CARATULA TITULO: Filosofía, progreso y principio de precaución: Causas históricas e influencia actual NOMBRE AUTOR: Adriana Bestani DIRECCION INSTITUCIONAL – EMAIL: Poder Judicial de Tucumán- Sala de Relatores Corte Suprema de Justicia. Congreso y Lamadrid. San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina, [email protected] CORRESPONDENCIA: 54-381-155635347 [email protected] PALABRAS CLAVE: Génesis - incertidumbre científica - Incidencias - Quehacer político y científico. TITULO ABREVIADO: Filosofía, progreso y precaución. ABSTRACT: The aim of this paper is to analyze some of the geophysical and historical causes of the precautionary principle, its genesis and consolidation in International Declarations and in the politics and laws of different States. Most of these causes, like the crisis of the idea of indefinite and optimist Progress and theoretical models coming from very different ideologies, warn about the necessity of a radical change towards environmental activities. All of them are permeated by scientific uncertainty , which constitutes a necesary condition for the application of the precautionary principle. On this ground, in regard to the assessment of environmental risks, different mechanisms have been developed in order to deal with the presence of scientific uncertainty. Some of them are analyzed in this paper: legal (the change of the burden of proof), scientific (ad intra et ad extra) and political (participative democracy). 1 Filosofía, progreso y principio de precaución: Causas históricas e influencia actual I.- INTRODUCCION La crisis de la idea de progreso indefinido y optimista y de la modernidad a partir de ciertos hechos, tanto de carácter científico, como histórico-político y geofísico, así como los relativamente recientes movimientos, de distinta procedencia ideológica, que advierten sobre la necesidad de un cambio de actitud en materia medioambiental, dan cuenta de la aparición y significación del principio de precaución en las Declaraciones Internacionales y en el derecho y política de los Estados. Subyace como eje transversal a todas las causas de su aparición y consolidación, la incertidumbre científica respecto de la posibilidad de acaecimiento de ciertos riesgos ambientales. Sobre esta base derivamos tres posibles incidencias del principio en las siguientes disciplinas: el Derecho (inversión probatoria), la Teoría Democrática (democracia participativa) y la Ciencia (ad intra y ad extra, en lo que hace especialmente al análisis de riesgos). Con ello, se trata de aproximar una justificación empírica del auge del principio analizado. II.- PROGRESO Y MODERNIDAD II.1.- La idea de progreso: La modernidad es la que incorporó a la filosofía el concepto del tiempo lineal progresivo. Esta manera de vivir el tiempo, asociada a lo que desde Kant se denominó la "iluminación" de la razón y la concepción del hombre como ser esencialmente libre (sobre todo de las leyes que gobiernan el mundo exterior), dan origen al concepto de progreso que desde ese momento se incorpora a toda filosofía de la historia como un supuesto. Esta doble conjunción: a) que la realidad está en la razón del 2 individuo y b) que la libertad es el valor supremo, generó el “mito” del progreso indefinido. Éste, de la mano de Francis Bacon, nació junto a la técnica y ambos se retroalimentaron hasta convertirse en los valores supremos del conocimiento (Pfeiffer, 2002). Surge la correlación entre ciencia y praxis, así como el “reino” del hombre moderno, caracterizado por el “cogito ergo sum” de Descartes, escéptico, acostumbrado a la “duda metódica”, que sólo puede aceptar como cierto aquello observado empíricamente y corroborado por un razonamiento propio. El paradigma Bacon-Descartes es caracterizado por un ideal de dominio y de posesión de la naturaleza, por una creencia optimista en la posibilidad de producir efectos de modo infalible a partir del conocimiento de leyes naturales (Bourg, 2000). Siempre se progresará; el futuro será siempre mejor que el presente (Nent, 2004; Scala 2004). Es que nunca ocurrió en la historia de la humanidad que el conocimiento científico y técnico haya tenido un rol de primaria importancia en el desarrollo de una civilización: mejoramiento en las condiciones sanitarias, en la producción alimentaria, en los distintos medios de transporte, en las telecomunicaciones, etc.. Sin embargo, pronto este “progreso indefinido” hizo notar, al decir de Ulrick Beck, su “cara oscura” (Bergel, 2001 a; Kottow,2001; Federico,2002). II.2.- La crisis de la idea de progreso: A) Algunos hechos significativos: La historia de la modernidad y de la post-modernidad se han encargado de contradecir este optimismo en el progreso científico-tecnológico y moral de la humanidad que evitaría posibles desastres o negativas consecuencias: a) En lo científico, fue el principio de indeterminación -o incertidumbre- enunciado por Heisenberg en 1927 el que trajo agua al molino de la crisis moderna. Las premisas parten de que no existe 3 un conocimiento teóricamente exacto sino sólo uno basado en probabilidades y que hay imposibilidad teórica de superar alguna vez un cierto nivel de error. Se deriva de este principio la inexistencia del determinismo científico. b) En lo político, el mundo moderno, ingenuamente optimista, quedó puesto en crisis por los fracasos de las Revoluciones Francesa y Proletaria, las dos Guerras Mundiales, la guerra fría, el terrorismo internacional, etc., lo que ha demostrado la falibilidad de los antiguos postulados modernos respecto de que la verdad radica en las inteligencias (Scala, 2004). c) En lo geofísico: Enfrentamos la posibilidad de la destrucción de toda vida sobre la tierra, no ya sólo por el desarrollo armamentista sino también por las catástrofes y crisis ambientales que se vivieron en las últimas décadas. El consumo de un 20% más de las reservas naturales de las que el planeta puede producir; la reducción drástica y desaparición de especies animales; el aumento de la huella ecológica dos veces y media desde 1961; el calentamiento global y sus derivaciones: sequías, escasez de agua y alimentos, epidemias, inundaciones, etc.) (Ducraroff Aguiar, 2005) son consecuencias no intencionadas del ilimitado progreso impulsado por las necesidades crecientes de confort y calidad de vida nunca del todo satisfechas. Así, tres innegables aspectos de la realidad parecen contradecir el postulado del progreso optimista y por la cual el principio de precaución adquiere relevancia: a) la expansión del desarrollo tecnológico, su uso ilimitado y sus incontrolables derivaciones; b) la diversificación de los campos de intervención de la acción humana que, de las formas clásicas industrialización, pasa a la acción directa sobre el genoma, al tratamiento de la información, a las distintas actividades y productos derivados de la biotecnología y de la nanotecnología (Lin-Easton, 2001); c) el ámbito temporal 4 propio del desarrollo tecnológico contemporáneo: de un lado, se está experimentando una retracción negativa de la naturaleza que pone en peligro el restablecimiento del equilibrio instituido. Del otro, no podemos tomar decisiones sobre el conocimiento de experiencias pasadas pues, debido a los acelerados cambios sociales y geofísicos, no hay un número suficiente de experiencias que pueda sustentar aquellas decisiones (Lechner, 1987; Tinland, 2000). B) Algunas teorías: Desde 1970, distintos movimientos, tanto sociales como teóricos, preconizan un cambio de actitud con respecto al ambiente que beneficie a la humanidad, actual y futura, y no expolie la naturaleza (Moles Nieto, 2006; Marzanatti, 2007). Las críticas a la manipulación de la técnica, al abuso de los recursos vivos y no vivos, a la expansión de la tecnociencia sobre campos delicados (biogenética, nanotecnología) se elevan desde diferentes lugares ideológicos. Tanto una visión teológica o antropológica cristiana como el racionalismo (kantiano) estiman que la manipulación lesiva de la naturaleza debilita la moralidad de los hombres. Igualmente, el utilitarismo de Bentham concluye en que hacer sufrir a cualquier ente, animal o humano, es antiutilitario pues aumenta el total de padecimientos en vez de reducirlo (Kottow, 1995). A nivel de la teoría política, ya en la segunda mitad de siglo pasado habían sido puestos en dudas los caracteres de optimista, indefinido y lineal del “Progreso”. Maritain (1971) reconocía entre las leyes funcionales de la historia aquélla del “doble progreso contrario” según la cual la historia progresa tanto en dirección del bien como en dirección del mal. También Theodor W. Adorno puso de relieve la incertidumbre de la fe en el progreso: el progreso, visto de cerca, sería el progreso que va de la honda a la superbomba. La ambigüedad del progreso resulta así evidente: ofrece nuevas posibilidades para el bien, pero 5 también abre posibilidades abismales para el mal que antes no existían (Benedictus XVI, 2007). La elección entonces parece depender del progreso moral de la Humanidad. Se da así una doble paradoja: a) la modernidad, que exalta la autonomía del hombre, termina sometiendo su libertad a un devenir cuyo fin no le pertenece; b) la tecnología que nace de la necesidad de seguridad, nos enfrenta al riesgo convertido en peligro. Aceptar la tecnología es aceptar que se ponga en peligro el futuro; rechazarla es rechazar la historia, el pasado. Nadie puede fundar su futuro negando su pasado, pero tampoco puede fundarlo bajo amenaza (Pfeiffer, 2002). Se ve, no sin pena, los límites de la ecuación progreso-bienestar. III.- ¿PRECAUCIÓN POR PROGRESO?: III.1.- Ruptura de los modelos científicos de la modernidad: La incertidumbre científica- : El título encuentra pie en el hecho de que se ha postulado al principio de precaución como “una suerte de candidato a la sucesión de la idea moderna de progreso” (Bourg, 2000). Los filósofos de la técnica ven un cambio en las significaciones del recurso de la precaución en la situación contemporánea con relación a los siglos pasados. En efecto, la precaución actual se distingue de la clásica en que: a) a contrario de aquélla, la naturaleza de los daños no se conoce debido a la falta de precedentes: no se sabe si los daños sospechados van o no a darse, ni en qué medida; b) los daños actuales resultan no ya de la omisión sino de la acción desmesurada del hombre sobre la naturaleza. Ahora se integra en el dominio de la precaución la acción técnica (Goffi, 2000) sustentado filosóficamente en una ruptura con el modelo de la acción técnica derivada del paradigma Bacon-Descartes, por el nuevo contexto de duda e incertidumbre científica. Así, el principio precautorio 6 marca un momento nuevo en la filosofía de la técnica porque revela una percepción nueva de la incertidumbre en el obrar humano e indica que la duda se introduce allí donde, con anterioridad, reinaba la certidumbre. Él se separa entonces del optimismo en el Progreso porque reconoce que el instrumento de dominio, la técnica, necesita ser ella misma, dominada y que tal domino está lejos de ser garantizado. El progreso postulaba la certidumbre y el dominio, estamos ahora en presencia de la incertidumbre y de la impotencia. Sin embargo el principio de cautela es una respuesta positiva y activa a aquella constatación. Él pone frenos al optimismo baconiano-cartesiano pero no a su activismo. Así, el principio de precaución supone el “ejercicio activo de la duda” (Facciano, 2001). Pero la duda introducida por el principio no conduce a la abstención sino a un activismo más claro: nos indica que es necesario comprender previamente los fenómenos si queremos, en definitiva, dominar las cosas. El concepto de duda no es escéptico: se trata todavía de una cartesiana a la par que revela una ética de la decisión necesaria en un contexto de incertidumbre (Figueroa Yánez, 2004) sin que subyazca al principio una teoría particular de ética ambiental (antropo-bio o eco-céntrica) (Alder & Wilkinson, 1999). Él está relacionado con una nueva filosofía de la acción que emerge de frente al dilema: ¿debemos dar luz verde al desarrollo tecnoindustrial o debemos frenarlo? ¿La falta de conocimientos debe ser interpretada como una licencia para actuar o como base para dilatar actividades, para moratorias y para quizá la decisión consciente de no actuar? (Bergel, 2001 a). III.2.- El manejo inadecuado de la incertidumbre. El problema de la causalidad y de su prueba: El tópico de la causalidad y de su prueba introduce otro de los elementos justificativos de la nueva aparición y peso del principio de 7 precaución. Es que las catástrofes y crisis señaladas han puesto sobre el tapete el manejo -inadecuado- que de la incertidumbre científica se ha hecho a niveles competenciales de decisión. Así, por ejemplo, el informe de la Agencia Ambiental Europea (2001) nos dice que todos los males (vacas locas, ozono, radicaciones, asbestos, etc.) tienen un patrón familiar: Que no haber evaluado como se debía la certidumbre acerca de la ausencia de daño jugó un rol clave en demorar las acciones preventivas. Se advierte entonces, la insuficiencia de los instrumentos clásicos del proceso de toma de decisiones (análisis costosbeneficios; epidemiología, determinación del riesgo, etc.) frente al problema que la duda e incertidumbre científica sobre las consecuencias de los adelantos tecnológicos plantea (Bestani, 2009). El proceso de toma de decisiones está, en efecto, impregnado de numerosas limitaciones y dificultades para probar la causa de los fenómenos; dificultades tanto de naturaleza temporal y de recursos, como científico-estadísticas y político-económicas (Tickner et al, 1999). Los intereses materiales personales también conspiran contra este objetivo (Saguir 1993). III.3.- Algunas incidencias (y exigencias) del principio de precaución sobre ciertas ramas del saber: El principio analizado, debido principalmente a la incertidumbre respecto a la ocurrencia de riesgos ambientales, que es su supuesto, tiene efectos sobre: a) el Derecho: El principio se presenta como una nueva puerta de entrada no sólo de la ciencia, sino de la incertidumbre que hoy por hoy la caracteriza, en el campo de lo jurídico, en tanto el Derecho se ve en la necesidad de adoptar, frente a las situaciones de riesgos inciertos, nuevos instrumentos jurídicos que robustezcan la seguridad de la población (salud, vida, ambiente) y de adelantar sus tiempos de intervención. Destacamos acá 8 su efecto de invertir de la carga de la prueba -se revierte el criterio dominante tradicional en la protección del ambiente: mientras las autoridades no pudieran probar con certeza científica la existencia de un riesgo, las actividades o productos no podían sufrir ninguna traba-. El poco espacio para la regulación, la necesidad de prueba científica del eventual daño y el peso de los costos monetarios había llevado a que el beneficio de la duda sea a favor del producto o la tecnología. Ahora, el principio cambia esto y supone esta inversión probatoria que parte de una premisa distinta, a saber: que los productos o actividades son en principio dañinos o peligrosos. Ahora la incertidumbre, base del principio, apoyada en el deber constitucional de no degradar el ambiente, cambia el test de racionabilidad de la limitación de derechos -y de legalidad del acto administrativo- frente a pruebas no fehacientes (Benjamín, 2001). Entonces puede, el principio analizado, facultar a las autoridades públicas a exigir a quien introduce productos o actividades potencialmente riesgosas que aporte conclusiones científicas sobre la base de las cuales estima que tales productos o actividades no traen aparejados riesgos desproporcionados al público o al medio ambiente (sin que se les exija la prueba de riesgo cero, que no existe y que constituiría una prueba diabólica) (Bestani, 2008); b) la Ciencia ad intra: el principio exige actuar con un nuevo marco científico de referencia, sobre bases más sólidas y rigurosas y reconsiderar el cuerpo teórico que sustenta cualquiera de sus aplicaciones. Las situaciones nuevas que llaman al principio de precaución plantean la necesidad de que la actividad científica, en su esfera interna, efectúe un nuevo análisis de las condiciones de validez de los conocimientos a los que ella da lugar. La incertidumbre debe incorporarse como variable en el análisis de los casos de riesgos ambientales (Weitzman, 9 2007). Esta puede entenderse como falta de conocimiento científico; como una característica de la interacción entre sistemas tecnológicos, los seres humanos y el entorno y como una característica del conocimiento científico (Luján, 2004) no sólo porque no puede haber conocimiento exhaustivo de los fenómenos, sino también porque los resultados obtenidos dependen de elecciones estratégicas que, a su vez, dependen de privilegiar aspectos prevalecientes sobre la totalidad de las condiciones implicadas en la producción de aquellos; c) la Ciencia ad extra: La filosofía de la técnica plantea la exigencia de una reapropiación social del desarrollo de las ciencias y de las técnicas para discernir los múltiples puntos de vistas sobre los cuales pueda analizarse y evaluarse la producción de los riesgos. Resultará entonces una modelización de los riesgos en términos susceptibles de suministrar a los responsables de la administración del desarrollo tecnocientífico una ayuda a la decisión, y por eso, la forma de un instrumento de análisis de las situaciones afrontadas caso por caso (Tinland, 2000) Se trata de tomar en cuenta el impacto de las elecciones tecnológicas sobre la existencia de todos los que serán a la vez agentes y pacientes frente al desarrollo tecno-científico y sus consecuencias. Para esto, conviene dar -o volver a dar- importancia al peso que los pacientes-agentes atribuyen a las capacidades tecnológicas nuevas, generadoras tanto de amenazas como de promesas; d) Política (la democracia participativa): Esto último nos llega de la mano a la tercera exigencia del principio precautorio: la necesidad de participación ciudadana. Bobbio (1985) alude a que la petición frecuente de mayor democracia expresa la solicitud de que la democracia representativa venga sustituida por la democracia directa. Sin embargo, no cabe desconocer el debate entre los teóricos políticos acerca de si es deseable 10 que haya más participación de los ciudadanos en las políticas de gobierno. Macpherson (1991) da por terminado el debate en sentido positivo. No puede dudarse de esto actualmente dada la incorporación de la participación e información en materia ambiental en las leyes de distintos estados. Pero la doctrina en el tema no desconoce las dificultades para participar en las decisiones complejas y técnicas de una sociedad democrática moderna: la falta de educación (Calvez, 1999); el cambio de la mentalidad consumista para pasar a desarrollar nuestras capacidades y sentimiento de comunidad (Macpherson, 1991); la conversión de la ciudadanía en un sujeto directo de control de la administración, lo que es solución válida sólo si no atenta contra la eficiencia del desempeño gubernamental y si se asegura el equilibrio de poder de modo que los mecanismos de participación no estén copados por intereses organizados que reproducen las pautas de exclusión social (Cunill Grau, 2004). Por tanto, hacen parte del proceso público de toma de decisión de las medidas precautorias: la transparencia y participación ciudadana. La primera se impone sobre todo a los poderes públicos y los obliga a informar a las personas acerca del riesgo y de tener en cuenta sus sugerencias acerca de las medidas a adoptar (Andorno & Cafferatta, 2002). Ella requiere el compromiso de difundir los estudios que se hayan efectuado acerca de la magnitud de los riesgos potenciales y de los esfuerzos que han hecho con vistas a reducir al mínimo o a eliminar tales riesgos (por ej: etiquetado de alimentos transgénicos) (Bestani, 2008). No es coherente con la democracia el ocultamiento de información sobre los riesgos potenciales de productos o actividades que se lanzan al mercado, se ejecutan y autorizan a ejecutar, de los procedimientos y criterios empleados para la eventual adopción de medidas precautorias. Este recaudo 11 es tan central que el recurso a la precaución será ilegítimo allí donde no pueda constatarse un proceso de valuación científica transparente(Cerco Seira, 2003). La exigencia de participación ciudadana viene dado puesto que el nivel de precaución a adoptar no puede estar desligado del concepto de riesgo socialmente aceptable, lo cual depende, a su vez, del contexto cultural en que se aplica la medida. Los posibles daños del producto o actividad recaen en la población de un modo general, atento al bien jurídico protegido (ambiente). De allí que esta exigencia del principio se ha visto como una aplicación extensiva de la exigencia de consentimiento informado, ya aceptado y usado en las intervenciones médicas (Sentís, 2000). La participación requiere la creación de canales que permitan dar a conocer la opinión de los sujetos interesados, fortaleciendo así, al menos en lo que hace a la legitimidad, las posteriores decisiones públicas adoptadas, vg.: consultas, audiencias públicas, encuestas, Defensor del Pueblo, asociaciones de defensa de los consumidores, entre otros canales (ver Font et al, 2001; Cunill Grau, 2004; García, 2009; Ogaz Méndez, 2009). IV.- CONCLUSIÓN La crisis de la idea de Progreso y sus postulados, la crisis ambiental y su conciencia actual, la necesidad de incorporar la incertidumbre y duda en el quehacer tanto científico como político decisional derivado de la ruptura de los anteriores marcos o modelos de acción técnica, el modus vivendi de los pueblos, los distintos modos nuevos de considerar la epistemología y la misma actividad científica tecnológica, permiten afirmar y justificar empíricamente la aparición y consolidación en la política de Estado y en los documentos internacionales del principio de precaución. A su turno, la incertidumbre 12 científica -base del principio-, supone en su aplicación y le permite exigir, desde su incorporación a textos legales y precedentes jurisprudenciales, la prueba de la inocuidad de la actividad, producto o proceso como previo a su autorización o habilitación administrativas; la incorporación de la incertidumbre como variable a la hora del análisis científico para la determinación de riesgos ambientales; la creación de canales de participación ciudadana, sobre todo de los posibles afectados, en el proceso de toma de decisiones de políticas públicas en situación de incertidumbre. El principio va consolidándose, de este modo, mediante su aplicación política administrativa y jurisprudencial, reemplazando la idea optimista de progreso indefinido, dando paso a un obrar cauteloso en aras de un desarrollo sostenible que asegure una mayor calidad de vida de los habitantes del planeta. BIBLIOGRAFIA Alder, John- David Wilkinson (1999)Mac Millan Press Ltd. 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