Universidad Nacional Autónoma de México Escuela Nacional de Artes Plásticas División de estudios de posgrado De palabras, letras y libros Ensayo presentado por Silvia A. Barajas Miranda Diciembre 2009 “¿Qué son las palabras acostadas en un libro? ¿Que son esos símbolos muertos? Nada absolutamente. ¿Qué es un libro si no lo abrimos? Es simplemente un cubo de papel y cuero, con hojas; pero si lo leemos ocurre algo raro, creo que cambia cada vez. Heráclito dijo (lo he repetido demasiadas veces) que nadie baja dos veces al mismo río. Nadie baja dos veces al mismo río porque las aguas cambian, pero lo más terrible es que nosotros no somos menos fluidos que el río. Cada vez que leemos un libro, el libro ha cambiado la connotación de las palabras es otra.” Jorge Luís Borges, 1978 “Una máxima difundida entre los diseñadores tipográficos afirma que dibujar un tipo no significa dibujar hermosas letras: significa componer bellas palabras. Un tipo de letra es una colección de partes separadas que deben operar conjuntamente en toda combinación posible a fin de formar palabras unificadas” Cyrus Higsmith Entre la referencia fonética y la señal gráfica, el signo ha acompañado al alfabeto en su larga evolución. El hombre es producto del entorno biológico, social y cultural particular en el cual evoluciona y cuyo primer signo es la lengua, en sus dos formas hablada y escrita. La lengua es el vehículo del pensamiento y a través de el trasciende la facultad cognoscitiva del humano; la letra, signo estructural mínimo, elemento supremo de la palabra escrita, en sus múltiples variantes históricas, formales y expresivas y la palabra, como decía Cortazar: “un deseo por escudriñarlo todo, revelar el sentido oculto de las cosas. Buscar aquello que parece perdido u olvidado, cavar la realidad hasta su profundidad mas densa y viscosa y volverla nimiedad frágil, insecto, hormiga ridícula, palabra. La palabra: aquello que con lo que tozuda y esperanzadoramente intentamos explicar el mundo”. El trazo, elemento común al dibujo y a la escritura se ha transformado a lo largo de la historia relacionado a cuestiones de carácter pragmático y semántico y dando lugar a toda una tradición de estilos tipográficos que conocen sus antecedentes mas remotos en los orígenes icónicos de las formas de las letras. Si bien el valor fonético de los caracteres escritos permanece prácticamente invariable desde la creación del alfabeto, su forma ha evolucionado y sigue haciéndolo constantemente. La palabra escrita es un gesto comunicacional, la repuesta gráfica a una descarga/respuesta, entre el pensamiento y la mano. “Los orígenes de la palabra escrita y su descendiente, la tipografía, residen en la palabra hablada. Se sabe que el habla precedió a la escritura, aunque desconozcamos con exactitud cuando se pronunciaron las primeras palabras. El habla permite compartir ideas complejas dentro de un grupo; de esta forma, las tareas pueden ser organizadas colectivamente.”1 La escritura, aún la mas funcional en apariencia, posee una dimensión cultural, que algunos denominan “estética”, que desde que está ligada a una lengua, desempeña una función auténtica que sostiene a todas las demás. Una escritura que refleja la identidad cultural de su lector utilizada en texto vinculados a su lengua es con frecuencia un factor imprescindible para la buena legibilidad. En los primeros signos de escritura, cada signo expresa una idea, un concepto o una cosa; estos signos se combinan entre sí para comunicar ideas mas complejas. Estos sistemas de escritura son los pictogramáticos, jeroglíficos e ideogramáticos. Nuestro alfabeto tiene como base al alfabeto fenicio. En este caso, cada signo expresa una silaba, una unidad fonética y no cosas o ideas. El arte gráfico pictórico es la forma más simple de escritura. El hombre del paleolítico superior plasma su historia en pinturas sobre piedras y pieles. El pictograma, imagen que asume el significado del objeto representado y que permite el gran salto al ideograma, como antecedente directo de la historia de la escritura. El largo camino hacia el alfabeto, que va desde los primeros sistemas de escritura abstracta como la cuneiforme ya de carácter silábico, proporciona las bases para que los fenicios aporten el primer sistema alfabético compuesto por 22 signos y son expresiones logradas a partir de representaciones estilizadas de objetos. Los griegos (900ac) adaptan el alfabeto fenicio a su lengua, representando sonidos consonantes y vocales. Esta es la base sobre la cual los romanos, a través de los etruscos crean lo que se conoce como alfabeto latino, aquel que prevalece prácticamente imperturbable a lo largo de más de 2000 años. El medioevo tuvo sin duda las más hermosas expresiones de la caligrafía (la palabra proviene del griego cali, hermoso o bello de contemplar, y grafía, trazado, dibujo o escritura manual, es decir arte de escribir con belleza o gracia) y sienta las bases de la fabricación más representativa de la palabra escrita vertida en un objeto: el libro. El estudio de la letra está entrelazado irrenunciablemente con otras áreas de conocimiento que la fundamentan desde sus orígenes, como son la historia, la psicología, la fisiología, la lingüística y en consecuencia específica la semiótica. Un cambio trascendente se produjo en la historia de las prácticas semióticas, cuando la lógica propiamente lingüística se añadió, ya desde los libros medievales, pero principalmente a partir de la imprenta, una nueva lógica determinada por la presentación visual de las palabras, por su distribución en el espacio bidimensional de la página y en el espacio tridimensional del volumen, y por su combinación con otras clases de signos gráficos e íconos. Cuando, en suma la logosfera devino en grafosfera y el logos, razón lingüística, se vio invadido por lo que se ha denominado “razón gráfica”. Del mismo modo que el sentido de la palabra en el contexto de la comunicación oral está determinado por una situación existencial global que involucra la copresencia de los interlocutores y la interacción corporal, en el contexto de la comunicación impresa el significado lingüístico está atravesando por las condiciones de la experiencia visual y de la interacción entre sus diversos registros semióticos. La producción filosófica, científica, poética y religiosa se vieron impactadas históricamente por la aparición de la imprenta, el libro y los modos de lectura surgidos en los monasterios. Todas esas condiciones generaron un nuevo tipo de discurso, como la “experiencia letrada y metodológica” que Francis Bacon veía determinada por la escritura; también una nueva concepción de los signos, que pasaron a ser entendidos y tratados como representaciones y ya no como nombres directamente referidos a las cosas. El discurso científico que tendrá su esplendor en el barroco a la par que el enciclopedismo hará de la “disposición gráfica del concepto” algo intrínseco a la transmisión misma del conocimiento, de tal modo que ni la expresión ni la representación del saber serán independientes de su posibilidad de visualización, como antes lo era de su retórica. Aunque, como cita Lessing en su estudio del Laocoonte “dejemos de intrincarnos en ejemplos, que en fin de cuentas, no nos enseñan otra cosa sino que los colores no son sonidos y que el oído no es la vista”. Menciona Marshal Mc Luhan en “La Galaxia Gutemberg” que la sociedad occidental es esquizofrénica dado que el ser como producto cultural se encuentra escindido, sin embargo, común es escuchar que algo se ve o se escucha dulce. De nuevo la irrenunciable relación de la letra representación gráfica de la lengua- con el sonido. De la logosfera a la grafosfera y de la videosfera a la mediosfera el lenguaje gráfico a partir de la segunda, ha dominado el terreno de la cultura, no desatinadamente de nuevo McLuhan considera que la aparición de la imprenta de tipo móvil patentada ( ya que se conoce que los chinos habían ideado un aparato y un sistema similar) por Gutemberg a mediados del siglo XV, constituyó para el hombre occidental la separación paulatina de sus otros recursos sensoriales para comprender y relacionarse con su entorno. “Desde sus orígenes hasta hace pocos años, la escritura buscó ser la fiel representación de la oralidad. Por ello los primeros libros tabelarios y los rollos de Egipto y Grecia constituyen el registro rudimentario de un discurso que debía ser recreado prosódicamente por el lector, pues por entonces la lectura se efectuaba, casi siempre en voz alta. Los libros eran instrumentos auxiliares de la memoria, y los lectores, semejantes a los modernos ejecutantes musicales ante una partitura, imprimían el ritmo y el acento, el tono y la cadencia, buscando con ello orientar el sentido y la comprensión del discurso. Los lectores eran, pues, una especie de rapsoda que muchas veces actuaba solo para sí mismo. Ya Platón, por boca de Sócrates, en el diálogo de Fedro, se refiere a la mala interpretación del lector mediante un verbo (plemmeleo), cuyo significado literal es “atentar contra las leyes de la música”, “desafinar en la ejecución musical”2 Con el invento de la imprenta el libro sentó el precedente que determinó la producción en serie de otros objetos de consumo. Se acrecentó la posibilidad de extender la memoria colectiva y se desarrolló una nueva forma de conocimiento con base en este objeto impreso y la actividad de escritura-lectura. Comúnmente se concibe a la escritura como una representación del habla y solo en un ámbito restringido a los inmersos en el trabajo de la comunicación visual, como imagen. En otro nivel, que la imagen no se “lee” y que es un artefacto simbólico. Sin embargo, en este sentido la letra trasciende la lecturabilidad para incidir directamente en la experiencia sensorial de la visión y la sonoridad implícita en la letra. “Las letras no solo crean experiencias estéticas en un orden plástico como el de un cuadro pictórico o el de una especie de danza que es estática en el papel y dinámica en la pantalla. También deleitan el oído con la musicalidad y el ritmo de un poema, despiertan la imaginación con la visualidad intrínseca de una narración, excitan el entendimiento con la fluidez lógica de un discurso científico o enardecen de luchar por, contra o a pesar de una causa social”3 “Autores como Jay David Bolter, hablan de un nuevo espacio para la escritura, donde la integración de la imagen audiovisual o fija y la escritura alfabética y pictográfica configuran una nueva forma de texto”4 Durante muchos siglos el objeto de referencia de la cultura impresa, principalmente escrita y abstracta, proveniente, como ya mencionamos, de la imprenta fue el libro, que por cierto se enfrenta hoy y desde la aparición del cine sonoro a la cultura oral e icónica de medios como la televisión y la multimedia. Esta dualidad ha fomentado la idea de la posible desaparición de una forma de conocimiento racional basada en la escritura frente a una forma de conocimiento sensible basado en la imagen. Como menciona José Ma. Ribagorda en su artículo Scriptorium vs. Desktop, escritura e imagen aparecerían así enfrentadas como refleja Giovanni Sartori: “Las civilizaciones se desarrollan con la escritura, y es el tránsito de la comunicación oral a la palabra escrita lo que desarrolla la civilización. Pero hasta la invención de la imprenta, la cultura de toda sociedad se fundamenta principalmente en la transmisión oral. Hasta que los textos escritos son reproducidos a mano por los amanuenses, no se podrá hablar aún del hombre que lee. Leer y tener algo que leer, fue hasta finales del siglo XV un privilegio de poquísimos doctos. El homo sapiens que multiplica el propio saber, es pues llamado el hombre de Gutemberg. Es cierto que la Biblia impresa por Gutemberg entre 1452 y 1455, tuvo una tirada que para nosotros es hoy risible de 200 copias. Pero aquellas copias se podían reimprimir. Se había producido un salto tecnológico. Así pues es con Gutemberg, con quien la transmisión escrita de la cultura se convierte en algo potencialmente accesible a todos. (…) Y en la televisión el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar, en el sentido de que la voz del medio o de un hablante, es secundaria, está en función de la imagen. Y como consecuencia, el telespectador es mas un animal vidente, que un animal simbólico. (…) Y esto es un cambio radical de dirección, porque mientras que la capacidad simbólica distancia al homo sapiens la especie del homo sapiens del animal, el hecho de ver lo acerca a sus capacidades ancestrales , al género a que pertenece el homo sapiens” De cualquier forma hablar de libro o de otro soporte históricamente dominante es hablar de escritura, ya que la palabra en sí ha tenido un sentido de representación, y hablar de escritura a partir de la palabra impresa, es hablar de tipografía. La proclividad del hombre occidental a la iconografía y a la cultura de lo visual impera en la concepción de la tipografía contemporánea. En este sentido nos encontramos con esta triada, lengua, escritura y tipografía. Al respecto “Parecería ineludiblemente obvio que el lenguaje es un fenómeno oral. Los seres humanos se comunican de innumerables maneras, valiéndose de todos sus sentidos: el tacto, el gusto, el olfato y particularmente, la vista además del oído. Cierta comunicación no verbal es sumamente rica: la gesticulación por ejemplo. Sin embargo en un sentido profundo el lenguaje, sonido articulado, es capital. No solo la comunicación, sino el pensamiento mismo, se relaciona de un modo enteramente propio con el sonido. Todos hemos oído decir que una imagen equivale a mil palabras. Pero si esta declaración es cierta, ¿por qué tiene que ser un dicho? Porque una imagen equivale a mil palabras solo en circunstancias especiales, y éstas comúnmente incluyen un contexto de palabras dentro del cual se sitúa aquélla.”5 El estudio de las tipografías puede considerarse un intento por comprender el aspecto formal de la unidad más pequeña de la palabra escrita. La tipografía es el más importante vehículo visual del conocimiento y es el fiel reflejo de su época. Debido a ello el signo tipográfico ha sido miembro activo de los cambios culturales del hombre. El tipógrafo francés, Ladislas Mandel, menciona al respecto “La escritura, aun la mas funcional en apariencia, posee una dimensión cultural, que algunos llamas estética, que desde que está ligada a una lengua, es una función genuina que sostiene a todas las demás. Una escritura que refleja la identidad cultural del lector utilizada en texto vinculados a su lengua es frecuentemente un factor capital para la buena legibilidad. (…) El hombre no es más universal que la tierra que lo alimenta. Es siempre un producto de un entorno biológico, social y cultural particular en el cual evoluciona y cuyo primer signo es la lengua, bajo sus dos formas, hablada y escrita.” La cultura tipográfica es una herencia básicamente europea, la cultura occidental básicamente iconográfica y para muchos la tipografía siempre ha trascendido su carácter de mecanización de la escritura pera ser la imagen por excelencia. Hablando de palabra escrita impresa, la Universidad de Reading acuña este concepto, entre los sesentas y setentas, de la tipografía como representación gráfica del lenguaje; haciendo por cierto una separación entre tipografía y lenguaje y tipografía y lenguajes, “separación que se conecta irrevocablemente con la distinción de Saussure entre lange y langage. Y es aquí donde podríamos considerar a la tipografía también desde esa doble naturaleza: como expresión escrita del lenguaje- sin importar la lengua de que se trate-, y como expresión visual de la oralidad de un determinado idioma, y por tanto como expresión particular de una determinada cultura nacional”6 No olvidemos que la tipografía, letra impresa o digital, es también imagen y que es el más importante vehículo visual del conocimiento. 1) Baines, Phil, Andrew Haslam “Tipografía: función, forma y diseño” Barcelona, Gustavo Gilli, 2005. P12 2) López Valdés, Mauricio “Del buen parecer al bien entender: las estructuras discursivas y tipográficas del libro” Ensayos sobre diseño, tipografía y lenguaje. México, Designio, 2004 3) Kloss Fernández del Castillo, Gerardo “Algunos extraños habitantes de la fuente. La letra, materia prima de la tipografía” Ensayos sobre diseño, tipografía y lenguaje. México, Designio, 2004 4) Ribagorda, José María “Scriptorium vs. Desktop” Tipógrafos.com 5) J. Ong, Walter “Oralidad y escritura, tecnologías de la palabra” México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p 16 6) Lo Celso, Alejandro “Tipo y lengua: tipografía e identidad nacional” Texto de conferencia dictada en el Departamento de estudios tipográficos, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 2003.