El milagro del que JJ Rousseau fue testigo

Anuncio
27 de abril de 2015 — buzos
www.buzos.com.mx
45
Escafandra
El milagro del que J.J. Rousseau fue testigo
Ángel trejo RAYGADAS / Periodista - escritor
so, tan natural al corazón humano, mi veneración por aquel
virtuoso prelado, el orgullo secreto de haber contribuido tal
vez yo mismo al milagro, ayudaron a seducirme, y lo cierto
es que si ese milagro hubiera sido efecto de las plegarias más
ardientes, bien habría podido yo atribuirme una parte”…Lo
Ilustración: Carlos Mejía
Protestante converso católico por conveniencia –para sobrevivir y estudiar en un país que por entonces aún no era el suyo
(Francia)– en 1729 Jean Jacques Rousseau tenía 17 años y
estudiaba para cura en un seminario, cuando en Annecy se
suscitó un incendio en un convento antonino que puso en
riesgo el domicilio de su protectora madame Warens.
Mientras Rousseau y el personal doméstico ponían a
salvo los bienes más preciados de ésta, pues el viento
inducía el fuego hacia el recinto, madame Warens, el
obispo de Bernex y otras personas se pusieron a orar
en el jardín de la residencia a fin de solicitar el apoyo
divino para conjurar el flagelo. El propio seminarista
hizo lo mismo cuando concluyó sus labores de rescate
físico. Doce años después, en 1741, al surgir una promoción eclesial para beatificar al obispo de Bernex,
Rousseau brindó su testimonio sobre el milagro que se
atribuyó al prelado por haber sofocado el fuego con sus
rezos. Lo hizo verbalmente y también mediante la entrega de documentos que lo enriquecían. Dos décadas
después Élie-Catherine Fréron, un ex jesuita y libelista
furibundo enemigo de los enciclopedistas, en particular de Voltaire, publicó en su revista L’Anné litteraire
el “milagro de Annecy”, a fin de reivindicar el pasado
católico de Rousseau, cosa que a éste le pareció “divertida” porque seguramente el hecho le recordaba su
audacia de joven pragmático.
Rousseau recuerda este suceso anecdótico en Las
confesiones (1765-1770) para aclarar que el milagro
Annecy se había debido en realidad a un cambio de
orientación de los vientos que avivaban el fuego y que
los documentos que entregó a monseñor Boudet –el
instructor de la causa beatífica– habían sido elaborados
por los misioneros antoninos. Ésta es la versión textual
de Rousseau: “A ruegos del padre Boudet, yo añadí
esos documentos un testimonio del hecho que acabo
de referir, e hice bien; pero lo que hice mal fue dar ese
hecho por un milagro. Había visto al obispo rezando, y
durante su rezo había visto cambiar el viento, e incluso muy
oportunamente: es lo que yo podía decir y certificar; pero no
que una de esas dos cosas fuera causa de la otra, eso es lo que
no debía atestiguar, porque no podía atestiguarlo. Sin embargo, por lo que puedo recordar de mis ideas, entonces sinceramente católicas, actué de buena fe. El amor a lo maravillo-
que puede deducirse de la confesión de Rousseau es que los
milagros existen, que muchos de ellos son obras de la naturaleza y que otros los son de la artificialidad humana, igual que
muchas de las truculencias del hombre y sus instituciones. El
único milagro real y maravilloso es el Universo, del que sin
embargo nunca sabremos su origen o causa..
Descargar