Papeles de la HOAC Alcalá de Henares REFLEXIÓN: EL BIEN COMÚN. LO PÚBLICO Y LO PRIVADO El bien común es un concepto muy propio del cristianismo, que choca frontalmente con la práctica habitual en la historia, también en el momento actual, donde el motor de todo es el egoísmo, el enriquecimiento cueste lo que cueste, y el sálvese quien pueda. Esto se justifica diciendo que la suma de los egoísmos es lo que hace avanzar la sociedad, pero estamos viendo ahora los resultados de esa práctica: millones de víctimas arrojadas en la cuneta y unos pocos viviendo en la opulencia más escandalosa. Los cristianos vamos remando contra corriente, siguiendo la enseñanza de nuestro maestro, proponiendo como base de la convivencia buscar el bien del otro antes que el bien propio. El bien común tiene cuatro elementos indispensables: El respeto a la dignidad de la persona: la persona no se puede utilizar como un objeto, es hija de Dios y tiene que realizarse como tal. El desarrollo social justo: el desarrollo no se puede hacer a base de sacrificar a los desfavorecidos (personas o pueblos enteros). Garantizar la paz, la estabilidad y la seguridad de todos. La prioridad de las necesidades de los pobres y débiles antes que nada, pues son los predilectos de Dios. Si no se garantizan estos elementos, y si no se hacen posibles unas condiciones para que todas las personas y cada una de ellas puedan vivir con dignidad y realizarse como personas, el orden social es radicalmente injusto. El bien común implica saber recibir y también dar. Implica sacrificios y ceder de lo nuestro (por ejemplo, pagar nuestros impuestos honradamente, cuidar las cosas comunes, no abusar de lo que es de todos) porque todos, incluso nosotros, saldremos beneficiados de ello. Implica sentirnos miembros de una comunidad y no meros individuos que viven en sociedad para aprovecharse de las ventajas que esta tiene. La diferencia es muy importante. Nadie puede situarse ante lo público con actitud irresponsable, sino considerar que, por ser de todos, somos todos corresponsables. Las personas no podemos situarnos siempre en la actitud de buscar nuestros intereses particulares o los de nuestros pequeños grupos sociales, pues ello deja los derechos sociales al arbitrio de los mercados, y aquello que no sea rentable no será promovido. Los servicios públicos y la intervención del Estado son los únicos que pueden garantizar que el egoísmo particular se supedite al bien común. De lo contrario las personas y colectivos desfavorecidos quedarán siempre al margen del bienestar de la sociedad. Aunque se debe favorecer el desarrollo de la llamada “sociedad civil”, y que las personas y grupos puedan ser lo más autónomos posible, el Estado tiene que garantizar la igualdad de oportunidades para que las clases más poderosas no se impongan haciendo un uso abusivo de su libertad (usando una imagen conocida, la libertad de un zorro dentro de un gallinero). Por eso, basándonos en la enseñanza de la Iglesia y en el Evangelio de Jesús, tenemos que condenar con toda nuestra energía la política privatizadora que pretende convertir en negocio los servicios más esenciales, como educación, sanidad, justicia, etc. Por otro lado tampoco podemos identificar público exclusivamente con estatal. Ni identificar la necesidad de mayor protagonismo de la sociedad y sus organizaciones, con la iniciativa empresarial que solo busque maximizar sus ganancias. Entre la acción del Estado y la empresa privada, existe una economía social, ética, cooperativa… que se debe fortalecer y que debe jugar un papel fundamental en esta construcción social orientada por la comunión. Hermandad Obrera de Acción Católica - Diócesis de Alcalá de Henares [email protected]