t010-c21.doc

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V Encuentro Nacional de Docentes Universitarios Católicos (ENDUC)
5, 6 y 7 de noviembre de 2010. La Plata, Argentina.
PONENCIA
“EDUCACION EN CONTEXTOS DE ENCIERRO. Una Propuesta de Inclusión
Social desde una Perspectiva Cristiana”
Área 2: SOCIEDAD
Sub-tema: Sentido Cristiano de la Política: entre verdades inconmovibles y el
consenso
AUTORES
Dr. Ángel Dejesús Cardozo
Abogado y Especialista en Docencia Universitaria
Facultad de Derecho y Ciencia Política – Sede Posadas -UCSF
Cátedra: Derecho Penal II – Parte Especial
Mgter. Griselda Agustina Gabalachis
Contadora Pública – Especialista en Contabilidad Superior y Auditoria
Especialista en Educación Superior – Magíster en Docencia Universitaria
Facultad de Ciencias Económicas – Universidad Nacional de Misiones
Cátedras: Contabilidad Superior – Contabilidad II – Actuación Profesional I
Correo Electrónico para ambos autores: [email protected]
RESUMEN
Nos encontramos en este año 2010 celebrando el bicentenario de nuestra
emancipación, e inmersos en un proceso global de transformación en todos los
ámbitos: social, político, económico y cultural.
En este contexto, la educación como derecho social, sigue siendo uno de los
factores claves para el desarrollo y el progreso de la Nación, erigiéndose como la
principal herramienta política para fortalecer la justicia social.
En nuestro país en el año 2006 se sancionó la Ley de Educación Nacional Nº
26.206. Esta ley reafirma los fines y principios del derecho a la educación
constitucionalmente plasmado e intenta avanzar hacia los valores erosionados en
épocas pasadas, tales como: el trabajo como eje de la dignidad de la persona; el
reconocimiento y el respeto por la diversidad; la importancia de la solidaridad y el
esfuerzo compartido, entre otros.
La educación en contextos de encierro es uno de los ejes tratados por la norma
educativa, pero sin embargo poco trabajado y debatido, de manera tal de comenzar
acercar a la Universidad a esos espacios donde también se encuentran ciudadanos
a quienes les asiste el derecho a educarse.
Como docentes advertimos que la Universidad está muy alejada de algunas
problemáticas sociales como por ejemplo la que se da en las cárceles, y en ese
sentido intentamos en este trabajo, y desde una perspectiva cristiana, plasmar una
propuesta para generar proyectos que coadyuven a una sociedad sin exclusiones.
V Encuentro Nacional de Docentes Universitarios Católicos (ENDUC)
5, 6 y 7 de noviembre de 2010. La Plata, Argentina.
INTRODUCCION
El artículo 14 de la Constitución Nacional establece claramente que todos los
habitantes de la República Argentina tienen derecho a la educación, confiriendo al
Poder Legislativo de la Nación, la atribución de sancionar leyes de organización y
base de la Educación que consoliden la unidad nacional, respetando las
particularidades provinciales y locales, de manera tal de garantizar el ejercicio del
derecho conforme a los principios de igualdad de oportunidades y
posibilidades, sin discriminación alguna.
En este marco es importante resaltar que en primer lugar las acciones educativas
son responsabilidad de la familia, como célula de la sociedad, siendo el Estado en
su sentido amplio el principal responsable, como así también recae esa
responsabilidad en la Iglesia Católica, en los otros cleros legalmente reconocidos
y en otras Organizaciones Civiles.
Gran parte de todo lo expresado en el marco normativo y en el sistema de valores
de nuestra sociedad, si bien es compartido por todos sus actores, deben convertirse
aún en realidad. Pensemos que las leyes en realidad constituyen un programa de
acción que debe cumplirse para de esa manera garantizar, en el caso particular de
la educación, la igualdad en el ejercicio de ese derecho universal y constitucional
para toda la población, a lo largo y a lo ancho, y en todos los espacios, de nuestro
territorio nacional.
La educación en contextos de encierro es uno de los ejes tratados por la Ley de
Educación Nacional Nº 26.206, sancionada en el año 2006, pero es de destacar que
si bien existen proyectos de trabajo concreto en las cárceles, en el ámbito
universitario es uno de los temas casi vedados. Siendo incluso paradójico, porque la
Universidad no ha abierto sus claustros para actuar en espacios donde residen
ciudadanos, que por distintas circunstancias de la vida se encuentran privados de su
libertad, pero a quienes también les asiste el derecho a educarse.
Por todo lo expresado, es que se hace necesario generar una mayor consciencia de
la generación de proyectos y programas, desde los distintos ámbitos para alcanzar
la transformación educativa que requiere nuestra sociedad en este milenio.
Como docentes universitarios católicos sentimos la necesidad de dejar plasmada
una propuesta que contribuya y oriente a la inclusión social, pero desde los
principios cristianos y los postulados de la doctrina social de la Iglesia, es decir
desde una visión integral y de la plena comprensión del hombre, en su dimensión
personal y social.
ESCENARIO ACTUAL Y ANTECEDENTES
Conforme a datos obtenidos del Ministerio de Educación de la Nación 1, en nuestro
país existirían más de 60.000 internos alojados en 166 unidades penitenciarias
provinciales y en las 30 que dependen del Servicio Penitenciario Federal. Según los
datos de la Estadística Penitenciaria Nacional realizada en el año 2007, el 70 %
son menores de 35 años, el 79 % tiene nivel de educación primaria o menor y el 81
% estaba desocupado o realizando trabajos precarios al momento de su detención.
Y si bien en todas las unidades penitenciarias se ofrece Educación General Básica,
sólo el 17 % de la población efectiviza sus estudios en las mismas.
1
http://www.oei.org.ar/etp/MECyTcontextosdeencierro.ppt#312,2,Escenario
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En cuanto al Nivel Medio, se ha relevado que el 60% se encontraría en condiciones
de cursar este nivel, sin embargo, frente a esta importante cifra sólo el 20% de las
unidades penitenciarias tiene centros con esta oferta educativa. La oferta más
difundida es la de cursos breves de Formación Profesional de diverso nivel y calidad,
mientras que la oferta de educación superior no universitaria o universitaria es
muy escasa y se centraliza en algunas jurisdicciones.
Sumando la matricula total se tiene que sólo el 29% de la población interna accede a
los servicios educativos en las unidades penitenciarias. Resultando además
significativo el cruce de esos datos con los índices de situación laboral al momento
de ingreso a las Unidades Penitenciarias: de la población detenida, el 46% eran
desocupados y el 38% eran trabajadores de tiempo parcial.
Conforme a la información recabada en el espacio virtual del Ministerio, se pudo
saber que en el año 2000 se abrió una línea de trabajo denominada Educación en
Establecimientos Penitenciarios, y durante esta etapa se trabajó para instalar la
falta de atención educativa en las cárceles como un problema educativo relacionado
con la exclusión de una población poco visible y carente de posibilidad de demanda.
En el año 2003 se creó el Programa Nacional Educación en Establecimientos
Penitenciarios y de Minoridad, con la finalidad de instalar el tema de la educación
para las personas privadas de libertad en las agendas políticas nacionales,
provinciales e internacionales, otorgando de esa manera una mayor visibilidad al
problema. Dando cierta continuidad al programa en el año 2005 se adoptó la
denominación: Programa Nacional Educación en Contextos de Encierro y como
ya se mencionara es en el año 2006 cuando la Ley de Educación Nacional Nº
26.206 incorpora la atención de las personas en contextos de privación de libertad
como una modalidad del sistema educativo.
En el año 2007 el programa nacional estableció como meta: “garantizar el derecho a
la educación de todas las personas privadas de la libertad, para promover su
formación integral y desarrollo pleno, a través del fortalecimiento de las ofertas
educativas en todos sus niveles y modalidades, según corresponda a la población
de niños, adolescentes, jóvenes y adultos alojados en unidades penitenciarios y/o
instituto de menores”.
Es importante destacar que se ha podido acceder a algunos antecedentes de
proyectos y trabajos concretos de la Universidad en las cárceles, tales como el
Programa UBA XXII, el que lleva a cabo la Universidad Nacional de Córdoba, la
Universidad Nacional de la Plata, la Universidad Nacional de Comahue, entre otros a
los cuales se aludirán en algunos acápites de esta ponencia.
MARCO NORMATIVO – DOCTRINARIO
Aspectos Legales
La Ley Nacional de Educación Nº 26.206 describe un sistema educativo con cuatro
niveles: inicial, primaria, secundaria y superior. Presentando además como una
cuestión innovadora, ocho modalidades, a saber: la técnico profesional para
preparar a los estudiantes para el trabajo; la artística; la especial para garantizar la
educación a estudiantes con discapacidades; la educación permanente de jóvenes y
adultos para enseñar a adultos que no pudieron completar su educación primaria o
secundaria; la rural; la intercultural bilingüe para los indígenas que quieren estudiar
en su propia lengua y aprender sobre su propia cultura; garantiza además la
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educación en contextos de privación de libertad para gente encarcelada; y, por
último, la domiciliaria y hospitalaria. La ley explica las metas y la organización para
cada una de las categorías mencionadas, entendiendo que el tratamiento de las
diferentes modalidades garantizan el acceso a la educación a todos, en
especial a los grupos con ciertas desventajas como las mencionadas.
Así la norma dedica todo el Capítulo XII para el tratamiento de la modalidad
especifica de educación en contextos de encierro, expresando en su artículo 55º
que “La Educación en Contextos de Privación de Libertad es la modalidad del
sistema educativo destinada a garantizar el derecho a la educación a todas las
personas privadas de libertad, para promover su formación integral y desarrollo
pleno. El ejercicio de este derecho no admite limitación ni discriminación alguna
vinculada a la situación de encierro, y será puesto en conocimiento de todas las
personas privadas de libertad, en forma fehaciente, desde el momento de su ingreso
a la institución”.
A su turno, el artículo 56º expone los objetivos de la modalidad, destacándose
entre otros los de: garantizar el cumplimiento de la escolaridad obligatoria; ofrecer
formación técnico-profesional en todos los niveles y modalidades; favorecer el
acceso y permanencia en la Educación Superior y un sistema gratuito de educación
a distancia; brindar información permanente de las ofertas educativas y culturales,
en fin contribuir a la inclusión social de las personas privadas de libertad a
través del acceso al sistema educativo y a la vida cultural.
Para garantizar el cumplimiento de lo prescripto la Ley establece que el Ministerio
de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación acordará y coordinará
acciones, estrategias y mecanismos necesarios con autoridades nacionales y
provinciales, y con Institutos de Educación Superior y Universidades.
La Institución Carcelaria
Al decir de Blazich (2007) la modalidad de organización de las cárceles responde a
lo que Goffman (1984) denomina "instituciones totales o cerradas", siendo su
objetivo el control de las personas allí alojadas, el cual se alcanza mediante la
deconstrucción de los signos identitarios a través de un proceso de
homogeneización, de masificación, de clasificación, y de despojo de todos los
derechos, incluso el supremo y fundamental derecho, el de educarse.
La vida cotidiana de las personas privadas de libertad se configura en torno a los
objetivos de la Institución carcelaria, en la cual lo prioritario es la seguridad y en
consecuencia toda actividad allí desarrollada está atravesada por esta característica.
De este modo, la intimidad es prácticamente nula, porque los internos están
expuestos a una vigilancia continua, y hasta las visitas son controladas, las
actividades son generalmente colectivas y obedecen a rutinas programadas que
masifican a los individuos, e incluso son objeto de tratamientos de sometimiento y
humillación.
Michel Foucault (1998) al hacer referencia a la genealogía de las cárceles desde una
perspectiva de las relaciones de poder, entiende que la unión del aparato
disciplinario con el aparato pedagógico en función de "corregir al delincuente",
instala la concepción de "tratamiento", concibiendo al sujeto como alguien “anormal”,
que tiene una patología que debe ser tratada. Podría decirse que estos principios se
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han mantenido como matriz organizadora de los establecimientos penales desde el
siglo XVIII hasta hoy.
Para el psicólogo de la UBA, Jorge Franco, “el delito no constituye una enfermedad
per se, por lo que no hay algo a lo que se pueda llamar tratamiento. Sin embargo, se
habla de un tratamiento del detenido. La falta de medidas de ayuda real a quien
delinque y su reemplazo por el simple encarcelamiento hace que numerosos
internos queden cautivos del círculo delito-cárcel-delito-cárcel”.
Resulta relevante también plasmar aquí parte del trabajo de Gladys Blazich, cuando
se refiere a que “… hoy, en la modernidad líquida (Bauman, 2003) el estatuto de las
cárceles ha cambiado, "[...] no se trata de la decadencia de una institución sino de la
alteración estructural de su función" (Lewkowicz, 2004). Ya no constituyen
dispositivos para la corrección y rehabilitación de los reos para devolverlos a la
sociedad: las cárceles actuales se han transformado en "depósitos de pobres"
(Lewkowicz, op. cit.); depósitos que contienen a los expulsados del mercado de
consumo, inhabilitándolos para cualquier tipo de vida social.
Pero al decir de la autora, aún en este contexto “la escuela -dentro de la cárcelpodría aportar un lugar propio desde donde fuera posible pensar una sociedad más
incluyente, que valorizara a los sujetos como "sujetos de derechos".
Por lo expresado hasta aquí y en función al alcance de este trabajo, compartimos la
opinión que “la educación, vista desde la mirada de la educación social, se
constituye como un componente insoslayable de la construcción social y
coproducción de subjetividad, ya que ella tramita el abordaje de conocimientos,
distribuye el capital cultural, socializa y asocia saberes, incorpora actores, recuerda
mitos, teje vínculos con lo desconocido, con el conocimiento, con los otros, con el
mundo. La educación así entendida se hace un imperativo de inscripción,
construcción de identidad, pertenencia y lazo en las sociedades humanas” (Scarfó,
2005).
PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
En este punto se hace importante resaltar que la propia relación del cristianismo con
la educación tiene una tradición histórica mucho más prologada y profunda que la
establecida por los Estados modernos (Rivas, 2004:135).
Es decir que podría afirmarse que fueron justamente los dispositivos y las prácticas
religiosas los que dieron nacimiento a la forma de gobierno escolar-educativa tal
como lo conocemos hoy. Vale decir, que desde el propio origen de los sistemas
educativos de la modernidad, la Iglesia Católica y el Estado han luchado por el poder
en ese terreno.
En ese sentido es innegable que en nuestro país la Iglesia católica tiene un
protagonismo central en el plano educativo, situación que la impone como un actor
necesario y decisivo al momento de la ejecución de políticas de inclusión, como la
que planteamos en este trabajo, inclusión educativa de sectores desfavorecidos (y
porque no olvidados o negados).
Es pertinente también exponer aquí lo que días atrás decía en un periódico digital
Guillermo Tamarit, Rector de la Universidad del Noroeste de la Provincia de Buenos
Aires, al firmar un convenio para dictar una diplomatura en “Doctrina Social de la
Iglesia”: “la presencia de la Iglesia Católica es insoslayable por varios motivos, no
sólo por las cuestiones tradicionales, sino por un sin fin de circunstancias que hacen
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a la vida cotidiana de la mayoría de los argentinos” y señaló que “la doctrina social
va más allá de los temas de fe y religiosos” porque “atraviesa conversaciones y
debates muy ricos. Este intercambio involucra diversas dimensiones, y en ese
contexto es de significativa importancia que la Universidad esté presente”.
La idea de que la Universidad, pública o privada, asuma un mayor compromiso para
hacer realidad el principio de equidad e igualdad de oportunidades, y en el caso que
nos ocupa, la educación en contextos de encierro, tiene que ver con los principios
fundantes del Evangelio, los cuales deben hacerse visibles desde la concepción
misma del Reino de Dios que es justicia, paz, amor, verdad y libertad.
Y así, a partir de los principios del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia,
como docentes universitarios católicos es que planteamos la necesidad de
desarrollar programas educativos de manera más intensa y sistemática para quienes
están privados de su libertad, están en las cárceles, reconociendo en cada preso el
propio rostro de Jesucristo.
Entendemos que la Iglesia mejor que nadie conoce, desde su labor con la Pastoral
Penitenciaria, la realidad de las cárceles y como católicos no podemos ser
indiferentes ante las necesidades de nuestros hermanos internos.
En este escenario basta citar tan solo que “los principios permanentes de la doctrina
social de la Iglesia constituyen los verdaderos y propios puntos de apoyo de la
enseñanza social católica: se trata del principio de la dignidad de la persona humana
… en el que cualquier otro principio y contenido de la doctrina social encuentra
fundamento, del bien común, de la subsidiaridad y de la solidaridad. ..”.2
“Estos principios tienen un carácter general y fundamental, ya que se refieren a la
realidad social en su conjunto: desde las relaciones interpersonales caracterizadas
por la proximidad y la inmediatez, hasta aquellas mediadas por la política, por la
economía y por el derecho; desde las relaciones entre comunidades o grupos hasta
las relaciones entre los pueblos y las Naciones. Por su permanencia en el tiempo y
universalidad de significado, la Iglesia los señala como el primer y fundamental
parámetro de referencia para la interpretación y la valoración de los fenómenos
sociales, necesario porque de ellos se pueden deducir los criterios de discernimiento
y de guía para la acción social, en todos los ámbitos”3.
“Los principios de la doctrina social, en su conjunto, constituyen la primera
articulación de la verdad de la sociedad, que interpela toda conciencia y la invita a
interactuar libremente con las demás, en plena corresponsabilidad con todos y
respecto de todos. En efecto, el hombre no puede evadir la cuestión de la verdad y
del sentido de la vida social, ya que la sociedad no es una realidad extraña a su
misma existencia”.
“Estos principios tienen un significado profundamente moral porque remiten a los
fundamentos últimos y ordenadores de la vida social. Para su plena comprensión, es
necesario actuar en la dirección que señalan, por la vía que indican para el
desarrollo de una vida digna del hombre. La exigencia moral insita en los grandes
principios sociales concierne tanto el actuar personal de los individuos, como
primeros e insustituibles sujetos responsables de la vida social a cualquier nivel,
cuanto de igual modo las instituciones, representadas por leyes, normas de
2
3
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Párrafo 160.
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Párrafo 161.
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costumbre y estructuras civiles, a causa de su capacidad de influir y condicionar las
opciones de muchos y por mucho tiempo. Los principios recuerdan, en efecto, que la
sociedad históricamente existente surge del entrelazarse de las libertades de todas
las personas que en ella interactúan, contribuyendo, mediante sus opciones, a
edificarla o a empobrecerla”.4
LA UNIVERSIDAD. NECESIDAD DE UNA APERTURA DE SUS CLAUSTROS
La Universidad es en su mismo origen, una de las expresiones más significativas de
la solicitud pastoral de la Iglesia. Es de recordar que su nacimiento está vinculado al
desarrollo de escuelas establecidas en la edad media por los obispos de las grandes
sedes episcopales.
Contrariamente a la idea que se tiene de las universidades como asientos y
reservorios de la tradición, las instituciones universitarias surgen a la vida con el
signo del cambio, lo cual nos compromete a asumir una nueva misión de la
Universidad congruente con las grandes innovaciones de nuestro tiempo (Corrales
Ayala, 2007).
En el ámbito universitario se juegan muchas veces cuestiones vitales y profundas
transformaciones culturales, de consecuencias a veces desconcertantes, que
suscitan nuevos desafíos, los que no pueden dejar de ser considerados ni por la
Iglesia ni por los laicos católicos.
Actualmente en nuestro país y en el marco normativo vigente, encontramos que el
Artículo 28º de la Ley de Educación Superior al establecer las funciones básicas de
las instituciones universitarias, expresa que las universidades deben “extender su
acción y sus servicios a la comunidad, con el fin de contribuir a su desarrollo y
transformación, estudiando en particular los problemas nacionales y
regionales y prestando asistencia científica y técnica al Estado y a la
comunidad”.
A nivel global, muchos estudiosos opinan que la Universidad se encuentra en una
etapa de cambios, en una etapa de crisis, que debe re-plantearse más que sus
funciones, sus acciones y programas concretos, trabajar para la sociedad, es decir
hacia afuera y no hacia adentro de sus claustros.
Por ello el desafío actual de la Universidad será agiornarse y dar respuesta a la
sociedad en su conjunto y en todas sus aristas, debería más que nada adelantarse,
ser realmente proactiva en este mundo signado por el cambio y la incertidumbre y
por lo tanto reconociendo que estamos en presencia de “Un cambio profundo en la
evolución del pensamiento que anuncia un nuevo paradigma, o sea, la sustitución
materialista-reduccionista de la materia por una visión fundada en un campo global
integrador y el pasaje de la teoría de la racionalidad lineal inductivo-deductiva a otra
de tipo estructural-sistémica... El nuevo paradigma provoca un cambio de valores,
como es el paso de la dependencia a la interdependencia, de la competencia a la
colaboración, de la cantidad a la calidad, de la expansión a la participación creativa,
de la dominación o del sentimiento de superioridad a la interrelación y la igualdad, de
lo individual a lo colectivo, del crecimiento al equilibrio dinámico, de la familia nuclear
a la familia humana”. (Diesbach, 2005: XIX y XXI)5
4
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Párrafo 163.
En CORRALES AYALA, S. “La Misión de la Universidad en el Siglo XXI. Revista Electrónica “Razón y Palabra”. Junio-Julio
2007
5
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En relación a esto último, entendemos que la humanidad ha estado sujeta a
esclavitud y degradación durante milenios a causa de una cultura patriarcal
equivocada que ha producido daños tan vastos y generales que algunos los toman
como la condición real del ser humano, sin ahondar suficientemente en su verdadera
causa: el tipo de valores prevalecientes en las familias y en la educación, (Corrales
Ayala, 2006 a), magnificado en las últimas centurias por el pensamiento científico
positivista, reduccionista y materialista, ciego a los valores del espíritu (Naranjo,
2005)6.
Actualmente si bien hay programas de trabajo universitario en las cárceles, como los
ya citados: UBA XXII, el Programa Universidad en la Cárcel (PUC), surgido como
iniciativa de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de
Córdoba, de la Universidad Nacional de la Plata o el de la Universidad Nacional del
Comahue, entendemos que los mismos resultan insuficientes, atento a que cada día
vemos como más personas que, en algún momento de sus vidas y por distintas
circunstancias se han equivocado, ingresan a las unidades carcelarias y cómo
también su reinserción a pesar de estos y otros esfuerzos aislados, resultan
insuficientes y muchas veces se observa como esa dificultad de reinserción y
también de resiliencia, termina en la reincidencia de delitos.
UNA PROPUESTA CRISTIANA
Nuestra propuesta de trabajo mancomunado de Universidades – Cárceles Sociedad Civil parte de reconocer que aprender y expresarse, son derechos
universales e inalienables y que la Universidad, por sus principios fundantes está
obligada a garantizar la posibilidad de su ejercicio. De ese modo la Universidad debe
adentrarse a la cárcel reconociendo ante todo la existencia de personas portadoras
de estos derechos. Es decir ante todo considerar a la educación como un
derecho humano. Así la Universidad – Pública o Privada – debe preocuparse por
hacer efectivo el derecho a la educación a los hombres y mujeres que se encuentran
privados de su libertad.
Los programas a desarrollar, si bien llevarán la impronta, la filosofía y el ideario de
cada institución, no podrán dejar de lado el principio de equidad, esto es plantear las
mismas condiciones básicas, aportar las herramientas y recursos necesarios para
que la educación allí brindada sea de un genuino valor y no devaluar la función
educativa, sólo porque se encuentre en esta modalidad (Laferriere),
Seguramente el trabajo en su etapa de ejecución no será fácil, porque el hecho de
generar acciones concretas que ligan a la Academia con la Sociedad; traerá
aparejado seguramente el choque de lógicas diametralmente opuestas, como es la
de la educación superior versus la de la prisión. Por ejemplo, el hecho de contar con
una biblioteca o con un lugar físico apropiado, o con los materiales necesarios para
desarrollar la tarea de enseñar, tendrá casi con seguridad restricciones de tipo
presupuestario, y muchas veces se priorizarán los recursos para los ciudadanos de
afuera y no para quienes están tras las rejas.
Como se ha dicho esta propuesta pretende apelar a la reflexión de quienes
trabajamos en el ámbito universitario y la responsabilidad de producir hechos
concretos en el contexto de la realidad carcelaria argentina, realidad por lo más
compleja e invisibilizada. No debemos olvidar que cuando se habla de cárcel se
6
Idem Op.
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habla de encierro, de violencia, de hacinamiento. Esta institución, creada por la
modernidad, podría ser vista desde distintas concepciones, pero en general se hace
referencia a un lugar “seguro” para aislar de la sociedad a quienes, ésta cree,
representan un peligro para ella. A las cárceles se les otorga la misión de reeducar,
de rehabilitar a las personas que han cometido un delito a los efectos de que éstas
puedan adquirir la capacidad de comprender y respetar la ley a fin de que a su
egreso se facilite su reinserción en la sociedad.
Más allá de que estamos proponiendo un trabajo difícil, es decir llegarnos hasta ese
espacio lleno de violencia, de dolor, la idea es permitir con la educación universitaria
no sólo la adquisición de saberes y competencias propias de cada disciplina o
quehacer, sino también el conocimiento del otro, el respeto por la diferencia, la
adquisición de la palabra, la posibilidad de pensarse, de proyectarse, de recuperar el
sentido del ahora y del futuro (Laferriere), en fin realizar un trabajo de profunda
raíz e ideología cristiana, simplemente cumplir con el nuevo mandamiento de
Jesucristo “amar a tu prójimo como a ti mismo”.
Por todo lo hasta aquí expuesto destacamos muy categóricamente que la educación
debe pensarse y trabajarse para que sea un proceso permanente; una modalidad de
socialización y comunicación, que facilite la inclusión del ser humano y su
participación en los bienes culturales. Y ese proceso educativo no debería
interrumpirse por la imposición de una pena privativa de la libertad.
Asimismo no debería, en los contextos de encierro, asignarse a la educación un
valor meramente instrumental, de actividades y acciones “aisladas” para ocupar el
tiempo y conservar el orden interno. Por el contrario entendemos que la oferta
universitaria en las instituciones carcelarias es simplemente válida en sí misma y en
tal sentido, los contenidos y las modalidades deben ser, en todo lo posible, similares
en calidad y cantidad tanto dentro como fuera de la cárcel.
Y coincidiendo con Marta Laferriere concluimos que “Si es verdad que la forma de
pensar una cárcel define a la sociedad que la instituye, es mucho lo que nos queda
por hacer. El debate sobre políticas educativas en las unidades penitenciarias,
implica el debate sobre el tipo de sociedad y ciudadanos que deseamos, aún cuando
éstos, temporalmente, se vean privados de la libertad”.
CONCLUSIONES
La Educación en los establecimientos penales constituye un escenario altamente
complejo, dado que las personas internadas configuran uno de los grupos sociales
más vulnerables y abandonados de la población a la que se orienta la modalidad
educativa que hoy toma rango legal.
Son sujetos que han sufrido ya múltiples exclusiones, sumando por ejemplo a la
marginación sociocultural de origen, la marginación socio-educativa y laboral de sus
trayectos de vida, y, a partir de su ingreso en el sistema penitenciario, los asalta una
nueva marginación, objetivada en el hecho de la privación temporal de la libertad, la
que se constituye finalmente en un estigma indeleble ante las posibilidades de
reinserción social y laboral al finalizar la condena.
Socialmente podría decirse entonces que la mayoría de los condenados por el
sistema penal positivo, salen de entre los pobres, de los más humildes, de los que
no tienen acceso a una educación, como también es sabido, que el 90% de los
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reincidentes no ha asistido a los programas educativos previstos en las
cárceles.
Tomando las palabras del Lic. Jorge Franco (UBA), “la cárcel es equivalente a un
viaje, que puede ser terrestre, aéreo o subterráneo. La estadía, un fracaso o bien, un
éxito, un logro. A veces representa una oportunidad que debe ser aprovechada, pero
generalmente es una pérdida de tiempo. Está asociada con la vergüenza (social) o
bien puede ser exhibida como mérito, un sacrificio, un aporte a la comunidad. Puede
finalizar en una nueva vida o en la muerte”.
Actualmente y si bien existen interesantes e innovadoras propuestas en algunas
universidades para atender y llegarse tras los muros y poner al alcance de los
reclusos el conocimiento, la realidad es que tal como está planteado hasta hoy el
sistema tampoco se ofrece alguna ayuda concreta al que sale en libertad.
En función a todo lo planteado a lo largo de este trabajo podemos decir que existen
al menos dos maneras, más bien antagónicas, de pensar la educación en las
cárceles, una entenderla simplemente “como un instrumento de producción de
sujetos dóciles, adaptados y adecuados para insertarse en el sistema”, visión que
supone considerar a los ciudadanos privados de su libertad como “objetos de
intervención” siendo la educación un instrumento terapéutico dentro de la
unidad carcelaria. La segunda es pensar a la educación como un derecho, como
un derecho humano, lo que supone considerar a los internos e internas como
sujetos de derecho, activos y autónomos, suponiendo además que la educación
puede facilitar la construcción de un espacio de resistencia a los efectos del
encierro, y supone quebrar el círculo de marginación- exclusión de los sujetos que
caen en las redes del sistema penal. El ingreso de la Universidad en la cárcel
constituye una apuesta en este sentido y por esto, debe ser asumida como una tarea
primordial por la Universidad y debe ser profundizada. (Brocca, M).
Como docentes universitarios católicos abordamos esta temática, convencidos que
desde nuestra función, inspirada en el Evangelio, podemos ayudar e intervenir para
re-plantear las funciones y las acciones de las universidades donde nos
desempeñamos, sean públicas o privadas, llevando el conocimiento y la formación a
las cárceles pero no sólo como una cuestión o desde una mirada piadosa, sino
también como una cuestión profundamente política (desde los principios sociales,
humanos y cristianos) en el sentido de una herramienta que produce
transformaciones, en este caso particular, una herramienta de Inclusión Social.
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BIBLIOGRAFIA
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