El generismo, fase avanzada del denaturalismo

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El generismo, fase avanzada del denaturalismo
Dr. Pablo López López,
profesor y jefe del departamento de filosofía del IES Campos y Torozos
(Medina de Rioseco, Valladolid),
[email protected]
Resumen provisional
I) El denaturalismo, cosmovisión de fondo del generismo
Para entender a fondo la ideología de género o generismo hay que entender el
conjunto de la historia de las ideas. La profundidad del desafío planteado por este entramado
antropológico-político es tal, que no podemos quedarnos con describir y valorar la mera
punta del iceberg que asoma en las últimas décadas.
La perspectiva que nos permite contemplar la completa estirpe del generismo, es la
visión naturcéntrica y personacéntrica de la historia. Esto es, explicar las principales
percepciones de lo real o cosmovisiones en función de cómo se ha entendido la naturaleza y
la persona.
La primera cosmovisión humana es la naturalista y prepersonalista. Es la obvia al ojo
humano. Se da en todos los pueblos hasta la llegada del judeocristianismo, que aporta el
sobrenaturalismo personalista. Cierto es que en tiempos modernos “naturalismo” lo han
empleado corrientes denaturalistas para oponerse a lo sobrenatural, y no porque
sinceramente se fundasen en lo natural. Sin embargo, el término “naturalismo” se aplica en
sentido pleno a todos esos pueblos y culturas, que se ha acostumbrado a llamar “paganos”.
Pero el término “pagano” se utiliza mucho sin comprender su significado positivo.
El naturalismo consiste básicamente en asumir que todo, incluida la divinidad, es
natural. La divinidad se concibe con relativa transcendencia, sobrehumana e inmortal, pero
no propiamente sobrenatural, absoluta y eterna. En el naturalismo o paganismo todo viene
dado y determinado por su modo de aparición en el mundo, por su naturaleza. El
circularismo, el sacralismo, el sincretismo y la confusión entre autoridad política y religiosa
son otras notas del naturalismo. Todo lo impregna un determinismo o fatalismo que impide
una plena concepción y vivencia de la libertad. Se intuye y defiende cierto derecho natural,
pero muy incompleto y defectuoso, sobre todo por su antiigualitarismo radical. No se ha
descubierto la dignidad de la persona, pero se vislumbran algunos de sus aspectos. Se
concibe un universo básicamente impersonal, que no existe por un acto de voluntad
soberana. No obstante, se alcanzan rasgos de prepersonalismo en bastantes de las
heterogéneas culturas y de los notables pensadores que conforman en los cinco continentes
el naturalismo.
La segunda cosmovisión es la sobrenaturalista y personalista. Es la de inspiración
judeocristiana. El judaísmo aporta una neta concepción de sobrenaturalidad, la de Dios uno,
absoluto, omnipotente y libérrimo y providente creador “ex nihilo” de todas las cosas. La
libertad funda el mundo. El Evangelio universaliza la sobrenaturalidad abriéndola en unidad
a todos. También descubre en plenitud la personal dignidad humana, en analogía con la
dignidad personal divina, intelecto-volitiva y libre. La historia descubre su linealidad
progresiva y madura el derecho natural. El mismo ser humano se comprende en su rica
unidad psicosomática, libre de espiritualismos y materialismos, de monismos y de
dualismos. Frente a la enorme dispersión de naturalismos y denaturalismos, la comunidad
sobrenaturalista y personalista consigue una notable e incomparable unidad, pese a las tristes
escisiones parciales que han surgido en su historia milenaria y que están en vías de
superarse.
El movimiento de pensamiento personalista comunitario del siglo XX, encabezado
por Mounier, no abarca todo el personalismo histórico. Es una actualización y una especial
toma de conciencia del personalismo sobrenaturalista, forjado sobre todo en los primeros
concilios ecuménicos de la Iglesia universal y en la reflexión patrística.
El “neoplatonismo” y el islam constituyen posiciones híbridas entre el naturalismo y
el sobrenaturalismo. En la práctica oscilan más hacia su vertiente naturalista.
La tercera cosmovisión principal de la historia es la denaturalista y despersonalista.
Hunde sus raíces en la soberbia autoidolátrica que denunciaban, aun con matices diversos,
tanto la tragedia griega como el Génesis. Empieza a tomar cuerpo con el antiguo
gnosticismo prometeico, que reacciona contra el judeocristianismo utilizando algunas de sus
nociones. El parcial secularismo de las corrientes protestantes establece una siembra del
negacionismo denaturalista. No obstante, el denaturalismo sólo se implanta
consistentemente a partir de una parte del Iluminismo del siglo XVIII, inseparable de ciertos
aspectos siniestros de la Revolución Francesa y del surgimiento de la masonería
“especulativa”.
Lo que aquí se echará de ver, es que el generismo es no es más que una fase
avanzada del denaturalismo despersonalista. De hecho, el núcleo del denaturalismo es la
negación sistemática de todo valor natural y sobrenatural. Niega, pues, tanto el naturalismo
como el sobrenaturalismo. Desarrolla una poderosa carga retórica que camufla sus
presupuestos e intenciones. El generismo aplicará tal negacionismo en especial a la
sexualidad, el matrimonio y la familia.
También conviene hacer notar que la expresión “ideología de género” resulta
demasiado larga. Emplea tres palabras para lo que puede decirse con una. Lo normal es que
un movimiento, escuela o tendencia se denomine con un solo substantivo. “Ideología de
género” ha surgido como réplica al discurso de autoafirmación de dicha doctrina. La réplica
trata de resaltar que la autoproclamada “perspectiva de género” no es una mera perspectiva,
sino una ideología, un enfoque dirigido a justificar y salvaguardar unos intereses obscuros y
no a buscar un aspecto significativo de lo real. “Perspectiva de género” no deja de ser un
eufemismo pedante que consagra un particular noción de “género” como núcleo de sus
interpretaciones y reivindicaciones supuestamente feministas. Su coartada académica, con
ínfulas científicas, corre a cargo de la expresión “estudios de género”. Bajo tal estandarte se
organizan actividades en formato intelectual y formativo. En todo caso, resulta lógico y
conveniente que adoptemos el término “generismo” para designar esta ideología sin tener
que repetir de continuo que es una ideología, que no es ciencia ni una novedosa perspectiva.
¿Acaso vamos diciendo “ideología del marxismo”, “ideología del fascismo” o “ideología
pro-aborto”, cuando podemos decir “marxismo”, “fascismo” o “abortismo”?.
II) La aparición actual del generismo
Desde finales del siglo XX a nivel político y cultural las tendencias denaturalistas y
despersonalistas se concentran en el ataque que contra la familia y la vida humana se lleva a
cabo desde la ideología de género o generismo. El generismo parte de separar la sexualidad,
como un dato biológico, y la construcción social y arbitraria del género masculino o
femenino. Tan descarnado y absurdo dualismo no se presenta como una mera hipótesis
intelectual, sino que se está imponiendo en todo tipo de legislación, empezando por la
educativa para conformar las mentes de niños y jóvenes según tales criterios denaturalistas.
Junto al abortismo internacional y a las políticas neomalthusianas y eugenésicas contra el
natural equilibrio demográfico, el generismo se organiza desde el control de agencias de
Naciones Unidas, como el Fondo de Población, y con el respaldo financiero y político de
numerosos gobiernos y multinacionales.
Las reivindicaciones más reiteradas por el generismo apelan a valores presuntamente
feministas (“feminismo de género” o hembrismo), a la realidad de “cinco sexos” y a una
multiplicidad arbitraria o voluntarista de modelos de familia, matrimonio y orientación
sexual, equiparables en derechos y reconocimiento social. Forman parte de un tipo de
pensamiento que busca la confrontación sistemática o dialéctica total como clave de
explicación y de acción. Por ello, sigue formalmente el modelo dialéctico hegeliano y sobre
todo el de la lucha de clases marxista. En lugar de proclamar que todo se reduce a lucha de
clases económicas, el reduccionismo generista estrecha su mirada hasta resolver toda la
problemática humana en una lucha histórica entre varones y hembras, entre “patriarcalismo”
o machismo y “feminismo”.
Dentro del generismo opera el lobby internacional del homosexualismo político.
Aquí se capta bien la diferencia entre naturalismo y denaturalismo. En el primero se
practicaba abiertamente la sodomía. Por ejemplo, varios emperadores romanos, que
ostentaban un poder ilimitado político-religioso, tenían sus parejas masculinas, a las que
honraban en público. Sin embargo, nunca se les pasó por la cabeza legalizar e imponer un
“matrimonio homosexual”, contrario a la naturaleza antropológica del matrimonio
(complementariedad psico-sexual y apertura a la procreación y a la educación paternomaterna). Por el contrario, el denaturalismo extremo que ya se va introduciendo, sigue una
agenda de imposición mundial legislativa muy coercitiva. Ya no se conforma con un amplio
permisivismo. Es intolerante ante cualquier opinión discrepante y ante la libertad de
conciencia, a despecho de un consenso universal de toda la historia humana. La acusación de
“homofobia” en algunos casos puede tener sentido, porque muchos homosexuales también
han sido injustamente discriminados por su tendencia. Pero ya se está manipulando como
sambenito inquisitorial para la caza de brujas impulsada por el lobby homosexualista y
generista, con el cual no están de acuerdo muchos homosexuales sensatos.
En convergencia con el generismo despersonalizador hay que situar el animalismo de
autores como Peter Singer. Pretende reducir el ser humano a una especie animal más. Al
menos, este autor australiano no pretende manipular a su favor el humanismo. De hecho,
arremete contra él acusándolo de “especismo”, siguiendo a R. Ryder. A través del “Proyecto
gran simio” el animalismo se va introduciendo en legislaciones como la española. Es no sólo
un garrafal error antropológico, sino que también conlleva coartadas para un total y
totalitario abortismo, un infanticidio sin escrúpulos y una amplia eugenesia eutanásica.
Resulta sarcástico que a semejantes teorías y tendencias políticas se aplique el honroso
término “liberal” (sobre todo en inglés), como si liberaran de algo. En realidad, toda
deshumanización es esclavizadora. Y ésta lo es, obviamente, en grado sumo. Por ello, habla
mal de gran parte de las profesiones bioéticas y filosóficas internacionales que se jalee como
estrella a Peter Singer en congresos mundiales de bioética y filosofía (V Congreso Mundial
de Bioética, Londres, en 2000, y XXI Congreso Mundial de Filosofía, celebrado en
Estambul en 2003).
En bioética tampoco se contenta el denaturalismo con un amplio margen de
permisividad con sus prácticas antinaturales, antihumanas y antidivinas. Se muestra cada vez
más insaciable. Es paradigmática su ansia abortista, camuflada estratégicamente bajo la
apelación a “la salud sexual y los derechos reproductivos”. Pese a las millonarias cifras
mundiales de víctimas del sistemático negocio abortista y embrionicida en la mayor parte
del mundo, el lobby abortista no cesa en sus intentos de ampliar cada vez más las facilidades
para destruir la vida humana intrauterina y las conciencias de tantas madres y padres, de
profesionales de la salud y de enteras sociedades. Siempre se cometieron abortos
provocados, pero el grado de ensañamiento y aprobación o indiferencia social sitúa a las
sociedades denaturalistas en un nivel de salvajismo peor que el de las tribus más agrestes del
pasado. Hemos llegado al salvaje cibernético.
III) Agenda urgente
La humanidad se juega su futuro en su respuesta al crucial envite denaturalista, hoy
concentrado en el generismo. Éste funciona con una agenda a corto y largo plazo bien
diseñada y ejecutada, y sin problemas de financiación. La luz del humanismo no puede
dejarse superar por la astucia de las tinieblas. Frente a la destrucción sistemática y masiva de
los seres humanos que, a fin de cuentas, proyecta el denaturalismo y su actual generismo,
hemos de responder creativamente educando y formando mentes y corazones altamente
humanizados.
He aquí, sumariamente, una propuesta de agenda urgente y prioritaria que apela a
todo buen ciudadano humanista, sobre todo con netos valores personalistas y sobrenaturales.
Algunos aspectos de la propuesta afectan ante todo a la reforma mental y afectiva, al foro
interno compartido. Lo que puede llamarse “teoría”, “enfoque” o “actitud”. Otros se refieren
a la acción militante, sólida, generosa y organizada en la plaza pública, en todo tipo de
instituciones, desde las educativas a las políticas y religiosas.
1º) Comprender y difundir una completa síntesis de la historia del pensamiento
humano que dé cuenta de las principales cosmovisiones en torno a las nociones y
valoraciones sobre la naturaleza y la persona. En tal magno contexto universal se
comprenderán las raíces y los camuflajes del generismo. Tal comprensión requiere corregir
muchos lugares comunes de la historia del pensamiento, como los relativos a las nociones y
valoraciones sobre lo “moderno” y lo “medieval”.
2º) En tal línea, se requiere una auténtica formación de filósofos y no de meros
“historiadores convencionales de la filosofía”, tanto a nivel popular como a nivel
profesional. Junto a la formación filosófica es necesario dar una formación mucho más
sólida en teología y en historia de las religiones. Junto con las lenguas, las religiones son los
principales elementos de las culturas y, por tanto, de la vida humana.
3º) Entre las temáticas especializadas hay que asumir la prioridad de la formación
bioética y biopolítica y de la correspondiente militancia provida y profamilia.
4º) Fomentar aún más un franco y realista ecumenismo que acerque visiones
doctrinales y, sobre todo, los corazones en la común lucha por la justicia desde la caridad
transcendente. Si la comunidad personalista no se une más, no podrá propiciar el triunfo de
la gran verdad natural y sobrenatural.
5º) Al menos para los cristianos y judíos lo más importante siempre es Dios mismo.
Por tanto, el culto y la oración son la nutrición, la inspiración y el oxígeno para la vida
espiritual.
6º) Generar una economía y una política mucho más participativas y justas, sobre
todo con los más oprimidos de la tierra. La injusticia social nos deshumaniza a todos y sirve
de coartada totalitaria para todo tipo de ideologías despersonalizantes como el generismo.
Tal reto exige superar los estrechos límites del dilema entre capitalismo y socialismo o entre
derechas e izquierdas.
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