1.- Situar a Nietzsche en el seno de una sociedad dominada por la crisis. Los ideales revolucionarios de 1789 estaban olvidados. La revolución de 1848 fracasa. Aumenta el control social. 2.- Se refuerza la policía y el ejército. Se desarrolla el modelo de capitalismo industrial. 3.- En este contexto los grandes valores quedan en cuestión, entran en crisis las certezas fundamentalistas y universales, los sistemas filosóficos se hunden. 4.- Se difunde el darwinismo y aparecen los vitalismos frente a idealismo y racionalismos. El contexto histórico en el que vive Nietzsche (1844-1900) es el de la revolución industrial, que significó un cambio desde el sector agrícola al industrial, lo que produjo un aumento considerable de trabajadores asalariados así como la acumulación de riqueza de una nueva clase social, la burguesía. Como consecuencia de estos cambios aparecen los movimientos obreros y se desarrolla el capitalismo liberal, que hizo crecer las aspiraciones y las demandas políticas de la burguesía. Estas demandas fueron cristalizando a lo largo del siglo en sistemas democráticos dotados de constituciones, en los que Nietzsche encontró un síntoma de decadencia, puesto que la idea de igualdad que los sustentaba “uniformaba” a los individuos e impedía la aparición de personalidades críticas, artísticas y autónomas, más cercanas al ideal nietzscheano del superhombre. En todo caso, tras la última gran revolución del siglo XIX, la ”primavera de los pueblos” de 1848, los ideales revolucionarios franceses fueron engullidos por la revolución económica lo que hizo que la burguesía dejara de ser revolucionaria para defender y mantener el nuevo orden social y económico que ella había impuesto. El nuevo papel revolucionario lo retomaron anarquistas, socialistas y comunistas en tanto que buena parte de la burguesía veía en la palabra “democracia” un sinónimo de peligro y de desorden social. Por otra parte, esta época es también la de la unificación alemana. La unificación se realiza bajo la dirección de la Prusia de Bismark, y deja como resultado, tras el crecimiento demográfico y el desarrollo industrial, una Alemania que se perfila como primera potencia europea. Esta unificación respondía a los intereses nacionalistas que se estaban extendiendo por toda Europa y que pedían la creación de estados nacionales. Frente a ellos, Nietzsche prefirió la idea de superación del Estado, continuando la línea de personajes como Napoleón y Goethe, que ya habían bosquejado una Europa unida. Este movimiento político del nacionalismo estuvo muchas veces ligado a un movimiento cultural, el Romanticismo, que influyó mucho a Nietzsche en su primera época, y del que fue desvinculándose a lo largo de su vida. La figura romántica alemana más destacada fue el músico R. Wagner, amigo de Nietzsche, con el que éste estuvo de acuerdo en considerar el arte griego como arte verdadero, al cristianismo como culpable de la hostilidad respecto a la vida, y a la música como impulsora del verdadero espíritu artístico. En el plano filosófico, tras Kant surge el idealismo absoluto de Hegel, para el que existe una única realidad regida por leyes del pensamiento, que se despliegan en la historia hacia la emancipación y la libertad. Nietzsche se opuso a este planteamiento al rechazar la idea de una realidad sujeta a leyes del pensamiento, idea que sí compartieron, llevada a la acción social, Marx y Engels, cuya obra permaneció ajena a la de Nietzsche, y que utilizaron los planteamientos hegelianos para potenciar la praxis revolucionaria, considerando al proletariado como la clase destinada a regir la historia mediante cambios en la estructura económica de la sociedad capitalista, que conducirían a una sociedad comunista sin clases y sin propiedad privada burguesa. Como el siglo XIX fue también un siglo de avance científico y desarrollo técnico, hubo planteamientos que exaltaron el valor del progreso, tanto a nivel filosófico, como a nivel biológico que consideraron los métodos científicos como los únicos capaces de expresar correctamente la realidad (un claro ejemplo de esto fue el positivismo de Comte). Frente a esta idea de progreso reaccionaron autores como Marx, Freud y el propio Nietzsche, que criticaron la civilización occidental desde sus cimientos, por “sospechar” que este progreso no era tal, sino un síntoma de decadencia a causa de la imposición de la ideología y el sistema económico burgués, en el caso de Marx; de la cultura represiva de nuestros instintos, en el caso de Freud; y de la filosofía y la metafísica de valores decadentes y alejada de la vida, en el caso de Nietzsche. El evolucionismo se impuso, no sin ciertas resistencias, como paradigma a la hora de interpretar el origen y desarrollo de la vida. Nietzsche no negó la teoría evolucionista pero sí que receló de que esos cambios en el hombre fueran un progreso, de hecho, a interpretación del filósofo alemán lo que se ha consolidado en el hombre son valores decadentes,débiles y alejados de la vida. Precisamente esta preocupación filosófica por la vida que profesó Nietzsche fue compartida por otros autores que se pueden enmarcar dentro de la corriente de la filosofía de la vida o vitalismo. El vitalismo considera que la realidad fundamental es la vida, que es trágica y cruel, aunque hay que aceptarla tal y como es; las pasiones están por encima de la razón, que se ha impuesto en occidente, alejándonos de la vida. Pero tras la tradición, la ciencia y la filosofía occidentales, que nos conducen a esa vida fría y mecanizada, hay que volver a formas de vida más “auténticas”. Un autor vitalista, con puntos irracionalistas, con el que Nietzsche tuvo muchos puntos de conexión fue A. Schopenhauer, que concibió el mundo como voluntad de existir y como manifestación de un fondo irracional, al que sólo se podía acceder mediante el arte, y no por el pensamiento teórico o representativo, que estaba dirigido por los instintos y la voluntad.