaparición de las facultades de intervención tradicionalmente reconocidas a la autoridad laboral (cuyo papel también queda muy limitado en la actual legislación portuguesa). También son similares las líneas de tendencia de una y otra legislación, pues el ordenamiento portugués, como ya lo hiciera el español, ha avanzado en sus últimas manifestaciones hacia una mayor flexibilidad o liberalización de sus reglas, aunque sin abandonar el terreno a la autonomía privada y sin desmarcarse por completo de su propósito tutelar; se ha reforzado el criterio empresarial, pero no se han descuidado los intereses del trabajador. Más lejanas parecen estar las normas de los restantes países que conforman nuestro entorno territorial más inmediato. Una distancia formal muy notable cabe advertir, por 96 lo pronto, en el ordenamiento francés, en el que la modificación de condiciones de trabajo aparece de forma explícita tan sólo en el contexto del despido por causas económicas, y precisamente como una especie de antesala del mismo, a través de la denuncia modificativa (art. 321.1.2 Code du Travail). Es verdad que, a partir de las cláusulas generales del ordenamiento jurídico (como la novación contractual), la jurisprudencia ha ido construyendo una doctrina de honda raigambre sobre las modificaciones posibles (sustanciales o no sustanciales), sobre los cauces aptos para llevarlas a cabo (el acuerdo o la decisión unilateral del empresario, según los casos) y, más recientemente, sobre los efectos vinculantes del contrato con vistas a la introducción de cambios que pudieran afectar a las condiciones pactadas. Pero, en todo caso, da toda la impresión de que se trata de una regulación mucho más incompleta e incidental que la española, y también menos perfilada, al menos en este plano más general de la norma de naturaleza estatal. Una valoración semejante podría hacerse a propósito de los ordenamientos italiano y alemán. El primero de ellos contiene, ciertamente, un importante y denso precepto (reformado con ocasión de su Estatuto de los Trabajadores de 1970, dicho sea de paso) sobre la movilidad funcional y los cambios de lugar de trabajo (art. 2103 Codice civile), en el que se utilizan además categorías muy próximas a las nuestras, pero no cabe duda de que se trata de nuevo de una legislación muy esquemática, respecto de la que es absolutamente imprescindible el complemento jurisprudencial y hasta doctrinal, sin perjuicio de las normas sectoriales (entre ellas, las relativas al empleo público, por cierto). El segundo, por su parte, está más ayuno aún de previsiones legales expresas en la materia, pues tan sólo descansa en las cláusulas generales sobre el objeto del contrato de trabajo (art. 611 BGB) o la facultad de desistimiento unilateral (art. 626 BGB), de la que la doctrina extrae, también en este caso, la figura de la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA denuncia modificativa o novatoria. Se abre un amplio margen, por lo tanto, para la regulación convencional, el acuerdo entre las partes y, en último término, el poder de organi- zación y dirección del trabajo, todo ello sometido, naturalmente, a la eventual revisión jurisdiccional a la luz de principios más generales (como el de «justificación social»). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 97 ESTUDIOS RESUMEN 98 El presente estudio parte de la consideración de la situación previa al Estatuto de los Trabajadores (Código del Trabajo 1926, LCT 1931, normas del régimen franquista, LRL) para a continuación referirse a la significación de la entrada en escena de éste en la materia objeto de estudio. El trabajo dedica atención cualificada a la reforma laboral de 1994, a la que considera como tránsito hacia una regulación más madura. Reflexionando sobre la trayectoria normativa y las líneas de tendencia en la materia (sustitución de la tradicional intervención administrativa por el protagonismo de los trabajadores y sus representantes; ampliación del ámbito de decisión empresarial, posibilidad de introducir cambios en condiciones de trabajo de fuente colectiva) se señala como constante en el proceso de reformas del Estatuto la búsqueda de una mayor flexibilidad, compatible con la tradicional tendencia protectora del Derecho del Trabajo. Para el autor, el verdadero papel de la ley en esta materia es el de servir de soporte de las decisiones empresariales en los casos en que falte acuerdo entre las partes. En la regulación legal no faltan, por cierto, limitaciones que hacen del Estatuto un texto legal mejorable. El estudio concluye con unas indicaciones sobre la regulación estatutaria en el contexto del Derecho comparado. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 La movilidad geográfica TOMÁS SALA FRANCO* 1. LA DELIMITACIÓN DEL CENTRO DE IMPUTACIÓN NORMATIVA E l art. 40 ET se autotitula «movilidad geográfica». Y por movilidad geográfica del trabajador hay que entender el cambio a un lugar de trabajo distinto del habitual, entendiendo por lugar de trabajo tanto el puesto de trabajo como el centro de trabajo donde se realiza la actividad laboral. Ello no obstante, el art. 40 ET, pese a autotitularse genéricamente «movilidad geográfica», no contempla todos los supuestos posibles de la misma: a) En primer lugar, la movilidad geográfica a que se refiere el art. 40 ET es la movilidad forzosa producida por voluntad unilateral del empresario, con independencia de que puedan intervenir en algunos casos los representantes legales de los trabajadores. Queda, pues, excluida la movilidad geográfica derivada del mutuo acuerdo entre las partes o de la iniciativa del trabajador, con la sola excepción del «traslado por reagrupación familiar» a que se refiere el art. 40.3 ET. b) En segundo lugar, la movilidad geográfica a iniciativa del empresario regulada legalmente es tan solo la basada en cau- * Catedrático de Derecho del Trabajo. Universidad de Valencia. sas económicas, técnicas, organizativas o de producción, resultando excluida la movilidad geográfica basada en causas disciplinarias. c) En tercer lugar, desde la perspectiva del lugar de trabajo, el art. 40 ET tan solo regula el cambio de centro de trabajo que exija un cambio en la residencia del trabajador, dejando fuera de la regulación legal a los simples cambios de puesto de trabajo dentro del centro de trabajo y al cambio de centro de trabajo que no exige cambio de residencia del trabajador. Por lo demás, el art. 40 ET se refiere tanto a la movilidad geográfica temporal (los denominados «desplazamientos temporales» cuya duración en un periodo de tres años no excedan de doce meses) como a la permanente (los denominados «traslados» de duración indefinida o superior a doce meses en un periodo de tres años). El art. 40 ET de 1980 vino a constituir la segunda norma reguladora en nuestro ordenamiento laboral de la movilidad geográfica del personal, derogando el art. 22 de la anterior Ley de Relaciones Laborales de 1976, encontrándose hasta ese momento huérfana de una disposición de carácter genérico y regulándose por las Reglamentaciones de Trabajo u Ordenanzas Laborales y por los convenios colectivos sindicales respectivos. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 99 ESTUDIOS Este precepto legal tan solo ha sido modificado en una ocasión desde 1980 por parte de la Ley 42/1994, de 30 diciembre, que realizó algunas modificaciones importantes en el mismo, tanto del régimen jurídico de los traslados como del de los desplazamientos temporales, siendo de todas ellas las más relevantes la supresión de la autorización administrativa de la autoridad laboral para trasladar y la sustitución del procedimiento de impugnación administrativa de la orden empresarial de desplazamiento por el procedimiento de impugnación judicial ante el orden jurisdiccional social. 2. EL FUNDAMENTO DE LA MOVILIDAD GEOGRÁFICA «EX ART. 40 DEL ET» Los intereses del trabajador y del empresario en tema de movilidad geográfica se encuentran generalmente enfrentados. De un lado, la natural necesidad empresarial de adecuar la prestación laboral a las exigencias sobrevenidas en el trascurso de la relación laboral por necesidades económicas, técnicas, organizativas o de producción. Del otro lado, el carácter personal de la prestación laboral y la natural exigencia de no tratar al trabajador como una máquina que puede trasportarse de un lugar a otro como mejor parezca. Si bien en el momento de contratar el lugar de trabajo no resulta de interés vital para el trabajador, lo cierto es que, una vez celebrado éste y fijado en él el lugar de trabajo según conveniencia de la empresa, en función de este último el trabajador organiza su vida. Habrá, pues, que lograr un difícil equilibrio entre los legítimos intereses de la empresa y del trabajador. geográfica, al establecer una serie de límites, procedimientos y efectos a las decisiones empresariales movilizadoras. En todo caso, si se tiene en cuenta que el art. 40 ET sólo contempla los intereses del trabajador propiamente locacionales y no los que pueden venir acompañando a un cambio del lugar de trabajo una movilidad funcional o diversas modificaciones sustanciales de las condiciones de trabajo y que rara vez se produce una movilidad geográfica pura, esto es, sin modificación de otras condiciones contractuales, habrá que estar para la tutela de estas últimas, acumulativamente, a lo que disponen el art. 39 ET para la movilidad funcional y el art. 41 ET para las modificaciones sustanciales de condiciones de trabajo. 3. LOS TRASLADOS 3.1. Delimitación conceptual El traslado viene configurado en el art. 40 ET por las siguientes notas: 1.ª) Se trata de un cambio de puesto de trabajo que implica un cambio a centro de trabajo distinto de la misma empresa. Por centro de trabajo hay que entender, según el art. 1.5 E.T., «la unidad productiva con organización específica, que sea dada de alta, como tal, ante la autoridad laboral». La cuestión básica que un ordenamiento laboral se plantea entonces es la de si la movilidad geográfica del personal debe configurarse dentro del poder de dirección del empresario y con qué límites. La ley habla de centro de trabajo distinto «dentro de la misma empresa». En este punto cabe plantearse el problema de las transferencias de trabajadores entre empresas del mismo grupo económico que, a mi juicio, deben incluirse dentro del concepto de traslado, reconociendo en el fondo que se trata de una sola empresa, a efectos laborales, por funcionar con una «plantilla única». El art. 40 ET sienta en este sentido el derecho del trabajador a una cierta inamovilidad 2.ª) Habrá de tratarse de traslados excepcionales y no habituales. Hay que tener en 100 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 TOMÁS SALA FRANCO cuenta la exclusión legal expresa del régimen general de los traslados de aquellos trabajadores contratados precisamente para ser trasladados, esto es, para realizar trabajos en centros de trabajo móviles e itinerantes. En estos casos, el cumplimiento normal del contenido de la obligación laboral consiste precisamente en desplazarse periódicamente, constituyendo la movilidad una circunstancia principal del contrato. Así sucede, por ejemplo, en las empresas de montaje, de instalaciones eléctricas, telefónicas o de obras públicas. El art. 40.1 ET habla de los contratados específicamente para prestar sus servicios en empresas con centros de trabajos móviles o itinerantes. Esta dicción legal resulta criticable por confusa. Realmente, lo que la ley quiere decir es que resultan excluidos los trabajadores contratados específicamente para realizar trabajos «en centros de trabajo móviles o itinerantes», pues en estas empresas cabe la contratación de personal no exceptuado del régimen general de los traslados (por ejemplo, un administrativo) (SS.TS 19 junio 1995, Ar/5203 o 14 mayo 1996, Ar/4369)1. Si bien la típica dicción de estos contratos específicos responde a la siguiente cláusula «estará adscrito a obras en todo el territorio nacional y extranjero» nada obsta para que se limite a un ámbito territorial determinado (comarca, provincia, comunidad autónoma, etc.). En estos casos, la exclusión del régimen general operaría dentro de los límites del ámbito territorial prefijado pero, fuera de ellos, resultaría aplicable el art. 40 ET. En todos estos casos de contratación específica de trabajadores para realizar su trabajo en centros móviles e itinerantes, lo peculiar es que la movilidad geográfica es libre para el empresario, esto es, se encuentra dentro del poder de dirección empresarial, no exigiéndose ninguna de las garantías del art. 40 ET. Los tribunales han señalado que no es preciso que se indique en el contrato la posible itinerancia en el trabajo, bastando la adscrip- ción a un lugar de trabajo itinerante por naturaleza (SS.TS 19 junio 1995, Ar/5203 o 14 mayo 1996, Ar/4396). 3.ª) Ha de tratarse de un cambio de centro de trabajo «que exija cambio de residencia» del trabajador. Esta nota configuradora de los traslados plantea el problema de interpretar el significado del término legal «residencia». Por tal habrá que entender, a mi juicio, el domicilio habitual del trabajador y no la residencia administrativa. La ley deja, sin embargo, sin determinar cuando un cambio de centro de trabajo «exige cambio de residencia del trabajador». Al despreciar el significado administrativo de residencia y aceptar el civil de domicilio, la localidad o término municipal no podrá actuar como elemento geográfico delimitador de los traslados, siendo necesario acudir al análisis individualizado de cada caso. Lo normal será que coincidan cambio de residencia y cambio de localidad del centro de trabajo al que se le destina ya que un cambio de localidad de este último implicará normalmente un cambio de residencia. Pero cabe que no ocurra siempre así. Será posible un cambio a centro de trabajo de localidad diversa que no obligue a un cambio de residencia, cuando el centro de trabajo esté situado en un término municipal distinto, pero cercano (STSJ de Las Palmas, 22 enero 1991, Ar/672). Así pues, el criterio del cambio de localidad debe ceder en favor del análisis individualizado de la situación planteada, atendiendo al criterio de si el cambio para el trabajador medio exige el cambio de domicilio, con independencia de que luego se produzca. De este modo, entrarían en el análisis elementos tales como el cambio de localidad del centro de trabajo, la lejanía del nuevo centro de trabajo del domicilio del trabajador, los medios de transporte facilitados por la empresa o las compensaciones que ofrezca la empresa en contrapartida al cambio. Ello, no obstante, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 101 ESTUDIOS hay sentencias de los tribunales que utilizan el criterio de la ubicación del nuevo centro de trabajo en otra localidad distinta para calificar mecánicamente el supuesto de traslado. Los convenios colectivos en ocasiones concretan, en este mismo sentido, en un número de kilómetros determinado la distancia a partir de la cual se entiende la existencia de traslado, sin que el criterio de la distancia establecido convencionalmente sea definitivo, debiendo tener en cuenta las circunstancias concretas del caso (STS, u.d., 27 diciembre 1999, Ar/2029). En todo caso, la necesidad de cambiar de residencia ha de ser objetiva y no subjetiva, esto es, derivada de preferencias personales. Así, tal necesidad existe tanto «cuando resulte materialmente imposible el traslado diario al nuevo centro de trabajo como cuando resulte notablemente gravoso (hacerlo)» (STSJ de Madrid, 19 mayo 1993, Ar/2608). 4.ª) Se trata de un cambio permanente. Este carácter permanente puede predicarse de dos tipos de cambio: de los cambios atemporales o por tiempo indefinido y de los cambios por tiempo determinado superior a doce meses en un período de tres años (art. 40.4 ET). En base a esta última caracterización temporal la ley distingue los traslados de los simples desplazamientos temporales, pudiendo un convenio colectivo rebajar este tope legal. La razón de ser de la consideración legal como traslados de los desplazamientos superiores al año reside en la presunción de que tales desplazamientos exigen del trabajador el traslado de la residencia familiar. 5.ª) Los traslados podrán ser individuales o colectivos. Tal se deduce con claridad del art. 40.2 ET. 6.ª) El régimen de los traslados del art. 40 ET resulta aplicable tanto a los efectuados dentro del territorio nacional como a los realizados en el extranjero (STS 1 julio 1986, Ar/3917). La ley no distingue a estos efectos, si bien, desde luego, en el contrato individual 102 podrá limitarse la facultad empresarial legalmente concedida en este concreto sentido. De acuerdo con la Ley 45/1999, 29 noviembre, las empresas establecidas en España que desplacen temporalmente a sus trabajadores al territorio de los Estados Miembros de la Unión Europea o de Estados signatarios del Acuerdo sobre el Espacio Económico Europeo deberán garantizar a éstos las condiciones de trabajo previstas en el lugar de desplazamiento por las normas nacionales en cuanto al tiempo de trabajo, cuantía del salario, igualdad de trato y no discriminación, trabajo de menores, prevención de riesgos laborales, no discriminación de los trabajadores temporales y a tiempo parcial, respeto a la intimidad y a la dignidad, libre sindicación y derechos de huelga y remisión, sin perjuicio de la aplicación a los mismos de condiciones de trabajo más favorables derivadas de lo dispuesto en la legislación aplicable a su contrato de trabajo, en los convenios colectivos o en los contratos individuales (disposición adicional primera). En todo caso, el desarrollo de la relación de trabajo en el extranjero estará naturalmente sometido a las normas de derecho internacional privado aplicables. 7.ª) Finalmente, ha de tratarse de un traslado forzoso. El traslado sigue siendo forzoso aunque el trabajador pueda elegir destino (SS,TS 22 mayo 1995, Ar/3946 o 16 junio 1997, Ar/4756). 3.2. La necesaria justificación objetiva de los traslados Los traslados habrán de estar justificados en «razones económicas, técnicas, organizativas o de producción» así como en «contrataciones referidas a la actividad empresarial», entendiendo que concurren estas causas «cuando la adopción de las medidas propuestas contribuya a mejorar la situación de la empresa a través de una más adecuada organización de sus recursos que favorezca su REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 TOMÁS SALA FRANCO posición competitiva en el mercado o una mejor respuesta a las exigencias de la demanda» (art. 40.1 ET). La ambigüedad de esta «explicación legal» que, desde luego, pretende la mayor rentabilidad empresarial es de tal calibre que no hace sino trasladar el problema a los tribunales laborales que gozarán de un margen amplio de discrecionalidad interpretativa. En todo caso, las causas exigidas son de menor entidad que las paralelamente exigibles para una suspensión o extinción contractual (arts. 47, 51 y 52.c) ET) y coincidentes con las exigidas para la modificación sustancial (art. 41 ET). Los representantes de los trabajadores (miembros de comités de empresa, delegados de personal y delegados sindicales) tendrán prioridad de permanencia en sus puestos de trabajo en caso de traslados (arts. 40.5 ET y 10.3 LOLS). 3.3. Procedimiento El art. 40 ET distingue entre los traslados individuales o plurales y los colectivos, según afecten a más o menos de un número determinado de trabajadores en atención al número de trabajadores de la empresa en un período de tiempo determinado. Considera, así, traslados colectivos (art. 40.2 ET): 1.º) A los que afecten a la totalidad del centro de trabajo no necesariamente a toda la empresa «siempre que éste ocupe a más de cinco trabajadores». 2.º) A los que, sin afectar a la totalidad del centro de trabajo, afecten en un período de noventa días al menos a diez trabajadores en empresas de menos de cien trabajadores, al diez por ciento de trabajadores de la empresa en empresas que ocupen entre cien y trescientos trabajadores y a treinta trabajadores en empresas que ocupen trescientos o más trabajadores. Los trabajadores a computar serán todos fijos y temporales (STSJ de Cataluña, 19 julio 1995, Ar/3118), trabajadores comunes o especiales y el momento para su cuantificación, según la doctrina mayoritaria, el del inicio de la adopción de las medidas (STSJ de Castilla-La Mancha, 26 mayo 1997, Ar/2468). La distinción legal entre traslados, individuales o plurales y colectivos tiene interés a efectos del procedimiento a seguir para efectuarlos, que varía en uno y otro caso, siendo más exigente en los colectivos que en los individuales. Precisamente por ello la propia ley (art. 40.1 in fine ET) prevé la posibilidad de que el empresario actúe en fraude de la ley, sancionándolo con la nulidad del traslado, cuando la empresa, con objeto de eludir el régimen de los traslados colectivos, realice traslados en períodos sucesivos de noventa días (jugando tanto hacia el pasado como hacia el futuro: S TS J d e Ga l i ci a , 2 1 no vi e m b re 1 9 9 6 , Ar/3876) en número inferior a los umbrales legalmente establecidos «sin que concurran causas nuevas que justifiquen tal actuación». No es que no existan causas para esos traslados, que pueden existir; lo que la ley exige es que esas causas hayan surgido en el momento oportuno (STSJ de Cataluña, 1 octubre 1996, Ar/3894). Así pues, si se trata de «causas nuevas», los traslados posteriores serán válidos. No hay duda de la dificultad de distinguir en un supuesto concreto si la «causa» que justifica los traslados posteriores ya existía cuando se efectuaron los traslados anteriores (art. 40.1 ET). La Ley parece exigir una intencionalidad fraudulenta («con el objeto de eludir»), si bien la doctrina judicial no la viene exigiendo (STSJ de Cataluña, 1 octubre 1996, Ar/3894 y STSJ de Cantabria, 24 marzo 1997, Ar/568). La ley declara en estos casos la nulidad de los traslados efectuados en fraude de ley, que- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 103 ESTUDIOS dando afectados por la nulidad únicamente los «nuevos traslados» efectuados en esos períodos sucesivos, esto es, sólo los últimos y no los anteriores (STSJ de Andalucía/Málaga, 21 mayo 1997, Ar/1918, en contra, declarando la nulidad de todos los traslados efectuados). En el caso de traslados individuales o plurales bastará con la decisión unilateral del empresario, que deberá ser notificada al trabajador afectado y a sus representantes legales con una antelación mínima de treinta días a la fecha de su efectividad (art. 40.1 ET). La ley atribuye al empresario la facultad de decisión acerca del traslado sin intervención mediadora de los representantes legales de los trabajadores. Los únicos límites legales serán el carácter causal ya señalado y el derecho de prioridad de permanencia a favor de los representantes de los trabajadores previsto en el art. 40.5 ET. En cuanto al contenido de la comunicación empresarial, pese al silencio legal, deberá tratarse de una orden de traslado fundamentada, para posibilitar la defensa procesal del trabajador en caso de impugnación judicial de la misma. En cuanto a la forma de la comunicación, ésta deberá ser escrita (art. 8.5 ET y RD 1659/1998). En el caso de los traslados colectivos, la decisión empresarial deberá ir precedida de un período de consultas, de duración no inferior a quince días, con los representantes legales de los trabajadores (tanto los representantes unitarios como los sindicales) acerca de las causas, de la posibilidad de evitar o reducir sus efectos y de las medidas necesarias «para atenuar sus consecuencias para los trabajadores afectados» (art. 40.2 ET). La ley viene a regular el procedimiento de las consultas previas del siguiente modo (art. 40.2 ET): 1.º) El empresario viene obligado a notificar a la autoridad administrativa laboral la 104 apertura del período de consultas y las posiciones de las partes tras la conclusión para su conocimiento. 2.º) Hay obligación de negociar de buena fe «con vistas a la consecución de un acuerdo», sin que la ley especifique nada más (SS.TSJ de Cataluña, 4 marzo 1996, Ar/622 y 26 febrero 1998, Ar/1493). 3.º) El acuerdo requerirá la mayoría del comité de empresa, de los delegados de personal o de «las representaciones sindicales (secciones sindicales de empresa), si las hubiere que, en su conjunto representen a la mayoría de aquellos». La alusión legal a los representantes unitarios y sindicales plantea algunos problemas interpretativos a estos efectos: a) En primer lugar ¿se trata de una representación que actuará alternativa o acumulativamente? El «o» disyuntivo permite concluir en el carácter alternativo de la participación de la representación colectiva de empresa. b) Ahora bien, ¿quién decide quién debe negociar? En la medida en que, por definición, es siempre el empresario el que tendrá la iniciativa de los traslados en estos casos, a diferencia de lo que sucede con la negociación colectiva, no podrá jugar el criterio de prior in tempore, potior in iure, siendo, en consecuencia, el empresario el que podrá dirigirse a una o a otra representación (STS 18 enero 1993, Ar/94), a salvo, naturalmente, de la existencia de un acuerdo entre ambas representaciones para que sea una de ellas la que intervenga. c) Pero, ¿qué sucederá cuando no exista ningún tipo de representación, ni unitaria ni sindical, siendo ésta una situación frecuente en las pequeñas empresas? En tal caso, en ausencia de solución dada a este problema en convenio REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 TOMÁS SALA FRANCO colectivo no habrá otra posibilidad de, o pactar con la totalidad de los trabajadores del centro de trabajo afectado (como mantuvo alguna sentencia aislada con anterioridad: SS.TS de 24 de septiembre de 1986, Ar/4646 o 21 de septiembre de 1995, Ar/6616) o amortizar el trámite por imposibilidad de cumplirlo, a salvo lo que pudiera prever la negociación colectiva. El incumplimiento del trámite procedimental de consultas provocará la nulidad de la decisión empresarial, según concluyen unánimemente los Tribunales (STSJ de Castilla/León/Valladolid, 27 mayo 1997, Ar/1462 o de Madrid, 22 y 28 mayo 1998, Ar/1728 y 1730). 4.º) El art. 85.1 ET prevé la posibilidad de pactar en el convenio colectivo «procedimientos para resolver las discrepancias surgidas en los períodos de consultas» de tipo arbitral, en cuyo caso los laudos arbitrales que a estos efectos pudieran dictarse «tendrán la misma eficacia y tramitación que los acuerdos en período de consultas», siendo susceptibles de impugnación judicial a través del procedimiento especial de impugnación de convenios colectivos (arts. 161 a 164 de la L.P.L.). Notificada la decisión de traslado por el empresario al trabajador afectado tanto si se trata de traslados individuales o plurales como colectivos y, en este último caso, tanto si ha habido acuerdo como si no lo ha habido con los representantes legales de los trabajadores éste tendrá el derecho de opción entre acatar el traslado o extinguir el contrato (art. 40.1 ET). Parece que el plazo para ejercitar la opción será, como máximo, el del preaviso legal de 30 días a la fecha de su efectividad. 5.ª) Tras finalizar el período de consultas, el empresario notificará a los trabajadores afectados su decisión sobre los traslados con una antelación mínima de treinta días a la fecha de su efectividad. 6.º) La ley prevé una posible intervención de la autoridad administrativa laboral, «a la vista de las posiciones de las partes y siempre que las consecuencias económicas o sociales de la medida así lo justifiquen», esto es, por razones de orden público. En tales casos, «podrá ordenar la ampliación del plazo de incorporación y la consiguiente paralización de la efectividad del traslado por un período de tiempo que, en ningún caso, podrá ser superior a seis meses» (arts. 40.2 ET y 22 a 26 R.D. 43/1996, 19 enero). El art. 8.14 de la LISOS considera infracción muy grave en materia laboral el incumplimiento por el empresario de la paralización de la efectividad del traslado en los casos de ampliación del plazo de incorporación ordenada por la autoridad laboral. 4. EFECTOS Aunque desde luego la letra de la ley no lo contempla, cabe plantearse si esta opción es también posible con posterioridad a la sentencia que hubiera declarado en su caso justificada la decisión empresarial. Así lo ha mantenido, con base en el derecho constitucional a la tutela judicial efectiva, la STS 21 diciembre 1999, Ar/1426. El trabajador podrá optar por no aceptar el traslado y extinguir su contrato, con derecho a una indemnización de 20 días de salario por año de servicio, prorrateándose por meses los períodos de tiempo inferiores a un año y con un máximo de doce mensualidades (art. 40.1 ET). La doctrina se manifiesta unánimemente por el carácter extrajudicial o automático de la extinción, bastando la comunicación del trabajador al empresario de su voluntad extintiva. La indemnización legalmente prevista es la del despido por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción (art. 51.8 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 105 ESTUDIOS ET), situación a la que se le equipara. Esta cuantía tiene, desde luego, carácter de mínimo, pudiendo eventualmente elevarse en convenio colectivo o acuerdo individual de mejora. En caso de acatar el traslado, el trabajador tendrá derecho a la compensación de los gastos del mismo, propios y de familiares a su cargo, «en los términos que se convengan entre las partes, que nunca será inferior a los límites mínimos establecidos en los convenios colectivos»(STS 8 junio 1998, Ar/5117). De no existir ni acuerdo colectivo ni individual, el Tribunal decidirá discrecionalmente. En las normas convencionales se suelen concretar estos gastos, refiriéndose, desde luego, a los gastos de locomoción personal y de transporte del mobiliario, ropa y demás enseres del hogar y, en ocasiones, también, a indemnizaciones o gratificaciones extraordinarias con motivo del traslado e, incluso, a la facilitación de vivienda adecuada. En el caso de acatamiento del traslado por el trabajador, caben a su vez dos situaciones posibles: que el trabajador esté conforme con el traslado o que esté disconforme con el mismo. En caso de disconformidad del trabajador con la decisión empresarial de traslado, sin «ius resistentiae» alguno («sin perjuicio de la ejecutividad del traslado en el plazo de incorporación citado», esto es, de treinta días a la fecha de su efectividad, como mínimo), podrá recurrir al trabajador ante la jurisdicción laboral competente. Ahora bien, la impugnación del traslado no excluye la posterior extinción del contrato con derecho a indemnización (STS, u.d. 21 diciembre 1999, Ar/1426/2000). A efectos de la impugnación judicial, jugará el plazo de caducidad de veinte días hábiles a partir de la notificación al trabajador de la decisión empresarial de trasladarle (arts. 59.4 ET y 138.1 L.P.L.; STS 10 abril 2000, Ar/3523). 106 El fundamento de la impugnación podrá ser uno de los siguientes: a) La falta de causa. b) El incumplimiento por el empresario del procedimiento legalmente establecido para los traslados colectivos. c) La existencia de fraude de ley, en los términos antes indicados (art. 40.1 in fine ET). d) No haber respetado la empresa el derecho de prioridad de permanencia de los representantes de los trabajadores. El procedimiento judicial, que se iniciará por demanda de los trabajadores afectados, será el especial regulado en el art. 138 L.P.L. Este procedimiento tiene carácter preferente y sumario, debiendo señalarse el acto de la vista «dentro de los cinco días siguientes al de la admisión de la demanda» (art. 138.4 L.P.L.). Cuando el objeto del conflicto versase sobre las preferencias atribuidas por la ley a los representantes de los trabajadores, éstos deberán ser demandados (art. 138.2 L.P.L.). La sentencia que se dicte, será inmediatamente ejecutiva y no tendrá recurso salvo los extraordinarios debiendo ser dictada en el plazo de diez días, a partir del acto de la vista; dificultándose, así, la existencia de jurisprudencia sobre el tema, salvo en casos de conflicto colectivo. La sentencia, según disponen los arts. 40.1 ET y 138.5 L.P.L., podrá declarar «justificada» o «injustificada» la medida empresarial, «según hayan quedado acreditadas o no, respecto de los trabajadores afectados, las razones invocadas por la empresa», o «nula» cuando haya sido «adoptada en fraude de ley, eludiendo las normas establecidas para los de carácter colectivo en el último párrafo del número 1, art. 40 ET». Pero nada dice la ley respecto de los traslados colectivos efectuados con incumplimiento del período previo de consultas que la ley exige o del período de preaviso o de incorporación del trabajador trasladado o del derecho de prioridad de permanencia de los representantes de los trabajadores. Pese al silencio de la ley, habrá que equiparar probablemente estos supuestos a los REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 TOMÁS SALA FRANCO traslados realizados en fraude de ley, declarándolos igualmente nulos. La sentencia que declare injustificada la medida, «reconocerá el derecho del trabajador a ser repuesto en sus anteriores condiciones de trabajo» (art. 138.5 L.P.L.), esto es, «reconocerá el derecho del trabajador a ser reincorporado al centro de trabajo de origen» (art. 40.1 ET y art. 138.2 L.P.L.). En el caso de que el empresario «no procediere a reintegrar al trabajador en sus anteriores condiciones de trabajo o lo hiciere de modo irregular», el trabajador solamente «podrá solicitar la ejecución del fallo ante el Juzgado de lo Social y la extinción del contrato por causa de lo previsto en el art. 50.1.c) del ET, conforme a lo establecido en los arts. 277, 278 y 279 de la L.P.L.». Si la sentencia declara la nulidad de la medida empresarial, su ejecución se efectuará «en sus propios términos», salvo que el trabajador inste su ejecución como en el caso de que se declare injustificada. Contra las decisiones empresariales de traslados colectivos cabrán no sólo reclamaciones individuales a través del procedimiento anterior, sino también reclamaciones a través del procedimiento de conflicto colectivo. La interposición del conflicto colectivo «paralizará la tramitación de las acciones individuales iniciadas hasta su resolución» (art. 40.2 ET). El plazo de caducidad del art. 59.4 ET jugará también en el proceso de conflicto colectivo (STS, u.d. 21 febrero 1997, Ar/1571). Los traslados totales o parciales (sección o departamento) de un centro de trabajo, pudiendo implicar o no el cambio de residencia de los trabajadores afectados, no vienen contemplados expresamente por el ET. Únicamente, el artículo 64.1.3.b) ET, referido a las competencias del comité de empresa, establece el derecho de este a emitir informe previo a la ejecución empresarial de una decisión de «traslado total o parcial de las instalaciones». En todo caso, a salvo lo que dispongan las normas convencionales más favorables a los trabajadores, su régimen jurídico será el siguiente: a) La decisión en sí de trasladar el centro de trabajo, total o parcialmente, corresponderá al empresario, con la única limitación prevista en el artículo 64.1.3.b) ET acerca del derecho de información preceptiva pero no vinculante, de los representantes legales de los trabajadores. No se exige, pues, ni el acuerdo con éstos ni tampoco la autorización administrativa. b) Su régimen jurídico dependerá de los efectos producidos por el traslado de centro. Al provocar necesariamente una movilidad geográfica en el personal que hasta entonces trabajaba en el centro o sección trasladada, habrá que estar a la naturaleza de esa movilidad en el caso concreto de que se trate. De esta manera, si el traslado del centro de trabajo implica cambio de residencia de los trabajadores, habrá que seguir el procedimiento previsto en el artículo 40 ET. En caso contrario, habrá que estar a lo que disponga la norma convencional correspondiente y, en su defecto, el supuesto estará configurado dentro del poder de dirección empresarial. 4. LOS DESPLAZAMIENTOS TEMPORALES 4.1. Delimitación conceptual El art. 40.4 ET regula con carácter general la figura del desplazamiento temporal, configurándola dentro del poder directivo empresarial, si bien estableciendo un régimen jurídico específico más garantizador para el trabajador que el genérico de éste. En esta disposición los desplazamientos vienen configurados de acuerdo con las notas distintivas siguientes: REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 107 ESTUDIOS a) Se trata de cambios de centro de trabajo «que exijan que (los trabajadores) residan en población distinta de la de su domicilio habitual». El elemento delimitador es, en este sentido, el cambio de residencia habitual del trabajador. b) El cambio ha de ser temporal. En esto se diferencian, sustancialmente, los desplazamientos de los traslados. La temporalidad viene, así, a ser el elemento definitorio de los desplazamientos por excelencia. La ley presume que a partir de los doce meses los desplazamientos exigen el traslado de la residencia habitual. El art. 40.4 ET fija el máximo de doce meses en un período de tres años. Los desplazamientos que superen este tiempo tendrán el tratamiento jurídico de traslados. c) El ET no distingue entre desplazamientos dentro o fuera del territorio nacional (STS 1 julio 1986, Ar 3917). d) Los desplazamientos deben ser excepcionales y no habituales. Cuando el cumplimiento normal del contenido de la obligación laboral consista precisamente en desplazarse (viajantes, inspectores de zona o del personal de aquellas empresas dedicadas a la instalación de maquinaria o de plantas industriales) no puede hablarse propiamente de cambio de centro de trabajo ya que es posible pensar que en tales casos se produce la ficción jurídica de la extensión del centro de trabajo o de la existencia de un centro de trabajo «volante». La razón de ser reside en que no puede constreñirse el régimen jurídico de los desplazamientos habituales a los límites de temporalidad fijados por la ley para los excepcionales. Ciertamente llama la atención que la expresa mención del párrafo 1º art. 40 ET, respecto de los traslados, de «los contratados específicamente para prestar sus servi- 108 cios en empresas con centros de trabajo móviles o itinerantes» no se repita en el párrafo 3º respecto de los desplazamientos. Esta ausencia resulta poco explicable, ciertamente, por el noble afán de no reiterar conceptos en distintos párrafos del mismo artículo ya que en otras ocasiones se reitera (véase, por ejemplo, lo relativo a las justificaciones de traslados o desplazamientos). 4.2. La necesaria justificación objetiva de los desplazamientos temporales Los desplazamientos a que se refiere el art. 40.4 ET habrán de estar justificados en «razones económicas, técnicas, organizativas o de producción», siendo aquí de aplicación todo lo dicho con anterioridad respecto de los traslados y sus causas. Los representantes de los trabajadores (miembros de comités de empresa, delegados de personal y delegados sindicales) tendrán prioridad de permanencia en sus puestos de trabajo en caso de desplazamientos (arts. 40.5 ET y 10.3 LOLS). 4.3. Procedimiento Para los desplazamientos, sin distinción aquí entre individuales o plurales y colectivos, bastará con la decisión unilateral del empresario, sin más limites que los causales ya señalados y el derecho de preferencia de los representantes legales de los trabajadores. El trabajador deberá ser informado del desplazamiento con «una antelación suficiente a la fecha de su efectividad», que no podrá ser inferior a cinco días laborables en el caso de que se trate de desplazamientos de duración superior a tres meses. Sobre el contenido de la comunicación, la ley nada dice, siendo seguramente aplicable la anterior doctrina judicial para idéntica REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 TOMÁS SALA FRANCO situación, según la cual el empresario «debe especificar al trabajador que el cambio a población distinta de la de su residencia habitual no constituye traslado, sino un simple desplazamiento, concretando el tiempo aproximado de su duración y haciéndole ofrecimiento de los gastos de viaje y dietas» (STS 5 junio 1990, Ar/5018). Junto a esto, en la orden de desplazamiento deberán figurar igualmente, por un elemental principio de defensión jurídica del trabajador desplazado, las razones justificativas del desplazamiento, con objeto de que el trabajador pueda en su caso impugnar judicialmente la orden de desplazamiento empresarial por falta de causa (STSJ de Cataluña, 29 septiembre 1992, Ar/4394). Sobre la forma de la comunicación, aunque el art. 40 ET nada dice, será exigible la forma escrita, con base en la exigencia general de comunicación escrita al trabajador de los elementos esenciales del trabajo y, entre ellos del lugar de trabajo (arts. 8.5 ET y RD 1659/1998). 4.4. Efectos El trabajador está obligado a aceptar la orden empresarial de desplazamiento. El art. 40.4 ET ha establecido la «ejecutividad» inmediata de esta decisión empresarial («sin perjuicio de su ejecutividad», dice), lo que significa que no hay un ius resistentiae en el trabajador, por lo que éste último podrá oponerse, como veremos, en vía judicial, pero mientras el tribunal no decida, la decisión empresarial habrá de ser obedecida por el trabajador, pudiendo ser sancionado disciplinariamente en caso de desobediencia (SS.TS 8 julio 1986, Ar/3985 y 19 febrero 1987, Ar/1072). Ello no obstante, cabe pensar en el mantenimiento de la jurisprudencia anterior a la reforma del ET de 1994, que llegó a admitir excepcionalmente la existencia de un ius resistentiae en el trabajador en determinadas circunstancias en el caso de órdenes empresariales de desplazamiento gravemente irregulares. Así, en el supuesto de una orden empresarial de desplazamiento conminando al trabajador a realizar el viaje 24 horas después de su anuncio (STS 19 febrero 1985, Ar/664), en el caso en que la empresa no había facilitado al trabajador los gastos de viaje (STSJ de Castilla/León/Valladolid, 27 abril 1993, Ar/2110) o en el supuesto de desplazamientos que, superando el año autorizado por la ley, se pretendía su ejecución durante el período de vacaciones (STCT 1 octubre 1985, Ar/1386) y, en general, la desobediencia por el trabajador a una orden empresarial de desplazamiento gravemente irregular no es causa de despido (SS.TS 7 marzo y 24 abril 1986, Ar/1277 y 2243 y 5 junio 1990, Ar/ 5018). El trabajador podrá oponerse a la orden de desplazamiento en vía judicial, en los mismos términos previstos para los traslados individuales, valiendo aquí todo lo allí dicho. El desplazamiento del trabajador por voluntad empresarial viene compensado por la ley, mediante el establecimiento de una serie de obligaciones empresariales. A saber: 1.º) En primer término, el desplazamiento deberá respetar las condiciones laborales disfrutadas con anterioridad y, entre ellas, las percepciones salariales, amén de las condiciones más beneficiosas de origen contractual. Ahora bien, en el caso de que concurra una movilidad funcional o una modificación sustancial de condiciones contractuales habrá que estar a lo dispuesto en los arts. 39 y 41 ET acumulativamente. 2.º) El ET establece la obligación de pagar los gastos de viaje y las dietas que serán, normalmente, fijados en su cuantía por la norma convencional correspondiente y que serán abonados pudiendo exigirse justificación de los mismos. Por gastos de viaje se entiende los gastos de desplazamiento. Por dietas habrá que entender, con los tribunales, los REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 109 ESTUDIOS gastos de alojamiento y manutención (STSJ Andalucía/Sevilla, 17 junio 1991, Ar/3624). La cuantía de las dietas viene, usualmente, fijada por los convenios colectivos, variando según una serie de circunstancias, entre las que destaca, por su constancia, la categoría de los trabajadores. Existe un criterio jurisprudencial por el que las dietas corresponderán «al lugar al que se desplaza el trabajador y no al lugar desde el que se desplaza si son de cuantía distinta» (STCT 10 mayo 1977, Ar/2597). 3.º) Finalmente, si el desplazamiento fuese superior a tres meses, el trabajador tendrá derecho «a un (permiso) mínimo de cuatro días laborables de estancia en su domicilio de origen por cada tres meses de desplazamiento». La ley puntualiza que no se computarán dentro de los cuatro días o más que se concedan los de viaje, corriendo los gastos de viaje a cargo del empresario. Los tribunales son unánimes acerca del carácter de permiso retribuido de estos días (STCT 22 marzo 1982, Ar/2105). Los tribunales vienen estimando de modo reiterado que estos cuatro días son disfrutables también por los trabajadores de empresas con centros de trabajo móviles o itinerantes, pues si el fundamento de tal beneficio es el de garantizar la periódica conexión afectiva de aquellas personas que por su profesión se hallan regularmente apartadas del ambiente familiar, en idénticas condiciones se encuentran quienes carecen, además, de un centro de trabajo fijo (STCT 1 octubre 1987, Ar/20248). Se ha planteado si hay derecho a los beneficios del art. 40.4 ET cuando el trabajador tiene otras ocasiones de acudir a su domicilio, resolviéndose en sentido afirmativo, al rechazarse una interpretación restrictiva del mismo (STCT 26 mayo 1986, Ar/3623). Sobre el posible disfrute acumulado de estos días de permiso, ante la ausencia de 110 una expresa normativa como en el caso de vacaciones, los tribunales se inclinan por aceptar tal posibilidad en interés del trabajador y hasta la compensación en metálico de tales días (STSJ Madrid, 19 septiembre 1989, Ar/1296). Por lo demás, los tribunales han considerado que no constituye causa de despido su disfrute aun cuando el empresario se niegue a dárselos, concediendo así, al trabajador, un ius resistentiae frente al empresario dado el carácter de auténtico derecho que nace cada trimestre (STSJ Madrid, 30 octubre 1989, Ar/ 2004). 5. LOS TRASLADOS POR REAGRUPAMIENTO FAMILIAR El art. 40.3 ET establece que «si por traslado uno de los cónyuges cambia de residencia, el otro, si fuera trabajador de la misma empresa, tendrá derecho al traslado a la misma localidad, si hubiera puesto de trabajo». Este precepto plantea varios problemas interpretativos. A saber: 1.º) Se trata, en primer lugar, de un «derecho» pero no de un «derecho preferente», como señalaba la Ley de Relaciones Laborales de 1976. Esta calificación genérica como «derecho» no resuelve los posibles conflictos de concurrencia de derecho que podrían plantearse con otros trabajadores (traslados, ascensos, excedencias voluntarias). 2.º) La ley habla sólo de «traslados». Pese a la literalidad de la ley, en atención a la ratio legis pretendida el reagrupamiento familiar y la defensa de la familia un sector de la doctrina ha defendido la posibilidad de extender este «derecho de consorte» también a los «desplazamientos temporales» del cónyuge. 3.º) El derecho se atribuye a ambos cónyuges y no sólo a la mujer casada. Siendo discutible si el derecho podría ampliarse a quienes REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 TOMÁS SALA FRANCO lleven una convivencia de hecho y demostrada pero no institucionalizada. Ahora bien, como quiera que la ley no fija plazo alguno para ejercitar este derecho, no hay inconveniente alguno para que una vez legalizada tal situación, aun con posterioridad al traslado que da origen al derecho, pueda ejercitarse este último. 4.º) El derecho está limitado por la exigencia de que el cónyuge solicitante del traslado sea trabajador de la misma empresa. No obstante, por las mismas razones antes señaladas, en el sentido de no exigencia legal de plazo para el ejercicio de este derecho al traslado, nada obstará para que un trabajador contratado por la misma empresa de su cónyuge con posterioridad al traslado de éste pueda ejercitar el derecho previsto en el art. 40.4 ET. 5.º) La ley condiciona el traslado a la existencia de puesto de trabajo en la localidad donde se trasladó al cónyuge. La ley habla de «localidad» y no de «centro de trabajo», por lo que podría tenerse derecho a un puesto vacante en otro centro de la misma localidad. E, incluso, dada la «ratio» pretendida el reagrupamiento familiar podría defenderse la existencia de tal derecho a un puesto de trabajo en un centro situado en otra localidad distinta pero más cercana al actual centro de trabajo del cónyuge trasladado. Por la misma razón, no hay por qué interpretar restrictivamente los términos legales «si hubiera puesto de trabajo» en el sentido de existencia de puesto de la misma categoría o grupo profesional. No existiría dificultad alguna en admitir una solicitud a un puesto de categoría o grupo profesional inferior, de no existir puesto de su grupo o categoría. 6.º) Finalmente, en la medida en que el artículo 40.3 ET no habla de «traslados forzosos» sino de «traslados» en general, pese a estar ubicada esta regulación en el artículo 40, referido a la movilidad geográfica «forzosa», cabría defender que el derecho de consorte existe en todo tipo de traslados, esto es, tanto en los forzosos como en los voluntarios, por tratarse de una norma protectora del matrimonio. Así lo han entendido los Tribunales (STCT 4 junio 1984, Ar/5002), argumentando en base el principio interpretativo general ubi lex non distinguit, nec nos distinguere habemus. 6. LA NATURALEZA JURÍDICA DEL PRECEPTO LEGAL El art. 40 ET debe calificarse, a mi juicio, genéricamente como una norma de carácter mínimo imperativo, mejorable por tanto, en beneficio de los trabajadores, por la negociación colectiva y por la contratación individual. Así sucede, por ejemplo, con la ampliación del plazo mínimo de preaviso en la notificación del traslado o del desplazamiento, con el eventual incremento de la indemnización para casos de extinción del contrato de trabajo o con el aumento del número de días en caso de desplazamiento. En otras ocasiones, sin embargo, las relaciones del art. 40 ET con la negociación colectiva y/o contratación individual son de complementariedad. Esto sucede, por ejemplo, con la compensación de los gastos propios del trabajador y de los familiares a su cargo en los supuestos de traslado o con los gastos de viaje o dietas en los casos de desplazamiento temporal. Finalmente, la exigencia legal del procedimiento de consulta/negociación obligatoria en los casos de traslados colectivos, ha sido calificada judicialmente de norma de derecho necesario absoluto (STSJ de Castilla-La Mancha, 26 mayo 1997, Ar/2468). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 111 ESTUDIOS RESUMEN 112 El art. 40 ET de 1980 constituyó la segunda norma reguladora en nuestro ordenamiento de la movilidad geográfica del personal, derogando el art. 22 de la anterior Ley de Relaciones Laborales de 1976, encontrándose hasta ese momento huérfana de una disposición de carácter genérico y regulándose por las Reglamentaciones de Trabajo u Ordenanzas Laborales y por los convenios colectivos sindicales. El art. 40 ET regula los traslados y los desplazamientos temporales impuestos por el empresario por razones económicas, técnicas, organizativas y de producción y los traslados voluntarios por reagrupamiento familiar, fijando el procedimiento y los efectos de las decisiones empresariales y dejando fuera de esta regulación otras manifestaciones de la movilidad geográfica. El art. 40 ET es un precepto de carácter imperativo mínimo, mejorable por la negociación colectiva y por la contratación individual, a salvo la exigencia del procedimiento de consulta/negociación obligatoria en los casos de traslados colectivos, calificada jurisprudencialmente de norma de derecho necesario absoluto. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 El principio de estabilidad en el empleo: crisis y claves para su recuperación FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ* 1. LA REFORMA ESTATUTARIA DE 1984 Y LA ESTABILIDAD EN EL EMPLEO: EL «FIN DEL PRINCIPIO» O EL «PRINCIPIO DEL FIN» nución se está produciendo a un ritmo muy lento, pudiendo decirse que existe una cierta «resistencia» a la sustitución de empleo temporal por fijo. a situación presente del mercado de trabajo español registra un excesivo número de trabajadores temporales el 30,6 por 100 al concluir el año 20031, la tasa de temporalidad más alta de los países que componen la Unión Europea2. Es cierto que la tasa de temporalidad viene reduciéndose desde el año 1996 (cuando se hallaba situada en un 33,9%), gracias al impulso en la creación del empleo indefinido, pero la dismi- La tendencia a la temporalidad está, además, estrechamente relacionada con la edad (aproximadamente un 65% de los jóvenes entre 15 y 24 años posee un empleo temporal) y con el sexo (en el año 2003, un 28,6% de los hombres asalariados frente a un 33,5% de las mujeres celebraron contratos de duración determinada). L * Catedrático de Derecho del Trabajo. Universidad de Murcia. 1 CES: Memoria sobre la situación socioeconómica y laboral de España en 2003, Madrid, (2004), pág. 277. 2 Efectivamente, en 1982 solamente el 10 por ciento de la población empleada tenía contratos temporales y esta tasa se disparó hasta más del 35 por ciento en 1995, poco antes de que el PSOE abandonara el gobierno. Es cierto que hasta 1987, cuando comienza a realizarse la EPA con la metodología actual, la tasa de temporalidad hay que deducirla de la poco fiable Encuesta de Condiciones de Vida y Trabajo (ECVT), pero las estimaciones calculan que en 1984 todavía había una temporalidad reducida, de algo más del 11 por ciento, llegando a crecer hasta el 15,6 por ciento en 1987, ya según la EPA, y alcanzando un espectacular 30 por ciento en 1990. Tan importante incidencia de la contratación temporal no deja de ser sorprendente si se considera que países comunitarios con una tasa de temporalidad inferior poseen una regulación en materia de contratos temporales más permisiva que la nuestra3. Como no parece que el entramado productivo español, con una actividad agraria en acelerado declive desde los años sesenta del pasado siglo y un nivel de terciarización similar al de otros sistemas económicos, presente en los prolegó- 3 En Gran Bretaña, por ejemplo, la contratación temporal no requiere causa alguna y la elección de la modalidad contractual por tiempo indefinido o temporal se deja enteramente a la voluntad de las partes. Y, paradójicamente, la tasa de temporalidad es mayor en España que en aquel país. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 113 ESTUDIOS menos del nuevo milenio unas características estructurales que lo diferencien netamente de otros y le lleven a demandar un mayor número de trabajadores temporales, la única explicación razonable es que los contratos temporales están siendo utilizados por los empresarios, no sólo para cubrir necesidades coyunturales de las empresas, sino también como instrumento de provisión de flexibilidad externa e interna a sus organizaciones productivas, tanto en relación a los puestos de trabajo de duración determinada como en relación a otros puestos de trabajo. Dicho sin eufemismos, podemos concluir, a la vista de los datos actuales de temporalidad, que en España se produce un elevado uso fraudulento o irregular de la contratación a término (celebración de contratos temporales pese a la inexistencia de una obra o servicio determinado o de una eventualidad que justifique el carácter temporal de dicho contrato), como vía para la reducción de costes laborales, y, lo que es aún más grave, que el empresario español medio y las Administraciones Públicas contratantes se hallan instalados en una insidiosa «cultura de temporalidad»4. Desde luego, es incomprensible el comportamiento del sector público en lo que atañe a la contratación temporal, cuando uno de los elementos básicos de la política de empleo española, al menos desde 1997, es la reducción de la excesiva temporalidad que afecta al mercado de trabajo5. Mientras que en el sector privado la temporalidad, en el período 1995-2003, se ha reducido desde el 40,7% hasta el 32,5 por 100, en el sector público ha aumentado 6,6 puntos en ese mismo período, pasando de un 16,10 por 100 en 1995 al 22,7 por 100 en 2003. 4 SALA FRANCO, T.; RAMÍREZ MARTÍNEZ, J.M.; ALFONSO MELLADO, C.A. y BLASCO PELLICER, A.: «La contratación temporal: un pacto posible», Actualidad Laboral, 2001-1, pág. 326. 5 Así se expresa en la última memoria del CES sobre la situación socio-económica y laboral de España, cit., pág. 212. 114 Pero el problema de la temporalidad es un problema ya viejo, de cuya aparición y desarrollo cabe hacer responsable en gran medida a una determinada opción de política legislativa que, al cabo, se demostró absolutamente desacertada, pero que durante catorce años fue minando de forma constante el principio de estabilidad en el empleo hasta hacerle entrar en una situación crítica6, sin que los postreros intentos por lograr su reanimación parezcan estar surtiendo los efectos deseados. Cabe recordar cómo nuestra legislación laboral, entre 1980 y 1984, amplió considerablemente las posibilidades empresariales de contratar por tiempo determinado, al añadir a los clásicos supuestos de contratación temporal estructural (para obra o servicio determinado, eventual e interinidad)7, perfectamente compatibles con el veterano principio de causalidad en la contratación, dos nuevas modalidades, el contrato temporal por lanzamiento de nueva actividad y el contrato de relevo o de trabajadores parcialmente jubilados, a la vez que se normalizaba la utilización del contrato temporal sin causa como medida de fomento del empleo8. Al mismo tiempo, la Premonitoriamente algún autor ya habló en el umbral de los años ochenta de la consunción del principio de estabilidad en el empleo. Cfr. OJEDA AVILÉS, A.: «El final de un principio: la estabilidad en el empleo», VV.AA.: Estudios de Derecho del Trabajo en homenaje al prof. Gaspar Bayón Chacón, Madrid, 1980. 7 Las variedades de contrato de trabajo se han venido articulando en la legislación española en torno a la contratación indefinida en una misma empresa y a jornada completa. Sin embargo, hasta la LRL de 1976 no se estableció un clara preferencia legal por el contrato de duración indefinida, ni se concretaron los supuestos y circunstancias que justificaban, por excepción, el acudimiento a la contratación temporal. Sobre la pauta de la LRL, el ET también recogió (art. 15) esta preferencia y autorizó la celebración de contratos de duración determinada en concretos supuestos estructurales, a saber: para la realización de una obra o servicio determinados, para atender circunstancias del mercado, acumulación de tareas, exceso de pedidos o razones de temporada y cuando se trate de sustituir a trabajadores con derecho a reserva de puesto de trabajo. 8 En realidad, el acudimiento a la contratación temporal como medida de lucha contra el desempleo tiene 6 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ Ley 32/1984 facilitó la celebración de contratos formativos, temporales por definición: contratos de trabajo en prácticas profesionales y contratos para la formación, dirigidos, respectivamente, a los jóvenes cualificados y no cualificados, que sumaron a su condición de contratos formativos la de instrumentos de la política de empleo. Se configuró así lo que, no sin cierta hipérbole, se dio en llamar un «sistema de contratación laboral a la carta», a partir de una normativa sumamente permisiva y desreguladora que puso en cuarentena la exigencia del principio de causalidad como requisito para la contratación temporal. De este modo, la reforma legal de 1984 y su desarrollo reglamentario (señaladamente, el R.D. 1989/1984, de 17 de octubre, por el que se regulaba la contratación temporal como medida de fomento del empleo9), optaron por respetar el régimen de protección frente a la extinción injustificada de los contratos indefinidos (basado en la fijación de altas indemnizaciones: hasta 42 mensualidades; y en ciertos casos en la exigencia de reincorporación del trabajador despedido a su puesto de trabajo), a cambio de facilitar la contratación de nuevos trabajadores atípicos, como expediente para proporcionar una «salida» más ágil y menos costosa para los empresarios, en la convicción de que el ajuste de empleo en tiempos de crisis se produciría automáticamente sobre los trabajadores temporales al quedar su origen en el RDL 18/1976, de 8 de octubre, de medidas económicas, dictado curiosamente a los pocos meses de que la LRL reconociera el principio de estabilidad en el empleo. Sin embargo, el mismo concebía la medida con carácter netamente coyuntural y, por tanto, autorizaba a las empresas para «contratar, hasta 31 de marzo de 1977, a personas en situación de desempleo o que accedan a su primer empleo, con carácter eventual, por plazo no superior a seis meses, cualquiera que sea la naturaleza del trabajo a que hayan de adscribirse». 9 He tenido oportunidad de analizar esta norma en «La contratación temporal como medida de fomento del empleo», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 31 (1987), págs. 375 y sig. su relación laboral sometida a una duración cierta. Se trataba, pues, de una fórmula la flexibilidad de entrada que procuraba el efecto abaratador del coste laboral sin incidir sobre las leyes de trabajo existentes ni modificar la situación de quienes ya venían trabajando que conservaban, por tanto, a estos efectos, intacto su nivel de protección pero sí la de quienes se incorporasen por primera vez al mercado de trabajo10. Cabe recordar, por otra parte, que los agentes sociales fueron copartícipes de las políticas laborales que se fraguaron en la primera mitad de los ochenta (concertación social), por lo que hay que desechar la idea de que la flexibilización del marco jurídico del mercado de trabajo y la facilitación de la contratación temporal como su manifestación más destacada durante diez años haya tenido en el poder público su único agente y en la norma estatal su único instrumento11. El sistema de la contratación temporal coyuntural12, de alguna manera, hacía posible que el empresario, respetando unos determinados plazos, obtuviese un enorme margen de maniobra para la elección del volumen de trabajo de su empresa. La exigencia de autorización administrativa para los despidos 10 Esta misma concepción, por cierto, es la que inspiró a otros ordenamientos: en la RFA, tras haberse cuestionado el Tribunal Federal de Trabajo (BAG) en los años 80, a la vista del creciente desempleo, la oportunidad de las restricciones a las que estaba sometida la contratación de duración determinada, se promulgó la Ley de Fomento de las Oportunidades de Empleo de 1 de mayo de 1985, que permitió los contratos de trabajo de duración temporal sin causa; tal ley nació con carácter experimental con vigencia inicial de 18 meses, si bien ha venido prorrogándose quinquenalmente (en 1990, 1995 y 2000). 11 VALDÉS DAL-RÉ, F.: «La flexibilidad del mercado de trabajo: teoría e ideología», en CASTILLO, J. J. (ed.): El Trabajo del futuro, Madrid, Ed. Complutense, 1999, pág. 124. 12 Se sigue aquí la clásica terminología que divide los supuestos de contratación temporal en estructurales y coyunturales; vid., por ejemplo, MARTÍNEZ EMPERADOR, R.: Estabilidad en el empleo y contratación temporal, cit., págs. 120 y sig. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 115 ESTUDIOS colectivos y los costos económicos asociados a los mismos pudieron sortearse, en alguna medida, gracias a la existencia de un importante contingente de contratos temporales cuya renovación permitía a la empresa la adaptación a la baja de la plantilla si las circunstancias así lo exigían13. De hecho, aunque la contratación temporal de que se viene hablando introdujo también una indemnización por finalización de la contratación para compensar al trabajador por la privación de su derecho a la estabilidad en el empleo, la misma comportaba una sustancial rebaja respecto de la cuantía prevista en el artículo 51 del ET y, desde luego, respecto de la indemnización fijada para un despido improcedente (45 días de salario por cada año de antigüedad)14, sin olvidar que los restantes contratos temporales no preveían indemnización alguna en casos de ajustes de plantilla. Esta profunda brecha entre unos costes de despido tan elevados los de contratos indefinidos, y otros bajos o inexistentes, los temporales, además de los salarios más bajos que se pagan por éstos será la causante de que la oferta de trabajo se desplace rápidamente de la primera modalidad de contratación a la segunda, sin que una demanda debilitada al operar en un contexto de alto desempleo sea capaz de frenar esta tendencia. Y lo sorprendente es que este intenso incremento de la precariedad laboral se produzca en la segunda mitad de los ochenta, cuando aumentos del PIB cercanos o incluso superiores al 5 por ciento hace suponer que las incertidumbres son menores. Sin embargo, el empleo que durante esos años se crea es, casi todo, temporal ya que los empresarios valoran la gran DURÁN LÓPEZ, F.: «Un siglo de Derecho del Trabajo...», cit., pág. 152. 14 A tenor de lo dispuesto en el artículo 3.4 del RD 1989/1984: «A la terminación del contrato por expiración del plazo convenido, el trabajador tendrá derecho a percibir una compensación equivalente a doce días de salario por año de servicio, prorrogándose por meses los períodos de tiempo inferiores a un año». 13 116 diferencia de costes ante eventuales despidos. 2. LAS CONSECUENCIAS NEGATIVAS DE LA GENERALIZACIÓN DE LA CONTRATACIÓN TEMPORAL Y LA «CONTRARREFORMA» DE 1994 Tan abrumadora progresión del empleo temporal se tradujo en una irrazonable y perniciosa segmentación del mercado de trabajo, una consciente dualización del mismo como efecto de la cual casi un tercio de la población ocupada (aún hoy) es eventual. Desde mediados de los 80, en España, como en otros países europeos pero de forma más acentuada que en ellos, se fue consolidando la política dualista que combinaba la contratación indefinida tradicional fuertemente protegida frente al despido injusto, con el acompañamiento, cada vez más nutrido, de contratos temporales de fácil y barata terminación. Dos vías, por cierto, de utilización muy desigual, ya que los empresarios se inclinaron pronto y masivamente por la «nueva» contratación temporal, con abandono casi completo del contrato indefinido (hasta el punto que en los últimos años de gobierno socialista la «entrada» de la contratación de esta naturaleza oscilaba anualmente entre un modestísimo 2 y 3%, correspondiendo el resto a contratos temporales)15. El número total de trabajadores temporales pasó así del 7,6% de 1984 al 35% de 1995. Este fenómeno provocó, obvio es decirlo, una intensa precarización del empleo que no se correspondía, en muchos casos, con las necesidades reales de flexibilidad de muchas empresas grandes y medias16. Las consecuen15 M ONTOYA M ELGAR , A.: «La estabilidad en el empleo. Recuperación de un principio», Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, núm. 33 (2001), pág. 64. 16 Sin que la Ley 2/1991, de 7 de enero, sobre derechos de información de los representantes de los trabajadores en materia de contratación, que fue consensuada con los sindicatos precisamente para controlar el uso de la contratación temporal pudiera cumplir su objetivo, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ cias de este desmesurado crecimiento de los contratos temporales, como no pudo dejar de reconocer el propio gobierno en su informe anticipatorio de la reforma de 199417, fueron devastadoras, y no fue menor su repercusión altamente negativa en los costes sociales, al tener el acelerado efecto de rotación de la mano de obra (medido como la relación entre el flujo anual de entradas o salidas y el stock de asalariados) una incidencia directa sobre el Sistema público de Seguridad Social y, más concretamente, sobre el sistema de protección por desempleo, desequilibrándolo financieramente. Pero el exceso de contratación temporal comporta otros efectos perniciosos, y no sólo para el colectivo de trabajadores precarios, sino también para los sindicatos, las empresas y para la sociedad en su conjunto. Así, supone una protección de inferior calidad para el trabajador, quien no sólo ve sesgadas de antemano sus expectativas a la conservación del puesto de trabajo que viene desempeñando, sino que, además, acusa la disfunción que supone proyectar sobre su prestación de servicios un nutrido elenco de institutos laborales y de Seguridad Social de los que no puede beneficiarse a pleno rendimiento (promoción profesional, suspensiones y excedencias, complementos salariales, pensiones contributivas), en la medida que el legislador ha ordenado su regulación tomando como referente casi exclusivo el que se ha venido considerando modelo normal y central de relación de al resultar impracticable un control individualizado de las contrataciones por razón de su volumen, además de la frecuente complicidad de los representantes de los trabajadores en punto a apoyar la creación de empleo aunque fuera de carácter temporal,. Cfr. RIVERO LAMAS, J.: «La flexibilización de la vida laboral: potencialidades y retos para el Derecho del Trabajo», Documentación Laboral, núm .56 (1998), págs. 39 y 40. 17 Así, por ejemplo, lo recogía el proyecto de Informe sobre la reforma que el pleno del CES rechazó; sobre ese documento y las vicisitudes que sufrió durante su discusión, vid. el comentario de los Analistas de Relaciones Industriales de la revista Relaciones Laborales: «El Consejo Económico y Social: un debate condicionado», en el núm. 23 de 1993. empleo fijo y a plena jornada18. Han de resaltarse también las consecuencias formativas que la contratación flexible lleva aparejadas al impedir una adecuada cualificación profesional, sobre todo de la mano de obra juvenil que encuentra en la falta de experiencia su mayor obstáculo para acceder al mercado de trabajo; la imposibilidad de una mínima planificación de la vida personal y familiar por quien vive permanente instalado en la inestabilidad laboral y carece de unos recursos seguros; la repercusión negativa que la temporalidad supone para la seguridad y la salud (los índices de siniestralidad laboral se ceban especialmente con el empleo temporal); en el plano laboral colectivo, la pérdida de afiliación sindical y la reducción o escasa operatividad de los derechos sindicales, amén de un incremento sustancial del poder empresarial de dirección, regular o irregularmente ejercido, según los casos, sobre los trabajadores contratados a término19. Pero incluso para las empresas un exceso de temporalidad genera FERNÁNDEZ, Mª, F. y DEL REY GUANTER, S.: «Regionalización del sistema de relaciones laborales, autonomía colectiva y política de empleo», en II Jornadas Universitarias Andaluzas de Derecho del Trabajo y Relaciones Laborales, Madrid, 1985, págs. 133-134. 19 C ASAS B AAMONDE, Mª. E. y V ALDÉS D AL-R É, F.: «Diversidad y precariedad de la contratación laboral en España», Relaciones Laborales, núms. 7-8 (1989), pág. 78. En esta línea crítica, la Comisión de Expertos designada por el Ministerio de Trabajo para elaborar un informe sobre los efectos sobre la economía española de los diferentes tipos de contratación laboral flexible, en especial por tiempo determinado, detectó «numerosas disfuncionalidades jurídicas y económicas tanto en su utilización individual como desde la perspectiva del conjunto de todas ellas como un modelo integrado de modalidades de contratación». Cfr. SEGURA, J., DURÁN, F., TOHARIA, L. y BENTOLILA, S.: Análisis de la contratación temporal en España, Madrid, MTSS, 1991, pág. 117. Insistiendo en los aspectos puramente jurídicos, entienden estos autores que «la regulación independiente y no suficientemente coordinada de diversas formas de contratación ha traído consigo la ausencia de un sistema de garantías conjuntas que ha fomentado prácticas de elusión o abuso de ley que es necesario tratar de eliminar; ha provocado una complejidad excesiva en la legislación que ha facilitado cambios en la interpretación de la 18 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 117 ESTUDIOS efectos indeseables, en términos de competitividad piénsese en el «dumping social» existente entre empresas con personal fijo y altos costos sociales directos e indirectos y empresas jóvenes o «recicladas» tras una oportuna desaparición y posterior reaparición nutridas casi exclusivamente con trabajadores temporales; de contracción del consumo y consiguientemente de la producción; en costes de formación profesional formación imposible o más costosa por causa de la rotación; en términos de consecución de un «espíritu de empresa» en ocasiones necesario imposible de alcanzar por la sensación de «desarraigo» de los trabajadores temporales y, sobre todo, en términos macroeconómicos, por la paralela reducción de la demanda agregada de bienes y servicios que la temporalidad comporta, con la consiguiente «ralentización» de la economía y pérdida de beneficios empresariales20. Pese a la rotundidad de todas estas razones, junto a la creciente oposición sindical a la «precarización» del mercado de trabajo, lo cierto es que su repercusión en la cobertura del desempleo seguramente fue la causa decisiva21 para el arrumbamiento de un sistema, que había sido la panacea en 1984 y que en 1994 sólo sumaba detractores. norma por parte de los jueces y tribunales laborales; y generado un grado de indefensión y de incertidumbre innecesario en las partes» (ibidem, p. 118). Desde una perspectiva económica, señala la Comisión «la existencia de objetivos muy diversos, y a veces parcialmente contradictorios, entre algunas figuras contractuales; la persecución de objetivos por medio de modalidades de contratación que podrían lograrse de forma más eficiente con otros instrumentos, y la existencia de figuras contractuales que generan incentivos insuficientes o inadecuados para lograr los objetivos que realmente se proponen» (ibidem, loc. cit.). 20 Cfr. SALA FRANCO, T., RAMÍREZ MARTÍNEZ, J. M., ALFONSO MELLADO, C. A. y BLASCO PELLICER, A.: «La contratación temporal: un pacto posible», cit., pág. 326. 21 Sin que fuera suficiente la previa modificación -a la baja de la protección por desempleo; me he ocupado extensamente del tema en «La reforma del mercado de trabajo», Aranzadi Social, 1994-I, págs. 2216 y sig. 118 La reforma laboral de 1994 Ley 11/1994, de 19 de mayo introdujo, en efecto, cambios transcendentales en la regulación de los contratos de trabajo de duración determinada, en la medida en que se propuso recuperar la «normalidad» de las relaciones estables, de duración indefinida, reinstaurando el principio de causalidad en la contratación temporal y cerrando posibilidades anteriormente existentes de contratación temporal sin causa y casi sin limitaciones (constituyendo, en este sentido, una genuina «contrarreforma»). En este sentido, aunque se eliminó del art. 15 ET la (por entonces ya vacía de contenido) presunción legal en favor de la duración indefinida del contrato, ello no supuso la admisión de la contratación temporal como alternativa a la contratación de carácter estable en términos de libre elección, sino, más bien, el deseo de rectificar el carácter «atípico» de una parte de esta contratación temporal concediéndole carta de naturaleza en el panorama de modalidades contractuales. Esta aparente normalización del contrato temporal no impidió, desde luego, que el recurso a la misma siguiera sometido a la necesidad de subsunción en alguno de los supuestos estructurales previstos en el art. 15.1 ET y, lo que es más importante, se acompañó, como hemos dicho, de la práctica supresión de los contratos temporales para el fomento del empleo22, que se habían convertido en la práctica en el mecanismo 22 A tal fin, la Ley 11/1994 suprimió el contenido del precedente art. 15.2 ET y la disposición derogatoria de la Ley 10/1994 derogó expresamente el RD 1989/1994, quedando sustituido por una serie de programas anuales de fomento del empleo de carácter específico, que siguieron admitiendo la contratación temporal sin causa pero esta vez restringida a determinados colectivos, en concreto, a trabajadores con discapacidad, trabajadores mayores de 45 años y beneficiarios de las prestaciones de desempleo tanto de nivel contributivo como del asistencial que llevasen inscritos como parados al menos un año en la Oficina de Empleo. Para 1994, el programa de fomento del empleo se contenía en la DA 6ª de la Ley 10/1994; para 1995, en el art. 44 de la Ley 42/1994, cuya vigencia se prorrogó hasta los años 1996 y 1997 por la DA 5ª del RDL 12/1995 y la DA 6ª de la Ley 13/1996, respectivamente. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ más utilizado para acceder al mercado de trabajo, tanto para las empresas del sector público como del privado (por ejemplo, alcanzaron el 21% de las contrataciones registradas por el Instituto Nacional de Empleo en 1990 como en 1991). Con todo, el empeño de la reforma de 1994 por retomar la senda perdida de la estabilidad en el empleo fue baldío, debiendo imputarse en buena medida su fracaso a la propia incoherencia del legislador reformista, quien vino a truncar el efecto estabilizador del sistema de relaciones laborales que razonablemente tendría que haberse seguido del estrangulamiento de la contratación temporal sin causa al legalizar, por un lado, las empresas de trabajo temporal (reguladas por Ley 14/1994, de 1 de junio), permitiendo la utilización de mano de obra no perteneciente a la plantilla exclusivamente por la duración del contrato de puesta a disposición, y de otro lado, al dispositivizar parcialmente la regulación de los contratos temporales, singularmente de los contratos para obra o servicio determinado y eventual por circunstancias de la producción, permitiendo a la negociación colectiva incidir en importantes aspectos de su régimen jurídico (identificación de aquellos trabajos o tareas con sustantividad propia dentro de la actividad de la empresa que pueden cubrirse con contratos para obra o servicio determinado, modificación de la duración máxima de los contratos eventuales o del período dentro del cual se pueden realizar), posibilidades éstas que no fueron utilizadas, precisamente, para introducir rigor en el recurso a tales contratos. Aunque no faltaron interpretaciones que advertían límites a la utilización de ambas modalidades contractuales según su pretendida naturaleza23, lo 23 P. ej., GARCÍA NINET, I.: El contrato para la realización de obra o servicio determinado, E. Tirant lo Blanch, Valencia, 1995, pág. 155; MORÓN PRIETO, R.: «La contratación temporal a la luz de la reforma del mercado de trabajo: valoración crítica», Relaciones Laborales, núm. 17, 1995, pág. 275 y VICENTE PALACIO, A.: El contrato de obra, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, págs. 72 y sig. cierto es que, de acuerdo con el tenor de los preceptos, se advirtió que la reforma había introducido una especie de habilitación incondicionada a la negociación colectiva para admitir los supuestos en que la contratación temporal era legal24, y desde luego no fueron pocos los negociadores que así lo entendieron y llevaron a la práctica, abundando los convenios que cifraban la eventualidad en 11 meses al año o incluso 360 días, llevando su duración hasta los tres o cuatro años, y que denominaban obra o servicio a todo lo que podría hacer un trabajador en una empresa del sector25. Se conformaría con todos estos datos un panorama muy distinto del que nominalmente señalaba la reforma de 1994: no se había suprimido la contratación temporal acausal, sino que se había traspasado a los agentes sociales la posibilidad de autorizarla26, lo que de alguna manera podría interpretarse como un anticipo de la concertación social que llegaría en 1997, con la consiguiente legislación emanada como trasunto de las negociaciones entre agentes sociales y Administración. En todo caso, será en ese año cuando el propósito de fortalecer el principio de causalidad en la contratación temporal, ligado al impulso que se quiere dar a la contratación indefinida, 24 SEMPERE NAVARRO, A-V. y CARDENAL CARRO, M.: Los contratos temporales ordinarios en el ordenamiento laboral, La Ley-Actualidad, 1996, págs. 31 y sig. y 70 y sig. 25 Para un examen de los abusos y excesos en la regulación de la negociación colectiva de la contratación temporal, vid. ESCUDERO RODRÍGUEZ, R.: «Adaptabilidad y causalidad de la contratación temporal en la negociación colectiva posterior a la reforma», RL, núm. 12, 1997, págs. 10 y sig.; RODRÍGUEZ SAÑUDO GUTIÉRREZ, F.: «Aportación de la negociación colectiva a la regulación de determinadas modalidades de contratación», en AL, núm. 9, 1997, págs. 165 y sig.; LÓPEZ GANDÍA, J.: Negociación colectiva y modalidades de contratación laboral, Tirant lo Blanch, Valencia, 1997, págs. 42 y sig. 26 Al fenómeno de la «intercambiabilidad» se refiere ESCUDERO RODRÍGUEZ, R.: «Adaptabilidad y causalidad de la contratación temporal en la negociación colectiva posterior a la reforma», RL, núm 2, 1997, págs. 12 y sig. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 119 ESTUDIOS resulta más patente. Y es que los datos eran verdaderamente alarmantes en aquel momento: más del 60% del total de las contrataciones registradas por el INEM durante 1996 habían sido en las modalidades de para obra o servicio determinados y eventual. Asimismo, la contratación temporal por lanzamiento de nueva actividad subió el 5%. Los contratos formativos, sin embargo, al hacerse más restrictivos los requisitos para celebrarlos y desaparecer sus anteriores incentivos27, experimentaron en ese mismo año 1995 un notable descenso (los contratos en prácticas se redujeron al 0,90%; y los de aprendizaje, al 2,5%), en tanto que permaneció en sus insignificantes parámetros el contrato de relevo (poco más de 200 contratos en 1995)28. Por otra parte, como es de sobra conocido, la consistencia del principio de estabilidad de empleo en un sistema de relaciones laborales no se mide tan sólo por la facilidad mayor o menor que tienen las empresas a la hora de contratar (flexibilidad de «entrada») sino también por la mayor o menor facilidad de que disponen a la hora de realizar ajustes de plantilla (flexibilidad de «salida»). En este sentido, pieza importante de la reforma de 1994 en orden a la instrumentación jurídica de la estabilidad en el empleo fue, sin duda, la reordenación, con espíritu «flexibilizador», de los despidos colectivos, por causas objetivas y disciplinarios. La reforma de 1994 incide así en una materia en la que el legislador no se había atrevido a entrar desde que el Estatuto de los Trabajadores fue aprobado en 198029. 27 Básicamente exenciones y bonificaciones en las cuotas empresariales a la Seguridad Social por contingencias comunes. Cfr. arts. 5º y 11 RD 1992/1984, de 31 de octubre, por el que se regulan los contratos en prácticas y para la formación. 28 M ONTOYA M ELGAR , A.: «La estabilidad en el empleo: recuperación de un principio», RMTAS, núm. 33, 2001, pág. 65. 29 Consideración que recogen CASAS BAAMONDE, Mª. E., BAYLOS GRAU, A. y ESCUDERO RODRÍGUEZ, R.: «El Estatuto de los Trabajadores. Diez años después: pervivencias, 120 Por lo pronto, en el ámbito de los despidos individuales disciplinarios se produjo una doble facilitación: por un lado, se suprimirá el despido nulo por falta de forma, que pasa a ser calificado como meramente improcedente, derogándose el art. 282 de la LPL de 1990, que había supuesto un paso importante hacia la estabilidad «real» al establecer importantes multas al empresario por cada día que se retrasase en llevar a término la readmisión del trabajador. Se reintroduce, pues, la posibilidad del despido «verbal» el «no vuelva usted mañana al trabajo» sin ninguna clase de explicación, con total indefensión para el trabajador y sin que tal conducta empresarial reciba reproche específico por parte del ordenamiento jurídico; todo desembocará en el abono de una indemnización de cuantía idéntica a la que se derivaría de un despido correctamente formalizado, es decir, con carta explicativa de los motivos de la decisión empresarial, lo que predetermina el objeto de la litis, y de la fecha de la extinción, determinante para contar el plazo de caducidad de la acción de despido 30 . Pero los cambios no paran aquí. También es digna de mencionarse la posibilidad de que a un despido efectuado irregularmente pueda seguir un nuevo despido en el que el empresario observe los requisitos omitidos en el precedente, en el plazo de veinte días. Además, los onerosos salarios de tramitación se acortan si el empresario reconoce en conciliación previa la improcedencia del despido y pone a disposición del trabajador, depositándola en el juzgado, la indemnización que le corresponde en las cuarenta y ocho horas siguientes a la celebración de dicho acto (art. 56.2 ET)31. insuficiencias, desviaciones y reformas», RL, 1990-I, págs. 182 y sig. 30 A LARCÓN C ARACUEL , M.R.: «Cuatro lustros de Derecho del Trabajo en España: entre la consagración del Estado social y el efecto de las crisis económicas», en VV.AA.: El trabajo ante el cambio de siglo: un tratamiento multidisciplinar, Marcial Pons, Madrid-Barcelona, 2000, pág. 25. 31 Sobre esta cuestión, entre numerosos comentarios, cfr., destacando su faceta netamente flexibilizado- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ Siguiendo esa misma directriz flexibilizadora, un gran número de despidos por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción saldrá de la órbita de la exigencia de autorización administrativa, cuando los despidos no alcancen determinado umbral cuantitativo. Estos despidos, que la doctrina ha rebautizado como «plurales», son los que afectan a un número de trabajadores inferior a 10 (en empresas de menos de 100 trabajadores), al 10 por 100 (en empresas de 100 a 300 trabajadores) o a 30 (en las empresas de más de 300 trabajadores). Los mismos se integran en la órbita del despido por causas objetivas, no condicionado a acuerdo con los representantes de los trabajadores ni a autorización previa de la autoridad laboral, sino meramente sujeto a control judicial a posteriori. Se produjo al mismo tiempo una reforma/ampliación de las causas que justificaban la extinción32, junto con una definición evidentemente dirigida a superar concepciones de este tipo de medidas en la gestión de la empresa como ultima ratio33. Con estas reformas el legislador quiso poner en manos de los empresarios un instrumento extintivo rápido, seguro y moderadamente costoso, que evitara el uso desviado, tan abundante hasta entonces, del despido disciplinario para eludir los complicados trámites e incierto desenlace del expediente de regulación de empleo cuya tramitación, por cierto, también se agiliza34 y de las bajas ra, MARÍN CORREA, J.Mª: «La detención del devengo de los salarios de tramitación en el intento de conciliación previa», Actualidad Laboral nº 15 (1996), pág. 1269. 32 Reforma que conceptualmente no sostiene la crítica a su pretendida diversidad, cfr. VALDÉS DAL-RÉ, F.: «Los despidos por causa económica», en VV.AA.: La Reforma del Mercado Laboral, cit., pág. 405. 33 CRUZ VILLALÓN, J:: «Las reformas de 1997 y 1998 en materia de despido directo por causas económicas y empresariales», en VV.AA.: La reforma del mercado de trabajo y el fomento de la contratación indefinida: puntos críticos, Granada, Comares, 1999, págs. 340-341. 34 Por todos, cfr. RIVERO LAMAS, J. y DE VAL TENA, A.: «Los despidos por causas económicas: aspectos procedimentales y procesales», en VV. AA (MONEREO PÉREZ, J.L., coord.). Presente y futuro de la regulación del despido, Pamplona, Aranzadi, 1997, págs. 239-244. anticipadas pactadas a costa de gravosas indemnizaciones35. Sin embargo, las intenciones flexibilizadoras de la Ley 11/1994 quedaron en buena parte frustradas, pues mientras un sector judicial representado en la STS de 24 de abril de 1996 (RJ 5297)36 se hizo eco del espíritu de la reforma (patente en la EM de la Ley 11/1994: «garantizar los elementos básicos de competitividad de una empresa, haciendo posible que las decisiones rescisorias... puedan llevarse a cabo con la finalidad precisamente de mantener en el futuro la pervivencia de la empresa»), fueron bastantes las sentencias de suplicación que aplicaron la nueva legislación en términos sumamente restrictivos37. En opinión generalizada, la interpretación judicial redujo los efectos de la reforma en esta materia, efectos que, en la concepción del legislador, tendrían que haber servido para amortizar puestos de trabajo sin las complicaciones del despido colectivo y sin los costos de los despidos disciplinarios. Siempre se ha dicho que, ante un sistema más o menos rígido de relaciones laborales, los empresarios aparcan el empleo indefinido y optan por ciertas fórmulas de flexibilidad para reducir costes y hacer frente a demandas de producción variables. Por ello, todas estas reformas dirigidas a flexibilizar tanto la gestión interna de las relaciones laborales como la salida de la empresa se han contrapuesto a la pretendida rigidez que la reforma introduce en la «entrada», de manera que se pretendería fortalecer una contratación indefinida flexible como alternativa a la contratación temporal. 35 M ONTOYA M ELGAR , A.: «La estabilidad en el empleo: recuperación de un principio», cit., pág. 67. 36 Su doctrina se prolonga en sentencias posteriores, por ejemplo, en la STS de 28 enero 1998 (RJ 1148). 37 Por todos, cfr. CRUZ VILLALÓN, J.: «Las reformas de 1997 y 1998...», cit., págs. 341 y sig. y NAVARRO NIETO, F.: «Los despidos por causas económicas en la reciente doctrina de los Tribunales Superiores de Justicia y del Tribunal Supremo», AL, núm. 43, 1996. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 121 ESTUDIOS 3. LA RECUPERACIÓN DEL PRINCIPIO DE ESTABILIDAD EN EL EMPLEO 3.1. Las reformas laborales de 1997 y 2001 Apenas transcurridos dos años desde la entrada en vigor de la reforma de 1994, tanto las organizaciones sindicales como las patronales pudieron constatar los efectos perversos a los que se ha hecho referencia en el anterior epígrafe. Las primeras denunciaron que no se había sustituido el empleo temporal por fijo y que España seguía siendo el país europeo con mayor temporalidad. Las organizaciones patronales, por su parte, se lamentaban también del exceso de temporalidad, así como del elevado coste del despido improcedente y de que las causas para el despido objetivo no fueran suficientemente apreciadas en los Juzgados de lo Social. A su juicio, los elevados costes de rescisión del contrato de trabajo constituían el principal obstáculo al avance de la contratación fija y al retroceso de la temporalidad. A las críticas de sindicatos y patronal cabe añadir que la dualización del mercado de trabajo y la precariedad laboral habían estancado el consumo agregado, singularmente la demanda de viviendas y la de bienes duraderos de uso doméstico38. Tras las elecciones generales de marzo de 1996 se abre un nuevo período de concertación social, fruto del cual será la reforma de 1997, acordada por CEOE, CEPYME, CC.OO. y UGT., e integrada por tres Acuerdos Interconfederales, dos sobre negociación colectiva y uno, precisamente, sobre estabilidad en el empleo (AIEE). El AIEE incluía tanto compromisos que vinculaban directamente a las partes como 38 SANAÚ, J.: «Reformas laborales pendientes», en VV.AA. (MUÑOZ MACHADO, GARCÍA DELGADO, GONZÁLEZ SEARA, dirs.): Las estructuras del bienestar. Propuestas de reforma y nuevos horizontes, Madrid, Escuela Libre Editorial-Civitas, 2002, pág. 28. 122 propuestas dirigidas al Gobierno para que éste las ahormase legislativamente. El Gobierno acogió, en efecto, tales propuestas, aprobando dos Reales Decretos Leyes, pronto transformados en las Leyes 63 y 64 del año 1997, dedicadas, respectivamente, a dictar «medidas urgentes para la mejora del mercado de trabajo y el fomento de la contratación indefinida» y a regular unos incentivos fiscales y de Seguridad Social a favor de los empresarios que creen empleo estable. Lo que los agentes sociales y los poderes públicos querían con estas reformas era mejorar el empleo, cuantitativa y cualitativamente; se trataba de crear empleo, pero ya no cualquier empleo sino un empleo estable y de calidad. A título de recordatorio, las claves u orientaciones de la nueva regulación legal en materia de contratación con origen en el AIEE eran las siguientes: Reforzamiento del principio de causalidad en la contratación temporal, especificando y delimitando los supuestos en que es lícita su utilización, especialmente los contratos para obra o servicio determinado y eventual por circunstancias de la producción. Fomento de la contratación indefinida, especialmente de aquellos colectivos más afectados por el desempleo y la inestabilidad laboral39. Este objetivo se tradujo también en la completa y defini- 39 Pese a la observada tendencia a fomentar la contratación estable, el párrafo primero del art. 17.3 ET continúa facultando al Gobierno para regular medidas de «reserva, duración o preferencia en el empleo que tengan por objeto facilitar la colocación de trabajadores demandantes de empleo». Ahora bien, según precisa el párrafo tercero del mismo precepto, tales medidas «se orientarán prioritariamente a fomentar el empleo estable de los trabajadores desempleados y la conversión de contratos temporales en contratos por tiempo indefinido». Con este fin, se vienen arbitrando políticas de estímulo a la conversión de contratos temporales en indefinidos, mediante un complejo sistema de bonificaciones en las cuotas empresariales a la Seguridad Social. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ tiva desaparición de los contratos temporales para fomento del empleo salvo para los minusválidos y en la supresión del contrato para lanzamiento de nueva actividad. Potenciación del protagonismo de la negociación colectiva en orden a la regulación y control del uso que en el futuro se haga de las modalidades de contratación, en especial de los contratos temporales causales y formativos, a fin de corregir los excesos de precariedad y rotación cometidos en un pasado inmediato. Dicho control se atribuía preferentemente a la negociación sectorial de ámbito estatal, reflejando el sentido de una de las claves básicas del AINC1997. Favorecimiento de la inserción sociolaboral y de la formación teórico-práctica de los jóvenes, reforzando la vertiente formativa de los contratos para la formación y en prácticas y su conexión con el sistema de formación profesional. Clarificación de los supuestos en que el contrato a tiempo parcial debía celebrarse por tiempo indefinido, delimitando con mayor precisión el contrato fijo discontinuo. Sin duda, la modalidad estrella de la reforma fue el contrato para el fomento de la contratación indefinida, cuya centralidad no se corresponde con el periférico lugar elegido para albergar su régimen jurídico (la Disposición Adicional Primera de la Ley 63/1997). Se trata de un contrato indefinido, reservado inicialmente a desempleados con edades comprendidas entre los dieciocho y los veintinueve años o de más de cuarenta y cinco, a los minusválidos y a los parados de larga duración (más de un año inscritos en la oficina de empleo), que surgió con carácter experimental, previéndose su utilización durante un período de cuatro años (hasta mayo de 2001). Pese a su naturaleza de contrato indefinido, casi la primera disposición que se ocupa de su contenido habla del supuesto en el que se recurra a la extinción por causas objetivas que resulte improcedente, para, directamente, rebajar la indemnización respecto de la que es propia en el Derecho del Trabajo común40. En efecto, el despido objetivo improcedente que hasta entonces se indemnizaba con cuarenta y cinco días de salario por año trabajado, con un máximo de cuarenta y dos mensualidades, con el nuevo contrato pasa a indemnizarse con treinta y tres días por año, con un tope de veinticuatro mensualidades. De este modo, se revisa a la baja el precio del despido, tema tabú de nuestro modelo laboral durante diecisiete años pese a la insistencia empresarial en la necesidad de su replanteamiento. Esta decisión supuso implícitamente el reconocimiento por los sindicatos de que los costes del despido penalizan el empleo indefinido. Se contemplaron, asimismo, bonificaciones en las cotizaciones sociales de este contrato en detrimento de los contratos temporales. En consonancia con la técnica modificativa a la que se ha hecho referencia, la reforma de 1997 se propuso precisar el alcance de los despidos por causas objetivas, con el fin de atajar interpretaciones jurisdiccionales apegadas al Derecho anterior a la reforma de 1994. La reforma negociada por los agentes sociales podría tener la intención de asumir normativamente los criterios aportados por el Tribunal Supremo, pero de hecho se ha opinado que va más allá en la liberalización de estas causas extintivas41, llegando, en las interpre- 40 Al respecto, por todos, MONTOYA MELGAR, A.: «La reforma de la contratación laboral», Aranzadi Social 1997-V, págs. 320-321. 41 CRUZ VILLALÓN, J.: «Las reformas de 1997 y 1998 en materia de despido directo por causas económicas y empresariales», cit., págs. 346 y sig.; ALBIOL MONTESINOS, I., «El RDL 8/1997 de 16 de mayo, y el Acuerdo Interconfederal para la Estabilidad en el Empleo», en ALBIOL MONTESINOS, I.; CAMPS RUIZ, L.M. y GOERLICH PESET, J.Mª.: La reforma laboral de 1997, Valencia, Tirant, 1997, págs. 71-73. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 123 ESTUDIOS taciones extremas, a autorizarse la extinción del contrato por causas técnicas, organizativas o productivas, no sólo ante un mal funcionamiento, sino simplemente porque no sea el óptimo42. El mensaje que la reforma quería hacer llegar a los empresarios era el siguiente: se ha introducido una mayor flexibilidad en cuanto a la posibilidad de efectuar ajustes de plantilla durante la vida de la empresa (por lo que las relaciones laborales pueden ser también más estables), pero por si acaso el mecanismo previsto no funciona correctamente, la improcedencia, declarada judicialmente, va a resultar más barata en sus consecuencias indemnizatorias. La reforma de 1997, los programas para fomento del empleo estable aprobados en años sucesivos y la penalización de la contratación temporal43 tuvieron su reflejo en un sustancial incremento de los contratos de ALBIOL MONTESINOS, I.: «El RDL 8/1998, de 16 de mayo...», cit., pág. 71. 43 Como nueva muestra del diálogo social, la LPGE de 1999 acogió el acuerdo alcanzado por el Gobierno con CC.OO en la «Mesa sobre Estabilidad en el Empleo», 1-12-1998) y estableció (art. 91,nueve, 2.1) una diversidad de tipos de cotización empresarial en materia de desempleo, que reflejaba el propósito del legislador de fomentar las contrataciones indefinidas. En tal sentido, la cuota del empresario respecto de los trabajadores contratados con carácter indefinido (incluso a tiempo parcial) se redujo al 6,2% mientras que la correspondiente a trabajadores con contrato temporal a tiempo completo subió al 6,7% y la referente a contratos temporales a tiempo parcial se elevó al 7,7% (como el estímulo o la penalización beneficiaban o gravaban a los empresarios, el tipo correspondiente a la fracción de cuota de los trabajadores era el mismo el 1,6% en los tres supuestos aludidos). Con posterioridad, se unificó el tipo aplicable al contrato indefinido y a determinadas modalidades de contratación temporal (contratos formativos, en prácticas, de inserción, de relevo, interinidad y contratos, cualquiera que sea la modalidad utilizada, realizados con trabajadores discapacitados). Véase, sobre los tipos aplicables durante el año 2005, el art. 100.Nueve.2 de la Ley 2/2004, de 27 de diciembre, de Presupuestos Generales del Estado. 42 124 duración indefinida, pasando del 3,8% de 1996 al 6,3% de 1999, pero insuficiente para absorber una tasa de temporalidad que a finales de los 90 seguía instalada en cotas próximas al 33%, frente al 12,5% de media europea. No obstante, la positiva valoración oficial de los resultados obtenidos con el nuevo contrato para el fomento de la contratación indefinida sería determinante para que, al concluir la vigencia de la norma inicial el 17 de mayo de 2001, y sin mediar pacto con los agentes sociales, un nuevo RDL (el 5/2001), pronto sustituido por la Ley 12/2001, volviese a regular la figura, pero esta vez ya con visos de permanencia. En efecto, la Disp. adic. 1ª de la Ley 12/2001 procede, acogiendo los términos del RDL 5/2001, a actualizar la regulación del contrato para el fomento de la contratación indefinida, ampliando los grupos que tienen acceso al mismo y «normalizando» o estructuralizando su presencia en el sistema español de contratación laboral. Conviene precisar que desde 31 de diciembre de 2003 no es posible contratar a un trabajador por tiempo determinado con la intención de transformarlo después en un contrato para el fomento de la contratación indefinida; la conversión sólo es posible para los trabajadores que, en la fecha de celebración del nuevo contrato de fomento de la contratación indefinida, estuvieran empleados en la misma empresa mediante un contrato de duración determinada o temporal, incluidos los contratos formativos, celebrado con anterioridad a 31 de diciembre de 200344. El contrato de trabajo para el fomento de la contratación indefinida podrá concertarse, a tiempo completo o a tiempo parcial, y siempre por escrito, con trabajadores incluidos en uno de los grupos siguientes: a) Trabajadores desempleados inscritos en la oficina de empleo en quienes concurra alguna de las siguientes condiciones: i) jóvenes desde dieciséis hasta 30 años de edad, ambos inclusive; ii) mujeres desempleadas cuando se contraten para prestar servicios en profesiones u ocupaciones con menor índice de empleo femenino; iii) mayores de cuarenta y cinco años de edad; iv) parados que lleven, al menos, seis meses inscritos ininterrum44 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ En síntesis, la reforma pergeñada por la Ley 12/2001 se propuso reducir la tasa de temporalidad y, al mismo tiempo, reducir la precariedad que normalmente caracteriza a este tipo de contratación, a cuyo efecto se marcaron los siguientes objetivos concretos: penalizar los contratos marginales de duración inferior a siete días, con la excepción de los de interinidad agravando la cuota empresarial de seguridad social por contingencias comunes en un 36% (Disp. adic. 6ª Ley 12/2001); prevenir los abusos en la utilización sucesiva de los contratos temporales, encomendando a la negociación colectiva la posibilidad de establecer mecanismos judiciales al efecto (art. 15.5 ET); mantener y reforzar la figura del contrato de trabajo para el fomento de la contratación indefinida (Disp. adic. 1ª de la Ley 12/2001), incentivando la celebración inicial de contratos indefinidos y la transformación de contratos temporales en indefinidos (Programa de Fomento del empleo para el año 2001, Cap. II de la Ley 12/2001). igualar los derechos de los trabajadores con contratos temporales e indefinidos, sin perjuicio de las particularidades específicas de cada una de las modalidades contractuales en materia de extinción de contrato y de aquellas expresamente previstas en relación con los contratos formativos y con el contrato de inserción (art. 15.6 ET); imponer al empresario un específico deber de información hacia los trabajadores temporales respecto de la existencia de puestos estables vacantes (nuevo art. 15.7 ET); autorizar a la negociación colectiva para instrumentar jurídicamente la transformación de contratos temporales en indefinidos o fijos-discontinuos (nuevo art. 15.7 y 8 ET); establecer una indemnización ocho días de salario por año de servicios en el caso de extinción del contrato de duración determinada, con la excepción de los contratos de interinidad, de inserción y formación [art. 49.1.c) ET]; pidamente como demandantes de empleo; v) minusválidos. b) Trabajadores que, en la fecha de celebración del nuevo contrato de fomento de la contratación indefinida, estuvieran empleados en la misma empresa mediante un contrato de duración determinada o temporal, incluidos los contratos formativos, celebrado con anterioridad al 31 de diciembre de 2003. Por otra parte, para facilitar la integración de colectivos con dificultades en el mercado laboral, se modificó el contrato para la formación y se creó el contrato de inserción. En cuanto a la eliminación de los obstáculos de «salida», la reforma retocó el despido objetivo, incluyendo un nuevo supuesto por causas objetivas, por el que los contratos indefinidos, cuyo objeto sea la ejecución de planes y programas públicos sin dotación económica estable, puedan extinguirse cuando la consignación presupuestaria sea insuficiente para el mantenimiento del puesto de trabajo [nuevo art. 52.e) ET]. De este modo, la Administración-empleadora se asegura que en determinadas circunstancias económicas procederá la finalización del contrato con la indemnización reducida respecto del improcedente, al tiempo que se deslegitima cierta doctrina jurisprudencial que venía admitiendo sistemáticamente la celebración de contratos para obra o servicio determinado vinculados a la ejecución de planes o proyectos concretos, pendientes de financiación anual, en el sector público45. La última reforma del despido, también con una evidente finalidad de reducción de 45 Así lo han entendido, entre otras, las SSTS (Soc.) 5 mayo 2004 (RJ 2004, 4102) y 31 mayo 2004 (RJ 2004, 4894). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 125 ESTUDIOS costes, la han protagonizado el RDL 5/2002, de 24 de mayo, de medidas urgentes para la reforma del sistema de protección por desempleo y mejora de la ocupabilidad, y la Ley 45/2002, de 12 de diciembre, resultado de la tramitación parlamentaria de aquél como ley ordinaria. Como se sabe, el RDL 5/2002, aprovechando la reforma del sistema de protección por desempleo y sin aportar una explicación jurídicamente convincente, procedió a suprimir el abono de los salarios de trámite en caso de despido improcedente sin readmisión. Sin embargo, esta supresión de los salarios de tramitación, que acompañaba a la nueva delimitación del concepto de protección por desempleo protegido en cuanto a no exigencia de resolución judicial y fijación como fecha de inicio del derecho a la prestación de desempleo el día siguiente al cese en el trabajo en caso de despido, no era en modo alguno una «consecuencia necesaria» ni condicionaba la nueva delimitación de la contingencia por desempleo en el reformado art. 208 de la LGSS46. En realidad, la modificación del art. 56 ET lo que se proponía, lisa y llanamente (aunque no fuese políticamente correcto admitirlo), era reducir los costes empresariales del despido improcedente, y para los trabajadores la pérdida de uno de los componentes del resarcimiento obtenido por la improcedencia del despido, los salarios de tramitación, que en algunos casos (contratos de escasa antigüedad) representaban la parte más sustancial (y por la que merecía la pena litigar) de la compensación finalmente obtenida. Con todo, esta medida no llegó a consolidarse (por los efectos de la huelga general de junio de 2002), pero, en cualquier caso, la Ley 45/2002 (la versión final de la reforma), contando con el placet de los sindicatos, brinda al empresario la oportunidad de dejar de pagar esos salarios adicionales si reconoce desde el 46 RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO-FERRER, M.: «La revisión de la reforma de la protección del desempleo en la Ley 45/2002», en RL, núm. 4, 2003, pág. 2. 126 primer momento la improcedencia del despido y pone a disposición del trabajador la indemnización que marca la ley. Con ello se logra, en parte, uno de los objetivos latentes de la reforma: la reducción del coste del despido. Por otro lado, la preocupación por la racionalización del gasto en prestaciones de desempleo derivadas de la extinción de contratos temporales anómalamente celebrados llevó al legislador a introducir, por medio de la Ley 45/2002, una nueva submodalidad procesal en la LPL, de cuyo régimen jurídico se ocupa un nuevo art. 145 bis. Con arreglo a lo dispuesto en este precepto, «cuando la Entidad Gestora de las prestaciones por desempleo constate que, en los cuatro años inmediatamente anteriores a una solicitud de prestaciones, el trabajador hubiera percibido prestaciones por finalización de varios contratos temporales con una misma empresa, podrá dirigirse de oficio a la autoridad judicial demandando que el empresario sea declarado responsable del abono de las mismas, salvo de la prestación correspondiente al último contrato temporal, si la reiterada contratación temporal fuera abusiva o fraudulenta, así como la condena al empresario a la devolución a la Entidad Gestora de aquellas prestaciones junto con las cotizaciones correspondientes». 3.2. Medidas de estímulo económico a la contratación indefinida Las políticas de empleo puestas en práctica, tanto activas como pasivas, en desarrollo del mandato constitucional albergado en el art. 40 CE, se han servido de diversas medidas técnicas normativas, cuya enorme amplitud desborda ciertamente los linderos del ordenamiento laboral. Las medidas propiamente laborales han actuado sobre la oferta y la demanda de trabajo, de acuerdo con un amplio abanico de técnicas. No es de este lugar el análisis pormenorizado de unas y REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ otras. Baste ahora con identificar por vía general las principales tendencias que han seguido las políticas de empleo de incentivación económica en su evolución postconstitucional para, al cabo, emitir un diagnóstico a propósito de su efectividad47. A este respecto, es fácil convenir que la regulación de los estímulos económicos a la contratación laboral ha discurrido, en nuestro ordenamiento, por dos fases contrapuestas. En la primera, la respuesta del legislador a la situación de inestabilidad económica y de fuerte crecimiento del desempleo consistió en flexibilizar el recurso a la contratación temporal hasta cotas inimaginables, con la creación, primero, del contrato temporal para fomento del empleo en 1976 (paulatinamente consolidado en 1981 y 1984), y merced, después, a la ampliación de las modalidades de contratación laboral por Ley 32/1984, de 2 de agosto. Esta ampliación fue acompañada de un conjunto de ayudas financieras (subven- 47 Las medidas de fomento o de incentivo al empleo han ido evolucionando tanto en lo que se refiere a sus destinatarios como en su estructura y contenidos. Para un estudio sobre la evolución de la normativa española sobre estímulos públicos al empleo, véase LÓPEZ GANDÍA, J.: «El régimen jurídico del empleo y los programas de fomento del empleo en España (Introducción al estudio de las relaciones entre política laboral y política de empleo)», Revista de Trabajo, núm. 62, 1981, págs. 73 y sigs.: ESCUDERO RODRÍGUEZ, R.: «Estímulos materiales y ayudas instrumentales a la contratación laboral», RL, 1991-I, págs. 138 y sigs.; «El Real Decreto-Ley 1/1992: la conmoción de una norma. Las medidas de fomento a la contratación indefinida», Relaciones Laborales, 1992II, págs. 1.107 y sigs.; ESCUDERO RODRÍGUEZ, R. y MORÓN PRIETO, R.: «Bonificaciones sociales y contrato de fomento de la contratación indefinida en el marco de la política de empleo: las reformas de 2001 (Leyes 12 y 24/2001 y RDL 16/2001)», en Relaciones Laborales, núms. 11/12, 2001, págs. 128 y sigs.; CAVAS MARTÍNEZ, F.: «Nuevo programa de incentivos estatales a la contratación laboral indefinida (Estudio a partir de la Ley 22/1992, de 30 de julio, de Medidas Urgentes de Fomento del Empleo y Protección por Desempleo)», Actualidad Laboral, núm. 5, 1993, págs. 71 y sigs. ciones o bonificaciones) a unas específicas contrataciones (con desempleados o para la conversión de contratos temporales en indefinidos). Sin admitirse claramente los límites de esta política, lo que sí había era un convencimiento creciente de que la contratación temporal se estaba utilizando de forma abusiva, generando una excesiva rotación en el empleo con efectos perversos no sólo a escala macroeconómica sino en la propia eficiencia de los trabajadores y en la productividad de las empresas. A las críticas sobre los efectos distorsionadores de una extensión desmesurada de la contratación temporal se suma que la recesión demuestra lo efímero del crecimiento del empleo en la anterior etapa expansiva (1985-1990), y así, en sólo dos años, 1992 y 1993, se destruye buena parte del empleo creado en los años anteriores. De ahí que en los primeros años de la década de los noventa se intente reconducir la política de fomento del empleo bajo nuevos presupuestos. A saber: a) revalorización de la contratación indefinida y consiguiente reserva de la contratación temporal coyuntural para los colectivos menos desfavorecidos en el mercado de trabajo; b) dinamización de la protección por desempleo orientada a la búsqueda activa de empleo; y c) la potenciación de la formación profesional como un fin en sí misma. Un giro significativo ya se produjo con la Ley 22/1992, de medidas urgentes de fomento del empleo, protección por desempleo, donde se reguló por primera vez un verdadero programa de fomento del empleo estable que incentivaba mediante subvenciones a tanto alzado la contratación de determinados colectivos desfavorecidos (jóvenes, mujeres y mayores de 45 años). Poco después, el RDL 3/1993, de 26 de febrero, extendió dicho programa a la contratación indefinida de determinados contratos a tiempo parcial y la ley 10/1994 haría lo propio respecto de la transformación en fijos de los contratos en prácticas y de aprendizaje. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 127 ESTUDIOS Pero aunque se puso un mayor énfasis instrumental en la contratación de carácter fijo (llegaron a suprimirse las bonificaciones por los contratos temporales formativos), no se logró ni de lejos compensar el «irresistible atractivo» de una contratación temporal verdaderamente desbocada, máxime en tiempos de recesión económica. Ni las sucesivas reformas laborales, que tienen sus principales hitos en 1984 y 1992-1994, ni el esfuerzo aplicado a partir de 1990 año en que se aprueba la LOGSE por reconducir y reorganizar una de las bases de la política de empleo como es la política de formación, tuvieron un relevante efecto desactivador del elevado nivel de desempleo en la economía española. En el primer trimestre de 1997, a pesar de la nueva etapa expansiva que se vive desde 1994, el desempleo sigue cercano a los 3,5 millones de personas y la tasa de paro es del 21,5%, con un empleo temporal del 33,6% y un empleo a tiempo parcial del 8%. En todos estos indicadores España presentaba peores resultados que la media europea. Este descorazonador panorama aboca a un cambio de tendencia normativa dentro de la general orientación encaminada al fomento económico de la contratación laboral. Así, fruto del Acuerdo Interconfederal para la Estabilidad en el Empleo de 7 de abril de 1997, los Reales Decretos Leyes 8 y 9/1997, convertidos luego en Leyes 63 y 64 de ese mismo año, se van a decantar abiertamente por la contratación indefinida con apoyo básico en dos tipos de medidas, que se mantienen hasta el presente. Por un lado, creando el contrato para el fomento de la contratación indefinida introducido como una medida coyuntural, como se dijo, la Ley 12/2001 normalizará su utilización y ampliará sus destinatarios, y, por otro, estimulando económicamente de forma prioritaria la contratación estable. La acción coordinada de este conjunto de medidas es responsable de que más del 82 por 100 del aumento del empleo asalariado en 2003 corresponda al de carácter indefinido, circunstancias que se vienen observando con claridad desde 1997. 128 Por lo demás, los Programas anuales de Fomento del Empleo que se vienen aplicando en nuestro país, sobre todo a partir de la Ley 12/2001, han expandido considerablemente el colectivo de destinatarios de las ayudas a la contratación indefinida, consistentes en una variada gama de deducciones en las cuotas empresariales por contingencias comunes a la Seguridad Social, con respecto al programa de 1997. Y así, por ejemplo, los actuales programas incluyen, junto a colectivos tradicionalmente favorecidos por estímulos a la contratación laboral (jóvenes, mujeres, desempleados de larga duración, mayores de 45 años) a los desempleados con riesgo de exclusión social y a las víctimas de la violencia doméstica (respecto de los cuales se incentiva tanto la contratación indefinida como temporal), a los desempleados perceptores del subsidio agrario o a los desempleados perceptores de la renta activa de inserción (supuesto límite de abaratamiento de mano de obra, por cuanto el empresario puede acumular la subvención en que se cifra el importe de la renta activa con las bonificaciones en cuotas a la Seguridad Social)48. Visto con la perspectiva de los ocho años transcurridos, la eficacia de la rectificación normativa en la orientación de la política de empleo que se produjo en 1997 no arroja, en conjunto, un resultado excesivamente satisfactorio. Por una parte, es cierto que el número de contrataciones indefinidas ha experimentado un cierto incremento, gracias sobre todo a la normalización institucional del contrato para el fomento de la contrata- 48 Las medidas de Fomento de Empleo para este año están reguladas en la disposición adicional cuadragésimo séptima de la Ley 2/2004, 27 diciembre, de Presupuestos Generales del Estado para el año 2005, publicada en el B.O.E. 28 diciembre 2004. Las variaciones respecto al programa de 2004 son mínimas y se limitan a atenuar la exclusión de las ayudas en el caso de contratación de familiares, permitiendo la bonificación cuando el empresario es autónomo, no tiene asalariados, existe ajeneidad en los términos del art. 7.2 de la LGSS, y con la limitación a un solo familiar. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ ción indefinida, a sus reducidos costes de extinción y a la menor presión contributiva que se ejerce sobre los nuevos empleos fijos. Pero ello no se ha traducido en un estimable retroceso de la tasa de temporalidad, que sigue siendo espectacularmente elevada, situándose en el 30,6% en 2003, apenas cuatro puntos menos que la registrada en los años 1996 o 1997, y fundamentalmente centrada en el colectivo de jóvenes y mujeres (otra discriminación por razón de género). A este ritmo de descenso, serían necesarios aproximadamente veinte años para igualarnos con la media europea. Y aunque es innegable que en los últimos años se ha reducido la tasa de paro, es más que dudoso que la causa de esta reducción descanse básicamente en el estímulo a la contratación laboral y no se deba al contexto de recuperación económica en que la misma se produce, cualquiera que sea la duración de los contratos que se fomenten por esta vía. En este sentido, se ha señalado que las medidas de fomento del empleo, incluidas las de corte económico, no tienen una influencia determinante en la decisión empresarial de contratar trabajo asalariado, limitándose al mucho más modesto papel de acompañamiento a esa decisión, pero una vez que ésta ya ha sido tomada49. Lo que sí parece evidente es que la decisión de contratar por tiempo indefinido está directamente ligado al factor «subsidiación»; sin ayudas oficiales, la «cultura de la temporalidad» impone su lógica. Y es que, como también se ha dicho desde el ámbito de la economía, parece evidente que las políticas activas de empleo que se traducen en incentivos económicos no deben ser consideradas sino «un elemento más en el marco de una estrategia de políticas macroeconómicas adecuadas y de reformas estructu- 49 CRUZ VILLALÓN, J. y GÓMEZ GORDILLO, R.: «Las políticas de empleo en sus diversos ámbitos: comunitario, nacional y autonómico», Temas Laborales, núm. 61, 2001, pág. 89. rales necesarias para reducir el desempleo de forma significativa»50. 4. BALANCE FINAL Y ALGUNAS PROPUESTAS En sus informes sobre la situación del empleo en Europa, la Comisión viene recordando, año tras año, al Estado español la necesidad de adoptar medidas que incrementen la tasa global de empleo y reduzcan la tasa de temporalidad, amén de la corrección de las desigualdades existentes entre hombres y mujeres en lo tocante al empleo y al desempleo, fomentando para ello, como elemento de primer orden, el diálogo social51. En esta línea, los interlocutores sociales incluyen el objetivo entre los criterios y líneas de actuación que anualmente vienen acordando en los Acuerdos Interconfederales para la Negociación Colectiva52. Asimismo, la Decla- ALUJAS RUIZ, J.A.: Políticas activas de mercado de trabajo en España. Situación en el contexto europeo, Madrid, CES, 2003, pág. 316. 51 El Informe Conjunto sobre el Empleo 2003/2004 (COM (2004) 24 final/2) señaló que las medidas adoptadas en los últimos años habían tenido resultados positivos, y que se habían incentivado activamente las medidas dirigidas a la reducción de los contratos temporales. Pero también indicaba que la incidencia de la temporalidad permanecía alta, y subrayaba en esta ocasión que esa temporalidad explicaba, en parte, la baja participación en acciones de formación, imprescindible para la mejora de la productividad del trabajo. 52 El Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva (ANC) 2003, firmado en la sede del CES el 30 de enero de 2003 por CEOE, CEPYME, CC.OO. y UGT, y prorrogado por acuerdo de las partes para 2004, preveía una serie de líneas de actuación para que la negociación colectiva asumiera un mayor protagonismo en la gestión del empleo en orden a reducir la alta tasa de temporalidad, a saber: promover la contratación indefinida y la conversión de contratos temporales en contratos fijos, adoptar fórmulas que eviten el encadenamiento injustificado de sucesivos contratos temporales, de forma tal que las necesidades permanentes de las empresas se atiendan con contratos indefinidos y las coyunturales con contratos temporales, al tiempo que se fomenta el uso de los contratos formativos como vía de inserción laboral y cualificación de los trabajadores. 50 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 129 ESTUDIOS ración para el Diálogo Social 2004 suscrita conjuntamente por el Gobierno y las organizaciones empresariales y sindicales más representativas de este país el pasado 8 de julio de 2004 define las materias, objetivos y orientaciones generales conforme a las que ha de desarrollarse una nueva etapa de diálogo social en España, ordenada, de manera inmediata, a la consecución de acuerdos para favorecer la Competitividad, el Empleo estable y la Cohesión social. A tal efecto, tras reconocer que el mercado de trabajo español tiene un doble problema -insuficiente volumen de empleo y alto nivel de temporalidad, y valorar positivamente la contribución del AIEE de 1997 a la mejora del volumen y la estabilidad en el empleo en los últimos años, las partes firmantes expresan su voluntad de profundizar en estos objetivos y para ello se comprometen, desde una perspectiva de conjunto, a analizar los diferentes elementos que inciden en la creación de empleo, en su estabilidad y la utilización no justificada de la contratación temporal, teniendo presentes las nuevas formas de organización empresarial del trabajo. A la vista de este análisis, las partes se comprometen a consensuar aquellas modificaciones legales que logren aunar seguridad para los trabajadores y flexibilidad para la empresas (flexisecurity). En esta dirección se mueven las propuestas contenidas en el Informe de la Comisión de expertos para el Diálogo Social de enero de 2005, que, rubricado Más y mejor empleo en un nuevo escenario socioeconómico: por una flexibilidad y seguridad laborales efectivas, culmina el encargo que dirigieran en la Declaración para el Diálogo Social (Competitividad, Empleo estable y Cohesión social) el Gobierno y los interlocutores sociales a la citada comisión creada ex profeso, «con el objetivo de evaluar el funcionamiento de las políticas de empleo desde las reformas laborales acometidas en el período 1992-1994 hasta la actualidad (sus instrumentos legales, la estrategia de estímulos a la contratación, el comportamiento del sistema de pro- 130 tección a los desempleados, etc)». En dicho Informe se afirma, entre otras cosas, que « es posible encontrar una combinación de medidas en las diferentes dimensiones de las políticas de empleo que mejoren la relación de intercambio actual entre flexibilidad y seguridad del empleo»; que «el objetivo fundamental durante el proceso de diálogo social debería centrarse en la identificación de fórmulas que permitan avanzar en ambos frentes al mismo tiempo»; que «las empresas españolas necesitan un marco laboral flexible, en el que puedan tener capacidad de adaptación y respuesta a las exigencias de un entorno competitivo cambiante y cada vez más exigente», y que en ese marco «ha de garantizarse igualmente la seguridad de los trabajadores y la calidad del empleo», pues «la flexibilidad no debe perseguirse a través de la simple ausencia de garantías para los trabajadores, sino que ha de ser compatible con el respeto de los derechos laborales de los mismos»; que los dos problemas más importantes que presenta nuestro mercado de trabajo, la baja tasa de ocupación y la elevada temporalidad, «no podrán ser resueltos mediante reformas parciales que sigan sin tener en cuenta las relaciones de complementariedad o de sustitución entre los distintos instrumentos de las políticas de empleo que pueden responder a las demandas de flexibilidad y de seguridad (y que) que los agentes sociales y el control judicial son factores esenciales que influyen sobre la eficacia de los instrumentos de las políticas de empleo»; que «las políticas de empleo deberían proteger a los trabajadores, no a los puestos de trabajo»; que «la flexibilidad es un concepto multidimensional y no debe ser abordada exclusivamente como un problema de restricciones a las extinciones de los contratos de trabajo»; y que «la temporalidad se puede concebir como un instrumento al servicio de varios objetivos, si bien en la actualidad hay un claro divorcio entre su concepción en el plano jurídico y su incidencia real», por lo que «habría que definir claramente el papel que debe jugar la temporalidad en un marco general que proporcione las REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ vías adecuadas de flexibilidad a las empresas y de seguridad a los trabajadores». Ciertamente que la solución al paro y a la precarización laboral es compleja, como demuestra el dato de que su dimensión ni siquiera disminuya de manera significativa en momentos en que crece espectacularmente la producción 53 . Probablemente nadie se halle en disposición de garantizar a priori que esta o aquella fórmula vaya a ser la solución. En la lucha contra el desempleo y la temporalidad no parecen existir recetas mágicas, en parte porque tampoco existe unanimidad en la identificación de las causas de estos dos problemas. Si para los representantes de los trabajadores la excesiva temporalidad obedece al mal uso (abuso) que los empresarios hacen de las modalidades de contratación por tiempo determinado, los empresarios alegan que no contratan a más trabajadores fijos porque los contratos indefinidos incorporan mayores costes relativos (los de rescisión incluidos) que los temporales. Cualquiera que sea el origen de tan elevada temporalidad, existen argumentos de eficiencia y de equidad como para que sea un objetivo prioritario su reducción. Y es que cuanto mayor sea la temporalidad en una empresa o en un sector menor será la inversión en capital físico, humano o tecnológico que realice, lo que llevará a que dicha empresa o sector y, por ende, la economía en su conjunto operen con un nivel de eficacia inferior al óptimo. Por otro lado, una rotación excesi- 53 En este sentido, BOISSONNAT, J.: «Lucha contra el desempleo y reconstrucción del trabajo en Francia», Revista Internacional de Trabajo, vol. 115, núm. 1, 1996: «En el decenio de 1930 se desmoronó la economía y se comprendía entonces que hubiese aumentado la desocupación. Pero en nuestro tiempo la tasa de desempleo se ha multiplicado por tres en los países de la Unión Europea (de un 4.2 por ciento en 1975 a un 11.6 por ciento en 1994), a pesar de que la tasa de crecimiento ha oscilado en torno a un 2.5 por ciento anual en ese mismo período de veinte años». va en los puestos de trabajo puede suponer un importante ahorro de los costes de rescisión de la relación laboral, pero no de formación del trabajador y, además, tiene unos costes de oportunidad evidentes, tanto por no transformar un contrato temporal en indefinido, prescindiendo así de un trabajador con experiencia, cuya productividad laboral será seguramente mayor que la de un trabajador recién incorporado, como por la pérdida de bonificaciones sociales anexas al contrato indefinido. Las razones de equidad son también evidentes: los trabajadores con contratos temporales, realizando trabajos de características similares a los que realizan los trabajadores fijos, cobran menos, tienen una menor protección social, sufren más accidentes, tienen menor acceso a la formación continua y disfrutan de menor poder en las negociaciones laborales. Aceptadas las argumentaciones para reducir la temporalidad, conviene recordar que, hasta la fecha, las modificaciones operadas en el régimen jurídico del despido por causas objetivas y las medidas de fomento de la contratación indefinida adoptadas a partir de 1997 incluida la penalización de la contratación temporal no han sido suficientes para reducir de forma apreciable la temporalidad y la rotación en el empleo. Para conseguir tal reducción se han de tomar, pues, medidas adicionales, entre las que ocupan un papel preferente las dirigidas a hacer menos atractiva la contratación temporal no causal (encareciendo aún más las cotizaciones sociales y los costes de rescisión) y fomentar la contratación indefinida mediante la reducción de su coste relativo. En lo que se refiere al precio del despido, parece demostrado que sólo se reduce empleo temporal cuando se aproximan los costes de rescisión de los contratos temporales e indefinidos. A este respecto, la reforma del despido ocurrida en el año 2002, concediendo al empresario la posibilidad de evitar el pago de los salarios de trámite si reconoce la improcedencia del despido y consigna inmediatamente el importe de la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 131 ESTUDIOS indemnización, parece no haber sido suficiente. Por ello, una medida que tendría que ser abordada sin prejuicios en el nuevo marco de diálogo social es la posibilidad de introducir una mayor flexibilidad en los costes laborales unitarios, por ejemplo, normalizando la indemnización de treinta y tres días por año trabajado, hasta un máximo de veinticuatro mensualidades por despido objetivo improcedente, que se viene aplicando desde 1997 en los contratos para el fomento de la contratación indefinida. En definitiva, se trata de que el régimen jurídico de la contratación indefinida haga a ésta una fórmula cada vez más atractiva para los empresarios y que permita 132 ir abandonando progresivamente la política de subsidiación de este tipo de empleo. Al mismo tiempo, se ha de procurar que las instituciones del mercado de trabajo permitan a quienes pierden un empleo encontrar otro nuevo con facilidad, reduciendo la duración media del paro y disminuyendo el porcentaje de parados de larga duración, aspectos ambos que dependen de factores tales como el capital humano del trabajador, su capacidad de adaptación a las cambiantes exigencias del entorno productivo, para aceptar el desempeño de nuevas funciones y para movilizarse geográficamente por motivos laborales. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ RESUMEN El mercado de trabajo español registra un excesivo número de contratos temporales, muy superior a la media europea. Y ello pese a que en el ordenamiento jurídico español actual, los contratos temporales se limitan, atendiendo al principio de causalidad, a los puestos de trabajo de duración determinada. Si en la década de los ochenta y hasta la primera mitad de los noventa, las políticas de empleo y las reformas institucionales del mercado de trabajo potenciaron, sobre todo, la flexibilidad de entrada, contribuyendo en no pequeña medida a tan elevada incidencia de la temporalidad, desde el año 1994 y, más claramente, a partir de 1997, se registra un saludable y esperanzador cambio de tendencia en el diseño de las políticas contractuales y de empleo, con el propósito de conseguir la progresiva sustitución del empleo temporal por un empleo estable y de calidad. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 133 La estabilidad en el empleo y su garantía jurisdiccional y administrativa* ALFREDO MONTOYA MELGAR** 1. LOS FRAUDES A LA ESTABILIDAD EN EL EMPLEO COMO INCUMPLIMIENTOS CONTRACTUALES; LA FUNCIÓN DE LA JURISDICCIÓN L a estabilidad en el empleo es un principio acogido decididamente por nuestro Derecho del Trabajo. La propia Constitución, aunque a diferencia de otras leyes fundamentales no consagra expresamente ese principio, lo reconoce de modo implícito al acoger el derecho al trabajo (art. 35.1); un derecho éste que si no puede esgrimirse en demanda de un efectivo puesto de trabajo sí puede invocarse como fundamento de la presunción a favor de la duración indefinida del contrato de trabajo y de la ilicitud de las extinciones contractuales sin causa justa. La legislación ordinaria, pese a la supresión en 1994 del precepto del ET que contenía la referida presunción, sigue sin ninguna duda partiendo de ella como regla general (unas veces implícita y otras bien explícita) y consi- * Antecedente de este estudio es la conferencia del autor en el IV Congreso Nacional de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social (Murcia, 8 octubre 2004). ** Catedrático de Derecho del Trabajo. Universidad Complutense. derando en consecuencia a los contratos de duración temporal y determinada como excepciones a esa regla. La construcción del art. 15 ET lo demuestra así con toda claridad: el contrato sólo puede concertarse por tiempo determinado cuando existan causas que lo justifiquen. Dicho de otro modo, la contratación temporal no se presume sino que se ha de probar. Ocurre, sin embargo, que el evidente interés del trabajador por el contrato indefinido1 contrasta con la normal preferencia del empresario hacia la contratación temporal; preferencia por muchos motivos: el trabajador temporal es menos reivindicativo que el fijo, menos proclive a la sindicación, más adaptable a la movilidad en la empresa y, sobre todo, la extinción del contrato temporal es menos costosa para el empresario que la del indefinido. El hecho de que la contratación temporal sea, en general, más conveniente para los empresarios explica la frecuente tendencia de muchos de éstos a contratar temporalmente, 1 M. ALONSO OLEA: Introducción al Derecho del Trabajo, 6ª ed., Civitas, Madrid, 2002, pág. 107, pone de relieve la «preferencia [del trabajador] por la fijeza, esto es, por la duración indefinida de la relación [ ] en cuanto de ella derivan la continuidad y aumento progresivo de las retribuciones y las oportunidades de carrera y, por supuesto, la seguridad de sus rentas de trabajo». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 135 ESTUDIOS incluso cuando no existen razones objetivas para ello; esto es, cuando la naturaleza habitual del trabajo contratado exigiría celebrar contratos fijos o indefinidos. En algún momento, el legislador, deseoso de fomentar el empleo y dispuesto a facilitar contrataciones cómodas para los empresarios, creó un tipo de contrato temporal sin necesidad de causa: el contrato temporal para fomento del empleo, regulado por la Ley 32/1984, de reforma del ET. Este cambio normativo generalizó la contratación temporal, a cuyo incremento contribuyó también la facilitación de los requisitos para celebrar contratos formativos. La masiva precarización que esta reforma supuso (la tasa de temporalidad pasó del 7,6 por 100 de 1984 al 35 por 100 de 1995) determinó la vuelta a la exigencia de causalidad en los contratos temporales (reforma de 1994) y el fomento de la contratación indefinida (reforma de 1997)2. Sin embargo, con tales reformas no se redujo de modo sensible la contratación temporal; por el contrario, los precedentes contratos temporales de fomento del empleo derivaron hacia la contratación temporal «estructural» u ordinaria, que creció de un modo desmesurado; así, en 1995, los contratos para obra o servicio determinados alcanzaron el 32,3 por 100 de las contrataciones, y los eventuales el 30,7. Además, la contratación temporal encontró un marco de desarrollo particularmente propicio al legalizarse en 1994 las empresas de trabajo temporal. 2. USOS DESVIADOS DE LA CONTRATACIÓN TEMPORAL: CONTRATOS TEMPORALES EN FRAUDE DE LEY Esa masiva utilización de modalidades contractuales temporales3 no siempre era (es) Cfr. C. ALVAREZ ALEDO: El impacto de la contratación laboral sobre el sistema productivo español, CES, Madrid, 1996. 3 Sobre las mismas, en la bibliografía reciente, A.V. SEMPERE NAVARRO (dir.): Los contratos de trabajo tempo2 136 respetuosa con las exigencias legales. Los hábitos de temporalidad, desenfrenados a partir de 1984, crearon una «cultura», por así decir, de la precariedad laboral, de modo que cuando el legislador quiso volver a la situación precedente no encontró la respuesta que seguramente esperaba. Se celebraban (y se celebran) contratos temporales ajustados a los requisitos legales, pero también se celebraban (y se celebran) contratos temporales al margen de esos requisitos. Esas contrataciones temporales antijurídicas tienen un doble alcance negativo: en primer lugar lesionan el legítimo interés de los trabajadores a la estabilidad en el empleo; en segundo lugar, dañan el interés general al vulnerar mandatos legales de obligado cumplimiento. En cuanto a lo primero, la Ley se ocupa de fijar con carácter general las consecuencias contractuales derivadas del fraude en la utilización de la contratación temporal o determinada. En tal sentido, el art. 15.3 ET dispone, aunque con expresión mejorable, que «se presumirán por tiempo indefinido los contratos temporales celebrados en fraude de ley». Expresión mejorable, decimos, porque una vez probado el fraude no es que se presuma que el contrato es indefinido sino que la realidad demostrada de este carácter indefinido desplaza la falsa apariencia de contratación temporal4. El contrato temporal no fraudulento, obviamente, no genera presunción alguna de fijeza; hace años que la jurisprudencia social (por todas, STS, 20 junio 1988) descartó que la contratación temporal sea en sí misma sospechosa de fraude. Cuestión distinta es que en la contratación laboral exista con inde- rales, Thomson/Aranzadi, 2004; I. ALZAGA RUIZ: Contratación laboral temporal. Un estudio jurisprudencial, Edersa, Madrid, 2000. 4 Vid. A. MONTOYA, J.M. GALIANA, A.V. SEMPERE y B. RÍOS: Comentarios al Estatuto de los Trabajadores, 5ª ed., Aranzadi, 2003, pág. 120. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ALFREDO MONTOYA MELGAR pendencia de que la legislación lo reconozca expresamente o no una presunción, en caso de duda, a favor del contrato indefinido. Presunción expresa o implícita que obedece a la misma lógica protectora que inspira a la presunción del art. 8.1 ET a favor de la existencia de contrato de trabajo. En definitiva, lo cierto es que, en caso litigioso, corresponde a la Jurisdicción social aplicar la regla del art. 15.3 ET y, si resultara probado el fraude, realizar los pronunciamientos pertinentes a favor de la fijeza del vínculo contractual. Dado que la finalidad central que persigue el fraude en esta materia es la de eludir la onerosa (para el empresario) disciplina que acompaña al despido no procedente en el contrato indefinido, la maquinación fraudulenta merecerá del juzgador una doble operación, a la que obliga el art. 6.4 CC: la declaración de la nulidad del o de los contratos aparentemente temporales (conclusión a la que también se llega aplicando el art. 9.1 ET: STS 10 mayo 1993) y la declaración de que existe un contrato real fijo o indefinido cuyo régimen legal es el aplicable. La sanción contractual que sufre el empresario defraudador es la inaplicación al contrato falsamente temporal de las reglas (especialmente las que rigen la extinción) de esta contratación, y, por tanto, la aplicación de las más exigentes reglas (sobre todo, extintivas) propias del contrato fijo o indefinido. Mientras que dicho empresario intenta extinguir el contrato al concluir la aparente duración determinada (o temporal) de éste, la jurisdicción, desvelando la verdadera naturaleza del pacto, declara que tal extinción no es sino un despido improcedente. La presunción a favor del contrato indefinido significa que, en caso de litigio, es necesario probar la duración temporal de la relación; por ello exige el art. 8 ET la formalización escrita de los contratos de duración temporal o determinada: contratos formativos, para obra o servicio determinados, de inserción, y en general de duración superior a cuatro semanas; relación a la que hay que sumar otros contratos v.g., el de interinidad: art. 6.1 RD 2720/1998, y la relación especial de los deportistas profesionales: arts. 3.2.d) y 6 ET. Si en el contrato escrito no figurara la duración de éste, en cuanto que constituye un elemento esencial del contrato deberá ser comunicada por escrito al trabajador por el empresario (art. 8.5 ET5). Tales exigencias de forma buscan «la certidumbre acerca del carácter realmente temporal del contrato y la paralela evitación de que se simule tal duración cuando sea la real la indefinida»6. El fraude (que jurisprudencia y doctrina no siempre deslindan con claridad suficiente de figuras afines como el abuso de derecho o la simulación7) implica una intención o ánimo engañoso; una inspiración dolosa en definitiva, cuya finalidad es la de aplicar una norma inadecuada y eludir la obligada aplicación de las normas protectoras de la estabilidad de los contratos de trabajo fijos o indefinidos, encubriéndolos con la apariencia de contratos temporales8. Como dice la elaborada STS 6 febrero 2003, «el fraude de ley es algo integrado por un elemento subjetivo o de intención», de donde deduce que «si la intención del agente es algo consustancial al fraude, parece lógico entender que aquélla habrá de ser objeto de la correspondiente prueba» (por eso decíamos más arriba que el fraude no se presume). Esta caracterización, tradicional por 5 Desarrollado por RD 1659/1998, 24 julio, cuyo art. 2.2.b) declara incluida en la información escrita a cargo del empresario «la fecha de comienzo de la relación laboral y, en caso de que se trate de una relación temporal, la duración previsible de la misma». 6 A. MONTOYA MELGAR: Derecho del Trabajo, 25ª ed., Tecnos, Madrid, 2004, pág. 302. 7 Sobre el «difícil deslinde» de estas figuras, J.M. GALIANA MORENO: «El fraude de ley en las relaciones de trabajo: un análisis jurisprudencial», en Cuestiones actuales de Derecho del Trabajo. Estudios ofrecidos por los catedráticos españoles de Derecho del Trabajo al profesor Manuel Alonso Olea, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1990, págs. 437 y ss. 8 Vid. J. CAFFARENA LAPORTA: «Fraude de ley», en Enciclopedia Jurídica Básica, Civitas, Madrid, 1995, t. II, págs. 3158 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 137 ESTUDIOS lo demás en nuestra jurisprudencia, resulta, sin embargo, atenuada en otras sentencias, que consideran que para que el fraude exista basta la conciencia de que se está utilizando una forma contractual impropia, no precisándose, a su juicio, la concurrencia de «una actitud empresarial estricta y rigurosamente censurable, desde una perspectiva moral, social o legal (dolus malus)» para que exista el fraude. Con independencia de que la conciencia de estar utilizando un tipo contractual indebido resulta ya reprochable, tal doctrina presente en las SsTS 20 marzo 2002 y 6 mayo 2003, que cuentan con viejos antecedentes9 parece avanzar en el persistente proceso de creciente objetivación de la responsabilidad en la materia. En todo caso, aplicando rectamente el concepto de fraude, es evidente que la utilización consciente de una modalidad contractual temporal claramente inapropiada, y no debida a error o inadvertencia probados, atrae sobre sí la calificación de fraudulenta. 2.1. Contratos temporales sin causa temporal Una extendida modalidad de fraude en esta materia es la del contrato de duración determinada desprovisto de causa temporal. Suprimido hace años el contrato temporal para fomento del empleo, que, como ya hemos indicado, creó muchos puestos de trabajo pero al precio de des-causalizar la temporalidad contractual y de producir la marginación de los contratos indefinidos, la evolución normativa a partir de 1994 viene ahondando en la exigencia de causas de temporalidad para poder celebrar contratos de duración determinada o simplemente temporal. El trascendental art. 15 ET, y los preceptos concordan- 9 V.g., la STS 10 mayo 1983, que acoge la doctrina de la STS Sala 1ª, 13 junio 1959, a cuyo tenor «no se requiere para la existencia del fraude prueba de intencionalidad» [cit. por J.M. GALIANA MORENO: op. cit., pág. 447]. 138 tes del RD 2720/1998, dejan bien clara la naturaleza limitada en el tiempo de los contratos para obra o servicio determinados, eventuales o interinos; y lo propio cabe decir de los contratos en prácticas y para la formación. Más aún, la vigente redacción del art. 15 ET encarga a la negociación colectiva la función de controlar la realidad de la temporalidad, precisando los puestos de trabajo susceptibles de ser objeto de contratación temporal, la duración máxima de los contratos, etc. Precisamente, una copiosa jurisprudencia y doctrina judicial se encargan de declarar el carácter fraudulento de contratos de trabajo concertados como temporales pero faltos de auténtica causa de temporalidad. Los ejemplos serían inacabables; baste recordar la STS 20 marzo 2002, que califica de fraudulento el contrato celebrado como eventual pero que atendía realmente al desarrollo normal y habitual de la empresa10, o las SsTS 1 octubre 2001 y 19 marzo 2002, que reputaron asimismo fraudulentos los contratos celebrados para obra o servicio determinados, y que sin embargo atendían a tareas ordinarias y no a necesidades autónomas y no permanentes de la empresa. Jurisprudencia y doctrina judicial han tenido ocasión de aplicar esta misma doctrina en el caso de profesores de centros de enseñanza contratados por obra o servicio determinados, toda vez que «las tareas que realiza una profesora en un colegio constituyen, en principio, la actividad natural y ordinaria y no es posible calificarlas de autónomas y diferenciadas de las cotidianas, normales y permanentes del centro» (STS 26 octubre 1999; STSJ Castilla y León/Burgos 13 mayo 2002). En algún caso, un contrato de trabajo fijo discontinuo se ha intentado encubrir con la apariencia de contrato para obra o servicio determinados (TSJ Comunidad Valenciana, 25 abril 2002). 10 En igual sentido, STSJ Canarias/Santa Cruz de Tenerife, 26 noviembre 2002; STSJ Aragón 5 diciembre 2002, STSJ Cataluña, 7 marzo 2003, STSJ 13 mayo 2003. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ALFREDO MONTOYA MELGAR 2.2. Falsas relaciones extralaborales de carácter temporal En ocasiones, el intento fraudulento de escapar a la fijeza del contrato viene reforzado por el propósito de enmascarar la verdadera naturaleza (laboral) de la relación. Así, en un supuesto de falso contrato de arrendamiento de servicios de duración determinada, la STS 20 enero 2003 resolvió que, declarada la naturaleza laboral del contrato y la inexistencia de causa para su temporalidad, la relación era indefinida y su extinción constituía despido improcedente. Otras veces, la adopción indebida de una prestación de servicios temporal va unida a otra aplicación normativa fraudulenta; por ejemplo, tal ocurrió en el caso de unos supuestos becarios cuyo vínculo se regía por un convenio entre Telefónica y la Fundación Universidad Empresa. Probado que las tareas desempeñadas por los «becarios» coincidían con las del personal laboral, la STSJ Madrid 19 mayo 2003 apreció la existencia de un contrato de trabajo de duración indefinida. La Jurisdicción entendió que la finalización de la relación no se había debido, pues, a la conclusión de la beca sino a despido improcedente, de cuyas consecuencias hubo de responder Telefónica. improcedente (SsTS 19 febrero 1996, 30 junio 1998 y 10 febrero 2003, éstas dos últimas aplicando el art. 11.2.k ET redactado por RDL 8/1997; en igual sentido, STSJ CastillaLa Mancha 20 febrero 2003). 2.4. Conversiones fraudulentas de contratos indefinidos en temporales Otra modalidad de fraude contra la estabilidad en el empleo es el intento de conversión de un contrato indefinido en temporal, sin causa real que permita tal novación. La jurisprudencia (SsTS 22 diciembre 1995, 11 marzo 1997, 13 octubre 1999) viene apreciando la existencia de fraude en la celebración de contrato eventual o temporal de otro tipo con trabajador previamente vinculado con carácter indefinido a la misma empresa. La doctrina judicial viene declarando que tal operación constituye «un claro fraude de ley», que determina que la extinción del supuesto (y sobrevenido) contrato temporal no sea sino un despido improcedente con el que se pone fin a una relación de duración indefinida (STSJ Madrid 26 noviembre 2002, STSJ País Vasco 3 febrero 2003). 2.3. Contratos temporales desnaturalizados 2.5. Conversiones fraudulentas de falsos contratos temporales en indefinidos Un supuesto típico de fraude es el del contrato supuestamente temporal que adolece de la falta de uno de sus elementos definidores; tal es el caso del pretendido contrato para la formación en el que no se produce la obligada enseñanza teórica, que es elemento constitutivo de tal relación. Esta omisión desnaturaliza el contrato y hace decaer su buscada temporalidad: al quedar al descubierto la naturaleza de contrato común y la ausencia de causa formativa, la extinción contractual forzosamente ha de configurarse como despido Fraude doble se produce cuando se celebra un contrato falsamente eventual que más adelante se transforma en indefinido incentivado para obtener las bonificaciones que fomentan el empleo estable. La doctrina de suplicación considera que el inicial contrato no era en realidad temporal sino indefinido, por lo que la conversión carece de operatividad jurídica, resultando inaplicables los referidos beneficios (STSJ Canarias/Las Palmas 17 octubre 2002). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 139 ESTUDIOS 2.6. Contratos temporales encadenados Otra figura fraudulenta habitual es la concatenación de contratos temporales tras la que se quiere ocultar la existencia de un único vínculo laboral continuado e indefinido; concatenación que el legislador quiere evitar encomendando a la negociación colectiva el establecimiento de «requisitos dirigidos a prevenir los abusos en la utilización sucesiva de la contratación laboral» (art. 15.5 ET). La jurisprudencia tiene declarado que cuando se suceden varios contratos temporales y alguno de ellos es inválido por carecer de causa temporal o no ajustarse a las previsiones legales, ha de entenderse que existe una relación indefinida, toda vez que las sucesivas novaciones carecen de virtualidad; esa misma doctrina establece que el examen de la secuencia de los contratos encadenados no ha de limitarse al último de ellos, sino que les alcanza a todos. Tras algunas vacilaciones que no corresponde historiar en este momento, el TS por todas, Ss. de 20 febrero 1997, 29 mayo 1997, 15 noviembre 2000 ha sentado la doctrina de que la concatenación de contratos temporales, alguno de los cuales no es válido por carecer de causa o contravenir otras exigencias legales, determina la aparición de un único contrato indefinido, siempre que entre los supuestos contratos temporales consecutivos no haya discurrido un tiempo de interrupción superior al de la caducidad de la acción de despido (veinte días). Ejemplo ilustrativo de este fraude es el contemplado en la STSJ Canarias/Las Palmas 29.9.03: una azafata de transporte marítimo suscribió, desde julio de 1994 a marzo de 2002 más de cuarenta contratos de duración determinada, el último de ellos para obra o servicio determinados. Comunicada por la empresa la finalización de este contrato, la trabajadora interpuso demanda en la que, partiendo de la existencia de un contrato indefinido, se pedía del juzgado la declaración de despido improcedente con las consecuencias legales anexas (readmisión o indem- 140 nización sustitutiva). Estimada la demanda por la sentencia de instancia, e impugnada ésta en suplicación, el TSJ apreció la existencia de «una injustificada terminación de un contrato [ ] temporalmente indeterminado o indefinido»; terminación injustificada que «constituye un despido improcedente». Una específica figura de concatenación fraudulenta de contratos de trabajo aparentemente temporales es aquélla que tiene lugar cuando el trabajador presta sucesivamente servicios a distintas empresas de un mismo grupo, siempre que, «levantado el velo», se demuestre que tales empresas están regidas por un único empresario real, lo que lleva a la doctrina judicial a considerar que existió un solo contrato de carácter indefinido con el empresario real (así, STSJ Cataluña 24 abril 2003). 2.7. Contrataciones temporales irregulares en las Administraciones públicas La celebración por la Administración de un contrato temporal fraudulento genera la consecuencia ordinaria: el contrato se reputará indefinido, y su extinción se considerará despido improcedente. La STS de 24 enero 1994 (ratificada por otras muchas posteriores) estableció a estos efectos la sutil y difícil distinción entre «contrato indefinido» (no sujeto a término) y «contrato fijo» (que consagra una estabilidad definitiva)11, declarando que el falso contrato temporal celebrado por una Administración pública tiene carácter indefinido pero no 11 Distinción falta de apoyo legal, como advierte I. ALZAGA RUIZ: Contratación laboral temporal, cit., págs. 117 y ss.). Como dice la autora, el TS configura una relación indefinida cuya duración limita a la provisión de la plaza que se viene ocupando, con lo cual «el Tribunal declara indefinida una relación que él mismo define como sometida a término final» (pág. 124). Cfr. también, en la doctrina reciente, A.V. SEMPERE NAVARRO y R.Y. QUINTANILLA NAVARRO: La contratación laboral en las Administraciones Públicas, Thomson/Aranzadi, 2003. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ALFREDO MONTOYA MELGAR convierte al trabajador en fijo de plantilla, porque esto supondría vulnerar los principios constitucionales de mérito y capacidad para el desempeño de los empleos públicos. 3. LOS FRAUDES A LA ESTABILIDAD EN EL EMPLEO COMO INFRACCIONES ADMINISTRATIVAS; FUNCIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN LABORAL 3.1. La acción de la Administración, complementaria de la jurisdicción La antijuridicidad en que consiste el fraude en la contratación laboral no queda contrarrestada sólo con los remedios contractuales aplicados por la jurisdicción. Ciertamente, la función de ésta es la de reponer a los trabajadores en su derecho a la estabilidad en el empleo, para lo cual realiza dos operaciones jurídicas íntimamente conectadas: la primera, declarar fraudulento (y por tanto nulo: art. 6.4 CC) el contrato supuestamente temporal, y, por tanto, declarar existente y válido un contrato fijo o indefinido; derivado de ello, la jurisdicción estima, cuando el empresario hubiera declarado extinguido el contrato por llegada del término final, que en realidad la extinción se debió a un despido improcedente. En fin, y en su caso, a la jurisdicción corresponde también dar ejecución a su sentencia condenatoria, mediante la readmisión o la indemnización del trabajador despedido. Los órganos judiciales de lo social atienden, pues, en ésta como en otras materias, a velar por la integridad de los derechos subjetivos de los trabajadores vulnerados en el curso de la relación laboral. Fuera de ese cometido jurisdiccional queda, sin embargo, el daño producido al interés general al haberse violado una norma legal. A arbitrar las oportunas reacciones frente a ese tipo de daños se dirige la acción de la Administración Pública, en cuanto encargada por la CE de velar por el interés general (art. 103.1). Tiene aquí su marco la potestad sancionadora de la Administración, de la que es pieza fundamental la Inspección de Trabajo. Mientras que la sentencia que declara la existencia de fraude en la contratación temporal y fija las correspondientes consecuencias en materia de derechos y obligaciones es el instrumento de la jurisdicción para restaurar los derechos subjetivos dañados, la resolución administrativa que aprecia la existencia de una infracción de esta naturaleza e impone la sanción pertinente es el instrumento de la Administración para restaurar el derecho objetivo quebrantado. Ambos sistemas el judicial y el administrativo son complementarios e igualmente necesarios, en ésta y en otras muchas materias, con independencia de que en algún momento se haya considerado, con el designio de alcanzar mercados menos intervenidos, que en la lucha contra el fraude contra la estabilidad en el empleo bastaría con los remedios puramente judiciales, sobrando los administrativos sancionadores12. Si es cierto que, como señalan estos autores, «la tendencia natural y deseable del mercado de trabajo, como la de cualquier mercado, es hacia una menor intervención administrativa y una mayor sencillez y eficacia de las normas reguladoras de las relaciones contractuales de trabajo» y que «la sencillez jurídica es un bien en sí misma: disminuye el grado de indefensión de los ciudadanos, clarifica las expectativas de resolución de conflictos, reduce las dificultades de interpretación a que se enfrentan los tribunales y, en consecuencia, reduce la diferencia entre los costes de despido y los beneficios percibidos por el despedido»; si todo ello es indiscutible no lo es tanto el diseño de un horizonte de futuro «donde las sanciones administrativas vayan desapareciendo a favor de decisiones judiciales rápidas en su elaboración y ejecución»13. J. SEGURA et al.: Análisis de la contratación temporal en España, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1991. 13 Op. cit., pág. 119. 12 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 141 ESTUDIOS Confiar en exclusiva la buena aplicación de la legislación laboral a la jurisdicción es insuficiente, y así se viene demostrando históricamente; si los jueces atienden las pretensiones de partes en litigio y con ello satisfacen derechos subjetivos, la observancia del derecho objetivo (y con ello del interés general) y la sanción de sus infracciones compete a la Administración, a la que la Constitución encomienda velar por ese interés objetivo. Recuérdese, por lo demás, que la actual potestad sancionadora de la Administración se inscribe en el «sometimiento pleno [de ésta] a la Ley y al Derecho» (art. 103.1 CE), y se rige por los principios de legalidad, tipicidad y sujeción al control jurisdiccional. La doctrina más aceptada es, desde luego, la que proclama «la necesidad y [ ] la trascendencia de la sanción administrativa en el orden social»14. La vigente Ley 42/1997, de Ordenación de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social, se encarga expresamente de integrar la función inspectora en el modelo constitucional del Estado social y democrático de Derecho. Ya la E. de M. de la citada Ley señala la necesidad de «una acción pública de control en el orden social modernizadora, eficiente y adecuada a las nuevas exigencias de una sociedad plural y desarrollada». Si en esta sociedad se dan con cierta frecuencia comportamientos defraudadores de la estabilidad en el empleo, es evidente que la Administración, y dentro de ella la Inspección de Trabajo, han de incluir como objeto de su función fiscalizadora y sancionadora tales conductas, en tanto contrarias al orden público laboral. La Inspección de Trabajo, según el art. 1º de su Ley ordenadora, ha de velar por el «adecuado cumplimiento de las normas laborales» y ejercer «la vigilancia del cumplimiento de las normas de orden social», entre las que se encuentran las «nor- S. DEL REY GUANTER: Potestad sancionadora de la Administración y jurisdicción penal en el orden social, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1990, pág. 205. 14 142 mas en materia de relaciones laborales individuales» (art. 3.1.1.1 Ley 42/1997), dentro de las cuales, evidentemente, están incluidas las que garantizan la estabilidad en el empleo. En igual sentido, la Ley de Infracciones y Sanciones en el Orden Social (RDLg 5/2000) considera infracciones administrativas laborales las acciones u omisiones de los empresarios contrarias a las normas en materia de relaciones laborales individuales (art. 5.1), y tipifica específicamente como infracción laboral grave «la transgresión de la normativa sobre modalidades contractuales, contratos de duración determinada y temporales, mediante su utilización en fraude de ley, o respecto a personas, finalidades, supuestos y límites temporales distintos de los previstos legal, reglamentariamente o mediante convenio colectivo cuando dichos extremos puedan ser determinados por la negociación colectiva» (art. 7.2). El fraude en la utilización de las modalidades contractuales y en particular de los contratos temporales y de duración determinada es así, sin lugar a dudas, objeto de una doble sanción: jurídico-privada, contractual, consistente en asignar al contrato falsamente temporal los efectos del indefinido, y jurídico-pública, consistente en la imposición de multas graduadas de acuerdo con lo dispuesto en los arts. 39 a 41 LISS (cuyas cuantías fueron convertidas en euros por la Resolución de la Subsecretaría del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de 16 de octubre de 2001). Adviértase que, además de este tipo de infracción (la contratación temporal fraudulenta), el citado art. 7.2 LISS considera como infracción administrativa sancionable la mera inadecuación respecto de la que no exige ánimo fraudulento del contrato temporal en cuanto a sus sujetos, finalidad, supuesto o duración. En este segundo tipo de infracción se configura una responsabilidad cercana a la objetiva, pues lo que se tipifica es la pura y simple utilización de una figura contractual temporal cuyos sujetos, supuesto, fin o duración no responden a las previ- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ALFREDO MONTOYA MELGAR siones legales, reglamentarias o adoptadas en convenio colectivo. Aun así, sin embargo, se impondría descubrir en esas utilizaciones desviadas un elemento intencional generador de responsabilidad administrativa. Por ello, ante cada concreta infracción habrá que examinar si existe y en qué grado voluntariedad y culpabilidad del imputado para fijar la sanción pertinente. Recuérdese que el art. 39.2 LISS dispone que las sanciones se gradúan «en atención a la negligencia e intencionalidad del sujeto infractor ( ), como circunstancias que puedan agravar o atenuar la graduación a aplicar a la infracción cometida». 3.2. Función de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social ante los fraudes contra la estabilidad en el empleo Sobre la base de los hechos comprobados por el inspector actuante (y respecto de los cuales las actas de la Inspección gozan de presunción legal de certeza: Disp. adic. 4ª.2 LISS), el inspector, que no se limita a ser un mero fedatario de hechos, ha de realizar una tarea estrictamente jurídica, de subsunción y calificación de tales hechos dentro del correspondiente tipo de infracción administrativa. En tal sentido, el inspector debe analizar por lo pronto la naturaleza del contrato celebrado, debe comprobar luego si la apariencia de éste se corresponde o no con la realidad del vínculo, y debe indagar sobre la posible existencia de fraude en la suscripción de aquél. Más en concreto, el inspector actuante habrá de examinar la necesidad empresarial cubierta por el contrato temporal para averiguar si es también de carácter transitorio o si es permanente o habitual; en este último caso la utilización del contrato temporal sería inapropiada. En fin, ante cada modalidad formal o aparente de contrato temporal (obra o servicio determinados, eventualidad, interinidad; contratos formativos, etc.), el inspector deberá investigar si se cumplen en el con- trato temporal los requisitos subjetivos y objetivos, de carácter legal, reglamentario o convencional, para, en caso contrario, poder delimitar la presencia de la infracción tipificada en el art. 7.2 LISS. Por otra parte, el inspector puede, cuando las circunstancias del caso lo hagan aconsejable, en lugar de iniciar el procedimiento sancionador, requerir al empresario infractor para que legalice la situación contractual del trabajador y reconozca la existencia de contrato de duración indefinida. Tal posibilidad, que hoy tiene cobertura legal en el art. 7.1 y 2 de la Ley 42/199715, implica el ejercicio por parte del inspector de una delicada labor de ponderación de la infracción empresarial, previa a la eventual sustitución del procedimiento sancionador por el requerimiento para que el contrato fraudulentamente temporal emerja con su verdadera naturaleza de fijo o indefinido. 3.3. Infracciones administrativas en materia de estabilidad en el empleo La casuística de las posibles infracciones en esta materia es muy amplia, pudiendo citarse a título de ejemplo los siguientes supuestos: obra o servicio carentes de autonomía y sustantividad propia frente a las activi- Art. 7: «Los Inspectores de Trabajo y Seguridad Social ( ) podrá adoptar las siguientes medidas: 1. Advertir y requerir al sujeto responsable, en vez de iniciar un procedimiento sancionador cuando las circunstancias del caso así lo aconsejen, y no se deriven perjuicios para los trabajadores. 2. Requerir al sujeto responsable para que, en el plazo que se le señale, adopte las medidas en orden al cumplimiento de la normativa de orden social ». etc. Sobre los antecedentes de la intervención de la Inspección de Trabajo en la solución de conflictos individuales, cfr. A. MONTOYA MELGAR: «La Inspección de Trabajo y los conflictos laborales», Relaciones Laborales, 1986, II, págs. 104 y ss. 15 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 143 ESTUDIOS dades habituales de la empresa y, en su caso, no incluidos en la relación convencional de trabajos idóneos para ser objeto de contrato de obra o servicio; contratos para trabajo eventual que en realidad no responden a acumulación de tareas, o que sobrepasan la duración máxima legal o convencional, o que se refieren a actividades no previstas como eventuales en el convenio colectivo aplicable, o que infringen los porcentajes de contratación eventual fijados convencionalmente; contratos de interinidad que no especifican el nombre del sustituido y la causa de la sustitución; contratos de inserción que no respetan los límites temporales legales. Infracciones conexas con las anteriores son las consistentes en la falta de remisión de la copia básica, o, cuando ésta no sea exigible (caso de los contratos por tiempo determinado que no superen las cuatro semanas: art. 8.2 ET), la falta de notificación por el empresario a los representantes de los trabajadores de la celebración de los referidos contratos temporales (art. 15.4 ET en relación con art. 7.7 LISS, que tipifica como grave tal infracción). Como infracción leve considera el art. 6.4 LISS la falta de información escrita sobre la duración del contrato (en cuanto elemento esencial de éste, en los términos del art. 8.5 ET). 3.4. Infracción administrativa, presunción de inocencia y culpabilidad Como dijimos más arriba, el fraude implica la presencia de intencionalidad; tal afirmación conecta con una idea básica del moderno Derecho administrativo sancionador, a saber, la exigencia de culpabilidad en la infracción administrativa, que deja de con- 144 siderarse asociada a la idea de responsabilidad objetiva. Rige hoy en nuestro Ordenamiento, en efecto, una presunción de inocencia, que reconoce el art. 24.2 CE. El TC ha declarado que la responsabilidad administrativa objetiva equivaldría a consagrar la presunción inversa de culpabilidad juris et de jure, inconciliable con tal presunción, que inspira la concepción constitucional del poder sancionador de la Administración (SsTC 195/1988, de 8 de junio, y 246/1991, de 19 de diciembre). Esta úl ti m a se nte nci a , a p o ya d a e n l a S TC 76/1990, declara, frente a una posible interpretación literal del art. 24.2 CE, reductora del ámbito de éste al proceso judicial penal, que el «principio de culpabilidad rige también en materia de infracciones administrativas, pues en la medida en que la sanción de dicha infracción es una de las manifestaciones del jus puniendi del Estado, resulta inadmisible en nuestro ordenamiento un régimen de responsabilidad objetiva o sin culpa». El art. 137.1 LRJAP, por su parte, dispone con carácter general, aplicable a todo procedimiento administrativo sancionador, que «los procedimientos sancionadores respetarán la presunción de no existencia de responsabilidad administrativa mientras no se demuestre lo contrario». La responsabilidad no se presume sino que ha de ser probada; esa prueba no será posible cuando la «infracción» sea debida a fuerza mayor o a otras circunstancias absolutamente ajenas a la esfera de control y responsabilidad del empresario, en cuyo caso ni existirá infracción ni procederá la imposición de sanción. Como dice la STS, 2ª, de 9.10.1995, la presunción de inocencia prevalece como «verdad interina de inculpabilidad» hasta tanto no se destruya mediante la pertinente «probanza inculpatoria». «No es posible añade la STS, Sala 3ª, de 3 noviembre 2003 imponer al sancionado la carga de probar su inocencia». La ausencia de referencia a dolo o culpa en la configuración legal de un ilícito adminis- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ALFREDO MONTOYA MELGAR trativo, y la normal coincidencia entre autor y responsable16, no significa que la ley acoja la tesis de la responsabilidad objetiva. Si el puro hecho de la infracción implica en principio imputabilidad, no implica necesariamente culpabilidad y por tanto responsabilidad. En un caso de sanción por supuesta infracción tributaria, la ya citada STC 76/1990, de 26 de abril, con doctrina aplicable al caso de las infracciones laborales, consideró erróneo deducir de tal falta de alusiones al dolo o la culpa en la Ley General Tributaria, que ésta esté configurando responsabilidades objetivas. En definitiva, en el supuesto (ciertamente raro) de que un empresario haya actuado con toda la diligencia y pericia que le son exigibles y pese a ello haya infringido objetivamente una norma laboral, no procederá someterle a sanción. La sanción del puro incumplimiento de la norma equivaldría a consagrar una presunción de culpabilidad, opuesta a la de inocencia que acoge la CE. Si la responsabilidad penal está condicionada a la existencia de dolo o culpa, el mismo principio rige para la responsabilidad administrativa17. Y no resulta admisible, como muy bien dice la STS, 3ª, 27.11.1991, prescindir de la idea de culpabilidad con tal de «buscar a toda costa un responsable». En fin, la doctrina más autorizada sostiene que «imputabilidad, dolo y culpa componen [el] elemento básico de la infracción» 18 , de manera que «en la actualidad resulta casi indiscutida la aplicación en el Derecho Administrativo Sancionador del viejo principio penal de la culpabilidad personal»19. Dicho todo lo anterior, hay Sobre estos conceptos y su relación, A.J. VALVERDE ASENCIO: La responsabilidad administrativa del empresario en la relación laboral, Civitas, Madrid, 1996, págs. 67 y ss. 17 J. GARCÍA BLASCO: Infracciones y sanciones en materia laboral, cit., págs. 119 y ss. 18 E. GARCÍA DE ENTERRÍA: «El problema jurídico de las sanciones administrativas», REDA, nº 10, 1976, pág. 413. 19 A. NIETO GARCÍA: 1994,p. 342. que añadir que no dejan de producirse «abundantes quiebras en la práctica» de la doctrina de la culpabilidad en la infracción administrativa20. A la Administración laboral, y en particular a la Inspección de Trabajo, corresponde la tarea jurídica de determinar la existencia de la infracción y su imputación, así como el grado de culpabilidad existente en aquélla. Si en el curso de su averiguación el inspector advirtiera que la infracción se debió a razones de fuerza mayor o caso fortuito, se abstendrá de levantar acta de infracción. El «presunto sujeto o sujetos responsables», como los califica el art. 17.1 RD 928/1998, de 14 de mayo, pueden también oponerse al contenido del acta en la fase de alegaciones, acompañando a éstas de la prueba pertinente en su descargo. La autoridad administrativa puede solicitar informe ampliatorio de la Inspección, en los términos previstos en el art. 18.3 del citado RD 928/1998. En todo caso, a falta de alegaciones del sujeto imputado se dará trámite de audiencia a éste antes de dictar la Administración competente la resolución que ponga fin al procedimiento (art. 18.2 RD 928/1998). 3.5. Iniciativa de la Administración para promover procesos ante el Orden Social Zona de contacto y al tiempo frontera entre la actividad jurisdiccional y la administrativa en la materia que nos ocupa la constituye la singular figura del procedimiento judicial instado de oficio por la Administración laboral. 16 En primer lugar, la actividad sancionadora administrativa derivada del levantamiento de un acta de infracción puede 20 J. MINONDO SANZ: Fundamentos de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2000, pág. 231. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 145 ESTUDIOS ir acompañada de una actividad judicial de reconocimiento de un derecho económico del o de los trabajadores afectados. Como dispone el art. 146 LPL, respecto de las actas en las que se aprecien además tales perjuicios económicos, la certificación de la resolución sancionadora firme puede operar como título (similar a la demanda) iniciador del proceso laboral. De este modo, en el supuesto de infracción de normas sobre estabilidad en el empleo, se puede encadenar la actividad jurisdiccional con la administrativa, actuando cada una dentro de su esfera competencial: la primera, condenando en su caso al empresario a reconocer derechos subjetivos (básicamente, derecho a la readmisión o a la indemnización por despido improcedente) de sus trabajadores, y la segunda imponiendo sanciones por infracción del Derecho objetivo. Lo atípico de esta mecánica (por otra parte, raramente utilizada en la práctica) es evidente: el procedimiento administrativo sancionador se consuma, y sólo una vez firme la resolución punitiva se traslada el conocimiento del asunto a la jurisdicción social para que pueda pronunciarse sobre la existencia de un eventual derecho económico. Los términos de lo que debería ser la secuencia lógica de actuaciones quedan así invertidos: primero se impone una sanción administrativa por infracción de una norma y luego se inicia un proceso judicial para que se determinen las consecuencias económicas de la infracción. Ello puede dar lugar a «la paradoja de que a un empresario se le haya sancionado con una multa firme y, en su caso, ejecutada por unos salarios debidos que en la jurisdicción social no se consideran como tales»21. 21 A. MATEOS BEATO: «La actuación de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social y los procedimientos de oficio», en la obra colectiva Puntos críticos de la Ley de Procedimiento Laboral, ACARL, Madrid, 1991, pág. 137. 146 Un especialísimo procedimiento de oficio es el regulado en el art. 149 LPL para el supuesto de que el sujeto imputado en el acta de infracción impugne ésta, por entender que la relación jurídica objeto de la actuación inspectora no era laboral, alegación a la que deberán acompañar las pruebas correspondientes. Más en concreto aún, el art. 149.2 LPL se refiere a una serie de materias entre ellas la aplicación fraudulenta de la normativa sobre modalidades contractuales y duración de los contratos de trabajo (prevista actualmente en el art. 7.2 LISS), respecto de las cuales el legislador admite la posibilidad de que no sea competente primariamente la Administración sino la jurisdicción social. Resultarían así dos posibilidades: una, al amparo del art. 149.1 LPL, según la cual, levantada un acta por infracción consistente en utilización fraudulenta de la contratación temporal, el empresario imputado podría impugnar el acta (en vía administrativa y contencioso-administrativa) alegando la inexistencia de infracción por no estarse ante un incumplimiento de la legislación laboral; dicho más claramente, el imputado negaría (e intentaría probar) que la relación, considerada como laboral por el inspector actuante, era en realidad un contrato civil o mercantil, exento de fiscalización por la Administración laboral. La otra posibilidad, prevista en el art. 149.2 LPL, sería la de que el sujeto imputado impugnase el acta de infracción aportando alegaciones y pruebas para conseguir que el fraude en la contratación pasara a constituir materia litigiosa de la competencia del orden social de la jurisdicción; para que, como dice el precepto, «el conocimiento del fondo de la cuestión» resultara atribuido a dicho orden jurisdiccional. Como ha señalado la doctrina, esta norma crea una «situación anómala»22, que produce J.M. GALIANA MORENO, en A. MONTOYA MELGAR et al.: Comentarios a la Ley de Procedimiento Laboral, 2ª ed., Thomson/Aranzadi, 2003, pág. 470. 22 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ALFREDO MONTOYA MELGAR «notable perplejidad»23. Situación anómala, en efecto, porque el legislador parece olvidar que una misma conducta es susceptible de generar dos consecuencias jurídicas diferentes incumplimiento contractual e infracción administrativa, cuyo conocimiento corresponde igualmente a poderes distintos órganos judiciales de lo social; órganos administrativos y jurisdicción contencioso-administrativa. El «fondo de la cuestión» tiene, en la materia que nos ocupa, una dimensión contractual (incumplimiento fraudulento por el empresario de las reglas sobre utilización de los contratos temporales, con consecuencias lesivas para los trabajadores afectados, especialmente en materia de extinción de la relación) y una dimensión administrativa (infracción de la norma, con su consecuencia sancionadora). La jurisdicción social, que sí es la competente para decidir si la relación objeto de inspección es o no laboral (art. 149.1 LPL), carece de toda competencia para decidir si un asunto de naturaleza laboral no discutida constituye o no infracción administrativa laboral. Como resume con acierto la doctrina, «no es lógico que se detenga el procedimiento sancionador para esperar a que el órgano judicial laboral dictamine, de oficio, sobre si se ha producido una ilegalidad para que, a continuación, la Administración imponga la correspondiente sanción»24. El mecanismo del art. 149 LPL (y art. 19 RD 928/1998) está poniendo claramente de relieve que el inspector de trabajo, como presupuesto ordinario de su labor indagadora, procede a calificar la naturaleza jurídica de la relación objeto de tal labor; y no podría ser de otra manera, porque si la tramitación de un procedimiento sancionador hubiera de ir precedida en todo caso de una declaración judicial sobre la laboralidad del contrato inspeccionado, ello sería tanto como condenar a la parali- E. GARCÍA BIEDMA: La Inspección de Trabajo y el control de la aplicación de la norma laboral, Aranzadi, Pamplona, 1999, pág. 305. 24 E. GARCÍA BIEDMA: La Inspección de Trabajo cit., pág. 306. 23 zación tales procedimientos. Sin embargo, cuando el imputado discute esa laboralidad, el conflicto entre la declaración del inspector y la del imputado se sitúa en sede judicial. Aunque en la vía administrativa y contencioso-administrativa se puede interpretar, como presupuesto de la acción sancionadora, la normativa laboral, sin embargo la calificación jurídica de la relación fiscalizada se atribuye a la jurisdicción social en caso de controversia; la razón es la de que se está ante «un área especialmente sensible del Derecho del Trabajo, como es la de la determinación de su propio ámbito de aplicación»25. A efectos competenciales, aunque en rigor no se trate de un conflicto «entre empresarios y trabajadores como consecuencia del contrato de trabajo» (art. 2.a LPL), su atribución a la jurisdicción social se deriva de la competencia residual aludida en el art. 2.b) LPL («cualesquiera otras cuestiones que les sean atribuidas por normas con rango de ley»). El ya citado art. 19.1 RD 928/1998 reconoce al inspector de trabajo la facultad de valorar el contenido de la impugnación aludida; esto es, la pertinencia de la alegación (y prueba) sobre la no laboralidad de la relación inspeccionada. Sólo cuando el inspector considere que esas alegaciones y pruebas «razonablemente puedan desvirtuar la naturaleza jurídica de la relación objeto de la propuesta inspectora», propondrá al órgano administrativo competente la formalización de demanda de oficio ante la jurisdicción; demanda que suspenderá el procedimiento sancionador. 4. EL FRAUDE A LA ESTABILIDAD EN EL EMPLEO COMO DELITO CONTRA LOS DERECHOS DE LOS TRABAJADORES; FUNCIÓN DE LA JURISDICCIÓN PENAL La entidad de los bienes protegidos los derechos de los trabajadores, y en concreto el 25 E. GARCÍA BIEDMA: La Inspección de Trabajo cit., pág. 303. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 147 ESTUDIOS derecho a la estabilidad en el empleo justifica que el poder público reaccione frente a los atentados contra ellos no sólo imponiendo sanciones administrativas sino llegando a fijar penas criminales, previa determinación de tipos de delitos o faltas específicos. El fraude en materia de estabilidad en el empleo puede constituir un ilícito penal, subsumible dentro de los delitos contra los derechos de los trabajadores tipificados en el art. 311 CP; concretamente, en su apartado 1º: «engaño o abuso de situación de necesidad» mediante los cuales se «impongan a los trabajadores [ ] condiciones laborales o de seguridad social que perjudiquen, supriman o restrinjan los derechos que tengan reconocidos por disposiciones legales, convenios colectivos o contrato individual». El tipo delictivo, en el que la intencionalidad es patente («engaño o abuso»), no está muy alejado del tipo de la infracción administrativa del que forma parte el «fraude de ley» (art. 7.2 LISS). Ello plantea, sin duda, problemas de delimitación entre el ilícito administrativo y el penal, pese a la claridad de la idea de que la sanción penal está reservada a los más graves comportamientos antijurídicos. Habrá que atender, para intentar deslindar el delito de la infracción en esta materia, a la presencia (o no) de ciertas circunstancias: en el tipo delictivo del art. 311.1º CP el bien jurídico protegido está constituido por los derechos de los trabajadores; en el concreto caso del derecho a la estabilidad en el empleo, derechos de carácter individual en principio. En la infracción administrativa, sin embargo, se protege directamente el cumplimiento de las normas correspondientes, sancionándose su vulneración. en el tipo delictivo el comportamiento objeto de represión consiste en la imposición por el empresario de condiciones laborales perjudiciales a los trabajadores, mediante la aplicación de «compor- 148 tamientos típicos que han sido objeto de un especial juicio de desvalor por la ley» 26 . Esos comportamientos típicos son, en el caso del art. 311.1º, el «engaño» (que plantea el concurso con la estafa27) y/o el «abuso de situación de necesidad» del trabajador. El salto de la infracción administrativa al delito se producirá cuando la utilización desviada de una figura contractual temporal o el encadenamiento ilícito de contratos de duración determinada vayan acompañados de las referidas cualificadas maquinaciones engañosas, esto es, inductoras al error del trabajador, o abusivas, esto es, impuestas contra la verdadera voluntad del trabajador apremiado por la necesidad económico-profesional. Si en el engaño destaca el «elemento intencional», de modo que «su significación subjetiva tiene una vertiente intencional» (STS, Sala 2ª, 5 febrero 1999), en el abuso del estado de necesidad se exige que «el trabajador se vea compelido a aceptar unas condiciones laborales en las que no se respetan los derechos de los trabajadores» (STS, Sala 2ª, 19 octubre 2000). Esta última resolución define el abuso de situación de necesidad como el generado por «el mercado de trabajo que provoca un desequilibrio entre asalariado y empleador, del que este último se prevalece para imponer unas condiciones ilegales que nadie aceptaría si no estuviera [ ] forzado a hacerlo». Como viene indicando la jurisprudencia penal, no excluye el abuso el conocimiento por el trabajador de la imposición de condiciones de trabajo ilegales (SsTS, Sala 2ª, 15 marzo 1990 y 2 marzo 1998). 26 A. BAYLOS y J. TERRADILLOS: Derecho penal del trabajo, 2ª ed., Trotta, Madrid, 1997, págs. 74 y 75. 27 F. MUÑOZ CONDE: Derecho Penal. Parte Especial, 12ª ed., Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, pág. 328, respondiendo afirmativamente a la posibilidad de tal concurso, con aplicación de la regla del concurso ideal medial (art. 77 CP). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ALFREDO MONTOYA MELGAR en el tipo delictivo del art. 311.1º CP se exige además que esas condiciones impuestas con engaño o abuso de la situación de necesidad «perjudiquen, supriman o restrinjan» derechos de los trabajadores. Si el engaño y el abuso tienen un claro componente intencional, el perjuicio es un factor de carácter objetivo (no necesariamente económico, frente a lo que sostiene la STS, Sala 2ª, de 5 febrero 1999, que sólo contempla el perjuicio «de carácter material»). Paradójicamente, mientras que la infracción administrativa (art. 7.2 LISS) consiste en la vulneración de normas (sean legales, reglamentarias o convencionales), el delito (art. 311.1º CP) consiste en la vulneración de derechos de los trabajadores que tengan su fuente tanto en normas legales y convencionales como en contratos individuales; ampliación ésta que ha merecido la crítica de la doctrina28, ya que configura la violación de un simple derecho contractual que no alcanza a ser infracción administrativa nada menos que como delito. El principio non bis in ídem prohibe la concurrencia de sanciones penales y administrativas sobre supuestos con identidad de sujetos, hechos y fundamentos (art. 3.1 LISS). La regulación de esta prohibición de concurrencia, repartida entre la LISS y el RD 928/1998 (Reglamento General sobre procedimientos para la imposición de sanciones por infracciones de orden social, coincidente con lo dispuesto en el Reglamento del Procedimiento para el ejercicio de la potestad sancionadora, aprobado por RD 1398/1993), otorga un cometido de calificación jurídica a la Inspección de Trabajo. En efecto, cuando ésta (o, en su caso, la autoridad a la que compete resolver el expediente sancionador) considere que la infracción puede ser constitutiva de delito suspenderá las actuaciones y pasará el tanto de culpa a la jurisdicción penal o al Ministerio Fiscal; la misma suspensión del procedimiento administrativo procederá cuando la inspección o la autoridad administrativa conozcan la existencia de actuaciones penales sobre el mismo supuesto objeto del expediente administrativo sancionador. Obvio es decir que para adoptar esas posibles decisiones suspensivas a favor del orden jurisdiccional penal, la inspección o la autoridad administrativa han de estudiar las circunstancias que concurren en la infracción para llegar a concluir si éstas configuran, más allá de la simple infracción administrativa, un delito. Como un hecho puede ser penalmente lícito y administrativamente ilícito (Auto TC 355/1999), si al concluir la instrucción del procedimiento penal se dicta auto de archivo o sobreseimiento, la autoridad administrativa podrá continuar el procedimiento sancionador29. A. BAYLOS y J. TERRADILLOS: Derecho penal del trabajo, cit., pag. 78: «El contrato individual, por definición, no tiene un contenido de mínimos [ ] No parece de este modo que existan sólidas razones que avalen el camino criminalizador que, olvidando el principio de intervención mínima, acomete el CP de 1995». También, F. MUÑOZ CONDE: Derecho Penal. Parte Especial, cit., pág. 329, y E. ROJO TORRECILLA (coord.): Delitos contra derechos de los trabajadores y contra la Seguridad Social, Bosch, Barcelona, 1998, págs. 39 y 40. 29 Sobre este procedimiento, vid. Circular de la Fiscalía General del Estado nº 1/2002, de 19 de febrero. 28 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 149 ESTUDIOS RESUMEN 150 El presente estudio aborda sucesivamente la figura del fraude en la estabilidad en el empleo como incumplimiento contractual cuya corrección compete al orden social de la jurisdicción, como infracción administrativa cuya sanción corresponde a las Administraciones de Trabajo, y como delito sancionable por el orden jurisdiccional penal. El trabajo identifica las distintas modalidades de contratos temporales en fraude de ley (ausencia de causa temporal, falsas relaciones extralaborales temporales, contratos temporales desnaturalizados, conversión fraudulenta de contratos indefinidos en temporales, contratos temporales encadenados, etc.), y analiza las posibles infracciones administrativas contrarias a la estabilidad en el empleo, reflexionando sobre la función de la Administración (y en particular, de la Inspección de Trabajo) en esta materia. Finalmente, se hace referencia a la posible tipificación penal de conductas contrarias a la estabilidad en el empleo, subsumibles en el art. 311.1º del Código penal. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 La contratación temporal y el Estatuto de los Trabajadores: cuestiones generales ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO* 1. LOS XXV AÑOS DEL ET Y LOS CONTRATOS DE TRABAJO H ace unas semanas que el Estatuto de los Trabajadores ha cumplido todo un cuarto de siglo, motivo por el que esta Revista ha decidido dedicarle un número monográfico, dentro del que se enmarca esta exposición sobre contratación temporal. No se trata ahora, sin embargo, de ofrecer una visión exhaustiva o de comentar cada uno de los preceptos alusivos a la materia, tareas que requieren un espacio aquí impensable y que ya se han acometido en otros lugares1, sino, más modestamente, de aportar unos cuantos mimbres argumentales (tanto expositivos, cuanto críticos) a esta ocasión conmemorativa. * Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Vicepresidente de la AEDTSS. 1 La literatura científica sobre el tema es abundantísima, en justa correspondencia con su relevancia práctica y los problemas suscitados en múltiples frentes; un reciente estudio sistemático del articulado puede verse en A. MONTOYA, J. GALIANA, A. V. SEMPERE y B. RÍOS, Comentarios al Estatuto de los Trabajadores, ThomsonAranzadi, Pamplona, sexta edición, 2005. Una más amplia visión sobre el particular, en AA. VV., Los contratos de trabajo temporales, Thomson-Aranzadi, Pamplona, 2004, con amplia relación bibliográfica. La rúbrica del epígrafe es deliberadamente sintética (y, desde luego, críptica para las personas ajenas al Derecho del Trabajo) pero pone de relieve, una vez más, que en medios jurídicos solemos usar toda una serie de abreviaturas o siglas que generalmente no explicamos y que facilitan la transmisión de ideas o conceptos2. El Estatuto de los Trabajadores es buen ejemplo de esa tendencia; generalmente aparece citado como ET (Estatuto de los Trabajadores); sin embargo otras veces se 2 Como ejemplos referidos a normas basta pensar en la Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC), el Código Civil (CC) o la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ). Si nos referimos ya sólo a nuestro terreno, los convencionalismos aumentan hasta el extremo de poder ensartar una enumeración de grandes pactos sociales (AMI, AI, AES, ANE, AICF, AIEE, AINC, ASEC, ANFC, ATFC, etc.), para acto seguido aludir a los entes que gestionan parcelas de protección social (INSS, TGSS, ISM, SPEE, INGESA, INP, INSALUD, ISFAS, IMSERSO, MATEPSS, MUFACE, MUGEJU), a instituciones sustantivas del ámbito laboral y de la Seguridad Social (SMI, IPREM, BR, BC, ILT, IT, IP, GI, IMS, RC, SOVI, REA, RETA, REMC, RESD, RGSS) o a normas relevantes (ET, LGSS, LOLS, LPL, LCVFL, LDESS, LETT, LISOS, LOITSS, LPNC, RGR, RGP, LRDMO, LMURMT), pasando por las propias publicaciones especializadas (AS, RL, AL, TS, TL, JL, RMTAS, RPS, REDT, RIT, RT), siguiendo por los órganos jurisdiccionales (TCT, TSJ, TS, TJCE, JS, TC) o por otros varios campos. Al respecto, cf. mi reflexión en «Siglas y abreviaturas», Actualidad Jurídica Aranzadi nº 660, 2005. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 151 ESTUDIOS identifica como LET (Ley del Estatuto de los Trabajadores), como TRET (Texto Refundido del Estatuto de los Trabajadores) o, incluso, como TRLET (Texto Refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores). Lo innegable es que cualquier tabla de abreviaturas jurídicas ha de asignarle una específica, muestra pragmática y clara de su frecuente utilización y relevancia. La sintética alusión a los contratos de trabajo temporales también desea poner de relieve que se trata de una categoría de frecuentísima utilización real, por no aludir a la abundante litigiosidad que propicia. Más que un secreto pregonado a voces, constituye una evidencia (estadísticamente reafirmada una y otra vez) que nuestro sistema de relaciones laborales vive en una permanente contradicción: mientras que el diseño normativo ha ido cerrando las puertas a la contratación temporal y favoreciendo la de carácter indefinido3, la realidad indica que la inmensa mayoría de los contratos de trabajo realizados cada año escapan de ese paradigma y se refugian en alguna de las categorías cuyo arco temporal está predeterminado ab initio; más adelante se volverá sobre esta importante cuestión. La determinación de cuánto tiempo haya de prolongarse el vínculo que une a empresario y trabajador es una de las cuestiones cruciales a las que se enfrenta todo ordenamiento laboral. Ya hace tiempo que las normas y los juristas superaron las reticencias hacia el contrato de duración indefinida derivadas de advertir en él una traba a la libertad y de su asimilación a las viejas relaciones de servidumbre, prolongadas sin más término final que el de la propia desaparición física del trabajador. Por el contrario, el principio de estabilidad en el empleo, vinculado al de conservación del negocio jurídico, acabó siendo acogido por las leyes laborales como garantía o beneficio para el propio sujeto obligado a prestar sus servicios. De este modo, superado ese inicial umbral de animadversión hacia los nexos de larga duración, la determinación de cuánto habría de durar un contrato de trabajo, operación asumida en buena parte a través de criterios judiciales, se afrontó con el pie forzado de intentar que fuese lo más posible; progresivamente, disposiciones y construcciones judiciales entendieron como lo mejor para el trabajador que se pusiera en juego una relación laboral de duración indefinida. 3 152 * * * Conviene recordar que cuando se aprueba la Ley 8/1980 el sentir jurídico (normas, tribunales, doctrina, etc.) acoge sin reservas la máxima a necesidades permanentes, contratos permanentes y sólo a necesidades temporales, en su caso, contratos temporales; en consecuencia, el contrato de trabajo sólo podría tener un alcance temporal predeterminado cuando ello estuviere justificado en la propia ontología del fin perseguido y de la actividad acometida. Dicho de otro modo y sin necesidad de acudir a una exégesis pormenorizada de las sentencias y normas correspondientes, el ordenamiento español acabó considerando la contratación de carácter indefinido como regular, general o típica, por oposición a la realizada para tiempo determinado, en cuanto excepcional o atípica4. Ese esquema, rudimentariamente descrito en las líneas que preceden, hubo de revisarse como es bien sabido para salir del punto muerto en que la contratación laboral se sumió como consecuencia de la llamada «crisis económica». El ordenamiento laboral revisa su axiología («más vale un empleo de tres meses que un parado durante ese mismo tiempo») y a la vista de la renuencia empresarial a integrar en sus plantillas trabajadores con compromisos de duración indefinida, se va ampliando progresivamente la posibilidad de concertar negocios jurídicos de duración determinada, con independencia de que existieran las necesidades temporales que se venían exigiendo para legitimar tal modalidad contractual. Sucesivamente se incorporan a nuestro panorama laboral una serie de modalidades contractuales que, en aras de estimular el 4 El paradigma de la contratación laboral no era otro que el representado por una persona que se vincula con su empresario mediante una relación laboral de duración indefinida, prestando la actividad en jornada completa, con exclusividad y horario prefijados; la mayoría de las instituciones del ordenamiento laboral están reguladas a partir de ese presupuesto. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO empleo o de conseguir objetivos circundantes cual la capacitación de nuevos trabajadores o la adaptación a ciertas peculiaridades sectoriales, a veces mediante normas cuya vigencia temporal es asimismo limitada, acaban no sólo por legitimar el uso de contratos temporales para cualesquiera supuestos sino también por introducir numerosas dudas y polémicas acerca de su aplicación práctica. Las estadísticas muestran inequívocamente que la opción patronal, en tal tesitura, ha sido claramente la de acudir a esa clase de contratos, trayendo de la mano consigo numerosas consecuencias que no procede ahora examinar (rotación de empleados, desestabilización de las plantillas, precarización del empleo, pérdida de profesionalidad, etc.)5. Pero las modificaciones normativas instrumentadas desde el año 1994 («reforma del mercado de trabajo») se han venido proponiendo como objetivo un claro cambio respecto de las coordenadas básicas que venían presidiendo los comportamientos descritos. Con la terminología tan del gusto de sus inspiradores, las nuevas normas quisieron introducir mayor flexibilidad «en la salida de la empresa» y contrarrestarla con las menores 5 Esa auténtica evitación de los contratos indefinidos, como es lógico, obedece a múltiples causas, no siempre aceptadas como tales por la communis opinio de quienes se han pronunciado al respecto; pero, en cualquier caso, hay algunos factores o motivos que sí resultan generalmente admitidos como desencadenantes del fenómeno y entre ellos posee especial relevancia el deseo de obviar por tal método la necesidad de tener que proceder, en su caso, a ulteriores despidos. La onerosidad (trámites administrativos y/o judiciales, conflictividad en la empresa, abono de indemnizaciones y/o salarios de tramitación, pérdida de imagen comercial, etc.) de los procedimientos traumáticos para extinguir los contratos de trabajo por decisión empresarial llevaba, de tal modo, a preferir contrataciones temporales, muchas veces prorrogables, extinguidas invocando la llegada del término final cuando tal fuera la opción asumida. Puede afirmarse que en multitud de ocasiones los ajustes de plantillas han sido realizados de modo dinámico e indirecto mediante la utilización masiva de contratos temporales y subsiguiente extinción a su término. posibilidades de acceso a contrataciones temporales; en la lógica de la reforma, había que apostar por los contratos de duración indefinida y reducir las dificultades inherentes a la extinción empresarial del contrato; asimismo, una mayor funcionalidad de la negociación colectiva en estos temas contribuiría a lograr los generales objetivos de flexibilidad y adaptabilidad6. En este último sentido las nuevas normas incorporaron reglas tan importantes como la redefinición de los despidos por causas económicas, de modo que sólo algunos de ellos (los colectivos a los que alude el art. 51) han de adoptarse tras la previa obtención de autorización administrativa; la posibilidad de neutralizar el importe de los salarios de tramitación (art. 56.2) o la drástica reducción de los supuestos en que el despido ha de calificarse como nulo (art. 55.5), por citar sólo los más llamativos ejemplos; innecesario es recordar que algunas de estas cuestiones fueron finalmente retocadas por la Ley 45/2002, de 12 diciembre. En orden a la restricción de las contrataciones temporales destaca la supresión del antiguo art. 15.2 ET7 y la derogación del RD 1989/1984 sobre contratación temporal como medida de fomento del empleo8. 6 Significativamente, la Exposición de Motivos de la Ley 11/1994, de 19 de mayo, ya advertía cómo «adaptabilidad [...] en este contexto, no significa renunciar a la causalidad de la contratación temporal ni comprometer la protección de los derechos de los trabajadores, sino arbitrar aquéllas fórmulas de contratación que se adecuen más exactamente a las reales necesidades de las empresas y de los individuos». 7 A su tenor «podrán también celebrarse contratos de trabajo de duración determinada en atención a las circunstancias previstas en el apartado 3 del artículo 17, cuando el Gobierno haga uso de la autorización prevista en el mismo». Por su lado, el art. 17.3 ET (paradójicamente intacto y con plena vigencia) permite al Gobierno «regular medidas de reserva, duración o preferencia en el empleo que tengan por objeto facilitar la colocación de trabajadores demandantes de empleo». 8 También la citada Exposición de Motivos de la Ley 11/1994 se refiere a «la desaparición, como instrumen- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 153 ESTUDIOS La Ley 63/1997 llevó al terreno normativo lo esencial del Acuerdo Interconfederal para la Estabilidad en el Empleo y seleccionó claramente las contrataciones indefinidas como las únicas que merecían los incentivos propiciados por los poderes públicos 9 , además de suprimir el exitoso contrato temporal para fomento del empleo; la Ley 12/2001 traspuso el Acuerdo marco sobre trabajo de duración determinada que la Directiva 99/70/CE había acogido, aumentando los derechos de los trabajadores temporales e impidiendo su discriminación respecto de los fijos; otras normas (por ejemplo, Ley 62/2003, respecto del contrato de inserción) introdujeron cambios de índole menor y varias de las citadas afectaron a los contratos formativos de manera relevante. Ante la referida reordenación normativa lo lógico es que la canalización de la fuerza de trabajo que las empresas precisan se lleve a cabo a través de contratos de duración indefinida y sólo excepcionalmente, en la medida que fuere posible, a través de los temporales ordinarios10. Sin embargo todo apunta hacia un uso desmesurado (rectius, abuso) de las modalidades de contratación temporal del artículo 15 ET, llevando hasta el absurdo el recurso a la eventualidad. El mero recordatorio de un par de datos debiera de bastar para propiciar un debate serio y sereno sobre el tema: 1º) En 2001 la población asalariada con vinculaciones de carácter indefinido se elevó to estable de determinación de la duración del trabajo, de la contratación no causal de fomento del empleo introducida en la reforma de 1984». 9 De manera significativa, la Ley 63/1997 llevó al texto del citado artículo 17.3 ET la advertencia de que las medidas en cuestión «se orientarán prioritariamente a fomentar el empleo estable de los trabajadores desempleados y la conversión de contratos temporales en contratos por tiempo indefinido». 10 El recurso a la Empresas de Trabajo Temporal, atendido el tenor del art. 6.2 de la Ley 14/1994, 1 junio, implica la utilización de las modalidades de contratación temporal, en la medida en que el contrato de puesta a disposición requiere la concurrencia de uno de los supuestos que legitiman la contratación eventual, interina o para obras y servicios determinados. 154 hasta los 8.735.400, frente a 4.051.300 trabajadores empleados mediante contratos de duración temporal, lo que arrojaba una tasa de temporalidad del 31,7 por ciento; en 2002 la población activa indefinida se elevó hasta los 9.066.700 contratos, en contraposición a los 4.075.100 contratados temporales, lo que fijaba el porcentaje de contratación temporal en un 31,0; una ligera mejoría se aprecia en 2003 a partir de los datos de empleados indefinidos (9.440.900) o temporales (4.156.900) y de la tasa de temporalidad (30,6). 2º) Por lo que respecta al volumen de contratos temporales cabe significar que en 2001 se instrumentaron 12.752.400 contratos temporales, frente a los 12.896.300 realizados en 2002 o los 13.398.300 de 2003; por último, de los 16.350.800 contratos celebrados en 2004 fueron temporales 14.931.10011. * * * Sobre ese telón de fondo, el artículo 15 ET se dedica a disciplinar la duración del contrato (en rúbrica coincidente con la de la sección) y, en particular, a indicar cuáles son los contratos temporales que con carácter estructural, ordinario o intrínseco, por atender necesidades de tal índole, pueden utilizarse en nuestro ordenamiento. De forma significativa, el número 9 del artículo autoriza al Gobierno para proceder al desarrollo reglamentario de tal precepto; no se trata tanto de una censurable reiteración de la general habilitación concedida en términos muy similares por la Disposición Final Quinta del ET, cuanto de reconocer que por sí solo el texto de la Ley difícilmente sería aplicable; la norma ahora vigente fue aprobada mediante RD 2720/1998, de 18 de diciembre12. Aunque hay 11 Fuente: Encuesta de población activa: www.mtas. es/estadisticas. 12 Ley y reglamento, en sintonía con los objetivos generales de las aludidas reformas, invocan de forma reiterada a la negociación colectiva como fuente que complemente las generales previsiones; a veces, por cierto, confiriéndole nada menos que la función de contribuir a diseñar los perfiles de la propia institución regulada (por ejemplo, del contrato eventual o del celebrado para REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO en el ET otras referencias a la contratación abiertamente temporal (prácticas, formación) o sujeta a inestabilidad temporal (período de prueba) o a condición resolutoria, del mismo modo que sucede en las normas reguladoras de las relaciones especiales, es el artículo en cuestión ET la pieza central en la materia13. Sin embargo, en esta ocasión no se examinará el régimen de las cuatro modalidades contractuales allí contempladas (obra o servicio, interinidad, eventual, inserción) sino una serie de cuestiones comunes a ellas (a veces a cualquier contrato temporal) y que raramente se abordan de manera conjunta. * * * Poco antes de que se cumpliera la efemérides al principio aludida veía la luz el borrador sujeto a correcciones de estilo que, rubricado Más y mejor empleo en un nuevo escenario socioeconómico: por una flexibilidad y seguridad laborales efectivas, culminaba el encargo que dirigieran en la Declaración para el Diálogo Social (Competitividad, Empleo Estable y Cohesión Social) el Gobierno y los interlocutores sociales a la Comisión creada «con el objetivo de evaluar el funcionamiento de las políticas de empleo desde las reformas obra determinada). Ello explica que en muchos casos la completa comprensión de determinado problema sólo pueda alcanzarse una vez que se conozca el tenor de las pertinentes previsiones convencionales. 13 No procede ahora examinar los cambios experimentados por el artículo 15 ET como consecuencia de las Leyes 12/2001 y 62/2003, pero sí conviene recordar que sobre la variación del número 1 (a la que luego se aludirá) y el silencio respecto de los temporales no causales, los trabajadores fijos discontinuos ya no son contemplados entre los temporales y se coordina la obligación empresarial de notificar su celebración a los representantes de los trabajadores con la de entregar copia básica. En el corpus central del precepto (el diseño de las cuatro modalidades contractuales, incluida la de inserción) se combinan las innovaciones junto con el mantenimiento de los rasgos básicos de cada una de ellas; paradójicamente en el tipo contractual en que la Ley no innova (la interinidad) puede decirse que el desarrollo reglamentario ha llevado a cabo una auténtica transformación respecto de la regulación precedente. laborales acometidas en el período 1992-1994 hasta la actualidad (sus instrumentos legales, la estrategia de estímulos a la contratación, el comportamiento del sistema de protección a los desempleados, etc.)»14. Tanto quienes solicitaron el Informe cuanto quienes lo han realizado comparten lo esencial del diagnóstico sobre la situación existente: las continuas reformas del sistema de relaciones laborales (a veces contradictorias) no han sido capaces de proporcionar la suficiente flexibilidad para que las empresas puedan adaptarse al entorno cambiante y para que, al tiempo, los trabajadores posean una estabilidad en el empleo razonable; en ese contexto se explica la baja tasa de empleo, la elevada tasa de temporalidad, la escasa productividad o la deficiente cobertura de la protección social. A partir de aquí resulta inesquivable resumir las medidas propuestas para que los interlocutores sociales decidan cómo mejorar esa interacción del reseñado binomio (productividad, estabilidad). 1ª) Hay que atender a la cambiante realidad .Así como el muy conocido artículo 3.1 CC viene instando a que las normas se interpreten en relación con «la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas», ahora se pide que la regulación sobre contratos laborales tenga en cuenta el contexto en que nos encontramos (globalización económica, importantes movimientos económicos y humanos, feminización laboral, envejecimiento, redimensionamiento de los sistemas de protección social, etc.). En consecuencia, el diseño de las políticas de empleo, inclusive en lo que respecta a la duración de los contratos de trabajo, ha de revisarse y adaptarse a fin de evitar su obsolescencia. 2ª) El aumento del empleo no justifica la autocomplacencia.La constatación de que en 14 Entre los ocho miembros de la Comisión, ha habido cuatro prestigiosos catedráticos de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social (los profesores CRUZ VILLALÓN, DURÁN LÓPEZ y VALDÉS DAL-RÉ, así como la profesora SÁEZ LARA). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 155 ESTUDIOS los últimos años ha crecido notablemente el empleo no debe ocultar las excepcionales circunstancias que lo han posibilitado, por lo que las políticas puestas en juego no pueden considerarse satisfactorias en función de aquél dato; en particular, se advierte sobre la necesidad de aumentar la productividad si se quiere converger con los países más avanzados de la UE. En otro caso, pese a la continuada moderación salarial, la pérdida de competitividad sería grave y el empleo caería de la misma manera. Aquí se resalta lo que hace muchos años viene siendo una evidencia: que la contratación temporal cumple una función flexibilizadora de primer orden y que ello posee inconvenientes de trascendencia15. 3ª) Políticas macroeconómicas (monetaria y fiscal).Se recomienda la consecución de la estabilidad (con inflación baja y cuentas públicas saneadas) para que a partir de ella puedan instrumentarse otras políticas adicionales («reformas estructurales») que propicien un nivel más elevado de empleo de mayor calidad. reformas globales, que tomen en cuenta las relaciones de complementariedad o de sustitución entre los distintos aspectos o temas; se critica el error de «focalizar la discusión sobre aspectos concretos de forma separada (costes de despido, reducción de la temporalidad, trabajo a tiempo parcial y otros) sin entender que las distintas formas de regular el mercado de trabajo cumplen funciones similares y que han de guardar una relación coherente entre ellas». 6ª) Papel de los operadores jurídicos.La adaptación, interpretación y desarrollo que resoluciones judiciales y convenios colectivos llevan a cabo posee también influencia importante y la experiencia muestra que marcan «orientaciones diferentes, a veces contradictorias, con resultados diversos sobre la flexibilidad y la seguridad del empleo». De ahí que el rediseño de las reglas estatales sobre contratos temporales haya de atender a esta vertiente pues los agentes sociales y el control judicial «influyen sobre la eficacia de los instrumentos de las políticas de empleo». 5ª) Multifacialidad de las políticas de empleo.La baja tasa de ocupación y la elevada temporalidad sólo pueden afrontarse con 7ª) Protección de trabajadores o de empleos. En línea con la movilidad laboral que la realidad tiende a imponer, se advierte que la obtención regular de retribuciones derivadas del trabajo (además de con empleo permanente) puede conseguirse recurriendo a medidas de protección social (desempleo, períodos sabáticos de formación, etc.) que actúen en las fases intermedias que haya entre contratos diversos, siendo también relevantes las acciones destinadas a potenciar la ocupabilidad y adaptabilidad. Se sostiene que «a la baja tasa de crecimiento de la productividad también contribuyen ciertos elementos en la configuración institucional del mercado de trabajo que provocan que la búsqueda de flexibilidad en la gestión de los recursos humanos en las empresas españolas se produzca casi exclusivamente mediante la contratación temporal y que, por tanto, generan una excesiva rotación laboral y una falta de adecuación de la organización interna de las empresas al potencial productivo de las nuevas tecnologías». 8ª) Evaluación de las políticas de empleo.La importancia de las subvenciones y restantes estímulos a la generación de empleo no ha solido acompañarse de un estudio sobre su eficacia (que en ocasiones parece escasa). Sin perjuicio de mantener el esfuerzo económico que comportan esas políticas activas de empleo, se impone su evaluación a fin de reformular los aspectos necesarios para mejorar los resultados reales. 4ª) Flexibilidad laboral.Admitiendo la necesidad empresarial de un marco laboral flexible (precisamente, para atender a la realidad cambiante y competitiva) se advierte sobre la necesidad de conciliarla con la seguridad de los trabajadores y la calidad del empleo, de tal modo que no elimine garantías para los trabajadores. 15 156 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO 9ª) Multidimensionalidad de la flexibilidad laboral.Insistiendo en ideas ya expuestas se destaca que la gestión de los recursos humanos posee muchas vertientes (dimensión, organización funcional, remuneración, ordenación del tiempo de trabajo, etc.) y que la flexibilidad ha de contemplar todas ellas, sin limitarse «a las facilidades que tienen los empresarios para contratar y despedir trabajadores»: hay que atender tanto a su dimensión externa cuanto a la interna. 10ª) Reforma prudente del régimen de contratos temporales.El claro divorcio entre la regulación vigente (presidida por el principio de causalidad) y la puesta en juego de contratos temporales indica que mediante el recurso masivo a ellos las empresas buscan la flexibilidad y no la satisfacción de verdaderas necesidades limitadas en el tiempo, lo que provoca «efectos negativos sobre la equidad y sobre la productividad». Pero eso no puede llevar a una mayor rigidez del marco jurídico sin proporcionar otras vías de flexibilidad porque podría afectar al empleo. 11ª) Concordancia de la políticas de empleo con otra.Pese a la relevancia de las políticas de empleo en orden a la consecución del deseado y cohesionado desarrollo socioeconómico, hay que concordarlas y reforzarlas con otras reformas estructurales (educación inicial, formación permanente, innovación tecnológica, aumento de la competencia). 2. CONTRATO DE TRABAJO INDEFINIDO Y CONTRATO DE TRABAJO TEMPORAL La clasificación de los contratos según su duración es una de las cuestiones cruciales ante las que se enfrenta todo ordenamiento laboral, pues se trata de uno de los aspectos de la relación laboral donde convergen con más fuerza los intereses contrapuestos de trabajadores y empresarios. Al menos en teoría, lo preferible para el trabajador es que su relación laboral posea una duración ilimita- da, que se prolongue tanto cuanto le interese y que le permita organizar su vida profesional (también personal) sobre la premisa de que dispone de un empleo estable; por el contrario, lo que a la empresa interesa es mantener la vinculación con su trabajador estrictamente por el tiempo que lo precise, de modo que tanto la duración inicial del contrato cuanto su extinción posean elevadas dosis de libertad (flexibilidad). Los artículos 1255 del Código Civil 16 y 3.1.c) del Estatuto de los Trabajadores17 podrían hacer pensar a quien no estuviere avezado en cuestiones laborales que nada podría ser tan lógico o natural como el pacto acerca de cuánto haya de prolongarse el compromiso entablado entre trabajador y empresario. Tal espejismo jurídico se agrandaría al contemplar cómo el artículo 15.1 ET comienza proclamando que «el contrato de trabajo podrá concertarse por tiempo indefinido o por una duración determinada»; esos tres preceptos son, sin embargo, sólo una parte de los que se entrelazan a fin de proporcionar el cuadro normativo acerca de la duración del contrato. Y es que la Ley (basta seguir leyendo el artículo 15 ET) admite la opción pero exclusivamente dentro de las posibilidades en ella prefijadas; ergo ha de advertirse que en materia de duración del contrato no rige el principio autonomista sino muy matizadamente: las posibilidades de elección quedan condicionadas por las propias «leyes» y «disposiciones legales» a que aluden Código Civil y Estatuto de los Trabajadores. Ello es así hasta el punto de que los contratos indebida- 16 Conforme al mismo «los contratantes pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan por conveniente, siempre que no sean contrarios a las leyes, a la moral, ni al orden público». 17 A tenor del mismo los derechos y obligaciones concernientes a la relación laboral pueden generarse «por la voluntad de las partes, manifestada en el contrato de trabajo, siendo su objeto lícito y sin que en ningún caso puedan establecerse en perjuicio del trabajador condiciones menos favorables o contrarias a las disposiciones legales y convenios colectivos antes expresados». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 157 ESTUDIOS mente concertados como temporales han de reputarse de carácter indefinido (art. 15.3 ET), situación que se reproduce cuando acaecen determinadas irregularidades (art. 15.2 ET), se omite la preceptiva forma escrita en el contrato (art. 8.2 ET), se desarrollan trabajos fijos y periódicos dentro del volumen normal de actividad de la empresa (art. 12.3 ET), se sobrepasa la duración máxima legalmente establecida para un contrato temporal (art. 49.1.c.III ET), se somete al trabajador a un tráfico prohibido (art. 43.3 ET), se sigue trabajando para la empresa usuaria más allá de lo prevenido en el contrato de puesta a disposición (art. 7.2 Ley 14/1994), etc. En numerosas ocasiones, por consiguiente, la Ley muestra cómo la contratación de duración indefinida es considerada desde una óptica general como la preferible, de manera que para recurrir a la de signo temporal es precisa una causa o justificación, una previsión normativa autorizante sea por razones intrínsecas a la necesidad económica satisfecha sea por razones extrínsecas a la misma o incluso por motivos de índole mixta. Así las cosas, tema diverso es el de si la vigente redacción del artículo 15.1 ET, donde otrora se encontrara una proclamación en favor de los contratos indefinidos18, puede considerarse o no como un paso hacia adelante, una especie de cabeza de puente, en la marcha hacia una mayor virtualidad del principio autonomista sobre la materia; cuando menos habrá de aceptarse que en la actualidad ha desaparecido una palanca interpretativa (la presunción en favor de que el contrato posee carácter indefinido) utilizada en diversas ocasiones por nuestros Tribunales a fin de resolver diversas cuestiones discutibles en tal sentido, pero la verdad es que el tenor de las Leyes que han venido incidiendo (en 1994, 1997, 2001 y 2002) de uno u 18 En su versión originaria el artículo 15.1 comenzaba disponiendo que: «El contrato de trabajo se presume concertado por tiempo indefinido. No obstante, podrán celebrarse contratos de duración determinada...». 158 otro modo sobre la cuestión apuntan a una opción distinta19. * * * El contrato de duración determinada o temporal es aquél en el que las partes incluyen, en el momento de su celebración, previsiones sobre la extinción del negocio jurídico, bien estableciendo un plazo, bien un término final, bien una condición resolutoria o cualquier otra circunstancia que produzca su terminación. De este modo, a las causas generales de extinción contractual se añade una especialmente significativa, puesto que provoca que el contrato nazca siendo intrínsecamente temporal. En términos generales, la temporalidad de una relación laboral no conlleva una diferenciación esencial sino meramente cronológica respecto del contrato de trabajo concertado por tiempo indefinido, aunque sí resultan admisibles algunas especialidades en orden a su regulación legal20. Cuando el legislador diversifica el régimen aplicable a diversos contratos temporales como ocurre, sobre todo, con los contratos de trabajo temporales recogidos en el artículo 15 del Estatuto de los Trabajadores o los contratos formativos del artículo 11 de la misma norma, suele tener en cuenta diversas razones: En unas ocasiones, se entiende que la necesidad productiva que motiva la conEs curioso recordar cómo en 1976 la Ley de Relaciones Laborales consagró normativamente, y con carácter general, la presunción en favor de la duración indefinida del contrato de trabajo; la norma surgía en el momento más inoportuno y pocos meses después hubo de comenzar a admitirse fisuras a la misma, en forma de sucesivas clases de contratos temporales permitidos a fin de fomentar la contratación. En este punto sucedió también algo paradójico: al mismo tiempo que se afirmaba la preferencia por los contratos de duración indefinida y se derogaba el RD 1989/1984, el artículo 15.1 ET omite la presunción en favor de aquéllos e introduce un inciso de significado opuesto; es decir, justo cuando se elimina la contratación temporal no causal queda también suprimida la expresa presunción por el contrato indefinido. 20 En tal sentido puede verse la STS 13 de mayo de 1991 (RJ 1991, 3909). 19 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO tratación laboral está llamada a durar un plazo de tiempo relativamente corto, por lo que carece de sentido la contratación indefinida. Así, en los contratos que se denominan temporales estructurales o causales, regulados en el artículo 15 ET, se postergan las reglas de estabilidad en el empleo características del contrato de trabajo, permitiendo que se sometan a un término o condición resolutoria. La elusión de la estabilidad en el empleo también se autoriza, en condiciones diferentes según el momento histórico, por razones de fomento del empleo. Así, sin que en la tarea desarrollada por el trabajador exista ningún elemento atípico que aconseje limitar su duración y eliminar el carácter indefinido, el legislador ofrece esa ventaja al empresariado para propiciar que se concierte un mayor número de contratos de trabajo. La caracterización del contrato de trabajo como relación a tiempo completo, es decir, con una jornada «completa», también es excepcionable, bien porque las partes deseen una intensidad diaria menor, bien porque las necesidades de la empresa sean «estacionales», y sólo precise al trabajador una determinada época del año. Por otra parte, ha sido tradicional en nuestro Derecho regular con bastantes peculiaridades los supuestos en que la contratación tiene como finalidad no sólo resolver las necesidades productivas empresariales, sino también las carencias formativas del trabajador21. 21 En este sentido, el contrato actualmente denominado «para la formación» ofrece una salida en el mercado laboral a quien haya fracasado en el sistema educativo reglado. Emparentada con esta modalidad se encuentra la contratación en prácticas, dirigida a titulados, y que tiene por finalidad facilitar la inserción a quienes careciendo de experiencia laboral no ofrecen una Por último, también existe otra serie heterogénea de supuestos que escapan a la configuración ordinaria del contrato de trabajo común, entre los que destaca el contrato para desarrollar las tareas productivas en el propio domicilio, y el contrato de inserción. Velando por la primacía del principio de causalidad reseñado, la jurisprudencia ha venido examinando numerosísimos casos que han accedido a su conocimiento, y ha sentado, entre otros, los siguientes criterios. La sucesiva contratación temporal infringiendo la normativa sobre la misma constituye un fraus legis22. Para determinar la licitud de un contrato temporal que es el último de una serie de ellos ha de tomarse en cuenta también la validez de los precedentes si no ha existido solución de continuidad entre los mismos23. Excepcionalmente, el control de legalidad ha de atender exclusivamente al último contrato celebrado cuando entre éste y el anterior haya mediado un plazo superior al plazo de caducidad de la acción de despido (20 días hábiles). A su vez, esta regla puede obviarse cuando se acredita una actuación empresarial en fraude de ley y, al mismo tiempo, permanece la unidad esencial del vínculo laboral, por no existir solución de continuidad o ser de escasa entidad24. Si los contratos se han celebrado con arreglo a la normativa que los regula, no capacidad productiva tan intensa como la esperada en la relación laboral común. 22 Así lo advierte la STS 23 marzo 1993 (RJ 1993, 2218). 23 En tal sentido se pronuncian, entre otras, las SSTS 20 y 21 febrero 1997 (RJ 1997, 1457 y 1572); 17 marzo y 6 julio 1998 (RJ 1998, 2682 y 7010). 24 En tal sentido, SSTS 5 y 29 mayo, 2 julio y 29 noviembre 1997 (RJ 1997, 3654, 4473, 5560 y 8425). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 159 ESTUDIOS cabe apreciar irregularidad que conlleve la nulidad de las contrataciones ni la declaración de fijeza25. Constituye fraude de ley la celebración de un contrato eventual o temporal de fomento de empleo a quien ya tiene vinculación de carácter indefinido, pues comporta una clara renuncia de derechos26. Cuando se extingue un contrato pretendidamente temporal invocando una causa que resulta inexistente es erróneo calificar siempre el cese como equivalente a despido nulo, debiendo prevalecer, si se han cumplido los requisitos de forma pedidos por el ET, su consideración como improcedente. La doctrina es aplicable incluso a los casos en que el contrato temporal extinguido se hubiera celebrado en fraude de ley27. Idéntica calificación de despido improcedente corresponde a la decisión extintiva empresarial cuando la causa de finalización alegada no se ajusta a las previsiones y requisitos legales de la modalidad contractual pactada28. El contrato de trabajo temporal ha de expresar la modalidad a que pertenece, sin que baste una vaga alusión a la norma genérica en que pretende basarse29. 25 Sobre el tema, por ejemplo, STS 29 diciembre 1995 (RJ 9847). 26 Así lo advierten SSTS 22 diciembre 1995 (RJ 1995, 9492); 11 marzo 1997 (RJ 1997, 2311) ó 13 octubre 1999 (RJ 1997, 7493). 27 Así lo aclaran numerosas SSTS, como las de 25 mayo, 7 y 30 junio, 21 y 22 septiembre, 15 octubre, 2 noviembre y 30 diciembre 1993 (RJ 1993, 4124, 4547 y 4943, 6892 y 7026, 7603, 8346 y 10081); 24 enero, 21 febrero, 31 mayo, 28 junio y 5 julio 1994 (RJ 1995, 865, 1221, 5370, 5495 y 7044); 30 enero, 20 febrero y 21 diciembre 1995 (RJ 1995, 527, 1162 y 9320). 28 Así lo advierte STS 25 mayo 1995 (RJ 1995 4005). 29 En tal sentido SSTS 21 septiembre 1993 (RJ 6892); 14 marzo 1997 (RJ 2467); 6 abril 1998 (RJ 4576); 13 octubre 1999 (RJ 7493). 160 No basta la voluntad concorde de las partes en orden a la celebración del contrato temporal, sino que ha de concurrir la causa objetiva específicamente prevista para el caso30. A la vista de todo ello puede afirmarse que el principio de causalidad de la contratación temporal sigue vigente en nuestro ordenamiento. Ello significa que las necesidades permanentes de la empresa habrán de ser cubiertas mediante contratos por tiempo indefinido, quedando relegada la contratación a término para la atención de necesidades ocasionales. La contratación temporal se admite, pero a condición de que posea una justificación o causa adicional al mero acuerdo de las partes; por eso se habla muchas veces de contratos temporales causales para aludir a ellos. 3. REGLAS COMUNES SOBRE LA CONTRATACIÓN TEMPORAL La pervivencia del reseñado principio de tipicidad en el diseño del marco contractual es la base conceptual (aunque tácita) sobre la que se asientan buena parte de las reglas «comunes» que van a recopilarse en este apartado: se sanciona administrativamente la transgresión de los límites que las diversas modalidades contractuales poseen porque se piensa que tal conducta comporta la elusión del diseño normativo en cuestión; se grava la cotización de los contratos de duración temporal porque de tal modo se restan incentivos al recurso a un tipo de compromiso contractual que se considera menos favorable para el trabajador que el de duración indefinida; la conversión del contrato aparentemente temporal en uno de duración indefinida se establece como una consecuencia proporcionada y adecuada frente a la práctica (empresarial) que había subsumido inadecuadamente el 30 Así lo explicitan las SSTS 21 febrero y 5 mayo 1997 (RJ 1997, 1572 y 3654). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO supuesto de hecho en uno de los que legitiman la temporalidad; deben de notificarse las contrataciones temporales a los representantes de los trabajadores a fin de que puedan fiscalizar adecuadamente el cumplimiento de las exigencias legales hacia las mismas; etc. En suma, las reglas sobre contratación temporal poseen el común denominador, dicho sea coloquialmente, de neutralizar ese factor (limitación cronológica) para equiparar, en cuanto sea posible, la situación de los trabajadores afectados a los que poseen una vinculación indefinida; a tal efecto, en ocasiones se acude a la técnica de la no discriminación y en otras a la de la novación contractual, sin despreciar el reforzamiento que el ius puniendi aporta al cumplimiento de la legalidad. 3.1. Sanciones administrativas El art. 7.2 LISOS considera como infracción grave en materia de relaciones laborales «la transgresión de la normativa sobre modalidades contractuales, contratos de duración determinada y temporales, mediante su utilización en fraude de ley o respecto a personas, finalidades, supuestos y límites temporales distintos de los previstos legal, reglamentariamente, o mediante convenio colectivo cuando dichos extremos puedan ser determinados por la negociación colectiva»31. El precepto constituye un inmejorable reflejo de la valoración que al ordenamiento jurídico le merece la temporalidad en la contratación: fuera del diseño normativo resulta ilícita y la conducta empresarial en cuestión merece el reproche público32. Otras normas sancionadoras afectan indirectamente a la materia aquí considerada (obtención indebida de bonificaciones, incumplimiento de formalidades, etc.), pero no parece necesario estudiarlas. 32 Sobre los aspectos seguidamente analizados, cf. A. V. SEMPERE NAVARRO, J. R. MERCADER UGUINA, R. MARTÍN JIMÉNEZ y C. TOLOSA TRIBIÑO, Comentarios a la Ley de 31 La diversidad de conceptos invocados (transgresión, fraude, utilización indebida) se corresponde con la necesidad de salvaguardar las garantías que los principios de tipicidad y legalidad comportan en este terreno del Derecho Administrativo sancionador. A nuestros efectos puede afirmarse que lo que claramente quiere la norma es que recaiga la sanción sobre la empresa que vulnera las exigencias de la contratación temporal; si ésta se pone en juego para supuestos distintos de los permitidos, no sólo surge un uso indebido que genera consecuencias de índole contractual sino que también aparece la reprensión pública. En todo caso, la forma más evidente de transgredir las normas remitidas consiste en aplicarlas a casos no permitidos (sea por su ámbito subjetivo u objetivo, sea por otros motivos); a tal efecto nótese como la negociación colectiva juega complementariamente con el diseño emanado de los poderes públicos. 3.1.1. Vulneración de convenios colectivos Cuando el convenio colectivo contribuya al diseño de la modalidad contractual en cuestión, también sus previsiones gozan del mismo respaldo sancionador para caso de incumplimiento; la regla es coherente pero requiere que se conozca la funcionalidad de la autonomía colectiva. La referencia a «los convenios colectivos» del transcrito precepto hay que desentrañarla concordándola con la alusión a las «cláusulas normativas de convenios colectivos» que contiene el artículo 5º LISOS, de aplicación general a todas las infracciones laborales33. Infracciones y Sanciones en el Orden Social, Aranzadi, Pamplona, 2003. 33 La atribución a los convenios colectivos de la función de regulación de infracciones administrativas rectius, obligaciones de las que se derive responsabilidad patronal supone conectar una fuente del Derecho del Trabajo nacida de la voluntad colectiva de los trabajadores y de los empresarios con un sector del ordenamien- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 161 ESTUDIOS La bondad de la regulación convencional se justifica en la mayor adaptabilidad a los cambios propios de las relaciones laborales lo que deriva no sólo de la mayor proximidad de los interlocutores sociales a la realidad de la empresa, sino también de las menores formalidades exigidas en el procedimiento de aprobación de los convenios colectivos, además de permitir una sectorialización de la tipicidad (Lozano Lares) que favorece las exigencias propias de ésta, siempre que el convenio desarrolle las previsiones legales y, en su caso, reglamentarias. En este sentido, parece claro que si el reglamento que es norma, no se olvide, emanada de los poderes públicos debe desarrollar los mandatos legales, pues de lo contrario carecería de virtualidad para ser aplicado, el convenio colectivo que es norma nacida de la voluntad de las partes debe sujetarse a la misma exigencia. De ahí que los incumplimientos de las normas convencionales que estén por completo desvinculadas de las infracciones tipificadas en la LISOS o en otras Leyes del orden social no to (el Derecho Administrativo Sancionador) que tutela intereses generales o públicos. El engarce entre la transgresión de una norma convencional y la protección de ésta a través de mecanismos jurídico-públicos constituye una singularidad de las infracciones y sanciones en el orden social, justificada en el peculiar sistema de fuentes del Derecho del Trabajo y en la concurrencia en este sector del ordenamiento de intereses plurales de toda clase: públicos o generales, colectivos y puramente individuales. La tutela administrativa sancionadora de los convenios colectivos no es una novedad de la LISOS vigente; ya en la de 1988 se contenía idéntica previsión, lo que motivó un amplio análisis doctrinal (ESCUDERO RODRÍGUEZ, GARCÍA BLASCO, GARCÍA FERNÁNDEZ, DEL REY GUANTER, RODRÍGUEZ-SAÑUDO), cuyo resultado fue en líneas generales favorable a aquélla, en la medida en que la tutela garantizadora heterónoma ofrecida por la Ley permite dotar antes como ahora de fuerza coactiva a los compromisos contraidos mediante la negociación colectiva, con lo que la eficacia de ésta resulta reforzada, en coherencia, por otra parte, con el Convenio nº 81 de la OIT, cuyo art. 27 incluye a «los contratos colectivos a los que se confiera fuerza de ley y por cuyo cumplimiento velen los inspectores de trabajo» en la categoría de las «disposiciones legales». 162 sirvan adecuadamente a los fines sancionadores previstos en la LISOS34. 3.1.2. Sanción del fraude de ley Además de la «transgresión» de la regulación aplicable a los contratos temporales, la 34 No es éste el lugar adecuado para entrar a fondo en el debate sobre la inconveniencia de que se sancione por la Administración el incumplimiento de una norma meramente convencional. Desde luego, la habilitación a los convenios colectivos para regular obligaciones de las que puede derivar responsabilidad administrativa permite ofrecer una perspectiva distinta en el panorama de las infracciones y sanciones administrativas. Sin embargo, el art. 5 LISOS no se compadece bien con la existencia de mecanismos de autotutela colectiva garantizadores del cumplimiento del convenio colectivo, tal y como establece el art. 91 ET, cuyo número 1 atribuye a las comisiones paritarias y, en todo caso, al orden jurisdiccional social el «conocimiento y resolución de los conflictos derivados de la aplicación e interpretación general de los convenios colectivos», sin perjuicio de lo cual podrán establecerse en estos «procedimientos, como la mediación y el arbitraje, para la solución de las controversias colectivas derivadas de la aplicación e interpretación de los convenios colectivos» (art. 91.2 ET). En este sentido, la atribución a la Inspección de Trabajo y a la Autoridad laboral de la potestad para enjuiciar y, en el fondo, resolver determinados aspectos de las relaciones laborales que evidencian un conflicto inter partes esto sucede con una gran parte de las infracciones en materia de relaciones laborales individuales y colectivas no es coherente con la atribución al orden jurisdiccional social de la resolución de los conflictos en la rama social del Derecho, como tampoco lo es con la tendencia consolidada en los últimos tiempos de reducción del intervencionismo administrativo en el campo de las relaciones laborales. De ahí que no falten voces críticas en relación con la imposición de sanciones por infracciones a lo dispuesto en los convenios colectivos. Por otra parte, aunque sin olvidar el marco de la tutela del interés colectivo (reflejado en la norma convencional) mediante instrumentos también colectivos, la posibilidad de sancionar incumplimientos de los convenios supone trasladar a la Administración la misión de defender y garantizar condiciones de trabajo que exceden de las mínimas contempladas en la Ley y que, obviamente, son distintas en cada sector o subsector de la actividad. De este modo, pueden crearse situaciones de desigualdad entre los trabajadores cuyas condiciones se regulan en ausencia de convenio mediante contra- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO norma de la LISOS también tipifica como conducta sancionable «su utilización en fraude de ley»; la noción de fraude de ley se aplica a conductas formalmente ajustadas al texto de una concreta norma pero que persiguen resultados contrarios al ordenamiento o prohibidos por éste, de tal forma que la norma constituye un instrumento que presta cobertura a la comisión de un hecho antijurídico, ya esté contemplado en aquélla o en otra distinta35. Estas maniobras o maquinaciones fraudulentas destinadas a frustrar el fin querido por la norma son las que tipifica el precepto respecto de las modalidades contractuales, utilizándolas para personas, fines, supuestos o límites temporales distintos de los previstos en aquélla36. El fraude no se presume sino que debe probarse, lo que exige acreditar la voluntad consciente de burlar la norma con el fin de obtener un resultado o beneficio favorable para el defraudador y, al tiempo, odioso para el ordenamiento. Por eso, no resulta suficiente para admitir la concurrencia del fraude de ley la mera existencia de defectos en la contratación, si con ello no se demuestra una decidida voluntad de parte tendente a evitar las consecuencias jurídicas de la norma37. Conviene advertir que la existencia de este fraude de ley ha ido estimándose cada vez con menores exigencias de índole subjetiva, tendiéndose hacia su concurrencia objetiva 38. 3.1.3. El procedimiento de oficio Desde la perspectiva sancionadora conviene resaltar que la Autoridad laboral o la Inspección de Trabajo pueden presentar demanda ante los órganos jurisdiccionales del orden social con objeto de iniciar el proceso de oficio a que se refiere el art. 149.2 LPL a fin de que sea la Jurisdicción y no la Administración quien se pronuncie sobre si en el caso concreto ha habido o no transgresión de la normativa sobre modalidades contractuales mediante su utilización en fraude de ley. En el fundamento de este proceso de oficio se halla la idea de la atribución en exclusiva a la Jurisdicción laboral del conocimiento y resolución de los conflictos en la rama social del Derecho, en coherencia con lo dispuesto en los arts. 9.5 LOPJ y 1 LPL. Y siendo claro que la En tal sentido, por ejemplo, STS 4 abril 1990 (RJ 1990, 3104). 38 Así, por ejemplo, las SSTS 6 febrero 2003 (RJ 2003, 3086) y 6 mayo 2003 (RJ 2003, 5765) explican que el fraus legis no implica siempre y en toda circunstancia, una actitud de la empleadora estricta y rigurosamente censurable, desde una perspectiva moral, social o legal (dolus malus) sino la simple y mera consciencia de que la norma se emplea indebidamente. «En este sentido y con este único alcance, cabe entender que se da vida al fenómeno descrito en el art. 6.4 del Código Civil: el contrato de trabajo se concluyó al amparo de una norma que autoriza la contratación temporal, pero a la postre y atendidas las circunstancias, se eludía otra norma sobre preeminencia o prioridad del contrato concertado por tiempo indefinido, cuya aplicación no podemos impedir». Podría discutirse si la norma sancionadora ha de interpretarse exactamente en los mismos términos ampliatorios que se han asumido en el plano contractual, pero la verdad es que el papel «de refuerzo» que la LISOS desea desempeñar lleva a pensar en una respuesta afirmativa. 37 to y aquéllos otros regidos por la norma convencional, lo cual contradice la generalidad propia de las normas, que se dirigen no a colectividades concretas de sujetos sino a todos los ciudadanos (CONDE MARTÍN DE HIJAS). 35 Como dice la STS 4 abril 1990 (RJ 1990, 3104), «el fraude de ley es algo más que la simple omisión de determinadas formalidades en la configuración de la relación jurídica, envolviendo, en todo caso, una decidida y patente voluntad de eludir el mandato imperativo de la norma legal, obviando la realización de su propio objetivo o finalidad». 36 Así, por ejemplo, la formalización de sucesivos contratos eventuales sin solución de continuidad con el mismo trabajador, misma empresa y centro de trabajo [STSJ/C-A Cataluña 16 julio 2001 (JUR 321642)], la realización de una jornada laboral superior a la prevista en la norma [STSJ/C-A Comunidad Valenciana 13 julio 2001 (JUR 308893) o la utilización de un contrato para obra o servicio determinado cuando se trata de actividades fijas pero de carácter discontinuo [STSJ/C-A Comunidad Valenciana 20 junio 2001 (JUR 305867)]. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 163 ESTUDIOS determinación de la existencia o inexistencia del fraude exige un pronunciamiento previo resolutorio de un conflicto jurídico-laboral en la rama social del derecho, parece lógico admitir que la Administración quede vinculada por lo decidido en vía judicial a los efectos de la continuación o no del procedimiento administrativo sancionador (Sempere Navarro y Martín Jiménez). 3.2. Cotización La obligación de cotizar a la Seguridad Social posee origen y configuración legal, correspondiendo a la Ley de Presupuestos Generales del Estado de cada año establecer las bases y tipos aplicables (art. 16.1 LGSS), sin perjuicio de que otra Ley pueda incidir sobre el particular39. A nuestros efectos, ahora interesa subrayar la interacción existente entre normas laborales y previsiones de Seguridad Social, más específicamente por lo que a la cotización se refiere. Es claro que haciendo jugar las normas sobre cotización en uno u otro sentido (bonificaciones en la cuota, variación del tipo impositivo, flexibilización de la base de cotización, etc.) se influye, bien que de manera indirecta, respecto del comportamiento empresarial ante determinadas modalidades contractuales; por la vía de encarecer o abaratar costes sociales se estimula o desincentiva el recurso a unas u otras variantes de contratación laboral. Del mismo modo que las normas sancionadoras emiten claros mensajes acerca de las condiciones en que puede obviarse la contratación indefinida, también las reglas sobre cotiza- 39 La cuota a la Seguridad Social constituye la expresión (numérica y monetaria) del importe de la obligación de cotizar durante un período de tiempo reglamentariamente delimitado (período de liquidación); dicha cantidad es el resultado de una operación aritmética consistente en aplicar un porcentaje (tipo de cotización) a una cantidad generalmente vinculada a los ingresos que percibe el trabajador por su actividad laboral (base de cotización). 164 ción desean contribuir a modelar ese panorama; veamos dos ejemplos bien significativos. 3.2.1. Contingencias comunes Con origen en la Disposición Adicional Sexta de la Ley 12/2001, nuestro ordenamiento viene recogiendo una cotización superior a la normal cuando afronta la cuota empresarial respecto de las contrataciones de muy escasa duración. El análisis reflexivo de los términos en que se formula permite apuntar lo siguiente40: La regla juega sobre los «contratos de carácter temporal» y no sólo sobre los del artículo 15 ET o los de fomento del empleo de minusválidos; con independencia de si estamos ante una relación laboral especial, ante un Régimen u otro de Seguridad Social o de la razón por la que el negocio jurídico posea duración determinada41. Dando a entender implícitamente que estas contrataciones están siempre más justificadas que las restantes temporales, «dicho incremento no será de aplicación a los contratos de interinidad»42. 40 La Orden anual sobre Cotización viene disponiendo que «en los contratos de carácter temporal cuya duración efectiva sea inferior a siete días, la cuota empresarial a la Seguridad Social por contingencias comunes se incrementará en un 36 por 100. Dicho incremento no será de aplicación a los contratos de interinidad» (en este sentido, por ejemplo, art. 26 de la OM TAS/77/2005, de 18 enero). 41 A la inversa, si el contrato no surge como temporal sino que posee duración indefinida (al margen de cualquier otra circunstancia) la regla es inoperante. 42 Al no diferenciar o restringir el radio aplicativo del precepto en forma alguna, debe de entenderse que todas las variantes de contratos de interinaje quedan comprendidas en la excepción, id est, permanecen al margen del incremento de cotización: interinidades por vacante o por sustitución, en empresas privadas o en Administraciones Públicas, a tiempo completo o parcial, etc. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO El incremento no entra en juego atendiendo a la celebración de un contrato de trabajo de escasa duración, sino a la «duración efectiva»; de este modo, ab initio se puede operar con una presunción acerca del tipo de cotización que habrá de aplicarse a un concreto contrato de trabajo; sin embargo, sólo el transcurso real del tiempo es el que clarificará en uno u otro sentido la cuestión43. La consecuencia de que se haya producido el supuesto de hecho descrito es la elevación de «la cuota empresarial a la Seguridad Social por contingencias comunes»; la cotización del trabajador queda al margen de la técnica del incremento, sin duda alguna al presuponerse que él no es quien tiene interés en que su vinculación posea una duración exigua44. La concreción de la onerosidad adicional equivale a un incremento de la cuota empresarial fijado «en un 36 por 100»; en términos relativos se trata de un incremento muy importante: aumentar más de un tercio la cuantía a ingresar; en términos absolutos, habida cuenta del escaso número de días de cotización a los que alude, la repercusión es muy otra. Desde luego, argumentos generales de Política legislativa bien fácilmente representables pueden justificar la razonabilidad y proporcionalidad de una previsión como la 43 Contrataciones iniciales de un par de días pueden resultar prorrogadas más allá de la frontera que separa uno u otro tratamiento y viceversa; la norma omite cualquier precisión acerca de las causas que pongan fin al contrato (llegada del término pactado, no superación del período de prueba, despido disciplinario, etc.) lo cual es criticable en un plano teórico pero comprensible habida cuenta de la escasa entidad de las consecuencias económicas que se siguen. 44 De ahí que la lógica interna de la penalización quiebre cuando sea el trabajador quien propicie la terminación de su contrato. descrita, finalmente agravadora del coste de ciertas contrataciones empresariales. Sin embargo, para que la previsión fuese realmente irreprochable habría que mejorar algunas cuestiones de detalle como, por ejemplo, contemplar la incidencia que la terminación del contrato por causa imputable al trabajador posea y generalizar la onerosidad a todos los supuestos en que la relación laboral ha tenido esa breve duración real, incluyendo los casos en que el contrato era indefinido. En fin, aunque las estadísticas invitan a pensar lo contrario, lo cierto es que en pura técnica no estamos ante una norma anti-fraude, destinada a penalizar el abuso en las contrataciones temporales de ínfima extensión; esa labor se lleva a cabo mediante la sanción administrativa y la consideración como indefinidos de los contratos en cuestión. Aquí se trata de gravar los costes de una contratación ajustada al molde normativo pero perjudicial para el trabajador y, a la postre, para el propio sistema productivo45. 45 En suma, y por no ocultar la opinión sobre el particular: el precepto es bienintencionado pero presenta varios flancos a la crítica; mejor sería actuar por la vía de evitar bonificaciones u otras ventajas que por la de gravar costes; pero si se insiste en esta técnica conviene introducir los matices ya reseñados. Suele afirmarse que el precepto quiere salir al paso de la práctica empresarial de eludir las cotizaciones durante los fines de semana; sin embargo esa argumentación resulta doblemente insostenible. 1º) Porque la retribución de los días de descanso semanal se devenga, de manera inexorable, a medida que se presta la actividad laboral sin que la inexistencia de vínculo contractual vigente al llegar ese momento evite que nazcan las obligaciones de liquidarla e incluirla en la base de cotización. 2º) Porque si lo que se quería es que el trabajador permaneciera también en situación de alta (a efectos de Seguridad Social) durante el correspondiente período de descanso semanal la técnica seguida es inocua; otros muchos argumentos permiten salir al paso de la práctica (irregular) de limitar a los días efectivamente trabajados las jornadas durante las cuales se está en alta (a efectos de cotizaciones) y de imputar sólo a tales fechas los devengos retributivos. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 165 ESTUDIOS 3.2.2. Desempleo Por su lado, la cotización por desempleo ha evolucionado durante los últimos años hacia un sistema con cierta ponderación respecto del probable riesgo de que el trabajador pase a percibir la prestación (o el subsidio); con técnica inspirada en la fijación de primas por accidente de trabajo (o de cualquier prima de seguros) se escalona el tipo aplicable que puede ser el 7,55%, el 8,30% ó el 9,30%46. La aplicación de un mayor o menor porcentaje surge de combinar la modalidad contractual según su duración y el régimen de jornada (total o parcial) más datos específicos sobre la identidad del trabajador (minusvalías) o de la empresa (ETT). En lo que nos interesa, la existencia de ciertas clases de contratación temporal pueden propiciar un aumento de los costes sociales; el incremento de referencia no es despreciable puesto que se prolonga durante toda la vigencia del nexo laboral. El mensaje que desde estas prescripciones se lanza posee contenido similar al precedentemente examinado, pero con unos matices bien diversos. El coste adicional no depende de la duración real que posea el contrato en cuestión, sino de la modalidad a que corresponda; además, cuando se trata de interinidades, contratos formativos en prácticas, de inserción, de relevo o cualesquiera otros realizados con minusválidos se aplica el mismo tipo (el más bajo de los tres) que si estuviéramos ante uno de duración indefinida. 3.3. Formalidades: escritura, copia básica, información individual, notificación a los representantes 3.3.1. Forma escrita de los contratos niendo que el contrato de trabajo se podrá celebrar por escrito o de palabra, en previsión que no diferencia entre unas y otras modalidades de vínculos y omite la conocida figura de la contratación tácita. Lo que sucede es que, de inmediato, el número 2 del mismo artículo advierte que «deberán constar por escrito los contratos de trabajo» en diversos supuestos; por cuanto aquí interesa, entre tales casos expresamente citados para exigir respecto de ellos la forma escrita aparecen la mayoría de las modalidades contractuales de carácter temporal; de hecho, el único contrato temporal en el que no existe la obligatoriedad de formalizarlo por escrito es el eventual a jornada completa de duración inferior a cuatro semanas. Subsiste no obstante, también en éste, la obligatoriedad de comunicar a la Oficina de Empleo el contenido, además de informar de su concertación a los representantes de los trabajadores. Aun así, ha de advertirse que no queda vedada la posibilidad de que se formalice por escrito. Por eso la doctrina entiende que hay que «reclamar una adecuación de la norma del art. 8.2 ET para que diga claramente aquello que ofuscadamente se deduce de su lectura: que no existe más excepción a la formalización del contrato por escrito que la mencionada. Porque, además, tanto las relaciones laborales especiales eminentemente temporales, como el empleo de empresas de trabajo temporal exigen la conclusión del contrato de trabajo por escrito»47. Además, a propósito de estos contratos surge una dificultad adicional pues resulta difícil pensar cómo va a cumplirse si no es, precisamente, mediante una constancia escrita de esta circunstancia, pues más allá de su cumplimiento voluntarista por parte del empresario al momento de la contrata- El artículo 8 ET, precisamente así rubricado («forma del contrato»), comienza dispo- 46 Para el año 2005, cf. las previsiones del artículo 100 de la Ley 2/2004, de Presupuestos Generales del Estado. 166 47 En este sentido, por todos, A. MONTOYA MELGAR, en MONTOYA MELGAR, A.; GALIANA MORENO, J. M.; SEMPERE NAVARRO y RÍOS SALMERÓN, B: Comentarios al Estatuto de los Trabajadores, cit., pág. 36. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO ción, las exigencias de contenido formal con respecto a la plasmación de la causa de la temporalidad del vínculo se derivan hacia la copia básica del contrato que debe notificarse a la representación de los trabajadores [arts. 8.3.a) y 15.4 ET] o hacia la notificación de que se han producido las referidas contrataciones cuando no es exigible enviarle a éstos la referida copia básica (art. 10 RD 2720/1998), trámites de documentación formal, que, ordinariamente, se cumplen por escrito, por lo que podría resultar conveniente modificar este punto del precepto legal (art. 8.2 ET) y del reglamentario (art. 6.1 in fine RD 2720/1998) para exigir, en todos los casos de contratación eventual, su formalización por escrito. Al regular las diversas modalidades de contratación, la mayoría de preceptos reglamentarios se limitan a reproducir la construcción del artículo 8 ET, incluida la presunción de que existe un contrato de duración indefinida cuando se ha prescindido de la escrituración normativamente exigida48. 3.3.2. La copia básica El artículo 8.3 ET recoge la obligación patronal de entregar a la representación legal de los trabajadores una copia básica de todos los contratos que deban formalizarse por escrito, con la excepción del contrato de trabajo de alta dirección. Signifíquese, no obstante, que las menciones que necesariamente han de figurar en la copia básica vienen reguladas en el Anexo I, de la Orden TAS/770/2003, de 14 de marzo, por la que se desarrolla el Real Decreto 1424/2002, de 2712-2002, por el que se regula la comunicación del contenido de los contratos de trabajo y de El incumplimiento de las exigencias con respecto a la formalización por escrito de los contratos de trabajo encuentra su adecuado complemento en lo dispuesto en el art. 7.1 LISOS cuando considera infracción grave en materia de relaciones laborales «no formalizar por escrito el contrato de trabajo cuando este requisito sea exigible o cuando lo haya solicitado el trabajador». sus copias básicas a los Servicios Públicos de Empleo, y el uso de medios telemáticos en relación con aquélla49. Una copia básica del contrato de trabajo entregada a la representación legal de los trabajadores ha de remitirse a los Servicios Públicos de Empleo, según observa el art. 1.2 del RD 1424/2002, de 27 de diciembre, y la Orden TAS/770/2003, que desarrollan la exigencia legal contenida en el art. 8.3.a) ET. Las posibilidades que introducen las nuevas tecnologías en el cumplimiento de las obligaciones burocráticas con los entes Administrativos del Estado, en la línea innovada por el Sistema RED en el ámbito de la Seguridad Social, permiten una comunicación más directa empleando los medios telemáticos a los que se refieren los Capítulos II y III de la Orden TAS/770/2003 referenciada, que desarrolla el Capítulo II del RD 1424/2002. Hay otras muchas cuestiones que suscita el contenido de este par de normas, pero no parece que proceda tratarlas a fondo en este lugar pues no son específicas de las contrataciones temporales. El incumplimiento de esta obligación de enviar la copia básica de los contratos de trabajo a la representación de los trabajadores y a las oficinas de empleo encuentra su adecuada sanción mediante la articulación jurídica de la infracción residual contenida en el art. 6.6 LISOS, cuando considera como infracción leve en materia de relaciones individuales «cualesquiera otros incumplimientos que afecten a obligaciones meramente formales o documentales», guardando una sana proporcionalidad con la infracción (grave) atinente a la no formalización del contrato de trabajo por escrito, prevista en el art. 7.1 del mismo cuerpo legal, ya comentada. 48 49 Suele hacerse hincapié en el dato de que en la copia básica no han de expresarse todos los datos que figuren en el contrato de trabajo; de este modo, la eventual mención al salario percibido según convenio no comporta la exigencia de especificar en la copia básica el montante de aquél [STS 24 marzo 1998 (RJ 1998, 3009)]. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 167 ESTUDIOS 3.3.3. Notificación individual El artículo 8.5 ET exige del empresario, en relaciones laborales de duración superior a cuatro semanas, es decir, en todas aquellas que han de formalizarse por escrito, que aporte al trabajador una determinada información relacionada con los aspectos «esenciales» del contrato y sobre las principales «condiciones de ejecución» de la prestación laboral, siempre que ellas no figuren en el contrato escrito50. En cuanto al contenido de la información que debe consignarse en el contrato o en el documento, el art. 2 RD 1659/1998, de 24 de julio, que desarrolla en este punto el art. 8.5 ET, incluye el lugar de prestación de servicios, la duración del contrato, la prestación objeto del mismo, la retribución, la jornada y, en general, tiempo de trabajo (horario, descansos, vacaciones, etc.), o el convenio colectivo aplicable. Esta información debe facilitarse en el plazo de dos meses a contar desde la fecha de comienzo de la relación laboral (art. 6.1 RD 1659/1998). Cuando el trabajador preste servicios en el extranjero, además de la información general debe contenerse la referida en el art. 3 RD 1659/1998 (moneda en que se pagará el salario, forma de éste: en dinero o en especie, percepciones extrasalariales como dietas o gastos suplidos, etc.), que deberá facilitarse al trabajador antes de su partida (art. 6.2 RD); en caso de modificación Cuando la relación laboral tenga una duración superior a cuatro semanas, el empresario deberá informar por escrito al trabajador de los elementos esenciales del contrato y las principales condiciones de la ejecución de la prestación laboral, siempre que, obviamente, tales elementos y condiciones no figuren en el contrato de trabajo (art. 8.5 ET; sobre esta cuestión, en profundidad, MOLINA GARCÍA). Este deber responde a la exigencia, cada vez más acentuada, de transparencia en el contenido de la prestación laboral en la línea de la Directiva 91/533/CEE, relativa a la obligación del empresario de informar al trabajador acerca de las condiciones aplicables al contrato que, en nuestro ordenamiento, tiene una vertiente adicional sancionatoria para el caso de su incumplimiento. 50 168 de las condiciones de trabajo indicadas, el empresario también deberá informar por escrito al trabajador en el plazo de un mes, a contar desde la fecha de efectividad de la modificación (art. 6.3 RD)51. La modulación de la sanción de incumplimiento de esta exigencia de aportación de información viene recogida en el art. 6.4 LISOS, cuando considera falta leve en materia de relaciones laborales no informar al trabajador por escrito de las menciones exigidas en el RD observado. 3.3.4. Notificación a los representantes Como una especie de norma de cierre, el artículo 15.4 ET establece la obligación empresarial de notificar a los representantes de los trabajadores la celebración de los contratos por tiempo determinado «cuando no exista obligación legal de entregar copia básica de los mismos»; la regla parece estar pensada para los contratos de alta dirección52 y 51 La información que ha de suministrarse viene definida en el art. 2 del RD 1659/1998, de 24 de julio, relativo a la información al trabajador de los elementos esenciales de su contrato. Entre ellos se encuentran desde los más obvios y necesarios de identificación: identidad de las partes, domicilio del empresario, fecha de comienzo y finalización de la relación laboral; hasta los menos prosaicos que pretenden identificar el «estatuto singular del trabajador»: categoría profesional, centro del trabajo donde se realice el cometido laboral, duración de las vacaciones, plazos de preaviso para la extinción del contrato, etc. Llama la atención, no obstante, la exigencia en informar sobre el convenio colectivo aplicable «precisando los datos concretos que permitan su identificación», cuando hubiese sido más fácil la aportación de una copia del mismo. El art. 3, por su parte, contiene exigencia de información adicional en los supuestos de que los servicios laborales se presten en el extranjero, y el art. 4 prevé el aporte adicional de información en supuestos de alteración de las condiciones de la relación laboral. 52 Conforme al art. 8.3.a) ET quedan exceptuados de la obligación general de entregar a los representantes de los trabajadores la copia básica, sustituyéndose ésta por una «notificación», que difícilmente puede realizar REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO para los supuestos de contratación eventual a tiempo completo por tiempo inferior a cuatro semanas, pues es el único contrato temporal que puede no formalizarse por escrito (arts. 6.1 y 9.1 in fine RD 2720/1998, y art. 8.2 ET), y, por ello, el único en el que no es obligatorio la entrega a los representantes de los trabajadores de la copia básica del mismo [art. 8.3.a)-1 ET]53. Para el cumplimiento de esa obligación el empresario cuenta con un plazo «no superior a diez días a partir de la contratación», según aclara el art. 10 del RD 2720/1998. El incumplimiento de la obligación de referencia no genera ninguna consecuencia sobre el contrato, ni puede deducirse de ello una transformación (no prevista expresamente por la norma) de la temporalidad del vínculo, constituyendo, únicamente, un comportamiento sancionable en vía administrativa. Conforme al art. 15.4 LISOS el empresario incurre en una infracción grave en materia de empleo cuando no notifique «a los representantes legales de los trabajadores las contrataciones de duración determinada que se celebren, o no entregarles en el plazo la copia básica de los contratos cuando exista dicha obligación». 3.4. El acceso a la fijeza como sanción contractual El art. 15.2 ET castiga el incumplimiento empresarial de su deber de dar de alta al trabajador en el correspondiente Régimen de la con todas sus consecuencias (incluidas las probatorias del cumplimiento de la obligación) por otro medio de comunicación que no sea la escritura, aunque no se exige la entrega de copia o extracto alguno del contrato. 53 Conforme al precepto legal en cuestión «los empresarios habrán de notificar a la representación legal de los trabajadores en la empresa los contratos realizados de acuerdo con las modalidades de contratación por tiempo determinado previstas en este artículo cuando no exista obligación legal de entregar copia básica de los mismos». Seguridad Social, durante el tiempo equivalente al previsto para el período de prueba, activando la presunción (iuris tantum) que permite entender que el vínculo es indefinido, sin perjuicio de que dicha conducta desencadene las responsabilidades propias del Sistema de Seguridad Social (art. 126 LGSS y preceptos concordantes), además de las procedentes en vía administrativa sancionadora de considerar dicha actitud como constitutiva de la infracción grave prevista en el art. 22.2 LISOS. Sin posibilidad de entrar en una consideración detallada del precepto, aquí conviene subrayar esta nueva interacción de bloques normativos: los reguladores del contrato de trabajo y los de Seguridad Social; la finalidad del precepto es múltiple: que los trabajadores estén protegidos, que las empresas cumplan las normas de Seguridad Social, que la temporalidad no pueda beneficiar a la empresa infractora; simplificada al máximo esa teleología, suele decirse que se trata de combatir la práctica empresarial de no cursar el alta cuando la actividad contratada lo es para un breve lapso temporal. No obstante, la complejidad del mecanismo arbitrado, así como lo discutible del engarce entre incumplimiento de Seguridad Social y sanción contractual (pero con posible demostración de que el vínculo no es temporal) aconsejan una mayor reflexión al respecto: Si la contratación puesta en juego ya tuviera carácter indefinido la consecuencia prevista carecería de su presupuesto fáctico de operatividad, pues mal pude anudarse un efecto sancionador que constituye una cualidad de la propia institución. La referencia al período de prueba se justifica porque suele pensarse que mientras persiste esa situación aún no se alcanza la estabilidad en el empleo que la norma concede. Indirectamente, se resta trascendencia a los incumplimientos empresariales que no superan ese «plazo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 169 ESTUDIOS igual al que legalmente [se] hubiera podido fijar para el período de prueba». La presunción a favor de la contratación indefinida puede destruirse mediante acreditación empresarial de la naturaleza temporal del vínculo; habrá que ser especialmente exigentes en la entidad de la acreditación desenvuelta so pena de que la norma quede en papel mojado. La referencia específicamente establecida en el art. 15.2 ET a otras «responsabilidades a que hubiera lugar en derecho», debe conectarse, en lo que ahora importa, con la protección en vía administrativa sancionadora, además de la responsabilidad que se deduce por las cotizaciones dejadas de ingresar54. 54 En este sentido el art. 22.2 LISOS considera infracción grave en materia de Seguridad Social «no solicitar en tiempo y forma, la afiliación o el alta de los trabajadores que ingresen a su servicio, considerándose una infracción por cada uno de los trabajadores afectados». Las infracciones relacionadas con la falta de afiliación y/o alta requieren obviamente que estemos en presencia de un empresario y un trabajador subordinado o asimilados; en caso contrario, si se trata de una relación ajena al Ordenamiento laboral, no son ilícitas [por ejemplo, SSTS (3ª). de 11 de julio y 4 de noviembre de 1997, RJ. 6217 y 8185], salvo por supuesto que la existencia de una relación extralaboral sea una mera apariencia construida precisamente para evitar las obligaciones de Seguridad Social [SSTS (3ª) 4 de febrero y 2 de diciembre de 1997, RJ. 1997, 964 y 8860]. Es de radical importancia tener en cuenta que, para la admisión de la existencia de la conducta infractora, basta con probar la prestación de servicios de naturaleza laboral pues, en aplicación del art. 8. 1 ET, cabe entender que estos son retribuidos. De este modo, acreditada una prestación que, en caso de ser retribuida, se hubiera considerado laboral, existe la infracción de falta de alta, sin que para excluir la responsabilidad baste aducir por el empresario, sin suministrar ninguna prueba, que la prestación se produjo a título diferente del laboral [SSTS CONT 6 mayo 1997 (RJ 1997, 4389] y 5 octubre 1998 (RJ 1998, 7690), en relación con infracción muy grave). Por último, no son sancionables los errores razonables en cuanto al régimen en el que deben ser dados de alta los trabajadores [STS CONT 12 diciembre 1997 (RJ 1997, 8871)]. 170 3.5. Negociación colectiva y abusos en la contratación temporal El artículo 15.5 ET, con evidente ánimo pedagógico e incitador, dispone que los convenios colectivos podrán establecer requisitos dirigidos a prevenir los abusos en la utilización sucesiva de la contratación temporal55. El precepto incide en la utilización de todas las modalidades de relaciones laborales no indefinidas a través de una técnica que suscita numerosas reflexiones y que, si realmente se asumiera por los llamados a activarla, puede conducir a importantes resultados prácticos (es decir, a una reducción de la tasa de temporalidad en la contratación laboral). La norma alude a «los convenios colectivos», sin realizar precisión alguna acerca de su ámbito territorial o a cualquier otra circunstancia por lo que es claro que no ha existido intención alguna de restringir la operatividad de cualquiera de ellos. Desde otra perspectiva, puede discutirse si se ha querido restringir la facultad enunciada a los convenios estatutarios; el debate en este punto es interesante desde una óptica dogmática, pero seguramente carece de cualquier trascendencia práctica, porque el legislador se limita a constatar algo que ya podría suceder en función de las reglas generales sobre negociación colectiva56. La prescripción se inspira en la Directiva 99/70/CE, de 28 de junio de 1999, adoptada para aplicar el Acuerdo Marco sobre trabajo de duración determinada, celebrado el 18 de marzo de 1999 entre las organizaciones de ámbito europeo CES, UNICE y CEEP. Conforme a la cláusula 5 de dicho Acuerdo deben de «prevenirse los abusos como consecuencia de la utilización sucesiva de contratos ( ) de duración determinada», por lo que Estados o interlocutores sociales han de adoptar medidas destinadas a que la renovación de los contratos temporales se anude a «razones objetivas», se establezca la «duración máxima total de los sucesivos contratos de trabajo» temporales y se especifique el número máximo de renovaciones posibles, disponiendo cuándo los contratos sucesivos se transforman en uno indefinido. 56 No se alcanzan argumentos por los cuales carecería de eficacia la previsión contenida en un convenio colecti55 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO Lo más llamativo es que el precepto permite que los convenios colectivos establezcan «requisitos» para prevenir los «abusos» en la contratación temporal. Hay que descartar una interpretación literal de la previsión, so pena de conducirla a un absurdo; los abusos son tales y no hace falta combatirlos con nuevos requisitos sino con conductas apropiadas (fiscalizadoras, divulgadoras, autocontroladoras, etc.); lo que claramente se desea es involucrar a los agentes sociales en la batalla, por el momento perdida, frente al uso indiscriminado de contrataciones temporales. Por eso es acertada la referencia a «prevenir»; porque no hay aquí una llamada a la alteración del régimen jurídico de los contratos sino a la complicidad para desterrar los «abusos en la utilización sucesiva de la contratación temporal». La propia indefinición de la tarea encomendada a la negociación colectiva y su contraste con la importancia objetiva que tiene muestra a las claras el deseo de la norma estatutaria. Por más que haya un excesivo seguidismo de los términos en que se manifiesta la Directiva Comunitaria 99/70/CE, llama la atención que a los convenios se les invite exclusivamente a prevenir abusos «en la utilización sucesiva de la contratación temporal»; no hay aquí prohibición alguna de abordar otros temas57 pero sí señalamiento del terreno en el que se desea una eficaz actuación; del mismo modo que no hay en la norma habilitación sino invitación58. vo extraestatutario, con independencia de que esta (por lo demás perturbadora) modalidad de ellos debiera de entenderse comprendida o no en la fórmula legal. 57 Recuérdese que, respetando las normas de Derecho necesario, el convenio colectivo puede diseñar no sólo las líneas generales de las modalidades contractuales, sino, además, aportar la regulación de cuándo, cómo, para qué puesto de trabajo, etc. debe acudirse a cada una de ellas, previendo, también fórmulas complementarias en lo que respecta a la extinción de los mismos y a la eventual conversión de ellos en vinculaciones de duración indefinida, como se verá seguidamente. 58 Desde otro punto de vista, a los convenios colectivos se les pide que establezcan medidas para facilitar el 3.6. El principio de igualdad de derechos En el art. 15.6 ET se prescribe que los trabajadores con contratos temporales y de duración determinada «tendrán los mismos derechos» que los trabajadores con contratos de duración indefinida. La importantísima norma quiere evitar los tratamientos desfavorables entre trabajadores que tengan su razón de ser en la diversa duración temporal de su contrato; las normas antidiscriminatorias preexistentes (incluso el art. 17 ET) no aludían al posible trato distinto basado en la naturaleza temporal o indefinida del contrato; la doctrina judicial se hallaba dividida sobre el tema y la negociación colectiva establecía en ocasiones una doble escala o tratamiento atendiendo a esa circunstancia59, que ahora resulta imposible60. Esa parificación de derechos, equivalente a la consideración del tipo de vínculo existente como una de las circunstancias cuya toma en consideración se reputa discriminatoria si se utiliza para diferenciar los estatutos jurídicos de uno y otro acceso de los trabajadores temporales a la formación profesional continua, con el fin de mejorar su cualificación y favorecer su progresión y movilidad profesional (art. 15.7.II ET); pero no parece que se trate de una exigencia, hasta el punto de convertir en contenido mínimo y necesario de todo convenio esta materia, sino más bien de una exhortación o invitación, cuya concreción dependerá del tipo de instrumento que se adopte y del ámbito funcional y personal del mismo. 59 Tampoco esta realidad constituye un patrimonio exclusivo de las relaciones laborales de nuestro país, pues la antes citada Directiva 99/70/CE cifra su «objeto» en dos aspiraciones (cláusula 1), y la primera de ellas es «mejorar la calidad del trabajo de duración determinada garantizando el respeto al principio de no discriminación», lo que se concreta en la cláusula 4 del Acuerdo que da lugar a la norma comunitaria, de contenido bastante similar al inciso aquí comentado. 60 El concepto de «trabajador con un contrato de duración indefinida comparable» surge del apartado 2 de la cláusula tercera, a cuyo tenor es quien ha sido contratado para una duración indefinida «en el mismo centro de trabajo, que realice un trabajo u ocupación idéntico o similar, teniendo en cuenta su cualificación y las tareas que desempeña». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 171 ESTUDIOS colectivo, se acompaña de ciertas previsiones complementarias: Quedan a salvo las peculiaridades de cada una de las modalidades contractuales en materia de extinción. La salvedad no sólo resulta lógica sino realmente obligada, so pena de abocar al absurdo las contrataciones temporales; se trata de las reglas específicas sobre preaviso, denuncia, indemnización, etc. Obviamente las causas de extinción, por definición, añaden a las típicas de la relación laboral las privativas de cada modalidad contractual, aspecto en el que también se siguen miméticamente las indicaciones del Derecho comunitario61. Igualmente salva el legislador, aunque no haría falta pues llegaríamos al mismo resultado mediante una mera interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, las peculiaridades «expresamente previstas en la Ley» respecto de los contratos formativos y el de inserción. Algunos intérpretes consideran que sólo se ha querido aludir al régimen extintivo, queriendo evitar que una acepción estricta de lo que signifiquen modalidades contractuales dejara fuera estas categorías de contratos de trabajo; por el contrario, otras opiniones postulan un entendimiento más amplio de la salvedad, equivalente a cualesquiera materias específicamente reguladas por la Ley62. 61 La Directiva en el apartado 1 transcrito de la cláusula cuarta admite diferenciaciones basadas en «razones objetivas». Por otra parte, al determinar su ámbito de aplicación, advierte la norma comunitaria que «los Estados miembros, previa consulta con los interlocutores sociales, y/o los interlocutores sociales, podrán prever que el presente acuerdo no se aplique a, entre otras, las relaciones de formación profesional inicial o aprendizaje» (Cláusula 2.2-a); quizá forzando excesivamente la interpretación se puede cuestionar que nuestro Derecho haya incluido también en la excepción al contrato en prácticas. 62 En realidad, pensamos que carece de sentido práctico optar por una u otra versión; cualquier especia- 172 Este principio de igualdad de trato a los trabajadores temporales será sustituido por una aplicación de la proporcionalidad en función del tiempo trabajado en aquellos casos en que la naturaleza del derecho o condición laboral así lo requiera. La Directiva advierte que «cuando resulte adecuado, se aplicará el principio pro rata temporis»; la norma española, quizá para eludir las críticas a la utilización no excesivamente ortodoxa de ese principio63, ha preferido una dicción más complicada y extensa para reflejar esta idea («Cuando corresponda en atención a su naturaleza, serán reconocidos en las disposiciones legales y reglamentarias y en los convenios colectivos de manera proporcional, en función del tiempo trabajado»), pero ha dejado para el imprescindible desarrollo reglamentario la concreción de los supuestos y su instrumentación, porque la mera referencia a la naturaleza de las cosas en absoluto solventa el problema64. El propio inciso segundo de este art. 15.6 ET excepciona el juego de la regla de la proporcionalidad en aquellos derechos (principalmente económicos) que se relacionan con la antigüedad, precisando que «éste (derecho) deberá computarse según los mismos criterios para todos los trabajadores, cualquiera que sea su modalidad de contratación». lidad no discriminatoria contemplada por la ley ha de considerarse válida. 63 Sobre la indebida aplicación de ese principio en el trabajo a tiempo parcial, cfr. M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO: «Trabajo a tiempo parcial y Derecho comunitario», Relaciones Laborales nos 15/16, 1998, pág. 69. 64 Así, reza el apartado 3 de la cláusula cuarta de la Directiva 99/70/CE que: «Las disposiciones de aplicación de la presenta cláusula las definirán los Estados miembros, previa consulta con los interlocutores sociales, y/o los interlocutores sociales, según la legislación comunitaria, la legislación, los convenios colectivos y las prácticas nacionales». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO Finalmente, se cierra este sistema estableciendo que «cuando un determinado derecho o condición de trabajo esté atribuido en las disposiciones legales o reglamentarias y en los convenios colectivos en función de una previa antigüedad del trabajador, ésta deberá computarse según los mismos criterios para todos los trabajadores, cualquiera que sea su modalidad de contratación», desestimando también en este caso la espita que deja abierta la legislación comunitaria a tratamientos diferentes «justificados por razones objetivas»65. Una singular manifestación de esta preocupación por la calidad del empleo temporal que quizá hubiera encontrado buen acomodo en el mismo artículo 15.6 ET ha sido ubicada en el párrafo último del siguiente inciso del artículo 15 ET, y tiene por objeto invitar a los convenios colectivos a que establezcan «medidas para facilitar el acceso efectivo de estos trabajadores a la formación profesional continua y favorecer su progresión y movilidad profesionales66». Es una previsión muy razonable, conectable con las exigencias de formación que pesan sobre las ETT67: como el trabajador temporal se vincula de forma tan precaria a la empresa es lógico suponer que no quiera invertir en la cualificación de un tra- Apartado 4 de la cláusula cuarta. Puede postularse la conveniencia de que surja un desarrollo reglamentario de estas medidas y, sobre todo, sus consecuencias, pero al mismo tiempo se puede ya afirmar que algunas de las prácticas más burdas de nuestra negociación colectiva quedan expresamente vedadas. 66 Hay que notar que el precepto usa la dicción «establecerán», siendo más razonable interpretar que es un tiempo verbal futuro y por consiguiente contiene un deseo del legislador, pues si se considerará un imperativo implicaría la necesidad de pronunciamiento del convenio sobre esta materia y su inclusión entre los contenidos necesarios de la norma colectiva; si esta última hubiera sido la voluntad legislativa sería exigible que se hubiera acompañado de la oportuna modificación del precepto dedicado a ese contenido necesario del Convenio Colectivo. 67 Cfr. artículo 12.2 Ley 14/1994 y concordantes. 65 bajador que pronto no estará en su plantilla68, y se genera un círculo vicioso pues la oferta de un empleo indefinido es más probable en la medida en que la cualificación sea más alta. 3.7. Información sobre acceso a la fijeza A la hora de contemplar el tránsito de un trabajador temporal a la condición de fijo, la Ley se torna especialmente confusa, pues el art. 15.7 ET establece un deber informativo de la empresa y un borroso derecho de los trabajadores afectados69. El empresario, en efecto, viene obligado a informar a los trabajadores de la empresa con contratos temporales sobre los puestos fijos vacantes; en realidad, se trata de hacerles llegar la noticia de que va a procederse a la realización de uno o varios contratos de duración indefinida, aunque la norma hable de «puestos», con claras reminiscencias iuspublicistas. De esta manera se está subrayando que la condición de trabajador temporal es peor que la de permanente, algo obvio, pero también que en lo posible ha de ser un estado transitorio, de manera que todo trabajador 68 Sobre los déficits de formación que produce la rotación en el empleo inherente a niveles elevados de contratación temporal, razona, por ejemplo, la Exposición de Motivos de la enmienda a la totalidad presentada por el grupo socialista; cfr. en BOCG nº 37-6, de 27 de abril, pág. 47. 69 También en coherencia con la norma comunitaria, el apartado 7 del artículo 15 ET dispone que: «El empresario deberá informar a los trabajadores de la empresa con contratos de duración determinada o temporales, incluidos los contratos formativos, sobre la existencia de puestos de trabajo vacantes, a fin de garantizarles las mismas oportunidades de acceder a puestos permanentes que los demás trabajadores. Esta información podrá facilitarse mediante anuncio público en un lugar adecuado de la empresa o centro de trabajo, o mediante otros medios previstos en la negociación colectiva, que aseguren la transmisión de la información». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 173 ESTUDIOS está llamado a alcanzar la condición de indefinido, y por ello se le han de otorgar todas las oportunidades para que ese cambio sea posible70. Estamos ante una obligación recepticia pero informal, pues no se exige que se haga llegar la información a cada trabajador individualizadamente, sino que basta con un anuncio público en un lugar adecuado de la empresa o centro de trabajo; otros medios adecuados a las circunstancias del caso, incluido el correo electrónico, pueden ser válidos. Ahora bien, ¿para qué sirve que los trabajadores temporales accedan a tal información? Según la Ley para «garantizarles las mismas oportunidades de acceso a puestos permanentes que los demás trabajadores»; la formulación del precepto en modo alguno ha de conducir al espejismo de que existe un derecho (preferente o, mucho menos, automático) a acceder al empleo fijo, salvo que los convenios colectivos así lo hayan previsto; la eventual existencia de una cláusula de estas características no devendría en nula, en ningún caso, en el sentido proscrito por el art. 17.1 ET. Un paso más en este planteamiento se recoge en el siguiente párrafo del mismo apartado, que invita a la negociación colectiva a «establecer criterios objetivos y compromisos de conversión de los contratos de duración determinada o temporales en indefinidos». Se incide en la misma idea de transitoriedad en la condición de empleado temporal, pues en la medida en que la negociación colectiva se muestre receptiva al uso de esta posibilidad, con nitidez se está configurando la contratación temporal como una forma de ingreso en la empresa que desembocará en la condición de trabajador indefinido. El último 70 En la tramitación parlamentaria se plantearon iniciativas más audaces. Proponiendo la existencia de una verdadera preferencia en la ocupación de vacantes, cfr. Enmienda nº 16, en BOCG nº 37-6, de 27 de abril, pág. 24. 174 párrafo de este artículo 15.7, ya comentado, relativo a la articulación en la negociación colectiva del derecho de los trabajadores temporales a la formación continua, también conecta con este mismo propósito, en tanto en cuanto la cualificación favorece la adquisición de la condición de trabajador indefinido. El incumplimiento de esta exigencia permite deducir la responsabilidad prevista en el art. 6.5 LISOS cuando dispone que se considera infracción leve «no informar a los trabajadores [...] con contratos de duración determinada o temporales sobre las vacantes existentes en la empresa, en los términos previstos en [el] Estatuto de los Trabajadores». 3.8. Régimen extintivo común De entre las múltiples cuestiones que suscita el régimen extintivo de los contratos temporales sólo se abordará aquí un par: la referida a la ausencia de denuncia de la finalización del contrato de trabajo de duración superior a un año, y las que se relacionan con el régimen indemnizatorio incorporado por la Ley 12/2001 a la extinción del contrato de trabajo temporal por expiración del tiempo convenido o realización de la obra o servicio objeto del contrato. 3.8.1. La ausencia de denuncia El art. 49.1.c), párrafo cuarto, del ET exige la formalización de una denuncia con carácter previo a la finalización de los contratos de trabajo de carácter temporal que tengan una duración superior a la anualidad, regla que se repite en las disposiciones reglamentarias de desarrollo de las diferentes modalidades (art. 8 RD 2720/1998, para las modalidades estructurales; art. 19 RD 488/1998, en los contratos formativos). El precepto estatutario quiere que la denuncia se formule (aunque no exige que se formalice por escrito parece conveniente REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO hacerlo de esta forma) con una antelación «mínima» de quince días, exigencia de mínimos que permite su complemento por lo dispuesto en el Convenio Colectivo que sea de aplicación. La ratio iuris de la norma es clara: evitar que el momento extintivo, aun previsto con carácter previo en el contrato, quede determinado de forma unilateral por el empresario cuando el transcurso natural del tiempo permitiría albergar dudas sobre cuándo ha de acaecer. Desde el mismo punto de vista, el cumplimiento de la denuncia sirve para evitar el juego de la presunción contenida en el inciso anterior del mismo artículo y párrafo, cuando se aboga por la prórroga del vinculo temporal si al momento de la llegada del término previsto de finalización continuase el trabajador ejerciendo su contenido laboral71. 3.8.2. La indemnización por terminación contractual La Ley 12/2001 recuperó la indemnización por finalización de los contratos temporales72, contemplada ya en determinados sectores como el de la construcción; conforme a la misma, al término de los contratos temporales (salvo interinidad, inserción y formativos) «el trabajador tendrá derecho a percibir una indemnización económica de cuantía equiva- 71 Así vista, la regla de la denuncia no pretende únicamente la protección del trabajador, sino también del empresario que emplea legalmente modalidades contractuales temporales, en el sentido de evitar la presunción a favor de la continuación del vínculo que el precepto prevé. 72 Este fenómeno no es tampoco estrictamente novedoso en el contexto sociolaboral de nuestro país, pues en repetidas ocasiones la contratación para fomento del empleo ha contemplado una medida de esta naturaleza. La disposición más conocida fue el artículo 3.4 del RD 1989/1984, según el cual «a la terminación del contrato por expiración del plazo convenido, el trabajador tendrá derecho a percibir una compensación equivalente a doce días de salario por año de servicio, prorrogándose por meses los períodos de tiempo inferiores a un año». lente a la parte proporcional de la cantidad que resultaría de abonar ocho días de salario por cada año de servicio o la establecida, en su caso, en la normativa específica que sea de aplicación»73. La obligación empresarial de abonar la indemnización de referencia se vincula únicamente con determinadas modalidades contractuales y su cuantía viene prefijada mediante la técnica del mínimo de Derecho necesario: ocho días de salario por año de servicio en proporción al tiempo de trabajo, aunque nada parece proscribir su elevación por convenio colectivo, o incluso por contrato de trabajo (por inusual que ello pueda ser), dada la mención que el inciso in fine expresa a favor de que dicha cantidad sea determinada «en la normativa específica que sea de aplicación»74. Aunque en ningún caso puede entenderse que con esta regla vaya a terminarse con las tasas de temporalidad de nuestro mercado laboral, sí es cierto que se enmarca en un cúmulo de medidas que se disciplinan hacia este objetivo, al menos de forma tendencial75 73 Al igual que sucede en otros muchos casos, a la modesta cuantía de referencia se le pueden asignar diversas y compatibles finalidades: compensar al trabajador por el cese en su empleo, gravar a la empresa con fines disuasorios, equilibrar los costes sociales respecto de las empresas con plantillas fijas, etc.; pero nunca hay que perder de vista que estamos ante una prestación patrimonial devengada por la terminación de un contrato de trabajo legalmente puesto en juego, ya que frente a los supuestos irregulares las consecuencias son muy otras (pervivencia del vínculo o indemnización por despido improcedente, sanción administrativa, pérdida de beneficios, etc.). 74 Con todo, y conforme a SSTS 21 octubre y 26 diciembre 2001 (RJ 2002, 2205), no es indiferente, a efectos de su percibo tras crisis empresariales que devinieran en insolvencia, que la indemnización esté prevista en la Ley o en el convenio colectivo: el FOGASA únicamente se hace cargo de aquellas establecidas en la Ley, siguiendo para ello la aplicación del Convenio de la OIT 173 de 1992. 75 Véase, al respecto, el nuevo art. 145 bis LPL incorporado por la Ley 45/2002 (estudiado más adelante), o REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 175 ESTUDIOS Es una medida que pretende desincentivar la utilización de la contratación temporal en beneficio de la indefinida, generando un coste adicional, al tiempo que, aunque sea también de forma moderada, invita a la transformación de los contratos temporales que finalicen en indefinidos para eludir este gasto indemnizatorio76. Pero lo cierto es que resulta llamativa esta desincentivación de la contratación temporal justificada a través de una figura indemnizatoria más propia de las relaciones laborales temporales acausales77. la cotización empresarial «incrementada» de los contratos temporales de duración inferior a siete días (ya expuesta). 76 El momento en que se genera la deuda es el de la extinción de la relación laboral por cumplimiento de su término o finalización de la obra o servicio. Por tanto, si la terminación de la relación laboral tiene cualquier otra causa diferente, o no se produce por la transformación del contrato en indefinido, tampoco se genera el crédito indemnizatorio. Así, si la extinción es disciplinaria procedente o improcedente, y, muy importante en este ámbito, recuérdese la asimilación a este supuesto de la pretendida extinción de contratos temporales que no lo son las reglas indemnizatorias son las del artículo 56 del Estatuto de los Trabajadores y preceptos concordantes; de hecho, si se hubiera pagado la aquí contemplada y la extinción se declarara posteriormente improcedente, el nuevo crédito se compensaría en la parte que corresponda con el ya pagado, pues queda privado de causa y daría lugar a un enriquecimiento sin fundamento. Su cuantía fue uno de los principales puntos de discusión en la tramitación parlamentaria: 33 días sugería la enmienda nº 23, en BOCG nº 37-6, de 27 de abril, pág. 25; el grupo parlamentario socialista en su enmienda a la totalidad sugería la cuantía del 7 por ciento, si la duración del contrato fuera igual o inferior a 365 días, y el 4,5 por ciento, en casos de duración superior, de los salarios devengados durante la vigencia del contrato (ibid., págs. 48, 58 y 135); en el grupo mixto se habló de 15 y de 20 días de salario por cada año de servicio (enmiendas nº 106, ibid., págs. 86 y 148, pág. 102). 77 ¿Por qué se debe desincentivar este tipo de contratos? ¿No es la premisa de la que se parte su perfecta adecuación a la realidad productiva sobre la que se proyectan? Puede pensarse que la convergencia entre las dos grandes modalidades de contratación temporal, coyuntural y estructural, empieza a contar con una plasmación normativa más que anecdótica. Es imposible que entre las diversas instituciones que cumplen un mismo fin, como es la adecuación entre el tamaño de la 176 En la medida en que las exclusiones de determinadas relaciones laborales son razonables, no cabe buscar agravios e impugnar la diferenciación legal78. En el caso de la interinidad, no debe encarecerse una modalidad contractual que en muchas ocasiones afecta sobre todo a la trabajadora/madre, y los contratos formativos y de inserción están cubiertos también por una finalidad específica que no es razonable obstaculizar. De alguna manera, nuevamente, se está advirtiendo que entre los contratos temporales causales, unos son más causales que otros79, y surge la duda respecto de las contrataciones temporales innominadas, respecto de las que parece razonable conceder la indemnización, por la interpretación estricta que merece la excepción80. No ha olvidado el precepto que para algunos contratos temporales ya se han venido disponiendo indemnizaciones por extinción, como antes se comentó. La toma de postura al respecto de la Ley 12/2001 ha sido impedir la acumulación de ambas, pues la recepción de la ahora implantada es una alternativa: «o la plantilla y las necesidades productivas de la empresa, no exista una estrecha conexión. En este sentido, no es casualidad que la indemnización prevista en la negociación colectiva de varios sectores para estos supuestos alcance la cuantía de 20 días de salario por año de servicio, coincidente, como es conocido, con la que nuestro ordenamiento establece para la extinción de las relaciones laborales fundada en «causas económicas, técnicas, organizativas o de producción». Cfr. artículos 51.8 y 52.c del Estatuto de los Trabajadores. 78 Sin embargo, no faltaron enmiendas en la tramitación parlamentaria que pretendieron extender a todas las formas de contratación temporal esta indemnización; cfr. enmienda nº 21, en BOCG nº 37-6, de 27 de abril, pág. 25 y 232, págs. 145-146. 79 En expresión de J. M. GOERLICH PESET, en VV. AA.: La reforma laboral en el Real Decreto-ley 5/2001, cit., pág. 57, «tienen sus requisitos causales mucho más precisados». 80 J. M. GOERLICH PESET, en VV. AA.: La reforma laboral en el Real Decreto-ley 5/2001, pág. 57, propone la concesión de la indemnización a los indefinidos no fijos de plantilla de la Administración, si no se exige la vía extintiva del artículo 52 ET. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO establecida, en su caso, en la normativa específica que sea de referencia». El recurso a la primacía de la norma especial comportará un efecto seguramente no querido cuando la indemnización particularmente establecida para un contrato temporal sea inferior a la del artículo 49.1-c; quizá la mínima cuantía de ésta ha provocado la omisión de una regulación mejor en este punto81, pero puede ocurrir que la negociación colectiva haya elevado el cuantum de la indemnización general hasta hacerlo superior a la específica, y, en tal caso, no parece que vaya a poder jugar el principio de norma más favorable por el expreso establecimiento de una prelación en el artículo 49.1-c, a no ser que aplicando el principio hermenéutico pro operario se deseche entender que el último inciso del precepto es configurado como norma especial, y se entiendan en plano de igualdad las dos opciones. 3.9. El Derecho transitorio y la técnica de «la mochila» Conforme a una técnica normativa muy arraigada, cuando una norma innova la regulación aplicable a un tipo de contratos, los cambios incorporados sólo afectan a las contrataciones ulteriores82. De este modo, una vez tras otra, se acoge la bien conocida técnica «de la mochila» que han incorporado cuan- Las actualmente establecidas en nuestro ordenamiento por norma estatal son de 12 días de salario por año de servicio, tanto para los contratos suscritos por empresas de trabajo temporal para cesión a empresa usuaria como para los concertados para el fomento del empleo de los minusválidos. Vid., respectivamente, artículo 12.2 Ley 14/1994 y art. 44.Uno.3 de la Ley 42/1994. 82 Así, por ejemplo, la Disp. trans. única del RD 2720/1998, y la Disp. trans. primera del RD 11/1998 entienden que sus disposiciones sólo afectan a los contratos celebrados desde esa fecha en adelante, toda vez que aquellos que estuviesen «en vigor» siguen bajo la disciplina de las normas vigentes en el momento de su celebración. tas normas incidieron sobre el Estatuto de los Trabajadores en materia de contratación; así, las modalidades de contratos temporales se regulan, en cuanto a los aspectos que les son peculiares, por las normas vigentes en el momento de su celebración, lo que inspira más confianza (a la postre, seguridad jurídica; cfr. art. 9.2 CE) en el ámbito de las relaciones laborales. Es innecesario llamar la atención sobre la importancia que semejante previsión tiene y sobre la necesidad de que el intérprete esté alerta a fin de no realizar una selección maquinal del Derecho aplicable en estos y otros casos similares; la identificación de su dies a quo es vital para la suerte de cada contrato. Por descontado, el precepto está operando con un claro sobrentendido pues, aunque expresa que todos esos negocios jurídicos continuarán «rigiéndose por las disposiciones vigentes en el momento de su celebración», no desea neutralizar los sucesivos cambios normativos experimentados, o por experimentar, en el ordenamiento todo, sino algo mucho más concreto. Lo que se quiere conservar es el régimen peculiar o específico de tales modalidades contractuales, no el ordenamiento in integrum; de este modo, las «disposiciones» arrastradas han de identificarse con las que atienden de forma directa y específica a tales clases de contratos. Con lo que, a la postre, hay una especie de mixtura entre normas viejas y nuevas que, por lo demás, suele componerse de modo pacífico en la práctica83. 81 83 La Ley 12/2001 no fue una excepción a este modo de ver las cosas; conforme al texto de la Disposición transitoria primera, a cuyo tenor: «los contratos celebrados antes de la entrada en vigor de esta Ley, incluidos los contratos para el fomento de la contratación indefinida celebrados al amparo de lo previsto en la Disposición adicional primera del Real Decreto-ley 8/1997, de 16 de mayo, o en la Disposición adicional primera de la Ley 63/1997, de 26 de diciembre, continuarán rigiéndose por la normativa legal o convencional vigente en la fecha en que se celebraron». Como es tradicional, nuestro ordenamiento al reformar las modalidades de contratación sigue acogiendo la regla tempus regit actum, de forma que cada contrato, en el momen- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 177 ESTUDIOS 3.10. Temporalidad y desempleo: control a instancias del INEM 3.10.1. Antecedente en el RD-ley 5/2002 La Disp. adicional tercera del RD-l 5/2002, («reiteración en la contratación temporal»84) albergó un contenido loable, en concordancia con el criterio que la jurisprudencia había venido manteniendo85, y dirigido a desterrar definitivamente la práctica del INEM de denegar la protección por desempleo a la finalización de contrato temporal presuntamente irregular; se disponía que, en tales casos, quien ha de acudir a la jurisdicción social no es el trabajador (impugnando la denegación) sino la Entidad (sin perjuicio de iniciar el abono de la prestación)86. Lo que sucede es que el inesperado precepto abría dudas importantísimas en dos cuerpos de problemas. El primero acerca de la modalidad procesal adecuada para encauzar estos litigios: si to de su celebración, «congela» las disposiciones existentes que lo acompañarán durante toda su vigencia. 84 El supuesto de hecho delineado es el de «cuando la Entidad Gestora de las prestaciones por desempleo considere que puede no existir una situación legal de desempleo por entender que la reiteración de contratos temporales entre una misma empresa y un mismo trabajador pudiera ser abusiva o fraudulenta, lo podrá comunicar a la autoridad judicial, demandando la declaración de la relación laboral como indefinida y la readmisión del trabajador». 85 Las SSTS 7 mayo 1994 (RJ 1994, 4006); 20 diciembre 1995 (RJ 1995, 9487); 6 marzo 2001 (RJ 2001, 2835) vienen a decir que cuando el vínculo mantiene una apariencia de temporalidad y se produce la extinción por denuncia empresarial del término final del contrato no cabe imponer al trabajador la exigencia inexcusable de que demande por despido. 86 En estos supuestos se reconocerán, provisionalmente, las prestaciones por desempleo por extinción del contrato temporal, si se reúnen los requisitos exigidos y en el caso de declaración en sentencia firme de la relación laboral como indefinida con obligación de readmitir al trabajador será de aplicación lo previsto en la letra b) del apartado 5 del artículo 209 de la Ley General de la Seguridad Social. 178 la del proceso ordinario como «general especialidad» en el que se ha convertido por mor del ensanchamiento de las modalidades procesales, o si el procedimiento de Seguridad Social o el de oficio, también eventualmente pensables para conducir el problema sustantivo observado. El segundo, más enjundioso si cabe, respecto del significado y alcance de que la sentencia pueda declarar «la relación laboral como indefinida con obligación de readmitir al trabajador», en la medida en que surgía la duda de si se había querido delinear un tipo de despido nulo (ante contrataciones fraudulentas), un supuesto en que la sentencia ha de ejecutarse en sus propios términos, o nada de ello. Lo indubitado era que la readmisión comportaba salarios de tramitación, con dudas sobre si el ulterior despido improcedente podría desembocar en extinción indemnizada87. 3.10.2. Fórmula de la Ley 45/2002 La Ley 45/2002 modifica radicalmente el enfoque del problema, en la línea de conectar la dispensación de prestaciones por desempleo con la fiscalización de la contratación temporal; ahora, aunque la finalización del contrato temporal sea considerada anómala por parte de la Entidad Gestora, se reconocerán las prestaciones por desempleo al solicitante si reúne el resto de requisitos. El nuevo art. 208.4 LGSS prescribe, en este sentido, que el trabajador se considerará en situación 87 Es curioso que esa drástica consecuencia de readmisión sólo operase cuando el proceso se promoviera por la Entidad Gestora; paradójicamente, si el propio trabajador accionara frente a su despido desembocaríamos ante la alternativa común (indemnización o readmisión), tal y como la propia jurisprudencia viene sosteniendo. De cualquier modo, si todo finalizase en una readmisión y se hubiera venido abonando provisionalmente la prestación por desempleo, parece lógico que acabe aplicándose el régimen jurídico de restitutio contenido en el art. 57.2 ET y 209.5.b LGSS. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO legal de desempleo «por finalización del último contrato temporal», con independencia de que se sigan las actuaciones procesales del art. 145bis LPL, que alberga una submodalidad procesal enmarcada en la de Seguridad Social y muy similar al proceso de oficio. Su exégesis nos conduce al siguiente análisis88. a) Presupuesto fáctico. Delinea la Ley el siguiente supuesto, aunque sin toda la claridad deseable: 1º) La empresa comunica al trabajador la finalización de su contrato temporal. 2º) El trabajador solicita la concesión de la prestación por desempleo. 3º) En los cuatro años precedentes hubo otros contratos temporales89, con iguales sujetos, que propiciaron percepción de otras prestaciones. 4º) El INEM (Servicio Público de Empleo) constata los anteriores hechos. Son muchísimos los interrogantes que el tenor de la norma suscita, todos ellos de la máxima importancia porque da la impresión de que el supuesto se ha diseñado con ánimo cerrado, de manera que si falta cualquiera de tales elementos resulta imposible poner en marcha este proceso90. 88 Por todos, J. A. BUENDÍA JIMÉNEZ y J. MARTÍNEZ MOYA, «La Ley 45/2002, de 12 de diciembre: la vuelta al pasado en lo relativo a las consecuencias de la calificación del despido. Otras novedades en el ámbito procesal», en VV. AA. (Coord. A. V. SEMPERE NAVARRO): Empleo, Despido y Desempleo tras las Reformas de 2002. Análisis de la Ley 45/2002, de 12 de diciembre, Editorial Aranzadi, Cizur Menor, 2003, pág. 155 y ss. 89 Conforme a la Disp. transitoria novena, la modalidad procesal de referencia puede ponerse en marcha cuando el último de los reiterados contratos temporales «se hubiera concertado tras la entrada en vigor de la presente Ley». 90 Como ilustración de cuanto se dice, pueden apuntarse los siguientes aspectos. 1) Los cuatro años que se examinan son los inmediatamente anteriores a la solicitud del desempleo. 2) Al menos tienen que haberse producido dos extinciones contractuales y otras tantas prestaciones por desempleo; parece que la reanudación de una prestación, suspendida por realización de trabajo que dura menos de doce meses, no equivale a percibir «prestaciones». Si se hacen números, se verá que el supuesto diseñado es más restrictivo de lo que pudiera pensarse. 3) La extinción de contratos temporales encadenados (supuesto prototípico del abuso en su utiliza- Con mayor o menor acierto, es seguro que la norma persigue luchar contra la contratación laboral de corta duración a través de un expediente distinto a los usados hasta la fecha, con escaso éxito como se sabe. b) Carácter facultativo. La Entidad Gestora de las prestaciones por desempleo posee la facultad, que no la obligación, de dirigirse al Juzgado de lo Social correspondiente. Que ello se haga «de oficio» en modo alguno comporta una obligación, sino la facultad de hacerlo por propia decisión y con independencia del parecer de los afectados. c) Plazo. El cuatrienio examinado nada tiene que ver con el plazo de que dispone el INEM para entablar el proceso: tres meses siguientes contados a partir de que se haya solicitado la prestación por desempleo. Tradicionalmente se ha opuesto el plazo de caducidad de la acción por despido a la hora de examinar la reclamación del trabajador que desea la revisión de su vinculación laboral91; ción) no puede perseguirse si tras ellos no han surgido varias prestaciones por desempleo. 4) La exigencia de que los contratos se hayan celebrado «con una misma empresa» abre las puertas a elaboraciones jurisprudenciales acerca de los supuestos de grupos empresariales o subrogaciones. 5) La finalización de un solo contrato temporal fraudulento, o los restantes supuestos de irregularidades contractuales no albergados en el art. 145 bis LPL no parece que puedan dar lugar al resarcimiento de las prestaciones satisfechas. 91 La jurisprudencia viene sosteniendo sobre el tema lo siguiente: 1) Para determinar la licitud de un contrato temporal que es el último de una serie de ellos ha de tomarse en cuenta también la validez de los precedentes si no ha existido solución de continuidad entre los mismos. 2) Excepcionalmente, el control de legalidad ha de atender exclusivamente al último contrato celebrado cuando entre éste y el anterior haya mediado un plazo superior al plazo de caducidad de la acción de despido (20 días hábiles). 3) Esta regla puede obviarse cuando se acredita una actuación empresarial en fraude de ley y, al mismo tiempo, permanece la unidad esencial del vínculo laboral, por no existir solución de continuidad o ser de escasa entidad. Entre otras, véanse las SSTS 20 y 21 febrero 1997 (RJ 1997, 1457 y 1572); 25 marzo 1997 (RJ 1997, 2619); 5 y 29 (2) mayo 1997 (RJ 1997, 3654, 4471 y 4473); 2 julio 1997 (RJ 1997, 5560); 17 noviem- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 179 ESTUDIOS esa doctrina sigue siendo válida, porque opera en un plano bien diverso (el de las consecuencias contractuales) al acogido por el art. 145bis LPL, pero en modo alguno puede impedir que la nueva norma se aplique. d) Contenido de la demanda. La comunicación que el INEM dirige al Juzgado es una verdadera demanda y ha de cumplir con los requisitos exigidos a las mismas en el art. 80 LPL92. La clave de todo el asunto, algo escondida en la formulación legal, consiste en determinar «si la reiterada contratación temporal fuera abusiva o fraudulenta». En los supuestos de contratación encadenada irregular, el supuesto estará claro pero en otros casos (contratos con solución de continuidad y carácter anómalo de sólo uno de ellos; contrataciones reiteradas legales e irregularidad en una última y brevísima, etc.) no son así las cosas93. e) Elementos subjetivos. Es claro que «la Entidad Gestora» (el INEM o equivalente) y «la autoridad judicial» (el Juzgado de lo Social) han de intervenir, cada una en ejercicio de sus propias competencias. La jurisprudencia ha entendido que cuando el proceso de oficio persigue determinar la naturaleza laboral del vínculo existente, la Autoridad Laboral actúa como parte en el proce- bre 1997 (RJ 1997, 8425); 17 marzo 1998 (RJ 1998, 2682); 6 julio 1998 (RJ 1998, 7010); 22 abril 2002 (RJ 2002, 7796). 92 No está exigido expresamente en este punto de la LPL, pero sí en el inciso siguiente, que el INEM ha de considerar que ha existido irregularidad en la contratación temporal; en consecuencia, parece que la demanda habrá de razonar al respecto y no limitarse a una crónica de hechos. 93 A estos efectos pueden considerarse muy útiles los principales criterios acuñados por la jurisprudencia, tales como que la sucesiva contratación temporal infringiendo la normativa sobre la misma constituye un fraus legis (sin necesidad de acreditar elemento subjetivo adicional) [STS 29 marzo 1993 (RJ 1993, 2218)], o que si los contratos se han celebrado con arreglo a la normativa que los regula, no cabe apreciar irregularidad [STS 29 diciembre 1995 (RJ 1995, 9847)]. 180 so94; probablemente, los mismos argumentos que llevaron a defender esa posición son válidos para el supuesto en estudio. Las mayores dudas surgen con la posición del trabajador y empresario contratantes, pues no estamos en litigio que les enfrente; por eso es trascendente la inteligente fórmula a la que se llega; además de que su ausencia no impide la prosecución del proceso, «tendrán la consideración de parte en el proceso, si bien no podrán solicitar la suspensión del proceso ni el trabajador desistir». Se configura, en fin, una especialidad litisconsorcial de inusitadas consecuencias en cuando a su estimación. f) Tramitación. De las varias previsiones que persiguen la ordenación del proceso (remisión al Juzgado de una copia del expediente administrativo, subsanación de la demanda, presunción de veracidad de las afirmaciones fácticas contenidas en la comunicación-demanda, carácter inmediatamente ejecutivo de la sentencia, etc.) se deduce que estamos ante un proceso a caballo entre las dos modalidades reseñadas (Seguridad Social, de oficio). g) Condena. Lo que está en juego no es la continuidad del vínculo laboral o la calificación del acto extintivo empresarial, sino la imposición de una responsabilidad prestacional a la empresa infractora; ya se ha apuntado que el ordenamiento separa los aspectos contractuales (a dirimir entre empresa y trabajador) y la protección por desempleo95 . Cuando se haya considerado irregular la reiterada contratación temporal, el empresario será declarado responsable del abono de las prestaciones por desempleo (y de las corres- 94 Así, las SSTS 5 mayo 1994 (RJ 1994, 3996); 4 octubre 1994 (RJ 1994, 7744); 17 abril 1996 (RJ 1996, 3323); 4 julio 1996 (RJ 1996, 5637). 95 Salvo en el tema de los salarios de tramitación, como se vio, la calificación del despido resulta indiferente a la hora de que nazca la prestación por desempleo; desde luego, el despido improcedente desencadena la protección, y una extinción patronal de contrato temporal irregular merece ese calificativo. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO pondientes cotizaciones) que hubieren sido abonadas en los últimos cuatro años96. 3.11. Acciones declarativas contra la temporalidad contractual Durante mucho tiempo la jurisdicción social ha manifestado sus serias reservas ante las acciones declarativas, aparentemente enemigas de los principios de celeridad y economía procesal que la informan. Los tribunales estimaron en muchos casos que el demandante carecía en estos casos de acción para litigar. La ausencia de preceptos explícitos sobre el particular, sin embargo, ha permitido que la propia jurisprudencia evolucionase hacia posiciones mucho más matizadas. Y así, al no estar expresamente prohibidas, los tribunales terminaron por mantener el criterio de que, aun cuando sean más frecuentes en el proceso laboral las pretensiones de condena, cabe admitir también las acciones declarativas. El tenor del art. 80.d) de la Ley de Procedimiento Laboral, tanto del Texto Articulado de 1990 como del Texto Refundido de 1995 (la demanda habrá de contener «la súplica correspondiente, en los términos adecuados al contenido de la pretensión ejercitada») y la doctrina del Tribunal Constitucional97 han venido a despejar favorablemen96 Incurre la norma en el lapsus de exigir al empresario «la devolución» de unas cuantías que jamás percibió, cuando en realidad quiere exigir su abono. Esta condena deja intacta la situación del trabajador: su derecho a las prestaciones no se revisa (evitándole perjuicios), pero tampoco se recompone su carrera de Seguridad Social (podría haberse optado por recomponer, a costa de la empresa, sus cotizaciones como si estuviera en activo y no tener por consumido el correspondiente desempleo). 97 Cf. las SSTC 39/1984, 71/1991, 210/1992 y 20/1993. En palabras de la STC 71/1991, «es necesario que exista una lesión actual del interés propio, al margen del carácter o no fundado de la acción, lo que significa no sólo la utilidad o efecto práctico de la pretensión, sino la existencia de un derecho insatisfecho, al que se trata de tutelar mediante ejercicio de la acción» y por ello «no pueden plantearse al Juez cuestiones no actua- te, con lógicos condicionantes, el panorama de tal modalidad de acciones, admitiéndolas con toda naturalidad, siempre que exista un motivo o interés concreto y actual, cuya tutela sólo pueda obtenerse de esta forma98. La doctrina sentada en unificación se inserta en esta tendencia, como ya puede comprobarse en numerosos casos99, uno de ellos STS 20 de junio de 1992 [RJ 1992, 4602] referido a la contratación temporal que la trabajadora afectada consideraba indefinida, admitiéndose que la demandante era portadora de un interés actual y concreto, digno de ser tutelado judicialmente100. Sin embargo, las exigencias generales que se imponen al ejercicio de una acción meramente declarativa encuentran un obstáculo insalvable cuan- les ni efectivas, futuras o hipotéticas, o cuya decisión no tenga evidencia alguna en la esfera de derechos e intereses del actor; se requiere que exista un caso o controversia, una verdadera litis, pero no cabe solicitar del Juez una mera opinión o un consejo». 98 Por tanto, las acciones declarativas son admisibles cuando se refieren a un interés directo, concreto y actual del demandante, pero no cuando el interés del actor es de futuro, preparatorio o de aseguramiento de otras acciones diferentes que piensa plantear. 99 En esta línea se mueven los pronunciamientos de SSTS 8 octubre 1991 (RJ 1991, 7204); 27 marzo 1992 (RJ 1992, 1881); 6 mayo 1996 (RJ 1996, 4375); 23 septiembre 1998 (RJ 1998, 7300); 31 mayo 1999 (RJ 1999, 7157); 23 noviembre 1999 (RJ 1999, 9509); 3 marzo 2000 (RJ 2000, 2595); 4 julio 2000 (RJ 2000, 6623); 10 julio 2000 (RJ 2000, 7174); 18 julio 2000 (RJ 2000, 7637); 23 mayo 2001 (RJ 2001, 5482). También pueden verse las SSTS, en casación común, 3 mayo 1995 (RJ 1995, 3737) y 8 octubre 1997 ( RJ 1997, 8611). 100 Se trata de una psicóloga que prestó servicios por cuenta del Insalud al amparo de un contrato temporal para el fomento del empleo, que agotó su duración máxima tras diversas prórrogas; tras esa primera vinculación se formalizó un contrato para la realización de servicios determinados hasta que la plaza fuera cubierta en propiedad, al amparo del Real Decreto 2104/1984, de 21 noviembre. Los cometidos de la actora siempre fueron los mismos, razón por la cual solicitó se le reconociera la condición de trabajadora fija en el referido Organismo al haberse cometido fraude de ley en su contratación temporal. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 181 ESTUDIOS do el empleado solicita su fijeza frente al futuro titular de la unidad productiva en que trabaja, pues el interés, en este supuesto, no puede deducirse como actual y real101. Un problema singular en el ámbito procesal surge en el tratamiento del eventual planteamiento de la excepción de litispendencia cuando primero el trabajador ejerce una acción declarativa persiguiendo la fijeza de su relación laboral y posteriormente, sin que hayan finalizado las actuaciones de tal proce- so, demanda por despido a la empresa102. La respuesta debe ser negativa a la apreciación de la excepción, puesto que las identidades entre las pretensiones deducidas no son completas: en un caso se interesa la definitiva integración en la plantilla y en el otro la reposición (o abono de indemnización sustitutiva) frente al acto patronal de signo extintivo. Siendo las acciones ejercitadas distintas, decae irremisiblemente la posibilidad de que la primera condicione o impida el desarrollo de la segunda103. 101 En este sentido se pronuncian las SSTS 7 junio 2001 (RJ 2001, 6990); 25 junio 2001 (RJ 2001, 6996); 10 y 25 julio 2001 (RJ 2001, 7440 y 7805); 25 septiembre 2001 (RJ 2002, 317); 17 enero 2002 (RJ 2002, 3754); 17 enero 2002 (RJ 2002, 3754); 12 junio 2002 (RJ 2002, 7199); 14 junio 2002 (RJ 2002, 9824). 102 La frecuencia con que se ejercita la acción de despido y sus propias peculiaridades generan no pocos problemas respecto de su conexión con otras pretensiones; al respecto J. G ARCÍA M URCIA, Acumulación de demandas de despido y de resolución del contrato de trabajo por voluntad del trabajador, Cívitas, Madrid, 1991, esp. pág. 73 ss. 103 En esta línea las SSTS 13 octubre 1994 (RJ 1994, 8045); 28 diciembre 1994 (RJ 1994, 10515); 12, 25 y 28 abril 1995 (RJ 1995, 3268 y 3278); 16 y 29 mayo 1995 (RJ 1995, 3776 y 4009); 19 junio 1995 (RJ 1995, 6248); 22 septiembre 1995 (RJ 1995, 6790); 20 diciembre 1995; 2 febrero 1996 (RJ 1996, rec. 1796/94). 182 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO RESUMEN La emblemática efemérides que el Estatuto de los Trabajadores propicia se aprovecha para evidenciar la tormentosa evolución que el régimen de la contratación temporal ha experimentado en estos veinticinco años, dando cabida a las más recientes propuestas sobre la reforma del marco general. Descartando el análisis pormenorizado de las diversas modalidades contractuales que nacen con limitación temporal (contratos formativos, relaciones laborales especiales, contratos de fomento del empleo, contrataciones estructurales del artículo 15 ET, etc.), el estudio opta por afrontar las cuestiones generales a ellas concernientes, poniendo especial cuidado en las novedades que introdujeron las Leyes 12/2001 y 45/2002. Con esa perspectiva genérica, aunque sin descuidar la atención a los criterios jurisprudenciales, se repasa el significado actual de la preferencia por los contratos indefinidos, las novedades legislativas de los últimos años (igualdad de derechos, información sobre vacantes fijas, control en acceso al desempleo, indemnización conclusiva), las sanciones más frecuentes en los supuestos de incumplimientos (contractuales, administrativas), los aspectos informativos o documentales y el papel de las diversas fuentes normativas, así como la diversa intensidad de la obligación de cotizar atendiendo a la duración de los contratos. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 183 El artículo 43 del Estatuto de los Trabajadores: Empresas de trabajo temporal y cesión de trabajadores MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO* 1. PRESENTACIÓN D entro de este número monográfico de la Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales el presente trabajo se dedicará al análisis de un precepto particular del Estatuto de los Trabajadores, la norma objeto de homenaje. Analizaremos, en concreto, su artículo 43, que se ocupa de establecer el régimen jurídico de la cesión de trabajadores en nuestro Derecho del Trabajo. Podría parecer más adecuado analizar la figura en sí, esta cesión de trabajadores, en vez de un precepto estatutario en sí mismo, que no es más que la expresión o manifestación de ésta; pero nos encontramos en un trabajo para conmemorar una norma, el Estatuto, y parece adecuado por tanto asumir como perspectiva la del análisis del artículo 43 como tal. En este caso particular, además, la misma experiencia del artículo 43 ET desde su introducción en nuestro ordenamiento jurídico con la Ley 8/1980, con reformas en su texto y con alteraciones en su función y dinámica, da de largo para un estudio de esta naturaleza. La elección del tema del artículo 43 antes que otros del Estatuto se justificaría por la importancia de la práctica que regula, y por su mismo interés científico, al tratar de una figura tan anómala como es la relación triangular de trabajo. Existe, además, un motivo sentimental para afrontar este trabajo. Uno de los firmantes realizó, hace ahora quince años, su tesis doctoral sobre este tema1, y ésta ha sido una buena oportunidad para volver sobre este trabajo, actualizándolo tanto con los cambios normativos y jurisprudenciales producidos en este tiempo, como con las nuevas perspectivas de análisis de quien tiene ahora una mayor experiencia investigadora. Volvemos, pues, sobre un trabajo anterior, lo que excusará de un estudio detallado del conjunto de la figura. M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, «Cesión de trabajadores y empresas de trabajo temporal», Servicio de Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, colección Estudios, Madrid, 1992. 1 * Departamento Anton Menger, Universidad de Huelva. Grupo de Investigación PAI SEJ-322. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 185 ESTUDIOS Hace algunos años habríamos llamado a este artículo «Cesión de trabajadores y empresas de trabajo temporal revisitados»; pero ha pasado ya mucho tiempo desde que descubrimos «Retorno a Brideshead». Si quisiéramos un título referencial de actualidad, tendríamos que hablar de «Cesión de trabajadores y empresas de trabajo temporal reloaded»; demasiado futurista para un trabajo en Derecho, quizás. Por eso hemos optado por un título diferente, en el que tras la identificación del artículo concreto que se analiza, se hace referencia a las instituciones jurídicas que contiene, que son las del título de la tesis original, la cesión de trabajadores y las empresas de trabajo temporal. Cambia, eso sí, el orden de los factores, y ahora hablaremos de «Empresas de trabajo temporal y cesión de trabajadores»; ello porque en los quince años transcurridos la figura de la ETT no sólo ha aparecido con carta de naturaleza en nuestro Derecho, sino que también ha adquirido una posición preeminente dentro de éste. El objetivo de este trabajo es el de poner de manifiesto la dinámica del artículo 43 ET en sus veinticinco años de vigencia, los cambios en su contenido normativo y en su función dentro del sistema laboral; en otras palabras, qué ha supuesto su presencia en el articulado del Estatuto, qué se ha intentado conseguir con ésta en cada momento, y cuáles han sido los problemas que ha afrontado para conseguirlo. Para concluir se añadirán también algunas reflexiones y propuestas de futuro, que puedan mejorar la eficacia reguladora del precepto para los próximos veinticinco años. En este trabajo partiremos de varias hipótesis que esperamos poder contrastar. La primera es que el artículo 43 ET es uno de los preceptos más importantes del Estatuto de los Trabajadores; y esto no por la afición que a éste puedan tener los autores, sino porque piensan que más que regular una determinada práctica en el mercado de trabajo expresa una regla de Derecho esencial, el carácter 186 bilateral de la relación de trabajo, y la ineludible condición de empleador de quien pretenda comportarse como tal, ejercitando sus poderes y beneficiándose de los servicios del trabajador. La segunda es que el artículo 43 ET, manteniéndose en lo esencial, ha sufrido una evolución como consecuencia de cambios fundamentales en factores extrajurídicos, en la realidad que está destinado a regular. El mismo precepto ha servido a distintos fines, afrontando problemas diversos en cada momento histórico. La función del precepto, y los cambios en ésta con el tiempo, nos servirán de guía para este estudio. En cuanto al estilo, hemos optado por uno alejado de lo que es tradicional en los estudios jurídicos españoles, menos exhaustivo en el análisis y la documentación, y más cercano al ensayo en el tono y el discurso. La extensión y complejidad del tema da para monografías, y un estudio de estas dimensiones debe necesariamente cambiar de enfoque y objetivos. La obra en que este trabajo se incluye, una reflexión sobre una ley a los veinticinco años de su vigencia, justifica también esta opción; porque de lo que se trata es de definir el papel que este concreto precepto, el artículo 43 ET, ha jugado durante este período2. Esta opción condiciona también las decisiones metodológicas del trabajo. Se intentará ofrecer una visión de la dinámica efectiva de este precepto, y una valoración de ésta; para ello se trabajará con el texto del precepto y con su aplicación por los tribunales, así como con la profusa obra científica producida sobre él. De una y otra, de la jurisprudencia y la doctrina científica, deduciremos qué problemas ha ido resolviendo o produciendo el artículo 43 ET en cada momento, qué función Aprovecharemos las notas a pie de página, como ésta, para dar una información bibliográfica que permita completar si se quiere el estudio de los diferentes aspectos del artículo 43 ET que serán analizados. 2 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO ha venido cumpliendo, con qué finalidad ha sido utilizado. Veremos cómo ha operado el artículo 43 ET en la práctica de las relaciones laborales, pero también cómo lo han percibido los operadores jurídicos, especialmente los científicos del Derecho. En aspectos puntuales se acudirá a la comparación jurídica, para comprobar el grado de normalización de la experiencia española en materia de regulación de las relaciones triangulares de trabajo articulada en torno al precepto que analizamos con la de los ordenamientos laborales europeos. 2. APROXIMACIÓN A UN PRECEPTO DE PERFILES CAMBIANTES El artículo 43 ET es un precepto de los que podemos considerar como institucionales dentro del articulado del Estatuto, en el sentido de que se ocupa de regular de forma monográfica una determinada institución de nuestro Derecho del Trabajo. De estos preceptos institucionales hay varios en el Estatuto de los Trabajadores, que especialmente en su Libro I recoge un elenco de las figuras más relevantes de nuestro Derecho del Trabajo, artículo por artículo; pero no todos los preceptos estatutarios tienen esta condición, pues encontramos otros que se limitan a establecer aspectos parciales de la regulación de una determinada institución jurídica, como el convenio colectivo o la representación de los trabajadores. La extensión y el grado de regulación varía de una a otra institución laboral, y el contraste entre algunas secciones del Libro I y el resto del Estatuto es, desde esta perspectiva, considerable. Y es, a la vez, un precepto estructural, pues trata de una figura jurídica que podemos calificar como tal, al haber estado presente en nuestro ordenamiento jurídico desde hace tiempo, desde luego desde mucho antes de la aprobación de la primera versión del Estatuto; figura ésta, la cesión de trabajadores, que ha ido apareciendo con regularidad en las normas centrales de nuestro ordenamiento del trabajo. En este sentido, el artículo 43 ET ni supuso en el momento de su aparición, el Estatuto de 1980, una gran novedad ni es más que la versión estatutaria de una regla de Derecho central y estructural de nuestra legislación laboral, la de que ceder trabajadores contratados por un empresario a otro es una práctica prohibida; o, al menos, que no es la forma normal de organizar las prestaciones de servicios personales profesionales por cuenta ajena. La comparación con otros ordenamientos laborales confirma este carácter estructural, pues en la práctica totalidad de éstos encontramos una regulación de esta figura, aunque varían sus denominaciones y su tratamiento. Lo que no debe extrañar, dado que nos encontramos ante una práctica empresarial, la de contratar trabajadores para cederlos a otras empresas, que es constantemente utilizada en los distintos mercados de trabajo desde hace siglos. Son estas prácticas empresariales, justificadas desde una lógica económica y de empresa, las que son realmente estructurales en el mercado de trabajo; la presencia generalizada de la cesión de trabajadores como figura jurídica no es más que la reacción unánime de los ordenamientos laborales ante éstas. Junto a este carácter institucional y estructural, el artículo 43 ET podría caracterizarse por sus perfiles cambiantes y evolutivos, lo que a primera vista puede sorprender, ya que parece ser contradictorio con lo anteriormente dicho, que es un elemento estructural de nuestro ordenamiento del trabajo. Es cierto que lo es y es cierto que, salvo en algún aspecto llamativo, no ha cambiado gran cosa en su regulación en las últimas décadas. Pero la experiencia española nos pone de manifiesto cómo en su aplicación práctica, sus efectos y su eficacia han ido evolucionando; que su función dentro del conjunto del sistema normativo ha ido cambiando con los años. El mismo precepto ha tenido distintas caras; y esto ha sido así porque la realidad material que éste debía ordenar ha cambiado considerable- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 187 ESTUDIOS mente, haciendo aflorar sucesivamente diferentes prácticas empresariales frente a las que el artículo 43 ET ha operado de manera también diferente. Continuando con esta primera aproximación al artículo 43 ET, de él se puede decir también que es un precepto esencial, en el sentido de que se refiere a elementos básicos, esenciales si se quiere, de nuestro Derecho del Trabajo. También es ésta una afirmación que puede resultar llamativa, ya que este precepto suele interpretarse como una regulación especial de una práctica específica de nuestro mercado de trabajo, bastante minoritaria y extraordinaria, alejada de lo que es la normalidad de las relaciones de trabajo; más aún cuando se trata de una práctica prohibida y sancionada; más aún cuando la única modalidad de ésta permitida, el trabajo temporal, es legalmente restringido y relegado a posiciones marginales en el mercado de trabajo. Aun siendo así en gran medida, no podemos ignorar que el artículo 43 ET se refiere a un aspecto fundamental del Derecho del contrato de trabajo, la misma naturaleza de la relación que se establece entre trabajador y empleador. El artículo 43 ET enlaza directamente con otros preceptos estatutarios en los que este carácter esencial se reconoce más claramente, como el 1.1, el 1.2 y el 8.1, todos los cuales, el 43 incluido, vienen a explicar la forma en que se presta el trabajo asalariado en nuestro Derecho; que la relación de trabajo es bilateral; que quien recibe los servicios de un trabajador es porque es su empleador3. Al ocuparse de regular la excepción, la consti- 3 En general, sobre el concepto de empleador en nuestro Derecho del Trabajo, K. ADOMEIT, «El empresario en el Derecho del Trabajo», Relaciones Laborales, tomo 1988-I; L.M. C AMPS R UIZ , «El concepto laboral de empresario», en E. BORRAJO DACRUZ (coord.), «Comentarios a las leyes laborales», Tomo I, EDERSA, Madrid, 1997, pág. 37 ss.; J. CRUZ VILLALON, «Los cambios en la organización de la empresa y sus efectos en el Derecho del Trabajo: aspectos individuales», en M.C. RODRIGUEZPIÑERO ROYO (coord.), «El empleador en el Derecho del Trabajo», Colección Andaluza de Relaciones Laborales, 188 tución triangular de la relación de trabajo contribuye a definir lo que es la regla, el modelo de relación bilateral. Finalmente, se puede afirmar que el artículo 43 ET es un precepto que en estos momentos se encuentra a caballo entre el Derecho individual del Trabajo y el Derecho del Empleo, ese nuevo sector del Derecho laboral que en estos primeros años del siglo XXI está viviendo también sus primeros años. De nuevo esto puede resultar chocante con lo que es el common wisdom sobre la cesión de trabajadores, e incluso con lo que aquí se ha afirmado supra. La cesión de trabajadores es una práctica de contratación empresarial por lo general ilícita, que se ubica dentro del desarrollo de la relación individual de trabajo. Su encuadre es dentro del género de las relaciones mediatas o indirectas de trabajo, del que forman parte otras especies como la subcontratación de obras y servicios; el mismo Estatuto parte de esta lectura, al introducir el artículo 43 en la misma sección, bajo el extraño nombre de «Garantías por cambio de empresario», y a continuación del que se ocupa de las contratas, el artículo 42 ET. El artículo 43 ET, sin embargo, habla también de las empresas de trabajo temporal (en adelante ETT), y éstas son unos actores del mercado de trabajo, un mecanismo de acceso al empleo y un servicio que se presta en su seno4. Y aunque no entra en su regulación, que nº1, Madrid, 1999, pág. 29 ss.; F. FERNÁNDEZ LÓPEZ, «El empresario como parte del contrato de trabajo: una aproximación preliminar», en F. F ERNÁNDEZ L ÓPEZ (coord.), «Empresario, contrato de trabajo y cooperación entre empresas», Trotta, Madrid, 2004, pág.21 ss.; J.L MONEREO PÉREZ, «Comentario al artículo 1.2 ET», en J.L. MONEREO PÉREZ (coord.), «Comentarios al Estatuto de los Trabajadores», Comares, Granada, 1998; C. MOLERO MANGLANO, «Una configuración actualizada de la noción de empleador y sus problemas básicos», Actualidad Laboral, tomo II, 1996, pág. 505 ss.; y M.C. RODRíGUEZPIÑERO ROYO, «La presunción de existencia del contrato de trabajo», Civitas, Madrid, 1994, en pág. 201. 4 En este sentido la hemos analizado en nuestro manual «Lecciones de Derecho del Empleo», elaborado por REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO se remite a una ley especial, sí contiene un elemento central de ésta, el monopolio de la cesión legal de trabajadores en las ETT. Desde el punto de vista del mercado de trabajo, el artículo 43 ET nos indica que sólo estas empresas podrán actuar en su seno suministrando trabajadores de forma legal; y que, al tener que estar debidamente autorizadas para ello, el mercado de los servicios de trabajo temporal no es en España uno de libre acceso. La ETT apareció en Europa asimilada a las agencias de colocación, considerándose como una modalidad de agencia privada, y sometida a su mismo régimen jurídico; lo que provocó en muchos casos su ilegalización. Desde los años 1960 los ordenamientos europeos se ocuparon de distinguirlas de éstas, conceptuándolas como sujetos prestadores de servicios, y alejándolas de su condición de actores del mercado de trabajo. En el siglo XXI la tendencia se ha invertido, y el Derecho del Trabajo ha vuelto a poner énfasis en este aspecto, integrando a las ETT en la política de empleo y atribuyéndoles nuevas funciones, colocación incluida5. En este contexto, el artículo 43 ET es también, entre otras cosas, una norma de Derecho del Empleo. 3. LA CONSTRUCCIÓN DE UN PRECEPTO: DE LOS ORÍGENES DE LA PROHIBICIÓN DE CEDER TRABAJADORES AL ESTATUTO 3.1. Antecedentes europeos Las prácticas empresariales de suministro de mano de obra son muy antiguas, y pode- el Grupo de investigación PAI SEJ-322, y publicado dentro de la colección de manuales para las relaciones laborales de la editorial Tecnos; Madrid, 2003, capítulo 10. 5 Un estudio monográfico de esta tendencia en M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, «El nuevo papel de las empresas de trabajo temporal en España», en M.F. FERNÁNDEZ LÓPEZ & M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO (coord.), «Diez años de Empresas de Trabajo Temporal en España», Monografías de Temas Laborales, Sevilla, 2004. mos decir sin miedo a exagerar que se pierden en la historia. Comenzaron a producirse en aquellas actividades agrarias que en determinados momentos del ciclo anual, como la siembra o la cosecha, exigían una gran concentración de mano de obra; la cuadrilla de segadores, contratada por un capataz y puesta a disposición del propietario agrícola por un precio unitario, es la muestra paradigmática de este tipo de fenómenos. Comparte la cesión las mismas raíces que el contrato de grupo, que sin embargo se ha mantenido más cercano a sus orígenes. El alquiler de esclavos, común en la Roma republicana, aunque basado en títulos jurídicos diferentes, era una manifestación de este mismo fenómeno; de esta práctica nos ha quedado una palabra en el lenguaje común, «mercenario», que con los años adquirió un sentido diferente, pero que si lo pensamos bien todavía se relaciona con la cesión: el mercenario en el sentido actual no trabaja sólo, sino que se enrola en un ejército que es el que se ofrece al cliente por el caudillo o condotiero que lo recluta. En períodos más cercanos y relevantes la cesión aparece como una práctica vinculada a sectores productivos específicos, como la construcción y algunas industrias, en un contexto en el que un Derecho del Trabajo todavía primitivo empieza a establecer responsabilidades y obligaciones vinculadas a la condición de empleador. Y a la finalidad de proporcionar grandes cantidades de mano de obra en momentos puntuales comienzan a añadirse otras, como la de eludir responsabilidades en materia de prevención o la de pagar menores salarios. La intervención del Derecho del Trabajo se produce como reacción frente a prácticas fraudulentas, claramente abusivas y que generaban rechazo social; por eso la cesión apareció en los ordenamientos laborales en términos de prohibición. Nunca hubo, al menos en estos primeros años, un Derecho de la cesión de trabajadores, entendido como una ordenación de una práctica de contratación laboral diferen- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 189 ESTUDIOS te a la que por entonces estaba creando el ordenamiento jurídico. de trabajo es una contradicción en sus términos»7. La regulación pionera en Europa es sin duda la francesa, que define y persigue el marchandage desde el siglo XIX. Pero desde el punto de vista del ordenamiento español la legislación más relevante en una perspectiva histórica lo fue la italiana. El Derecho del Trabajo italiano afrontó pronto el problema de las «contratas de mano de obra», y sus primeros esfuerzos cristalizaron en un texto que se convirtió en un referente para toda Europa, la Ley 1369/1960. Esta ley, llamada a tener una larguísima vigencia para lo que es el Derecho del Trabajo, el italiano en particular estableció un régimen sobre la cesión que acabó siendo canónico en su postura ante el fenómeno, y en los instrumentos jurídicos que disponía para afrontarlo. La «contrata de mano de obra», a la que se denominaba también en otras partes de la Ley «interposición», quedaba prohibida de forma general, sin excepción alguna, y sometida a un régimen sancionador administrativo y penal. Además, los trabajadores objeto de interposición eran considerados a todos los efectos como empleados del empresario que utilizaba efectivamente sus servicios. Esta solución es coherente con el modelo de relación de trabajo sobre el que operaba la Ley 1369/1960, y que venía a defender; lo era, también, con la propia calificación que de la práctica se hacía en el texto legal, la de «interposición», una práctica fraudulenta que tenía por objeto precisamente el de ocultar las partes de una relación contractual mediante el artificio de colocar a un sujeto en el lugar de una de ellas para concentrar sobre sí las obligaciones y responsabilidades que como tal le corresponden. La reacción del Derecho común de contratos frente a estos montajes es la de buscar a las partes reales del contrato, deshaciendo el montaje fraudulento, y esto es precisamente lo que hace la Ley 1369/1960. La respuesta del legislador italiano a la contrata de mano de obra es impecable desde una lógica contractual, la que impera en el diseño de la legislación de 19608. La Ley 1369/1960, aprobada el 23 de octubre de 1960, llevaba por título el de «Ley sobre la prohibición de la intermediación e interposición en las prestaciones de trabajo y nueva disciplina del empleo de mano de obra en las contratas de obras y servicios», y como se comprueba por éste se planteó un objetivo ambicioso, el de afrontar el conjunto de las relaciones mediatas de trabajo6. Entre éstas distinguía dos, una legal, la contrata de obras y servicios, y otra ilegal, la cesión de trabajadores, a la que denomina «contrata de mano de obra»; para el legislador italiano las dos forman parte de un mismo género, las dos son «contratas» «appalto», bien que sólo la primera se correspondería con el tipo contractual recogido en el Código Civil de 1942. Decía Carnelutti, al poco de aprobarse la ley, que «la contrata de meras prestaciones 6 Esta ley ha producido una notable obra doctrinal; por citar algún trabajo conocido, O. MAZZOTTA, «Raporti interpositori e contratto di lavoro», Giuffré, Milán, 1979; y G. NICOLINI, «Interposizione in frode alla legge nei rapporti di lavoro», Giuffrè, Milán, 1980. En castellano, G. LOY, «Alquiler y cesión de mano de obra», Temas Laborales, nº 56, 2000, pág. 15 ss. 190 De esta legislación italiana podemos señalar varios elementos distintivos, llamados a servir de modelo para el tratamiento de esta figura en otros ordenamientos: el tratamiento conjunto del trabajo en contratas y de la cesión de mano de obra, poniendo de manifiesto la naturaleza cercana de ambas instituciones; la utilización de la responsabilidad solidaria como mecanismo de garantía de los 7 F. CARNELUTTI, «Contratto di lavoro subordinato altrui», Rivista di Diritto Civile, 1961, I, pág. 503. 8 Un análisis desde esta perspectiva en S. GUARNIERI, «Linterposizione ingiustificata nei rapporti di lavoro: la problemática civilistica», Rivista Italiana di Diritto del Lavoro, 1988, I, pág. 432. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO derechos de los trabajadores en las relaciones mediatas de trabajo; y la aplicación de la conversión para superar el montaje triangular de la cesión y reconducirla a una relación de trabajo bilateral y ordinaria9. Tuvo también gran influencia en Europa la calificación de la cesión como práctica interpositoria, y la numerosa construcción doctrinal producida en torno a esta ley10. La percepción de la figura de la cesión se hizo en muchos casos a partir de los análisis que de ésta hicieron los iuslaboralistas italianos de la época, que al menos en España tuvieron mayor influencia que la construcción que, por ejemplo, se había hecho en Francia en torno a la figura del marchandage. Y este análisis partía de una lógica contractual, de un análisis de la figura desde la lógica del Derecho civil de contratos que impregnó también las construcciones doctrinales en otros países. En estos años, además, la cesión de trabajadores tenía una función adicional, la de evitar las obligaciones que en materia de colocación de trabajadores establecían ya algunos ordenamientos europeos, que en ocasiones llegaban a ser muy exigentes. Este dato es importante, porque nos explica la verdadera naturaleza de la cesión de trabajadores en sus orígenes históricos. Así, la Ley italiana de 1960 prohíbe tanto la intermediación como la interposición en la prestación de trabajo, la colocación y la cesión de trabajadores. Lo que resulta lógico, puesto que desde un punto de Elementos éstos que, como se verá, forman el núcleo normativo del artículo 43 ET aún hoy. 10 De donde vino la paradójica situación en España, según la cual aunque a nivel legislativo se hablara, como veremos, de «cesión de trabajadores», en el ámbito académico se siguiera hablando de interposición en el contrato de trabajo. Véase, por ejemplo, los trabajos de A. MARTÍN VALVERDE, «Interposición y trabajo en contratas a través de la jurisprudencia», Revista de Política Social, nº 91, 1970; M. RODRÍGUEZ-PIÑERO BRAVO-FERRER, «Interposición y trabajo en contratas a través de la jurisprudencia», en AA.VV., «Estudios en homenaje a Gaspar Bayón Chacón», Madrid, 1980. 9 vista material la cesión de trabajadores es un mecanismo para obtener mano de obra desde el punto de vista de las empresas; y para acceder a un puesto de trabajo desde el de los trabajadores. Desde la perspectiva del ordenamiento jurídico, se producía un empleo de trabajadores que resultaba opaco para los sistemas públicos de intermediación, ya que formalmente no se producía colocación alguna. Este acercamiento de la cesión a la colocación se vio reforzado posteriormente en algunos países por la aparición de las ETT, fenómeno que se produce en la segunda mitad del siglo XX. Presentes y operativas estas empresas, los ordenamientos europeos se plantean cómo encuadrarlas en sus categorías jurídicas tradicionales; por un lado, su carácter triangular las ubica claramente en el género de la cesión de trabajadores, del marchandage11; pero su forma de operar, como agencias organizadas y extendidas por el territorio; su función para las empresas, cubrir puestos de trabajo determinados; y su eficacia para los trabajadores, proporcionarles un empleo, las acercaban a otra figura bien conocida por los Derechos laborales europeos, las agencias privadas de colocación. Y las acercaban peligrosamente, en el sentido de que nos encontramos en un momento en el que rige un modelo de ordenación del mercado de trabajo, el llamado «modelo socialdemócrata», que prohíbe prácticamente la iniciativa privada en éste12. En esta aproximación de la cesión a la colocación a través de las ETT jugó un papel fundamental la Organización Internacional del Trabajo, cuyo Director General, en un famoso Dictamen de 1965, consideró que las primeras Un estudio pionero es el de C. KLEIN, «Les societés de services, est-ce une nouvelle forme de marchandage?», Droit Social, nº1, 1965, pág. 456 ; también de interés resulta el trabajo de F. CATALA-FRANJOU, «Le travail temporaire en France: problèmes juridiques», Droit Social, nº 4, 1969, pág. 233. 12 Un análisis del modelo clásico de colocación en F. VALDÉS DAL-RE, «Servicios públicos de empleo y contratación laboral», en BORRAJO DACRUZ, Comentarios a las leyes laborales, tomo IV, Madrid, 1983, pág. 187. 11 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 191 ESTUDIOS ETT eran técnicamente agencias de colocación a efectos de la aplicación del convenio nº 96 de esta Organización13. Para la OIT, y ésta es una posición que ha mantenido hasta la fecha, las ETT son un tipo particular de agencia de colocación; aunque en los últimos tiempos, señaladamente a partir del convenio nº 181 de 1997, ha pasado a considerar a unas y otras, ETT y agencias de colación, como dos especies de un género más amplio, el de agencias de empleo14. De esta manera, la reacción de los Derechos laborales europeos frente a la cesión de trabajadores tuvo dos componentes o raíces: por un lado, su tacha como forma de contratación laboral inaceptable, por fraudulenta al suponer una interposición en el contrato de trabajo; por otro, su exclusión por suponer una violación de la normativa sobre colocación y mercado de trabajo. Una lógica contractual, si se quiere; pero también una lógica de mercado de trabajo. 3.2. Antecedentes legislativos del artículo 43 ET El Derecho del Trabajo español reaccionó frente a la cesión de trabajadores en un 13 El problema de la aplicación de los convenios de la OIT a las ETT coleó bastante tiempo, hasta terminar por verse solucionado con la aprobación del convenio 181, que las incluyó expresamente en su ámbito de aplicación; sobre esta cuestión A. BRONSTEIN, «El trabajo temporal en Europa Occidental: ¿amenaza o complemento al empleo permanente?», Revista Internacional del Trabajo, nº3, 1991; B.I. FONTANA, «Las empresas de trabajo temporal en las normas comunitarias y en el Derecho Internacional del Trabajo», Revista de Trabajo, nº 88, 1987, pág. 90; A. PANKERT, «La OIT y el trabajo temporal», Revista de Trabajo, 1982, pág. 31; S. RICCA, «Coexistencia de empresas privadas de trabajo temporal y servicios públicos de empleo», Revista Internacional del Trabajo, 1972; y N. VALTICOS, «Las empresas de trabajo temporal y las normas internacionales del Trabajo», Revista Internacional del Trabajo, 1973, pág. 49. 14 En extenso J.L. LÁZARO SÁNCHEZ, «El Convenio nº 181 de la OIT: un cambio en la intervención de la iniciativa privada en materia de empleo», Temas Laborales, nº 52, 1999. 192 momento relativamente tardío; no aparece la figura como tal en ninguna de las sucesivas Leyes de Contrato de Trabajo, y hubo que esperar hasta los años 1950 para que se regulara expresamente. La primera definición legal que tenemos de la cesión de trabajadores se hace en el Decreto-Ley de 15 de febrero de 1952, sobre responsabilidades de carácter civil y penal por incumplimiento de leyes laborales15. En éste se definía esta figura de la siguiente manera: «las empresas, bien sean personas jurídicas o individuales, que cedieran temporalmente todo o parte de su personal a otros empresarios, tanto si lo efectúan mediante el percibo de una compensación económica, o aún cuando fuese a título gratuito de servicios benévolos o de buena vecindad». A esta práctica, así identificada, se le anudaban las siguientes consecuencias jurídicas: el deber de las empresas cedentes de «cumplir rigurosamente con respecto a sus trabajadores todas las obligaciones legalmente impuestas en el orden laboral y en la esfera de la previsión social»; la imposición de una responsabilidad solidaria de la empresa cesionaria en caso de incumplimiento de la obligación anterior por parte de la cedente; la imposición de sanciones penales «si de los hechos cometidos se desprendiera la existencia de maquinaciones o confabulaciones dolosas»; No se producía, como se ve, una prohibición inmediata de la cesión de trabajadores, sino que ésta se admite en principio, ordenándose en garantía de los derechos de los trabajadores y pudiendo sancionarse en caso de «maquinaciones o confabulaciones dolosas». Lo que se sanciona no es la cesión, porque ésta sea un fraude en sí misma, sino el 15 Un estudio monográfico de esta norma en M. ALONSO GARCÍA, «Contrato de trabajo, subcontrata y cesión de mano de obra», Revista de Política Social, nº 45, 1959. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO fraude realizado con ocasión de la cesión. Nos encontramos todavía en un momento anterior al de la prohibición de la cesión tout court, que será el modelo que acabe por imponerse; pero de esta regulación mantenemos todavía algún elemento, como la responsabilidad solidaria y, sobre todo, la denominación legal de esta figura, que desde este momento se llamará, de una manera bastante impropia a decir verdad, «cesión de trabajadores». Denominación ésta que proviene de la definición legal del tipo, «ceder temporalmente a otros empresarios»; y que fue utilizada en la Ley de Seguridad Social de 1966, que en su artículo 97.2 imponía una responsabilidad solidaria en cuanto al pago de prestaciones en los casos de «cesión temporal de mano de obra, aunque sea a título amistoso o no lucrativo». Se generaliza esta terminología, que ha hecho fortuna, y sigue entre nosotros con buena salud; pero que no responde un mínimo análisis técnico-jurídico desde el punto de vista de las categorías tradicionales del Derecho de Contratos. Donde se consagra el modelo de regulación de la cesión de trabajadores que ha sido seguido sin muchos cambios por el Derecho español del Trabajo es en el Decreto 3677/1970, 17 diciembre, formalmente una norma de desarrollo del Decreto-Ley de 195216. Según su artículo 1, «las personas naturales o jurídicas que contraten o recluten trabajadores y los proporcionen, presten o cedan temporalmente a las empresas cualesquiera que sean los convenios, pactos o estipulaciones que al efecto se concierten incurrirán en las responsabilidades y sanciones establecidas en este Decreto». Así se consagra la prohibición de la cesión de trabajadores, que bajo el Decreto-Ley de 1952 no quedaba clara. Prohibición que era ya Desarrollo que excedió lo que resultaba admisible en una norma de esta naturaleza, lo que llevó a que el Tribunal Supremo anulara parte del Decreto, en lo relativo al trabajo en contratas, por sentencia de 30 noviembre 1977; sentencia ésta con escasos efectos al estar ya vigente la Ley de Relaciones Laborales. 16 absoluta e incondicionada, independiente de la necesidad de encontrar un fraude de ley o una práctica interpositoria. El régimen jurídico de la cesión era muy similar al de la legislación italiana de 1960: prohibición de la práctica; aplicación de sanciones previstas en la propia norma; responsabilidad solidaria; y adscripción del trabajador cedido a la empresa donde prestaba sus servicios. También compartía el Decreto-Ley con la Ley italiana el incluir en su articulado, junto a la cesión, la regulación del trabajo en contratas, con un régimen similar: licitud de la conducta y responsabilidad solidaria de empresario principal y contratista. Se unen aquí ambas figuras, que van a seguir juntas cuarenta años después, iniciando una práctica de interdependencia y delimitación mutua que condicionará el desarrollo de la una y la otra17. La Ley de Relaciones Laborales de 8 de abril de 1976 mantiene en sus términos la situación normativa introducida por el Decreto de 1970, con dos salvedades significativas: la primera, que se sustituye la adscripción automática del trabajador a la plantilla de la empresa cesionaria por un derecho de opción a convertirse en empleado de ésta o de la cedente; la segunda, que la regulación de la cesión se aúpa a una norma legal, a la ley central en la ordenación de las relaciones laborales del momento. Por lo demás, continúa el tratamiento conjunto de cesión y trabajo en contrata, en este caso en un mismo precepto, el artículo 19; la misma definición de cesión; y la responsabilidad solidaria de empresario cedente y cesionario. El régimen jurídico de la cesión de trabajadores en el Derecho del Trabajo español está ya consolidado. 17 En detalle M. RODRÍGUEZ-PIÑERO BRAVO-FERRER, «Cesión de trabajadores (interposición) y subcontrata de obras y servicios», Revista de Política Social, nº 96, 1974; del mismo, «Interposición y trabajo en contratas a través de la jurisprudencia», en AA.VV., «Estudios en homenaje a Gaspar Bayón Chacón», Madrid, 1980. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 193 ESTUDIOS 4. LA CESIÓN DE TRABAJADORES EN LA LEY 8/1980 4.1. El modelo legal de cesión de trabajadores La Ley 8/1980, la primera versión del Estatuto de los Trabajadores, mantiene la tradición de recoger un tratamiento específico de la cesión de trabajadores en el texto central en la regulación de las relaciones de trabajo; y lo hace en su artículo 43, intitulado como «Cesión de trabajadores», con lo que consolida la denominación oficial de esta figura, que se ha mantenido hasta la fecha18. El artículo 43 ET aparece formalmente ubicado en la Sección III, bajo la rúbrica de «Garantías por cambio de empresario», junto con el artículo 42, sobre contratas y subcontratas, y el 44, sobre sucesión de empresas19. No es sólo una cuestión geográfica, sino que las figuras que aparecen recogidas en esta sección comparten algunos elementos esenciales: el referirse todas ellas a situaciones en las que aparece implicado más de un empresario, diacrónica o sincrónicamente; y la utilización de la responsabilidad como mecanismo de garantía de los derechos de los trabajadores afectados. Se confirma la vinculación con la subcontratación de obras y servicios, como manifestaciones de un mismo fenómeno, las relaciones mediatas de trabajo 20 ; 18 Se consolida, también, la señalada disociación entre la denominación legal del instituto y la terminología usada en la doctrina, que sigue hablando de interposición, de cesión ilegal de trabajadores, de suministro de mano de obra, de tráfico de mano de obra... 19 Para un estudio del artículo 43 ET, en su primera versión de 1980, J. GARCÍA MURCIA, «El contrato en contratas y la cesión de trabajadores en el Estatuto de los Trabajadores», Revista de Política Social, nº 130, 1983; del mismo, «Cesión de trabajadores», en E. BORRAJO DACRUZ, «Comentarios a las Leyes Laborales. El Estatuto de los Trabajadores», Tomo VIII, EDERSA, Madrid, 1988, pg. 277 sig. ; M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, «Cesión », op. cit, pág. 329 ss. 20 En este sentido vid. J. GARCÍA MURCIA, «Contratas y subcontratas», en Revista del Misterio de Trabajo y Asun- 194 ambas serían las manifestaciones fisiológica y patológica de la descentralización productiva, en la conocida construcción de Blat Gimeno21. La ubicación del artículo 43 ET pone de manifiesto también que la perspectiva del Estatuto sobre esta figura es exclusivamente contractual, como una forma de contratación laboral ilícita. No aparece vinculada, por el contrario, a la regulación del mercado de trabajo como había venido ocurriendo hasta la fecha: ni el artículo 16 ET ni la Ley Básica de Empleo de 1980 se refieren a la cesión, ni siquiera a las ETT; la aplicación a éstas últimas de la prohibición de las agencias privadas de colocación durante este período resultaba sumamente forzada, y por ello se fue abandonando a favor de la opción técnicamente más correcta, la de entenderlas prohibidas por aplicación del artículo 43 ET22. El artículo 43 aparece con tres apartados, en el primero de los cuales se describe la figura que recibe el nombre de cesión, mientras que su régimen jurado aparece recogido a lo largo de los tres. La cesión se define al establecer su misma prohibición: «se prohíbe el reclutamiento y la contratación de trabajadotos Sociales, nº 48, pág. 15; para quien el análisis del fenómeno de las contratas y subcontratas lleva a reflexionar sobre la «proximidad conceptual» entre éste y la cesión de trabajadores que se manifiesta en la eventualidad de una utilización fraudulenta de la contrata con esos fines de cesión. 21 Construcción que se incluyó en la desgraciadamente inédita tesis doctoral de este llorado autor, «Régimen jurídico laboral de la descentralización productiva»; Valencia, 1989. Se ha publicado un capítulo de ésta en el libo homenaje que le dedicaron sus compañeros, con el título de «El marco socioeconómico de la descentralización productiva», AA.VV.»Descentralización productiva y protección del trabajo en contratas. Estudios en recuerdo a Francisco Blat Gimeno», Tirant Lo Blanch, Valencia, 2000, pág. 17 ss. 22 Un análisis de las ETT desde el punto de vista del primer Estatuto en L.E. DE LA VILLA GIL, «Las empresas de trabajo temporal en España: algunos problemas jurídicos», Revista de Trabajo no. 74, 1984, pág. 9 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO res para prestarlos o cederlos temporalmente a un empresario, cualesquiera que sean los títulos de dicho tráfico de mano de obra, así como la utilización de los servicios de dichos trabajadores sin incorporarlos al personal de la empresa en que trabajan». La cesión de trabajadores aparece así como una actividad compleja, en la que se suceden las actuaciones de dos sujetos, el empresario cedente y el cesionario, coordinadas entre sí para lograr un objetivo común, que un empresario pueda disfrutar de los servicios de un trabajador sin comprometerse frente a él como empleador. La cesión aparece definida en términos estrictamente objetivos, como una conducta, sin que sean necesarios ni una finalidad determinada ni unos efectos específicos; basta con que se den las diversas actividades que la componen para que se produzca una cesión, y esa conducta deba ser calificada como tal. Un «ilícito laboral objetivo», en la terminología usada en la época. Lo que se quería evitar era una práctica, un modo de utilizar los servicios de los trabajadores considerado inadecuado per se, por contrariar la lógica bilateral de la relación de trabajo en nuestro Derecho; práctica que, además, se consideraba perniciosa para los trabajadores por alejarlos de su auténtico empleador, que era quien tenía que responder de sus obligaciones laborales. Pero no se exigía que estos efectos nocivos sobre los trabajadores se produjeran para que operara la prohibición, sino que se presumían ope legis. No se recogían, tampoco, excepciones, y toda conducta encuadrable en la definición del tipo del artículo 43 ET venía automáticamente prohibida. Lo que planteaba problemas en aquellas situaciones en las que el mismo ordenamiento jurídico preveía formas triangulares de trabajo, como el deporte profesional y la estiba de barcos. En muchos casos el expediente de la relación especial de trabajo permitía obviar posibles tachas de ilegalidad; en el resto era la mera fuerza de los hechos la que las hacía posibles23. Lo relevante era que no quedaban espacios, más allá de alguna relación laboral especial muy particular, para una «cesión legal de trabajadores»; la cesión, si lo era, era también ilegal. Definida en estos términos la cesión, el artículo 43 ET resultaba plenamente coherente con el resto de la regulación del Estatuto, que recogía un modelo de relación laboral puramente bilateral. Este precepto se compenetraba bien con el artículo 8.1 ET, que presumía existente la relación de trabajo entre quien prestara un servicio y quien lo recibiera de éste a cambio de una retribución; y con el 1.2 ET, que definía al empleador como la persona que recibía los servicios de un trabajador. Se entiende así que la cesión se prohibiera por sí misma, y que no se previeran excepciones a esta prohibición. Por lo que se refiere al régimen jurídico de la cesión, éste puede sintetizarse de la siguiente manera: la cesión es una actividad prohibida; la empresa cedente y la cesionaria son responsables solidariamente por las obligaciones laborales y de Seguridad Social surgidas respecto del trabajador durante la cesión; el trabajador puede hacerse fijo de plantilla, a su elección, en la empresa cedente o en la cesionaria; se prevén otras responsabilidades, incluso penales, por esta conducta; Estas otras responsabilidades fueron, durante la vigencia del primer Estatuto de los Trabajadores, la administrativa del artí- Sobre las cesiones permitidas en el Derecho español, M. J. RODRÍGUEZ RAMOS, Cesión de deportistas profesionales y otras manifestaciones lícitas de prestamismo laboral, Comares, Granada,1997. P. T. RODRÍGUEZ RAMOS, La relación laboral especial de los estibadores portuarios, Trotta, Madrid, 1997. 23 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 195 ESTUDIOS culo 8.2 de la Ley 8/1988 de Infracciones y Sanciones en el Orden Penal, que calificaba la cesión como infracción laboral muy grave; el artículo 499bis del Código Penal entonces vigente. También se recogía un régimen especial de responsabilidades en la legislación de Seguridad Social, concretamente en los artículos 97 y 68 de la Ley General de Seguridad Social. mientos europeos que han reconocido su legalidad, estableciendo un régimen jurídico propio como modalidad lícita de cesión de trabadores. El artículo 43 del Estatuto de los Trabajadores de 1980 era, en su mismo planteamiento, una norma añeja; y ello se comprobó desde un primer momento en su dinámica aplicativa. Todas estas disposiciones legales se aplicaban a la «cesión de trabajadores» sin definirla, por lo que era la definición del artículo 43 ET la que operaba en todos los casos. El Estatuto de los Trabajadores cumplía así su función de «enclave normativo», de referente central para la aplicación del conjunto del Derecho del Trabajo español24. 4.2. La dinámica de la cesión durante la vigencia del primer Estatuto Respecto de los antecedentes normativos, el artículo 43 ET no supone una gran novedad, al margen de alguna mejora en su definición de la figura y en aspectos puntuales de su régimen jurídico. Nos encontramos con un precepto continuista en su planteamiento y en sus situaciones. Pero lo que años antes era una solución normal, la prohibición generalizada de las relaciones triangulares de trabajo, presente en la mayoría de los ordenamientos europeos, a las alturas de 1980 no resultaba ya tan común, porque en el tiempo transcurrido desde las primeras regulaciones de la cesión de trabajadores se había producido un fenómeno muy significativo en este campo, la aparición y regulación de las ETT. A principios de la década de los ochenta del siglo XX, la ETT es una figura presente y bien conocida en Europa25; y son varios los ordena- En la conocida calificación de M.E. CASAS BAAA. BAYLOS GRAU & R. ESCUDERO RODRÍGUEZ «El Estatuto de los Trabajadores diez años después: pervivencias, insuficiencias, desviaciones y reformas», Relaciones Laborales, tomo 1990-I, pág. 182 ss. 25 Para un estudio de la situación legal de las ETT en Europa en este momento nos remitimos al clásico trabajo de R. BLANPAIN (coord.), «Temporary work in modern society», Kluwer, Deventer, 1978; también J.A. SAGARDOY BENGOECHEA, «Las empresas de trabajo temporal en 24 MONDE, 196 Habiendo definido el legislador laboral de 1980 una definición y un modelo de regulación de la cesión de trabajadores, corresponde ahora comprobar cómo funcionó este precepto durante la década larga transcurrida desde la aprobación del Estatuto hasta la reforma del artículo 43 en 1994. Recordando lo dicho, el Estatuto de 1980 soluciona la problemática de las relaciones mediatas de trabajo mediante una diferenciación entre una manifestación lícita de éstas, la contrata, y una ilícita, la cesión, quedando esta última prohibida de forma general e incondicionada. Esta situación, clara y operativa en principio, adolecía sin embargo de un problema genético irresoluble, que acabó por privarle de gran parte de su eficacia: la dificultad de distinguir la cesión de la contrata, sobre todo en un momento en que comienza a sentirse el proceso de descentralización productiva acelerada que caracteriza hoy nuestro sistema de producción. Si en momentos históricos anteriores esta diferenciación era factible con relativa facilidad, en la década de los años 1980 no resultaba ya tan sencilla. Esta dificultad llevó a poner en peligro la eficacia del artículo 43 ET como mecanismo para expulsar la cesión de mano de obra de nuestro mercado de trabajo. Las prácticas de cesión comenzaron a camuflarse como supuestos de subcontratación de obras y servicios, al amparo del Europa», Instituto de Estudios Laborales, Madrid, 1986; y F. DURÁN LÓPEZ, «El trabajo temporal», Instituto de Estudios Laborales, Madrid, 1980. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO artículo 42 ET, del que obtenían legitimidad y un régimen jurídico poco exigente; y por allí huyeron de la prohibición que les correspondía en atención a la naturaleza material de la actividad. Los tribunales laborales tuvieron que enfrentarse a la tarea de distinguir una y otra, y para ello acudieron a una construcción elaborada con anterioridad, que se basaba en la naturaleza de la empresa que prestaba los servicios. Para éstos, la verdadera contrata se identificaba por la existencia de una empresa real, con una auténtica organización productiva que le permitía desarrollar una obra o prestar un servicio; mientras que en la cesión la empresa carecía de todos estos elementos, lo que la habilitaba tan sólo para ceder sus trabajadores. Por citar una formulación clásica, podemos traer a colación la que hace la sentencia del Tribunal Central de Trabajo de 2 de septiembre de 1986: «la cesión ilegal que se proscribe en el artículo 43 ET se caracteriza esencialmente por el hecho de que la empresa que cede la mano de obra es una empresa aparente, sin estructura ni organización propia, sin bienes, patrimonio ni verdadera organización empresarial». El efecto de esta construcción es fácil de predecir: si una empresa tiene una verdadera organización, si no es una empresa aparente, entonces su actividad no constituye una cesión; lo relevante no es la actividad, sino el sujeto que la presta, lo que desvía la atención del operador jurídico respecto de lo que, de acuerdo con el artículo 43 ET, debía ser su centro, una determinada práctica empresarial. Pero se produce un segundo efecto aún más grave, la legalización de todos aquellos supuestos de cesión que no respondan a este esquema, aunque materialmente se produzca el tipo previsto en el artículo 43 ET. Otro factor contribuyó a este mismo efecto. Los tribunales laborales operaron durante este período con una construcción de la cesión que la identificaba con una práctica especulativa y fraudulenta; pero mientras que el legis- lador laboral la había presumido en el tipo legal del artículo 43 ET, sin exigirla por ello expresamente, éstos si llegaron a demandar su presencia. Para la sentencia del Tribunal Central de Trabajo de 3 de noviembre de 1988, «no puede constituir la figura de la cesión por cuanto para que así fuera tendría que acreditarse una actuación dolosa de la empresa cedente y de la cesionaria, no siendo suficiente el mero hecho de la prestación de servicios en otra empresa distinta de aquella en la que figura en plantilla; en otras palabras, la cesión ilegal de trabajadores requiere que exista una especulación con la mano de obra cualquiera que sea la forma que se le dé al contrato». La cesión dejó de ser una conducta definida en términos objetivos, para incluir otros elementos, sin los cuales no se consideraba producido el tipo legal. Se abrieron así espacios para una tolerancia judicial con ciertas formas de cesión de trabajadores, en contra claramente del dictado de un artículo 43 ET que no hacía distingo alguno. La cesión era ilegal por ley, pero los tribunales laborales acabaron por dar por buenas algunas modalidades de ésta, que a falta de esos elementos intencionales o de esa empresa aparente eran excluidas de la aplicación del precepto estatutario para ser consideradas, todo lo más, meras irregularidades26. Dentro de esta situación fueron adquiriendo un creciente protagonismo a partir de finales de la década de los años 1980 las ETT27. Partiendo de defender que el artículo 43 ET no prohibía la cesión por sí misma, sino tan sólo la fraudulenta o especulativa; y ocultando la verdadera naturaleza de sus servicios al amparo del artículo 42 ET, estas empresas comenzaron a operar en España, primero 26 E n e x t e n s o M . R O D R Í G U E Z - P I Ñ E R O R OYO , «Cesión », op.cit., pág. 353 ss. 27 M. D. ROMAN DE LA TORRE, «La situación jurídicolaboral de las empresas de trabajo temporal en España», Relaciones Laborales, tomo 1991-II, pág.432 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 197 ESTUDIOS tímidamente, después de forma abierta y militante. Pero esta postura no se mantenía: el legislador estatutario quiso ilegalizar las ETT, aunque no se refiera a ellas expresamente en el texto del artículo 4328. La falta de referencia, y la previsión de un régimen único para todas las formas de cesión expresa más bien lo contrario, una voluntad de no hacer distinciones entre éstas, sin que hubiera alguna merecedora de un mejor trato. A lo que se une que la propia redacción del artículo 43 ET indica su aplicación a estas empresas; ¿a qué, sino, esa referencia a la temporalidad de la cesión? La prohibición parece hecha a la medida de las ETT; si alguna forma de cesión debía quedarse fuera, no eran precisamente éstas las más indicadas para ello. También sirvió de argumento para apoyar la ilegalidad de las ETT durante este período la redacción del artículo 16 ET y 40.2 de la Ley Básica de Empleo, que prohibían la existencia de agencias privadas de colocación de cualquier tipo y ámbito funcional, «que tuvieran por objeto la contratación laboral de todo tipo»29. Desde muchos sectores se entendía sin embargo que estos preceptos sí les resultaban de aplicación a las ETT, de lo que deducían su exclusión de nuestro Derecho. Aunque esta aplicación resulta técnicamente discutible, sí puede defenderse que el legislador, tanto estatutario como de la Ley Básica de Empleo, dejaba clara una voluntad legislativa de excluir cualquier sujeto privado del mercado de trabajo, una de las premisas del modelo socialdemócrata de colocación imperante durante esta década en España toda- Ésta era conclusión unánimemente compartida por la doctrina de la época; véanse, al respecto, los trabajos de DE LA VILLA, PALOMEQUE LÓPEZ y SAGARDOY BENGOECHEA en el número 74 de la Revista de Trabajo, de 1984, monográfico sobre este tema. También F. DURÁN LÓPEZ, «Las empresas de trabajo temporal», Revista de Trabajo, nº 69, 1983, pág. 41. 29 Aunque, si somos estrictos técnicamente hablando, la ETT no encaja dentro del tipo de la agencia de colocación. 28 198 vía. En cuanto actores del mercado de trabajo, privados y con afán de lucro, las ETT no encajaban en nuestro sistema de ordenación de éste; la doble naturaleza, contractual y de mercado, de la prohibición de ceder trabajadores vuelve a ponerse así de manifiesto. Pero el principal argumento para defender que existía en nuestro Derecho una prohibición del trabajo temporal como actividad organizada es que, a la fecha de redacción del artículo 43 ET, estas empresas eran ya una realidad bien conocida en Europa, y no desconocida del todo en España. No era defendible, por ello, que la ETT fuera un fenómeno nuevo, diferente a la cesión que el legislador laboral quiso prohibir en 1980. De haber querido un trabajo temporal legal, el Estatuto de los Trabajadores lo abría recogido expresamente. Sea como fuere, la ETT se convirtió en una realidad de nuestro mercado de trabajo; y en una realidad problemática, que generó fuerte contestación por parte de los interlocutores sociales y numerosos problemas jurídicos para estas empresas, sus clientes y sus empleados. No estaba claro si se le aplicaba el artículo 43 ET con todo su aparato sancionador, lo que provocaba inseguridad jurídica30; y si escapaban de esta prohibición, no había regulación alguna que ordenara su actividad, con lo que estas empresas, teóricamente prohibidas, se movían en España con mayor libertad que en el resto de Europa, donde eran legales. No se producía tan sólo una legalización de facto de las ETT; lo que había también era una desregulación de facto de su actividad31. La insatisfacción con esta situación se generalizó entre los actores de las relaciones 30 En extenso, I. ALVAREZ SACRISTÁN, «La posible licitud de las empresas de trabajo temporal», Relaciones Laborales, tomo 1993-I. 31 Sobre esta situación, M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, «Las empresas de trabajo temporal en España», Tirant lo Blanch, Valencia, 1994, pág. 7 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO laborales y, a falta de una intervención judicial en unificación de doctrina que clarificara el estatuto jurídico de estas empresas, la atención se centró en el artículo 43 ET: bien para exigir que se aplicara en sus propios términos, expulsando a las ETT de nuestro mercado de trabajo; bien para que se reformara, y las admitiera expresamente. En esto estábamos cuando se produce la reforma de 1994. 5. LA CESIÓN DE TRABAJADORES TRAS LA REFORMA LABORAL DE 1994: HACIA LA NORMALIZACIÓN DE LAS RELACIONES TRIANGULARES DE TRABAJO El artículo 43 ET era, pues, uno de los preceptos llamados a ser reformados a principios de la década de 1990, siquiera por los problemas técnicos y la inseguridad jurídica que planteaba su aplicación. También, aunque esto se discutía, por lo anticuado e injustificado de su respuesta, única y sin matices, al fenómeno de la cesión, la prohibición absoluta e incondicionada, en un contexto europeo en el que esta solución resultaba ya extraña. En consecuencia, cuando en 1993 se inicia un proceso de reforma profundo y vigoroso del Estatuto de los Trabajadores, uno de los centros de atención de ésta fue, tuvo que serlo, el precepto que analizamos. Aparte de las razones de obsolescencia e insuficiencia técnica señalados, existía otro motivo para hacer prácticamente ineludible esta modificación del artículo 43 ET, y éste era la finalidad general de las reformas estatutarias de 199394. Éstas se planteaban un objetivo general de flexibilización del Derecho del Trabajo español32, asumiendo las premisas del debate 32 En la Exposición de Motivos de la Ley 11/1994 se afirmaba que la reforma «se mueve en una doble dirección: potenciar el desarrollo de la negociación colectiva como elemento regulador de las relaciones laborales y las condiciones de trabajo, e introducir mecanismos de adaptabilidad equilibradamente repartidos entre las distintas fases del desarrollo de la relación laboral», aña- de la flexibilidad generado en las décadas anteriores. Pues bien, la ruptura de la prohibición absoluta de relaciones triangulares de trabajo se enmarcaba perfectamente en esta filosofía general del proceso de reforma: en cuanto derogaba una regla prohibitiva, suponía ampliar el abanico de opciones que en materia de contratación laboral se ofrecía a las empresas; y en cuanto permitía operar a las ETT, ponía un circulación un instrumento de gestión flexible de la mano de obra. No sólo esto; la reforma se fijó un segundo objetivo de liberalización del mercado de trabajo33, sustituyendo el modelo anterior de regulación de éste, basado en el monopolio de diendo que «se busca fundamentalmente incidir en los aspectos relacionados con una gestión más flexible de los recursos humanos en la empresa». 33 El Documento del Gobierno de 1993 titulado «La reforma del mercado de trabajo. Documento que el Gobierno dirige al Consejo Económico y Social en demanda de un dictamen», conocido generalmente como el Libro Verde de la Reforma del Mercado de Trabajo, que contiene las líneas maestras de las reformas laborales de la primera mitad de la década, señala esta liberalización como uno de los objetivos a conseguir: «sin embargo tal y como lo demuestra la experiencia de los restantes países comunitarios, los servicios públicos de empleo, incluso aquellos que suelen tomarse como ejemplo de buen funcionamiento, no pueden abarcar la totalidad de las cada vez más complejas, especializadas y muchas veces extraordinarias ofertas de empleo, que no obstante movilizan un porcentaje nada despreciable del volumen total de empleo y a las que no se puede dejar sin respuesta por parte del servicio público para ofrecer vías alternativas para cubrirlas». Por su parte, en la Exposición de Motivos del RDL 18/1993 se lee que «igualmente, y teniendo en cuenta que los servicios públicos de empleo no pueden abarcar la totalidad de las cada vez más complejas y diversificadas ofertas de empleo, cuya respuesta adecuada requiere la máxima especialización y proximidad a las fuentes de empleo, se posibilita la existencia de agencias privadas de colocación sin fines lucrativos y se permite la actividad de empresas de trabajo temporal cuyo funcionamiento con las debidas garantías y controles, tal como se prevé en el proyecto de ley elaborado por el Gobierno, harán más transparente y operativo el mercado de trabajo». Un análisis del proceso de legalización de las ETT desde esta perspectiva en en M. RODRÍGUEZPIÑERO ROYO, «El nuevo papel », op. cit. supra, passim. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 199 ESTUDIOS la colocación en un servicio público de empleo de utilización obligatoria, por uno nuevo34. En este nuevo modelo se abren nuevos espacios para la iniciativa privada, a través de las agencias de colocación sin fines lucrativos y, también, las ETT35. En los documentos elaborados al hilo de la reforma, y en las Exposiciones de Motivos de sus principales textos normativos se incide en esta doble naturaleza de estas empresas, como mecanismo de acceso al empleo y como instrumento de gestión de los recursos humanos. De nuevo la lógica dual del artículo 43 ET, la contractual y la de mercado aparecen combinadas para justificar su reforma36. Existe numerosa bibliografía sobre la reforma de la colocación en España de principios de los años 1990, entre la que podemos destacar los trabajos de M.E. CASAS BAAMONDE & M. C. PALOMEQUE LÓPEZ, «La ruptura del monopolio público de colocación: colocación y fomento del empleo», Relaciones Laborales, tomo 1994-I; A. MARTÍN VALVERDE, «La supresión del monopolio público de colocación», en ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE DERECHO DEL TRABAJO, Reforma de la legislación laboral, Marcial Pons, Madrid, 1995, pág. 57 ss,; F. VALDÉS DAL-RÉ, «Ingreso al trabajo y sistema de colocación en las leyes de reforma del mercado de trabajo», Relaciones Laborales, tomo 1995-I; J.M. RAMÍREZ MARTÍNEZ, «Política de empleo y servicios de colocación», en V. A. MARTÍNEZ ABASCAL (coord.), Política de empleo y protección social, Universidad Rovira I Virgili, Tarragona, 1996, pág.123 ss.; J.L. LÁZARO SÁNCHEZ, La intermediación en el mercado de trabajo, Monografías de Temas Laborales, Sevilla, 2003, pg. 317 sigts.; R. LÓPEZ PARADA, «Transferencia y privatización del servicio público de colocación», Revista del Centro de Estudios Financieros, nº 46, 2000, pág. 83 ss. 35 Sobre esta apertura de espacios a lo privado, M. E. CASAS BAAMONDE & M.C. PALOMEQUE LÓPEZ, «La ruptura del monopolio público de colocación: colocación y fomento del empleo», Relaciones Laborales, tomo 1994-I. También M. C. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, Público y privado en el mercado de trabajo de los noventa, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva, Huelva, 1994, passim. 36 Coincidiendo en este análisis con ocasión de la reforma de 1994, F. PÉREZ-ESPINOSA, en su trabajo «Las empresas de trabajo temporal: a medio camino entre la apertura de los sistemas de colocación y la flexibilización de la utilización de la mano de obra», en F. VALDÉS DALRE (coord.), La reforma del mercado laboral, Lex Nova, Valladolid, 1994, pág.99 ss. 34 200 Es por esta coincidencia de objetivos por lo que podía afirmar con acierto Valdés Dal-Ré que la conexión entre la LETT y la reforma laboral de 1994 no fue sólo temporal, sino sobre todo de contenidos sustantivos y de objetivos37. Siendo así, no deja de sorprender que a pesar de lo anunciado y difícilmente evitable de la medida, se generara tanta resistencia en ciertos sectores de las relaciones laborales, particularmente en las organizaciones sindicales y en buena parte de la doctrina iuslaboralista española38. En esta resistencia había elementos de principio, de oposición a una figura que con todo sigue siendo una forma de tráfico de mano de obra; también elementos simbólicos, pues la prohibición de la ETT era considerada como un último bastión frente a las tendencias flexibilizadoras del Derecho laboral de la época. Pero también había razones técnicas, vinculadas a la forma en que se introducía esta figura, a sus potenciales efectos sobre el funcionamiento del mercado de trabajo, a su incidencia en el proceso de precarización del empleo, que sí parecían tener más peso39. El desarrollo del 37 F. VALDÉS DAL-RE, «Las relaciones jurídicas entre las empresas de trabajo temporal y la empresa usuaria: el contrato de puesta a disposición», en V.V.A.A., Reforma de la legislación laboral. Estudios dedicados al profesor Manuel Alonso García, Marcial Pons, Madrid, 1995, pág. 77 ss, en pág. 78. 38 En medio de este debate se publicó un trabajo muy interesante que recogía las distintas posiciones al respecto, editado por la entonces patronal del sector. Se trata de G.E.E.S.T.A., «Las empresas de trabajo temporal. Debate laboral de los interlocutores sociales», Lex Nova, Valladolid, 1993. Un análisis académico en F. VALDÉS DAL-RE, «Las empresas de trabajo temporal: notas de un debate no tan ajeno para un próximo debate propio», Relaciones Laborales, nº7, 1993. 39 Como ejemplo de estas críticas pueda consultarse el voto particular del grupo I al Dictamen 10/1993, sobre el Anteproyecto de Ley por el que se regulan las empresas de trabajo temporal, aprobado por el Pleno del Consejo Económico y Social en sesión de 21 de diciembre de 1993. Disponible en la Colección de Dictámenes del Consejo, volumen de 1993, pg. 109 sig.; así como en la página web del CES, . Para los representantes de este grupo, que engloba a las organizaciones sindicales, la legalización de las ETTa suponía «la intro- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO sector del trabajo temporal en los años inmediatamente posteriores a 1994 dio la razón a muchas de estas voces críticas40. El reformador laboral de principio de los años noventa del siglo XX no se planteó, en realidad, modificar en profundidad el régimen de la cesión de trabajadores en nuestro Derecho, alterando radicalmente el artículo 43 ET. Por el contrario, el único objetivo durante todo el proceso fue uno muy particular, el de legalizar las ETT, para lo que había que excluir éstas del ámbito de aplicación de este precepto estatutario41. El artículo 43 ET fue alterado en tanto en cuanto se consideraba un obstáculo para la actuación de las ETT en España; y se quiso tocar lo mínimo imprescindible para hacer ésta posible. En consecuencia, sólo se modificó un apartado del precepto, el primero, que es el que definía su ámbito de aplicación. El objetivo de esta modificación no era tanto cambiar la definición de la cesión, como alterar su alcance, que hasta entonces era completo, incluyendo todos los supuestos materialmente calificables como préstamo de ducción de un nuevo instrumento de interposición en la contratación, que intermedia a su vez en el mercado de trabajo», en el contexto de «un INEM degradado en sus funciones, cuya capacidad real de intermediación en el mercado de trabajo es muy baja»; en consecuencia, esta medida debía ser acompañada de una «reforma del INEM, potenciando su papel de intermediación en el mercado de trabajo y reforzando su carácter de servicio público de empleo», puesto que «de lo contrario, existe el peligro de sobredimensionar la actividad de las empresas de trabajo temporal y precarizar aún más la relación laboral». 40 Una valoración crítica de los primeros años de vigencia de la Ley 14/1994 en M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, «La legalización de las empresas de trabajo temporal en España: crónica de un fracaso legislativo», Temas Laborales, nº 56, 2000, pg. 177. También en F.J. CALVO GALLEGO, M. GONZÁLEZ RENDÓN y M. RODRÍGUEZPIÑERO ROYO, El impacto de las Empresas de Trabajo Temporal en España: de la legalización a la reforma», Tecnos, Madrid, 2000, passim. 41 Un análisis monográfico de la reforma de este precepto en M.J. RODRÍGUEZ RAMOS, «La cesión de trabajadores tras la reforma laboral de 1994», Tecnos, Madrid, 1995. mano de obra. El resto del régimen jurídico de esta figura no fue cambiado42. A partir de la reforma, el artículo 43 ET pasa a operar en términos de regla y excepción, cuando antes no contenía más que una regla, la prohibición de la cesión; pero la regla no cambia, aun cuando se abra la vía para la excepción. Este es un dato importante, porque expresa una toma de postura frente a las relaciones triangulares de trabajo, que para nuestro Derecho del Trabajo siguen siendo una práctica en principio, y como regla general, prohibida. Y sólo la ETT podrá realizar legalmente esta actividad, si se encuentra autorizada para ello. Como señala Del Rey Guanter, «la reforma del artículo 43 ET representó ( ) un cambio muy significativo en toda la dogmática sobre cesión de trabajadores. Dicho muy resumidamente, el término «cesión» dejó de ser sinónimo de ilicitud, como demuestra que se haya tenido que distinguir a partir de entonces entre cesión legal y cesión ilegal de trabajadores»43. Esta técnica de regulación resultaba sumamente adecuada, al menos a primera vista. Permitía regularizar la situación de las ETT, poniendo fin a una situación bastante insatisfactoria en términos de seguridad jurídica y de control del mercado de trabajo, esa extraña «legalización y desregulación de facto» a la que hemos hecho referencia. Y lo hacía de una manera muy sencilla y directa, mediante el requisito de la autorización. Bastaba con estar «debidamente autorizadas en los términos que legalmente se establezcan» 42 M.C. PALOMEQUE LóPEZ, «Empresas de trabajo temporal y cesión ilegal de trabajadores», en A.A.V.V., Reforma de la Legislación Laboral, Consejería de Trabajo e Industria de la Junta de Andalucía, Sevilla, 1997, pág. 35 ss. 43 En detalle, el trabajo de S. DEL REY GUANTER, «Cesión de trabajadores y empresas de trabajo temporal», en M. ALONSO OLEA (dir.), El Estatuto de los Trabajadores. Veinte años después, Civitas, Madrid, 2000, pág. 903 ss. También I. GARCÍA-PERROTE ESCARTÍN, «La cesión de trabajadores en el ordenamiento laboral español: tipos de cesiones lícitas», Cuadernos de Derecho Judicial, nº XXII, 1994, pág. 125 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 201 ESTUDIOS para escapar de la prohibición de la cesión; y toda aquella cesión efectuada por un sujeto no autorizado incurría automáticamente en ella. La legalidad de la cesión se hacía depender de un requisito administrativo, formal, y por ello fácilmente comprobable y controlable. No eran necesarios juicios de valor ni mayores ponderaciones, se tenía o no tenía la autorización, y a partir de allí se hacían derivar todas las consecuencias o del artículo 43 ET, o de la Ley 14/1994. En los términos en los que estaba redactado el precepto estatutario, la autorización conformaba la frontera entre lo lícito y lo ilícito en las relaciones triangulares de trabajo, entre la cesión ilegal y el trabajo temporal legal; y era una frontera enormemente rígida, pues en su tenor literal una ETT autorizada nunca podría incurrir en cesión ilegal, aunque incumpliera con lo dispuesto por su legislación específica44; como tampoco ningún sujeto carente de autorización que prestara trabajadores podía escapar de incurrir en cesión ilegal. Que ésta fuera la voluntad del legislador, intervenir mínimamente sobre el artículo 43 ET y sobre la cesión como institución jurídica, se comprueba también en que el nuevo precepto nada dice sobre las ETT, cuyo régimen jurídico queda remitido en bloque a una ley especial, aprobada poco después dentro del paquete normativo de la reforma de 1994. Bueno, algo dice y de no poca importancia: que las ETT tienen en España el monopolio de la cesión legal de trabajadores; y que para ello deben estar debidamente autorizadas. El resto de su régimen jurídico no se encuentra en el Estatuto, sino en la Ley 14/1994; tanto es así que la importante reforma de éste producida en 1999, que alteró radicalmente su manera de funcionar, no tuvo reflejo alguno en el articulado del Estatuto45. Un estudio monográfico de esta cuestión es el de C. GALA DURÁN, «Supuestos y consecuencias de la utilización inadecuada de las empresas de trabajo temporal», Relaciones Laborales, nº19, 1998, pág.42 ss. 45 Sobre esta reforma, C. MOLINA NAVARRETE, «Nuevas reglas de competencia en el mercado de las empresas 44 202 Siendo éste el objetivo del legislador, hubiera bastado con añadir al primer apartado del artículo 43 ET un inciso que dijera, por ejemplo, «excepto en el caso de las empresas de trabajo temporal debidamente autorizadas». No se hizo así, sin embargo, y se prefirió dar nueva redacción a todo al apartado, que, a partir de 1994, pasa a decir lo que sigue: «La contratación de trabajadores para cederlos temporalmente a otra empresa sólo podrá efectuarse a través de empresas de trabajo temporal debidamente autorizadas en los términos que legalmente se establezcan». Como se ha dicho, con ello no se quiso cambiar la filosofía del precepto, la de prohibir la cesión de trabajadores como regla; ni tampoco, a lo que parece, la definición de esta figura, contratar trabajadores para cederlos temporalmente a otra empresa. Sin embargo, con la nueva redacción sí se producen algunos cambios respecto de la situación anterior, que afectan a la propia definición de la cesión de trabajadores. En primer lugar, se simplifica esta definición: donde antes se decía «el reclutamiento y la contratación», ahora se dice «la contratación»; donde antes se decía «prestarlos o cederlos», ahora se dice «cederlos». Esta simplificación no debe entenderse en términos de alteración del contenido del precepto, ya que la redacción de 1980 había sido generalmente criticada por la acumulación inne- de trabajo temporal», Servicio de Publicaciones e Intercambio Científico de la Universidad de Jaén, Jaén, 2000, passim; del mismo autor, «La empresa, el mercado de empleo temporal y el derecho: el nuevo sistema de gestión propuesto por la reforma, Revista de Trabajo y Seguridad Social, nº 199, 1999; F. J. CALVO GALLEGO, M. GONZÁLEZ RENDÓN y M.C. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, «El impacto de las empresas de trabajo temporal en España: de la legalización a la reforma», Colección Andaluza de Relaciones Laborales, Madrid, 2000, pg. 228 sig.; R. ESCUDERO RODRÍGUEZ & J.R. MERCADER UGUINA, «La Ley 29/1999, de reforma de la Ley 14/1994 sobre empresas de trabajo temporal: un empeño a medio camino», Relaciones Laborales, nº 10 y 11, 2000; M. LÓPEZ BALAGUER, «Contrato de trabajo y remuneración en la nueva legislación de empresas de trabajo temporal», Tirant Lo Blanch, Valencia, 2000. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO cesaria de términos que hacía para definir la cesión; más bien se produce una mejora técnica para aclarar el concepto. cesión en el artículo 43 ET; sería discutible que se aplicarán el resto de las responsabilidades que este mismo precepto prevé. Pero, y en segundo lugar, la nueva redacción sí supuso alterar radicalmente el enfoque de la cesión respecto del texto de 1980, puesto que desaparece toda mención al empresario cesionario, el que recibe los trabajadores. En efecto, en 1980 la cesión se definía como la combinación de una serie de actuaciones de dos empresarios, uno que reclutaba o contrataba y cedía o prestaba, el empresario cedente; y otro que utilizaba los servicios del trabajadores sin incorporarlos a su plantilla, el cesionario. En la redacción de 1994 este segundo empresario desaparece, y la cesión se centra en la actividad del cesionario46. Según el artículo 43.1 ET, la cesión consiste en «la contratación de trabajadores para cederlos temporalmente a otra empresa»; basta con que se produzca ésta para que tengamos una cesión, y se aplique el régimen jurídico que se contiene en este precepto. Sea como fuere, la opción del legislador de no alterar el régimen de la cesión más que en lo imprescindible para permitir la operación de las ETT parecía la mejor en 1994, pues en ese momento eran éstas las que llamaban fundamentalmente la atención; eran, también, las que mejor encajaban en el contexto de la gran reforma laboral que se planteaba. Sin embargo, ya desde un primer momento se pudo poner de manifiesto cómo este enfoque era uno demasiado limitado, que no afrentaba el conjunto de los problemas detectados en la aplicación del artículo 43 ET. Las construcciones jurisprudenciales sobre la «cesión lícita de trabajadores» no obtenían respuesta con el nuevo régimen; ni la confusa frontera entre la cesión ilegal y la contrata legal quedaba clarificada. También pecó el legislador de una cierta ingenuidad, al pensar que abriendo una vía para la legalización de las prácticas de suministro de mano de obra todas éstas iban a regularizarse, articulándose a través de la figura del trabajo temporal47. Con el tiempo todos estos errores de concepto y diseño comenzaron a dar la cara, como ahora se verá. La voluntad de normalización de las relaciones triangulares de trabajo tendría todavía que esperar para poder verse cumplida. Este cambio puede tener su importancia. Interpretado literalmente, y comparado con su redacción original, la cesión de trabajadores es ahora una figura cuya comisión corresponde en exclusiva a un sujeto, el empresario cedente. Como se dijo antes, el artículo 43 ET ofrece la definición de cesión con la que luego operarán otros preceptos de nuestro ordenamiento jurídico, particularmente de nuestro Derecho sancionador. Si sólo incurre en cesión el empresario cedente, sólo a éste incumbirán las sanciones administrativas y penales previstas para esta conducta. El empresario cesionario queda sujeto a la responsabilidad solidaria y al derecho de opción del trabajador cedido que se mantienen vinculados a la 6. EL ARTÍCULO 43 ET EN EL CAMBIO DE SIGLO: EL RENACER DE LA CESIÓN DE TRABAJADORES Habiendo solventado la más llamativa carencia del artículo 43 ET en aquél momento, Aunque, probablemente, los desarrollos posteriores de estas relaciones triangulares de trabajo, como el fenómeno de las empresas de servicios, no eran previsibles en el momento de aprobación de la norma; de hecho, para muchos observadores el boom de estas empresas se produce precisamente a partir de 1999, cuando la reforma de la Ley 14/1994 incrementa considerablemente el coste del trabajo temporal. 47 Destaca esta novedad también D. MARTÍNEZ FONS, «Los límites en la descentralización productiva: la frontera con los fenómenos de la cesión ilegal de trabajadores», en DEL REY GUANTER, «Descentralización productiva y relaciones laborales: problemática jurídica actual», Lex Nova, Valladolid, 2001, pág. 51 ss. 46 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 203 ESTUDIOS su incapacidad para dar respuesta al fenómeno de las ETT, parecía que por fin se había conseguido el objetivo de regularizar las relaciones triangulares de trabajo, estableciendo una clara frontera entre las formas legales y las ilegales de éstas. Todas las cesiones que respondieran a una verdadera lógica empresarial legítima, y que no ocultaran intenciones fraudulentas o especulativas, se canalizarían a través de una ETT, y su legalidad se comprobaría fácilmente mediante el control de su autorización administrativa. El resto de las cesiones sería evitado mediante la prohibición del artículo 43 ET y su aparato sancionador, quedando ya fuera de duda cuando correspondería aplicarlo, a toda cesión por sujeto no autorizado como ETT. Sin embargo, el propósito del legislador de 1994 se vio pronto superado por los acontecimientos; las fronteras entre las formas legales e ilegales de cesión de trabajadores se diluían en una multiplicidad de fenómenos variables que iban desde la más pura cesión ilegal del artículo 43 a los supuestos de cesión mediante contratas y subcontratas de obras o servicios basados en el régimen jurídico del artículo 42 ET. A los pocos años de vigencia de la reforma, Cruz Villalón podría hablar de «la permanente complejidad de las relaciones triangulares de trabajo»48; y el artículo 43 ET no estaba en condiciones de darle respuesta. Veamos cómo ocurrió. 6.1. Una frontera no tan segura: cesión, trabajo temporal y autorización administrativa Sorprendentemente, el artículo 43 ET reformado ha planteado problemas durante esta década de vigencia por la frontera que en teoría había dejado bien definida y resuelta, la que separa la cesión ilegal del trabajo temporal legal; frontera que, como se recordará, 48 J. CRUZ VILLALÓN, «La permanente complejidad de las relaciones triangulares de trabajo», Temas Laborales, nº 56, 2000, pág. 1. 204 se solucionaba mediante la técnica de la autorización administrativa49. La inclusión de la autorización administrativa entre los requisitos exigidos para constituir legalmente una ETT se convirtió en un elemento central de la ordenación del mercado de trabajo en España50, al suponer, además de un requisito que convertía la cesión de trabajadores en una actividad lícita, un instrumento de selección y control de los operadores legitimados para acceder al mercado de trabajo temporal51. Pues bien, la autorización administrativa, técnica asumida entre otras razones por su simplicidad, con el tiempo se convirtió también en fuente de problemas para la aplicación del artículo 43 ET y su legislación de desarrollo, la normativa sobre ETT. No nos referimos al supuesto de ETT que operen sin autorización, cuya resolución parece fácil. Así, cuando la empresa reviste la forma de ETT y actúa como tal pero carece de autorización administrativa, entendemos que la autorización administrativa es real- Como hemos dicho anteriormente, de la redacción de la Ley 14/1994 por la que se legalizan las Empresas de Trabajo Temporal se deducía fácilmente una consecuencia, la aplicación del régimen jurídico del artículo 43 ET se hacía depender exclusivamente de la existencia o no de autorización. Así, en los términos en que se redactó el también reformado precepto estatutario, la autorización conformaba la frontera entre lo lícito y lo ilícito en las relaciones triangulares de trabajo, entre la cesión ilegal y el trabajo temporal legal. Sin embargo, hemos de concluir que, como se demostró con el discurrir del tiempo, se trataba de una frontera enormemente rígida, pues la ETT autorizada nunca podría incurrir en cesión ilegal, aunque incumpliera lo dispuesto por la legislación específica, como tampoco ningún sujeto carente de autorización que prestara trabajadores podía escapar de incurrir en cesión ilegal. 50 Vid. F. J. CALVO GALLEGO, M. GONZÁLEZ RENDÓN y M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, El impacto de las Empresas de Trabajo Temporal en España: de la legalización a la reforma, Tecnos, 2000, pág. 228. 51 De nuevo F. J. CALVO GALLEGO, M. GONZÁLEZ RENDÓN y M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, El impacto de las Empresas de Trabajo Temporal en España , ibídem. 49 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO mente un requisito de legalidad, necesario para actuar como ETT, no un mero trámite administrativo que pueda subsanarse a posteriori. La interpretación literal del artículo 43 ET y 1º de la Ley 14/1994 nos lleva a considerar que la autorización es un requisito indispensable de actuación de la ETT y que su inexistencia supone la aplicación del régimen jurídico contenido en los apartados 2º y 3º del precepto estatutario, implicando la calificación de ilegal para cualquier cesión llevada a cabo por la empresa. Como consecuencia de ello, cualquier empresa que actuara en el mercado de trabajo para ceder trabajadores a otras empresas usuarias de sus servicios y que no contara con la debida autorización administrativa, no sería considerada una ETT y, por tanto, la cesión de mano de obra que pudiere realizar o haber realizado como objeto principal de su prestación de servicios debería declararse igualmente ilegal y encuadrarse en el régimen jurídico recogido en el artículo 43 ET. Como han señalado Sempere & Lasaosa, este precepto sobrepasa, con creces, «los aspectos nominales y conceptuales52»; en el Derecho español la misma definición de ETT incluye aspectos de su régimen jurídico, y una ETT no autorizada no es legalmente una ETT. La autorización administrativa ha planteado alguna cuestión más delicada en aquellos supuestos en los que existe pero no se utiliza de una manera adecuada, bien desde un punto de vista geográfico, bien en una perspectiva temporal. Desde el punto de vista geográfico los problemas se han planteado porque la Ley 14/1994 optó por atribuir la competencia para autorizar a las ETT a diferentes sujetos, en función del ámbito de actuación de éstas, provocando con ello una segmentación del mer- Vid. por todos, A.V. SEMPERE NAVARRO y E. LASAOSA IRIGOYEN, «Los confines jurídicos de las ETTs», en Aranzadi Social, núm. 17/2004, documento electrónico, ref. BIB 2004/1845, pág. 2. 52 cado de trabajo temporal en provincias53. La dificultad venía por la propia gestión de la autorización administrativa que exige, entre otros requisitos, «disponer de una estructura organizativa que le permita cumplir las obligaciones que asume como empleador en relación con el objeto social»54. Este requisito presentaba un inconveniente para todas aquellas ETT que contratasen con empresas usuarias de ámbito nacional ejecución de trabajos en ámbitos superiores a los permitidos por su autorización, ya que ello les obligaría a solicitar una nueva autorización para el ámbito geográfico superior, y la necesidad de contar con una organización empresarial suficiente en este ámbito geográfico en particular podría resultar difícil de probar. Esta situación llevaba a estas empresas a ignorar dicho requisito para poder contratar con empresas usuarias de ámbito nacional ejecución de trabajos en ámbitos superiores a los permitidos por su autorización; obligándoles bien a solicitar autorizaciones cada vez más amplias, bien a realizar contratos de trabajo en zonas no autorizadas, ya sea de forma provisional 53 De este modo, la autorización administrativa se concede por la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social de la provincia en que se encuentra el centro de trabajo de la empresa o por el órgano equivalente de las Comunidades Autónomas con competencia de ejecución de la legislación laboral. Para el supuesto en que la empresa de trabajo temporal posea centros de trabajo en varias provincias, la autorización será concedida por la Dirección General de Empleo o por el órgano equivalente de la Comunidad Autónoma competente, si el ámbito de actuación de dicha empresa coincide con el de la Comunidad. De forma que si la apertura de nuevos centros de trabajo supone la alteración del ámbito geográfico de actuación, la autoridad laboral competente por el nuevo ámbito deberá conceder una nueva autorización administrativa, quedando sin efecto la anterior (art. 2.2 LETT). 54 Considerando la Ley, a efectos del cumplimiento de este requisito, que «se valorarán la adecuación y suficiencia de los elementos de la empresa para desarrollar la actividad planteada como objeto de la misma para esta valoración se tendrán en cuenta factores tales como la dimensión, equipamiento y régimen de titularidad de los centros de trabajo ». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 205 ESTUDIOS mientras se tramitaba su autorización en dicho territorio, ya sea de forma excepcional al considerar que el carácter extraordinario de dicha contratación les exoneraba de solicitar la misma dado el coste que supondría tener que contar con una organización suficiente en dicho ámbito geográfico55. En estos casos, la asimilación de los supuestos de uso extraterritorial de la autorización a la cesión ilegal, con el desencadenamiento del aparato sancionador laboral previsto en el artículo 43 ET, se ha considerado excesiva para la mayoría de la doctrina y la jurisprudencia, principalmente por la existencia de un régimen jurídico sancionador específico de la propia Ley 14/1994 y el TRLISOS. Y es que, algunos supuestos, como el desplazamiento temporal de trabajadores en misión más allá del ámbito geográfico de autorización de la ETT podrían encontrarse justificados simplemente por el carácter puntual y excepcional de dicho desplazamiento56; aunque no parece tan clara la excepción cuando se trata de la ejecución total o estable de la prestación laboral por el trabajador en misión fuera del territorio para el que la ETT se encuentra autorizada. Así, podemos destacar dos corrientes doctrinales en relación a las soluciones aportadas a este supuesto. Por un lado estaban aquellos que consideraron que el ámbito geográfico al que se refiere la norma determina el ámbito de actuación y ejecución de los contratos de puesta a disposición57, definiendo como cesión ilegal la realización de la actividad de cesión de mano de 55 Para un análisis más profundo del tema vid. F. J. CALVO GALLEGO, M. GONZÁLEZ RENDÓN y M. RODRÍGUEZPIÑERO ROYO, El impacto de las Empresas de Trabajo Temporal en España , op. cit. pág. 231 y ss. 56 En este sentido se pronuncian F. J. CALVO GALLEGO, M. GONZÁLEZ RENDÓN y M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, El impacto de las Empresas de Trabajo Temporal en España , op. cit. pág. 231. 57 Vid. R. LÓPEZ PARADA, «El mercado del trabajo temporal: configuración legal e intervención administrativa», en VV.AA., Empresas de Trabajo Temporal. Dossier práctico,Francis Lefebvre, Madrid, 1998, pág. 26 y ss. 206 obra fuera del ámbito geográfico autorizado. Por otro lado encontramos quienes consideraban que es preciso distinguir entre el ámbito geográfico de actuación de la ETT, es decir, el lugar de realización del contrato de puesta a disposición, y el lugar en el que se habrá de ejecutar la prestación laboral, entendiendo que sólo la primera se vería vinculada por el ámbito geográfico para el que se recibió la autorización58. En este sentido, hemos encontrado algún pronunciamiento judicial59, en el que se consideró que la autorización debía entenderse en razón a su finalidad de control, para obviar todo peligro real o potencial para los derechos de los trabajadores objeto de cesión, tanto en el orden salarial como de Seguridad Social o personal, siendo así que no puede considerarse cesión ilegal de mano de obra por el mero hecho de la extralimitación en el ámbito territorial de actuación de la propia ETT, cuando además, como se destaca en la sentencia, no existió intención de ocultar información o de eludir responsabilidades empresariales. Desde esta perspectiva, parece lógico hacer depender la calificación de cesión ilegal recogida en el artículo 43 ET de la intención fraudulenta del empresario o empresarios más que de la mera existencia de una autorización administrativa, siendo este último un elemento objetivo de apoyo a la delimitación de los supuestos de cesión ilegal de trabajadores. Sin embargo, esta apreciación podría generar cierta inseguridad, al hacer depender la calificación de la cesión de mano de obra exclusivamente de la capacidad de probar la actividad fraudulenta y de la valoración que realice el juez o tribunal de la existencia de la citada intencionalidad60. En este sentido, vid. M. GODINO REYES e I. SAGARSIMÓN, Contrata y subcontrata de obras y servicios. La cesión de trabajadores a través de las empresas de trabajo temporal, op. cit. 59 Vid. STSJ Castilla y León, de 20 de enero de 1998 (AS 374). 60 Vid. C. GALA DURÁN, «Supuestos y consecuencias de la utilización inadecuada », op. cit. pág. 423. 58 DOY DE REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO Para solventar este problema, la Ley 29/1999 modificó el artículo 5 de la Ley 14/ 1994 para regularizar aquellos supuestos en los que el lugar de la ejecución del contrato de trabajo, o de la orden de servicio, en su caso, se encontrase situado en un territorio no incluido en el ámbito geográfico de actuación autorizado de la ETT, incluyendo una nueva obligación para ésta consistente en notificar a la autoridad laboral de dicho territorio la prestación de estos servicios, con carácter previo a su inicio, adjuntando una copia del contrato de trabajo y de su autorización administrativa. De este modo, no sería preciso solicitar una nueva autorización para el lugar de ejecución de servicios, quedando resuelto así, el problema relativo al uso extraterritorial de la autorización administrativa por las ETT. Además, el incumplimiento de la citada comunicación conllevaría la aplicación del régimen sancionador administrativo previsto en el TRLISOS, e introducido por la Ley 29/1999, cuando aún se encontraba recogido en la Ley de ETT, consistente en una infracción de carácter grave la puesta a disposición de trabajadores en ámbitos geográficos para los que no se tiene autorización administrativa si no se cumple el requisito recogido en el artículo 5.3 de la LETT61. Quedaba así zanjada una situación jurídica que hasta el momento aparecía indeterminada. Sin embargo, algunos autores han seguido destacando las dificultades de interpretación que plantea el citado precepto tras la reforma. En primer lugar, es preciso aclarar que la nueva redacción del artículo 5.3 LETT sólo autoriza la extralimitación territorial de la ETT en relación con el lugar de ejecución de la prestación por el trabajador temporal, pero 61 Es interesante destacar que en el texto aprobado en el Congreso la infracción era calificada como muy grave, siendo una modificación introducida en el Senado la que determinó el carácter definitivo de la infracción. no, en cambio, para la realización de contratos de puesta a disposición. Esto implica, como se ha destacado en otro lugar, que la norma del artículo 5.3 LETT tendría un sentido más limitado del que en un principio podría pensarse, quedando restringida la funcionalidad del precepto a permitir la ejecución en todo el territorio nacional de campañas globales concertadas de forma unitaria con grandes empresas usuarias62. En segundo lugar, quedarían fuera de la excepción infractora del artículo 5.3 LETT los supuestos de celebración de un contrato de puesta a disposición, es decir, de realización de la actividad propia de la ETT; se produce extralimitándose del ámbito geográfico para el que se concedió la autorización, o la apertura de nuevos centros de trabajo en un ámbito territorial diferente. El supuesto podría subsumirse más bien en el artículo 2.2 LETT, en el que se especifica que cuando la apertura de nuevos centros de trabajo suponga la alteración del ámbito geográfico de actuación, la autoridad laboral que resulte competente por el nuevo ámbito concederá nueva autorización administrativa, quedando sin efecto la anterior. Desde esta perspectiva, la falta de autorización administrativa nueva para el ámbito geográfico de actuación de la ETT actualizaría el tipo de la infracción recogida en el 18.2.f) TRLISOS, constituyendo una infracción administrativa grave. Finalmente, la extralimitación del ámbito autorizado desde el punto de vista temporal no parece plantear tantos problemas por cuanto la propia Ley prevé un mecanismo de prórroga anual y renovación definitiva tras tres años de actividad que se extinguirá tan sólo cuando la ETT deje de realizar la actividad durante un año ininterrumpido. En este sentido, la no renovación de la autorización se producirá tan sólo en el caso de que la empre- 62 Para un estudio más profundo de la cuestión vid. F. J. CALVO GALLEGO, M. GONZÁLEZ RENDÓN y M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, El impacto de las Empresas de Trabajo Temporal en España , op. cit. pág. 247 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 207 ESTUDIOS sa no la hubiese solicitado con tres meses de antelación a la expiración del período autorizado o hubiese incumplido cualquiera de las obligaciones previstas en la Ley que den lugar a la pérdida de la condición de ETT63. Teniendo en cuenta este supuesto, las consecuencias de la actuación de la ETT cuando ha expirado el tiempo previsto en la autorización, sin que se haya solicitado la renovación ni el reinicio de actividades, o ésta le ha sido denegada o suspendida por haber incurrido en algunos de los supuestos previsto para ello, deberían ser similares a los previstos para el supuesto de cesión ilegal de trabajadores, ya que, a diferencia del supuesto anterior en el que tenía lugar una extralimitación territorial de la actuación de la ETT, la autorización existía, requisito que no se cumple en el supuesto actual. El caso de la suspensión de la autorización por reincidencia en la comisión de una infracción administrativa muy grave es el más sencillo de entender ya que la empresa debería someterse a un proceso de solicitud de una nueva autorización, por lo que si ésta no se obtiene, la empresa estará actuando sin autorización y, como tal, incurrirá en la prohibición prevista en el artículo 43 ET desencadenando todo el régimen sancionador y de protección de los trabajadores cedidos ilegalmente previsto en este precepto. En general, las consecuencias son las mismas para los supuestos en que la cesión de trabajadores la lleva a cabo una empresa que no ha solicitado la correspondiente autorización administrativa, o ésta le ha sido denegada por incumplir los requisitos legalmente Conforme a lo establecido en el artículo 41.3 TRLISOS, la reincidencia de la ETT en la comisión de infracciones tipificadas como muy graves en esta Ley podrá dar lugar a la suspensión de sus actividades durante un año ( ) Transcurrido el plazo de suspensión, la empresa de trabajo temporal deberá solicitar nuevamente autorización administrativa que la habilite para el ejercicio de la actividad. 63 208 establecidos, o se encuentra suspendida o no ha solicitado el reinicio de actividades en los supuestos previstos legalmente. Nos hallaríamos ante un supuesto de cesión ilegal de trabajadores ya que no se dispone de la «debida autorización en los términos legalmente establecidos», requisito indispensable para que la cesión sea calificada como legal64. 6.2. Una frontera siempre en conflicto: cesión de trabajadores y trabajo en contratas La cesión ilegal planteó problemas también por su otra frontera, la que la separa de otra práctica, legal esta vez, en la que igualmente se producen relaciones mediatas de trabajo, la subcontratación de obras y servicios. Ésta fue, por cierto, la frontera que el legislador laboral de 1994 ignoró, pensando que bastaba con arreglar el tema de las ETT para dejar clara la aplicación del modelo de ordenación de estas formas de empleo que el Estatuto mantuvo en sus mismos términos. Con la reforma del artículo 43 ET y la legalización de las ETT se abrió una nueva etapa en la que la determinación de los supuestos de cesión legalmente autorizados parecía más fácil. Lo importante, a partir de este momento, no debía ser tanto el carácter o intención fraudulenta de la cesión el elemento sobre el que hacer pivotar la cesión prohibida sino el hecho de que la misma no se llevase a cabo a través de una ETT65. Sin embargo, pronto se pudo observar cómo la aparición de nuevos fenómenos organizativos, bajo la apariencia de contratas y subcontratas de obras y servicios que en ocasiones encubrían auténticas cesiones de mano de obra, provocaban de nuevo el debate sobre las fronteras 64 En este sentido también se pronuncia C. GALA DURÁN, «Supuestos y consecuencias de la utilización inadecuada », op. cit. pág. 414 y ss. 65 Vid. referencia doctrinal de este debate en M. NOGUEIRA GUASTAVINO, op. cit. pág. 229. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO entre las relaciones triangulares de trabajo legales e ilegales66. Los tribunales laborales han vuelto a sufrir la ambigüedad existente en la frontera entre las ETT y las contratas y subcontratas de obras o servicios, como fenómenos de gestión empresarial, dentro de las relaciones mediatas de trabajo. Pero en un contexto diferente, pues son éstos unos años en los que la descentralización productiva se ha extendido e intensificado aún más, de acuerdo con estrategias de outsourcing sistemático características del cambio de siglo. El escenario ha cambiado, respecto del que afrontó el primer Estatuto. La subcontratación es la forma ordinaria de funcionar en multitud de actividades productivas, que organizan su actividad en torno a la externalización de funciones, servicios e incluso fases del proceso productivo. Se generan nuevas figuras contractuales que articulan esta articulación entre empresas, en modelos en red o en estrella67. A lo que se ha añadido un soporte tecnológico que, en especial gracias a las tecnologías de la información, facilita y abarata este proceso de externalización, que no se ve ya limitado por las fronteras nacionales. La terciarización de la economía, que se basa cada vez más en los servicios; y la importancia prioritaria del conocimiento como factor de producción e intercambio han colaborado también en este proceso. Nos movemos en una economía en la que aparecen fenómenos triangulares desconocidos hasta la fecha. En primer lugar, la economía del conocimiento hace que se multiplique la externalización de funciones y servicios 66 En extenso M. NOGUEIRA GUASTAVINO, y en general los distintos trabajos contenidos en el número 56 de la revista Temas Laborales, del año 2000, monográfico sobre relaciones triangulares de trabajo. 67 Sobre los cambios en la forma de producir, M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO (coord.), «Nuevas actividades y sectores emergentes: el papel de la negociación colectiva», Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2000. hacia empresas contratistas que los prestan con escaso o nulo bagaje de medios físicos. El criterio del soporte material de la contrata no es válido para estos casos, puesto que la actividad de la empresa contratista se basa en elementos intangibles; ni tampoco vale el expediente de calificar automáticamente estas prácticas como cesión ilegal, puesto que su objeto no es el de suministrar exclusivamente trabajadores o eludir la condición de empleador, sino que subyace una auténtica intención de introducir servicios organizados en la empresa, lo característico de la contrata. La lógica del outsourcing hace justificables y racionales contratas de sólo o principalmente mano de obra, que están lejos de la finalidad fraudulenta e interpositoria de las cesiones tradicionales. Uno de los criterios tradicionales para distinguir entre una y otra realidad, el del soporte material de la contrata, comienza a perder su funcionalidad. De la misma manera, el elemento de la temporalidad de la cesión, tan característico en algunos momentos como para incluirlo en la definición legal del tipo, pierde igualmente sentido como criterio diferenciador ante la aparición de suministro permanente de trabajadores, con continuidad en el tiempo y para cubrir necesidades de mano de obra permanentes en las empresas. A lo que se une que en un sistema productivo descentralizado todo es susceptible de ser externalizado, y de hecho casi todo lo es. La experiencia de décadas en las que la subcontratación legal se identificaba fácilmente al ceñirse ésta a algunas funciones de la empresa como la seguridad, la limpieza o el mantenimiento empieza también a perder su validez como apoyo a los jueces en esta tarea. Se producen cambios no sólo en la forma en que se reciben los servicios externalizados, sino también en el tejido de las empresas que los prestan. En la sociedad del conocimiento son sostenibles empresas reales con escasas dimensiones y medios materiales, pero aún así auténticos sujetos en el mercado de servicios. Otro de los criterios tradicionales en REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 209 ESTUDIOS esta distinción, el de «organización productiva real vs. empresa aparente», empieza igualmente a flaquear; se puede ser una empresa virtual sin ser por ello un artificio falso. Del mismo modo, la noción de la empresa contratista como una especializada en la prestación de una única tarea se diluye con la aparición de las «empresas multiservicios», sobre las que luego volveremos. Todos estos nuevos factores y escenarios han restado operatividad a las construcciones tradicionalmente utilizadas, de forma que hoy resulta todavía más difícil reconocer el límite entre un mero suministro de trabajadores y una descentralización productiva lícita. Y no sólo por esta razón la tarea se complica: también han continuado los intentos de utilizar el artículo 42 ET como pantalla para ocultar prácticas que no responden en su realidad al modelo de contrata sino al de suministro de mano de obra68. No sólo para huir de la aplicación del artículo 43 ET, que sigue conteniendo una prohibición general de éste, sino también para eludir un régimen jurídico del trabajo temporal cada vez más restrictivo. Este escenario obligó a nuestros tribunales a realizar un esfuerzo considerable en la labor de desentrañar las diferencias entre los supuestos de hecho de los artículos 42 y aquellos que enmascaraban una actividad de suministro de mano de obra que, al no realizarse a través de las ETT debidamente autorizadas, materializan el fenómeno de la cesión ilegal de trabajadores regulada en el artículo 43 del ET69. 68 En extenso D. MONTOYA MEDINA, «Trabajo en contratas y protección de los trabajadores», Tirant lo Blanch, Valencia, 2004, pág. 143 ss, que habla del «empleo antijurídico de la subontratación». 69 Sobre esta distinción, D. MONTOYA MEDINA, ibidem; J. M. RAMÍREZ MARTÍNEZ & SALA FRANCO, «Contratas y subcontratas de obras y servicios y cesión ilegal de trabajadores», en AA.VV.»Descentralización productiva y protección del trabajo en contratas. Estudios en recuerdo a Francisco Blat Gimeno», Tirant Lo Blanch, Valencia, 2000, pág. 109 ss; M. J. RODRÍGUEZ RAMOS, op.cit. supra, pág. 108 ss; A. MARTÍN VALVERDE, «La protección jurídica 210 A la doctrina del Tribunal Supremo elaborada hasta el momento, que señalaba como requisitos necesarios de la existencia de una auténtica contrata que la empresa contratista ejerciera una actividad empresarial propia mediante una organización empresarial estable (patrimonio, instrumentos y maquinaria y organización estables); y que fuera posible imputarle efectivas responsabilidades contractuales basadas en la ejecución de la contrata bajo su propia dirección y gestión, con asunción del riesgo correspondiente, manteniendo, en todo caso a los trabajadores de su plantilla dentro del ámbito de su poder de dirección conservando con respecto a la misma, los derechos, obligaciones, riesgos y responsabilidades que son inherentes a la condición de empleador70 hubo que añadir nuevos indicios que ayudaran a identificar las fraudulentas empresas de servicios cuyo objeto era suministrar mano de obra a empresarios con necesidades. La identificación de los supuestos de cesión ilegal es más fácil, dice el TS, cuando la empresa cedente carece de infraestructura empresarial propia e independiente, ya que la empresa «aparente o ficticia» se muestra sin estructura ni entidad propias ni verdadera organización empresarial, manifestando de forma evidente su actividad de proporcionar mano de obra a otros empresarios71. Sin del trabajo en contratas: delimitación de los supuestos de hecho», Cuadernos de Derecho Judicial, nº XXII, 1994, pág. 103 ss; A.V. SEMPERE NAVARRO & E. LASAOSA IRIGOYEN, op.cit., pg. 7; y D. MARTÍNEZ FONS, «Los límites en la descentralización productiva: la frontera con los fenómenos de la cesión ilegal de trabajadores», en DEL REY GUANTER, «Descentralización productiva y relaciones laborales: problemática jurídica actual», Lex Nova, Valladolid, 2001, pág. 51 ss. 70 Vid. STS de 25 de octubre de 1999 (Ar. 8152), que reitera jurisprudencia contenida en las SSTS de 17 de enero de 1999 (Ar. 58) y 31 de enero de 1995 (Ar. 532). 71 De nuevo STS de 25 de octubre de 1999, que cita jurisprudencia anterior; por todas SSTS de 21 de marzo de 1997 (Ar. 2612), de 18 de marzo de 1994 (Ar. 2548), y de 15 de noviembre de 1993 (Ar. 8693). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO embargo, como ha declarado recientemente el mismo Tribunal, el problema más importante en esta delimitación se produce en relación con la contrata que se concrete en una prestación de servicios que tienen lugar en el marco de la empresa principal o arrendataria, pues no es fácil diferenciarla de la cesión, lo que se agrava porque en la práctica se recurre a las contratas como medio formal de articular el acuerdo interpositorio de facilitación de trabajadores entre cedente y cesionario y es difícil reconocer en las circunstancias de cada caso el límite entre un mero suministro de trabajadores y una descentralización productiva lícita72. En estos casos, el TS recurre a otros indicios de ilegalidad, que tienen valor indicativo u orientador, pudiendo citarse entre ellos el riesgo empresarial asumido por el empresario cedente73, la autonomía del objeto de la contrata, la aportación de medios de producción propios 74 , el ejercicio de los poderes empresariales75 o la naturaleza de la intervención de éste en la actividad realizada. Es decir, señala como elemento fundamental para arbitrar la distinción, no ya la existencia de un empresario con actividad empresarial propia y organización estable, sino la actuación empresarial en el marco de la contrata76. Existirá, por tanto, cesión ilegal de trabajadores cuando la participación del empresario en el contrato se limite a suministrar mano de obra sin incluir otros elementos, personales y materiales, que configuran la estructura empresarial, permitiendo, por tanto, identificar el verdadero objetivo de su actividad que no es otro que el suministro de mano de obra Vid. STS 14 septiembre de 2001 (Ar. 582/2002). Como sucede en la STS 17 enero 1991. 74 De nuevo STS 25 octubre 1999, vid. también SSTS 12 diciembre 1997 y 19 enero 1994. 75 Vid. por todas STS 19 enero 1994 (Ar. 352), en el mismo sentido recientemente STSJ Asturias de 10 septiembre 2005 (AS 206) y STSJ Canarias 28 septiembre 2004 (AS 2815). 76 STSJ Canarias 28 septiembre 2004 (AS 2815). 72 73 necesaria para desarrollar el servicio. Suele llevar aparejados otros indicios como el hecho de prestar servicios los trabajadores cedidos en las dependencias de la empresa principal sin diferenciarse de sus empleados, encontrándose, incluso, bajo el poder de dirección de los mismos mandos directivos de la empresa principal. Aunque, es preciso aclarar, conforme a la reciente doctrina elaborada por el Tribunal Supremo77 que el ejercicio formal del poder de dirección empresarial por el contratista no es suficiente para eliminar la cesión si se llega a la conclusión de que aquél no es más que un delegado de la empresa principal. Esta doctrina elaborada por el Tribunal Supremo pretende clarificar, en cierto modo, el panorama de la frontera entre la cesión ilegal de trabajadores y la subcontratación de obras y servicios, aunque no ha evitado que ésta siga siendo una enormemente complicada, y que no siempre tengamos seguridad sobre la verdadera naturaleza de numerosas prácticas empresariales muy comunes en la actualidad. No podía ser de otra manera, en realidad, pues cesión y contrata son dos especies de un mismo género, que comparten una naturaleza común. Más que una frontera clara entre una y otra, que no existe más que en la teoría, en la práctica nos las encontramos como dos extremos de un continuo, dentro del cual encontramos numerosas situaciones de difícil catalogación: contratas de carácter permanente; contratas de actividades centrales del proceso productivo de la empresa; contratas con escaso o nulo soporte material; contratas en las que el principal factor productivo es la mano de obra El modelo dual del Estatuto se basa en unas premisas falsas, la diferente naturaleza de ambas figuras y la posibilidad de distinguirlas con claridad. STS 16 junio 2003 (Ar. 7092), en la que se cita jurisprudencia anterior recogida en las SSTS de 20 de julio de 1999 (Ar. 6839), 31 octubre 1996 (Ar. 8186) y 17 julio 1993 (Ar. 5688), entre otras. 77 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 211 ESTUDIOS 6.3. Una nueva frontera: la empresa de servicios En el caso español, además, las dificultades para implantar el modelo ideal del artículo 43 ET se han visto incrementadas por la aparición y desarrollo de las llamadas «empresas de servicios» o «multiservicios», cuyo objeto social es la prestación de una amplia gama de servicios para sus potenciales clientes. Como el Informe de la Comisión de Expertos para el Diálogo Social tuvo ocasión de señalar, «a lo largo de este último ciclo, el de 2000-2004, las empresas de servicio han experimentado un notable auge en la cuota de penetración en los procesos de descentralización productiva encauzados a través de contratas y subcontratas»78. Como es sabido, estas empresas operan formalmente al amparo del artículo 42 ET, de tal modo que su actividad se califica jurídicamente como de subcontratación, y por lo tanto legal; sólo que en vez de prestar un servicio especializado, en lo que era el modelo tradicional de ésta, ofrecen una pluralidad de éstos, muchos de los cuales carecen de un soporte material y organizativo significativo79. La empresa de servicios desafía el régimen del artículo 43 ET desde al menos dos puntos de vista: de un lado, porque muchos de los servicios que prestan cuentan con escaso o nulo soporte material y organizativo, lo que hace discutible su autocalificación como contrata al amparo del artículo 42 ET; en 78 Puede consultarse su texto en la revista Relaciones Laborales, nº 5, 2005. 79 Sobre el régimen jurídico de estas empresas, M. NOGUEIRA GUASTAVINO, op.cit. supra; J. M. GOERLICH PESSET, «Empresas de servicios, empresas de trabajo temporal y cesión ilegal de trabajadores»; y R. ESCUDERO RODRÍGUEZ, «Los perfiles difusos de las empresas de trabajo temporal en materia de colocación y de cesión ilegal y las dificultades del control de las mismas», ambos en R. ESCUDERO RODRÍGUEZ, «Jornadas de debate sobre las empresas de trabajo temporal», Consejo Económico y Social de Madrid, Madrid, 2001, en pgs. 197 y 189 respectivamente. 212 muchas ocasiones van a escapar del régimen que les corresponde en función de la realidad material de su actividad, el del 43, desde la prohibición hasta las sanciones. De otro lado, porque tanto en las actividades que ofrecen al mercado como en su forma de organizarse y de operar en el mercado se acodan al modelo de la ETT80, confundiéndose con éstas81. Más aún, se tiene la percepción de que se ofrecen para cubrir demandas que hasta ahora venían siendo cubiertas por estas empresas; desde este punto de vista, las empresas de servicios realizan una «función análoga a la desarrollada por las ETT»82. Pero sin serlo, lo que supone que no cumplen los requisitos que la ley fija para estas empresas: que no se controlen los requisitos legales para acceder al mercado; que no se garanticen los derechos de los trabajadores; que no se aplique el principio de igualdad de trato en materia salarial; que no se asegure su formación, entre otros. A lo que se añade que, al escapar también del régimen de las ETT, no se ven limitadas como éstas a la hora de afrontar sobrecostes83, ser 80 Hasta el punto en que el código de conducta de la Asociación de Grandes Empresas de Trabajo Temporal se ha visto obligada a introducir algunos datos para distinguir su actividad de la de las empresas de servicios; así, sostiene la necesidad de mantener una «estructura organizativa, diferenciada en medios técnicos y humanos entre empresa de trabajo temporal y empresa de servicios. El objetivo de la empresa de servicios es la consecución de resultados bajo su propia dirección y control y responsabilidad. El objeto de la ETT es la puesta a disposición de trabajadores para la empresa usuaria». Vid. referencia en Capital Humano, Extra trabajo temporal, septiembre 2000, en pág. 9. 81 Cuando no son las mismas ETT las que se constituyen como empresas de servicios por medio de empresas filiales, integradas en el grupo empresarial, con una misma imagen de marca; la obligación de actividad exclusiva les impide prestar estos servicios directamente. 82 J. M. GOERLICH PESSET, ibidem. 83 Las ETT están sometidas a mayores costes que otras empresas en algunos aspectos de su régimen jurídico, y es a éstos que el sector denomina «sobrecostes», siendo su eliminación una reivindicación de éste desde hace tiempo. Por ejemplo, de acuerdo con la Ley 14/1994 deben abonar a sus trabajadores puestos a disposición una indemnización por finalización de contra- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO excluidas de ciertos sectores y actividades o en cuanto a la duración de sus puestas a disposición. No está claro, como dicen los expertos del grupo antes citado, si son complemento o alternativa a éstas. En términos legales las empresas de servicios se encuentran en la misma situación en la que nos encontrábamos a las ETT hace ahora poco más de diez años: una desregulación casi completa, ya que el artículo 42 ET les supone más una cobertura que una auténtica ordenación. Operan libremente, sin limitaciones claras ni grandes exigencias, especialmente porque el criterio de la propia actividad, cada vez más disfuncional en la aplicación del régimen del trabajo en contratas, les alivia de cumplir las escasas obligaciones que éste establece. Sólo que ahora las cosas han cambiado, y el Derecho laboral español ha admitido ya el trabajo temporal como actividad laboral lícita; en España es posible ceder trabajadores legalmente, pero para ello deben cumplirse unas reglas bastante exigentes, de las que las empresas de servicios escapan. Suponen respecto de las ETT, cuando ceden trabajadores, una verdadera competencia ilícita, invadiendo un espacio que el legislador laboral ha reservado para éstas, con unas ventajas irregularmente adquiridas al escapar del marco regulador del trabajo temporal84, y con una importante pérdida de to temporal de 12 días por año de servicio, mientras que para el resto de los trabajadores, los empleados por empresas normales, esta indemnización es de 8 días. Teniendo en cuenta el volumen de contratación de estas empresas, que es casi siempre temporal, esta diferencia de 4 días supone una cantidad muy elevada. 84 En palabras del mismo Informe, «por lo pronto, el sistema permite a las empresas de servicios obtener un resultado equivalente a la cesión temporal de trabajadores, pero eludiendo las exigencias para la constitución y funcionamiento de las ETT: autorizaciones administrativas, garantías financieras, controles en materia de seguridad y salud y dedicación de una cuantía equivalente al 1 por 100 de la masa salarial a formación, señaladamente. Y las empresas que contratan con ellas, logran una reducción de costes al sortear la aplicación del principio de equiparación salarial, pudiendo incluso, adicionalmente, derechos para los trabajadores por ellas empleados. Se entiende que se hayan desarrollado considerablemente en nuestra economía, particularmente cuando tras la reforma de 1999 las ETT se vieron obligadas a incrementar sus precios para compensar el impacto de la aplicación del principio de igualdad de trato en materia salarial de los trabajadores en misión. En las palabras del Informe del Grupo de Expertos para el Diálogo Social, «no hay evidencias empíricas que demuestren la correlación entre aquellos cambios legislativos y convencionales, el estancamiento de la tasa de penetración de las ETT en el mercado español de la temporalidad y el ascenso de las empresas de servicio. Pero, desde esas fechas, la detenida lectura de los repertorios jurisprudenciales ya sugiere que en nuestro ordenamiento se están utilizando ciertos dispositivos legales con fines de suplantación de las ETT por las empresas de servicio, preocupante fenómeno éste en la medida en que puede estar propiciando la fuga de las normas laborales; es decir, la elusión de la legalidad vigente sobre el trabajo temporal». Las empresas de servicios se han convertido en una nueva vía de entrada de la cesión de trabajadores en el mercado de trabajo español, al margen de su cauce natural, la ETT. Y lo está haciendo incluso en aquellos quedar extramuros del régimen subrogatorio en caso de sucesión de contratas. Por lo demás y como han demostrado algunos estudios jurídicos, el carácter ventajoso del recurso a las empresas de servicios se hace más visible en aquél sector que, precisamente, funciona en régimen de transparencia: el público. Las reformas introducidas por la ley 53/1999, de 28 de diciembre, que modifica determinados preceptos de la Ley 13/1995, de Contratos de las Administración Públicas (y más tarde, incorporadas al Real Decreto Legislativo 2/2000, de 16 de junio, por el que se aprueba el texto refundido de esta Ley) han producido efectos de doble faz: de un lado, han limitado la directa intermediación de las ETT en la gestión de la temporalidad del sector público; pero la implantación de esta medida restrictiva ha propiciado la proliferación de empresas de servicio en el propio sector, las cuales, paradójicamente, recurren a menudo al trabajo temporal». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 213 ESTUDIOS sectores que el legislador había querido vedar a éstas, como el sector público. Está entrando también, a través de ellas, un nuevo fenómeno, la cesión permanente de trabajadores, puesto que se usa de los servicios externalizados por tiempo indefinido, para desempeñar funciones estructurales de la actividad de la empresa; funciones que se cubren mediante un encadenamiento de contratos de servicios que producen una sucesión de contrataciones laborales temporales, de tal modo que estas empresas están teniendo también un efecto precarizador en el mercado de trabajo. consecuencia precisamente de la pluralidad de servicios que ofrece en el mercado. Y es que el Derecho del Trabajo español piensa, a la hora de diseñar su aplicación, en un tipo ideal de empresa dedicado a una única actividad. Es ésta la que determinará aspectos significativos de su régimen jurídico laboral, identificando algunas de las normas que les serán de aplicación: el convenio colectivo, desde luego que en el Derecho español rige ratione impresae pero también normas administrativas sectoriales en materias como la prevención de riesgos laborales o la protección social. Es una vez más la permeable frontera entre la cesión y el trabajo en contratas la que ha permitido esta infiltración. La solución del Estatuto al fenómeno de la descentralización, el juego de sus artículos 42 y 43, sigue haciendo aguas. En el bien entendido, es claro, que estas reflexiones son válidas sólo respecto de ciertos supuestos de servicios de estas empresas, los que constituyen exclusivamente una cesión o puesta a disposición de trabajadores; en todos los demás casos las empresas de servicios, cuando operan como verdaderas contratistas, sólo se estarían beneficiando de las insuficiencias del artículo 42 ET, como el resto. Es en este escenario en el que debe leerse una previsión del Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva del año 2005, según la cual las partes que lo firman acuerdan «el fomento del uso adecuado de las modalidades contractuales de forma tal que las necesidades permanentes de la empresa se atiendan con contratos indefinidos y las necesidades coyunturales, cuando existan, puedan atenderse con contratos temporales causales, directamente o a través de ETT». Este compromiso, tal cual aparece redactado, poco dice, y podría plantearse incluso su carácter tautológico. Pero en el contexto del cambio de siglo sí contiene un mensaje significativo: para atender a las necesidades coyunturales de mano de obra no se puede acudir a las empresas de servicios, como ahora se está haciendo, sino que hay que utilizar las alternativas que el ordenamiento prevé, la contratación temporal directa e indirecta. No sólo desde la perspectiva del precepto que analizamos han planteado problemas prácticos las empresas de servicios. Haciendo abstracción de la legalidad de algunos de los servicios que prestan, está resultando muy problemática su inclusión en los sectores tradicionales de actividad con los que convencionalmente se ha parcelado y organizado nuestra economía a efectos laborales85. Esta dificultad, con importantes efectos prácticos, es 85 Un estudio monográfico de estos problemas en J. RIVERO LAMAS, «Las empresas de servicios a terceros y la negociación colectiva», en AA.VV., «Nuevos problemas de la negociación colectiva. XVI Jornadas de estudio sobre negociación colectiva», Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2004, pág. 220 ss. 214 Tiene este compromiso una segunda lectura, igualmente interesante: la aceptación expresa que supone de las ETT como actores del mercado de trabajo, algo que hasta ahora no se había hecho; se reconoce su presencia y su papel, como sujetos naturales de este mercado, por parte de los interlocutores sociales del más alto nivel. En un momento en que estas empresas plantean todavía ciertas reticencias en algunos sectores, que llevan a que su uso se limite o prohíba en algunos conve- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO nios colectivos86. Los tiempos de rechazo a las ETT parecen haber por fin pasado. 7. CONCLUSIONES: PROPUESTAS PARA UN DERECHO DE LAS RELACIONES TRIANGULARES DE TRABAJO El artículo 43 ET expresa la voluntad del legislador laboral de afrontar un fenómeno real, generado por la propia dinámica del mercado, el de las relaciones mediatas de trabajo; y de hacerlo manteniendo sus propias opciones en cuanto a la ordenación jurídica de éste. Habiendo definido la forma en que se prestan y, sobre todo, se obtienen servicios personales con ajenidad y dependencia, a través de un contrato de trabajo entre un trabajador y un empleador, aplica este mismo esquema a los fenómenos triangulares. Y concluye que de éstos la contrata resulta admisible, pero la cesión de trabajadores no, en cuanto se aleja del modelo ideal de prestación de servicios, bilateral y basado en la identificación de sus partes materiales, que sostiene. En su análisis, trabajar en contratas no vulnera las reglas del juego del trabajo asalariado: aunque hay una empresa, la principal, que se beneficia de los servicios del trabajador empleador por otra, la contratista, no hay una cesión directa de éstos; no la hay porque 86 Los interlocutores sociales sectoriales ya se habían pronunciado contra estas cláusulas limitadoras del uso de las ETT: en el artículo 12 del IV Convenio Colectivo Estatal del sector se dice que «las organizaciones sindicales firmantes del presente convenio se comprometen a colaborar eficazmente para evitar que se incluyan, en los convenios colectivos de toda índole que se negocien, cláusulas que limiten, obstaculicen, prohiban o excluyan, ya sea directa o indirectamente, la contratación de los servicios de empresas de trabajo temporal por parte de las empresas sometidas a dichos convenios.» Un estudio monográfico de esta aceptación progresiva de las ETT por los sindicatos en F. J. CALVO GALLEGO, «Disposición Final Segunda», en M.F. FERNÁNDEZ LÓPEZ (dir.), Relaciones Laborales y Empresas de Trabajo Temporal, Laborum, Murcia, 2003, pág. 447. se trabaja para una empresa real, y la principal recibe mediatamente los servicios del trabajador, a través de la organización productiva de aquélla; en la terminología tradicional en nuestro Derecho, se presta un servicio, no un trabajador. En el prestamismo laboral sí se produce una práctica laboral ilícita, en cambio, porque es la empresa cesionaria la que recibe directamente los servicios de un trabajador que no ha contratado; se trabaja en y para la organización productiva de ésta, y no para el cesionario. Así las cosas, se entiende que se trace una frontera dentro de las relaciones mediatas, aceptando algunas y rechazando otras en función de cómo reciba un empresario los servicios de un trabajador contratado por otro empresario. Más que de contrata y de cesión habría que hablar de cesiones directas e indirectas, siendo éstas últimas, las contratas, legítimas en principio. Esta solución es, por otra parte, perfectamente aceptable desde el punto de vista del Derecho general de los contratos: la fórmula de la interposición como práctica fraudulenta, que intenta evitar la identificación de los términos reales del contrato y que por lo tanto debe impedirse mediante los mecanismos generales del ordenamiento, sirve bien para justificar que se prohíba la cesión y no la contrata. En esta decisión legislativa no han jugado únicamente razones de coherencia técnica o teorización jurídica; ha sido la realidad de las relaciones triangulares a lo largo del siglo XX la que ha llevado a optar por imponer esta frontera de lo legal y lo ilegal en las relaciones triangulares de trabajo. La cesión era un instrumento para eludir responsabilidades laborales, y en muchos casos se traducía en lesiones en los derechos de los trabajadores afectados; la contrata lo era para externalizar determinadas funciones de la empresa, y cumplía otras funciones. En parecidos términos se expresó el legislador laboral en toda Europa lo que corrobora la racionalidad de la medida. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 215 ESTUDIOS Aun así, y como hemos visto, el régimen jurídico de las relaciones mediatas de trabajo ha adolecido de una incapacidad perenne de cumplir su misión de pacificar el panorama de estas formas de utilizar la mano de obra. El mercado ha ido generando nuevas formas de organización del trabajo plurilaterales, en las que o bien la calificación como legal o ilegal resultaba dudosa, o bien su ilegalización, por considerarse materialmente como cesión, parecía injustificada. En otras palabras, el sistema legal deja abierta una frontera conflictiva e insegura, de la que se derivan consecuencias tan graves como la legalidad o la ilegalidad de una práctica; y expulsa prácticas empresariales en las que faltan los elementos negativos inicialmente asociadas con la cesión. El planteamiento del legislador, llamado originalmente a evitar los problemas que para la aplicación del Derecho del Trabajo producían las relaciones triangulares de trabajo en sus diversas modalidades, se fue convirtiendo paulatinamente en una fuente de problemas en sí mismo. Incluso podemos encontrar algún error en el diseño teórico del artículo 43 ET. Para empezar, desde el momento en que se legalizan las ETT no tiene mucho sentido justificar la prohibición de la cesión por razones de dogmática del contrato de trabajo irrenunciables e irresistibles; justificar esta legalización por motivos de estricta oportunidad en el plano de la política del Derecho resulta una respuesta excesivamente simple. Además, en un Derecho del Trabajo como el español, que basa la descripción de su objeto natural de regulación en el concepto de ajenidad, la solución del Estatuto plantea inmediatas cuestiones. Si ajenidad es obtener el beneficio económico o la utilidad patrimonial de la actividad de un trabajador, en una contrata éste también trabaja por cuenta del empresario contratista, éste debe ser también, de alguna manera, su empleador87. 87 Un enfoque alternativo de esta cuestión en D. MARTÍNEZ FONS, op.cit., pág.67. 216 En el fondo, la causa de todos estos problemas no lo es tanto el artículo 43 ET sino la premisa mayor de éste, la apuesta por una relación de trabajo bilateral, y por la existencia de un único empleador en todos los supuestos mediante la llamada «búsqueda del empresario real», en supuestos de configuración anómala o completa de éste. En nuestra realidad económica esta apuesta está demostrando ser arriesgada, porque fenómenos como la externalización o el grupo de empresas ponen en entredicho la adecuación, operatividad y racionalidad de todo el sistema. Incluso el mismo Derecho del Trabajo español ha puesto en práctica algunas medidas para solucionar las carencias detectadas en éste: la responsabilidad interempresarial, sobre todo, pero también la consideración como un único sujeto de la pluralidad empresarial en los grupos de empresas88. Esto pone de manifiesto una realidad, que en la edad del acceso, del conocimiento y de las estructuras productivas reticulares, por donde tenemos que empezar es por repensar la noción misma de empleador89. Entrado el siglo XXI, y cumpliendo los primeros veinticinco años de vida del Estatuto, parece llegado el momento de volver a plantearse las opciones iniciales de éste, y valorar la oportunidad de mantener la regla de Derecho expresada por su artículo 43. En otras palabras: si no debemos empezar a pensar en lo 88 Para un análisis en profundidad de estas cuestiones resulta imprescindible el magnífico trabajo de F. FERNÁNDEZ LÓPEZ (coord.), «Empresario, contrato de trabajo y cooperación entre empresas», Trotta, Madrid, 2004, passim. 89 Es éste un desafío planteado ya por algunos autores, como M. L. MOLERO MARAÑON, en su trabajo «Sobre la inminente necesidad de revisar el concepto de empresario en su dimensión jurídico-laboral», Relaciones Laborales, Tomo I-2001; la misma F. FERNÁNDEZ LÓPEZ en su libro (coord.), «Empresario, contrato de trabajo y cooperación entre empresas», Trotta, Madrid, 2004; y M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, «Prólogo», en M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO (coord.), «El empleador en el Derecho del Trabajo», Colección Andaluza de Relaciones Laborales, nº1, Madrid, 1999, pág. 10 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO triangular como una forma alternativa de organizar la prestación de servicios, natural en sistemas económicos avanzados y legal en principio. Una primera medida sería alterar los términos actuales del artículo 43 ET, ese juego regla/excepción que ya conocemos bien, para admitir otras formas de cesión aparte del trabajo temporal. Es ésta una medida adoptada ya en algunos sistemas jurídicos, vinculada normalmente a supuestos de movilidad de trabajadores en el seno de grupos de empresas90. Esto es, el fondo, lo que han venido haciendo los tribunales laborales en su aplicación del artículo 43 ET, cuando han exigido la concurrencia de otros requisitos adicionales a los recogidos en su apartado 1º para entender presente una cesión ilegal. La decisión del legislador de prohibir cualquiera de éstas no ha sido sostenida por la jurisprudencia, que ha elaborado una construcción en la que junto a la cesión ilegal y el trabajo temporal queda espacio para una cesión ilegal. Los nuevos supuestos de cesión legal pueden variar: desde una admisión de cualquier modalidad de ésta, con la excepción de los supuestos abiertamente fraudulentos, a una enumeración limitada de los supuestos permitidos: destacamento temporal de trabajadores, cesiones entre trabajadores de un mismo grupo91, contratas de sólo o principalmente mano de obra La práctica judicial ha identificado ya los casos más recurrentes de cesiones de cuya ilegalidad se duda, y éstos 90 Así se ha hecho en el derecho portugués con la figura de la «cedência de trabalhadores»; vid. J. N. ZEHNA M ARTINS, Cedência de trabalhadores e grupos de empresas, Almedina, Coimbra, 2002. En el derecho alemán se encuentra también una práctica de este tipo; apud P. SCHÜREN, «Employee leasing in Germany», Comparative Labor Law & Policy Journal, vol. 23, nº1, 2001, pág. 67 ss. 91 De forma monográfica, E. G. ARCE ORTIZ, «La circulación de trabajadores en el grupo de empresas», Mergablum-Universidad de Cádiz, Sevilla, 2003, passim. podrían ser un buen punto de partida. Sobre éstos será el diálogo social y el legislador laboral los que trabajen para terminar de afinar los espacios para uno y otro tipo de cesión. Alterado el ámbito de aplicación de la cesión ilegal, habría que reformar también su régimen jurídico, distinguiendo los supuestos de legalidad y de ilegalidad; en particular, la ordenación de la cesión legal debe basarse en los instrumentos jurídicos ya utilizados para el trabajo en contratas responsabilidades y derechos de información, más algunos otros de los previstos para el trabajo temporal duración máxima, reparto de obligaciones entre los empresarios, supuestos de utilización. Junto a esta novedad, debería avanzarse también hacia la aceptación de la cesión permanente de trabajadores. Esta cesión permanente ha sido ignorada en la doctrina laboral española, por la redacción de los textos legales que definen la cesión, que siembre han incorporado un mención expresa a su carácter temporal. Siempre se ha pensado, por otra parte, que la cesión permanente no era tal cesión, sino una forma de intermediación ilegal. Además, la mayoría de los supuestos de cesión de trabajadores que los tribunales fueron aceptando tenía este elemento de temporalidad. Pues bien, el proceso de externalización de funciones empresariales ha hecho viables estas formas triangulares de trabajo, que se justifican desde la lógica de las nuevas formas de producir. De la misma manera que la cesión no significa ya necesaria e ineludiblemente un fraude en la contratación laboral, tampoco supone de un modo indefectible una práctica temporal. De nuevo encontramos en el ámbito europeo sistemas jurídicos, como el italiano, en el que se ha legalizado y regulado esta figura. La existencia de un sujeto dedicado profesionalmente a la cesión de trabajadores, la ETT, facilita su ordenación, al poder atribuirse a ésta esta actividad, de un lado; y al poder REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 217 ESTUDIOS regularse mediante meras correcciones en su normativa reguladora, de otro92. En este contexto se impone también una profunda reordenación del régimen jurídico de las ETT. La conceptuación de éstas como unos sujetos dedicados en exclusiva al trabajo temporal, en un régimen ciertamente restrictivo, no parece muy justificable en un momento en que están surgiendo nuevas actividades empresariales en el mercado de trabajo, carentes de toda regulación y control. Mediante la oportuna reforma legal se podría atribuir a las ETT el desarrollo de estos servicios, tales como la recolocación, la selección o incluso la intermediación. La ampliación de las funciones legales de las ETT supondría desde el punto de vista de éstas una flexibilización de su régimen jurídico, al eliminarse la principal restricción que les afecta como empresas, la obligación de actividad exclusiva; pero desde la perspectiva de estas actividades significa, por el contrario, una ordenación legal, un control en un momento en el que operan en un marco de absoluta desregulación. Con ello se produciría, también, el paso a una nueva concepción de estas empresas, de agentes del trabajo temporal a proveedoras de servicios integrales en el campo del mercado de trabajo y de los recursos humanos93. Esto permitiría integrar a las ETT en el desarrollo de las políticas de empleo, utilizando en beneficio de éstas su infraestructura y su conocimiento del mercado como, una vez más, se está haciendo ya en algunos países europeos94. Esta propuesta Aunque es posible pensar también en que la cesión permanente sea excluida de las ETT, para permitirse en otras situaciones, como empresas de servicios o empresas agrupadas. 93 Un análisis de estas nuevas construcciones en J. DENYS, «Challenges for temporary agency work in the information society», Bulletin of Comparative Labour Relations, Nº 50, 2004, pág. 7 ss. De gran interés resulta también el informe de la patronal CIETT, Orchestrating the Evolution of Private Employment Agencies towards a stronger society, Bruselas, 2000. 94 Una síntesis de estos desarrollos en, M. RODRÍGUEZPIÑERO ROYO, «El nuevo papel de las empresas de traba92 218 comienza a tener sus apoyos: según el Informe del Grupo de Expertos para el Diálogo Social, muy citado ya en estas páginas, «puede contemplarse el reconocimiento de un papel superior al actualmente atribuido a las Empresas de Trabajo Temporal»95. De la misma manera, en el escenario económico-productivo arriba señalado es imprescindible promover una regulación de las empresas de servicios, que cuando no se han convertido en el cauce para el regreso de la cesión ilegal de trabajadores, se mueven en situaciones de absoluta indefinición. El régimen previsto por el artículo 42 ET, insuficiente como lo es para las contratas tradicionales, no ofrece prácticamente soluciones para estas empresas. En esta tarea la principal dificultad es la de delimitar qué se entiende por empresa de servicios, diferenciándola del resto de las contratas para fijar la aplicación de su régimen jurídico especial. Y es que, materialmente, las empresas de servicios encajan dentro del indefinido concepto de contrata de obras y servicios con el que opera el Derecho del Trabajo en España. Por eso podría resultar útil jo temporal en España», en M. F. FERNÁNDEZ LÓPEZ & M. RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO (coord.), «Diez años de Empresas de Trabajo Temporal en España», Monografías de Temas Laborales, Sevilla, 2004. 95 Desde varias instancias se está promoviendo esta utilización de las ETT como sujetos activos del mercado de trabajo. Así, en el Informe KOK de 2003 se señala como una de los mensajes dirigidos específicamente a España el de «desarrollar las empresas de trabajo temporal», como instrumento para superar los problemas de nuestro mercado de trabajo. También en un Documento de la CEOE del año 2003 en el que se reflexionaba sobre una posible futura reforma laboral en España podía leerse que «sería por lo tanto recomendable que se incentivara la operación de las empresas de trabajo temporal y los servicios privados de colocación que, en competencia con el INEM, animarían a éste a conseguir una mayor efectividad. Una posibilidad que merecería consideración es la de permitir que dichos servicios operen a semejanza de los head-hunters y que, como éstos, cobraran una prima de éxito cada vez que lograran una colocación». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 MARÍA LUISA PÉREZ GUERRERO y MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO funcionar con una lista de servicios ordenados por esta legislación específica, mejor que intentar definir la empresa que los presta96; las que se dedicaran a prestarlos se constituirían legalmente como empresas de servicios técnicamente hablando, con una autorización administrativa especial y un régimen jurídico ad hoc. La previsión de un régimen especial para las empresas de servicios, a medio caballo entre el de la cesión y el tradicional de la subcontratación, no debe hacernos olvidar lo que debe ser otra prioridad en la ordenación de las relaciones triangulares de trabajo: la reforma del régimen jurídico del trabajo en contratas, para adaptarlo a un nuevo contexto muy diferente al de hace cuarenta años, cuando se sentaron sus bases97. Las reformas operadas en el año 2001, con ser una buena idea, se quedaron muy lejos de dar respuesta a todas las carencias que se plantea en la ordenación de una figura cada vez más esencial en el funcionamiento de nuestro sistema productivo y nuestras relaciones laborales. Como se ve, la propuesta inicial de normalizar las relaciones triangulares de trabajo mediante una nueva regulación de sus principales manifestaciones no es tan radical como podía sonar en un primer momento. Ni tampoco es ciencia-ficción, puesto que muchos de las prácticas que se regulan están ya presentes en nuestro mercado de trabajo. El mismo ordenamiento laboral ha reaccionado frente a éstas, intentando darle respuesta con los instrumentos normativos de siempre: la responsabilidad solidaria; la legalidad como excepción de cesiones directas de trabajadores bien mediante legislaciones especiales, como en el caso de las ETT, bien mediante el expediente de la relación especial de trabajo; la reconducción forzada a la bilateralidad en los supuestos de pluralidad empresarial; y una benevolente calificación como contrata de cualquier práctica que no se considere merecedora de incurrir en la prohibición del artículo 43 ET, entre otras. Sólo se trata de ir más allá las respuestas que el Derecho del Trabajo español ha adoptado tradicionalmente, para adoptar un nuevo enfoque frente a estos fenómenos que a la larga puede resultar más coherente y operativo. El artículo 43 ET debe su origen a la Ley 1369/1960, que desde Italia marcó la respuesta de muchos ordenamientos europeos a la cesión de trabajadores. Esta Ley ha sido derogada en el año 2003, coincidiendo con la puesta en práctica de la reforma Biagi. El precepto que analizamos, siempre en el ojo del huracán, parece disfrutar de una notable resistencia; no, desde luego, como para aguantar sin cambios otros veinticinco años, los que sí le auguramos al Estatuto de los Trabajadores como norma fundamental de nuestras relaciones laborales. Y que lo veamos Como hacía, por cierto, en su momento la Ley italiana de 1960, pionera en la ordenación de las relaciones mediatas de trabajo en Europa. 97 Por todos, J. GARCÍA MURCIA, «La dispersa regulación de las contratas y subcontratas: propuestas de cambio», Documentación Laboral, nº 68, 2003, pág.129 ss. 96 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 219 ESTUDIOS RESUMEN 220 El artículo 43 del Estatuto de los Trabajadores contiene una regla de Derecho tradicional en nuestra legislación laboral, la prohibición de la cesión de trabajadores; en la actualidad contiene una única excepción a esta prohibición, la de las empresas de trabajo temporal. Este precepto regula una institución central de nuestro Derecho del Trabajo, que enlaza también con el Derecho del Empleo, y que expresa el modelo de relación de trabajo sobre el que opera el Estatuto de los Trabajadores. Sin embargo, su aplicación durante sus veinticinco años de vigencia ha sido bastante complicada, generando inseguridad jurídica y fugas sistemáticas de su regulación, demostrando una serie de carencias y limitaciones técnicas que deben ser solucionadas. En el contexto de una economía basada en la externalización de funciones y en la descentralización productiva, la prohibición general de la cesión de trabajadores tiene que ser necesariamente replanteada. En el fondo, la única solución razonable es la de comenzar a admitir las relaciones triangulares de trabajo como una forma alternativa de prestación de servicios laborales. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 El régimen jurídico de la transmisión de empresa 25 años después de la promulgación de la Ley del Estatuto de los Trabajadores SALVADOR DEL REY GUANTER*, DANIEL MARTÍNEZ FONS** RAQUEL SERRANO OLIVARES*** 1. INTRODUCCIÓN S on muchas las instituciones jurídicolaborales cuyo presupuesto aplicativo esto es, la realidad subyacente se ha visto notablemente afectado por los cambios operados en la realidad económica y productiva de nuestro país en las últimas décadas. Así, instituciones jurídicas cuyo diseño tomó como referente la realidad productiva y económica imperante en los años 80, han devenido obsoletas o inadaptadas y, por tanto, socialmente poco eficaces, en el contexto actual, máxime cuando la tarea interpretativa de los tribunales no siempre ha favorecido una interpretación evolutiva o actualizada de la norma legal. Un ejemplo que permite ilustrar lo dicho es el de las relaciones colectivas en la empre- ** Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad Pompeu Fabra. ** Profesor Lector de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad Pompeu Fabra. *** Profesora Titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Barcelona. sa (en particular, representación colectiva de los trabajadores y negociación colectiva) cuya organización pivota en el texto estatutario sobre las nociones de empresa y de centro de trabajo, impidiendo o, al menos, obstaculizando la posibilidad de superar las fronteras físicas de la empresa frente al predominio de fórmulas descentralizadas de trabajo y de prácticas de colaboración interempresarial (grupos de empresa o contrata y subcontrata de obras y servicios). Desde esta perspectiva evolutiva cabe aproximarse también al estudio de la transmisión de empresa ex artículo 44 TRLET, pues es lo cierto que la institución de que se trata se forjó en un contexto económico-productivo en el que predominaba la empresa industrial y, por tanto, una concepción de empresa entendida como la infraestructura debidamente organizada para la producción de bienes y servicios, frente al actual predominio del sector terciario y cuaternario y, por ende, frente a una concepción de empresa entendida más como know-how, donde el elemento personal o humano adquiere cada vez más un mayor protagonismo. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 221 ESTUDIOS A ello hay que añadir la necesidad de extender la protección de los trabajadores a supuestos distintos de los de reestructuración empresarial en sentido propio, y que tradicionalmente han sido desatendidos desde una perspectiva laboral. Así, a los supuestos de adquisición completa o mayoritaria del accionariado de una sociedad, que permite la toma de control de la misma, pues tal operación suele acompañarse de decisiones que inciden directamente en el nivel de empleo y condiciones laborales de sus trabajadores; en particular cuando tal operación significa la integración de la sociedad en un conglomerado empresarial de referencia. Nuestra pretensión no es la de analizar la figura jurídica de que se trata de forma total sino centrarnos en el estudio de aquellos aspectos numerosos, por cierto que han sido objeto de modificación con posterioridad a la Ley del Estatuto de los Trabajadores de 1980. Así, la Ley 12/2001, de 9 de julio, de medidas urgentes de reforma del mercado de trabajo para el incremento del empleo y la mejora de su calidad, que pretendió adaptar el texto estatutario a las modificaciones introducidas por la nueva Directiva 2001/23/CE del Consejo, 12 marzo 2001, que derogó a la 77/187/CEE, y, al tiempo, corregir la parcial inadecuación de la norma española a la comunitaria en punto a los derechos de información y consulta de los trabajadores. Obligada resulta, asimismo, la referencia a la Ley 22/2003, 9 julio, Concursal por cuanto que la misma ha introducido un nuevo art.57 bis en el TRLET, en cuya virtud se impone la aplicación de las especialidades previstas en dicha norma a los supuestos de sucesión de empresa, en caso de concurso, así como a la Ley 52/2003, 10 diciembre, de Disposiciones Específicas en materia de Seguridad Social, en la medida en que vino a retocar el discutido tema de la responsabilidad empresarial en el cumplimiento de la obligación de cotizar y en el pago de prestaciones en el supuesto que nos ocupa. 222 2. EL SUPUESTO DE HECHO DEL ART. 44 TRLET En cuanto manifestación del principio de estabilidad en el empleo (artículo 35.1 CE), el artículo 44 TRLET impone la subrogación del nuevo empresario (cesionario) en los derechos y obligaciones laborales del anterior (cedente) y, por tanto, la continuidad de las relaciones laborales vigentes, en los supuestos de cambio de la titularidad de una entidad económica entendida como un conjunto de medios organizados a fin de llevar a cabo una actividad económica, esencial o accesoria. Son dos, por tanto, los elementos cuya concurrencia desencadenará los efectos jurídicolaborales previstos por el legislador en sede estatutaria: el cambio de titularidad y la transmisión de una entidad económica, en cuanto objeto mínimo de la transmisión. 2.1. El cambio de titularidad Por lo que se refiere al «cambio de titularidad», hay que indicar, de entrada, que la litigiosidad no se ha centrado en esta cuestión, por cuanto que tanto la norma legal y comunitaria como la jurisprudencia nacional y comunitaria han propiciado una interpretación muy amplia de lo que debe entenderse por cambio de titularidad, admitiendo cualquier acto o hecho, inter vivos o mortis causa, que, en la práctica, determine el traspaso de una entidad económica. En verdad, la litigiosidad se ha situado en la interpretación de lo que hemos denominado como objeto mínimo de la transmisión. Y es que resulta irrelevante a tales efectos que el cambio de titularidad de la entidad económica sea o no voluntario, sin que tampoco se exija la existencia de una relación de tracto directo entre empresario cedente y cesionario ni la transmisión de la propiedad, aplicándose el régimen jurídico de la transmisión a todos los supuestos de cambio de la persona física o jurídica responsable de la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES explotación de la empresa que, por cualquier título, contrae las obligaciones de empresario1. En todo caso, no queremos dejar de mencionar algunos supuestos que pueden suscitar dudas en cuanto a si constituyen o no títulos aptos para la transmisión. 2.1.1. La adquisición completa o mayoritaria del accionariado de una sociedad Conviene referirse, en primer lugar, al supuesto de adquisición completa o mayoritaria del accionariado de una sociedad que permite la toma de control de la misma. Sabido es que, tradicionalmente, la jurisprudencia española viene entendiendo que no existe transmisión de empresa en los supuestos de adquisición de la totalidad de las acciones de una sociedad que mantiene su propia existencia y personalidad, pues pervive la titularidad de la empresa desde una perspectiva formal2. Es claro, por tanto, que la toma de control de la sociedad, en lo que se refiere a la finalidad del art. 44 TRLET, carece de relevancia, ya que no se produce una alteración en la persona titular de la empresa que es precisamente la base de la garantía subrogatoria. Con todo, si bien la adquisición de participaciones no cuestiona, en principio, el mantenimiento de las relaciones laborales existentes, que es la finalidad que sustenta el art. 44 TRLET, el que de ella puedan derivarse efectos sobre el volumen de empleo, las condiciones de trabajo o las relaciones colectivas de trabajo, ha abierto en los últimos tiempos un interesante debate sobre si cabe o no extender analógicamente las garantías colecti- Entre otras, vid. SSTJCE, 7 febrero 1985, Arie Botzen y 25 enero 2001, Oy Liikenne Ab. 2 STS 29 noviembre 1994 (RJ 19245). 1 vas contempladas en el citado precepto estatutario3. Téngase en cuenta que, desde el Derecho de Sociedades europeo, se han producido ya algunos intentos de contemplar la dimensión del empleo en ciertas operaciones destinadas a la toma de control de sociedades. En concreto, el último proyecto de Directiva relativa a las ofertas públicas de adquisición del capital de sociedades contempla, dentro de la protección de los interesados, el deber de información a los trabajadores bien a través de sus representantes, bien directamente al propio personal de las condiciones y efectos de la oferta de adquisición. La obligación de informar a los trabajadores de la sociedad objeto de la Oferta Pública de adquisición recae tanto sobre el oferente como sobre la sociedad objeto de la oferta. Cierto es que la carga de informar a los trabajadores se presenta, tanto en la forma como en el contenido, con menor intensidad que la prevista por la normativa comunitaria para los supuestos de reorganización empresarial, si bien no debe pasar inadvertido el hecho de que se reconocen, normativamente, los efectos que sobre el nivel de empleo y condiciones de trabajo pueden derivar de la adquisición o toma de control de una sociedad. Y es, precisamente, en virtud de los efectos que seguirán a la transmisión de la propiedad de la sociedad titular de una empresa por lo que debe facilitarse la información adecuada a los representantes de los trabajadores o, en su defecto, a los propios trabajadores. A la luz de lo antedicho, entendemos que puede reconsiderarse la aplicación de ciertos aspectos de las garantías colectivas para los supuestos de cambios sustanciales en la titularidad de la persona jurídica. Y es que se insiste la adquisición o toma de control de la sociedad titular de la empresa no afecta a la dimen3 R OMERO B URILLO , A.M.; M ORENO G ENÉ , J.: «La adquisición de participaciones societarias como fenómeno de huída el derecho del trabajo», Aranzadi Social, 1999-V, p. 557. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 223 ESTUDIOS sión individual de la transmisión de empresa, puesto que la continuidad formal de la sociedad titular de la empresa no requiere de la garantía del mecanismo subrogatorio, sin embargo, la toma de control presenta una evidente dimensión colectiva: con ocasión del negocio, en relación con la persona jurídica normalmente se adoptarán medidas que pueden incidir directamente sobre el empleo o las condiciones de trabajo del conjunto de trabajadores. Igualmente, la creación o consolidación de conglomerados empresariales a través de la adquisición o toma de control de sociedades repercute en las instancias representativas de los trabajadores en el grupo en todos aquellos supuestos en los que dicha participación aparece legal o convencionalmente institucionalizada. Consiguientemente, a pesar de que, en puridad, el fenómeno de la toma de control de la sociedad no pueda identificarse con el negocio jurídico de la transmisión de empresa en ambos casos se halla presente un efecto sobre la lógica colectiva de las relaciones de trabajo en la organización productiva, que justificaría la aplicación analógica del deber de información a los representantes de los trabajadores en todos los supuestos en los que se produce la toma de control de la sociedad4. 2.1.2. Los supuestos de reorganización administrativa y de traspaso de funciones administrativas entre autoridades públicas administrativas De conformidad con el artículo 1 c) de la Directiva 2001/23/CE del Consejo, 12 marzo 4 BAZ RODRÍGUEZ, J.: Las relaciones de trabajo en la empresa de grupo, Editorial Comares, Granada, 2002, p. 238. En contra, TAPIA HERMIDA («Derechos y deberes de los trabajadores y de los empresarios en las transmisiones de empresas según la nueva normativa comunitaria y del derecho interno español (la necesidad urgente de una reinterpretación)», Revista de Trabajo y Seguridad Social del Centro de Estudios Financieros, núm. 195, 1999, p. 74) quien considera que por más que constituya un cambio real no puede hablarse en tal caso de transmisión de empresa. 224 2001, que derogó a la 77/187/CEE, a su vez reformada por la Directiva 98/50/CE del Consejo, 29 junio 1998, tal norma comunitaria «será aplicable tanto a empresas públicas como privadas que ejerzan una actividad económica, con o sin ánimo de lucro. La reorganización administrativa de las autoridades públicas administrativas y el traspaso de funciones administrativas entre autoridades públicas administrativas no constituirán un traspaso en el sentido de la presente Directiva». De lo expuesto se deriva que el término empresas está empleado en un sentido amplio que parece designar a cualquier persona física o jurídica que desarrolle una actividad económica, esto es, que participe en la vida económica de un país, con independencia de que persiga o no la obtención de beneficios, de donde resulta que la reorganización administrativa de las autoridades públicas administrativas y el traspaso de funciones administrativas entre autoridades públicas administrativas queda excluida del ámbito aplicativo de la Directiva, pues se trata de situaciones que no presentan una dimensión económica, en el sentido de que no son susceptibles de participación en la vida económica o sólo con carácter accesorio, ya que implican ejercicio de la autoridad inherente a los poderes públicos. Ello significa, contrario sensu, que cualquier actividad desarrollada por las Administraciones Públicas que no entrañe ejercicio de la autoridad inherente a los poderes públicos podrá quedar, en su caso, incluida en el ámbito aplicativo de la Directiva, por cuanto que, incluso cuando nos situamos ante la prestación de servicios públicos que pretenden la satisfacción de intereses generales, aquéllas presentan un contenido económico no accesorio que las hace susceptibles de ser explotadas por empresarios particulares. El texto transcrito fue introducido en la Directiva 77/187/CEE por la Directiva 98/50/ CE del Consejo, 29 junio 1998, tomando en consideración la jurisprudencia comunitaria que ya se había pronunciado sobre el parti- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES cular en el sentido de que «el objetivo de la Directiva es proteger a los trabajadores contra las consecuencias desfavorables resultantes de modificaciones en la estructura de las empresas inherentes a la evolución económica en el ámbito nacional y comunitario y que se efectúan, entre otras vías, mediante transmisiones de empresas, de centros de actividad o de partes de centros de actividad a otros empresarios derivados de cesiones o de fusiones. Por consiguiente, no constituye una transmisión de empresa, en el sentido de la Directiva, la reorganización de estructuras de la Administración Pública o la cesión de competencias administrativas entre Administraciones Públicas(...). Al parecer, en la circunstancias del litigio principal, dicha cesión del municipio a la agrupación de municipios sólo afectó a actividades propias del ejercicio del poder público. Aun suponiendo que estas actividades incluyeran aspectos de carácter económico, éstos sólo podrían ser accesorios»5. Sin embargo, como se avanzó, la circunstancia de que el servicio transmitido haya sido concedido por un organismo de Derecho público o el cesionario de la actividad sea un organismo de Derecho público no puede excluir la aplicación de la Directiva cuando la actividad de referencia no es propia del ejercicio del poder público6. En nuestro derecho interno, no se ha recogido una previsión similar con ocasión de la Ley 12/2001, de suerte que puede suscitarse la duda de si en los casos de reorganización administrativa y de traspaso de funciones administrativas entre autoridades públicas resulta o no imperativa la aplicación del art.44 TRLET. En todo caso, a falta de expresa indicación en la ley, parece que, desde una interpretación literal, lo lógico es STJCE 15 octubre 1996 (Asunto Henke). SSTJCE 10 diciembre 1998 (asunto Hidalgo y otros), 14 septiembre 2000 (asunto Collino/Chiappero), y 26 septiembre 2000 (asunto Mayeur). 5 6 considerar que el citado precepto legal resulta de aplicación a todo tipo de transmisiones, sin distinción, como, de hecho, ha venido entendiendo nuestra jurisprudencia (significativamente, en el caso de las ikastolas del País Vasco). 2.1.3. La transmisión de empresa entre dos sociedades de un mismo grupo Interesa referirse, por último, a un supuesto particular sobre el que el TJCE ha tenido ocasión de pronunciarse y es el relativo a si la Directiva puede aplicarse en caso de transmisión entre dos sociedades que tienen los mismos propietarios, la misma dirección, el mismo marco de actuación y que no disponen de ninguna autonomía real para determinar, la una respecto a la otra, su línea de acción en el mercado. La duda se plantea por el hecho de que, en el contexto del derecho de la competencia, dichas sociedades se van a considerar como una empresa única, lo que parece imponer que, de igual forma, se consideren esas dos filiales como un solo empleador a los efectos de la Directiva. El TJCE va a sostener que «el objetivo de la Directiva es regular toda mutación jurídica de la persona del empresario, siempre que se reúnan los demás requisitos, y que, por tanto, puede aplicarse a una transmisión entre dos sociedades filiales de un mismo grupo que constituyen personas jurídicas diferentes que mantienen, cada una por su lado, relaciones laborales específicas con sus trabajadores. La circunstancia de que las sociedades de que se trate tengan no sólo los mismos propietarios, sino también la misma dirección y las mismas instalaciones, y trabajen en la misma obra es indiferente a este respecto. Esta conclusión no queda invalidada... por el concepto de empresa propio del Derecho de la competencia que se explica por el hecho de que, cuando no existe un concurso de voluntades económicamente independientes, las relaciones en el seno de una unidad econó- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 225 ESTUDIOS mica no pueden constituir un acuerdo o una práctica concertada entre empresas, restrictivos de la competencia...Nada justifica que, para la aplicación de la Directiva, la unidad de comportamiento en el mercado de la sociedad matriz y de sus filiales prevalezca sobre la separación formal entre estas sociedades que tienen personalidades jurídicas distintas. En efecto, una solución de esta naturaleza, que tendría la consecuencia de excluir las transmisiones entre sociedades de un mismo grupo del ámbito de aplicación de la Directiva, iría precisamente en contra del objetivo de ésta, que es garantizar, en la medida de lo posible, el mantenimiento de los derechos de los trabajadores en caso de cambio de empresario»7. Aunque, en línea de principio, la doctrina de la separación formal de las entidades que conforman el grupo nos parece acertada, incluso si se trata de empresas sometidas a una dirección unitaria intensa coincidencia de las personas que dirigen las diversas empresas, es lo cierto que habrá que estar en cada caso al grado de funcionamiento integrado de las diversas empresas, por cuanto que, cuando concurra el elemento de la confusión de patrimonios, procederá el levantamiento del velo y la declaración de existencia de una única empresa, de suerte que, en tales casos, no cabrá la aplicación de la figura de la transmisión de empresa. En cambio, si lo que concurre es únicamente el elemento de la confusión de plantillas, sin la confusión de patrimonios, entendemos que ello no determinará por sí solo la consideración del grupo como una única empresa sino la mera extensión de responsabilidades sociales a las empresas del grupo que se han beneficiado de la fuerza de trabajo, prevaleciendo, en todo caso, la separación formal de las sociedades. Cosa distinta es que la personificación jurídica separada de las diversas sociedades del grupo y, en ese marco, la operación de 7 226 STJCE 2 diciembre 1999 (asunto Allen). transmisión de empresa, tengan por finalidad la defraudación de los derechos de los trabajadores, en cuyo caso cabrá dar aplicación a lo dispuesto en el apartado 3 in fine del art.44 TRLET, en cuya virtud «el cedente y el cesionario también responderán solidariamente de las obligaciones nacidas con posterioridad a la transmisión, cuando la cesión fuese declarada delito». 2.2. El objeto de la transmisión. Especial referencia a la sucesión de contratistas o concesionarios en un mismo servicio o actividad Como se avanzó, una de las cuestiones más problemáticas ha sido y sigue siendo la de identificar el objeto de la transmisión. El artículo 44.1 TRLET alude a la transmisión de la empresa, de un centro de trabajo o de una unidad productiva autónoma. De este modo, en tanto la empresa constituye el objeto máximo de la transmisión, la unidad productiva autónoma constituye el objeto mínimo de la transmisión. Efectivamente, la empresa aparece referida a la organización económica en su conjunto. Por su parte, el centro de trabajo se caracteriza esencialmente por presentar una autonomía organizativa entendiendo por tal la existencia de un poder de dirección del personal específico para la unidad considerada y una dimensión locativa o material. La unidad productiva autónoma, en cambio, no presenta una base de carácter predominantemente espacial o geográfica, sino de carácter funcional. Es una parte de la empresa que tiene, al menos, autonomía productiva. Consiguientemente, es imprescindible que exista una unidad productiva y que ésta funcione o pueda funcionar «autónomamente». Se trata, en definitiva, del objeto mínimo cuya transmisión provoca los efectos de la normativa estatutaria y viene a identificarse con la noción de «entidad económica que man- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES tiene su identidad», entendida como «un conjunto de medios organizados a fin de llevar a cabo una actividad económica, esencial o accesoria», que se recoge hoy en el artículo 1.1 b) de la Directiva y en el artículo 44.2 TRLET, y que tiene su origen en la jurisprudencia comunitaria. Ciertamente, en este punto contamos con una abundante y consolidada jurisprudencia del TJCE sobre el objeto mínimo de la transmisión, dictada en interpretación del ámbito aplicativo de la Directiva 77/187/CEE, hoy Directiva 2001/23/CE del Consejo, de 12 de marzo de 2001, que debe ser necesariamente tomada en consideración por las jurisdicciones nacionales. El TJCE ha construido una noción funcional del objeto de la transmisión tendente a simplificar la tarea aplicativa/interpretativa de la norma comunitaria, dada la disparidad de posiciones doctrinales y jurisprudenciales acerca del concepto de «empresa», y de otros que aluden a realidades socio-económicas de nivel inferior. Así, el objeto mínimo de la transmisión se define como la entidad económica que conserva su identidad, ofreciéndose una lista no exhaustiva de los elementos de apreciación de la concurrencia de tales requisitos, que pueden agruparse en cinco categorías8: a) el tipo de empresa o de centro de actividad de que se trate; b) la transmisión de elementos corporales; c) la transmisión de elementos incorporales; d) el hecho de que el nuevo empresario se haga cargo o no de la mayoría de los trabajadores; y d) la continuidad de la actividad. De este modo, la «entidad económica» consistiría en un conjunto organizado de elementos (materiales, inmateriales y personales) que presenta una mínima autonomía funcional o aptitud productiva, con independencia 8 STJCE 18 marzo 1983, Asunto Spijkers. de que se trate de una actividad accesoria o principal de la empresa9. En cuanto al requisito de que la entidad económica conserve su identidad, cabe indicar que la identidad viene dada por el fin productivo o utilidad económica de la entidad de que se trata, de suerte que sólo la afectación de ese conjunto de elementos materiales, inmateriales y personales dotado de autonomía productiva a la prosecución de la misma actividad económica u otra análoga puede determinar la aplicación del mecanismo subrogatorio, en la medida en que se conservan las mismas o similares posibilidades de empleo para los trabajadores. Habida cuenta de la proliferación de los fenómenos de contrata y subcontrata de obras y servicios, una de las cuestiones más problemáticas que se han planteado en la práctica es la relativa a si es posible la aplicación de la Directiva 2001/23/CE, así como del artículo 44 TRLET, a los supuestos de sucesión de contratistas en una misma contrata o concesión. Al respecto debe señalarse que, de conformidad con la jurisprudencia comunitaria y española, la «empresa» a efectos de la aplicación de tales normas, se define como el conjunto de elementos de variada condición y naturaleza que, debidamente organizados, posee como finalidad la explotación de una actividad económica (empresa-organización). Se excluye, así, de entrada, la noción de empresa como actividad del empresario, que puede ser objeto de transmisión (empresaactividad). Es por ello que la sucesión de contratistas o de concesionarios en la mera actividad objeto de la contrata o concesión no integra sin más el supuesto de hecho de las normas citadas. Sin embargo, partiendo de ese planteamiento común, la jurisprudencia comunitaria 9 STJCE 18 marzo 1983 Spijkers; STJCE 7 febrero 1985 Botzen. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 227 ESTUDIOS ha evolucionado hacia una concepción más flexible o funcional de empresa que la acogida por la jurisprudencia española. En efecto, el TJCE, aun rechazando que la mera circunstancia de que se prosiga idéntica o similar actividad sea suficiente para la aplicación de la Directiva, acoge una noción funcional del objeto de la transmisión, cuya apreciación debe modularse en atención al tipo de empresa o de centro de actividad de que se trate. Resulta así que la falta de transmisión de elementos del activo no excluye necesariamente y en todos los casos la aplicación de la Directiva, debiendo tenerse en cuenta el tipo de actividad ejercida, pues, desde el punto de vista de sus elementos organizativos claves, no es lo mismo una empresa industrial que una empresa de servicios. De ello resulta que la importancia respectiva que debe atribuirse a los distintos criterios de la existencia de una transmisión varía necesariamente en función de la actividad ejercida, o incluso de los métodos de producción o de explotación utilizados en la empresa, en el centro de actividad o en la parte de centro de actividad de que se trate. Así, en la medida en que sea posible que una entidad económica funcione, en determinados sectores, sin elementos significativos del activo material o inmaterial, la existencia o inexistencia de transmisión no puede depender, por definición, de la cesión de tales elementos10. Por lo que se refiere en particular al elemento de la transferencia de personal o, en otros términos, al hecho de que el nuevo empresario se haga cargo o no de la mayoría de los trabajadores, conviene señalar que dicho elemento aparece tempranamente citado como criterio a tomar en consideración a la hora de valorar la existencia de una entidad económica en el asunto Spijkers 1 1 . Sin embargo, es lo cierto que hasta el asunto 10 STJCE 14 abril 1994, Schmidt; STJCE 7 marzo 1996, Merckx/Ford Motors. 11 STJCE 18 marzo 1986. 228 Süzen12 tal elemento no se había llegado a aplicar a un supuesto de sucesión de contratistas en la misma actividad en cuanto elemento determinante para valorar la existencia de una transmisión. En el citado caso, el TJCE va a señalar que la Directiva no se aplica a una situación de sucesión de contratistas en el servicio de limpieza de unas instalaciones si la operación no va acompañada de una cesión de elementos significativos del activo material o inmaterial «ni el nuevo empresario se hace cargo de una parte esencial, en términos de número y de competencias, de los trabajadores que su antecesor destinaba al cumplimiento de su contrata». Con tal planteamiento, el TJCE limita el margen de apreciación de los jueces y tribunales nacionales a la hora de valorar la concurrencia de una transmisión de empresa en los supuestos de empresas de servicios al concebir el elemento del traspaso de plantilla como un elemento particularmente relevante en esa tarea de interpretación. En los supuestos, pues, de empresas de servicios, entre otras circunstancias de hecho, deberá tomarse en consideración el hecho de que el nuevo empresario se haga cargo o no de la mayoría de los trabajadores en aquellos sectores en que la actividad descansa fundamentalmente en la mano de obra, ya que un conjunto de trabajadores que ejerce de forma duradera una actividad común puede constituir una entidad económica13. Sin embargo, inicialmente, esa doctrina se construye sobre la base de supuestos de hecho en los que la asunción de personal por el nuevo contratista o empresario entrante se lleva a cabo de forma voluntaria (asunto Sánchez Hidalgo), o bien en los que el nuevo con- STJCE 11 marzo 1997. Esta línea de argumentación se continúa en posteriores pronunciamientos del TJCE, dictados, asimismo, en supuestos de sucesión de contratistas (así, STJCE 10 diciembre 1998 SÁNCHEZ HIDALGO; STJCE 10 diciembre 1998 HERNÁNDEZ VIDAL; STJCE 25 enero 2001, Oy Liikenne Ab). 12 13 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES tratista no asume personal del anterior sin estar obligado a ello por convenio colectivo (asuntos Süzen o Hernández Vidal), de suerte que tal doctrina planteaba la duda de si también cabía otorgar relevancia al elemento del traspaso de personal en los supuestos en que la asunción de plantilla venía impuesta por el convenio colectivo aplicable al nuevo contratista o empresario entrante o, en su caso, por el pliego de condiciones administrativo. Las dudas suscitadas quedaron resueltas con la STJCE 24 enero 2002 (asunto Temco), en la medida en que el Tribunal de Justicia concluyó que: «el artículo 1.º, apartado 1, de la Directiva 77/187/CEE del Consejo, 14 febrero 1977, sobre la aproximación de las legislaciones de los Estados miembros relativas al mantenimiento de los derechos de los trabajadores en caso de traspasos de empresas, de centros de actividad o de partes de centros de actividad, debe interpretarse en el sentido de que ésta se aplica a una situación en la que un arrendatario de servicios, que había confiado contractualmente la limpieza de sus locales a un primer empresario, el cual hacía ejecutar dicho contrato por un subcontratista, resuelve dicho contrato y celebra, con vistas a la ejecución de los mismos trabajos, un nuevo contrato con un segundo empresario, cuando la operación no va acompañada de ninguna cesión de elementos del activo, materiales o inmateriales, entre el primer empresario o el subcontratista y el nuevo empresario, pero el nuevo empresario se hace cargo, en virtud de un convenio colectivo de trabajo, de una parte del personal del subcontratista, siempre que el mantenimiento del personal se refiera a una parte esencial, en términos de número y de competencia, del personal que el subcontratista destinaba a la ejecución del subcontrato». Esta doctrina presenta un efecto jurídico directo de enorme importancia: a efectos de nuestro derecho interno, ya no procede distinguir entre subrogación legal y subrogación convencional, por cuanto que, en ambos casos, se aplica la Directiva, y, por tanto, el régimen legal previsto en materia de trasmisión de empresa. Doctrina que, como se verá, encuentra un difícil encaje en las construcciones doctrinales y judiciales sobre transmisión de empresa elaboradas en nuestro país hasta la fecha. Entrando ya en el análisis de la jurisprudencia española, debe indicarse que, como se avanzó, ésta ha venido defendiendo tradicionalmente una noción de empresa entendida como organización y no así como actividad del empresario, de suerte que, hasta fechas recientes, era doctrina constante del Tribunal Supremo que «en los casos de sucesión de contratas no hay transmisión de la misma sino finalización de una, y comienzo de otra formal y jurídicamente distinta, con un nuevo contratista, aunque materialmente la contrata sea la misma, en el sentido de que son los mismos servicios los que se siguen prestando, no produciéndose por tanto la subrogación del nuevo contratista en los contratos de los trabajadores, salvo que lo imponga el pliego de condiciones, que de ser aceptado vinculará al nuevo concesionario, o se derive de normas sectoriales, si no se transmite los elementos patrimoniales que configuran la infraestructura u organización empresarial básica de la explotación, pues, caso contrario, lo que hay es una nueva sucesión temporal en la actividad sin entrega del soporte patrimonial necesario para la realización de ésta, no siendo por tanto de aplicación el artículo 44 ET»14. Esta doctrina no se modulaba en atención al tipo de empresa o de actividad, de suerte que, tratándose de empresas de servicios que desarrollaban sus actividades con escaso 14 Así, véanse, entre otras, STS 14 abril 2003, RJ 5194; STS 18 marzo 2003, RJ 3385; STS 22 mayo 2000; STS 26 abril 1999; STS 29 abril 1998; STS 6-21997. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 229 ESTUDIOS soporte patrimonial, la aplicación estricta de la noción de «empresa-organización» determinaba la exclusión de la existencia de transmisión de empresa en los casos de sucesión de contratistas, al no verificarse el traspaso de elementos del activo. Consiguientemente, en tales sectores de actividad, la continuidad de las relaciones de trabajo en los casos de cambio de contratista o concesionario se hacía depender de la autonomía individual o colectiva, esto es, de la existencia de un pliego de condiciones administrativo o de un convenio colectivo aplicable al empresario entrante que impusiera dicha obligación de mantenimiento de las relaciones de trabajo adscritas a la contrata o concesión. fácticos de los que pueda deducirse que el cambio o variación de la empresa a la que se encomiendan los servicios de limpieza en el centro de trabajo hubiere comportado la transmisión al nuevo concesionario de los elementos patrimoniales que configuraban la infraestructura u organización empresarial básica de la explotación o que hubiere ido acompañada de una cesión, entre ambos empresarios de limpieza, de elementos significativos del activo material o inmaterial ni que el nuevo empresario se hubiere hecho cargo por tal causa de una parte esencial, en términos de número y de competencia, de los trabajadores que su antecesor destinaba al cumplimiento de su contrata»15. Sin embargo, habida cuenta de la jurisprudencia comunitaria, que en los últimos años ha venido matizando la noción de empresa como organización cuando se enfrentaba a supuestos de sucesión de contratistas cuya actividad consistía en la prestación de servicios que requerían un escaso soporte patrimonial y cuya organización reposaba en el elemento personal, el Alto Tribunal español se ha visto en la necesidad de tener que incorporar como elemento de juicio relevante a la hora de determinar la existencia de transmisión de empresa el tipo de empresa o de centro de actividad de que se trata (empresa industrial, de servicios, etc.) y, en particular, a raíz de la línea jurisprudencial iniciada con el caso Süzen, atender al elemento de la transmisión de plantilla, esto es, al hecho de si el nuevo concesionario se ha hecho o no cargo de una parte esencial, en términos de número y de competencia, de los trabajadores que su antecesor destinaba al cumplimiento de su contrata. No obstante, años más tarde, el Tribunal Supremo va a poner de manifiesto abiertamente sus reservas sobre el criterio de la transferencia de personal. De este modo, a partir de 1997, en buena parte de pronunciamientos del Tribunal Supremo ya se va a tomar en consideración de forma expresa el tipo de empresa o de centro de actividad de que se trata. Así, en un supuesto de sucesión de contratistas en un servicio de limpieza, se indica que «en el supuesto ahora enjuiciado no existen datos 230 Así, en su Sentencia de 20 de octubre de 200416, y tras numerosos pronunciamientos previos sobre el mismo supuesto de hecho en los que se había obviado el elemento de que se trata, el Alto Tribunal, después de reconocer que la doctrina del TJCE vincula a los órganos judiciales españoles y de acatar la doctrina sobre la sucesión de plantillas, expone por vez primera sus dudas sobre la corrección del criterio elaborado por el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, en un supuesto de sucesión de contratistas en el que se impone la continuidad de las relaciones de trabajo a través del pliego de condiciones administrativo. Se trataba, en concreto, de la sucesión de Eurohandling (formada por Air España S.A. y F.C.C. Agua y Entorno Urbano, S.A.) en la prestación del servicio de asistencia en tierra a las arenovanes y pasajeros en el aeropuerto de Gran Canaria, previamente adjudicado por el ente público AENA a Iberia, L.A.E., S.A., sin traspaso de elementos patrimoniales desde Iberia LAE a Eurohandling. 15 16 STS 10 diciembre 1997(RJ 736/1998). RJ 7162/2004. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES El Tribunal Supremo razona que: «difícilmente a juicio de esta Sala, puede ser la asunción de la plantilla un criterio válido para determinar la existencia de una transmisión de empresa, con los efectos que de ella se derivan en nuestro ordenamiento. La primera dificultad consiste en que el efecto de la transmisión es precisamente la asunción de la plantilla de la empresa cedente por la cesionaria, con lo que no cabe, en principio, transformar ese efecto en la causa determinante de la transmisión. En realidad, la incorporación «total o parcial» de la plantilla que se produce en estos casos nada tiene que ver con la transmisión de un establecimiento empresarial, sino que se trata de decisiones de la autonomía privada o de la autonomía colectiva, que se orientan bien a la nueva contratación de unos trabajadores con experiencia previa en la actividad que continúa o bien a establecer unas garantías adicionales para el personal de la empresa saliente con el fin de evitar que la terminación de la contrata suponga para ellos la entrada en el desempleo, como ha sido el caso de las garantías contenidas en determinados convenios colectivos sectoriales, entre los que pueden citarse los de limpieza y seguridad. Pero precisamente estas garantías se han establecido porque el supuesto no era reconducible al del artículo 44 del Estatuto de los Trabajadores y si se sostiene que en estos casos hay sucesión con aplicación del régimen jurídico derivado de la misma que no implica sólo el mantenimiento de los contratos, sino la conservación de su contenido contractual y, sobre todo, la aplicación de un régimen muy severo de responsabilidad solidaria en las obligaciones laborales y de Seguridad Social, la consecuencia más probable no será una mejora de la protección de los trabajadores, sino un efecto de desincentivación de estas contrataciones y del establecimiento convencional de estas garantías, que acabarán privando de las oportuni- dades de empleo a los trabajadores que supuestamente se quiere proteger, como muestra de modo claro la comparación de las soluciones de los casos Sánchez Hidalgo y Hernández Vidal: en la actividad contratada por la empresa Hernández Vidal no se aplicaron las garantías de la sucesión, porque esa empresa no contrató a ninguna trabajadora de la empresa saliente (sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal de Justicia de Murcia de 13 de enero de 1999), pero estas garantías sí se aplicaron en el caso Sánchez Hidalgo (sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha de 30 de enero de 1999 ), porque la empresa había contratado a determinadas trabajadoras de la concesionaria saliente, con lo que paradójicamente basta no contratar a los trabajadores del anterior contratista para evitar la sucesión, cuando la función de ésta consiste en garantizar que los trabajadores del empresario cedente mantengan sus contratos con el cesionario». De lo expuesto se desprende que la máxima preocupación del Tribunal Supremo es la de evitar que, en los casos de subrogación pactada convencionalmente o impuesta a través del pliego de condiciones administrativo, la imperativa asunción por el nuevo contratista de la plantilla del anterior se considere como una transmisión ex art.44 TRLET, y, por tanto, que se excluya la aplicación del régimen jurídico ad hoc previsto en el convenio o pliego de condiciones administrativo a favor del más riguroso régimen legal que «no implica sólo el mantenimiento de los contratos, sino la conservación de su contenido contractual y, sobre todo, la aplicación de un régimen muy severo de responsabilidad solidaria en las obligaciones laborales y de Seguridad Social». Téngase en cuenta que, a diferencia de la subrogación que opera ex lege, la subrogación convencional se ha visto sometida en la negociación colectiva española a diversos condicionantes, de suerte que nos situamos ante una REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 231 ESTUDIOS subrogación de efectos limitados. Entre los condicionantes más frecuentes encontramos tres. En primer lugar, se condiciona la subrogación desde un punto de vista subjetivo estableciéndose como requisito que el trabajador adscrito al servicio objeto de transmisión tenga una determinada antigüedad en el puesto de trabajo. Con ello se trata de evitar una adscripción indiscriminada de trabajadores en un momento temporalmente próximo al de la pérdida de la contrata. El Tribunal Supremo ha precisado a este respecto que «la norma sectorial ha de ser interpretada restrictivamente, puesto que viene a constituir una excepción a la regla general, y en tal sentido cuando exige que los siete meses inmediatamente anteriores a la sucesión en la contrata o concesión el trabajador esté destinado a ella, salvo las ausencias reglamentarias, ha de ser aplicado literalmente, de modo que no cabe incluir en dicho período de permanencia la ausencia del trabajador durante un mes en que estuvo destinado a otro local, del que regresó después»17. En segundo término, se condiciona la subrogación desde un punto de vista formal, fijándose obligaciones de información a cargo de la empresa que pierde la contrata cuyo incumplimiento acarrea la inaplicación de la garantía subrogatoria. El Tribunal Supremo ha tenido también ocasión de pronunciarse sobre el particular, señalando que «en los supuestos en que no se produce una transmisión de empresa en los términos del artículo 44 ET, la subrogación empresarial puede tener lugar con fundamento en el convenio colectivo aplicable, a cuyos presupuestos, extensión y límites debe estarse, por lo que, partiendo del incumplimiento por parte de la empresa saliente de sus esenciales obligaciones de información a la entrante 17 232 STS 8 junio 1998, RJ 6693. necesarias para que se produjera la subrogación, cabe negar la existencia de subrogación, garantizándose, en todo caso, el empleo de los trabajadores al mantenerse la relación laboral con la empresa saliente»18. Ahora bien, como ha matizado el Alto Tribunal «la subrogación puede operar incluso cuando la documentación no está totalmente completa, siempre que no se trate de falta de documentación imprescindible para informar sobre las circunstancias profesionales de los trabajadores afectados y para justificar que se han atendido sus obligaciones dinerarias y de la Seguridad Social»19. En tercer y último lugar, se limitan los efectos propios de la transmisión, pues, a menudo, la garantía convencionalmente pactada se refiere únicamente a la continuidad de las relaciones laborales mediante la incorporación a la nueva empresa de los trabajadores de la anterior contratista, pero sin imponerse propiamente una subrogación empresarial, al tiempo que se excluye la responsabilidad solidaria de la empresa entrante por las deudas pendientes al tiempo de la subrogación convencional20. No cabe duda, por tanto, de que la subrogación convencional presenta unos efectos más limitados que la legal, de modo que, de equipararse ambos tipos de subrogación por aplicación de la jurisprudencia comunitaria, el Alto Tribunal alerta del muy probable efecto de «desincentivación de estas contrataciones y del establecimiento convencional de estas garantías, que acabarán privando de las oportunidades de empleo a los trabajadores que supuestamente se quiere proteger». 18 Entre otras, véanse SSTS 10 diciembre 1997 (RJ 1998/736); 9 febrero 1998 (RJ 1644); 29 abril 1998 (RJ 3879); y 30 septiembre 1999 (RJ 9100). 19 SSTS 11 marzo 2003, (RJ 2003/3353) y 28 julio 2003 (RJ 782). 20 Véanse sobre el particular SSTS 31 marzo 1998 (RJ 4575), y 15 octubre 2002 (RJ 1372). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES Para ilustrar su crítica, el Tribunal Supremo alude a los asuntos Sánchez Hidalgo y Hernández Vidal resueltos por el TJCE. No obstante, en nuestra opinión, tales supuestos no son idénticos al que nos ocupa, por cuanto que en ninguno de ambos casos la asunción de personal por parte del empresario entrante venía impuesta por convenio colectivo o por el pliego de condiciones administrativo. Por tanto, parece lógico que, en el caso Hernández Vidal en que una empresa que encomendaba a otra empresa la limpieza de sus locales decide poner fin al contrato que la vinculaba a aquélla y, en adelante, ejecutar por sí misma esas tareas con trabajadoras de nueva contratación, la no asunción por parte del empresario arrendatario del elemento organizativo clave de la actividad de limpieza como es el personal excluya la existencia de transmisión de una entidad económica. En cambio, en el caso Sánchez Hidalgo, tratándose del servicio de atención domiciliaria, es lo cierto que la asunción voluntaria por parte del nuevo contratista del personal competente para llevar a cabo tal actividad, sí puede considerarse como transmisión de una entidad económica, habida cuenta que se trata de una actividad cuyo desempeño descansa fundamentalmente en el elemento personal y este elemento organizativo clave es «adquirido» voluntariamente por el nuevo empresario como quién adquiere los elementos patrimoniales de una empresa en sentido clásico empresa industrial. La crítica del Tribunal Supremo consiste en señalar que, en los casos de que se trata, basta con no contratar a los trabajadores del anterior contratista para evitar la sucesión, cuando la función de ésta consiste en garantizar que los trabajadores del empresario cedente mantengan sus contratos con el cesionario. Sin embargo, no existe paradoja alguna en este resultado pues las garantías de la transmisión sólo operan cuando se adquiere una entidad económica y esta noción debe ponerse en relación con el tipo de empresa o actividad de que se trate, de suer- te que si el elemento personal constituye realmente el elemento organizativo clave de la actividad que se prosigue por el nuevo empresario y como tal es asumido libremente por éste, se habrá transmitido efectivamente una entidad económica, pero no así en caso contrario. Ahora bien, la paradoja sí se produce, y resulta irresoluble, cuando se aplica el régimen jurídico previsto en la Directiva a un supuesto de sucesión de contratistas en que la transmisión de personal del empresario saliente al entrante resulta imperativa para el segundo, al venir impuesta por convenio colectivo o por el pliego de condiciones administrativo. Y es que, como bien indica el Alto Tribunal, «la incorporación total o parcial de la plantilla que se produce en estos casos nada tiene que ver con la transmisión de un establecimiento empresarial, sino que se trata de decisiones de la autonomía privada o de la autonomía colectiva, que se orientan bien a la nueva contratación de unos trabajadores con experiencia previa en la actividad que continúa o bien a establecer unas garantías adicionales para el personal de la empresa saliente con el fin de evitar que la terminación de la contrata suponga para ellos la entrada en el desempleo». Ciertamente, hay que tener en cuenta que, en la mayoría de supuestos de subrogación convencional, el personal adscrito a la contrata es fácilmente sustituible al tratarse de trabajos de ejecución de escasa cualificación profesional (limpieza o vigilancia y seguridad), de modo que parece lógico establecer una garantía de estabilidad en el empleo, si bien, como contrapartida, no se aplica el entero régimen jurídico previsto en el art.44 TRLET, sino, como se vio, un régimen subrogatorio de alcance más limitado. En este punto, compartimos plenamente el razonamiento del Tribunal Supremo, por cuanto que si en los casos de subrogación convencional se ha de aplicar igualmente el régimen jurídico legal la conse- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 233 ESTUDIOS cuencia más probable no será una mejora de la protección de los trabajadores, sino un efecto de desincentivación de estas contrataciones y del establecimiento convencional de estas garantías. En efecto, cuando la subrogación viene impuesta por convenio colectivo o por el pliego de condiciones administrativo, no es posible discernir si el elemento personal es o no clave en el desarrollo de la actividad de que se trata para el empresario entrante. Probablemente, en actividades como la limpieza o la vigilancia y seguridad, el elemento personal con escasa cualificación profesional, y por ello fácilmente sustituible, y con funciones que no se desarrollan en contacto con el público o los clientes de la empresa no constituya normalmente por sí solo una entidad económica. De este modo, lo lógico es que el empresario entrante aporte su propio personal, a menos que el convenio o el pliego de condiciones administrativo imponga otra cosa. De lo expuesto se deriva que, en nuestra opinión, el punto de mira debería situarse en el carácter voluntario o imperativo de la transferencia de personal, debiéndose otorgar relevancia a la asunción de personal por parte del empresario entrante únicamente cuando estemos ante una «adquisición» voluntaria de ese elemento organizativo, pues ello será revelador de la transmisión de una auténtica entidad económica. Ciertamente, sólo podremos concluir que el elemento personal es lo suficientemente relevante como para constituir el núcleo organizativo básico de la actividad que se prosigue cuando aquél sea asumido libremente por el nuevo empresario como el que libremente adquiere una empresa de tipo industrial. No se trata de dejar al arbitrio del empresario la continuidad de las relaciones de trabajo sino de determinar si esas relaciones de trabajo constituyen una auténtica entidad económica que es asumida como tal por el nuevo empresario. Siendo así, en los supuestos de sucesión de contratistas en servicios que no requieran 234 elementos patrimoniales relevantes para su desarrollo, cabrían tres opciones: a) se impone la subrogación empresarial vía convencional, en cuyo caso la asunción de personal por el nuevo empresario resultará imperativa, de suerte que no cabrá apreciar la existencia de sucesión de empresa y el alcance de la subrogación se ajustará al régimen jurídico específico previsto en el pliego administrativo o en el convenio aplicable; o bien b) no se impone la subrogación empresarial vía convencional y el nuevo concesionario no asume voluntariamente buena parte del personal del anterior, en cuyo caso no cabrá apreciar la existencia de transmisión de empresa por cuanto que no se ha transmitido una entidad económica; o bien c) no se impone la subrogación empresarial vía convencional y el nuevo concesionario asume voluntariamente buena parte del personal del anterior, en cuyo caso se aplicará el régimen previsto en el art.44 TRLET, si, por el tipo de actividad, el elemento organizativo básico reside en el personal que presta servicios. En todo caso, es preciso reconocer que no es ésta la tesis defendida por el TJCE. La segunda dificultad de la doctrina de la sucesión en la plantilla apuntada por el Alto Tribunal se relaciona con la cesión de los contratos y con las garantías de los trabajadores frente a descentralizaciones productivas estratégicas. Así, se indica que: «La subrogación en los contratos está vinculada a la transmisión de la empresa, porque de esta forma se establece una garantía frente a la pérdida del empleo que se produciría si los contratos se mantuviesen con un empresario que ya no cuenta con un establecimiento productivo. Esta REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES garantía se invierte cuando, sin que exista ese soporte objetivo de la transmisión del establecimiento empresarial o de los «intangibles» que hacen posible su actividad, se sostiene que basta un acuerdo entre empresarios, transfiriendo de uno a otro a los trabajadores, para que los contratos de trabajo suscritos con el primero se transmitan al segundo. De acuerdo con la teoría general de las obligaciones, este cambio no es posible sin el consentimiento del trabajador, pues en la relación laboral empresario y trabajador son a la vez deudor y acreedor de salario y de trabajo, y el cambio de empresario (deudor de salario) sólo puede realizarse con el consentimiento del trabajador (acreedor de salario y de las restantes prestaciones a cargo del empresario), como dice claramente el artículo 1205 del Código Civil. Esta norma general garantía esencial para los trabajadores de mantener su vinculación a una empresa sólida y solvente sólo tiene la excepción del artículo 44 del Estatuto de los Trabajadores, pero precisamente en este caso no se rompe la garantía porque la subrogación de los contratos sigue a la transmisión de la empresa o de la unidad productiva correspondiente. Aceptar, por tanto, la mera transferencia de la plantilla como una sucesión de empresa es alterar la significación de la garantía contenida en el artículo 44 del Estatuto de los Trabajadores y en la Directiva 77/187, vigente en el momento en que se produjo la transferencia de personal aquí debatida, y deteriorar gravemente las garantías de los trabajadores. Como ya dijo la Sala en su sentencia de 22 de enero de 1990 , una mera cesión de los contratos de trabajo no es una sucesión de empresa y afirmar lo contrario pone en crisis todo el sistema de protección del artículo 44 del Estatuto de los Trabajadores». En la exposición de este contraefecto negativo, entendemos que el Tribunal debería matizar su doctrina tomando en consideración el tipo de empresa o actividad de que se trata. Ciertamente, si desvinculamos el criterio de la transferencia de plantilla del tipo de empresa podrían producirse situaciones de clara desprotección de los trabajadores cuando, tratándose de una empresa cuya actividad requiere de un soporte patrimonial relevante, el mero acuerdo entre empresarios, transfiriendo de uno a otro a los trabajadores, pudiera determinar sin más la cesión de los contratos de trabajo de uno a otro. Pensemos, por ejemplo, en el caso de una empresa industrial que, vía acuerdo con otra empresa, y sin que exista transmisión de elementos patrimoniales relevantes, traspasa parte de su personal a esa otra empresa. Evidentemente, no existe justificación posible para la cesión de contratos, en la medida en que no se produce la transmisión de una entidad económica susceptible de funcionamiento autónomo, al no transmitirse los elementos patrimoniales básicos que permiten la explotación de la actividad. Sin embargo, en los supuestos de empresas cuya actividad requiere escaso soporte patrimonial y por ello mismo descansa fundamentalmente en el elemento humano, no se producirán descentralizaciones productivas fraudulentas sin más, en el sentido de que los trabajadores puedan ser cedidos a empresarios que ya no cuentan con un establecimiento productivo que haga posible la continuación de su actividad. Y es que su actividad probablemente podrá continuarse porque disponen del personal competente necesario para desarrollarla, al no exigir a tales efectos elementos patrimoniales relevantes. En todo caso, el problema que aborda el Alto Tribunal es el de aquellos supuestos de sucesión de contratistas en actividades que no requieren medios patrimoniales relevantes para su desarrollo y en los que la transmisión de personal viene exigida por convenio colectivo o por el pliego de condiciones administrativo, imponiéndose la cesión de los contratos no sólo al empresario entrante sino también a los trabajadores afectados. En suma, la preocupación del Tribunal se centra REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 235 ESTUDIOS ahora en la posibilidad de que, al equipararse la subrogación convencional con la legal, la cesión de los contratos de trabajo pueda imponerse a los trabajadores afectados. Conviene tener en cuenta a este propósito que el propio TJCE ha precisado en Sentencia 24 enero 2002 (asunto Temco) que: «el artículo 3.º, apartado 1, de la Directiva enuncia el principio de la transmisión automática al cesionario de los derechos y obligaciones que resulten para el cedente de los contratos de trabajo existentes en la fecha de la transmisión de la empresa. La norma que resulta de estas disposiciones, según la cual la transmisión tiene lugar sin el consentimiento de las partes de que se trate, debe considerarse imperativa; en perjuicio de los trabajadores, no pueden admitirse excepciones a lo previsto en ella. Por consiguiente, la efectividad de los derechos que la Directiva confiere a los trabajadores no puede depender de la voluntad del cedente, ni del cesionario, ni de los representantes de los trabajadores, ni siquiera de los propios trabajadores (sentencia de 25 julio 1991, DUrso y otros, C362/89). Sin embargo, aunque la transmisión del contrato de trabajo se impone tanto al empresario como al trabajador, el Tribunal de Justicia ha admitido la facultad de este último para negarse a que su contrato de trabajo sea transferido al cesionario (véase la sentencia 16 diciembre 1992, Katsikas y otros, asuntos acumulados C-132/91, C-138/91 y C-139/91). En ese caso, la situación del trabajador depende de la legislación de cada Estado miembro: bien el contrato de trabajo que vincula al trabajador con la empresa cedente podrá ser resuelto a iniciativa del trabajador o del empresario, o bien, el contrato se mantendrá en vigor con esta empresa (véase, en particular, la sentencia Katsikas y otros)». En definitiva, pues, el TJCE desvincula la existencia de transmisión de empresa del 236 efecto de la cesión de los contratos respecto de los trabajadores afectados, de suerte que puede existir transmisión y, en cambio, no producirse la cesión contractual por negarse a ello los trabajadores implicados. Sin embargo, si, por aplicación de la jurisprudencia comunitaria, la subrogación convencional debe ser tratada como la legal, el personal afectado podrá negarse a que su contrato sea transferido al nuevo contratista o concesionario, si bien, a falta de expresa indicación normativa en nuestro derecho interno, en principio, el contrato no se considerará vigente con la empresa saliente sino resuelto a iniciativa del trabajador baja voluntaria o bien, aun considerándose vigente, la negativa del trabajador se interpretará como un incumplimiento de una orden empresarial legítima susceptible de ser sancionado disciplinariamente21; conclusión que se sitúa en abierta contradicción con la tesis imperante en nuestra jurisprudencia en los casos de subrogación convencional, por cuanto que si el trabajador afectado no consiente la subrogación, su contrato se considerará vigente con el empresario saliente, sin perjuicio de que éste pueda acudir, en su caso, a un despido por causas empresariales. A modo de recapitulación de lo hasta aquí expuesto, baste señalar que, para evitar la paradoja de que el principal efecto de la transmisión la asunción del personal por el empresario entrante se transforme en la causa determinante de la misma, debería tra- 21 Conviene precisar a este respecto que no se trata de una cuestión de fácil solución, como evidencia el propio Tribunal Supremo cuando señala que «en el presente caso no hay transmisión de empresa, pero, aun en el supuesto de que la hubiera, el trabajador no podría ser transferido obligatoriamente a la empresa adquirente, aunque su contrato con el cedente se vería tal vez afectado por las consecuencias derivadas de esa transmisión; cuestión que, pese a su indudable interés, no puede ser abordada aquí al quedar al margen de la decisión del pleito» (STS 20 octubre 2004 (RJ 7162). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES zarse una distinción entre la transferencia de personal voluntaria y la transferencia de personal impuesta al nuevo empresario, por cuanto que sólo en el primer caso puede existir genuina transmisión de una entidad económica. De no ser así, se presenta el riesgo de desincentivar la fijación de garantías subrogatorias vía convenio colectivo o a través del pliego de condiciones administrativo, no sólo por las mayores cargas que se imponen a los empresarios implicados sino también a los trabajadores afectados. Consiguientemente, el elemento de la transferencia de personal sólo debería tener virtualidad en los casos de empresas de servicios con escaso soporte patrimonial en que el nuevo empresario asume voluntaria y pacíficamente con aceptación expresa o tácita de los trabajadores afectados toda o parte de la plantilla del anterior contratista, y su finalidad sería la de impedir que, en tales casos, el nuevo empresario pueda desconocer respecto de esos concretos trabajadores las garantías de mantenimiento provisional de las condiciones de trabajo y otras de las previstas en la normativa comunitaria sobre transmisión de empresa. En todo caso, el Tribunal Supremo va a concluir que, en el supuesto de que se trata, no es posible aplicar el criterio de la sucesión en la plantilla, ya que «lo que ha habido es una decisión de la empresa demandada Iberia de transferir parte de su plantilla a otra empresa, fundándose en el pliego de condiciones de una concesión administrativa. Ahora bien, la decisión de una empresa de transferir su plantilla a otra no equivale a la asunción de plantilla que la doctrina comunitaria considera como un supuesto de transmisión de empresa, porque tal asunción tiene que ser pacífica, efectiva y real, y esto no sucede cuando se trata de una mera decisión unilateral de una parte, que, como es conocido, ha sido impugnada por un gran número de trabajadores y que ha dado lugar incluso a conflictos colectivos». Conclusión que parece difícilmente defendible a la luz de la jurisprudencia comunitaria analizada, puesto que en el tan citado asunto Temco, el TJCE admite que la asunción de personal por el empresario entrante no sea ni voluntaria ni pacífica sino que pueda venir impuesta por el convenio colectivo que le resulte aplicable, siendo entonces obligatoria para el nuevo empresario, sin perjuicio de que los trabajadores afectados puedan negarse a la cesión de sus contratos de trabajo con las consecuencias previstas en la legislación nacional que resulte aplicable. Sea como fuere, habrá que esperar a que el TJCE vuelva a pronunciarse sobre un supuesto idéntico al que nos ocupa, a fin de determinar el nivel de consolidación de esa nueva línea interpretativa. 3. EFECTOS JURÍDICO-LABORALES DE LA TRANSMISIÓN 3.1. La subrogación empresarial: significación y alcance La subrogación del nuevo empresario en todos los derechos y obligaciones laborales y de Seguridad Social del anterior opera ex lege cuando se verifica la concurrencia de una transmisión de empresa, de centro de trabajo o de unidad productiva autónoma. Ello significa que se mantienen los derechos y obligaciones ya generados y que continúan las relaciones de trabajo existentes al tiempo de la transmisión. Ahora bien, a falta de mayor precisión normativa, surge la duda de si el nuevo empresario adquiere las deudas contraídas por el anterior empresario o solamente las que se generen a partir de la fecha de la transmisión. En cualquier caso, la cuestión planteada pierde importancia desde el momento en que el propio precepto legal contempla la responsabilidad solidaria de ambos empresarios durante tres años de las obligaciones labora- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 237 ESTUDIOS les nacidas con anterioridad a la transmisión y que no hubieran sido satisfechas22. En suma, de lo que se trata es de determinar si la titularidad de la obligación pasa o no del cedente al cesionario, y, por tanto, si se trata o no únicamente de un supuesto de extensión de responsabilidades sociales, permaneciendo la deuda en la persona del anterior empresario, de suerte que, en su caso, el empresario cesionario podría reclamar al empresario cedente el importe de las deudas ajenas. Sobre esta cuestión, y tras la nueva redacción del art.44 TRLET derivada de la Ley 12/2001, ha tenido ocasión de pronunciarse la Sala de lo Social de nuestro Tribunal Supremo23. Así, partiendo de considerar que «el indicado precepto en su conjunto puede ser interpretado de dos maneras, pues admite pensar que contiene en exclusiva una garantía de estabilidad en el empleo y de responsabilidad respecto de los trabajadores cedidos, pero también permite sostener que contiene dos garantías, a saber, la de la estabilidad antes indicada, pero también la garantía añadida de una responsabilidad solidaria de los dos empresarios respecto de todas las deudas laborales del empresario cedente con respecto a sus trabajadores, tanto los cedidos como los no cedidos», el Alto Tribunal sostiene que «la reforma introducida por la Ley 12/2001, 9 junio, lo que ha hecho es extraer el principio de responsabilidad solidaria del apartado 1 del art. 44 para situarlo con carácter independiente en el apartado 3 de dicho precepto, y ha sacado igualmente de dicho apartado el deber de comunicación a los representantes de los trabajadores para situarlo en los apartados 6 y siguientes del mismo, tratando por primera GONZÁLEZ BIEDMA, E.: «Art.44. La sucesión de empresa» en VV.AA.: Estatuto de los Trabajadores. Comentado y con jurisprudencia (Dir. Salvador del Rey Guanter), La Ley, Madrid, 2005, pág. 770. 23 SSTS 4 octubre 2003 (RJ 7378), y 15 julio 2003, RJ 6108). 22 238 vez con total independencia el principio de subrogación apartado 1, la exigencia de responsabilidad solidaria, y el deber de notificación que antes figuraban en el mismo apartado, con lo cual ha ayudado a despejar las dudas interpretativas que hasta ahora pudieran existir a favor de la segunda de las tesis antes indicadas». Y es que «desde una interpretación meramente literal del apartado en cuestión es perfectamente posible deducir que lo que el legislador quiso establecer fue no solo la garantía de la subrogación, sino también la garantía de la responsabilidad solidaria de ambos empresarios sobre deudas laborales del cedente sin distinguir entre anteriores y posteriores, puesto que en términos jurídicos subrogarse no es otra cosa que colocarse uno en el lugar del otro, tanto en la titularidad de los derechos que éste tuviera como en relación con sus obligaciones». Por tanto, se concluye que «el legislador español, yendo más allá del comunitario, ha establecido que, en caso de sucesión empresarial no sólo se produce la subrogación de la nueva en los derechos y obligaciones del anterior respecto de los trabajadores cedidos, sino que ha mantenido la responsabilidad solidaria de ambas empresas respecto de las deudas laborales que la empresa cedente tuviera pendientes de abonar». Con todo, el Alto Tribunal matiza que «la responsabilidad solidaria de que aquí se trata no significa que el sucesor deba responder por unas deudas ajenas sin más, sino que responderá sin perjuicio de poder reclamarlas del verdadero deudor, constituyendo tal previsión de solidaridad una garantía de seguridad jurídica tanto a favor de los trabajadores frente a posibles transmisiones fraudulentas llevadas a cabo en su perjuicio y en ocasiones sin su consentimiento como a favor de los empresarios responsables si se tiene en cuenta que esta responsabilidad además de solidaria no es ilimitada en el tiempo, sino que sólo se mantiene viva durante tres años a contar de la transmisión». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES A la vista de todo ello, el Tribunal va a concluir que el art.44 TRLET impone la responsabilidad solidaria de ambas empresas con respecto a las deudas laborales preexistentes a la transmisión respecto de un trabajador no cedido. Aunque la respuesta no resulta todo lo clara que cabía esperar, parece que el Alto Tribunal sitúa la diferencia entre ambas garantías la garantía de la subrogación y la garantía de la responsabilidad solidaria en el hecho de que, en tanto la subrogación supone la mera continuidad en los derechos y obligaciones del empresario anterior respecto del personal transmitido, produciéndose una sustitución en la titularidad de esos derechos y obligaciones pero con efectos ad futurum esto es, a partir de la transmisión, la responsabilidad solidaria alcanza a todas las deudas del cedente nacidas con anterioridad a la transmisión y que no hubieran sido satisfechas , tanto respecto de los contratos de trabajo vigentes al tiempo de la transmisión como de los no vigentes, con la diferencia de que el nuevo empresario no asume la titularidad de esas deudas anteriores, pudiendo reclamarlas, por tanto, al empresario cedente. En todo caso, no parece existir obstáculo para que cedente y cesionario pacten la titularidad final sobre las obligaciones transmitidas, habida cuenta que ambos empresarios son responsables solidarios por aquéllas sin que por ello pueda entenderse tal pacto como fraudulento o en perjuicio de terceros24. 3.1.1. Los derechos y obligaciones a garantizar en caso de sucesión: alcance de la subrogación Entre las novedades más destacadas introducidas en este ámbito por la Ley 12/2001, se 24 GONZÁLEZ BIEDMA, E.: «Art.44. La sucesión de empresa», ob.cit., pág. 770. sitúa la relativa a las obligaciones en materia de Seguridad Social, puesto que se incluyen de forma expresa dentro del efecto subrogatorio los compromisos de pensiones y cuantas obligaciones en materia de protección social complementaria hubiere adquirido el cedente. Hasta ese momento, y en la medida en que la Directiva no establecía en este aspecto una obligatoriedad de continuación, al menos en su conjunto, las decisiones judiciales habían resultado poco claras y, en ocasiones, contradictorias. Ahora, el nuevo art.44 TRLET no deja lugar a dudas y opta por una alternativa notablemente más amplia que la propia normativa comunitaria, en tanto que no sólo se limita a otorgar continuidad respecto a lo que genéricamente denomina «compromisos por pensiones» cuyo epicentro viene dado, sin duda, por lo contemplado en la normativa sobre Planes y Fondos de Pensiones, sino que, además, teniendo en cuenta el sentido más limitado que esta expresión tiene respecto a la de «Seguridad Social (o protección social) complementaria» acoge a esta última en su sentido más amplio, al incluir todo tipo de «mejoras voluntarias». Dejando a un lado las mejoras voluntarias de la Seguridad Social más «coyunturales», como puedan ser las relacionadas con la incapacidad temporal, lo cierto es que la subrogación en materia de prestaciones de más largo plazo, como puedan ser las pensiones, plantean un nivel de complejidad mucho más acentuado. En efecto, teniendo en cuenta que en el precepto no se distingue según la fuente origen de tales obligaciones en materia de protección social complementaria, el mantenimiento de los derechos relacionados con este ámbito de pensiones ha de armonizarse con dos datos: el que la fuente de regulación originaria es, en principio y por regla general, un instrumento tan susceptible de variación REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 239 ESTUDIOS como es el convenio colectivo y el que, además, tales convenios colectivos cuentan ahora con una declaración expresa en el propio art.44 TRLET respecto de una vigencia limitada para los trabajadores afectados por la cesión apartado 4. Aunque, a juicio del TJCE, las prestaciones de jubilación anticipada reguladas por convenio colectivo no constituyen una prestación de jubilación en el sentido del art.3, apartado 3 de la Directiva, es lo cierto que la doctrina vertida en la Sentencia 6 noviembre 2003 (asunto Martín) puede resultar de aplicación al supuesto que nos ocupa, en la medida en que pone de manifiesto la relevancia del tipo de fuente reguladora de la prestación complementaria de que se trata a efectos de su intangibilidad posterior por el nuevo empresario. Así, se indica que la Directiva «se opone a que el cesionario ofrezca a los trabajadores de una entidad transmitida condiciones menos favorables en materia de jubilación anticipada que las que les aplicaba el cedente y a que dichos trabajadores acepten tales condiciones cuando éstas simplemente se equiparan a las condiciones aplicables a los demás empleados del cesionario en el momento de la transmisión, excepto si las condiciones más favorables aplicadas anteriormente por el cedente procedían de un convenio colectivo que ya no es jurídicamente aplicable a los trabajadores de la entidad transmitida». En todo caso, si la protección social complementaria se ha articulado mediante un plan de pensiones, habrá que tener en cuenta, asimismo, lo dispuesto en el artículo 5.4 f) del Texto Refundido de la Ley 8/1987, de 8 de junio, de Regulación de los Planes y Fondos de Pensiones25, por cuanto que señala que, salvo acuerdo en contrario, no será causa de terminación del plan de pensiones la cesión Real Decreto Legislativo 1/2002, de 29 de noviembre, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley 8/1987. 25 240 global del patrimonio, subrogándose la entidad resultante o cesionaria en la condición de promotor del plan de pensiones. Además, conviene precisar que, si a consecuencia de la transmisión de empresa fusión, una misma entidad resulta promotora de varios planes de pensiones del sistema de empleo, será preciso integrar en un único plan de pensiones a todos los partícipes y sus derechos consolidados, y en su caso a los beneficiarios, en el plazo de doce meses desde la fecha de efecto de la transmisión. 3.1.2. La continuidad de las relaciones de trabajo La subrogación del nuevo empresario supone el mantenimiento de las relaciones de trabajo existentes en el momento de la transmisión. Se trata de una excepción a la regla civilista en cuya virtud el cambio de deudor requiere el consentimiento de la contraparte de la relación obligatoria, y encuentra justificación en el principio de estabilidad en el empleo (artículo 35.1CE), pues si la empresa o parte de actividad continúa explotándose pese al cambio de empresario, se mantienen las mismas posibilidades de empleo para los trabajadores adscritos a aquélla. Así pues, las relaciones laborales que existen con el cedente en la fecha de la transmisión se traspasan de pleno derecho al cesionario, aún a pesar de la oposición del cedente o del cesionario. En este sentido, el TJCE ha sostenido reiteradamente que «las normas de la Directiva, y en particular las relativas a la protección de los trabajadores en contra del despido por causa de transmisión, deben ser consideradas imperativas en el sentido de que no pueden establecerse excepciones en perjuicio de los trabajadores. De ello se deduce que, en caso de transmisión de empresa, el contrato de trabajo o la relación laboral que vincula al personal de la empresa transmitida deja de vincular al cedente y continúa de pleno derecho con REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES el cesionario...debido al carácter imperativo de la protección organizada por la Directiva y so pena de privar realmente a los trabajadores de dicha protección, la transferencia de los contratos de trabajo no puede quedar supeditada a la voluntad del cedente o del cesionario y que, en particular, el cesionario no puede oponerse a la Directiva negándose a cumplir sus obligaciones»26. Además, interesa destacar que, de acuerdo con la jurisprudencia comunitaria, la transferencia de los contratos de trabajo y de las relaciones laborales tiene lugar necesariamente en la fecha de la transmisión de la empresa y no puede ser fijada en una fecha distinta a elección del cedente o del cesionario. Ahora bien, importa precisar que la Directiva no impide que un trabajador empleado por el cedente en la fecha de la transmisión de la empresa se oponga a la cesión de su contrato o de su relación laboral al cesionario. Con todo, la Directiva no impone a los Estados miembros la obligación de establecer que, en el supuesto de que el trabajador decida libremente poner fin al contrato de trabajo o a la relación laboral con el adquirente, el contrato de trabajo o la relación laboral se mantenga con el transmitente, ni tampoco se opone a ello. En tal supuesto, corresponde a los Estados miembros determinar el destino reservado al contrato de trabajo o a la relación laboral con el transmitente27. La cuestión es que, a falta de expresa previsión en nuestro Derecho interno, la negativa del trabajador a la subrogación muy probablemente se considerará como una ruptura del contrato de trabajo imputable al trabajador baja voluntaria, o bien como un incumplimiento de una orden empresarial legítima 26 Véanse, entre otras, SSTJCE 14 noviembre 1996, Rotsart de Hertaing y 25 julio 1991, dUrso y otros. 27 SSTJCE 16 diciembre 1992, Katsikas y 24 enero 2002, Temco. susceptible de ser sancionado disciplinariamente, a menos que las condiciones de trabajo propuestas por el cesionario constituyan una modificación sustancial, en cuyo caso la ruptura de la relación laboral será imputable al empresario cesionario28. Téngase en cuenta, no obstante, que el personal de alta dirección «podrá extinguir el contrato especial de trabajo con derecho a las indemnizaciones pactadas, y en su defecto fijadas en esta norma para el caso de extinción por desistimiento del empresario, fundándose en la sucesión de empresa o cambio importante en la titularidad de la misma, que tenga por efecto una renovación de sus órganos rectores o en el contenido y planteamiento de su actividad principal, siempre que la extinción se produzca dentro de los tres meses siguientes a la producción de tales cambios» (artículo 10.3 d) Real Decreto 1382/1985, 1 agosto, por el que se regula la relación laboral especial del personal de alta dirección). Por su parte, en los supuestos de empleados de hogar, «la subrogación contractual por cambio de la persona del empleador sólo procederá previo acuerdo de las partes, presumiéndose éste cuando el empleado siga prestando servicios al menos durante siete días en el mismo domicilio, pese a haber variado la titularidad de éste o la del hogar familiar» (artículo 8.1 del Real Decreto 1424/1985, 1 agosto, por el que se regula la relación laboral de carácter especial del servicio del hogar familiar). En otro orden de cosas, y habida cuenta que la subrogación empresarial constituye un efecto necesario de la transmisión de empresa, cabe considerar que los trabajadores empleados en la empresa, cuyo contrato de trabajo o relación laboral haya sido extinguido por el mero hecho de la transmisión con 28 En este sentido, véase el art.4.2 de la Directiva y la STJCE 12 noviembre 1998, Sanders. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 241 ESTUDIOS efectos a una fecha anterior a la de la transmisión continúan siendo empleados de la empresa en la fecha de la transmisión, de suerte que las obligaciones en tanto que empresario respecto de ellos se transfieren de pleno derecho del cedente al cesionario. Así pues, los trabajadores ilegalmente despedidos por el cedente poco tiempo antes de la transmisión de empresa y de los que no se haya hecho cargo el cesionario pueden invocar frente a éste la ilegalidad de dicho despido29. Es de interés destacar a este respecto la STJCE 15 junio 1988 (asunto Bork International), en la que se sostiene que «Para determinar si el despido ha sido motivado tan sólo por el hecho de la transmisión, en contra del apartado 1 del artículo 4 de la Directiva, conviene tener en cuenta las circunstancias objetivas en las que se ha producido el despido, y especialmente, en un caso como el presente, el hecho de que éste ha tenido efecto en una fecha próxima a la de la transmisión, así como que los trabajadores de que se trata fueron empleados por el nuevo concesionario». Ahora bien, es preciso subrayar que la Directiva garantiza la protección de los derechos de los trabajadores contra el despido motivado únicamente por la transmisión de empresa, de modo que tanto el cedente como el cesionario tienen la facultad de despedir por razones económicas, técnicas o de organización30. Del mismo modo, el Tribunal Supremo precisa que el mecanismo de garantía previsto en el artículo 44 TRLET no puede operar si, previamente al cambio de titularidad, ha existido una válida extinción del contrato de trabajo en base a una causa prevista en la ley31. STJCE 12 marzo 1998, Dethier. Artículo 4.1 de la Directiva. En este sentido también la STJCE 12 marzo 1998, Dethier. 31 STS 17 julio 1998 (RJ 6527). Finalmente, importa destacar que, en la medida en que el nuevo titular viene obligado a situarse en la posición jurídica del anterior, aquél debe asumir los contratos de trabajo concertados por éste en su verdadero alcance y naturaleza, con independencia de la denominación que le hubieran dado las partes contratantes. Siendo así, como indica nuestro Alto Tribunal, «la falta de un requisito esencial o causal en la contratación temporal del primitivo empresario, determinante de la indefinidad de la relación laboral, apreciada con motivo del control judicial del acto de cese realizado por el cesionario, no debe constituir obstáculo a la subrogación, y, ello independientemente y sin perjuicio de las acciones que pueda ejercitar la empresa sucesora frente a la causante...sin que, lógicamente, pueda ampararse el nuevo titular empresarial en la existencia del fraude en la contratación laboral cometida por el anterior empleador para no cumplir la obligación de subrogación»32. 3.2. Mantenimiento provisional de las condiciones de trabajo 3.2.1. Modificaciones sustanciales operadas por el empresario cedente o cesionario La aplicación del mecanismo subrogatorio en los supuestos de transmisión de empresa exige que el cesionario no opere, con ocasión de la transmisión, una modificación sustancial de las condiciones de trabajo en perjuicio de los trabajadores adscritos a la empresa o centro de actividad. El mantenimiento provisional de las condiciones de trabajo de que venían disfrutando tales trabajadores constituye una garantía reconocida por los artículos 3.1 y 4.2 de la Directiva, en cuya virtud «los derechos y obligaciones que resulten para el cedente de un contrato de trabajo o de una relación laboral existente en la fecha de traspaso, serán transferidos al cesionario como 29 30 242 32 (SSTS 30 septiembre 1997 (RJ 7185) y 15 diciembre 1997 (RJ 9179). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES consecuencia de tal traspaso», de modo que «si el contrato de trabajo o la relación laboral se rescinde como consecuencia de que el traspaso ocasiona una modificación sustancial de las condiciones de trabajo en perjuicio del trabajador, la rescisión del contrato de trabajo o de la relación laboral se considerará imputable al empresario»33. pia transmisión, sino las circunstancias económicas, técnicas, productivas u organizativas que eventualmente se deriven de la misma. En definitiva, la Directiva pretende garantizar el mantenimiento de los derechos de los trabajadores en caso de cambio de empresario, permitiendo que queden al servicio del nuevo empresario en condiciones idénticas a las convenidas con el cedente. Consiguientemente, al subrogarse el cesionario en la situación del cedente, las relaciones de trabajo pueden modificarse en relación con el cesionario dentro de los límites que cabría aplicar si se tratase del cedente35 . Posibilidad que se deriva, asimismo, de la obligación de consulta con los representantes de los trabajadores regulada en la Directiva y en el art.44.9 TRLET, en la medida en que la misma nace cuando el cedente o el cesionario prevean la adopción de medias en relación con sus trabajadores respectivos. En estos casos, la causa de la modificación no es la pro- El apartado 4 del art. 44 aborda otra de las cuestiones que carecían de previsión expresa en la regulación original como es la determinación del convenio colectivo aplicable en los casos de sucesión. La ausencia de previsión expresa en la primera redacción del art. 44 TRLET, suscitó distintas opiniones acerca del criterio más adecuado. Sin embargo, en los últimos tiempos, y avanzando hacia la necesaria armonización de nuestra norma con el derecho comunitario, la jurisprudencia concluyó que cabía la aplicación transitoria del convenio colectivo que venía rigiendo en la empresa o unidad transmitida36. Así, señaló reiteradamente el Tribunal Supremo, que la norma estatutaria no obligaba al nuevo empresario al mantenimiento indefinido de las condiciones de trabajo previstas en el convenio colectivo que la empresa transmitente aplicaba, sino sólo a respetar las existentes en el momento de la transferencia37. Así pues, el mandato de la garantía sucesoria en los términos en los que originariamente se recogía en el art. 44 TRLET no impedía, en absoluto, que los convenios colectivos aplicables a la empresa sucesora concertados después de haber tenido lugar el cambio de titularidad correspondiente se aplicasen en su conjunto a los trabajadores afectados por tal cambio de titularidad38. De este modo, mediante el con- 33 En este sentido también la STJCE 12 noviembre 1998, Sanders. 34 Entre otras, SSTJCE 10 febrero 1988, Asunto Tellerup; 10 febrero 1988, Asunto Daddys Dance Hall; 12 noviembre 1992, Asunto Watson Rask; y 14 septiembre 2000 (asunto Collino/Chiappero. 35 STJCE 14 septiembre 2000, Asunto Collino y Chiappero. 36 Véase una descripción de los distintos criterios sostenidos tanto por la doctrina como por la jurisprudencia en MELLA MÉNDEZ, L.: Sucesión de empresa y convenio colectivo aplicable, Comares, Granada, pp. 73 y ss. 37 Vid., entre otras muchas, 15 abril 1999 (RJ 4408), 26 abril 1999 (RJ 4537), 1 junio 1999 (RJ 5060). 38 Vid., por todas, STS 8 junio 2000 (RJ 5108). Ahora bien, la Directiva no se opone a que el cesionario modifique las condiciones de la relación laboral en la medida en que el Derecho nacional admita tal modificación fuera del supuesto de la transmisión de empresa, pues lo que la norma comunitaria pretende excluir únicamente es que la transmisión de empresa pueda constituir por sí misma el motivo de dicha modificación34. 3.2.2. Mantenimiento del convenio colectivo en vigor REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 243 ESTUDIOS venio colectivo posterior al cambio de titularidad de la empresa podía procederse a la regulación homogénea de condiciones de trabajo, mediante, en su caso, las compensaciones oportunas de las condiciones más beneficiosas precedentes de carácter colectivo, no adquiridas a título exclusivamente personal39. la negociación colectiva de las que pueda predicarse eficacia normativa40. La nueva normativa estatutaria reproduce de forma literal la contenida en la Directiva comunitaria, estableciendo un periodo transitorio en el que se mantendrá la aplicación del convenio colectivo de origen, en consonancia con la garantía subrogatoria general prevista para los supuestos de sucesión empresarial. Es evidente que, a la vista de la nueva disciplina sobre transmisión de empresas, queda definitivamente zanjada la discusión acerca de la continuidad de las condiciones de trabajo contenidas en el convenio colectivo aplicable en la empresa transmitida: es claro que se impone la aplicación. Sin embargo la desdichada redacción del nuevo artículo 44 genera no pocos problemas interpretativos. Mayor complejidad presenta la determinación de los términos en los que debe aplicarse la garantía de las condiciones contenidas en instrumentos negociales de carácter normativo. En primer lugar, es claro que el instrumento normativo que acompañará a los trabajadores transferidos es aquel que fuere de aplicación a los trabajadores en el momento de perfeccionarse el negocio sucesorio, fuere cual fuere el ámbito geográfico de aplicación del convenio colectivo. Ya de entrada el art. 44.4 plantea un problema que es común a otros preceptos del propio Estatuto de los Trabajadores: el significado que deba darse a la expresión «convenios colectivos» que serán de aplicación tras consumarse la transmisión de empresa, siendo claro que la referida expresión debe incluir los convenios y acuerdos contenidos en el Título III del TRLET. Desde la lógica del artículo 44.4, esto es la continuidad temporal de las expresiones colectivas dotadas de eficacia, deberá realizarse una interpretación extensiva de la expresión empleada por el legislador, de manera que, la continuidad transitoria que se predica de los «convenios colectivos» incluirá también a los acuerdos de empresa contemplados en el Título I (arts. 40, 41 y 51 TRLET), así como otras manifestaciones de 39 244 Vid., por todas, STS 11 octubre 2002 (RJ 10682). a) Término temporal de la garantía del mantenimiento provisional de las condiciones colectivas y sucesión de convenio colectivo No tan sencillas son las reglas temporales que delimitan la transitoriedad del régimen. Según el artículo 44.4 TRLET, salvo pacto en contrario, el mantenimiento de las condiciones contenidas en el convenio colectivo se extenderá bien «hasta la fecha de expiración» del convenio de origen, bien «hasta la entrada en vigor de otro convenio colectivo» que resulte aplicable a la empresa, centro o unidad transmitida. Empezando por el primero de los hechos descritos, «la fecha de expiración», la desafortunada redacción dada, trasunto de la empleada en la Directiva 2001/23/CE, dificulta la especificación del momento en que debe entenderse que procede la sucesión convencional. Como es sabido la normativa estatutaria contempla mecanismos jurídicos que permiten tanto extender la vigencia más allá de la fecha inicialmente pactada (la prórroga por 40 En este sentido, la STSJ Canarias/Las Palmas 30 julio 2004 (AS 2456), indica que deberá continuar aplicándose a la unidad transmitida el acuerdo que puso fin a la huelga y que contenía condiciones de trabajo que resultaban de aplicación general e inmediata por gozar de la misma eficacia que el convenio coletivo. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES falta de denuncia) como ampliar la eficacia temporal del convenio colectivo una vez ha llegado el término previsto (la ultractividad). En cuanto a la determinación del momento de «expiración» del convenio deberá estarse a las reglas estatutarias relativas a la vigencia de los convenios colectivos. Así, en primer lugar, parecería lógico considerar que la fecha de expiración del convenio no es la de la pérdida de eficacia del convenio colectivo, sino la finalización de su plena vigencia. La expiración de la vigencia temporal del convenio colectivo debe identificarse con su plena vigencia y no con la eficacia de las cláusulas normativas en el período de ultraactividad. La ultraactividad es una situación excepcional y transitoria destinada a evitar los vacíos normativos en tanto no entra en vigor un nuevo convenio colectivo; situación que en ningún caso puede identificarse con la situación de transitoriedad prevista en el art. 44.4 TRLET. Por otra parte, de entenderse que la fecha de expiración del convenio coincide con la terminación de su eficacia, convertiría la regla alternativa contemplada en el precepto estatutario en una sola: la entrada en vigor de un nuevo convenio colectivo contrariando la regla alternativa legalmente prevista41. No parece entenderlo así el Tribunal Supremo cuando, a propósito de la pervivencia de las condiciones de trabajo contenidas en el convenio colectivo en situación de ultraactividad en el momento de transmitirse la empresa, afirma que mientras se mantiene la vigencia de las cláusulas normativas de un convenio colectivo, éste estará, en todo caso, en trance de desaparición paulatina, pero no podrá decirse de él que haya cesado en todos sus efectos o que haya acabado su vida. En opinión del Tribunal, la entrada del convenio de origen en situación de prórroga provisional, una vez vencido y denunciado, no puede VALDÉS DAL-RÉ, F.: «Las garantías colectivas en la transmisión de empresa», Relaciones Laborales, 2002, nº 11-12, pp. 204 y ss. 41 decirse que haya expirado, de modo que no será hasta que, después de producida la subrogación, se alcance un pacto al respecto o entre en vigor otro convenio que sea aplicable a dicha empresa que terminará la vigencia del convenio colectivo42. Si bien los conflictos que dan pie a dicha jurisprudencia se suscitan en supuestos en los que el convenio colectivo se encuentra en régimen de ultraactividad en el momento de culminarse el negocio sucesorio, el Tribunal Supremo realiza una interpretación gramatical del término «expiración» que terminará por aplicarse en cualquier supuesto de transmisión empresarial con independencia de que el convenio colectivo aplicable se encuentre en régimen de ultraactividad43. Cuestión distinta es el mantenimiento del convenio colectivo que se encuentra en régimen de ultraactividad en el momento de producirse la sucesión empresarial, supuesto en el que puede considerarse razonable el mantenimiento del convenio colectivo en situación de ultraactividad en tanto no entre en vigor con posterioridad a la transmisión un nuevo convenio colectivo y afecte a los trabajadores de la unidad de producción transmitida. En este caso, si la finalidad es la de actuar de «colchón amortiguador» de las posibles consecuencias laborales que el cambio empresarial pudiese conllevar para los trabajadores, cabría considerar no sólo lógico, sino también necesario a la vista de la Directiva 2001/237CE, que se mantuviera la aplicación del convenio en situación de ultraactividad hasta su sustitución por uno nuevo. En este sentido, es oportuno recordar que la Directiva fija en un año el período mínimo de duración de la garantía de las condiciones del convenio SSTS 22 marzo 2002 (RJ 5994), 11 octubre 2002 (RJ 7450) y 30 septiembre 2003 (RJ 7450). 43 Vid. la crítica a esta jurisprudencia en MOLERO MANGLANO, C.: «Sucesión de empresa, convenio colectivo y condiciones de trabajo», Revista Española de Derecho del Trabajo, 2003, nº119, pp. 743 y ss. 42 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 245 ESTUDIOS colectivo aplicable en la unidad transmitida, de manera que la inaplicación del convenio colectivo en régimen de ultraactividad supondría omitir dicha garantía transitoria44. Ciertamente, la continuidad transitoria del convenio colectivo no es una garantía absoluta, puesto que la propia Ley prevé su inaplicación mediante pacto entre representantes de los trabajadores y empresa. Ahora bien, es evidente que no puede asimilarse la inaplicación del convenio colectivo alcanzada mediante acuerdo colectivo con la inaplicación que, implícita o explícitamente, pudiera alcanzarse desde la aplicación de la Ley. Mientras que el primero de los supuestos encuentra acomodo en el texto de la Directiva, la segunda de las soluciones sería contraria a la letra y finalidad de la norma comunitaria45. En el sentido ahora indicado, no puede desconocerse que la regla del art. 44.4 TRLET establece una extensión ope legis de la eficacia del convenio colectivo más allá de lo que sus ámbitos funcional y personal permitirían. Se trata, por tanto, de un régimen que bien podría calificarse de ultraactividad, aunque distinto del art. 86 TRLET, en el que el ámbito expandido no es el temporal, sino el personal y funcional con la finalidad excepcional de garantizar un tránsito gradual en las condiciones de trabajo que derivan de la transmisión empresarial. Así pues, a pesar de que en los supuestos en los que el convenio aplicable a los trabajadores se halla en régi- 44 En este sentido, recuérdese que el art. 3.3 de la Directiva señala expresamente que «Los Estados miembros podrán limitar el período de mantenimiento de las condiciones de trabajo, pero éste no podrá ser inferior a un año». Consiguientemente, no cabe duda que sea cual sea la fórmula elegida debe garantizarse un período de transitoriedad en el proceso de sucesión convencional derivada de la transmisión de empresa. 45 En contra, PRADAS MONTILLA, R.: «Convenio colectivo aplicable en el caso de sucesión de empresa el nuevo art. 44.4 del Estatuto de los Trabajadores», Documentación Laboral, nº65, 2001, p. 13, para quine no cabe acuerdo alguno que neutralice la garantía de la continuidad transitoria del convenio colectivo. 246 men de ultraactividad no existe vacío normativo que justifique la aplicación excepcional del convenio colectivo vencido y denunciado, su aplicación excepcional en estos casos da cumplimiento a la efectiva transición gradual a las nuevas normas colectivas que impone la Directiva 2001/23/CE. Por otra parte, en tales supuestos, en la medida en que ya ha expirado la vigencia inicialmente pactada por las partes, podrá excepcionalmente aplicarse mientras no se alcance un nuevo convenio colectivo o entre en vigor un convenio colectivo que sea de aplicación a los trabajadores de la empresa transmitida. A diferencia de la ultraactividad, el artículo 86.3 TRLET, que establece la prórroga automática del convenio colectivo vencido y no denunciado, supone el mandato de la continuación del convenio en su totalidad; de manera que no puede considerarse expirada la vigencia del convenio colectivo en tales supuestos. Consiguientemente, debe entenderse que el convenio colectivo legalmente prorrogado anterior o posteriormente a la sucesión resultará de aplicación bien hasta que se denuncie de conformidad con lo previsto en el propio convenio, bien hasta que sea de aplicación la regla alternativa relativa a la entrada en vigor de un nuevo convenio colectivo aplicable a la empresa, centro o unidad transmitida. Respecto de la denuncia del convenio colectivo vigente una vez consumada la transmisión, hay que indicar que, inicialmente, parece que deberá estarse a las reglas generales, de modo que pueden denunciarlo quienes ostenten la legitimación plena para acordar convenios46. Ello afectará normalmente al STS 21 mayo 1997 (RJ 4275). Más flexible se ha mostrado recientemente la Audiencia Nacional (Sentencia 28 junio 2004 (AS 3137) en la aplicación de dicho criterio, al entender que basta con la «legitimación estricta o de mayoría para poder negociar un nuevo convenio». 46 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES empresario, que no habiendo participado en la negociación del convenio colectivo aplicado en la empresa transmitida podrá denunciarlo. Téngase en cuenta que a los efectos de la expiración, tanto el término de la extensión como el de la adhesión deben equipararse a los efectos del art. 44.4 TRLET al término de la vigencia plena del convenio colectivo47. Por el contrario, para los supuestos en los que el convenio colectivo hubiere sido aprobado con anterioridad a la transmisión pero cuya publicación, y en consecuencia su entrada en vigor, fuere posterior a dicha sucesión, se estará a los términos que se hubieren pactado en el propio convenio. Así pues, deberá aplicarse retroactivamente si así lo acordaron las partes, siendo éste el régimen convencional con el que se regirán hasta la expiración de la vigencia plena o su sustitución por otro convenio colectivo. Junto con las reglas anteriores, deberemos considerar otros supuestos específicos de expiración total o parcial del convenio colectivo como puede ser la declaración judicial de nulidad total o parcial del convenio colectivo de la empresa cedente. Parece lógico considerar que, tanto en uno como en otro supuesto, será de aplicación el convenio colectivo que rige para la empresa cesionaria, puesto que en este caso no existe vacío normativo que justifique la aplicación de las normas colectivas precedentes. Por otra parte, es claro que la declaración de nulidad representa la expiración del convenio colectivo de la empresa cedente y, por consiguiente, la sucesión convencional prevista en el art. 44.4 TRLET48. El segundo hecho que puede ocasionar la terminación de la aplicación del convenio En relación con la extensión, recuérdese que la prórroga del convenio colectivo extendido no produce efectos más allá de su ámbito personal y funcional, de manera que no afectará al acto de extensión. Vid., entre las más recientes, STSJ Castilla-La Mancha 22 enero 2003 (AS 1936). 48 Vid. STSJ Andalucía/Málaga 9 septiembre 2004 (AS 1699). colectivo de la empresa cedente es que con anterioridad a la finalización de la vigencia plena, se produzca «la entrada en vigor de otro convenio colectivo nuevo que resulte aplicable a la entidad económica transmitida». Tal y como se desprende de la dicción literal del precepto estatutario, debe tratarse de un nuevo convenio colectivo negociado y pactado tras las sucesión. En este sentido, no puede asimilarse la prórroga del convenio colectivo con la entrada en vigor de otro convenio nuevo, puesto que aquélla no significa aplicar un nuevo convenio colectivo, sino que representa la ampliación tácita de la vigencia inicialmente pactada. Por otra parte, la negociación del nuevo convenio colectivo será participada por los representantes de los trabajadores afectados por el traspaso empresarial, de manera que será la eficacia del nuevo convenio colectivo la que obligará a someterse a sus condiciones49. Así, lo ha entendido la jurisprudencia cuando señala que, no se refiere al que ya estaba vigente «ex ante» la subrogación, sino al que pueda entrar en vigor o resulte aplicable con posterioridad a aquélla y afecte a la nueva unidad productiva, integrada por los trabajadores de la cedida y la cesionaria50. Por otra parte, se trata de una situación en la que no se produce una concurrencia de convenios colectivos, de forma que el nuevo convenio colectivo comprenderá no sólo los de nivel empresarial, o inferior, sino también el supraempresarial. De igual manera, el convenio colectivo de la empresa cedente a sustituir puede ser tanto empresarial, o inferior, como supraempresarial. Por el mismo motivo, la inexistencia de concurrencia de convenios, tampoco estamos ante una situación de conflicto que requiera de la aplicación de la norma más favorable según dispone el art. 3.3 TRLET51. 47 49 MARÍN CORREA, «La sucesión de empresas. Reflexión a la luz de la Directiva 2001/23/CE», Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, nº48, 2002, p. 95. 50 STS 30 septiembre 2003 (RJ 7450). 51 En este sentido, la STSJ Madrid 21 octubre 2002 (JUR 2003/23742) indica que la empresa cesionaria REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 247 ESTUDIOS En este sentido, cuando la sucesión convencional se produce por causa de la entrada en vigor de un nuevo convenio colectivo, éste se convierte, a efectos legales, en el convenio sucesor, por lo que a las relaciones entre ambos convenios, el que regía para los trabajadores en el momento del traspaso y el nuevo, les serán de aplicación, con todas sus consecuencias, las reglas establecidas en los arts. 82.4 y 86.4 TRLET. Podrá, por consiguiente, el nuevo convenio disponer de las condiciones de trabajo contempladas en el convenio aplicable en la empresa cedente52. Debe recordarse que el convenio colectivo no crea condiciones más beneficiosas; ahora bien, aquellas condiciones que efectivamente a título individual o colectivo pudieren gozar los trabajadores de la empresa cedente no podrán dejarse sin efecto ni por la voluntad unilateral del empresario ni a través del nuevo convenio colectivo aplicable a la cesionaria. No obstante, en tal caso las condiciones más beneficiosas que pudieran tener los trabajadores de la empresa cedente se verán afectadas por las vicisitudes derivadas de las cláusulas de absorción o compensación que se prevean en los convenios colectivos. En la hipótesis en que la regla de sucesión provenga de la expiración de la vigencia del convenio colectivo de la empresa cedente o negociado un nuevo convenio colectivo, sus condiciones de trabajo dejan de ser de aplicación a los contratos de trabajo de los trabajadores afectados, para pasar a ser de aplicación a los mismos las condiciones de trabajo previstas en el nuevo convenio colectivo de aplicación. «no está obligada a cambiar las condiciones de trabajo de los trabajadores absorbidos mientras esté en vigor el convenio colectivo porque al negociar uno nuevo no podrá excluir de su ámbito de aplicación, la empresa, a un grupo de trabajadores que pertenecen a la misma». 52 Por todas, STS 20 enero 1997 (RJ 618). 248 b) La extensión objetiva del convenio colectivo que regía las condiciones de trabajo en el momento de la transmisión: las condiciones de trabajo que son reconocidas El texto estatutario no deja lugar a dudas acerca del contenido de la garantía: «las relaciones laborales seguirán rigiéndose por el convenio colectivo» que resultaba de aplicación en el momento de la transmisión. No cabe duda que deberá continuar aplicándose en su totalidad el convenio colectivo de la empresa cedente, puesto que, como ha quedado dicho, su finalidad es la de asegurar temporalmente el tránsito a las condiciones laborables que son de aplicación en la empresa o sector de la cesionaria. Sin embargo, la jurisprudencia ha matizado la continuidad automática e in integrum del convenio colectivo de la empresa cedente, introduciendo un criterio de excepción: la inaplicación de las condiciones específicas del convenio colectivo de la empresa cedente y que deriven de la relación particular o especial de ésta con sus trabajadores53. Jurídicamente el argumento se traslada al terreno de las expectativas de derecho o derechos consolidados: en la medida en que obedecen a situaciones específicas de la empresa cedente, no puede afirmarse según la jurisprudencia que constituyan derechos consolidados 53 STS 11 julio 2002 (RJ 9221), referida a la aplicación de las condiciones relativas a 1) que en la nómina se especificase el salario base con claves separadas para cada concepto; 2) el derecho a percibir una cantidad mensual por el concepto «temas pendientes y 3) el derecho por el plan de objetivos de puntualidad pactadas en el Convenio Colectivo de Iberia a la empresa de contratada para la realización del servicio de handling. Señala el Tribunal Supremo en relación con dichas condiciones que se pactaron «atendiendo a situaciones específicas derivadas de la especial relación de la empresa con sus trabajadores; y que, por lo tanto, no se puede afirmar que constituyan derechos consolidados por éstos por estar condicionados a un determinado régimen laboral con la empresa Iberia, en situaciones específicas que en la nueva empresa no se dan». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES «por estar condicionados a un determinado régimen laboral con la empresa, en situaciones específicas que en la nueva empresa no se dan»54. Tal y como ha señalado la doctrina, el hecho de que concurran o no ciertas condiciones no significa que las condiciones de trabajo no sean derechos reconocidos por convenio colectivo55, por lo que, únicamente, y de forma excepcional, la aplicación de la cláusula rebus sic stantibus justificaría que no se produjese el mantenimiento de las condiciones de trabajo del convenio de origen56. Pero más La doctrina jurisprudencial ha venido aplicando dicha jurisprudencia a las más distintas condiciones de trabajo que se consideran reguladas en función de la especificidad concreta de la empresa y que no pueden imponerse al empresario cesionario a través del art. 44.4 TRET. En este sentido, STSJ Andalucía/Granada 11 marzo 2003 (AS 2143) ha considerado que son condiciones específicas de la empresa cedente que no son susceptibles de subrogación en el marco de la empresa cesionaria, el crédito horario que responde a situaciones específicas de la empresa o Ente en que se aplica y no puede ser extrapolable a los miembros del Comité de Empresa de la Empresa cesionaria, y por tanto, no se puede afirmar que constituyan derechos consolidados por éstos. 55 MOLERO MANGLANO, C.: «Sucesión de empresa, convenio colectivo », cit., p. 760. 56 A propósito de la aplicación de la referida cláusula en el marco de la transmisión de empresa, indica las STSSJ Baleares 12 diciembre 2003 (AS 191/2004) y 11 octubre 2004 (AS 2986) que «la entrada en juego de la cláusula rebus sic stantibus, instrumento técnico que tiene por finalidad remediar las consecuencias injustas que puede originar el mantenimiento a ultranza de la fuerza de obligar de las estipulaciones contractuales en las relaciones de larga duración, descansa de modo ineludible en la aparición de hechos o acontecimientos imprevisibles para las partes y efectivamente imprevistos en el momento de celebrar el contrato y de tal enjundia o entidad que lleguen a provocar el desequilibrio de las prestaciones básicas del mismo según lo convenido. Nada de imprevisible hay, sin embargo, en la obligación que pesa sobre Ineuropa Handling UTE de facilitar billetes de avión a los trabajadores procedentes de la compañía Iberia. Cuando voluntariamente decidió concurrir a la adjudicación de la segunda concesión del servicio de handling sabía que tendría que asumir un número determinado de trabajadores del primer concesionario 54 allá del argumento lógico, la referida interpretación jurisprudencial significa una fuente inagotable de dificultades exegéticas, puesto que resulta altamente difícil establecer con una mínima certidumbre la diferencia entre las condiciones de trabajo que son específicas de la empresa cedente y las que deben considerarse «universales» para cedente y cesionaria57. Como es de suponer ello será particularmente problemático en los supuestos de transmisión derivados de la sucesión de contratas o de la privatización de la gestión de servicios públicos, en los que las condiciones de trabajo que se transmiten fueron pensadas para las condiciones en las que se venía ejecutando la contrata o en el carácter público de la gestión del servicio. En definitiva, no parece que dicha interpretación sea respetuosa con el principio de subrogación en las condiciones de trabajo y de mantenimiento de las condiciones colectivas que inspiran la regulación laboral de la transmisión de empresa. c) Ámbito subjetivo de la garantía del mantenimiento temporal del convenio colectivo Por último, respecto del ámbito subjetivo de la garantía, debe tenerse en cuenta que, según indica el art. 44.4 TRLET, aquélla solamente incluye a «los trabajadores afectados por la sucesión», esto es, a los que sean trabajadores de la empresa cedente en el momento de la transmisión y cuyos contratos sean subrogados al nuevo empresario. Así pues, respetando la integridad de los derechos que por efecto de la relación laboral a cada uno correspondía; y puesto que el derecho de constante referencia se hallaba establecido en el Convenio Colectivo de Iberia con carácter general para el personal de dicha empresa, claro es que la adjudicataria del concurso pudo conocer con suma facilidad la existencia de ese derecho y, por ende, calibrar por anticipado el coste económico y las dificultades materiales que entrañaría para ella procurar su efectividad». 57 Vid. MOLERO MANGLANO, C.: Ob. loc. ult. cit.. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 249 ESTUDIOS los trabajadores que se incorporen a la empresa cedida con posterioridad a su traspaso se regirán por el convenio colectivo que sea de aplicación en dicho ámbito, que puede coincidir o no con la fuente reguladora de las condiciones de los trabajadores que resultaron afectados por la transmisión. Así sucederá, por ejemplo, en los supuestos de fusión o absorción en los que la unidad transmitida mantenga una cierta autonomía (el centro de trabajo o unidad productiva autónoma cedidos que tras la fusión o absorción se mantienen) y en los de sucesión de contratas, en los que los trabajadores que se incorporen con posterioridad a la sucesión no se regirán por el convenio colectivo aplicable en ella, sino por el convenio colectivo de aplicación a la empresa cesionaria58. Por otra parte, los trabajadores, ya sean de la empresa cedente, ya sean de la empresa cesionaria, cuyos contratos no experimente subrogación alguna, no se verán afectados por la garantía del art. 44. 4 TRLET. En este sentido, a pesar de la ambigüedad de la redacción normativa cuando alude a «los trabajadores afectados por la sucesión», deberá entenderse que los convenios colectivos de los trabajadores cuyos contratos no han experimentado subrogación alguna no se verán alterados de por sí por el dato sucesorio en lo referente a su vigencia. d) El acuerdo de empresa que sustituye la regla general relativa al convenio colectivo aplicable en la transmisión de empresa Las reglas hasta aquí expuestas rigen «salvo pacto en contrario, establecido una vez consumada la sucesión mediante acuerdo de empresa entre el cesionario y los representantes de los trabajadores». Es claro que la conti- 58 STS 3 junio 2002 (RJ 7572), SSTSJ Andalucía/ Málaga 26 febrero 2003 (AS 1378), Andalucía/Málaga 19 marzo 2003 (AS 1527). 250 nuidad transitoria del convenio de la empresa cedente respecto de los trabajadores afectados puede no darse. Por el contrario, debe dejarse claro ya de entrada que debe reputarse nulo cualquier pacto individual que sustituya el convenio colectivo de aplicación59. Se trata de un acuerdo entre la empresa cesionaria y los representantes de los trabajadores de carácter normativo, puesto que afectará a todos los trabajadores de la empresa cedente, y cuya virtualidad consiste en anticipar la expiración del término legalmente previsto para la aplicación del convenio colectivo que regía en el momento de la sucesión. Nos interesa destacar que es el ahora indicado el rasgo definitorio de los acuerdos de empresa del art. 44.4 TRLET: a diferencia de lo que sucedía con los acuerdos de homologación de condiciones trabajo (o pactos de fusión) jurisprudencialmente admitidos, no afectan a la eficacia normativa del convenio colectivo de la empresa cedente, sino a la particular ultraactividad de que se beneficia el referido convenio. Dicho de otro modo, la ultraactividad funcional y personal del convenio colectivo prevista en el art. 44.4 TRLET, y que impone la continuidad de la aplicación de las fuentes reguladoras de las relaciones de trabajo en la transmisión, es una regla supletoria y disponible mediante acuerdo de las partes afectadas por la transmisión60. Como se verá más adelante, es precisamente esta función reservada por la Ley 59 Vid. STSJ Andalucía 29 noviembre 2002 (AS 3819), La Rioja 11 diciembre 2003 (JUR 89720/2002). 60 En contra, GARCÍA-PERROTE ESCARTÍN, I.; MERCADER UGUINA, J.R.: «La transmisión de empresa en la Ley 12/2001, de 9 de julio. Una primera aproximación al nuevo artículo 44 del Estatuto de los Trabajadores», en AA.VV. (coord.. GARCÍA-PERROTE ESCARTÍN, I.): «La reforma laboral de 2001 y el acuerdo de negociación colectiva para el año 2002. La Ley 2001 y el ANC 2002, Lex Nova, Valladolid, 2002.». Consideran los autores que el art. 44.4 TRET es una excepción a la regla del art. 41.2 TRET, de modo que el acuerdo de empresa podrá efectuar una alteración integral del contenido de los convenios, más allá de lo que permite el art. 41 TRET. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES al acuerdo de empresa la que determinará su alcance material. En definitiva, como se ha indicado certeramente por la doctrina, la principal finalidad del acuerdo es facilitar a los sujetos implicados en la transmisión que permitan resolver la existencia de una dualidad de regímenes jurídicos en los supuestos de segmentación y/o integración de la empresa cedente, al margen de la solución general prevista en la Directiva sobre transmisión de empresa61. Al igual que el conjunto de acuerdos de empresa regulados en el Título I del TRLET, el ahora estudiado adolece de regulación precisa acerca de su tramitación, validez y publicación. En este caso, no existen otras reglas que las referidas a los sujetos que intervendrán en el acuerdo y el momento en que podrá concertarse el acuerdo que permita avanzar la sucesión convencional. Así pues, tomando en consideración que se trata de un acuerdo más próximo a los del Título I que a los convenios colectivos, entendemos que para este acuerdo, y con carácter general, serán supletorias las reglas relativas a los acuerdos de empresa. En primer lugar, empezando por los sujetos legitimados, lo serán los representantes de los trabajadores de la empresa cedente, en tanto que dicho acuerdo únicamente puede celebrarse «una vez consumada la sucesión empresarial», con lo cual es evidente que sólo tendrá sentido un acuerdo de acomodación o unificación con los representantes de los trabajadores de la unidad negocial de destino de los trabajadores transmitidos. Negociarán, por tanto, los representantes de los trabajadores de la empresa cedente que han acompañado a la unidad transmitida. No obstante, es 61 MELLA MÉNDEZ, L.: «El nuevo artículo 44, número 4, del Estatuto de los Trabajadores: convenio colectivo aplicable en caso de sucesión de empresa», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 111, 2002, p. 369; GORELLI HERNÁNDEZ, J.: «Transmisión de empresa y convenio colectivo aplicable», Relaciones Laborales, nº13, 2003, p. 29. evidente que, a partir de las reglas legales relativas al mantenimiento del mandato representativo en la sucesión de empresa, aquellos pueden desaparecer cuando la unidad transmitida no conserve su autonomía. Ello, como se habrá advertido, puede dar pie a una cierta crisis de representatividad en la adopción del acuerdo que procede a limitar la aplicación del convenio de la empresa cedente. En este punto, ha señalado la doctrina la clara insuficiencia de la previsión estatutaria en relación con el mandato derivado del art. 6.1.5º de la Directiva 2001/23/CE, puesto que, mientras del art. 44.5 TRLET se desprende que el mandato representativo se extingue cuando la unidad transmitida no conserve su autonomía, la norma comunitaria exige de los Estados que adopten las medidas necesarias para garantizar que los trabajadores se hallen debidamente representados durante el período necesario para la constitución de una nueva formación o designación de la representación de los trabajadores. Ciertamente, dicha falta de adecuación a la Directiva solamente resultará relevante en los supuestos en los que la empresa cesionaria en la que se integran carezca de representación unitaria, puesto que, en el caso de que ésta exista, los trabajadores de la empresa cedente pasarán automáticamente a ser representados por los órganos unitarios de la cesionaria. Evidentemente, en tal caso, cabrá la posibilidad de realizar los ajustes necesarios en la representación del personal a través de la promoción parcial de elecciones. Así pues, inicialmente podría concluirse que, desaparecida la representación de la empresa cedente, serán los representantes en la empresa cesionaria, que han pasado a ostentar la representación del conjunto de trabajadores, los legitimados para negociar el acuerdo del art. 44.4 TRLET62. No obstante, Vid. GARCÍA ROMERO, B.: «Consideraciones críticas sobre el acuerdo de empresa tipificado por el art. 44.4 ET», Aranzadi Social, nº 17, 2002. 62 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 251 ESTUDIOS no creemos que en tal caso la negociación de los representantes de la empresa cesionaria sea la solución más adecuada. La Ley pretende asegurar la presencia efectiva del interés de los representados para que decidan acerca del proceso de sucesión convencional que acompañará la transmisión, de suerte que lo lógico es que se articulen mecanismos adecuados a dicha finalidad. En este sentido, seguramente resultará más adecuado aplicar los mecanismos legalmente previstos para el supuesto específico del convenio colectivo de franja: los representantes sindicales designados en asamblea por los trabajadores de la empresa cedente63. Para los supuestos en los que no exista representación unitaria en la empresa cedente, la necesaria interpretación del derecho interno conforme a la normativa comunitaria obliga a matizar la regla relativa a la extinción del mandato representativo. En este sentido, entendemos que resulta más adecuado considerar que el mandato representativo debe mantenerse hasta que, una vez promovidas las correspondientes elecciones, se haya constituido un nuevo órgano de representación unitaria64. Así, los representantes cuyo mandato representativo transitoriamente no ha expirado podrán celebrar los acuerdos del art. 44.4 TRLET. En lo que atañe a las reglas de legitimación, en aplicación supletoria de las reglas previstas para los acuerdos de empresa del Título I, es lógico pensar que podrán negociar tanto los representantes unitarios como sindicales. mos considerar que, al igual que sucede en relación con los acuerdos de empresa, existe la obligación de negociar en buena fe con vistas a la consecución de un acuerdo, lo que sin duda implica otorgar un cierto plazo para posibilitar la negociación y el acuerdo. Finalmente, el carácter normativo de estos acuerdos aconseja que éstos tengan suficiente publicidad empleando los medios que resulten más efectivos: tablón de anuncios, correo electrónico, etc. Con todo, el aspecto más complejo de los acuerdos del art. 44.4 TRLET es el referido a su contenido. Tal y como se ha puesto de manifiesto por la doctrina, el eventual contenido de dichos acuerdos puede consistir bien en la decisión de avanzar el término legalmente previsto para la sucesión convencional, y, por tanto, inaplicar el convenio colectivo que regía para la empresa cedente a favor del de la cesionaria, bien en la regulación de condiciones de trabajo que se aplicarán a los trabajadores de la empresa cedida65. En nuestra opinión, la que se ajusta más a la lógica del acuerdo es la primera de las posibilidades indicadas. Efectivamente, el acuerdo de empresa es el instrumento legalmente previsto para disponer de la regla referida a la ultraactividad funcional y personal de convenio de la empresa cedente y éste y no otro debe ser su objeto66. Por otra parte, como ha señalado certeramente la doctrina, permitir que dichos acuerdos regulasen las condiciones de trabajo de los transferidos supondría usurpar el papel que corresponde al convenio colectivo67. Por el contrario, creemos que nada se opone a que la sucesión convencional se difiera Respecto de la tramitación del acuerdo, nada se prevé en la Ley, de manera que debe- 63 Sostienen esta posición, MELLA MÉNDEZ, L.: «El nuevo artículo 44, número 4 », cit. p. 373; G ORELLI HERNÁNDEZ, J.: «Transmisión de empresa », cit., p. 30. 64 SOLÀ MONELLS, X.: La incidencia de la transmisión de empresa sobre la representación unitaria y sindical, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2003, p. 146. 252 65 GORELLI HERNÁNDEZ, J.: «Transmisión de empresa , cit., p. 33. 66 En contra, GARCÍA-PERROTE ESCARTÍN, I.; MERCADER UGUINA, J. R.: «La transmisión de empresa en la Ley 12/2001 » consideran que mediante el acuerdo de empresa del artículo 44.4 podrá procederse a una alteración integral del contenido del convenio colectivo que regía en la transmisión. 67 GORELLI HERNÁNDEZ, J.: Ob. loc. ult. cit.. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES en el tiempo para algunas materias, siempre, claro está, que no exceda el término legalmente previsto para la aplicación del convenio de la empresa cedente. En tal caso, la vigencia del acuerdo terminará en el momento en que quede sin efecto alguno la garantía del art. 44.4 TRLET. No obstante lo anterior, téngase en cuenta que la disponibilidad de la regla relativa a la continuidad en la aplicación de las fuentes normativas tras la sucesión empresarial queda sujeta a que efectivamente quede asegurada la finalidad que se pretende con dicha norma. Quiere decirse con ello que esta sucesión convencional ante tempus solamente procederá si el convenio colectivo de la empresa cesionaria que pretenda aplicarse es, en su conjunto, más favorable que el convenio colectivo de la empresa cedente. No es posible pensar, por consiguiente, en un acuerdo que avance la aplicación de la fuente de regulación de condiciones inferiores a las que se disfrutan de conformidad con el convenio que regía en el momento de la transmisión. Así se desprende además del art. 8 de la Directiva cuando señala que no se opone al contenido de la Directiva 2001/23/CE «promover o permitir la aplicación de convenios colectivos o acuerdos celebrados entre interlocutores sociales más favorables para los trabajadores». A dicha conclusión no se opone que el empresario cesionario tenga reservado el derecho de acudir al expediente de modificación de las condiciones de trabajo, puesto que tal facultad no puede ejercerse cuando trae como causa única el negocio sucesorio. 3.3. Mantenimiento de la representación colectiva de los trabajadores El art. 44.5 TRLET establece un principio de mantenimiento de los representantes de los trabajadores afectados por la transmisión. Respecto de los trabajadores no implicados en la sucesión de empresa, la normativa electoral (art. 67.1.5 TRLET y art. 13 RD 1844/1994) ya prevé las eventuales consecuencias de las disminuciones de plantilla sufridas en la unidad electoral68. Téngase en cuenta que, si bien la empresa o centro de trabajo son unidades electorales, no sucede lo mismo con la unidad productiva autónoma a la que se refiere expresamente la regla del art. 44.5 TRLET. Así pues, de la lectura del precepto parece desprenderse que en los supuestos en los que se produzca la escisión de la unidad electoral y de órganos de representación de los trabajadores por la segregación y transmisión de una unidad productiva que anteriormente se integraba en una empresa o centro de trabajo, no podrá impedirse que los representantes afectados por la transmisión continúen con su mandato si aquella conserva su autonomía. No obstante, a pesar de la literalidad del precepto, no puede esconderse la dificultad de conjugar dicha previsión con la integración de la unidad productiva en una unidad electoral de la empresa cesionaria que cuenta con representación unitaria. Más si tenemos en cuenta que según jurisprudencia reiterada, y legalizada a través del art. 44.5 TRLET, no cabe la imposición a la empresa cesionaria de la subrogación del mandato representativo de los trabajadores de la empresa cedente si a resultas de aquella no se conserva la unidad electoral de origen69. Por otra parte, el mantenimiento del mandato del representante o representantes que presten servicios en la unidad productiva transmitida resulta ajeno a la lógica que justifica el mantenimiento del mandato repre- 68 Sobre la articulación de tales previsiones en los supuestos de transmisión, vid. extensamente S OLÀ MONELLS, X.: La incidencia de la transmisión , cit. pp. 61 y ss. 69 STS de 28 de junio de 1990 (RJ 5531). Entre la doctrina jurisprudencial, entre otras muchas, SSTSJ Navarra de 30 de julio de 2004 (AS 2722), Cataluña de 23 de noviembre de 2003 (JUR 2004/36729), País Vasco 3 de junio de 2003 (AS 2825). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 253 ESTUDIOS sentativo, puesto que, en los supuestos de escisión de la unidad electoral, la subrogación de los representantes solamente dependerá de que alguno de los trabajadores de la unidad productiva sea miembro de la representación unitaria. En todo caso, según el legislador, es condición necesaria para se produzca la continuidad del mandato representativo en la sucesión que la empresa, centro de trabajo o unidad productiva conserven su autonomía70. Como quedó dicho más arriba, a sensu contrario, se desprendería que en caso de que la unidad, centro o empresa no conserve la autonomía que gozaba de origen, debería declararse extinguido el mandato representativo 71. Así, a partir de dicho momento los trabajadores que provienen de la empresa cedente serán representados por los órganos de representación de la empresa unitaria. Es claro que ello no impedirá que se proceda a la adecuación de los órganos de representación a través del proceso electoral. No obstante, tal y como se señaló anteriormente, en los supuestos en los que no existan órganos de representación en la unidad en la que se integran los trabajadores de la empresa cedente o en los que se cree ex novo un centro de trabajo a partir de la fusión de los de la cedente y la cesionaria, el principio de extinción del mandato representativo no se adecua a las prescripciones de la Directiva sobre transmisión que exige que se asegure la efectiva representación de los tra- 70 Entre otras, STSJ Madrid 9 enero 2003 (JUR 2003/111215). 71 No obstante, puede suceder que la transmisión se acompañe de la desaparición del centro o de la unidad productiva autónoma de origen aunque conserve autonomía de destino. Piénsese, por ejemplo, la escisión del centro del trabajo en dos centros con autonomía propia. En este caso, desparecida la unidad electoral, parece lógico atribuirle el mismo tratamiento que se da a los supuestos de escisión de una parte de la unidad electoral, de manera que los representantes de acompañen a cada uno de los centros de trabajo de nueva creación mantendrán su mandato representativo. Vid. STSJ Galicia de 23 de noviembre de 2002 (AS 940/2003). 254 bajadores de la empresa cedente durante el proceso sucesorio. Para tales casos, como decíamos más arriba, y sin perjuicio de que se desencadene un nuevo proceso electoral para adecuar la representación de la nueva unidad resultante de la sucesión, lo más adecuado es considerar que transitoriamente se mantiene el mandato representativo de los representantes de la empresa cedente72. Dada la relación entre los órganos de representación en el centro de trabajo y los comités intercentros puede deducirse fácilmente que los fenómenos sucesorios podrán tener incidencia en este órgano representativo. Para el comité intercentros de la empresa cesionaria la transmisión implicará su continuidad, introduciéndose las medidas de ajuste necesarias para adecuarlo a la nueva estructura de la empresa. Más compleja es la situación para el comité intercentros existente en la empresa cedente. En caso de transmisión parcial de la empresa, probablemente cabría defender la continuidad del comité intercentros con ausencia de los representantes del centro de trabajo transmitido, siempre que, claro está, continúe teniendo sentido la existencia de dicho órgano, esto es, que la empresa cedente conserve más de un centro 72 En este sentido, SSTSJ Galicia 23 noviembre 2002 ( A S 9 4 0 / 2 0 0 3 ) , Pa í s Va s c o 3 a b r i l 2 0 0 3 ( J U R 2003/150155), Comunidad Valenciana 5 julio 2003 (AS 1905). En contra, vid. STSJ Extremadura 25 mayo 2004 (AS 1658) para el supuesto de los representantes sindicales. El caso que originó la controversia fue la reconfiguración del centro de trabajo que constituía la unidad electoral en los servicios sanitarios mediante pacto alcanzado entre el Servicio Extremeño de Salud y las centrales sindicales más representativas, de manera que la unidad electoral que servía de base a la representatividad sindical pasó de organizarse en dos áreas diferenciadas, atención primaria y atención especializada, a una de sola, el Área de Salud. De este modo, el ámbito de representación se organizaba a partir de cada una de las ocho Áreas de Salud administrativamente diseñadas más otra correspondiente a los Servicios centrales. El tribunal estima que desaparecida la organización tomada como unidad electoral se extingue el mandato automáticamente. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES de trabajo. Por el contrario en la transmisión del conjunto de la empresa, la pervivencia del comité intercentros estará vinculada a la continuidad de los órganos de representación de la empresa cedente73. Respecto de la representación sindical existente en la empresa cedente o cesionaria, será de aplicación la previsión legal contenida en el art. 44.5 TRLET, puesto que «los representantes legales» a que se refiere dicho precepto incluye tanto a los órganos de representación unitaria como a los representantes sindicales. Así pues, es lógico pensar que el mantenimiento de la autonomía de la empresa o centro sobre el que se constituyó la sección sindical implicará su continuidad. Del mismo modo, cuando la entidad transmitida pierda su autonomía y se confunda en la empresa del cesionario, las secciones sindicales allí constituidas se disolverán74. Por el contrario, la regla del mantenimiento de la representación legal tendrá un efecto muy limitado respecto de los delegados sindicales del art. 10.1 LOLS, si atendemos a la interpretación legal de los requisitos legales contenidos en dicho precepto. Tal y como ha señalado el Tribunal Supremo, la regla sobre el cómputo de la dimensión mínima de la empresa o centro de trabajo exigida para disponer de delegado sindical no queda al arbitrio de la sección, sino que está en función de los órganos de representación de los trabajadores. En consecuencia, de tal interpretación se desprende que si los trabajadores están representados mediante comités de empresa en centro de trabajo, el cómputo de 250 trabajadores deberá darse respecto de cada centro75. Asimismo, entiende el Alto Tribunal, que la referida condición mínima debe man- tenerse de manera indefinida, de modo que si, en circunstancias normales de la marcha de la empresa, la plantilla se ve reducida por debajo de los límites del apartado 1 del art. 10 de la LOLS, los delegados sindicales desaparecerán por carecer de apoyo fáctico76. Como se advierte fácilmente, la continuidad de los delegados sindicales será ciertamente excepcional en los supuestos de transmisión que implican segregación y/o integración de la empresa cedente en la del cesionario, dado que desaparecerá el órgano de representación en el que debe estar presente la sección sindical. Por último, es claro que las garantías reconocidas a los representantes legales en el convenio colectivo que regía en el momento de la transmisión deberán respetarse en virtud de la continuidad de las fuentes de regulación que impone el art. 44.4 TRLET77. Ahora bien, una vez producida la sucesión convencional, se estará a lo que disponga el nuevo convenio colectivo sobre dicha materia. 3.4. La responsabilidad solidaria del empresario cedente y cesionario por las obligaciones laborales nacidas con anterioridad a la transmisión En este ámbito, la novedad más destacable se sitúa en materia de responsabilidad empresarial en el cumplimiento de la obligación de cotizar y en el pago de prestaciones de Seguridad Social, pues si bien la Ley 52/2003, de 10 de diciembre, de Disposiciones Específi- STS 20 abril 2001 (RJ 7190). STSJ Cataluña 28 mayo 2004 (JUR 2004/213743). En contra, STSJ Andalucía/Granada de 11 marzo 2003 (AS 2143) ha considerado que son condiciones específicas de la empresa cedente que no son susceptibles de subrogación en el marco de la empresa cesionaria, el crédito horario que responde a situaciones especificas de la empresa o ente en que se aplica y no puede ser extrapolable a los miembros del Comité de Empresa de la empresa cesionaria. 76 77 73 Vid. un estudio detallado de la cuestión en SOLÀ MONELLS, X.: La incidencia de la transmisión , cit. pp. 81 y ss. 74 Vid. SOLÀ MONELLS, X.: La incidencia de la transmisión , cit. pp. 106 y ss. 75 SSTS 20 julio 2000 (RJ 7190) y 10 noviembre 1998 (RJ 9545). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 255 ESTUDIOS cas en materia de Seguridad Social, no ha alterado de forma directa el art.127 TRLGSS, sí ha venido a incidir en el régimen jurídico aplicable a estos supuestos. La responsabilidad solidaria contemplada en el artículo 44.3 TRLET encuentra acomodo en el artículo 3.1 in fine de la Directiva 2001/23/CE donde se establece que «los Estados miembros podrán establecer que, después de la fecha del traspaso, el cedente y el cesionario sean responsables solidariamente de las obligaciones que tuvieran su origen, antes de la fecha del traspaso, en un contrato de trabajo o en una relación laboral existentes en la fecha del traspaso», siendo oportuno señalar, por otro lado, que se trata de una responsabilidad solidaria prevista para los supuestos de transmisión por actos inter vivos, de suerte que en los casos de transmisión mortis causa, se excluye la citada responsabilidad, si bien los trabajadores podrán exigir sus créditos frente al nuevo empresario que, como se dijo, asume las deudas laborales del anterior. Como se avanzó, tras la nueva redacción del art.44 TRLET derivada de la Ley 12/2001, el Tribunal Supremo78 ha tenido ocasión de precisar que el citado precepto legal establece dos garantías: de un lado, la garantía de la subrogación empresarial, y, de otro, la de la responsabilidad solidaria. Siendo así, parece lógico entender que el nuevo empresario no adquiere las deudas contraídas por el anterior, sino solamente las que se generan a partir de la transmisión, si bien resulta responsable solidario respecto de todas las deudas del cedente nacidas con anterioridad a la transmisión y que no hubieran sido satisfechas, tanto respecto de los contratos de trabajo vigentes al tiempo de la transmisión como de los no vigentes, con la diferencia de que el nuevo empresario no asume la titularidad de esas deudas anteriores, pudiendo reclamarlas, por tanto, al empresario cedente. Sentencias 4 octubre 2003 (RJ 7378), y 15 julio 2003, RJ 6108). 78 256 En todo caso, como ya se indicó en el apartado relativo a la subrogación empresarial, no parece existir obstáculo para que cedente y cesionario pacten la titularidad final sobre las obligaciones transmitidas, dado que ambos empresarios son responsables solidarios por aquéllas. 3.4.1. Alcance subjetivo A diferencia de la Directiva 2001/23/CE, que en su artículo 3.1 in fine limita el alcance de la responsabilidad solidaria a los derechos y obligaciones que resulten para el cedente de un contrato de trabajo existente en la fecha de la transmisión, el artículo 44.3 TRLET extiende la garantía de la responsabilidad solidaria a los trabajadores que ya no permanecen en la empresa, centro de trabajo o unidad productiva autónoma cedida en el momento de la transmisión. En este sentido, el Tribunal Supremo79 ha precisado que el legislador español, yendo más allá del comunitario, ha establecido que, en caso de sucesión empresarial, no sólo se produce la subrogación de la nueva en los derechos y obligaciones de la anterior respecto de los trabajadores cedidos, sino que ha mantenido la responsabilidad solidaria de ambas empresas respecto de las deudas laborales que la empresa cedente tuviera pendientes de abonar, y, por tanto, la responsabilidad solidaria alcanza a todas las deudas del cedente nacidas con anterioridad a la transmisión y que no hubieran sido satisfechas, tanto respecto de los contratos de trabajo vigentes al tiempo de la transmisión como de los no vigentes. Ahora bien, conviene matizar que, lógicamente, en los supuestos de transmisión parcial de la empresa, la responsabilidad solidaria no alcanza a los trabajadores ajenos a la unidad productiva transmitida80. 79 Sentencias 4 octubre 2003 (RJ 7378), y 15 julio 2003 (RJ 6108). 80 Así, la STS 17 julio 1998 (RJ 6527). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES 3.4.2. Alcance objetivo de la responsabilidad solidaria La responsabilidad solidaria abarca aquellos derechos y obligaciones realmente existentes en el momento de la transmisión, es decir, lo que en ese momento el interesado hubiese ya consolidado y adquirido, incorporándolos a su acervo patrimonial, sin que dicha subrogación alcance a las meras expectativas legales o futuras. En este sentido se pronuncia la jurisprudencia ordinaria81. Además, en esa responsabilidad solidaria se comprenden todas las deudas de carácter laboral, incluidas, por tanto, las deudas de seguridad social, esto es, las cotizaciones y las prestaciones que el empresario cedente hubiera de abonar, si bien debe tenerse en cuenta que en materia de Seguridad Social se aplicarán las reglas especiales previstas sobre el particular. Así, por lo que se refiere al régimen jurídico aplicable en materia de responsabilidad en orden al pago de prestaciones económicas de la Seguridad Social en el marco de una transmisión de empresa, cabe empezar indicando que la doctrina judicial mayoritaria aplica la regulación dispuesta en el art.127.2 TRLGSS y art.10.1 RD 1637/1995, 6 octubre, por el que se aprueba el Reglamento General de Recaudación de los Recursos del Sistema, con preferencia sobre la prevista en el art.44 TRLET, en base al carácter de «ley especial» de aquélla. A diferencia de lo que sucede en el art.44 TRLET, en el art.127.2 TRLGSS se indica claramente que la titularidad de la obligación no pasa del cedente al cesionario, sino que se trata únicamente de un supuesto de extensión de responsabilidades sociales, permaneciendo la deuda en la persona del anterior empresario, de suerte que, en su caso, el 81 618). (SSTS 19 abril 1999 (RJ 4433) y 20 enero 1997 (RJ empresario cesionario podrá reclamar al empresario cedente el importe de las deudas ajenas. Respecto al alcance de la responsabilidad prevista en el art.127.2 LGSS, importa subrayar que es sensiblemente más amplio que el de la contemplada en el art.44.3 TRLET, por cuanto que aquélla no tiene límite temporal a diferencia del plazo de 3 años que prevé el art.44.3 TRLET 82 , si bien, según precisa el Tribunal Supremo, no resulta ilimitada, alcanzando a cualquier prestación causada antes de la transmisión de empresa, esto es, no sólo al pago de prestaciones nacidas y exigibles antes de la transmisión sino también a las nacidas con anterioridad a la transmisión y exigibles con posterioridad a la misma, excluyéndose, sin embargo, las nacidas con posterioridad incluso si se 82 El Tribunal Supremo ha precisado que tal plazo temporal constituye un plazo especial de prescripción, de modo que no cabrá aplicar la regla general de prescripción prevista en el artículo 59 TRLET. Así, frente a la reclamación de una deuda salarial, el Alto Tribunal señala que: «el artículo 59 sólo es aplicable para aquellos supuestos en que no se establezca un plazo especial como prevé el propio apartado 1º del artículo invocado, y así fijado en el artículo 44 aplicable un plazo propio de 3 años para la responsabilidad solidaria de cedente y cesionario de la titularidad de la empresa en las obligaciones laborales a contar a partir de la cesión y pudiéndose reclamar de los responsables de modo sucesivo» (STS 13 noviembre 1992 (RJ 1992/8802). Con todo, no se trata de una cuestión pacífica a nivel de los Tribunales inferiores, pues encontramos pronunciamientos judiciales más recientes en sentido contrario. Así, el TSJ de la Comunidad Valenciana considera que: «el plazo que se establece en el art. 44 ET no constituye una norma específica en virtud de la cual los derechos laborales nacidos con anterioridad a la sucesión gozan de un plazo de prescripción superior al que con carácter general establece el art.59 ET. Dicho plazo hay que entenderlo como referido a que la responsabilidad solidaria entre cedente y cesionario por los derechos laborales no satisfechos y nacidos con anterioridad a la sucesión, se mantiene en los 3 años siguientes a la misma siempre que el derecho de que se trate no haya prescrito por inacción a tenor del art. 59 ET» (STSJ de la Comunidad Valenciana, 9 septiembre 1999 (AS 2000/357). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 257 ESTUDIOS basan en incumplimientos anteriores a la transmisión. Es el caso de la STS (Sala de lo Social), 28 enero 200483, dictada en unificación de doctrina, en la que se reclamó el pago de un mayor porcentaje de una pensión de jubilación, por no haberse cotizado antes de la transmisión de un colegio, rechazándose que la empresa cesionaria (Ayuntamiento) deba responder del pago del mayor porcentaje de la referida pensión, por tener por causa el incremento, la falta de cotización antes de la transmisión del Colegio a dicho Ayuntamiento. Ahora bien, el alcance de dicha doctrina se va a ver necesariamente alterado tras la Ley 52/2003, puesto que, si bien el art.127 TRLGSS no ha sido objeto de modificación alguna, su proyección práctica se ha visto retocada de forma indirecta mediante la reforma del art.104.1 TRLGSS, relativo a los sujetos obligados a cumplir la obligación de cotización. Dejando a un lado la deficiente técnica legislativa empleada, ya que lo lógico hubiera sido efectuar el retoque directamente en el texto del citado art.127, conviene subrayar que el nuevo art.104.1 in fine TRLGSS emplea una fórmula mucho más amplia que la hasta entonces vigente al disponer que: «la responsabilidad solidaria por sucesión en la titularidad de la explotación, industria o negocio que se establece en el citado artículo 127 se extiende a la totalidad de las deudas generadas con anterioridad al hecho de la sucesión». Siendo así, la responsabilidad solidaria en materia de Seguridad Social se extiende no sólo al pago de prestaciones nacidas y exigibles antes de la transmisión sino también a las nacidas con anterioridad a la transmisión y exigibles con posterioridad a la misma, e, incluso, a las nacidas con posterioridad siempre que se basen en incumplimientos anteriores a la transmisión. 83 258 RJ 1835. Según lo expuesto, la regulación dispuesta en el art.127.2 TRLGSS tiene la finalidad de garantizar y facilitar el cobro tanto por parte de la Tesorería General de la Seguridad Social (TGSS) como del propio trabajador afectado, de las prestaciones respecto de las cuales se haya declarado responsable directo al empresario. Pese a todo, el art.127.2 LGSS prevé la posible exoneración de responsabilidad por parte del empresario cesionario en los casos de que se trata señalando que «reglamentariamente se regulará la expedición de certificados por la Administración de la Seguridad Social que impliquen garantía de no responsabilidad para los adquirentes». Aunque tal precepto no se ha desarrollado todavía reglamentariamente, tal vacío se ha cubierto mediante la Circular de la Tesorería General de la Seguridad Social núm. 2002, de 18 de enero de 1989, en cuya virtud la expedición de dicho certificado se regula de forma analógica por lo dispuesto en el art.26 actualizado de la Orden de 28 de diciembre de 1966, sobre normas de aplicación y desarrollo en materia de campo de aplicación, afiliación, cotización y recaudación en período voluntario en el Régimen General en materia de responsabilidad en orden al pago de cotizaciones. De ello resulta que el empresario cesionario puede solicitar a la TGSS la expedición de un certificado que acredite la situación de la empresa en cuanto a sus obligaciones de cotización; expedición que deberá efectuarse en el plazo de un mes. Sin entrar a analizar los problemas aplicativos que se derivan de la falta de determinación del preciso momento en que ha de solicitarse tal certificado así como de los efectos derivados de la falta de expedición del certificado en el plazo de un mes, interesa señalar que si el empresario cesionario solicita tal certificado y no existen descubiertos de cotizaciones, no asumirá responsabilidad alguna en cuanto al pago de prestaciones. Además, si una vez expedido el certificado se conociesen descubiertos por la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES existencia de trabajadores no dados de alta, el empresario cesionario no asumiría responsabilidad alguna respecto de tales descubiertos, a menos que se hubiese subrogado en la posición de deudor del cedente por aplicación del art.44 TRLET, al no existir un pacto excluyente de la asunción de deudas por parte del cesionario84. Si, por el contrario, el empresario cesionario no solicita tal certificado, no podrá eximirse de responsabilidad en orden al pago de prestaciones por incumplimiento de la obligación de cotizar del cedente. Aunque la doctrina mayoritaria ha negado virtualidad jurídica al art.26 de la Orden 28 diciembre 1966, en la medida en que no constituye una norma reglamentaria, es lo cierto que cabe aplicar el régimen jurídico que se acaba de exponer en base al instituto de la analogía, pues existe identidad de razón entre la responsabilidad empresarial en materia de cotización y la responsabilidad empresarial en orden al pago de prestaciones que, precisamente, tiene su origen en el incumplimiento de la obligación de cotizar85. Lo decisivo es resaltar que, como en los supuestos de contrata y subcontrata de obras y servicios, la finalidad última del régimen de responsabilidad en materia de Seguridad Social parece ser la de proteger los intereses de la Seguridad Social frente a la falta de cotización por parte del empresario obligado, pues si se hubiera pretendido proteger los intereses de los concretos trabajadores afectados por la contrata o por la sucesión de empresa, centro de trabajo o unidad productiva autónoma, no cabría la exoneración de responsabilidad del empresario principal o cesionario con la mera expedición de certifi- 84 En este sentido, GALA DURÁN, C.: La Responsabilidad Empresarial por Incumplimiento de las Obligaciones de Afiliación, Alta y/o Cotización a la Seguridad Social, Aranzadi, Pamplona, 1997, pp. 512 y ss. 85 GALA DURÁN, C.: La Responsabilidad Empresarial..., cit., p.531. cación negativa de descubiertos, ya que tal certificación no refleja ni los supuestos de falta de alta de trabajadores de la plantilla ni los de infracotización86. Entrando ya en el comentario de las novedades introducidas por la Ley 52/2003 en punto a la responsabilidad en el pago de prestaciones, cabe señalar que, junto con la relativa a la ampliación del alcance de la responsabilidad de que se trata, la principal novedad operada en este ámbito consiste en la expresa consideración de que existe sucesión de empresa, aun cuando sea una sociedad laboral la que continúe la explotación, industria o negocio, esté o no constituida por trabajadores que prestaran servicios por cuenta del empresario anterior. El Proyecto de Ley de Disposiciones Específicas en materia de Seguridad Social, en la versión aprobada por la Comisión de Política Social y Empleo el día 10 de septiembre de 2003, modificaba el apartado 2º del art.127 TRLGSS en orden a precisar cuándo se consideraba existente una sucesión de empresa, acudiendo a tales efectos a la definición contemplada en el art.44 TRLET. De esta forma, se reforzaba la plena incorporación del concepto «laboral» de transmisión de empresa al ámbito de la responsabilidad en el pago de prestaciones en los casos de sucesión de empresa, poniendo el acento, a su vez, en la necesidad de acoger la noción «actualizada» de transmisión de empresa resultante de la reforma del art.44 TRLET por la Ley 12/2001, 9 julio. Como concreción de tal definición, se entendía expresamente que existía transmisión de empresa en los casos de constitución de una sociedad laboral por todos o parte de 86 Aunque en relación con los supuestos de contrata y subcontrata de obras y servicios, véase la crítica a esta forma de exoneración de responsabilidad en LUQUE PARRA, M.: «La responsabilidad empresarial en materia de seguridad social en el ámbito de las contratas y subcontratas de obras y servicios», en VV.AA.: Descentralización productiva y relaciones laborales: problemática jurídica actual, Lex Nova, Valladolid, 2002 pp.290 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 259 ESTUDIOS los trabajadores del empresario que continuasen en todo o en parte la actividad económica. Con la nueva redacción resultante de la Ley 52/2003, permanece incólume el art.127 TRLGSS, retocándose, no obstante, su alcance de forma indirecta mediante la modificación del art.104.1 TRLGSS, relativo a los sujetos obligados a cumplir la obligación de cotización, cuando lo lógico hubiera sido efectuar el retoque directamente en el texto del citado art.127. Ciertamente, el nuevo art.104.1 TRLGSS reza: «La responsabilidad solidaria por sucesión en la titularidad de la explotación, industria o negocio que se establece en el citado artículo 127 se extiende a la totalidad de las deudas generadas con anterioridad al hecho de la sucesión». Se entenderá que existe dicha sucesión aun cuando sea una sociedad laboral la que continúe la explotación, industria o negocio, esté o no constituida por trabajadores que prestaran servicios por cuenta del empresario anterior». Ante ello, conviene acudir, en primer lugar, a la jurisprudencia del TJCE, en la medida en que el Tribunal ha precisado que la Directiva 2001/23/CE del Consejo, 12 marzo 2001, sobre transmisión de empresa, no se aplica a una situación de sucesión de contratistas si la operación no va acompañada de una cesión de elementos significativos del activo material o inmaterial ni el nuevo empresario se hace cargo de una parte esencial, en términos de número y de competencias, de los trabajadores que su antecesor destinaba al cumplimiento de su contrata87. Consiguientemente, de conformidad con tal tesis, la mera circunstancia de que se prosiga idéntica o similar actividad no es suficiente para la aplicación de la Directiva, si 87 260 Entre otras, vid. STJCE 11 marzo 1997, Süzen. bien debe atenderse al tipo de empresa o de centro de actividad. Así, en la medida en que sea posible que una entidad económica funcione, en determinados sectores, sin elementos significativos del activo material o inmaterial, la existencia o inexistencia de transmisión no puede depender, por definición, de la cesión de tales elementos. En tales casos, pues, como se viene insistiendo, entre otras circunstancias de hecho, debe tomarse en consideración el hecho de que el nuevo empresario se haga cargo o no de la mayoría de los trabajadores en aquellos sectores en que la actividad descansa fundamentalmente en la mano de obra, ya que un conjunto de trabajadores que ejerce de forma duradera una actividad común puede constituir una entidad económica. Por tanto, la corrección de la nueva previsión que se ha introducido en el art.104 TRLGSS, y que se pretendió incluir en el art.127 TRLGSS por el Proyecto de Ley, dependerá del tipo de actividad de que se trate, pues la mera continuación de la actividad por todos o parte de los trabajadores del empresario mediante una sociedad laboral deberá considerarse o no transmisión de empresa en función de tal parámetro. En suma, dependerá de si se trata de un empresa de tipo industrial o de servicios, pues en el primer caso será preciso que se transmitan también los principales elementos estructurales de la empresa. Ahora bien, repárese en que el Proyecto de Ley entendía que existía transmisión de empresa en los casos de constitución de una sociedad laboral por todos o parte de los trabajadores del empresario que continuasen en todo o en parte la actividad económica, en tanto que la Ley 52/2003 considera existente la transmisión de empresa aun cuando sea una sociedad laboral la que continúe la explotación, industria o negocio, esté o no constituida por trabajadores que prestaran servicios por cuenta del empresario anterior. Ello significa que la nueva Ley amplía aún más el con- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES cepto de transmisión a efectos de la responsabilidad en el cumplimiento de la obligación de cotizar y del pago de prestaciones, pues incluso si la continuidad del negocio no es asumida por los antiguos trabajadores del empresario sino por trabajadores distintos constituidos en sociedad laboral, se entenderá igualmente existente la sucesión de empresa. En nuestra opinión, ello sólo sería posible si se transmitieran los principales elementos organizativos de la anterior empresa, pues, descartada la transmisión de parte del personal del anterior empresario en cuanto elemento organizativo básico, habría que estar a otros elementos de tipo estructural tales como maquinaria, instalaciones, cartera de clientes, u otros. En suma, pues, la nueva Ley se separa sustancialmente tanto de la noción de transmisión del art.44 TRLET como de la jurisprudencia comunitaria elaborada en aplicación de la Directiva 77/187/CEE, ya derogada por la Directiva 2001/23/CE del Consejo, 12 marzo de 2001. La nueva previsión legal debe ponerse en relación con el hecho de que, a menudo, suele suceder que la nueva empresa SAL nace en el marco de un previo proceso de suspensión o de quiebra y liquidación de la anterior, y, por tanto, una vez despedidos todos los trabajadores al servicio de ésta. La particular situación en que se produce la constitución de una SAL por todos o parte de los trabajadores afectados por un ERE ante supuestos de insolvencia o de cierre y liquidación de la empresa ha determinado la aparición en los últimos años de una línea jurisprudencial tendente a fomentar la continuidad de la actividad empresarial, evitando la imposición a la SAL de trabas excesivas que pudieran volverse contra la finalidad de la Directiva y del propio art.44 TRLET, que es la de protección de los trabajadores. Ciertamente, en palabras del Tribunal Supremo, «habida cuenta que el instituto de la sucesión recogido en el art. 44 ET tiene como finalidad primordial la de mantener los puestos de trabajo que hubiera en la entidad trasmitida, aplicar a un supuesto como el presente dicho precepto supondría retorcer su interpretación para conseguir lo contrario de lo que con él pretendió el legislador, puesto que la empresa quebrada prescindió de todos sus trabajadores y serían éstos precisamente, constituidos en Sociedad Anónima Laboral, los que, sufrirían las consecuencias que pudieran derivarse de la aceptación de la sucesión»88. En esta línea, se señala también que «la actuación de los trabajadores que, recurriendo a formas asociativas y través de la utilización de relaciones comerciales y de determinados elementos patrimoniales de la anterior empresa, que han obtenido de forma indirecta en el proceso de liquidación de ésta, tratan de lograr un empleo mediante el lanzamiento de un nuevo proyecto empresarial no es sólo una acción lícita, sino que merece la protección del ordenamiento laboral, y en estos casos en los que se trata más de una «reconstrucción» que de una «transmisión» de la empresa no se está en el supuesto del artículo 44 del Estatuto de los Trabajadores, que es una norma con una finalidad de conservación del empleo y no puede convertirse en una fórmula rígida que impide la aplicación de soluciones para la creación de nuevos empleos que sustituyan los perdidos como consecuencia de la crisis de la anterior empresa, como por lo demás permite el artículo 4 bis de la Directiva CE 77/187, en la redacción dada por la Directiva CE 98/50»89. Junto al argumento de la función social de la garantía subrogatoria, que encuentra amparo en la propia jurisprudencia y Directiva comunitarias sobre transmisión de empresa en supuestos de insolvencia empresarial, el Tribunal Supremo apoya su tesis en otro elemento como es que el art. 44 TRLET exige que se transmita como tal una empresa o una 88 STS 15 abril 1999 (RJ 4408). Más recientemente, STS 25 febrero 2002 (RJ 6235). 89 STS 11 julio 2001 (RJ 9274), con cita de la STS 15 abril 1999 (RJ 4408). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 261 ESTUDIOS unidad productiva en funcionamiento o susceptible de estarlo y este supuesto no se produce cuando ya no existe una organización empresarial que reúna esas condiciones y cuando los contratos de trabajo se han extinguido90. Ahora bien, teniendo en cuenta lo dispuesto en el art.51.11 TRLET, el Alto Tribunal se ve en la necesidad de matizar esa línea argumental. Así, en su más reciente Sentencia de 25 de febrero de 200291, parte de considerar que no es posible afirmar que a partir de la quiebra de una empresa ya no sea posible hablar de sucesión, pues el art. 51.11 TRLET exige aceptar tal posibilidad. Con todo, a pesar de aceptar tal planteamiento como punto de partida, es lo cierto que el Tribunal Supremo va a alcanzar el mismo resultado práctico alcanzado en sentencias precedentes, esto es, la inaplicación del art.44 TRLET, si bien haciendo recaer el peso de su argumentación en el hecho de que la entidad económica que se transmite debe «conservar su identidad». Así, se razona que la Directiva comunitaria limita la sucesión a la previa existencia de la transmisión de empresas o centros preexistentes que conserven su identidad, y esta exigencia de que la empresa permanezca en su identidad ha sido considerada elemento decisivo y determinante de la existencia o no de una sucesión empresarial. Consiguientemente, se indica que: «constituyendo exigencia básica de la normativa comunitaria esa permanencia de la empresa en su identidad es difícil mantener desde esa misma normativa comunitaria que una empresa previamente declarada en quiebra permanezca en su identidad, y sobre esta circunstancia ha 90 SSTS 15 abril 1999 (RJ 4408); 11 abril 2001 (RJ 5113); 25 junio 2001, (RJ 6333); y 11 julio 2001 (RJ 9274). 91 RJ 6235. 262 advertido expresamente la Directiva 1998/50, reformadora de la anterior, no sólo previendo la posibilidad de exceptuar de la aplicación de la indicada Directiva a los traspasos efectuados en el marco de procedimientos de liquidación, con el fin de promover la supervivencia de empresas que han sido declaradas en situación de crisis económica, sino disponiendo en su art. 4 bis, apartado 1 que «salvo que los Estados miembros dispongan otra cosa, los artículos 3 y 4 (los que disponen la sucesión) no serán aplicables a los traspasos de empresas, centros de actividad o partes de empresas o centros de actividad cuando el cedente sea objeto de un procedimiento de quiebra o de un procedimiento de insolvencia análogo...». Es cierto que tales preceptos no impiden pensar en la existencia de una sucesión mediando una quiebra, pero no cabe duda que los mismos constituyen una advertencia sobre la situación especial que la quiebra supone desde la perspectiva que aquí nos ocupa, y sobre el carácter restrictivo de la aplicación de tales normas a los supuestos de sucesión, lo que habrá que tomar en consideración en cualquier caso, a la hora de aplicar el derecho positivo de cada país». En base a ello, el Alto Tribunal llega a la conclusión de que no se ha producido una transmisión de empresa, pues, «lo que los trabajadores integrantes de las empresas recurrentes hicieron fue crear dos nuevas empresas sobre las cenizas de una empresa anterior quebrada. Y ello no permite hablar de sucesión a los efectos del art. 44.1 ET que contemplamos porque, por encima de las palabras utilizadas en la letra del precepto o en las sentencias interpretativas del mismo, lo que se trasluce de ellas es la exigencia de que se haya producido una transmisión de activos patrimoniales y personales, o sea, de elementos que permitan continuar una explotación empresarial «viva», que es lo que podría permitir hablar de la permanencia en su identidad». En particular, el Alto Tribunal entendió que no podía sostenerse que la nueva entidad REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES SAL sustituyera en su identidad a la empresa anterior, «puesto que la empresa a la que venía a sustituir se hallaba declarada en quiebra, había cesado en su actividad productiva cuando las nuevas empresas hoy recurrentes nacieron, y los bienes que la nueva entidad utilizó no constituyen elementos productivos que puedan considerarse suficientes como para afirmar que aquella continuidad se dio. Aquella empresa a la que vinieron a sustituir había dejado de existir como tal empresa cuando las nuevas comenzaron a funcionar y, por lo tanto no permanecía como tal entidad en el momento en que éstas iniciaron su actividad, sino como una «masa» integrada por un pasivo que superaba el activo (eso es la quiebra) y, por lo tanto, sin capital social ni organización que es lo que en términos mercantiles identifican a una empresa». Argumentos que, en realidad, resultan extensibles a buena parte de si no a todos los supuestos de constitución de una SAL por todos o parte de los trabajadores afectados por la quiebra y cese de una empresa. En cualquier caso, importa destacar que esta línea jurisprudencial vino a poner de relieve las dificultades de encaje de la regulación contemplada en el art.51 TRLET en los supuestos de empresas incursas en procedimientos concursales con la línea de tendencia imperante en la jurisprudencia comunitaria e incorporada desde 1998 al propio texto de la Directiva sobre traspasos de empresas. Esas dificultades de encaje parecen haber quedado superadas con la nueva regulación de los procesos concursales por la Ley 22/2003, 9 julio, Concursal, que entró en vigor en septiembre de 2004, y que añade un nuevo artículo a la Ley del Estatuto de los Trabajadores (art.57 bis), en cuya virtud «en caso de concurso, a los supuestos de modificación, suspensión y extinción colectivas de los contratos de trabajo y de sucesión de empresa, se aplicarán las especialidades previstas en la Ley Concursal». Así pues, la corrección del criterio incorporado en el nuevo art.104.1 TRLGSS por la Ley 52/2003, dependerá de si la citada ley promulgada con posterioridad a la Ley Concursal, con independencia de que hubiera entrado en vigor antes que ésta ha tomado en consideración la regulación que el legislador español ha establecido en punto a la continuidad de la empresa cuando ésta se ve inmersa en un procedimiento concursal. En la medida en que este aspecto será desarrollado en un apartado específico de este trabajo, baste señalar ahora que lo decisivo es que, como regla general, no se aplicará el régimen jurídico del art.44 TRLET, al menos en toda su extensión, cuando nos situemos ante supuestos de insolvencia, entendida ésta como el estado patrimonial del deudor que no puede cumplir regularmente sus obligaciones. Conviene insistir en el hecho de que, con anterioridad a la Ley Concursal, la conclusión era justo la contraria: en los casos de quiebra o insolvencia empresarial, si, tras la aprobación del ERE, algunos o todos los trabajadores afectados por el mismo decidían constituir una SAL y proseguir la totalidad o parte de la actividad empresarial, de constatarse la transmisión de una entidad económica, la estricta aplicación de la regulación vigente imponía aplicar sin matizaciones lo dispuesto en el art.44 TRLET. Ante ello, como se ha visto, el Tribunal Supremo reaccionó efectuando una interpretación finalista de tal precepto legal cuando la aplicación del mismo podía contradecir la propia finalidad de la normativa sucesoria que es la de garantizar el empleo de los trabajadores afectados por el cese de la empresa. Resulta obvio, por tanto, que la modificación normativa de que se trata art. 104.1 TRLGSS responde a la voluntad del legislador de zanjar la línea jurisprudencial favorable a la inaplicabilidad o aplicabilidad excepcional del régimen del art.44 TRLET a los supuestos de cambio de titularidad de una REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 263 ESTUDIOS entidad económica en el marco de un procedimiento concursal, en base a una interpretación finalista de la garantía prevista en tal precepto legal. Al margen de que ello nos pueda parecer reprochable desde una perspectiva social, no puede negarse que la ley tiene, en principio, competencia para corregir tal criterio jurisprudencial. Sin embargo, más dudosa resulta la posibilidad de que esa ley obvie la nueva regulación que se deriva de otra ley la Ley Concursal, que, en nuestra opinión, resulta ser ley especial por lo que se refiere al instituto de la transmisión de empresa en los supuestos de insolvencia empresarial. Y es que, constante doctrina de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo ha venido considerando que el concepto laboral de transmisión de empresa es el que resulta aplicable al ámbito de la Seguridad Social92, sin que quepa manejar un concepto autónomo desligado del art.44 TRLET y de la Directiva 2001/23/CE, y ahora también de la Ley Concursal. Del mismo modo, el art.10.1 RD 1637/1995, 6 octubre, por el que se aprueba el Reglamento General de Recaudación de los Recursos del Sistema, confirma la traslación del concepto «laboral» de transmisión de empresa al ámbito que nos ocupa93. Consiguientemente, el TRLGSS no puede considerar existente una sucesión de empresa, de forma automática y sin matizaciones, en un supuesto en que «laboralmente» sería dudosa su calificación como tal, no sólo por- 92 Por todas, STS 28 octubre 1997 (RJ 7085): «fijada dicha sucesión por la jurisdicción laboral, no puede ser desconocida en este orden contencioso-administrativo, y una vez establecido, por tanto, el vínculo entre ambas empresas, tal decisión fijada por el orden jurisdiccional laboral que le es propio, incide necesariamente en este orden jurisdiccional contencioso-administrativo». 93 En efecto, el referido precepto reglamentario nos indica que «tal responsabilidad no es exigible a los adquirentes de elementos aislados de la explotación, industria o negocio respectivo, salvo que las adquisiciones aisladas, realizadas por una o varias personas, permitan la continuación de la explotación, industria o negocio». 264 que siempre será preciso acreditar que se ha transmitido una «entidad económica», sino también porque la aplicación del régimen jurídico del art.44 TRLET dependerá en cada caso de la tramitación concreta del procedimiento concursal. Todo ello evidencia que, en definitiva, el régimen especial de responsabilidad a efectos de Seguridad Social previsto en los arts.104 y 127 TRLGSS no pretende tanto la protección de los intereses de los trabajadores como la protección del patrimonio de la Seguridad Social. Finalidad que se ha llevado demasiado lejos por la Ley 52/2003 al no tomar en consideración la particular situación de las SAL y la necesidad de no gravar en exceso las iniciativas tendentes al mantenimiento de la empresa, máxime cuando son los propios trabajadores afectados por la crisis empresarial los que apuestan por su continuidad. En todo caso, la nueva regulación prevista en el art.104.1 in fine TRLGSS podrá tener virtualidad cuando sea una sociedad laboral la que continúe la explotación, industria o negocio al margen de los supuestos de insolvencia empresarial, como en el caso resuelto por la Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha, 1 junio 1999, cuya doctrina fue refrendada por el Tribunal Supremo al desestimar el recurso de casación para la unificación de doctrina interpuesto contra tal sentencia, indicando que no existía contradicción entre la resolución judicial que se impugnaba y la otra resolución judicial que se aportó por la parte recurrente, basándose en la disparidad de circunstancias fácticas que envolvían la creación de empresas continuadoras por parte de los propios trabajadores afectados por un ERE en uno y otro caso, y, en particular, apoyándose en el hecho de que, en la sentencia referencial, se había producido ya una declaración de insolvencia empresarial, que no existía en la recurrida94. 94 STS 16 mayo 2000 (RJ 4619). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES 3.5. La participación de los trabajadores en la transmisión de empresa: los derechos de información y consulta 3.5.1. Los derechos de información en la transmisión a) Sujetos obligados al cumplimiento y destinatarios de la información El art. 44.6 TRLET acomete la cuestión que probablemente representaba el vacío esencial de nuestra normativa en relación a la comunitaria, puesto que tal y como señaló la doctrina, el art. 64.1.5) TRLET y el art. 238 LSA solamente cubrían de manera parcial la obligación impuesta por la norma comunitaria95. El apartado 6 del art. 44 TRLET contempla dos obligaciones de información autónomas: una para el empresario cedente y otra para el empresario cesionario. Se trata de obligaciones jurídicas independientes en las que cada uno de los sujetos empresariales que participan en el negocio transmisivo aparecen como responsables únicos de su cumplimiento frente a los respectivos representantes legales de los trabajadores. Así, la inobservancia del titular de la obligación de información no puede ser sustituida por ningún otro sujeto96. Así se desprende claramente tanto de la interpretación literal del precepto estatutario como de la lectura de la norma comunitaria a la que ha pretendido ajustarse el legislador. No cabe duda que para el empresario transmitente la obligación de información Vid., el estudio de VALDÉS DAL-RÉ, F.: La transmisión de empresa y las relaciones laborales. Estudio comparado de los ordenamientos comunitario y nacional, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2001, pp. 94 y ss. 96 VALDÉS DAL-RÉ, F.: «Las garantías colectivas en la transmisión de empresa», Relaciones Laborales, n.. 1112, 2002, p. 220. 95 procede en toda transmisión, sea cual fuere la causa de la misma. Por el contrario, la delimitación de los supuestos en los que el empresario cesionario debe informar a los representantes de los trabajadores resulta algo confusa. Si bien el apartado 6 del art. 44 TRLET prescribe la citada obligación tanto para el cedente como para el cesionario, para éste último el apartado 8 del citado precepto se indica que estará obligado a informar con la suficiente antelación «y en todo caso, antes de que sus trabajadores se vean afectados en sus condiciones de empleo y trabajo por la transmisión». Atendiendo a la interpretación sistemática de los citados apartados 6 y 8, un sector de la doctrina ha entendido que la obligación de información del empresario cesionario respecto de los representantes legales de sus trabajadores solamente procederá cuando la transmisión de empresa se acompañe de decisiones organizativas con efectos sobre aquellos97. De no ser así, faltará el presupuesto de hecho de la obligación de informar y del correlativo derecho a ser informado por parte de los representantes de los trabajadores. No obstante, en primer lugar, no debe pasar desapercibido el hecho de que el contenido de la obligación de información se prevea en idénticos términos tanto para el cedente como para el cesionario. Asimismo, debe tenerse en cuenta que el contenido de la información no se limita a las consecuencias y medidas previstas para los trabajadores. Parece lógico concluir que de la norma se desprende que los trabajadores afectados en una transmisión empresarial no sólo son los de la unidad transmitida, sino también los que ya estuvieren prestando servicios por cuenta del cesionario, así como los que permanecen en la empresa cesionaria. En este sentido, puede decirse que no existe una relación directa entre la obligación de información y la afectación directa sobre el empleo o las condiciones de trabajo de la plantilla de los empresarios 97 VALDÉS DAL- RÉ, F. : Ob. loc. ult. cit. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 265 ESTUDIOS implicados en el negocio transmisivo. Una interpretación en sentido distinto conduciría a considerar el deber de información como un deber meramente instrumental de la consulta-negociación prevista para las medidas empresariales de reorganización adoptadas con ocasión de la transmisión. Ciertamente, la indicada obligación de consultas integra una obligación de información, pero sin duda se trata de una obligación de intensidad y naturaleza diferenciada de la información que debe proporcionarse con carácter general antes de la transmisión de empresa. Junto con ello, una interpretación restrictiva en el sentido de limitar la obligación de información del cesionario en los supuestos en los que la transmisión presente efectos directos sobre las condiciones de empleo y trabajo de sus trabajadores se sitúa fuera de la literalidad del art. 7.1 de la Directiva 2001/23/CE, en la que la única diferencia entre la obligación del cedente y cesionario debe buscarse en la regla temporal de su cumplimiento98. Efectivamente, en el párrafo primero del citado precepto comunitario se recoge la obligación de información, mientras que en el párrafo segundo se recogen las condiciones temporales de su condición. La indicación temporal en la que debe cumplir el cesionario es ciertamente confusa, pero, en nuestra opinión, en ningún caso debe entenderse en el sentido que limite el ámbito objetivo de la obligación de información a los supuestos de adopción de decisiones que afecten a los trabajadores. En relación con ello debe tomarse en consideración la naturaleza del derecho de información en el derecho comunitario, que tiende a superar su consideración como un mero mecanismo de participación orientado al tratamiento a posteriori de los procesos de cambio empresarial. Baste recordar que la reciente Directiva 2002/14/ CE sobre información y consulta, tiende a 98 R ODRÍGUEZ-P IÑERO R OYO, M.: «Transmisión de empresas y derecho europeo», en AA.VV. La transmisión de empresas en Europa, Cacucci, Bari, 1999, p. 31. 266 superar la orientación tradicional en los procesos de transformación o crisis empresarial, reforzando la información sobre la situación de la empresa o centro de trabajo. Finalmente, resulta contradictorio afirmar que no resulta exigible la obligación de información del cesionario teniendo en cuenta que el párrafo segundo del apartado 8 establece claramente que en los supuestos de fusión y escisión el deber de información debe cumplirse, a más tardar, al tiempo de publicarse las convocatorias de juntas generales de accionistas. El carácter imperativo de la indicada obligación en los términos contemplados por la norma conduce a considerar que nos hallamos ante una obligación unida a la sucesión empresarial, con independencia de que posteriormente se adopten medidas empresariales que tengan efectos sobre la plantilla de las empresas fusionadas o de la futura empresa matriz. En este sentido, la indicada precisión vendría a integrar una regla que completaría los supuestos en los que el cesionario debe proceder a informar a sus representantes. Desde este punto de vista, no parece que existan suficientes razones para justificar que el cesionario únicamente deba cumplir con la obligación de información, con independencia del efecto sobre las condiciones laborales de los trabajadores, en los supuestos de escisión y fusión. Ciertamente, la delimitación de las circunstancias temporales en las que se enmarca el cumplimiento de la obligación del cesionario adolece de falta de claridad. Sin entrar en este momento en desentrañar la regla temporal contemplada en el apartado 8, es evidente que de la lectura conjunta se derivan conclusiones distintas para el cedente y el cesionario. Mientras que para el cedente la obligación se deberá cumplir en todo caso antes de la transmisión, para el supuesto del cesionario, de manera más críptica, se indica que será con la suficiente antelación y, en todo caso, «antes de que sus trabajadores se vean afectados en sus condiciones de empleo y trabajo por la transmisión». En una primera REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES aproximación podría pensarse que es posible que se cumpla con el deber de información con posterioridad a la transmisión, en tanto que los trabajadores no se vean afectados en sus condiciones de trabajo. Ello se reforzaría en oposición con la regla destinada a disciplinar el cumplimiento de la obligación del cedente. No parece que la ahora indicada sea la interpretación más lógica, puesto que resulta contradictorio con el propio hecho de la transmisión a la que se alude con la referencia a la «suficiente antelación» en el mismo apartado 6 del art. 44 TRLET. En este sentido, debe entenderse que la suficiente antelación de la información que constituye la regla principal se refiere al hecho de que se produzca la sucesión. mecanismo subrogatorio sobre las decisiones preventivas en el marco de la sucesión. Con carácter general, ya ha quedado dicho que no cabe la adopción de tales medidas preventivas en relación con la plantilla que deba transferirse que tengan su fundamento en las exigencias impuestas por el cesionario. Ciertamente, las circunstancias derivadas de la transmisión habilitarán al empresario cesionario a la adopción de dichas medidas, es por ello que la lógica indica que lo más adecuado es que sea en el ámbito de la organización en la que se produce donde deba aportarse la meritada justificación de la decisión. De lo contrario, se debilitaría injustificadamente la garantía del fenómeno sucesorio que tan celosamente aplica el TJCE. La lectura armónica del citado precepto lleva a considerar que el legislador ha pretendido establecer una regla particular para los supuestos en los que la sucesión se acompañe de medidas laborales en relación con los trabajadores que integran la plantilla del cesionario. Es posible que el cesionario proceda a la adopción de decisiones organizativas derivadas de la transmisión en un momento anterior a que ésta se produzca. En tal caso, es lógico pensar que la información no procederá en cualquier momento anterior a la transmisión, sino, con la antelación suficiente a que los trabajadores del cesionario se vean afectados en sus condiciones de trabajo. De ahí que se prevea la obligación de informar con anterioridad a la ejecución de decisiones empresariales sobre las condiciones de trabajo de los empleados pertenecientes a la plantilla del cesionario adoptadas con ocasión de la futura transmisión. Por lo que respecta a la delimitación de la parte laboral titular del derecho de información, ésta se realiza a través de la llamada genérica a los «representantes de los trabajadores». Se trata de la misma fórmula empleada en otros pasajes legales (arts. 40, 41 y 51) por el TRLET, de modo que resulta lógico atribuirle idéntico contenido en todos ellos. Por consiguiente, no cabe duda de que la indicada referencia comprende tanto a la representación unitaria como sindical. Por contra, la indicada alternativa de cumplimiento de la obligación de información no se contempla en relación con la plantilla del cedente. En este caso, deben tomarse en consideración las especiales cautelas tanto de la legislación, así como de los tribunales, acerca de las decisiones organizativas que se enmarcan en el proceso de sucesión empresarial y que priorizan la garantía de la aplicación del En ausencia de representantes de los trabajadores, siguiendo los principios contemplados en la Directiva, el empleador deberá facilitar la información directamente a los trabajadores afectados por la transmisión. De este modo, en términos similares a los previstos en otras normas comunitarias, se pretende asegurar que la ausencia de representantes de los trabajadores deje sin efecto una de las garantías sobre las que se construye la tutela de los trabajadores en la transmisión de empresa. Inicialmente, el art. 44.7 TRLET, recogiendo la prescripción presente en la norma comunitaria, únicamente indica de manera genérica que deberá informarse a los trabajadores que «pudieren resultar afectados por la transmisión». Por consiguiente, el procedi- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 267 ESTUDIOS miento de información es sustituido por una obligación de informar a los trabajadores. Obligación que deberá cumplirse respecto de todos los trabajadores afectados, tanto de la cedente como de la cesionaria; y cuyo cumplimiento corresponderá a ambos empresarios, cada uno respecto de sus empleados. Debe precisarse que la norma interna omite la referencia a la ausencia de representantes por la voluntad de los trabajadores, hecho que pone de manifiesto una tutela más amplia, ya que será suficiente con que no existan representantes de los trabajadores, aunque sea por falta de interés de los mismos trabajadores99. Como se habrá advertido, la norma española introduce un giro gramatical que pretende completar el alcance de los trabajadores afectados por la transmisión, al indicar que deberá informarse a los «que pudieren resultar afectados por la transmisión». A la vista de la literalidad del precepto, parece lógico considerar que la norma, a partir de la distinción entre los trabajadores afectados y los que no lo son, da a entender que no siempre procede la información individual a todos los trabajadores de la plantilla del cedente y del cesionario100. Por consiguiente, debería desecharse la interpretación según la cual los trabajadores afectados por la transmisión lo son todos los trabajadores de las plantillas de las empresas implicadas. La anterior afirmación, no obstante, requiere de mayores precisiones. 99 MOLINA NAVARRETE, C.: «El último capítulo de la primera fase de la reforma del mercado de trabajo: puntos críticos de la Ley 12/2001, de 9 de julio», Revista de Trabajo y Seguridad Social (CEF), 2001, núm. 221-222, p. 153. 100 Por el contrario, VALDÉS DAL-RÉ («Las garantías colectivas en la transmisión...», cit., p. 221) entiende que en la empresa cedente debe entenderse que son afectados todos los trabajadores, mientras que en la empresa cesionaria solamente aquéllos que vean alteradas sus condiciones de trabajo a consecuencia de la transmisión. 268 De entrada, cabe preguntarse si tal interpretación representa una limitación de los sujetos destinatarios de la información en los términos previstos por la norma comunitaria, por cuanto que en ella únicamente se alude, con carácter general, a los «afectados» por la transmisión. Genéricamente afectados por la transmisión pueden serlo todos: los trabajadores de la empresa cedente y cesionaria, con independencia de que aquella operación incida en su relación laboral o condiciones de trabajo. Sin embargo, no creemos que sea tal la interpretación que deba realizarse del art. 7.6. Directiva 2001/23/CE. La información individual a los trabajadores en ausencia de representantes legales constituye, en el espíritu de la norma comunitaria, el mecanismo de garantía de la indemnidad de la posición del trabajador ante la transmisión. En este sentido, resulta lógico pensar en la aplicación del régimen de información cuando resulte de aplicación el mecanismo tutelar previsto para la cesión de empresa. Así pues, de conformidad con la interpretación coherente con la filosofía de la norma comunitaria, cabe entender que el apartado 7º del art. 44 TRLET se ajusta a las prescripciones impuestas por ésta. Sentado lo anterior, se advierte fácilmente que la cuestión fundamental no es otra que la de especificar qué trabajadores deban ser considerados como afectados por la transmisión y, por ende, informados con carácter previo a que ésta produzca sus efectos. Inicialmente cabría sostener que los trabajadores afectados son aquellos que «directamente» se ven afectados en su relación de trabajo por la transmisión de empresa. Esto es, los trabajadores transferidos junto con la organización empresarial. En este sentido, el objeto esencial de tutela de la Directiva sobre transmisión no es otro que asegurar la continuidad de las relaciones de trabajo en sus dos vertientes fundamentales: la continuidad de la relación de trabajo, por una parte, y la conservación, frente al cesionario, de las condiciones de trabajo derivadas de la relación laboral entablada con el cedente. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES No obstante, debe advertirse que la transmisión puede tener efectos sobre las relaciones de trabajo distintos de la aplicación del mecanismo subrogatorio. Efectivamente, junto al efecto directo que en vía principal supone la transmisión de empresa, no cabe duda que la sucesión de la organización empresarial puede afectar asimismo a los trabajadores de la plantilla del cedente no transferidos o a los de la plantilla de la cesionaria. Es claro que en tal caso se trata de trabajadores igualmente afectados por la transmisión, aunque lo sean solamente de manera indirecta y derivada de la reorganización de la empresa cesionaria o, en caso, de la cedente. Dentro de las obligaciones de información en la sucesión de empresa, se contempla una garantía específica o adicional para los supuestos en los que la transmisión de empresa, centro de trabajo o unidad productiva autónoma se produce en el marco de procesos ordenados desde instancias diferenciadas del cedente y cesionario. En concreto, el apartado 10 del art. 44 excluye que pueda justificarse el incumplimiento de la obligación de consulta por el hecho de que la decisión de la transmisión provenga de una empresa que ejerce el control sobre la transmitente o transmitida, aún cuando aquélla no hubiere facilitado la información necesaria al titular de la obligación. En otras palabras, contempla el derecho a ser informados los representantes de los trabajadores por la empresa formalmente responsable, aunque materialmente la decisión haya sido tomada en otra instancia, en otra empresa sobre la que se ejerce el control101. Así, será de aplicación en los supuestos como los ahora vistos: filialización, filialización dentro del grupo, transmisión de empresa entre filiales del grupo o, en fin, la venta de una filial del grupo a otros. Ciertamente, la previsión estatutaria presen- 101 MONEREO PÉREZ, J.L. y MOLINA NAVARRETE, C.: El modelo de regulación jurídico-laboral de los grupos de empresas, Editorial Comares, Granada, 2002., p. 102. ta un radio de acción mucho más amplio que los indicados procesos de filialización, aunque con probabilidad será en ellos donde despliegue toda su virtualidad102. Repárese en que la imposibilidad de exoneración de responsabilidad se aplica, de conformidad con la literalidad del precepto, a las «empresas que ejerzan el control» sobre cedente o cesionario. Parece evidente que con la noción de «control» se alude a los denominados grupos de empresa por dominación en la definición ya tradicional del derecho comunitario y que se ha trasladado, parcialmente, a propósito de la adaptación del derecho interno a las exigencias de aquél. la responsabilidad de la empresa dominante, esto es, la que ha tomado el control. Con todo, si bien la noción de «control» aparece referida a la participación en el capital de la empresas implicadas en la cesión, entendemos que será también aplicable a los grupos de empresas generados sobre una base contractual o por yuxtaposición y en los que exista una empresa que, en base a las relaciones contractuales, ejerza el control sobre las decisiones de otras empresas integradas en el mismo grupo. Según se desprende de una lectura inicial del apartado 10 del art. 44 TRLET, la obligación de información recae siempre y en todo caso sobre la empresa formalmente cedente o cesionaria, de manera que el incumplimiento por parte de las indicadas empresas no podrá ser exigido a la instancia en la que se adoptó la decisión sobre la transmisión. Se disocia, por así decirlo, el sujeto obligado formalmente a informar a los representantes de los trabajadores de quién efectivamente adopta la decisión empresarial y dirige la operación de 102 Tal y como ha indicado la doctrina (MONEREO PÉREZ, J.L; MOLINA NAVARRETE, C.: El modelo de regulación jurídico laboral..., cit., p. 70), a pesar de la centralidad de los procesos transmisión de unidades ecnonómicojurídico autónomas menores «dentro de un mismo grupo y pese a la reciente reforma legislativa experimentada por el art. 44 LET, el precepto no contiene más referencia que el apartado 10». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 269 ESTUDIOS transmisión103. Desde este punto de vista, se establece una tutela ciertamente limitada, en la que se excluye la posibilidad de que cumpla la obligación el sujeto que es el verdadero responsable104. b) El contenido del derecho de información y las circunstancias temporales de cumplimiento de la obligación de información El apartado 6 del art. 44 TRLET especifica el contenido de la información que debe trasladarse a los representantes de los trabajadores. La disposición reproduce literalmente la previsión contenida en el derecho comunitario. La norma comunitaria revela el intento del legislador de no predeterminar un elenco imperativo de materias que pudieran eventualmente restringir el contenido de la información, recogiendo de este modo, indicaciones genéricas acerca del contenido mínimo de la misma. De la lectura inicial de dicho apartado se advierte fácilmente que la información se presenta con dos aspectos diferenciados: uno relativo a la operación empresarial de transmisión y otro a las consecuencias laborales que se infieran de la misma. En este sentido, es sabido que deberá transmitirse la información relativa a los motivos de la operación de transmisión, así como la fecha prevista para su efectividad. De entre las razones que conducen a la transmisión, parece que no bastará con la identificación de los motivos particulares que hubieren conducido a la cesión de la empresa, sino que debe referirse a las razones empresariales que han empujado a cedente y cesionario a realizar la operación transmisiva. En este sentido, la información relativa a los motivos de la transmisión deberá extenderse a las 103 p. 490. BAZ RODRÍGUEZ, J.: Las relaciones de trabajo cit, 104 MOLINA NAVARRETE, C.: «El último capítulo de la primera fase...», cit. p. 155. 270 valoraciones de orden económico-financieras de la operación. Por consiguiente, deberán ponerse en conocimiento de los representantes los aspectos económicos y organizativos en los que se enmarca la cesión empresarial. Asimismo, se establece la carga de informar sobre los efectos que trae consigo la transmisión de empresa. De conformidad con la norma, la información trasladada a los representantes de los trabajadores deberá contener las consecuencias jurídicas, económicas y sociales para los trabajadores. De esta manera, entre las consecuencias jurídicas deberán incluirse las que se infieran de la nueva realidad empresarial a tenor de lo dispuesto en el mismo art. 44 TRLET. Entre las medidas previstas sobre los trabajadores, no cabe duda que se refiere a aquellas medidas organizativas que afecten a la plantilla. En este sentido, resultará imprescindible presentar el cuadro general de las consecuencias sobre las condiciones de trabajo y nivel de empleo de la plantilla que pudieran inferirse de la transmisión. No puede desconocerse que la ley indica que deberá informarse de todas las medidas que afecten directamente a la plantilla; de manera que deberán incluirse todas aquellas medidas que, de una u otra forma, incidan en el «mercado de trabajo» interno de las plantillas del cedente o del cesionario. Pero también cabrá obligar a informar en relación con otros aspectos de la relación de trabajo que puedan verse afectados por la transmisión: los efectos sobre la clasificación profesional, desarrollo de la carrera profesional, vacantes, etc., de los trabajadores transferidos y de los propios de la plantilla del cesionario o de los que se mantienen en la plantilla del cedente. Qué duda cabe que tan relevante es el objeto de la información como la identificación del grado de cumplimiento que implica la carga informativa en la transmisión de empresa. Como no podía ser de otra manera, en la identificación del objeto de la información no aparecen, ni directa ni indirectamente, remisiones que permitan especificar su contenido REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES concreto que colma la obligación de información. Ni se alude a las fuentes documentales que deban trasladarse para dar cumplimiento a la obligación de información, ni se remite a otras fuentes normativas que permitan identificar el mínimo cumplimiento de la obligación de información. Ciertamente, a pesar de que el objeto de la información es, en esencia, determinable a través de su enunciación legal, no puede decirse lo mismo sobre las condiciones que permitan afirmar su cumplimiento. La norma no aporta criterios auxiliares que permitan identificar el grado de cumplimiento mínimo para entender satisfecha la carga de información. La indicada ausencia de criterios es, en ciertos casos, fácilmente eludible a partir de la interpretación sistemática del cuadro general de los derechos de información de los representantes de los trabajadores. Tal será el caso, por ejemplo, de la información relativa a los motivos que dan lugar a la transmisión en las sociedades por acciones. Así, de conformidad con lo dispuesto en el art. 64.1.3 TRLET in fine, la pauta general puede ser la de exigir que la información abarque, cuanto menos, el nivel ofrecido a los accionistas105. No obstante, con carácter general, es claro que no puede acudirse a parámetros de referencia, directos o indirectos, que permitan identificar el contenido mínimo del deber de información. A pesar de la ausencia de parámetros específicos respecto del contenido de la información regulada en el art. 44.6 TRLET, es factible la identificación de principios hermenéuticos suficientes que permitan especificar las reglas generales sobre las exigencias que derivan de su cumplimiento. En primer término, con carácter general, tal y como se ha venido indicando, con la obligación de información se pretende institucionalizar la vía de 105 S EMPERE N AVARRO, A.V.: «Sobre los aspectos colectivos en la transmisión de empresa», Aranzadi Social, 2002, nº7. diálogo sobre la cual abordar las consecuencias laborales de la sucesión empresarial. La finalidad de la Directiva exige que las obligaciones que prevé se cumplan de modo tal que permita a los trabajadores afectados o a sus representantes acceder a la información necesaria para poder apreciar las razones y consecuencias para los trabajadores de la operación transmisiva106. Es claro, por consiguiente, que la identificación del objeto de la información se realiza a partir de la identificación funcional del derecho de información107. En definitiva, cabe apreciar la inobservancia de la carga informativa contemplada en el art. 44.6 TRLET en los supuestos de (1) ausencia total de información sobre alguna de las materias referidas en el art. 44.6 TRLET, y (2) la retención, ocultamiento o expedición de informaciones inexactas siempre que su resultado sea limitar o impedir la efectividad del derecho de información108. De esta forma, la verificación del incumplimiento del contenido del deber de información exigirá un análisis caso por caso de sus consecuencias sobre la eficacia de la información. En definitiva, parece que deberá ser conside- 106 VALDÉS DAL-RÉ, F.: «Las garantías colectivas en la transmisión...», cit. 221. 107 En este sentido, la eficacia del deber de información se hace depender de que efectivamente se facilite el conocimiento de la situación. En este sentido, será de aplicación la doctrina del TJCE en la Sentencia 29 marzo 2001 (Asunto Bofrost), que a propósito de la información en el marco de la constitución del comité de empresa europeo señaló, como ya quedó dicho, la obligación de facilitar la información necesaria para determinar si, eventualmente, existen las condiciones legalmente exigidas para iniciar el procedimiento negociador en vistas a la consecución del comité de empresa europeo. En aplicación de meritada doctrina del Tribunal de Justicia, puede concluirse que los representantes de los trabajadores tendrán derecho a solicitar toda aquella información que sea precisa para la consecución de la finalidad de la información. 108 Así, por ejemplo, si los motivos aducidos por la empresa son realmente justificativos de la transmisión o si dichos motivos se presentan de manera parcial. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 271 ESTUDIOS rado incumplimiento grave aquél que afecte a la propia efectividad del derecho de información. Por último, respecto del momento en que procede la información para el cesionario, el criterio legal adopta la forma de concepto jurídico indeterminado: «con la suficiente antelación». En nuestra opinión, la antelación suficiente vendrá determinada por la posibilidad de examinar la materia objeto de información, la que enmarcará la antelación con la que deba servirse la información a los representantes de los trabajadores. Junto con la indicada precisión temporal, no puede obviarse que el parámetro temporal debe hallarse en consonancia con la finalidad del indicado derecho de información: institucionalizar la vía de diálogo sobre la cual abordar la sucesión empresarial o sus consecuencias laborales. De conformidad con ello, el tiempo necesario para el examen de la materia implica, asimismo, el tiempo preciso para la preparación de la acción colectiva en el marco del asunto tratado; incluyéndose aquí las actuaciones necesarias para ello (convocatoria de asambleas de trabajadores, etc.). En este sentido, la transmisión de información que impida a los representantes el ejercicio del derecho a la acción colectiva la convocatoria de una asamblea, por ejemplo debe considerarse inadecuada en los términos legales ahora vistos. Por su parte, para el parámetro que enmarca la indicada antelación es, en el supuesto del cesionario, la sucesión empresarial: «antes de la realización de la transmisión». c) La articulación del derecho de información del art. 44.6 TRLET con otras obligaciones legales de información en los supuestos de fusión y absorción de empresas El artículo 64.1.5º TRLET recoge el derecho de los representantes de los trabajadores a emitir un informe cuando las operaciones 272 de fusión, absorción y modificación del estatus jurídico de la empresa «supongan cualquier incidencia que afecte al volumen de empleo»109. El contenido de este precepto fue objeto de serias críticas por parte de la doctrina, tanto por los supuestos en los que se reserva la emisión del informe como, especialmente, por su inadecuación a la Directiva comunitaria sobre transmisión de empresa110. No obstante, ya ha quedado dicho que la consulta-información a la que se alude en el art. 64 TRLET, se aleja claramente de la fórmula de consulta propuesta por el nuevo art. 44 TRLET. La adaptación de la legislación española sobre transmisión de empresa a las exigencias del derecho comunitario operada a través de la Ley 12/2001 producirá, indudablemente, efectos sobre la interpretación del referido precepto. En primer lugar, es claro que decaerán algunas de las interpretaciones extensivas, más allá de la letra de Ley, que se realizaron con la pretendida voluntad de solventar al menos parcialmente la inadecuación de la normativa española al régimen jurídico comunitario sobre transmisión de empresa. En este sentido, las interpretaciones fundamentadas en la inadecuación del modelo español a la regulación de la originaria Directiva 77/188/CEE, deberán desecharse111. Asimismo, no creemos que una lectura sistemática de los arts. 44 y 64.1.5 TRLET permita defender la extensión del informe a De conformidad con la doctrina (GONZÁLEZ BIEDE.:. Las relaciones laborales en la transmisión de la empresa en el Derecho del Trabajo, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1989, p. 191), se trata de la transformación de sociedades, incluyendo la conversión de la persona física en jurídica y viceversa. Vid. sobre el particular, MONEREO PÉREZ, J. L.: Las relaciones laborales en la transmisión de la empresa, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 198,, pp. 405 y ss. 110 Vid. MONEREO PÉREZ, J.L.: Las relaciones laborales en la transmisión , cit., p. 280; GONZÁLEZ BIEDMA, E.: Las relaciones laborales en la transmisión de la empresa., pp. 194-195. 111 Vid. GONZÁLEZ BIEDMA, E.: Ob. loc. ult. cit.. 109 MA, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES cualquier supuesto de transmisión, por cuanto que el propio art. 44 TRLET establece ciertas diferencias para los supuestos de fusión y absorción. De ello parece deducirse la voluntad del legislador de establecer ciertas diferencias entre el régimen jurídico de la cesión por fusión y absorción respecto de otras formas de sucesión empresarial. Así pues, resulta lógico considerar que el trámite de información previa contemplado en el art. 64.1.5 TRLET debe circunscribirse, en los términos legalmente previstos, a las operaciones de fusión y absorción o las que alteren el estatus jurídico del empresario; debiendo rechazarse una interpretación que incluya tal deber en supuestos distintos de los aludidos112. En el mismo sentido, resulta difícil sostener, a la vista del renovado art. 44 TRLET, que la emisión del informe procederá más allá de los casos en los que la operación de transmisión incida sobre el volumen de empleo. Una interpretación en sentido lato de las medidas en las que se desprenderá la emisión del informe es difícilmente argumentable si tomamos en cuenta que el legislador no ha considerado oportuna tal adaptación frente al carácter omnicomprensivo que presenta la consulta-negociación en el art. 44 TRLET. En segundo lugar, la nueva regulación sobre la información y consulta en la transmisión de empresa delimita, indirectamente, el marco en el que deberá darse cumplimiento al trámite de información por parte de la representación unitaria ex art. 64.1.5 TRLET. Es sabido que el art. 64.2 TRLET dispone que los informes que deba emitir la representación de los trabajadores de conformidad con el primer apartado del art. 64 TRLET «deben elaborarse en el plazo de 15 días». Pasado el indicado período, procederá 112 Vid. ALBIOL MONTESINOS, I.: Aspectos laborales de la transmisión de empresa, Ministerio de Trabajo y de Seguridad Social, Madrid, 1984, p. 127; GONZÁLEZ BIEDMA, E.: Las relaciones laborales en la transmisión., cit., p. 193-194. continuar con el proceso sin necesidad de atender a la recepción del preceptivo informe de los representantes de los trabajadores. A diferencia de otros supuestos (por ejemplo los distintos apartados del art. 64.1.4 TRLET), nada se indica directamente sobre el momento en que deba solicitarse el informe. La doctrina coincidió en que debían emitirse previamente a la concreción de la operación que conllevare el cambio de titularidad113. De no ser así se privaba de cualquier incidencia práctica que eventualmente pudiese tener sobre la voluntad del empresario. En principio, debe entenderse vigente dicha interpretación, pues carece de cualquier sentido, a la vista del art. 44 TRLET, que se traslade la emisión del informe a un momento posterior a la efectiva transmisión de empresa. No obstante, queda por determinar si el informe deberá presentarse con anterioridad a la aprobación de la operación proyectada o con anterioridad a la fecha de efectividad de la misma. El régimen jurídico sobre la información en la transmisión de empresa arroja luz sobre dicha cuestión, puesto que incide indirectamente en la delimitación del momento en el que deba proceder la emisión del informe. En principio, parece que el parámetro temporal que determinará el dies a quo de la exigibilidad del informe quedará fijado indirectamente a través del momento en el que se proporciona la información sobre las medidas laborales que acompañarán el proyecto de fusión o absorción, o la modificación del estatus jurídico de la empresa. Dicha información deberá proporcionarse con anterioridad a la celebración de la junta general de accionistas que deba pronunciarse sobre la operación empresarial de fusión y absorción. En tanto el legislador indica que la cesión empresarial debe anunciarse acompañada de las medidas laborales relativas a la plantilla, cabe consi- 113 GONZÁLEZ BIEDMA, E.: Las relaciones laborales en la transmisión ., cit., p. 208; MONEREO PÉREZ, J.L.: Los derechos de información de los representantes de los trabajadores, Civitas, Madrid, 1992, p. 443. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 273 ESTUDIOS derar que es el dicho momento en el que se conocen las consecuencias sobre el volumen del empleo que deba procederse con el informe. Por otra parte, en dicho momento todavía podrá reconsiderarse el alcance de la medida. De lo contrario, el informe quedaría reducido a un trámite sin sentido, meramente burocrático, unido a la consulta; privándosele de cualquier incidencia práctica que pudiere tener sobre la voluntad del empresario. En definitiva, el momento preciso en el que sea exigible el informe no dependerá del empresario. Ahora bien, la exigencia del informe no suspenderá la adopción del acuerdo de fusión o absorción. En el mismo sentido, la ausencia del mismo tampoco paralizará el acuerdo sobre la operación empresarial114. Finalmente, en lo que se refiere al contenido del citado informe, la Ley guarda silencio. Tal y como señaló la doctrina, la duda principal es discernir si el informe debe referirse a la operación proyectada o, por el contrario, circunscribirse a las consecuencias que desencadenan la exigibilidad de dicho informe: la afectación sobre el volumen de la plantilla de la empresa115. En principio, a la vista de la obligación de información que precede temporal y lógicamente a la emisión del informe debe reputarse más acertada la segunda de las opciones, esto es, que el informe debe versar sobre las consecuencias laborales derivadas de la operación de fusión y absorción. Se introduce la posibilidad de reconsiderar los efectos proyectados sobre el nivel de empleo en la empresa, sobre la conveniencia de las extinciones planeadas a propósito de la transmisión; y no sobre la oportunidad o no de la operación mercantil proyectada. Tal y como se ha indicado, el incumplimiento de este trámite de información no parece que impida la eficacia de la transmi- 114 MONEREO PÉREZ, J. L.: Los derechos de información , cit.., p. 445. 115 GONZÁLEZ BIEDMA, E.: Las relaciones laborales en la transmisión ., cit., p. 210. 274 sión efectuada. Si bien no resulta fácil pronunciarse de modo contundente sobre los efectos de la ausencia de informe en relación al posterior procedimiento de consultas, cabe afirmar que lo más lógico es pensar que dicha ausencia no suspenda el inicio del subsiguiente periodo de consulta ni, asimismo, perjudique los acuerdos alcanzados en dichos periodos o las medidas adoptadas sin acuerdo una vez concluido el indicado periodo de consulta. A salvo, claro está, de la responsabilidad administrativa que pudiere nacer de la conducta empresarial a la luz del art. 7.7 LISOS. Es evidente que la reconstrucción de los distintos pasajes legales relativos a los derechos de información y consulta en las operaciones de transmisión dificulta la compresión de cuál es el marco general que pretende introducir el legislador. Como se habrá advertido ya, la cuestión que planea en las consideraciones vertidas hasta aquí no es otra que la de establecer el lugar que deba ocupar la emisión del informe en el marco de los derechos de participación recogidos en el art. 44 TRLET. En este sentido, dejando de lado las consecuencias hermenéuticas que indirectamente se infieran para la determinación de los supuestos, momento y contenido del informe de los representantes, queda pendiente pronunciarse sobre las relaciones y, en particular, la comunicabilidad que deba existir entre las distintas formas de participación en los procesos de fusión y absorción. Tras la reforma legal del art. 44 TRLET, la emisión del informe se configura como un trámite adicional a la preceptiva consulta acerca de ciertas medidas laborales adoptadas. La utilidad de este trámite es dudosa, teniendo en cuenta, por una parte, que se circunscribe a las decisiones organizativas que afectan al volumen del empleo, quedando fuera un elenco importante de materias sobre las que emitir el informe previo. Y, por otra, no puede desconocerse que constituye una consulta débil, por cuanto que se instituye como un REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES mero informe previo que no obliga al empresario. Ya no mediatiza la voluntad empresarial, sino que ni tan siquiera obliga ni a su estudio conjunto ni a ofrecer una respuesta sobre su contenido. A la vista de las circunstancias expuestas, en nuestra opinión, la única interpretación lógica que cabe realizar del mantenimiento de la obligación de emisión del informe no es otra que entender que manifiesta la voluntad del legislador de promocionar la participación de los trabajadores en los supuestos de fusión y absorción a través de la negociación. Conclusión que aparece reforzada si se toman en consideración las particularidades del régimen legal relativo a la información a los representantes en los supuestos de fusión y absorción con las consecuencias indicadas en el epígrafe anterior. No obstante, es claro que el mantenimiento en tales términos de un régimen jurídico diferenciado para las operaciones de integración empresarial a través de la fusión y absorción es claramente insatisfactorio. Qué duda cabe que hubiere sido deseable el establecimiento de un régimen jurídico particular fundamentado en la promoción de la negociación de los efectos laborales del proyecto de fusión. En descargo del legislador debe decirse que dichas particularidades tampoco aparecen en la Directiva sobre transmisión de empresa; particularidades que únicamente se contemplan de manera genérica respecto de las reglas de aplicación del convenio colectivo aplicable en caso de cesión empresarial. En todo caso, el excesivo apego a la literalidad de la norma comunitaria en la actualización del régimen jurídico de la transmisión no justifica que el legislador no haya reconsiderado el lugar que deba ocupar el art. 64.1.5 TRLET tras la reforma de los aspectos relativos a la participación de los trabajadores en los fenómenos de cesión empresarial. Seguramente en los complejos procesos de integración empresarial a través de la fusión y absorción resulta deseable la participación de los trabajadores a través de la negociación de sus consecuencias laborales en un momento anterior a la culminación de la operación. En este sentido, cabría imaginar de lege ferenda la posibilidad de instaurar una obligación de estudiar conjuntamente, en definitiva de consultar, las medidas laborales que acompañen al proyecto de fusión o absorción previamente a la culminación de los acuerdos sobre dichas operaciones. Ello no perjudicaría la posterior obligación de negociar las medidas que decidieren introducirse a propósito del negocio transmisivo. Sea como fuere, resulta incuestionable que el mantenimiento del art. 64.1.5 TRLET en sus términos originales únicamente contribuye a introducir confusión acerca del régimen jurídico de los derechos de información en la transmisión de empresa. En definitiva, como se ha advertido, asistimos a una regulación en aluvión que produce serías dificultades interpretativas. Expresión máxima de dichas dificultades es la imposible relación entre los derechos de participación del art. 44 TRLET y el derecho de información activa del que son titulares los representantes de los trabajadores en las fusiones y absorciones ex art. 64.1. 5º TRLET. 3.5.2. El derecho de consulta-negociación El derecho de información que acabamos de analizar se establece en relación a cualquier tipo de transmisión, con independencia de que ésta se acompañe de consecuencias laborales, ya sea respecto de la empresa cedente, ya sea respecto de la empresa cesionaria. La aplicación del mecanismo subrogatorio previsto en la Directiva sobre transmisión de empresa exige que el empresario no acuerde, con ocasión de la transmisión, modificaciones en el estatuto jurídico de los trabajadores adscritos a la unidad transmitida. Efectivamente, el mantenimiento de las condiciones de trabajo constituye, de conformidad con el art. 3.1 de la Directiva, una de las garantías REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 275 ESTUDIOS de los trabajadores en el supuesto de sucesión empresarial. Ahora bien, tal y como ha indicado en reiteradas ocasiones el TJCE, la Directiva únicamente impide que la transmisión se constituya en título habilitante para la modificación de las condiciones de trabajo, pero no se opone a que las circunstancias que se infieran de la operación transmisiva permitan alteraciones en las condiciones contractuales previas116. De este modo, al subrogarse el cesionario en la situación del cedente por lo que respecta a los derechos y obligaciones de la relación de trabajo, «ésta puede modificarse en relación con el cesionario dentro de los límites que cabría aplicar si se tratase del cedente, debiendo quedar claro que la transmisión de empresa en ningún caso puede constituir por sí misma el motivo de dicha modificación»117. Consiguientemente, la obligación de consulta nace cuando el cedente o cesionario prevean la adopción de medidas en relación con sus trabajadores respectivos. En este sentido, se ha visto más arriba, hay que destacar la estrecha relación existente entre la obligación/derecho de información y el trámite de consultas en la transmisión de empresa. Puede decirse que, en sentido amplio, a pesar de constituir obligaciones jurídicas autónomas, en numerosas ocasiones integrarán dos momentos distintos de un mismo proceso: la reestructuración derivada de la transmisión empresarial118. Tanto es así que, tal y como se indicó, la especificidad del objeto de información debe buscarse en el sucesivo diálogo entre empleador y representantes de los trabajadores. Ya se dijo que el contenido de la información en la transmisión de empresa no constituye un mero expedien- 116 SSTJCE 10 febrero 1988, Daddys Dance Hall; 12 noviembre 1992, Watson Rask y Kirsten Christensen; 14 septiembre 2000, Asunto Collino y Chiappero. 117 STJCE 14 septiembre 2000, Asunto Collino y Chiappero. 118 MORENO GENÉ, J.: El nuevo régimen jurídico-laboral de la sucesión de empresa, Tirant lo Blanch, 2003, p. 168. 276 te burocrático, de modo que la idoneidad de dicho trámite se deberá enjuiciar a la luz de la satisfacción del eventual derecho de consultas119. El derecho de información en la transmisión exige presentar el cuadro general de las consecuencias sobre las condiciones de trabajo y el nivel de empleo de la plantilla que pudieran inferirse de la transmisión. Así el derecho de información, enmarcará el ulterior proceso de consultas, en cuyo seno podrá exigirse la información pertinente para la justificación de dicho trámite120. Evidentemente, los trabajadores afectados serán, en primer lugar, los que acompañan a la unidad transmitida. No obstante, también resultará de aplicación el régimen previsto en el artículo 44.9 TRLET en la adopción de medidas organizativas que traigan causa en la transmisión y afecten a los trabajadores no transmitidos. En este sentido, el pasaje legal alude, con carácter general, a las medidas que en relación con sus trabajadores pudieren adoptar el cedente o el cesionario «con ocasión de la transmisión». Asimismo, en relación con la obligación de información que recae sobre el cesionario respecto de sus trabajadores, la Ley indica que deberá cumplirse con antelación suficiente, «y en todo caso antes de que sus trabajadores se vean afectados en sus condiciones de empleo y de trabajo por la transmisión». Así pues, la causa no es la propia transmisión, sino las circunstancias económicas, técnicas, productivas u organizativas que even- 119 No es ocioso recordar que el art. 4.3 de la Directiva 2002/14/CE, por el que establece el marco general relativo a la información y consulta, indica con carácter general que «la información se facilitará en un momento, de una manera y con un contenido apropiados, de tal modo que permita a los representantes de los trabajadores proceder a un examen adecuado y preparar, en su caso, la consulta». 120 En este sentido, indica VALDÉS DAL-RÉ (Las garantías colectivas en la transmisión...», cit. p. 221.) que el derecho de información «abona y prepara el terreno a la consulta/negociación». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 SALVADOR DEL REY GUANTER, DANIEL MARTÍNEZ FONS y RAQUEL SERRANO OLIVARES tualmente derivaren de la misma. Ello ayudará a establecer el principio de causalidad y, por consiguiente, la admisibilidad o no de dichas decisiones. a) Las medidas cuya adopción requiere del período de consultas Tal y como se ha venido señalando, las consultas se activan en los supuestos en los que la operación de transmisión represente la adopción de medidas con incidencia directa sobre los trabajadores. No obstante, ni la Directiva 2001/23 ni el art. 44 TRLET establecen qué medidas organizativas requieren de la previa consulta con los representantes de los trabajadores. Ante el silencio normativo, y dada la ordenación de la procedimentalización de los poderes empresariales operada por nuestra legislación laboral, la doctrina científica ha mantenido posturas encontradas. La discrepancia, aun con ciertos matices, se centra en la calificación de las medidas de reorganización que exigen de la previa consulta. En este sentido se ha sostenido que únicamente procede el periodo de consultas cuando cedente o cesionario pretendan el ejercicio de poderes empresariales distintos del poder de especificación de la prestación. De conformidad con ello, suelen incluirse en el capítulo de decisiones que inevitablemente deberán consultarse, las modificaciones sustanciales incluyendo aquí las modificaciones funcionales sustanciales ex art. 39.5 TRLET, los traslados, las suspensiones del contrato de trabajo y, en fin, los despidos llamados «empresariales»121. Con todo, desde una interpretación finalista del art. 44.9 TRLET, se ha matizado la anterior posición, excluyendo aquellas medidas empresariales que, de uno u otro modo, contemplan mecanismos de participación en su procedimentalización. Tal sería el caso de 121 GARCÍA-PERROTE ESCARTÍN, I. y MERCADER URGINA, J.R.: «La transmisión de empresa...», cit., p. 255. las modificaciones sustanciales de funciones que, de conformidad con el art. 39.5 TRLET, deben sujetarse a las reglas sobre modificaciones sustanciales o, en su defecto, a las previstas en convenio colectivo. En tal caso, las previsiones legales colmarán las exigencias del deber de consulta con vistas al acuerdo exigidas para la sucesión empresarial. Junto con ello, también se han considerado excluidos de la consulta previa los despidos «empresariales» denominados plurales o menores, en virtud de la Directiva 98/59, que, se considera «lex speciali, a la luz de la cual ha de interpretarse la legislación nacional»122. Así las cosas, el art. 44.9 TRLET únicamente significará la extensión de la obligación de consultas a los supuestos de modificaciones sustanciales y traslados individuales o plurales que no superan los umbrales numéricos contemplados en los arts. 40 y 41 TRLET123. En el resto de decisiones empresariales la legislación prevé una adecuada participación colectiva en la adopción de la decisión empresarial. No obstante lo anterior, dado que el precepto no distingue, entendemos que deberá incluirse cualquier medida laboral que pretenda aplicarse sobre los trabajadores con independencia de la naturaleza de la medida. En este sentido, el art. 44.9 TRLET constituye una restricción de los poderes directivos empresariales en los procesos de transmisión empresarial a favor de la participación de los trabajadores como clave del éxito de dicho proceso. Así pues, es lógico pensar que también las decisiones susceptibles de adoptarse con discrecionalidad en condiciones normales, en los supuestos de transmisión de empresa, han de sujetarse al trámite participativo. Seguramente, la cuestión que entraña mayor complejidad es la de determinar en 122 VALDÉS DAL-RÉ, F.: ««Las garantías colectivas en la transmisión de empresa», Relaciones Laborales, núms. 11 y 12, 2002, p. 223. 123 VALDÉS DAL-RÉ, F.: Ob. loc. ult. cit.. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 58 277 ESTUDIOS qué supuestos las medidas laborales se producen con ocasión de la transmisión y, por tanto, sujetas al periodo de consulta-negociación. Tal y como ha señalado la doctrina, deberá aplicarse un criterio de razonabilidad basado en la proximidad temporal de la medida con el negocio sucesorio124. En este sentido, es preciso recordar que el TJCE ha declarado la nulidad de las decisiones que adopte el empresario transmitente con la finalidad de dejar sin efecto las garantías derivadas de la aplicación del mecanismo subrogatorio, de manera que los despidos producidos en la empresa cedente fundamentados únicamente en la sucesión deben reputarse ilegales125. En concreto, indica que, en la difícil labor de determinar si el despido únicamente se fundamenta en el hecho de la transmisión, deberá atenderse a las circunstancias objetivas en las que se ha producido el despido: por ejemplo, que éste ha tenido efecto en una fecha próxima a la transmisión, y que los trabajadores de que se trata sean empleados de nuevo por el cesionario. Si bien con ello no parece que se excluya, con carácter general, la adopción de decisiones organizativas en relación con los trabajadores del cesionario, puede inferirse una especial intensidad en la obligación de justificación de la medida adoptada por el cesionario dentro del proceso de cesión. En cualquier caso, de constatarse la existencia de una causa legalmente prevista, con carácter previo a la transmisión, nada impedirá que se adopte la decisión empresarial126. S EMPERE N AVARRO, A.V.: «Sobre los aspectos colectivos ,» cit. 125 Sentencia de 15 de junio de 1988, Bork international y otros. La circunstancia de que el personal del cedente fuera despedido solamente unos días antes de la fecha en que el cesionario se hizo cargo del personal, lo que demuestra que el motivo del despido fue la transmisión de la actividad, no puede tener por efecto privar a los trabajadores de su derecho a que su contrato de trabajo continúe con el cesionario. En términos similares, la Sentencias de 12 de marzo de 1998 (Asunto Jules Dethier Equipement). 126 STS 24 julio 1995 (RJ 1995/6331). 124 278 Otra cosa será que en las operaciones de fusión y absorción de empresas pueda adelantarse la aplicación de la reorganización; y singularmente la extinción de contratos por la duplicidad de estructuras organizativas derivadas de la transmisión. Según ha defendido la doctrina, solamente podrá entenderse que concurre la causa en los supuestos en los que exista un acuerdo firme entre cedente y cesionario, a pesar de que en términos legales, no se haya perfeccionado aún el traspaso acordado por no haberse llegado al término fijado o producido la condición prevista127