MI PRIMER GAMO

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MI PRIMER GAMO
Dieciséis de octubre de 2010, armada El Horcajo, puesto nº2. 1ª montería de la temporada.
Ese fue el día, la armada y el puesto que me toco mediante sorteo en la finca La Moracha, en
Jimena de la Frontera (Cádiz), donde abatí mi primer trofeo homologable; un bonito gamo
bronce rozando plata.
Todo comenzó a las 8.00 de la mañana, donde quedamos para desayunar y partir pronto para
los puestos, ya que había algunas armadas de cierre que estaban bastante alejadas. El día
amaneció fresco y despejado. Sobre las 8.45h empezaron a comunicar las normas y sorteo.
¡Que nervios!, primero la armada más lejana y así progresivamente hasta cerrar la mancha. Yo
me quedé uno de los últimos,( tocándome una traviesa).
Me nombran, y cuando elijo sobre, lo abro y leo: El Horcajo Nº 2, me dirijo a mi compañero
(con el que doblaba puesto un rato cada uno) y me dice; “¿Qué?”, Y yo,” ¿Qué de qué?”,”
¿Qué nos ha tocado?” Y respondo, “El horcajo 2”, a lo que me dice,” valiente bajío tienes, el
ahorcado, ¡Vaya tela! ya no coges ni un sobre más este año”. Bueno, pues entre risas y
disputas nos encaminamos a los puestos.
A las 11.15h, el postor nos explica ya situados en el puesto, dirección de tiro, puestos vecinos y
hacia donde no debíamos tirar. El puesto precioso; un llano lleno de bajos helechos y
alcornoques.
Pues manos a la obra, montamos el rifle, sacamos la bota de vino, pan, chorizo, etc. y a
esperar la suelta. Sobre las 12.00h, escuchamos las primeras ladras y empieza mi compañero
en posesión del rifle (hay que resaltar que mi compañero para esto de la cacería tiene siempre
el santo de cara…, y hay que reconocer que tira bastante bien).
A eso de las 12.30h se escucha una ladra de un perrito (digo perrito porque no levantaba dos
palmos del suelo) dirección hacia nuestro puesto, cuando de repente aparece un venado de
doce puntas, (no muy bueno de cuernas pero si con mucho cuerpo) que de un certero disparo
cayó fulminado. A lo que exclamo; “¡Y no le gustaba al muchacho el nombre de la armada!”.
Entre risas y tapas cojo el rifle, pasan las horas y nada más que pasan hembras, hembras y más
hembras… y un vareto.
Ya no sabía cómo me iba a poner, que comer, casi que me fume un paquete de tabaco…, y a
eso de las 15.00h, desesperado, viendo que se acercaba la hora que el postor nos recogiera y
presagiando ya lo peor “que no iba a pegar un tiro” ,cogí el rifle y le digo a mi compañero:
“toma tú el rifle que yo ya tengo el día hecho”, a lo que me respondió muy indignado, “ no te
muevas del puesto que los perros han pasado de vuelta y cualquier bicho que se haya
quedado encamado se puede levantar al no escuchar jaleo” con lo que volví a mi posición sin
rechistar.
Cuando de repente levanto la mirada y veo andando muy tranquilo un enorme gamo a escasos
50metros, fue como….., si la naturaleza ese día quisiera recompensarme por mi espera y
silencio durante toda la mañana. Me agacho, me apoyo en la corcha crecida de un alcornoque
y dejo cumplir al animal siguiéndolo con la cruceta del visor, (tengo esos instantes grabados a
fuego en mi mente) cuando presiono el gatillo………. y cayó en redondo.
Me puse tan nervioso cuando lo vi caer que empecé a dar vueltas sobre mí mismo sin saber
qué hacer. Me senté, me levante, solté el rifle lo volví a coger, saque el casquillo, todo esto
sucedió en segundos cuando pienso……., bueno……, voy a ver el bicho……… Voy en busca de él,
ando sobre ese manto de helechos aproximadamente donde a priori calcule que había caído y
llegando al sitio que yo creía que estaba……., allí no había nada……, giro sobre mí, doy un paso
adelante y se pone en pie ese enorme paleto a menos de un metro de mí. Di un brinco hacia
atrás que casi me caigo, me mira el animal a los ojos ¡y echa a correr!. Me quede boquiabierto.
A todo esto me pasaba por la mente una de las historias que mi compañero me contó un día.
Contaba que, en una montería, tiró a un gamo y al escuchar el estruendo del rifle el animal se
tiró al suelo como si la bala le hubiese impactado y se hizo el muerto. Una vez que pasaron los
perros, el bicho se levantó y se fue como si nada hubiera pasado. Se pisteó y allí no había ni
gota de sangre.
De nuevo cargo el rifle, le tiro, el animal se resiente ¡le he dado! y sigue corriendo, vuelvo a
cargar, tiro y le da de nuevo, y sigue corriendo, hasta que vacié el cargador y echo a correr
detrás de él (mal hecho por mi parte) pero me cegó la majestuosidad, fortaleza e instinto de
supervivencia del animal. No quería que se perdiera en el monte.
Pasé por donde el animal había pasado, atravesando monte y brezales hasta que di con él, ya
estaba muerto; me vuelvo al puesto y me pregunta mi compañero: “¿A dónde has ido
corriendo tanto, muñeco?, ¿Qué has tirado?” respondiéndole: “un gamo, ¿bueno? Ve y lo
miras;” volviendo sobre mis pasos para indicarle el sitio, llegamos a los pies del animal y
exclama: “¡esto es homologable!”, “¡puede que llegue a plata!” No iba muy mal encaminado,
nos abrazamos y me dijo, buen bicho, si señor; lo cogimos por las cuernas y lo arrastramos al
carril junto al venado.
No cabía en mí, estaba loco por llegar a la junta de carnes para ver que se había matado y para
que vieran la suerte que había tenido esa mañana.
Llegamos a la junta de carne y aún no habían recogido todas las reses. Había un bonito gamo
negro pero nada más que destacar. Comimos y a la hora más o menos aparece el remolque
con ese pedazo de gamo. Todos estaban expectantes para ver al animal.
Se armó un revuelo impresionante alrededor de él. Todos me dieron la enhorabuena, incluido
el dueño de la finca; al final con todas las reses recogidas y haciendo balance entre el
propietario y el gestor, mi gamo fue la mejor res abatida en la montería.
Al rato de estar por allí, entre felicitaciones, fotos y risas, se me acercó un chaval, hoy día gran
amigo mío, y me preguntó; “¿quién ha matado el gamo?” A lo que respondí: “yo,” y me dice:
“este animal es homologable, posiblemente plata”, lo que me confirmó el comentario de mi
compañero.
Este chaval resulto ser, Ramón Franco, para mí, uno de los mejores taxidermistas de la
provincia. Él se encargó de disecarme de pecho para la posteridad al animal y gestionarme la
homologación. Al final dio una puntuación de 169.5.
Y así finalizo esa primera montería de 2010, nunca la olvidare.
Me gustaría dedicarle este relato a mi fiel compañero y maestro de batallas Pasoslargos, por
aguantar mi inquietud montera y por enseñarme tanto de las montañas.
Rafael Gómez.
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