ARTE Y VIDA EN LOS LIBROS PARROQUIALES (Ramón Carrilero

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ARTE Y VIDA EN LOS LIBROS PARROQUIALES
Charla ofrecida para el III Curso de Guía de Patrimonio de la Diócesis de Albacete
(2013-14)
Introducción
Por qué y para qué de la documentación parroquial
 Libros Sacramentales (bautismos, matrimonios, defunciones)
 Libros de Fábrica
 Libros de Cofradía
 Libros de Matrícula
 Libros de Fundaciones
Documentos concretos
 Arte
 Mandamientos de visitas y construcciones de iglesias
 Cofradías
Conclusión
 Impacto pastoral
 Impacto cultural
o Demografía histórica
o Historia del patrimonio
o Genealogías
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1.- INTRODUCCIÓN: LOS ARCHIVOS PARROQUIALES DENTRO DEL MARCO
DE LOS ARCHIVOS ECLESIÁSTICOS.
Aún cuando los archivos de la Iglesia en general, y por ende, los parroquiales, no
se diferencien de los meramente civiles en su finalidad principal: ser depósito de la
memoria, sin embargo en su finalidad y contenidos sí que se diferencian.
Los archivos eclesiásticos o de la Iglesia son una institución que guarda, valora y
ofrece memoria de su vida como sociedad divino-humana, inserta en el mundo y, por lo
mismo, entrelazada indisolublemente con el devenir humano.
Los archivos parroquiales son una parte importante de la archivística eclesiástica
pues, aunque contengan datos y noticias sobre las parroquias de localidades concretas,
al ser la parroquia la célula primaria de la comunidad eclesial, sin embargo, refleja
normativa general de la Iglesia y, además, nos ofrece pistas acerca de la vida cristiana
de la propia parroquia: mentalidad, costumbres, religiosidad popular, etc. La
trascendencia de dichos archivos va más allá de los límites parroquiales y supera las
expectativas de los mismos, que confeccionarán sus fondos, como tendremos ocasión de
comprobar en esta charla.
2.- LOS ARCHIVOS ECLESIÁSTICOS Y, POR LO
PARROQUIALES, UN BIEN CULTURAL DE LA IGLESIA.
MISMO,
LOS
Al hablar de “bien cultural”, en general, entendemos, de acuerdo con el criterio
de la Convención de La Haya, de 15 de mayo de 1954, “aquellos objetos que, por
razones religiosas o profanas, hayan sido expresamente designados por cada Estado
como de importancia para la arqueología, la prehistoria, la historia, la literatura, el arte o
la ciencia”.
En el caso de la Iglesia, los bienes culturales son, además, expresión de fe y
religiosidad y de transmisión de la misma. Este patrimonio, pues, es “sagrado” por su
naturaleza, finalidad y destino. Procede de la fe, expresa la fe de sus creadores y está
destinado a fomentar y celebrar esa misma fe (cf. Damián Iguacen Borau: El patrimonio
cultural de la Iglesia al servicio del pueblo. Revista Española de Derecho Canónico, nº
41, julio-diciembre, 1985, pp. 485-486 y ss.)
Esta finalidad y peculiaridad religiosa no impide su “función social”, ya que su
dimensión cultural y catequética lo sitúan al servicio del pueblo. Una catedral o una
iglesia parroquial, al margen de su valoración artística, está construida para acoger a la
comunidad cristiana local; y una imagen procesional, por muy artística que sea, está en
función de hechos concretos de la fe cristiana.
Los archivos eclesiásticos, en general, y los parroquiales, en particular, son
“bienes culturales de la Iglesia”. La Comisión para los bienes culturales de la Iglesia,
creada por el Papa Juan Pablo II en junio de 1988, lo ha dejado bien claro. Lo pastoral y
lo cultural se imbrican mutuamente. Las expresiones de fe de cada época toman cuerpo
en el sentir cultural de la época. Esto ha sido así desde los procesos de inculturación de
los primeros momentos del cristianismo.
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3.- IMPORTANCIA DEL PATRIMONIO
PARROQUIAL DE LA IGLESIA.
HISTÓRICO-DOCUMENTAL
Y
Los bienes culturales de la Iglesia son patrimonio específico de la comunidad
cristiana, pero también de la humanidad y la sociedad, debido al impacto que el mensaje
cristiano ha tenido en las estructuras humanas de nuestra cultura occidental.
La indagación de la tradición cristiano-eclesial nos obliga a una hermenéutica
desde categorías culturales del momento y, al mismo tiempo, las categorías culturales de
cada época o momento histórico se ven profundizadas desde los mismos contenidos de
la fe. Esclarecedoras son al respecto, las palabras del Papa Juan Pablo II en la
Constitución Pastor Bonus:
“la importancia de los bienes culturales en la expresión y en la inculturación de
la fe y en el diálogo de la Iglesia con la humanidad… Entre religión y arte, entre
religión y cultura, hay una relación muy estrecha y de todos es conocida la
aportación que dan al sentido religioso las realizaciones artísticas y culturales
que la fe de las generaciones cristianas han ido demandando en el curso de los
siglos.”
Una misión importante de los archivos de la Iglesia es conservar la memoria de
su pasado, poniéndola al servicio de la sociedad, pues la Iglesia presta un servicio a la
sociedad y a la cultura, que ésta debe reconocer sin prejuicios y superando sectarismos
trasnochados, pues la religión cristiana ha ayudado a configurar la historia de la
sociedad occidental.
La normativa concreta sobre documentación eclesiástica se remonta al Concilio
de Trento, a mediados del s XVI, que en España Felipe II, en 1564, eleva a legislación
obligatoria. De todos modos, en los reinos de Aragón y Castilla, ya desde los siglos XIV
y XV se mandaban cuidar los libros sacramentales, núcleo principal de un archivo
parroquial. Poco a poco los Sínodos y Concilios se han preocupado de una manera o de
otra, de urgir el cuidado del patrimonio documental de la Iglesia, aunque no siempre los
clérigos que debían velar por su correcta custodia hayan brillado por su cuidado.
En el actual Código de Derecho Canónico hay una serie de normas que afectan a
los archivos diocesanos y parroquiales, exigiendo a los Obispos velar por su
cumplimiento. Entresacamos algunas cláusulas que pueden interesarnos:

Por ejemplo, el can. 486 prescribe: que deben custodiarse con la mayor
diligencia, todos los documentos que se refieren a la diócesis o a las
parroquias. Se ha de establecer en cada curia, en lugar seguro, un archivo o
tabulario diocesano en el que se conserven, con orden manifiesto y
diligentemente guardados, los documentos y escrituras correspondientes a
los asuntos diocesanos, tanto espirituales como temporales. Debe hacerse un
inventario o índice de los documentos que se guardan en el archivo, con un
breve resumen del contenido de cada escritura.

El can. 487.2 habla del derecho de consulta de la documentación de los
archivos eclesiásticos: Todos los interesados tienen derecho a recibir
personalmente, o por medio de un procurador, copia auténtica, escrita o
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fotocopiada, de aquellos documentos que, siendo públicos por su naturaleza,
se refieran a su estado personal.

El can. 491 afecta a los Obispos diocesanos, urgiéndoles a que se conserven
diligentemente las actas y documentos contenidos en los archivos de las
iglesias catedralicias, de las colegiatas, de las parroquias y de las demás
iglesias de su territorio y de que se hagan inventarios o índices en doble
ejemplar, uno de los cuales se guardará en el archivo propio y el otro en el
archivo diocesano. También se le urge al Obispo a que haya en la diócesis un
archivo histórico en el cuál se guarden con cuidado y se ordenen de modo
sistemático los documentos que tengan valor histórico.
4.- POR QUÉ Y PARA QUÉ DE LA DOCUMENTACIÓN PARROQUIAL.
Básicamente, los libros parroquiales se agrupan en tres grandes bloques:



Los llamados Sacramentales, que contienen los registros de bautizos,
confirmaciones, matrimonios y defunciones.
Los libros de contenido pastoral, como Hermandades, Cofradías, Visitas y
los de Matrículas.
Finalmente, los de contenido económico, como Fábrica, Cuentas de
Mayordomía y de cofradías, diezmos, tazmías, censos y colecturías de
distintos tipos de misas.
Este conjunto de documentos o libros, aunque no siempre aparecen
encuadernados, no surgieron por casualidad ni por el capricho de algún obispo o
párroco, sino que responden al dinamismo de la propia vida parroquial.
Por ejemplo, los libros sacramentales de bautismo no existían en los primeros
siglos de la Iglesia, ni incluso en la Edad Media. No se sentía la necesidad de tener
constancia de quienes estaban bautizados y, por lo mismo, quienes formaban parte de la
Iglesia, y que daba derechos a recibir los demás sacramentos. Según crecía el número de
cristianos y para evitar engaños, fraudes u olvidos, a comienzos del s XVI algunos
obispos, como Cisneros en España, decidieron empezar a inscribir a los bautizados y,
después, a partir del Concilio de Trento, se generalizaría en toda la Iglesia por ley.
Además la inscripción exigía hacer constancia de los padrinos, porque en la
Iglesia generaban un parentesco espiritual que era impedimento de matrimonio, es decir,
que fue la misma vida interna de la Iglesia y de la sociedad la que dio origen a tal
práctica, que después incluso ha repercutido en beneficio de la sociedad y de la historia,
porque permite hacer investigaciones de demografía histórica y genealogías que ni los
mismos que dieron origen a tales libros sacramentales pudieron sospechar.
Los libros sacramentales de Matrimonio también responden a una situación
especial que se da en la comunidad eclesial. El decreto “Tametzi” del Concilio de
Trento quiso salir al paso en la Iglesia al peligro incontrolado de los matrimonios
clandestinos y celebrados muchos de ellos por cualquier sacerdote o religioso, sin que
quedara constancia de los mismos. Por ello, quiso que se canalizasen y controlasen a
través de la misma parroquia y que quedara constancia escrita de los mismos.
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Progresivamente, la legislación o normativa de la Iglesia ha obligado a que se incluyan
en los registros bautismales, una nota dando constancia de la condición de casado del
bautizado/a. La configuración del registro matrimonial, desde las más antiguas, incluye
los nombres y apellidos de los contrayentes, el párroco que actúa como notario que da fe
y los padrinos que son testigos.
Aparte de garantizar la transparencia de la unión, también se irá asegurando que
no haya impedimento con lo de las amonestaciones y la consanguinidad.
Al margen de estas razones pastorales, los registros matrimoniales de la Iglesia
ofrecen a los historiadores datos sobre uniones consanguíneas, movilidad poblacional…
Los libros de defunciones o finados, aunque no sean en sentido propio libros
sacramentales, a efectos archivísticos se consideran así. De hecho, los cementerios
aparecían vinculados a las parroquias. En ellos, además, se hacía constar memorias de
misas, que suponían un montante económico. Por otro lado, solía hacerse testamento,
por lo que los registros de defunción son un buen documento acerca del marco social
del finado y la mentalidad religiosa sobre la muerte, amén de datos en muchos de ellos
sobre las enfermedades que producían los decesos, epidemias o mortandad infantil.
Otro conjunto de libros o documentos son los de Hermandades y Cofradías.
Este tipo de documentos reflejan a la perfección la mentalidad religiosa de la gente del
momento, sobre todo en el escrito de solicitud de su creación y en las ordenanzas de la
misma. En nuestro archivo conservamos el expediente de creación de la cofradía del
Santísimo Sacramento de Socovos, de comienzos del s. XVII. Consultada esta
documentación, sobre todo el expediente de petición de creación y las ordenanzas, se
descubren dos ideas fuerza que animan la mentalidad de estas cofradías: la de culto y la
de atención a los enfermos y difuntos. Es curioso resaltar en esta cofradía, en concreto,
el punto dedicado a la reconciliación de cofrades enemistados.
Los libros de matrícula reflejan los parroquianos de cada feligresía. Cuando
alguien se avecindaba en la villa, pedía ser inscrito como tal en la parroquia, máxime si
era una villa en la que hubiera varias. Suele incluirse la fórmula “donde está presto a
acudir con sus diezmos”. Por ejemplo, conservamos una relación de calles de los
parroquianos
de
San
Miguel
y
San
Ignacio
de
Alcaraz
, donde se indica cada casa con los que vivían en ella y sus edades.
No se nos oculta el interés de las matrículas desde el punto de vista demográfico
y social, aparte del meramente pastoral.
Un conjunto de libros y documentos especialmente importantes y útiles para
nuestro intento son los libros de Fábrica y visita. En ellos aparecen noticias sobre la
fábrica de la iglesia y, al mismo tiempo, las observaciones que los visitadores hacen al
párroco después de la periódica visita. Tienen sumo interés por las posibles noticias
sobre aspectos artísticos, así como de corruptelas o carencias, que el visitador general ha
descubierto en la comunidad parroquial. Tangencialmente, nos permiten caer en la
cuenta de prácticas religiosas que ponen al descubierto mentalidades.
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