t016-c31.doc

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V Encuentro Nacional de Docentes Universitarios Católicos
La Plata, 5, 6 y 7 de noviembre de 2010
Area 3: Ciencia.
Comisión 1. Ciencia, tecnología y ética
Título: La investigación científica y sus implicaciones ético-jurídicas
Jorge Nicolás Lafferriere1
(Facultad de Derecho UCA – Facultad de Derecho UBA)
Resumen:
La ponencia considera las implicaciones ético-jurídicas de la investigación científica.
Señala la complejidad del tema de la investigación y enfatiza que la dimensión ética
no es un agregado extrínseco a la tarea del investigador. Reflexiona sobre la
conmoción que producen las biotecnologías y sostiene la necesidad de una
concepción antropológica integral y una recta concepción de la relación entre fe y
razón. En la segunda parte, se aborda la dimensión propiamente jurídica, se
remarca la necesaria distinción entre derecho y ley y se presentan los principios
jurídicos fundamentales que son aplicables a la investigación científica.
1. Consideraciones generales sobre investigación científica y ética
“Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber”. Así comienza la
Metafísica de Aristóteles y podríamos decir que se expresa la inclinación natural que
mueve la investigación científica. Esta búsqueda del saber, esta trabajosa y
fascinante empresa individual y colectiva de conocer la verdad, presenta múltiples
facetas en sus consideraciones éticas.
En efecto, junto con las diferencias que pueden surgir de las diversas
ciencias, la misma investigación científica se compone de un complejo proceso que
abarca: los objetivos del proyecto, la manera de financiamiento, las cuestiones
vinculadas con el consentimiento de los pacientes (en el caso de personas
humanas), los métodos de enrolamiento de pacientes, la validación de los
resultados, los riesgos para los pacientes, los controles durante la investigación, la
difusión de los resultados, los aspectos tecnológicos y clínicos en las fases de
aplicación, el patentamiento y el aprovechamiento económico de ciertas
investigaciones y la eventual generación de productos o fármacos para su
1
Abogado por la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Ciencias Jurídicas por la Pontificia
Universidad Católica Argentina. Es Profesor Protitular de Principios de Derecho Privado e
Instituciones de Derecho Civil de la UCA, Docente de Elementos de Derecho Civil de la UBA y
Profesor de Bioderecho de la Maestría en Ética Biomédica de la UCA. Es Director de Investigación
Jurídica Aplicada de la Facultad de Derecho de la UCA y Director de la Revista Prudentia Iuris. Ha
sido Secretario Académico de la Pontificia Universidad Católica Argentina entre 2003 y 2010 y es
Director del Centro de Bioética, Persona y Familia.
1
comercialización. Todas estas etapas y partes de la investigación están atravesadas
por complejas cuestiones éticas, que se vinculan con problemas tales como el
conflicto de intereses, la desviación de los fines propiamente científicos por razones
de interés o de poder o la afectación de los derechos fundamentales de la persona y
su dignidad.
La preocupación ética en la investigación científica es una constante que
surge con fuerza no sólo de la natural inclinación del hombre a realizar el bien y
evitar el mal (primer principio que la ley ética señala a la razón práctica), sino de la
conmoción provocada por la irrupción de nuevas capacidades tecnológicas,
fundamentalmente las biotecnológicas, que han otorgado al hombre un nuevo e
inédito poder sobre la vida biológica y que amenaza con someter al hombre al
mismo hombre. En efecto, como afirma Catalina Arias de Ronchietto:
“por primera vez en la historia de la humanidad, el hombre dispone de los
conocimientos científicos y de la tecnología necesaria, empeñosa y
talentosamente procurados, y desde, y con ellos, está actuando y planificando
dominar los procesos biológicos del origen y desarrollo de la propia vida
humana y de la vida en general. Se trata de una inaugural y concreta realidad
tecnocientífica que genera estruendosos planteos a las ciencias éticofilosóficas, óntico-antropológicas y socio-jurídicas”.2
En este horizonte complejo, tenemos que superar visiones restrictivas, que
ven a la ética como un agregado extrínseco a la actividad científica, como si se
tratara de solicitar la opinión de un comité. La ética está llamada a acompañar la
lógica misma de la investigación, en la convicción que tal lógica reclama una
reflexión sobre el sentido último del actuar científico. En efecto, la pregunta ética es
la pregunta por la adecuación de la conducta humana, en este caso del investigador,
por el bien integral de la persona, por el logro de la realización del ser humano en
sus fines últimos, integralmente considerados.
Como dice Robert Spaemann: “Los límites éticos puestos a la ciencia, no son,
en realidad, límites al conocimiento, pero sí límites a la acción que indirectamente y
de hecho sientan límites al deseo de conocer”3. En este sentido, este autor ha
acuñado una lúcida expresión: Ars longa, vita brevis, que se puede traducir como la
ciencia perdura en el tiempo y la vida es corta. Con ello, quiere señalar la tensión
que se produce entre el concepto moderno de ciencia, que tiende a acumular
conocimientos a lo largo de la historia y que por tanto, trasciende al caso particular, y
la vida breve de cada persona humana concreta, que necesita una respuesta aquí y
ahora para su situación y que no se contenta con ser considerada como una
“prueba” o “hito” en el largo camino del conocer científico. Ello nos interpela en el
sentido de descubrir que la ansiedad por la investigación científica, especialmente
cuando se realiza en vinculación con ámbitos clínicos, no puede disociarse, más aún
debe subordinarse, al bien concreto de la persona que está delante.
ARIAS DE RONCHIETTO, CATALINA E. “Procreación humana, ingeniería genética y procreación
artificial”, en AA.VV., La persona humana, BORDA, GUILLERMO A. Buenos Aires, Editorial La Ley, 2001,
p. 16.
3 SPAEMANN, ROBERT, “Ars longa, vita brevis”, en PONTIFICIA ACADEMIA PRO VITA, Ethics of
biomedical research in a christian vision. Proceedings of the Ninth Assembly of the Pontifical
Academy for Life (Vatican City, 24-26 February 2003), VIAL CORREAA, JUAN DE DIOS –
SGRECCIA, ELIO (Ed.), Librería Editrice Vaticana, Vaticano, 2004, p. 166.
2
2
Un problema ético de particular relevancia es el del conflicto de intereses. Al
respecto, junto con el clásico conflicto de intereses que surge por la
predeterminación de los resultados de una investigación en función de intereses de
empresas o de grupos ideológicos, hay que llamar la atención sobre el conflicto de
intereses que se puede producir en el mismo investigador en relación a la intención
de corroborar sus propias hipótesis. Una gran altura moral e intelectual es necesaria
para saber reconocer que alguna de las propias investigaciones no ha resultado
como se esperaba.
Otra nota ética relevante para la investigación científica es la necesidad de
una concepción antropológica integral, que descubra las múltiples dimensiones
presentes en la persona humana, como unidad bio-psico-espiritual. Detrás de toda
investigación científica subyace una concepción de la persona y de la sociedad, de
modo que nadie puede alegar una neutralidad axiológica. Tal visión pecaría de cierta
ingenuidad y debe ser superada, pues de otro modo la investigación puede resultar
funcional a intereses o poderes que afectan a la misma persona humana y la
sociedad.
La complejidad del ser humano nos impide reducirlo a sus funciones
biológicas, o a sus pasiones o impulsos, y descubrir la eminente dignidad que
resplandece en la inteligencia, en la libertad y, sobre todo, en la vocación a amar y
ser amado. Esta dimensión del amor, vital para la experiencia personal, supone
también la apertura al amor creador, al amor del que todo procede, al amor que está
en el origen de las cosas y que da sentido a todas las cosas.
La investigación científica busca la verdad y la verdad, en última instancia,
refiere al Ser y por tanto a la pregunta por Dios. Por ello, la investigación no debe
cerrarse a esta última cuestión, no debe encerrarse en los estrechos límites de la
inmanencia para no comprometer su propia veracidad. En efecto, llama la atención
que, al mismo tiempo que la ciencia en nuestros días tiene clara conciencia de sus
límites y del carácter hipotético y provisional de muchos de sus resultados, niegue a
la razón esa apertura a la trascendencia, que, justamente por ser tal, le ofrece un
horizonte nuevo y real, definitivamente real, para poder asentar con más solidez sus
propias investigaciones.
Corresponde aquí formular una breve referencia al tema de la fe y la
investigación científica. A menudo se sostiene que la fe, y más concretamente la fe
católica, se oponen a la investigación científica. Nada más alejado de la realidad,
como lo demuestra la historia de la ciencia, jalonada por múltiples investigadores
que tenían en la fe cristiana el motor que los impulsaba a conocer. Este interés de la
Iglesia Católica por la tarea científica ha tenido, en el siglo XX, una renovada
formulación en el Concilio Vaticano II, particularmente en la Constitución Pastoral
Gaudium et Spes, donde se reconoce la autonomía de las realidades temporales:
“las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el
hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco” (n. 36). Esta autonomía
supone un amplio campo para la acción de los hombres en la búsqueda de la
verdad, abierta a la trascendencia:
“por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de
consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el
hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de
cada ciencia o arte. Por ello, la investigación metódica en todos los campos
del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme
3
a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las
realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios” (GS n.
36).
Ahora bien, junto con esta autonomía de las realidades temporales, es preciso
también reconocer que la razón está amenazada por el interés y el poder y que aquí
la Iglesia señala que la fe actúa como “fuerza purificadora” que ayuda a la razón a
realizar mejor su cometido (cfr. Benedicto XVI, Deus Caritas est, 28):
“la razón ha de purificarse constantemente, porque su ceguera ética, que
deriva de la preponderancia del interés y del poder que la deslumbran, es un
peligro que nunca se puede descartar totalmente… Sin duda, la naturaleza
específica de la fe es la relación con el Dios vivo, un encuentro que nos abre
nuevos horizontes mucho más allá del ámbito propio de la razón. Pero, al
mismo tiempo, es una fuerza purificadora para la razón misma. Al partir de la
perspectiva de Dios, la libera de su ceguera y la ayuda así a ser mejor ella
misma. La fe permite a la razón desempeñar del mejor modo su cometido y
ver más claramente lo que le es propio” (DCE, 28).
2. Implicaciones jurídicas de la investigación científica
El derecho no es ajeno a la conmoción provocada por los avances en la
investigación biotecnocientífica. Al respecto, tenemos la convicción que el derecho
no puede limitarse a la consideración de lo establecido por la ley positiva sino que es
necesario partir de una definición del derecho como “lo justo”, aquello que es debido
a otro en razón de un título objetivo. Si la justicia es la virtud que nos ordena en las
relaciones hacia los otros, entonces el derecho es el objeto de la justicia. Este
derecho así entendido se expresa tanto en las conductas justas, en las normas
justas que determinan lo que es debido a otro, en los contratos y en las sentencias
que fijan lo justo en el caso concreto.
En este sentido, esta definición de derecho nos permite afirmar que en toda
cuestión vinculada con la investigación científica, dado que hay relaciones de
alteridad que vinculan a personas humanas y hay conductas debidas en justicia,
será necesario determinar qué es lo “debido” a cada uno.
Esta consideración jurídica de la investigación científica, y sobre todo de la
que se realiza en personas humanas, supone el reconocimiento de la dignidad de
persona presente en cada ser humano, desde el momento de la concepción hasta la
muerte natural. Ello es presupuesto fundamental de la biomedicina y cualquier
divergencia en este punto conlleva graves consecuencias y la aniquilación de los
derechos fundamentales para algunos personas humanas. Por eso, siempre es
necesario resaltar esta centralidad de la dignidad de la persona humana en el
derecho y en el campo de la salud.
Concretando las exigencias de la justicia en esta materia, conviene recordar
los primeros principios que se vinculan con los bienes humanos básicos y que
resultan el marco general en que se debe realizar la investigación biomédica sobre
personas humanas:
i) Principio de inviolabilidad de la vida humana: el cuidado de la vida
humana es el primero de los preceptos que señala la ley natural. Este principio, que
se traduce jurídicamente en el “derecho a la vida” o “el derecho a la inviolabilidad de
4
la vida”, resulta fundamental en la investigación en personas humanas, pues “el
principio de respeto de la vida puede ser considerado como el principio eminente de
la bioética, es decir, el que guía e inspira la aplicación de todos los demás”. 4 Este
principio comprende, ante todo, el deber de no matar y por tanto supone que
resultan jurídicamente objetables las investigaciones que conlleven la eliminación de
personas humanas. Esta objeción se torna de gran actualidad ante las
investigaciones que conllevan la destrucción de embriones humanos, como son los
proyectos que procuran la “derivación” de células troncales humanas embrionarias a
partir de embriones humanos crioconservados, descartados en procedimientos de
procreación artificial o bien concebidos para fines de investigación.5
El principio de respeto a la vida incluye el respeto del cuerpo y la integridad
física, que se expresa en el no dañar. Como derivación de este principio, se
encuentra el principio bioético de totalidad o principio terapéutico, de notable
aplicación en materia de investigación en personas humanas.
ii) Principio de tutela de la familia, el matrimonio y la patria potestad: la
segunda inclinación del hombre que configura los preceptos de la ley natural se
relaciona con la transmisión de la vida a través de la unión entre hombre y mujer, la
educación de los hijos y otros bienes semejantes y la protección de la familia como
célula básica de la sociedad.6 Este principio posee implicaciones jurídicas sobre la
relación de los padres para con el hijo concebido, a quien deben respetar como
“otro” que no es un extraño sino que les ha sido confiado para que lo custodien y
promuevan su vida y salud en todo lo que esté a su alcance. Esta relación paternomaterna-filial, además, proyecta sus efectos jurídicos sobre la sociedad y el Estado,
de modo que los padres tienen el derecho y el deber, por aplicación de este principio
de ley natural, de ser respetados en sus decisiones sobre lo relativo a la vida y la
salud de sus hijos concebidos. Otros principios éticos-jurídicos, vertebrales y
derivados del de protección integral de la familia, son: el principio de matrimonialidad
y el del “interés superior del menor de edad”.7 Este principio conlleva el respeto a la
originalidad de la transmisión de la vida humana a través de los actos propios de los
esposos, lo que conduce a una valoración crítica de las técnicas de fecundación
humana artificial. Es importante remarcar esta relevancia del respeto a la
originalidad de la transmisión de la vida en la bioética, ya que puede quedar
opacada su importancia por una impronta biotecnológica que corre el eje de la
preocupación hacia las intervenciones sobre el cuerpo humano y descuida las
exigencias de la ley natural en torno a la sexualidad humana. Por tanto, las
investigaciones que no respetan esta originalidad de la transmisión de la vida
humana merecen objeciones ético-jurídicas de fondo.
4
ANDORNO, ROBERTO, Bioética y Dignidad de la persona, Madrid, Editorial Tecnos SA, 1998, p. 35.
Ver LAFFERRIERE, JORGE NICOLÁS, “La regulación jurídica de la investigación sobre células troncales”,
Medicina e Morale, Milán, 2010/2, en prensa.
6 BASSET, ÚRSULA C., “Novedades sobre la validez epistemológica de los criterios morales en bioética
y familia”, El Derecho, Tomo 235, 02/11/2009, nro 12.371.
7 ARIAS DE RONCHIETTO, CATALINA E. “Principios Jurídicos básicos en derecho de familia hoy. Identidad
y Familia”, Conferencia presentada en las Jornadas preparatorias del X Congreso Internacional de
Derecho de Familia, 1998, Apuntes Jurídicos, nro. 3, Universidad de Mendoza, AIEA-COLADIC,
1999.
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5
iii) Principio de inclinación al bien según la naturaleza racional: en tercer
lugar, el hombre, por su naturaleza racional, tiene una inclinación a buscar el bien, la
verdad y vivir en sociedad. Este tercer “contenido” específico de la ley natural se
vincula con la actuación del investigador en relación al respeto debido por el
paciente, fundamentalmente en lo que concierne a su igual dignidad. Es un principio
fundamental, en este sentido, el de tratar a los seres humanos desde su concepción
conforme a su dignidad de personas, sin instrumentalizarlos ni tratarlos como
objetos. También se vincula con el principio de libertad y de responsabilidad de la
bioética personalista y el principio de totalidad o terapéutico.8 También es aplicable
el principio de solidaridad.
En relación directa con este principio, podemos señalar que la investigación
biomédica deberá respetar: a) el consentimiento informado de los sujetos, b) la
libertad en la participación de las personas, excluyendo cualquier tipo de coerción
sobre sujetos vulnerables y c) el rigor científico de las investigaciones.
En la investigación científica se juega gran parte del destino de la persona
humana y la sociedad. Por eso, el investigador debe reconocer que su obrar
necesita orientarse hacia el bien de la persona, reconocida en su eminente dignidad
y respetada en sus derechos fundamentales, en su naturaleza social y abierta a la
trascendencia.
8
SERRANO RUIZ-CALDERÓN, JOSÉ MIGUEL, Bioética, poder y derecho, Madrid, Universidad
Complutense de Madrid, Facultad de Derecho, 1993, p. 20.
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