20º aniversario del derribo del Muro de Berlín ¿Qué se supone que debemos celebrar? Hace 20 años, cayó el llamado Telón de Acero que dividía a Europa en dos bloques de países enfrentados políticamente. Con este motivo, los medios de comunicación estatales y privados nos vuelven a emborrachar con esa propaganda manipuladora de “capitalistas buenos y comunistas malos”. Cualquier trabajador o trabajadora que sufra el azote del paro, de la precariedad laboral, de la hipoteca o el alquiler desorbitados de su casa, de los salarios de miseria, del hambre, de la represión por protestar, de la discriminación nacional o racial, de la guerra, de la violencia machista, de la degradación de la sanidad, de la educación, del medio natural, etc., mientras unos pocos acaparan las riquezas cada vez más colosales; cualquiera de esos miles de millones de seres humanos explotados será incapaz de tragarse lo del “capitalismo bueno”. Pero es muy probable que esta borrachera le deje como resaca un recelo más o menos pronunciado contra el comunismo, única alternativa real al capitalismo. Se nos dice que el comunismo es una dictadura totalitaria, mientras que el capitalismo es democracia, derechos humanos y libertad. En realidad, como han comprobado los pueblos en tantas ocasiones –el nuestro, en 1936 y últimamente, el de Honduras- ni la clase obrera ni la clase capitalista necesitan el Estado “en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como sea posible hablar de libertad, el Estado como tal dejará de existir” (Engels). Ocultan los logros de los países socialistas No ha existido ni puede existir ningún “Estado comunista”, toda vez que el comunismo será la sociedad sin clases y que, por eso mismo, carecerá de Estado, es decir, de aparato de dominación de una parte de la sociedad sobre la otra. El comunismo será el producto final de la revolución que ha de llevar a cabo necesariamente la clase obrera contra la explotación capitalista, hasta abolir la división de la humanidad en clases sociales. En tanto no se haya completado esta revolución proletaria, lo que existen son países socialistas en los que la clase obrera ha tomado el Poder político en sus manos para transformar progresivamente la sociedad capitalista heredada hacia la meta comunista. Los países que había tras el Muro de Berlín, al igual que los otros Estados socialistas que siguen en pie, no eran ningún “paraíso terrenal” ni los comunistas hemos pretendido nunca que lo fueran. Ni siquiera lo será la futura sociedad comunista que seguirá enfrentada a contradicciones, aunque éstas ya no dividan a la especie humana en clases. Eso sí, los países socialistas han alcanzado logros sociales que nunca ha permitido el capitalismo o que sólo concedió parcialmente (el “estado del bienestar”) para contener el ascenso de la revolución obrera, a costa de explotar a pueblos extranjeros y que arrebata ahora a los trabajadores aprovechando que la conciencia de clase de éstos ha retrocedido. El socialismo consigue acabar con el paro y las crisis económicas, eleva los salarios y baja los precios, suprime los impuestos, reduce la jornada laboral, asegura vacaciones y jubilaciones retribuidas, proporciona una sanidad y una educación (incluida la universitaria) totalmente gratuitas para todos, el derecho a la vivienda se hace efectivo al costar sólo una mínima parte del salario, la economía se planifica por los propios trabajadores, el sufragio es universal, los diputados están comprometidos con sus electores por un mandato imperativo y pueden ser revocados por ellos en cualquier momento, las salas de reunión y los medios de comunicación no son privados sino que están gratuitamente a disposición de las organizaciones de trabajadores, las nacionalidades minoritarias desarrollan libremente su cultura y su lengua en igualdad con las mayoritarias y con derecho a la autodeterminación… ¡Y todo eso se ha logrado a partir de sociedades atrasadas, semi-feudales, y sin recurrir a la explotación de colonias o neocolonias que es lo que hicieron y siguen haciendo las potencias occidentales! No cabe duda de que la construcción del socialismo a partir de países de capitalismo desarrollado nos deparará progresos sociales aun mayores. Acosan a los países socialistas pero les reprochan que se defiendan Al mismo tiempo, los trabajadores de los países socialistas se ven obligados a defender sus conquistas y sus objetivos revolucionarios frente a los burgueses nacionales y extranjeros que no están dispuestos a dejar vivir en paz a una sociedad en la que los trabajadores prescinden de los capitalistas y organizan ellos mismos su vida. Los burgueses no sólo han reprimido y masacrado a cientos de miles de sindicalistas, huelguistas, demócratas y revolucionarios allí donde gobiernan, sino que agreden sistemáticamente a los países socialistas: invasiones, bloqueos, sabotajes, terrorismo, etc. Basta recordar a los 20 millones de soviéticos que perdieron la vida defendiendo a su país del ataque de la Alemania hitleriana. Los esfuerzos defensivos de los países socialistas están más que justificados, pero perjudican el desarrollo y la prosperidad económica de los mismos, cosa que aprovechan las potencias imperialistas para acosarlas y para denigrar la causa comunista. A estas dificultades, viene a sumarse el hecho de que, hasta el presente, los países que han emprendido una revolución socialista eran anteriormente atrasados, pobres y semi-analfabetos. Y, sin embargo, como en el caso de Rusia o de China, el socialismo ha logrado convertirlos en potencias económicas, políticas y militares. Todos estos inconvenientes lastran el progreso revolucionario de esta sociedad de transición que lleva todavía “el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede” (Marx). Desde los años 50, las presiones de los capitalistas dieron sus frutos cuando el Partido Comunista de la Unión Soviética empezó a desviarse de su meta y a dar marcha atrás a la revolución socialista iniciada, todo lo cual desembocó tres décadas después en la caída del Muro de Berlín, la contrarrevolución burguesa en Europa oriental y la desintegración de la URSS y de Yugoslavia. La construcción del Muro de Berlín fue necesaria para defender a la República Democrática Alemana de la agresión política y económica dirigida por los EE.UU. Ésta había comenzado a finales de los años 40, cuando las potencias occidentales traicionaron su compromiso de reconstruir una Alemania única, pacífica, neutral, democrática, desnazificada. En su lugar, crearon en la parte occidental del país –la más grande y la más desarrollada- la llamada República Federal de Alemania, integrada en la OTAN (bloque militar ideado para combatir el campo socialista) y repleta de antiguos responsables nazis en su aparato estatal. No es verdad que todos los muros políticos sean absolutamente malos. Lo son los que protegen los privilegios de los ricos, pero no los que levantan los trabajadores para defenderse de sus opresores. La caída del Muro de Berlín fue un triunfo de la libertad capitalista, es decir, de la libertad de enriquecerse esclavizando, explotando, oprimiendo, guerreando, mintiendo, engañando … Despertaremos de esta borrachera de propaganda indecente, más fuertes y más capaces de superar el capitalismo. La Historia, lejos de terminar, no ha hecho más comenzar para los que comprendamos que la verdadera libertad nacerá de la lucha contra la explotación del hombre por el hombre. ¡Abajo el capitalismo y sus mentiras! ¡Viva la clase obrera y el socialismo! www.unionproletaria.net [email protected] Apdo. Correos 51498 - 28080 Madrid