CARACTERÍSTICAS DE LOS TORRENTES Según Suarez V. Luis Miguel (1993), los cursos naturales de agua pueden dividirse, de acuerdo con sus características, en dos grandes categorías principales: los ríos y los torrentes, con una categoría intermedia constituida por los cauces torrenciales. El siguiente texto es tomado mayormente de su libro Presas de Corrección de Torrentes y Retención de Sedimentos. Los ríos se caracterizan por tener caudales importantes aún en períodos de estiaje. Las variaciones del caudal son relativamente lentas ya que el curso de agua es alimentado por una extensa red de afluentes que drena una cuenca de gran tamaño, lo que hace que el río tenga una cierta inercia a los cambios climáticos, en especial a las precipitaciones, las cuales para hacerse sentir, deben cubrir una parte significativa de la cuenca. Las lluvias aisladas, de pequeña extensión superficial, no afectan el caudal de los ríos. Las crecientes se forman lentamente y son de larga duración (días, meses). Las pendientes longitudinales de los ríos suelen ser constantes en tramos relativamente largos (varios Km) y de pequeña magnitud, no sobrepasando el 1%. Los materiales sólidos transportados son finos, constituidos por arena, limo y arcilla, predominando el transporte en suspensión sobre el arrastre de fondo. Los torrentes son cursos de agua en zonas de montaña que se caracterizan por tener fuertes pendientes longitudinales, mayores del 5%. Tienen los cauces materiales gruesos, piedras, cantos rodados, grava y arena, predomina el arrastre de fondo. Las cuencas son pequeñas y muy pendientes y producen una respuesta rápida a las lluvias, las crecientes son violentas y de corta duración. Existe una categoría intermedia entre ríos y torrentes, conocida como ríos torrenciales para indicar que se trata de un caso intermedio, o de transición entre ambos. Los ríos torrenciales suelen presentarse en las zonas de piedemonte, donde los torrentes depositan sus sedimentos, se suaviza la pendiente y comienzan a aparecer las características fluviales. Los ríos torrenciales presentan cauces múltiples (trenzados) que se entrecruzan y cambian de posición constantemente. El material del lecho es grueso, formado por grava, cantos rodados y arena. La sección transversal es muy irregular y cambiante. En general, un curso de agua comienza siendo un torrente en la zona montañosa, pasa a la categoría de río torrencial en el piedemonte y se transforma en río en la planicie aguas abajo. De un modo global se puede decir que en la mayoría de los casos los afluentes de los ríos son ríos torrenciales y los de éstos torrentes. 1. Formación de los torrentes De una manera simplificada se puede describir el proceso de formación de un torrente, de la forma siguiente: supóngase que to (Figura 1) es el perfil longitudinal de la ladera de una montaña. El escurrimiento superficial de las lluvias tiende a concentrarse en alguna pequeña depresión de la ondulación de la superficie, donde ejerce su efecto erosivo, profundizando dicha depresión, hasta formar un zanjón o cárcava, esquematizado por el perfil t1. Con el tiempo el zanjón incrementa el efecto concentrador del escurrimiento superficial de las lluvias sucesivas, adoptando un nuevo perfil t2, posteriormente t3, etc. Parte de los materiales erosionados en la ladera se depositan al pie de la misma, formado nuevos perfiles con las acumulaciones sucesivas t1, t2, t3, etc. De esta forma, las zonas superior y media del zanjón tiende a ensancharse y profundizarse continuamente. A su vez, en las laderas del zanjón se van formando otros zanjones ramificados a partir del principal, ampliando la cuenca contribuyente del torrente en formación. Perfil inicial to Figura 1. Proceso de formación de un torrente. Suarez V. L. M. (1993) En las primeras etapas de la formación del torrente pueden originarse rápidos de fuerte pendiente, e incluso cascadas. Durante todo este proceso pueden distinguirse dos zonas, separadas por una línea horizontal que se denomina nivel de base; aguas arriba del nivel base existe un proceso de erosión regresiva, responsable de la profundización y el ensanchamiento del cauce principal, así como de la formación de otros cauces secundarios ramificados. La erosión es cada vez más intensa a medida que se avanza desde la cima hacia aguas abajo, ya que el torrente aumenta de caudal en esa dirección. La erosión regresiva produce una prolongación constante del cauce hacia aguas arriba, remontando la ladera. Con el tiempo, a medida que el torrente va cortando la ladera y alcanza la divisoria, va disminuyendo su pendiente por lo que tiende a adoptar un perfil longitudinal más estable, con una forma cóncava hacia arriba (Figura 1.) en el cual la pendiente se reduce hacia aguas abajo. Aguas abajo del nivel base se produce la deposición de los sólidos transportados por el flujo, formándose una acumulación de sedimentos que aumenta de volumen con el tiempo, y debido a su forma característica recibe el nombre de cono de deyección o abanico fluvial. Todos los materiales sólidos provenientes de la cuenca deben pasar por el punto B, correspondiente al nivel base, (Figura 1). 2. Partes de un torrente En la mayor parte de los torrentes es posible distinguir tres partes bien diferenciadas, en cada una de las cuales se producen fenómenos diferentes, esas partes son: la cuenca contribuyente, la garganta y el cono de deyección o abanico aluvial. 2.1 La cuenca contribuyente Es la parte más alta y más extensa del torrente, tiene una forma semejante a la de un embudo y en ella se capta la mayor parte del flujo proveniente de las precipitaciones y el deshielo. La cuenca está surcada por una serie de zanjones, o cauces menores muy pendientes, que concentran el flujo captado. La mayor parte de los sedimentos transportados por el torrente proviene de la cuenca, ya que tal como se indicó anteriormente, en ella predomina la erosión, la profundización, ensanchamiento y ramificación de los cauces. 2.1 La garganta Generalmente está constituida por un cauce encajonado y profundo, situado aguas abajo de la cuenca receptora. Por la garganta transitan hacia la planicie de aguas abajo el agua y los sedimentos provenientes de la cuenca. La pendiente suele ser muy elevada y variable, aunque menor que la de los cauces ramificados de la cuenca. Las velocidades del flujo en creciente son muy altas. Este tramo identifica lo que comúnmente se denomina el torrente. La garganta tiene longitud muy variable, desde cero, hasta de varios kilómetros. El punto que identifica el comienzo de la garganta, se caracteriza por corresponder al estrechamiento de la cuenca y porque aguas abajo de este punto no existen afluentes importantes. El punto donde termina la garganta, corresponde al comienzo del cono de deyección. En la garganta predomina el transporte de los materiales, el cual a su vez puede originar procesos de erosión en el lecho y en las márgenes. Los bloques angulares provenientes de la cuenca chocan entre sí durante el transporte, se fragmentan y sus aristas se redondean. Si la garganta tiene la longitud suficiente, los bloques se transforman a lo largo del recorrido en cantos rodados, y estos en grava y arena. Es común encontrar en la garganta materiales de todos los tamaños, la mayor parte de ellos provenientes de la cuenca y algunos de deslizamientos locales, de la erosión de las márgenes, o del fondo. Al ocurrir la próxima creciente importante estos materiales serán arrastrados y sustituidos por otros. 2.3 El cono de deyección o abanico fluvial En la desembocadura del torrente en la planicie o en un valle transversal, la pendiente se reduce bruscamente, la corriente disminuye de velocidad y se produce la sedimentación de los materiales transportados, los cuales se acumulan formando una especie de cono, de ahí la denominación de cono de deyección para este componente del torrente. Visto en planta parece un abanico por lo que también se le llama abanico fluvial. Tiene una pendiente uniforme desde el ápice hasta el borde final. Se presenta normalmente en áreas áridas y montañosas con pendientes fuertes, aunque en ocasiones se encuentra en zonas húmedas. En cada creciente los bloques de mayor tamaño se depositan en primer lugar, hacia la parte superior del cono, a continuación (hacia aguas abajo) los cantos rodados, seguidamente la grava y finalmente la arena. Pero como las crecientes son de diferentes magnitudes, una creciente de gran caudal puede empujar todos los materiales hacia aguas abajo, mientras que otra menor tenderá a depositar sus arrastres sólidos más aguas arriba. Como resultado es común encontrar en los conos de deyección una mezcla de materiales de diferentes tamaños, sin una estratificación definida. Si el río en el que desemboca el torrente pasa lo suficientemente cerca del final de la garganta, puede erosionar la base del cono de deyección y este adoptará la forma de un cono truncado. De lo contrario el cono será completo, e incluso si hay una cierta distancia entre su base y el río, existirá en el torrente un cuarto componente que se denomina canal de desagüe, el cual suele caracterizarse por presentar un flujo relativamente lento, prácticamente libre de sedimentos, ya que la mayor parte de los mismos se ha depositado en el cono de deyección. El cauce del canal de desagüe tiende a encajarse en la planicie, hasta su desembocadura en el río. Cuando el río en el que desemboca el torrente tiene capacidad suficiente para transportar todo el caudal sólido que éste le aporta, entonces el cono de deyección deja de crecer longitudinalmente y solo experimenta un proceso de ensanchamiento gradual. Por el contrario, si el río no tiene la capacidad necesaria de transporte, entonces el cono de deyección invade su cauce, desviándolo y pudiendo llegar incluso a obstruirlo totalmente, formando presas naturales durante las grandes crecientes del torrente, las cuales son destruidas durante las crecientes del río, en un sucesivo avance y retroceso de ambos, en busca del equilibrio dinámico. 3. Clasificación de los torrentes Los torrentes han sido clasificados según diferentes aspectos. Desde un punto de vista práctico, acorde con los objetivos del libro de Suarez V. Luis Miguel (1993), los torrentes pueden clasificarse en dos tipos fundamentales: depositantes y socavantes. Esta clasificación es relativa, ya que muchos torrentes no son completamente de un tipo o del otro, pudiendo existir tramos socavantes y tramos depositantes en un mismo curso de agua. Estos torrentes pueden clasificarse como de tipo mixto. En otros casos la evolución natural que experimenta el curso de agua durante el proceso de su formación, puede hacer que el torrente se transforme de un tipo en otro. 3.1 Torrentes depositantes Son aquellos en los que el aporte de materiales sólidos al torrente es de tal magnitud que la energía del flujo se utiliza íntegramente en el transporte de los mismos hacia aguas abajo; se dice que el flujo está saturado, y como consecuencia de un aporte de sedimentos superior al que puede ser transportado, el cauce tiende a elevarse por la acumulación de estos materiales, o tiende en todo caso a no profundizarse, ya que la erosión del fondo no es posible. La existencia de esta situación en un torrente es indicativa de que la cuenca está sometida a un intenso proceso de degradación superficial. Cuando el transporte es muy elevado, estos torrentes pueden representar un peligro, ya que los materiales que se acumulan en el cauce pueden dar origen a la formación de lavas torrenciales al ocurrir una creciente. Adicionalmente, pueden causar problemas en el cono de deyección, afectando las vías de comunicación que lo cruzan, u obstruyendo los puentes. Otro peligro que pueden presentar estos torrentes, tal como se expuso anteriormente, es que los sedimentos podrían obstruir el cauce del río en el que desembocan, formando una presa natural que se rompe al ocurrir una creciente en el río, lo que puede generar una ola de agua y sedimentos con un gran poder destructivo. 3.2 Torrentes socavantes En estos torrentes la energía del flujo es suficiente para transportar hacia aguas abajo todos los materiales sólidos provenientes de la cuenca, quedando aún una capacidad de transporte adicional que tiende a erosionar el fondo y las márgenes del cauce torrencial, ya que la corriente no llega a saturarse con los aportes sólidos de la cuenca. El resultado es que el torrente ejerce un proceso continuo de profundización del cauce, lo que a su vez origina la desestabilización de las laderas, al ser socavadas en sus bases de apoyo, con los consiguientes deslizamientos de terreno, aún en el caso en que las laderas estén bien forestadas.