b R17 LATERCERA Sábado 10 de mayo de 2014 dir el avance de los encapuchados, pues temían que llegaran hasta el escenario. “Nos tomaron por sorpresa, pero decidimos contenerlos y no arrancar. Tampoco íbamos a atacarlos a ellos. No les devolvimos las piedras y usamos nuestras banderas. Se nos sumó mucha gente, todos a cara descubierta”, relata Rojas. Brantes fue uno de los que intervino en la pelea, al frente de la Casa Central de la Universidad Católica. En el bando contrario se encontró con A.E.L. (prefieren no identificarlo), compañero del Aplicación con el que mantenía desde hace tiempo una rivalidad que pasó de ser política a personal. El grupo de encapuchados lanzó bombas de pintura y una molotov, dejando 13 heridos, antes de dispersarse hacia el poniente y atacar un cajero automático. E., un simpatizante “libertario” que vio la gresca (prefiere no dar su nombre), asegura que también hubo dos lesionados graves por el otro lado. Según él, las JJ.CC. decidieron victimizarse: “Fue la respuesta a una CUT pasiva. Hay una molestia transversal de muchas organizaciones, no sólo de anarquistas, que entienden que esto no es una conmemoración del Día del Trabajador, sino de la llegada de un gobierno. El afán no era iniciar una pelea con ellos, sino funar el acto, pero ellos se pusieron en el camino”. Brantes volvió a casa sin lesiones, pero A.E.L. le prometió guerra. Durante el fin de semana lo amenazó por Facebook y correo electrónico, pero él no se dejó intimidar. El lunes 5 de mayo, alrededor de las 16 horas, A.E.L. lo interceptó cuando salía de clases. Estaba acompañado de otros seis alumnos del Aplicación. Primero trató de quemarlo con un cigarro y luego empezó la golpiza, que duró cerca de 10 minutos. -Parece que no sabís pelear sin coligüe -le habría dicho en medio de la paliza. Brantes logró escapar al Metro y pidió ayuda. Constató lesiones en el San Juan de Dios y fue derivado a un maxilofacial del Salvador. Los líderes de las JJ.CC. se enteraron un par de horas después. Con preocupación confirmaron que, después de años de luchar contra el establishment, ahora son parte de él y grupos más radicales los ven como traidores. Que pese a ser protagonistas del movimiento social, la calle ha cambiado. Mecanismos de seguridad -Eso de las brigadas de choque es muy ochentero -dice la diputada y secretaria general de las JJ.CC., Karol Cariola. Pese a que los ataques en contra del PC han aumentado en el último tiempo, ellos descartan estar conformando una suerte de ejército para defenderse en la calle, aunque sí han tomado algunos resguardos para enfrentar a los grupos violentistas. “Yo me permito dudar de que sean de extrema izquierda, porque su forma de actuar es fascista”, acota Cariola. Antes del ataque del 1 de mayo y la paliza a Jorge Brantes, el PC había sufrido varias amenazas de grupos subversivos. En los últimos años, su sede ha sido atacada en varias ocasiones y la animosidad parece haber aumentado a partir de su inclusión en la Nueva Mayoría, la coalición política que devolvió a Michelle Bachelet a La Moneda. “Fue la gota que rebasó el vaso”, dice E. “No se ve como un partido de comunistas. El problema son sus dirigentes, que han negociado a puertas cerradas. Lo que ha ocurrido es una respuesta a sus traiciones”, apunta. El nuevo lugar de los comunistas dentro del mapa callejero (acelerador de las reformas anunciadas por Bachelet) los ha obligado a tomar precauciones. Desde hace tiempo que la coordinación se encarga de que dentro de los manifestantes haya un par de médicos, en caso de que alguien necesite atención. También se estila que sus principales dirigentes, como Cariola o Camila Vallejo, cuenten con militantes que las escoltan en las marchas. El 1 de mayo, de hecho, fueron las bases quienes se ocuparon de la defensa del acto, pues la organización había pactado con Carabineros que la intervención policial fuera sólo excepcional. La confianza de la CUT, según transmi- tieron sus dirigentes a las autoridades policiales los días previos a la marcha, respondía a que también contaba con voluntarios encargados específicamente de resguardar la seguridad en determinados perímetros. “Estaba dentro de lo conversado. Ellos nos pidieron intervenir lo menos posible. La CUT tiene un sistema de seguridad propio, con el cual aíslan a quienes llegan con fines agresivos. El año pasado, nos acusaron de pasar a llevar los derechos humanos, así es que ahora les dimos espacio. Sólo intervinimos para evitar el robo de un banco”, sostiene el general Alejandro Olivares, jefe de Control y Orden Público de la Zona Santiago. La batalla campal de la Alameda se extendió por casi 40 minutos. Los heridos de uno y otro lado terminaron en la misma posta, compartiendo sala. El ataque fue justificado en sitios de grupos anarquistas más violentos, pero condenado por movimientos de pensamiento cercano al anarquismo, como el Frente de Estudiantes Libertarios (FEL), que actualmente ocupa la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech). “Nosotros nos enfrentamos políticamente al PC en diferentes escenarios y a veces eso lleva a peleas puntuales, pero sabemos que la violencia no contribuye a las necesidades del movimiento social. La crítica debe enfocarse en el contenido, no en la forma”, argumenta la FEL Melissa Sepúlveda, líder de la Fech. De acuerdo con informaciones que manejan en las JJ.CC., la agresión del Día del Trabajador fue obra de un grupo organizado. La Corriente Revolución Anarquista (CRA), de una vertiente insurreccional, está entre los sospechosos. Paz Carmona, hija del diputado Lautaro Carmona y subsecretaria de las JJ.CC., proyecta que la situación puede continuar. “Hay un alto grado de anticomunismo. Habíamos enfrentado a los anarcos, pero siempre a las manos nomás, en ningún caso con este nivel de preparación, que es lo que nos preocupa. Hemos recibido palos de carabineros, pero nunca una molotov. Estamos preocupados, pero no vamos a esconder la cabeza. Saldremos más preparados”, afirma. Cambio de protocolo El PC había sufrido varios ataques subversivos. La animosidad parece haber aumentado a partir de su inclusión en la Nueva Mayoría. La batalla campal de la Alameda se extendió por casi 40 minutos. Los heridos de uno y otro lado terminaron en la misma posta. Después del choque en la marcha de la CUT, los encapuchados intentaron saquear una sucursal del Banco Santander y fueron interceptados por dos carabineros en moto. Casi a la misma hora, en la manifestación alternativa de la Plaza Brasil, otro grupo atacaba brutalmente al teniente Felipe Vidal, quien finalmente tuvo que ser rescatado por civiles (ver página 6). A ojos de Carabineros, esta imagen y la defensa de las JJ.CC. en la Alameda, dio cuenta de una condena unánime a los encapuchados. “Es novedoso el apoyo que recibimos de la ciudadanía para enfrentar a los agresores. Esto demuestra la madurez que han tenido las manifestaciones en estos dos años. La gente no quiere más violencia”, señala el coronel de Fuerzas Especiales, Oscar Salazar. La calle también ha cambiado para SIGUE EN PÁGINA [18] 3