AUCTORITAS Y POTESTAS Juan Francisco Dávila C. Profesor Derecho Romano Universidad Iberoamericana de Ciencias y Tecnología INTRODUCCIÓN. Transitando por los deseos del dominar, poseer y ejercer influencia o poder en las personas, bienes o pueblos, aparecen ciertas ideas o palabras claves, tendientes a fundamentar o justificar dichas prerrogativas. Dentro de las mismas, escuchamos con mucha frecuencia algunas como: Bienestar, el bien de la comunidad, bien común, protección social, por nombrar las más utilizadas tanto electoral como políticamente. Dentro de los términos mencionados, sin lugar a dudas, se esconde el ansia de estar en lo más alto, propio de la naturaleza humana, entendida como aspiración de alcanzar dignidades o puestos de importancia, en su existencia temporal. En razón de lo anterior, es que se han ido vulgarizando, deformando y finalmente confundiendo ciertos conceptos, con fines meramente instrumentales, entregándole a la gente común, no experta en estas materias, una distorsionada idea de lo que realmente significan y consecuentemente, contrariando el porqué, para que y como deben ser utilizadas, de manera de no falsear su sentido y expresión genuinos. El objeto de esta presentación, es tratar de dilucidar con precisión, los contornos disímiles de las palabras Poder y Autoridad, desde la perspectiva histórica y etimológica, para comprender y asimilar correctamente sus contenidos y colegir desde ese lugar, las claves, coherencias y beneficios que de ello pueden derivar, para el bien de las comunidades y sociedades modernas, y obtener explicaciones y enseñanzas aplicables a la realidad actual, para la comprensión de las capacidades que se requieren y la responsabilidad que conlleva, obtener el mandato de dirigir los destinos de los seres humanos . CONCEPTO ETIMOLÓGICO. Indagando en los senderos de los significados, nos encontramos que la palabra “Auctoritas”, de la cual deriva el término autoridad, proviene de la raíz latina AUGERE, que nos lleva a la idea de aumentar, promover, hacer progresar. (1) Ella se desprende de la raíz indoeuropea AUG, de donde derivan diversas palabras que utilizamos o son parte de nuestro lenguaje, tales como: Auge, Augur, Augusto, Autoridad. Incluso, lo anterior podríamos resumirlo en que el latinazgo mencionado sería “la cualidad creadora de Ser.”(2) Lo anteriormente expresado va en directa relación con el prestigio moral de una persona, o a su capacidad o grado superior, en relación a una determinada actividad o saber. (3) Ahondando más, se une directamente a la función o actitud de convencer o del poder de demostrar algo a una persona. Por lo mismo, la “Auctoritas” produce un acatamiento natural a lo que expresa, quien la detenta, por el camino del ejemplo. (4) En Roma no sólo se consideraba Auctor a la persona que creaba algo, sino que consecuencialmente al que unido a lo anterior hacía crecer algo, o se encargaba de que prosperara y desarrollara. (5) Esta alusión nos comienza a acercar al verdadero y genuino sentido del término en estudio, cual es, que la “Auctoritas” o quien la posee, procura y debería lograr el bien y el desarrollo del que la reconoce, y que por esos mismos resultados es reconocida. De esta forma, el profesor la alcanzara cuando el alumno considere que su enseñanza es amplia y que a través de la misma, ha logrado consolidar y desarrollar sus capacidades personales e intelectuales. Por su parte, el gobernante la tendrá en la medida en que su gestión haga crecer y prosperar a quienes gobierna. En las relaciones de amistad, se distinguirá por la capacidad que uno le reconozca al otro, para ayudarlo a crecer. Finalmente, en el ámbito eclesiástico, el sacerdote podrá reconocérsele, en la medida que su apostolado y labor sacerdotal, coseche el crecimiento espiritual de sus fieles. De esta manera la autoridad implica reconocimiento, de que se está ante una posibilidad de crecer, basado en que la acción de la persona en quien la vislumbro, me ha procurado un bien, en concordancia con la experiencia de vida adquirida. (6) Se traduce en el consejo o influencia beneficiosa. Por su parte el concepto de Potestad, nos retrotrae al idioma latín, y en específico a la palabra “Potestas”, que entre sus diversas acepciones, nos traslada a términos relacionados con la idea de preeminencia sobre algo. Es así como dentro de sus significados o parientes lingüísticos están los vocablos Poder, dominio, Poder legal, facultad o capacidad para algo. (7) En la ciudad eterna, se le relacionaba a “potestas”, el poder de actuación del cual gozaba un magistrado (8), o a un cargo público que se tenía, en el momento que el funcionario adoptaba una decisión, que era de su competencia. Avanzando un poco más, nos encontramos que la palabra “potestas”, proviene de “Potis”, que quiere decir, poderoso y a su vez del adverbio pote, que viene a significar posibilidad. (9) Continuando en esta relación de búsqueda y conexiones, aparece el verbo “Posse”, que conlleva el concepto de: poder, ser capaz. De lo anterior, en nuestro vocabulario encontramos diversas palabras que utilizamos actualmente, tales como poder, poderío, apoderar, potencia, potente, poseer. (10) Para concluir es menester decir, que también tiene influencia en este término la palabra griega “déspotes”, que representa al dueño y señor. De ella se desprenden las voces déspota y despotismo. (11) CONCEPTO ROMANO. El genio y la experiencia de la administración romana, hicieron posible la admirable distinción de los conceptos objeto de este estudio. Dicho sistema se basaba fundamentalmente, durante la República, en LEGES, con el objeto de mantener esta forma de gobierno. (12) Ello se manifiesta nítidamente con la existencia de las llamadas magistraturas, tales como ediles, pretores y censores. Por otra parte la Constitución Republicana representaba un equilibrio magistral, la cual se componía de los magistrados colegiados y temporales, que se asimilaban a la monarquía, por otro lado, el poder del populus, enarbolado por el derecho de votar las leyes y elegir a los magistrados, encarnando la Potestas, y finalmente una aristocracia experta y prestigiosa, ubicada en el Senado, asumiendo la denominada auctoritas Patrum. (13) Para completar la estructura, se encontraba el imperium de los magistrados, para hacer cumplir las decisiones, y la Maiestas depositada en los comicios populares. El profesor D´ors indica que el sistema monárquico, se basaba en la legitimidad del prestigio social, por el contrario, la democracia, es la simple voluntad de las masas, desvinculada de las relaciones familiares. (14) En medio de ambos sistemas de gobierno se encuentra la oligarquía, que se define como “un grupo de familias que gobiernan sobre las masas sin abolengo”. (15) Luego se distingue el IUS romano, el que representa a la Auctoritas, y el cual es resultado del criterio de los jurisprudentes, de los expertos, que se expresa por medio de los Responsum o de la Sentencia. Lo anterior corresponde al ámbito privado y al del saber. (16) En contraposición encontramos a la LEX romana, que es el producto de pura Potestas, y perteneciente a lo público. (17) Con el tiempo se fue difuminando el binomio autoridad-potestad, lo que provocó que se impusiera la idea que el Derecho son sólo las leyes, sin permitir la entrada del concepto de autoridad en su constitución. (18) Diversos autores romanistas, explican que el fenómeno de confusión de términos, se habría debido a una mala interpretación, en referencia a una opinión de Platón, relacionada con el gobierno, quien señalaba: “Deben gobernar los sabios, puesto que sus conocimientos se encuentran al servicio de la comunidad, para no caer en la peor de las desgracias, que es ser gobernados por los ignorantes”. (19) De esta frase se habrían tomado algunos autores, para señalar que el poder es sinónimo de autoridad, nada más alejado de la realidad, de acuerdo a como lo entendió la sociedad romana. Si se lee con atención y análisis, lo expresado por el clásico griego, claramente entrega el mismo concepto romano, tácitamente, cual es, que el Derecho es autoridad y que el gobierno es potestad. Lo que ocurre es que como un modo de proteger a la polis de la tiranía y de la falta de auctoritas (saber), es conveniente que ellos gobiernen, pero eso no quiere decir, ni tampoco lo pretendió él mismo, asimilar ambos conceptos, como sinónimos. El destacado romanista Alvaro D´ors, desglosa y explica la diferencia entre ambos, para luego direccionarlo al nacimiento del Derecho Romano Vulgar. En su obra llamada “Claves Conceptuales”, estructura a la auctoritas, como “el saber socialmente reconocido”, ella va unida al prestigio, y su mayor expresión es el consejo. (20)Es de su esencia ser indelegable y personal, sirviendo de límite a la potestad. Denomina a la Potestas como “El Poder socialmente reconocido”, el cual es delegable, puesto que le ha sido dado por el Populus, (21) a través de un mandato, y que en el caso del gobierno, conlleva un deber de servicio. La auctoritas está en el camino del intelecto (saber), en cambio la potestas en el de la voluntad (querer). Ambas deben estar presentes en la vida del hombre, puesto que la inteligencia orienta y le da dirección a la voluntad. (22) A su vez, por medio de la voluntad, se hace presente en la realidad, el juicio (auctoritas) en la vida real, práctica, cotidiana del ser humano. Consecuencia de lo anterior es que “Pregunta el que puede, responde el que sabe”. Se pregunta con el fin de encaminar el accionar, es decir, la potestas (poder) requiere de la auctoritas (saber, inteligencia), para su operatividad concreta. (23) La autoridad no necesita, requiere, ni le corresponder forzar, sino que sólo declarar la verdad preguntada, y buscada por la potestad. (24) El poder ha preguntado, al saber reconocido socialmente. La potestad está encaminada a lograr un orden. Se diferencia de la Fuerza física (Vis absoluta), justamente porque está reconocida socialmente, y eso legitima su actuación. (25) Siempre debe suponer la idea de servir a los demás. Coligiendo de lo anterior, podemos expresar que el poder es bueno, con la condición de que se ejerza amable y racionalmente, respecto del otro. (26) El mismo se desnaturaliza cuando el intelecto no acompaña a la voluntad, y degenera en su mala utilización, llegando a abusos de poder, que se expresan en tiranías o despotismos, es decir, en su ejercicio ilegítimo. La delegación de la potestad, implica el concepto jurídico de mandato, al cual le es consustancial el encargo, en este caso, del populus, de una misión por cumplir, y de la modalidad de la representación. Ello confirma al acto de la potestas como personal, revocable y limitado en el tiempo. (27) En la esfera de la autoridad, no está presente la representación, precisamente porque no es un acto de voluntad, y de esa manera es intransferible. El reconocimiento social es un fenómeno de hecho, puesto que sin obediencia no puede existir potestad, y sobre los que se ejerce, deben reconocerse como sujetos a la misma, y quien tiene el poder, de esta manera, le es posible imponer un orden.(28) En la Roma clásica, el IUS romano, nacía de la prudencia o del accionar del jurisprudente, iluminado por el intelecto. Todo ello, era apoyado socialmente por el Senado, pero no por eso, perdió su esencia privada. Propio del sabio en derecho era el respondere o la responsa, y se constituye en la principal fuente de Derecho Romano de aquella época. (29) Esto quiere decir que el derecho romano clásico surge como un consejo prudente, propio de la autoridad, inherente al saber. Este sabio asesoraba a los particulares y a los magistrados, cuando lo requerían, (pretores, ediles, jueces), tanto para confeccionar sus edictos como para dictar Sentencia. (30) Se trata de un saber práctico, para solucionar controversias de la vida diaria. La autoridad, entonces, necesita que se le requiera para manifestarse. Por esto que el derecho clásico apoya su validez en la argumentación. (31) Lo anterior, porque debe responder, y al hacerlo dar razón de lo que afirma. Además, el caso mismo, genera e incentiva la labor creadora del jurisconsulto, generando de esta manera una mayor autoridad. Esta labor intelectiva, de consejo, se convierte en decreto vinculante por medio del poder del magistrado, quien ostenta la potestas. Se puede apreciar, de esta manera, que el magistrado otorga la fuerza al conocimiento científico, construido por el sabio. (32) Esta sublime forma de creación de Derecho en la península itálica, producto de la combinación de la dual concepción de poder y autoridad, va a sufrir un golpe duro, a partir de los intentos de absolutismo político, que van a desencadenar un proceso en el cual la labor del jurista, va a ir siendo paulatinamente absorbida por el gobernante. Es así como Augusto concede el denominado Ius publice respondendi ex auctoritate principis, para que los jurisprudentes puedan dar sus opiniones, respaldadas por la “Auctoritas” del emperador. Se vislumbra como el concepto real de auctoritas, se va desvirtuando, porque lo que está entregando el príncipe, como validación de las disquisiciones de los jurisprudentes, no es auctoritas, sino pura potestas política. (33) Por lo anterior, es que puede ser delegada en el jurista, porque precisamente no es auctoritas, la que como ya se ha expuesto, es indelegable. La autoridad del jurisprudente, también degenerará, ya que dejará de ser un consejo, para transformarse en una especie de potestad. (34) Comienza el proceso en donde el jurista más destacado o electo, ya no lo es por su saber, sino que por la preferencia o favor del gobernante de turno. Que más claro puede estar el nacimiento del germen de una confusión grave, entre autoridad y potestad. (35) Acrecentando más el problema, la falta de este reconocimiento imperial, le restará gravitación e importancia a la opinión del sabio. Este fenómeno tendrá su momento culmine, con el emperador Adriano, en el Siglo II D.C. con el surgimiento de la Cancillería Imperial. El oficio jurisprudencial ya no es actividad libre, porque se convierte en un funcionario-burócrata, remunerado por el poder público. Por esto mismo los responsa son cambiados por los rescriptos imperiales, que no son otra cosa, que las respuestas del emperador a problemas particulares, con el sello imperial, pero que en la práctica han sido resueltas por los juristas de la Cancillería. (36) El emperador surge, de esta forma, como una persona con gran “sabiduría jurídica”, y el nuevo jurista, está comprometido con los intereses políticos del poder. Efecto de este fenómeno es la rigidización y generalización del edicto, porque se encarga a Salvio Juliano, redactar un Edicto Perpetuo, inmodificable, de contendido invariable. Esto no permite la actualización y renovación del derecho a las vicisitudes del devenir práctico. Otro hito importante en la legalización jurisprudencial se da en la dictación de la Ley de Citas, en el año 426, en donde sólo se permitió como opiniones válidas para fundamentar alegatos en estrado, las de ciertos juristas. El emperador había controlado casi en su totalidad la creación jurisprudencial. Se había consumado la confusión de los términos leges (Lex) y Iuras (jurisprudencia), a tal punto, que estas últimas sólo conservarán su vigencia, mientras el príncipe no las haya derogado. (37) El Digesto nos muestra esta realidad, ya que sólo las opiniones de los juristas allí mencionados, tienen valor, para utilizarlas en los litigios. La jurisprudencia vale, pero no, como antaño, por el prestigio del jurisprudente, sino por el reconocimiento del emperador. Se pierde la distinción entre Lex, que emana de la potestad, del Ius, que emana de la autoridad. El senado consulto pasa de ser la manifestación de la autoridad del Senado, a la simple expresión de la potestad imperial. El mapa diferenciador entre autoritas y potestas en Roma se perdió, con los nefastos resultados que conocemos y que han llegado hasta nuestros días, y que analizaremos sucintamente en la última parte de este trabajo. Sólo por mencionar las más importantes, y que dominaron la época clásica son las siguientes: Mientras el Ius lo genera la autoridad jurisprudencial, la lex lo hace la potestad política ; el Ius es de naturaleza priva, la Lex trata materias de índole público; el Ius se expresa por medio del responsum, la Lex a través de la potestad magistratural, y la eficacia del Ius es la de un consejo prudente, mientras que de la Lex es su carácter impositivo, por ser producto de la potestad.(38) CONCEPTO MEDIEVAL. Durante la edad media, frente al reflejo de “Auctor”, aparecía o se relacionaba a la concepción de un patrimonio lingüístico cultural común, desde el cual había total permisividad para extraer ideas, temas, conceptos, y hasta palabras, sin la necesidad de justificar de donde se habían obtenidos dichas alusiones. (39) Así vemos cómo ha cambiado la aplicación de la expresión, en el sentido que se comienza a enlazar con la idea de autor. Al respecto, el pionero en unir la autoría con el derecho a copia o reproducción es Antonio de Nebrija, a fines del siglo XV. (40) Este fenómeno, a la vez, tiene directa dependencia con el aparecimiento de la invención de la imprenta. Los ensayistas medievales, para solventar sus afirmaciones, comienzan a citar obras de autores anteriores, todo ello con la clara intención de garantizar la veracidad de sus expresiones. De acuerdo a esta modalidad de citas, el concepto a manteniendo la noción romanística del mismo. Lo anterior, en el sentido que si yo busco cimentar lo que digo, en textos anteriores, es porque justamente en esos escritos, reconozco” Auctoritas” respecto de dicho tema. Lo anterior se traduce en que dichos escritores seleccionados, son fuentes de autoridad, para quien los seleccionó. Tal grado de importancia llegan a tener dichas fuentes, que incluso se les denomina como verdaderos autores, en paralelo a quien los enuncia. El punto es álgido, si se considera que se les tiene como origen de verdad, e incluso de interpretación auténtica de las Escrituras y tradición de la Iglesia. Es así como San Agustín no duda en catalogar como Eminentissima auctoritas, en referencia al contenido de las Sagradas Escrituras. (41) En variadas oportunidades, incluso se va a considerar, y cada vez con mayor recurrencia en el tiempo, que la acción de reproducción o cita de un texto, va a ser sinónimo no sólo de reconocimiento, sino de transcripción de” auctoritas”. Relacionado con la escritura, este concepto de “auctoritas”, hay que dimensionarlo y enmarcarlo en una complejidad mayor, cuales son, según San Buenaventura, los cuatro aspectos que deben materializar o estructurar todo libro que se precie de ser tal. (42) El autor las denomina etapas que se deben superar, y las cuales son propias de todo escritor aprendiz. Una vez que las haya completado, podrá ser considerado un Auctor verdadero. Dichas etapas son: Scriptor, compilator, commentator, auctor. El grado más excelso se alcanza al ser Auctor, que es quien por llegar a ese grado de desarrollo, escribe sus propios textos, y a la vez aportará con sus ideas para justificar el trabajo de otros, es decir, su evolución le ha otorgado “Auctoritas”. También podemos observar, como se va desarrollando, a través de la autoría de textos, el YO autor. Esta última idea la expresa de muy buena forma Fernando Gómez Redondo, al señalar: “Es una conciencia de autoría que se despliega en indicaciones concretas sobre el modo en que se ha armado el libro. Una intervención del “yo” del autor que va aumentando progresivamente, en rigor, como si quisiera dejar constancia de la labor que acomete y del modo en que el receptor tiene que enfrentarse a esos hechos.”(43) A pesar de que siempre se reconoció que toda persona podía llegar a tener auctoritas, no es menos cierto y muy indiciario de respeto intelectual elevado, la circunstancia que en todo momento se recalcó en la antigüedad, y la época medieval no fue la excepción, la importancia en el conocimiento de los antiguos sabios y maestros.(44) Me refiero en este punto a los clásicos griegos, árabes, y latinos, por un lado y, en el ámbito religioso, a los autores del Nuevo y Antiguo Testamento y de la Patrística eclesial.(45) Podemos observar que todo lo hasta aquí dicho, va a ser el resultado de un sincretismo de experiencias, representadas en un extremo por la materia planteada y, por otro la postura o el compromiso del autor hacia el tópico tratado. (46) Esto trajo como consecuencia adicional que se desarrollara una mayor conciencia del “yo” auctor, unido a la valoración de su función educativa y doctrinal. CONCEPTO EDAD MODERNA. En la actualidad se toman como sinónimos ambos conceptos, llegándose a la confusión absoluta. Este fenómeno ha generado diversas consecuencias muy perniciosas para las sociedades de las diversas naciones. Para ejemplificar lo anterior, debemos recordar que ya en la Revolución Francesa, según el parecer de D´ors, se desconoció el valor de la autoridad de la tradición, como elemento aglutinador de la sociedad. (47) El catedrático español espeta que la palabra misma indica el recibir algo, en donde el sujeto activo es el tradente. Esto marca que las nuevas generaciones deben recibir lo dejado por sus antepasados. Para él, nada se construye de la nada, puesto que ello sería desconocer las bases de la constitución de todo órgano. (48) Para refrendar lo anterior, el autor argumenta que el concepto revolucionario, se contradice en sí mismo, porque todo ser humano tiene una esencia, y por lo mismo, los movimientos sociales, es imposible que no la tengan, ya que están compuestos por ellos. (49) De esta manera se produjo un cambio, sin reconocer la autoridad anterior, desechando en su totalidad el aporte de las instituciones pretéritas. Por lo demás, nunca todo lo nuevo, es necesariamente progreso, simplemente por su novedad. El romanista aporta con la idea que la tradición, siempre implicaría una mejora y progreso social. Es importante indicar que el recibir la tradición de los antepasados, es un acto de potestad. Finalmente el destacado romanista hispano, entrega algunas ideas que resumen los efectos que ha producido en el mundo contemporáneo, el proceso de mimetización entre auctoritas y potestas, a saber: (50) 1. La división de poderes resulta un equilibrio meramente formal, y que vienen desde dentro del poder y, por la misma razón no logran moderarlo. Ello por su falta de independencia. 2. La división de poderes se identifica con la autoridad. 3. Se ha producido una desconfianza en la justicia pública, y esto ha significado la demanda por una justicia privada, a través del arbitraje. Es decir, se añora la característica propia del Derecho romano clásico, que se basó en la producción del IUS, por medio de la Auctoritas jurisprudencial. Su independencia de factores políticos, económicos, entre otros, de parte del sentenciador, hicieron de esta justicia algo digno de imitar. 4. Se ha entendido a la razón como dueña de una autonomía absoluta, negándosele la virtud de orientarse naturalmente hacia el bien humano. De esta manera, la elección que ella realiza, se traduciría en pura potestad (voluntad). 5. Como consecuencia del punto anterior, se produce el fenecimiento de la auctoritas, puesto que la razón por sí misma, sin guía alguna, nos hace libres, sin necesidad del mapa del saber y del conocimiento. CONCLUSIÓN. La insuficiencia de alcanzar objetivos en los tiempos actuales, va en directa relación con el desconocimiento del valor del saber. Las ansias de poder desmedidas, que siempre han existido, y que seguirán siendo una realidad, propias de la naturaleza humana, deben tener como contrapeso la prudencia, virtud propia del sabio. No nos debe llevar a confusión que la misma sea propia de todo gobernante, puesto que justamente al gobernar, parte de aquella virtud es la humildad para visualizar su limitación humana, y reconocer que el consejo siempre es válido, porque nadie tiene la verdad absoluta. Dicho lo anterior, a su vez, esa ayuda solicitada, debe ser buscada desde la fuente correcta, y desde el exterior al círculo de poder. Esta modalidad asegurará la independencia y objetividad, que descansan en la autoridad, valores que tan bien desarrollaron los creadores del derecho occidental, y que sin lugar a dudas harán que recordemos por siempre y mantenga su sentido original la notable frase acuñada por Alvaro D´ors: “ Pregunta el que puede, responde el que sabe”, entendiendo que ese poder, no es voluntad pura, ciega, vertiginosa, irreflexiva, sino muy por el contrario, es aquella que sólo expresa que se tiene la potestas para hacer la interrogación, pero con un contenido ético, responsable, altruista, humano y noble. Todo ello, para sentirse digno de recibir la respuesta del que sabe, y que por lo mismo, entiende que su recepción, hará que su poder temporal, constituya la expresión de la más dignificante y excelsa forma de gobernar y procurar el bien común de su pueblo. BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES UTILIZADAS. (Se sigue el orden de notas del artículo). 1.- Etimologías. de Chile.net/autoridad 2.- Etimologías. de Chile.net/autoridad 3.- Etimologías. de Chile.net/autoridad 4.- Etimologías. de Chile.net/autoridad 5.- Etimologías. de Chile.net/autoridad 6.- Etimologías. de Chile.net/autoridad 7.- Etimologías. de Chile.net/potestad 8.- Etimologías. de Chile.net/potestad 9.- Etimologías. de Chile.net/potestad 10.- Etimologías. de Chile.net/potestad 11.- Etimologías. de Chile.net/potestad 12. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 30. 13. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 29. 14. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 31. 15. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 31. 16. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 31. 17. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 32. 18. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 32. 19. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 32. 20. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 33. 21. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 33. 22. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 34. 23. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 34. 24. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 35. 25. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 35. 26. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 36. 27. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 37. 28. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 40. 29. Italo Merello Arecco, Historia del Derecho, Ediciones Universitarias de Valparaíso, año 2012, pág. 56. 30. Italo Merello Arecco, Historia del Derecho, Ediciones Universitarias de Valparaíso, año 2012, pág. 57. 31. Italo Merello Arecco, Historia del Derecho, Ediciones Universitarias de Valparaíso, año 2012, pág. 57. 32. Italo Merello Arecco, Historia del Derecho, Ediciones Universitarias de Valparaíso, año 2012, pág. 57. 33. Italo Merello Arecco, Historia del Derecho, Ediciones Universitarias de Valparaíso, año 2012, pág. 58. 34. Italo Merello Arecco, Historia del Derecho, Ediciones Universitarias de Valparaíso, año 2012, pág. 58. 35. Italo Merello Arecco, Historia del Derecho, Ediciones Universitarias de Valparaíso, año 2012, pág. 59. 36. Italo Merello Arecco, Historia del Derecho, Ediciones Universitarias de Valparaíso, año 2012, pág. 59. 37. Italo Merello Arecco, Historia del Derecho, Ediciones Universitarias de Valparaíso, año 2012, pág. 60. 38. Italo Merello Arecco, Historia del Derecho, Ediciones Universitarias de Valparaíso, año 2012, pág. 61. 39. Elisa Borsari, Auctor y Auctoritas. Apuntes sobre la traducción de los clásicos durante la Edad Media, pág. 456. 40. Elisa Borsari, Auctor y Auctoritas. Apuntes sobre la traducción de los clásicos durante la Edad Media, pág. 457. 41. Elisa Borsari, Auctor y Auctoritas. Apuntes sobre la traducción de los clásicos durante la Edad Media, pág. 457. 42. Elisa Borsari, Auctor y Auctoritas. Apuntes sobre la traducción de los clásicos durante la Edad Media, pág. 458. 43. Elisa Borsari, Auctor y Auctoritas. Apuntes sobre la traducción de los clásicos durante la Edad Media, pág. 459. 44. Elisa Borsari, Auctor y Auctoritas. Apuntes sobre la traducción de los clásicos durante la Edad Media, pág. 460. 45. Elisa Borsari, Auctor y Auctoritas. Apuntes sobre la traducción de los clásicos durante la Edad Media, pág. 458. 46. Elisa Borsari, Auctor y Auctoritas. Apuntes sobre la traducción de los clásicos durante la Edad Media, pág. 460. 47. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 39. 48. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 38. 49. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 38. 50. María Alejandra Vanney, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, cuaderno 109, año 2009, pág. 51.